DOCUMENTO POSCAPITULAR
APROBADO POR EL RECTOR MAYOR Y POR EL CONSEJO GENERAL
16 de agosto de 2020
PRIORIDAD DE LA MISIÓN SALESIANA
ENTRE LOS JÓVENES DE HOY
Este primer núcleo ha sido presentado durante el CG 28 y, sustancialmente, aprobado por la asamblea capitular.
En la sesión estiva de 2020 del Consejo General ha sido, solo, revisado a la luz de las observaciones de las comisiones capitulares.
RECONOCER
Como miembros del Capítulo General 28º estamos convencidos de que Dios, a través de su Espíritu, está presente en la vida de todos los jóvenes de nuestro tiempo. Mediante el discernimiento, hemos buscado, ante todo, reconocer su acción, buscando entrar en el ritmo de «una doble docilidad: docilidad a los jóvenes, y a sus exigencias, y docilidad al Espíritu y a todo lo que Él quiera transformar» (del Mensaje del papa Francisco al CG 28)
Desde el principio, esto nos ha llevado a tener una mirada positiva, configurada de humildad, simpatía, coraje, inteligencia, fe y esperanza, en la certeza de que, precisamente esto, «es la mirada de Dios Padre, capaz de valorar y alimentar las semillas del bien sembradas en los corazones de los jóvenes», que deben, por tanto, ser considerados por nosotros «tierra sagrada» (cf. Christus vivit, 67)
Llamados a ser amigos, padres y pastores de los jóvenes, deseamos hacer nuestra esta mirada divina, en la conciencia de seguir, así, las huellas de nuestro amado padre Don Bosco quien, precisamente en Valdocco, guiado por la mano de la Auxiliadora, realizó su obra
¿Quiénes son los jóvenes de hoy? ¿Cuál es su condición? ¿Qué buscan? ¿Qué nos piden? Para responder a estas preguntas, ante todo, nos hemos puesto a la escucha.
Hemos tenido la gracia de tener, entre nosotros, algunos jóvenes provenientes de todo el mundo, que han representado a los muchísimos jóvenes que se hicieron presentes en nuestros Capítulos inspectoriales durante la preparación del CG 28. Hemos escuchado su voz con atención y conmoción. Nos han comunicado su inquietud espiritual y su hambre de Dios, su deseo de ser protagonistas y artífices de un mundo mejor, su esfuerzo por creer e ir contracorriente con respecto a las lógicas de nuestro tiempo. Nos han pedido que seamos menos «gestores» y más «pastores», que estemos en medio de ellos y que tengamos tiempo para acompañarlos
En los muchos momentos de trabajo juntos, también hemos tomado conciencia de las muchas pobrezas de los jóvenes, que nos dejan horrorizados, como cuando Don Bosco hizo su primera visita a las cárceles de Turín. El grito de tantos jóvenes también nos toca hoy el corazón: pobreza económica, social y cultural; pobreza afectiva, relacional y familiar; pobreza moral y espiritual. En muchos contextos, el desempleo y la imposibilidad de estudiar penalizan a amplios grupos de jóvenes
De muchas maneras, los jóvenes se nos han mostrado profetas: a través de su presencia, el Señor nos hace conocer continuamente sus expectativas y sus llamadas para la renovación de nuestra misión. Como Don Bosco «no descubrió su misión frente a un espejo, sino ante el dolor de ver jóvenes que no tenían futuro. El Salesiano del siglo XXI no descubrirá su identidad si no es capaz de padecer con «la cantidad de muchachos, sanos y robustos, de ingenio despierto que estaban en la cárcel atormentados y faltos en absoluto de alimento espiritual y material… en ellos estaba significado el oprobio de la patria, el deshonor de la familia» (del Mensaje del papa Francisco al CG 28)
Estamos viviendo un cambio de época: hoy, más que nunca, «nadie puede decir, con seguridad y exactitud (si es que alguna vez se pudo hacer), qué sucederá en el futuro próximo a nivel social, económico, educativo y cultural» (del Mensaje del papa Francisco al CG 28). Por tanto, es evidente que ya no es posible pensar nuestra misión en la forma del "siempre se ha hecho así". Esta situación, si por una parte nos desorienta, por otra nos pide que nos involucremos con humildad y valentía, pidiéndonos que recuperemos los dinamismos juveniles que estaban tan vivos en Don Bosco. Estamos, más que nunca, convencidos de lo que nos dijo el papa Francisco precisamente aquí, en Valdocco, en la Basílica de María Auxiliadora, el 21 de junio de 2015: «Vuestro carisma es de una actualidad grandísima. Mirad las calles, mirad a los muchachos y tomad decisiones arriesgadas. No tengáis miedo. Como hizo él»
Junto a algunos desafíos perennes que continúan desafiándonos, nuestro tiempo nos presenta algunas novedades con las que es inevitable confrontarnos. La revolución digital nos pide comprender las profundas transformaciones que están ocurriendo, no solo en el campo de la comunicación, sino, sobre todo, en la forma de configurar y gestionar nuestras relaciones humanas. El ámbito de la afectividad, con todos los problemas ligados al género y a la identidad sexual, desafían nuestra visión antropológica. La condición de la mujer, y su papel en la sociedad y en la Iglesia, nos piden una reflexión más atenta y profunda. La sensibilidad ecológica, que está creciendo rápidamente en el mundo juvenil, nos pide que seamos proféticos en este ámbito a través de opciones claras y coherentes. El contacto con los jóvenes migrantes, los refugiados y muchos otros privados de sus derechos fundamentales es, para nosotros, una urgente llamada a la acción. Finalmente, la dolorosa experiencia de los abusos, que también afecta a nuestra Congregación, es una fuerte llamada a la conversión
El rápido cambio en curso afecta a los procesos ordinarios de transmisión de la fe. En este sentido, existen grandes diferencias: si, en algunos contextos, la vida de fe no plantea ningún problema y los jóvenes viven con naturalidad su pertenencia a la Iglesia, en otros, fuertemente secularizados, la fe cristiana se ha convertido en una cuestión que ya no tiene ninguna relevancia personal y social. En algunos territorios, en los que estamos presentes, hay fundamentalismo, discriminación e incluso persecución; en otros, podemos proponer libremente el Evangelio
También trabajamos en muchos contextos multirreligiosos en los que, la mayoría de los jóvenes que frecuentan nuestras obras, pertenecen a otras religiones o a otras confesiones cristianas
Ante la crisis global de la autoridad, de la tradición y de la transmisión, somos desafiados sobre los estilos, los contenidos y los modos de anunciar a Jesucristo, porque todos nos sentimos llamados a ser «misioneros de los jóvenes». Convencidos de la necesidad de llegar al corazón de los jóvenes, sentimos la necesidad de volver a proponer, con más convicción, el primer anuncio, porque «nada hay más sólido, más profundo, más seguro, más denso y más sabio que ese anuncio» Christus vivit, 214)
Los jóvenes son portadores del fuego vivo del carisma salesiano y nos ayudan a conocer, profundizar y asumir mejor la misión que se nos ha confiado. Desde el principio «lejos de ser agentes pasivos o espectadores de la obra misionera se convirtieron, desde su propia condición –en muchos casos “iletrados religiosos” y “analfabetos sociales”– en los principales protagonistas de todo el proceso de fundación. La salesianidad nace precisamente de ese encuentro capaz de suscitar profecías y visiones», en la convicción de que «todo carisma necesita ser renovado y evangelizado y, en vuestro caso, sobre todo, por los jóvenes más pobres» (del Mensaje del papa Francisco al CG 28)
Sentimos, pues, como deber nuestro, implicar a los jóvenes y consideramos que tienen derecho a participar en la comunidad educativo-pastoral, que es, ante todo, una familia donde se comparte todo en un clima de amistad, escucha, respeto y colaboración. Reconocemos que muchos de ellos «se encuentran en una profunda situación de orfandad... a la que debemos responder creando espacios fraternos y atractivos donde se vive con un sentido» (cf. Christus vivit, 216). Precisamente en esta dirección, los recientes caminos sinodales nos han ayudado a redescubrir la naturaleza familiar de la Iglesia, hasta el punto de que esta última puede ser considerada como «familia de familias, constantemente enriquecida por la vida de todas las Iglesias domésticas» (Amoris laetitia, 87)
Por último, somos conscientes de que muchas veces no logramos interceptar esta verdadera «nostalgia comunitaria» de los jóvenes y de las familias: nos piden tiempo y les damos espacio; nos piden relación y les brindamos servicios; nos piden vida fraterna y les ofrecemos estructuras; nos piden amistad y hacemos actividades para ellos. Todo esto nos compromete a redescubrir las riquezas y las potencialidades del «espíritu de familia»
INTERPRETAR
Para interpretar lo que hemos reconocido hasta ahora, queremos dejarnos guiar por uno de los pasajes más significativos de la «Carta de Roma» de 1884. Don Bosco vio que, en el Oratorio de Valdocco, entre los Salesianos y los jóvenes, se había creado una barrera, física y espiritual, que obstaculiza la acción educativa y traiciona el carisma. Dialogando con uno de los jóvenes del sueño, trata de interpretar la situación para encontrar la manera de resolverla: «Entonces, ¿cómo podemos romper esta barrera?» La respuesta que recibe también nos ilumina hoy: «Familiaridad con los jóvenes, especialmente en la recreación. Sin familiaridad, no se demuestra el amor y sin esta demostración no puede haber confianza. Quien quiere ser amado debe demostrar que ama. Jesucristo se hizo pequeño con los pequeños y cargó con nuestras enfermedades. Esta es la clave de la familiaridad»
Este texto ilumina los tres nudos fundamentales, en torno a los cuales hemos recogido la interpretación de este núcleo: ir al encuentro de los jóvenes allí donde se encuentran y se expresan espontáneamente; la cercanía que crea confianza y hace posible el acompañamiento; el tono afectivo de la relación educativa, que Don Bosco llama con un término que deriva de la experiencia familiar. En esta perspectiva de fe queremos buscar las razones de lo que vivimos, con sus luces y sus sombras, hacer emerger los desafíos que nos esperan e identificar los criterios para afrontarlos
COMUNIDADES EN SALIDA HACIA LOS JÓVENES POBRES
Demasiadas veces, la pobreza aleja a los chicos y a los jóvenes de la oportunidad de crecer de manera serena, de tener una educación adecuada, de decidir sobre su propio futuro. No pocas veces, la pobreza aleja, también, de la comunidad cristiana y de la posibilidad de encontrar la alegría del Evangelio, que está destinada, precisamente, a los últimos: «El Espíritu del Señor está sobre mí... me ha enviado a evangelizar a los pobres» (Lc 4,18). La pobreza se convierte así, hoy, en una barrera excluyente, que debe ser superada
El magisterio profético del papa Francisco está ayudando a la Iglesia a tomar cada vez más conciencia de que la distancia de los pobres traiciona el Evangelio y genera numerosas «enfermedades» en la comunidad cristiana. También nosotros sentimos la necesidad de profundizar en la interpretación del tiempo que vivimos, hasta reconocer que fenómenos sociales y desafíos espirituales, requerimientos de los jóvenes y mociones del Espíritu están estrechamente vinculados, sin ninguna posibilidad de divergencia. Esta fue la experiencia de Don Bosco, que le hizo capaz de responder a las necesidades más urgentes de sus chicos y hacerles sentir la ternura de Dios que calienta el corazón e infunde esperanza. Donde esto sucede, también hoy, con compromiso generoso y creatividad pastoral, vemos un verdadero florecimiento del carisma. Donde, al contrario, las comunidades pierden la «familiaridad» con los pobres, la vida religiosa se entibia, con el riesgo de convertirse en sal que pierde sabor, lámpara colocada debajo de un celemín (Cf. Mt 5,13.15)
Salir hacia los jóvenes pobres, y hacerlo como comunidad de creyentes, es ciertamente un desafío siempre nuevo, pero también una perspectiva que nos llena de entusiasmo. Como nuestro padre Don Bosco, también nosotros, el día de nuestra profesión religiosa, le dijimos a Dios: «Me ofrezco totalmente a Ti, comprometiéndome a entregar todas mis energías a quienes me envíes, especialmente a los jóvenes más pobres» (Const. 24)
Esto requiere de nuestra parte, sobre todo, capacidad de discernimiento comunitario: no se trata de confiar a cada uno de los hermanos la activación de nuevos proyectos, sino de escuchar juntos la llamada que Dios nos dirige en las pobrezas juveniles. También requiere profundidad espiritual, para no caer en el activismo o en una mentalidad empresarial; preparación cultural, para comprender los fenómenos en los que estamos inmersos y las nuevas pobrezas juveniles; voluntad de trabajar juntos, abandonando todo individualismo pastoral; flexibilidad para repensar nuestro estilo de vida y nuestras obras, especialmente cuando ya no expresan la energía misionera del carisma y responden, principalmente, a lógicas de mantenimiento
ACOMPAÑAMIENTO DE LOS JÓVENES EN CLAVE VOCACIONAL
«Sin familiaridad no se demuestra amor y sin esta demostración no puede haber confianza». Bastan estas palabras de Don Bosco para hacernos comprender el valor que tenía para él llegar al corazón del chico, permitiéndole una apertura franca y una confianza sincera. Don Bosco no usaba la palabra «acompañamiento», pero todas sus acciones apuntaban precisamente a esto. Su empeño educativo, lleno de propuestas y atento a las diferentes dimensiones del crecimiento, tendía a acompañar a los jóvenes de una manera sencilla y concreta hacia la santidad. Descuidar esta dimensión del Sistema Preventivo significa desnaturalizarlo
Así como toda la Iglesia, en el Sínodo para los jóvenes, ha redescubierto el valor del acompañamiento para el discernimiento, nosotros también estamos invitados a releer las riquezas de nuestra tradición a este respecto. Esta nos da tres niveles de acompañamiento estrechamente relacionados entre sí: de ambiente, de grupo y personal. El primero se realiza mediante la oferta de un ambiente acogedor y alegre, lleno de propuestas diferenciadas y capaz de activar caminos de crecimiento. El segundo favorece un mayor compromiso en la madurez personal y en el camino de fe, valora las actitudes de cada uno, promueve la espiritualidad del Movimiento Juvenil Salesiano y su pertenencia a él. El tercero conduce al joven a discernir más profundamente el significado de su propia existencia ante Dios. En este sentido, el Sínodo sobre los jóvenes habló de un acompañamiento «en clave vocacional» (Cf. Documento final del Sínodo, 138-143; Christus vivit, capítulo VIII), ayudando a pensar la vida no como un proyecto de autorrealización individual, sino como una forma de descubrir y responder a la llamada divina. La expresión del papa Francisco «soy una misión» (Christus vivit, 254) indica claramente el objetivo que tiene el acompañamiento: ayudar a cada uno a descubrir su propia singularidad como don para los demás
Dado que nace de la familiaridad en lo cotidiano, el acompañamiento implica una pluralidad de temas y no es tarea exclusiva de nadie. Toda la comunidad educativo-pastoral está involucrada en él, aunque no todos tienen la misma actitud y preparación para guiar el discernimiento personal. En cualquier caso, el protagonista de todo acompañamiento es el Espíritu del Señor, que nos colma de dones y carismas; nosotros somos, simplemente, siervos y mediadores de la obra de Dios
Es muy importante subrayar que un buen acompañamiento no sitúa al joven en una posición pasiva o subordinada, sino que, al contrario, promueve su participación activa en la vida de la comunidad y la corresponsabilidad en el servicio de los más pobres. Se trata, pues, de un acompañamiento para la participación, para la presencia activa y responsable en la sociedad y en la Iglesia. El protagonismo de los jóvenes en la fundación de nuestra Congregación y el compromiso activo de las Compañías en el Oratorio de Valdocco, todavía tienen mucho que decirnos, en este sentido
En la certeza de que «quienes acompañan a otros a crecer tienen que ser personas de horizontes grandes, capaces de poner juntos límites y esperanza, ayudando así a mirar siempre en perspectiva, en una perspectiva salvífica» (del Mensaje del papa Francisco al CG 28), somos llamados a promover un renovado compromiso por el acompañamiento, que requiere, en primer lugar, cuidar mejor la preparación de los hermanos y seglares en este delicado ámbito y vivir, nosotros mismos, la experiencia de ser acompañados. La perspectiva de la implicación activa de los jóvenes supone, además, una mayor confianza en sus recursos: no debemos tener miedo de su sana inquietud, de sus preguntas y de su sensibilidad por temas nuevos, que no siempre estamos preparados para afrontar. Por tanto, aprendamos cada día a escuchar con empatía y a ofrecer nuestra ayuda con humildad. La auténtica autoridad de un educador no consiste en el poder de dirigir, sino en la fuerza de promover la libertad: esta es la paternidad de Don Bosco
CAMINO CON LAS FAMILIAS Y EDUCACIÓN AFECTIVA
Somos conscientes de que la familia es la escuela del amor, en la que aprendemos el lenguaje de los afectos a través de los que Dios se hace conocer y encontrar. Los recientes sínodos sobre la familia y la exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia han ofrecido muchas indicaciones pastorales sobre el acompañamiento de las familias y sobre la educación afectiva, que también nosotros estamos llamados a acoger y asimilar
Para nosotros, Salesianos, el interés por la familia surge espontáneamente del corazón de nuestro carisma educativo. Sabemos lo mucho que Don Bosco aprendió de Mamá Margarita, tanto, que la quiso con él en Valdocco como una presencia preciosa para hacer del Oratorio una verdadera «casa». El pequeño Juan Bosco, por otro lado, no creció en una familia perfecta: experimentó el sufrimiento de ser huérfano de padre, la incomprensión de su hermano Antonio, la humillación de la pobreza, la necesidad de salir de casa para trabajar. Todo esto contribuyó a que madurase en él un corazón de padre, rico en misericordia y en acogida
También nosotros, hoy, sentimos la exigencia de una gran proximidad con las familias, acogiéndolas con sus afanes, pero, sobre todo, promoviéndolas con sus riquezas. En nuestras obras, conocemos, de hecho, a muchas familias en las situaciones más dispares: algunas se dirigen a nosotros por nuestras propuestas educativas, otras comparten la opción religiosa y la inspiración carismática, otras todavía están en los primeros años de matrimonio y piden acompañamiento. No pocas se encuentran en situaciones de pobreza, de malestar o son familias heridas y fruto de segundas uniones. Hay también jóvenes que han crecido con nosotros y nos piden que los acompañemos al matrimonio, mientras que también llegan a nuestros ambientes, personas que viven dentro de nuevas configuraciones relacionales
Esta complejidad es, sin duda, un desafío y requiere una preparación adecuada. Sin embargo, la presencia de muchas familias integradas en los grupos de la Familia Salesiana, y otras personas que colaboran con nosotros, constituye un gran recurso, especialmente si somos capaces de escuchar su experiencia y valorar su testimonio
El criterio fundamental, para nuestro trabajo con las familias, tenemos que encontrarlo en la naturaleza educativa de nuestra misión. No queremos activar una pastoral familiar paralela a la pastoral juvenil, sino presentar la comunidad educativo-pastoral como el lugar y la forma de nuestro camino con las familias
De este criterio también se deriva la exigencia de asumir, de una manera más audaz, el desafío de la educación afectiva y sexual de los jóvenes. Es una solicitud que ya el Concilio había dirigido a las instituciones educativas de la Iglesia (cf. Gravissimum educationis, 1) y, sobre la cual, todavía hemos avanzado muy poco. No se trata simplemente de dar información, sino de acompañar en un itinerario de conocimiento de sí mismo y descubrimiento de la llamada al amor. Sabemos la importancia que Don Bosco daba a la pureza en el crecimiento de los chicos y la delicadeza con la que hablaba al respecto. En un contexto que, a menudo, banaliza la sexualidad, estamos llamados a presentar una visión serena, positiva y equilibrada del tema afectivo, para iluminar los lenguajes del cuerpo y el sentido de reciprocidad entre el hombre y la mujer de acuerdo con la Palabra de Dios. El cuidado de ambientes propositivos y «preventivos», una animación que sabe involucrar a los jóvenes en todas sus dimensiones (teatro, deporte, arte, juego, música, ...), un acompañamiento personal que cuida las dinámicas profundas de la persona son las herramientas que nuestra tradición nos brinda y que estamos llamados a repensar en los nuevos contextos de hoy
ELEGIR
Salgamos hacia los jóvenes pobres superando una pastoral de mantenimiento y renovando nuestros dinamismos comunitarios.
Actitudes y mentalidades por convertir
Procesos por activar
Condiciones estructurales por garantizar
Promovamos un compromiso renovado por el acompañamiento en perspectiva vocacional, cuidando una adecuada formación de Salesianos y seglares en este ámbito.
Actitudes y mentalidades por convertir
Procesos por activar
Condiciones estructurales por garantizar
Consolidemos el camino con las familias en la comunidad educativo-pastoral y propongamos caminos más precisos de educación afectiva.
Actitudes y mentalidades por convertir
Procesos por activar
Condiciones estructurales por garantizar
PERFIL DEL SALESIANO HOY
Este segundo núcleo fue elaborado durante el CG 28 en su primera versión, pero no fue posible presentarlo a la asamblea capitular.
Fue completado en la sesión estiva de 2020 del Consejo General.
RECONOCER
En el sueño de los nueve años, la Virgen María, después de indicarle a Juan Bosco el campo en el que tendría que trabajar, lo invita a hacerse «humilde, fuerte y robusto». Con estas palabras, le propone un exigente camino de formación estrechamente vinculado a la vocación recibida y la misión encomendada. También nosotros reconocemos que la formación es un don precioso del Señor y una exigencia irrenunciable del camino vocacional. Este compromiso formativo implica a todas las dimensiones de nuestra consagración apostólica: por eso el Capítulo General 27º ha trazado, coherentemente, el perfil del Salesiano como místico en el Espíritu, profeta de fraternidad y servidor de los jóvenes
Examinando las estadísticas de la Congregación, hemos visto que, en el último decenio, hemos tenido una media anual de unos 2600 jóvenes en formación. Esto nos llena de alegría y esperanza, porque demuestra que nuestro carisma sigue siendo fecundo. Al mismo tiempo, este dato nos desafía y nos responsabiliza, pidiendo que verifiquemos la calidad de nuestra formación inicial y continua
De hecho, notamos que, a veces, la identidad consagrada salesiana parece débil y poco arraigada: la primacía de Dios en la vida personal y comunitaria no aparece siempre con claridad; formas de clericalismo y secularismo corren el riesgo de traer «mundanalidad espiritual» a la Congregación; la promoción del Salesiano laico, en algunas regiones, sigue siendo escasa; la falta de personal capacitado en el campo de la salesianidad, a pesar del abundante material disponible, es un signo de una atención insuficiente a la profundización del carisma
En la reflexión capitular sobre el perfil del Salesiano hoy, ha surgido, claramente, una preocupación: la separación entre el camino formativo, en sus diversas fases, y la realidad de la misión educativo-pastoral ordinaria. Algunos hablan de una brecha entre formación y misión; otros de una separación entre la formación inicial y continua; y otros de una cierta inconsistencia entre lo que la Congregación propone en la formación inicial y lo que realmente se vive en las comunidades apostólicas
La formación actual, con sus estructuras, estilos y métodos parece, a veces, más informativa que performativa, porque no siempre consigue transformar el corazón. La misión apostólica, por otra parte, no siempre consigue extraer, de la realidad de los jóvenes y de la concreción de la vida, los elementos para la formación permanente: la «cátedra de la realidad» tiene dificultades para hacerse lectura creyente de la historia (lectio vitae), ofreciendo elementos para una renovación continua de nuestro ser y de nuestro obrar
También reconocemos como urgente, el estudio en profundidad de algunos temas que deben entrar de lleno en el camino educativo: la habilitación para el acompañamiento espiritual de los jóvenes, que requiere la madurez de sensibilidades específicas; la clara toma de conciencia de que nuestra misión está compartida con los seglares y, por tanto, necesita nuevas competencias relacionales; la creciente atención a los temas ecológicos, que requiere una preparación específica en este ámbito. Finalmente, el nuevo mundo digitalizado impone un replanteamiento de la forma de configurar nuestra vida fraterna y la misión apostólica en su conjunto, porque «el repliegue individualista, tan difuso y promulgado socialmente en esta cultura ampliamente digitalizada, requiere una atención especial no solo sobre nuestros modelos pedagógicos sino también sobre el uso personal y comunitario del tiempo, y de nuestras actividades y de nuestros recursos» (del Mensaje del papa Francisco al CG 28)
Agradecemos la presencia de un buen número de Salesianos que, continuamente, reavivan el don de Dios que han recibido (cf. 2 Tim 1,6), mediante «una actitud contemplativa, capaz para identificar y discernir los puntos neurálgicos» (del Mensaje del papa Francisco la CG 28). Solo así se supera la idea, por desgracia arraigada, de que la formación termina con la conclusión de las etapas iniciales y con el acceso al ministerio
De hecho, falta en algunos hermanos la convicción de que el compromiso con la propia formación es un estilo preciso de asunción de la misión, tanto que es difícil encender el deseo y la pasión por la formación permanente. Reconocemos que, tanto a nivel central como inspectorial, se ha hecho un esfuerzo por ofrecer instrumentos e itinerarios de formación que, sin embargo, no siempre dan los resultados esperados. En particular, resulta difícil transformar la misma experiencia pastoral diaria en ocasión formativa, porque no hemos sido iniciados a discernir a partir de la concreción de la realidad. Por esta razón, la comunidad, tanto la religiosa como la educativo-pastoral, no logra ser el ambiente natural y ordinario en el que se forma
Sin embargo, también es necesario reconocer que existe una cierta confusión sobre los sujetos responsables y los itinerarios de la formación continua: faltan, muchas veces, hermanos preparados para acompañar este camino, mientras que hay pluralidad y debilidad de referencias formativas a nivel inspectorial y local. Algunos señalan el riesgo de reducir la formación permanente a algunos cursos de actualización esporádicos o de encomendarla a la entrega de algún nuevo manual. Finalmente, en un mundo cada vez más fluido, existe el desafío de la «laboriosidad cultural» en la Congregación, porque sin el estudio, la lectura y la actualización continua no se conseguirá salir de una pastoral de mantenimiento y de repetición
A partir de los datos y las discusiones que surgieron en el Capítulo, reconocemos que la formación inicial es, en su conjunto, una realidad poliédrica, positiva y prometedora. Es un gran mosaico de diferentes situaciones, en el que reconocemos la presencia de nuevos dinamismos en la Congregación
¿Quiénes son los jóvenes en formación hoy? En forma sintética, podemos decir que la mayoría de ellos proceden de Asia y África; en su conjunto son «jóvenes adultos» y no «adolescentes», como en épocas pasadas; son jóvenes de nuestro tiempo, por lo que llevan consigo todo el potencial y las debilidades de los jóvenes de hoy; están en busca de una vida auténtica y de una fraternidad profética, aunque, a veces, necesiten madurar las motivaciones que les llevan a la vida salesiana; al estar más cerca de la generación juvenil, tienen una facilidad de contacto y una similitud natural de lenguaje con el mundo juvenil. Todo esto implica un enfoque formativo completamente diferente en nuestras casas de formación y centros de estudio
A partir de esta metamorfosis histórica se entiende que la investigación y la formación de formadores es una urgencia real que debe abordarse de la mejor manera posible. Reconociendo que, ser formador, es una «vocación en la vocación», será necesario pasar de la improvisación a un auténtico discernimiento para la elección cualificada de formadores y de docentes: no se trata de «reclutamiento», sino de un verdadero diálogo vocacional. Reconociendo a la comunidad como el primer espacio formativo, los capitulares subrayaron lo decisivo que es el equipo de formadores, que actúan en sinergia y bajo la dirección del Director, que, más que todos, tiene la tarea de acompañar y coordinar el compromiso de todos
Como nos dice el papa Francisco, «pensar en el modelo de salesiano para los jóvenes de hoy implica aceptar que estamos inmersos en un momento de cambios» (del Mensaje del papa Francisco al CG 28). Por tanto, es necesario renovar nuestro estilo formativo, que necesita ser pensado, cada vez más, en forma personalizada, holística, relacional, contextual e intercultural
Sobre todo, es necesario un estilo capaz de asumir sus registros fundamentales desde la misión, porque es la misión la que «da a toda nuestra existencia su tonalidad concreta, especifica nuestra función en la Iglesia y determina el lugar que ocupamos entre las familias religiosas» (Const. 3) y también porque todos estamos convencidos de que «cuando nos aislamos o alejamos del pueblo que estamos llamados a servir, nuestra identidad como consagrados comienza a desfigurarse y a convertirse en caricatura» (del Mensaje del papa Francisco al CG 28)
Este nuevo estilo formativo que soñamos debería hacer resplandecer la unidad de la Congregación en la pluralidad de sus expresiones: es muy importante, contra el «grave peligro de uniformizar monolíticamente las culturas», reconocer que la presencia mundial de nuestra realidad carismática «es un estímulo y una invitación para custodiar y para preservar la riqueza de muchas de las culturas en donde estáis inmersos sin buscar “homologarlas”» (del Mensaje del papa Francisco al CG 28)
INTERPRETAR
Para realizar un sano discernimiento de nuestra formación conviene reflexionar sobre la experiencia formativa vivida por Don Bosco. Él mismo relata los momentos principales en las Memorias del Oratorio, con muchas observaciones que nos permiten vislumbrar claramente su visión al respecto. Aquí nos detenemos, en particular, en una de las etapas formativas hacia la que Don Bosco mostró mayor aprecio, la del Convitto Eclesiástico. Don Bosco dice de esta institución: «Aquí se aprende a ser sacerdotes» (JUAN BOSCO, Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales, en Instituto Histórico Salesiano, Fuentes salesianas. Don Bosco y su obra, Editorial CCS, Madrid 2015, pág. 1112)
La formación del Convitto unía una sólida propuesta espiritual y cultural («meditación, lectura, dos conferencias diarias, lecciones de predicación, vida recogida, todas las comodidades para estudiar...») y el acompañamiento para encontrar en vivo «la malicia y miseria de los hombres» en los lugares de mayor pobreza. El punto fuerte que guiaba a los jóvenes sacerdotes a sintetizar oración y ministerio, reflexión y práctica pastoral era un grupo de formadores de altísimo perfil, entre los que destacaba don Cafasso. Don Bosco los encontraba en la cátedra cuando enseñaban, pero también los veía comprometidos, en primera persona, en las más variadas y difíciles formas de ministerio. Eran, para él y sus compañeros, maestros sólidos de doctrina, apóstoles emprendedores y verdaderos modelos de vida. Hoy hablaríamos de un equipo ejemplar y compacto que acompaña de manera integral a asumir la misión
Los años del Convitto fueron determinantes para la madurez apostólica de Don Bosco, y es bueno notar que fueron por elección propia, a la que no estaba obligado por ningún deber. Asumió este compromiso cuando ya era sacerdote y pudo meterse de inmediato en la actividad a tiempo completo. Pero siguiendo el consejo de don Cafasso, tomó otro camino, más exigente pero inmensamente más fructífero. Su ejemplo nos enseña que la formación no termina con el final de los estudios, con la profesión perpetua o con la ordenación sacerdotal, sino que sigue siendo un proceso abierto que debe cultivase con cuidado a lo largo de la vida. También nos recuerda que el verdadero apóstol no madura quemando etapas y que la inversión más fructífera para la misión es la de una buena formación
FORMACIÓN Y VOCACIÓN: UN ACOMPAÑAMIENTO A LA LUZ DEL CARISMA
En la vida consagrada, la formación no se reduce solo a un conjunto de técnicas y metodologías, sino que es una experiencia de fe que hunde sus raíces en el misterio mismo de la vocación. Dios Padre, que nos eligió antes de la creación del mundo, continúa actuando en nosotros con el poder de su Espíritu, para conformarnos cada vez más a Cristo. El objetivo del proceso formativo es, de hecho, llegar a tener en sí los sentimientos del Hijo, es decir, sentir, pensar y actuar en Él (cf. Flp 2,5)
Comprender la formación en el horizonte de la vocación nos ayuda a no verla como un deber impuesto desde el exterior –por las normas de la Iglesia o de la Congregación– sino como un don de la gracia que nos ayuda a hacer verdaderamente nuestra la «forma» de la vida consagrada salesiana, evitando que siga siendo una especie de hábito externo
La existencia de fracasos vocacionales nos recuerda lo delicado de este proceso y cómo la aceptación inicial de la llamada no nos protege automáticamente del riesgo de perder el rumbo o dar marcha atrás. En efecto, ¿qué son el clericalismo, el secularismo y el individualismo sino desviaciones de la energía vocacional, que extinguen su belleza y mortifican su crecimiento por ausencia de profundidad, falta de motivación o por poca generosidad? La vocación sin una formación adecuada se confunde, entonces, con una especie de «voluntariado de por vida» en el que no se entrega verdaderamente el corazón a Dios y a los jóvenes y no se acepta la conversión formativa que eso conlleva
Dado que la formación es una pedagogía de la gracia, nunca puede ser, ante todo, una cuestión de reglas y de normas. Sin duda estas son necesarias, porque preservan de errores e indican caminos consolidados, pero no son suficientes por sí mismas para crear las condiciones para una experiencia formativa auténtica. Por tanto, debemos tener cuidado de no dar soluciones, principalmente normativas, a un desafío que es, sobre todo, carismático y generativo. La formación es artesanía diaria, sabiduría práctica, calidad de testimonio, capacidad para leer situaciones y tocar corazones: cosas estas que ninguna ley puede garantizar y ningún manual vale para asegurar. Como nos recuerda el venerable don José Quadrio, extraordinario modelo de formador y de docente, estas cualidades son, ante todo, fruto de la docilidad interior al Espíritu que suscita en nuestra familia carismática verdaderos maestros de vida
Por tanto, todos los indicios de sabiduría práctica, que Don Bosco puso en acción en la educación, son válidos para nuestra propuesta formativa. El Sistema Preventivo debe redescubrirse cada vez más como el principio inspirador y el alma profunda de nuestro sistema formativo. Esto significa afirmar la primacía de la caridad teológica y de la confianza en todo legalismo y formalismo; transmitir los valores vocacionales a través de un auténtico espíritu de familia; involucrar activamente a los hermanos más jóvenes y hacerlos corresponsables de las opciones formativas. La pedagogía del Sistema Preventivo es, de hecho, una pedagogía de la confianza, que cree en los recursos de los jóvenes y los provoca a la generosidad del compromiso, sin mortificar jamás sus intuiciones ni cortar su creatividad. Así, en esta lógica, el artículo 99 de nuestras Constituciones afirma: «Todo Salesiano asume la responsabilidad de su propia formación». A través de la fidelidad a esta inspiración, la Congregación se muestra madre con cada hermano y le ayuda a madurar en su camino vocacional
FORMACIÓN Y MISIÓN: UN PROCESO UNITARIO
La naturaleza apostólica de nuestro carisma determina nuestra formación de manera decisiva. Como nos recuerda el papa Francisco, «es importante sostener que no se nos forma para la misión, sino que se nos forma en la misión desde donde gira toda nuestra vida, con sus opciones y sus prioridades. La formación inicial y la permanente no pueden ser una instancia previa, paralela o separada de la identidad y de la sensibilidad del discípulo» (del Mensaje del papa Francisco al CG 28). Estas palabras indican, muy claramente, que la formación y la misión están estrechamente entrelazadas y no pueden sostenerse la una sin la otra
Comprender la formación en el horizonte de la misión significa ante todo subrayar el Da mihi animas como energía profunda del proceso formativo. Si esta energía se extingue y ya no libera ardor por el bien de los chicos, la madurez vocacional se ve seriamente comprometida. Si, por el contrario, la pasión apostólica está viva, alimenta el crecimiento humano, el compromiso por el estudio, el cuidado de la vida espiritual, la madurez pastoral. El Da mihi animas es, de hecho, la forma en que Dios nos hace partícipes de su amor por el mundo
Don Bosco, dice nuevamente el Papa, «no solo no elije separarse del mundo para buscar la santidad, sino que se deja interpelar y elije cómo y qué mundo habitar». Asumir la misión como principio formativo requiere desarrollar la mirada del pastor y la valentía del profeta, que sabe estar con los jóvenes pobres y soñar con ellos y para ellos un mundo diferente. Por eso «la misión inter gentes es nuestra mejor escuela desde donde rezamos, reflexionamos, estudiamos, descansamos» (del Mensaje del papa Francisco al CG 28)
Para superar la brecha entre formación y misión es necesario, ante todo, salir de la mentalidad de delegación, que no pocas veces tiende a descargar, sobre las comunidades formadoras, la responsabilidad en este delicado ámbito. La transmisión del carisma, de hecho, no se da principalmente en comunidades expresamente estructuradas, sino en la frescura de la condivisión diaria del servicio a los jóvenes. La primera fuente de formación en la Congregación está en el tesoro de la vida generosa de los hermanos. Donde las comunidades son vivas en el servicio, sólidas en espiritualidad y capaces de reflexión; los itinerarios propuestos por las casas de formación son más incisivos, porque introducen una forma de vivir la salesianidad que los hermanos jóvenes encuentran en la realidad ordinaria de las casas. Esto explica la importancia que nuestra tradición siempre ha atribuido al tirocinio, que es una etapa formativa típicamente salesiana. Donde, en cambio, se confunde misión con trabajo y la formación permanente no se cuida en las comunidades, se empobrece todo el proceso formativo
Una mayor integración requiere, por tanto, «encontrar un estilo de formación capaz de asumir de manera estructural que la evangelización implica la participación plena y con plena ciudadanía de todo bautizado», haciendo de nuestras casas un «“laboratorio eclesial” capaz de reconocer, apreciar, estimular y alentar las diferentes llamadas y misiones en la Iglesia». Esto es lo que intentamos hacer implementando el modelo de la comunidad educativo-pastoral. Cómo este modelo pueda y deba afectar a la formación inicial es una pregunta que aún no encuentra respuestas claras. El Sínodo de los jóvenes habló, por ejemplo, de la importancia de crear equipos de formación diferenciados, que también incluyan figuras femeninas, en los que interactúen diferentes vocaciones (cf. Documento final del Sínodo, n. 163). El diálogo entre las comunidades inspectoriales y las casas de formación también puede favorecer una interacción más significativa con el camino de las comunidades educativo-pastorales y permitir a los formadores una mayor presencia junto a los hermanos jóvenes en las prácticas pastorales. Más que una solución estructural única, que no tomaría en cuenta la considerable diversidad de contextos, es necesario trabajar, por lo tanto, en una renovada proyectualidad formativa, en sentido misionero, que buscará su implementación más adecuada en cada ambiente
FORMACIÓN Y ESTRUCTURAS: UNA RENOVACIÓN NECESARIA
Uno de los riesgos de nuestro íter de formación, denunciado reiteradamente en la Congregación, es una cierta fragmentación entre las diferentes etapas. Sin duda, el paso de una fase a otra de la formación inicial ofrece la riqueza de nuevos estímulos y contribuye a ampliar horizontes, pero trae consigo el esfuerzo de tener que retomar el camino de acompañamiento varias veces. Este esfuerzo se vuelve más gravoso cuando la configuración de opciones formativas y los instrumentos, que se ofrecen para el acompañamiento, no están adecuadamente coordinadas
Esto hace evidente la necesidad de que en la Congregación se proceda a aclarar y, donde sea posible, simplificar las referencias institucionales y a determinar con mayor precisión las tareas y responsabilidades de las estructuras de coordinación entre las diferentes fases y entre los diferentes niveles de formación. De hecho, con demasiada frecuencia, decisiones importantes para los caminos formativos se ralentizan o quedan sin respuesta debido a las incertidumbres del sistema
En la Ratio y sus anexos no faltan preciosas indicaciones para el trabajo formativo, especialmente en lo que se refiere a los objetivos a alcanzar y a los criterios de admisión. Sin embargo, el aspecto de la metodología y de los instrumentos es más débil. Por tanto, es importante implementar el itinerario de revisión del acompañamiento formativo que se ha realizado en la Congregación y verificar sus resultados. La claridad y la condivisión sobre este tema son la primera condición para una formación más sólida y personalizada.
Todo proceso de crecimiento requiere condiciones estructurales que lo faciliten. En esta lógica, el deseo de promover un mejor acompañamiento debe traducirse en una generosa inversión de la Congregación en la captación y adecuada formación de formadores, que sepan trabajar en equipo, bajo la guía y responsabilidad del Director
No menos importante es la renovación dentro de nuestros centros de estudio, llamados a asumir, con determinación, las indicaciones de la constitución apostólica Veritatis gaudium. Ofrecen un servicio indispensable no solo a los hermanos jóvenes que los frecuentan, sino también a la solidez cultural de nuestras Inspectorías. Entre estos centros destaca, en particular, la Universidad Pontificia Salesiana, que constituye la voz cultural más autorizada de la Congregación en la Iglesia. La renovación que necesita requiere encontrar las razones que llevaron a su fundación hace ochenta años
Los centros de formación regionales ofrecen un valioso servicio a la formación permanente de los hermanos y están llamados, cada vez más, a hacerse cargo de la formación conjunta también con los seglares. Las Regiones, que todavía no los tienen, tendrán que encontrar las formas más adecuadas para garantizar este tipo de servicio
ELEGIR
Promovamos un compromiso renovado por el acompañamiento formativo de los hermanos a la luz del carisma.
Actitudes y mentalidades por convertir
Procesos por activar
Condiciones estructurales por garantizar
Nos comprometemos a superar la brecha entre formación y misión, favoreciendo una cultura renovada de la formación en la misión a todos los niveles
Actitudes y mentalidades por convertir
Procesos por activar
Condiciones estructurales por garantizar
Invertimos energías en la captación y en la formación de los formadores y afrontamos con valentía el replanteamiento de los referentes institucionales y de las estructuras formativas
Actitudes y mentalidades por convertir
Procesos por activar
Condiciones estructurales por garantizar
CON LOS SEGLARES EN LA MISIÓN Y EN LA FORMACIÓN
Durante la sesión estiva de 2020, el Consejo General trabajó sobre el tercer núcleo del CG 28, ya que no se había tenido en cuenta durante el Capítulo General debido por su interrupción forzada debido a la pandemia.
El Consejo General, a partir del “Instrumento de trabajo”, utilizó la misma metodología de discernimiento del CG 28 y trabajó de la misma manera que las comisiones capitulares. En la redacción del texto, se ha buscado mantener la misma forma del primer y del segundo núcleo, tal como fueron elaborados por el CG 28.
RECONOCER
Reconocemos que el CG 24 es, para todos, «un punto sin retorno» para la renovación de nuestra forma de vivir y trabajar juntos. Está en el centro del magisterio salesiano posconciliar y, al mismo tiempo, marca un regreso a los orígenes del carisma salesiano: Don Bosco, de hecho, involucró a muchos seglares, desde el principio, en su misión juvenil y popular
Reconocemos que se han dado muchos pasos hacia adelante en toda la Congregación, aunque con velocidades y formas diferentes: la implicación de toda la comunidad educativo-pastoral; la formación espiritual, pedagógica y pastoral de los seglares; la inclusión de los jóvenes en los equipos de animación; la encomienda de algunas obras a los seglares. Esta percepción de una creciente implicación mutua, de riqueza compartida, de fuerza de la ayuda conjunta y de la fecundidad del carisma, se está concretizando gradualmente, pasando de la perspectiva de involucrar a los seglares en la actividad educativo-pastoral a la de compartir nuestra espiritualidad con ellos.
Al mismo tiempo, reconocemos que aún quedan algunos esfuerzos, porque no siempre logramos que los seglares participen del espíritu y de la misión salesiana: muchas Inspectorías todavía tienen que pasar de la implicación utilitarista de los seglares a la estrategia de corresponsabilidad evangélica. A veces, también, nos encontramos con fenómenos de resistencia real: algunos religiosos se quejan del excesivo protagonismo de los seglares mientras que algunos seglares muestran motivaciones oportunistas en su oferta de colaboración. Además, para los seglares más implicados en la actividad educativo-pastoral, no es fácil conciliar las necesidades de la misión salesiana con la vida personal y familiar. Finalmente observamos, en algunas situaciones, una tendencia a la nivelación de los diferentes estados de la vida, tanto que algunos piensan que las personas consagradas ya no son necesarias para mantener vivo el carisma
Con mucha frecuencia las relaciones entre Salesianos y seglares se inspiran en estima, respeto, cordialidad y colaboración, sobre todo donde existe una clara identidad vocacional, una propuesta orgánica de formación y un camino compartido con los organismos e instrumentos debidos, como el consejo de la comunidad educativo-pastoral y el proyecto educativo-pastoral salesiano
La peculiar contribución de los seglares no siempre es aceptada y apreciada, teniendo en cuenta su identidad y su experiencia vocacional: se sabe lo que hacen, pero no se aprecia lo que son. Donde no hay claridad sobre sus respectivas identidades, hay una especie de «clericalización de los seglares» y «secularización de los consagrados». En este caso, la colaboración diaria, en lugar de resaltar la especificidad de cada uno, conduce a un aplanamiento de identidades. A veces, los seglares son simplemente clasificados y posicionados dentro de un modelo jerárquico y piramidal de «obra salesiana»
En los Salesianos, a veces, encontramos un cierto malestar en la gestión de obras complejas, que requieren capacidad de gestión, y una falta de preparación para los desafíos, que surgen del modelo pastoral de compartir con los seglares. Reconocemos que ante el cambio de época no podemos realmente «discernir» y, por lo tanto, corremos el riesgo de quedar atrapados en la lógica del mantenimiento pastoral que se basa en el «siempre se ha hecho así»
Observamos que existen diferentes tipologías de seglares: empleados, voluntarios, jóvenes adultos, cristianos católicos o de otras confesiones, practicantes o más distantes de la Iglesia. A veces con la misma palabra «seglares» (o «laicos»), que en el lenguaje eclesial indica bautizados (Christifideles laici), también nos referimos a personas que trabajan en nuestras obras, pero son de otras religiones. Para evitar confusiones o rigideces, es importante abordar seriamente las cuestiones teológicas y pastorales que subyacen a esta complejidad. De esta manera se podrá iluminar mejor la forma que la comunidad educativo-pastoral está llamada a asumir en contextos plurirreligiosos o secularizados
En estos años, han madurado buenas iniciativas de formación conjunta de Salesianos y seglares. En cuanto a los cursos de formación, existen excelentes propuestas a nivel local, inspectorial y regional. A veces hay una falta de sistematización en los itinerarios formativos, que luego se manifiesta en la debilidad de la planificación educativo-pastoral. En efecto, falta una formación más orgánica, que intente integrar todos los aspectos del carisma salesiano (espiritual, pedagógico, pastoral y profesional). Permanece abierto el tema de la formación de colaboradores de otras religiones y convicciones
En la vida cotidiana, la formación conjunta se realiza, principalmente, a través de los caminos de la comunidad educativo-pastoral, con sus organismos y sus procesos de animación, de discernimiento y de gobierno. La vida de la comunidad educativo-pastoral es uno de los espacios más eficaces para la formación conjunta entre Salesianos y seglares y es un excelente ejemplo de «formación en la misión».
Se nota una cierta resistencia, de algunos hermanos, a participar en la formación con los seglares y la dificultad de deponer una cierta actitud de presunta superioridad. Otra fuente de dificultad, para la formación conjunta, es el cansancio, el exceso de actividad y la acumulación de tareas y de roles. En algunos seglares hay poca conciencia de su papel en la Iglesia y, por tanto, poca disposición para asumir las responsabilidades formativas que se derivan de ello
En la Congregación existen, en este momento, diferentes formas de relación entre la comunidad religiosa y la obra salesiana: hay obras o sectores de obras confiadas conjuntamente a la comunidad salesiana y a los seglares; hay obras confiadas a los seglares, dentro de un proyecto inspectorial; también hay obras donde la animación pastoral, pero no la gestión, se confía a una comunidad salesiana cercana. También hay obras en las que el número de hermanos permite cubrir todos los roles de responsabilidad: en este caso, hay muchos colaboradores seglares con poca o ninguna responsabilidad; en este caso, las estructuras de animación de la comunidad educativo-pastoral son muy débiles o ausentes
Cuando se trata de una obra confiada conjuntamente a los Salesianos y a los seglares, no siempre se ha realizado lo que afirma el CG 24 en los nn. 149-159. Cuando se trata de un trabajo de gestión seglar bajo la dirección de la Inspectoría, en muchos casos las Inspectorías han hecho un gran esfuerzo de reflexión y creatividad para afrontar el desafío del acompañamiento
Si bien se reconocen aspectos positivos, también hay problemas de cierto peso: la dificultad de los Salesianos para garantizar un acompañamiento sistemático; el esfuerzo de los seglares en compaginar los compromisos que exigen estas obras con las exigencias de la vida familiar; las dificultades relacionadas con el recambio de los seglares; la ausencia de criterios e instrumentos de control; la necesidad de iniciar prácticas de evaluación de gestión; la necesidad de encontrar un marco legal adecuado; la necesidad de un cambio en la cultura formativa, en ambos lados, para prepararse mejor a la gestión de estas nuevas realidades. Incluso hay situaciones en las que el papel, las habilidades y las funciones de los Salesianos y de los seglares, con responsabilidad en las casas, no están claros ni bien definidos
La encomienda de una obra o sector de obra íntegramente a los seglares queda dentro del proyecto y de la responsabilidad de la Inspectoría. Hay situaciones en las que la Inspectoría confía a un ente jurídico (fundación, asociación, cooperativa, sociedad) una actividad, un obra o sectores de esta y el uso de sus propiedades. En este caso, no siempre se estipula una convención que rija las relaciones jurídicas y económicas
INTERPRETAR
Los elementos fundamentales para profundizar en la teoría y la práctica de la comunión y para compartir el espíritu y la misión de Don Bosco se recogen en el texto del CG 24, que sigue siendo una referencia imprescindible en este campo
Desde el punto de vista inspirador, algunos preciosos párrafos demuestran que, a lo largo de su recorrido existencial, nuestro Fundador se preocupó de involucrar al mayor número posible de colaboradores en su proyecto operativo, dando lugar a «un vasto movimiento de personas que, de diferentes formas, trabajan por la salvación de la juventud» (Const. 5): de sus amigos íntimos a los compañeros de estudio, de Mamá Margarita a los que daban trabajo, de la buena gente del pueblo a los teólogos, de los nobles a los políticos de la época (cf. CG 24, 69-86)
Nacimos y crecimos históricamente en comunión con los seglares y ellos con nosotros. En particular, debemos subrayar la importancia que los jóvenes han tenido en el desarrollo del carisma y de la misión salesiana: ¡Don Bosco encontró a sus primeros colaboradores en los jóvenes, que, en cierto sentido se convirtieron en co-fundadores de la Congregación!
En este constante dinamismo orientado a la búsqueda de la comunión, del compartir y de la corresponsabilidad, encontramos todavía hoy uno de los rasgos calificantes de nuestra llamada a trabajar por el advenimiento del Reino de Dios en el mundo.
IGLESIA SINODAL PARA LA MISIÓN Y ESPECIFICIDAD DE LAS VOCACIONES
Muchas de las resistencias a asumir seriamente la condivisión del espíritu y de la misión salesiana tienen su origen en la débil recepción de los dos grandes pilares eclesiológicos del Concilio Vaticano II: la realidad de la Iglesia como Pueblo de Dios en camino en la historia y la consiguiente eclesiología de comunión, que exalta la reciprocidad y complementariedad de las diferentes vocaciones en la Iglesia
Partiendo de esta perspectiva, es evidente que la participación de los seglares al carisma y a la misión salesiana no es una concesión generosa que les hagan los consagrados salesianos, ni una estrategia de supervivencia. San Pablo enseña, con claridad, que los carismas son dones que el Espíritu distribuye para el bien común (1 Cor 12); no son prerrogativa de un determinado estado de vida, sino que enriquecen la vida de la Iglesia en la diversidad y complementariedad de sus vocaciones
Convencidos de que no hay dignidad más alta que la que nos ha sido conferida con el bautismo, por lo que «cada bautizado es sujeto activo de evangelización» y que «sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea solo receptivo de sus acciones» (Evangelii gaudium, 120), nos sentimos llamados –Salesianos, miembros de la Familia Salesiana, seglares y jóvenes– a vivir, cada uno en su especificidad, su propia vocación en vista de la edificación mutua. Donde este enfoque eclesiológico es acogido con gozo y desarrollado con convicción, los resultados son claramente visibles: la comunidad educativo-pastoral florece y se convierte en una experiencia de Iglesia que vive la comunión y la misión de manera atrayente y fecunda
El redescubrimiento de la forma sinodal de la Iglesia fue uno de los puntos calificantes del reciente Sínodo sobre los jóvenes: «El fruto de este Sínodo, la decisión que el Espíritu nos ha inspirado a través de la escucha y el discernimiento, es el de caminar con los jóvenes, yendo hacia todos para testimoniar el amor de Dios. Podemos describir este proceso hablando de sinodalidad para la misión, es decir, sinodalidad misionera» (Documento final del Sínodo, 118). Los jóvenes, más que pedirnos que hagamos algo por ellos, ¡nos han invitado a caminar con ellos!
El papa Francisco es aún más radical cuando declara que «el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio» (cf. Discurso para la conmemoración del 50 aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, 17 de octubre de 2015). En coherencia con estas afirmaciones, la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, todavía en preparación y que tendrá lugar en octubre de 2022, tendrá como tema la sinodalidad: «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación, misión».
Estas palabras no pueden dejar indiferentes a nuestros ambientes salesianos. Requieren, más bien, la conversión del corazón y de la mente, unidos en una renovada disponibilidad para el cambio de las prácticas. Precisamente la pastoral juvenil –que «solo puede ser sinodal» (Christus vivit, 206)– debe avanzar sin demora en esta dirección, abriendo nuevas vías en beneficio de todos. Cada vez es más claro que solo hombres y mujeres de comunión construirán el espíritu de familia y compartirán la misión
Una buena identificación con la propia vocación y un conocimiento adecuado de la vocación de los otros son fundamentales para no reducir la misión compartida a colaboración ejecutiva. Los Salesianos que viven, con gozo y frescura, su llamada específica, son capaces de una presencia animadora incisiva y fraterna y saben ofrecer a los seglares apoyo afectivo y efectivo en las dificultades que afrontan. Los seglares que asumen con convicción su llamada bautismal al testimonio del Evangelio están libres del complejo de ser relegados a la pastoral de segundo grado. Juntos nos convertimos en un «laboratorio eclesial» y un signo profético de comunión para la Iglesia y la sociedad
A veces los jóvenes comprenden mejor el testimonio de los seglares, porque es menos evidente y se supone que no hablan y actúan por lógica de pertenencia. Su vocación, situándolos en el corazón del mundo, los hace, a veces, más aptos para responder a las nuevas demandas culturales de los jóvenes. Porque los seglares hablan un lenguaje más adecuado a las situaciones cotidianas de la vida y, a menudo, poseen especificidades profesionales que los hacen preciosos en la misión
El cambio de rol de la comunidad religiosa dependerá de varios factores, pero, entre ellos, cobrarán cada vez más relevancia: la disponibilidad de releerse a sí mismo respecto a la opción carismática de fondo; la disposición de poner en cuestión el rol de gestor y responsable único de la obra frente a la corresponsabilidad con los seglares; la capacidad de releer el significado de la propia presencia dentro del contexto en el que se encuentra
GESTIÓN DE LA OBRA, VIDA DE LA COMUNITARIA Y NÚCLEO ANIMADOR
Hoy, la Congregación reconoce solo dos modalidades de relación entre la comunidad salesiana y la obra. La primera y más importante, que debe considerarse la norma de referencia, está formada conjuntamente por la comunidad salesiana y los seglares; la segunda se refiere a «actividades y trabajos gestionados por los seglares dentro del proyecto inspectorial salesiano» (cf. CG 24, nn. 180-182)
Creemos que ya no existe el modelo –que antes del Concilio Vaticano II podía considerarse válido– que prevé la animación de la obra únicamente por parte de los Salesianos. Reiteramos firmemente que la misión salesiana es estructuralmente comunitaria y está encomendada a una comunidad educativo-pastoral y a su núcleo animador, que estará compuesto por Salesianos y seglares, en modos y proporción diferentes y complementarias: la misión que Don Bosco nos ha encomendado ¡no es nunca una acción individual o autorreferencial!
En cada uno de estos dos modelos es central el «núcleo animador» o «consejo de la comunidad educativo-pastoral», que debe ser considerado como el motor y el corazón de toda la comunidad educativo-pastoral, porque de su cualificación y de su correcto funcionamiento depende el buen funcionamiento de la obra. Es un precioso órgano de animación y la clave para la vida de la obra: se trata de «un grupo de personas que se identifica con la misión, el sistema educativo y la espiritualidad salesiana y asumen conjuntamente la tarea de convocar, motivar, implicar a todos los que estén interesados en una obra, para formar con ellos la comunidad educativa con ellos y realizar un proyecto de evangelización y educación de los jóvenes» (cf. J.E. Vecchi en ACG 363, p. 8-9; Cuadro de referencia de la pastoral juvenil salesiana, V, 1,3; Animación y gobierno de la comunidad, nn. 121-122)
En las obras confiadas a la comunidad religiosa y a los seglares, la comunidad es parte significativa del núcleo animador y punto de referencia carismático: «Este nivel de compartir el espíritu y la misión de Don Bosco con los seglares marca una nueva etapa en el desarrollo de nuestro carisma. Por esto se ve la necesidad de que la comunidad tome conciencia y asuma plenamente su rol, relativamente nuevo, en la comunidad educativo-pastoral. [...] Esto supone un cambio radical, pasar de una estructura piramidal de autoridad a un estilo más participativo, en el que las relaciones y los procesos personales son prioritarios» (Animación y gobierno de la comunidad, n. 124)
La forma concreta de la relación de la comunidad religiosa con la obra en su conjunto no puede reducirse a un solo modelo (cf. CG 26, n. 120). Por eso es necesario tener en cuenta algunos factores determinantes: los diferentes niveles de pertenencia y de compartir el espíritu y la misión salesiana; los diferentes grados en que se realiza la corresponsabilidad; la tipología de la obra; la naturaleza voluntaria o contractual de la presencia de los seglares. Finalmente, debe recordarse que «la relación entre comunidad y obra salesiana, así como la modalidad de la autoridad correspondiente al Director, es definida en el PEPS inspectorial y local» (Animación y gobierno de la comunidad, No. 125)
Hace veinticuatro años, el CG 24 situó este segundo tipo de obra entre «algunas situaciones nuevas» (cf. CG 24, capítulo III). Hoy podemos afirmar que esas novedades han entrado a formar parte del patrimonio ordinario de la Congregación a nivel mundial, aunque con proporciones, formas y modalidades muy diferentes entre las Regiones y las Inspectorías
Es importante reafirmar las dos condiciones esenciales para confiar una obra a los seglares: en primer lugar, hay que conocer los criterios de identidad, comunión y significatividad salesiana; en segundo lugar, debe garantizarse el acompañamiento constante y cualificado de Inspector y de su Consejo (cf. CG 24, nn. 180-182; Cuadro de referencia de la pastoral juvenil salesiana, VIII, 2.2; Animación y gobierno de la comunidad, 126)
Estas condiciones deben examinarse, cuidadosamente, en el contexto del discernimiento y la encomienda de la obra a los seglares. Son necesarias una elección carismática y una formación adecuada, especialmente para los que ocupan altos cargos, así como una remuneración y unas condiciones laborales justas y equitativas. Por último, no hay que olvidar que, este camino emprendido con los seglares, además de estar acompañado, debe ser constantemente verificado
FORMACIÓN CONJUNTA PARA LA MISIÓN
Compartir el espíritu salesiano y el crecimiento en la corresponsabilidad requieren compartir algunos itinerarios y experiencias formativas orientadas a la espiritualidad y la misión, evidentemente sin descuidar caminos formativos específicos para Salesianos y seglares consagrados. La formación conjunta en la misión compartida es una prioridad absoluta y debe dirigirse, sobre todo, a los miembros del núcleo animador (cf. Animación y gobierno de la comunidad, nn. 106.122). Nuestros colaboradores seglares necesitan experimentar y conocer de cerca a Don Bosco y reflexionar sobre cuanto se vive en nuestras obras
Es tarea de la Inspectoría y de la Región ofrecer itinerarios formativos adecuados para Salesianos y seglares. La Inspectoría está llamada a desarrollar un proyecto de formación conjunta a nivel inspectorial y el acompañamiento de procesos a nivel local, asegurando los recursos adecuados de personal y medios. A nivel local, uno de los primeros objetivos que persigue el director salesiano junto con el Consejo de la comunidad salesiana y el núcleo animador de la comunidad educativo-pastoral es el desarrollo de un proyecto formativo, que asegure una atención específica al tema
La experiencia confirma que es muy positivo encomendar a equipos mixtos, formados por Salesianos y seglares, la organización de las diversas iniciativas formativas: los Salesianos ofrecen la sabiduría adquirida en la formación, la asistencia y la espiritualidad; a su vez, los seglares ofrecen, además de sus competencias específicas, los frutos del contacto con el mundo de las profesiones, una mayor atención a la vida familiar, un estilo de sencillez y amistad en su relación con las mujeres y el sentido evangélico de la vida cotidiana
Finalmente, es bueno recordar que la formación no se da solo a través de cursos académicos, sino, sobre todo, a partir de la experiencia del vivir y trabajar juntos, porque «el primer y mejor modo de formarse y formar en el compartir y en la corresponsabilidad es el buen funcionamiento de la comunidad educativo-pastoral» (CG 24, n. 43)
«Es importante sostener que no se nos forma para la misión, sino que se nos forma en la misión desde donde gira toda nuestra vida, con sus opciones y sus prioridades. La formación inicial y la permanente no pueden ser una instancia previa, paralela o separada de la identidad y de la sensibilidad del discípulo. La misión inter gentes es nuestra mejor escuela desde donde rezamos, reflexionamos, estudiamos, descansamos. Cuando nos aislamos o alejamos del pueblo que estamos llamados a servir, nuestra identidad como consagrados comienza a desfigurarse y a convertirse en caricatura». Estas fuertes afirmaciones del papa Francisco en su Mensaje al CG 28 nos dicen la importancia de un cambio radical de perspectiva en la formación de todos los hermanos, y en particular de los que viven la formación inicial: ¡debemos aprender, cada vez más, a reflexionar críticamente sobre la experiencia pastoral que vivimos entre los jóvenes!
La formación en y para la misión compartida debe tocar también la formación inicial de los Salesianos, no solo como tema de estudio, sino también a través de experiencias pastorales semanales y estivas. La experiencia de trabajar con y bajo la dirección de seglares durante el tirocinio, así como la participación en el consejo de la comunidad educativo-pastoral, son momentos preciosos de formación, especialmente si están bien acompañados por los miembros del núcleo animador, tanto seglares como Salesianos
En contextos secularizados y multirreligiosos, nuestro compromiso educativo es compartido por personas de diferentes religiones y convicciones. Muchas de ellas están también en el núcleo animador de la comunidad educativo-pastoral. Su formación es un desafío delicado, que requiere sabiduría, valentía y creatividad. La doctrina de la Iglesia enseña que la revelación de Dios en Cristo, si bien sobrepasa de manera sorprendente la sabiduría humana y la experiencia de otras tradiciones religiosas, lleva a la plenitud las semillas de verdad que contienen e invita de muchas maneras al diálogo interreligioso. Por esto, es posible identificar valores comunes que sienten las bases de una formación diferenciada, inculturada y contextualizada sin comprometer la originalidad de la fe cristiana
El CG 24 ya había dedicado una rica reflexión sobre este tema (cf. CG 24, n. 113,183-186), identificando dos elementos fundamentales que constituyen la base para colaborar con personas de otras tradiciones y convicciones: en primer lugar, compartir el Sistema. Preventivo (en sus valores humanos y seculares con los que no creen en Dios; en los valores religiosos, con los que aceptan a Dios o lo Trascendente; en el Evangelio de Cristo, con los cristianos de otras iglesias y comunidades eclesiales); en segundo lugar, la apertura a la búsqueda de Dios, por parte de quienes no profesan una fe (cf. CG24, n. 185.100). Dado que «la misión de los jóvenes nos lleva a una educación que es, al mismo tiempo, evangelización», el CG 24 también reconoció que las posiciones hostiles a la Iglesia católica, que se encuentran en algunas ideologías, sectas o movimientos, en cambio, son incompatibles con nuestra misión (cf. CG 24, n. 185)
Tras la experiencia de estos decenios, sería útil verificar la implementación de estos criterios y los resultados concretos que se derivan de ellos en materia de educación y evangelización, para resaltar las buenas prácticas a potenciar y los riesgos a evitar. Ciertamente, la condición fundamental es la presencia constante de Salesianos y, en la medida de lo posible, seglares cristianos que viven con gozo y autenticidad su identidad vocacional (CG 24, nn. 183-185; Animación y gobierno de la comunidad, n. 135), sin esconder lo que constituye el corazón y la motivación de fondo de su vida. Es igualmente importante el clima de respeto, paciencia, acogida y amistad, que evita tanto la imposición de valores y convicciones como el miedo a tocar temas que califiquen nuestra identidad
Estamos convencidos de poder compartir, con todos los hombres de buena voluntad que deseen participar en la misión salesiana, la bondad paternal de Don Bosco, la sensatez inherente a su sistema educativo y la confianza en los recursos de los jóvenes, la elección privilegiada de los más pobres y el compromiso por una cultura de la acogida que no conoce límites de raza, color, nación, cultura y religión
ELEGIR
Asumimos, con decisión, la misión compartida entre Salesianos y seglares, valorando la reciprocidad de las vocaciones.
Actitudes y mentalidades por convertir
Procesos por activar
Condiciones estructurales por garantizar
Aseguramos espacios y tiempos de formación conjunta y de convivencia entre Salesianos y seglares para un mejor servicio educativo y pastoral a los jóvenes.
Actitudes y mentalidades por convertir
Procesos por activar
Condiciones estructurales por garantizar