CAPITOLO GENERAL XXVIII
SALESIANOS DI DON BOSCO
¿Qué Salesianos
para los jóvenes de hoy?
Reflexiones Capitulares
CG28
Roma, 16 agosto 2020
ACG N. 433
anno CII
settembre 2020
ÍNDICE
PROPUESTA DE PROGRAMA DEL RECTOR MAYOR A LA CONGREGACIÓN SALESIANA TRAS EL CAPÍTULO GENERAL 28
MENSAJE DE SU SANTIDAD EL PAPA FRANCISCO A LOS MIEMBROS DEL CG28
«¿QUÉ SALESIANOS PARA LOS JÓVENES DE HOY?»
ANEXOS
ELENCO DE LOS PARTICIPANTES EN EL CG28
Mis queridos hermanos:
Han pasado ya cuatro meses desde que el Capítulo General 28 terminó, tres semanas antes de lo programado, a causa de la pandemia que hizo imposible nuestra permanencia por más tiempo en Valdocco. Hoy llego con esta presentación a cada uno de ustedes, con un sentimiento de profunda alegría por lo que hemos vivido en Valdocco, y de satisfacción por lo que creo que es un trabajo llevado a cabo entre todos, y ultimado en el seno del Consejo General. De la Asamblea Capitular recibimos este encargo, el de terminar lo que quedó inacabado en aquel momento.
El documento que llega a todos los hermanos a través de esta publicación responde al título de “Reflexiones Capitulares” y no ‘Documentos Capitulares’, como era habitual, ya que la Asamblea Capitular no pudo llegar a la redacción de un texto final votado en la sede capitular. Tan sólo algunas deliberaciones capitulares, en especial aquellas de carácter jurídico, vieron la luz en las primeras cuatro semanas.
Pero como he expresado en diversas ocasiones, aunque ha sido un Capítulo ‘especial’ a causa de las circunstancias que nos tocó vivir, no es un Capítulo carente de orientaciones y líneas programáticas. De hecho, el documento que hago llegar tiene una primera parte que, tanto yo mismo como los hermanos del Consejo General consideramos muy importante para la animación, gobierno y vida de la Congregación en el propio sexenio. Se trata del texto programático que el Rector Mayor ofrece a la Congregación para el sexenio 2020-2026. En esta amplia propuesta encuentran, queridos hermanos, la reflexión ulterior al Capítulo General, fruto del mismo y de la síntesis del camino recorrido en nuestra Congregación en el sexenio precedente. Es una amplia reflexión que recoge ante todo el espíritu y gran parte del contenido de la Carta que el Santo Padre Papa Francisco ha dirigido al Capítulo General, y también recoge aquellos elementos que he considerado esenciales, ya presentes en la reflexión hecha en la asamblea capitular, sobre los dos primeros núcleos y el tercero que hemos elaborado en el Consejo General.
Esta propuesta programática deberá ser, sin duda, motivo de estudio, análisis y conocimiento en cada una de las Inspectorías, tanto por parte de los hermanos, como de modo particular los directores en su servicio de animación y gobierno de las comunidades y presencias locales, y por supuesto, por parte de cada Inspector con su Consejo. Considero que con una velocidad u otra, según la realidad de cada Inspectoría, toda la Congregación deberá transitar este camino que es identitario, carismático y que ofrece pautas y líneas de acción para nuestro presente.
Al texto programático del sexenio le sigue la carta del Santo Padre, que sin duda llegará muy hondamente al corazón de cada salesiano, y será motivo de meditación, de estudio y profundización y de confrontación personal ante ella.
Los tres núcleos propuestos como trabajo capitular han tenido un rico desarrollo, aunque no pasara por todas las fases de estudio y elaboración que estaban pensadas en un comienzo. Contienen una rica reflexión y propuestas precisas y oportunas para la vida de las Inspectorías en todas las presencias en el mundo.
Finalmente, están recogidas las deliberaciones capitulares y, como en todos los Capítulos Generales, los Anexos con las diversas cartas y discursos.
Considero que el documento que llega ahora a cada uno permite ahondar en las motivaciones eclesiales, carismáticas e identitarias que nos ayudarán a seguir adelante en el camino de fidelidad que como Congregación, y de modo personal, queremos seguir haciendo. Nuestro mundo de hoy, la Iglesia y los jóvenes, junto con sus familias, nos necesitan al igual que ayer, y como será mañana, para seguir haciendo un camino de fidelidad al Señor Jesús siendo significativos y atrevidamente proféticos. Ojalá que el Señor nos conceda este don. Con mediocridad y miedos poco podremos ofrecer a los jóvenes que les permita transformar sus vidas y llenarlas de sentido.
Estoy muy convencido de que todos deseamos formar parte de una Congregación que se siente muy viva y donde cada hermano entrega su vida cada día no de cualquier modo, sino mereciendo la pena.
Deseo profundamente que este ‘especial’ CG28 ayude a cada hermano a reavivar la pasión apostólica que caracterizó a nuestro Padre Don Bosco, para ser otros Don Bosco hoy, en cualquier parte del mundo, en cualquier cultura, en cualquier situación.
Añado una petición: Al mismo tiempo que les entrego este documento con mirada de fe, con mucha confianza en cada hermano, y haciéndolo motivo de oración, les pido que lo estudien pacientemente, que lo lean y reflexionen, que se dejen interperlar queridos hermanos. Les pido que interioricen la espiritualidad que en estas reflexiones capitulares encontrarán, que dialoguen con las propuestas que pretenden ser significativas y proféticas en nuestro modo de asumirlas y llevarlas a la vida. Creo que durante un tiempo significativo este estudio, conocimiento e interiorización, y diálogo en el corazón y ante nuestro Señor, deberá ser la tarea principal de cada hermano, cada comunidad local, cada Inspectoría y Visitadoría, cada Región o Conferencias Inspectoriales.
Mis queridos hermanos, la promulgación de estas Reflexiones Capitulares se hace el 16 de agosto del 2020, a los doscientos cinco años después del nacimiento de Don Bosco, y a los ciento sesenta y dos años del inicio de nuestra Congregación. Hasta el día de hoy ha sido hermoso el camino recorrido por nuestra Congregación y Familia Salesiana, y si nuestra respuesta sigue siendo en fidelidad al Señor, sin duda que por el bien de los jóvenes será mucho más lo que se vaya escribiendo con la entrega en el día a día, allí donde haya un joven que necesite al salesiano que sabrá ser amigo, hermano y padre.
Nuestra Madre Auxiliadora nos acompaña en este camino y como con Don Bosco, lo seguirá haciendo todo. De ella aprendemos lo que es la escucha atenta a la voz del Espíritu Santo y la docilidad a Él, así como la profundidad de vida en Dios y la entrega sencilla y decidida de cada día que nos hace ser, verdaderamente, signos y portadores del Amor de Dios a los jóvenes. A nuestra Madre Auxiliadora nos confiamos “para ser, entre los jóvenes, testigos del amor inagotable de su Hijo” (C.8)
Muy queridos hermanos salesianos de todo el mundo.
Es un deber que cumplo muy gustosamente el de dirigirme a todos ustedes después del Capítulo General, tras la primera sesión plenaria del Consejo General. Con este documento que he compartido con todo el Consejo General pretendo ofrecer a mis hermanos salesianos una verdadera ‘hoja de ruta’ para el próximo sexenio, ya que la interrupción del Capítulo General no nos permitió elaborar los documentos capitulares que fuesen norma y guía para el próximo sexenio.
Ante esta realidad dolorosa de la pandemia a causa del virus Covid-19 que ha golpeado y sigue golpeando fuertemente el mundo hasta el día de hoy, nosotros hemos vivido algo único, que ha sido la interrupción de un Capítulo General. Es la primera vez en la historia de nuestra Congregación, sólo superada por una realidad más trágica que fue el estallido de la primera guerra mundial y la imposibilidad de celebrar, en el Rectorado de don Pablo Albera, el XIIº Capítulo General; de hecho, la celebración de éste tuvo que esperar casi doce años.
Pero en nuestro caso la interrupción de los trabajos capitulares no ha significado en absoluto que el Capítulo General 28 no esté lleno de contenido y significado. Y además de lo reflexionado, todos los capitulares han podido regresar a sus inspectorías (algunos con varios meses de espera en Valdocco) con múltiples vivencias acumuladas y un sentir muy salesiano alimentado en las ‘fuentes de Valdocco’, en las fuentes de nuestro nacimiento carismático.
Al Capítulo General le fue posible, aún con la amenaza de la pandemia y la suspensión del mismo, elegir en la última semana al Rector Mayor y a todos los miembros del Consejo General, y encomendarnos la continuación de la reflexión en aquellos puntos que no se pudieron abordar.
De hecho, mi carta y todo lo que contiene este volumen que hemos querido titular ‘Reflexiones Post-Capitulares’ pretende ser respuesta fiel al mandato capitular recibido.
A esta realidad se suma un sentimiento de profundo agradecimiento al Señor por todo lo vivido, y especialmente porque todo esto lo hemos vivido en Valdocco. Nuestro CG28 ha estado marcado, justamente, por el hecho de celebrarse en Valdocco, en la cuna del nacimiento de nuestro carisma, en ese lugar santo donde nuestro padre Don Bosco “dio respuesta a la vida de jóvenes con rostro e historia”[1]. Hemos vivido en Valdocco nuestro capítulo general con la certeza de que aquí está la casa de todos.
Así nos lo ha recordado el Santo Padre Francisco quien ha querido hacer a Don Bosco, en la persona de sus hijos reunidos en asamblea capitular, el hermoso regalo de venir a visitarnos. Meses antes me lo había dicho. Estaba pensando en venir a acompañarnos a Valdocco. Al inicio del Capítulo General mis diálogos con las personas responsables de las visitas del Papa confirmaron su visita para los días 6 y 7 de marzo. Todo estaba preparado. Lo esperábamos el viernes 6 de marzo a mediodía. Estaría con nosotros en Valdocco hasta el 7 a por la mañana, y después visitaría a su familia. Lamentablemente la pandemia del coronavirus y las restricciones de movimientos en todo el estado italiano hicieron imposible ésta su visita que habría sido también única en nuestra historia, al menos por la duración de tal su presencia, y su participación directa en el Capítulo General, tal como el Santo Padre deseaba.
Por teléfono nos dejó un mensaje que yo compartí con toda la asamblea capitular, y al día siguiente teníamos en nuestra mano su Mensaje dirigido al CG28 que se encuentra en esta publicación.
Y desde el inicio del CG28 hemos vivido con una fuerte consciencia; la de ponernos en disposición tal de modo que “el Espíritu reavive el don carismático de vuestro fundador”. Así nos lo deseaba el Santo Padre invitándonos a no cerrar las ventanas ante el murmullo y griterío que teníamos que sentir en el patio de Valdocco, evocando aquel primer oratorio. Ese murmullo debía acompañarnos y mantenernos inquietos e intrépidos en el discernimiento.
De eso se tratará en los próximos seis años, por el del bien de los jóvenes del mundo, jóvenes que tuvieron también rostro concreto en ese grupo espléndido que vivieron el capítulo general con nosotros durante unos días, que nos interpelaron, que nos hablaron con el corazón y al corazón, y que nos conmovieron.
Y porque en Valdocco todo nos habla de don Bosco y sus jóvenes, y porque los jóvenes de hoy nos llaman, nos hablan y nos esperan como Congregación, es por lo que nos propondremos unas metas que den respuesta a la realidad de hoy, y que nos saquen de nuestros miedos y zonas de confort, allí donde las haya.
Esta propuesta que les hago llegar, Hermanos, que pretende ser por tanto programa de acción para el próximo sexenio, está en absoluta continuidad con el camino anterior de la Congregación y nos da también por esto mismo fuerza y ánimo.
Son varios los desafíos a los que necesitamos dar respuesta en los próximos seis años. Se los presento como fruto de la reflexión en el Capítulo General y después de él. Se lo propongo a toda la Congregación conociendo con detalle, después de los seis años anteriores, la realidad que vivimos y el camino de la Iglesia últimamente. Se lo propongo a todas las Inspectorías, después de haberlo compartido con los miembros del Consejo General, porque estos desafíos deberán ser el espejo en el que confrontarse cada Inspectoría del mundo, y los criterios para definir las metas y objetivos, los procesos y acciones concretas del próximo sexenio allá donde el carisma de los hijos de Don Bosco ha echado raíces.
Tales desafíos y metas a las que hemos de dar respuesta son:
1. SALESIANO DE DON BOSCO PARA SIEMPRE: “Fraile o no fraile yo me quedo con don Bosco” (Cagliero). UN SEXENIO PARA CRECER EN IDENTIDAD SALESIANA
“El Señor nos ha dado a Don Bosco como padre y maestro.
Lo estudiamos e imitamos admirando en él una espléndida armonía entre naturaleza y gracia. Profundamente humano y rico en las virtudes de su pueblo, estaba abierto a las realidades terrenas; profundamente hombre de Dios y lleno de los dones del Espíritu Santo, vivía ‘como si viera al invisible’” (C.21).
En mi última intervención en el aula capitular, al declarar el cierre del CG28 hice referencia a un diálogo que había tenido con un hermano días antes. Él pidió hablar conmigo y me dijo: “No nos dejéis solos. Necesitamos ayuda para ser de verdad salesianos, para no perder nuestra identidad”.
Sentí profundamente que el Señor nos estaba hablando también en este momento por medio de este nuestro Hermano. Y nos hace comprender la importancia y urgencia de crecer y consolidar la identidad carismática en nuestra Congregación.
El punto de partida esencial y fundamental es nuestra condición de consagrados. El futuro de la vida consagrada, y la vida salesiana como consagrados que somos, tiene la razón de ser en su fundamento, y éste es Jesucristo. El seguimiento de Cristo como consagrados configura nuestra identidad primera; es, además, el eje integrador de nuestra formación pastoral. Por eso mismo, como consagrados, como salesianos de don Bosco, Dios nos hace “memoria viviente del modo de existir y de actuar de Jesús”[2]. Y nuestro desafío vocacional, para todos en la vida consagrada, y para nosotros de modo particular como salesianos de Don Bosco es ‘volver siempre a Jesús’, renunciando a todo lo que no es Él o nos aleja de Él.
Con mucha humildad y claridad en la mirada hemos de reconocer que la salida airosa a las crisis en la vida religiosa, en la vida salesiana, en las dificultades de cada Inspectoría, no la encontraremos en nuevas planificaciones, ni en planes estratégicos, ni en programaciones 3.0. Las más de las veces, ante desencantos, cansancios vitales, desmotivaciones…, se trata de restituir, devolver a Cristo a la vida religiosa, a la vida consagrada salesiana. Porque podemos vivir equivocados creyendo que en el hacer cosas todo tiene sentido. No hermanos. Sin Jesucristo al centro de nuestro pensar, sentir, vivir, soñar, trabajar…, no hay futuro, y no podremos ofrecer nada que sea significativo. En palabras del Papa Francisco: "El Señor lo pide todo, y lo que ofrece es la verdadera vida, la felicidad para la cual fuimos creados. Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada"[3].
No olvidemos que la misión salesiana y la misma Congregación, han nacido de Dios suscitadas por su Espíritu. “Con sentimientos de humilde gratitud creemos que la Sociedad de San Francisco de Sales ha nacido no de un proyecto humano sino por iniciativa de Dios” (C.1), y cada uno de nosotros, salesianos de don Bosco, somos enviados a los jóvenes por Dios mismo que es quién nos envía (C.15).
Como salesianos, después de este ‘especial’ Capítulo General 28, pienso que se espera de nosotros, a los 162 años del inicio de nuestra Congregación, que estemos despiertos y ágiles en la escucha del soplo del Espíritu de Dios (Espíritu Santo) para seguir teniendo a Jesucristo el Señor como fundamento y centro de nuestra vida, para renovar el profetismo que debe caracterizar nuestra vida, y para seguir creciendo en humanidad, hasta ser esos ‘expertos en humanidad’ que sepan mirar y contemplar hasta dejarse conmover por el dolor y las carencias de nuestros hermanos y hermanas (comenzando por los de nuestras comunidades), de los jóvenes, muchachos y muchachas y sus familias. Hemos de tomarnos muy en serio nuestro servicio profético. Nuestra aportación es la de ser iconos del estilo de vida de Jesús, totalmente consagrado al Padre y a su plan sobre la humanidad: el Reino. Por ello, se espera de nosotros que seamos signos y testimonios de la presencia paternal de Dios, que es presencia tierna, que mira con mirada de ternura y brazos abiertos en especial a los más pobres, a nuestros jóvenes, haciendo realidad una fraternidad que sea atractiva, fascinante, y viviendo con sencillez, simplicidad y sobriedad.
El Señor Resucitado invitaba a sus discípulos a volver a Galilea para encontrarse con Él allí y volver a verlo. Esta invitación es de máxima actualidad para nosotros y, expresándome en ‘clave salesiana’, me permito decir que nuestra Galilea para el encuentro con el Señor hoy, como salesianos de don Bosco, pasa por Valdocco, el primer Valdocco incipiente, frágil incluso, pero con esa fuerza del “fraile o no fraile yo me quedo con don Bosco” que con tanto ardor juvenil proclamó aquel joven Juan Cagliero. Ese Valdocco es la atmósfera espiritual y apostólica en la que cada uno respiramos el aire del Espíritu, donde nos nutrimos y reforzamos nuestra identidad carismática. Es el lugar de la ‘transfiguración’ para cada salesiano que, cuidando todos los elementos de nuestra espiritualidad, podrá contribuir a hacer de cada una de nuestras casas un verdadero Valdocco donde encontrarnos cara a cara, en la vida de cada día, con Jesucristo, el Señor.
Jesús pasa, mira con amor, y nos llama a seguirle. Y en el misterio de esta llamada, en la mirada que no nos juzga, sino que nos escruta en nuestro interior y nos mira, en la aventura del caminar sobre sus huellas, cada uno puede descubrir un proyecto que Dios le dirige personalmente. Hoy muchos de los abandonos en la Congregación adolecen de esto mismo: de no haberse encontrado cara a cara con el Señor Jesús, y de no haberse apasionado como aquel joven por quedarse con don Bosco para seguir a Jesús; por eso a veces cualquier otra oferta pastoral que tenga brillos de autonomía, autogestión, independencia, manejo de sí mismo y de sus recursos económicos, suscita en algunos hermanos la fascinación suficiente como para pedir irse a otros lugares. Con honestidad debemos reconocer que es así. Reconozcamos que a veces también el don del ministerio presbiteral no es comprendido plenamente, viene instrumentalizado y vivido como ‘poder’, oscureciendo el don de la Alianza verdadera y profunda con Dios, que es la consagración religiosa, el centro de nuestra vida personal y comunitaria.
PROPUESTA
Este sexenio deberá distinguirse por un profundo trabajo en Congregación para crecer en profundidad carismática, en identidad salesiana, en todas las etapas de la vida, con un serio empeño en cada Inspectoría, y en cada comunidad salesiana, hasta poder decir como don Bosco: “He prometido a Dios que hasta mi último suspiro sería para mis queridos jóvenes pobres”[4].
Para ello:
2. En una Congregación donde URGE el “DA MIHI ANIMAS CETERA TOLLE”
“Con sentimientos de humilde gratitud, creemos que la Sociedad de san Francisco de Sales no es sólo fruto de una idea humana, sino de la iniciativa de Dios. Para contribuir a la salvación de la juventud –“la porción más delicada y valiosa de la sociedad humana”-, el Espíritu Santo suscitó, con la intervención materna de María, a san Juan Bosco.
Formó en él un corazón de padre y maestro, capaz de una entrega total: “tengo prometido a Dios que incluso mi último aliento será para mis pobres jóvenes” (C.1)
Los testimonios de los primeros tiempos de nuestra historia congregacional, y la reflexión que la misma ha hecho con el paso de los años, evidencia algo muy significativo: la expresión que mejor expresa el celo y la caridad pastoral de los salesianos de Don Bosco es el “Da mihi animas, coetera tolle”.
Aquel muchacho, Domingo Savio, que ante la presencia de ese joven sacerdote de 34 años que era Don Bosco ve ese lema a la entrada de su oficina, lo entendió perfectamente: “He entendido que aquí no se hace nogocio de dinero sino de almas””[6]. De Don Bosco aprendimos su profunda espiritualidad y aquellas especiales cualidades de educador que definieron su manera de abordar la relación con los adolescentes y jóvenes. Ahí encontramos la base de nuestra acción educativo-pastoral marcada por la propuesta de una vivencia de vida cristiana muy práctica; por una sensibilidad para cada joven, al tratar de ofrecer respuestas concretas a sus necesidades; por una confianza en la presencia de Dios.
Nuestra tarea, sobre todo en el acompañamiento a los jóvenes, debe caracterizarse por una creativa capacidad pedagógica y espiritual de nuestro padre Don Bosco, a través de la cual podamos superar las distancias con la sensibilidad de las nuevas generaciones y ofreciéndoles una amorosa escucha y compasiva comprensión, plantearles las grandes cuestiones sobre el misterio de la vida y ayudarles a buscar al Señor y encontrarse con Él.
El Capítulo General 26 afrontaba precisamente este lema, “Da mihi animas, coetera tolle”. Pues bien, con la mirada de hoy y el conocimiento de nuestra realidad creo poder decir que necesitamos y nos urge que nuestra Congregación viva, respire y camine buscando hacer realidad el “Da mihi animas, coetera tolle” en favor del Evangelio, en favor de nuestros jóvenes y por el bien de nosotros mismos.
Nuestra misión nos sitúa muy frecuentemente en la frontera, puesto que en ella entramos en contacto habitualmente con cristianos de otras iglesias, con miembros de otras religiones, con no creyentes o creyentes alejados, y también con ellos y para ellos queremos llevarla adelante. Todo tiempo y lugar es apropiado para el Evangelio.
Hermanos míos, en esta hora posterior al CG28
Sin esto, hermanos, muchos otros titánicos esfuerzos de la Congregación tenderán a la bondad de la promoción humana y de la ayuda social -que son siempre muy necesarios, y pertenecen a nuestra identidad carismática-, pero no nos conducirán a la razón primera por la que el Espíritu Santo ha suscitado en Don Bosco el carisma salesiano: “Fieles a los compromisos heredados de Don Bosco, somos evangelizadores de los jóvenes”(C.6). La primera finalidad de nuestra pastoral evangelizadora con los jóvenes es la conversión de las personas al evangelio de Jesucristo.
Con todos los matices de sensibilidad histórica que queramos hacer presente y la comprensión lingüística de la época que creamos necesarias, no podemos dejar de lado el elemento esencial y constitutivo que ha caracterizado la acción educativo-pastoral de Don Bosco, que el Rector Mayor don Vecchi expresaba así: “La pedagogía de Don Bosco es una pedagogía del alma, de la gracia, de lo sobrenatural. Cuando se llega a activar esta energía, comienza el trabajo más provechoso de la educación. Lo otro, válido en sí mismo, es propedéutico e concomitante a esto que lo trasciende”[7].
Y el “Coetera tolle” nos hace disponibles para dejar todo lo que nos impide ir al encuentro de quienes más nos necesitan. Es la ascesis que emana de la opción anterior, renunciando a mucho (a gustos personales, preferencias, e incluso legítimas acciones y servicios), pero que no permitirían dedicarse con todas las energías del corazón pastoral a aquello a lo que hemos dado prioridad.
PROPUESTA
Para ello
3. VIVIENDO EL ‘SACRAMENTO SALESIANO’ DE LA PRESENCIA
“Nuestra vocación tiene el sello de un don especial de Dios: la predilección por los jóvenes: “Me basta que seáis jóvenes, para que os ame con toda mi alma”. Este amor, expresión de la caridad pastoral, da sentido a toda nuestra vida.
Por bien de ellos ofrecemos generosamente tiempo, cualidades y salud: “Yo por vosotros estudio, por vosotros trabajo, por vosotros vivo, por vosotros estoy dispuesto incluso a dar mi vida” (C.14).
El Papa Francisco nos ha hablado en su mensaje de “La opción Valdocco y el carisma de la presencia”, ese carisma que yo me permito calificar libremente como “sacramento salesiano” de la presencia. En su mensaje nos dice que “antes que cosas a realizar, el salesiano es recuerdo vivo de una presencia donde la disponibilidad, escucha, alegría y dedicación son las notas esenciales para despertar procesos. La gratuidad de la presencia salva a la Congregación de toda obsesión activista y de todo reduccionismo técnico- funcional. La primera llamada es a ser una presencia alegre y gratuita en medio de los jóvenes”. Nuestro ser discípulos del Señor, nuestro auténtico y profundo modo de ser apóstoles de los jóvenes pasa ante todo a través de la presencia en medio de la gente y de los mismos muchachos y jóvenes.
Como se dice coloquialmente en algunas culturas, esto se puede decir con voz más alta, pero no más claramente. De eso se trata hermanos míos, de recuperar este amor primero vocacional que todos hemos tenido en el que hemos sentido que el Señor nos llamaba para ser presencia alegre y llena de gratuidad en medio de los jóvenes. Me atrevo a decir que no hay un salesiano que, de un modo u otro, no haya sentido esto en su corazón.
En nuestro CG28 hemos reflexionado sobre estas situaciones. Hemos tomado conciencia de que muchos jóvenes viven una verdadera situación de orfandad aunque tengan padres. Los mismos jóvenes nos decían en su mensaje al CG28: “tenemos miedo, estamos confundidos, frustrados, y tenemos una gran necesidad de ser amados… experimentamos dificultad frente al compromiso… Creemos que nuestra sociedad es individualista y con demasiada frecuencia nosotros nos volvemos individualistas… Queremos poder volver al primer amor que es Cristo, a ser sus compañeros. Hay un fuerte deseo en nosotros de realización espiritual y personal. Queremos caminar hacia el crecimiento espiritual y personal, y queremos hacerlo con vosotros, salesianos”[11].
No dudamos de esta verdad de los propios jóvenes, y al mismo tiempo reconocíamos en el aula capitular que “nos piden tiempo y nosotros les damos espacio; nos piden vida fraterna y nosotros les ofrecemos estructuras; nos piden amistad y nosotros hacemos para ellos actividades. Todo esto nos compromete para descubrir las riquezas y la potencialidad del ‘espíritu de familia’”[12].
Los jóvenes que nos acompañaron en el CG también nos hicieron una fuerte llamada a ser presencia significativa para ellos. Nos dijeron explícitamente: “Hay un fuerte deseo en nosotros de realización espiritual y personal. Queremos caminar hacia el crecimiento espiritual y personal, y queremos hacerlo con vosotros, salesianos” … “Nos gustaría que seáis quienes nos guieis, dentro de nuestra realidad, con amor” (…) “Salesianos, ¡no os olvidéis de nosotros, los jóvenes, porque nosotros no nos hemos olvidado de vosotros ni del carisma que nos habéis enseñado! Queremos decíroslo fuerte, con todo el corazón. Estar aquí, para nosotros, ha sido un sueño hecho realidad: en este lugar especial que es Valdocco, donde comenzó la misión salesiana, juntos, salesianos y jóvenes para la misión salesiana, con nuestro deseo común de ser santos juntos. Tenéis nuestros corazones en vuestras manos. Cuidad este precioso tesoro. Por favor, nunca nos olvidéis y seguid escuchándonos”[13]
Hermanos queridos, ¡Es un gran privilegio sentir el latido de la vida entre los jóvenes!, y no me cabe duda alguna que en toda la Congregación extendida por el mundo hay tantísimos hermanos que son verdaderos Don Bosco hoy para los jóvenes. Pero no me quedo contento con ello. Tenemos que ser todos. Tenemos que seguir haciendo camino de conversión. Esto exige de nosotros cambios de mentalidad y de ritmos de vida, apertura de mente y de corazón, superación de hábitos arraigados. Los jóvenes nos dicen que nos quieren, que nos necesitan, que nos esperan. El ‘studia di farti amare’ (piensa como hacerte amar) de Don Bosco es hoy de plena actualidad. La presencia no consiste solamente en pasar el tiempo con ellos como grupo, sino que nos encontramos con ellos individualmente, de modo también personal, para establecer una relación que permite conocerlos y escuchar sus aspiraciones, dificultades y a veces miedos. Una relación que quiere ir más allá de un conocimiento superficial, ofreciendo una amistad caracterizada por la confianza mutua y el compartir. L’amorevolezza (el afecto) y la bondad ha llegado a ser así elemento sustancial de la caridad de Don Bosco, y pide de nosotros hoy, como en la carta de Roma de 1884, capacidad de encuentro, disponibilidad para la acogida, familiaridad. Como en Don Bosco, el arte sigue estando en dar el primer paso, eliminar distancias y barreras, y crear el gusto y las ganas de volver a vernos, de ser amigos. Ese arte es también el de crear con paciencia y dedicación un ambiente rico de humanidad, un clima familiar donde los muchachos y jóvenes se sientan muy libres y capaces de expresare y ser ellos mismos, asimilando con alegría los valores que les son propuestos.
Esta pedagogía del espíritu de familia es además una escuela de fe para los jóvenes. Ofrecemos amor y acogida incondicional, de manera que puedan descubrir, progresivamente y desde una opción de libertad personal, la confianza y el diálogo, así como la celebración y la experiencia comunitaria de la fe.
Y no olvidamos que la presencia salesiana es una presencia ‘especial’, donde el salesiano trata a los jóvenes con profundo respeto, los encuentra en su nivel de libertad, y los trata como sujetos activos y responsables de la comunidad educativo-pastoral. Por eso, el salesiano aprende un estilo de escucha, diálogo y discernimiento personal y comunitario. Y esto es válido no sólo en la pastoral entre los jóvenes sino también en nuestras casas de formación, donde ‘se aprende a ser salesianos’.
Pero esto no es posible si se está lejos de los jóvenes, lejos físicamente y lejos de su psicología y de su mundo cultural. El peligro es éste. La alternativa es la de vivir como salesianos, como hijos de Don Bosco esa experiencia de paternidad que él vivió con sus muchachos, que se traduce en amar verdaderamente y ser al mismo tiempo ‘autorevole’ ante esos muchachos, comenzando con el gran valor que tiene para nosotros la presencia entre los jóvenes. En palabras del Papa en su mensaje al CG28, “vuestra consagración es, ante todo, signo de un amor gratuito del Señor y al Señor en sus jóvenes, que no se define principalmente por un ministerio, una función o un servicio particular, sino por una presencia. Antes que cosas a realizar, el salesiano es recuerdo vivo de una presencia donde la disponibilidad, escucha, alegría y dedicación son las notas esenciales para despertar procesos. La gratuidad de la presencia salva a la Congregación de toda obsesión activista y de todo reduccionismo técnico-funcional. La primera llamada es a ser una presencia alegre y gratuita en medio de los jóvenes”.
Me permito recordar que la presencia hoy toca también el mundo digital, un verdadero ‘nuevo Areópago’ para nosotros, un hábitat de los jóvenes de hoy. También aquí debemos estar presentes con una clara identidad salesiana, con el deseo de llevar el anuncio de la Buena Nueva, simplemente con la alegría y sencillez de los discípulos del Señor.[14]
PROPUESTA
Propongo para este sexenio como expresión de nuestra CONVERSIÓN a los jóvenes algo ya pedido en el CG26:
“Que cada salesiano encuentre el tiempo de estar en medio de los jóvenes como amigo, educador y testimonio de Dios, sea cual sea su función en la comunidad”[15].
Y aunque suena extraño pedirle a un salesiano que encuentre tiempo para estar con los jóvenes, se ve necesario.
Para ello:
4. FORMÁNDONOS PARA SER SALESIANOS PASTORES HOY
“Iluminado por la persona de Cristo y por su Evangelio, vivido según el espíritu de Don Bosco, el Salesiano se compromete en un proceso de formación que dura toda la vida y respeta sus ritmos de maduración. Vive la experiencia de los valores de la vocación salesiana en los diferentes momentos de su existencia, y acepta la ascesis que supone tal camino.
Con la ayuda de María, madre y maestra, se esfuerza por llegar a ser educador pastor de los jóvenes en la forma laical o sacerdotal que le es propia” (C.98).
La formación es verdaderamente un don precioso del Señor que permite madurar el valioso don de la llamada del Padre, en nuestro caso, a la vocación cristiana y consagrada, como salesianos de Don Bosco. Y a pesar de que la realidad vocacional es desigual en todo el mundo, la Congregación está siendo bendecida todos los años con un número entorno a los 450 novicios. Damos gracias a Dios por ello ya que, como dicen nuestras Constituciones, esto nos habla de cuánto ama el Señor a la Iglesia y a nuestra Congregación.
Pero la asamblea capitular también reconocía algunas debilidades que expresábamos así: “Notamos, en efecto, que tal vez la identidad consagrada salesiana parece débil y poco enraizada: el primado de Dios en la vida personal y comunitaria no siempre aparece con claridad; diversas formas de clericalismo y de secularismo tiene el peligro de hacer entrar en la Congregación la “mundanidad espiritual”; la promoción del salesiano laico en algunas regiones sigue siendo escasa; la falta de personas preparadas en el ámbito de la salesianidad, a pesar del mucho material a disposición, es signo de la insuficiente atención que se presta a la profundización del carisma”[16]. De hecho esto ha sido muy remarcado en nuestro Capítulo General 28º.
Me atrevería a decir que sucede en todas las congregaciones religiosas y también en la formación seminarística en las diócesis, pero sin duda es un desafío grande el abismo que se percibe entre la formación y la misión salesiana. Quizá sea debido a la gran diferencia que existe entre la realidad de las casas de formación inicial y la vida en las comunidades apostólicas (las comunidades ordinarias de todas las Inspectorías); quizá ese abismo se debe también a que pareciera que no siempre la formación llega a tocar el corazón del joven salesiano en formación; quizá porque se adquieren conocimientos e informaciones pero esto no toca la vida y la misión salesiana. El crecimiento personal es un proceso lento de unificación personal, que pone en relación experiencias vividas, necesidades vitales, conocimientos, misión, relaciones, vocación, proyecto de vida... En este proceso de unificación personal, nos formamos para ser educadores-pastores de un mundo nuevo y de una misión renovada. Sea como fuere, aquí tenemos un gran desafío que la Congregación ha evidenciado y que debemos afrontar decididamente en el presente sexenio.
Por otra parte, no podemos negar que existe una peligrosa creencia: la de que la formación termina una vez que las etapas iniciales han concluido, y en el caso de los candidatos al presbiterado, con el acceso de éstos al ministerio. Tal realidad nos hace mucho daño y pagamos altos precios vocacionales por su causa. Se trata de un proceso de transformación personal que dura toda la vida, aunque requiera mayor intensidad y atención en las primeras etapas. Es en definitiva un camino necesario para cuidar y construir nuestra vocación.
Con frecuencia no sabemos transformar la vida pastoral de cada día en oportunidad permanente para nuestra formación y por todo esto “la comunidad, ya sea la religiosa que la educativo pastoral, no consigue llegar a ser el ambiente natural en el que se nos forma”[17]. Somos conscientes de algunas posibles fragilidades pastorales: superficialidad, improvisación, activismo. No es menor el peligro del individualismo. Todo esto pide humildad, lucidez, autenticidad y un nuevo impulso en la comprensión comunitaria de nuestra vida y acción.
Como se dijo en el Capítulo general, vemos la formación inicial en su conjunto como una realidad poliédrica, positiva y prometedora. Ante esta realidad, la formación de formadores, es decir, hermanos que acompañan con una ‘vocación particular dentro de la propia vocación’ la formación de los sdb más jóvenes, y la creación de buenos equipos de personas que puedan acompañar las etapas formativas, es una verdadera urgencia y prioridad ya que la comunidad es el primer espacio formativo.
¿Quizá tenemos que hablar de asumir un nuevo estilo formativo? En su mensaje al capítulo general el Papa Francisco nos dice a este respecto que «pensar en la figura del salesiano para los jóvenes de hoy implica aceptar que estamos inmersos en un momento de cambios”. Es necesario, por eso mismo, renovar nuestro estilo formativo ya que necesita ser pensado siempre de modo más personalizado, holístico, relacional, contextual e intercultural[18]. Tendremos que seguir dando pasos para ver y vivir la formación realmente en el horizonte de la vocación y, por lo tanto, lejos de ser comprendida a veces tan sólo como un deber que dura algunos años, deber que después se supera para llegar a la ‘vida real’, la vida concreta, la que uno buscaba ¡Qué peligroso concepto formativo este de la vida real ‘versus’ la formación del salesiano pastor!
Se trata, en definitiva, de un verdadero trabajo de artesanía, tanto por parte de quienes acompañan a los hermanos como por parte de cada uno en su proceso formativo. Y en este hoy, en la actualidad, no caben las ‘producciones en serie’. La artesanía nos habla de piezas de arte únicas, elaboradas una a una y a mano. Y en este trabajo de formación artesanal, hoy no se puede silenciar en los ambientes educativos salesianos la presencia femenina. De hecho, “la presencia de la mujer en muchas de nuestras obras es, como destinataria y como corresponsable de la educación, un hecho”[19]. En este sentido el Papa Francisco nos ha hecho una fuerte llamada en su mensaje al CG28 al decirnos “¿Qué sería de Valdocco sin la presencia de Mamá Margarita?¿Hubiesen sido posibles vuestras casas sin esta mujer de fe? (…) Sin una presencia real, efectiva y afectiva de la mujer vuestras obras carecerían del coraje y la valentía capaz de declinar la presencia como hospitalidad, como hogar. Frente al rigor excluyente es necesario aprender a gestar la vida nueva del Evangelio. Los invito a seguir estableciendo dinámicas donde la voz de la mujer, su mirada y su accionar -valorada en su singularidad-, encuentre eco en la toma de decisiones; no como un actor auxiliar sino constitutivo de vuestras presencias”.
Este estilo y modelo de formación, también con el fuerte subrayado que nos hace el Papa Francisco, no será posible sin el único y más importante protagonista, que no es ni el formador ni el formando, sino el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios y la docilidad de cada uno a Él. Por esto mismo nuestras Constituciones nos recuerdan que “todo salesiano asume la responsabilidad de su propia formación” (C. 99), y yo me permito añadir que es cada hermano quien debe de procurar que el Espíritu Santo transforme su corazón a lo largo de toda la vida y en las diversas etapas de la misma.
Este camino nos permitirá en Congregación consolidar lo ya dicho en páginas anteriores: que el ‘Da mihi animas’ sea el motor en la pasión educativa y evangelizadora, y también la ‘energía’ en el proceso formativo.
De hecho, la naturaleza apostólica de nuestro carisma marca de modo determinante nuestra formación. Como nos recuerdo el Papa Francisco en su mensaje, “es muy importante sostener que no somos formados para la misión sino que somos formados en la misión, a partir de la cual gira toda nuestra vida, con sus elecciones y sus prioridades. La formación inicial y la permanente no pueden ser una instancia previa, paralela o separada de la identidad y de la sensibilidad del discípulo”.
Es evidente que tenemos ante nosotros uno de los núcleos esenciales del camino de la Congregación en el próximo sexenio: Cuidar la vocación de cada hermano en particular, y la de los jóvenes hermanos en formación, de tal modo que consigamos todos ser esos Don Bosco hoy que nuestros muchachos y jóvenes y sus familias necesitan.
PROPUESTA
Nos comprometemos a superar la división entre formación y misión favoreciendo en la Congregación una renovada cultura de la formación en la misión para este momento en todo el mundo salesiano con medidas y decisiones de gran significatividad.
Para ello:
5. PRIORIDAD ABSOLUTA POR LOS JÓVENES, POR LOS MÁS POBRES, y LOS MÁS ABANDONADOS E INDEFENSOS
“El Señor indicó a don Bosco, como primeros y principales destinatarios de su misión, a los jóvenes, especialmente a los más pobres.
Llamados a esa misma misión, nos percatamos de su extrema importancia: los jóvenes viven los años en que hacen opciones de vida fundamentales, que preparan el porvenir de la sociedad y de la Iglesia.
Con Don Bosco reafirmamos nuestra preferencia por la “juventud pobre, abandonada y en peligro”, la que tiene mayor necesidad de ser querida y evangelizada, y trabajamos, sobre todo, en los lugares de mayor pobreza” (C. 26)
Deseo iniciar el desarrollo de esta prioridad partiendo de las pocas frases que pude dedicar a esto en mi última intervención en el aula capitular declarando la conclusión (precipitada) de nuestro CG28. Las palabras fueron pocas, pero la convicción de las mismas era grande y fuerte.
Dije cuanto sigue: “Yo sueño con que decir hoy y en los próximos años ‘salesianos de Don Bosco signifique para la gente que oye nuestro nombre, que somos consagrados un poco ‘locos’, es decir, ‘locos’ porque aman con verdadero corazón salesiano a los jóvenes, especialmente a los más pobres.
Queridos hermanos, si nos alejáramos de los más pobres, esa sería la muerte de la Congregación. Don Bosco nos lo dijo al hablar de nuestra pobreza y del peligro de la riqueza. Me permito precisar más todavía: si un día dejáramos a los muchachos, a los jóvenes y, entre ellos, a los más pobres, ese sería el inicio de la muerte de nuestra Congregación. Una Congregación que hoy, gracias a Dios ¡goza de buena salud, a pesar de nuestras debilidades!
Prestemos pues atención a lo que considero una auténtica ‘deliberación capitular’, aunque no en el sentido propio de la expresión ya que su contenido se encuentra ya en nuestras Constituciones. Se trata de lo siguiente: de exigirnos una opción radical, preferencial, personal, institucional y estructural en favor de los muchachos y jóvenes más necesitados, pobres y excluidos. Una opción que ha de manifestarse de manera especial, en la defensa de los chicos, chicas y jóvenes explotados y víctimas de cualquier abuso: desde el abuso sexual al de cualquier otra explotación; del abuso de cualquier tipo de violencia; del abuso de la injusticia manifiesta y evidente, a cualquier tipo de abuso de poder. Considero que este desafío es un hermoso compromiso que debemos llevar cada salesiano en nuestros corazones. Un sexenio guiado por esta luz nos dará mucha vida”.
Estoy convencido de que tomarnos también esto como algo irrenunciable en toda la Congregación y en todos los contextos, culturas y continentes, será muy significativo. Hoy hay muchas pobrezas juveniles que reclaman de la entera familia humana, y sin duda de los salesianos en particular, una atención urgente. De hecho, nuestra historia congregacional está plagada de llamadas para ir al encuentro de los jóvenes más pobres. “Hemos contraído como hijos de Don Bosco un compromiso histórico de servicio a los jóvenes pobres”[20].
Nuestro mismo padre Don Bosco ya nos decía: “Todo el mundo nos verá y recibirá con simpatía, mientras nuestras preocupaciones y solicitudes vayan dirigidas a los hijos de los pobres, a los que dentro de la sociedad se encuentran más en peligro. Esta ha de ser para nosotros la satisfacción más grande que nadie podrá arrebatarnos”[21].
El CGXIX, hace ya bastantes años declaraba que “hoy más que nunca Don Bosco y la Iglesia nos envían preferentemente a trabajar entre los pobres, los menos favorecidos y el pueblo”[22]. De prioridad absoluta a los ‘jóvenes’ y entre ellos a ‘los pobres y abandonados’ hablaba también el CGXX al plantearse quiénes eran los destinatarios concretos de nuestra misión[23].
Nosotros mismos hemos dicho en nuestro reciente Capítulo que somos consagrados a Dios para los jóvenes más pobres. Como Don Bosco, también nosotros hemos prometido en nuestra profesión religiosa que nos ofrecemos a Dios entregando nuestras fuerzas a los jóvenes, especialmente los más pobres y que esto nos habla “de escuchar juntos la llamada que Dios nos hace en las pobrezas juveniles. Pide de nosotros también profundidad espiritual, para no caer en el activismo o en una mentalidad empresarial; preparación cultural para comprender los fenómenos en los que estamos inmersos y las nuevas pobrezas juveniles; disponibilidad para trabajar juntos, abandonando todo individualismo pastoral; flexibilidad en repensar nuestro estilo de vida y el de nuestras obras, sobre todo cuando ellas ya no transmiten la energía misionera del carisma y responden prevalentemente a lógicas de mantenimiento”[24].
En definitiva, la llamada que estoy haciendo es la de mirar verdaderamente al rostro de nuestros muchachos y jóvenes hasta llegar a conocer sus historias de vida, tantas veces llenas de tragedia. Cuando esto sucede, porque amamos de verdad a los jóvenes, esto nos producirá dolor. El Papa Francisco, al hablarnos de la Opción Valdocco y el don de los jóvenes nos dice algo precioso y que no me ha dejado indiferente. Nos escribe así: “El Oratorio salesiano y todo lo que surgió a partir de él, como narra la Biografía del Oratorio, nació como respuesta a la vida de jóvenes con rostro e historia que movilizaron a aquel joven sacerdote que no podía permanecer neutro o inmóvil ante lo que acontecía. Fue más que un gesto de buena voluntad (…). Lo pienso como un acto de conversión permanente y respuesta al Señor que “cansado de golpear” nuestras puertas, espera que lo vayamos a buscar y encontrar, o que lo dejemos salir, cuando golpea desde dentro. Conversión que implicó (y complicó) toda su vida y la de todos aquellos que estaban a su alrededor. Don Bosco no sólo no elije separarse del mundo para buscar la santidad, sino que se deja interpelar y elije cómo y qué mundo habitar”[25].
PROPUESTA
En el presente sexenio la Congregación en todas sus Inspectorías hace una opción radical, preferente, personal de cada sdb e institucional en favor de los chicos, chicas y jóvenes más necesitados, pobres y excluidos, con un cuidado particular en la defensa de quienes son explotados y víctimas de cualquier abuso y violencia (“abuso de poder, económico, de conciencia, sexual”[26]).
Para ello:
6. JUNTO A LOS LAICOS EN LA MISIÓN Y EN LA FORMACIÓN
“En nuestras obras formamos la comunidad educativa y pastoral. Ésta, en clima de familia, integra a jóvenes y adultos, padres y educadores, de modo que pueda convertirse en una experiencia de Iglesia, reveladora del plan de Dios.
En esta comunidad los seglares asociados a nuestro trabajo aportan la originalidad de su experiencia y de su modelo de vida.
Acogemos y fomentamos su colaboración y les ofrecemos la posibilidad de conocer y profundizar el espíritu salesiano y la práctica del Sistema Preventivo.
Favorecemos el crecimiento espiritual de cada uno y, a quien sea llamado a ello, le proponemos que comparta más de cerca nuestra misión en la Familia Salesiana” (C.47).
Este artículo de nuestras Constituciones contiene los elementos más esenciales de nuestra misión compartida con los laicos. En él debemos confrontarnos para ver en qué medida el camino de la Congregación, de cada Inspectoría y de cada hermano es un crecimiento también en este elemento de identidad carismática. Apostamos por la formación de los laicos comprometidos en la misión, apoyando su crecimiento personal, su vivencia de la fe, y su identificación vital con el espíritu salesiano. Además, debemos ofrecerles medios que les capaciten para el desempeño de las tareas que tienen encomendadas. El redescubrimiento de la vocación y la misión del laico es uno de los grandes frentes de renovación propuesto por el Concilio Vaticano II y confirmado en el magisterio sucesivo. Y ciertamente nuestro CG24 ha sido una respuesta carismática a esta eclesiología de comunión.
Sabemos bien que Don Bosco, desde el inicio de su misión en Valdocco ha hecho que tantos laicos, amigos y colaboradores formasen parte de su misión entre los muchachos. “Logra que un grupo de eclesiásticos, seglares, hombres y mujeres, compartan su labor y se haga corresponsable en ella”.[27] Se trata, de hecho, a pesar de nuestras resistencias, de un camino que no tiene punto de retorno porque el modelo operativo de la misión compartida con los laicos tal como lo proponía el CG24 es de hecho “el único practicable en las condiciones actuales” [28].
Veinticuatro años después de la celebración de este Capítulo General, debemos reconocer que la acogida y realización de las decisiones que se adoptaron son muy diversas. En algunas regiones la presencia de los laicos en la misión salesiana ha llegado a ser más evidente. En otras regiones de la Congregación el camino es mucho más lento. En otros casos, la experiencia de comunión se encuentra todavía en los inicios, un camino apenas iniciado y a veces encontramos también fenómenos de verdadera y propia resistencia.
Ciertamente en estos años, aún en las más diferentes realidades culturales ha habido un progreso. Con frecuencia las relaciones entre salesianos y laicos se caracterizan por la cordialidad, el mutuo aprecio, el respeto, la colaboración, y cuando hay una clara identidad, la realidad en la CEP es muy rica, si bien no siempre se les percibe en la profundidad de su ser laicos. Tendemos a reconocer más fácilmente lo que hacen que su propia identidad laical.
Es cierto que entre los laicos de las presencias salesianas en las 134 naciones donde nos encontramos, existe una gran variedad de laicos: muchos trabajan de modo contractual y otros muchos, especialmente los más jóvenes, como voluntarios. Hay laicos con gran identidad cristiana y carismática, y otros que se encuentran lejos de esta realidad. Hay quienes son católicos, cristianos de otras denominaciones, o laicos que profesan otras religiones, y también personas indiferentes al hecho religioso.
Del mismo modo las formas de relación entre las comunidades y las Obras son diversas según la realidad existente, los contextos etc… En la reflexión hecha en el Consejo General hemos tomado conciencia de esta gran diversidad, tal como se recoge en nuestra contribución al núcleo 3 del Capítulo que quedó sin desarrollar en la Asamblea Capitular a causa del covid-19[29].
Como dije anteriormente, desde el comienzo nuestro Fundador se preocupó por implicar al mayor número de colaboradores posibles en su proyector operativo, desde mamá Margarita a los que daban trabajo, desde la gente buena del pueblo a los teólogos, desde los nobles a los políticos de la época. Nosotros hemos nacido y crecido históricamente en comunión con los laicos y ellos con nosotros. Es mas, debemos subrayar la importancia que los jóvenes han tenido en el desarrollo del carisma y de la misión salesiana: Don Bosco encontró en los jóvenes a sus primeros colaboradores, que así llegaron a ser ‘cofundadores’ de la Congregación.
Tantas veces yo mismo, y sin duda otros Rectores Mayores hemos expresado con fuerte convicción que la participación de los laicos en el carisma salesiano y en la misión no es una concesión por nuestra parte o una gracia que les brindamos, y ni siquiera un camino de supervivencia (como tantas veces han pensado muchos hermanos). Es un derecho vocacional que tienen. Y naturalmente aquí se ve la diferencia entre ser simples trabajadores en una casa salesiana, o formar parte, al mismo tiempo que se desempeña un trabajo, de una misión y una vocación. Es radicalmente diferente. Esto exige de nosotros en muchos casos un cambio de perspectiva. Como consagrados, somos una encarnación específica de este carisma, no somos los únicos depositarios del mismo.
De ahí que resulte una prioridad absoluta “compartir el espíritu salesiano y el crecimiento en la corresponsabilidad que supone compartir algunos caminos y experiencias formativas orientadas a la misión, obviamente sin descuidar caminos formativos específicos de los salesianos consagrados y de los laicos. La formación conjunta en la misión compartida es una prioridad absoluta y va dirigida sobre todo al núcleo animador”[30].
Los laicos son compañeros de camino, no sustitutos de los religiosos, y ellos y nosotros tenemos nuestras aportaciones específicas a la misión. Por ello, nuestros colaboradores laicos tienen necesidad de conocer y experimentar muy de cerca a Don Bosco y lo que desde él se vive en las casas salesianas en las que se encuentran. Tal conocimiento y formación no se recibe solamente con cursos académicos sino de modo muy especial reflexionando, revisando y proyectando lo que juntos se vive en dicha presencia. Resulta esencial avanzar en la formación en común, especialmente en aquellos aspectos que se refieren al conocimiento y la vivencia de nuestro carisma compartido. Sabemos, de hecho, que “el primero y mejor modo de formarse y formar en el compartir y en la corresponsabilidad es el correcto funcionamiento de la CEP”[31].
Me queda por subrayar, de modo muy particular y firme, que esta misión compartida con los laicos tiene su desarrollo más pleno y auténtico cuando muchos de ellos son Familia Salesiana y pertenecen a alguno de los 32 grupos que la formamos, de los cuales, destaco, doce de ellos son grupos laicales. En el caso de la Familia Salesiana el grado de identidad carismática es muchas veces altísimo, y juntos vivimos una verdadera vocación en el carisma. Este es un motivo más para dar prioridad a la presencia de miembros de familia salesiana en nuestras presencias, también como trabajadores, cuando su profesionalidad reúne las mismas condiciones que los demás.
Por último, no hemos de olvidar que el futuro en este elemento carismático que es la misión y formación compartida con los laicos ha de pasar a través de la formación de los futuros salesianos. No les oculto, hermanos, que vivo con preocupación la tendencia de una parte de nuestros hermanos jóvenes que añoran y desean, casi me atrevería a decir que hasta con vehemencia, terminar las etapas formativas para verse con autoridad, cargos y responsabilidad ante los laicos. Es una tendencia totalmente contraria al camino que queremos hacer como Congregación. De ahí que “la formación en la misión y para la misión compartida debe tocar también la formación inicial de los salesianos, no solo como tema de estudio sino también a través de las experiencias pastorales semanales y de verano. La experiencia de trabajo con y bajo la dirección de laicos durante el tirocinio, como también la participación en el consejo de la CEP, son preciosos momentos de formación, especialmente cuando están bien acompañados por los miembros del núcleo animador, sean laicos o salesianos”[32].
PROPUESTA
Para ello…
7. ES HORA DE GENEROSIDAD EN LA CONGREGACIÓN. En una Congregación siempre Misionera
“A cada uno de nosotros Dios lo llama a formar parte de la Sociedad salesiana. Para esto recibe de Él dones personales y, si corresponde fielmente, encuentra el camino de su plena realización en Cristo.
La Sociedad reconoce su vocación y le ayuda a desarrollarla; él, como miembro responsable, pone su persona y sus cualidades al servicio de la vida y la acción común. Toda llamada manifiesta que el Señor ama a la Congregación, la quiere viva para el bien de su Iglesia y no cesa de enriquecerla con nuevas energías apostólicas”(C.22)
En la sesión de clausura del CG28 manifesté que, a mi juicio, ‘es hora de generosidad en la Congregación’. No me cabe duda de que tenemos una historia de 162 años de gran generosidad, iniciada ya con Don Bosco, pero me parece que en la actualidad ésta se hace más necesaria que nunca.
Intentaré explicarme con claridad.
Hoy no es menor que en otros tiempos la realidad que nos habla de tantas necesidades evangelizadoras, pastorales y de promoción humana que llegamos a conocer. Son frecuentes las llamadas, y las interpelaciones para que asumamos diferentes servicios en tantas partes del mundo. Vemos muchachos, muchachas, jóvenes y familias realmente necesitados en todos los continentes.
La esperanza de poder trabajar (y a veces también estudiar) más fácilmente sigue provocando emigraciones masivas a las grandes ciudades (y también a otros países) con las naturales consecuencias de inadaptación y ‘marginación’ social. A esto se suma la escalofriante realidad de los refugiados y los campos en los que viven; en varios de ellos nuestros hermanos sdb comparten vida con estos mismos refugiados (Kakuma-Kenia, Juba-Sudán del Sur, Palabek-Uganda).
Podría hacer más amplio este elenco de situaciones.
Hermanos, todos pertenecemos a Dios y a nuestra única Congregación de la que gozosamente somos parte. Todos somos salesianos de Don Bosco para el mundo. Nuestro afecto irá siempre a los hermanos de nuestra Inspectoría de origen, en la que hemos ‘nacido vocacionalmente’, pero nuestra pertenencia más verdadera y profunda es a la Congregación y esto comienza con nuestra misma profesión religiosa.
Por eso considero que en el próximo sexenio esta apertura de horizonte debe hacerse aún más efectiva y real contando con la disponibilidad de hermanos, y con la respuesta generosa de las Inspectorías que tienen mayores posibilidades de ofrecer ayuda de hermanos a otras. A veces con acuerdos entre los mismos inspectores; otras veces con la mediación del Rector Mayor y su Consejo cuando se trata de nuevas fundaciones, de nuevos desafíos misioneros, nuevas presencias en otras naciones o en nuevas fronteras de misión.
Afortunadamente las inspectorías más pobres económicamente son las más ricas en vocaciones, y la formación de todos estos hermanos es posible gracias a la generosidad de toda la Congregación. Una vez más se demuestra que la generosidad hace posible todos los sueños.
Vivimos tiempos en los que debemos afrontar con mentalidad renovada la realidad que nos permita ‘superar fronteras’. En un mundo en el que las fronteras son cada vez más ‘defensa’ frente a otros, la profecía de nuestra vida como salesianos de Don Bosco consiste también en esto: en mostrar que para nosotros no hay fronteras. La única realidad a la que respondemos es: Dios, el Evangelio y la misión que tenemos confiada. Y por eso mismo nuestras comunidades internacionales e interculturales tienen hoy un gran valor profético, sin que por ello ocultemos que construir la fraternidad en la diversidad exige mirada de fe y energías humanas.
La realidad misionera de nuestra Congregación nos sigue interpelando y presentando hermosos desafíos, y las misiones nos lanzan hacia adelante y nos hacen soñar hermosos sueños que se vienen haciendo realidad.
Cuando en los años 80 del pasado siglo seguíamos perdiendo hermanos de modo significativo año tras año, el Rector Mayor don Egidio Viganó lanzó visionariamente el Proyecto África que hoy es una hermosa realidad. Cuando en el año 2000, ante el nuevo milenio se constataba la dura realidad pastoral y la necesidad de una nueva evangelización que vivía Europa, don Pascual Chávez promovió con convicción el Proyecto Europa. No son tiempos para preocuparse por sobrevivir sino para ser más significativos.
El Papa Francisco en su mensaje al CG28 nos invitaba también a estar atentos a los miedos que terminan “por instalarnos en una inercia paralizante que le priva a vuestra misión de la parresia propia de los discípulos del Señor. Tal inercia también puede manifestarse en una mirada y actitud pesimista ante todo lo que nos rodea y no sólo respecto a las transformaciones que se operan en la sociedad sino también en relación a la propia Congregación a los hermanos y a la vida de la Iglesia. Esta actitud que termina por “boicotear” e impedir cualquier respuesta o proceso alternativo”[34].
PROPUESTA
Propongo a toda la Congregación que hagamos concreta esta hora de generosidad asumiendo de modo natural la disponibilidad de hermanos de todas las Inspectorías (cesión, intercambio, ayudas temporales) para servicios internacionales, nuevas fundaciones, nuevas fronteras a las que queremos llegar.
Para ello:
8. ACOMPAÑANDO A LOS JÓVENES HACIA UN FUTURO SOSTENIBLE
Reconocemos que esta es una conversión cultural, no una moda, y como toda conversión tiene necesidad de ser llamada con fuerza, con su nombre nuevo.
La unanimidad fue total en la asamblea capitular cuando se propuso que una pequeña comisión recogiera la sensibilidad existente en nosotros ante este hecho de emergencia: El cuidado de la Creación no es una moda. Nos va en ello la vida de la humanidad, por más que muchos servidores públicos, prisioneros de los intereses económicos, miren hacia otro lado o nieguen lo que es innegable. Esta sensibilidad se ha concretado en la deliberación capitular aprobada por la Asamblea. El Papa Francisco ha proclamado que debemos evitar una ‘emergencia climática’ que corre el riesgo de “perpetrar un brutal acto de injusticia frente a los pobres y a las generaciones futuras”[35].
Nuestro como compromiso con una ecología humana integral[36] nace de la convicción de fe de “que todo está relacionado, y que el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás”[37]. Dentro de la vida social de los seres humanos, no podemos separar el cuidado del ambiente. Por tanto, la ecología ha de ser integral, humana. Y, en consecuencia, invita a una conversión ecológica que afecte, no solo a la economía y a la política, sino también a la vida social, a las relaciones, a la afectividad, a la espiritualidad.
Venimos asistiendo en los últimos años a los desacuerdos de los políticos de las diversas naciones ante esta emergencia. La última cita de dirigentes de los países en Santiago de Chile (pero celebrada en Madrid-España) tuvo como único resultado el acuerdo para encontrarse de nuevo dentro de un año. Ningún acuerdo operativo significativo.
Al mismo tiempo, millones y millones de personas, la mayoría jóvenes, han elevado un grito mundial. El Papa Francisco, sensible a esta realidad como bien ha demostrado, denuncia que los mismos jóvenes están pidiendo un cambio radical y “se preguntan cómo se pueda pretender construir un futuro mejor sin pensar en la crisis ambiental y en los sufrimientos de los excluidos”[38].
La deliberación capitular proclama que “junto al Papa Francisco reconocemos la evidencia manifestada por la ciencia de que la aceleración del cambio climático derivado de la actividad humana es real. La contaminación del aire, la contaminación del agua, la eliminación inadecuada de los desperdicios, la pérdida de biodiversidad y otras cuestiones ambientales que tienen un impacto negativo sobre la vida humana, están en aumento. La producción y el consumo no sostenible están empujando nuestro mundo y sus ecosistemas más allá de sus propios límites, minando su capacidad de hacerse con recursos y acciones esenciales para la vida, el desarrollo y su regeneración”[39].
En el momento en el que estoy escribiendo estas líneas, el planeta tierra y todos los países del mundo están siendo golpeados, en mayor o menor grado, por este virus Covid-19 que hasta el día de hoy se ha cobrado la vida de 624.000 personas y ha infectado a 15.300.000 personas. Y bien sabemos que la vida de una sola persona es sagrada y está habiendo tanto dolor a causa de tantas pérdidas. Cierto que es así. Pero no es menos cierto que el planeta tierra está sangrando desde hace décadas, y la contaminación se está cobrando cada año muchas más vidas que el Covid-19, y esto no se toma tan en serio.
No es menos cierto que los más pobres, ¡siempre los más pobres!, sufren los efectos desastrosos de la deforestación implacable y del cambio climático, de la ruina de sus paupérrimas cosechas, único modo de vida, y esto tampoco se denuncia.
Podría seguir haciendo un elenco de estas situaciones. No es necesario. Basta con subrayar que como educadores y pastores no podemos ser indiferentes a esta realidad. Y debemos hacerlo operativo.
PROPUESTA
Escuchando el grito mundial de tantos jóvenes de hoy los SALESIANOS NOS COMPROMETEMOS a DAR TESTIMONIO CREÍBLE, personal y comunitariamente de CONVERSIÓN en el cuidado de la Creación y en la Espiritualidad Ecológica[40].
Para ello:
Mis queridos hermanos: Concluyo estas líneas programáticas invitando a todos a que sean acogidas no como una simple carta sino como mensaje y programa que quiere ser expresión de los latidos de la Congregación hoy en todo el mundo.
Y propongo como actitud con la que afrontar la bella oportunidad del próximo sexenio dos elementos importantes:
Sobre la esperanza deseo subrayar que, como bien sabemos, es una virtud que tiene tanto que ver con nuestra fe cristiana; se trata de otro modo de mirar al futuro. La esperanza cristiana es un modo de vivir, un modo de caminar, un modo de mirar.
La esperanza es fruto del encuentro con el Señor Jesús y es fruto de la acogida de su Espíritu en nosotros. La esperanza no es consecuencia de cálculos y previsiones. “Ni pesimista ni optimista, el Salesiano del siglo XXI es un hombre esperanzado porque sabe que su centro está en el Señor, capaz de hacer nuevas todas las cosas (Ap.21,5). “Sólo eso nos salvará de vivir en una actitud de resignación y supervivencia defensiva. Sólo eso hará fecunda nuestra vida”[41].
Sobre la necesidad de dejarnos guiar mucho más por el Espíritu Santo de Dios, Él que es el verdadero Maestro interior, hago mías las palabras del Patriarca de Constantinopla, Atenagora I, quien se encontró con el Papa Pablo VI (hoy santo) en Jerusalén en enero de 1964. Fruto de este encuentro en el Espíritu de Dios fue la abrogación de las mutuas excomuniones que hasta el momento existían y dañaban profundamente el corazón de Cristo en su Iglesia.
Es este el pensamiento:
“Sin el Espíritu Santo,
Dios es lejano,
Cristo permanece en el pasado,
El Evangelio es letra muerta,
la Iglesia una simple organización,
la autoridad un poder,
la misión una propaganda,
el culto un recuerdo y la acción cristiana una moral de esclavos.
Pero en el Espíritu Santo
El cosmos está movido por la creación del Reino,
Cristo resucitado se hace presente,
el Evangelio se hace fuerza y vida,
la Iglesia realiza la comunión Trinitaria,
la autoridad se transforma en servicio,
la liturgia es memorial y anticipación,
la conducta humana viene divinizada” (Patriarca Atenagora I)
Acojamos este mensaje en nuestra oración
Mis hermanos salesianos muy queridos: esto es lo que sentía que debía comunicar y pedir a todos junto con mi invitación a acoger estos desafíos, esta ‘hoja de ruta’ del sexenio con el corazón y con un profundo deseo de hacerlo vida en las comunidades e Inspectorías. Serán sin duda, con la gracia de Dios y la presencia materna de nuestra Madre Auxiliadora unos años de fidelidad congregacional y de respuesta valiente y, hasta profética, a los signos de los tiempos de hoy. Que nuestra Madre Auxiliadora siga cuidando de nuestra Congregación y ‘haciéndolo todo’, como con Don Bosco. Acompaño a todos y cada uno con mi afecto y oración.
Su mediación y la de toda la santidad salesiana de nuestra Familia sea bendición para nosotros en lo único importante de nuestra misión desde Dios: “ser en la Iglesia signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes, especialmente los más pobres” (C.2)
Roma 16 de agosto de 2020
205 Aniversario del nacimiento de Don Bosco
Ángel Fernández Artime, sdb
Rector Mayor
[1] FRANCISCO, Mensaje del Papa al CG28. Deseo aprovechar esta primera cita para decir que esta carta estará llena de citas como esta. Son citas textuales del mensaje que el Papa Francisco pensó para nosotros como Congregación y Asamblea Capitular, y que nos hizo llegar en el momento más oportuno de nuestras reflexiones y trabajos. Por eso mismo, porque mi carta la escribo teniendo muy presente lo que nos ha dicho el Santo Padre, es por lo que decido metodológicamente no citar a pie de página cada una de sus frases porque harían pesada la redacción. Será suficiente con ver el texto entrecomillado para saber que es el mismo Papa quien nos habla.
[2] SAN JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Postsinodal Vita Consecrata (1996), 22.
[3] FRANCISCO, Exhortación apostólica Gaudete et exsultate (marzo 19 de 2018), en adelante GS.
[4] MB XVIII, 258 citado también en nuestras Constituciones Art.1
[5] Cfr. Exhortación apostólica postsinodal Christus vivit (marzo 25 de 2019), en adelante ChV. En la 98 encontramos esta cita textual: “El clericalismo es una permanente tentación de los sacerdotes, que interpretan “el ministerio recibido como un poder que hay que ejercer más que como un servicio gratuito y generoso que ofrecer; y esto nos lleva a creer que pertenecemos a un grupo que tiene todas las respuestas y no necesita ya escuchar ni aprender nada”. Discurso a la primera Congregación general de la XV Asamblea General Ordinaria del Sinodo de los Obispos (3 octubre 2018).
[6] G. Bosco, Vita di San Domenico Savio, cap. VIII
[7] J.E. VECCHI, Indicazioni per un cammino di spiritualità salesiana, ACG 354, 1995, p.26
[8] CG28, Priorità della missione salesiana tra i giovani d’oggi. Primo nucleo, n.4
[9] DocumentoFinal del «Sínodo de los Jóvenes», en adelante,DF.
[10] El Papa Francisco nos ha dicho: “La opción Valdocco de vuestro 28mo Capítulo General es una buena ocasión para confrontarse con las fuentes y pedirle al Señor: “da mihi animas, coetera tolle”. Tolle especialmente aquello que durante el camino se fue incorporando y perpetuando que, si bien en otro tiempo pudo ser una respuesta adecuada, hoy les impide configurar y plasmar la presencia salesiana de manera evangélicamente significativa en las distintas presencias de misión. Esto reclama de nosotros superar miedos y aprensiones que pueden surgir por haber creído que el carisma se reducía o identificaba con determinadas obras o estructuras. Vivir con fidelidad el carisma es algo más rico y desafiante que el simple abandono, repliegue o reacomodo de las casas o actividades; supone un cambio de mentalidad frente a la misión a realizar”.
[11] Carta de los jóvenes al CG28
[12] CG28, Priorità della missione salesiana tra i giovani di oggi. Primo nucleo, n.5
[13] Carta de los jóvenes al CG28
[14] “La revolución digital que pide comprender las profundas transformaciones que están aconteciendo no sólo en el campo de la comunicación sino, sobre todo, en el modo de plantear y gestionar nuestras relaciones humanas” (núcleo 1 del CG28)
[15] CG26, “Da mihi animas, cetera tolle”. N.14
[16] CG28, Profilo del salesiano oggi. Secondo nucleo, n. 1
[17] Idem, n.3
[18] Idem, n. 5
[19] CG24, n.166
[20] CGXX, n.580
[21] MB XVII, 272; Cfr. MBXVII, 207
[22] CGXIX, ACS 244, p.94
[23] CGXX, n.45
[24] CG28, Priorità della missione salesiana tra i giovani di oggi. Primo nucleo, n. 8
[25] FRANCISCO, Mensaje al CG28, p.6-7
[26] ChV, 98
[27] CG24, n. 71
[28] CG24, n.39
[29] Cf. Idem, n.12-17
[30] Animazione e governo della comunità 106, 122
[31] CG24, 43
[32] CG28, Terzo Nucleo, Insieme ai laici nella missione en ella formazione, n. 43
[33] CG27, Testigos de la radicalidad evangélica. Documentos Capitulares. Discurso del Rector Mayor en la clausura del CG27, n. 3.7, Roma, 2014
[34] FRANCISCO, Mensaje al CG28, p.3
[35] FRANCISCO, Mensaje in Città del Vaticano, 14 giugno 2019
[36] Cf. FRANCISCO, Carta encíclica Laudato si, nº 137-162, (mayo 24 de 2015), en adelante LS.
[37] LS, 70
[38] LS 13
[39] CG28, Proposta per la deliberazione sull’ecologia.
[40] LS 217
[41] FRANCISCO, Mensaje al CG28, p. 4 citando su Homilía Fiesta de la Presentación del Señor -XXI Jornada mundial de la Vida Consagrada, 2 febrero 2017
DOCUMENTO POSCAPITULAR
APROBADO POR EL RECTOR MAYOR Y POR EL CONSEJO GENERAL
16 de agosto de 2020
PRIORIDAD DE LA MISIÓN SALESIANA
ENTRE LOS JÓVENES DE HOY
Este primer núcleo ha sido presentado durante el CG 28 y, sustancialmente, aprobado por la asamblea capitular.
En la sesión estiva de 2020 del Consejo General ha sido, solo, revisado a la luz de las observaciones de las comisiones capitulares.
RECONOCER
Como miembros del Capítulo General 28º estamos convencidos de que Dios, a través de su Espíritu, está presente en la vida de todos los jóvenes de nuestro tiempo. Mediante el discernimiento, hemos buscado, ante todo, reconocer su acción, buscando entrar en el ritmo de «una doble docilidad: docilidad a los jóvenes, y a sus exigencias, y docilidad al Espíritu y a todo lo que Él quiera transformar» (del Mensaje del papa Francisco al CG 28)
Desde el principio, esto nos ha llevado a tener una mirada positiva, configurada de humildad, simpatía, coraje, inteligencia, fe y esperanza, en la certeza de que, precisamente esto, «es la mirada de Dios Padre, capaz de valorar y alimentar las semillas del bien sembradas en los corazones de los jóvenes», que deben, por tanto, ser considerados por nosotros «tierra sagrada» (cf. Christus vivit, 67)
Llamados a ser amigos, padres y pastores de los jóvenes, deseamos hacer nuestra esta mirada divina, en la conciencia de seguir, así, las huellas de nuestro amado padre Don Bosco quien, precisamente en Valdocco, guiado por la mano de la Auxiliadora, realizó su obra
¿Quiénes son los jóvenes de hoy? ¿Cuál es su condición? ¿Qué buscan? ¿Qué nos piden? Para responder a estas preguntas, ante todo, nos hemos puesto a la escucha.
Hemos tenido la gracia de tener, entre nosotros, algunos jóvenes provenientes de todo el mundo, que han representado a los muchísimos jóvenes que se hicieron presentes en nuestros Capítulos inspectoriales durante la preparación del CG 28. Hemos escuchado su voz con atención y conmoción. Nos han comunicado su inquietud espiritual y su hambre de Dios, su deseo de ser protagonistas y artífices de un mundo mejor, su esfuerzo por creer e ir contracorriente con respecto a las lógicas de nuestro tiempo. Nos han pedido que seamos menos «gestores» y más «pastores», que estemos en medio de ellos y que tengamos tiempo para acompañarlos
En los muchos momentos de trabajo juntos, también hemos tomado conciencia de las muchas pobrezas de los jóvenes, que nos dejan horrorizados, como cuando Don Bosco hizo su primera visita a las cárceles de Turín. El grito de tantos jóvenes también nos toca hoy el corazón: pobreza económica, social y cultural; pobreza afectiva, relacional y familiar; pobreza moral y espiritual. En muchos contextos, el desempleo y la imposibilidad de estudiar penalizan a amplios grupos de jóvenes
De muchas maneras, los jóvenes se nos han mostrado profetas: a través de su presencia, el Señor nos hace conocer continuamente sus expectativas y sus llamadas para la renovación de nuestra misión. Como Don Bosco «no descubrió su misión frente a un espejo, sino ante el dolor de ver jóvenes que no tenían futuro. El Salesiano del siglo XXI no descubrirá su identidad si no es capaz de padecer con «la cantidad de muchachos, sanos y robustos, de ingenio despierto que estaban en la cárcel atormentados y faltos en absoluto de alimento espiritual y material… en ellos estaba significado el oprobio de la patria, el deshonor de la familia» (del Mensaje del papa Francisco al CG 28)
Estamos viviendo un cambio de época: hoy, más que nunca, «nadie puede decir, con seguridad y exactitud (si es que alguna vez se pudo hacer), qué sucederá en el futuro próximo a nivel social, económico, educativo y cultural» (del Mensaje del papa Francisco al CG 28). Por tanto, es evidente que ya no es posible pensar nuestra misión en la forma del "siempre se ha hecho así". Esta situación, si por una parte nos desorienta, por otra nos pide que nos involucremos con humildad y valentía, pidiéndonos que recuperemos los dinamismos juveniles que estaban tan vivos en Don Bosco. Estamos, más que nunca, convencidos de lo que nos dijo el papa Francisco precisamente aquí, en Valdocco, en la Basílica de María Auxiliadora, el 21 de junio de 2015: «Vuestro carisma es de una actualidad grandísima. Mirad las calles, mirad a los muchachos y tomad decisiones arriesgadas. No tengáis miedo. Como hizo él»
Junto a algunos desafíos perennes que continúan desafiándonos, nuestro tiempo nos presenta algunas novedades con las que es inevitable confrontarnos. La revolución digital nos pide comprender las profundas transformaciones que están ocurriendo, no solo en el campo de la comunicación, sino, sobre todo, en la forma de configurar y gestionar nuestras relaciones humanas. El ámbito de la afectividad, con todos los problemas ligados al género y a la identidad sexual, desafían nuestra visión antropológica. La condición de la mujer, y su papel en la sociedad y en la Iglesia, nos piden una reflexión más atenta y profunda. La sensibilidad ecológica, que está creciendo rápidamente en el mundo juvenil, nos pide que seamos proféticos en este ámbito a través de opciones claras y coherentes. El contacto con los jóvenes migrantes, los refugiados y muchos otros privados de sus derechos fundamentales es, para nosotros, una urgente llamada a la acción. Finalmente, la dolorosa experiencia de los abusos, que también afecta a nuestra Congregación, es una fuerte llamada a la conversión
El rápido cambio en curso afecta a los procesos ordinarios de transmisión de la fe. En este sentido, existen grandes diferencias: si, en algunos contextos, la vida de fe no plantea ningún problema y los jóvenes viven con naturalidad su pertenencia a la Iglesia, en otros, fuertemente secularizados, la fe cristiana se ha convertido en una cuestión que ya no tiene ninguna relevancia personal y social. En algunos territorios, en los que estamos presentes, hay fundamentalismo, discriminación e incluso persecución; en otros, podemos proponer libremente el Evangelio
También trabajamos en muchos contextos multirreligiosos en los que, la mayoría de los jóvenes que frecuentan nuestras obras, pertenecen a otras religiones o a otras confesiones cristianas
Ante la crisis global de la autoridad, de la tradición y de la transmisión, somos desafiados sobre los estilos, los contenidos y los modos de anunciar a Jesucristo, porque todos nos sentimos llamados a ser «misioneros de los jóvenes». Convencidos de la necesidad de llegar al corazón de los jóvenes, sentimos la necesidad de volver a proponer, con más convicción, el primer anuncio, porque «nada hay más sólido, más profundo, más seguro, más denso y más sabio que ese anuncio» Christus vivit, 214)
Los jóvenes son portadores del fuego vivo del carisma salesiano y nos ayudan a conocer, profundizar y asumir mejor la misión que se nos ha confiado. Desde el principio «lejos de ser agentes pasivos o espectadores de la obra misionera se convirtieron, desde su propia condición –en muchos casos “iletrados religiosos” y “analfabetos sociales”– en los principales protagonistas de todo el proceso de fundación. La salesianidad nace precisamente de ese encuentro capaz de suscitar profecías y visiones», en la convicción de que «todo carisma necesita ser renovado y evangelizado y, en vuestro caso, sobre todo, por los jóvenes más pobres» (del Mensaje del papa Francisco al CG 28)
Sentimos, pues, como deber nuestro, implicar a los jóvenes y consideramos que tienen derecho a participar en la comunidad educativo-pastoral, que es, ante todo, una familia donde se comparte todo en un clima de amistad, escucha, respeto y colaboración. Reconocemos que muchos de ellos «se encuentran en una profunda situación de orfandad... a la que debemos responder creando espacios fraternos y atractivos donde se vive con un sentido» (cf. Christus vivit, 216). Precisamente en esta dirección, los recientes caminos sinodales nos han ayudado a redescubrir la naturaleza familiar de la Iglesia, hasta el punto de que esta última puede ser considerada como «familia de familias, constantemente enriquecida por la vida de todas las Iglesias domésticas» (Amoris laetitia, 87)
Por último, somos conscientes de que muchas veces no logramos interceptar esta verdadera «nostalgia comunitaria» de los jóvenes y de las familias: nos piden tiempo y les damos espacio; nos piden relación y les brindamos servicios; nos piden vida fraterna y les ofrecemos estructuras; nos piden amistad y hacemos actividades para ellos. Todo esto nos compromete a redescubrir las riquezas y las potencialidades del «espíritu de familia»
INTERPRETAR
Para interpretar lo que hemos reconocido hasta ahora, queremos dejarnos guiar por uno de los pasajes más significativos de la «Carta de Roma» de 1884. Don Bosco vio que, en el Oratorio de Valdocco, entre los Salesianos y los jóvenes, se había creado una barrera, física y espiritual, que obstaculiza la acción educativa y traiciona el carisma. Dialogando con uno de los jóvenes del sueño, trata de interpretar la situación para encontrar la manera de resolverla: «Entonces, ¿cómo podemos romper esta barrera?» La respuesta que recibe también nos ilumina hoy: «Familiaridad con los jóvenes, especialmente en la recreación. Sin familiaridad, no se demuestra el amor y sin esta demostración no puede haber confianza. Quien quiere ser amado debe demostrar que ama. Jesucristo se hizo pequeño con los pequeños y cargó con nuestras enfermedades. Esta es la clave de la familiaridad»
Este texto ilumina los tres nudos fundamentales, en torno a los cuales hemos recogido la interpretación de este núcleo: ir al encuentro de los jóvenes allí donde se encuentran y se expresan espontáneamente; la cercanía que crea confianza y hace posible el acompañamiento; el tono afectivo de la relación educativa, que Don Bosco llama con un término que deriva de la experiencia familiar. En esta perspectiva de fe queremos buscar las razones de lo que vivimos, con sus luces y sus sombras, hacer emerger los desafíos que nos esperan e identificar los criterios para afrontarlos
COMUNIDADES EN SALIDA HACIA LOS JÓVENES POBRES
Demasiadas veces, la pobreza aleja a los chicos y a los jóvenes de la oportunidad de crecer de manera serena, de tener una educación adecuada, de decidir sobre su propio futuro. No pocas veces, la pobreza aleja, también, de la comunidad cristiana y de la posibilidad de encontrar la alegría del Evangelio, que está destinada, precisamente, a los últimos: «El Espíritu del Señor está sobre mí... me ha enviado a evangelizar a los pobres» (Lc 4,18). La pobreza se convierte así, hoy, en una barrera excluyente, que debe ser superada
El magisterio profético del papa Francisco está ayudando a la Iglesia a tomar cada vez más conciencia de que la distancia de los pobres traiciona el Evangelio y genera numerosas «enfermedades» en la comunidad cristiana. También nosotros sentimos la necesidad de profundizar en la interpretación del tiempo que vivimos, hasta reconocer que fenómenos sociales y desafíos espirituales, requerimientos de los jóvenes y mociones del Espíritu están estrechamente vinculados, sin ninguna posibilidad de divergencia. Esta fue la experiencia de Don Bosco, que le hizo capaz de responder a las necesidades más urgentes de sus chicos y hacerles sentir la ternura de Dios que calienta el corazón e infunde esperanza. Donde esto sucede, también hoy, con compromiso generoso y creatividad pastoral, vemos un verdadero florecimiento del carisma. Donde, al contrario, las comunidades pierden la «familiaridad» con los pobres, la vida religiosa se entibia, con el riesgo de convertirse en sal que pierde sabor, lámpara colocada debajo de un celemín (Cf. Mt 5,13.15)
Salir hacia los jóvenes pobres, y hacerlo como comunidad de creyentes, es ciertamente un desafío siempre nuevo, pero también una perspectiva que nos llena de entusiasmo. Como nuestro padre Don Bosco, también nosotros, el día de nuestra profesión religiosa, le dijimos a Dios: «Me ofrezco totalmente a Ti, comprometiéndome a entregar todas mis energías a quienes me envíes, especialmente a los jóvenes más pobres» (Const. 24)
Esto requiere de nuestra parte, sobre todo, capacidad de discernimiento comunitario: no se trata de confiar a cada uno de los hermanos la activación de nuevos proyectos, sino de escuchar juntos la llamada que Dios nos dirige en las pobrezas juveniles. También requiere profundidad espiritual, para no caer en el activismo o en una mentalidad empresarial; preparación cultural, para comprender los fenómenos en los que estamos inmersos y las nuevas pobrezas juveniles; voluntad de trabajar juntos, abandonando todo individualismo pastoral; flexibilidad para repensar nuestro estilo de vida y nuestras obras, especialmente cuando ya no expresan la energía misionera del carisma y responden, principalmente, a lógicas de mantenimiento
ACOMPAÑAMIENTO DE LOS JÓVENES EN CLAVE VOCACIONAL
«Sin familiaridad no se demuestra amor y sin esta demostración no puede haber confianza». Bastan estas palabras de Don Bosco para hacernos comprender el valor que tenía para él llegar al corazón del chico, permitiéndole una apertura franca y una confianza sincera. Don Bosco no usaba la palabra «acompañamiento», pero todas sus acciones apuntaban precisamente a esto. Su empeño educativo, lleno de propuestas y atento a las diferentes dimensiones del crecimiento, tendía a acompañar a los jóvenes de una manera sencilla y concreta hacia la santidad. Descuidar esta dimensión del Sistema Preventivo significa desnaturalizarlo
Así como toda la Iglesia, en el Sínodo para los jóvenes, ha redescubierto el valor del acompañamiento para el discernimiento, nosotros también estamos invitados a releer las riquezas de nuestra tradición a este respecto. Esta nos da tres niveles de acompañamiento estrechamente relacionados entre sí: de ambiente, de grupo y personal. El primero se realiza mediante la oferta de un ambiente acogedor y alegre, lleno de propuestas diferenciadas y capaz de activar caminos de crecimiento. El segundo favorece un mayor compromiso en la madurez personal y en el camino de fe, valora las actitudes de cada uno, promueve la espiritualidad del Movimiento Juvenil Salesiano y su pertenencia a él. El tercero conduce al joven a discernir más profundamente el significado de su propia existencia ante Dios. En este sentido, el Sínodo sobre los jóvenes habló de un acompañamiento «en clave vocacional» (Cf. Documento final del Sínodo, 138-143; Christus vivit, capítulo VIII), ayudando a pensar la vida no como un proyecto de autorrealización individual, sino como una forma de descubrir y responder a la llamada divina. La expresión del papa Francisco «soy una misión» (Christus vivit, 254) indica claramente el objetivo que tiene el acompañamiento: ayudar a cada uno a descubrir su propia singularidad como don para los demás
Dado que nace de la familiaridad en lo cotidiano, el acompañamiento implica una pluralidad de temas y no es tarea exclusiva de nadie. Toda la comunidad educativo-pastoral está involucrada en él, aunque no todos tienen la misma actitud y preparación para guiar el discernimiento personal. En cualquier caso, el protagonista de todo acompañamiento es el Espíritu del Señor, que nos colma de dones y carismas; nosotros somos, simplemente, siervos y mediadores de la obra de Dios
Es muy importante subrayar que un buen acompañamiento no sitúa al joven en una posición pasiva o subordinada, sino que, al contrario, promueve su participación activa en la vida de la comunidad y la corresponsabilidad en el servicio de los más pobres. Se trata, pues, de un acompañamiento para la participación, para la presencia activa y responsable en la sociedad y en la Iglesia. El protagonismo de los jóvenes en la fundación de nuestra Congregación y el compromiso activo de las Compañías en el Oratorio de Valdocco, todavía tienen mucho que decirnos, en este sentido
En la certeza de que «quienes acompañan a otros a crecer tienen que ser personas de horizontes grandes, capaces de poner juntos límites y esperanza, ayudando así a mirar siempre en perspectiva, en una perspectiva salvífica» (del Mensaje del papa Francisco al CG 28), somos llamados a promover un renovado compromiso por el acompañamiento, que requiere, en primer lugar, cuidar mejor la preparación de los hermanos y seglares en este delicado ámbito y vivir, nosotros mismos, la experiencia de ser acompañados. La perspectiva de la implicación activa de los jóvenes supone, además, una mayor confianza en sus recursos: no debemos tener miedo de su sana inquietud, de sus preguntas y de su sensibilidad por temas nuevos, que no siempre estamos preparados para afrontar. Por tanto, aprendamos cada día a escuchar con empatía y a ofrecer nuestra ayuda con humildad. La auténtica autoridad de un educador no consiste en el poder de dirigir, sino en la fuerza de promover la libertad: esta es la paternidad de Don Bosco
CAMINO CON LAS FAMILIAS Y EDUCACIÓN AFECTIVA
Somos conscientes de que la familia es la escuela del amor, en la que aprendemos el lenguaje de los afectos a través de los que Dios se hace conocer y encontrar. Los recientes sínodos sobre la familia y la exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia han ofrecido muchas indicaciones pastorales sobre el acompañamiento de las familias y sobre la educación afectiva, que también nosotros estamos llamados a acoger y asimilar
Para nosotros, Salesianos, el interés por la familia surge espontáneamente del corazón de nuestro carisma educativo. Sabemos lo mucho que Don Bosco aprendió de Mamá Margarita, tanto, que la quiso con él en Valdocco como una presencia preciosa para hacer del Oratorio una verdadera «casa». El pequeño Juan Bosco, por otro lado, no creció en una familia perfecta: experimentó el sufrimiento de ser huérfano de padre, la incomprensión de su hermano Antonio, la humillación de la pobreza, la necesidad de salir de casa para trabajar. Todo esto contribuyó a que madurase en él un corazón de padre, rico en misericordia y en acogida
También nosotros, hoy, sentimos la exigencia de una gran proximidad con las familias, acogiéndolas con sus afanes, pero, sobre todo, promoviéndolas con sus riquezas. En nuestras obras, conocemos, de hecho, a muchas familias en las situaciones más dispares: algunas se dirigen a nosotros por nuestras propuestas educativas, otras comparten la opción religiosa y la inspiración carismática, otras todavía están en los primeros años de matrimonio y piden acompañamiento. No pocas se encuentran en situaciones de pobreza, de malestar o son familias heridas y fruto de segundas uniones. Hay también jóvenes que han crecido con nosotros y nos piden que los acompañemos al matrimonio, mientras que también llegan a nuestros ambientes, personas que viven dentro de nuevas configuraciones relacionales
Esta complejidad es, sin duda, un desafío y requiere una preparación adecuada. Sin embargo, la presencia de muchas familias integradas en los grupos de la Familia Salesiana, y otras personas que colaboran con nosotros, constituye un gran recurso, especialmente si somos capaces de escuchar su experiencia y valorar su testimonio
El criterio fundamental, para nuestro trabajo con las familias, tenemos que encontrarlo en la naturaleza educativa de nuestra misión. No queremos activar una pastoral familiar paralela a la pastoral juvenil, sino presentar la comunidad educativo-pastoral como el lugar y la forma de nuestro camino con las familias
De este criterio también se deriva la exigencia de asumir, de una manera más audaz, el desafío de la educación afectiva y sexual de los jóvenes. Es una solicitud que ya el Concilio había dirigido a las instituciones educativas de la Iglesia (cf. Gravissimum educationis, 1) y, sobre la cual, todavía hemos avanzado muy poco. No se trata simplemente de dar información, sino de acompañar en un itinerario de conocimiento de sí mismo y descubrimiento de la llamada al amor. Sabemos la importancia que Don Bosco daba a la pureza en el crecimiento de los chicos y la delicadeza con la que hablaba al respecto. En un contexto que, a menudo, banaliza la sexualidad, estamos llamados a presentar una visión serena, positiva y equilibrada del tema afectivo, para iluminar los lenguajes del cuerpo y el sentido de reciprocidad entre el hombre y la mujer de acuerdo con la Palabra de Dios. El cuidado de ambientes propositivos y «preventivos», una animación que sabe involucrar a los jóvenes en todas sus dimensiones (teatro, deporte, arte, juego, música, ...), un acompañamiento personal que cuida las dinámicas profundas de la persona son las herramientas que nuestra tradición nos brinda y que estamos llamados a repensar en los nuevos contextos de hoy
ELEGIR
Salgamos hacia los jóvenes pobres superando una pastoral de mantenimiento y renovando nuestros dinamismos comunitarios.
Actitudes y mentalidades por convertir
Procesos por activar
Condiciones estructurales por garantizar
Promovamos un compromiso renovado por el acompañamiento en perspectiva vocacional, cuidando una adecuada formación de Salesianos y seglares en este ámbito.
Actitudes y mentalidades por convertir
Procesos por activar
Condiciones estructurales por garantizar
Consolidemos el camino con las familias en la comunidad educativo-pastoral y propongamos caminos más precisos de educación afectiva.
Actitudes y mentalidades por convertir
Procesos por activar
Condiciones estructurales por garantizar
PERFIL DEL SALESIANO HOY
Este segundo núcleo fue elaborado durante el CG 28 en su primera versión, pero no fue posible presentarlo a la asamblea capitular.
Fue completado en la sesión estiva de 2020 del Consejo General.
RECONOCER
En el sueño de los nueve años, la Virgen María, después de indicarle a Juan Bosco el campo en el que tendría que trabajar, lo invita a hacerse «humilde, fuerte y robusto». Con estas palabras, le propone un exigente camino de formación estrechamente vinculado a la vocación recibida y la misión encomendada. También nosotros reconocemos que la formación es un don precioso del Señor y una exigencia irrenunciable del camino vocacional. Este compromiso formativo implica a todas las dimensiones de nuestra consagración apostólica: por eso el Capítulo General 27º ha trazado, coherentemente, el perfil del Salesiano como místico en el Espíritu, profeta de fraternidad y servidor de los jóvenes
Examinando las estadísticas de la Congregación, hemos visto que, en el último decenio, hemos tenido una media anual de unos 2600 jóvenes en formación. Esto nos llena de alegría y esperanza, porque demuestra que nuestro carisma sigue siendo fecundo. Al mismo tiempo, este dato nos desafía y nos responsabiliza, pidiendo que verifiquemos la calidad de nuestra formación inicial y continua
De hecho, notamos que, a veces, la identidad consagrada salesiana parece débil y poco arraigada: la primacía de Dios en la vida personal y comunitaria no aparece siempre con claridad; formas de clericalismo y secularismo corren el riesgo de traer «mundanalidad espiritual» a la Congregación; la promoción del Salesiano laico, en algunas regiones, sigue siendo escasa; la falta de personal capacitado en el campo de la salesianidad, a pesar del abundante material disponible, es un signo de una atención insuficiente a la profundización del carisma
En la reflexión capitular sobre el perfil del Salesiano hoy, ha surgido, claramente, una preocupación: la separación entre el camino formativo, en sus diversas fases, y la realidad de la misión educativo-pastoral ordinaria. Algunos hablan de una brecha entre formación y misión; otros de una separación entre la formación inicial y continua; y otros de una cierta inconsistencia entre lo que la Congregación propone en la formación inicial y lo que realmente se vive en las comunidades apostólicas
La formación actual, con sus estructuras, estilos y métodos parece, a veces, más informativa que performativa, porque no siempre consigue transformar el corazón. La misión apostólica, por otra parte, no siempre consigue extraer, de la realidad de los jóvenes y de la concreción de la vida, los elementos para la formación permanente: la «cátedra de la realidad» tiene dificultades para hacerse lectura creyente de la historia (lectio vitae), ofreciendo elementos para una renovación continua de nuestro ser y de nuestro obrar
También reconocemos como urgente, el estudio en profundidad de algunos temas que deben entrar de lleno en el camino educativo: la habilitación para el acompañamiento espiritual de los jóvenes, que requiere la madurez de sensibilidades específicas; la clara toma de conciencia de que nuestra misión está compartida con los seglares y, por tanto, necesita nuevas competencias relacionales; la creciente atención a los temas ecológicos, que requiere una preparación específica en este ámbito. Finalmente, el nuevo mundo digitalizado impone un replanteamiento de la forma de configurar nuestra vida fraterna y la misión apostólica en su conjunto, porque «el repliegue individualista, tan difuso y promulgado socialmente en esta cultura ampliamente digitalizada, requiere una atención especial no solo sobre nuestros modelos pedagógicos sino también sobre el uso personal y comunitario del tiempo, y de nuestras actividades y de nuestros recursos» (del Mensaje del papa Francisco al CG 28)
Agradecemos la presencia de un buen número de Salesianos que, continuamente, reavivan el don de Dios que han recibido (cf. 2 Tim 1,6), mediante «una actitud contemplativa, capaz para identificar y discernir los puntos neurálgicos» (del Mensaje del papa Francisco la CG 28). Solo así se supera la idea, por desgracia arraigada, de que la formación termina con la conclusión de las etapas iniciales y con el acceso al ministerio
De hecho, falta en algunos hermanos la convicción de que el compromiso con la propia formación es un estilo preciso de asunción de la misión, tanto que es difícil encender el deseo y la pasión por la formación permanente. Reconocemos que, tanto a nivel central como inspectorial, se ha hecho un esfuerzo por ofrecer instrumentos e itinerarios de formación que, sin embargo, no siempre dan los resultados esperados. En particular, resulta difícil transformar la misma experiencia pastoral diaria en ocasión formativa, porque no hemos sido iniciados a discernir a partir de la concreción de la realidad. Por esta razón, la comunidad, tanto la religiosa como la educativo-pastoral, no logra ser el ambiente natural y ordinario en el que se forma
Sin embargo, también es necesario reconocer que existe una cierta confusión sobre los sujetos responsables y los itinerarios de la formación continua: faltan, muchas veces, hermanos preparados para acompañar este camino, mientras que hay pluralidad y debilidad de referencias formativas a nivel inspectorial y local. Algunos señalan el riesgo de reducir la formación permanente a algunos cursos de actualización esporádicos o de encomendarla a la entrega de algún nuevo manual. Finalmente, en un mundo cada vez más fluido, existe el desafío de la «laboriosidad cultural» en la Congregación, porque sin el estudio, la lectura y la actualización continua no se conseguirá salir de una pastoral de mantenimiento y de repetición
A partir de los datos y las discusiones que surgieron en el Capítulo, reconocemos que la formación inicial es, en su conjunto, una realidad poliédrica, positiva y prometedora. Es un gran mosaico de diferentes situaciones, en el que reconocemos la presencia de nuevos dinamismos en la Congregación
¿Quiénes son los jóvenes en formación hoy? En forma sintética, podemos decir que la mayoría de ellos proceden de Asia y África; en su conjunto son «jóvenes adultos» y no «adolescentes», como en épocas pasadas; son jóvenes de nuestro tiempo, por lo que llevan consigo todo el potencial y las debilidades de los jóvenes de hoy; están en busca de una vida auténtica y de una fraternidad profética, aunque, a veces, necesiten madurar las motivaciones que les llevan a la vida salesiana; al estar más cerca de la generación juvenil, tienen una facilidad de contacto y una similitud natural de lenguaje con el mundo juvenil. Todo esto implica un enfoque formativo completamente diferente en nuestras casas de formación y centros de estudio
A partir de esta metamorfosis histórica se entiende que la investigación y la formación de formadores es una urgencia real que debe abordarse de la mejor manera posible. Reconociendo que, ser formador, es una «vocación en la vocación», será necesario pasar de la improvisación a un auténtico discernimiento para la elección cualificada de formadores y de docentes: no se trata de «reclutamiento», sino de un verdadero diálogo vocacional. Reconociendo a la comunidad como el primer espacio formativo, los capitulares subrayaron lo decisivo que es el equipo de formadores, que actúan en sinergia y bajo la dirección del Director, que, más que todos, tiene la tarea de acompañar y coordinar el compromiso de todos
Como nos dice el papa Francisco, «pensar en el modelo de salesiano para los jóvenes de hoy implica aceptar que estamos inmersos en un momento de cambios» (del Mensaje del papa Francisco al CG 28). Por tanto, es necesario renovar nuestro estilo formativo, que necesita ser pensado, cada vez más, en forma personalizada, holística, relacional, contextual e intercultural
Sobre todo, es necesario un estilo capaz de asumir sus registros fundamentales desde la misión, porque es la misión la que «da a toda nuestra existencia su tonalidad concreta, especifica nuestra función en la Iglesia y determina el lugar que ocupamos entre las familias religiosas» (Const. 3) y también porque todos estamos convencidos de que «cuando nos aislamos o alejamos del pueblo que estamos llamados a servir, nuestra identidad como consagrados comienza a desfigurarse y a convertirse en caricatura» (del Mensaje del papa Francisco al CG 28)
Este nuevo estilo formativo que soñamos debería hacer resplandecer la unidad de la Congregación en la pluralidad de sus expresiones: es muy importante, contra el «grave peligro de uniformizar monolíticamente las culturas», reconocer que la presencia mundial de nuestra realidad carismática «es un estímulo y una invitación para custodiar y para preservar la riqueza de muchas de las culturas en donde estáis inmersos sin buscar “homologarlas”» (del Mensaje del papa Francisco al CG 28)
INTERPRETAR
Para realizar un sano discernimiento de nuestra formación conviene reflexionar sobre la experiencia formativa vivida por Don Bosco. Él mismo relata los momentos principales en las Memorias del Oratorio, con muchas observaciones que nos permiten vislumbrar claramente su visión al respecto. Aquí nos detenemos, en particular, en una de las etapas formativas hacia la que Don Bosco mostró mayor aprecio, la del Convitto Eclesiástico. Don Bosco dice de esta institución: «Aquí se aprende a ser sacerdotes» (JUAN BOSCO, Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales, en Instituto Histórico Salesiano, Fuentes salesianas. Don Bosco y su obra, Editorial CCS, Madrid 2015, pág. 1112)
La formación del Convitto unía una sólida propuesta espiritual y cultural («meditación, lectura, dos conferencias diarias, lecciones de predicación, vida recogida, todas las comodidades para estudiar...») y el acompañamiento para encontrar en vivo «la malicia y miseria de los hombres» en los lugares de mayor pobreza. El punto fuerte que guiaba a los jóvenes sacerdotes a sintetizar oración y ministerio, reflexión y práctica pastoral era un grupo de formadores de altísimo perfil, entre los que destacaba don Cafasso. Don Bosco los encontraba en la cátedra cuando enseñaban, pero también los veía comprometidos, en primera persona, en las más variadas y difíciles formas de ministerio. Eran, para él y sus compañeros, maestros sólidos de doctrina, apóstoles emprendedores y verdaderos modelos de vida. Hoy hablaríamos de un equipo ejemplar y compacto que acompaña de manera integral a asumir la misión
Los años del Convitto fueron determinantes para la madurez apostólica de Don Bosco, y es bueno notar que fueron por elección propia, a la que no estaba obligado por ningún deber. Asumió este compromiso cuando ya era sacerdote y pudo meterse de inmediato en la actividad a tiempo completo. Pero siguiendo el consejo de don Cafasso, tomó otro camino, más exigente pero inmensamente más fructífero. Su ejemplo nos enseña que la formación no termina con el final de los estudios, con la profesión perpetua o con la ordenación sacerdotal, sino que sigue siendo un proceso abierto que debe cultivase con cuidado a lo largo de la vida. También nos recuerda que el verdadero apóstol no madura quemando etapas y que la inversión más fructífera para la misión es la de una buena formación
FORMACIÓN Y VOCACIÓN: UN ACOMPAÑAMIENTO A LA LUZ DEL CARISMA
En la vida consagrada, la formación no se reduce solo a un conjunto de técnicas y metodologías, sino que es una experiencia de fe que hunde sus raíces en el misterio mismo de la vocación. Dios Padre, que nos eligió antes de la creación del mundo, continúa actuando en nosotros con el poder de su Espíritu, para conformarnos cada vez más a Cristo. El objetivo del proceso formativo es, de hecho, llegar a tener en sí los sentimientos del Hijo, es decir, sentir, pensar y actuar en Él (cf. Flp 2,5)
Comprender la formación en el horizonte de la vocación nos ayuda a no verla como un deber impuesto desde el exterior –por las normas de la Iglesia o de la Congregación– sino como un don de la gracia que nos ayuda a hacer verdaderamente nuestra la «forma» de la vida consagrada salesiana, evitando que siga siendo una especie de hábito externo
La existencia de fracasos vocacionales nos recuerda lo delicado de este proceso y cómo la aceptación inicial de la llamada no nos protege automáticamente del riesgo de perder el rumbo o dar marcha atrás. En efecto, ¿qué son el clericalismo, el secularismo y el individualismo sino desviaciones de la energía vocacional, que extinguen su belleza y mortifican su crecimiento por ausencia de profundidad, falta de motivación o por poca generosidad? La vocación sin una formación adecuada se confunde, entonces, con una especie de «voluntariado de por vida» en el que no se entrega verdaderamente el corazón a Dios y a los jóvenes y no se acepta la conversión formativa que eso conlleva
Dado que la formación es una pedagogía de la gracia, nunca puede ser, ante todo, una cuestión de reglas y de normas. Sin duda estas son necesarias, porque preservan de errores e indican caminos consolidados, pero no son suficientes por sí mismas para crear las condiciones para una experiencia formativa auténtica. Por tanto, debemos tener cuidado de no dar soluciones, principalmente normativas, a un desafío que es, sobre todo, carismático y generativo. La formación es artesanía diaria, sabiduría práctica, calidad de testimonio, capacidad para leer situaciones y tocar corazones: cosas estas que ninguna ley puede garantizar y ningún manual vale para asegurar. Como nos recuerda el venerable don José Quadrio, extraordinario modelo de formador y de docente, estas cualidades son, ante todo, fruto de la docilidad interior al Espíritu que suscita en nuestra familia carismática verdaderos maestros de vida
Por tanto, todos los indicios de sabiduría práctica, que Don Bosco puso en acción en la educación, son válidos para nuestra propuesta formativa. El Sistema Preventivo debe redescubrirse cada vez más como el principio inspirador y el alma profunda de nuestro sistema formativo. Esto significa afirmar la primacía de la caridad teológica y de la confianza en todo legalismo y formalismo; transmitir los valores vocacionales a través de un auténtico espíritu de familia; involucrar activamente a los hermanos más jóvenes y hacerlos corresponsables de las opciones formativas. La pedagogía del Sistema Preventivo es, de hecho, una pedagogía de la confianza, que cree en los recursos de los jóvenes y los provoca a la generosidad del compromiso, sin mortificar jamás sus intuiciones ni cortar su creatividad. Así, en esta lógica, el artículo 99 de nuestras Constituciones afirma: «Todo Salesiano asume la responsabilidad de su propia formación». A través de la fidelidad a esta inspiración, la Congregación se muestra madre con cada hermano y le ayuda a madurar en su camino vocacional
FORMACIÓN Y MISIÓN: UN PROCESO UNITARIO
La naturaleza apostólica de nuestro carisma determina nuestra formación de manera decisiva. Como nos recuerda el papa Francisco, «es importante sostener que no se nos forma para la misión, sino que se nos forma en la misión desde donde gira toda nuestra vida, con sus opciones y sus prioridades. La formación inicial y la permanente no pueden ser una instancia previa, paralela o separada de la identidad y de la sensibilidad del discípulo» (del Mensaje del papa Francisco al CG 28). Estas palabras indican, muy claramente, que la formación y la misión están estrechamente entrelazadas y no pueden sostenerse la una sin la otra
Comprender la formación en el horizonte de la misión significa ante todo subrayar el Da mihi animas como energía profunda del proceso formativo. Si esta energía se extingue y ya no libera ardor por el bien de los chicos, la madurez vocacional se ve seriamente comprometida. Si, por el contrario, la pasión apostólica está viva, alimenta el crecimiento humano, el compromiso por el estudio, el cuidado de la vida espiritual, la madurez pastoral. El Da mihi animas es, de hecho, la forma en que Dios nos hace partícipes de su amor por el mundo
Don Bosco, dice nuevamente el Papa, «no solo no elije separarse del mundo para buscar la santidad, sino que se deja interpelar y elije cómo y qué mundo habitar». Asumir la misión como principio formativo requiere desarrollar la mirada del pastor y la valentía del profeta, que sabe estar con los jóvenes pobres y soñar con ellos y para ellos un mundo diferente. Por eso «la misión inter gentes es nuestra mejor escuela desde donde rezamos, reflexionamos, estudiamos, descansamos» (del Mensaje del papa Francisco al CG 28)
Para superar la brecha entre formación y misión es necesario, ante todo, salir de la mentalidad de delegación, que no pocas veces tiende a descargar, sobre las comunidades formadoras, la responsabilidad en este delicado ámbito. La transmisión del carisma, de hecho, no se da principalmente en comunidades expresamente estructuradas, sino en la frescura de la condivisión diaria del servicio a los jóvenes. La primera fuente de formación en la Congregación está en el tesoro de la vida generosa de los hermanos. Donde las comunidades son vivas en el servicio, sólidas en espiritualidad y capaces de reflexión; los itinerarios propuestos por las casas de formación son más incisivos, porque introducen una forma de vivir la salesianidad que los hermanos jóvenes encuentran en la realidad ordinaria de las casas. Esto explica la importancia que nuestra tradición siempre ha atribuido al tirocinio, que es una etapa formativa típicamente salesiana. Donde, en cambio, se confunde misión con trabajo y la formación permanente no se cuida en las comunidades, se empobrece todo el proceso formativo
Una mayor integración requiere, por tanto, «encontrar un estilo de formación capaz de asumir de manera estructural que la evangelización implica la participación plena y con plena ciudadanía de todo bautizado», haciendo de nuestras casas un «“laboratorio eclesial” capaz de reconocer, apreciar, estimular y alentar las diferentes llamadas y misiones en la Iglesia». Esto es lo que intentamos hacer implementando el modelo de la comunidad educativo-pastoral. Cómo este modelo pueda y deba afectar a la formación inicial es una pregunta que aún no encuentra respuestas claras. El Sínodo de los jóvenes habló, por ejemplo, de la importancia de crear equipos de formación diferenciados, que también incluyan figuras femeninas, en los que interactúen diferentes vocaciones (cf. Documento final del Sínodo, n. 163). El diálogo entre las comunidades inspectoriales y las casas de formación también puede favorecer una interacción más significativa con el camino de las comunidades educativo-pastorales y permitir a los formadores una mayor presencia junto a los hermanos jóvenes en las prácticas pastorales. Más que una solución estructural única, que no tomaría en cuenta la considerable diversidad de contextos, es necesario trabajar, por lo tanto, en una renovada proyectualidad formativa, en sentido misionero, que buscará su implementación más adecuada en cada ambiente
FORMACIÓN Y ESTRUCTURAS: UNA RENOVACIÓN NECESARIA
Uno de los riesgos de nuestro íter de formación, denunciado reiteradamente en la Congregación, es una cierta fragmentación entre las diferentes etapas. Sin duda, el paso de una fase a otra de la formación inicial ofrece la riqueza de nuevos estímulos y contribuye a ampliar horizontes, pero trae consigo el esfuerzo de tener que retomar el camino de acompañamiento varias veces. Este esfuerzo se vuelve más gravoso cuando la configuración de opciones formativas y los instrumentos, que se ofrecen para el acompañamiento, no están adecuadamente coordinadas
Esto hace evidente la necesidad de que en la Congregación se proceda a aclarar y, donde sea posible, simplificar las referencias institucionales y a determinar con mayor precisión las tareas y responsabilidades de las estructuras de coordinación entre las diferentes fases y entre los diferentes niveles de formación. De hecho, con demasiada frecuencia, decisiones importantes para los caminos formativos se ralentizan o quedan sin respuesta debido a las incertidumbres del sistema
En la Ratio y sus anexos no faltan preciosas indicaciones para el trabajo formativo, especialmente en lo que se refiere a los objetivos a alcanzar y a los criterios de admisión. Sin embargo, el aspecto de la metodología y de los instrumentos es más débil. Por tanto, es importante implementar el itinerario de revisión del acompañamiento formativo que se ha realizado en la Congregación y verificar sus resultados. La claridad y la condivisión sobre este tema son la primera condición para una formación más sólida y personalizada.
Todo proceso de crecimiento requiere condiciones estructurales que lo faciliten. En esta lógica, el deseo de promover un mejor acompañamiento debe traducirse en una generosa inversión de la Congregación en la captación y adecuada formación de formadores, que sepan trabajar en equipo, bajo la guía y responsabilidad del Director
No menos importante es la renovación dentro de nuestros centros de estudio, llamados a asumir, con determinación, las indicaciones de la constitución apostólica Veritatis gaudium. Ofrecen un servicio indispensable no solo a los hermanos jóvenes que los frecuentan, sino también a la solidez cultural de nuestras Inspectorías. Entre estos centros destaca, en particular, la Universidad Pontificia Salesiana, que constituye la voz cultural más autorizada de la Congregación en la Iglesia. La renovación que necesita requiere encontrar las razones que llevaron a su fundación hace ochenta años
Los centros de formación regionales ofrecen un valioso servicio a la formación permanente de los hermanos y están llamados, cada vez más, a hacerse cargo de la formación conjunta también con los seglares. Las Regiones, que todavía no los tienen, tendrán que encontrar las formas más adecuadas para garantizar este tipo de servicio
ELEGIR
Promovamos un compromiso renovado por el acompañamiento formativo de los hermanos a la luz del carisma.
Actitudes y mentalidades por convertir
Procesos por activar
Condiciones estructurales por garantizar
Nos comprometemos a superar la brecha entre formación y misión, favoreciendo una cultura renovada de la formación en la misión a todos los niveles
Actitudes y mentalidades por convertir
Procesos por activar
Condiciones estructurales por garantizar
Invertimos energías en la captación y en la formación de los formadores y afrontamos con valentía el replanteamiento de los referentes institucionales y de las estructuras formativas
Actitudes y mentalidades por convertir
Procesos por activar
Condiciones estructurales por garantizar
CON LOS SEGLARES EN LA MISIÓN Y EN LA FORMACIÓN
Durante la sesión estiva de 2020, el Consejo General trabajó sobre el tercer núcleo del CG 28, ya que no se había tenido en cuenta durante el Capítulo General debido por su interrupción forzada debido a la pandemia.
El Consejo General, a partir del “Instrumento de trabajo”, utilizó la misma metodología de discernimiento del CG 28 y trabajó de la misma manera que las comisiones capitulares. En la redacción del texto, se ha buscado mantener la misma forma del primer y del segundo núcleo, tal como fueron elaborados por el CG 28.
RECONOCER
Reconocemos que el CG 24 es, para todos, «un punto sin retorno» para la renovación de nuestra forma de vivir y trabajar juntos. Está en el centro del magisterio salesiano posconciliar y, al mismo tiempo, marca un regreso a los orígenes del carisma salesiano: Don Bosco, de hecho, involucró a muchos seglares, desde el principio, en su misión juvenil y popular
Reconocemos que se han dado muchos pasos hacia adelante en toda la Congregación, aunque con velocidades y formas diferentes: la implicación de toda la comunidad educativo-pastoral; la formación espiritual, pedagógica y pastoral de los seglares; la inclusión de los jóvenes en los equipos de animación; la encomienda de algunas obras a los seglares. Esta percepción de una creciente implicación mutua, de riqueza compartida, de fuerza de la ayuda conjunta y de la fecundidad del carisma, se está concretizando gradualmente, pasando de la perspectiva de involucrar a los seglares en la actividad educativo-pastoral a la de compartir nuestra espiritualidad con ellos.
Al mismo tiempo, reconocemos que aún quedan algunos esfuerzos, porque no siempre logramos que los seglares participen del espíritu y de la misión salesiana: muchas Inspectorías todavía tienen que pasar de la implicación utilitarista de los seglares a la estrategia de corresponsabilidad evangélica. A veces, también, nos encontramos con fenómenos de resistencia real: algunos religiosos se quejan del excesivo protagonismo de los seglares mientras que algunos seglares muestran motivaciones oportunistas en su oferta de colaboración. Además, para los seglares más implicados en la actividad educativo-pastoral, no es fácil conciliar las necesidades de la misión salesiana con la vida personal y familiar. Finalmente observamos, en algunas situaciones, una tendencia a la nivelación de los diferentes estados de la vida, tanto que algunos piensan que las personas consagradas ya no son necesarias para mantener vivo el carisma
Con mucha frecuencia las relaciones entre Salesianos y seglares se inspiran en estima, respeto, cordialidad y colaboración, sobre todo donde existe una clara identidad vocacional, una propuesta orgánica de formación y un camino compartido con los organismos e instrumentos debidos, como el consejo de la comunidad educativo-pastoral y el proyecto educativo-pastoral salesiano
La peculiar contribución de los seglares no siempre es aceptada y apreciada, teniendo en cuenta su identidad y su experiencia vocacional: se sabe lo que hacen, pero no se aprecia lo que son. Donde no hay claridad sobre sus respectivas identidades, hay una especie de «clericalización de los seglares» y «secularización de los consagrados». En este caso, la colaboración diaria, en lugar de resaltar la especificidad de cada uno, conduce a un aplanamiento de identidades. A veces, los seglares son simplemente clasificados y posicionados dentro de un modelo jerárquico y piramidal de «obra salesiana»
En los Salesianos, a veces, encontramos un cierto malestar en la gestión de obras complejas, que requieren capacidad de gestión, y una falta de preparación para los desafíos, que surgen del modelo pastoral de compartir con los seglares. Reconocemos que ante el cambio de época no podemos realmente «discernir» y, por lo tanto, corremos el riesgo de quedar atrapados en la lógica del mantenimiento pastoral que se basa en el «siempre se ha hecho así»
Observamos que existen diferentes tipologías de seglares: empleados, voluntarios, jóvenes adultos, cristianos católicos o de otras confesiones, practicantes o más distantes de la Iglesia. A veces con la misma palabra «seglares» (o «laicos»), que en el lenguaje eclesial indica bautizados (Christifideles laici), también nos referimos a personas que trabajan en nuestras obras, pero son de otras religiones. Para evitar confusiones o rigideces, es importante abordar seriamente las cuestiones teológicas y pastorales que subyacen a esta complejidad. De esta manera se podrá iluminar mejor la forma que la comunidad educativo-pastoral está llamada a asumir en contextos plurirreligiosos o secularizados
En estos años, han madurado buenas iniciativas de formación conjunta de Salesianos y seglares. En cuanto a los cursos de formación, existen excelentes propuestas a nivel local, inspectorial y regional. A veces hay una falta de sistematización en los itinerarios formativos, que luego se manifiesta en la debilidad de la planificación educativo-pastoral. En efecto, falta una formación más orgánica, que intente integrar todos los aspectos del carisma salesiano (espiritual, pedagógico, pastoral y profesional). Permanece abierto el tema de la formación de colaboradores de otras religiones y convicciones
En la vida cotidiana, la formación conjunta se realiza, principalmente, a través de los caminos de la comunidad educativo-pastoral, con sus organismos y sus procesos de animación, de discernimiento y de gobierno. La vida de la comunidad educativo-pastoral es uno de los espacios más eficaces para la formación conjunta entre Salesianos y seglares y es un excelente ejemplo de «formación en la misión».
Se nota una cierta resistencia, de algunos hermanos, a participar en la formación con los seglares y la dificultad de deponer una cierta actitud de presunta superioridad. Otra fuente de dificultad, para la formación conjunta, es el cansancio, el exceso de actividad y la acumulación de tareas y de roles. En algunos seglares hay poca conciencia de su papel en la Iglesia y, por tanto, poca disposición para asumir las responsabilidades formativas que se derivan de ello
En la Congregación existen, en este momento, diferentes formas de relación entre la comunidad religiosa y la obra salesiana: hay obras o sectores de obras confiadas conjuntamente a la comunidad salesiana y a los seglares; hay obras confiadas a los seglares, dentro de un proyecto inspectorial; también hay obras donde la animación pastoral, pero no la gestión, se confía a una comunidad salesiana cercana. También hay obras en las que el número de hermanos permite cubrir todos los roles de responsabilidad: en este caso, hay muchos colaboradores seglares con poca o ninguna responsabilidad; en este caso, las estructuras de animación de la comunidad educativo-pastoral son muy débiles o ausentes
Cuando se trata de una obra confiada conjuntamente a los Salesianos y a los seglares, no siempre se ha realizado lo que afirma el CG 24 en los nn. 149-159. Cuando se trata de un trabajo de gestión seglar bajo la dirección de la Inspectoría, en muchos casos las Inspectorías han hecho un gran esfuerzo de reflexión y creatividad para afrontar el desafío del acompañamiento
Si bien se reconocen aspectos positivos, también hay problemas de cierto peso: la dificultad de los Salesianos para garantizar un acompañamiento sistemático; el esfuerzo de los seglares en compaginar los compromisos que exigen estas obras con las exigencias de la vida familiar; las dificultades relacionadas con el recambio de los seglares; la ausencia de criterios e instrumentos de control; la necesidad de iniciar prácticas de evaluación de gestión; la necesidad de encontrar un marco legal adecuado; la necesidad de un cambio en la cultura formativa, en ambos lados, para prepararse mejor a la gestión de estas nuevas realidades. Incluso hay situaciones en las que el papel, las habilidades y las funciones de los Salesianos y de los seglares, con responsabilidad en las casas, no están claros ni bien definidos
La encomienda de una obra o sector de obra íntegramente a los seglares queda dentro del proyecto y de la responsabilidad de la Inspectoría. Hay situaciones en las que la Inspectoría confía a un ente jurídico (fundación, asociación, cooperativa, sociedad) una actividad, un obra o sectores de esta y el uso de sus propiedades. En este caso, no siempre se estipula una convención que rija las relaciones jurídicas y económicas
INTERPRETAR
Los elementos fundamentales para profundizar en la teoría y la práctica de la comunión y para compartir el espíritu y la misión de Don Bosco se recogen en el texto del CG 24, que sigue siendo una referencia imprescindible en este campo
Desde el punto de vista inspirador, algunos preciosos párrafos demuestran que, a lo largo de su recorrido existencial, nuestro Fundador se preocupó de involucrar al mayor número posible de colaboradores en su proyecto operativo, dando lugar a «un vasto movimiento de personas que, de diferentes formas, trabajan por la salvación de la juventud» (Const. 5): de sus amigos íntimos a los compañeros de estudio, de Mamá Margarita a los que daban trabajo, de la buena gente del pueblo a los teólogos, de los nobles a los políticos de la época (cf. CG 24, 69-86)
Nacimos y crecimos históricamente en comunión con los seglares y ellos con nosotros. En particular, debemos subrayar la importancia que los jóvenes han tenido en el desarrollo del carisma y de la misión salesiana: ¡Don Bosco encontró a sus primeros colaboradores en los jóvenes, que, en cierto sentido se convirtieron en co-fundadores de la Congregación!
En este constante dinamismo orientado a la búsqueda de la comunión, del compartir y de la corresponsabilidad, encontramos todavía hoy uno de los rasgos calificantes de nuestra llamada a trabajar por el advenimiento del Reino de Dios en el mundo.
IGLESIA SINODAL PARA LA MISIÓN Y ESPECIFICIDAD DE LAS VOCACIONES
Muchas de las resistencias a asumir seriamente la condivisión del espíritu y de la misión salesiana tienen su origen en la débil recepción de los dos grandes pilares eclesiológicos del Concilio Vaticano II: la realidad de la Iglesia como Pueblo de Dios en camino en la historia y la consiguiente eclesiología de comunión, que exalta la reciprocidad y complementariedad de las diferentes vocaciones en la Iglesia
Partiendo de esta perspectiva, es evidente que la participación de los seglares al carisma y a la misión salesiana no es una concesión generosa que les hagan los consagrados salesianos, ni una estrategia de supervivencia. San Pablo enseña, con claridad, que los carismas son dones que el Espíritu distribuye para el bien común (1 Cor 12); no son prerrogativa de un determinado estado de vida, sino que enriquecen la vida de la Iglesia en la diversidad y complementariedad de sus vocaciones
Convencidos de que no hay dignidad más alta que la que nos ha sido conferida con el bautismo, por lo que «cada bautizado es sujeto activo de evangelización» y que «sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea solo receptivo de sus acciones» (Evangelii gaudium, 120), nos sentimos llamados –Salesianos, miembros de la Familia Salesiana, seglares y jóvenes– a vivir, cada uno en su especificidad, su propia vocación en vista de la edificación mutua. Donde este enfoque eclesiológico es acogido con gozo y desarrollado con convicción, los resultados son claramente visibles: la comunidad educativo-pastoral florece y se convierte en una experiencia de Iglesia que vive la comunión y la misión de manera atrayente y fecunda
El redescubrimiento de la forma sinodal de la Iglesia fue uno de los puntos calificantes del reciente Sínodo sobre los jóvenes: «El fruto de este Sínodo, la decisión que el Espíritu nos ha inspirado a través de la escucha y el discernimiento, es el de caminar con los jóvenes, yendo hacia todos para testimoniar el amor de Dios. Podemos describir este proceso hablando de sinodalidad para la misión, es decir, sinodalidad misionera» (Documento final del Sínodo, 118). Los jóvenes, más que pedirnos que hagamos algo por ellos, ¡nos han invitado a caminar con ellos!
El papa Francisco es aún más radical cuando declara que «el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio» (cf. Discurso para la conmemoración del 50 aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, 17 de octubre de 2015). En coherencia con estas afirmaciones, la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, todavía en preparación y que tendrá lugar en octubre de 2022, tendrá como tema la sinodalidad: «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación, misión».
Estas palabras no pueden dejar indiferentes a nuestros ambientes salesianos. Requieren, más bien, la conversión del corazón y de la mente, unidos en una renovada disponibilidad para el cambio de las prácticas. Precisamente la pastoral juvenil –que «solo puede ser sinodal» (Christus vivit, 206)– debe avanzar sin demora en esta dirección, abriendo nuevas vías en beneficio de todos. Cada vez es más claro que solo hombres y mujeres de comunión construirán el espíritu de familia y compartirán la misión
Una buena identificación con la propia vocación y un conocimiento adecuado de la vocación de los otros son fundamentales para no reducir la misión compartida a colaboración ejecutiva. Los Salesianos que viven, con gozo y frescura, su llamada específica, son capaces de una presencia animadora incisiva y fraterna y saben ofrecer a los seglares apoyo afectivo y efectivo en las dificultades que afrontan. Los seglares que asumen con convicción su llamada bautismal al testimonio del Evangelio están libres del complejo de ser relegados a la pastoral de segundo grado. Juntos nos convertimos en un «laboratorio eclesial» y un signo profético de comunión para la Iglesia y la sociedad
A veces los jóvenes comprenden mejor el testimonio de los seglares, porque es menos evidente y se supone que no hablan y actúan por lógica de pertenencia. Su vocación, situándolos en el corazón del mundo, los hace, a veces, más aptos para responder a las nuevas demandas culturales de los jóvenes. Porque los seglares hablan un lenguaje más adecuado a las situaciones cotidianas de la vida y, a menudo, poseen especificidades profesionales que los hacen preciosos en la misión
El cambio de rol de la comunidad religiosa dependerá de varios factores, pero, entre ellos, cobrarán cada vez más relevancia: la disponibilidad de releerse a sí mismo respecto a la opción carismática de fondo; la disposición de poner en cuestión el rol de gestor y responsable único de la obra frente a la corresponsabilidad con los seglares; la capacidad de releer el significado de la propia presencia dentro del contexto en el que se encuentra
GESTIÓN DE LA OBRA, VIDA DE LA COMUNITARIA Y NÚCLEO ANIMADOR
Hoy, la Congregación reconoce solo dos modalidades de relación entre la comunidad salesiana y la obra. La primera y más importante, que debe considerarse la norma de referencia, está formada conjuntamente por la comunidad salesiana y los seglares; la segunda se refiere a «actividades y trabajos gestionados por los seglares dentro del proyecto inspectorial salesiano» (cf. CG 24, nn. 180-182)
Creemos que ya no existe el modelo –que antes del Concilio Vaticano II podía considerarse válido– que prevé la animación de la obra únicamente por parte de los Salesianos. Reiteramos firmemente que la misión salesiana es estructuralmente comunitaria y está encomendada a una comunidad educativo-pastoral y a su núcleo animador, que estará compuesto por Salesianos y seglares, en modos y proporción diferentes y complementarias: la misión que Don Bosco nos ha encomendado ¡no es nunca una acción individual o autorreferencial!
En cada uno de estos dos modelos es central el «núcleo animador» o «consejo de la comunidad educativo-pastoral», que debe ser considerado como el motor y el corazón de toda la comunidad educativo-pastoral, porque de su cualificación y de su correcto funcionamiento depende el buen funcionamiento de la obra. Es un precioso órgano de animación y la clave para la vida de la obra: se trata de «un grupo de personas que se identifica con la misión, el sistema educativo y la espiritualidad salesiana y asumen conjuntamente la tarea de convocar, motivar, implicar a todos los que estén interesados en una obra, para formar con ellos la comunidad educativa con ellos y realizar un proyecto de evangelización y educación de los jóvenes» (cf. J.E. Vecchi en ACG 363, p. 8-9; Cuadro de referencia de la pastoral juvenil salesiana, V, 1,3; Animación y gobierno de la comunidad, nn. 121-122)
En las obras confiadas a la comunidad religiosa y a los seglares, la comunidad es parte significativa del núcleo animador y punto de referencia carismático: «Este nivel de compartir el espíritu y la misión de Don Bosco con los seglares marca una nueva etapa en el desarrollo de nuestro carisma. Por esto se ve la necesidad de que la comunidad tome conciencia y asuma plenamente su rol, relativamente nuevo, en la comunidad educativo-pastoral. [...] Esto supone un cambio radical, pasar de una estructura piramidal de autoridad a un estilo más participativo, en el que las relaciones y los procesos personales son prioritarios» (Animación y gobierno de la comunidad, n. 124)
La forma concreta de la relación de la comunidad religiosa con la obra en su conjunto no puede reducirse a un solo modelo (cf. CG 26, n. 120). Por eso es necesario tener en cuenta algunos factores determinantes: los diferentes niveles de pertenencia y de compartir el espíritu y la misión salesiana; los diferentes grados en que se realiza la corresponsabilidad; la tipología de la obra; la naturaleza voluntaria o contractual de la presencia de los seglares. Finalmente, debe recordarse que «la relación entre comunidad y obra salesiana, así como la modalidad de la autoridad correspondiente al Director, es definida en el PEPS inspectorial y local» (Animación y gobierno de la comunidad, No. 125)
Hace veinticuatro años, el CG 24 situó este segundo tipo de obra entre «algunas situaciones nuevas» (cf. CG 24, capítulo III). Hoy podemos afirmar que esas novedades han entrado a formar parte del patrimonio ordinario de la Congregación a nivel mundial, aunque con proporciones, formas y modalidades muy diferentes entre las Regiones y las Inspectorías
Es importante reafirmar las dos condiciones esenciales para confiar una obra a los seglares: en primer lugar, hay que conocer los criterios de identidad, comunión y significatividad salesiana; en segundo lugar, debe garantizarse el acompañamiento constante y cualificado de Inspector y de su Consejo (cf. CG 24, nn. 180-182; Cuadro de referencia de la pastoral juvenil salesiana, VIII, 2.2; Animación y gobierno de la comunidad, 126)
Estas condiciones deben examinarse, cuidadosamente, en el contexto del discernimiento y la encomienda de la obra a los seglares. Son necesarias una elección carismática y una formación adecuada, especialmente para los que ocupan altos cargos, así como una remuneración y unas condiciones laborales justas y equitativas. Por último, no hay que olvidar que, este camino emprendido con los seglares, además de estar acompañado, debe ser constantemente verificado
FORMACIÓN CONJUNTA PARA LA MISIÓN
Compartir el espíritu salesiano y el crecimiento en la corresponsabilidad requieren compartir algunos itinerarios y experiencias formativas orientadas a la espiritualidad y la misión, evidentemente sin descuidar caminos formativos específicos para Salesianos y seglares consagrados. La formación conjunta en la misión compartida es una prioridad absoluta y debe dirigirse, sobre todo, a los miembros del núcleo animador (cf. Animación y gobierno de la comunidad, nn. 106.122). Nuestros colaboradores seglares necesitan experimentar y conocer de cerca a Don Bosco y reflexionar sobre cuanto se vive en nuestras obras
Es tarea de la Inspectoría y de la Región ofrecer itinerarios formativos adecuados para Salesianos y seglares. La Inspectoría está llamada a desarrollar un proyecto de formación conjunta a nivel inspectorial y el acompañamiento de procesos a nivel local, asegurando los recursos adecuados de personal y medios. A nivel local, uno de los primeros objetivos que persigue el director salesiano junto con el Consejo de la comunidad salesiana y el núcleo animador de la comunidad educativo-pastoral es el desarrollo de un proyecto formativo, que asegure una atención específica al tema
La experiencia confirma que es muy positivo encomendar a equipos mixtos, formados por Salesianos y seglares, la organización de las diversas iniciativas formativas: los Salesianos ofrecen la sabiduría adquirida en la formación, la asistencia y la espiritualidad; a su vez, los seglares ofrecen, además de sus competencias específicas, los frutos del contacto con el mundo de las profesiones, una mayor atención a la vida familiar, un estilo de sencillez y amistad en su relación con las mujeres y el sentido evangélico de la vida cotidiana
Finalmente, es bueno recordar que la formación no se da solo a través de cursos académicos, sino, sobre todo, a partir de la experiencia del vivir y trabajar juntos, porque «el primer y mejor modo de formarse y formar en el compartir y en la corresponsabilidad es el buen funcionamiento de la comunidad educativo-pastoral» (CG 24, n. 43)
«Es importante sostener que no se nos forma para la misión, sino que se nos forma en la misión desde donde gira toda nuestra vida, con sus opciones y sus prioridades. La formación inicial y la permanente no pueden ser una instancia previa, paralela o separada de la identidad y de la sensibilidad del discípulo. La misión inter gentes es nuestra mejor escuela desde donde rezamos, reflexionamos, estudiamos, descansamos. Cuando nos aislamos o alejamos del pueblo que estamos llamados a servir, nuestra identidad como consagrados comienza a desfigurarse y a convertirse en caricatura». Estas fuertes afirmaciones del papa Francisco en su Mensaje al CG 28 nos dicen la importancia de un cambio radical de perspectiva en la formación de todos los hermanos, y en particular de los que viven la formación inicial: ¡debemos aprender, cada vez más, a reflexionar críticamente sobre la experiencia pastoral que vivimos entre los jóvenes!
La formación en y para la misión compartida debe tocar también la formación inicial de los Salesianos, no solo como tema de estudio, sino también a través de experiencias pastorales semanales y estivas. La experiencia de trabajar con y bajo la dirección de seglares durante el tirocinio, así como la participación en el consejo de la comunidad educativo-pastoral, son momentos preciosos de formación, especialmente si están bien acompañados por los miembros del núcleo animador, tanto seglares como Salesianos
En contextos secularizados y multirreligiosos, nuestro compromiso educativo es compartido por personas de diferentes religiones y convicciones. Muchas de ellas están también en el núcleo animador de la comunidad educativo-pastoral. Su formación es un desafío delicado, que requiere sabiduría, valentía y creatividad. La doctrina de la Iglesia enseña que la revelación de Dios en Cristo, si bien sobrepasa de manera sorprendente la sabiduría humana y la experiencia de otras tradiciones religiosas, lleva a la plenitud las semillas de verdad que contienen e invita de muchas maneras al diálogo interreligioso. Por esto, es posible identificar valores comunes que sienten las bases de una formación diferenciada, inculturada y contextualizada sin comprometer la originalidad de la fe cristiana
El CG 24 ya había dedicado una rica reflexión sobre este tema (cf. CG 24, n. 113,183-186), identificando dos elementos fundamentales que constituyen la base para colaborar con personas de otras tradiciones y convicciones: en primer lugar, compartir el Sistema. Preventivo (en sus valores humanos y seculares con los que no creen en Dios; en los valores religiosos, con los que aceptan a Dios o lo Trascendente; en el Evangelio de Cristo, con los cristianos de otras iglesias y comunidades eclesiales); en segundo lugar, la apertura a la búsqueda de Dios, por parte de quienes no profesan una fe (cf. CG24, n. 185.100). Dado que «la misión de los jóvenes nos lleva a una educación que es, al mismo tiempo, evangelización», el CG 24 también reconoció que las posiciones hostiles a la Iglesia católica, que se encuentran en algunas ideologías, sectas o movimientos, en cambio, son incompatibles con nuestra misión (cf. CG 24, n. 185)
Tras la experiencia de estos decenios, sería útil verificar la implementación de estos criterios y los resultados concretos que se derivan de ellos en materia de educación y evangelización, para resaltar las buenas prácticas a potenciar y los riesgos a evitar. Ciertamente, la condición fundamental es la presencia constante de Salesianos y, en la medida de lo posible, seglares cristianos que viven con gozo y autenticidad su identidad vocacional (CG 24, nn. 183-185; Animación y gobierno de la comunidad, n. 135), sin esconder lo que constituye el corazón y la motivación de fondo de su vida. Es igualmente importante el clima de respeto, paciencia, acogida y amistad, que evita tanto la imposición de valores y convicciones como el miedo a tocar temas que califiquen nuestra identidad
Estamos convencidos de poder compartir, con todos los hombres de buena voluntad que deseen participar en la misión salesiana, la bondad paternal de Don Bosco, la sensatez inherente a su sistema educativo y la confianza en los recursos de los jóvenes, la elección privilegiada de los más pobres y el compromiso por una cultura de la acogida que no conoce límites de raza, color, nación, cultura y religión
ELEGIR
Asumimos, con decisión, la misión compartida entre Salesianos y seglares, valorando la reciprocidad de las vocaciones.
Actitudes y mentalidades por convertir
Procesos por activar
Condiciones estructurales por garantizar
Aseguramos espacios y tiempos de formación conjunta y de convivencia entre Salesianos y seglares para un mejor servicio educativo y pastoral a los jóvenes.
Actitudes y mentalidades por convertir
Procesos por activar
Condiciones estructurales por garantizar
MODIFICACIONES DE LAS CONSTITUCIONES[1]
El Rector Mayor es elegido por el Capítulo General para un período de seis años, y puede ser elegido solamente para un segundo sexenio. No puede renunciar a su cargo sin el consentimiento de la Sede Apostólica.
El Vicario del Rector Mayor permanece en el cargo seis años y puede ser elegido solamente, para el mismo cargo, para un segundo sexenio.
Al final del primer sexenio, el Vicario del Rector Mayor puede ser elegido Consejero General o Rector Mayor.
Al final del segundo sexenio, puede ser elegido solamente Rector Mayor.
Los Consejeros Generales permanecen en el cargo seis años. Pueden ser elegidos para el mismo cargo o para otro cargo, como Consejeros Generales, solo para un segundo sexenio.
Al final del primer o del segundo sexenio, los Consejeros Generales pueden ser elegidos Vicario del Rector Mayor o Rector Mayor.
MODIFICACIONES DE LOS REGLAMENTOS
Los Consejeros Regionales están en contacto con cada una de las Inspectorías: deben visitarlas periódicamente, reuniendo a los Consejos inspectoriales. De acuerdo con los Inspectores, pueden reunirse con los directores y otros grupos de hermanos y seglares con objeto de sugerir lo que consideren más oportuno para el bien de la Congregación y para un mejor servicio de la Inspectoría y de la Iglesia particular.
Tienen, al menos, una reunión anual con todos los Inspectores de la Región y mantienen conexiones con los organismos de la Región, las comunidades formadoras y las Conferencias inspectoriales.
El procedimiento de elección se lleva a cabo mediante el sistema informático (intranet). Para ello, está a disposición de todos los capitulares el acceso a la ficha de datos personales de cada uno de los socios que pueden ser elegidos. Los capitulares emiten su voto seleccionando el apellido del socio para el que deseen expresar la preferencia.
En caso de un mal funcionamiento técnico del sistema, se recurrirá al procedimiento de elección mediante papeleta.
Los escrutadores verificarán que el número de votos corresponda al de los electores. Si el número de votos supera al de electores, la votación es nula; pero si es igual o inferior, se hará el escrutinio. Los secretarios escribirán los nombres, en el acta, que irá leyendo un escrutador.
DELIBERACIÓN
El Rector Mayor y el Consejo General, al comienzo del sexenio, prevean los tiempos y los modos para llevar a cabo las Visitas Extraordinarias en cada Región, valorando las posibilidades que ofrece el art. 104 de los Reglamentos generales, para garantizar, en cada caso,
[1] Las modificaciones siguientes a los artículos de las Constituciones han sido presentadas al Santo Padre para la aprobación, mediante la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Han sido aprobadas por el Santo Padre con fecha de 7 de marzo de 2020 (Prot. n. T. 9-1/2002).