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Carta del Consejero para las Misiones a los Salesianos ancianos y enfermos

Roma, 11 de noviembre de 2019

Queridísimos hermanos,

Un saludo de amigo y hermano a cada uno de vosotros. Que nuestro fuerte vínculo de afecto y de oración de unos y otros siga alegrándonos y dándonos seguridad en este camino vocacional y misionero que todos juntos estamos recorriendo. Al enviaros mi saludo en este día de hoy, se hace aún más fuerte la comunión en la oración y en la misión que la Congregación tiene con los hermanos enfermos o ancianos que viven en los diversos continentes, muy particularmente los que se encuentran en las enfermerías y casas de salud de la Congregación.

Comienzo a escribir esta carta en Shillong, en el noreste de la India, y os la puedo enviar desde Dilli, capital de Timor Leste. Lo que yo puedo hacer a través de fatigosas jornadas de viaje, yendo de norte a sur y de este a oeste, vosotros lográis hacerlo mucho mejor que yo, a veces sin salir de vuestras habitaciones, pero eso sí, uniendo los diferentes puntos del globo terrestre con vuestra oración y con vuestro ofrecimiento silencioso. De verdad, ¡gracias y mis mejores deseos a todos!

Hoy es el 11 de noviembre y recordamos, con todo nuestro reconocimiento y admiración, aquel intuitivo y luminoso primer envío misionero salesiano de 1875. Conservo todavía en mi corazón la bellísima celebración de la 150 Expedición Misionera presidida por el Rector Mayor hace tan solo unas semanas en Valdocco. Esta Expedición – celebrada a las puertas del Mes Extraordinario señalado por el Papa Francisco para el mes de octubre apenas transcurrido – ha sido también extraordinaria y maravillosamente sostenida por vuestras oraciones y por el ofrecimiento personal de vuestra vida, día a día y silenciosamente. De todo corazón, y también en nombre del Rector Mayor, ¡un vigoroso y muy sentido GRACIAS!

Los treinta y seis nuevos misioneros, la mayoría jóvenes hermanos en su trienio práctico, han sido no solamente fruto de la llamada misionera extraordinaria hecha por el Sucesor de Don Bosco, sino también un fruto fecundo de vuestras oraciones constantes por las misiones y por los misioneros. Os ruego y os exhorto: que este grito orante no se apague, para que nuestra querida Sociedad de San Francisco de Sales siga siempre y por encima de todo, misionera, como nuestro Padre la soñó, la quiso y la fundó.

Estos nuevos y jóvenes misioneros de la 150° Expedición están ya poco a poco llegando a sus respectivos destinos. Seguid pues rezando para que las dificultades propias de la emigración, así como también su esfuerzo por el aprendizaje de nuevas lenguas, la adaptación a climas diferentes y a nuevas culturas no hagan disminuir, sino más bien que les permitan ayudar a aumentar su pasión apostólica salesiana.

De hecho, el Papa Benedicto XV, al escribir la Carta Apostólica Maximum Illud hace cien años (el 30 de noviembre de 1919), quería reencender el fuego misionero en toda la Iglesia y sugería algunos pasos de este camino. Fuego y camino son dos palabras clave para comprender esta Carta Apostólica y también la intención del Papa Francisco en este mes misionero extraordinario, que conmemora este centenario. Con vuestro ofrecimiento diario, también aquellos entre vosotros que ya no pueden moverse demasiado, contribuyen, de verdad, a hacer de manera que este fuego siga ardiendo en cada rincón de la Congregación siempre en incesante camino.

Un profundo dolor y una lacerante prueba han sido los dos martirios acaecidos durante el primer semestre de este año 2019. Dos misioneros españoles, de la misma Inspectoría de África Francófona Occidental (AFO), asesinados en el mismo país, Burkina Faso, que es una de las ocho naciones que forman dicha Inspectoría: don César Fernández (72 años) asesinado el 15 de febrero en la cercanía de la frontera con Togo, y don Fernando Hernández (60 años), en nuestra comunidad de Bobo Dioulasso, asesinado en el refectorio mismo donde comían los hermanos.

El Rector Mayor escribió para cada una de las dos ocasiones, una carta ad hoc dirigida a toda la Congregación en el mundo. En la del 16 de febrero se decía:

“Os invito también a que pidamos al Padre que ayude a esta su Humanidad a poner fin a la escalada de violencia que no hace otra cosa que causar el mal. Quiera el Buen Dios que su sangre, derramada en tierra africana, sea simiente de cristianos, seguidores fieles de Jesús y de jóvenes vocaciones al servicio del Reino.

Hermanos, sigamos más unidos que nunca en el servicio al Pueblo de Dios y de los jóvenes más necesitados. El mal no puede jamás tener la última palabra. La Resurrección del Señor nos lo ha demostrado y sigue siendo verdad, incluso en momentos de dolor, que el Señor transforma todas las cosas”.

Que estos pensamientos del Rector Mayor, queridísimos hermanos, invadan vuestras largas y generosas horas de oración y de contemplación. Sigamos orando por el eterno descanso de estos nuevos mártires salesianos, por la fecundidad vocacional y misionera de su sangre. No pidamos que el Señor nos envíe más mártires. ¡Absolutamente no! Sino tal vez para que todos los salesianos del mundo vivan a diario “en estado de martirio”, sobre todo prontos para “dar razón de su esperanza”, a irradiar su fe aun cuando esta predicación debiera verse matizada con el rojo de la propia sangre.

Que estos dos mártires nos ayuden de verdad a acercarnos más y más a las respuestas más adecuadas a la demanda crucial del próximo Capítulo General 28: “qué tipo de Salesiano…?” Podríamos decir, un Salesiano que viva permanentemente en estado de martirio.

¡Confío en vuestras oraciones y en vuestra bendición! Espero y deseo poder venir a veros lo antes posible cuando el Buen Dios me lo permita.

Afmo. en don Bosco Santo

 

Don Guillermo Basañes

Consejero para las Misiones