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Cuadro de Referencia PJ 2014 texto

La Pastoral Juvenil Salesiana - Cuadro de Referencia

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La Pastoral Juvenil Salesiana - Cuadro de Referencia

Dicasterio para la Pastoral Juvenil Salesiana

Han colaborado en el trabajo preparatorio:

Con Don Fabio Attard, SDB Consejero para la Pastoral Juvenil

Andrea Bozzolo - Antonino Romano - Antonio Jiménez - Centro Nacional Salesiano Pastoral Juvenil (España) - Centro Salesiano Pastorale Giovanile (Italia) - Chris Ford - David O’Malley - Dominic Sequeira - Equipo del Teologado Don Bosco (Guatemala) - Gianantonio Bonato - Instituto para la Pastoral Juvenil (Alemania) - Joe Arimpoor - José Antonio Vega - José Miguel Núñez - Joseph Gevaert - Marek Chrzan - Don Bosco Center (Filipinas) - Osvaldo Gorzegno - Pier Fausto Frisoli - Riccardo Tonelli - Ronaldo Zacharias - Rossano Sala - Savio Hon Tai Fai - Thomas Menamparambil.

Han colaborado en la redacción del documento:

Alberto Martelli - Carlo Loots - Charles Maria Antonysamy - Chiara Bambozzi – Erino Leoni - Fernando García - Francesca Ciolfi - Francisco Santos - Francesco Cereda - Gianni Filippin – Giovanni Doff Sotta - Gregoire Kifuayi Nzilimpiem - Javier Valiente - José Francisco M. Zazo - José Luis Aguirre - José Luis Plascencia - Koldo Gutiérrez - Marcello Baek - Mario Olmos - Marta Cesteros - Miguel Ángel Álvarez - Miguel Ángel García - Pier Fausto Frisoli - Rafael Borges - Robert Simon David - Samuel Segura - Santiago Domínguez - Santiago G. Mourelo - Sergio Castellini - Tarcizio Moráis.

Diseño gráfico: Artia Comunicación Ilustraciones: Javier Carabaño

Traducción: Juan Antonio Romo, José Antonio Hernández, Marta Cesteros y Miguel Ángel García

Propiedad reservada al Dicasterio de Pastoral Juvenil, SDB Tercera edición 2014

Edición extra comercial

Direzione Generale Opere Don Bosco

Via della Pisana, 1111

Casella Postale 18333

00163 Roma Aurelio

Tipografia «Grafisur S.L.» • D. L.: M-5659-2014

Presentación

El Concilio Vaticano II ha sido un acontecimiento de gran importancia en la vida de la Iglesia. Ha dado inicio a un largo proceso de reflexión, que se ha reavivado a partir de las fuentes de las grandes Constituciones Conciliares: la Iglesia, como comunidad de creyentes, encuentra en la Palabra y en la vida sacramental-litúrgica, especialmente en la Eucaristía, la fuerza para ser signo de esperanza y gozo para el mundo. El camino sinodal, con sus exhortaciones apostólicas, ha seguido nutriendo y sosteniendo este proceso. Las exhortaciones apostólicas Evangelii Nuntiandi y Catechesi Tradendae, junto a la Encíclica Redemptoris Missio y el Directorio Catequístico General, han dado un posterior vigor a la misión evangelizadora de la Iglesia.

A partir del inmediato posconcilio, la Congregación se ha comprometido profundamente a leer los signos de los tiempos y a responder con generosidad y creatividad pastoral a las nuevas necesidades y a las nuevas urgencias. Repensando la propia misión, la Congregación ha ofrecido en estos decenios una reflexión actualizada sobre el Sistema Preventivo de Don Bosco. Asimismo, ha realizado una reflexión sobre la Comunidad salesiana, objeto y sujeto de la evangelización. Se ha dado una especial atención a la Comunidad Educativo-Pastoral, con una clara visión del Proyecto Educativo-Pastoral Salesiano, un proyecto que define la identidad evangelizadora y educativa de todo tipo de presencia salesiana.

La Congregación se ha comprometido, también, en dar respuestas a la pre¬gunta sobre el sentido y a la búsqueda espiritual mediante la propuesta de la Espiritualidad Juvenil Salesiana, vivida por un amplio movimiento de personas.

En estos decenios, el Dicasterio para la Pastoral Juvenil ha acompañado a las Inspectorías con una animación sistemática y continua; un compromiso que tenía como objetivo reforzar el conocimiento y la aplicación del modelo pastoral de la Congregación que encuentra sus raíces en nuestras Constituciones (31-39).

En este camino de animación, el Dicasterio ha encontrado un apoyo sólido y claro en el magisterio de los Rectores Mayores que, de una manera

ininterrumpida y clara, han ofrecido su reflexión y han guiado con sabiduría este proceso de evangelización y educación.

En el campo pastoral, debemos fortalecer este esfuerzo de asimilación, esclarecimiento y puesta en marcha, para que crezca todavía más. Se nota un profundo deseo, por parte de todos los agentes de pastoral, de responder con las mejores fuerzas a las preguntas de los jóvenes.

Se debe observar que la presente edición del «Cuadro de Referencia» está en continuidad con las ediciones precedentes. Se ha enriquecido con la reflexión que la Iglesia ha madurado en estos últimos años. La presente edición es fruto de un camino que comenzó en las comunidades y se ha enriquecido dentro de cada Inspectoría.

Tenemos aquí una rica visión de conjunto del patrimonio pastoral salesiano, iluminada por el magisterio de la Iglesia, en respuesta a los desafíos modernos. Es una síntesis orgánica que tiene siempre presente una lectura empática de la historia de los jóvenes y que encuentra su fuente en Cristo: una síntesis que es cada vez más consciente de su patrimonio carismático y de su identidad pastoral. Un manual que la CEP asume como don y responsabilidad. Por eso lo traduce en un PEPS, que da a cada ambiente y a cada obra una propuesta clara de evangelización y educación y que ofrece las pautas de un proyecto común para una propuesta salesiana actual.

El «Cuadro de Referencia» es un instrumento ofrecido por el Dicasterio para la Pastoral Juvenil con el propósito de iluminar y orientar el camino pastoral de cada CEP inspectorial y local; para guiar la acción pastoral de cada delegado inspectorial y local de Pastoral Juvenil y de sus equipos; para contribuir a la formación de todos los que son responsables de la misión salesiana (salesianos, educadores y educadoras).

Fabio Attard

Consejero General para la Pastoral Juvenil Roma, 8 de diciembre de 2013

Premisa a

la tercera edición

El Capítulo General 26 de los Salesianos(2008),en una de sus deliberaciones, pidió al Rector Mayor que “considerara, por medio de los Dicasterios competentes, la profundización de la relación entre evangelización y educación, para actualizar el Sistema Preventivo y adecuar el cuadro de referencia de la pastoral juvenil a las cambiantes condiciones culturales” (CG26, 45).

Inmediatamente después del CG26, el Dicasterio para la Pastoral Juvenil comenzó un proceso de consultas para alcanzar este propósito. Inicialmente, se preguntó a todos los Centros de Estudio de la Congregación, a los Centros Nacionales de Pastoral Juvenil, a los Centros de Formación Permanente y a salesianos expertos en la materia. Sus aportaciones han servido como base para elaborar un instrumento de reflexión destinado a todas las comunidades de la Congregación. De este ejercicio comunitario, el Dicasterio ha recibido de cada Inspectoría una relación del proceso vivido. La diversidad de los temas y de las sensibilidades en estas relaciones, que provenían de todas las partes de la Congregación, ha sido objeto de estudio por parte de un equipo que ha elaborado la presente edición. Dicho grupo de trabajo ha facilitado la unidad orgánica de los diversos elementos constitutivos de la Pastoral Juvenil Salesiana.

En orden a su finalidad orientadora y como instrumento de formación, el texto se coloca en continuidad con cuanto se ha afirmado en las precedentes ediciones y, al mismo tiempo, recoge las nuevas exigencias educativo-pastorales y los desafíos culturales y eclesiales de hoy.

La publicación de una nueva edición es la ocasión para reafirmar la centralidad de los jóvenes, en especial los más necesitados, en el corazón de la Pastoral Juvenil Salesiana. De hecho, el texto recuerda en las primeras páginas (capítulo I) esta opción carismática: la óptica que aquí hemos escogido es la que nos muestra cómo la Congregación Salesiana comprende o, mejor aún, siente, desde los tiempos de Don Bosco hasta hoy, su compromiso en relación con los jóvenes.

La estructura y los contenidos fundamentales de la 2.ª edición (2000) han sido enriquecidos y desarrollados por una reflexión teológica, espiritual y carismática más amplia (capítulos II y III). Además, se presta una atención especial a la diversidad de los contextos en los que está presente la Congregación, transformados desde hace tiempo en pluriculturales y pluriconfesionales.

En el capítulo III se pone especial atención en dos aspectos particulares: por una parte, la comprensión de la relación evangelización-educación; y por la otra, se apunta al Sistema Preventivo como proyecto formativo, propuesta de espiritualidad y metodología educativa.

La nueva edición está enriquecida con una presentación actualizada de la Espiritualidad Juvenil Salesiana y de los itinerarios de educación en la fe, buscando una mayor conexión con la situación juvenil actual (capítulo IV).

El capítulo V presenta de manera detallada la Comunidad Educativo-Pastoral (CEP) y, con ella, ofrece también una nueva sección que describe “el corazón del educador salesiano”.

El Proyecto Educativo-Pastoral Salesiano(PEPS) se presenta con el significado de sus dimensiones constitutivas en el capítulo VI. Estrechamente vinculado al PEPS, esta edición subraya algunas orientaciones para una mayor atención a la cultura vocacional, a la animación misionera y al voluntariado, así como al mundo de los medios de comunicación social.

El capítulo VII ofrece las líneas operativas en el seno de las actividades y de las obras de la Pastoral Juvenil Salesiana: servicios y obras en los diversos ambientes salesianos que tienen una fuerte incidencia educativa y pastoral. Es un capítulo que ha sido reestructurado notablemente, a la luz de las nuevas realidades sociales, culturales y salesianas.

El capítulo VIII presenta una lectura de los diversos instrumentos pastorales y cómo han de ser comprendidos y aplicados dentro de una Pastoral

Juvenil Salesiana orgánica. La planificación pastoral local, inspectorial e interinspectorial se explica de manera que pueda ser mejor aplicada.

La presentación gráfica quiere facilitar la lectura, el estudio y la reflexión en común de los agentes pastorales. Además, se ha privilegiado la centralidad de la Palabra de Dios, del mismo modo que la referencia a las fuentes salesianas: estas son el hilo conductor del texto, presentadas en los `cuadros de texto´ que enriquecen cada capítulo. Todas las citas del texto hacen referencia a la documentación que sigue a esta premisa. Se ha puesto también atención al lenguaje propio de las Constituciones y Reglamentos, al patrimonio del magisterio de la Iglesia y de los Rectores Mayores.

Para una lectura más clara y lógica, el texto está dividido en tres partes, salvando siempre la estructura de cada capítulo. De cara a itinerarios formativos, cada capítulo puede ser leído separadamente o en un orden diverso del propuesto.

Un sentido agradecimiento a todos aquellos que durante estos últimos años nos han acompañado con su oración, reflexión y sugerencias. De manera especial quiero dar gracias a Miguel Ángel García Morcuende, quien ha seguido de cerca el camino y la formación del texto, a Rafael Borges, Mario Olmos y Robert Simon que han participado con generosidad en su revisión.

Es necesario expresar un reconocimiento sincero a todos aquellos que con su valioso y discreto trabajo de traducción, han asegurado que la reflexión pastoral de la Congregación pueda llegar a todas las partes el mundo. Su servicio generoso es un verdadero ministerio cada vez más apreciado.

Documentación

              

                Documentos de la Iglesia

               

•              Lumen Gentium. Constitución dogmática Concilio Vaticano II sobre la Iglesia (21 noviembre 1965).

•              Gravissimum Educationis. Declaración del Concilio Vaticano II sobre la educación cristiana (28 octubre 1966).

•              Gaudium etSpes. Constitución pastoral del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo (7 diciembre 1966).

•              Evangelii Nuntiandi. Exhortación apostólica de Pablo VI sobre el compromiso de anunciar el Evangelio (8 diciembre 1975).

•              La escuela católica. Documento de la Sagrada Congregación para la Educación Católica (19 marzo 1977).

•              Conferencia de Puebla. Documento de la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (28 enero 1979).

•              Familiaris Consortio. Exhortación apostólica de Juan Pablo II sobre la misión de la familia cristiana en el mundo actual (22 noviembre 1981).

•              Código de Derecho Canónico. Promulgado por Juan Pablo II (25 enero 1983).

•              Christifideles Laici. Exhortación apostólica de Juan Pablo II sobre vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo (30 diciembre 1988).

•              Juvenum Patris. Carta de Juan Pablo II (31 enero 1988).

•              Ex Corde Ecclesiae. Constitución Apostólica de Juan Pablo II sobre las Universidades Católicas (15 agosto 1990).

•              Redemptoris Missio. Carta encíclica de Juan Pablo II (7 diciembre 1990).

•              Presencia de la Iglesia en las universidades y en la cultura universitaria. Congregación para la educación católica, Pontificio Consejo para los laicos, Pontificio Consejo para la Cultura (22 mayo 1994).

•              Directorio General para la Catequesis. Congre gación para el Clero (15 agosto 1997).

•              Novo Millennio Ineunte. Carta apostólica de Juan Pablo II (6 enero 2001).

•              Deus Caritas Est. Carta encíclica de Benedicto XVI sobre el amor cristiano (25 diciembre 2005).

•              Spe Salvi. Carta encíclica de Benedicto XVI sobre la esperanza cristiana (30 noviembre 2007).

•              Nota doctrinal sobre algunos aspectos de la evangelización. Congregación para la Doctrina de la Fe (3 diciembre 2007).

•              Carta de Su Santidad Benedicto XVI a Don Pascual Chávez Villanueva, Rector Mayor S.D.B. con ocasión del Capítulo General XXVI (1 marzo 2008).

•              Caritas in Veritate. Carta encíclica de Benedicto XVI sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad (29 junio 2009).

•              Verbum Domini. Exhortación apostólica di Benedicto XVI sobre Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia (11 noviembre 2010).

•              Porta Fidei. Carta apostólica de Benedicto XVI (11 octubre 2011).

•              Mensaje al Pueblo de Dios. XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (7-28 octubre 2012).

                Fuentes salesianas

               

•              Cronache dell’Oratorio di San Francesco di Sales de Domenico Ruffi no (Roma, Archivio Salesiano Centrale, quaderno 5).

•              Memorias del Oratorio de S. Francisco de Sales de 1815 a 1855 de Juan Bosco; estudio introductorio de Aldo Giraudo y notas histórico-bibliográficas de José Manuel Prellezo (Madrid, CCS, 2011).

•              Vida del joven Santo Domingo Savio, alumno del Oratorio de San Francisco de Sales de Juan Bosco, en Juan Bosco, Vidas de jóvenes: las biografías de Domingo Savio, Miguel Magone y Francisco Besucco; ensayo introductorio y notas históricas de Aldo Giraudo (Madrid, CCS, 2012).

•              Introducción al Plan de Reglamento para el Oratorio masculino de San Francisco de Sales (1854) de Juan Bosco, en Pietro Braido (ed.), Juan Bosco, el arte de educar: escritos y testimonios; con la colaboración de José Manuel Prellezo García y Antonio da Silva Ferreira (Madrid, CCS, 1994).

•              El joven instruido en la práctica de sus deberes en los ejercicios de la piedad cristiana (1847) de Juan Bosco, en Juan Canals Pujol y Antonio Martínez Azcona (ed.), San Juan Bosco. Obras fundamentales; estudio introductorio de Pedro Braido (Madrid, BAC 1995).

•              El Sistema Preventivo en la Educación de la Juventud (1877) de Juan Bosco, en Pietro Braido (ed.), Juan Bosco, el arte de educar: escritos y testimonios; con la colaboración de José Manuel Prellezo García y Antonio da Silva Ferreira (Madrid, CCS, 1994).

•              Carta de Roma de Juan Bosco (1884), en Juan Canals Pujol y Antonio Martínez Azcona (ed.), San Juan Bosco. Obras fundamentales; estudio introductorio de Pedro Braido (Madrid, BAC 1995).

•              Carta de Juan Bosco a Don Giacomo Costamagna (10 agosto 1885), en Memorias biográficas de San Juan Bosco de Giovanni Battista

Lemoyne - Angelo Amadei - Eugenio Ceria, 19 vols (Madrid, CCS, 1981-1998), vol. XVII, cap. XXII.

•              Lettera Circolare sulla Diffusione di Buoni Libri de Giovanni Bosco (19 marzo 1885), in Ceria E., Epistolario di san Giovanni Bosco, volume 4.º, lettera 2539.

•              Memorias biográficas de San Juan Bosco de Giovanni Battista Lemoyne - Angelo Amadei - Eugenio Ceria, 19 vols. (Madrid, CCS, 1981-1998).

              

                Documentos de la Congregación y de la Familia Salesiana

               

•              Actas del Consejo General de la Sociedad Salesiana de San Juan Bosco. Órgano oficial de animación y de comunicación para la Congregación Salesiana. Direzione Generale Opere Don Bosco.

•              Capítulo General Especial de la Sociedad Salesiana (1971).

•              Capítulo General 21 de la Sociedad Salesiana (1978).

•              Capítulo General 22 de la Sociedad Salesiana (1984).

•              Capítulo General 23 de los Salesianos de Don Bosco. «Educar a los jóvenes en la fe» (1990).

•              Capítulo General 24 de los Salesianos de Don Bosco. «Salesianos y seglares: Comunión y participación en el espíritu y en la misión de Don Bosco» (1996).

•              Capítulo General 25 de los Salesianos de Don Bosco. «La comunidad salesiana hoy» (2002).

•              Capítulo General 26 de los Salesianos de Don Bosco. «Da mihi animas, cetera tolle» (2008).

•              Constituciones y Reglamentos de la Sociedad de San Francisco de Sales (1984).

•              Sistema Salesiano de Comunicación Social. Líneas de orientación para la Congregación Salesiana. Dicasterio para la Comunicación Social (2011).

•              El voluntariado en la misión salesiana. Manual de Guía y Orientaciones. Dicasterios para la Pastoral Juvenil y para las Misiones (2008).

•              Carta de identidad carismática de la Familia Salesiana. D. Pascual Chávez (2012).

•              Identidad de las Instituciones Salesianas de Educación Superior. Direzione Generale Opere Don Bosco (2003).

•              Políticas para la presencia Salesiana en la Educación Superior 2012-2016. Direzione Generale Opere Don Bosco (2012).

Siglas y abreviaturas

ACG/ACS             Actas del Consejo General/Superior de la Sociedad

Salesiana de San Juan Bosco.

Const./Reg. Constituciones y Reglamentos de la Sociedad de San Francisco de Sales (1984).

CG          Capítulo General de los Salesianos de Don Bosco.

IUS         Instituciones Salesianas de Educación Superior

PEPS      Proyecto Educativo-Pastoral Salesiano

PEPSI    Proyecto Educativo-Pastoral Salesiano Inspectorial

CEP        Comunidad Educativo-Pastoral

CFP        Centro de Formación Professional

mJS        Movimiento Juvenil Salesiano

POI         Proyecto Orgánico Inspectorial

PARTE

PRIMERA

En esta primera parte se trazan las líneas de una Pastoral Juvenil Salesiana renovada, con una aproximación teológica y antropológica. Se exponen algunas claves interpretativas para la comunicación de la Buena Noticia a fin de que pueda ser acogida por los jóvenes, en sintonía con sus expectativas.

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1

HABITAR LA VIDA Y LA CULTURA

DE LOS JÓVENES DE HOY

CAPÍTULO

El Señor indicó a Don Bosco, como primeros y principales destinatarios de su misión, a los jóvenes, especialmente a los más pobres. Llamados a esa misma misión, nos percatamos de su extrema importancia: los jóvenes viven los años en que hacen opciones de vida fundamentales, que preparan el porvenir de la sociedad y de la Iglesia. Con Don Bosco reafirmamos nuestra preferencia por la juventud pobre, abandonada y en peligro, la que tiene mayor necesidad de ser querida y evangelizada, y trabajamos,

sobre todo, en los lugares de mayor pobreza»

(Const. 26)

Mira, me dijo. He aquí tu campo, he aquí donde tienes que trabajar»

(Memorias del Oratorio, Introducción)

HABITAR LA VIDA Y LA CULTURA DE LOS JÓVENES DE HOY

El primer capítulo tiene carácter

inspirador. La pastoral viene considerada desde una pers¬pectiva optimista de la realidad juvenil, abierta a todas las expectativas de los jóvenes, aún las ocultas e inconscien¬tes. Solo habitando su mundo se pueden apreciar realmente sus posibilidades. Abandonando una pastoral encerrada en sí misma, abrimos la mirada con esperanza a la óptica del más débil y del que está en mayor riesgo. Los nuevos para¬digmas culturales y los desafíos de los diversos contextos solicitan atenciones específicas, y desafían el sentido mismo de la pastoral y del ser Iglesia. En este capítulo quisiéramos sacar a la luz la motivación que impulsó a Don Bosco y a la Congregación, con él y después de él, al compromiso por los jóvenes.

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

He aquí tu campo, he aquí

donde tienes que trabajar

Juan Bosco, tanto en casa, como en familia, como en el ambiente de los Becchi en el que vivía, es seguro que hablaba el dialecto piamontés, típico de su tierra campesina. Creemos que María, la mujer de majestuoso aspecto del sueño de los nueve años, habló a Juanito en este dialecto. Ahora bien, en el dialecto de ese tiempo, la frase que María dijo para indicar a Juan su futuro campo de acción, «he aquí donde debes trabajar», no está bien traducida con el verbo “trabajar”, sino que suena más verosímil el verbo “arar”: «he aquí el campo que tendrás que arar».

Somos hijos de un labrador y esto nos confirma que el carisma salesiano tiene en sí una virtud muy particular que sostiene la misión juvenil que nos caracteriza: la virtud de la esperanza.

El labrador no mira atrás, no mide la fatiga por los frutos que recoge en el momento. Él, según el clima del Piamonte, tiene que contar con terreno pedregoso y baldío, con la tierra fría del otoño o con la tierra dura del comienzo de primavera. No tiene la visión del sembrador, ni el gozo del segador; tiene solo la esperanza, la certeza del futuro que ve ya en flor, aunque en aquel momento solo palpa sudor y fatiga.

Son las virtudes de quien quiere evangelizar y educar a los jóvenes: no se

puede permitir perder tiempo, no puede perder el camino y contemplar el

pasado mirando demasiado hacia atrás, ni siquiera puede pretender ver de inmediato los frutos; es necesario esperar, mirar adelante y saber cultivar en el corazón la certeza de que lo que está haciendo dará mucho fruto, frutos de santidad, frutos de buenos cristianos y honrados ciudadanos.

Nosotros, los salesianos, miramos a los jóvenes como el labrador mira

HABITAR LA VIDA Y LA CULTURA DE LOS JÓVENES DE HOY

la tierra que está trabajando, con la firme testarudez del campesino, con la temeridad que caracteriza a nuestro fundador cuando intuye que sus proyectos vienen de Dios; con los ojos y la mente fijos en el presente como lugar de la esperanza, porque éste es el tiempo de los jóvenes, porque, aunque no lo parezca, esa tierra que está trabajando está ya fecundada por la santidad: solo necesita ser cultivada del modo debido.

2

Simpatía y voluntad de

contacto con los jóvenes

La llegada de Don Bosco al Turín de 1841 signifi ca, para el joven sacerdote rural, el descubrimiento de un mundo juvenil insospechado y nuevo en relación con aquel al que estaba acostumbrado desde pequeño: por un lado, hay muchos chicos y jóvenes que acuden a la capital del Estado de Saboya en busca de sustento y de un trabajo para el

futuro; por otro lado, Don Bosco descubre un rostro de la sociedad más

peligroso, más cruel y más duro del que había vivido en I Becchi e incluso

en la pequeña ciudad de Chieri.

Don Bosco se ve catapultado en un mundo nuevo, en el que no faltan los problemas sociales, políticos, económicos y religiosos, en el que está creciendo el anticlericalismo y donde el sentir normal de la gente “noble”, comprendida dentro de la Iglesia, es que los jóvenes no son ni serán jamás aptos para una vida social. La mayor parte de ellos son analfabetos, ignorantes, religiosamente no practicantes, destinados al robo y a los crímenes. Único remedio: «La Generala», es decir, la cárcel para menores.

Don Bosco, gracias también a la guía espiritual y pastoral de Don Cafasso, observa esta situación con ojos nuevos: en los encarcelados ve a posibles honrados ciudadanos; en los muchachos de la calle, buenos

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

cristianos; en los limpiachimeneas y jóvenes trabajadores, los futuros santos, pilares de la sociedad y de la Iglesia del presente y del futuro.

Esta es la grandeza de la esperanza, que es capaz no solo de amar (como la caridad), sino de amar lo que será mañana; no solo de creer y saber (como la fe), sino de creer y saber el mañana.

La mirada de don Bosco está, sobre todo, impregnada de simpatía. Él se mete en la piel de sus muchachos. Maduró, durante su formación vocacional, un modelo de sacerdote caracterizado por la cercanía, por la capacidad de empatía, de contacto inmediato, de “sentir-con” los jóvenes y la gente. El modelo pastoral que Don Bosco intuye, construye y experimenta, bajo la guía de María, es el del cura simpático, no del burlón o del bonachón, sino del que enseguida te hace sentirte a gusto porque inmediatamente hace que te sientas amado por lo que eres y en lo que eres.

El trabajo pastoral de Don Bosco, la opción de iniciar su misión desde los más jóvenes, su inventiva para proyectar, no se basan en la simple investigación sociológica sobre los vicios de la sociedad, o en la sola constatación psicológica de la potencialidad propia de la fase juvenil, ni siquiera en la pura filantropía del que está movido a la acción solo por las necesidades que ve en las personas de su entorno.

A Don Bosco lo mueve solo el corazón del Buen Pastor que, al ver a su alrededor un rebaño desorientado y vagabundo, preso de profunda conmoción, se pone a predicar la Palabra y a proporcionarles alimento para el cuerpo y para el espíritu, aquí y para la eternidad: «Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas» (Mc 6, 34).

Así pues, la acción pastoral de la Congregación está marcada por una profunda capacidad de descubrir ocasiones de contacto, de cercanía, de comunión con los jóvenes. Va a buscar a los destinatarios allí donde se encuentran, donde viven su propia libertad y donde, aun físicamente, se hallan sus intereses (cfr. Const. 38). Como el Buen Pastor, el salesiano se deja interpelar por la desorientación de los mismos destinatarios, por sus deseos, acomodándose a ellos, pidiendo al Espíritu Santo el don de la simpatía, modelada sobre la mansedumbre del corazón de Cristo (cfr. CG20, n. 100).

HABITAR LA VIDA Y LA CULTURA DE LOS JÓVENES DE HOY

Para hacer esto, la acción pastoral debe desenvolverse, no solo de manera profesionalmente apropiada con la ayuda proveniente de las ciencias y de la sabiduría humana, sino que, sobre todo, debe estar orientada por la contemplación de la situación juvenil con la misma mirada de Dios, esa mirada que Don Bosco tuvo en su vida a partir del sueño de los nueve años hasta el final de ella, con la oración, la

entrega confiada a María, la obediencia a la Iglesia, la conformidad de los

propios deseos y sentimientos con los de Cristo: «Tened entre vosotros los

sentimientos propios de Cristo Jesús» (Flp 2, 5).

3

Un discernimiento de

educadores y de creyentes

La contemplación nos conduce a ver la realidad en su profundidad. Son famosos los muchos sueños en los que Don Bosco describe su actividad y los acontecimientos del Oratorio como una lucha, a veces incluso cruenta, entre el bien y el mal, o mejor, entre el demonio y María y Jesús.

Estas visiones no son solo lecciones planteadas pedagógicamente para la formación de los muchachos que las escuchaban de boca de Don Bosco en las “buenas noches” de Valdocco; son la visión de la realidad con los ojos de quien contempla la vida con la mirada de Dios. En realidad se está desarrollando una lucha entre Jesús y el poder del mal: una lucha que, con toda seguridad, está vencida ya (en esto se fundamenta nuestro optimismo y nuestra esperanza), pero que no ha terminado todavía.

Nuestra pastoral se inserta en esta lucha todavía cruenta para librar a los jóvenes de lo que constituye la verdadera esclavitud y el verdadero mal: el pecado. Un pecado que se manifiesta de muchos modos: en el

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

pecado personal, en el pecado de la Comunidad eclesial, en las estructuras de pecado de la sociedad; en un pecado que oprime al hombre y le ciega el horizonte de la salvación hacia la que camina y que le espera en el Paraíso.

En esta luchase introduce nuestra pastoral y afronta todas sus implicaciones: espirituales, materiales, estructurales, políticas, sociales, económicas y jurídicas, de modo que cada joven pueda conseguir plenamente aquella vida digna de Dios y de la felicidad que le está reservada.

El salesiano asume con responsabilidad (cfr. Const. 18) y con alegría y esperanza (cfr. Const. 17) el trabajo de escuchar, observar y discernir la situación de pecado de este mundo y se esfuerza, con su acción cotidiana, personal y comunitaria, en determinar los instrumentos para la actuación de la misión: una vida feliz, ahora y en la eternidad, para todos los jóvenes, aún para los más lejanos.

Por este motivo, a imitación del Buen Pastor que reúne sus ovejas y las conduce a pastos auténticos, la pastoral salesiana es evangelización y educación al mismo tiempo. Es obra de transformación de la vida total del joven. Se esfuerza en escuchar y conocer con profundidad y competencia la realidad en que vivimos para poder transformarla de acuerdo con el designio de Dios (ver capítulo III).

HABITAR LA VIDA Y LA CULTURA DE LOS JÓVENES DE HOY

4

Comunión con los otros

en el amor

En nuestras obras formamos la Comunidad Educativo-Pastoral y, en ella y por medio de ella, los salesianos somos signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes (cfr. Const. 2, 47).

Este doble punto de referencia ilumina y da sentido a nuestra misión.

En primer lugar, nuestra misión se desarrolla en el ámbito de la misma misión de Cristo, que vino para que todos los hombres tengan vida y la tengan abundante (Jn 10, 10): no una vida cualquiera, sino su propia vida, siendo Él precisamente la vida en persona, la verdad que ilumina y el camino para conseguirla (Jn 14, 6).

La vida divina que Cristo encarna y manifiesta sobre la tierra y testimonia hasta la muerte de cruz es la misma vida de Dios, la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, único movimiento de comunión y de amor.

En primer lugar, estamos firmemente convencidos de que el fin último de nuestra misión en la Iglesia y en el mundo es el de ofrecer a los jóvenes, especialmente a los más pobres, la vida misma de Cristo, vida de relación, de amor, de comunión trinitaria con el Padre, fin último de nuestra existencia y origen de nuestra felicidad en el tiempo y en la eternidad.

Solamente en la comunión plena con Dios, Trinidad de amor, en la misma persona del Hijo hecho hombre, los jóvenes pueden encontrar el sentido de la propia vida, es decir, el perfeccionamiento de sí mismos en lo concreto de la cotidianidad, la verdad que Dios les tiene reservada: plenitud de vida y de felicidad.

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

Pero esta perfección personal no es solitaria; se construye desde el principio en la comunión trinitaria que nos caracteriza como hijos de Dios y como hombres. Creado en la forma del Hijo, el hombre está creado para la comunión. La promoción de esta espiritualidad de comunión es el principio educativo en todos los lugares donde se plasma el hombre y el cristiano (cfr. Novo Millennnio Ineunte 43). Por esta razón, nuestra misión no se expresa principalmente en la organización de obras y de proyectos, sino en la vivificación de Comunidades Educativo-Pastorales que reflejen aquí en la tierra la misma comunidad trinitaria del cielo, donde estamos llamados a morar.

Estamos seguros de que el amor de Dios que nosotros llevamos a los jóvenes crece en sus vidas con la alegría, la ascesis y la vida sacramental, que combaten el pecado del individualismo, de la soledad y de la autosuficiencia. Estamos llamados a la comunión de los unos con los otros en el amor. Desempeñamos nuestra misión en comunidad y creamos con nuestro trabajo comunidades que viven aquí en la tierra como Dios nos ha pensado en la eternidad.

La Pastoral Juvenil Salesiana

expresa la misión salesiana

La misión salesiana, que “da a toda nuestra existencia su tonalidad concreta, especifica nuestra función en la Iglesia y determina el lugar que ocupamos entre las familias religiosas (cfr. Const. 3), se concreta en su acción histórica por medio de ese conjunto de proyectos, obras, ambientes educativos, lugares de formación y actividades de evangelización, que incluimos globalmente en el nombre de Pastoral Juvenil Salesiana.

La Pastoral Juvenil Salesiana no agota la riqueza de la misión de la Congregación. En efecto, la misión es una realidad teologal, estrechamente vinculada a la vocación misma de la Congregación y de cada uno de los hermanos. Sin embargo, no puede no expresarse en acciones concretas. La pastoral juvenil es la expresión primera y típica de la misión.

HABITAR LA VIDA Y LA CULTURA DE LOS JÓVENES DE HOY

Ella es pastoral porque, en primer lugar, es la expresión multiforme de una comunidad eclesial, en cuyo núcleo animador está presente la comunidad de los salesianos consagrados, en unión con los colaboradores seglares (cfr. CG25), y todos juntos constituyen la comunidad eclesial en el territorio, comunidad conformada por el carisma salesiano, que expresa su misión evangelizadora a través de las obras educativo-pastorales que progresivamente instaura en el lugar.

Es juvenil porque en el centro de su acción está la persona de los jóvenes, especialmente de los más necesitados. Se trata de buscar a los jóvenes en su realidad, con sus recursos y dificultades, y descubrir los retos de los contextos culturales, sociales y religiosos en que viven, dialogando con ellos para proponer, por medio de la pedagogía del acompañamiento, un camino de encuentro vivo y comunitario con Jesucristo (cfr. CG20, n. 360).

Finalmente es salesiana porque tiene en el carisma de Don Bosco, inspirado en la caridad educativa del Buen Pastor, su principal punto de referencia, expresión de la pedagogía preventiva, amable, dispuesta al diálogo y a la confi anza, la medida de la propia verdad y eficacia, la medida para proyectar y actuar.

Expresión de la misión eclesial según el estilo de Don Bosco, la Pastoral Juvenil Salesiana asume la evangelización como la primera urgencia, consciente de que su misión principal es proponer a todos los jóvenes que vivan su existencia como la vivió Jesús. Todo ello para que se encuentren gradualmente con Cristo, vivan plenamente su humanidad y se hagan protagonistas y corresponsables en la construcción del reino de Dios en el mundo.

La pastoral salesiana no es diferente de la eclesial que es toda ella

evangelizadora. Se caracteriza por un estilo de mediación educativa, y es también una pastoral que pasa a través de la misma experiencia educativa.

En primer lugar, nuestros destinatarios privilegiados son los jóvenes, que Don Bosco define como la parte más preciosa y

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

delicada de toda la humanidad y delicia del Señor. La categoría “jóvenes”, aunque designa inevitablemente una edad evolutiva específica, no la utilizamos ni en un sentido psicológico ni sociológico. Entendemos por edad juvenil no solo una edad de tránsito en vistas al futuro ser «buenos cristianos y honrados ciudadanos». Interpretamos esta realidad de dos modos:

•              por una parte, entendemos la juventud como parte de la vida entera de la persona, la cual solo puede ser comprendida en relación con la edad que la precede y la siguiente, parte de un desarrollo de crecimiento a la edad adulta;

•              por otra, es necesario prestar atención a lo que es proprio de esta edad, y es necesario asumir para pasar a la siguiente etapa sin deficiencias

De esta forma, las diversas etapas de la vida no se suceden unas a otras simplemente porque van pasando los años. La edad juvenil es una forma fundamental de la existencia humana, una forma característica de la vida, desde el nacimiento hasta la muerte; es una manera de sentir, de comportarse en el mundo.

De este modo se llega a la conclusión de que la juventud, y la adolescencia que la precede, son la parte más preciosa de la humanidad porque son precisamente la parte de la vida en que se experimenta uno a sí mismo, se reconoce el comienzo de la libertad como una tarea, el cometido de querer

la propia verdad, marcada por la vocación divina y por la solidaridad con los demás. Es la edad en que se comprende y se quiere la propia misión en la vida, para que, tras un período de prueba, en el que el sujeto se mira a sí mismo en las diversas identidades futuras posibles, pueda cumplir el salto de lo provisorio a la decisión definitiva de sí mismo. Es la edad en que la fortaleza se convierte en la virtud cardinal por excelencia, es la fase del ideal, del desafío a la realidad en nombre de la memoria de los padres y de la fuerza de la opción realizada por la verdad y por el bien.

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Es la valentía de la misión, de “echar las redes” fiados en la promesa de una palabra con autoridad.

La Pastoral Juvenil Salesiana persigue todo esto no solo en favor de los jóvenes, sino con un estilo particular: juntamente con los jóvenes. Don Bosco es el primer santo que funda una Congregación no solo en favor

de los jóvenes, sino juntamente con los mismos jóvenes, valorando de forma inaudita el protagonismo típico de esta edad y comprometiéndolos

en primera persona en la aventura de su crecimiento religioso y humano. Por esto, la pastoral salesiana es juvenil: no solo porque ve en los jóvenes los propios destinatarios y la propia medida, sino porque los asume como protagonistas.

Un protagonismo no ciego. Superando las diferencias generacionales y un cierto paternalismo pastoral, pone en acto, en el estilo de familia, una responsabilidad educativa en un diálogo franco y abierto; valora la corresponsabilidad del sujeto en la comunidad, proporcionada a su madurez, pero con la conciencia de que quien no se hace protagonista de sí mismo y del propio diálogo con Dios no podrá nunca verse comprometido en la aventura de la santidad.

Por último, precisamente porque la pastoral es juvenil, es siempre y al mismo tiempo evangelización y educación, o quizá podríamos decir, una evangelización que, proponiendo a los jóvenes vivir la propia vida sobre la base de la forma con que Cristo mismo la vivió, es también siempre formación integral de la persona y, por lo tanto, educación.

La Pastoral Juvenil Salesiana, por tanto, es acción orgánica de una Co¬munidad Educativo- Pastoral que, movida por una misión carismática, quiere preparar a los jóvenes para que: fortalezcan su propia madurez, en la que alcanzar el sentido religioso; vivan además, la comunión en la Iglesia con Jesucristo, Aquel que da plenitud a la vida, puesto que es su fundamento; aún más, lleguen a ser, gracias a las intervenciones educativas, “honrados ciudadanos y buenos cristianos”.

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

6

Multiplicary cualificar los

lugares de encuentro con

los jóvenes

La Pastoral Juvenil Salesiana está, por definición, atenta a los signos de los tiempos, porque los jóvenes nunca son los mismos y su edad y su condición es mudable, es cambiante por naturaleza. Por este motivo, la pastoral salesiana no teme cambiar los propios modelos y ponerse en actitud de conversión pastoral.

Los contextos en que nos movemos se caracterizan por una complejidad y contradicción notables. Este es un dato, de hecho, que ahora más que nunca estamos llamados a ponerlo en el centro de manera explícita.

La experiencia religiosa de los jóvenes se presenta muy diversificada y con rasgos de contradicción; a veces, una experiencia sucede a otras, en las que la fe no logra hacerse eje de un proyecto unitario de la vida. Para muchos jóvenes la propuesta cristiana, vivida esporádicamente o con cierta continuidad en la catequesis, en la celebración o a través de cualquier otra iniciativa eclesial, resulta poco significativa con respecto a su experiencia, poco elocuente, poco capaz de interpelar los problemas concretos de la vida. A veces la propuesta supone, si no un explícito interés por la fe, al menos una cierta apertura a la dimensión religiosa de la vida o una explícita pregunta sobre el sentido de la existencia. Por otra parte, muchos jóvenes, atrapados por las dificultades de la vida diaria y por la búsqueda de intereses muy inmediatos, se encuentran de hecho en otro lugar, no tanto y no solo físicamente, sino sobre todo mentalmente. Se constata, entonces, cierta indiferencia en relación con la fe. Tal indiferencia, creemos, se presenta más bien en relación con la propuesta que hacemos, y no tanto como cerrazón absoluta en relación ante la fe, ante la presencia de Dios, ante el bien que da esperanza y sentido a la vida.

No solo el ambiente juvenil se ha hecho complejo, sino que la misma identidad salesiana es compleja. La Congregación Salesiana está ahora ya establecida en dimensiones mundiales, en la fecunda e innovadora

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tensión entre la fi delidad a la propia identidad y su articulación en las múltiples y complejas realidades en que las vive y de las que vive.

En la polivalencia de estos procesos de globalización y de cambio estructural,

y no solo superficial, los salesianos estamos llamados a las raíces de nuestra identidad, a contemplar con fe n pastorales y a encarnar con mayor verdad nuestra misi manera que sea una propuesta fuerte y creativa en nu formas para anunciar la “hermosa noticia” del Evange

Doble fidelidad

La simpatía por Don Bosco requiere hoy verificar n acción pastoral para que se guíe siempre por una d fidelidad: fidelidad al sentir de los jóvenes

, a deseos profundos, al clima cultural en que viven y que querríamos hacerlos protagonistas y no so destinatarios o consumidores; y fidelidad al sentir de la Iglesia, a su misión evangelizadora, a la capacidad de vivir, gracias a la acción del Espíritu Santo, la misión en el presente, no como algo ritual de un pasado que está a nuestras espaldas, sino como una verdad siempre fecunda de historia y de novedad, que nos renueva incesantemente y nos conduce a la unión con el Esposo (cfr. Lumen Gentium 4).

Es necesario, por tanto, habitar un terreno común, en sintonía, y vivir profundamente la asistencia y convivencia con los jóvenes de la que escribió Don Bosco en la Carta de Roma, de 1884: urgencia no solo de presencia física, sino también de cercanía espiritual, cultural, afectiva, propositiva; no paternalista, sino consciente de lo que el joven vive; urgencia de una cercanía que, en la relación educativa, descubre la novedad de Dios

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

y su llamada a expresar y vivir la vocación de la Iglesia de modo siempre nuevo.

Esta doble fidelidad histórica, al mundo juvenil y a la misión eclesial, nos plantea aquí, sobre todo, la necesidad de multiplicar y cualificar los lugares de encuentro con los jóvenes de nuestro tiempo, de descubrir, experimentar y proponer nuevas formas de escucha, participación y propuestas. Esta es la conversión pastoral que hoy se nos pide y que está en la raíz de la creatividad pastoral (Const. 19) que, como salesianos, cultivamos en nuestras obras y proyectos. Tal conversión es una operación de revisión y de relanzamiento de la pastoral a partir de esta fidelidad al mundo y al Evangelio, no estática, sino eminentemente innovadora y misionera.

Aquí está el corazón de la nueva evangelización, un hecho renovador asumido por la Iglesia como mandato misionero del Señor Jesucristo que la ha querido y la ha enviado al mundo, para que testimonie la salvación recibida y anuncie el rostro de Dios Padre, artífi ce primero de la obra de salvación. Nueva evangelización no es solo renovación, cambio de paradigma o renovación de los proyectos, sino una verdadera y propia conversión porque es camino de santidad, de lucha contra el pecado y de conformación cada vez más plena con Cristo, Buen Pastor.

Por esto nosotros, salesianos y seglares, habiendo sido llamados carismáticamente como Comunidad Educativo-Pastoral para anunciar la Buena Noticia, nos sentimos interpelados particularmente por la urgencia de la nueva evangelización, como compromiso para toda la Iglesia hoy. Urgencia que nos anima a encontrar, en fidelidad renovada al carisma, un nuevo impulso apostólico, nuevo arrojo para contactar con los jóvenes y, sobre todo, para revisar nuestra acción pastoral. Una acción cada vez más eficaz en el anuncio del Evangelio, en la construcción del Reino de Dios, en la formación de buenos cristianos y honrados ciudadanos en el presente y en el futuro.

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DEL CRISTO EVANGELIZADOR

A LA IGLESIA EVANGELIZADORA

CAPÍTULO

Los Salesianos de Don Bosco (SDB) formamos una comunidad de bautizados que, dóciles a la voz del Espíritu, nos proponemos realizar, en una forma específica de vida religiosa, el proyecto apostólico del Fundador: ser en la Iglesia signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes, especialmente a los más pobres. En el cumplimiento de esta misión,

encontramos el camino de nuestra santificación»

(Const. 2)

(...) para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos (Jn 11, 52). Las palabras del Evangelio que nos revelan que el Divino Salvador ha venido del cielo a la tierra para reunir a todos los hijos de Dios, dispersos en las diferentes partes de la tierra, me parece que se pueden aplicar literalmente a la juventud de nuestros días. Esta porción de la sociedad humana, la más delicada y la más preciosa, sobre la cual se fundan las esperanzas de un feliz porvenir (...) Esta fue la misión del Hijo de Dios; esto solamente lo puede hacer su santa religión (...) Cuando me entregué a esta parcela del sagrado ministerio, entendí consagrar todos mis esfuerzos a la mayor gloria de Dios y al bien de las almas y me propuse entregarme a formar buenos ciudadanos en esta tierra a fin de que luego fueran dignos ciudadanos del cielo. Que Dios me ayude a poder continuar en este propósito hasta el último aliento de mi vida»

(Introducción al Plan de Reglamento para el Oratorio)

DEL CRISTO EVANGELIZADOR A LA IGLESIA EVANGELIZADORA

Un planteamiento actualizado

de la Pastoral Juvenil Salesiana exige una reflexión no solo de tipo carismático sino también de tipo teológico. La pastoral juvenil, como acción de la comunidad eclesial, nos impulsa a una profundización teológica y eclesiológica. Este segundo ca¬pítulo expone tres convicciones de fondo: Jesucristo, evange¬lizador y anunciador de la comunión con Dios y de la comunión entre los hombres (amor fraterno), que es la revelación plena de Dios Comunidad-Amor; la Iglesia, «Misterio de comunión y de misión», animada y fortalecida por el Espíritu de Dios; la Congregación Salesiana comparte con la Iglesia la misión evangelizadora con la específica opción juvenil.

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

Jesucristo, Buen Pastor,

manifestación plena del

Amor de Dios

El precioso texto de nuestro santo Fundador (ver más arriba), además de señalar que la educación salesiana es integral y que por medio del Sistema Preventivo forma “honrados ciudadanos y honrados cristianos”, nos descubre claramente la profundidad teológica de la misión que Dios le confió. Esta, en los contextos nuevos y muy diversos de aquellos en que Don Bosco vivió y trabajó, sigue siendo nuestra misión. Estamos llamados a ser, en la Iglesia, “signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes, especialmente a los más pobres” (Const. 2).

El amor de Dios se ha manifestado plenamente en Jesucristo, como dice la primera carta de Juan: “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos acerca del Verbo de la vida; pues la Vida se hizo visible, y nosotros hemos visto, damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba junto al Padre y se nos manifestó. Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos” (1Jn 1, 1-3a). En este sentido Jesús es el Profeta por excelencia; a diferencia de los profetas del Antiguo Testamento, por medio de los cuales en muchas ocasiones y de muchas maneras había hablado Dios antiguamente a su Pueblo (cfr. Hb 1, 1). Él es la Palabra de Dios, en la que Dios se comunica con todos los hombres del mundo de manera definitiva.

El amor de Dios manifestado en Jesucristo es la Buena Noticia por excelencia dada a los hombres, el euanghélion. Este amor constituye también la plenitud de todo hombre y mujer, en su realidad integral. Jesús lo hace don a través de la comunión con Dios, sobre todo en el perdón de los pecados, y a través de la comunión entre todos los hombres, en el “mandamiento nuevo”: “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros” (Jn 13,35).

Jesús comunica el Amor de Dios que lleva a la salvación de todos sin excluir a ninguno, pero con una predilección especial hacia aquellos que son marginados, social o religiosamente, por diversas razones: los más pobres, los

DEL CRISTO EVANGELIZADOR A LA IGLESIA EVANGELIZADORA

Jesús mismo quiso representar su misión con la imagen del Buen Pastor (cfr. Mt 18, 12-14; Lc 15, 4-7; Jn 10, 1-8): “que conquista con la mansedumbre y la entrega de sí mismo” (Const. 11).

Como Buen Pastor, Jesús tiene siempre una preocupación misionera: “Es necesario que proclame la buena noticia del Reino de Dios también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado” (Lc 4, 43-44). “Y tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

pastor” (Jn 10, 16). Amando a todas sus ovejas, el Buen Pastor prueba una predilección, incluso desconcertante, hacia la que se ha perdido, manifiesta su amorosa premura en buscarla hasta que la encuentra, y su cariño “cargándola, lleno de gozo, sobre sus hombros” (Lc 15, 5).

El sentido más profundo de la Encarnación del Hijo de Dios, enviado por el Padre “por obra del Espíritu Santo” y que encuentra su más plena realización en el Misterio Pascual, muerte y resurrección de Jesús, es este precisamente: revelarnos “hasta el extremo” (Jn 13,1s) el Amor divino, para reunir en la unidad de este Amor a todos los hombres del mundo: “Él es nuestra paz: el que de los dos pueblos ha hecho uno, derribando en su cuerpo de carne el muro que los separaba... Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre por medio de él en un mismo Espíritu” (Ef 2, 14.18).

Jesús nos revela el Misterio

de Dios, Comunidad de Amor

Pero Jesús no solo nos revela el amor de Dios a nosotros, sino también el rostro del Dios verdadero, que es en sí mismo Comunión de Amor: El Padre se da al Hijo engendrándolo, y, juntos, donan el Espíritu Santo: este es el corazón de la fe cristiana.

Esta Comunión de amor no solo se manifiesta a los hombres por medio del Hijo, sino que se comunica realmente mediante la acción de Jesús y del Espíritu Santo. Ella constituye el compromiso fundamental del cristiano: construir en nuestro mundo el Reino de Dios, que es un Reino “de justicia, de amor y de paz”. “Padre, te ruego que todos sean uno, como Tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado” (Jn 17, 21).

DEL CRISTO EVANGELIZADOR A LA IGLESIA EVANGELIZADORA

La Iglesia, llamada a continuar

la misión de Jesús

Esta es la razón de ser y la misión fundamental de la Iglesia: continuar la misión de Jesucristo, con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, para manifestar al Dios que es Amor, y construir la comunión con Él y entre todos los hombres. Y todo ello , sin exclusión ninguna, privilegiando a “los últimos”, según las diversas situaciones en el espacio y en el tiempo de la historia. Esta continuidad está señalada en el Nuevo Testamento en los escritos de Juan, por medio de una constatación citada dos veces: “A Dios nadie lo ha visto jamás” (Jn 1, 18; 1Jn 4, 12); pero, si la primera vez subraya la misión de Jesús: “A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”, la segunda vez “traslada” esta misión a la comunidad de los creyentes en Cristo: “Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud”.

La Iglesia, en su esencia más profunda, es “misterio de comunión y de misión” (Christifideles Laici 32): continuación de la misión de Jesucristo, en el anuncio del Amor de Dios para la edificación de la comunión-comunidad de los hijos e hijas de Dios. La experiencia de Iglesia es experiencia de comunión con Dios y con los hombres. Es una comunidad sostenida por el Espíritu, donde la fe

se vive en comunidad (koinonía)

se medita y se hace testimonio coherente (martyria)

se celebra (liturgia)

se transmite en el servicio y en la acción pastoral (diaconía)

se traduce en actitudes de vida (espiritualidad)

Su calidad comunitaria se manifiesta y se realiza en diversos niveles. Tiene la propia meta en el cumplimiento escatológico de la Comunión de amor con Dios y de los hombres entre ellos. Instrumento privilegiado y lugar de actuación de tal amor, es, ya aquí en la tierra, la comunidad eclesial, comunión de amor ya cumplida. Una Iglesia que vive, al mismo tiempo, su indispensable servicio ministerial para la realización del Reino mediante la

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

obra de evangelización y catequesis, la celebración de los Sacramentos, la experiencia del amor fraterno en las comunidades, el diálogo ecuménico e interreligioso, la promoción humana que conduce a la

superación de toda discriminación y marginación.

Por tanto, la Iglesia es e misionera

, y lleva el anuncio de todo pueblo y cultura como su prioritario. La misión eclesial da e a la misma identidad de la com cristiana: la misión recibida de Cr evangelizar a los pueblos no es so una “cosa que hay que hacer”,

I

forma parte de la misma Iglesia y su identidad. Como dice un he litúrgico:

«Para hacer de todas las pueblo nuevo, que tiene co como estado, la libertad como ley, el precepto d

,

(MISAL ROMANO, PREFACIO COM

La misión salesiana

: es El carisma salesiano participa de la misión universal de la Iglesia una experiencia del Espíritu, un don de Dios entregado a la Iglesia y a la humanidad a través de Don Bosco, con propiedades distintivas:

•              los destinatarios específicos: “reunir” a los jóvenes;

•              la predilección por “los más pobres, abandonados, en peligro”: “alejados” de Dios, marginados por la comunidad humana, los que mayor carencia sufren de la experiencia del amor de Dios;

DEL CRISTO EVANGELIZADOR A LA IGLESIA EVANGELIZADORA

•              un estilo típico que privilegia el amor (amor educativo que hace crecer y crea correspondencia) y la comunión (espíritu de familia), para superar la soledad y la explotación;

•              la “mediación privilegiada” de la educación y la experiencia de la Comunidad Educativo-Pastoral “experiencia de Iglesia, reveladora del designio de Dios” (Const.47).

María, madre y maestra

“Todos eran asiduos y unánimes en la oración, juntamente con algunas mujeres y con María, la Madre de Jesús” (Hech 1, 14). La presencia materna de María en la primera comunidad, en el centro de los “hermanos y hermanas” de Jesús, continúa a lo largo de los siglos. “Rostro materno del Amor de Dios”, Ella nos lleva a Jesús, para que todos, hombres y mujeres del mundo podamos llegar a ser hijos e hijas en el Hijo. Como en las bodas de Caná, su preocupación y predilección materna se manifiesta en favor de todos aquellos que “no tienen vino” (Jn 2, 3): en particular en favor de tantos jóvenes que no encuentran el sentido de su vida porque no se sienten amados por Dios, marginados a causa de su condición socio¬económica, familiar, afectiva o profesional. Convirtiéndonos nosotros en compañeros de camino, sobre todo para estos jóvenes, “la Virgen María es una presencia materna en este camino. La damos a conocer como Aquella que ha creído, ayuda e infunde esperanza” (Const. 34).

EVANGELIZAR Y EDUCAR:

NUESTRA IDENTIDAD APOSTÓLICA

CAPÍTULO

Nuestra misión participa en la misión de la Iglesia, que realiza el plan salvífico de Dios, la venida de su Reino, llevando a los hombres el mensaje del Evangelio en íntima unión con el desarrollo del orden temporal. Educamos y evangelizamos siguiendo un proyecto de promoción integral del hombre, orientado a Cristo, hombre perfecto. Fieles a la idea de Don Bosco, nuestro objetivo es formar “honrados

ciudadanos y buenos cristianos”»

(Const. 31)

Este sistema se apoya todo él en la razón, la religión y el amor»

(El Sistema Preventivo en la Educación de la Juventud)

EVANGELIZAR Y EDUCAR: NUESTRA IDENTIDAD APOSTÓLICA

El sentido últim odel plan de Dios es la vida plena y la felicidad de los seres humanos. El Evangelio de Cristo tiene gran confianza en lo humano. Es necesaria la atención a la realidad única de cada persona y la disponibilidad a acoger su vocación y destino en Cristo, “hombre perfecto”. El Evangelio propone la grata noticia (la persona de Jesús), que invita a cada uno a participar de la filiación en Cristo, fundamento de la libertad y la dignidad de toda persona. Don Bosco educa y evangeliza realizando un proyecto de promoción integral: la educación como creci¬miento de la persona, como conjunto de mediaciones nece¬sarias al servicio de las personas; la evangelización inspira e ilumina la plenitud de la vida ofrecida en Jesús, respetando la condición evolutiva del sujeto. Finalmente, la elección del campo apostólico: los jóvenes, sobre todo los más pobres y los ambientes populares, para los cuales y en los cuales se humaniza y evangeliza la cultura.

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

La vida en plenitud y la

Felicidad del ser humano

Construirse como persona es la tarea diaria, asociada al gozo y a la fatiga de existir. A veces, se trata de una empresa particularmente compleja. Se tiene la sensación de que uno debe inventarse para sí mismo (y en soledad) un camino inédito, que nunca es lineal, sino formado por altos y bajos, por momentos de satisfacción y momentos de frustración, por esperanzas y desilusiones: un construirse que frecuentemente se queda en un tejido de situaciones y experiencias sin grandes referencias ideales o grandes preocupaciones de coherencia y de unidad.

En este sentido, el contexto actual causa un nuevo malestar, no temporal sino permanente. Al cambio incesante que caracteriza la sociedad y la cultura, se añade la debilidad de las instituciones que acompañan a los jóvenes en esta situación. Aparece, urgente e importante, la actitud responsable del educador salesiano y la solidez de su propuesta.

La reflexión de Pablo VI, que indicaba cómo la ruptura entre fe y cultura es un drama de nuestro tiempo, no pierde su actualidad (cfr. Evangelii Nuntiandi 20). La cultura actual, no homogénea, influye en los jóvenes a través de su complejidad y su fragmentación; con sus variados estímulos y sus virtualidades conduce a una comprensión consumista, incluso de lo que es afectivo, y deja a los jóvenes en la jungla de los deseos, frente a la dura realidad de una crisis económica y existencial.

Junto a esta dura realidad, habitan en el corazón de las personas aquellas capacidades y posibilidades increíblemente preciosas que conducen a empresas extraordinariamente grandes; cada hombre y mujer, en su singularidad, reflexiona sobre sí mismo, se interroga sobre el sentido del vivir (de dónde vengo, a dónde voy, cómo

EVANGELIZAR Y EDUCAR: NUESTRA IDENTIDAD APOSTÓLICA

quiero ir, con quién quiero ir); al final, o mentalmente o de hecho, establece una orientación precisa hacia la vida. En el horizonte último de lo humano se encuentra la vida en plenitud, tanto en el joven como en el educador, e implica a ambos.

En la interpretación de la vivencia de las personas descubrimos la necesidad de ser amados, el sentido de la gratuidad, el gusto de sentirnos valorados e importantes por lo que somos y no por los objetivos o resultados alcanzados: advertimos que la orientación equivocada del vivir cotidiano es un problema de sentido, un problema de proyecto de vida. Por eso, urge que, como educadores, identifiquemos aquello por lo que vale la pena gastar la existencia y darse a sí mismos en favor de los demás. Urge ver a los jóvenes no como un ‘contenedor’ que hay que llenar, sino como protagonistas a los que hay que acompañar. Los ayudamos a que sean ellos mismos, a que descubran la belleza de la propia vocación.

En esta lógica, como cristianos, leemos el proyecto de vida bajo el signo de la vocación, llamada de Dios que suscita, sostiene y fortalece la libertad del joven, haciéndola capaz de corresponder con libertad y con alegría a la propia identidad y misión.

Vivir plenamente el Evangelio no solo abre a la dignidad del ser humano, sino que también libera y sostiene su capacidad de respuesta responsable y madura a Dios. La vida humana se coloca de esta manera bajo el signo de la vocación, que pide gran apertura de espíritu, responsabilidad para asumir un compromiso fiel: “responsabilidad” significa literalmente asumir el gozo de “responder”.

En esta dinámica, el joven se siente movido a cuestionarse, a salir de sí mismo, a dejarse interpelar por experiencias nuevas, hacia encuentros que lo impulsan a ir más allá, allí donde adquirirá una posesión más profunda de sí mismo. En este espacio se coloca también la propuesta de la fe y la respuesta del proyecto de vida. El joven, a quien se dirige la llamada de Dios, asume el protagonismo de escuchar y de responder: él es el “responsable”.

Ser consciente de una “vocación” es el modo de entender verdaderamente la propia vida y la propia libertad. Solo cuando la libertad asume esta misión, va más allá del yo individual, entra en la esfera del amor, y acepta construir el bien también para los demás. En una palabra: vocación es amar, donarse, hacer de uno mismo un don que con inteligencia amorosa dé testimonio de una nueva cultura. La vocación es una respuesta de amor. Cualquier proyecto de vida que nace de una vocación es un don para dar, que trasciende el propio yo.

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

2

Orientado a Cristo, hombre

perfecto

INTEGRAR EL AMOR A LA VIDA Y EL ENCUENTRO CON JESUCRISTO

La fe nos permite descubrir que el proyecto de vida y la trascendencia de la persona llevan a Cristo, en su condición histórica de único y verdadero “Hombre nuevo”. Nosotros, salesianos, somos una comunidad de bautizados y nos presentamos en la Iglesia y en el mundo con una misión, una vocación y una razón de ser particular: proponer a todos vivir la existencia humana como la vivió Jesús, y proclamar que el seguimiento de Cristo puede llenar la vida. Nos preguntamos: ¿cómo proponer el Evangelio de Jesús de modo que sea una provocación con objeto de madurar en la vida? ¿De qué modo los deseos del hombre pueden confrontarse con los de Jesucristo?

La persona de Cristo, experto en humanidad, activa, con su mensaje, todos los deseos humanos: muestra una gran confíanza en lo humano, donde encuentra los signos del bien y de la presencia de Dios. Jesús tomó en serio las necesidades de la persona, el deseo de sentirse bien con la propia corporeidad, con la propia mente, en el vasto mundo de las relaciones, en las experiencias afectivas. Sabe qué hay en el corazón de cada ser humano, su deseo de sentirse reconciliado con su propio ser profundo, frecuentemente dividido, sin que todo ello sea fruto de los propios méritos, sino solo de la bondad y la ternura. En el fondo, atesora en sí una radical simpatía, en el sentido etimológico que la Gaudium et Spes atribuye a esta palabra:

«Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón» (GAUDIUM ET SPES 1).

Jesús ofrece una propuesta liberadora cargada de humanidad, hecha de gestos y palabras de acogida, de reciprocidad, de escucha. Esto implica, en el

EVANGELIZAR Y EDUCAR: NUESTRA IDENTIDAD APOSTÓLICA

La misión de Jesús se manifestó en un contexto de encarnación-inculturación. La Encarnación, como máxima expresión de inculturación, no es un hecho secun¬dario, sino el camino escogido por Dios para revelarse: la revelación se ha trans¬mitido por medio de la Encarnación. La misión de la Iglesia, guiada y suscitada por la misión del Espíritu Santo, se realizó y se realiza siempre en categorías es¬pacio-temporales, de profunda inculturación en la vida de los pueblos. La nue¬va evangelización se expresa en la inculturación de la fe. Esto implica la opción de tres estrategias: una evangelización nueva a través de la catequesis y la liturgia (evangelizar catequizando); una evangelización nueva atenta a la pro¬moción integral del pueblo, de los pobres, para los pobres, al servicio de la vida y de la familia (evangelizar promoviendo); una evangelización nueva comprome¬tida en penetrar los ambientes de la cultura urbana y rural (evangelizar desde la inculturación). En la época de la nueva evangelización, la nueva pastoral (cfr. D. Pascual Chávez, ACG 407, «La Pastoral Juvenil Salesiana») debe ser aquella que, al mismo tiempo, catequiza, promueve y se integra en la cultura. Si la Nueva Evangelización no fuera una propuesta de promoción humana e inculturación, no resultaría auténtica y no haría madurar en la historia la energía de la fe.

Siendo el Misterio de Cristo, en su Encarnación-Muerte-Resurrección, la revelación plena y cumplida de la humanidad y de la enorme grandeza de toda persona, la Iglesia puede hacerse intérprete de lo humano, puede presentarse como experta en humanidad, puede arriesgarse libremente, sin miedo, en el terreno de lo humano: una antropología cristiana, donde la centralidad de la persona -no ciertamente en competencia con el primado de Dios- se comprende en el horizonte de su iniciativa. La conciencia de vivir

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

inmersos en el don de salvación de Dios y de ser, en Jesucristo, “criaturas nuevas” (Rm. 8) es una experiencia que unifica la existencia.

La confianza cristiana en la vida y en el hombre, en su razón y en su capacidad de amar, no es fruto de un ingenuo optimismo, sino que proviene de aquella “esperanza fiable” (Spe Salvi 1) que nos es dada con la filiación en Cristo: esta fundamenta la dignidad, la libertad y la capacidad de amar y de ser amados y permite a la persona vivir de manera auténticamente humana, conforme a la propia naturaleza y a la propia llamada. Cristo atraviesa el espacio más íntimo de la humanidad. Precisamente revelando el misterio del Padre y de su amor, “Cristo revela plenamente el hombre al hombre” (Gaudium et Spes 22) y le da a conocer su altísima vocación.

La pastoraljuvenil capacita a losjóvenes para descubrirla profundidad de la propia experiencia hasta acoger la llamada religiosa, la plena comunión con Jesucristo. Gradualmente Jesucristo llega a convertirse en una persona central en torno a la cual se organiza la vida: actitudes, opciones, acciones, comportamientos. Hoy encontramos también modelos pedagógicos diferentes, impregnados de valores positivos, pero que prescinden en su antropología de toda referencia a Jesucristo, por tanto de una visión integral del hombre que dirige la vida hacia la meta de la salvación, como vida nueva, para la plena madurez de la persona.

La acción salesiana, en cualquier ambiente donde se realice, comprende siempre en lo más íntimo el anuncio de Cristo y la solicitud por la salvación de los jóvenes: esta «predilección por los jóvenes da significado a toda nuestra vida» (Const. 14). En toda iniciativa educativo-pastoral, esta solicitud constituye siempre la intención y el deseo principal. Esto se va haciendo explícito a medida que los sujetos son capaces de captarlo. Este es “el proyecto apostólico” de Don Bosco: “ser, con estilo salesiano, signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes, especialmente a los más pobres” (Const. 2).

Deseamos que sientan a Dios como Padre, que conozcan a Jesucristo. Estamos convencidos de que la propuesta del Evangelio aporta energías insospechadas a la construcción de la personalidad y al desarrollo integral que todo joven merece. Es un proceso pedagógico que tiene en cuenta todos los dinamismos humanos y favorece en los muchachos y en los jóvenes aquellas condiciones que convierten cada respuesta en un acto de libertad. El sentido del realismo, la paciencia ante lo gradual, son actitudes que respetan la situación personal de todo joven, desde el más débil al más fuerte, desde el más alejado de la fe y de la experiencia eclesial al más cercano.

EVANGELIZAR Y EDUCAR: NUESTRA IDENTIDAD APOSTÓLICA

La evangelización, más en concreto, se traduce en vehículo y expresión del anuncio claro e inequívoco del Señor Jesús: comunica su mensaje, su propuesta de vida y la salvación realizada por Dios, para todos, con la fuerza del Espíritu. La reflexión eclesial sobre la evangelización mueve a todo creyente al compromiso evangelizador, a fin de que haga cercana la riqueza, la profundidad, la integridad y la múltiple articulación del mensaje. Bajo esta óptica, la evangelización en su sentido más amplio es:

1 el compromiso por la extensión del Reino y sus valores entre todos los hombres y la acción al servicio del hombre por la justicia social en lo que refiere a los derechos humanos, la reforma de las estructuras sociales injustas, la promoción social, la lucha contra la pobreza y las estructuras que la provocan;

1 el progresivo acercamiento de

los pueblos a los ideales y valores evangélicos: el rechazo de la violencia y de la guerra, el respeto a toda persona, el deseo de libertad, de justicia y de fraternidad, la superación de los racismos y de los nacionalismos, la afirmación de la dignidad y del valor de la mujer;

1 la intervención activa en los areópagos del mundo moderno y en las grandes áreas o sectores donde sufre la humanidad: los prófugos, los refugiados, los migrantes, las nuevas generaciones, los pueblos emergentes, las minorías, las tierras de opresión, de miseria y de catástrofes, la promoción de la mujer y del niño, la salvaguarda de la creación, las relaciones internacionales y el mundo de la comunicación social.

Evangelizar implica pluralidad de aspectos: presencia, testimonio, predicación (anuncio explícito), llamada a la conversión personal, formación de la Iglesia, catequesis; y también inculturación, diálogo interreligioso, educación, opción preferencial por los pobres, transformación de la sociedad. Su complejidad y articulación ha sido resaltada con autoridad por la Evangelii Nuntiandi (17) y perfectamente presentada en Redemptoris Missio (41-60):

«La evangelización, hemos dicho, es un paso complejo, con elementos variados: renovación de la humanidad, testimonio, anuncio explícito, adhesión del corazón, entrada en la comunidad, acogida de los signos, ini-ciativas de apostolado. Estos elementos pueden parecer contrastantes, incluso exclusivos. En realidad son com-plementarios y mutuamente enriquecedores» (EVANGELII NUNTIANDI 24).

EVANGELIZAR Y EDUCAR: NUESTRA IDENTIDAD APOSTÓLICA

Esta visión amplia de la evangelización corrobora la primera obligación de la misión salesiana: la promoción integral de las personas, según las urgencias de las múltiples situaciones concretas (cfr. Const. 31). Trabajar en este campo, inspirados por el amor de Cristo y bajo la enseña de su Reino, es evangelización. La comprensión salesiana de la evangelización está animada por una preocupación de plenitud, seguida de la preocupación educativa por el crecimiento de la persona en su totalidad. La educación es el lugar humano donde presentamos el Evangelio y donde este adquiere una fisonomía típica. Este planteamiento antropológico nos lleva a conocer mejor cómo los espacios de acción del educador salesiano están felizmente señalados por un humanismo integral y por una dimensión transcendente.

LA RELACIÓN DE LA ACCIÓN EDUCATIVA CON LA ACCIÓN EVANGELIZADORA

La meta propuesta por la Pastoral Juvenil Salesiana a todo joven es la construcción de la propia personalidad, que tiene a Cristo como referencia fundamental; referencia que, haciéndose explícita e interiorizada progresivamente, lo ayuda a ver la historia como Él, a juzgar la vida como Él, a escoger y a amar como Él, a esperar como enseña Él, a vivir en Él la comunión con el Padre y el Espíritu Santo (cfr. CG23, 112-115). Una verdadera conversión misionera exige a la Pastoral Juvenil Salesiana que descubra y viva la profunda e inseparable relación de la acción educativa con la acción evangelizadora.

Los aspectos educativos de la antropología cristiana

Partir de la educación no signifi ca seguir una senda exclusivamente antropológica, como si se tratara de una forma de “secularización” de la misión evangelizadora; no significa siquiera moverse lejos de los horizontes y de los fundamentos teologales. Se puede pensar la mediación educativa en el horizonte de la historia de la salvación. La refl exión teológica posconciliar ha considerado en la fe la aproximación a la educación: por ejemplo, tratando el primado del Reino de Dios o el proceso de salvación en el contexto de la Iglesia y de sus mediaciones pastorales; o reconociendo como lugares teologales las situaciones de vida del hombre, y estimulando a leerlas con la mirada de la fe.

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

La centralidad de la persona en la antropología cristiana tiene aspectos educativos. La educación se asume en su acepción amplia y comprensiva: como crecimiento de la persona y como conjunto de mediaciones que se ponen a su servicio para hacerla consciente de su identidad, ayudarla a abrazar cuanto de bueno ha puesto el Creador en ella, y abrirla al sentido y al misterio. Enfocar la cuestión educativa incumbe a todos, no solo a los cristianos. Resulta cada vez más urgente la opción de pensar la educación no como un ámbito sino como la dimensión de la pastoral, para confirmar la centralidad de la educación como mediación privilegiada al servicio de las personas.

La educación pone en movimiento todas las potencialidades del joven, desde las capacidades intelectuales a las emotivas, hasta la libre voluntad. Al hacerse cargo del joven, la propuesta educativo-pastoral salesiana acompaña y educa en un sentido amplio sus razones para vivir y, por medio de ellas, todo su crecimiento.

El punto de partida imprescindible es el encuentro con los jóvenes en la condición en que se encuentran, escuchando atentamente sus demandas y sus aspiraciones, para valorar el potencial de crecimiento que cada uno alberga en sí.

Vista de este modo, la educación de los jóvenes no es una manifestación opcional de la caridad o un aspecto parcial de la misión: es el camino que hay que recorrer. Nos consideramos servidores del hombre porque el Padre nos invita a ser misioneros de la juventud. La preocupación educativa de la acción pastoral se deja interpelar por la historia vital

del joven y re       conoce que la acción de Dios pasa por nuestra mediación.

esto se sigue que son necesarias las mediacionesles y pedagógicas al servicio de las personas: si la

ación pone en el centro a la persona cuidando la armonía as diversas dimensiones, las estructuras o las instituciones n sus mediaciones, en respuesta a las necesidades de venes y adultos a los que nos dirigimos (cfr. Const. 26). e reconoce, por tanto, la función preciosa de todas las ntervenciones educativas en la educación de la fe: tienen la misión de activar, sostener y mediar en el proceso de salvación.

EVANGELIZAR Y EDUCAR: NUESTRA IDENTIDAD APOSTÓLICA

No todos los modelos educativos ofrecen el valioso servicio de la edu¬cación a los procesos de evangeli¬zación. En particular apostamos por una educación que se mide con la praxis del Reino, que es restituir vida en abundancia a todos, dentro de una perspectiva de humanización más plena. Nos reconocemos en una praxis educativa que no resulta nunca absoluta, y no absolutiza estrategias, contenidos, instrumentos; que ges¬tiona el proceso educativo de mane¬ra abierta, con un resultado imprevi-sible, no manipulable, porque tiene que ver con el misterio de la libertad de las personas y de la acción de Dios en la vida de cada uno y también en la de las comunidades e instituciones.

La educación para la madurez hu-mana y cristiana evoca inmediata-mente la perspectiva pedagógica: es una ayuda para proponer el Evangelio con realismo educativo y pedagógico.

El Evangelio,

inspiración radical

La intencionalidad de la «acción educativa» se distingue, por sí misma, de la intencionalidad de la «acción evangelizadora»; cada una tiene un propósito característico, así como caminos y contenidos peculiares. Hemos de saber distinguirlos; pero no para separarlos, sino para unirlos armónicamente en la práctica. Ambas actúan sobre la unidad de la persona del joven: son dos modos complementarios de atención a los jóvenes, confluyen en el intento de «engendrar» al hombre nuevo. Se conforman para colaborar plenamente en el crecimiento unitario e integral del joven. La pastoral habita el terreno de lo humano y, al mismo tiempo, el terreno de la fe.

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

La evangelización dialoga con lo educativo

La evangelización se mide sobre el terreno humano que encuentra; asume y regenera la vida diaria de los jóvenes y su exigencia de sentido y plenitud respecto a todo lo que sucede en su mundo. La evangelización, liberando todas las potencialidades educativas del mensaje de Cristo, orienta hacia la maduración en humanidad, ilumina, propone, interpela la libertad. La educación, ayudando a las personas para alcanzar una vida más plena, interesa a todos aquellos que quieren de corazón el bien del hombre. El mensaje cristiano se presenta así en óptica educativa, se ofrece en la lógica de un proyecto que favorezca un crecimiento verdadero e integral. La evangelización parece atravesada por las instancias de la educación, donde puede resonar el Evangelio de Jesucristo, como condición para que sea acogido en su verdad.

La atención educativa se traduce como esfuerzo por ofrecer la propuesta evangélica de modo existencialmente significativo, esto es, para sintonizarla con los problemas vitales del joven y, más en general, con la búsqueda de sí mismo. Dado que la educación es un proceso y está llamada a adaptarse continuamente a la evolución tanto de la persona como de la cultura, debe transmitir una sensación de gradualidad del camino y ayudar a programar itinerarios; debe ser capaz de realizar una función crítica positiva en lo que se refiere a ciertas formas de evangelización que puede pecar de ingenuidad y de abstracción; está invitada a estimular, en la planificación pastoral, una conciencia pedagógica esencial sin prescindir de la validez fundamental de los valores humanos, aunque dañados a veces por el pecado. La pastoral se deja interpelar por la experiencia de los jóvenes. El reconocimiento de las preguntas últimas que están en su corazón permite a la fe y al anuncio del evangelio dialogar fecundamente con ellos.

El Evangelio como inspiración radical

Por otra parte, el elemento que da calidad es el Evangelio, su función orientativa y su inspiración radical: es un anuncio que interpreta la vida con mayor profundidad que cualquier otro. La evangelización tiene una fuerza que provoca. No llega “después”. El Evangelio entra en la lógica formativa de la unidad estructural de la personalidad. Sus criterios valorativos y operativos se inspiran en Jesucristo. Un servicio educativo que con inteligencia mire a la formación integral de los jóvenes no tiene miedo de interrogarse continuamente sobre el significado y las razones de la evangelización.

EVANGELIZAR Y EDUCAR: NUESTRA IDENTIDAD APOSTÓLICA

La acción educativa se enraíza en la de Jesús; no solo la toma como modelo, sino que la prolonga en el tiempo. Encuentra su significado integral y una razón de fuerza mayor en el mensaje de Jesucristo. Más aún, encuentra en el Evangelio la ayuda para la maduración de la libertad y de la responsabilidad. El Evangelio es guía en la búsqueda de identidad y de sentido, iluminación para la formación de la conciencia; se presenta como modelo excelente por la autenticidad del amor, y ofrece el horizonte más claro y comprometido de la dimensión social de la persona. El Evangelio inspira criterios de juicio, guía opciones fundamentales de la vida, ilumina la conciencia ética privada y pública, regula las relaciones interpersonales y señala la orientación del hacer y del vivir. La dignidad de la persona queda elevada en la interacción con la fe. En el encuentro con la Buena Noticia llega al vértice de la «imagen de Dios», que revela a la vida humana su destino trascendente, mientras ilumina con luz nueva todos los derechos.

He aquí la integralidad de la propuesta: la educación que se enriquece por estar inspirada evangélicamente desde el principio; la evangelización que, ya desde el primer momento, reconoce la exigencia de estar debidamente aclimatada a la condición evolutiva de los jóvenes. La mediación educativa tiene como fin último favorecer en cada individuo una experiencia personalísima del encuentro con Dios: orientar positivamente el proceso educativo hacia la apertura a Dios y hacia la configuración con Cristo, hombre perfecto. Esta perspectiva supera el problema, sustancialmente metodológico, de cómo y cuándo anunciar el Evangelio y de cómo compaginar en los ambientes pastorales concretos y en los itinerarios educativos todas la dimensiones del Proyecto Educativo-Pastoral.

C Buena noticia en la variedad de las culturas y tradiciones religiosas

El Proyecto Educativo-Pastoral salesiano se ha revelado como de gran actualidad en los contextos más diversos. Ha demostrado ya su validez en ambientes de otras tradiciones religiosas, contextos pluriculturales y ambientes secularizados. Sin embargo hoy, en sociedades extremadamente pluralistas desde el punto de vista cultural y religioso, es evidente que las referencias cristianas del Sistema Preventivo no pueden manifestarse siempre explícitamente. Hay que interpretarlas y adaptarlas, acentuando el humanismo integral, plataforma de base de toda educación, abierto a la dimensión ética y religiosa. Un humanismo que atribuye la debida importancia al conocimiento y estima de las culturas y de los valores espirituales de las diversas civilizaciones.

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

Lo que se nos pide hoy es conocer bien el instrumento de que disponemos, aplicándoloensintoníacon lasensibilidad moderna, en los diversos contextos. La emergencia educativa invita a una educación global, que esté orientada a formar toda la persona y a cada persona. La libertad religiosa favorece el ejercicio de las libertades humanas, creando las condiciones necesarias para la realización de un desarrollo integral que afecta unitariamente a la totalidad de la persona en todas sus dimensiones (cf. Caritas in Veritate 11).

La obras salesianas, en virtud de su vocación misionera a la universalidad e interpeladas por la presencia de religiones y creencias diversas, son llamadas al diálogo con otras tradiciones religiosas y espirituales. No se trata de renunciar a la propia identidad o al mandato misionero, y mucho menos de asumir actitudes fundamentalistas. El pluralismo religioso es una oportunidad para una mejor comprensión de la identidad cristiana. En este sentido, la conciencia de la propia identidad es la condición irrenunciable para cualquier diálogo serio. Se han de evitar todas aquellas formas de lectura puramente laicistas, así como todas esas formas de rigidez frente a la apertura hacia otras religiones. Son dos actitudes que impiden el verdadero testimonio de los creyentes en la vida civil y política.

Un amor constante y fuerte hacia los más pobres

Don Bosco orienta decididamente su obra hacia la juventud; escoge conscientemente ofrecerse con disponibilidad para acoger a los muchachos y a los jóvenes “en riesgo”: de cara a la liberación integral de los mismos, esta opción se convierte en el criterio de su planteamiento evangelizador. La prioridad por “los jóvenes especialmente los más pobres” –son palabras

EVANGELIZAR Y EDUCAR: NUESTRA IDENTIDAD APOSTÓLICA

de Don Bosco– es también nuestra opción determinante (Const. 6, 26¬ 29, 41; Reg. 1, 3, 11, 14, 15, 25, 26; CG20, nn. 45-57).

Don Bosco elige la condición evangélica de hacerse pobre con

los pobres. Asume la pobreza,

incluso material, del Hijo de Dios para ir hacia los lejanos. Hace de la

calle, de las plazas, de los puestos de trabajo, del prado-patio lugares de encuentro y de primer anuncio. Acoge a los jóvenes sin exclusiones ni prejuicios, reconociendo y valorando todo lo que ellos tienen en su corazón (sus sueños, sus dificultades, sus retos). Camina junto a ellos, adaptándose a su paso. El encuentro con cada muchacho es para él ocasión de diálogo y de un posible acercamiento a la fe. Este es, sencillamente, el terreno donde la propuesta de fe se revela como recurso de vida, potencial de plenitud de vida. Los jóvenes más pobres esperaban ser acogidos, ver que sus aspiraciones se tomaban en serio, sentir que sus mayores deseos encontraban una salida. La actitud de Don Bosco es la del que acompaña: no sustituye, no invade, no tiene prejuicios, no finge confianza. Camina verdaderamente junto a ellos, los sostiene, los anima.

Él combate sus dañinas pobrezas, lugar de corrupción y causa de embrutecimiento, con la pobreza liberadora del Hijo de Dios. Entregado a su misión de cuidado de las almas, está dispuesto a pagar un precio y a dejarlo todo (Da mihi animas cetera tolle). Él se olvida de sí mismo y de sus propias comodidades para entregarse por entero a los suyos, para estar cercano a los suyos, pobre con los pobres. Por eso, construye su proyecto a medida de los jóvenes, sobre todo de los más débiles y en peligro, para ayudarlos a acoger la riqueza de la vida y sus valores, prepararlos para vivir con dignidad en este mundo y hacerlos más conscientes de su destino eterno (cfr. Const. 26).

Don Bosco, bajo la inspiración del Espíritu Santo, tuvo una aguda conciencia de haber sido llamado por Dios para una misión singular en favor de los jóvenes pobres. Sin ellos Don Bosco sería irreconocible: “Yo por vosotros estudio, por vosotros trabajo, por vosotros estoy dispuesto, incluso, a dar la vida” (Const. 14). Señales de lo alto, aptitudes naturales, consejos de

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

personas prudentes, discernimiento personal, circunstancias que sucedían providencialmente lo convencieron de que Dios, al enriquecerlo con dones singulares, le pedía una entrega total a los jóvenes:

«He prometido a Dios que hasta mi último aliento será para mis pobres jóvenes» (Const. 1).

En la actual urgencia de una nueva evangelización hay que sugerir el

mismo espíritu misionero de la acción pastoral de Don Bosco: un espíritu misionero que impulse a ir allí donde todavía no reciben atención las necesidades y las demandas de los jóvenes.

«Los jóvenes nos importan de un modo muy especial, porque son parte relevante del presente y del futuro de la humanidad y de la Iglesia. (..) Queremos ayudarles en su búsqueda e invitamos a nuestras comunidades a que, sin reservas, entren en una dinámica de escucha, de diálogo y de propuestas valientes ante la difícil condición juvenil. Para aprovechar y no apagar la potencia de su entusiasmo. Y para sostener en su favor la justa batalla contra los lugares comunes y las especulaciones interesadas de las fuerzas de este mundo, interesadas en disipar sus energías y a agotarlas en su propio interés, suprimiendo en ellos toda memoria agradecida por el pasado y cualquier planteamiento serio para el futuro. La nueva evangelización tiene un campo particularmente exigente pero al mismo tiempo prometedor en el mundo de los jóvenes (..). Los jóvenes tienen un papel activo en la obra de la evangelización, sobre todo en sus ambientes»

(SÍNODO DE LOS OBISPOS, MENSAJE AL PUEBLO DE DIOS 9)

EVANGELIZAR Y EDUCAR: NUESTRA IDENTIDAD APOSTÓLICA

corazón para leer todas estas formas de pobreza, nuevas y antiguas, e inventar nuevas formas de atención, de solidaridad y de colaboración para sanarlas.

Evangelizar y educar en estos con¬textos significa acogerlos, devol¬verles la palabra, ayudarlos a encontrarse a sí mismos, acompañarlos con paciencia a lo largo de un camino de recuperación de valores y confianza. Esta opción determinante es parte esencial de la espiritualidad salesiana, que profesa la fuerza redentora de la caridad pastoral y proclama el deseo y la determinación de “salvar” a los que se sienten abandonados por to¬dos. Es un amor que se expresa en respuestas ágiles e inmediatas frente al malestar juvenil, un amor que se compromete en dar vida y esperanza. Esta misión originaria de la Iglesia y de la Congregación es el núcleo del anuncio de Cristo (cfr. Evangelii Nuntiandi 32).

El anuncio de la salvación a los pobres, signo por excelencia del Reino de Cristo, es el componente más profundo de nuestra misión educativo-pastoral. La relación con Jesucristo y su Evangelio es un don que hay que ofrecer a todos, una fuente que sacia la sed y la búsqueda del sentido: si Cristo se da a los más pobres y necesitados, no podemos retrasar en ellos el descubrimiento de este don.

La opción preferencial por los jóvenes, sobre todo por los más pobres, nos lleva a los ambientes populares en que viven (cfr. Const. 29). En los ambientes populares estamos llamados a llevar un espíritu de familia y de comprensión con el contacto cotidiano de nuestra acción apostólica.

LA HUMANIZACIÓN

Y LA EVANGELIZACIÓN DE LA CULTURA

Fidelidad al Evangelio y fidelidad a la cultura

El fin propio de la educación y de una verdadera actividad cultural es el de liberar al joven, hacerlo consciente de los propios derechos y

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

deberes, partícipe conocedor de las vicisitudes de la propia época, capaz de autodeterminación y colaboración para construir una sociedad más humana. Educar de esta manera produce cultura, la despliega y la enriquece. Este proceso llega a hacerse realidad, no solo introduciendo en la sociedad ideas, nuevos impulsos y nueva savia, sino sobre todo, preparando personas valientes, portadoras de reflexión crítica y de una sana conducta de vida.

La evangelización no es solo conformidad con los valores del Evangelio, transmitidos por nuestro padre Don Bosco: es también encuentro con la cultura. El indispensable compromiso cultural supone el encuentro con las nuevas cuestiones de vida que la cultura genera, cuestiones que ponen a prueba el realismo de nuestra propuesta cristiana y confirman nuestra capacidad de diálogo. Se necesita, por tanto, un conocimiento adecuado de la compleja realidad cultural y sociopolítica. Es necesario el ejercicio de «discernimiento», reformulando la experiencia cristiana en relación con las situaciones concretas e históricas en las que está llamada a

realizarse. Verdaderamente, la evangelización de la cultura es la forma más

profunda y global de evangelización de una sociedad.

El mundo juvenil es el “lugar” por excelencia en el que se manifiestan más inmediatamente los rasgos culturales típicos de nuestra

EVANGELIZAR Y EDUCAR: NUESTRA IDENTIDAD APOSTÓLICA

sociedad. Aquí se requieren un atento discernimiento y la capacidad de captar profundamente los problemas planteados por los cambios que están en marcha. Urge comprender su realidad cultural, con su conjunto de valores y de límites, de experiencias, lenguajes y símbolos. Son estos los elementos que forjan su mentalidad y sensibilidad. Los retos no son un obstáculo problemático sino una provocación positiva que nos interpela e impulsa a intervenir con coraje. La acción que la Congregación desarrolla en relación con la cultura, compleja y articulada, como se ha dicho, ya no puede ser comprendida dentro de un universo cultural homogéneo, sino en un horizonte determinado por una pluralidad de situaciones. De hecho, concurren numerosos factores a la hora de dibujar un panorama cultural cada vez más fragmentado y en continua y velocísima evolución. Enumeremos algunos:

1 las diversas situaciones de pobreza y de exclusión social: cada vez con más frecuencia, fragilidad y marginalidad desembocan en fenómenos de dependencia de las drogas, desviaciones, violencia;

1 la situación y la comprensión de la familia, con los consiguientes problemas humanos y éticos;

1 las cuestiones referentes a la vida y su capacidad de transmisión de los valores;

1 la esfera afectiva y emotiva, el ámbito de los sentimientos, como el de la corporeidad, están fuertemente infl uenciados por las circunstancias culturales;

1 los sistemas educativos y la calidad e integridad de la formación que ofrecen;

1 la cultura digital que favorece y, tal vez, provoca continuos y rápidos cambios de mentalidad, de costumbres, de comportamientos;

1 uno de los horizontes más complejos y fascinantes de la sociedad de hoy: la identidad de los pueblos en cuanto a su pluralidad cultural y religiosa;

1 los presupuestos antropológicos que subyacen en las interpretaciones sociológicas y educativas;

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

? las corrientes de pensamiento que insisten en la negación de la trascendencia, el desconocimiento de la estructura relacional del hombre y su vida fundamentada en Dios.

Los desafíos de la cultura atraviesan todas las experiencias pastorales

La atención prioritaria a la cultura atraviesa todas las experiencias pastorales y,

se convierte en desafío para todos: para el creyente y para el no creyente, para el que pertenece a la Iglesia y para el que no pertenece, para el joven y para el adulto. Es un reto escrito en la vida misma, con su pobreza y su riqueza, con su dignidad, con sus dones y sus exigencias: se impone a todos y es una promesa para todos.

(JUAN PABLO II, HOMILÍA DURANTE LA MISA EN EL SANTUARIO DE LA SANTA CRUZ, MOGILA, 9 DE JUNIO DE 1979)

Por medio de la Iglesia, el Señor Jesús nos llama a realizar una nueva evangelización: «nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión»

(JUAN PABLO II, DISCURSO A LA XIX ASAMBLEA DEL CELAM, 9 DE MARZO DE 1983)

Como Don Bosco, manifestamos un interés particular por el mundo del trabajo (cfr. Const. 27). Él tuvo una preocupación de largo alcance por dotar

EVANGELIZAR Y EDUCAR: NUESTRA IDENTIDAD APOSTÓLICA

a las jóvenes generaciones de una competencia profesional y técnica adecuada. Fue notable también su preocupación por fomentar una educación cada vez más incisiva en la responsabilidad social, basándose en el crecimiento de la dignidad personal: una educación social a la que la fe cristiana no solo legitima sino que le confiere energías de importancia incalculable. Por medio del trabajo y del uso correcto de los recursos, “el honrado ciudadano” no solo se realiza como persona sino que contribuye al bien común, dando su aportación sustancial en beneficio de la sociedad: un proyecto que tiene sus

raíces en la visión evangélica del hombre comprometido con el bien de todos.

PARTE

SEGUNDA

Los tres capítulos de esta segunda parte profundizan las opciones de la Pastoral Juvenil Salesiana, esto es, el modo propio salesiano de desarrollar la misión evangelizadora. La fuente carismática es el Sistema Preventivo que inspira a la Comunidad Educativo-Pastoral y su propuesta formativa: el Proyecto Educativo-Pastoral.

EL SISTEMA PREVENTIVO:

UNA EXPERIENCIA ESPIRITUAL

Y EDUCATIVA

CAPÍTULO

Guiado por María, que fue su maestra, Don Bosco vivió, en el trato con los jóvenes del primer oratorio, una experiencia espiritual y educativa que llamó “sistema preventivo”. Para él era un amor que se dona gratuitamente, inspirándose en la caridad de Dios, que precede a toda criatura con su providencia, la acompaña con su presencia y la salva dando su propia vida. Don Bosco nos lo transmite como modo de vivir y trabajar, para comunicar el Evangelio y salvar a los jóvenes con ellos y por medio de ellos. Este sistema conforma nuestras relaciones con Dios, el trato personal con los demás y la vida de comunidad

en la práctica de una caridad que sabe hacerse amar»

(Const. 20)

La práctica de este sistema se apoya totalmente en las palabras de san Pablo: La caridad es benigna y paciente; todo lo sufre, todo lo espera y lo soporta todo»

(El Sistema Preventivo en la Educación de la Juventud)

EL SISTEMA PREVENTIVO: UNA EXPERIENCIA ESPIRITUAL Y EDUCATIVA

La llamada a Don Bosco, por parte de Dios, para una misión de salvación de la juventud, especialmente de la más pobre, convoca a muchas personas y grupos a una convergencia espiritual y a una participación educativa y pastoral: el Sistema Preventivo. Esta es la fuente y la inspiración de una forma concreta de vivir y actuar la misión salesiana que llamamos la Pastoral Juvenil Salesiana. En este cuarto capítulo toma cuerpo gradualmente la propuesta educativo-pastorala partirdesu principio inspirador: la caridad pastoral. Su centralidad se convierte en una perspectiva real de renovación de la pastoral de los jóvenes y por tanto, criterio y gozne de la planificación pastoral en todos los niveles. El Sistema Preventivo, en cuanto proyecto educativo de educación integral, se articula sustancialmente en dos direcciones: como propuesta de vida cristiana (Espiritualidad Juvenil Salesiana) y como metodología pedagógica práctica.

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

La misión salesiana está

iluminada por la praxis de

Don Bosco

EL ESPÍRITU SALESIANO SE INSPIRA EN EL ESTILO DEL BUEN PASTOR

Don Bosco vislumbra la fi nalidad original de su misión: revelar a los jóvenes pobres el amor que Dios les tiene (cfr. Const. 2, 14). Intuyó también los principios inspiradores de un estilo pastoral adecuado a esta finalidad: el del Buen Pastor. La evocación bíblica que abre el capítulo 1º de este texto ofrece una imagen elocuente de la experiencia de Valdocco: la multitud hambrienta y desorientada y la conmoción de Jesús.

El espíritu salesiano, inspirado por el estilo del Buen Pastor, marca cualitativamente nuestra espiritualidad y nuestra acción educativo- pastoral. Este espíritu está encarnado, en primer lugar, en Don Bosco. Él y la misión salesiana son nuestro punto de referencia histórico- carismático.

Don Bosco ofreció toda su vida por los jóvenes, en un proyecto de vida fuertemente unitario: su vida sacerdotal y su acción educativa, sus múltiples relaciones y su profunda interioridad, todo, estaba orientado al servicio de los jóvenes. Un servicio que les ayudó a crecer, haciéndolos ser ellos mismos protagonistas mediante su proyecto de vida:

«No dio un paso, ni pronunció palabra, ni acometió em¬presa que no tuviera por objeto la salvación de la juven¬tud» (CONST. 21)

Dios no deja de llamar a muchos otros para continuar esta misión de Don Bosco en favordelosjóvenes. Entre ellos, los salesianos religiosos (SDB) son consagrados por Dios, reunidos y enviados para ser en la Iglesia signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes, especialmente a los más pobres. Juntamente con ellos, comparten la misión de Don Bosco otros grupos de la Familia Salesiana, según sus específicas vocaciones y su propio estilo de vida. Es un amplio movimiento

EL SISTEMA PREVENTIVO: UNA EXPERIENCIA ESPIRITUAL Y EDUCATIVA

de personas y de grupos, hombres y mujeres, pertenecientes a las más diversas condiciones de vida que constituyen el Movimiento Salesiano. La misión salesiana, que en Don Bosco y en su experiencia de Valdocco encuentran su criterio permanente de discernimiento (cfr. Const. 40), continúa creciendo. En otras palabras, convoca a muchas personas y grupos en una convergencia espiritual con el fin de compartir la misión educativa y pastoral para la promoción integral de los jóvenes, especialmente los más pobres.

LA ENCARNACIÓN DEL “ESPÍRITU SALESIANO” Y EL SISTEMA PREVENTIVO

La actuación (la actualidad) del proyecto pedagógico- pastoral de Don Bosco

La misión y el proyecto de vida de Don Bosco se expresan en un estilo de vida

y de acción: el espíritu salesiano. La

encarnación más característica y

expresiva del “espíritu salesiano”

es el Sistema Preventivo.

El Sistema Preventivo se asocia al alma, a las actitudes y a las opciones evangélicas de Don Bosco. La praxis salesiana tiene como marco de referencia y como medida de autenticidad la actuación del

proyecto               pastoral-espiritual

pedagógico de Don Bosco. La “genialidad” de su espíritu está unida a la actuación del Sistema Preventivo: un sistema bien logrado, que es modelo e inspiración para cuantos hoy están comprometidos en la educación en los diversos continentes, en contextos multiculturales y de pluralidad religiosa. Un sistema que pide a todos una continua reflexión para favorecer cada vez más la

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

centralidad de los jóvenes como destinatarios y protagonistas de la misión salesiana (cfr. Don Pascual Chávez, ACG 407, «La Pastoral Juvenil Salesiana»).

La palabra “sistema” sugiere la idea de plenitud, es decir, una experiencia orgánica: una propuesta articulada hacia un dinamismo pedagógico. En el Sistema Preventivo, de hecho, se pueden distinguir algunas articulaciones, que están profundamente vinculadas entre sí: el principio inspirador, que crea una determinada actitud espiritual en la persona: la caridad pastoral. Una triple realidad dinámica:

1 un “impulso pastoral”, es decir, un proyecto educativo de promoción integral (ver el presente capítulo IV, n.2);

1 una espiritualidad para una propuesta de vida cristiana – Espiritualidad Juvenil Salesiana– (ver el presente capítulo IV, n.3);

1 un método pedagógico práctico, inspirado en el “criterio oratoriano”, que guía las modalidades concretas de opciones e intervenciones operativas que se proponen (ver capítulo V, n.3).

El principio inspirador es la caridad pastoral

Para Don Bosco, educar comporta una actitud especial del educador y un conjunto de intervenciones, basados en convicciones de amor, de razón y de de fe. En el centro de su visión está la “caridad pastoral”. Se trata de buscar de manera particular el bien espiritual de los jóvenes, su salvación, su bien integral («Da mihi animas»).

El Sistema Preventivo encuentra su fuente y su centro en la experiencia de la caridad de Dios que previene a toda criatura con su Providencia, la acompaña con su presencia y la salva entregando la vida (cfr. Const. 20). Don Bosco tenía una profunda fe en la bondad y en la paternidad misericordiosa de Dios. La elección de San Francisco de Sales como ejemplo para sus colaboradores y como protector de su Congregación lo confirma.

Esta experiencia apunta a la acogida de Dios en los jóvenes: en ellos Dios nos ofrece la gracia del encuentro con Él, nos llama a servirlo en ellos. Una experiencia que reconoce su dignidad, renueva la confianza en sus recursos para el bien, los educa en la plenitud de la vida (cfr. CG23, n. 95). En esta dinámica educativa, atendiendo a los jóvenes, los educa para ser protagonistas de la evangelización.

La caridad pastoral salesiana tiene otra característica más precisa que la define mejor: es una caridad pedagógica. Demuestra pasión educativa, pero también discreción, sentido común, equilibrio, afecto y respeto al adolescente y al joven. Esta actitud es fruto de la convicción de que toda vida, aún la más pobre, compleja y precaria, lleva en sí, por la presencia misteriosa del Espíritu, la fuerza de la redención y la semilla de la felicidad (cfr. CG23, n. 92).

Una expresión sintética, el “primado de la caridad educativa”, refleja el amor que sabe crear una relación educativa: se expresa a la medida del adolescente, en particular del pobre que debe ser ayudado a abrirse, a descubrir la riqueza de la vida, a crecer. Por esto, para el adolescente necesitado, a veces escaso de decisión, de educación, de palabras y de pensamiento, la caridad pedagógica del educador se convierte en comunicación del amor de Dios: una caridad que llega a los últimos, a los más humildes, a aquellos que tienen mayores dificultades. Es expresión de sabiduría paterna que enseña a afrontar la vida.

C El Sistema Preventivo compromete al educador y a la comunidad de la que forma parte

Esta experiencia, que es al mismo tiempo espiritual y educativa, posee una unidad tan íntima, que constituye el punto de referencia y de identidad de la Familia Salesiana en la Iglesia. Se la puede definir como

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

la auténtica espiritualidad de nuestra acción apostólica. Separar el método pedagógico de Don Bosco de su alma pastoral significaría destruir ambos.

El Sistema Preventivo compromete a toda la persona del educador y a la comunidad de la que forma parte, juntamente con y para los jóvenes, con una modalidad propia de pensamiento y de sentimiento, de vida y de actividad, que inspira y caracteriza toda la existencia. En el compromiso práctico del Sistema Preventivo, al mismo tiempo pedagógico y espiritual, la actividad educativa se abre con constante y competente inteligencia al Evangelio de Cristo: es el «criterio metodológico» de la misión salesiana para acompañar a los jóvenes en el delicado proceso de crecimiento de su humanidad en la fe. A su vez, la espiritualidad salesiana respira y actúa en el área educativa como propuesta original de vida cristiana, organizada en torno a experiencias de fe, opciones de valores y actitudes evangélicas que constituyen la Espiritualidad Juvenil Salesiana.

En la fidelidad a este patrimonio pedagógico (el Sistema Preventivo) y en su continua actualización, los salesianos encuentran su identidad. La meta fundamental del proyecto está sintetizada en la conocida fórmula “honrados ciudadanos y buenos cristianos”, según la cual Don Bosco quería “formar constructores de la sociedad y hombres creyentes”. Dos términos de un binomio que en Don Bosco se presentan como una unidad inseparable: los dos polos constituyen una unidad indivisible.

               

                              

                El Sistema Preventivo como

impulso pastoral

UN PROYECTO EDUCATIVO INTEGRAL

El Sistema Preventivo es un proyecto educativo de promoción integral, presente en la propuesta de evangelización para jóvenes en diversos contex¬tos. Pone de manifiesto, al mismo tiempo, la riqueza humanística y el corazón esencialmente religioso del sistema, en el dinamismo de razón, religión, amor. El

EL SISTEMA PREVENTIVO: UNA EXPERIENCIA ESPIRITUAL Y EDUCATIVA

Sistema Preventivo se convierte en método para la acción, caracterizada por la centralidad de la razón, la racionalidad de las exigencias y de las normas, la flexibi¬lidad y la capacidad persuasiva de las propuestas; por la centralidad de la religión, entendida como desarrollo del deseo de Dios inserto en toda persona y como ex¬periencia de llevar en este deseo la belleza de la buena noticia; por la centralidad del amor, afecto educativo que hace crecer y genera correspondencia.

LA DOBLE FACETA DE LA EDUCACIÓN PREVENTIVA

La praxis preventiva, aún con matizaciones diversas, se compone de dos actividades inseparables: satisfacer las necesidades primarias de los jóvenes (alimento, vestido, alojamiento, seguridad, trabajo, desarrollo físico y psíquico, inserción social, un mínimo de valores) y dar vida a una acción educativa más orgánica, a la formación social, moral y religiosa de la persona. De hecho, la intencionalidad del Oratorio de Don Bosco nació como institución asistencial y educativa.

Esta doble vertiente es actual, valorando una decidida valoración de los aspectos asistenciales y sociales del proyecto educativo salesiano, como también de aquellos aspectos formativos de la esfera intelectual, afectiva, ética y espiritual.

El Sistema Preventivo en las situaciones de vulnerabilidad y de reconstrucción personal

La “prevención” en las situaciones de vulnerabilidad y de reconstrucción personal nos conduce al Don Bosco que visitaba las cárceles, que recorría las calles y los lugares de trabajo para buscar a los muchachos. Incluso después de institucionalizar el Oratorio, socorría a los muchachos apestados en las casas y en los callejones de Turín, enviaba a los salesianos misioneros a los jóvenes que no tenían «lugares» para su normal crecimiento humano y social.

Hoy, en una época de “emergencia” educativa, este estilo preventivo cumple una misión educativa capaz de conseguir resultados más satisfactorios. El humanismo pedagógico cristiano, sobre el que se basa el Sistema Preventivo, constituye una respuesta asistencial y social al mismo tiempo que educativa y pastoral. La “caridad educativa” no puede dejar de ser

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“caridad social”. La evangelización se presenta siempre estrechamente integrada con la promoción humana y con la libertad de la propuesta cristiana. El mandamiento del amor es único, pero a la vez tiene dos polos de referencia, Dios y el prójimo.

Las profundas transformaciones acaecidas en la «sociedad compleja» muestran una fenomenología más articulada de la «condición juvenil» y, en particular, de la que Don Bosco llamaba: «pobre y abandonada, en peligro». Una juventud fuertemente problemática bajo el aspecto de la educación y de la reeducación,

jóvenes golpeados por la marginación y por la pobreza económica, social, cultural, afectiva, moral y espiritual. La acumulación de estas pobrezas, frecuente en los países en vías de desarrollo, como también en las grandes ciudades de los países más desarrollados, dibuja el panorama del malestar juvenil que pide urgentemente una intervención educativa. Es necesario prevenir el mal con el remedio de la educación.

Frente a las graves situaciones de injusticia y frente a las violaciones perpetradas contra los derechos humanos en nuestras sociedades, el carisma de Don Bosco y su sistema educativo nos impulsan al trabajo, tanto en el plano personal como en el colectivo. Con un arrojo renovado, la prevención debe transformar, mediante la educación, las estructuras de la miseria y de la marginación, particularmente de los menores. Tenemos la posibilidad de ofrecer una prevención que promueve el bien: intervenciones educativas que refuerzan la totalidad de los derechos fundamentales civiles, culturales, religiosos, económicos, políticos y sociales.

Es necesario crear comunidades capaces de proponer de nuevo los valores fundamentales, quizá ausentes ya en la primera edad de la vida. “La educación liberadora” del Sistema Preventivo acompaña a los adolescentes y a los jóvenes, marcados ya por condicionamientos negativos: situaciones que los hacen pobres desde el punto de vista sociocultural, económico, moral, espiritual y religioso (cfr. CG20, n.61). La prevención salesiana se expresa, por tanto, en muchísimas

EL SISTEMA PREVENTIVO: UNA EXPERIENCIA ESPIRITUAL Y EDUCATIVA

opciones prácticas: responde a las urgencias que exige cada contexto. Este pluralismo operativo en favor de los jóvenes más necesitados es expresión de la riqueza de la educación salesiana, en la cual la afectividad vivida o restablecida logra unirse de manera fecunda con la razón y la religión.

La «experiencia preventiva» de Don Bosco tiende a convertirse en “sistema” de asistencia, educación y socialización. Educar significa “prevenir”, en todas las acepciones posibles. Educar se expresa en “acoger”, “dar la palabra” y “comprender”. Educar quiere decir ayudar a cada uno a encontrarse a sí mismo, acompañar a los jóvenes con paciencia en un camino de recuperación de valores y de confianza en sí mismos; conlleva la reconstrucción de las razones para vivir, descubriendo una nueva visión de la vida más positiva. Educar significa no solo una renovada capacidad de diálogo, sino también de propuesta rica de intereses, fuertemente anclada en lo que es esencial para una vida mejor; conlleva comprometer a los jóvenes en experiencias que les ayuden a captar el sentido del esfuerzo diario; implica ofrecer instrumentos básicos para que se ganen la vida, haciéndolos capaces de actuar como sujetos responsables en toda circunstancia. Educar requiere el conocimiento de los problemas sociales juveniles de nuestro tiempo (ver capítulo I).

El arte de educar en positivo

La prevención se expresa en un proyecto formativo de educación en positivo:

«El arte de educar en positivo, proponiendo el bien en vivencias adecuadas y envolventes(arte, teatro, música, MCS), capaces de atraer por su nobleza y hermosura, el arte de hacer que los jóvenes crezcan desde dentro, apoyándose en su libertad interior, venciendo condicio-namientos y formalismos exteriores; el arte de ganar el corazón de los jóvenes, de modo que caminen con alegría y satisfacción hacia el bien, corrigiendo desvia¬ciones y preparándose para el mañana por medio de una sólida formación de su carácter»

(JUVENUM PATRIS 8)

La fórmula razón, religión, amor, que sintetiza el sistema de Don Bosco, se entiende como la inspiración fundamental de un proyecto educativo

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de promoción integral de la persona que pretende dar una respuesta total a la exigencia de evangelización del mundo juvenil. El amor pedagógico, en el método de Don Bosco, se desarrolla en tres actitudes: el amor-cordialidad, el amor-razón, y el amor-fe. El Sistema Preventivo se convierte así en un proyecto formativo y pedagógico: un conjunto de elementos que componen la totalidad de la triple faceta afectiva, racional y religiosa.

El amor pedagógico es ante todo un amor humano auténtico: el principio del método es el amor, que se expresa como un afecto educativo que hace crecer y genera correspondencia de relaciones cordiales. Esta es la gran intuición de Don Bosco: la fuerza liberadora del amor educativo. En contacto con educadores que transmiten profunda pasión y amor educativo, los jóvenes se sienten impulsados a expresar lo mejor de sí mismos y aprenden a hacer propia la experiencia cultural y religiosa que reciben. La caridad pastoral, centro y alma del espíritu salesiano, evoca algunas actitudes de fondo. Ante todo, las relaciones personales. Para Don Bosco, el amor pedagógico es, al mismo tiempo, espiritual y afectivo. Es un amor que brota de la voluntad, que lleva al educador a buscar únicamente el bien del educando, olvidándose totalmente de sí mismo. Por la fuerza de este amor, el educador se siente fuertemente impulsado a la acción y al espíritu de sacrificio. De esta manera, la realidad más espiritual del amor educativo está destinada a manifestarse en afabilidad y afecto. El amor cordial consiste, ante todo, en querer auténticamente al otro como persona. El amor maduro, al mismo tiempo, se caracteriza por la voluntad y el afecto.

Nos parece que el amor-cordialidad ha sido descrito por Don Bosco sobre todo en la Carta de Roma de 1884, en relación con una situación de

EL SISTEMA PREVENTIVO: UNA EXPERIENCIA ESPIRITUAL Y EDUCATIVA

crisis que se manifestaba en sus instituciones. Él expone lo que le parece esencial en la relación educativa. Refiriéndose a su propia experiencia, trata de hacer comprender que el amor voluntarioso con el total compromiso del educador, es ciertamente algo apreciable y bueno, pero insuficiente y sin resultados pedagógicos, si los jóvenes no «sienten» el amor, o si no se convierte en lenguaje y signo que desemboca en comunicación y en cordialidad. El educador que se entrega por entero a los jóvenes, pero no logra hacer «sentir» que lo que le interesa es la persona del joven, no tendrá resultados pedagógicos. Lo primero en el amor no es la actividad, sino la atención a la persona como tal. Es la fuerza del encuentro gratuito lo que tiene significado y da valor a todos los demás valores.

Las diversas formas de la racionalidad en las propuestas

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

los temas con sentido crítico y a descubrir el valor auténtico de las realidades terrenas, respetando su autonomía y su dignidad.

               El amor pedagógico se basa en la fe

El amor pedagógico está iluminado por la fe, o lo que es lo mismo, por el desarrollo del deseo de Dios innato en toda persona y el esfuerzo de evangelización cristiana. Para Don Bosco, el amor cordial y razonable se nutre de una raíz profunda. Los jóvenes son personas llamadas a la plenitud real de la vida, la comunión con Dios y con el prójimo. Don Bosco juzgaba que, fuera de esta perspectiva, la propuesta educativa perdía su fuerza y significado. El amor educativo del salesiano es símbolo del amor de Dios a los jóvenes. Al Don Bosco fundador, padre de los huérfanos, educador maduro, soñador y emprendedor temerario, promotor intuitivo de iniciativas pastorales y educativas, se le comprende desde los dos núcleos dinámicos de su vocación: por una parte, una actitud cordial y afectuosa hacia los jóvenes y, por otra, la entrega incondicional de sí mismo a Dios como respuesta a la misión recibida.

En el Sistema Preventivo la religión es la de la “buena nueva” del Evangelio, de las bienaventuranzas, de Jesús que consideraba a sus discípulos amigos y no siervos y llama a todos a buscar el Reino de Dios y su justicia, y está con nosotros y obra con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. La religión del Sistema Preventivo es popular, sencilla y va a lo esencial: «amor a Dios y amor al prójimo».

Más concretamente: es la religión del humanismo devoto de san Francisco de Sales, que aprendió de Dios a ser amable, bueno, capaz de paciencia y de perdón; y en la Encarnación del Señor reconoce que todos estamos llamados en el Hijo a compartir la santidad: es decir, a vivir según el Evangelio en toda condición de vida, en todo momento, en toda situación, en toda edad.

Más profundamente: es la religión vivida en el Espíritu que ayuda a discernir en el tiempo los signos de su presencia y de la voluntad de Dios. Él es la fuente del optimismo: no deja que caigamos en el pesimismo y que nos dejemos abatir por las dificultades.

En los contextos secularizados donde la cultura parece muda, incapaz de hablar del Padre de Jesucristo, será necesario educar el sentido de

EL SISTEMA PREVENTIVO: UNA EXPERIENCIA ESPIRITUAL Y EDUCATIVA

trascendencia y dar respuesta a las grandes preguntas sobre el sentido de la vida y de la muerte, del dolor y del amor, sin ocultar el rayo de luz que nos viene desde nuestra fe (cfr. CG23, nn. 76, 77, 83).

En las áreas de las grandes religiones monoteístas y de las tradicionales, el primer diálogo educativo será con los seglares más cercanos para reconocer juntos la gracia presente en ellos, estimular el deseo de oración y valorar los fragmentos de Evangelio y de sabiduría educativa presentes en la cultura, en la vida, en la experiencia de los jóvenes (cfr. CG23, nn.72-74, 86).

El Sistema Preventivo como

propuesta de espiritualidad

El trinomio razón, religión, amor, articulación de la caridad pastoral y alma del Sistema Preventivo, no expresa solo el proyecto educativo de formación integral y ni siquiera es solamente el método práctico que el educador debe utilizar: revela también los rasgos fundamentales de una espiritualidad que hay que descubrir, vivir y renovar continuamente (cfr. Don Egidio Viganò, ACG 334, «Espiritualidad salesiana para la nueva evangelización»). La Pastoral Juvenil Salesiana hunde, por tanto, sus raíces en una espiritualidad viva que la alimenta y la impulsa a buscar a Dios sirviendo a los jóvenes.

La espiritualidad es una relectura del Evangelio, capaz de unifi car los gestos y las actitudes que caracterizan la existencia cristiana. De esto se desprende que, en la raíz de la Pastoral Juvenil Salesiana hemos de encontrar una espiritualidad para nuestro tiempo. Signifi ca la posibilidad de la experiencia de Dios en el contexto de la propia vida: un camino de santidad, un proyecto específico de vida en el Espíritu.

Existe una espiritualidad cristiana fundamental que brota del mensaje del Evangelio, aun cuando existen diferentes tipos de espiritualidad cristiana, según los matices significativos históricos y, sobre todo, carismáticos; estos

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se descubren en la experiencia del Dios Trinitario, en el plano personal o comunitario. En la tradición eclesial, los diversos fundadores, fi eles a la Palabra de Dios, iluminados y guiados por su Espíritu, han resaltado fuertemente algunos valores evangélicos.

Por consiguiente, podemos hablar de una espiritualidad salesiana: una espiritualidad carismática que enriquece a toda la Iglesia con un modelo de vida cristiana caracterizado por un camino concreto de santidad. Una espiritualidad apostólica porque, guiados por el Espíritu, nos invita a colaborar en la misión del Padre,

que da eficacia salvífica a nuestra acción educativa y evangelizadora entre los jóvenes y, al mismo tiempo, unifi ca toda nuestra existencia en su centro inspirador. Una espiritualidad, finalmente, que hace de los jóvenes los evangelizadores de otros jóvenes.

Por tanto, esta espiritualidad no se reduce a un conjunto de prácticas psicológicas o terapéuticas dirigidas a asegurar a la persona un bienestar psicofísico. En estas prácticas, la ‘vida espiritual’ se confi gura como la adhesión a un sentimiento, a un dato subjetivo sentido internamente, como experiencia completamente intimista. En este planteamiento se reconocen los influjos de muchas filosofías e ideologías que niegan los contenidos revelados de la fe cristiana y se colocan como una alternativa a ella: niegan la trascendencia de Dios y su ser personal; no se confrontan con la realidad del pecado ni consideran la necesidad de la gracia y de la salvación en Cristo. Afirman que el bienestar se obtiene por las únicas fuerzas de la persona, y Jesucristo es una más entre las muchas manifestaciones de lo divino que se han sucedido en la historia humana bajo nombres diversos.

Por el contrario, la Pastoral Juvenil Salesiana propone una espiritualidad que favorezca una visión unitaria de la vida, indicando la vinculación estrecha y connatural que abraza la gratuidad de Dios, el gozo del encuentro con Cristo y la libertad de la vida en el Espíritu.

EL SISTEMA PREVENTIVO: UNA EXPERIENCIA ESPIRITUAL Y EDUCATIVA

LA ESPIRITUALIDAD ES ANTE TODO VIDA EN EL ESPÍRITU

El primado de la gratuidad de Dios

La espiritualidad es, ante todo, vida en el Espíritu: solo a Él pertenece la iniciativa. Él tiene el primado de la gratuidad, de la iniciativa del amor de Dios y del encuentro con Jesucristo.

La vida espiritual tiene en Dios, Misterio de Amor, su fuente, su centro y su meta. Podemos entender la vida espiritual como un gustar el amor de Dios, vivir la experiencia de amistad y de intimidad con Él y reconocernos enviados por Él con la misión en favor de los jóvenes. También en ellos actúa el mismo dinamismo de descubrimiento del amor y de llamada a testimoniarlo.

Dios es el centro unificador de nuestra vida, el manantial de nuestra comunión fraterna, el inspirador de nuestra acción. Vivir “en la presencia de Dios” significa

cultivar una profunda y continua relación con Dios, colmados de su Amor y enviados a los jóvenes. Significa acoger los signos de su misteriosa presencia en las exigencias y esperanzas de hombres y mujeres del tiempo presente.

Centro de la vida espiritual es

la experiencia de la fe cristiana,

el encuentro con Jesucristo,

Evangelio de Dios. Enraizarse en Cristo y configurarse con Él es un don y, al mismo tiempo, el horizonte de la Pastoral Juvenil Salesiana. En la vida cristiana y en la acción pastoral son importantes la escucha de la Palabra, la Liturgia, la vida de los Sacramentos y el don de sí mismo en el servicio a los hermanos.

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

La vida en el Espíritu Santo

La vida espiritual consiste en aceptar que nuestra existencia esté plasmada por el Espíritu con la acción de la gracia. En esta relación de amor podemos constatar la primacía de la gracia y, al mismo tiempo, la aportación libre y consciente del hombre. El ser humano colabora poniéndose a la escucha y manteniéndose disponible y en actitud de discípulo. Su deseo es encontrarse con el Señor. En la oración pide que se realice este encuentro y que, en su vida, contribuya a la misión.

La vida espiritual es un dinamismo que se desarrolla en un proceso temporal que asume todas las dimensiones del ser humano, con un ritmo propio y con momentos apropiados de crecimiento y de prueba.

UNA PROPUESTA ORIGINAL DE VIDA CRISTIANA: ESPIRITUALIDAD JUVENIL SALESIANA

La espiritualidad salesiana, expresión concreta de la caridad pastoral

La caridad pastoral educativa es el corazón del espíritu salesiano que vive en el encuentro y en la confesión de Jesucristo, el Señor. El Sistema Preventivo es, en verdad, un proyecto de espiritualidad que compromete a todos: salesianos, seglares implicados en el espíritu y en la misión de Don Bosco, familia y jóvenes. Don Bosco, en su experiencia pedagógica y pastoral, indicó el camino de la santidad juvenil y demostró metodológicamente la validez de su alta finalidad, con admirables resultados.

El secreto del éxito de Don Bosco educador es su intensa caridad pastoral, aquella energía interior que unió inseparablemente en él el amor de Dios y el amor del prójimo. Esta fusión lo hizo capaz de combinar en una síntesis la actividad evangelizadora y la tarea educativa. La espiritualidad salesiana, expresión concreta de la caridad pastoral, constituye, por tanto, un elemento fundamental de la acción pastoral: la espiritualidad salesiana, fuente de vitalidad evangélica, alma de la caridad pastoral, continúa siendo su principio de inspiración y de identidad, el criterio de su orientación. Debemos estar convencidos de ello y convertirnos en promotores renovados de su sabiduría

EL SISTEMA PREVENTIVO: UNA EXPERIENCIA ESPIRITUAL Y EDUCATIVA

pastoral. Una espiritualidad vivida es la actitud propia de los creyentes comprometidos. No es un espiritualismo de fuga, sino una espiritualidad de frontera, de búsqueda, de iniciativa, de coraje, en una palabra, de realismo.

En Don Bosco todo esto toma el nombre de “corazón oratoriano”: fer¬vor, celo apostólico, expansión de todos los recursos personales, búsqueda de nuevas actuaciones, capacidad de resistir en las pruebas, voluntad de recomen¬zar después de los fracasos, optimismo maduro y contagioso; es la solicitud, lle¬na de fe y de caridad, que encuentra en María un ejemplo luminoso de entrega de sí (cfr. Carta de identidad carismática de la Familia Salesiana, n. 29).

Programa y camino de la Espiritualidad Juvenil Salesiana

Una espiritualidad adaptada a los jóvenes, vivida con y para los jóvenes, pensada y realizada dentro de la experiencia del joven, tiene como objetivo engendrar una imagen cristiana que se pueda proponer a quien, inserto en nuestro tiempo, vive las condiciones de hoy; se dirige a todos los jóvenes, adaptándose a los «más pobres», capaz de señalar metas al mismo tiempo a los que avanzan más; se propone hacer al joven protagonista de propuestas para sus iguales en edad y en sus circunstancias vitales.

Esta espiritualidad se enlaza con el Sistema Preventivo; es el desarrollo del Proyecto Educativo-Pastoral Salesiano ofrecido a todos los sujetos de la Comunidad Educativo-Pastoral, traducido en itinerarios de mayor compromiso. Los cinco elementos siguientes se compenetran mutuamente; cada uno representa una acentuación que refuerza lo que se ha expresado en los otros: la vida, Cristo, las bienaventuranzas, la Iglesia, María y el servicio, son puntos de referencia para reflexionar y vivir en unidad la totalidad de la experiencia cristiana.

La vida diaria como lugar del encuentro con Dios

La espiritualidad juvenil salesiana considera la vida diaria lugar de encuentro con Dios (cfr. Const. 18; CG23, nn. 162-164; CG24, nn. 97-98; Carta de identidad carismática de la Familia Salesiana, nn. 27-28, 34). En la raíz de esta percepción de lo cotidiano y de la valoración positiva de la vida está la fe y la constante comprensión del acontecimiento de la Encarnación: una espiritualidad que se deja guiar por el misterio de Dios que, con su encarnación, muerte y resurrección, afirma su presencia salvadora en toda la realidad humana.

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

La vida diaria del joven está hecha de compromiso, relación, juego, tensión de crecimiento, vida de familia, desarrollo de las propias capacidades, perspectiva de futuro, exigencias de acción, aspiraciones. Esta realidad hay que asumirla, profundizarla y vivirla a la luz de Dios. Según Don Bosco, para hacerse santo es necesario hacer «bien» lo que se debe hacer: él considera la fidelidad al deber de cada día criterio para verificar la virtud y signo de madurez espiritual. Un realismo práctico centrado en lo cotidiano, el sentido religioso del deber en cada momento de la jornada.

Para que la vida diaria se pueda vivir como espiritualidad es necesaria la gracia de unidad que ayuda a armonizar las diversas dimensiones de la vida en torno a un corazón habitado por el Espíritu de Amor. La gracia de unidad hace posible la conversión, la purificación y la fuerza del sacramento de la Reconciliación, medio privilegiado; actúa de tal manera que, mediante “el trabajo y la contemplación”, el corazón se mantenga libre, abierto a Dios y entregado los hermanos, especialmente a los jóvenes, y a los jóvenes pobres.

Don Bosco se inspiró en San Francisco de Sales, como maestro de una espiritualidad sencilla porque es esencial, popular porque está abierta a todos, atrayente porque está cargada de valores humanos y, por lo mismo, es particularmente apropiada para la acción educativa.

Entre las actitudes y las experiencias de lo cotidiano que hay que vivir con profundidad en el Espíritu, podemos enumerar:

1 la vida de la propia familia;

1 el amor al propio trabajo/estudio, el crecimiento cultural y la experiencia escolar;

1 la armonización de «experiencias fuertes» con «caminos ordinarios de la vida»;

1 la visión positiva y sensata con respecto a la propia época;

1 la acogida responsable de la propia vida y el propio camino espiritual de crecimiento en el esfuerzo de cada día;

1 la capacidad de orientar la propia vida según un proyecto vocacional.

               Una espiritualidad pascual de la alegría y del optimismo

La verdad decisiva de la fe cristiana es el Señor resucitado. La gloria eterna es nuestra meta última ya desde ahora, porque se ha hecho realidad en

EL SISTEMA PREVENTIVO: UNA EXPERIENCIA ESPIRITUAL Y EDUCATIVA

el cuerpo de Jesucristo. La espiritualidad juvenil salesiana es pascual y escatológica.

Las tendencias más arraigadas en el corazón de la persona son el deseo y la búsqueda de la felicidad. La alegría es la expresión más noble de la felicidad y, junto con la fiesta y la esperanza, es característica de la espiritualidad salesiana. La fe cristiana es por vocación un anuncio de felicidad radical, promesa y concesión de “vida eterna”, sin límites de espacio, de tiempo ni de aspiraciones. El descubrimiento del Reino y el encuentro con Cristo se convierten en bienaventuranzas del hombre. Sin embargo, estas realidades no son una conquista, sino un don. Dios es la fuente de la verdadera alegría y de la esperanza. Sin excluir el valor pedagógico de la alegría, se afi rma ante todo su valor teológico. Don Bosco ve en ella una manifestación imprescindible de la vida de gracia.

Don Bosco entendió, e hizo entender a sus jóvenes, que compromiso y alegría van unidos, que santidad y alegría son un binomio inseparable. Don Bosco es el santo de la alegría de vivir y sus jóvenes aprendieron bien su lección de vida, en lenguaje típicamente oratoriano: la “santidad consiste en estar siempre alegres” (cfr. CG23, n. 165). La Pastoral Juvenil Salesiana propone un camino de santidad sencilla, alegre y serena (cfr. Const. 17; CG23, nn. 165¬ 166; Carta de identidad carismática de la Familia Salesiana, n. 33).

Apreciar la alegría como acción del Espíritu Santo, fuente de compromiso y fruto suyo, exige que se fomenten en los jóvenes algunas actitudes y experiencias:

1 la experiencia gozosa del afecto a las personas en un ambiente de

participación y de relaciones sinceramente amistosas y fraternas; 1 la libre expresión en las fiestas juveniles y en los encuentros de grupo; 1 la admiración y el gusto por las alegrías que el Creador ha

puesto en nuestro camino: la naturaleza, el silencio, el deber

cumplido conjuntamente con sacrificio y solidaridad;

1 la gracia de poder vivir la cruz y el sufrimiento bajo el signo y el consuelo de la Cruz de Cristo.

               Una espiritualidad de la amistad y de la relación personal con Jesús

La espiritualidad juvenil salesiana conduce al joven al encuentro con Jesucristo y hace posible una relación de amistad con Él, alimentada por la confianza, con

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

un vínculo vital y con una adhesión fiel. Muchos jóvenes sienten un deseo sincero de conocer a Jesús y buscan una respuesta a las cuestiones sobre el sentido de la propia vida, respuesta que solo Dios puede dar.

Amigo, Maestro y Salvador son los títulos que describen la centralidad de la persona de Jesucristo en la vida espiritual de los jóvenes según el método salesiano (cfr. Const. 11; CG23, nn. 167-168; CG24, n. 61; Identidad carismática de la Familia Salesiana, nn. 24, 36). Es interesante recordar que Don Bosco pre¬senta a Jesús como amigo de los jóvenes – «Los jóvenes son las delicias de Jesús», decía -; como maestro de vida y de sabiduría; como modelo de todo cristiano; como redentor que entrega toda su vida en el amor y en la pasión por la salvación hasta la muerte; como Alguien presente en los pequeños y en los necesitados. Usa frecuentemente la cita: «Siempre que habéis hecho estas cosas a uno de los más pequeños de mis hermanos, me lo habéis hecho a mí» (Mt 25, 40).

He aquí, como ejemplo, algunas actitudes y experiencias que se deben fomentar y desarrollar para un camino de progresiva conformidad con Cristo:

1 la participación de fe en la comunidad que vive de la memoria y de la presencia del Señor y lo celebra en los sacramentos de la iniciación cristiana;

1 la pedagogía de la santidad que Don Bosco ejercitó en la reconciliación con Dios y con los hermanos por medio del sacramento de la Penitencia;

1 el aprendizaje de la oración personal y comunitaria, mediaciones privilegiadas para crecer en el amor y en la relación personal con Jesucristo. La oración salesiana es sencilla y es para todos, ahonda sus raíces en la vida diaria;

•1 la profundización sistemática de la fe, iluminada por la lectura y por la meditación de la Palabra de Dios.

               Una espiritualidad de comunión eclesial y mariana

La experiencia y la adecuada comprensión de la Iglesia son distintivos de la espiritualidad cristiana. La Iglesia es comunión espiritual y comunidad

EL SISTEMA PREVENTIVO: UNA EXPERIENCIA ESPIRITUAL Y EDUCATIVA

que se hace visible a través de gestos y convergencias operativas; es servicio a los hombres, de los que no se separa como una «secta» que solo considera buenas las obras que llevan el sello de la propia pertenencia; es el lugar elegido y ofrecido por Cristo, en el tiempo y en el espacio de la historia, para poder encontrarlo a Él. Él entregó a la Iglesia la Palabra, el Bautismo, su Cuerpo y su Sangre, la gracia del perdón de los pecados y los demás sacramentos, la experiencia de comunión y la fuerza del Espíritu que llevan a la caridad hacia los hermanos. Es necesario un sentido cada día más responsable y valiente de pertenencia a la Iglesia particular y universal. En efecto, la Familia de Don Bosco conserva, entre los tesoros de casa, una rica tradición de fidelidad filial al Sucesor de Pedro, y de comunión y colaboración con las Iglesias locales (cfr. Const. 13; CG21, nn. 96, 102; CG23, nn. 169-170; CG24, nn.62-64, 91-93; Carta de identidad carismática de la Familia Salesiana, n. 26).

Por consiguiente, las actitudes y las experiencias que se deben crear son:

1 el ambiente concreto de la casa salesiana, como lugar en el que se hace experiencia de una imagen de Iglesia fresca, atractiva, activa, capaz de responder a las expectativas de los jóvenes;

1 los grupos y, sobre todo, la Comunidad Educativo-Pastoral, que une a jóvenes y educadores en un ambiente de familia en torno a un proyecto de educación integral de los jóvenes;

1 la participación en la Iglesia local que reúne todos los esfuerzos de fidelidad de los cristianos en una comunión visible y en un servicio perceptible en un territorio concreto;

1 la estima y la confianza en la Iglesia universal, vivida en relación de amor hacia el Papa; el conocimiento de las situaciones en las que el pueblo de Dios ve limitados sus deseos de vivir la fe; en el conocimiento de los santos y de las personalidades significativas del pensamiento y de las actuaciones cristianas en los diversos campos.

La Espiritualidad Juvenil Salesiana es una espiritualidad mariana. Dios Padre llamó a María para ser, con la gracia del Espíritu Santo, Madre del Verbo y darlo al mundo. La Iglesia mira a María como ejemplo de fe: Don Bosco también la miró así y nosotros estamos llamados a imitarlo en comunión con la Iglesia (cfr. Const. 34, 92; CG23, n. 177; CG24, nn. 68, 188; Carta de identidad carismática de la Familia Salesiana, nn. 11, 37).

Estamos convencidos de que el Espíritu Santo suscitó la obra salesiana, con la intervención de María (cfr. Const. 1): Ella indicó a Don Bosco su campo de

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

acción entre los jóvenes, lo guió y lo sostuvo constantemente y está presente entre nosotros y continúa su misión de Madre de la Iglesia y Auxiliadora de los cristianos (cfr. Const. 8). En el Oratorio de Valdocco María era una presencia viva: la inspiradora, la guía, la maestra. Domingo Savio, Miguel Magone y muchos otros jóvenes no la contemplaron como un ideal abstracto o un sencillo objeto de culto y devoción, sino como una persona viva y operante, que llena la casa y hace sentir y experimentar la cercanía del amor de Dios. La espiritualidad juvenil salesiana alienta una entrega sencilla y confiada a la asistencia materna de la Virgen María.

La reconocemos también como Madre de Dios y nuestra; como la Inmaculada, llena de gracia, totalmente disponible a Dios, santidad, vida cristiana vivida con coherencia y totalidad; como Auxiliadora, ayuda de los cristianos en la gran batalla de la fe y de la construcción del Reino de Dios, aquella que protege y guía a la Iglesia; sostén y apoyo de la fe, considerada por Don Bosco «la Virgen de los tiempos difíciles».

En María Auxiliadora tenemos un modelo y una guía para nuestra acción educativa y apostólica. Se nos propone para que le demos culto y la imitemos con amor y admiración, participando en las celebraciones en su honor y recordando sus mensajes. Madre y maestra de nuestra experiencia formativa, la invocamos de manera especial en la oración (cfr. Const. 84, 87, 92; Carta de identidad carismática de la Familia Salesiana, n. 37), meditando en el Evangelio sus hechos y sus palabras.

               Una espiritualidad del servicio responsable

La vida asumida como encuentro con Dios, el camino de identificación con Cristo, el compromiso por el Reino, la Iglesia percibida como comunión-servicio, donde cada uno tiene un puesto y donde se necesitan los dones de todos, hacen surgir y madurar una convicción: la vida encierra en sí misma una vocación de servicio (cfr. Const. 7, 19; CG23, nn. 178-180; CG24, nn. 94-96; Carta de identidad carismática de la Familia Salesiana, n. 35).

Esto encuentra fuerte respaldo en la experiencia de Don Bosco, joven y apóstol. Él, a partir del sueño de los nueve años, percibió y vivió su existencia como vocación. Escucha y responde con corazón generoso a una invitación: meterse entre los jóvenes para salvarlos. Don Bosco invitaba a sus jóvenes a un “ejercicio práctico de amor al prójimo”. La Espiritualidad Juvenil Salesiana es apostólica: tiene la convicción de que estamos llamados a colaborar con

EL SISTEMA PREVENTIVO: UNA EXPERIENCIA ESPIRITUAL Y EDUCATIVA

Dios en su misión, con entrega, fidelidad, confianza y disponibilidad total. Un compromiso concreto al servicio del bien, según las propias responsabilidades sociales y las necesidades materiales y espirituales de los demás.

El servicio responsable lleva consigo algunas actitudes y experiencias que se deben fomentar. Pueden concentrarse en cuatro áreas:

1 apertura a la realidad y al contacto humano: Don Bosco pedía a sus jóvenes que fueran “buenos cristianos y honrados ciudada-nos”. Ser honrado ciudadano compromete hoy a un joven en varios aspectos: promover la dignidad de la persona y sus dere¬chos, en todos los contextos; vivir con generosidad en su familia y prepararse para formar la suya propia sobre la base de la entrega recíproca; fomentar la solidaridad, especialmente con los más po¬bres; desarrollar su trabajo con honradez y competencia profe¬sional; favorecer la justicia, la paz y el bien común en la política; respetar la creación y favorecer la cultura (cfr. CG23, n. 178);

1 compromiso serio de descubrir su propio proyecto de vida;

1 maduración gradual y opciones progresivas y coherentes de ser¬vicio a la Iglesia y a los hombres. Este servicio responsable se desarrolla con el testimonio de la vida y se concreta en muchos campos: la animación educativo-pastoral y cultural, el volunta¬riado y el compromiso misionero;

1 prontitud en afrontar situaciones nuevas y capacidad de renun-ciar a cosas secundarias para asimilar los valores esenciales.

La Espiritualidad Juvenil Salesiana, por tanto, quiere ayudar a cada joven en el camino vocacional, para que descubra el sentido de su vida, en la verdad, en el diálogo con Dios.

Proyectar itinerarios de educación en la fe

La espiritualidad, antes que formulación sistemática, es “experiencia” de vida. Es necesario traducir la síntesis teórica en itinerarios pedagógicos estructurados en etapas graduales, según la condición de los niños y de los jóvenes que los deben recorrer (objetivos, actitudes, conocimientos, compromisos concretos y experiencias), con algunos contenidos claramente definidos. La Congregación Salesiana ha señalado cuatro áreas de maduración humana y cristiana: la identidad humana; el encuentro con Cristo; el compromiso por el Reino y la pertenencia eclesial (cfr. CG23, nn. 120-157).

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

Don Bosco, al disponer su sistema educativo- pastoral, trazó un camino “fácil” de santidad para los jóvenes, creando un ambiente idóneo para su crecimiento como hombres y como cristianos. Para ello, logra personalizar los recorridos educativos concebidos a la medida de los jóvenes. Basta examinar las tres biografías de Domingo Savio, Francisco Besucco y Miguel Magone y se verá claramente que los itinerarios estaban fuertemente unidos en las finalidades educativas y sabiamente diferenciados según la singularidad de los sujetos.

¿Qué significa elaborar itinerarios? Brevemente, he aquí algunos criterios operativos que orienten la dinámica del itinerario de fe:

1 la flexibilidad que supera las rigideces estructuradas y el inmovilismo. El itinerario debe adecuarse a los muchachos que viven diversas situaciones personales y ambientales, aun cuando se mida siempre en relación con la meta a la que se tiende. Se trata, por tanto, de pensar caminos abiertos, proponiendo el mensaje íntegro en las formas más adecuadas a las diversas edades y a las condiciones culturales y espirituales de los jóvenes concretos;

1 la continuidad, contraria a la periodicidad y a la improvisación, y la gradualidad que supera la lógica del “todo e inmediatamente” en favor de una sabia paciencia y espera educativa. El itinerario asume así la característica de un camino iniciático, capaz de estimular y

EL SISTEMA PREVENTIVO: UNA EXPERIENCIA ESPIRITUAL Y EDUCATIVA

comprometer la libertad del joven para dar los pasos y asumir las responsabilidades que el camino educativo propone simbólicamente. Y lo hace mediante contenidos progresivos y diversas modalidades de interiorización, presentando en cada etapa las metas esenciales y fundamentales del crecimiento humano y cristiano;

1 la orientación hacia un punto de llegada y hacia la consecución de resultados formativos: caminar hacia la meta del «buen cristiano y honrado ciudadano», tratando de fortalecer permanentemente valores, actitudes y capacidades fundamentales. Esto significa concretar, es decir, adecuarse a la realidad para discernir, mediante resultados medibles, la reciprocidad entre las propuestas y las intervenciones;

1 el enfoque integral en vista de la promoción de todas las dimensiones de la personalidad: armonizar con criterio educativo el crecimiento de la experiencia humana, el descubrimiento del significado de la vida cris¬tiana, la expresión de la fe. El itinerario unifica los tres factores, por lo cual cada uno reclama, provoca y hace crecer a los otros, llegando a una rica unidad personal cristiana. Educar al “buen cristiano y honrado ciudadano” requiere, por tanto, que toda la propuesta educativa y cada una de las etapas de los itinerarios tengan como horizonte de sentido y de acción todas las dimensiones de la persona del joven.

El planteamiento pedagógico del método, en estrecha conexión con el de los contenidos y la dinámica, es importante. La atención a los estilos de relaciones y de comunicación, a todos los elementos que expresan la dinámica y la cualidad del proceso está subordinada al objetivo y a los contenidos. Se debe dar priori¬dad a las formas más adaptadas a la edad juvenil, aquellas mayormente flexibles que conceden amplio espacio a la profundización sistemática y a la creatividad: algunos «puntos de no retorno» adquiridos en temas pedagógicos esenciales, nacen de la realidad. Los educadores salesianos no pueden ignorar los rasgos principales que caracterizan a los jóvenes contemporáneos y que inciden pro¬fundamente en las vivencias, incluso religiosas; de otro modo existe el riesgo de inadecuación e ineficacia de las propuestas. A la pastoral juvenil se le pide flexibilidad y creatividad.

En este sentido, el método es también mensaje. Los jóvenes exigen un estilo de anuncio cristiano propositivo, capaz de establecer una comunicación correcta y de dar espacio a la creatividad y a las modalidades lingüísticas de hoy. Dada la realidad de los jóvenes y la calidad de los objetivos y de los contenidos que hay que comunicar, es necesario considerar los siguientes criterios de método:

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COMUNIDAD EDUCATIVO-PASTORAL:

HACER DE LA CASA UNA FAMILIA

PARA LOS JÓVENES

CAPÍTULO

Don Bosco quería que en sus ambientes cada uno se sintiera como en su propia casa. La casa salesiana se convierte en familia cuando el afecto es correspondido y todos, hermanos y jóvenes, se sienten acogidos y responsables del bien común. En un clima de mutua confianza y de perdón diario, se siente la necesidad y la alegría de compartirlo todo, y las relaciones se regulan no tanto recurriendo a la ley, cuanto por el movimiento del corazón y por la fe. Un testimonio así suscita en los jóvenes el deseo de conocer y seguir la vocación salesiana»

(Const. 16)

Sin familiaridad no se demuestra el afecto, y sin

esta demostración no puede haber confianza. El que quiere ser amado debe demostrar que ama»

(Carta de Roma, 1884)

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La Pastoral Juvenil Salesiana requiere la convergencia de las intenciones y de las convicciones por parte de todos aquellos que están implicados en el proyecto y en la realización de la Comunidad Educativo-Pastoral, espacio donde aquella se ejerce. En este capítulo expondremos su identidad comunitaria, sus dinamismos, su estilo de corresponsabilidad y las modalidades de animación de su crecimiento. De igual forma, la comunidad está llamada a invertir en la figura del educador salesiano. Afrontando el discernimiento y la renovación de toda actividad y obra, dirigimos la mirada al estilo salesiano, al “criterio oratoriano” que nos vincula con las intuiciones prácticas del carisma (modalidades de convivencia y de comunión). Estas últimas se han convertido ya en patrimonio común, aplicables a todos los contextos donde trabajan los salesianos. Se da importancia al modo de ofrecer los signos del Evangelio en la cotidianidad, poniendo atención a las relaciones y comunicaciones auténticas.

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Pastoral Juvenil Salesiana:

una experiencia comunitaria

LA EXPERIENCIA COMUNITARIA EN EL ESPÍRITU SALESIANO Y EN LA MISIÓN

Una comunión al servicio de una misma misión

La evangelización es siempre una acción eclesial. Por tanto, el primer elemento fundamental para realizar la Pastoral Juvenil Salesiana es la comunidad que incluye, en clima de familia, a jóvenes y adultos, padres y educadores, hasta convertirse en experiencia de Iglesia (cfr. Const. 44¬ 48; Reg. 5): una comunión que vive los diversos dones y servicios como realidades complementarias, en mutua reciprocidad, al servicio de una misma misión (cfr. CG24, nn. 61-67). La evangelización es fruto de un recorrido coral, una misión entre consagrados y seglares, que unen sus fuerzas para colaborar en el intercambio de dones, incluso con diferencias de formación, de tareas, de carismas y grados de participación en esta misión. Una comunidad en la cual todos, consagrados y seglares, son sujetos activos, protagonistas de la evangelización de los individuos y de las culturas (cfr. Christifideles Laici 55-56; CG24, n.96).

Esta comunidad, sujeto y, al mismo tiempo, objeto y ámbito de la ac¬ción educativo- pastoral es la “Comunidad Educativo-Pastoral” (CEP). Es nuestra forma de ser Iglesia, nuestra pastoral específica inserta en la pastoral eclesial. La educación y la evangelización, son fruto de la con¬vergencia de personas, intervenciones y competencias, en un proyecto compartido y realizado corresponsablemente (cfr. Const. 34; CG21, nn. 63,67; CG24, n. 99). La Pastoral Juvenil Salesiana pasar de ser la acción de cada uno a la coordinación de las diversas actuaciones, búsqueda de entendimiento y de complementariedad entre todos, búsqueda de cola¬boraciones, esfuerzo de organización y capacidad de proyectar.

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La forma salesiana de estar presente entre los jóvenes

Desde los primeros tiempos del Oratorio, Don Bosco formó a su alrededor una comunidad-familia en la que los mismos jóvenes eran protagonistas: un ambiente juvenil impregnado de los valores del Sistema Preventivo, con características espirituales y pastorales bien definidas, con objetivos claros y una convergencia de roles pensados en función de los jóvenes. De esta comunidad nacieron la Congregación y la Familia Salesiana. Según el mismo Don Bosco, los salesianos, con su vida en común, son centro de comunión y de participación para los educadores, que aportan su contribución al proyecto y difunden su carisma (cfr. CG24, nn. 71-72, 75).

En la memoria de los comienzos de Valdocco, hemos encontrado no solo el corazón pastoral de Don Bosco, sino también su capacidad de implicar: iglesia, habitaciones y patios se convierten en realidades educativas gracias al apoyo de eclesiásticos y de seglares. El Sistema Preventivo está atento a la relación personal, pero es también comunitario. Su propuesta es íntegramente “comunitaria”. La CEP es la forma salesiana de animación de cada realidad educativa que tienda a la realización de la misión de Don Bosco. No es una nueva estructura que se añade a otros organismos de gestión y de participación existentes en las diversas obras o ambientes pastorales y no es tampoco solamente una organización de

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La CEP compromete a muchas personas en torno al Proyecto Educativo-Pastoral Salesiano

El reto de la CEP requiere la reconstrucción de un maduro sentido de pertenencia y de una renovación de mentalidad, en cuanto al modo de pensar, de valorar y de obrar, de afrontar los problemas y el estilo de las relaciones (con los jóvenes, entre los educadores y los agentes de la pastoral). Se trata de una comunidad articulada en círculos concéntricos, en la cual los jóvenes, punto de referencia fundamental, están en el centro (cfr. Const. 5): la comunidad salesiana, garante de la identidad salesiana, núcleo de comunión y participación; las familias, primeras y principales responsables de la educación de los jóvenes; los seglares en general, responsables y colaboradores, entre los cuales, ante todo, están los miembros de la Familia Salesiana, que actúan en el ámbito de la obra, con la aportación de las características y de la riqueza vocacional del propio grupo de referencia.

Las iniciativas pastorales más significativas se articulan como en una red: todos colaboran a diversos niveles en la elaboración del PEPS, centro de conver¬gencia de toda actividad, cooperando en el mismo proceso educativo, enrique¬ciéndose mutuamente en un camino común de formación (cfr. CG24, n. 157). La experiencia formativa implica la comunión de criterios (mentalidad), convergen¬cia de intenciones (objetivos) y adecuada articulación en las intervenciones (co

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rresponsabilidad, contraste, búsqueda, evaluación). El PEPS contribuye a unificar en síntesis el Evangelio y la cultura, la fe y la vida (cfr. CG24, n. 96).

Como se ha dicho, la CEP es un centro de llamada y acogida del mayor número posible de personas interesadas en los aspectos humanos y religiosos del territorio. Un desafío pastoral bien claro es el de una participación más plena de la familia, la primera e indispensable comunidad educadora. Reconocemos que la familia es la célula de la sociedad y de la Iglesia. Ella, aún con todas sus dificultades, es estimada por los hijos que reciben su indispensable afecto. Para los padres, la educación es un deber esencial, unido a la transmisión de la vida, vocación original y primaria con respecto a la tarea educativa de otros sujetos; insustituible e inalienable y que, por consiguiente, no puede ser totalmente delegado o usurpado por otros (cfr. Familiaris Consortio 36).

Es interesante y prometedor el nacimiento de centros de escucha, gestionados tanto por seglares como por consagrados con la finalidad de reforzar la educación y ayudar en los problemas familiares. Interesantes también los intentos de acompañamiento de grupos de padres que se implican en la educación de la fe de sus hijos. Toda CEP se compromete a hacer conscientes a los padres de su responsabilidad educativa, frente a los nuevos paradigmas emergentes, y acompañar con atención particular a las parejas jóvenes implicándolas activamente en la misma CEP. Conviene hacer un atento discernimiento comunitario, SDB y seglares, para reconocer y responder a las problemáticas más urgentes de la familia, aprovechando sus múltiples recursos. Es deseable una implicación cada vez más participativa de la familia en el PEPS.

La CEP como experiencia significativa de Iglesia en el territorio

Por su presencia inserta en el territorio, toda obra salesiana dispone de un potencial educativo extraordinario. La misión salesiana no se identifica ni se reduce a la comunidad salesiana y la obra salesiana; sin embargo, esta es necesaria como lugar de convocatoria y de formación del vasto movimiento que trabaja por la juventud dentro y fuera de las estructuras salesianas, en la Iglesia y en las instituciones de la sociedad civil (CG24, n. 4). La CEP, así articulada, colabora y se abre a cuantos trabajan por la promoción y formación de los jóvenes en el territorio, a los antiguos alumnos y alumnas que se sienten solidarios con ella, a los jóvenes y a los

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adultos de la zona a los cuales ofrece su propuesta educativa. En cuanto sujeto de la pastoral, ella vive y actúa en la Iglesia y en el mundo (cfr. Const. 47), como presencia significativa:

1 Se integra en la pastoral de la Iglesia local introduciendo el PEPS en el plan pastoral de la Diócesis o región; coordinando el propio trabajo con las otras fuerzas cristianas que trabajan por la educación de los jóvenes; expresando comunitariamente esta pertenencia a la Iglesia mediante gestos adecuados al nivel de fe alcanzado por la CEP.

Interviniendo en la comunidad eclesial con su aportación específica, la CEP enriquece a la Iglesia local con el don de la Espiritualidad Juvenil Salesiana, del Sistema Educativo de Don Bosco, de la vitalidad de la Familia Salesiana y del Movimiento Juvenil Salesiano. Esta contribución salesiana se lleva acabo tanto si se participa activamente en el Consejo pastoral parroquial o zonal, como si ofrece su propia asistencia profesional como educadores de los jóvenes o si presenta propuestas e iniciativas al servicio de la misión educativo-pastoral de la Iglesia en favor de la realidad juvenil.

1 Actúa como punto de unión de las fuerzas sociales existentes en el territorio, y tiende a integrarse en la realidad en que vive. Mantiene con estas fuerzas un diálogo y una confrontación enriquecedora; participa en la formación y promoción humana y cristiana de los jóvenes, colaborando con los organismos que trabajan por los mismos fines (cfr. CG21, nn. 17, 132; CG23, nn. 229-230; CG24, n. 115).

Siendo centro de comunión y participación, la CEP se construye como espiral cuyo núcleo central irradia sensibilidad y corresponsabilidad hacia las periferias, cuidando la significatividad y la comunicación (cfr. CG24, nn. 49, 114, 135). Hace significativa la presencia salesiana que, con la propia identidad educativa y pastoral, se convierte en centro de acogida y de convocatoria, signo de comunión y de participación, y propuesta de transformación del ambiente (cfr. CG23, nn. 225-229; CG24, nn.. 173-174).

1 Opera como agente de transformación del ambiente. Está presente a través de sus miembros no solo en la vida del territorio,

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sino que participa “en el compromiso de la Iglesia por la justicia y por la paz” (Const. 33) y fomenta la conversión de las situaciones contrarias a los valores del Evangelio (cfr. Const. 7). Se le podrá pedir su competencia educativa y pastoral para responder a los problemas referentes a los jóvenes (cfr. CG24, n. 235). Se hace presente en los contextos humanos en los que ellos viven, en particular en aquellos de marginalidad o exclusión, prestando atención a los elementos que influyen más en su educación y evangelización, ayudando a discernir los signos de la presencia salvífica de Dios; participa decididamente en el debate cultural y en los procesos educativos por medio de las diversas formas del asociacionismo, del voluntariado y de la cooperación social, aportando una propuesta educativa original para la creación de una mentalidad y de una conciencia social y civil solidaria y cristiana; y, al mismo tiempo, mediante la evangelización de la cultura.

Este dinamismo conducirá a la comunidad a valorar críticamente cuanto sucede a su alrededor y animar a los cristianos comprometidos en el territorio.

? Actúa como presencia de la Iglesia en contextos plurirreligiosos y pluriculturales: la Pastoral Juvenil Salesiana se realiza también en contextos de pluralismo cultural y religioso, con una notable presencia de seglares de diversas culturas y creencias que participan en nuestra misión. Por eso, debe estar siempre abierta al diálogo y a la colaboración con las diversas tradiciones religiosas, promoviendo con ellas el desarrollo integral de la persona y su apertura a la trascendencia. Esta perspectiva expresa la exigencia de una profunda inculturación de la pastoral. El Sistema Preventivo es el criterio de base para esta colaboración: «Con quienes no aceptan a Dios, podemos hacer un camino juntos, basándonos en los valores humanos y laicales del Sistema Preventivo; con los que aceptan a Dios o la transcendencia, podemos ir más allá y fomentar la acogida de los valores religiosos; por último, con quienes comparten con nosotros la fe en Cristo, pero no en la Iglesia, podemos seguir todavía más adelante por el camino del Evangelio» (CG24, n. 185). Por esto es importante que en la CEP los cristianos vivan fielmente su vocación y la misión evangelizadora de la Iglesia según el carisma salesiano (cfr. CG24, nn. 183-185).

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LA ANIMACIÓN DE LA CEP

La CEP, más que una estructura o institución ya hecha, es un organismo vivo que existe en la medida en que crece y se desarrolla. Por eso, no se debe cuidar solamente su organización, sino, sobre todo, fomentar su vida. En toda CEP se debe asegurar la promoción y el cuidado de las muchas modalidades de animar, de acompañar a las personas. Por este motivo podemos hablar de un original acompañamiento pastoral salesiano. Acompañamos a las personas en diversos niveles, por medio del ambiente general de la CEP, los grupos, la relación personal y el acompañamiento personal.

Acompañamiento de ambiente

Ante todo, se acompaña creando un ambiente educativo. En él, por una parte, los jóvenes se sienten en su casa; por otra parte, en un clima de ayuda mutua, de circulación de ideas y de afectos, reciben propuestas educativas que los animan a hacer opciones y a comprometerse. El ambiente que una CEP ofrece en una obra salesiana debe ser comprendido, en primer lugar, en los aspectos más exteriores y operativos, es decir, en su organización y en su coordinación: la calidad y la adecuación de los procesos informativos y comunicativos de la CEP, tanto internos como externos; la implicación de los esfuerzos de todos en los procesos educativos; el respeto de roles, funciones y aportaciones específicas de las diversas vocaciones; la presencia real de espacios para la participación en la elaboración, realización y evaluación conjunta del PEPS; la intencionalidad educativo-pastoral de los objetivos, de los contenidos ofrecidos y de las realizaciones de los diversos equipos.

Para madurar, el joven tiene necesidad de establecer relaciones educativas y de identificación con diversas figuras de adultos en la CEP. Cada una de estas personas da su propia aportación y deja la señal de la propia personalidad y de la propia competencia. En cada CEP es necesario asegurar relaciones abiertas, con figuras diversificadas que promuevan relaciones personalizadas entre el mundo de los adultos y el de los jóvenes, relaciones que van más allá de las puramente funcionales para fortalecer aquellas fraternas, de respeto y de interés por las personas. Este es el principio de la asistencia salesiana.

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Por último: el ambiente debe favorecer el esfuerzo constante de formación permanente de calidad a diversos niveles, espiritual, cristiana y salesiana, puesto que la CEP no es solo sujeto sino también objeto de la pastoral juvenil. Con tal fin, se deben activar caminos de formación para todos: la propuesta educativo-pastoral hay que trazarla no solo para los jóvenes, sino que debe inspirar itinerarios para los adultos (salesianos y seglares juntos) que, además de permitirles vivir “para” los jóvenes, les ayuden a crecer “con” ellos, a acomodar los propios pasos con los de las nuevas generaciones.

Todas las personas que forman parte de una CEP entran en contacto con una única propuesta de vida y de espiritualidad. De algún modo caminan recorriendo un único itinerario, en el cual se priorizan diversos lugares educativos y religiosos. Uno de estos espacios es el grupo. Por medio de él, se acompaña a las personas precisamente procurando la gradualidad y la diferenciación, dentro de un único camino, y respondiendo así a los diversos intereses de las personas. Se armonizan en lo personal las diversas inquietudes en una forma de aprendizaje activo, en el cual se ofrece la oportunidad de experimentar, de buscar, de ser protagonistas, de inventar y re-expresar iniciativas. Los grupos son un signo de vitalidad, y permiten a los jóvenes configurar los valores con las categorías culturales a las que son más sensibles. Los grupos pueden ser para los jóvenes el lugar en el que sus esperanzas entran en contacto con las propuestas de valor y de fe, y, por quedar implicados lealmente en el descubrimiento de los valores, los asimilan vitalmente.

La participación en un grupo ayuda a los jóvenes a encontrar más fácilmente la propia identidad, y a reconocer y aceptar la diversidad de los otros, paso casi obligado para madurar una experiencia de comunidad y de Iglesia.

El acompañamiento por medio de los grupos ayuda a crecer en el sentido de pertenencia a la CEP. Todo grupo debe reconocer su implicación en una referencia más grande: la CEP. Los grupos, haciéndose propositivos, constituyen una mediación entre la gran masa, en la que se corre el peligro del anonimato y la soledad exasperada cerrada en sí misma. A medida que el grupo se consolida internamente, actúa positivamente con la CEP intercambiando en ella propuestas, intuiciones y esperanzas, y favoreciendo la participación afectiva en sus momentos y símbolos.

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C Acompañamiento personal

Se presenta una tercera tarea, acompañar a cada uno de los miembros de la CEP en su crecimiento humano y cristiano y en sus opciones más personales. Esto implica que la persona sea tratada en su individualidad, “de tú a tú”, incluso aunque esté activamente inserta en un ambiente o en un grupo. La praxis pedagógica de Don Bosco ha unido siempre al hecho de estar juntos en el patio, la palabra personal «al oído»; ha incorporado al encuentro con todos en momentos agradables, el diálogo personalizado, la relación educativa en la cercanía. El objetivo del itinerario de esta pedagogía del “uno por uno” es la autenticidad personal.

La vida de los miembros de la CEP no se agota en el ambiente o en el grupo, aun cuando en ellos las experiencias son decisivas. El encuentro-coloquio tiene un valor y una función particular. El diálogo restituye actitudes pastorales, como lo vemos en el encuentro del muchacho Juan Bosco con Don Calosso o aquel otro coloquio de Don Bosco sacerdote con Bartolomé Garelli. La acción salesiana despierta en el joven una colaboración activa y crítica en el camino educativo, a la medida de sus posibilidades, opciones y experiencias personales: aviva el deseo de diálogo y discernimiento; estimula a la interiorización de las experiencias cotidianas, para descifrar sus mensajes; anima la confrontación y la actitud crítica; estimula la reconciliación consigo mismo y la recuperación de la calma interior; alienta la consolidación de la madurez personal y cristiana. Los tiempos de estas opciones y de estas experiencias no son los mismos en todos y ni siquiera son iguales las situaciones y las decisiones frente a las cuales los jóvenes se encuentran. El acompañamiento desarrolla un servicio educativo-pastoral en relación con cada uno, valorando sus vivencias personales, y hace de la vida el tema central del diálogo educativo y espiritual.

La CEP ofrece múltiples posibilidades de comunicación personal. Su objetivo principal se alcanza mediante un repertorio variado de modalidades, de circunstancias y de intervenciones. Los momentos espontáneos e informales de participación son los más frecuentes. Pero son indispensables otros más sistemáticos. Entre estos, el acompañamiento espiritual. Aquí se consolida la fe como vida en Cristo y como sentido radical de la existencia. Ella ayuda a discernir la vocación personal de cada uno en la Iglesia y en el mundo, y a crecer constantemente en la vida espiritual hasta la santidad.

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Todo joven siente el peso de la heterogeneidad de las propuestas que le llegan y el trabajo interior de deber seleccionarlas de cada al propio crecimiento. En este contexto, anhela un espacio - afectivamente rico pero respetuoso de su libertad - que le permita “respirar”, interrogarse, ejercitar la propia responsabilidad; una oportunidad en la que encontrar una ayuda con el fin de poder, pacientemente, ser dueño de sí mismo. A decir verdad, se trata de una demanda de educadores, de guías, de figuras educativas capaces de llevar a cabo el acompañamiento personal.

La CEP está obligada a ofrecer ocasiones y posibilidades de diálogo “de tú a tú”: no puede permanecer sorda a la exigencia de este espacio. Esto requiere que se garanticen tiempos y lugares en los que no se impida ni se apresure la comunicación personal. El cuidado de la dimensión personal garantiza oxígeno a la CEP, creando ocasiones para que cada uno verifique su propio vivir y tome conciencia del propio rumbo. Se siente cada vez como más urgente la necesidad de personas dispuestas a la escucha y a acoger las confidencias con respeto, sin invadir jamás la intimidad de la conciencia. Hacen falta personas que tengan el don de la escucha y acepten la responsabilidad educativa de asistir a los jóvenes, particularmente en su esfuerzo de crecimiento. Caminar junto a cada joven para ayudarle a encontrar su camino es una experiencia humana y de fe que deja en su vida una huella permanente.

UN SERVICIO ESPECÍFICO DE ANIMACIÓN: EL NÚCLEO ANIMADOR

La animación salesiana de la CEP pide algunas intervenciones que aseguren la organización, la coordinación, el acompañamiento pedagógico, la orientación educativa con sus objetivos y contenidos, la formación de los sujetos en relación entre sí, y el fortalecimiento de la originalidad salesiana de la obra. Todas las personas son necesarias y se reclaman mutuamente para una animación corporativa, en la cual la diversidad de las tareas y de los roles, así como la corresponsabilidad facilitan la consecución de los objetivos (cfr. CG24, nn.106-148).

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Un grupo de personas en enriquecimiento recíproco

Todos los componentes de la CEP, salesianos y seglares, participan en su animación, pero algunos tienen la tarea específica de fomentar la participación de todos: en primer lugar, promoviendo la responsabilidad del mayor número posible de los miembros; después, preocupándose de la calidad y la coordinación de estos; por último, teniendo particular atención a los niveles más determinantes de identidad salesiana y a la calidad educativa y evangelizadora. Estas personas, con su testimonio carismático, constituyen el “núcleo animador” de la CEP.

El corazón, aunque es un órgano pequeño respecto al resto del cuerpo, es capaz de hacer llegar la sangre, y por tanto la vida, a todas las partes del cuerpo, pero a condición de que todas las “válvulas” trabajen sinérgicamente para esto. Así, el núcleo animador es un grupo de personas compuesto por salesianos y seglares que se identifica con la misión, el sistema educativo y la espiritualidad salesiana, y asume solidariamente la misión de convocar, motivar e implicar a todos aquellos que se interesan en la obra; de esta manera, forma con ellos la comunidad educativa y lleva a término el proyecto de evangelización y educación de los jóvenes.

Hay que subrayar que la comunidad religiosa salesiana (cfr. Const. 38, 47; Reg. 5), su patrimonio espiritual, su estilo pedagógico, sus relaciones de fraternidad y de corresponsabilidad en la misión, representan un testimonio de referencia para la identidad pastoral del núcleo animador: “cumple el papel de referencia carismática en la que todos se inspiran” (CG25, n. 70). La comunidad religiosa no constituye por sí sola el núcleo animador, sino que es parte integrante del mismo. A los seglares que trabajan en una obra salesiana sin comunidad religiosa se les debe asegurar que, del modo más conveniente, estén abiertos a una real participación y a una verdadera responsabilidad en la organización, en la gestión y también en las funciones propias del núcleo animador.

El Consejo de la CEP es el organismo que anima y coordina la actuación del Proyecto Educativo-Pastoral, es el lugar privilegiado de la corresponsabilidad de los salesianos, de los seglares, de los padres y de los jóvenes. Actúa mediante la reflexión, el diálogo, la programación y la revisión de las intervenciones previstas (cfr. CG24, nn.160-161, 171). Siendo un órgano de coordinación al servicio de la unidad de todos en el Proyecto local, coopera con todas las demás instancias que actúan

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en la CEP. Corresponde al Inspector con su Consejo ofrecer los criterios de composición, las competencias y los niveles de responsabilidad, en coordinación con las atribuciones del Consejo de la comunidad salesiana (cfr. CG24, n. 171). Este tema se trata de manera más amplia en el capítulo VIII, n. 2.1/d.

Nuevos modelos organizativos

El Capítulo General 26 (n. 120) reconoce que existe actualmente en la Congregación una pluralidad de modelos de gestión de las obras: obras dirigidas por una comunidad salesiana que está en el núcleo animador de una Comunidad Educativo-Pastoral más amplia; actividades y obras enteramente confi adas por los salesianos a los seglares, o creadas por seglares, y reconocidas en el proyecto inspectorial (según los criterios indicados por el CG24, nn. 180-182); modalidades de gestión diversifi cadas, no reducibles a un único modelo, en las cuales permanece la relación entre una comunidad local y la obra, o diversas obras, o ambientes pastorales dirigidos por los seglares. Estas situaciones requieren, obviamente, nuevos modelos organizativos: para la animación de la CEP, donde falte la presencia de la comunidad salesiana, el núcleo animador, constituido por seglares, se inspira en los tres criterios de identidad, comunión y significatividad de la acción salesiana y actúa bajo la responsabilidad del Inspector y de su Consejo (ver capítulo VIII, n.2.2).

                             

                              

                El corazón

del educador salesiano     

Hemos señalado en la CEP los sujetos con los cuales se construye esta experiencia. Vale la pena, ahora, reflexionar sobre la persona del educador, sobre el perfil en el que debe inspirarse y sobre las actitudes que hay que cultivar. Apuntamos brevemente al corazón del educador salesiano, de aquel que, en cualquier ámbito de presencia y de compromiso, es fiel al modelo de educador y de evangelizador que Don Bosco ha dejado en herencia.

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

LA INDISPENSABLE «INTERIORIDAD APOSTÓLICA»

Entrar más profundamente en el Evangelio

La indispensable “interioridad apostólica” conduce a una mayor conciencia del significado y de las exigencias del ser educador-pastor: se crece en un conocimiento más completo y profundo de Cristo, Buen Pastor, y en una auténtica experiencia de fe en la actividad cotidiana.

Solo una “persona interior” tiene capacidad de escucha, puede distinguir lo aparente de lo auténtico, puede estar abierta a las necesidades de los demás y dejarse afectar por ellas. Esta interioridad alcanza su culmen en el hombre “lleno de Dios”, el hombre que vive y camina “en la presencia de Dios”, que ha descubierto a Dios manifestado en la historia cotidiana y, de modo especial, en la historia de los muchachos y de los jóvenes a cuyo servicio está.

Para incidir más no basta ser más numerosos o disponer de medios más poderosos; es necesario, sobre todo, ser más discípulos de Cristo, adentrarse más profundamente en el Evangelio. La fuerza de atracción que vivifica la acción educativo-pastoral procede de la caridad pastoral, es decir, de una motivación vocacional de servicio al Evangelio. Esta opción básica impregna de tal manera la conciencia del educador, que todas sus actividades, sea cual sea su propia naturaleza, adquieren una intencionalidad evangélica (cfr. Ez 34, 11.23, el verdadero pastor). Personas verdaderamente competentes, que unifican en su vida una interioridad evangélica salesiana y rica humanidad, que ven en su tarea educativa un aspecto de su misión. Sin un especial cuidado de la interioridad apostólica en los consagrados, en los seglares y en los jóvenes no tendremos una verdadera evangelización. La caridad pastoral, enraizada en el corazón, es el centro vivo del espíritu salesiano.

La primera forma de evangelización es el testimonio

Guiado por esta interioridad apostólica, el evangelizador es consciente de que la buena noticia no solo reside en la verdad que anuncia, sino, sobre todo, en la convicción del testimonio con que la propone (cfr. Evangelii Nuntiandi 42). El educador salesiano da testimonio, no para ser imitado, sino para mostrar la posibilidad de una vida alterada por el Evangelio, y para ayudar así a que cada

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joven haga su lectura personal. Un testimonio en la lógica del diálogo y del anuncio, exige una fuerte capacidad de vivir explícitamente la fe entre los jóvenes. La pastoral juvenil necesita no solo maestros abiertos al poder iluminador del Evangelio, sino también testigos que hablan de Dios, que están habituados a hablar con Dios.

Es necesario que todo educador fortalezca de modo consciente las motivaciones de la fe. A veces algunas aportaciones educativas, incluso dadas en colaboración con la comunidad eclesial, no brotan de estas motivaciones. Es importante que el servicio nazca de un sincero deseo de vida y de promoción de la vida. El camino educativo toca el corazón (en el sentido bíblico) de la persona y, en sentido cristiano, es camino de espiritualidad, vida en el Espíritu de Cristo, alimentada por la fe hacia su plenitud.

LA IDENTIDAD CARISMÁTICA SALESIANA

La identidad carismática ilumina el proyecto de vida. Al hacer de la educación una razón y una opción de vida, Don Bosco maduró gradualmente su vocación educativa y su modo específico de ser ciudadano, cristiano y sacerdote. Hoy como ayer, el Sistema Preventivo necesita personas que hagan de la educación una opción de vida; que la educación llegue a ser como el centro de unificación de la vida personal y el punto inspirador y dinámico de su acción, funciones y tareas personales. Don Bosco solía afirmar:

«Tened en cuenta que lo que yo soy, soy todo para vosotros, día y noche, mañana y tarde, en cualquier momento. No tengo otro punto de mira que procurar vuestro provecho moral, intelectual y físico. Yo por vosotros estudio, por vosotros trabajo, por vosotros vivo y por vosotros estoy dispuesto incluso a dar la vida»

(CRONACHE DELL’ORATORIO DI SAN FRANCESCO DI SALES).

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Al proponer y profundizar continuamente el marco de referencia teórico y práctico del Sistema Preventivo, la herencia salesiana se convierte en competencia educativa, moral y espiritual, fuertemente arraigada en disposiciones interiores: el deseo de responder a la petición de ayuda que proviene del joven; la disponibilidad para dedicar en favor de los jóvenes el propio tiempo, las propias energías, los propios conocimientos y cualidades; la capacidad de continuar con seguridad y perseverancia la búsqueda del bien, no obstante las dificultades y desilusiones. Hoy no se puede vivir la evangelización de otro modo, ni se puede confiar a personas sin coraje, permanentemente insatisfechas y pesimistas. La pasión y la vocación educativa ocupen el primer puesto.

EN EL CAMINO DE LA EDUCACIÓN SE

DA PRIORIDAD AL ESTILO DE LA ANIMACIÓN

Privilegiar en las personas los procesos de personalización y de crecimiento

El educador salesiano pone en primer término la práctica de la animación para conducir a las personas a la escucha y a la acogida de Jesús. El modelo es el del camino de Emaús: acercarse a la persona del joven con sentido misionero; ir al encuentro con actitud de escucha y de acogida; anunciar el Evangelio ofreciendo acompañamiento (cfr. CG20, nn. 360-365; CG23, nn. 94-111). La animación da prioridad a los procesos de personalización y de crecimiento de la conciencia, educa las motivaciones que guían las opciones de la persona y su capacidad crítica, activa también su implicación para hacerlas responsables y protagonistas de los propios procesos educativos y pastorales. Se propone como meta crear comunión en torno a valores, criterios, objetivos y procesos de la Pastoral Juvenil Salesiana, dando profundidad a la identidad vocacional de los educadores. Del mismo modo, la animación refuerza la comunicación y la participación entre todos, promoviendo la corresponsabilidad. Se compromete a favorecer la colaboración, la complementariedad y la coordinación de todos en torno a un proyecto compartido.

La presencia activa de los educadores entre los jóvenes

Como consecuencia de esto, es imprescindible un esfuerzo para estar donde los jóvenes viven y se encuentran, estableciendo con ellos una

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relación personal, al mismo tiempo propositiva y liberadora. Se trata de que los educadores adultos, desarrollen la actitud de compartir, mediante el encuentro, la escucha y el testimonio. Esto requiere la presencia física del educador con el estilo que Don Bosco llamó “asistencia”, entendida como acompañamiento, cercanía animadora, atención a todo lo que sucede, posibilidad de intervención oportuna y ejemplo. Una escena muy elocuente en la vida de Don Bosco está representada en aquellas actitudes impropias de algunos personajes, corteses pero lejanos y distantes, en comparación con la actitud paternal del sacerdote Don Calosso:

«Conocí algunos buenos sacerdotes que desarrollaban el sagrado ministerio por el bien de la gente; pero con ninguno de ellos podía establecer un trato familiar. Con frecuencia, tuve ocasión de encontrarme por la calle a mi párroco con el coadjutor. Los saludaba de lejos y, al acercarme, les hacía también una reverencia. Pero ellos me devolvían el saludo de un modo grave y cortés, prosiguiendo sin más su camino. Muchas veces, llorando, me decía a mí mismo y también a otros: “Si yo fuese sacerdote, me gustaría actuar de otro modo; querría acercarme a los niños, decirles palabras oportunas, darles buenos consejos”»

(MEMORIAS DEL ORATORIO, PRIMERA DÉCADA 1825-1835, N. 4).

Este original estilo educativo se funda en algunas convicciones fundamentales que son al mismo tiempo opciones operativas precisas: si los jóvenes, para desplegar las energías que llevan dentro, tienen necesidad del contacto con educadores, estos últimos deben alimentar un profundo amor educativo. Para ellos es una obligación abrirse a todos los jóvenes y a cada joven, sin minimizar las expectativas educativas, sino ofreciendo a cada uno aquello que necesita “aquí y ahora”. Esta decisión activa implica la acogida de los jóvenes en el punto en que se encuentran en cuanto a su libertad y su maduración, que se despierten gradualmente sus potencialidades y que se abra su vida a nuevas perspectivas con variados recorridos educativos y religiosos.

Deaquí deriva la madura yafectuosa paternidadsalesiana que hace inconfundible al educador salesiano, en relación con el mundo contemporáneo, cada vez más “huérfano” y solo. Según los testigos de su vida, Don Bosco tuvo una bondad paternal expresada en forma de delicadezas innumerables: expresiones de gratuidad, pequeños regalos, cartas amables, gestos de interés, palabras de aliento y de vida, cuyo solo recuerdo serenaba los corazones. La paternidad, la

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de Dios y la de los hombres, se define cuando engendra vida. Y no se engendra si uno, de alguna manera, no se da a sí mismo bajo el signo de la gratuidad. Podemos decir que engendrar la vida, implica siempre un morir, que para los educadores no es nunca perderse, sino siempre encontrarse en una vida más amplia. Además de la forma de la entrega y de la gratuidad, no hay paternidad sin una afectividad acogedora, tendente a alcanzar a todos. ¡Cuánta necesidad tienen los jóvenes no solo de saberse, sino también de sentirse mirados con bondad! Es más, tienen el “derecho” de tocar la paternidad de Dios en el estilo de vida del educador: su modo de pensar, de decir, de sentir, de comportarse, deja transparentar la benevolencia de Dios.

INTELIGENCIA PASTORAL PARA DINAMIZAR EL PEPS

Leer “educativamente” la actual condición juvenil

Se necesita calidad pastoral y cultural para dinamizar el PEPS, es necesario pertrecharse de una preparación adecuada para el cumplimiento pleno de la propia misión. La formación tiende a una múltiple conversión del corazón, de la mente y de la acción pastoral. De esto se desprende una nueva consideración de la pastoral y una nueva comprensión de la misma.

La llamada a leer “educativamente” la actual condición juvenil, exige cultivar una fina conciencia de la urgencia educativa y pastoral de los signos de los tiempos, distinguiendo los valores emergentes que atraen a los jóvenes: la paz, la libertad, la justicia, la comunión y la participación, la promoción de la mujer, la solidaridad, el desarrollo, las urgencias ecológicas, la pluralidad de las culturas, la convivencia pacífica entre etnias diversas, el compromiso contra cualquier tipo de abuso de menores y contra las nuevas formas de esclavitud. Como servidores de los jóvenes, estamos llamados a valorar los acontecimientos y las corrientes de pensamiento de nuestro tiempo que más influyen sobre el hombre.

Un esfuerzo paciente de adaptación y de formación

Al educador, con la conciencia de ser un mediador, se le pide un esfuerzo paciente de adaptación y de reflexión bajo aspectos diversos: en la tarea de proyectar caminos de fe que tengan en cuenta los lenguajes actuales presentes y que conectan con la condición de los jóvenes; en el impacto

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vital y claro de la propuesta evangélica y educativa, puntos estratégicos para la evangelización de las culturas. La vida se convierte en una lección continua: lleva consigo una oportunidad para refl exionar sobre la experiencia educativa, un camino determinado por la creatividad, una celeridad para evaluar, sin contentarse con lo que siempre se ha hecho, sin reducirse a la repetición.

La formación es disponibilidad de la mente y del corazón para dejarse educar por la vida y a lo largo de toda la vida. La persona es inteligentemente activa y dispuesta a aprender. Esta disponibilidad no se improvisa ni nace de la nada: surge de nuestra vocación educativa.

Se ha confirmado la insuficiencia de los caminos formativos restringidos a saberes o a la adquisición de competencias y técnicas profesionalmente valiosas. Estamos cada vez más convencidos de la importancia de que el educador se implique con toda su persona en la tarea educativa: las habilidades comunicativas y educativas deben enraizarse en la propia identidad y en un real camino personal. Se pueden poseer todas las informaciones, se pueden dominar metodologías y didácticas actualizadas y exhibir recursos y profesionalidad: sin embargo, el proceso de formación profesional de los educadores salesianos pasa, finalmente, por poner en juego la propia identidad y el don del propio testimonio, tanto en el modelo de identificación que presenta como en la trayectoria de su propia formación personal. La vocación al servicio educativo requiere la capacidad de interrogarse y de dejarse interpelar sobre las propias convicciones, las propias motivaciones y expectativas: el conocerse quita el miedo

y refuerza la propia identidad.

Cada vez que nos contrastamos con nuestra misión y vocación educativa, se reafirma en nosotros la conciencia de que tenemos que hacernos más idóneos. Nos sentimos animados a cumplirla mediante las nuevas competencias culturales, pedagógicas y pastorales, como el ecumenismo, el diálogo interreligioso y con los no creyentes, el uso de la comunicación social, la participación en el debate político.

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El Sistema Preventivo como

pedagogía práctica: el estilo

educativo salesiano

EL ORATORIO DE DON BOSCO,

CRITERIO DE NUESTRAS ACTIVIDADES Y OBRAS

El “criterio oratoriano”, inspiración y modelo de nuestras actividades y obras

El Oratorio de Valdocco nos acerca a la experiencia original de la misión salesiana. Don Bosco, juntamente con sus colaboradores y los primeros salesianos, encarnó precisamente en el Oratorio aquella experiencia particular del Espíritu (el carisma), que suscitó en la Iglesia nuestra original forma de misión apostólica entre los jóvenes más pobres. Por eso, hoy, referirnos al Oratorio de Valdocco no es un ejercicio histórico de lo que sucedió con Don Bosco, sino un camino de retorno a los orígenes, a la fuente que inspiró nuestras obras y actividades (cfr. Const. 41). Y todo ello, para verifi car la fi delidad de nuestra acción educativo-pastoral.

El Oratorio de Don Bosco en Valdocco es el modelo, el criterio permanente de todas nuestras actividades (cfr. Const. 40):

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1 Esta vuelta a los orígenes tiene como meta el “corazón oratoriano”, que se caracteriza por la solicitud hacia los jóvenes más pobres y las clases populares. Este celo, expresión de la voluntad salvífica de Dios encarnada en la figura del Buen Pastor, tiene como primeros destinatarios a los jóvenes desamparados, en las diversas formas de pobreza en que se encuentran.

Se pide un cambio en la perspectiva pastoral: ¡antes que las obras están los jóvenes! En función de ellos, las mediaciones institucionales y actividades deben ser repensadas, reformuladas y reorganizadas para ser fieles a la misión que se nos ha confiado: «ser signos y portadores del amor de Dios» (Const.2).

1 En segundo lugar, en referencia al “corazón oratoriano”, practicamos un método pedagógico típicamente salesiano de convivencia y de comunión, que da una específica fisonomía a nuestras obras. Es el patrimonio de la Familia Salesiana que se configura no solo como bagaje de experiencias en Valdocco, sino como identidad que desemboca en un estilo. Su puesta en práctica facilita el clima de familia, establece las mediaciones necesarias para que todo joven crezca en un ambiente acogedor y familiar (“casa”), marcado por la alegría (“patio”); donde pueda desarrollar todas sus potencialidades, adquiriendo nuevas habilidades (“escuela”) y camine siguiendo una clara propuesta de fe (“parroquia”).

Este rasgo caracteriza nuestro carisma en la Iglesia, cualifica nuestro trabajo educativo y renueva nuestras actividades pastorales, en sintonía con las diversas formas culturales y con las diversas experiencias de fe y de religión en que viven los jóvenes.

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Indicadores generales para el discernimiento y la renovación

El “corazón oratoriano” no solo representa la meta y la forma de la acción educativo-pastoral salesiana, sino que se convierte también en criterio fundamental para el discernimiento y la renovación de las actividades y de las obras. Para dar a nuestro trabajo y a nuestras actividades el matiz impreso por Don Bosco en su obra, debemos confrontarnos, ante todo, con sus criterios de base.

Para ser fieles a la misión y a los destinatarios es fundamental, ante todo, la disposición de escucha y de docilidad a la acción del Espíritu. En efecto, es Él quien sostiene y acompaña nuestra misión, la orienta y la renueva. Sometiéndonos a su acción e inspiración, recorremos el camino de Don Bosco, el cual, dócil al Espíritu, dio una respuesta duradera y adecuada a la realidad de los jóvenes. Para renovarnos coherentemente es necesario tener también la capacidad de leer y discernir: una escucha atenta y profunda de la realidad socio-cultural de los jóvenes.

La experiencia del discernimiento es de fundamental importancia. A partir de esto, la Pastoral Juvenil Salesiana debe tratar de formular una respuesta adecuada a los desafíos de hoy. Discernir implica saber hacerse preguntas adecuadas, examinar con prudencia los signos de los tiempos, valorar con cuidado las diversas opciones, y, dóciles al Espíritu Santo, poner por obra, con un corazón inteligente y una voluntad firme, aquellas acciones que hacen presente a Don Bosco hoy y muestran fecundo el trabajo iniciado por él.

MODALIDADES DE CONVIVENCIA

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Y COMUNIÓN DEL “ESTILO SALESIANO”

El Sistema Preventivo está tan asociado al «estilo salesiano» que constituye su encarnación más característica y expresiva. En su

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centralidad, el Sistema Preventivo, como pedagogía concreta, no solo facilita la acción educativo-pastoral, sino que lleva en sí los contenidos de la propuesta. Sus aspectos más significativos han sido identificados con los iconos de “casa”, “parroquia”, “escuela” y “patio”. Son iconos que no concretan ambientes, espacios y lugares determinados, sino más bien una serie de las experiencias que hay que ofrecer y proponer.

La diversidad de las experiencias de estos “iconos”, componen una unidad inseparable e indivisible. Presupone diversas formas de acción en función del contexto juvenil, de modo que ninguna de ellas permanezca desatendida.

La experiencia de la “casa” suscita un ambiente rico de confianza y familiaridad. Exactamente como en familia, el cuidado de los demás por parte de cada miembro es esencial. En el ambiente salesiano, esta atención se concreta en una diversidad de momentos en los

cuales se siente uno profundamente escuchado y comprendido. Es la propuesta de una serie de experiencias y de valores transmitidos por el

testimonio de los educadores y por el acompañamiento de quien ama y es amado. Es fuerte el impacto de la acogida incondicional al que llega por primera vez y advierte que sus necesidades principales son respetadas y se les da la respuesta oportuna.

Esta experiencia de «casa» en el espíritu de familia constituye un elemento característico de nuestra pedagogía: la asistencia salesiana, moldeada con actitudes de empatía, atenta acogida, deseo de llevar a los jóvenes al encuentro con Cristo y disponibilidad a acoger sus inquietudes.

Solamente dentro de esta relación afectuosa y significativa, los jóvenes advierten que es posible, aunque sea lentamente, el crecimiento del diálogo y la circulación de los valores. En este clima se desarrollan todas las condiciones fundamentales para que el joven pueda madurar en todos los aspectos y dimensiones.

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Parroquia que evangeliza

(la vivencia religiosa y la pedagogía de los itinerarios)

La experiencia de la «parroquia» se construye sobre dos grandes pilares: en primer lugar, la convicción de que cada joven lleva escrito en el propio corazón el deseo de Dios, el deseo de una vida plena, en la perspectiva unificadora de la fe; y, en segundo lugar, una serie de propuestas adaptadas a los destinatarios, que tienen como fin el descubrimiento y la consecución de su vocación.

Sobre estos fundamentos, la actividad evangelizadora se propone como ambiente, donde la fe es vivida diariamente con espontaneidad y normalidad, testimoniada ante todo por la CEP. Es un entorno donde se expresan las dimensiones esenciales de la Iglesia, según el carisma salesiano: la «Koinonia», cuya máxima expresión es la CEP, que vive los valores del Reino y llama a otros a tomar parte en él como protagonistas; la «Liturgia», celebración cristiana de los acontecimientos cotidianos, cuya expresión máxima y plena se concreta en los sacramentos, de modo especial en la Eucaristía y en la Reconciliación; la «Diakonia», disponibilidad para el servicio educativo y de promoción humana con modelos de referencia que van más allá de la sola asistencia; la «Martyria», testimonio de los valores del Reino ante el mundo en acciones de caridad, con propuestas formativas que preparen a los jóvenes y a los educadores para «dar razón de la esperanza que hay en ellos» (1 Pe 3,15-16).

Todo esto se desarrolla en la CEP con una propuesta de itinerarios graduales de educación a la fe que ayuden a los jóvenes a descubrir la propia vocación y a seguirla según el proyecto de Dios (ver capítulo IV, 3.2).

C Escuela que prepara para la vida

(el crecimiento integral por medio de la educación)

La experiencia de la «escuela» adquiere calidad cuando ofrece los recursos necesarios para que cada joven desarrolle las capacidades y las actitudes fundamentales para la vida en la sociedad.

En cada espacio educativo, formal o informal, el educador debe buscar y encontrar el punto accesible al bien de cada joven para que desde este pueda madurar integralmente.

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El joven es el protagonista del propio crecimiento y maduración. El educador lo acompaña en su camino presentando las propuestas necesarias para el progreso armonioso de su personalidad, en una vida social sustentada sobre el respeto y sobre el diálogo, para la formación de una conciencia crítica y comprometida.

Patio para encontrarse entre amigos y vivir alegres (la pedagogía de la alegría y de la fiesta)

La experiencia del «patio» es propia de un ambiente espontáneo, en

el que se crean y se estrechan relaciones de amistad y de confi anza.

En el «patio», entendido como pedagogía de la alegría y de la fi esta,

la propuesta de los valores y la actitud de confianza se realizan de manera auténtica y cercana. Es el lugar apropiado para la atención personalizada a cada muchacho o joven mediante la palabrita al oído, el lugar donde la relación educador-joven supera el formalismo propio de otras estructuras, ambientes y roles.

En este sentido, la experiencia del “patio” es una llamada a salir de nuestras estructuras formales, de las paredes entre las que trabajamos, para hacer de cada lugar donde se encuentran los jóvenes un ambiente rico en propuestas educativas y pastorales. Incluso allí donde se prueban nuevos caminos pastorales, como la calle o los parques, la atención no

se centra solo en la relación personal sino también en la importancia y el

valor de las dinámicas de los grupos informales.

En el ámbito del tiempo libre, los nuevos lugares de encuentro virtuales, las redes sociales, son verdaderos espacios que no deben sernos extraños y de los que tenemos que saber servirnos para llegar a estar con el joven allí donde lo encontramos.

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PROYECTO EDUCATIVO-PASTORAL

SALESIANO:

INSTRUMENTO OPERATIVO

CAPÍTULO

Para realizar nuestro servicio educativo y pastoral, Don Bosco nos legó el Sistema Preventivo. Este sistema descansa por entero en la razón, en la religión y en el amor: no apela a imposiciones, sino a los recursos de la inteligencia, del corazón y del anhelo de Dios, que todo hombre lleva en lo más profundo de su ser. Asocia en una misma experiencia de vida a educadores y a jóvenes, dentro de un clima de familia, de confianza y de diálogo. Imitando la paciencia de Dios acogemos a los jóvenes tal como se encuentra el desarrollo de su libertad. Los acompañamos, para que adquieran convicciones sólidas y progresivamente se vayan haciendo responsables del delicado proceso de crecimiento de su humanidad en la fe»

(Const. 38)

Establecida de esta manera la residencia

habitual en Valdocco, me empeñé con toda el alma en promover cuanto contribuyera a conservar la unidad de espíritu, de disciplina y de administración... las bases orgánicas del Oratorio»

(Memorias del Oratorio, tercera década 1846-1855, n. 6)

PROYECTO EDUCATIVO-PASTORAL SALESIANO: INSTRUMENTO OPERATIVO

Creemos en la educación y nos determina¬mos a proyectarla en la praxis; la pastoral juvenil se ejerce cuando se traduce concretamente en itinerarios educativos. El esfuerzo para proyectar, con el PEPS, hace real la volun¬tad de ser propositivos con los jóvenes. Según las cuatro di-mensiones, se nos ayuda a desarrollar la personalidad del joven cristiano, con una variedad orgánica de propuestas y una amplia comprensión de la pastoral de los jóvenes, abier¬ta a todos. Al final, se presentan algunas opciones transver¬sales de la pastoral salesiana.

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

Una mentalidad de proyecto

En un mundo en continuo cambio donde la sociedad es muy compleja y la reflexión teológica y eclesiológica intenta acompañar los diversos modelos educativos en variados contextos, las experiencias pastorales se hacen cada vez más diversificadas. La «caridad pastoral», dentro de esta complejidad, no deja de impulsar y animar con «inteligencia pedagógica» la práctica diaria; además, la comunidad cristiana crece en su deseo de vivir con convicción la responsabilidad educativa a favor de los jóvenes. El mundo juvenil pide un esfuerzo renovado que ha de ser vivido con la constancia, la continuidad y la colaboración de diversos agentes educativos. Es necesario que todos se reconozcan en una misma línea de intervención, en torno a una propuesta unitaria no individualista ni tampoco fragmentada. Para esto se necesita un proyecto capaz de continuar la «tradición» y, al mismo tiempo, de combinar lo nuevo, de manera que no se recomience continuamente desde cero cuando se produce el cambio de responsables o cualquier renovación de los equipos. Resulta esencial comprender la aportación de la reflexión y de la planificación pastoral. Don Bosco mismo, en su tiempo, sintió la exigencia de orden y organización de las intervenciones pedagógicas.

Los que entran en el campo de la pastoral juvenil deben conocer el camino que hay que emprender, la situación de la cual se parte y la meta que hay que alcanzar. Deben adquirir familiaridad con todo el proceso educativo que concretamente se lleva a la práctica. Proyectar es una actitud de la mente y del corazón antes que una obra concreta; proyectar es un proceso más que un resultado; proyectar es un aspecto de la pastoral más que un acto eventual; proyectar es una forma de implicar y de unificar las fuerzas.

Por otra parte, puede existir el riesgo de poner en marcha actuaciones superficiales e ineficaces; diseñar un proyecto parecería «un algo más» que hay que hacer, una actividad abstracta previa que hay que sufrir, un peaje que hay que pagar a las orientaciones vigentes.

Por el contrario, el proyecto tiene el valor de “carta de navegación” y marco de referencia, donde están codificados los puntos de partida y de

PROYECTO EDUCATIVO-PASTORAL SALESIANO: INSTRUMENTO OPERATIVO

llegada. El proyecto no es una programación técnica, ni un vago conjunto de ideas; es un mapa que orienta la pasión educativa y el servicio a los más débiles. Será importante tener en cuenta esto en el desarrollo de los itinerarios diversificados. Construir un proyecto no significa enterrar la creatividad, ni siquiera tener la solución de todos los problemas; significa valorar todos los recursos y abrirse a posibles soluciones.

El Proyecto Educativo

Pastoral Salesiano

PEPS COMO PROYECTO APOSTÓLICO SALESIANO

El PEPS es la mediación histórica y el instrumento operativo

El PEPS es la concreción de una mente que planifica, que debe guiar el desarrollo de la misión en las obras. El PEPS es la mediación histórica y el instrumento operativo que guía la realización de la Pastoral Juvenil Salesiana (cfr. Reg. 4), y el factor de inculturación del carisma (cfr. CG24, n. 5). Es la guía del proceso de crecimiento de la comunidad inspectorial y de las diferentes CEP existentes en el territorio, en su esfuerzo de encarnar la misión salesiana en un contexto determinado. El PEPS equivale a un directorio práctico que da orientación y continuidad a la pastoral y asegura unidad de objetivos y de orientaciones en las obras.

Si la finalidad primaria del PEPS es conducir la Inspectoría y las comunidades locales y obrar con mentalidad compartida y con claridad de objetivos y criterios, esto posibilita también la gestión corresponsable de los procesos pastorales. El proyecto se refleja en un texto que hay que conocer y llevar a la práctica.

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

Por ser el PEPS expresión operativa de la Pastoral Juvenil Salesiana, debe responder a sus características fundamentales, dar calidad a todos los aspectos y elementos que lo componen. En definitiva, se trata de trazar líneas transversales que aseguran la salesianidad de la pastoral juvenil.

El centro del PEPS es la persona del joven, sobre todo el más pobre

El punto de atención principal de todo el dinamismo de la Pastoral Juvenil Salesiana es el joven en la integridad de sus dimensiones (corporeidad, inteligencia, sentimientos, voluntad), de sus relaciones (consigo mismo, con los otros, con el mundo y con Dios), en la doble perspectiva de la persona y de su protagonismo en la historia (promoción colectiva, compromiso por la transformación de la sociedad). Todo ello se hace con una mirada puesta en la unidad de su dinamismo existencial y en su crecimiento humano hasta el encuentro con la persona de Cristo Jesús (ver capítulo III).

El PEPS orienta y guía un proceso educativo en el que las múltiples intervenciones, los recursos y las acciones se entrelazan y se articulan al servicio del desarrollo gradual e integral de la persona del joven. El PEPS actualiza los valores y las actitudes tanto de la propuesta cristiana de la Espiritualidad Juvenil Salesiana, como de los principios metodológicos de la pedagogía salesiana, es decir, del Sistema Preventivo: con atención prioritaria a los jóvenes más pobres y con mayores dificultades.

Es obligado mantener constantemente el contacto con la realidad juvenil, continuamente mudable en una cultura cambiante, considerándola siempre no en términos de simple destinatarios, sino como lugar teológico. Este es el “hilo conductor” que atraviesa todas las dimensiones y los aspectos de la acción pastoral y del PEPS.

Su realidad comunitaria

El PEPS, antes que un texto, es un proceso comunitario que tiende a generar en la CEP una confluencia operativa en torno a los criterios, objetivos y líneas de acción comunes. Por ser un proceso de la mente

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y del corazón, evita la dispersión de la acción y reconstruye su carácter integral y su convergencia educativa; al mismo tiempo, crea y refuerza en la CEP la conciencia de la misión común y profundiza la vocación educativo-pastoral que hay que compartir y evaluar ininterrumpidamente. El PEPS, por consiguiente, es un elemento que identifica y traza los caminos de la CEP, sujeto de la acción educativo-pastoral (cfr. Reg. 5).

Proyectar no ayuda solo a orientar y verificar continuamente la acción pastoral, para que logre siempre una mayor inculturación y sea más consciente de los desafíos. Proyectar resulta también un proceso de identificación comunitaria, tarea todavía más urgente dado que estamos llamados a educar a la fe en una situación de nueva evangelización. La CEP se siente estimulada a reflexionar sobre la propia identidad y sobre su propio proyecto operativo. Un nuevo escenario la compromete en una tarea de particular desafío: proponer itinerarios adecuados a las situaciones específicas en que se encuentran los jóvenes.

               La apertura al territorio de la obra salesiana y el impacto sobre él

Hoy no se puede pensar el PEPS solo en referencia al entorno de la obra salesiana; todas las instituciones, sobre todo las educativas, entran en un sistema más vasto de relaciones con el cual se confrontan y dentro del cual interactúan. Se debe considerar el reflejo que la acción salesiana tiene fuera de la obra, pensada como centro de amplia convocatoria y agente de transformación educativa.

La eficacia de la evangelización desafía a la CEP a trabajar armónicamente, según la lógica de la alianza educativa, abierta a las aportaciones del territorio. Apuntar hacia este servicio de coordinación y de red implica un compromiso serio de dar un paso adelante respecto a la simple gestión de las propias obras y servicios: requiere pasar del desarrollo cuidadoso de las actividades elaboradas internamente, a la capacidad comunicativa y comprometedora de valores típicos de la misión y espiritualidad salesiana. Implica, además, prolongar el diálogo con las instituciones educativas, sociales y religiosas que actúan en la misma área; abrirse a través del espacio creado por las tecnologías modernas, capaces de construir relaciones, y establecer un diálogo efectivo con los más diversos interlocutores que tienen incidencia sobre la vida de los muchachos

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

EL PEPS COMO PROCESO DINÁMICO E INTEGRAL

La comprensión articulada de la Pastoral Juvenil Salesiana

El punto focal hacia el que convergen las líneas doctrinales y operativas del Sistema Preventivo es el PEPS. El proyecto apostólico salesiano, en todas sus dimensiones, encuentra sus raíces y su descripción cuidadosa en las Constituciones de la Sociedad de San Francisco de Sales, nn. 31-39: “Nuestro servicio educativo pastoral”.

La acción educativo-pastoral salesiana es un proceso dinámico que se desarrolla en algunas dimensiones fundamentales, como aspectos integrantes y complementarios, un marco de referencia antropológica, pedagógica y espiritual coherente con el acompañamiento de los jóvenes en el delicado proceso de crecimiento de su humanidad en la fe.

El PEPS, en su unidad orgánica, integra estos diferentes aspectos y elementos de la Pastoral Salesiana en un proceso único orientado a una meta bien identificada. Este proceso se articula en cuatro aspectos fundamentales, mutuamente relacionados y complementarios, que llamamos “dimensiones” (cfr. Const. 32-37; Reg. 6-9). Ellas son el contenido vital y dinámico de la Pastoral Juvenil Salesiana e indican su finalidad. Cada una de ellas tiene un objetivo específico que la hace singular, aun estando íntimamente conectadas. No son etapas organizadas rigurosamente en sucesión, sino que se integran en el dinamismo unitario del crecimiento del joven.

En la base de este planteamiento, hay un preciso horizonte antropológico, educativo y teológico: el crecimiento implica una confluencia de la madurez humana y del sentido cristiano de la vida, en la lógica de un itinerario. Las dimensiones se reclaman, en cada intervención, en cada obra y servicio. En este sentido consideramos “transversal” su presencia en el PEPS.

El sentido de las cuatro dimensiones

Se pueden comprender las dimensiones como vasos comunicantes, que no solo se reclaman una a otra idealmente, sino que se alimentan mutuamente. Aun cuando en la descripción son sucesivas, conviene advertir

PROYECTO EDUCATIVO-PASTORAL SALESIANO: INSTRUMENTO OPERATIVO

que forman todas una unidad: cada una aporta al conjunto su especificidad, y también recibe de las otras una orientación y algunas acentuaciones originales. Son inseparables y se determinan recíprocamente de modo que no se puede desarrollar una sin referencia explícita a las otras. Están presentes según la lógica de un sistema, donde la dinámica de un elemento suscita la presencia de todos los demás.

Esta unidad y correlación debe hacerse explícita en los objetivos y en las estrategias del PEPS de todas las obras de la Inspectoría, con la seguridad de que cada paso y cada intervención se insertan en un proceso de crecimiento humano y cristiano unitario, respondiendo a la pregunta: ¿qué tipo de joven debe promoverse para que pueda llegar a ser «adulto en la fe»? Teniendo presentes las diversidades culturales y territoriales que condicionan el modelo cristiano y exigen importantes integraciones, las dimensiones orientan para definir la identidad cristiana del joven en la Iglesia y en la sociedad contemporánea.

La articulación de las dimensiones nace de una concepción respetuosa de la complejidad del crecimiento de la persona y de un proyecto que tiene como finalidad su salvación global, interesándose por las dinámicas divinas y humanas que actúan conjuntamente de hecho en la historia del mundo.

Esta síntesis orgánica expresada en las dimensiones constituye la característica de la Pastoral Juvenil Salesiana:

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El conjunto de estas cuatro dimensiones constituye la dinámica interna de la Pastoral Juvenil Salesiana: es un marco de referencias que dan calidad, y que puede ayudarnos a elaborar con los jóvenes, en las situaciones concretas, propuestas educativas proporcionadas.

Estas cuatro dimensiones nos permiten, en su armonía, una variedad orgánica de propuestas y una comprensión amplia de la pastoral de los jóvenes, abierta a todos. El camino de la pastoral de los adolescentes y de los jóvenes, a medida que se desarrolla, pone en práctica múltiples intervenciones (por la diversidad de las situaciones juveniles), integrales (dirigidas a la totalidad de la persona). A veces las condiciones sociales y culturales en las que los jóvenes viven están fuertemente condicionadas y se debe actuar dentro de instituciones educativas que tienen finalidades específicas. En este caso, es necesario elaborar itinerarios que asuman las situaciones concretas (jóvenes trabajadores, jóvenes estudiantes de la escuela, jóvenes en situación particular de marginación) siempre en la perspectiva de la centralidad del joven y de su experiencia de vida.

Después de haber definido el sentido y la consistencia del PEPS, será posible pensar más ampliamente en las fases de su elaboración (ver capítulo VIII).

ESPECIFICIDAD DE CADA DIMENSIÓN Y LAS OPCIONES NECESARIAS

Dimensión de la educación a la fe Su especificidad

Evangelizar a los jóvenes es la primera y fundamental finalidad de nuestra misión (cfr. Reg. 7, 13). Nuestro proyecto está decididamente orientado a la plena madurez de los jóvenes en Cristo (cfr. Const. 31) y a su crecimiento en la Iglesia, convencidos de que la educación de la dimensión religiosa es central en el desarrollo de la persona (cfr. CG23, n. 160).

La evangelización lleva la Buena Noticia de Cristo a todos los estratos de la humanidad para renovarla desde dentro (cfr. Evangelii Nuntiandi 18). Desde el primer anuncio de la persona de Jesús, queremos acompañar

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a los jóvenes a que traspasen la puerta de la fe para que, en el curso de su vida, creyendo “con una fe consciente y vigorosa” (Porta Fidei 8) descubran su gozo intrínseco.

El camino de maduración en la fe requiere hoy frecuentemente tiempos más largos, y una implicación comunitaria que va más allá de la propuesta estrictamente catequística. Para acompañar la adhesión en la fe y el camino cristiano, se razona en términos de iniciación.

Don Bosco transmitió la pasión por la salvación de los jóvenes vivida en el compromiso constante de una catequesis sencilla, esencial, adaptada a la condición, a la edad y a la cultura de los jóvenes, unida a las otras propuestas educativas y recreativas del Oratorio. La catequesis salesiana no se realiza al final de una etapa preparatoria, sino que constituye implícitamente el corazón de los primeros encuentros y, explícitamente, de toda la propuesta formativa. Don Bosco no distinguía entre primer anuncio y catequesis, sino que, cuando encontraba a un muchacho, enseguida lo invitaba oportunamente a un camino de vida cristiana. Si la catequesis no se integra en la vida de los muchachos, si permanece extraña e incomprensible, viene asumida pero, en el futuro, se abandona rápidamente.

               Algunas opciones significativas

1 Promover el desarrollo de la dimensión religiosa de la persona, tanto de los cristianos como de quienes pertenecen a otras religiones, pro¬fundizándola, purificándola y abriéndola al deseo de un ulterior camino de fe. Ayudamos a los jóvenes, por medio de propuestas varias, a vivir las actitudes típicas de una experiencia religiosa: la admiración, la con¬templación, la apertura al misterio, el sentido de la gratuidad. El primer desafío es el de suscitar la búsqueda religiosa y mostrar poco a poco la sensatez del acto de fe.

El juego, el diálogo, el contraste de vivencias, el encuentro son el terreno de la vida, con sus problemas, sus esperanzas, sus expectativas: es el terreno de la experiencia. Aquí es necesario hacerse compañeros de viaje de los jóvenes, participando con ellos en el arduo camino del crecimiento y de la profundización de la experiencia de la vida. Para ellos este terreno es necesariamente el de su crecimiento, el de las tareas correspondientes en orden a la construcción de su identidad. Ante esto, ellos no se muestran nunca indiferentes.

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2 Suscitar, acompañar y profundizar la experiencia de la fe, como adhesión personal a Cristo, que lleva a ver la vida con los ojos de Jesús. Para ello, es importante desarrollar un itinerario sistemático de educación en la fe. El que conoce el proceso de maduración humana del adolescente y del joven se da cuenta de que la integración fe-vida exige una gran atención educativa.

Tratamos de acercarnos a la experiencia juvenil, ante todo, replanteando los contenidos del anuncio y de la catequesis. La catequesis experiencial o antropológica, caracterizada por asumir la problemática humana como contenido y dimensión, se expresa a través de un propósito doble y complementario:

1 proclamar la fe de manera significativa, con toda la riqueza experiencial del mensaje cristiano;

1 promover la maduración de la fe como actitud capaz de inspirar y organizar todo el proceso de maduración humana, reforzando la adhesión al Señor por medio del encuentro personal con el educador y el acompañamiento espiritual (cfr. CG23, nn. 173-175).

3 Iniciar a los jóvenes en la participación consciente y activa en la liturgia y, de manera particular, en la celebración de los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía,

1 favoreciendo su preparación con un ambiente acogedor y amistoso que suscite la apertura del corazón;

1 cuidando celebraciones que conduzcan a una verdadera relación personal con Cristo por la belleza y profundidad que comunican;

1 promoviendo un compromiso personal de vivir en lo cotidiano lo que se ha celebrado;

4 En un mundo dominado por las prisas, por la búsqueda del placer inmediato y por la eficacia pragmática, es urgente crear, para los jóvenes, ambientes adecuados que favorezcan el encuentro con Dios por medio de caminos de interiorización: la oración personal y comunitaria, la apertura al misterio, la contemplación y el silencio, el encuentro y la confrontación con la Palabra vivida y participada. Este acercamiento a la

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Palabra, así como los esfuerzos formativos y de integración de la misma en la oración diaria de la comunidad, son sumamente importantes. Los jóvenes son cada vez más sensibles a la lectura orante de la Palabra de Dios en la forma de Lectio divina cuando el texto bíblico se les adapta con un lenguaje apropiado para ellos y que conecta con su vida, narrando quién es Dios para después revelarles a ellos quiénes son.

5 Ofrecer a los jóvenes experiencias graduales de servicio y de compromiso apostólico, que les ayuden a realizar personalmente la integración de su fe con la vida, convirtiéndose ellos mismos, según las posibilidades de cada uno, en testigos y evangelizadores de sus coetáneos. Se trata de una fe que estimule y profundice los procesos de humanización y promoción de las personas y de los grupos, según el modelo de Jesucristo.

La dimensión social de la caridad pertenece a la educación de la persona social y políticamente comprometida en favor de la justicia, de la construcción de una sociedad más justa y más humana, descubriendo en ella una inspiración plenamente evangélica (cfr. Const. 32; Reg. 22). Una adhesión de fe cada vez más madura se abre al servicio sincero en beneficio del hombre. La propuesta y el testimonio de la solidaridad dan credibilidad al anuncio evangélico, porque expresan su capacidad de humanizar; son ya anuncio de la vida nueva en Cristo y manifiestan que el Evangelio es para el hombre, que la Iglesia tiene una palabra decisiva que decir a favor de la vida, la dignidad, la esperanza y el futuro del ser humano. Don Bosco educó a los jóvenes en las virtudes morales del honrado ciudadano.

Dimensión educativo-cultural Su especificidad

La dimensión educativo-cultural está en íntima relación con la dimensión de la educación a la fe. La educación es el lugar y la mediación para ofrecer la buena noticia del Evangelio, mensaje que se encarna en la cultura concreta y pide procesos graduales para ser asumido, en sintonía con la capacidad de maduración de cada joven (cfr. Const. 31). La educación requiere que, partiendo de la circunstancia concreta de los jóvenes, elaboremos estrategias que los guíen hasta la maduración integral.

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La mirada pastoral no está orientada exclusivamente por la problemática religiosa y por la relación con la fe y con la Iglesia. Está abierta a toda la experiencia: atraviesa todas las esperanzas y las fatigas del crecimiento, del construirse con los demás, de la inserción en la sociedad, del trabajo. La propuesta de fe, por otra parte, se entrelaza con los objetivos de la maduración humana porque es allí donde tiene sentido el creer. La mirada pastoral, por tanto, está llena de atenciones educativas, un ejercicio de la sabiduría educativa orientada por la fe.

               Algunas opciones significativas

La atención a la dimensión educativo-cultural en la acción pastoral privilegia algunos contenidos operativos precisos:

1 Ayudar a los jóvenes a construirse una identidad fuerte. En un mundo fragmentado y empeñado en la inmediatez, marcado por el relativismo y por la ausencia de principios, nosotros salesianos creemos que el Proyecto Educativo-Pastoral puede ayudar a formar en los jóvenes personalidades fuertes (cfr. Mt 7,24-27). Les ayudamos, además, a superar las dificultades. Por ello, es necesario cuidar las convergencias de todas las intervenciones educativas para la formación de una personalidad unitaria: una opción operativa en la que todas las aportaciones, bien jerarquizadas, se integren fortaleciéndose mutuamente, en armonía con las aspiraciones y las dimensiones educativas.

Mirando a los jóvenes con los ojos de Jesús, les ayudamos a:

1 formar la conciencia moral y la capacidad de discernimiento ético para un juicio motivado y responsable;

1 crecer en autonomía para afrontar la vida con coherencia y responsabilidad;

1 adquirir un rico patrimonio de valores/virtudes, conformes al Evangelio (cfr. Const. 32);

1 confrontarse con modelos de referencia creíbles, reconocidos en educadores que tienen a Jesús, Buen Pastor, y a Don Bosco como primeros referentes (Const. 11, 21). La calidad de estos modelos incide fuertemente en el proceso de adhesión a Cristo.

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2 Acompañar a los jóvenes en el desarrollo y en la maduración de su mundo afectivo y emotivo. Es un aspecto que a veces cuesta expresar, aunque tenga un papel fundamental. Los afectos y los sentimientos son criterio-guía del camino relacional y de la valoración ética, pero discurren frecuen¬temente por un camino paralelo a la racionalidad. Ciertamente, el ámbito afectivo y sexual resulta muy relevante en relación con la formación de la personalidad. Es necesario que ayudemos, sobre todo a los adolescentes, a manejar las emociones, los sentimientos, las pulsiones sexuales, y a vivir el enamoramiento como experiencia de crecimiento. La educación integral de la persona conducirá a los jóvenes a apreciar los valores auténticos de la afectividad (el respeto a uno mismo y de los otros, la dignidad de la persona, la transparencia de las relaciones, la fidelidad al otro) y la sexualidad como valor determinante para el camino de maduración.

Cuidamos este aspecto:

1 creando ambientes ricos de intercambios comunicativo-afectivos. Los jóvenes buscan relaciones auténticas, en familia, con los educadores, con los amigos, con los compañeros en el ambiente de trabajo: relaciones que les ayuden a encontrarse bien y a proceder con serenidad en la realización de su propia trayectoria personal;

1 ayudando a las familias en las situaciones heterogéneas en que se encuentran, aportando las características propias de nuestro carisma: la familiaridad, la disponibilidad constante al diálogo y la cercanía;

1 acogiendo los deseos de los jóvenes con una aceptación serena del límite, librándoles de la preocupación excesiva por la cultura extendida del exceso;

1 acompañando a los jóvenes en las diversas etapas de su vida, favoreciendo actitudes vinculadas al servicio y a la gratuidad.

3 Promover una cultura que se inspire en el humanismo cristiano. De este rico patrimonio humanístico se puede asumir una visión diferente del mundo y del hombre. Suscitamos el desarrollo positivo de la realidad cultural en la unidad de la fe y de la vida:

1 valorando todo cuanto hay de bueno en la cultura actual, atentos a no caer en una valoración simplista y excesivamente crítica de la condición juvenil (cfr. Const. 17);

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1 promoviendo la cultura de la vida, oponiéndose a las tendencias dañinas del relativismo, del hedonismo y del pragmatismo;

1 creando una cultura de la solidaridad y del compromiso, que conduzca a superar las situaciones difíciles luchando contra toda forma de injusticia;

1 haciendo de los diversos programas de comunicación social una propuesta educativa orientada a hacer madurar una mentalidad evangélica.

4 Trabajar por la promoción humana y la competencia humanística y profesional, para que los jóvenes puedan insertarse en el mundo del trabajo como ciudadanos cualificados. La profesionalidad debe conducir a hacer que el trabajo se desempeñe con competencia creciente y con satisfacción real, sabedores de los límites del mundo laboral y respetuoso con las obligaciones de los demás, conscientes de la aportación propia al crecimiento social.

Es necesario, formar actitudes y estructuras estables en la personalidad de los jóvenes (autoestima, socialización, participación, autonomía, solidaridad, responsabilidad, voluntad), que les permitan actuar como personas libres y les orienten en la comprensión crítica de la realidad y en la comunión solidaria con las personas.

5 Ayudar a reflexionar sobre la racionalidad de la propia fe y sobre la aportación del cristianismo a la construcción de la sociedad en que vivimos, cultivando una lectura inteligente del mensaje cristiano:

1 una educación de aquellas actitudes que están en la base de toda apertura a Dios (saber entrar en sí mismo, conocer cada vez más y mejor los propios límites y las propias posibilidades; saber maravillarse, apreciando cuanto de bien, grande y hermoso hay en uno mismo y en torno a uno mismo);

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1 una formación religiosa crítica y adecuada que ilumine la mente y robustezca el corazón;

1 una actitud de apertura, de respeto y de diálogo entre las diversas confesiones cristianas y la pluralidad de expresiones religiosas.

C Dimensión de la experiencia asociativa Su especificidad

La Pastoral Juvenil Salesiana tiene en la experiencia asociativa una de sus intuiciones pedagógicas más importantes. Don Bosco valoró el grupo como presencia educativa capaz de multiplicar las intervenciones formativas. Desde joven, él mismo creó la Sociedad de la Alegría en el periodo en que frecuentaba el colegio de Chieri, haciendo experiencia de grupo. Las compañías, las sociedades, las conferencias, cada una a su modo y con los intereses y los objetivos propios asumidos por los socios, nacieron al comienzo del Oratorio y, en los años 1860-1870, entraron en los internados y en los colegios.

Esta dimensión es una característica fundamental de la educación-evangelización salesiana (ver capítulo V, n.1.3 / b).

El Sistema Preventivo requiere un intenso y diáfano ambiente de participación y de relaciones amistosas, estimulado por la presencia animadora de los educadores. A su vez, favorece todas las formas que construyen actividad y vida asociativa, como concreta iniciación al compromiso comunitario, civil y eclesial (cfr. Const. 35; Reg. 8).

Algunas opciones significativas

El desarrollo de esta dimensión en la situación descrita necesita algunas opciones:

1 Construir un ambiente de familia, a través de intervenciones apropiadas y estratégicamente planificadas, donde se viva la pedagogía de la cercanía, de las relaciones y del afecto demostrado: un ambiente de confi anza en el que las propuestas educativas y evangelizadoras sean creíbles y asimilables por la intensidad de las relaciones personales y el clima de alegría compartido.

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2 Optar por el grupo como el ambiente privilegiado en el que se desarrolla la propuesta asociativa salesiana: una variedad de grupos, abiertos a todos los jóvenes, los verdaderos protagonistas, y que expresan la variedad de itinerarios pedagógicos en los cuales se diversifica nuestra propuesta pastoral. Este criterio implica ulteriores atenciones:

1 establecer una variedad de propuestas y ambientes de amplia acogida según los diversos intereses y caminos de los jóvenes, partiendo de la situación en que se encuentran, respetando el ritmo de desarrollo que les es posible;

1 cuidar de manera particular los grupos de formación y de compromiso cristiano, coronación de la experiencia asociativa;

1 cualificar y formar continuamente a los educadores y a los animadores.

1 ofrecer tiempos intensos para convivir/compartir la vida (retiros, campamentos, jornadas) como momentos de confirmación y de relanzamiento de la decisión asociativa y cristiana de los grupos;

1 hacerobjeto de reflex ión yde revisión en la CEPel funcionamiento, la eficacia educativa y las intervenciones formativas de los grupos juveniles.

3 Educar con el corazón y con el estilo de la animación. El estilo de la animación comporta:

1 un modo de considerar la persona humana, rica por sus recursos interiores y capaz de comprometerse responsablemente en los procesos que le afectan;

1 un método que mira lo positivo, las riquezas y las potencialidades que cada joven lleva dentro de sí, y ofrece un impulso para su crecimiento;

1 un estilo de camino con los jóvenes que sugiere, motiva, ayuda a crecer en lo cotidiano, a través de una relación liberadora y una cierta ascendencia entre ellos;

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1 un objetivo último y global, es decir, restituir a cada persona el gozo de vivir plenamente y la valentía de esperar.

La animación tiene el rostro concreto de una persona: el animador. Él tiene un papel preciso e indispensable. Aunque este papel varíe en las situaciones particulares a medida del tipo de grupo, podemos expresarlo así:

1 anima la formación de grupos y la evolución de las aspiraciones, reflexiones, actividades e ideales;

1 ayuda, mediante su competencia y su experiencia, a superar las crisis del grupo y a tejer relaciones personales entre los componentes;

1 presenta a los jóvenes elementos de crítica y de profundización, que sepan orientar las propuestas, sus deseos y sus búsquedas;

1 facilita la comunicación y la unión entre los grupos en la CEP local;

1 acompaña a cada uno de los componentes en su proceso de crecimiento humano y cristiano.

4 El grupo juvenil debe tender a su inserción social y eclesial según la propia opción vocacional. En esta óptica la experiencia asociativa sale¬siana debe promover:

1 una preparación y un acompañamiento que hagan al joven capaz de participar en la vida social, asumiendo las propias responsabilidades morales, profesionales y comunitarias, y cooperando con cuantos se dedican a hacerla más acorde a la dignidad humana;

1 una inserción activa en el campo civil, promoviendo diversas

asociaciones al servicio del bien común en la sociedad;

1 una inserción en la comunidad eclesial, ayudando a los jóvenes a que sientan un amor sincero por ella, como comunión de todos los creyentes en Cristo y sacramento universal de la salvación.

Los grupos locales se integran en el Movimiento Juvenil Salesiano (MJS): los individuos, los grupos y las asociaciones juveniles que, manteniendo su propia autonomía, se reconocen en la espiritualidad y

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en la pedagogía salesiana, forman en modo implícito o explícito el MJS (ver capítulo VI, n.2.5).

5 Crear comunidades de jóvenes-adultos que permitan cultivar su vida cristiana y el intercambio de sus experiencias. Son lugares en los que se comparte la vida, se discierne la voluntad de Dios en la escucha de la Palabra, se celebra, se reza y se asumen compromisos pastorales para los varios contextos eclesiales en las que los miembros están insertos.

Las comunidades juveniles son un lugar privilegiado para el discernimiento vocacional y ofrecen a los jóvenes-adultos una ayuda preciosa para profundizar, día tras día, la fe profesada, celebrada, vivida y rezada (cfr. Porta Fidei 9).

Dimensión vocacional Su especificidad

La propuesta vocacional debe estar presente durante todo el proceso de educación y de evangelización. Las tres primeras dimensiones convergen en la vocacional, horizonte último de nuestra pastoral. El objetivo es acompañar a cada joven en la búsqueda concreta de su propia vocación, lugar de su respuesta al proyecto de amor gratuito e incondicional que Dios le tiene. La dimensión vocacional configura el objetivo primero y último de la Pastoral Juvenil Salesiana.

Algunas opciones significativas

1 Generar actitudes de disponibilidad y generosidad, que preparen a los jóvenes para escuchar la voz de Dios, y acompañarlos para que formulen su propio proyecto de vida. La atención vocacional exige un verdadero camino de acompañamiento con el fin de que los jóvenes tomen las opciones fundamentales de su vida, ayudándoles a afrontar la propia his¬toria como un don y a acoger la perspectiva vocacional de la existencia.

2 Establecer comunidades de creyentes, en las que sea visible y creíble la experiencia de fe: comunidades afables, cercanas, profundas, compro¬metidas y abiertas a todos los jóvenes que buscan su rumbo en la vida. El camino de la vida cristiana requiere un contexto comunitario (eclesial) vivo,

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4 Por último, es absolutamente ne

cesario que la propuesta vocacio

nal se inserte en el itinerario de

educación en la fe, como punto

de convergencia de todos los esfuerzos educativos y evangelizadores. La pastoral, en la medida en que hace explícita su dimensión vocacional, en¬cuentra las grandes motivaciones de su revitalización: hace redescubrir la vida como don, como “ser para”, en una perspectiva liberadora y fascinan¬te, porque se coloca ante el plan sorprendente y magnífico de Dios. Este itinerario supone:

? un discernimiento vocacional ofrecido a todos los jóvenes, según la edad y las diversas situaciones, que ayude a cada joven a descubrir el don de Dios, las propias riquezas y a hacer

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fructificar los dones recibidos empleándolos en una respuesta generosa a esta llamada;

1 la profundización del tema vocacional en las diversas etapas del itinerario de educación en la fe, sobre todo en la adolescencia y en la juventud, y el ofrecimiento, al mismo tiempo, de experiencias de servicio gratuito a los más necesitados;

1 una propuesta clara y explícita, mediante encuentros, testimonios, experiencias, informaciones sobre las diversas vocaciones en los varios ámbitos de la vida (el noviazgo, el matrimonio, el sacerdocio ministerial, la vida consagrada);

1 una formación espiritual profunda mediante la iniciación en la oración, en la escucha de la palabra de Dios, en la participación en los sacramentos y en la liturgia, y en la devoción mariana; la participación activa en la vida de la comunidad eclesial mediante

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grupos y movimientos apostólicos, considerados como lugares privilegiados de maduración cristiana y vocacional; la posibilidad de un contacto directo con alguna comunidad religiosa y la experiencia de discernimiento vocacional explícito;

? la invitación personal a seguir una vocación, asegurando un discernimiento cuidadoso y gradual; cuidando de modo particular las vocaciones al carisma salesiano en sus múltiples formas, mediante el discernimiento y el cuidado de las semillas de vocación salesiana, tanto consagrada como seglar, presentes en los jóvenes.

Resumiendo esquemáticamente las cuatro dimensiones de la Pastoral Juvenil Salesiana:

OPCIONES TRANSVERSALES

4 DE LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

El PEPS promueve el crecimiento de una fe viva con compromisos educativos y pastorales transversales, enraizados en nuestro carisma:

La animación de las vocaciones apostólicas

Continuando con los elementos indi¬cados en la dimensión vocacional, la animación vocacional encuentra su momento irrenunciable de interven¬ción en el acompañamiento de la opción vocacional apostólica.

La orientación educativa ayuda a la búsqueda de identidad, y facilita el proceso de decisión en un proyecto de vida funda-mentado y construido sobre va-lores evangélicos.

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Habitar en una cultura vocacional

La continuidad del proceso de animación vocacional apostólica se realiza en un específico itinerario vocacional. En él se cuida con atención la escucha, el discernimiento, la evaluación de la propia experiencia para la idoneidad personal con vistas a una posible llamada de especial consagración.

La diversificación de las propuestas en la orientación vocacional debe hacerse en función de aquellos signos vocacionales que parecen manifestarse en el camino de crecimiento. La identificación, por parte del joven, de la propia vocación personal no debe entenderse como un punto de llegada, sino como un punto de partida para un crecimiento continuo en la opción vocacional. Es el valor de una cultura vocacional que entiende la vocación, en sentido amplio, como llamada a la vida, a un trabajo digno, a diversos compromisos y servicios: una cultura que conduce a algunos a reflexionar sobre la posibilidad de optar por el estado de vida sacerdotal o consagrada.

Llamados a la vida y a la fe

La “vocación” comienza con la llamada a la vida, continúa con la llamada a la fe, y alcanza, con respuestas diversas, a la llamada a la vida consagrada. En este sentido, se acompaña a los que, en un adecuado proceso de crecimiento y maduración en la dimensión vocacional de la propia persona, consideran la posibilidad de que Dios los llame a una vida de especial consagración. Se presta atención particular a la naturaleza de la llamada: un camino espiritual que se configura con la progresiva toma de conciencia de las exigencias de una vocación; y en consecuencia, de aquellos compromisos que requieren conversión y entrega de sí mismo para una vida de dedicación amorosa a Dios.

La CEP acompaña a todos los jóvenes en su camino de crecimiento humano, cristiano y salesiano, y les ofrece también momentos y formas adecuados de seria reflexión sobre la posibilidad de entregar totalmente su vida al servicio de Dios.

La guía espiritual, necesaria en todo proceso vocacional, ayuda de modo particular a las vocaciones apostólicas a vivir el discernimiento de las motivaciones vocacionales y de las condiciones necesarias. Este proceso permite al joven tomar una decisión serena y personal, libre y motivada, mientras realiza experiencias en una comunidad donde se forma según el carisma al que está

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Las fases de la preadolescencia y de la adolescencia preparan el camino de discernimiento de cara a la toma de decisiones. Son fases que construyen la identidad humana y cristiana y pre¬paran para la búsqueda y la adhesión a la propia vocación. Es un período fa¬vorable para los muchachos, que se descubren protagonistas, con una vocación

específica en la Iglesia, en la Congregación y en el mundo: un descubrimiento

que puede ser propuesto de modo explícito.

Este proceso gradual permite llegar a asumir la vida como vocación y traducirla en un proyecto personal de vida. Retomando intuiciones y aspiraciones vocacionales escondidas en épocas precedentes, se pasa de una disponibilidad genérica a la disponibilidad específica del don de sí mismos.

En estos diversos procesos –maduración de opciones de vida, camino espiritual acompañado, discernimiento vocacional– se debe garantizar la libertad interior

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que ayude a la plena maduración de la decisión vocacional. Hay que prestar atención a liberar el proceso de posibles condicionamientos culturales, afecti¬vos, sociales o emotivos para que la autenticidad genere una asunción respon¬sable de un compromiso radical de vida.

La animación misionera y del voluntariado en sus diversas formas

La dimensión de la educación a la fe encuentra, en la animación misionera y en las diversas formas de voluntariado, una continuidad que debe mantenerse y desarrollarse. La apertura a la vocación misionera y el compromiso social de la caridad en el voluntariado, son expresiones maduras

de la educación a la fe y de la

evangelización de los jóvenes.

La animación misionera no nace como un hecho aislado: es la prolon¬gación de la identidad de cada cris¬tiano y cada comunidad, es su “flo¬recimiento” natural. Por otro lado, se presenta como expresión clara y esen¬cial de esa identidad capaz de motivar las comunidades hacia un dinamismo apostólico. Un elemento característi¬co y significativo común son las dos vertientes que hay que destacar: la animación misionera que fortalece la fe, y la fe que conduce al compromiso

misionero hacia todos, especialmente hacia los más necesitados. Para ello, debe¬mos tener en cuenta que la animación misionera es un elemento que fecunda las diferentes dimensiones del PEPS: el crecimiento humano de la persona, su madurez en la fe y su proceso de decisión vocacional.

El corazón misionero de Don Bosco

Don Bosco intuyó la enorme tensión espiritual y la extraordinaria fuerza apostólica que el ideal del misionero despertaba en sus muchachos. Lo captó y utilizó con ardor e inteligencia. Los muchachos hablaron de las misiones y de los misioneros, él les mantenía informados de sus

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actividades, sus necesidades, les hacía rezar, animándolos a participar en el sueño misionero.

La animación misionera y el voluntariado hoy conducen al misionero a compartir y al voluntario a asumir una visión vocacional de la vida: un don recibido gratuitamente, que hay que comunicar en el servicio de vida para todos.

La cultura misionera se convierte en realidad vivida cuando se adquieren actitudes y valores fundamentales del carisma salesiano. Son aquellos valores que Don Bosco inculcó en sus muchachos y en sus salesianos: el amor preferencial por los jóvenes más pobres, el deseo de colaborar en la misión redentora de Cristo y la renovación del mundo.

               Nuestra Congregación es misionera

La encíclica «Redemptoris Missio» presenta en general tres formas diferentes de la actividad evangelizadora: «la actividad misionera específica» entre los pueblos que no conocen a Cristo; «la atención pastoral a los fieles» entre las comunidades cristianas comprometidas; y la «nueva evangelización» en los países de antigua tradición cristiana, ahora secularizados.

No es fácil definir los límites entre las tres modalidades; sin duda, estas actividades no se identifican entre sí, ni se excluyen como si se pudiera aislar cada una de ellas, independientemente de las otras. Por el contrario, se estimulan entre ellas; es más, la actividad misionera específica (ad gentes) significa para las otras, la expresión primera y determinante de toda evangelización: «Sin ella, la misma dimensión misionera de la Iglesia estaría privada de su significado fundamental y de su actuación ejemplar» (Redemptoris Missio, nn. 33-34).

El compromiso misionero ad gentes es parte integrante del carisma salesiano. En la Congregación se han cultivado desde los comienzos las vocaciones misioneras, como las expresiones más vivas y generosas de la vocación salesiana. Además, hoy, la animación misionera y el voluntariado misionero salesiano, son expresiones de la identidad misionera y de la espiritualidad de la Congregación Salesiana.

El misionero y el voluntario salesiano se comprometen en un proyecto de vida basado en los valores del Evangelio, en el servicio a las personas en dificultad: promueven el anuncio del Evangelio, los derechos humanos, la solidaridad, la justicia y la paz.

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Los valores que la animación misionera y el voluntariado defienden y promueven son los propios del espíritu salesiano: el servicio desinteresado; el espíritu de comunidad y el estilo oratoriano; la interculturalidad; la solidaridad, como una opción clara y preferencial por los últimos, en particular por los pobres y los marginados; la inserción crítica y responsable en la realidad social para la construcción del Reino.

El ardor por las misiones proviene del misterio de Dios

Para la misión y el voluntariado es indispensable cultivar una vida interior espiritualmente sólida. Esta vida interior permite descubrir en un mismo y en los otros la presencia y la acción de Dios, y, en consecuencia, lleva a anunciarlo: una vida espiritual que fortalezca la conciencia de la responsabilidad evangelizadora, y la implicación en la acción por el bien de los demás. La vida espiritual engendra actitudes de servicio y de gratuidad, y nos da el valor de soñar y de desear fuertemente el bien de los otros.

La dimensión misionera de la Iglesia está enraizada en la vida trinitaria de Dios: el Verbo enviado por el Padre, en su misterio de Muerte y Resurrección, nos entrega la plenitud de la vida con el don del Espíritu Santo. Compartir con todos los pueblos este mensaje de plenitud, esta buena noticia, este euanghélion, es la misión de la Iglesia.

La animación misionera y el voluntariado ofrecen a las personas la posibilidad de comprometerse y trabajar por la venida del Reino de Dios en los diversos contextos de la misión salesiana.

La actividad misionera no se funda principalmente en las capacidades humanas, aunque su papel es importante. El sujeto protagonista de la misión de la Iglesia es el Espíritu Santo: Él llama, ilumina, guía, da valor y efi cacia. El misionero y el voluntario viven su vocación dóciles a este Espíritu.

El voluntariado y la actividad misionera

El voluntariado misionero salesiano propone los valores del Evangelio con el testimonio del servicio desinteresado y solidario en la educación y en el compromiso socio-político, que alcanza las realidades de la familia, del trabajo, de la cultura.

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De la experiencia actual, emerge un voluntariado salesiano que comprende sustancialmente grandes áreas de intervención: cultura, asistencia social, tiempo libre, desarrollo cooperativo, animación de grupos, educación a la fe, formación de catequistas y de agentes de pastoral.

El voluntariado, en sus diversas formas, más que un acto de generosidad espontáneo y pasajero, es una mentalidad que asume el significado de ser un testimonio de altísimo valor moral y social. Se caracteriza por algunos elementos determinantes: la interioridad apostólica, caracterizada por el espíritu del «da mihi animas»; la centralidad de Cristo, Buen Pastor, que exige al voluntario misionero una actitud pedagógica pastoral en la relación con los destinatarios; el compromiso educativo, nota característica de nuestro carisma salesiano; la pertenencia eclesial; el trabajo hecho con alegría; la dimensión mariana, que sitúa la acción misionera y el voluntariado como participación de la maternidad eclesial de María Auxiliadora.

Por último, es importante reconocer la multiplicidad de iniciativas y la diversidad de experiencias que identifican o hacen referencia a la natu¬raleza misionera de la Familia Salesiana: el encuentro y la conexión directa con los misioneros; la información sobre las numerosas actividades misio¬neras (noticias, publicaciones, audiovisuales, propuestas de financiación para las pequeños objetivos); materiales para la animación misionera, con criterios pedagógicos y didácticos; la existencia de grupos misioneros; te¬mas de formación para los diferentes grupos y comunidades cristianas; el conocimiento y estudio de los documentos de la Iglesia relativos a las mi¬siones; la participación en las diferentes jornadas misioneras de la Iglesia.

La comunicación social

La comunicación social compromete a todas las presencias salesianas

La comunicación social ocupa el mundo y determina la forma de la convivencia humana. Por tanto interesa al educador salesiano que actúa en los frentes de la promoción y de la evangelización. Es por tanto una dimensión específica del carisma salesiano (cfr. Const.43). Fue esencial en Don Bosco; es una llamada para todo educador, es irrenunciable en la Iglesia y en el mundo de hoy.

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

Don Bosco hizo de su incansable actividad en la comunicación social un elemento constitutivo de su ser educador y apóstol de los jóvenes y de todo el pueblo. De la tradición salesiana hemos aprendido que la comunicación social no es sencillamente un conjunto de instrumentos o medios materiales que hay que usar; por el contrario interesa a toda presencia salesiana, comprometida en educar y evangelizar; y todo ello, tanto en obras específicas, como en otras diversas modalidades de actividad que influyen en la cultura popular y en la promoción de formas sociales adecuadas.

«Os ruego y suplico que, por lo tanto, no pase por alto esta parte importante de nuestra misión» (CARTA CIRCULAR SOBRE LA DIFUSIÓN DE LOS BUENOS LIBROS, 19 DE MARZO DE 1885).

               Comunicadores por vocación y misión

Como educadores salesianos hoy tendremos que expresar nuestra firme voluntad de ser auténticos comunicadores, en toda nuestra poliédrica actividad apostólica y educativa. Comunicadores, por tanto, por íntima vocación y por misión educativa.

Nuestra condición de educadores y evangelizadores requiere que seamos comunicadores cualificados. La comunicación promueve la comunión carismática y el movimiento de la misión. Nos interesa sobre todo la comunicación interpersonal: entre adulto y joven, entre seglares y religiosos, entre todos los que poseen una abundante experiencia y los que dan los primeros pasos en la vida, entre todos los que tienen dones que compartir. El Sistema Preventivo confía la eficacia educativa principalmente al encuentro directo, cara a cara: encuentro de confianza, de amistad, de escucha atenta e interesada. Es necesario, por tanto, cultivar la capacidad de gestionar las dinámicas relacionales: la calidad de las interacciones pueden condicionar, de manera constructiva o negativa, la formación de la personalidad; las actitudes y los estilos educativos se reflejan en los estados emocionales, determinando muy frecuentemente su comportamiento.

La reflexión de la Congregación revela la consolidación de las convicciones sobre la comunicación entendida en sentido amplio y abre una nueva práctica más sistemática en el campo de la comunicación social (cfr. Sistema Salesiano de Comunicación Social). De esta visión amplia de la comunicación, se deduce el fin principal: la comunión y el progreso de la sociedad humana (cfr. Don Egidio Viganò, ACG 302, «La Comunicación Social nos interpela»).

PROYECTO EDUCATIVO-PASTORAL SALESIANO: INSTRUMENTO OPERATIVO

Estamos en una fase de tránsito, atravesamos un periodo de profunda revolución tecnológica y cultural, las informaciones y nuestro modo de usarlas se están digitalizando. Todo está sucediendo en red y las jóvenes generaciones (los “nativos digitales”, “cyberkids”, “click generation”) han adquirido una alta capacidad de acceso a la tecnología y han desarrollado las competencias para su utilización.

La tecnología es un instrumento liberador y confiere empoderamiento a los jóvenes; para los jóvenes; pero plantea una cuestión educativa: el acercamiento a la tecnología es un paso importante en el itinerario de crecimiento y de afirmación de la propia identidad. Los medios influyen en el desarrollo de la personalidad de los jóvenes, en su opción de valores de fondo, en su posicionamiento ante Dios y ante el hombre. Nos invitan a reflexionar sobre lo que es excelente, tanto estética como moralmente, en la formación de los jóvenes y en su incidencia en la educación.

               La comunicación social en el PEPS y al servicio de la evangelización

La promoción de la comunicación se realiza también desarrollando proyectos orientados a la creación de procesos comunicativos, insertos en el PEPS. Se evita así la tendencia a pensar solo en actividades puntuales y obras aisladas. En los Proyectos Educativo-Pastorales y en los planes de comunicación deben estar presentes algunas líneas operativas de intervención en este sector:

? la formación en el uso crítico y educativo de los medios de la Comunicación Social (cfr. CG24, n. 129) y de las nuevas tecnologías. Educadores y jóvenes han de comprender los cambios que se están llevando a cabo, así como el funcionamiento de los medios de comunicación y de las empresas culturales. Sentido crítico, espíritu estratégico, capacidad de autorregulación, uso seguro y eficaz, sentido del límite y del respeto, sentido cívico, autonomía e idoneidad para la resolución de conflictos no forman parte necesariamente de la capacidad de un adolescente o de un joven solo por el hecho de haber nacido y crecido entre monitores ni teclados y por el hecho de haberlos usado. Se necesita una seria competencia para la utilización de los medios de comunicación en el “mundo digital”: claridad de los objetivos que se proponen; adquisición de una actitud independiente y crítica hacia sus mensajes, para ser conscientes de su influjo y poderse expresar con ellos dominando sus lenguajes y sus tecnologías. La comunicación mediática remite directamente a lo que los

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

medios expresan a través de palabras e imágenes, al “porqué” los utilizamos y a los fines de emisores y receptores comprometidos en el proceso comunicativo. Existe la necesidad, por tanto, de una elaboración crítica de los elementos conceptuales de los signos que los medios mismos utilizan;

1 la implicación en la producción de mensajes y contenidos destinados específicamente a los jóvenes, utilizando todos los medios a nuestra disposición. Hacer comunicación social es cada vez más una presencia educativa, que plasma mentalidades y crea cultura. El desafío para el futuro será el de educar en el uso de los nuevos medios, y también desarrollar una acción educativo-pastoral mediante nuevos medios, sobre todo en relación con las nuevas generaciones. Su eficacia incisiva y su presencia cada vez más masiva hacen de la comunicación social una verdadera y auténtica escuela alternativa para amplios estratos de la población mundial, especialmente juvenil y popular (cfr. CG21, n. 148). La relación entre comunicación social y evangelización o, si se quiere más en concreto, entre la utilización de los lenguajes y de los “media” de la comunicación social y nuestro estilo apostólico de “evangelizar educando”, incide profundamente en la actividad salesiana. Se trata no solo de educar para los “media”, es decir, en la lectura crítica de sus mensajes, sino también de evangelizar con los “media”. Así se abre un amplio campo de iniciativas para nuestras actividades didácticas, educativas y culturales, para la animación cristiana de los grupos juveniles, para la catequesis, para la oración;

1 la valoración de la comunicación social como nuevo espacio para los vínculos entre los jóvenes (cfr. CG25, n. 47). Las tecnologías de la comunicación influyen en el sentido de pertenencia y el modo de vincularse a otros, en cuanto que crean más comunidades, en las cuales se insertan los usuarios, con dispositivos cada vez más comunes en la vida de los jóvenes. Las actitudes que podemos ofrecer y solicitar son escuchar, reconocer, responder, estar con y hacer con, dentro de una realidad que apunta a experiencias (quizá nuevas o diversas) que ofrecen confianza recíproca, como antídoto a los inconvenientes del consumo. Estos nuevos espacios, como los social network, posibilitan la atención a las historias de vida de los jóvenes, las narraciones de sí mismos y sus vivencias, con la posibilidad de acompañarlos;

PROYECTO EDUCATIVO-PASTORAL SALESIANO: INSTRUMENTO OPERATIVO

? la promoción y el aprecio de todas las formas y expresiones de comunicación (cfr. CG24, n. 129), como la música, el teatro, el cine, la televisión, la fotografía, el cómic, los multimedia y otras expresiones de arte, con un claro fin educativo y de evangelización. Es necesario animar estas realidades comunicativas de manera que no solo ofrezcan espacios cada vez más amplios a la libre de expresión y a la creatividad, sino también estimulen el gusto por lo bello en todas las expresiones (artes visuales, música, poesía, literatura, baile, teatro). Educar para la belleza significa implicar toda la esfera de la sensibilidad y de la emotividad, la imaginación y la creatividad, la capacidad de expresar sensaciones y sentimientos propios y de comprender la expresión de los demás: se activa un progresivo enriquecimiento del propio patrimonio expresivo y del área de la afectividad. La educación para la belleza acompaña también la formación para la comprensión y el uso de los distintos lenguajes: icónico, musical y poético.

EL MOVIMIENTO JUVENIL SALESIANO

Los Movimientos están constituidos por aquellos que, en el grande y único “movimiento” de la Iglesia, viven su experiencia cristiana, eclesial, misionera... participando en un carisma particular. Los jóvenes del MJS viven su vocación–misión eclesial según el carisma de Don Bosco. De hecho, desde el 2004, el MJS forma parte del Repertorio de las Asociaciones Internacionales de fieles (Pontificio Consejo para los Laicos).

El MJS no es una asociación, sino que está constituido por jóvenes que pertenecen a diversas asociaciones o grupos, animados por la Pastoral Juvenil Salesiana. Al no ser una asociación, abre las puertas a todos, puesto que su servicio está dirigido a la Iglesia y a todos los jóvenes. Esto, de hecho, no nos impide testimoniar a Cristo, compartir su Misterio con otros jóvenes reunidos por la misma fe y anunciarlo con alegría a quien todavía no lo ha acogido. El MJS participa del carisma salesiano, es su expresión en el ámbito laical juvenil.

La práctica asociativa, la vida de los grupos, la acción comunitaria de las “Compañías” fue una experiencia casi espontánea en la vida de Don Bosco, impulsado a la sociabilidad y a la amistad por su índole

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

natural. Don Bosco, guiado por su intuición del alma juvenil, descubre en la práctica la gran oportunidad que ofrecen los grupos y las asociaciones: adaptándose a las diversas y múltiples exigencias de sus muchachos, creó para ellos diversas formas asociativas.

El asociacionismo juvenil es indispensable en el proyecto preventivo y popular de Don Bosco, lugar educativo y pastoral de absoluta importancia, dado el protagonismo de los jóvenes. Los grupos y las asociaciones de diverso tipo son, pues, “obra de los jóvenes”. Aunque impulsados por los educadores que los estimulan con su acción, el protagonismo real es de los jóvenes que participan en esos grupos y que asumen en modo propio la responsabilidad de la gestión.

Mediante una pluralidad de grupos y de asociaciones juveniles, queremos asegurar una presencia educativa significativa en los nuevos espacios de socialización de los jóvenes y animarlos a una experiencia significativa de vida eclesial.

Identidad y naturaleza del MJS

Son dos los elementos de identidad que caracterizan al MJS; por una parte, la referencia a la Espiritualidad Juvenil Salesiana y a la pedagogía salesiana; por otra, la vinculación entre los grupos y las asociaciones para cooperar mutuamente en el propio compromiso de formación según la propuesta educativo-pastoral salesiana:

? el MJS une en comunión a los jóvenes de los diversos grupos, asociaciones y sectores animados por la Espiritualidad Juvenil Salesiana, según la propuesta educativa y evangelizadora de Don Bosco: es movimiento juvenil que le fue inspirado a Don Bosco y sustentado en un concreto itinerario espiritual. Este último se concibe no solo como “organización” sino como dinamismo espiritual que tiene un núcleo común de valores evangélicos, y que suscita iniciativa apostólica y entusiasmo por la vida. Por tanto, la identidad del MJS es la Espiritualidad Juvenil Salesiana (ver capítulo IV), propuesta de santidad en la vida ordinaria. Es la santidad que alcanzaron Domingo Savio, Laura Vicuña y tantos otros miembros de la Familia Salesiana;

PROYECTO EDUCATIVO-PASTORAL SALESIANO: INSTRUMENTO OPERATIVO

? los grupos son los sujetos primarios del MJS, en el que los jóvenes se encuentran y se ayudan en su camino de educación en la fe. Es necesario unir en una red inspectorial los grupos existentes y aquellos que van surgiendo. El principal interés, entonces, no es el tipo de grupo. El MJS los valora todos: desde los deportivos a aquellos entregados a actividades expresivas; desde los que existen simplemente por estar juntos a aquellos que desarrollan actividades prácticas; desde los entregados en actividades de servicio a los que se dedican a la oración y al explícito mensaje cristiano y eclesial; desde los centrados en intereses considerados importantes por los adolescentes a los que están abiertos a confrontarse con las exigencias de la fe; desde los que están en el límite entre comunidad cristiana y territorio a aquellos cuyo sentido de pertenencia eclesial es más fuerte. Estando comunicados entre sí, constituyen una red, donde todos son considerados por su valor educativo. Esta vinculación entre los grupos se produce mediante la participación en los valores salesianos y la coordinación de iniciativas comunes, que son ocasiones signifi cativas de diálogo, de confrontación, de formación cristiana y de expresión juvenil (cfr. CG23, nn.275¬ 277). Se trata, por lo tanto, de un Movimiento de referencia, donde cada grupo mantiene su propia especificidad, unido a los demás por múltiples elementos comunes.

El MJS es un movimiento juvenil, educativo y mundial:

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

Campos de acción preferidos por el MJS

El MJS organiza toda su actividad en función de la persona de los jóvenes y da preferencia a los siguientes campos de acción:

1 la educación y la evangelización, acompañando al joven hacia la plenitud de la vida cristiana mediante ambientes positivos estimulantes (modelos concretos alternativos de vida cristiana), donde se respira familiaridad y confianza;

1 el asociacionismo y la vida eclesial, estimulando a los jóvenes para que se comprometan en la vida de la Iglesia, con colaboración activa;

1 el compromiso apostólico, personal y comunitario, al servicio gratuito de los otros y con una “lectura salesiana” de la realidad cotidiana según el Evangelio;

1 el compromiso socio-político, especialmente en las instituciones civiles que promueven iniciativas a favor de los jóvenes;

1 los procesos de comunicación y de participación (informaciones, noticias, experiencias) y también los encuentros comunes en los diversos niveles, según las posibilidades.

PROYECTO EDUCATIVO-PASTORAL SALESIANO: INSTRUMENTO OPERATIVO

C Funcionamiento y visibilidad del MJS

Aunque las realidades son muy diversas, los siguientes aspectos son fundamentales en la animación:

1 el MJS se hace visible mediante los diferentes equipos de coordinación local, inspectorial, nacional y de los varios continentes (sea cual sea su grado de desarrollo y constitución); mediante la participación comunitaria en las diferentes convocatorias eclesiales de orden diocesano, nacional o mundial, como puede ser la Jornada Mundial de la Juventud; mediante una significativa representación en las instituciones civiles que elaboran políticas a favor de los jóvenes. Es importante, por tanto, crear una red de información y de vinculación entre los diversos grupos y asociaciones del MJS y también entre ellos y los otros grupos y asociaciones en la Iglesia y en el territorio;

1 junto a las reuniones y las actividades de cada grupo del MJS, se reconocen como momentos fuertes de experiencia comunitaria del Movimiento los encuentros juveniles inspectoriales, nacionales, internacionales y mundiales, las celebraciones litúrgicas y las fiestas salesianas, la formación de los animadores. Los encuentros juveniles se conciben, entre los elementos que caracterizan el MJS, como ocasiones significativas de comunicación entre los grupos y de difusión de los mensajes y de los valores de la Espiritualidad Juvenil Salesiana;

1 aunque en diverso grado y cada uno según su especificidad, los miembros del MJS se identifican de modo particular con las figuras de Don Bosco y Madre Mazzarello. Es necesario, por tanto, proyectar una propuesta formativa salesiana destinada a los diversos grupos y asociaciones, como punto de referencia para su plan de formación, en la perspectiva de la Familia Salesiana;

1 la Inspectoría, en coordinación con las otras formas de presencia de la Familia Salesiana organizada en el territorio, se preocupa de que el Movimiento sea considerado en el contexto del PEPS, en el cual el Delegado para la Pastoral Juvenil con su equipo es reconocido impulsor de la totalidad del MJS como expresión juvenil de la acción pastoral de la misma Inspectoría.

PARTE

TERCERA

El ejercicio de la Pastoral Juvenil Salesiana necesita una gran variedad de factores: personas, estructuras, actividades, recursos materiales y programas que deben orientarse adecuadamente según los objetivos, los contenidos y las estrategias del Proyecto Educativo-Pastoral. Se trata, al final del presente documento, de intentar enfocar la forma concreta de estructurar y de organizar los diversos elementos de una práctica educativa y pastoral, para asegurar su identidad, su coherencia respecto a los objetivos del proyecto y su correcta articulación. Esta tercera parte es el “modelo operativo”.

ACTIVIDADES Y OBRAS DE

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

CAPÍTULO

Realizamos nuestra misión principalmente mediante actividades y obras en las que nos sea posible promover la educación humana y cristiana de los jóvenes: como el oratorio y el centro juvenil, la escuela y los centros profesionales, las residencias y las casas para jóvenes en dificultad. En las parroquias y residencias misioneras contribuimos a la difusión del Evangelio y a la promoción del pueblo, colaborando en la pastoral de la Iglesia particular con las riquezas de una vocación específica. Por medio de centros especializados ofrecemos nuestro servicio pedagógico y catequístico en el campo juvenil. En las casas de ejercicios espirituales atendemos a la formación cristiana de grupos, especialmente juveniles. Nos dedicamos, además, a cualquiera otra

obra cuya finalidad sea la salvación de la juventud»

(Const. 42)

Al atardecer de aquel día, contemplaba la multitud de niños que jugaban, considerando la copiosa mies que iba madurando para el sagrado ministerio; mientras permanecía solo, falto de operarios, sin fuerzas, en un estado de salud deplorable y sin saber dónde reuniría en lo sucesivo a mis muchachos. Me sentí profundamente turbado. Me retiré a un lado, paseando a solas y, por primera vez quizá, me conmoví hasta las lágrimas. Mientras paseaba, alzando los ojos al cielo, exclamé: “Dios mío, ¿por qué no me señaláis claramente el lugar en donde queréis que reúna a estos chicos? Dádmelo a conocer o decidme qué he de hacer”»

(Memorias del Oratorio, segunda década 1835-1845, n. 23)

ACTIVIDADES Y OBRAS DE LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

Se proponen algunas reflexiones sobre las características más importantes de las obras y de los ser¬vicios en los que se desarrolla la Pastoral Juvenil Salesiana expresada en el Proyecto Educativo-Pastoral. Ante todo se presentan las obras y las estructuras más organizadas y tra¬dicionales: el Oratorio-Centro Juvenil, la escuela y el Centro de Formación Profesional, la presencia salesiana en la Edu¬cación Superior, la parroquia y santuario confiados a los sale¬sianos y las obras-servicios sociales para jóvenes en riesgo. A continuación, otras obras y servicios con los que se trata de ir al encuentro de los jóvenes y responder a los nuevos desa¬fíos que nos presentan. Muchas de estas nuevas presencias educativas y pastorales entre los jóvenes se dan también en las obras tradicionales y constituyen una señal de esfuerzo de renovación y de cualificación pastoral.

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

Una pastoral orgánica:

unidad en la diversidad

En la pastoral juvenil las diversas actividades e intervenciones se actúan con una idéntica finalidad: la promoción integral de los jóvenes y de su mundo, superando una pastoral sectorial y fragmentada. Este objetivo se alcanza con la comunión en torno a las grandes finalidades, criterios de acción y opciones preferenciales de aquellos factores que intervienen en la acción pastoral; siempre con vistas a crear entre ellos unión e interrelación.

Esta convergencia viene reclamada por: el sujeto, el joven al que se dirigen las diversas propuestas; la Comunidad Educativo-Pastoral, que debe compartir las finalidades y las líneas operativas; y la necesidad de complementariedad entre las diversas intervenciones, experiencias y modelos pastorales.

Este enfoque integral de la Pastoral Juvenil Salesiana se realiza por medio de:

1 el Proyecto Educativo-Pastoral Salesiano, que defi ne en los diversos niveles los criterios, los objetivos y los procesos que orientan y promueven, en la Comunidad Educativo-Pastoral, la convergencia y la comunión operativa, de las múltiples actividades, intervenciones y personas;

1 una organización de la animación y del gobierno pastoral de la Inspectoría y de las obras que garantice la comunicación y la coordinación de todos los aspectos de la vida salesiana en torno a los objetivos de educación y evangelización de los jóvenes (cfr. CG23, nn. 240-242).

ACTIVIDADES Y OBRAS DE LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

Los diversos ambientes y

actividades

Utilizamos el término ambientes para indicar las estructuras educativas y pastorales en que se desarrolla la misión salesiana según una específica propuesta educativo-pastoral (cfr. Glosario). Cada uno de ellos crea una atmósfera y genera un estilo propio de relaciones dentro de la Comunidad Educativo-Pastoral. Una obra salesiana puede comprender diversos ambientes que se complementan mutuamente para expresar mejor la misión salesiana.

EL ORATORIO-CENTRO JUVENIL

La originalidad del Oratorio salesiano

El Oratorio de San Francisco de Sales en Valdocco fue la primera obra estable, la que dio origen a todas las demás. El ambiente educativo construido en el Oratorio fue la respuesta pastoral de Don Bosco a las necesidades de los adolescentes y de los jóvenes más necesitados de la ciudad de Turín. Para la mayor parte de ellos, junto al catecismo, se ofrecía también una sana diversión, la educación elemental y la capacitación en el trabajo para la vida. Don Bosco supo garantizar formación y compromiso cristiano a los jóvenes que le presentaban retos educativos muy urgentes.

El sello personal de Don Bosco dio forma al Oratorio y su praxis se convirtió en el criterio preventivo aplicado a lo largo de los años:

1 de una inicial lección de catecismo a la presencia-participación en la vida del joven, con la atención a sus necesidades, sus problemas y sus oportunidades;

1 de un oratorio festivo a “tiempo limitado” a una casa a “tiempo pleno” que se prolonga a lo largo de la semana con contactos personales y actividades complementarias;

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

1 de una enseñanza de contenidos catequísticos a un programa educativo-pastoral integral, el Sistema Preventivo;

1 de algunos servicios pensados para los jóvenes a una presencia familiar de los educadores en medio de los jóvenes, en las actividades lúdicas y en las propuestas religiosas;

1 de una institución referencial para adultos a una comunidad de vida con los jóvenes, de participación juvenil, de convivencia abierta a todos;

1 de la prioridad del programa a la prioridad de la persona y de las relaciones interpersonales;

1 de una parroquia, centrada en torno al culto y a la devoción, al impulso misionero de una comunidad juvenil que se abre a los jóvenes que no conocen la vida parroquial ni encuentran en ella ninguna referencia.

Este dinamismo propio del Sistema Preventivo suscitaba en los jóvenes el deseo de crecer y madurar, pasando de las exigencias inmediatas de diversión o de instrucción, a compromisos más sistemáticos y profundos de formación humana y cristiana; e implicados en las actividades, los jóvenes aprendían a ser protagonistas de las mismas, aprendían a ser animadores de un ambiente educativo al servicio de los otros compañeros.

El Oratorio de Don Bosco está en el origen de toda la obra salesiana y constituye su prototipo. Con esta inspiración se desarrollan todos los diversos proyectos y servicios evangelizadores de la misión salesiana (cfr. Const. 40).

El desarrollo histórico y la extensión de la obra de Don Bosco no han modifi cado los principios inspiradores ni las características propias del Oratorio salesiano. Sin embargo, las nuevas situaciones socio-educativas y los fenómenos que han afectado a la condición juvenil, requieren su reactualización. Ha nacido una nueva concepción del tiempo libre, una realidad cada vez más valorada en nuestra sociedad como espacio abierto a todo tipo de experiencia social, cultural, deportiva; un área donde desarrollar las relaciones sociales y las capacidades personales. Han nacido nuevos ambientes e instituciones educativas abiertas al protagonismo juvenil.

ACTIVIDADES Y OBRAS DE LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

En una situación en la que el tiempo libre de los muchachos está saturado por tantas iniciativas gestionadas cada vez más frecuentemente por instituciones civiles con recursos ingentes, el Oratorio ha de atender la demanda de actividades; lo hace prestando atención al corazón oratoriano, al estilo, a la calidad, convencido de que, a la larga y con la colaboración de las familias, nuestras propuestas educativas serán eficaces. Los Oratorios salesianos han sabido adaptarse a las nuevas situaciones, con modalidades diversas, asumiendo incluso nombres diversos. En algunos contextos, por “Oratorio” se entiende un programa, festivo o diario, destinado especialmente a los muchachos (niños y preadolescentes), abierto a un colectivo amplio, con planteamientos metodológicos que favorecen en su ambiente formas variadas de tiempo libre y de encuentro religioso. Por “Centro Juvenil” se entiende una estructura, destinada sobre todo a los adolescentes y a los jóvenes, abierta a todos, con propuestas diversificadas de crecimiento integral, donde prevalece la metodología de grupo orientada hacia un compromiso humano y cristiano. Con “Oratorio-Centro Juvenil” se refiere a un ambiente que comprende al mismo tiempo tanto la realidad oratoriana abierta como también el compromiso con los jóvenes más maduros (cfr. Const. 28; Reg. 5, 7, 11-12,24; CG21, n.122).

Muchas obras de la Congregación son actualmente Oratorios-Centros Juveniles que llevan adelante diversos proyectos educativos idóneos para atraer e implicar a una amplia franja de destinatarios. Estos ambientes asumen múltiples formas y características, en función de las diversas áreas geográficas, religiosas y culturales. Existen, por ejemplo, oratorios nocturnos, presencias itinerantes para jóvenes en riesgo, oratorios de zona o de barrio unidos en red entre sí, oratorios que ofrecen a los jóvenes desocupados y al margen del sistema escolar la posibilidad de adquirir una formación de base o de prepararse el mundo laboral; algunos tratan también de recuperar a los jóvenes que están en situación de grave riesgo social.

La Comunidad Educativo-Pastoral del Oratorio-Centro Juvenil

La importancia de la CEP del Oratorio-Centro Juvenil

En cada lugar, el Oratorio-Centro Juvenil está organizado como una CEP compuesta por jóvenes, animadores, familias, colaboradores y comunidad salesiana. Todos se sienten llamados a una participación activa y corresponsable, según las funciones propias de cada uno. Como Don

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

Bosco con sus jóvenes y colaboradores en Valdocco, se quiere hacer de cada Oratorio-Centro Juvenil una verdadera casa con espacios concretos y bien definidos en ambiente de familia, con un PEPS compartido y un adecuado acompañamiento de los grupos y de las personas.

El Oratorio-Centro Juvenil es un ambiente de amplia acogida, abierto a una gran variedad de niños, adolescentes y jóvenes, sobre todo, a los más necesitados y con influencia en una amplia zona social. Al mismo tiempo, se trata de un espacio educativo-pastoral especialmente apropiado para la acogida y la atención personal, independientemente de las relaciones meramente funcionales. El educador salesiano, ya desde los primeros encuentros, sabe establecer el diálogo con los muchachos para motivarlos e implicarlos cada vez más, corresponsabilizándolos gradualmente en las actividades y en los procesos de grupo en que participan. Desde los tiempos de Don Bosco, el protagonismo juvenil es característico en la CEP del Oratorio-Centro Juvenil salesiano.

La CEP en los Oratorios-Centros Juveniles vive la realidad de los jóvenes, hace suyas sus inquietudes, sus problemas y expectativas, y abre espacios para vivir y comprometerse en su mundo. Con su gestión flexible y creativa está en condiciones de adaptarse a la diversidad y a la espontaneidad típica de una educación oratoriana. Ciertamente, es una presencia educativa y pastoral de referencia significativa en el mundo de los jóvenes.

Los sujetos de la CEP del Oratorio-Centro Juvenil

Los jóvenes constituyen el centro de la vida de la CEP del Oratorio-Centro Juvenil Salesiano, de sus opciones y propuestas. Esto requiere que los jóvenes se reconozcan capaces de juzgar y decidir sobre las cuestiones que les afectan y que lo puedan hacer realmente; que sean conscientes de las oportunidades que se les ofrecen con este fin y tengan acceso a los medios necesarios; que se impliquen en la organización del Oratorio-Centro Juvenil, de acuerdo con el proyecto educativo del mismo y respetando los niveles de decisión de los diversos órganos.

La CEP del Oratorio-Centro Juvenil Salesiano está en constante construcción y necesita personas que animen su proyecto, en convergencia con las iniciativas educativas. Los animadores jóvenes, identifi cados con el estilo y el carisma salesiano, asumen la propuesta educativa del Oratorio-Centro Juvenil y animan activamente su puesta en marcha.

ACTIVIDADES Y OBRAS DE LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

El animador es un educador que camina con los jóvenes, que descubre con ellos, que se deja interrogar por ellos y sabe proponer con entusiasmo y fi rmeza nuevas metas de crecimiento personal: ha hecho experiencia del proceso educativo que anima, respondiendo a una vocación y a un proyecto de vida que lo hace crecer como persona. Es consciente de que es, tanto dentro como fuera del Oratorio-Centro Juvenil, un animador y, por tanto, un educador que vive los valores que propone. Los animadores son conscientes de que la vida del Oratorio-Centro Juvenil depende en gran parte de ellos: por su función directiva y organizadora y por el hecho de que están llamados a ser los dinamizadores de la vida del mismo Oratorio. Por eso deben ser objeto de especial atención, acompañamiento y cuidado por parte de los responsables del Oratorio-Centro Juvenil.

El servicio de animación se desarrolla en el estilo del voluntariado y de la gratuidad; según las circunstancias de la zona o de las diversas estructuras, se puede también tener en consideración la profesionalización de los roles para el buen funcionamiento del Oratorio-Centro Juvenil y con el fin de atender mejor a los jóvenes.

El Oratorio-Centro Juvenil y su proyecto tienen como destinatarios no solo a los jóvenes, sino también a los salesianos: agentes protagonistas y, al mismo tiempo, destinatarios de la oferta pastoral. Por esto, todos los salesianos de la casa, y no solo los encargados, tienen una función específica de animación del Oratorio-Centro Juvenil. Esto pone a los salesianos en la condición de establecer con los jóvenes la misma relación que tenía Don Bosco, con el testimonio de la comunión fraterna y de la apertura cordial. La comunidad religiosa ofrece, además, experiencias de fe y de oración compartidas con ellos; iniciativas para vivir juntos procesos de formación permanente, la participación activa en la elaboración, desarrollo y verificación periódica del PEPS local. A las presencias y a las obras oratorianas gestionadas totalmente por seglares, se debe garantizar siempre la referencia al PEPS Inspectorial.

Típico de la pastoral oratoriana es la corresponsabilidad de los adultos, que comparten con los jóvenes el ambiente de amistad, la propuesta educativa de vida y la experiencia de familia y de comunidad. Su presencia constante es un elemento de estabilidad y de madurez importante en la vida variable del Oratorio-Centro Juvenil. Entre los adultos destacan aquellos que tienen funciones específicas de animación, como pueden ser los padres y los referentes familiares o los miembros de la Familia Salesiana.

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

La propuesta educativo-pastoral del Oratorio-Centro Juvenil

La propuesta del Oratorio-Centro Juvenil se convierte en realidad por medio de itinerarios, en función de los intereses de los jóvenes. Cada joven, escogiendo entre las diversas posibilidades de participación que se le ofrecen, puede situarse en el camino más adecuado a su propia condición y a su nivel de maduración. Hay que prestar atención al riesgo, siempre presente, de reducir la dinámica del Oratorio-Centro Juvenil casi exclusivamente a las actividades lúdico-recreativas-culturales propias de la pastoral educativa salesiana. Se requiere reflexión para replantearse la identidad del Oratorio-Centro Juvenil y recrear su original metodología educativo-pastoral.

Un proceso de evangelización

La propuesta del Oratorio-Centro Juvenil está encaminada a la persona del joven, con una visión cristiana de la vida a la que acompañamos. La nuestra es una propuesta cristiana de educación, cuyo núcleo activo es la Espiritualidad Juvenil Salesiana.

Nuestra fe en Jesucristo nos abre a una visión cristiana de la vida, nos recuerda la forma de vida que debe animar al Oratorio-Centro Juvenil. En este ambiente, los jóvenes podrán descubrir gradualmente un espacio rico de valores evangélicos que los guía a la experiencia de la fe en la vida práctica de cada día. Se ofrecen itinerarios diversos según la edad del destinatario, recorridos graduales de educación y personalización de la fe, celebraciones festivas de la fe y de los sacramentos, la educación para el compromiso cristiano en el propio ambiente según la propia vocación, y la maduración del propio proyecto de vida en la Iglesia y en la sociedad.

El Oratorio- Centro Juvenil es una obra de mediación, de “frontera” entre Iglesia, sociedad urbana y franjas populares juveniles, que asegura la búsqueda y el contacto con los jóvenes. Como una misión de frontera entre el campo religioso y civil, entre el mundo secular y la Iglesia, ofrece respuestas educativas y evangélicas a los retos y urgencias más profundos, en particular los que se relacionan con los últimos. Es un ambiente salesiano de convocatoria, con identidad cristiana, en el que los espacios están abiertos a todos los que quieran entrar.

El Oratorio-Centro Juvenil es un lugar privilegiado para los animadores. En él viven la fe personal y comunitariamente con actitudes

ACTIVIDADES Y OBRAS DE LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

de apertura al servicio de los más necesitados. También se da la misma oportunidad a los niños y a los jóvenes: con su ejemplo y con su testimonio interpelan a las familias y a los jóvenes alejados de la vida de la Iglesia.

Una educación en estilo salesiano

En la acción educativa de los Oratorios-Centros Juveniles Salesianos la referencia constante al Oratorio de Valdocco nos exige la profunda unidad de nuestra propuesta, al mismo tiempo educativa y evangelizadora, y nos impulsa a vivir las actitudes esenciales que le dan vida: la sensibilidad educativa y la intencionalidad evangelizadora.

El criterio preventivo promueve experiencias positivas, motiva y busca responder a las aspiraciones y a los intereses más profundos de los jóvenes. Se subrayan, por esto, los siguientes elementos:

1 la apertura del Oratorio-Centro Juvenil a todos los jóvenes, especialmente a los más pobres y a los jóvenes en riesgo, que no siempre logran integrarse en otras estructuras y en otras propuestas educativas;

1 el acompañamiento de las fuerzas más profundas y personales de cada uno: la razón, el afecto y la búsqueda de Dios;

1 el clima de alegría y de fiesta, que favorece el optimismo y la visión positiva de la vida;

1 la animación como opción educativa, que se concreta en la presencia activa de los educadores entre los jóvenes, en la apertura a todos y a cada uno en particular, en la fuerza liberadora del amor educativo, en la confianza en la persona y en las fuerzas positivas y de bien que encierra en sí misma;

1 la creatividad y el espíritu de innovación, que rehúyen la rutina, la indiferencia o el conformismo;

1 el sentido del deber y de la responsabilidad en las formas concretas de compromiso personal y de servicio a los demás. El Oratorio-Centro Juvenil busca nuevos métodos pastorales para responder a las necesidades más inmediatas de la gran multitud de los jóvenes,

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

sin olvidar aquellas propuestas de mayor compromiso y exigencia para los jóvenes disponibles a un camino formativo más profundo.

En el ámbito educativo de la organización asociativa, se ha consolidado la experiencia singular de la pedagogía pastoral de Don Bosco. Ella ofrece por tanto una amplia y articulada propuesta de grupos y de asociaciones en función de los intereses juveniles en torno a los cuales se organizan: grupos espontáneos, en los que prevalecen los líderes naturales y los intereses inmediatos; grupos definidos, con itinerarios formativos específicos según los varios ambientes deportivos, culturales, socio-políticos, ecológicos, de comunicación social, de profundización religiosa, de sensibilización misionera, de animación interna, de voluntariado.

Una educación que se inserta en la sociedad para transformarla

La CEP del Oratorio-Centro Juvenil se inserta en la Iglesia local y en el territorio: es una célula viva de la sociedad y de la Iglesia, una comunidad de fe y de vida. Por medio de nuestro continuo trabajo educativo y de la implicación de los jóvenes en estos procesos, colaboramos principalmente en la renovación de la sociedad, desde los contextos más cercanos, a los ambientes más amplios y a las estructuras.

Por lo tanto, en la acción educativa prestamos atención a:

1 la sensibilidad hacia todo aquello que nos rodea y la superación de la pasividad conformista y de la indiferencia;

1 la capacidad de analizar la realidad y despertar actitudes de servicio y de solidaridad, poniendo en práctica iniciativas que ayuden a conocer los ambientes de malestar juvenil en la zona;

1 la valoración de la familia y el aporte que los jóvenes pueden ofrecerle;

1 los momentos de “puertas abiertas” y disponibilidad de los locales para las actividades del territorio, en sintonía con la finalidad del Centro;

1 la participación en contextos cada vez más amplios (el barrio, la ciudad o el país) de cara a un a compromiso activo y crítico con

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las situaciones sociales en que vivimos. En su relación con el territorio, la comunidad oratoriana sabe dialogar también con las instituciones para un trabajo en red.

Al ser los Oratorios-Centros Juveniles una presencia de Iglesia, se requiere que estén insertos corresponsablemente en las diversas estructuras de participación (consejo pastoral de la parroquia y/o de la zona) y den forma al PEPS en convergencia y diálogo con las líneas de la pastoral diocesana. Puesto que el Oratorio-Centro Juvenil salesiano es una presencia pastoral en el mundo juvenil, sus programas educativo-pastorales son particularmente significativos: acercan la Iglesia a los jóvenes y promueven su evangelización en una pastoral de conjunto (ver el presente capítulo VII, n.2.4.4/b).

Una experiencia para la maduración vocacional

En la maravillosa tarea de formación de las personas, entran en juego algunos dinamismos que la pedagogía del acompañamiento educativo en el Oratorio-Centro Juvenil debe favorecer. El PEP local del Oratorio-Centro Juvenil prevé el servicio de acompañamiento para todos los jóvenes. Con el acompañamiento espiritual, la práctica cuidadosa de la oración, la pedagogía del proyecto personal de vida, madura gradualmente el discernimiento orientado a opciones responsables: compromisos estables en favor de los demás, la misión de ser padres de familia, el ejercicio consciente de la profesión y otros ministerios y servicios apostólicos de la Iglesia. Bajo este aspecto es importante el acompañamiento de los ex oratorianos para su inserción responsable en la vida social y eclesial.

En el Oratorio-Centro Juvenil se promueve la cultura vocacional en todas las experiencias de voluntariado social: programas para el tiempo de vacaciones, campos de trabajo, actividades didácticas para niños y adolescentes, apoyo solidario a la comunidad del barrio, iniciativas en favor de la ecología, etc.

La animación pastoral orgánica del Oratorio-Centro Juvenil Principales intervenciones de la propuesta

1 El Oratorio-Centro Juvenil salesiano es una casa abierta a los adolescentes y a los jóvenes del barrio y de la zona: un lugar físico de referencia. El am

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

biente educativo es el resultado de una serie de encuentros significativos, de historias y nombres propios, de calidad de relaciones humanas. “El ambiente oratoriano”, por tanto, no se crea solo para que abra las puertas y los jóvenes tengan todo a disposición. El valor de la propuesta educativa del Oratorio-Centro Juvenil Salesiano es el acompañamiento de la persona, sujeto de los procesos de crecimiento y objeto de las acciones educativo-pastorales.

2 La asistencia salesiana es la cercanía real, afectiva y efectiva de los edu¬cadores a los jóvenes, incluso fuera del ámbito físico del Oratorio-Centro Juvenil, en sus espacios vitales: es estilo salesiano de infundir ánimo y de intervenir pedagógicamente en los procesos de la misión. La presencia ac¬tiva y animadora de los salesianos y de los educadores seglares entre los jóvenes es una excelente forma de la comunicación educativa y evangeli¬zadora (CG24, n. 131).

3 La pluralidad de propuestas, actividades y experiencias que ca-racterizan la pastoral oratoriana salesiana requiere una animación coor¬dinada y convergente, en la que algunos criterios importantes están encaminados a la creación de diversos grupos de actividades y de for¬mación según la edad y los intereses, y al asociacionismo juvenil, como parte del Movimiento Juvenil Salesiano.

La propuesta oratoriana es múltiple y variada (deportiva, recreativa, cultural, social, ecológica) con referencia a los aspectos más significativos de la vitalidad y del proceso de desarrollo de los jóvenes. Entre las actividades más específicas del Oratorio-Centro Juvenil están el juego y el deporte, tanto espontáneo como organizado; todo lo que se refiere a la cultura, la música, el teatro y la comunicación social, en sus diversas expresiones; los paseos y el turismo juvenil, los campamentos, las excursiones, las actividades solidarias y misioneras.

Es importante implicar la participación de los jóvenes en la planificación, realización y revisión de las actividades, mediante los diversos grupos y comisiones. Es bueno que todas las actividades estén bien articuladas y coordinadas, de manera que puedan desarrollar en los jóvenes sus intrínsecas posibilidades educativas. Todo lo que se propone debe corresponderse con los objetivos formativos previstos en el PEPS del Oratorio-Centro Juvenil.

Es necesario coordinar los tiempos, los medios y las modalidades educativas del Oratorio-Centro Juvenil con las de los demás ambientes de la casa-presencia salesiana.

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4 La calidad de la formación sistemática exige dedicar un esfuerzo continuo a la cualificación educativa, cristiana y salesiana de las perso¬nas y de los recursos. Solo con estas condiciones, los jóvenes animado¬res tendrán la posibilidad de asumir responsabilidades. Los programas de la escuela de animadores, de los campamentos, de los cursos, de los retiros, de los encuentros y de otras actividades de formación sobre temas educativos, culturales o salesianos significativos, deben tener en cuenta las experiencias de la misma vida diaria.

Las estructuras de participación y de responsabilidad.

Todos son corresponsables en la animación, pero hay que resaltar algunas funciones específicas.

La animación local

El coordinador del Oratorio-Centro Juvenil local no deberá reducir la participación y la corresponsabilidad de los otros miembros del Centro, sino más bien incentivarlas, abriendo posibilidades para ello. Es un salesiano o un seglar con la vocación de trabajar entre los jóvenes, con simpatía y competencia; con espíritu apostólico, capacidad de relaciones directas y profundas con los colaboradores, que estimule a los jóvenes con su presencia; dotado de creatividad y determinación para renovar propuestas y comunicar entusiasmo; impulsor de la unidad operativa del equipo y de su crecimiento en la fe.

En sintonía con la comunidad salesiana, promueve el PEPS, elaborado, realizado y evaluado con la CEP; coordina a los educadores que trabajan en el Oratorio-Centro Juvenil y los diversos grupos y comisiones; promueve su vinculación y su colaboración con las demás fuerzas que actúan en el territorio y en la Iglesia local a favor del mundo juvenil; y garantiza la inserción del Oratorio-Centro Juvenil en la comunidad cristiana parroquial.

La función del grupo de animadores, parte integrante de la CEP, es la de ser referencia para la vida de los jóvenes, estando junto a ellos. Los educadores del Oratorio-Centro Juvenil son los animadores de grupo, los entrenadores deportivos, los educadores de los talleres artísticos. Trabajan juntos y siguen un proceso continuo de formación como educadores.

Las funciones de animación se coordinan también por medio de otros organismos. Entre estos, es importante el Consejo del Oratorio-Centro Juvenil o Consejo de la CEP del Oratorio-Centro Juvenil (cfr. CG24,

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n. 161). Su composición y su funcionamiento obedecen a esquemas y criterios ágiles, pero también de continuidad, en línea con las orientaciones del Inspector con su Consejo (cfr. CG24, 171).

Sus principales responsabilidades son evaluar y promover la programación pastoral anual en relación con las principales exigencias de la condición juvenil y las líneas-guía del PEPS local; coordinar las diversas propuestas educativas de las asociaciones y de los grupos, y atender la armonización e integración entre las diversas intervenciones pastorales; favorecer el asociacionismo salesiano, el intercambio de informaciones y la coordinación entre los varios grupos y asociaciones; mantener una estrecha relación con el territorio y con todos aquellos que trabajan por la educación de los jóvenes, fomentando intervenciones y propuestas adecuadas a las situaciones de marginación y de peligro. Dentro del Consejo y bajo su seguimiento, se pueden constituir comisiones con encargos específicos para los sectores de actividad.

El Proyecto del Oratorio-Centro juvenil debe facilitar estructuras de participación para las familias. Por lo tanto, según las instancias locales de coordinación, en el Proyecto del Oratorio-Centro Juvenil, también las familias de los oratorianos son corresponsables, garantizando siempre el protagonismo de los jóvenes.

Junto al PEPS, como elemento de la organización local, están los estatutos y/o normas/reglamentos de funcionamiento concreto. En ellos se debe especificar: de quién depende el ente y la responsabilidad jurídica del Centro; la persona responsable nombrada por el susodicho ente; los órganos de participación y las competencias personales y colegiales; la relación con los órganos de participación y animación de la obra salesiana, con las familias y con los organismos civiles y eclesiales.

               La animación inspectorial/nacional

La Comisión inspectorial para el acompañamiento de los Oratorios-Centros Juveniles participa en la animación de la Pastoral Juvenil de la Inspectoría. El Coordinador y los miembros de esta Comisión garantizan la elaboración, la puesta en marcha y la valoración del Proyecto Educativo-Pastoral Inspectorial de los Oratorios-Centros Juveniles, en conformidad con el PEPS Inspectorial.

Para una animación orgánica y coordinada en red, es necesaria la sinergia entre las comisiones-equipos inspectoriales de Oratorios-Centros Juve¬niles, Escuelas, Parroquias, MJS, Animación vocacional, Animación misionera

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y Voluntariado, Comunicación Social. La Comisión inspectorial de Formación garantiza el acompañamiento formativo de los jóvenes salesianos que, para su acción apostólica, son asignados a la gestión y a la animación del Oratorio-Centro Juvenil.

Para la animación y la coordinación de este ambiente de la misión salesiana inspectorial es particularmente importante la Oficina Inspectorial de Planifi¬cación y Desarrollo (en algunas inspectorías se denomina Servicios o Depar¬tamentos Técnicos), con el fin de asegurar la sostenibilidad del proyecto, en acuerdo operativo con la Delegación inspectorial para la Pastoral Juvenil.

En el ámbito nacional, donde existen dos o más comisiones inspectoriales de Oratorios-Centros Juveniles, estas deben coordinarse y trabajar según un proyecto compartido y participar en redes más extensas. La acción de los Oratorios y Centros Juveniles no termina en los barrios de las ciudades. El trabajo en red requiere coordinación amplia para estar presente en los “foros” de opinión, en el mundo del trabajo juvenil, en las organizaciones para la infancia y para los jóvenes que influyen en las decisiones con respecto a las políticas juveniles (prevención educativa, acción social, formación y promoción del voluntariado, animación socio-cultural, promoción del tiempo libre educativo).

LA ESCUELA Y EL CENTRO DE FORMACIÓN PROFESIONAL SALESIANOS

La originalidad de la escuela y del Centro de Formación Profesional salesianos

La formación profesional y la escuela salesiana nacen en Valdocco para responder a las necesidades concretas de la juventud y se insertan en un proyecto global de educación y de evangelización de los jóvenes, sobre todo de los más necesitados. Animado por el deseo de garantizar la dignidad y futuro de sus jóvenes, Don Bosco dio vida a los talleres de artes y oficios, ayudando al mismo tiempo a los jóvenes en la búsqueda de trabajo, y procurándoles contratos, para impedir que se aprovecharan de ellos. Este servicio y preparación será enriquecido con la vocación y con la presencia del salesiano coadjutor.

Esta es la matriz de los actuales Centros de Formación Profesional (CFP) que se preocupan de promover la formación humana, cristiana y profesional de los jóvenes. Esta propuesta responde a predisposiciones, habilidades y perspectivas

LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA

de muchos de ellos que, al término de la formación de base, aspiran a insertarse en el mundo del traba¬jo. La formación profesional resulta un instrumento eficaz para la madu¬ración humana integral y la preven¬ción de situaciones de riesgo juvenil, y también para la animación cristiana de las realidades sociales y el desarro¬llo del mundo empresarial.

Siempre atento a las necesidades juveniles, Don Bosco amplió su com¬promiso promoviendo el nacimiento de las escuelas salesianas. Intuyó que la escuela es instrumento indis¬pensable para la educación, lugar de encuentro entre cultura y fe. Con

sideramos la escuela como una mediación cultural privilegiada de educación en la que se puede dar una respuesta sistemática a las necesidades de la edad evolutiva; una institución determinante en la formación de la personalidad, por¬que transmite una concepción del mundo, del hombre y de la historia (cfr. La escuela católica, n. 8). El ambiente escuela se ha desarrollado mucho en la Con¬gregación en respuesta a las exigencias de los mismos jóvenes, de la sociedad y de la Iglesia. Se ha convertido en un movimiento de educadores involucrados firmemente en el frente escolar.

Existen también Centros de formación pre-profesional con una particular formulación y puesta en práctica de propuestas diversificadas: itinerarios de orientación, enseñanza y formación, puesta en práctica, reciclaje profesional, inserción o reinserción socio-laboral, promoción del tejido empresarial social. Contribuyen al progreso personal de cada uno y se dirigen a una amplia tipología de destinatarios: jóvenes en período de escolarización obligatoria; jóvenes y adultos en busca de trabajo; jóvenes en situación de riesgo o en situación de abandono escolar; migrantes o aprendices. Estos caminos prevén una propuesta fuertemente individualizada para que los destinatarios puedan entrar en el sistema escolar y formativo o bien para encaminarlos hacia el mundo del trabajo. De hecho, esta formación pre-profesional comprende una serie de actuaciones dirigidas a que la persona conozca el actual contexto laboral y prepararla para que afronte de la mejor manera posible las fases de acceso a la profesión.