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CAPITULO I
"DA MIHI ANIMAS, CAETERA TOLLE"
1871 -1874 -1. SIERVO FIEL Y PRUDENTE -2. TODO POR LAS ALMAS -3. CONTINUAMENTE FAVORECIDO POR DIOS -4. EN
SU ESCUELA -5. UN DON SINGULAR -6. HUMILDE EN MEDIO DE TANTA GLORIA -7. VARON JUSTO
EL Sumo Pontífice Pío XI, que conoció de cerca a nuestro Fundador, le elevó al honor de los altares, le inscribió en el catálogo de los
Santos y extendió su culto a la Iglesia Universal, hacía esta declaración solemne el 19 de marzo de 1929, al reconocer los milagros
propuestos para la beatificación:
"En la Bula de Canonización de santo Tomás de Aquino se dice que, aun cuando no hubiese habido otro milagro, cada artículo de su
SUMA era un milagro. Y también ahora se puede afirmar con razón que, cada año de la vida de don Bosco, cada día, cada momento de est
vida fueron un milagro, una serie de milagros. Cuando se piensa en la campiña solitaria de I Becchi, donde el pobre niño apacentaba el
rebaño paterno, los primeros comienzos de la obra... y después los otros más serios y preocupantes de Valdocco...; cuando se piensa en las
grandes obras, a las que iba dando vida, verdaderamente de la nada...; y se contempla después el maravilloso desarrollo de sus empresas, el
de las tres grandes familias: los Salesianos propiamente dichos, las Hijas de María Auxiliadora y la admirable legión de Cooperadores...
((2)) se queda uno atónito como ante uno de los más extraordinarios milagros...
"... Cuando se contempla tan inmensa cantidad de bien, uno se pregunta: "cómo pudo hacerse todo esto? Y no hay más que esta respuest
fue la gracia de Dios, la mano de Dios Omnipotente quien lo hizo todo. Pero "de dónde sacó este gran Siervo de Dios la inagotable energía
suficiente para tan grandes empresas? El secreto está, y él mismo lo reveló continuamente, en el lema, que a menudo se repite en las obras
salesianas; el secreto es la frase proclamada por el Venerable Fundador: DA MIHI ANIMAS, CAETERA TOLLE (dame
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almas, llévate lo demás). Este es el secreto de su corazón, la fuerza, el ardor de su caridad: el amor a las almas, el amor verdadero, porque
era el reflejo del amor a Nuestro Señor Jesucristo, y él veía a las mismas almas en el pensamiento, en el corazón, en la preciosa sangre de
Nuestro Señor; de tal modo que no había sacrificio, ni empresa que no se atreviera a arrostrar para ganar las almas tan intensamente
amadas" 1.
Pues bien, este décimo volumen de las Memorias Biográficas, que abarca cuatro años de la vida del Santo -de 1871 a 1874-es una ampli
documentación de la solemne afirmación del Augusto Pontífice (que perpetuamente tendrá nuestro más obsequioso agradecimiento), ya qu
en estas páginas veremos cómo el amadísimo Padre, en medio de las más grandes dificultades y las más duras contradicciones, pero con
todos los medios sugeridos por la prudencia y la más sublime sabiduría, sigue adelante, sereno y confiado, la misión que le ha sido
encomendada; funda un nuevo Instituto en favor de la juventud femenina; da forma canónica regular a la Sociedad Salesiana; esboza la Pía
Unión de Cooperadores y extiende el campo del apostolado a países civilizados y salvajes, para gloria de Dios y salvación de las almas.
1. Siervo fiel y prudente
Don Bosco tuvo una misión singular, y en toda su vida no amó ni se preocupó más que de lo que Dios le había trazado.
((3)) "Dios ha suscitado, en todo tiempo, santos adaptados a las necesidades de la época en que vivían. Sin hablar de la inmensa legión d
mártires, que lucharon durante los tres primeros siglos de nuestra Iglesia contra el paganismo, ni de los doctores de la Iglesia, que surgieron
después para combatir las primeras herejías y defender e ilustrar los fundamentos de la doctrina cristiana, veis surgir, tras ellos, en los siglo
de la edad media, a san Francisco de Asís y a santo Domingo, los cuales, en medio de la corrupción y bárbaras costumbres, invitan al
mundo a una vida austera y penitente y, cuando empieza a manifestarse, con el renaciente paganismo, el espíritu de rebelión contra la
Iglesia, con la falsa reforma de Lutero,
1 Véase: L'Osservarore Romano, 20-21 marzo 1929.
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diría yo que brota en el jardín de la Iglesia toda una floración de santos y de santas, se fundan nuevas órdenes religiosas y surge
especialmente la Compañía de Jesús, que fue, y es, martillo de los Protestantes y ciudadela del Papado.
"Más tarde, opone Dios la dulce santidad de san Francisco de Sales y de san Alfonso M. ª de Ligorio a los errores de Jansenio; y en pleno
siglo diecinueve, cuando las teorías revolucionarias despuntan en las masas populares y hacen germinar en ellas el socialismo, que ahora
amenaza con desbaratar todo el cuerpo social, he aquí que aparece un humilde sacerdote, hijo del pueblo, que reúne en torno a sí lo más rui
y desamparado de la ciudad -los birichini (los pilluelos) de los suburbios-y, poco a poco, los amansa, los atrae, se enamoran de él, y de tal
modo, diría, los hace suyos, que infunde en ellos su espíritu. De este modo nace, a orillas del río Dora, el pequeño Oratorio de don Bosco,
el grano de mostaza que en pocos años se convertirá en árbol frondoso, a cuya sombra acudirán los hijos del pueblo desde todas las partes
del mundo..." 1.
El fidelísimo Siervo de Dios, prudente como la serpiente y sencillo como una paloma, cumplió la divina misión de la manera más
adecuada, adaptando al carácter del siglo, santificado por la gracia de Dios, el programa de su apostolado, lleno de movimiento, actividad,
propaganda, espíritu de asociación e incesante desarrollo de la obra comenzada.
Enseguida se vio en él al genio creador, resuelto a llevar a cabo obras colosales. Hasta el 1860, es decir, hasta que no tuvo al ((4)) lado a
sus primeros sacerdotes, procuró mantener oculto el programa que le había sido trazado por el Cielo; después comenzó a decir a las claras
lo que él quería y debía hacer, y se le oyó repetir que la obra, por él emprendida para cumplir la voluntad de Dios, alcanzaría tal desarrollo
que, por exagerado que pudiera decirse que era lo que afirmaba sobre su porvenir, a él le parecía que no sabía describir lo grandiosa que
llegaría a ser.
Los primeros destellos de este apostolado, y más aún alguna alusión a la expansión que tendría, despertaron dudas hasta en los que
sinceramente le admiraban, al extremo de que dos buenos sacerdotes, compadecidos, trataron de llevarlo al manicomio. Incluso san José
Cafasso, que le consideraba y proclamaba lleno del Espíritu de
1 Palabras del conde César Balbo de Vinadio, ante la tumba del santo en Valsálice, el 12 de febrero de 1911. (Boletín Salesiano en
italiano, abril-1911).
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Dios, al preguntarle qué pensaba de aquel "pobre cura que se había vuelto loco", exclamó:
-í Verdaderamente es un misterio... un misterio! Tampoco yo entiendo algunas cosas; pero como sé que a los Santos no se les puede
juzgar con criterios humanos, íme conformo con admirar lo que hacen!
Los puntos obscuros procedían de su manera de actuar, que podían parecer extraños a algunos.
Fiel imitador de Nuestro Señor Jesucristo, que se limitó en el santo Evangelio a dar a conocer únicamente los actos exteriores, que
revelaban su misión divina, y no permitió que se dijera nada de su vida privada, salvo lo referente a lo común y ordinario, limitóse también
don Bosco a mostrarse como un sencillo y buen ministro de Dios, sin nada extraordinario, manteniendo habitualmente oculto todo acto de
vida interior.
Era sobrio en la pobre mesa del Oratorio y seguía siéndolo en los espléndidos banquetes de las casas señoriales, a las que iba con la
esperanza de recibir alguna limosna para sus obras, o para agradecer las que había recibido, mas sin causar molestia a los demás con alarde
de austeridad.
Era siempre el mismo, jovial y sonriente, indiferente a las alabanzas o a las críticas que recibía, especialmente de los periódicos, que
hablaban de él sin cesar.
Se mostraba franco e intrépido ante las autoridades, ante el pueblo y ante nobles personajes. Tan seguro parecía de sí mismo que, a veces
se le hubiera ((5)) tachado de temerario; y, en privado, con sus hijos, habitualmente se manifestaba reservado, casi tímido y lleno de
inefable caridad.
Permanecía tranquilo e impertérrito frente a las más ásperas y graves contradicciones, frente a la carencia absoluta de medios materiales.
En las más duras pruebas, era compasivo con los que sufrían, sentía los dolores ajenos como si fueran suyos. Se le vio llorar junto al lecho
de un clérigo moribundo o al enterarse de la muerte de un alumno. Se intranquilizaba y preocupaba al descubrir o saber que no se cumplía
un artículo del Reglamento, y más aún, cuando sabía que alguno se portaba mal. Arrugaba el entrecejo cuando oía hablar de un escandaloso
o blasfemo, por el horror que experimentaba y el dolor que le partía el corazón. Aunque trataba y llevaba a término con cautela y prudencia
cualquier negocio, por complicado y difícil que fuera, sin embargo era paternalmente expansivo con los suyos, a los que solía comunicar, a
veces también a
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los alumnos, algunas noticias confidenciales y muy delicadas, repitiendo:
-íNo guardo secretos para mis hijos!
Era resuelto y tenaz para sostener sus propias instituciones y los derechos de los suyos, porque todo lo que hacía y mandaba hacer érale
inspirado por Dios; pero callaba y perdonaba siempre las ofensas personales que recibía.
Le agobiaban las largas horas que pasaba confesando, las continuas audiencias y el despacho de una enorme correspondencia; hubiérase
dicho que no le quedaba un momento para orar, pero rezaba sin cesar y se traslucía a cada instante su íntima unión con Dios.
En medio de no importa qué asunto se encontrase, por grave que éste fuera, manteníase tan tranquilo y tan sereno que parecía que ni
siquiera lo atendía, porque como lo había resuelto antes con Dios en la oración, lo ejecutaba después habitualmente con admirable sabidurí
y prontitud.
En pocas palabras, vivía siempre unido a Dios, no rehusaba ningún trabajo, soportaba en silencio cualquier incomodidad, pero no se
dejaba sorprender nunca en actos de mortificación extraordinaria.
Algún detalle de esta su vida exterior, podía, a primera vista, ser mal interpretado, aun por los mismos que estaban acostumbrados a
descubrir en él tantas cosas extraordinarias, ((6)) al considerarlo aisladamente y fuera de su programa singular, y sin poder entenderlo del
todo.
"Mi convicción -atestigua en el Proceso Informativo don Francisco Cerruti-de que don Bosco tenía algo distinto, algo particular que le
diferenciaba de los demás, era la misma de muchos de mis compañeros, que lo conocieron. Era, después de todo, voz y opinión común que
don Bosco era un santo. Alguna vez, no lo niego, tuve mis dudas. Al verle en ocasiones tan preocupado por los asuntos exteriores, me
parecía también que ciertos medios, por él empleados, eran hijos de una prudencia demasiado humana y que algunos desahogos de queja y
amargura no andaban muy de acuerdo con una prudencia demasiado conforme con la caridad y la resignación. Pero la duda duraba poco.
Pronto advertía que lo que yo creía y sentía, era una pura ilusión personal, o a lo sumo efecto de las debilidades, de las que, según yo creo,
tampoco están exentos los santos, que al fin y al cabo son hombres también; y me confirmaba en su santidad.
Y esta persuasión de que don Bosco fue un santo, aun la tengo ahora viva, profunda y sin la menor duda".
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Podemos aplicar a nuestro santo Fundador el elogio que la Civiltà Cattolica (año 1909, vol. 3, pág. 529) hizo de san Anselmo de Aosta, e
más grande educador del siglo XI:
"Fue esa admirable mezcla de suavidad y de fuerza, tan característica en él, esto es, un noble pacto de benignidad y de rigor, de sencillez
y de prudencia, de afabilidad y de perspicacia, la que conciliaba la autoridad y la confianza...". "No le pasaban inadvertidos los problemas
más complejos y más íntimos: las crisis de las almas, especialmente las juveniles...", es decir, "las costumbres, las inclinaciones... que él
intuía y escudriñaba a la luz de la discreción, llegando a penetrar los más íntimos secretos del corazón y a descubrir, al mismo tiempo, los
orígenes, las causas y los progresos de vicios y virtudes...". Y "a fuerza de amar, de compadecer, de tolerar... adquirió el derecho de
reprochar y de enmendar. Y lo usaba libremente con aquella bondad, y al mismo tiempo longanimidad afectuosa, que le había ganado hasta
los ánimos más adversos... ". Amaba a todas las almas "pero con ((7)) particular afecto se esforzaba para ayudar a la juventud...". Y "esta
solicitud y vigilancia especial no tenía nada de enojoso y severo, nada que oprimiera los corazones o deprimiera y amedrentara la fantasía
juvenil; era algo paternal o, por mejor decir, maternal; era toda su persona entregada a ensanchar los corazones y abrir las mentes, hasta cas
penetrar en ellas en sus más íntimos entresijos, para llevarles, conforme a su necesidad, luz, dirección, remedio".
2. Todo por las almas
Don Bosco no hizo ni buscó otra cosa más que dar continuamente gloria a Dios, trabajando sin descanso por la salvación de las almas:
íDios y las almas fueron los amores de su vida!
Caminaba ya hacia el ocaso de sus días: estaba en Roma; acercósele con profunda veneración un joven sacerdote, y don Bosco le
preguntó:
-"Usted quiere a don Bosco?
-íSí, le quiero mucho...!
Y se inclinó para besarle la mano.
-Y "usted sabe cómo podrá decir que quiere a don Bosco... ? íQueriendo mucho a los Salesianos...!
-Los querré.
-Pues para querer a los Salesianos, ítiene que querer mucho a las almas!
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Así le decía a don Ramón Angel Jara, más tarde Obispo de San Carlos de Ancud y de La Serena (Chile).
No perdía ninguna ocasión para hacer el bien a todos, para decir una buena palabra, o dar un aviso provechoso de la manera más prudente
El senador Miguel Angel Castelli había sucedido al conde Cibrario como Primer Secretario de Su Majestad en el Gran Maestrazgo de San
Mauricio y Canciller de la Corona de Italia. Necesitaba un favor de don Bosco y fue a verle, prometiéndole toda suerte de protección y
ayuda; pudo el Santo contentarlo plenamente y tuvo en él desde aquel día, aunque profesara principios muy distintos, un amigo más, que
por cierto le invitó varias veces a su casa. Mas don Bosco sólo fue una, y precisamente el día en que una hijita ((8)) del Senador había
recibido la primera comunión. Adoraba el padre a aquella hija, en la que brillaban una inocencia y una bondad sin igual. Pasó don Bosco
unas horas con aquella familia y no perdió la ocasión de decir una buena palabra a la inocente niña.
-"Quieres que se repita muchas veces este hermoso día?, le preguntó.
-íSí!, contestó la chiquita.
-Pues bien: pide alguna vez este permiso a papá; así podrás rezar por papá, por mamá, y el Señor les consolará, conservándote buena...
"No es verdad, señor Comendador?
-í No tengo nada en contrario; con mucho gusto!
La chiquita corrió a su padre, le abrazó y le dio las gracias.
El padre, profundamente conmovido, tenía los ojos arrasados en lágrimas.
Se encontraba don Bosco en una ciudad, fuera de la provincia de Turín, y se enteró de que uno de los primeros auxiliares del Obispo
llevaba una conducta irregular. Sin más motivo fue a verle. Se entretuvo hablando con él largo rato sobre la necesidad de prestar atención,
antes de admitir los seminaristas a las sagradas órdenes, especialmente si eran víctimas de ciertas pasiones, por las tristes consecuencias qu
podrían seguirse, por el deshonor del sacerdocio y escándalo de muchas almas. Siguió diciendo que tales miserias no quedan nunca ocultas
sino que se traslucen y habían todos de ellas con daño para el Clero. Pero se expresó siempre en términos generales sin la más mínima
alusión a la persona de su interlocutor, convencido de que había comprendido por dónde iba la cuestión.
También solía dirigir habitualmente una buena palabra personal a los suyos, aun cuando casi a diario les dirigiese una exhortación,
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inspirada en la liturgia del día o sugerida por circunstancias públicas o privadas. A menudo, antes de revestirse con los sagrados ornamento
para salir a celebrar, llamaba a algún alumno que veía en la sacristía y le decía muy quedito:
-"Qué gracia quieres que pida para ti a Jesús en la santa misa?
En el patio hacía lo mismo. En pleno recreo se inclinaba delicadamente ((9)) al oído de uno o de otro y le daba un consejo o un aviso. A
más de estas palabras, ya publicadas en los volúmenes anteriores, recogió Lemoyne las siguientes:
-"Temes que Jesús esté indignado contigo? Acude a la clementísima Virgen María. Ella es tu abogada y defenderá tu causa.
-El paraíso no es para los perezosos. Regnum coelorum vim patitur et violenti rapiunt illud.
-" Te encuentras solo, a merced de una tempestad? Invoca a la estrella del mar, invoca a María.
-"Piensas en eljuicio de Dios y no temes: "Acaso eres más santo que san Jerónimo? Y, sin embargo, él temblaba.
-No te fíes demasiado de tus fuerzas; todo un san Pedro cayó.
-Quiero que esto se acabe; si me ayudas, quiero que rompamos los cuernos al demonio.
-"Quieres llegar a ser bueno y sentirte feliz? Piensa en Dios. A Deo principium.
-Reza, reza bien y sin duda te salvarás.
-Si me ayudas, quiero hacerte feliz en este mundo y en el otro.
-Si me ayudas, quiero hacer de ti un san Luis.
-El que persevera hasta el fin, se salva. Praemium inchoantibus promittitur, perseverantibus dabitur (A los que comienzan se promete el
premio, se dará a los que perseveran).
Repetía a menudo a los hermanos profesos y a los mismos aspirantes a la Pía Sociedad:
-Trabajemos continuamente en esta vida para salvar nuestra alma y muchas, muchísimas más: ídescansaremos en la eterna
bienaventuranza!
Dotado como estaba de dones particulares, como el de leer en lo íntimo de los corazones, era lógico que salieran de sus labios, a la hora
de confesar, consejos y sugerencias oportunas, que movían a compunción a cuantos los necesitaban y encendían en santo fervor a los ya
encaminados por las sendas de la perfección. Era tan grande su fe en la eficacia de este sacramento, que hablaba de él continuamente,
recomendaba siempre que se hicieran santos y serios propósitos y achacaba a la habitual falta de éstos las fáciles y lastimosas recaídas.
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((10)) Declaró don Miguel Rúa en el Proceso Apostólico:
"Si tenía que hablar dos noches seguidas a los alumnos de un colegio, en una, al menos, hablaba de la confesión; y si no tenía que hablar
más que una sola vez, no dejaba entonces de hacer alguna mención sobre la confesión...
"Su proceder con los penitentes iba encaminado a ganar su completa confianza, de la que se servía para animarles a recibir
frecuentemente los sacramentos y conseguir por este camino su enmienda y el progreso de la virtud...
"Su sistema era la dulzura, mas sin dejar de revelar, ante la mente de los pecadores, la fealdad de sus pecados.
"Sabía distinguir muy bien a los que acudían a él con segundas intenciones y les aconsejaba de buenas maneras que fueran a confesarse
con otros, renunciando a oírlos; lo cual se echaba de ver porque se levantaban inmediatamente del reclinatorio".
-Antes que confesar y comulgar sacrílegamente, cambiad cada vez de confesor, solía repetir.
Nosotros mismos le oímos decir, ya en el año 1887, a los aspirantes de la Pía Sociedad, que hacían ejercicios espirituales en Valsálice:
-Don Bosco es viejo y normalmente ya no puede confesar. En su lugar confiesa don Miguel Rúa y él lo hace como don Bosco: íid, pues,
con don Miguel Rúa! Pero, si a alguno no le gusta, busque otro confesor. Por ejemplo, puede hacer así... Vosotros sabéis que Sandro (era u
viejo fámulo encargado de la portería) todas las noches cierra la puerta con llave, pero la deja puesta... Levantaos hacia media noche, bajad
a la portería, abrid despacito la puerta, e idos al Monte de los Capuchinos, donde, a esa hora, rezan Maitines. Llamad a la puerta del
convento, llamad fuerte, dos o tres veces si hiciera falta; y cuando os abran, decid que queréis confesaros... Tornad luego a casa, entrad,
cerrad la puerta y ívolved a la cama...!
Y sonreía con fascinadora amabilidad.
Pero, como es natural, daba suma importancia a que se tuviera un confesor fijo.
Encontrándose en Roma, en conversación con el cardenal Patrizi, de pronto exclamó éste:
((11)) -Hace mucho tiempo que doy vueltas a un pensamiento, que me tiene angustiado. Quisiera exponéroslo para que me dierais una
respuesta, si os parece conveniente. Pero antes es mejor que pidamos al Señor que nos ilumine.
Y él dijo:
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-Si quiere, puede presentarme ahora la cuestión; estoy dispuesto a contestarle inmediatamente.
-No; me gusta hacer las cosas sosegadamente.
Volvió don Bosco unos días después, y el Cardenal comenzó diciendo:
-He aquí mi preocupación. Nos encontramos frecuentemente en Roma religiosos y sacerdotes que se distinguen por algún don
sobrenatural; en cambio, casi nunca tenemos monjas, y eso que hay tantas, a quienes Dios favorezca con dones semejantes. Hay muchísima
que son piadosas, todo lo santas que se quiera, pero no hay en ellas nada extraordinario. "Qué dice don Bosco a esto? "Cuál es la causa y
cuál es el remedio?
-Es fácil hallar la causa y también el remedio. En muchísimos conventos de Roma cada monja tiene su propio confesor y, a veces
también, otro director espiritual a su elección. Vuélvase a poner en vigor la regla, que rige en todas partes fuera de Roma, a saber, un
confesor fijo ordinario para todas, elegido por el superior; uno extraordinario cada seis meses y durante los ejercicios espirituales de cada
año. Prohíbase que se confiesen con quien quieran, y entonces se verá florecer de nuevo en ellas la santidad extraordinaria con dones
sobrenaturales.
Reflexionó un rato el Cardenal y dijo:
-Lleváis razón; pero quien quisiere introducir esta reforma levantaría un terrible avispero que produciría muchos inconvenientes y tal vez
ningún fruto.
-íMas no le quepa duda de que la causa es ésta!
Era, al mismo tiempo, de una discreción exquisitamente paternal. Sigue diciendo don Miguel Rúa:
-"Nos recomendaba la templanza, pero no quería que, especialmente los jóvenes, se entregaran a ayunos y austeridades demasiado
rigurosas, porque sabía muy bien que el mismo demonio sugiere, a veces, semejantes austeridades para sus fines. Cuando alguno de sus
jóvenes alumnos o penitentes le pedía permiso para ayunar durante muchos días, para dormir en el suelo, o practicar otras ((12))
mortificaciones penosas, solía conmutarlas por la mortificación de los ojos, la lengua, la voluntad, o por ejercicios de caridad; a lo sumo,
permitía que dejaran la merienda o parte del desayuno".
Era, además, muy breve cuando amonestaba o aconsejaba, y siempre en el momento más oportuno.
Las Clarisas de Alassio, que habían oído hablar de su santidad, concibieron el deseo de confesarse todas una vez con él. Eran unas
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religiosas excelentes, sin más ansias en su vida humilde y recoleta que la de crecer en el amor de Dios. Supo don Bosco su deseo y, cuando
fue a Alassio, accedió bondadosamente, pero a condición de que, al confesarse, no pasara ninguna de los tres minutos. Las monjas
aceptaron; y él, después de obtener la licencia del Obispo de Albenga, fue a confesarlas. Ciertamente no era tan fácil la cosa; escrúpulos y
angustias de espíritu también se encuentran en los claustros. Sin embargo, pasaron los tres minutos, y apenas dijo íbasta! a la primera, ésta
se calló. Lo mismo sucedió con la segunda, la tercera... y con todas hasta la última. Alguna, al oír "basta", insistía diciendo "pero...", mas
luego también ella se rendía. Evidentemente también en aquella ocasión leía claramente en las conciencias. A su palabra, quedaron
tranquilas y obtuvieron la más completa satisfacción y la más suave alegría.
En los viajes que hizo por aquellos años a Roma, preguntóle el Papa:
-"Confesáis vos también en Roma?
-Si Su Santidad me da licencia, confesaré, respondió.
-Pues bien, confesadme también a mí.
Se arrodilló y se confesó. Y así lo hizo otras veces.
Años después, contaba don Bosco confidencialmente el hecho a don Joaquín Berto y ponía de relieve la divina institución del
Sacramento, por lo que también el Papa se confiesa como un simple cristiano.
Entre las Memorias, recogidas por Lemoyne, y clasificadas por él mismo con las de 1871, hay una espléndida prueba de la decidida
caridad de don Bosco para confesar a un joven de veinte años, ((13)) huérfano de padre y madre, que había estado algún tiempo en el
colegio de Lanzo y era, a la sazón, estudiante de medicina. Murió, como consta en el Registro Municipal (Año 1869, n.° 2566), el 16 de
septiembre de 1869. Es tan interesante la narración inédita que no podemos pasarla por alto.
A fines de agosto de 1869, vivía César Bardi en casa de su tutor, "en el puente de Moscú -Casa Crida-número 6", cerca de la iglesia
parroquial de los santos Simón y Judas. Estaba ya en las últimas, pero no se pensaba, o mejor, nadie quería llamar al sacerdote para
administrarle los últimos sacramentos. íDecían que no era conveniente difundir entre los vecinos una noticia que, sin duda, resultaría
desagradable para la gente alegre! Sin embargo, se había corrido la voz del grave estado del pobre joven; el párroco intentó verle en dos
ocasiones, pero no le permitieron la entrada. Afortunadamente una
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buena mujer, vendedora de fruta en el mercado próximo a la casa del enfermo, enteróse en la farmacia de su estado y fue corriendo al
Oratorio para notificar a don Bosco que un exalumno suyo de Lanzo, en la casa de la calle tal, número cuál, se hallaba a punto de muerte y
no querían llamar a un sacerdote. Fue enseguida don Bosco. Llamó a la puerta. El criado, que le había visto varias veces en Lanzo, le
reconoció al momento y comprendió a qué iba. Hízole un gesto con la mano dándole a entender que el asunto era algo difícil, pero le hizo
pasar y llamó al dueño. Tardó éste un rato en acudir. Al fin apareció y preguntóle con fría cortesía cuál era el motivo de la visita.
-He venido para ver al joven enfermo.
-Duerme y no conviene despertarlo.
-íEntonces, aguardaré!
No le gustó la respuesta. Diose cuenta de ello don Bosco; pero, convencido de que era preciso actuar resueltamente, no cambió de
parecer. Dijo entonces el tutor que iba a ver si César dormía, y le dejó solo más de una hora. Por fin compareció la señora para decirle que
César seguía durmiendo y que, por tanto, era inútil esperar; y además, que los médicos habían prohibido toda suerte de visitas, ya que una
ligera ((14)) emoción, dos palabras nada más, podrían perjudicarle.
Entonces don Bosco habló en términos contundentes y dijo:
-Escuche: César fue puesto bajo nuestros cuidados en el Colegio de Lanzo, que está bajo mi dirección. Tengo, pues, algún motivo para
verle, sobre todo porque César y yo tuvimos relaciones más íntimas y confidenciales de lo que usted puede imaginar. Tenemos asuntos
importantísimos y sin duda quiere verme; es necesario que le vea un instante; no puedo irme sin haberle visto...
-Ya, pero me parece a mí que...
-Lo repito... estoy seguro de que César quiere verme, y por tanto debo esperar. Si usted me lo prohibiese, hasta podría reclamar ante las
autoridades...
-"Se atrevería usted a cometer tal desafuero?
-No quiero cometer ningún desafuero; pero usted comprende perfectamente que su desacato no quedaría en el silencio... Se hablaría de
ello... Se diría que don Bosco fue a ver a un amigo suyo, a un alumno moribundo y se le prohibió acercarse a él... Y, a buen seguro,
semejante noticia no resultaría muy honrosa para la familia de ustedes.
-Sí, pero es que el médico lo ha prohibido.
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-Pues bien, permítame que vaya yo en persona a buscarlo; si usted no puede o no quiere acompañarme... pasaré de una a otra habitación
hasta dar con él.
-Bueno, para no armar escándalos... voy a ver si ya se ha despertado.
Y se marchó.
Después de hablar con el marido y, por el miedo que con sus advertencias les inspiró el buen criado, que era un buen cristiano, volvió e
invitó a don Bosco a entrar en la habitación del enfermo, recomendándole que no le hiciese hablar.
Tan pronto como el pobre joven le vio, se incorporó sobre la cama, echóle los brazos al cuello y le besó varias veces diciendo:
-íGracias, don Bosco, gracias!... Gracias por haber venido a verme... íQuiero confesarme, le estaba esperando!... íQuiero confesarme!
((15)) -Por favor, dijo don Bosco a los presentes; déjenme a solas con él unos instantes; retírense un momento.
Fue una escena ternísima. El joven se confesó y quedó como loco de alegría. Quiso también que colgaran de la pared un cuadro de la
Virgen, que no se hartaba de contemplar con amor.
Cuando don Bosco salió, le colmaron de atenciones y hasta le ofrecieron una copa de vino, que él aceptó como si no hubiese mediado la
menor contradicción. Al despedirse, rogó le prometieran que le permitirían volver a ver al enfermo alguna otra vez, si fuera conveniente. E
joven falleció dos o tres semanas más tarde sereno y tranquilo a pesar de que los parientes no pensaran en hacerle recibir el santo viático, n
la santa unción.
3. Continuamente favorecido por Dios
La vida de nuestro santo Fundador fue un ejercicio tan amplio y continuo de obras de caridad, que declaraba el Padre Santo, Pío XI, al
afirmar la heroicidad de sus virtudes: "Parecen escritas para él las palabras que se escribieron para otro héroe de santidad: dedit ei Dominus
latitudinem cordis, quasi arenam quae est in litore maris (diole el Señor anchura de corazón como la arena de la playa del mar)".
"El que quiere adquirir preferencias ante Dios, dice san Juan Crisóstomo, tenga cuidado de las almas, tan queridas por Dios, busque su
provecho espiritual, mire por su salvación", porque "ante Dios, observa san Gregorio Magno, ningún sacrificio vale tanto como el celo por
las almas".
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Era, pues, lógico que el Señor, que suele enriquecer a sus Siervos fieles con dones particulares, diera también a don Bosco muchos dones
extraordinarios para llevar a cabo un amplio y fructífero apostolado.
Tuvo, entre otros, casi continuamente, el de ver desde lejos y leer los secretos de las conciencias como en un libro abierto, y contemplar
claramente el porvenir.
El 18 de septiembre de 1870 entraba en el Oratorio el joven José Gamba, de quince años, natural de San Damián de Asti, que llegó a
sacerdote y más tarde fue Vicario General de aquella diócesis, Obispo de Biella y de Novara, querido y venerado Arzobispo ((16)) de Turín
y Cardenal. Sólo estuvo en el Oratorio un año, pero -escribe el teólogo José Angrisani, que fue su secretario-quedó, dijo, como cla vado e
su cabeza este recuerdo.
"Don Bosco -contaba el Cardenal-había estado ausente muchos días.
"(Sucedió, pues, el hecho probablemente en agosto, después de las dos semanas que estuvo en San Ignacio para los ejercicios espirituales
y después de los nueve o diez días que permaneció en Nizza Monferrato).
"La primera noche después de su llegada, vino a decirnos las palabritas de costumbre de las buenas noches. Fue recibido con delirantes
aclamaciones y le costó un triunfo poder llegar hasta la cátedra. Subió por fin e hízose un silencio conmovedor. El sonreía y nos dijo:
"-He estado fuera mucho tiempo, "verdad? íPero, qué queréis! Vosotros coméis muchos panecillos y don Bosco se ve obligado a dar
vueltas para encontrar dinero con que pagarlos. Pero, durante mi ausencia, he vuelto a estar con vosotros dos veces.
"Al oír esto nos miramos sorprendidos, abriendo de par en par los ojos y aguzando las orejas.
"-íNi más ni menos! Una de estas veces entré en la iglesia, durante la misa mayor, y vi que faltaba uno... Este tendrá que preparar mañan
la maleta porque don Bosco no quiere aquí muchachos de esa calaña. íTenedlo bien presente, hijos míos! íDon Bosco, aun desde lejos, os
ve siempre!
"A la emoción sucedió la admiración. Al bajar de la cátedra nos abalanzamos a su alrededor, preguntándole:
"-"Quién es, quién es?
"Pero él, serio, respondía:
"-Esto no debo decíroslo a vosotros. El interesado lo sabrá mañana.
"Y al día siguiente se supo que uno había salido para su casa.
" íDon Bosco, aun desde lejos, os ve siempre!" 1.
Veía también, casi continuamente, el interior de las conciencias.
1 Véase: J. Angrisani: El Cardenal José Gamba, Turín-Roma. Editorial Marietti, 1930, pág. 16.
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Otro alumno, del mismo nombre y apellido que el recién mencionado, José Gamba, natural de Buttigliera de Asti, que fue después
sacerdote salesiano, y Provincial en Uruguay, ingresó en el Oratorio en el verano de 1872, y la primera vez que fue a confesarse con don
Bosco, oyóle decir:
-"Quieres tener plena confianza conmigo?
-íSí, del todo!
-Bien; yo te preguntaré y tú me dirás la verdad.
-Sí, toda.
Y el coloquio se desarrolló en estos términos:
-Hiciste esto, "verdad?
((17)) -íSí, señor!
-"Esto no lo has hecho...
?
-íNo, señor!
Todas las preguntas, lo mismo afirmativas que negativas, se ajustaban exactamente a la verdad. Así que la confesión, que el muchacho
empezaba con miedo a no hacerla bien, por la confusión de ideas y recuerdos que se enderezaban en su mente, acabó con la seguridad de
haber dicho cuanto debía decir y sin callar nada. Una paz envidiable, que ya jamás se alteró, llenó su alma: don Bosco había leído en su
corazón como en un libro. Y mientras permaneció en el Oratorio, persuadido de que don Bosco leía en las conciencias, no quiso cambiar
jamás de confesor, convencido de que no podía hallar otro mejor, y tuvo, además, buen cuidado de no cometer más faltas, para que el Santo
no tuviera que descubrírselas.
Leía don Luis Nai las Memorias Biográficas en Santiago de Chile. Al ver que en ellas se hacía mención de tantos y tantos detalles, se
sintió movido a enviar esta declaración a don Julio Barberis:
"Era el año 1872. Por la tarde del último día de ejercicios espirituales para los estudiantes, estaba don Bosco confesando en el coro detrás
del altar mayor. Yo fui uno de los últimos. Terminada mi confesión, me dijo don Bosco estas textuales palabras:
"-íEn este instante Veo presente ante mis ojos tu porvenir!
"Y siguió diciéndome lo que veía. Recuerdo que experimenté interiormente en aquel momento una alegría de paraíso y podría asegurar
ahora bajo juramento que, todo lo que me dijo don Bosco, se ha cumplido".
Sobre este particular, que don Luis Nai repitió a todos muchas veces y que nosotros hemos publicado en el Boletín Salesiano 1, añadía
1 Véase: Boletín Salesiano en italiano, noviembre 1918, pág. 219.
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Lemoyne algunos detalles, que evidentemente le había comunicado confidencialmente el interesado.
"Confesábase una tarde el jovencito Luis N..., con don Bosco, el cual le dijo después de la absolución:
-En este instante veo todo tu porvenir. Veo un oso y un león que te acometen, símbolo de las pruebas a que serás sometido: luchas de
moralidad y de calumnia, ((18)) pero veo a la vez tu buena voluntad. íVive tranquilo y sigue adelante!
El jovencito declaró después, bajo juramento, que se encontró con estas pruebas, que las superó y se vio libre de ellas. Tocante a la
calumnia, le amenazó un compañero con acusarlo a don Bosco de algo falso y cumplió la amenaza. El se enteró y se presentó a don Bosco
para defenderse. Mas el Santo no le dejó hablar y le dijo:
-Pero, hombre, "no conoces todavía a don Bosco? No temas; sé quien eres.
Otra vez le dijo después de la confesión:
-"Quieres hacer un contrato con don Bosco?
-"Cuál?
-Piensa en ello; te lo diré otro día.
El muchacho aguardó ansiosamente ocho días para volver a confesarse y pedir explicación del enigma. Se presentó y dijo a bocajarro a
don Bosco:
-"Cuál es el contrato?
-Vete a ver a don Miguel Rúa, contestóle don Bosco.
Con más curiosidad que antes fue al prefecto, don Miguel Rúa, y le dijo:
-Don Bosco me envía a usted.
-"Y para qué?
-Para un contrato, que quiere hacer conmigo.
Reflexionó don Miguel Rúa y le contestó:
-íAh, sí!, ven mañana a la conferencia que se celebra en la iglesia pequeña.
Era la conferencia para los Salesianos. Acudió y empezó a entender.
Siendo ya salesiano, sacerdote y prefecto en San Benigno Canavese, preguntó un día a don Bosco, en presencia de don Carlos Viglietti:
-"Qué motivo especial le determinó, siendo yo estudiante todavía, a decirme que quería hacer un contrato conmigo?
-Mira; cuando yo confesaba, veía que unas llamitas se despegaban de las velas encendidas en el altar de María Auxiliadora y, después de
dar algunas vueltas, iban a posarse sobre la cabeza de algún chico, y una de ellas se posó sobre la tuya.
Aquellas llamitas eran para él un signo evidente de la vocación de los muchachos a la Pía Sociedad. Esto le sucedió muchas veces, según
nos lo comunicó en el 1885.
Bernardo Vacchina, más tarde sacerdote y celoso misionero en Patagonia, que ingresó en el Oratorio en 1873, supo también por
experiencia que don Bosco leía claramente en las conciencias. Había hecho su confesión general antes de entrar en el Oratorio, la repitió
con don Juan Cagliero y fue a hacerla por tercera vez con don Bosco. Este le preguntó enseguida:
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-"Cómo te llamas?
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-Vacchina.
-íBien, ((19)) si tú no hubieras venido, te habría mandado llamar!
Comenzó el muchacho su confesión pormenorizada. A algunas cosas díjole don Bosco:
-íBasta!
Y cuando hubo acabado, le preguntó:
-"Nada más?
-íYa lo he dicho todo, todo!..
.
-"Y esto?..
.
Y le recordó algo, tan lejos del fárrago de lo que había soltado que, atónito y conmovido, se echó a llorar, diciendo:
-íEs verdad!
Y siguió llorando un rato.
El celoso misionero don Mayorino Borgatello, también nos ha dejado una interesante narración de su primer encuentro con don Bosco.
Había ingresado en el colegio de Varazze el año 1873. Ni por asomo pensaba en hacerse sacerdote, y menos aún religioso o salesiano,
porque tenía algunos prejuicios sobre don Bosco y su obra. Al poco tiempo oyó decir que tendrían una visita del Santo y la noticia no le
resultó muy agradable.
Estaba contento porque le iba a conocer, pero, al mismo tiempo, no me gustaba, porque temía su visita. Cuando entró en el colegio
corrieron todos los colegiales a su encuentro. Le agasajaban e iban a porfía por besarle la mano. El sonreía, recibía a todos con bondad y
bromeaba amistosamente. También yo, casi a escondidas, me acerqué por detrás, le tomé la mano y se la besé para poder decir que había
besado la mano de don Bosco.
Fingió él no haberme visto, volviendo hacia otro lado la cabeza y la mirada, pero me agarró por un dedo y, manteniéndolo apretado con
diez o más dedos de otros tantos muchachos, me obligó a seguirle a lo largo del corredor del colegio.
A medida que avanzaba, soltaba a uno, luego a otro hasta que, al llegar al pie de la gran escalinata, que sube al piso superior, quedamos
con él sólo dos: Juan Bielli, amigo mío íntimo y de mi curso, hoy sacerdote, y yo. Dijo unas palabras a Bielli, lo despidió, y se volvió a mí.
Hasta entonces aún no me había mirado y yo creo que lo había hecho adrede. Al encontrarme solo con él, dije para mis adentros:
-íMe ha pillado! "Qué será de mí?...
El santo varón me envolvió con una mirada tan penetrante que sacudió todo mi ser. No pude aguantar y bajé confundido mis ojos, lleno
de santo temor. Me di cuenta, y estoy plenamente convencido de ello, de que leía en lo íntimo de mi corazón y veía no sólo lo que yo era,
sino también lo que, por la gracia de Dios y su cooperación, llegaría a ser. Nunca en mi vida me había sucedido cosa igual o parecida. Con
mucha dulzura me preguntó cómo me llamaba, qué quería ser, si me gustaba ((20)) estar en aquel colegio, etc., etc. Y terminó diciéndome:
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-íMira que yo deseo ser tu amigo!...
Después, al despedirme, añadió:
-Mañana confesaré en la sacristía; ven a verme; hablaremos y ya veras cómo te gustara.
Resulta más fácil imaginar que describir cómo quedé después de aquel encuentro. Estaba contento de haberle conocido, sentía que le
quería y habían desaparecido mis prejuicios contra él. Al día siguiente me confesé y quedé contentísimo, como me lo había anunciado. Me
descubrió el estado de mi conciencia con tal precisión y gracia que quedé atónito y confuso: no sabía qué admirar más, si su santidad al lee
en mi conciencia o su bondad y delicadeza al revelármelo. Lloré de puro gozo por haber encontrado un amigo y un padre tan querido y
desde entonces acá siempre le he querido cada vez más, y ya nunca le dejé. Todas las veces que podía me confesaba con él y quedaba
satisfechísimo. A veces me hacía advertencias que no tenían nada que ver con la confesión; y, después de una breve reflexión, me convencí
de que tenía razón. Sólo quien leía en lo íntimo de una alma podía hablar de aquel modo. Me predijo también varias cosas que se
cumplieron a la letra.
En el Oratorio todos eran sabedores de aquellos singulares carismas de don Bosco. Pero algunos, ya fuera porque tenían la conciencia
desarreglada, ya fuera por miedo a que les aconsejara abrazar el estado eclesiástico, no iban a confesarse con él.
La noche del 8 de julio de 1873, dirigía a la comunidad esta platiquita:
"No quiero ir a confesarme con don Bosco, por si me dice que me haga cura y que me quede aquí en la Casa...".
Y yo os digo que, únicamente a los que yo sé que verdaderamente son llamados por Dios, les repito que estén tranquilos y que sigan
adelante con esta intención. En cuanto a quedarse aquí, aun cuando algunos quisieran quedarse, yo no estaría conforme. Por lo demás, es
muy justo que abra yo mi corazón a los que me abren el suyo y les diga lo que me parece mejor para la salvación de su alma. Y después de
todo, aunque yo les dijera que se queden aquí, "es algo malo decir a uno que se quede en un sitio, comido y vestido, donde puede seguir
estudios superiores, quedar libre del servicio militar, etc.?
Tengo que añadir, además, que algunos venían a confesarse diciéndome que querían hacer confesión general y me decían:
-íDígame, dígame usted!
A ver si nos entendemos; sois vosotros los que venís a confesaros conmigo, no yo con vosotros, porque si yo os digo mis pecados,
vosotros podéis ir a contarlos a los demás, puesto que no os obliga el secreto de la confesión ((Una carcajada general)).
((21)) De todos modos, al principio lo decía todo yo, pero después mi pobre estómago se encontraba tan cansado que no podía aguantar.
Empiece, pues, cada uno a decir lo que recuerda y, después, si el confesor quiere más, ya irá preguntando.
Pero es un hecho real que, por aquellos días, yo veía y leía tan claro el pasado, presente y futuro en la conciencia de los muchachos que
hubiera podido escribir su vida futura. Lo veía todo ante mis ojos, no hubiera tenido que hacer más que escribir,
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sin temor a equivocarme. Así que los que confiaron en mí en aquellos días pasados pueden estar tranquilos con respecto a los consejos
recibidos.
Termino recomendándoos que también pongáis atención a otra cosa: cuando vayáis a confesaros, poned en práctica los buenos propósitos
puesto que por los frutos se conocerá si habéis hecho buenas confesiones: ex fructibus eorum cognoscetis eos (los conoceréis por sus frutos
1.
Predijo muchas vocaciones, incluso algunas que, a juicio de todos, se hubieran tenido por imposibles.
Un día se encontró con un muchacho que no tenía la menor intención de hacerse sacerdote y le dijo:
-Sí, sí; tú estás llamado, el Señor te quiere para El; basta que dejes ciertas costumbres y llegarás a ser un buen sacerdote.
Aquel muchacho vestía la sotana el año 1872 e ingresaba en el Seminario. Pero era perezoso, y el 1876 volvió a su casa para dejarla. Su
padre le disuadió y se puso a estudiar francés para dedicarse al comercio. Después fue a aconsejarse con el padre Péllico, de la Compañía d
Jesús, el cual le dijo:
-Siga adelante, usted tiene vocación; aténgase al consejo de don Bosco y yo iré a asistir a su primera misa.
Y siguió los estudios, aunque siempre de mala gana, sin corresponder a la gracia de Dios. Finalmente, después de algunos años, organizó
su vida aprovechando todos los medios necesarios, subió al altar y pudo exclamar:
-Don Bosco tenía razón; verdaderamente es cierto que Dios me llamaba; íahora soy feliz!
((22)) "Esta es la confidencia, afirmaba Lemoyne, que nos hizo un sacerdote titulado en su diócesis".
Una señora de Génova, con dos hijas, acompañaba, el año 1871, a una prima suya al monasterio de las Adoratrices de Monza. Quiso pasa
por Turín para obtener la bendición de don Bosco. Las recibió éste bondadosamente y, en el curso de la conversación, dejó escapar, casi al
desgaire, unas palabras proféticas, que se cumplieron totalmente. Dirigióse a la más joven de las hijas y dijo:
-íEsta seguirá a la prima!
1 He aquí el testimonio de don Joaquín Berto. El año 1864, después de los ejercicios de los muchachos, se lamentaba don Bosco de que
algunos no los habían aprovechado. Y decía:
-Veía yo en aquellos días tan claramente las cosas del alma, los pecados, como si los tuviese escritos delante, de tal forma que algunos, a
hacer confesión general y decirme los pecados, no hacían más que embrollar las cosas. Es una gracia singular que el Señor me concedió en
aquellos días. Ahora me preguntan algunos: -"Y ya no ve usted?
-íAy, no! No vinieron entonces y ahora ya no estamos a tiempo.
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Y efectivamente, casi dos años después, la jovencita ingresaba en la misma institución pese a que, a la sazón, eran muy otros sus
pensamientos. Y volviéndose a la otra, añadió:
-íEsta os dará más quebraderos de cabeza!
Y también esto se cumplió, puesto que, por el carácter indeciso de la muchacha, costó mucho colocarla en su sitio; y después, una serie d
males físicos y morales dio mucho que pensar a la familia, particularmente a la madre, la cual refirió a don Miguel Rúa las palabras
proféticas de don Bosco. Se redactó una breve narración del hecho, que se guarda en nuestros archivos con la firma auténtica de la señora.
Don Joaquín Berto añadía este otro caso:
Ayer por la mañana, 6 de junio de 1873, se nos presentó un joven de gran estatura que quería hablar con don Bosco. Llegó a su habitació
y comenzó a hablar de muchas cosas. Escuchóle don Bosco un rato y después le dijo:
-Usted quiere hacerse sacerdote, "verdad?
-Sí, pero no sabía cómo decírselo. Debo, sin embargo, advertirle que mi madre se opone.
Y se marchó satisfecho, prometiendo a don Bosco que le escribiría. Don Bosco, por su parte, le dijo que comenzara inmediatamente el
apostolado misionero en su pueblo y en su oficio de cobrador de impuestos.
Leía habitualmente en los corazones.
El año 1872 se encontró en varias ocasiones con uno de nuestros clérigos, que fue después sacerdote, y no de los últimos, en la Pía
Sociedad, y le dijo:
-íTú has hecho esto!... -íTú has pensado tal cosa!... -íTú tienes estos planes!...
El clérigo, algo preocupado, le contestaba:
((23)) -íUsted quiere adivinar algo!...
-íEstoy seguro!
-íAlguien se lo ha dicho!
-íNo me han dicho nada!
-"Cómo se las arregla para saberlo?
-Lo cierto es que estoy seguro de ello.
-Pero yo repito: "cómo se las arregló para saberlo?
-Eso es harina de otro costal.
-"Y si yo le dijera que no es verdad lo que me dice?
-Tú puedes decir lo que te plazca, pero yo no me equivoco.
Y con toda calma le iba exponiendo los pormenores de lo que le había indicado.
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"Y así era en efecto, declaraba a don Juan Bautista Lemoyne este nuestro superior; la palabra de don Bosco se ajustaba perfectamente a l
verdad".
Y, sin embargo, él no había manifestado a nadie sus pensamientos y nadie podía conocer lo que él había hecho.
Acaecieron muchos otros hechos por aquellos años, tanto en el Oratorio como fuera: predicciones que se cumplieron exactamente,
curaciones y prodigios que naturalmente no debemos pasar por alto.
En junio de 1872 el alumno Antonio Bruno, natural de Rubiana, se hallaba en la enfermería agotado y sin fuerzas. Hacía una semana que
no probaba bocado, y el médico no lograba conocer y diagnosticar la enfermedad. Una tarde, al anochecer, fue don Bosco a verle, le bendij
y le mandó que se levantara a la mañana siguiente. Respondió Antonio que no podría hacerlo, porque no se tenía en pie. Y don Bosco
replicó:
-Mañana te levantarás, y además irás de paseo por las afueras de la ciudad.
El muchacho obedeció; se levantó, salió de paseo y llegó a pie hasta la Tesoriera 1, es decir, un buen trecho fuera de la antigua muralla d
la ciudad, sin cansarse. Experimentó enseguida un gran alivio, recobró las fuerzas y el apetito y poco después volvía a disfrutar de excelent
salud. Presentóse a don Bosco para darle las gracias, y el buen Padre, como si se tratara de algo sin la menor importancia, le mandó que
acudiese siempre a él en todos sus apuros materiales y espirituales.
Tenía Antonio Bruno dos hermanos, que vivían en casa ((24)) con la madre.
"Uno de ellos -atestiguaba don Joaquín Berto, natural también de Rubiana-determinó irse a Francia en busca de fortuna; pero antes pasó
por Turín para hablar con él. Don Joaquín le presentó a don Bosco, el cual intentó por todos los medios disuadirlo, pero aquél no quiso
escucharlo; antes de transcurrir el mes, se recibió la noticia de su muerte. El otro hermano, más dócil, quedóse en casa con la madre. Pero
en 1872 tenía que ir al servicio militar, dejando sola en casa a la madre viuda, y sin ayuda, por lo que Antonio debería dejar el Oratorio, al
que pertenecía desde algún tiempo y donde había puesto todo su corazón, para ir atender a su madre.
1 Tesoriera, o Tesorería. -Algo así como la caja del Estado o Delegación de Hacienda, en una provincia. (N. del T.)
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"Preocupado por tal motivo, fue a aconsejarse con don Bosco:
éste le repitió varias veces que estuviese tranquilo, le aseguró que su hermano no iría al cuartel y le exhortó a encomendarse a san José y a
María Auxiliadora, lo que hizo de buen grado.
"De tejas abajo no había esperanza alguna de que el hermano quedara libre. Pero llegó el día de la revista militar. Salió de su pueblo la
víspera con sus compañeros y con ellos caminó toda la noche para llegar, al día siguiente por la mañana, a Susa. En el camino, no se sabe
cómo, se le hinchó tanto un ojo que, apenas se presentó a la visita médica, y sólo por aquella deformidad, fue declarado inútil al instante
con gran sorpresa de todos sus compañeros.
"Alegre y satisfecho volvió con los mismos a su pueblo, pero, antes de llegar a casa, y en el mismo día, se le había deshinchado el ojo
completamente.
"Este hecho -declaraba don Joaquín Berto-me lo contó repetidas veces el , que en la actualidad es un celoso misionero seglar en
Paysandú (Uruguay)".
"A mediados de marzo de 1874, contaba en 1892 el salesiano Félix Gavarino a don Segundo Marchisio, sufrí un agudísimo dolor de
muelas con inflamación de la garganta y de la lengua. Me quedé en la cama aquella mañana hasta las ocho y fui después a la iglesia para
rezar las oraciones. Estaba el buen padre don Bosco revistiéndose para celebrar la misa y, al verme, me hizo señas con la mano para que me
acercara. Yo no podía hablar y, por gestos, le hice comprender mi mal. ((25)) El, entonces, me mandó arrodillar y me bendijo. íFue un
prodigio! Inmediatamente desapareció el dolor y quedé tranquilo. Me acometió el mismo mal dos años después; llamóme el Siervo de Dios
a su despacho y me dijo:
"-Voy a darte una bendición que te sirva para siempre.
"Efectivamente... desde entonces no he vuelto a tener dolor de muelas".
Así lo declaró don Segundo Marchisio en el Proceso Informativo.
El querido Marcelo Rossi, natural de Rosignano Monferrato, ingresó en la Sociedad el año 1871. El 1873 cayó gravemente enfermo en
Alassio. Se lo comunicaron a don Bosco, envióle éste la bendición y sanó tan rápidamente que don Francisco Bodrato le llamaba el hijo de
milagro. En 1874 era asistente de los encuadernadores en el Oratorio y un día tuvo tales vómitos de sangre que llenó tres escudillas. Subió
la enfermería: durante seis días se le repitieron los vómitos; y el médico declaró:
-íEste es el más grave de los enfermos de la casa!
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Don Bosco había anunciado a primeros de año que morirían cinco y, en efecto, ya habían fallecido algunos. El buen Padre fue a visitarlo
lo bendijo. Marcelo, que sospechaba era uno de los cinco, le rogó que le dijera francamente, y sin miramientos, si estaba realmente en el
número de los que iban a morir porque se sentía bien dispuesto a ello.
Miróle don Bosco amablemente y exclamó:
-íQueda tranquilo; tienes que ayudarme todavía a salvar muchas almas!
Sanó y le nombraron portero del Oratorio, puesto que ocupó durante más de cuarenta y ocho años realizando, al mismo tiempo, con
admiración de todos, un verdadero apostolado.
Aquel mismo año cayó gravemente enfermo el clérigo Moisés Veronesi. No había esperanzas de salvarlo. Don Miguel Rúa escribió a don
Bosco, que se encontraba en Liguria, rogándole enviara una bendición para el enfermo. Y don Bosco, después de leer la carta, exclamó:
-íLe envío la bendición, pero no el pasaporte!
Moisés curó perfectamente y, más tarde, hablando con don Bosco de la curación obtenida, oyóle exclamar:
-íTú pasarás de los setenta y dos años!
En efecto, don Moisés Veronesi murió el 3 de febrero de 1930 a la edad de setenta y nueve años.
Probablemente, en el instante en que hacía esta afirmación, el Santo tenía ((26)) presente en su mente que él apenas si llegaría a los
setenta y dos...
La fama de las muchas gracias que se obtenían con sus bendiciones y oraciones, se había extendido por todas partes.
Había en San Pier d'Arena una pobre mujer, que tenía un hijo paralítico; al enterarse de que don Bosco estaba en el Hospicio de San
Vicente de Paúl, tomó al niño en brazos y fue corriendo al Hospicio para presentárselo y que lo bendijera. Eran muchísimos los que querían
hablar con él y esperó pacientemente hasta el momento en que le dijeron que don Bosco iba a marchar. Lanzó entonces un grito de
desesperación. En aquel momento don Bosco salía y se acercó a ella, bendijo al niño y le obligó a santiguarse con el brazo derecho enfermo
íHabía curado instantáneamente!...
Así se lo contaba a don Juan Bautista Lemoyne el genovés señor Bruzzo, de ochenta años, el cual lo había sabido por una nieta suya,
testigo ocular del prodigio.
"Nuestro querido Padre don Bosco, escribía don José Ronchail a
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don Miguel Rúa, cuando estuvo en Alassio (después de la enfermedad que pasó en Varazze), fue invitado por el señor Luis Preve para ir a
su casa a bendecir a su esposa, que hacía ya unos meses no era capaz de salir de casa ni para dar un paseíto. Aceptó la invitación nuestro
amadísimo don Bosco, y yo le acompañé. Entretúvose un rato hablando de asuntos de familia y de otras cosas y, después de exhortar a la
enferma y a la familia a que fueran devotos de la Santísima Virgen, la bendijo.
"Hace dos días vino el señor Preve al colegio y, al encontrarme, me dijo, loco de alegría:
"-Comunique a don Bosco que mi señora mejoró después de recibir su bendición y ahora está perfectamente; esta mañana, día ferial, sali
de paseo con mi hijo mayor".
La señorita Josefina Monguzzi, nacida en Milán, en la parroquia de San Eustorgio, y más tarde directora del Colegio Femenino de Varese
escribía el 19 de marzo de 1891 a don Miguel Rúa. Aseguraba, bajo juramento, que había sufrido continuamente durante casi doce años
agudísimos dolores de cabeza, residuo de una congestión cerebral, que le había durado dos meses, y le había dejado inútil para toda
ocupación.
((27)) Pues bien, sucedió que, después de haber probado inútilmente todos los remedios de la medicina, y encontrándose en Milán con
una hermana suya, directora del Instituto de la Inmaculada, hubo un piadoso sacerdote que, en el mes de mayo de 1872, le sugirió se
presentase a don Bosco, que por aquellos días se encontraba en la ciudad. Acudió a él y le pidió una bendición especial para curar de su
enfermedad, rebelde a toda medicina.
El la bendijo de buen grado, exhortándola antes a que pusiera fe viva en el poder de María. A continuación, diole una medalla de María
Auxiliadora y de san José y le ordenó que la besara cada noche, antes de acostarse, y que rezara un padrenuestro, avemaría y gloria hasta la
fiesta de la Asunción, con la confianza de que curaría. Pero esto sucedió instantáneamente. Ella misma asegura que, antes de salir de la sala
donde estaba don Bosco, su dolor de cabeza desapareció completamente, y hacía ya casi veinte años que se encontraba bien y en
condiciones de poder atender, en su cargo de directora, el Instituto de San José en Varese Lombardo. Por su propia mano escribió y firmó l
narración que confirmó el sacerdote don Benigno Zini, párroco de Biumo Inferiore, junto a Varese.
Eran también muchos los que acudían a él por carta y se veían aliviados de sus dolores.
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"Silvio Giannichini, natural de Pascoso (en la provincia de Lucca) era soldado en Piacenza allá por el año 1872. Estuvo allí dos años, y
fue hospitalizado varias veces por amigdalitis, y una por difteria que le puso en trance de muerte. Gracias a los medicamentos y a los
solícitos cuidados de un experto doctor que le atendía, pudo vencer la grave enfermedad. Pero el médico que lo asistía, al verse obligado a
hospitalizarle tan a menudo por su enfermedad crónica, le sugirió que se sometiera a una operación. A él le faltaba valor para seguir el
consejo del médico que insistía en ello. Escribió entonces a su padre, pidiéndole el parecer del médico de familia, el cual respondió que
podía operarse, puesto que, de ordinario, esas operaciones no tenían consecuencias fatales. Llególe la respuesta del padre junto con la carta
de un hermano sacerdote, el cual -así escribe el interesado-"compadecido de mi ((28)) situación me aconsejó que escribiera a don Bosco a
Turín, que le pidiera la bendición para mi mal y, al mismo tiempo, alguna oración por mí a María Auxiliadora. "Qué ocurrió cuando hice
esto? Pues sucedió que curé completamente y durante el resto del servicio militar no volví a padecer aquella incomodidad. Han pasado casi
cincuenta años desde entonces y nunca más me ha molestado la garganta; excepto una sola vez cuando fui licenciado y, apenas llegado a
casa, se presentó el mal aunque sin consecuencias, lo cual achaco al cambio de clima.
Repito, pues, y confirmo que ya jamás he vuelto a padecer de la garganta, por lo que reconozco que mi curación se debió a la bendición de
don Bosco".
Así lo declaraba el interesado el 31 de agosto de 1920.
Todos le tenían por un gran siervo de Dios, por un santo.
Vivía en Mathi Torinese, el año 1872, una tal María Sopetti, que padecía vejaciones diabólicas. Informaron de ello al arzobispo monseño
Gastaldi, quien sugirió que la bendijera don Bosco. La pobrecita fue a Turín el 30 de noviembre y entraba en la antesala de don Bosco a es
de las nueve y media.
Esperó hasta las diez media con la mirada torva y sin decir palabra. Llegado su turno, se levantó para entrar en la habitación y recibir la
bendición. A cada paso que intentaba dar, veíasela como detenida por una mano invisible; hasta que con gran violencia empezó a gritar con
aire furibundo y de protesta; meneaba la cabeza, contorsionaba todo su cuerpo, y repetía sin cesar:
-íNo, no!
Logróse por fin que entrara y, después de mil esfuerzos, se consiguió que se arrodillara. Don Joaquín Berto, queriendo saber si se
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trataba de una verdadera endemoniada, llamó aparte a don Bosco y le dijo muy bajito al oído, de modo que apenas podía oírsele:
-" Voy a la sacristía en busca de roquete y estola... ?
Nada más decir estas palabras, la pobrecita lanzó un alarido desesperado, gritando:
-íNo, no!
Don Bosco la bendijo, mientras ella se tapaba los oídos con las manos para no oír. Comenzó a hacer mil gestos maniáticos y mil muecas
extrañas, porque le parecía ahogarse, hasta que, hecha un ovillo, se echó a tierra escondiéndose la cara y sin dejar de ((29)) gritar:
-íNo, no diáu, diáu! Cuntacc ((ídiablo, diablo! Mal rayo)).
Después comenzó a gruñir como un cerdo y a maullar como un gato; daba la impresión de que la ahogaba el espíritu del mal. Con
increíbles esfuerzos se logró que besara la medalla y, concluida la bendición, quedóse enseguida en calma.
Respondió a las preguntas que se le hicieron y dijo que llevaba tres años tan atormentada que, si no iba a recibir cada quince días la
bendición del párroco, tenía la sensación de que la ahogaban. Y siguió diciendo:
-"Basta la presencia de un sacerdote, aun sin verlo, para excitar vejaciones... No puedo rezar. Cuando alguien muere, aun cuando yo no lo
sepa, me parece que me agarrotan. Pero estos tormentos, que experimento ahora delante de usted y al recibir su bendición, no son tan
violentos ante otros sacerdotes, salvo cuando quiero ir a confesarme. Y si no digo estas palabras y no hago los gestos que hice hasta ahora,
aunque involuntarios, tengo la impresión de que me ahogan...".
Al salir de la habitación ya iba tranquila. Don Bosco le prometió que, cuando fuera a Lanzo, pasaría a verla en Mathi, o, al menos,
preguntaría por ella. Díjole que besara a menudo la medalla de María Auxiliadora y rezara el avemaría, que el Señor le daba con aquellas
vejaciones un medio para ganar muchos méritos. La pobre mujer siguió presentándose de cuando en cuando a recibir la bendición y el 2 de
enero de 1883 estaba casi completamente libre de la grave tribulación; no experimentaba ya, por lo menos externamente, repugnancia ni
dificultad alguna al presentarse a don Bosco ni al recibir su bendición. Así nos lo contó don Joaquín Berto, que fue testigo de estos hechos.
Era tan grande el aprecio y, digámoslo sin ambages, la veneración que gozaba en el Vaticano, que el Papa le pidió un informe de aquellos
años, cuyo fin no se veía.
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Había sido impulsada a ir a Roma una buena señora, que algunos eclesiásticos creían favorecida por Dios con dones extraordinarios,
según algunos escritos suyos, que sostenían ser verdaderas revelaciones. El Papa la envió al cardenal Patrizi para que la hiciera examinar
por don Bosco, que a la sazón se encontraba en Roma. Sin demora cumplió el Cardenal el encargo de Su Santidad. Don Bosco leyó los
escritos, habló con la señora ((30)) y quedó convencido de que no había en ellos nada de extraordinario, nada que pudiera considerarse
como revelación divina. Comunicó su parecer al Padre Santo y Pío IX, satisfecho, exclamó:
-Para estos asuntos es menester un don Bosco; el que cae bajo sus ojos queda bien examinado y calificado como realmente es.
Aquella pobre señora, en la que podía haber alguna ilusión, pero no soberbia, ni fraude, acabó pidiendo a don Bosco un poco de dinero
para volver tranquilamente a su casa. Llevaba seis meses en Roma, sin más ocupación que la de ir de un eclesiástico a otro para contentar a
los que la habían enviado, y casi no tenía con qué vivir. Obtúvole don Bosco del Cardenal Vicario lo que deseaba y ella regresó a su pueblo
desde donde le escribió varias veces, sumamente reconocida y dándole cada vez las gracias.
"Pío IX, de santa memoria, declaraba don Miguel Rúa en el Proceso Apostólico, tenía el más alto concepto de don Bosco: consultábale d
palabra y por escrito sobre diversos asuntos concernientes al gobierno de la Iglesia en los dificilísimos tiempos que atravesaba, y le
preguntaba, como veremos más adelante, incluso acerca de los acontecimientos futuros relacionados con la Iglesia. Una vez se le
presentaron unos esposos con un niño de ocho años, privado del habla, para que le diera su bendición papal; como supiera el Padre Santo
que, a la sazón, se encontraba en Roma el Siervo de Dios, díjoles:
"-Id a don Bosco. íEl Señor os escuchará por medio de su Siervo!
"Prueba evidente de la gran estimación de espíritu profético y hombre prodigioso en que tenía a nuestro Venerable Fundador".
4. En su escuela
La escuela de don Bosco puede decirse que era una escuela iluminada continuamente por el pensamiento de Dios de la manera más clara
atrayente, sin rasgos de semblante ceñudo, rostro severo
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y frío, sino con los de una virtud verdadera, jovial y alegre, que irradia bondad espontánea, que fascina y arrebata las almas juveniles, y
donde florecen los santos entusiasmos y las vivas aspiraciones para un plan de vida virtuosa y santa.
((31)) "Todo, escribe don Miguel Rúa en el Proceso Apostólico, servía para elevar su mente a Dios y tener santos pensamientos, todo lo
que veía y oía: las hierbas, las flores, los frutos, los pájaros, los animales, los descubrimientos hechos y los que se estaban haciendo, le
llevaban a admirar cada vez más la sabiduría, el poder de Dios, y a amar su Providencia, que suministra lo necesario a los hombres, en su
tiempo y lugar. Manifestaba estos sentimientos con tanta espontaneidad, que se veía cómo brotaban de una mente y un corazón
constantemente inmersos en la contemplación de Dios y de sus atributos".
Como estaba en continua e íntima unión con Dios, era lógico que sintiera la necesidad de elevar también a Dios la mente y el corazón de
los muchachos. Por eso, el recuerdo de Dios y de los deberes que todos tenemos con El para merecer la eterna bienaventuranza, aparecía
siempre en sus labios y quería grabarlo en sus alumnos, especialmente mediante la enseñanza normal del catecismo.
Para lograrlo -hacía notar don Juan Bonetti-"ordenó que todos los maestros de sus casas enseñaran y repasaran a sus alumnos, cada año
y por entero, el catecismo de la diócesis. Daba mucha importancia a este estudio y quería que dos veces en el curso se hiciese un examen d
catecismo con gran solemnidad, y no se concediese premio a quien no hubiera sobresalido en este examen, aun cuando se hubiese
distinguido en otras materias. Fuera de los exámenes ordinarios proponía y concedía premios especiales a los que sabían de memoria todo e
catecismo y, para asegurarse más de que no se descuidara este estudio, pedía a menudo a los maestros que le entregaran los registros de
calificaciones, semanales y mensuales, en los que constaba la puntuación alcanzada por cada muchacho en catecismo". 1
"Estaba yo con él en Alassio -atestigua el Siervo de Dios don Leonardo Murialdo-y nos entretuvimos algún tiempo con un joven, cuyo
nombre no recuerdo. Díjome en broma don Bosco que
1 "Pocos años antes de su muerte, sigue escribiendo don Juan Bonetti, dio una orden general en fuerza de la cual, aunque hubiera una o
más clases de religión cada semana, sin embargo, en todas las fiestas debería darse, al menos, media hora de catecismo en la iglesia, como
suele hacerse en las parroquias bien organizadas".
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volviera algún día a Alassio para predicar una tanda de ejercicios espirituales ((32)) a aquel joven y añadió:
"-Pero que sean unos ejercicios, que dejen profundamente grabado en la mente y en el corazón que QUOD AETERNUM NON EST,
NIHIL EST! (lo que no es eterno, no es nada).
"Y pronunció estas palabras con un semblante y un sentimiento de convicción tan grande, que dejaban ver lo profundamente que él estab
compenetrado de esta máxima".
También don Juan Garino, que fue el primer catequista en Alassio, recordaba que don Bosco le dio este recado para el Director:
-Di a don Francisco Cerruti que no deje de predicar cada año a los muchachos uno o dos sermones sobre la presencia de Dios.
Su recomendación más persistente en las platiquitas de la noche, para vivir en gracia de Dios, era la devoción a la Virgen.
"No sabía hablar a sus alumnos -atestigua don Miguel Rúa-sin recomendar la devoción a María Santísima, y especialmente para
enseñarles a guardar la virtud de la pureza. En la novena de preparación a sus fiestas principales, y en el mes de mayo, no dejaba nunca de
dar una florecilla".
Hemos hallado toda una serie de éstas, puestas en labios de María Santísima y que, dice Lemoyne, fueron recogidas de las palabras de
don Bosco o escritas por él. Las transcribimos al pie de la letra dentro de cierto orden y numerándolas para el fin que luego diremos.
1. Yo soy tu madre; a lo largo del día ofréceme a menudo tu corazón.
2. Al sonar las horas, di en voz baja o con el pensamiento: íSalve, María, mi dulzura y esperanza!
3. íJunto con el mío, invoca a menudo el nombre de Jesús, mi hijo!
4. Besa a menudo mi medalla; al menos por la mañana y por la noche.
5. Cuando vayas de camino, saluda mis imágenes, venciendo todo respeto humano.
6. Hazte con una bonita estampa mía y contémplala y bésala a menudo.
7. Salúdame a menudo de corazón; y tendrás mi amor.
8. íBusca y lee algún libro que hable de mí y de mi amor!
9. íEscribe mi nombre en tus libros y en tu corazón!
10. Sé humilde, paciente y piadoso por mi amor.
11. Obedece sin vacilar; así lo hacía yo en mi casa y en el templo.
12. Si es necesario, cede al parecer ajeno para darme gusto.
13. Cuando reces, junta las manos delante del pecho.
14. Aumenta con tu palabra el número de mis devotos.
((33)) 15. Cada sábado haz una mortificación en mi honor.
16. Cada sábado reza mis letanías para obtener una buena muerte.
17. Cada sábado procura comulgar en mi honor.
18. Comulga a menudo, especialmente en mis fiestas.
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19. Cuando comulgues, encomiéndate a mí para guardar la pureza y la caridad.
21. Querido hijo mío, íatención para no cometer nunca un pecado mortal!
22. Propónte desde ahora impedir el mal con la palabra y el ejemplo.
23. Si quieres darme un gran gusto, encomiéndame a menudo los pecadores.
24. Huye de los compañeros disipados y poco devotos.
25. Si oyes blasfemar, di enseguida interiormente: íSea por siempre alabado el nombre de Jesús y de María!
26. Si alguno te ofende, no te vengues; perdónale por mi amor.
27. Me desagrada la murmuración; ni lo hagas, ni la escuches.
28. En lugar de quejarte por los disgustos, sopórtalos con resignación por mí.
29. En las penas y aflicciones, vuelve la mirada a mí, que soy tu madre.
30. Cuando te mandan algo que te desagrada, di enseguida: -Sí, por amor a María.
31. Huye de los espectáculos del mundo y ama la vida retirada.
32. Procura ser el pacificador de tus compañeros.
33. íCuánto me gustaría que te confesaras bien cada ocho días!
34. Ten mucha confianza con tu confesor ordinario y no lo cambies sin necesidad.
35. Recuerda los consejos del confesor y ponlos en práctica.
36. No dejes pasar quince días sin confesarte durante las vacaciones.
37. Visita normalmente la iglesia durante las vacaciones para dar buen ejemplo.
38. Ama y respeta a los sacerdotes; yo también amaba y respetaba a los Apóstoles.
39. Sé agradecido y respetuoso con los que cuidan tu alma y tu cuerpo.
40. Guarda alguna cosilla para dársela a los pobres por mi amor.
41. Tú eres mi jardín; cultiva las flores más hermosas.
42. Sé el paraíso de mi Divino Hijo con tus virtudes.
43. Que tu virtud preferida sea la virtud angelical: la castidad.
((34)) 44. Ante la tentación de impureza di enseguida: íMadre purísima, ruega por mí!
45. No mires nunca con mala intención.
46. No leas nunca libros peligrosos; y antes de leer un libro, que no conoces, consulta al confesor.
47. Guarda mucha modestia al desnudarte y al vestirte.
48. No entables ni escuches conversaciones escandalosas o mundanas.
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49. No digas, ni en broma, palabras que puedan despertar malos pensamientos.
50. No hables con personas peligrosas, si quieres que yo hable a tu corazón.
51. Si quieres ser benjamín mío, ama al niño Jesús.
52. Quiéreme mucho, quiero ayudarte a ser santo.
Estas florecillas pueden exponerse, donde se crea oportuno, aun junto con otras, y todas numeradas, en un cuadro como se hacía antaño e
nuestras casas. Se coloca una cajita al lado, en la que están los respectivos números, y cada alumno puede sacar de ella, durante las novena
y el mes de mayo, un número con el cual mira y lee la florecilla correspondiente del cuadro y la considera como dada para él en particular.
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Solía también recordar los ejemplos edificantes de los jovencitos más virtuosos que habían pasado por el Oratorio, particularmente de
Domingo Savio, tomando motivo de ello para narrar los nuevos favores que se alcanzaban por su intercesión.
Publicó también algunas de estas gracias, obtenidas por intercesión de Domingo Savio, como apéndice de diversos opúsculos de las
Lecturas Católicas y en las nuevas ediciones de la biografía del angélico jovencito como, por ejemplo, la prodigiosa curación de un catarro
bronquial del seminarista Juan Bautista Pellegrini, del Seminario de Como, obtenida en el año 1871.
Otras, obtenidas en los años correspondientes a este volumen, son todavía inéditas.
Mariana Cumba padecía fortísimas palpitaciones de corazón hacía seis años. Llegó a sus manos por casualidad la vida de Domingo Savio
Llena de confianza, invocó su intercesión y curó perfectamente.
El mismo don Bosco escribió la relación, cuyo manuscrito se conserva, de otros dos favores obtenidos por Josefina Derossi.
((35)) Josefina Derossi, natural de Racconigi, afligida por muchos males, levaba más de quince días inmóvil en cama. Enteróse de los
muchos favores que se obtenían por intercesión del santo jovencito Domingo Savio y se dirigió a él con esta plegaria:
-Domingo Savio, tú que fuiste modelo de santidad en vida y ahora concedes desde el cielo tantas gracias a quien te invoca, obténme de
Dios conformidad con mis males y líbrame de estos dolores.
Quedé instantáneamente como sumida en un dulce sueño y, después de un breve descanso, me desperté totalmente curada. Esto sucedió e
año 1869.
Este año (mayo 1871) me ha sucedido una grave desgracia: una caída me produjo contusiones y me rompí un pie. Los prolongados y
agudos dolores, la duración y, más aún, el aumento del mal, hicieron que me acordase del antiguo y celestial protector, Domingo Savio. Le
recé un padrenuestro y avemaría prometiendo hacer algo para su honor y gloria. También esta vez conocí el poder del Señor y quedé curada
instantáneamente, pudiendo caminar y volver a mis ocupaciones ordinarias.
Cumplo ahora mi obligación visitando la iglesia de María Auxiliadora, de quien él era tan devoto cuando vivía en esta tierra.
Turín, 19 de noviembre de 1871.
JOSEFINA DEROSSI
La escuela de don Bosco, lo mismo que su carácter, tenía un sello, una forma, un programa particular.
"Su método educativo, destaca el Padre Juan Semería, era la moral
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más austera revestida de la forma más alegre, el método de san Francisco de Sales y de san Felipe Neri; la juventud, respetada en sus
mejores instintos; corregida, resuelta y enérgicamente, en sus más bajos instintos" 1.
-Lo que debe distinguir a nuestra Sociedad, solía repetir claramente el Santo Fundador, es la castidad, lo mismo que la pobreza distingue
los hijos de san Francisco de Asís y la obediencia a los hijos de san Ignacio.
La castidad fue su virtud favorita.
"Las virtudes morales, atestiguaba monseñor Cagliero en el Proceso Informativo, y especialmente su castidad, adornaron y santificaron d
tal suerte su. vida exterior, que nos parecía no sólo un santo, sino un ángel; tan angelical era la ((36)) modestia de su cuerpo, el candor de s
alma y la pureza de su corazón...
"Recuerdo que fue consultado por una noble familia sobre la posibilidad de obtener de la Santa Sede la dispensa del vínculo matrimonial
porque, quince días después de la boda, el marido había abandonado a la esposa; como el Siervo de Dios debía insinuar alguna pregunta
sobre la consumación del matrimonio, y, en consecuencia, aclarar si era posible o no la disolución del vínculo, no se sintió con valor para
ello y me envió a mí los consultantes para que yo resolviese su caso".
A los ojos de todos apareció singular en la práctica de la virtud angélica.
"Quedaba uno maravillado, declara don Miguel Rúa en el Proceso Informativo, al observar el recato con que trataba a las personas de otr
sexo. La condesa Callori, entre otras, llamó mi atención ante el hecho de que nunca alzara don Bosco los ojos para mirarla al rostro, lo cua
resultaba de gran edificación. Lo mismo procedía con aquéllas que por devoción querían signara su frente con el pulgar o colocara la mano
sobre su cabeza; se negaba a ello diciendo que les bastaba la bendición sacerdotal; y, si alguna vez se manifestaba algo contrariado, era
cuando alguna indiscreta le agarraba de la mano para que le tocara los ojos enfermos o la pusiera sobre su cabeza. Con sus alumnos tenía
todas las precauciones para evitar cualquier cosa que pudiera ser ocasión de peligro, e inculcaba lo mismo a sus clérigos y sacerdotes".
Un detalle importante.
1 L'Azione, periódico de Sarno (Salerno). Año VIII, N.° 10.
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Habiéndole preguntado a don Miguel Rúa en el Proceso Apostólico, si pensaba que don Bosco tuvo que vencer tentaciones contra esta
virtud, respondió claramente:
"-Pienso que tuvo tentaciones contra esta virtud; lo deduzco de alguna palabra que le oí cuando nos recomendaba la templanza en la
bebida... y nos lo decía para que nos guardáramos de bebidas excitantes. Pienso también que, dada la atención que ponía para evitar las
ocasiones y estar siempre ocupado en trabajar por la gloria de Dios y el bien de las almas, estas tentaciones no fueran muy frecuentes, ya
que las superaría victoriosamente con gran mérito para su alma. ((37)) Me apoyo para pensar así en la continua mortificación a que se
entregaba para frenar las pasiones. Repetía a menudo las palabras de san Pablo: Castigo corpus meum et in servitutem redigo (castigo mi
cuerpo y lo reduzco a la esclavitud), recomendando a sus hijos la mortificación de los sentidos. Nos daba de ella espléndidos ejemplos pue
aunque no mostraba la austeridad de los largos ayunos, cilicios, disciplinas, etc., empleaba, sin embargo, una constante mortificación de lo
sentidos... imitando en esto el ejemplo de san Francisco de Sales, al que había elegido como modelo y protector de sus obras".
"Estaba yo a punto de ir a predicar los ejercicios en un colegio, escribe monseñor Costamagna, cuando me llamó don Bosco y me dijo:
"-Di a esos nuestros queridísimos hijos que don Bosco ya se ha olvidado de tantos sermones como oyó en el decurso de su larga vida y d
la mayor parte de los muchos y estupendos libros que leyó; pero que no ha podido olvidar jamás una palabra fea que le dijo un mal
compañero cuando tenía seis o seite años. íEl demonio se ha encargado de que no se borrara de mi mente tan triste recuerdo! Diles, pues, a
esos muchachos:
"-íAy de quien enseña palabras feas y ay de quien escandaliza!".
Detestaba tanto una conversación escandalosa que se le oyó repetir:
-íSi no fuera pecado, los estrangularía con mis propias manos!
Era imposible superar sus cuidados para que reinara el amor de la castidad en todos.
"Tenía don Bosco un amor tan grande a la castidad, declaró don Julio Barberis en el Proceso Informativo, que no satisfecho con
conservarla él a la perfección y sugerir a los Salesianos los medios para conservarse puros, añadía todavía todas sus solicitudes para que
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también los muchachos, que le confiaba la divina Providencia, pudieran conservar sin mancha esta hermosa flor de virtud.
"Se afanaba para apartarlos de los peligros. Por eso acortó las vacaciones, estaba alerta para elegir asistentes y maestros, mandaba tener
cerrados durante el día los dormitorios y, en general, todos los escondrijos; quería amplios patios, donde todos los muchachos pudieran
estar ((38)) a la vista de los asistentes, prohibía que los alumnos entraran en las habitaciones de los otros e incluso en las de los Superiores,
excepto los que tenían despacho, por ejemplo, el director y el prefecto. Quería que los asistentes no dejaran solos a los jóvenes y que por la
noche tuvieran corridas las cortinas de su cama para poderlos vigilar mejor. Pero, lo que más cuenta, es que sugería a los mismos
muchachos tantos medios que, de practicarlos, se podía tener la seguridad de que se conservaban castos. Aconsejaba, sobre todo, la
frecuencia de los sacramentos y la devoción a la Virgen.
"Por la naturaleza de su institución tenía que aceptar en su internado muchachos, que ya habían sido alguna vez víctimas de las pasiones
humanas. Pero tomaba tantas y tales precauciones para que no perjudicaran a los demás que nunca sucedía ningún grave inconveniente.
Además, él mismo no los perdía de vista y, si sospechaba que alguno de ellos necesitaba vigilancia especial, avisaba a otros superiores para
que anduvieran ojo avizor y, para mayor seguridad, ponía a su lado algún compañero seguro en la virtud, con el encargo de no perderlo
nunca de vista, de que se ganara su amistad, y que, con garbo, lo encaminara a las prácticas piadosas, especialmente a la frecuencia de los
Sacramentos. No hay, pues, que extrañarse de que con todos estos medios se obtuvieran conversiones extraordinarias y no hubiera graves
desórdenes".
íTampoco hay que extrañarse de que sucedieran hechos singulares, y hasta ordinarios, entre los alumnos del Oratorio! En la escuela de un
santo, y de un santo como don Bosco, florecían las azucenas y se formaban ángeles de los que a veces se servía el Señor para hablar a su fie
Siervo!
Un día del 1871, estaba en el patio, rodeado de muchachos, los cuales sabían que pronto iría a Roma.
Uno de ellos se alzó de puntillas y le dijo claramente al oído:
-Diga esto y esto al Papa.
Acabado el recreo, subió a su habitación, mandó llamar al muchacho y pidió le repitiera lo que le había dicho poco antes, y le oyó
responder:
-íSi no le he dicho nada...!
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((39)) Fue a Roma y se olvidó del encargo. Pero, a su vuelta al Oratorio, he aquí que se le acercó el mismo jovencito y le dijo:
-íDon Bosco, le había encargado que dijera esto y esto al Papa!... Cumpla de veras mi recado.
Volvióle a llamar el Santo como la otra vez, hízole la misma pregunta y el muchacho contestó:
-íYo no le he dicho nada! íYo no sé nada!
Era tal su candor que don Bosco ya no insistió; pero, convencido de que el Señor le había hablado, una y otra vez, por boca de aquel
jovencito, cuando volvió a Roma dio el recado al Papa.
No sabemos quién fue ese jovencito; sólo sabemos que se hizo salesiano, sacerdote y misionero.
En otra ocasión estaba don Bosco preocupado frente a un gravísimo asunto en el que no sabía qué partido tomar. Fue a celebrar la misa y
en el momento de la elevación de la Hostia, vino a su mente una solución, que parecía resolver toda dificultad. Se sintió tranquilo y dio
gracias al Señor. Acabada la misa, volvió a la sacristía, y el muchacho que le había ayudado, se le acercó y le dijo:
-Aténgase al partido que vino a su mente en el momento de la elevación.
Quedó atónito y, cuando subió a la habitación, mandó llamar a aquel muchacho, le preguntó, y le oyó responder que... íno recordaba
haberle hablado!
Hubo más hechos extraordinarios que demuestran la realidad de la vida santa de muchos en el Oratorio.
En cierta ocasión, acompañaba a un sacerdote forastero para visitar el altar de María Auxiliadora. Se encontró allí con un muchacho
levantado en el aire, en un rapto de adoración, detrás del altar mayor. Al aparecer los visitantes, quedó turbado y, volando como pluma que
lleva el viento, fue a arrodillarse a los pies del Santo pidiéndole perdón.
-Tranquilo, tranquilo, le contestó, vete a tu quehacer, íno pasa nada!
Y volviéndose al sacerdote, se limitó a decirle:
-íDiríase que son cosas de la edad media, pero suceden hoy!
Otra vez, entró en el santuario de María Auxiliadora por la plaza, a una hora en que no había nadie, y vio a un alumno suspendido ((40)
)
en el aire, ante el gran cuadro del altar mayor. Lo mismo que san José de Copertino, en un ímpetu de amor se había lanzado hasta allá para
besar la imagen de María Auxiliadora.
Fue el mismo don Bosco quien narró varias veces estos hechos.
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Cuando los contó en Alassio estaba presente don Luis Rocca, de cuyos labios los escuchó don Juan Bautista Lemoyne.
Monseñor Andrés Scotton también le oyó contar otro hecho extraordinario, sucedido tal vez después del año 1874.
Un muchacho de unos doce o trece años de edad entró una mañana en la habitación de don Bosco, sin llamar a la puerta y sin pedir
permiso. Con cierto tono imperativo, le dijo:
-íDon Bosco, escriba!
Don Bosco, que conocía muy bien los dones sobrenaturales, con que el Señor había enriquecido el alma de aquel angelito, tomó la pluma
para escribir.
Le dictó una sarta de nombres y apellidos. Eran los de unos muchachos, llegados al Oratorio, especialmente de la Emilia (comarca de
Italia) astutamente introducidos por obra de la masonería, con el fin de corromper a sus compañeros y afiliarles a la secta. Tenían sus
matrículas y tarjetas de identificación; y aquel querido jovencito reveló a don Bosco, con pelos y señales, la trampa con todos los detalles.
Como la investigación era facilísima, don Bosco tuvo enseguida todos los hilos de la trama en sus manos.
Pero, antes de despedirse de aquel ángel, quiso saber cómo y por qué medios había llegado a descubrir aquellos secretos. Después de
alguna resistencia, declaró que hacía unos días que Nuestro Señor le había hecho ver todo aquello como en un espejo, para que lo revelara
don Bosco, y que, por no haberlo descubierto todavía, aquella mañana, después de comulgar, le había reprendido severamente Nuestro
Señor.
El Miles Christi (soldado de Cristo), si alguien desea saberlo, oyó el relato del hecho de labios del mismo Siervo de Dios 1.
Solía hacer estas comunicaciones confidencialmente, y terminaba diciendo:
-íDon Bosco es un pobre cura cualquiera, pero tiene muchos santos jovencitos que le atraen las simpatías de los buenos y las bendiciones
de Dios!
((41)) 5. Un don singular
Con luz meridiana se ve en la Biblia y en las vidas de los santos, que Dios se sirve también de los sueños para guiar a sus siervos.
Don Bosco fue favorecido con este don de una manera singular, desde la niñez, cuando se le señaló la misión que había de cumplir, y
después, durante toda su vida, con la visión de los caminos a seguir y
1 Véase: La Riscossa de Breganze (Vicenza), 17 agosto 1907.
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el desarrollo de su apostolado y los medios más adecuados para llevarlo a cabo con fruto.
Sus cuidados paternales, siempre heroicos, estaban encaminados a conducir a los muchachos por los caminos de la gracia, mediante el
amor de Dios y la fuga del pecado. El Señor iba poniéndole delante escenas verdaderamente singulares, con cuya simple exposición a los
alumnos daba a su palabra una eficacia maravillosa; le indicaba claramente el estado de sus conciencias; le sugería los medios más eficaces
para animarlos a confesarse bien y guardar la virtud de la pureza y a vivir constantemente preparados para la muerte.
Y como también le inspiraba normas particulares de vida para recomendarlas e inculcarlas a sus hijos espirituales, de cuando en cuando l
mostró los mejores caminos a seguir en determinadas circunstancias, de tal forma que puede decirse que hasta en el sueño, estaba siempre
con sus hijos y unido a Dios.
Ya hemos reunido y clasificado más de ciento cuarenta narraciones de estas ilustraciones especiales y doce de ellas pertenecen a los años
cuya historia escribimos.
Algunas son serias invitaciones para prepararse a bien morir y predicciones de muerte; otras son espléndidas y claras ilustraciones del
estado de las conciencias; varias contienen precisas y memorables ilustraciones catequísticas; una señala el primer campo de misión
reservado a los Salesianos y otras se refieren a acontecimientos públicos.
((42)) Antes de pasar a exponerlas, conviene advertir que, excepto tres, todas son un resumen de las narraciones hechas por don Bosco. A
menudo duraban más de una hora, por lo que fácilmente pueden contener alguna inexactitud, pero eso no quita que debamos considerarlas
como preciosas, pues igualmente nos dejan comprender lo mucho que Dios favoreció a nuestro santo Fundador, y, al mismo tiempo, ponen
ante nuestros ojos un sinnúmero de preciosas ensenanzas.
Helas aquí por orden cronológico.
La primera es un precioso autógrafo de don Bosco:
1. Una visita al Colegio de Lanzo: "No tengáis malas conversaciones; comulgad a menudo; sed devotos de la Virgen; cumplid los
propósitos que hacéis en la confesión" 1.
1 Véase: Capítulo II-2. SIEMPRE ADELANTE En Lanzo.
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Turín, 11-2-1871
Muy queridos hijitos míos:
Mucho deseo, queridos hijos en Jesucristo, ir a pasar el carnaval con vosotros. Caso insólito, porque en estos días no acostumbro alejarm
de la casa de Turín. Pero el afecto que tantas veces me habéis manifestado, y las cartas que me habéis escrito, contribuyeron a esta
determinación. Hay, además, un motivo que más me lleva a ello y es una visita que os hice no ha muchos días. Oíd la terrible y dolorosa
narración.
Sí, he ido a visitaros sin que vosotros, ni vuestros superiores lo supierais. Llegué a la plazoleta que hay delante de la iglesia y vi un
monstruo verdaderamente horrible. Tenía unos ojos grandes y centelleantes, nariz gruesa y chata, boca ancha, barbilla puntiaguda, orejas
como las de un perro, y salían de su cabeza dos cuernos como los de un macho cabrío. Reía y bromeaba con algunos compañeros suyos
saltando acá y acullá.
-"Qué haces aquí, monstruo infernal?, le pregunté asustado.
-Me divierto, respondió; no sé qué hacer.
-"No sabes qué hacer? "Es que has determinado dejar en paz a estos mis queridos muchachos?
-No hace falta que yo me ocupe de ello; tengo dentro amigos míos que hacen mis veces a las mil maravillas. Hay un grupo de alumnos
que se alistan y son fieles a mi servicio.
((43)) -íMientes, padre de la mentira! Hay muchas prácticas de piedad, lecturas, meditaciones, confesiones...
Me miró con una sonrisa burlona y, haciéndome señas para que le siguiera, me llevó a la sacristía, donde me mostró a director que estaba
confesando:
-Mira, añadió; algunos son enemigos míos, pero hay muchos que también me sirven aquí, y son los que prometen y no cumplen; se
confiesan siempre de lo mismo, y yo disfruto mucho con sus confesiones.
Me llevó después a un dormitorio y me enseñó algunos que durante la misa piensan mal y no quieren ir a la iglesia. Después me señaló a
uno diciendo:
-Este estuvo ya en trance de muerte y entonces hizo mil promesas al Creador; pero después íse hizo peor que antes!
Me llevó después a otros lugares de la casa y me hizo ver cosas, que me parecían increíbles y que no quiero escribir, pero os las contaré
de viva voz. Entonces llevóme al patio; después, con sus compañeros, delante de la iglesia, y yo le pregunté:
-"Qué es lo que más te ayuda de estos jovencitos?
-íLas conversaciones, las conversaciones, las conversaciones! Todo viene de ahí. Cada palabra es una semilla que produce frutos
maravillosos.
-"Quiénes son tus mayores enemigos?
-Los que comulgan a menudo.
-"Qué es lo que más te disgusta?
-Dos cosas: la devoción a María...
Y se calló, como si no quisiera seguir adelante.
-"Cuál es la segunda?
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Entonces se estremeció. Parecía un perro, un gato, un oso, un lobo.
Tan pronto tenía tres cuernos, como cinco o diez. Veíansele tres cabezas, cinco, siete. Y todo
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casi a un mismo tiempo. Yo temblaba, él intentaba huir; pero yo quería obligarle a hablar, hasta que le dije:
-Quiero a toda costa que me digas qué es lo que más temes de todo lo que aquí se hace. Te lo mando en nombre de Dios Creador, Señor
tuyo y mío, a quien todos debemos obedecer.
En aquel momento él y todos los suyos se retorcieron, tomaron formas, que no quisiera volver a ver jamás en mi vida; armaron después u
gran estruendo lanzando horribles alaridos, que terminaron con estas palabras:
-Lo que más daño nos causa, lo que más tememos es la observancia de los propósitos que se hacen en la confesión. Soltaron estas
palabras entre gritos, tan espantosos y tan penetrantes, que todos aquellos monstruos desaparecieron como rayos, y yo me encontré sentado
en mi habitación, junto a mi mesa de trabajo. Lo demás os lo contaré de viva voz y os lo explicaré todo.
Dios nos bendiga, y creedme siempre vuestro.
Afmo. en Jesucristo
JUAN BOSCO, Pbro.
((44)) 2. Un estandarte fúnebre -Visita a los dormitorios acompañado de la Virgen.
En los comienzos del mes de noviembre de 1871, don Bosco daba el aviso de que, antes de finalizar el año, uno de los alumnos del
Oratorio pasaría a la eternidad.
Habiéndole preguntado alguien de la casa cómo había llegado a saberlo, contestó:
"Me pareció ver en sueños un estandarte desplegado al viento, llevado por algunas personas; parecían ángeles, pero no lo recuerdo bien.
"Por una parte se veía pintada la muerte con su mortífera guadaña, en actitud de cortar el hilo de la vida de alguno; por la otra, aparecía
escrito el nombre de un muchacho. En la parte inferior de aquella enseña, se leía: ''1871-72'', con lo que se quería indicar que aquel
muchacho pasaría a la eternidad antes de que terminase el año."
Así lo narra Lemoyne.
También don Julio Barberis tomó nota de las muertes predichas por don Bosco en aquellos años, advirtiendo que en la visita que hizo a
los dormitorios iba en compañía de la Virgen.
En el año de 1871 la Santísima Virgen acompañó a don Bosco a recorrer los dormitorios para indicarle que entre los muchachos había un
que tenía que morir muy pronto, y que lo preparase al gran paso.
Esta visita a los dormitorios era frecuente.
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A veces, a la cabecera de cada muchacho se veía un cartel en el que se ponía de manifiesto el estado de su conciencia; otras veces,
aparecía sobre la frente del durmiente la calidad de su culpa; en una ocasión vio pendiente sobre la cabeza de uno, una espada sujeta al
techo por un hilo finísimo próximo a romperse, mientras el tal se agitaba en el lecho angustiosamente, como quien es víctima de sueños
espantosos. A veces vio también a los demonios en el dormitorio rodeando a ciertos muchachos y también a un solo demonio aguardando e
permiso (de la divina justicia) para matarlo.
Indudablemente, don Julio Barberis hace referencia a diversos sueños que don Bosco tuvo en aquellos años.
La predicción, hecha a primeros de noviembre, se cumplió fielmente con la muerte de Eugenio Lecchi, natural de Felizzano.
((45)) 3. El demonio en el patio: anota las faltas de los alumnos con figuras alegóricas y citas de la Escritura -"íGracia obtenida!"-22
Réquiem.
Estando enfermo en Varazze, en diciembre de 1871 y enero de 1872, don Bosco soñó varias veces con los alumnos del Oratorio. Así lo
atestiguan varias cartas del salesiano Pedro Enría, que estaba siempre al lado del siervo de Dios, y del director de. dicho colegio, don Juan
Bautista Francesia.
Al regresar al Oratorio, una noche, no sabríamos precisar el día pero sí a los comienzos de marzo, contó a los alumnos uno de aquellos
sueños a los cuales se hacía pública referencia y que todos deseaban oír de sus labios; y pocos días después, el 4 del mismo mes, volvía a
exponer algunos detalles e el mismo.
Don Joaquín Berto hizo también por escrito un extracto de este relato, mas, por fortuna, llegó a nosotros otro más detallado, escrito
evidentemente por aquellos días, no sabemos por quién, pero sí muy interesante.
Lo ofrecemos al lector literalmente.
Algún detalle resulta algo oscuro, es decir, podría haber sido expuesto con mayor claridad; pero el conjunto deja entrever la importancia
del documento.
He aquí el texto original:
I
Sueño de don Bosco durante su enfermedad en Varazze -El mismo lo contó a los alumnos, estudiantes y aprendices, reunidos al efecto.
Hablé con alguien en cierta ocasión sobre un sueño que había tenido; y varios me pidieron les dijese el significado del mismo. No faltó
quien me escribió desde
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otras casas hablándome sobre esto. Ahora escuchad, porque os lo voy a contar a vosotros para que riáis un poco; pues ya se sabe que,
cuando uno sueña es porque está durmiendo, y, por tanto, démosle sólo la importancia que merece.
Yo, aun durante mi enfermedad, estaba siempre entre vosotros con el pensamiento. Allá hablaba siempre de vosotros de día, de noche
((46)) y en todo momento, porque mi corazón estaba aquí. Por tanto, hasta cuando soñaba, soñaba con vosotros y con las cosas del Oratorio
Vine, pues, varias veces a visitaros; y sabría referir las cosas relacionadas con muchos de los que me escuchan mejor que ellos mismos.
Es cierto que no venía a haceros estas visitas con el cuerpo, porque de haber sido así me habríais visto.
Una noche, apenas me quedé dormido, he aquí que me pareció inmediatamente estar aquí en medio de vosotros. Me pareció que salía de
la iglesia antigua y que me encontraba con uno en este rincón del patio (junto a los pórticos que lo unían con el locutorio).
Tenía el tal un cuaderno en la mano en el que aparecían escritos los nombres de todos los alumnos. Me miraba e inmediatamente se ponía
a escribir. Abandonando este sitio, se fue al rincón de las clases antiguas; después, al fondo de la escalera donde están actualmente, y en
menos tiempo del que yo tardo en decirlo, había dado una vuelta por todo el patio, observando y escribiendo sin perder tiempo.
Deseoso de saber quién era y qué escribía, fui tras él, pero andaba tan de prisa que yo tenía que correr para seguirlo.
Pasó también al patio de los aprendices y, con celeridad extraordinaria, seguía observando y escribiendo. Sentí nuevo deseo de saber qué
escribía. Me acerqué y vi que escribía en el renglón en el cual estaba anotado el nombre de un muchacho y luego en otro. Mientras él
miraba hacia una y otra parte, yo me aproximé aún más, volví algunas hojas y vi que por una parte estaban los nombres de los jóvenes y qu
en la otra página del cuaderno, de cuando en cuando, se veían figuras de animales. Al lado de algunos había un cerdo con estas palabras:
Comparatus est iumentis insipientibus, et similis factus est illis (se comparó con los necios jumentos se hizo semejante a ellos). Junto a
otros había pintada una lengua con dos puntas, con la inscripción: Sussurrones, detractores..., digni sunt morte; et non solum qui ea faciunt
sed etiam qui consentiunt facientibus (murmuradores, detractores... son dignos de muerte; y no sólo los que tal hacen, sino también los que
consienten con los que lo hacen). Junto a otros había dos orejas de asno muy largas, que significaban las malas conversaciones, y estas
palabras: Corrumpunt bonos mores colloquia prava (las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres). Otros tenían pintado un
búho o algún otro animal. Yo pasaba las hojas con mucha rapidez, y pude observar que algunos nombres estaban grabados en el papel y no
escritos con tinta, por lo que apenas si se podían entender.
Entonces miré con atención a aquel tipo y vi que tenía dos orejas largas y muy rojas; que le brillaban en la frente dos ojos que echaban
sangre y fuego y que tenía el rostro como si hubiera sido de fuego.
-íAh! Ya te conozco, dije para mí.
Dio otras dos o tres vueltas por el patio, y, mientras se ocupaba con el mayor interés en su misión de observar y escribir, sonó la campana
para ir a la iglesia. Yo me dirigí hacia ella y también él se puso inmediatamente cerca de la puerta por donde tenían que pasar los jóvenes;
desde allí observaba los que entraban. Cuando todos hubieron entrado en el sagrado recinto, entró él también y ((47)) se colocó junto a la
verja de la balaustrada, y desde allí tenía la vista clavada en los muchachos que escuchaban
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la santa misa. Yo lo quería ver todo, y, al comprobar que la primera puerta de la sacristía estaba semicerrada, me fui a ella y seguí
observándolo. Celebraba la misa el reverendo Cibrario. Al llegar el momento de la elevación, los jóvenes entonaron la jaculatoria: Sea
alabado, y reverenciado en todo momento el Santísimo y Divinísimo Sacramento. Y al mismo tiempo se oyó un fragor en la iglesia como s
se desplomase; apareció el individuo y desapareció también, entre una humareda con trozos de papel convertidos en ceniza, el cuaderno qu
tenía en las manos.
Di gracias al Señor, que se había dignado vencer y arrojar fuera de su iglesia a aquel demonio. Comprendí que la asistencia a la misa ech
por tierra todas las ganancias que puede lograr el diablo y que los momentos de la Elevación son terribles para el enemigo de las almas.
Terminada la misa salí, convencido de que no me encontraría más con aquel individuo; mas he aquí que, apenas traspuse la puerta, vi un
tipo completamente agazapado en un rincón junto a la iglesia. Se cubría la cabeza con un gorro rojo; observé atentamente y vi que del gorro
salían dos largos cuernos.
-íHola! "Todavía estás aquí, mal bicho?
Y grité tan fuerte que asusté al pobre Enría, que dormitaba junto a mi cama, y yo me desperté.
Aquí tenéis el relato del sueño que tuve y, aunque no es más que un sueño, por él pude conocer algo en lo que jamás había pensado.
Y es que el demonio no se conforma con anotar en su libro el mal que ve hacer, pues el Señor no le creería en el juicio, sino que escribe
también las palabras de condenación tomadas de la Escritura y de la ley de Dios; así él mismo pronuncia la sentencia.
Ahora habrá muchos que desearán saber si tenían algo escrito, y qué era, y si sus nombres estaban anotados con tinta o no. Pero no
conviene que lo digamos aquí en público; en particular podré contestar a quien lo desee.
Otras muchas cosas vi en este sueño; hay otros episodios con las palabras de indignación que dijo contra mí y contra algún otro; pero esto
sería muy largo de contar; lo iremos diciendo poco a poco.
II
Detalles del sueño que tuvo don Bosco en Varazze, durante su enfermedad.-El mismo los contó el 4 de marzo, por la noche, a todos los
muchachos, estudiantes y aprendices juntos.
Esta noche tendría que deciros muchas cosas del pasado y del presente; pero como hay muchos que continuamente preguntan algún
detalle de aquel ((48)) bendito sueño, hoy os diré alguno, pues contarlos todos sería el cuento de nunca acabar.
Preguntaba alguno si, después de haberse quemado el cuaderno que llevaba aquel caballerete, no vi nada más. He aquí lo que vi entonces
Apenas quedó reducido a cenizas aquel libro y desapareció aquel horrible animal, se levantó una especie de nubecilla en medio de la cual v
como una bandera o estandarte con esta inscripción: "íGracia obtenida!" y había, además, otras cosas que yo no os quería decir para que no
os ensoberbecierais un poco; pero os las manifestaré porque todos sois buenos y virtuosos. Mezclando burlas con veras, pude ver que
vuestras conciencias, durante el tiempo que yo estuve ausente, se conservaron todas en un buen estado.
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Puedo aseguraros que habéis conseguido muchas gracias en favor de vuestras almas y también la que pedisteis, a saber: mi curación.
Pero no es esto todo lo que vi en el sueño. Mientras yo y algún otro seguíamos a aquel demonio para ver lo que hacía y lo que escribía,
pude ver que en el cuaderno estaban los nombres de todos vosotros; pero después, a dos o tres por página, siguiendo la línea del nombre
sobre el que se leía: "1872-1873-1874-1875-1876", al llegar a esta cifra, en lugar del nombre había estas palabras: Requiem aeternam;
pasaba a otra página y otra vez se leía: Requiem aeternam faltando el nombre de otro individuo que estaba en la primera.
Solo pude ver hasta el "1876"; conté los Requiem aeternam y eran 22, de los cuales "6" correspondían al "1872"; pero hasta llegar al
1876 eran 22.
Intenté interpretar esto, pues habéis de saber que los sueños hay que interpretarlos, y comprendí que antes del 1876 se deberían haber
cantado ya 22 Requiem aeternam. Dudé un poco en aceptar esta interpretación, porque me pareció exagerado que antes del 76 tuviesen que
morir tantos de nosotros, estando todos sanos y robustos, pero no supe darme otra explicación. Esperemos que se puedan cantar también la
palabras que vienen detrás, esto es, et lux perpetua luceat eis (y luzca para ellos la luz perpetua), y nosotros podamos decir que tal luz
resplandece ante nuestros ojos.
Ahora no quiero, ni conviene que yo diga, cuántos y quiénes de entre vosotros tuviesen escrito el Requiem aeternam: dejémoslo en el
campo de los inexcrutables designios de Dios; nosotros pensemos sólo en conservarnos en su gracia, para que, cuando llegue nuestro día,
podamos presentarnos confiados al Divino Juez.
Por mi parte, habiendo obtenido por mediación de vuestras oraciones la curación, aunque no deseaba mucho sanar -pero dado que la vida
es un don de Dios, si El nos la conserva, es una gracia que nos concede ininterrumpidamente-procuraré emplearla siempre en su servicio y
para vuestro bien, pues sois vosotros quienes me habéis conseguido la salud, a fin de que podamos todos un día ir a gozar en el cielo de
Dios, que tantos favores nos prodiga en este valle de lágrimas.
((49)) De las pacientes investigaciones hechas en los registros de la casa, en los de la administración y en los de las clases, como también
en el Necrologio de don Miguel Rúa, resulta que los muertos fueron realmente veintidós, y precisamente seis en 1872, siete en 1873, cuatro
en 1874 y cinco en 1875.
También don Joaquín Berto tomó apuntes de este sueño, pero posteriormente, por lo que no debe extrañarnos alguna inexactitud;
y ateniéndose a sus memorias, declaraba también en el Proceso Informativo que don Bosco había predicho seis muertos en el 1872 y
veintiuno para los tres años siguientes, y concluía: "Habiendo visto por mis propios ojos... exactamente cumplida la predicción del primer
año de 1872, no me preocupé de tomar nota de los demás, creyendo que sería inútil, pues, según lo acostumbrado, morirían ciertamente en
el tiempo predicho otros veintiuno, como en efecto sucedió por lo que recuerdo".
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En el cómputo realizado hemos excluido a los que murieron fuera del Oratorio, como Cavazzoli en Lanzo, otros en Borgo San Martino,
en el hospital de San Juan, y en su casa, de forma que, entre todos, llegarían a igualar y tal vez a superar el número indicado por don
Joaquín Berto.
Pero nos abstenemos de publicar los nombres, pues no creemos conveniente, como se verá, decir quiénes fueron algunos.
4. "íSomos diez... somos diez... los que no hemos hecho bien los ejercicios espirituales!".
Del 3 al 7 de julio de 1872, predicaron en el Oratorio los ejercicios espirituales a los alumnos, los reverendos Lemoyne y Corsi. Don
Bosco, después de haber pedido al Señor que le diese a conocer si todos lo habían hecho bien, tuvo este sueño, que después contó a toda la
comunidad:
Me pareció estar en un patio mucho más espacioso que el del Oratorio, todo rodeado de casas, plantas y matorrales. En las ramas de los
árboles y entre las espinas de la maleza había, de trecho en trecho, algunos nidos, con polluelos a punto de emprender el vuelo en distintas
direcciones. Mientras me deleitaba oyendo el piar de aquellos pajarillos, he aquí que cayó delante de mí uno por cuyo canto conocí que era
un ruiseñor.
((50)) -íOh!, me dije, si te has caído es que las alas aún no te sirven para volar y por tanto te podré agarrar.
Y diciendo esto avancé y alargué el brazo para apoderarme del pajarillo.
Pero íqué! casi le rozaba las alas, casi, casi lo tenía en mis manos, cuando el pajarillo, haciendo un esfuerzo, se echó a volar hasta la mita
del patio.
-Pobre animal, me dije; es inútil todo esfuerzo; es inútil que escapes, pues te perseguiré hasta agarrarte.
Y comencé a correr tras él. Estaba ya para atraparlo y me hizo la misma jugada de antes: concentrando todas sus fuerzas, consiguió volar
aún más lejos.
-íVaya con el animalejo!, exclamé; quiere salirse con la suya; pues bien: veremos quién gana la partida.
Y me acerqué a él por tercera vez. Pero, como si persistiese en burlarse de mí, cuando lo tuve casi en mi poder, se levantó como a la
distancia de un tiro de escopeta y más aún.
Yo le seguí con la vista, maravillado de su atrevimiento, cuando de pronto vi caer sobre el pequeño ruiseñor un enorme gavilán que,
aferrándolo con sus poderosas garras, se lo llevó para devorarlo.
Al ver aquella escena sentí que la sangre se me helaba en las venas y, deplorando el infortunio del incauto, le seguí con la mirada.
Me decía entretanto:
-Quise salvarte y no te dejaste agarrar, antes bien te burlaste de mí tres veces seguidas y ahora pagas el precio de tu testarudez.
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Entonces el ruiseñor con una voz muy débil, dirigiéndome la palabra, lanzó tres veces este grito:
-Somos diez... Somos diez...
Me desperté sobresaltado y, naturalmente, con la mente fija en el sueño y reflexionando sobre aquellas misteriosas palabras, pero no me
fue posible deducir el sentido.
A la noche siguiente he aquí que continuó el mismo sueño.
Me pareció estar en el mismo patio, rodeado como la noche anterior de casas, plantas y matorrales, y he aquí que vi al terrible gavilán
que, con feroz mirada y ojos sanguinolentos, volaba sobre mí. Maldije la crueldad que había empleado con el pajarillo y levanté la mano en
son de amenaza; huyó entonces despavorido y, al hacerlo, dejó caer a mis pies un papel en el que había diez nombres escritos. Lo recogí
con ansiedad, lo devoré con la vista y leí en él los nombres de diez jóvenes aquí presentes.
Me desperté, y sin gran esfuerzo comprendí inmediatamente el secreto, a saber: que aquéllos eran los que no habían querido saber nada d
ejercicios y que no habían ajustado las cuentas de sus conciencias y que, en lugar de darse al Señor por mediación de don Bosco, habían
preferido entregarse al demonio.
Me arrodillé, di gracias a María Auxiliadora que se había dignado darme a conocer de manera tan singular los nombres de los hijos que
habían desertado de las filas y le prometí, al mismo tiempo, no cejar, mientras me fuese posible, en mi intento de volver al redil a las oveja
descarriadas.
Esta es la relación de don Joaquín Berto, retocada por don Juan Bautista Lemoyne.
Don Joaquín Berto la repetía en el Proceso Informativo ((51)) para la Causa de Beatificación y Canonización del amadísimo Padre, y
terminaba con estas palabras:
"Recuerdo que dichos jóvenes fueron avisados privadamente por el Siervo de Dios y que uno de ellos no quiso cambiar de conducta y fu
despedido del Oratorio".
5. A la vuelta de las vacaciones...-Amenaza de muerte imprevista.
Sucedió y lo contó a principios del curso 1872-1873. Así lo narra don Evasio Rabagliati, clérigo a la sazón en el Oratorio.
Me pareció ver lo que todos los años sucede en esta estación.
Estaban las vacaciones para terminar y los alumnos llegaban en grupos al Oratorio. Sucedió por casualidad que, como saliese de casa par
algunos asuntos míos, me encontré con uno que regresaba de vacaciones. Le observé un momento y, al ver que no me saludaba, le llamé po
su nombre, y cuando estuvo junto a mí, le dije:
-íHola, amigo! "Qué tal has pasado las vacaciones?
-Bien, me respondió.
-Dime; "has cumplido los propósitos que al marchar me dijiste que cumplirías?
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-íOh!, no; era algo muy difícil; aquí tiene sus recuerdos y mis propósitos, los he puesto en esta caja.
Y, al decir esto, me mostraba una cajita que llevaba bajo el brazo.
-"Y por qué has mentido así, le dije, y has engañado a don Bosco y al Señor? íQué desgraciado! Procura, al menos ahora, arreglar las
cosas de tu alma.
-íSí!... íEl alma!... íHay tiempo! Después... después...
Y, así diciendo, se marchaba a otra parte.
Pero yo le volví a llamar y le dije:
-"Por qué haces eso? Escúchame y recobrarás la alegría.
-íUf!, exclamó, encogiéndose de hombros por toda respuesta.
Y se alejó. Yo, que le seguía con una mirada llena de tristeza, me dije:
-Pobre muchacho, te has buscado tu propia ruina y no ves la fosa que has abierto a tus pies.
Y, al decir esto, sentí un fuerte ruido como el de un cañonazo. Me desperté asustado y me encontré sentado en la cama.
Entonces, estuve un buen rato meditando sobre lo que había visto, hondamente preocupado por la suerte de aquel muchacho. Después me
volví a dormir, y he aquí que continuó el sueño interrumpido.
((52)) Me pareció hallarme solo en medio del patio y, al dirigirme hacia la portería, me encontré con dos sepultureros que venían a mi
encuentro. Fuera de mí por la sorpresa, me acerqué a ellos y les pregunté:
-"A quién buscáis?
-íAl muerto!, respondieron.
-"Que decís? Aquí no hay ningún muerto. Os habéis equivocado de puerta.
-No, de ninguna manera. "No es ésta la casa de don Bosco?
-íCierto!, respondí.
-Pues bien, nos avisaron que había muerto un muchacho de don Bosco y teníamos que enterrarlo.
-Pero, "cómo es esto? "Estoy soñando? Yo no sé nada.
Entretanto miraba a mi alrededor buscando a alguno. El patio estaba desierto.
Y continuaba diciéndome a mí mismo:
-"Cómo es que no veo a nadie? "Dónde están mis hijos? íAdemás es de día!
Nos dirigimos hacia los pórticos y allí cerca encontramos un ataúd sobre el cual estaba escrito el nombre del muchacho muerto, con la
fecha del año 1872. En otra parte se leían estas terribles palabras: Vitia eius cum pulvere dormient (sus vicios dormirán con el polvo).
Como los sepultureros se lo querían llevar, yo me opuse diciendo:
-No permitiré que se lleven a uno de mis hijos, sin que yo le hable todavía una vez.
Y me acerqué al ataúd para romperlo; pero no me fue posible, a pesar de mis esfuerzos. Seguía yo en mis trece y los sepultureros se
impacientaban. Comenzaron a reñir conmigo, y uno de ellos, en un arrebato de furor, dio un golpe tan fuerte al ataúd que lo rompió.
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Me desperté y me quedé el resto de la noche triste y melancólico.
A la mañana siguiente, lo primero que hice fue preguntar si el tal individuo estaba en el Oratorio y me dijeron que estaba jugando en el
patio. Entonces me sentí aliviado en mi dolor.
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Aquel desgraciado alumno, aprendiz según parece, fue el mismo al que se refirió también don Luis Piscetta, alumno del Oratorio en el
curso 1872-1873, en el Proceso Informativo.
En el año 1873 don Bosco reunió una noche a todos los aprendices y estudiantes, y en la plática que les dio, predijo, y yo estaba presente
que moriría un joven, cuya muerte debía servir de lección, pero no de ejemplo a imitar. Un mes después murió el muchacho de quince años
G... O..., que estaba completamente sano en el momento de la predicción.
Cayó enfermo, le visitaron varios sacerdotes y le recomendaron calurosamente que pensase en su alma; pero él se negó obstinadamente
aduciendo diversos pretextos. Perdió el oído y la palabra y, si bien los volvió a recuperar, ((53)) aunque no del todo antes de morir, no quis
saber nada de confesión y murió sin recibir los Sacramentos. A su muerte estuvo presente Santiago Ceva y fueron testigos de su obstinació
Carlos Fontana y Miguel Vigna.
Sin duda don Bosco no dejó de hacer cuanto pudo para prepararlo al gran paso; pero después, en aquellos días, hubo de ausentarse del
Oratorio. El pobre joven, que se encontraba muy bien de salud, enfermó de improviso. Llamaron para confesarle a don Juan Cagliero, el
cual le invitó con las más suaves maneras a que pensase en su alma; pero el infeliz, que apenas contaba quince años, le dijo repetidas veces
que no era todavía tiempo, que no tenía ganas y que le dejase tranquilo. Don Juan Cagliero se acercó nuevamente y empezó a hablarle
amigablemente de diversas cosas, hízole después algunas preguntas sobre su vida pasada, pero el pobrecillo, que le había contestado ya
algo, al darse cuenta de la intención del sacerdote, calló y se volvió hacia la otra parte. Don Juan Cagliero insistió nuevamente, pero él
persistió en su mutismo y murió sin recibir los Sacramentos el mismo día que don Bosco regresaba al Oratorio.
La impresión de terror que esta muerte causó en los muchachos duró mucho tiempo.
6. Primer campo evangélico destinado a las misiones Salesianas: la Patagonia.
He aquí el sueño que decidió a don Bosco a iniciar el apostolado misionero en la Patagonia.
Lo contó por vez primera a Pío IX en el mes de marzo de 1876. Después repitió el relato del mismo a algunos salesianos en privado. Al
primero a quien hizo esta confidencia fue a don Francisco Bodrato, el 30 de julio del mismo año. Aquella misma noche se lo contó él
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a don Julio Barberis, en Lanzo, a donde había ido a pasar unos días de vacaciones con un grupo de clérigos novicios.
Tres días después, se dirigió a Turín don Julio Barberis y, encontrándose ((54)) en la biblioteca conversando con el Santo, escuchó de sus
labios el mismo relato. Don Julio no dijo nada por la satisfacción de oírlo directamente de sus labios y porque, además, el Siervo de Dios
cada vez solía añadir algún detalle nuevo.
También don Juan Bautista Lemoyne lo oyó de labios del mismo don Bosco y, tanto Barberis como Lemoyne, lo consignaron por escrito
Don Bosco, declaraba Lemoyne, les dijo que eran los primeros a quienes había expuesto detalladamente esta especie de visión, que aquí
ofrecemos repitiendo casi las mismas palabras del Siervo de Dios.
Me pareció encontrarme en una región salvaje y por completo desconocida. Era una inmensa llanura completamente inculta, en la que no
se descubrían montes ni colinas. En sus lejanísimos confines se perfilaban escabrosas montañas. Vi en ella una turba de hombres que la
recorrían. Estaban casi desnudos, eran de altura y estatura extraordinarias, de aspecto feroz, cabellos largos e hirsutos, color bronceado y
negruzco e iban vestidos con amplios mantos de pieles de animales que les caían por las espaldas. Usaban como armas una especie de lanza
larga y la honda (el lazo).
Estas turbas de hombres, esparcidos por acá y acullá, ofrecían a los ojos del espectador escenas diversas; unos corrían detrás de las fieras
para darles caza; otros llevaban clavados en las puntas de sus lanzas trozos de carne ensangrentada. Por una parte, unos luchaban entre sí,
otros peleaban con soldados vestidos a la europea, y quedaba el terreno cubierto de cadáveres. Yo temblaba al contemplar semejante
espectáculo, y he aquí que aparecieron en los límites de la llanura numerosos personajes, en los cuales reconocía, por sus ropas y su manera
de obrar, a los misioneros de varias Ordenes. Estos se aproximaban para predicar a aquellos bárbaros la religión de Jesucristo. Los observé
atentamente, mas no reconocí a ninguno. Se mezclaron con los salvajes, pero ellos, apenas los veían, se les echaban encima con furor
diabólico y alegría infernal, los mataban y con saña feroz los descuartizaban, los cortaban a pedazos y colocaban trozos de sus carnes en la
punta de sus largas picas. Luego se repetían las luchas entre ellos y con los pueblos vecinos.
Después de observar las horribles matanzas, me dije:
-"Cómo convertir a esta gente tan salvaje?
Vi entretanto en lontananza un grupo de otros misioneros que se acercaban a los salvajes con rostro alegre, precedidos de un pelotón de
muchachos.
((55)) Yo temblaba pensando:
-Vienen para hacerse matar.
Y me acerqué a ellos; eran clérigos y sacerdotes. Los miré atentamente y vi que eran nuestros salesianos. Los primeros me eran conocido
y, si bien no pude conocer personalmente a otros muchos que les seguían, me di cuenta de que eran también misioneros salesianos,
precisamente de los nuestros.
-Pero "cómo es esto?, exclamé.
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Estaba decidido a no dejarlos avanzar y me dispuse a detenerlos. Esperaba que de un momento a otro corrieran la misma suerte que los
anteriores. Quise hacerles volver atrás, cuando noté que su aparición había provocado la alegría en aquellas turbas de bárbaros, los cuales
bajaron las armas, cambiaron su ferocidad y recibieron a nuestros misioneros con las mayores muestras de cortesía.
Maravillado de ello, me decía a mí mismo:
-íYa veremos cómo termina esto!
Y vi que nuestros misioneros avanzaban hacia las hordas de salvajes; les hablaban, y ellos escuchaban atentamente su voz; les enseñaban
y aprendían prontamente; les amonestaban, y ellos aceptaban y ponían en práctica sus avisos.
Seguí observando y me di cuenta de que los misioneros rezaban el santo Rosario, mientras los salvajes corrían por todas partes, les abrían
paso y contestaban con gusto a aquella plegaria.
Los Salesianos se colocaron en el centro de la muchedumbre, que les rodeó, y se arrodillaron. Los salvajes echaron las armas a los pies d
los misioneros y también se arrodillaron. Y he aquí que uno de los salesianos entonó el: Load a María; y aquellas turbas, todos a una voz,
continuaron el canto tan al unísono y en tono tal, que yo, casi espantado, me desperté.
Tuve este sueño hace cuatro o cinco años, me causó mucha impresión, y quedé convencido de que se trababa de un aviso del cielo. Con
todo, no comprendí su particular significado. Vi claramente que se trataba de misiones extranjeras, en las que ya hacía tiempo había
pensado con gran ilusión.
El sueño, pues, tuvo lugar hacia el 1872. Al principio, don Bosco creyó que se trataba de los pueblos de Etiopía, después pensó en los
alrededores de Hong-Kong y en los habitantes de Australia y de las Indias; sólo en el 1874, cuando recibió, como veremos, las más
apremiantes invitaciones para enviar a los salesianos a Argentina, comprendió claramente que los salvajes que había visto en el sueño eran
los indígenas de la inmensa región, entonces casi desconocida de la Patagonia.
((56)) 7. Solemne admonición.-"Por qué tantos se condenan... ?-Porque no hacen buenos propósitos cuando se confiesan.
La noche del 31 de mayo de 1873, después de las oraciones, al dar las "buenas noches" a los alumnos, el Siervo de Dios hizo esta
importante declaración, diciendo que era el "resultado de sus plegarias" y que "procedía del Señor".
Durante todo el tiempo de la novena de María Auxiliadora, mejor dicho, durante todo el mes de mayo, en la misa y en mis oraciones
particulares, pedía al Señor y a la Virgen la gracia de que me hiciesen conocer cuál era la causa por la que caía más gente en el infierno.
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Ahora no digo que esto venga o no del Señor; pero sí puedo afirmar que casi todas las noches soñaba con que la causa fundamental era la
falta de propósito en las confesiones. Y después me parecía ver a algunos muchachos que salían de la iglesia de confesarse y que tenían dos
cuernos.
-"Cómo es esto?, decía para mí -íAh, esto procede de la ineficacia de los propósitos de la confesión! Este es el motivo por el que hay
muchos que van a confesarse con frecuencia, pero no se enmiendan jamás, y confiesan siempre las mismas cosas. Son los que (y hablo de
casos hipotéticos, pues no puedo servirme de nada de lo que he oído en confesión, porque es secreto), son los que al principio del año
tuvieron una calificación desfavorable y continúan con la misma; los que murmuraban al comienzo del año y continúan murmurando.
He creído oportuno deciros esto, porque es el resultado de las pobres oraciones de don Bosco, y procede del Señor.
De este sueño no dijo en público más detalles, pero privadamente se sirvió de él para amonestar a los muchachos.
Para nosotros, lo poco que dijo, y la forma como lo dijo, constituye una grave advertencia, que se ha de recordar con frecuencia a los
jovencitos.
8-9. Ilustraciones singulares en favor de la Iglesia y de las Naciones.
Por su ardiente deseo de hacer el bien a todos, tuvo también ilustraciones singulares, que le sirvieron de norma para aliviar los males de l
Iglesia y de la sociedad civil.
((57)) El sueño profético del año 1870 no fue la única ilustración que tuvo. El 14 de julio de 1873, buscando don Joaquín Berto algunos
papeles en su escritorio, se encontró con uno que llevaba la fecha: 24 de mayo de 1873-24 de junio de 1873. Don Bosco se lo mandó copia
después, junto con otro escrito que hizo llegar, por medio de tercera persona, a Francisco José I, emperador de Austria y rey de Hungría y
Bohemia.
Estos dos últimos escritos pertenecen a nuestra narración y nosotros los referimos junto con el primero, aunque ya publicado,
transcribiendo los tres de un original, copiado por don Joaquín Berto y pacientemente revisado y apostillado por el mismo don Bosco 1.
El precioso documento es una de las varias copias de las "Tres
1 Don Joaquín Berto añadió más tarde al manuscrito el Exordio de las cosas más necesarias para la Iglesia, que don Bosco hizo llegar a
manos de León XIII, al principio de su Pontificado, por medio del cardenal Bartolini.
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profecías" que don Bosco mandó escribir en 1874 para complacer a algunas piadosas personas.
"Cómo se habían enterado?
Para seguir los caminos del Señor, evidentemente él tenía que comunicar lo que le era indicado, a todos los que consideraba conveniente.
En 1870 expuso al Padre Santo lo esencial de la primera visión en la audiencia del 12 de febrero. Llevaba consigo un folio en el que habí
escrito la narración, pero no se atrevió a presentárselo y se limitó a leer un trozo que había escrito aparte, que se refería a su Augusta
Persona, y que es precisamente lo que el lector verá incluido entre dos asteriscos. También en la última audiencia, que le concedió Pío IX
aquel año, volvió a hablarle de los futuros acontecimientos políticos, en forma tan clara y detallada, que el Papa le cortó la conversación po
la pena y el miedo que ella le causaba. Pero después de la caída de Roma, al recordar los coloquios con el Santo, le mandó a decir por
medio de un Cardenal (que no nos cabe duda fue José Berardi) que hablara claro, positivo y definitivo. Y don Bosco, que primero no había
insertado en el escrito el trozo que le había leído, lo añadió en la copia que mandó hacer a don Joaquín Berto y la envió al Papa por medio
del Cardenal. Pío IX guardó entre sus papeles ((58)) el documento, junto con la carta que lo acompañaba, dirigida al Cardenal.
La carta era anónima... "Por qué? Sólo para ocultar a toda costa su persona. Pero en ella se afirmaba claramente que el escrito procedía
"de persona, que ya dio pruebas otras veces de haber recibido luces sobrenaturales" y que había "otras cosas, que no se pueden confiar al
papel y se podrán decir de viva voz con el secreto que pide el asunto", y, "si alguna cosa pareciere obscura, miraré si se puede tener de ella
la necesaria explicación", y terminaba diciendo: "Sírvase de ella V. E. como guste, pero le pido tan sólo no miente mi nombre en absoluto
por la razón que V. E. podrá suponer".
También a su secretario le impuso que guardara secreto absoluto sobre todo este asunto, y don Joaquín Berto, que guardó celosamente el
original de la segunda profecía y el trozo de la primera, escribió en el sobre en que lo encerró: "Original de un trozo de profecía que
complementa la del 12 de febrero de 1870 enviada ((no enviada, sino comunicada)) al Padre Santo, donde se dejaba sobreentendido lo ante
dicho..., que después fue expuesto en otras copias para apagar los deseos de alguna piadosa persona. El original, que aquí falta, fue devuelt
a don Bosco después de la primera copia, y él lo destruyó
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recomendándome secreto absoluto que yo, mientras él vivió, nunca violé, pese a las solicitudes e indiscreciones de alguna piadosa persona
(don Miguel Rúa)".
"Es verdad?... En una carta, cuyo original guardamos, escrita desde Roma por el mismo don Joaquín Berto a don Miguel Rúa, el 8 de
marzo de 1874, dice así: "Res secundae. Orate. Deus est nobis propitius (Circunstancias. Orad. Dios nos es propicio). Supongo que
guardará todavía la profecía, etc.; fíjese donde dice: No pasarán dos plenilunios del mes de las flores antes que el iris de la paz, etc. íCosa
singular! Este año el mes de las flores tiene precisamente dos plenilunios, el uno el día primero, el otro el 31 de dicho mes. Apoyados en
esto, muchos comienzan a abrir el corazón a la esperanza. Fiat.).
"Y entonces? "Quería aludir, tal vez, a las otras dos profecías?
Como quiera que sea, durante el tiempo que estuvo con don Bosco en Roma, don Joaquín Berto hizo varias copias de las tres profecías, que
don Bosco, manteniendo ((59)) siempre oculto que habían sido escritas por él, hizo entregar, como después diremos, a Cardenales y
Prelados.
Y he aquí el precioso documento que contiene:
en primer lugar la profecía de 1870, con muchas notas del Santo y una serie de Aclaraciones revisadas y retocadas también por él;
después la profecía del año 1873, con otras notas de su puño al margen, seguida de una declaración sobre el autor de aquellas "noticias",
revisada también por él;
finalmente la carta al Emperador de Austria, seguida de la abreviatura N. B. (nota bene) revisada y retocada también por nuestro santo
Fundador.
((I))
Fue comunicada el 12 defebrero de 1870 al Padre Santo
Sólo Dios lo puede todo, lo conoce todo y lo ve todo. Dios no tiene pasado ni futuro; para Dios no hay nada oculto; todas las cosas le son
presentes.
Para El no hay distancia de lugar o de persona. Sólo El, en su infinita misericordia y para su gloria, puede manifestar las cosas futuras a
los hombres.
La víspera de la Epifanía del corriente año de 1870 desaparecieron todos los objetos materiales de mi habitación y me encontré ante la
consideración de cosas sobrenaturales. Fue algo que duró breves instantes, pero fueron muchas las cosas que vi. Aunque de forma y
apariencias sensibles, no se pueden comunicar a los demás sino con mucha dificultad, con signos exteriores o sensibles. Cuanto sigue podr
dar una idea de ello. En todo esto se encuentra la palabra de Dios acomodada a la palabra del hombre.
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Del Sur viene la guerra, del Norte viene la paz.
Las leyes de Francia no reconocen ya al Creador y el Creador se hará conocer y la visitará tres veces con la vara de su furor.
La primera abatirá su soberbia, con las derrotas, el saqueo y los estragos en las cosechas, los animales y los hombres.
En la segunda, la gran prostituta de Babilonia, la que los buenos llaman, suspirando, el prostíbulo de Europa, será privada del jefe y
entregada al desorden.
íParís! íParís! En vez de armarte con el nombre del Señor, te rodeas de casas de inmoralidad. Estas serán destruidas por ti misma: tu ídolo
el Panteón, será reducido a cenizas, para que se cumpla lo que está escrito: mentita est iniquitas sibi, (la iniquidad se engañó a sí misma).
((60)) Tus enemigos te colmarán de angustias, de hambre, de espanto y te convertirán en la abominación de las naciones. Pero íay de ti si
no reconoces la mano que te hiere! Quiero castigar la inmoralidad, el abandono, el desprecio de mi ley, dice el Señor.
En la tercera, caerás bajo una mano extranjera: tus enemigos verán desde lejos tus palacios incendiados, tus casas convertidas en
montones de ruinas, bañadas en la sangre de tus héroes, que ya no existen.
Pero he aquí que un gran guerrero del Norte lleva un estandarte; sobre la diestra que lo sustenta está escrito: "Irresistible es la mano del
Señor". En aquel instante el Venerando Anciano del Lacio le salió al encuentro flameando una antorcha de luz vivísima. Entonces el
estandarte se extendió y, de negro que era, se trocó blanco como la nieve. En el centro del estandarte estaba escrito con caracteres de oro el
nombre de Quien todo lo puede.
El guerrero y los suyos hicieron una profunda Don Carlos y el
inclinación al Anciano y se estrecharon la mano. Pontífice.
* Y dijo después: La voz del Cielo se dirige al
Pastor de los pastores. Tú ahora estás en la gran
conferencia con tus asesores; pero el enemigo del A Pío IX
bien no guarda un momento de reposo; estudia y Concilio Vaticano. practica toda clase de argucias contra ti.
Sembrará la discordia entre tus asesores;
suscitará enemigos entre mis hijos. Las
potencias del siglo vomitarán fuego y querrían Graves disgustos del que las palabras fuesen ahogadas en las C. Vaticano.
gargantas de los guardianes de mi ley. Pero esto
no sucederá. Harán el mal, pero en perjuicio de Se cumplió y se va sí mismos. Tú date prisa; si las dificultades no cumpliendo
se resuelven, corta por lo sano. Si te sientes especialmente en angustiado, no te detengas, sino, al contrario, Prusia.
continúa adelante hasta que le sea cercenada la
cabeza a la hidra del error (a). (a) Con la Este golpe hará temblar a la tierra
y al definición de
infierno, pero el mundo recobrará la seguridad y la Infalibilidad todos los buenos se alegrarán. Conserva, pues, Pontificia.
junto a ti aunque solamente sean dos asesores,
pero a cualquier parte que vayas, continúa y
termina (1) la obra que te fue confiada. (1) El Concilio Los días corren velozmente y
tus años se acercan Vaticano.
al número establecido; pero la gran Reina será
siempre tu auxilio y, como en los tiempos pasados,
también en el
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porvenir será siempre tu auxilio y, magnum
et singulare in Ecclesia praesidium (grande y
singular ayuda de la Iglesia). *
Y a ti, Italia, tierra de bendiciones, "quién
te ha sumergido en la desolación?... No digas que
tus enemigos, sino tus amigos. "No oyes a tus
hijos que piden el pan de la fe y no encuentran
quien se lo parta? ((61)) "Qué (1) haré? Heriré (1) Parece aludir a a los pastores, ahuyentaré el rebaño, a fin de que la falta de los
que se sientan en la cátedra de Moisés busquen instrucción del
buenos pastos y la grey escuche dócilmente y se pueblo.
alimente.
Pero sobre la grey y sobre los pastores caerá Parece aludir a la
mi mano; la carestía, la peste, la guerra, harán carestía de aquel
de manera que las madres lloren la sangre de los año. Seguirán la
hijos y de los esposos muertos en tierra enemiga. peste y la guerra.
"Y de ti, Roma, qué será? íRoma ingrata, Roma
afeminada, Roma soberbia! Has llegado a tal punto
de insensatez que no buscas y no admiras otra cosa
en tu Soberano, más que el lujo, olvidando que tu
gloria y la suya están en el Gólgota. Ahora él es
anciano, decrépito, inerme, despojado; mas con su Estado actual de
palabra esclavizada hace temblar todavía a todo el Pío IX.
mundo.
íRoma... yo vendré cuatro veces sobre ti!
En la primera heriré tus tierras y sus habitantes.
En la segunda llevaré el estrago y el exterminio
hasta tus murallas.
"No abrirás aún los ojos?
Vendré por tercera vez, abatiré defensas y
defensores y, al mandato del Padre, comenzará el Actual estado de
reinado del terror, del espanto y de la desolación. Roma.
Pero mis sabios huyen (a), mi ley sigue todavía (a) Muchos viven
conculcada; por eso haré una cuarta visita. íAy de lejos de Roma;
ti, si mi ley continúa siendo letra muerta para ti! muchos obligados a marcharse.
Habrá prevaricaciones entre los doctos y entre Se cumplió y se está
los ignorantes. cumpliendo.
Tu sangre y la de tus hijos lavarán las manchas Parece aludir a un
que has echado sobre la ley de tu Dios. futuro desastre.
La guerra, la peste, el hambre son los flagelos
con que será castigada la soberbia y la malicia de Está reunido lo
los hombres. dicho en otra parte.
"Dónde están, oh ricos, vuestras magnificencias,
vuestras villas,vuestros palacios? Se han convertido Veremos.
en basura de plazas y calles.
Pero vosotros, sacerdotes, "por qué no corréis a llorar entre el vestíbulo y el altar, invocando la suspensión de los flagelos? "Por qué no
tomáis el escudo de la fe y no subís a los tejados, y en las casas, en las calles, ((62)) en las plazas, incluso en los luga res inaccesibles, no
desparramáis la semilla de mi palabra? "Ignoráis que ésta es la terrible espada de dos filos que abate a mis enemigos y que deshace la ira de
Dios y de los hombres?
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Estas cosas tendrán que suceder inexorablemente una después de otra.
Las cosas proceden demasiado lentamente.
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Pero la Augusta Reina del Cielo está presente.
El poder de Dios está en sus manos; disipa como la niebla a sus enemigos. Reviste al Venerando Anciano de todos sus antiguos hábitos.
Se producirá, además, un violento huracán.
La iniquidad se ha consumado, el pecado tendrá fin y, antes de que transcurran dos plenilunios del mes de las flores, el iris de la paz
aparecerá sobre la tierra.
El gran Ministro verá a la esposa de su Rey vestida de fiesta.
En todo el mundo aparecerá un sol, tan luminoso, como jamás existió desde las llamas del Cenáculo hasta hoy, ni se volverá a ver hasta e
fin de los días.
ACLARACIONES
Del Sur viene la guerra.-De Francia, que declaró la guerra a Prusia.
Del norte viene la paz.-Del Norte de España, donde comenzó la guerra actual. Además don Carlos residía en Viena, que está al Norte de
Italia.
El Panteón será reducido a cenizas.-Los periódicos contemporáneos decían que había sido dañado con varias bombas. Pero los
acontecimientos de Francia no se han realizado todavía totalmente.
Pero he aquí que un gran guerrero.-Don Carlos 1.
Del Norte lleva un estandarte.-Desde el Norte de España.
Una antorcha de luz vivísima.-La fe en Dios, que guía y sostiene al gran guerrero en sus empresas.
Entonces el estandarte, que era negro, se trocó blanco como la nieve.-Cesó el estrago: el color negro, símbolo de la muerte, o bien la
persecución, es decir, el Kulturkampf.
En el centro del estandarte, con caracteres de oro, está escrito el nombre de quien todo lo puede.-Dicen los periódicos que en la bandera
de don Carlos está pintado el Corazón de Jesús por un lado y por el otro la Inmaculada Concepción.
Pero, a cualquier parte que tú vayas.-Parece referirse al destierro del Pontífice, el inmortal Pío IX. Véase la 2.ª profecía.
((63)) Las madres lloran la sangre de los hijos y de los esposos muertos en tierra enemiga 2.-Esto debe suceder.
Haré una 4. ª visita.-La cuarta visita a Roma aún ha de suceder.
Se producirá un violento huracán.-Véase la profecía siguiente; se hace alusión al temporal, descrito allí por extenso.
Antes de que transcurran dos plenilunios del mes de las flores.-En este año 1874 el mes de mayo tiene dos plenilunios. Uno el día
primero, el otro el 31 del mismo mes.
El iris de la paz.-Una esperanza, que parece comienza a ser realidad en España, el presente 1.° de marzo de 1874.
En todo el mundo aparecerá un sol tan luminoso.-Triunfo y expansión del cristianismo.
1 Posteriormente parece que don Joaquín Berto puso aquí un interrogante, seguido de las palabras: "No.-El Emperador Guillermo de
Prusia".
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2 Aquí también se encuentra una añadidura posterior a lápiz: "Dógali", (lugar de la derrota del ejército italiano en la guerra colonial
contra Etiopía -año 1896).
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En la mano derecha del que lo enarbola está escrito IRRESISTIBLE mano del Señor.-Dicen los periódicos que don Carlos empezó sus
empresas con catorce hombres, sin armas, ni dinero, ni víveres; y que, sin embargo, hoy 1.° de abril de 1874, cuenta con un ejército de más
de cien mil soldados. Y no se lee que hasta ahora haya perdido una batalla.
((II))
24 de mayo de 1873-24 de junio de 1873
Era una noche oscura, los hombres no podían El error.
distinguir el camino a seguir para regresar a sus
pueblos, cuando apareció en el cielo una luz
esplendorosa que iluminaba los pasos de sus La fe en Dios y en su
viajeros como si fuese el mediodía. En aquel poder.
momento viose una multitud de hombres, mujeres, Parece referirse a la ancianos, niños, frailes, monjas y sacerdotes, con dispersión de
el Pontífice a la cabeza, y salían del Vaticano y conventos, colegios y
se colocaban en filas como para una procesión. escuelas, y después Mas he aquí que un furioso temporal, de ella, al Pontífice
oscureciendo algo la luz, parecía entablar una Puede ser que se
batalla entre la luz y las tinieblas. Mientras trate del combate
tanto se llegó a una plazoleta cubierta de muertos entre el error y la
y heridos algunos de los cuales pedían auxilio verdad, o también de en alta voz. Las filas que formaban la procesión una guerra
sangrienta
se aclararon bastante. Después de haber caminado
por un espacio de tiempo, correspondiente a doscientas salidas del sol, todos se dieron cuenta de que ya no ((64)) estaban en Roma. El
desaliento invadió el ánimo de todos, y se agruparon en torno al Pontífice para defender su persona y asistirlo en sus necesidades.
En aquel momento viéronse los ángeles que llevaban un estandarte y fueron a presentarlo al Pontífice, diciendo:
-Recibe el estandarte de Aquél que combate y dispersa los más fuertes ejércitos de la tierra. Tus enemigos han desaparecido, y tus hijos
imploran tu retorno con lágrimas y suspiros.
Fijando la mirada en el estandarte, veíase escrito, por una parte: Regina sine labe Concepta (Reina concebida sin mancha): y por la otra:
Auxilium Christianorum. El Pontífice tomó con alegría el estandarte, pero, al ver los pocos que habían quedado junto a él, se afligió mucho
Los dos ángeles añadieron:
-Vete enseguida a controlar a tus hijos. Escribe a tus hermanos, dispersos por las diversas partes del mundo, que es necesaria una reforma
en las costumbres de los hombres. Esto no se puede conseguir más que repartiendo a los pueblos el pan de la divina palabra. Catequizad a
los niños, predicad el desapego de las cosas de la tierra. Ha llegado el tiempo, concluyeron los dos ángeles, en que los pobres serán los
evangelizadores de los pueblos. Los levitas serán buscados entre la azada la pala y el martillo, a fin de que se cumplan las palabras de
David: Dios ha levantado al pobre de la tierra para colocarlo en el trono de los príncipes de su pueblo.
Oído esto, el Pontífice se puso en movimiento, y las filas de la procesión empezaron a engrosar. Cuando puso el pie en la Ciudad Santa s
echó a llorar ante la
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desolación de los ciudadanos, muchos de los cuales ya no estaban. Al entrar en San Pedro, entonó el Tedéum, al que respondió un coro de
ángeles cantando:
-Gloria in excelsis Deo, et in terra pax hominibus bonae voluntatis.
Terminado el canto, cesó totalmente la oscuridad y lució un sol esplendoroso.
Las ciudades, los pueblos, los campos habían disminuido de población, la tierra estaba como arrasada por un huracán, por el aguacero y e
granizo, e iban las gentes unas hacia otras conmovidas y diciendo:
-Est Deus in Israel (Dios está en Israel).
Desde el principio del destierro hasta el canto del Tedéum salió el sol doscientas veces. Todo el tiempo que transcurrió para el
cumplimiento de estas cosas se corresponde con cuatrocientas salidas del sol.
La persona, que ha comunicado estas noticias, es la misma que predijo los acontecimientos de Francia un año antes; los cuales se
cumplieron a la letra.
En muchos lugares se leían aquellas predicciones, que se cumplían día a diá, como si estuvieran escritas en un periódico después de los
hechos.
Según la misma persona, Francia, España, Austria y una potencia de Alemania serían elegidas por la divina Providencia ((65)) para
impedir la ruina social y traerían paz a la Iglesia, combatida hacía tanto tiempo de tantas maneras. Los acontecimientos comenzarían en la
primavera de 1874 y su duración sería de un año y algunos meses, con tal que no se opongan nuevas iniquidades a la voluntad de Dios.
((III))
Esto dice el Señor al Emperador de Austria: -Cobra valor; mira por mis fieles siervos y por ti mismo. Mi furor se lanza sobre todas las
naciones de la tierra, porque se quiere hacer olvidar mi ley; llevar en triunfo a los que la profanan; oprimir a los que la cumplen. "Quieres
ser tú la vara de mi poder? "Quieres tú ejecutar mis arcanos designios y llegar a ser el bienhechor del mundo? Apóyate en las potencias del
Norte, pero no en Prusia. Establece relaciones con Rusia, pero nada de alianzas.
Asóciate con Francia católica; después de Francia tendrás a España. Uníos en un solo espíritu, en un sola acción 1.
Máximo secreto con los enemigos de mi santo Nombre. Con la prudencia y la energía llegaréis a ser invencibles. No creas las mentiras de
quien te diga lo contrario. Aborrece a los enemigos del Crucificado. Espera y confía en mí, que soy el dador de las victorias a los ejércitos,
el salvador de los pueblos y de los Soberanos.
Amén. Amén.
N. B. Esta carta fue remitida al Emperador de Austria en el mes de julio, a través de una persona de confianza, que la entregó en sus
propias manos. El Soberano la leyó atentamente y envió su especial agradecimiento al que se la remitía, diciendo que la tendría muy en
cuenta 2.
1 Aquí, don Joaquín Berto ponía esta nota: "N. B. Esta profecía convenía a la posición política de Europa en aquel año. Después
cambiaron las cosas, respecto a Francia y respecto a Prusia".
2 -Y aquí... añadía el nombre de la persona de confianza, que fue "la
condesa Lutzow", admiradora de don Bosco, la cual, el 14 de junio de aquel año, le había enviado una limosna de dos mil liras por haber
obtenido de María Auxiliadora la curación de su esposo.
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Qui legit, intelligat! (íEl que lee entienda!) Las apostillas, las Aclaraciones y las declaraciones, que se encuentran en el texto y en las
notas, nos dispensan de todo comentario; nos limitamos a poner de relieve un detalle que nos parece muy interesante.
En la primera profecía se leen las palabras dirigidas al Papa: "Adonde quiera que tú vayas...". Pues era voz pública que el Papa iba a salir
de Roma y, si no salió, fue precisamente por el consejo ((66)) que don Bosco le comunicó: "íEl centinela, el ángel de Israel, quédese en su
puesto y monte la guardia ante la fortaleza de Dios y el arca santa!..." El tono solemne de estas palabras nos dice claramente de donde
procedían.
Y el Papa jamás las olvidó. Así, mientras los mismos católicos seguían esperando inminentemente su salida de Roma, don Bosco se lanz
sin demora a defender los derechos de la Iglesia y del Sumo Pontífice con tanto ardimiento, que despertó estupor universal, y logró obtener
que el Papa pudiera proceder sin obstáculos al nombramiento de los Obispos de más de cien diócesis italianas vacantes, y, al mismo tiempo
inició las gestiones para que les fueran concedidas las temporalidades con la aprobación del Padre Santo. Esto lo hizo en los dos viajes a
Roma en 1871; y, desde Varazze, apenas convaleciente de su enfermedad, volvió a escribir al ministro Lanza con fecha del 12 de febrero. Y
el 8 de abril, satisfecho por los devotos y cordiales recibimientos que dispensaban en las diversas diócesis a los nuevos Pastores, informaba
también de esto al Papa, el cual le contestaba con carta autógrafa, fechada el primero de mayo, manifestándole su plena confianza en la
bondad de Dios y en la perenne protección por El prometida a la Iglesia.
Opinamos que, también en aquellos días, las comunicaciones confidenciales entre el Santo y Pío IX alentaron al Papa para no salir de
Roma. Léase esta página muy interesante de la Civiltà Cattolica 1.
Durante los primeros tiempos que siguieron al bombardeo y la toma de Roma, se discutió mucho si no convenía que el Papa Pío IX se
alejara de la ciudad y así se liberase del Poder enemigo, que lo asediaba en el Vaticano. Dicha sea la verdad, prevalecía la opinión del
alejamiento en general. Y en cuanto a ello... nos place traer aquí una página de historia contemporánea, desconocida a los más y tal vez
olvidada
1 -Véase: Civiltà Cattolica, año 1902, tomo III, pág. 286.
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por los pocos sobrevivientes, que la leyeron años atrás, publicada por nosotros. Fue sacada de nuestras memorias privadas, que
garantizamos como auténticas y muy auténticas.
"Era una helada noche del invierno de 1872 (unos dieciocho meses después de la invasión de Roma). Tuve en Florencia la inesperada
visita de monseñor Gaspar Mermillod, Obispo a la sazón de Ginebra y más tarde Cardenal.
"Llevaba un abrigo de pieles. Lo volvía a ver con alegría, ((67)) pues, desde la disolución del Concilio Vaticano, no nos habíamos
encontrado. Le manifesté mi sorpresa por su aparición nocturna en aquella época del año, y me dijo:
"-Voy a Roma y, aprovechando el tiempo de la llegada de un tren y la salida de otro, he querido venir a saludarle. Llevo un asunto muy
importante para tratarlo con el Santo Padre y me ha parecido bien hablarlo antes con usted amigablemente y oír su parecer.
"Entonces me contó cómo en el curso de las vicisitudes, habidas entre 1870 y 1871, había viajado por Europa y había hablado con los
principales personajes de la Iglesia y del Estado; que después había asistido últimamente a un Congreso secreto de eminentes católicos de
diversos países en Ginebra, y se había determinado a dar a conocer al Papa Pío IX la conveniencia de que dejara Roma y aceptara la
hospitalidad, que amablemente le ofrecía Thiers, presidente de la República francesa, en el castillo de Pau, cerca de España. Me expuso
después sumariamente las razones encaminadas a mover al Santo Padre a aceptar la propuesta y añadió que él precisamente era enviado par
presentárselas.
"Como yo le escuchara sin decir palabra, me preguntó:
"-"Qué dice usted de todo esto? "Piensa que el Papa valorará el peso de estas razones?
"-No me cabe la menor duda, respondí, de que las valorará. Pío IX es hombre muy agudo. Pero en cuanto a que esté dispuesto a rendirse
salir de Roma, no me atrevería a opinar.
"-"Y por qué?
"-"Por qué? Por muchas razones. La primera, porque es de pura lógica que él está en su casa, y el que ha entrado en ella, lo ha hecho con
el mero derecho brutal de la violencia. Melior est conditio possidentis (es mejor la condición del posesor), como usted me enseñó; y esto,
Monseñor, es una gran razón que, si por ahora parece valer poco, valdrá mucho en el futuro. Hay, además, otra razón, que diría divina, y
que solamente el Papa puede conocer en virtud de la gracia de estado. Sobre ella nadie, fuera de él, puede decir nada. Usted, Monseñor,
obre como devotísimo siervo e hijo que es de Pío IX, manifestándole todas las razones que le encargaron comunicarle, con el fin de librarse
de la opresión enemiga, y lo hará con elocuencia digna de usted. Lo demás me lo dirá a su regreso, si le place.
"Poco más de una semana después, volvió efectivamente monseñor Mermillod, y, a su paso por Florencia, nos volvimos a ver.
"-Vuelvo satisfecho, dijo, porque he cumplido con esmero mi deber. íPero qué santo Varón, qué hombre de Dios es Pío IX! Me concedió
la audiencia enseguida y me recibió con bondad paternal. Me escuchó con viva atención. Díjome después que las razones que le presentaba
eran muy graves y que era necesario se le diera tiempo para reflexionar y aconsejarse.
"-No os mováis de Roma, concluyó; dentro de unos días os llamaré.
((68)) "Y así fue, acudí de nuevo a su llamada:
"-Querido Monseñor, me dijo, os agradezco de corazón que hayáis venido expresamente
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a Roma para exponerme, en nombre de tantos católicos y sabios personajes, las razones de política y sabia prudencia, que deben persuadir
al Papa a abandonar su Sede. Las he ponderado mucho, he rezado, las he sometido a la consideración de algunos Cardenales de mi
particular confianza. Su parecer ha sido que me decidiera a marchar. He meditado todavía sobre este parecer y, en verdad, no he visto nada
en contra. Admito las razones; encuentro justísima la proposición. Pero una sola razón me impide condescender. "Queréis saber cuál es? O
la digo con toda franqueza. Ante Dios, no me siento inspirado para abandonar Roma, como me sentí inspirado en noviembre de 1848. Esta
sola razón hace que me quede.
"-Ahí tiene, Monseñor, repliqué, la razón divina, que nadie podía conocer más que el Santo Padre. Contra toda humana regla de prudenci
y de política, Dios quiere al Papa en Roma, como a Daniel en la fosa de los leones. Más tarde, si salimos de ésta, veremos que los caminos
del Señor no son los mismos de los hombres.
"-Así es, terminó exclamando monseñor Mermillod; íel Papa es guiado por Dios!".
Habiendo llegado nosotros hasta este vigésimo quinto año del prodigioso pontificado de León XIII, sucesor de Pío IX, hemos visto y
estamos viendo cosas extraordinarias, que acreditan el dicho del ilustre cardenal Mermillod, ya difunto: "íEl Papa es guiado por Dios!".
El centinela de Israel quedó montando la guardia de la fortaleza de Dios. Y don Bosco siguió hasta el fin de su vida anhelando y
propugnando la conciliación de Italia con la Iglesia; así escribía a un sacerdote de su tiempo: "-Somos los dos de la misma quinta, nacimos
cuando Europa volvía a gozar de la paz después de muchos años de guerra.... "Podemos esperar que el fin de nuestra vida mortal marque la
paz del mundo y el triunfo de la Iglesia? Si así fuera, podríamos entonar el Nunc dimittis. Pero cúmplase la voluntad de Dios en todo. El
triunfo de la Iglesia es seguro; si no podemos asistir a él aquí abajo, asistiremos, así lo espero, desde el Paraíso".
Y desde el Paraíso lo vio todo realizado con los Pactos Lateranenses, que devolvían "Dios a Italia e Italia a Dios" íprecisamente un mes
antes que Pío XI proclamara los milagros propuestos para elevarlo al honor de los altares!
Y el Papa, al poner de relieve la "hermosa, delicada significativa ((69)) coincidencia", lo calificaba de "grande, fiel y verdaderamente
sensato Siervo de la Iglesia Romana y de la Santa Sede... porque él fue siempre verdaderamente tal", y declaraba que había aprendido "de
él, de sus mismos labios", lo mucho que "este arreglo de la lamentable discordia estaba verdaderamente en la cumbre de sus pensamientos
de los afectos de su corazón..." y "de tal manera que
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ante todo quedara asegurado el honor de Dios, el honor de la Iglesia, el bien de las almas" 1.
10. Una visita a los dormitorios: -los alumnos llevan escritos en la frente sus pecados; muchos tienen la frente y la cara blancas como la
nieve-.Canto del "Miserere".
La noche del 11 de noviembre de 1873, después de las oraciones, al dar las buenas noches, don Bosco narraba este sueño, que tuvo el 8 y
el 10 del mismo mes.
El relato es de don Joaquín Berto:
Me parecía estar visitando los dormitorios, y que los muchachos estaban sentados en la cama, cuando he aquí que apareció un
desconocido que, tomándome la lámpara de la mano, me dijo:
-íVen y verás!
Yo le seguí. El se acercó entonces al lecho de cada uno de los alumnos y, elevando la luz a la altura de la frente, me invitaba a observar.
Yo me fijé atentamente en la frente de cada uno de los muchachos y vi escritos en ella todos sus pecados. El desconocido me dijo entonces
que escribiese, pero yo, creyendo que podría recordar todo, seguí adelante sin tomar nota de lo que veía escrito. Pero reflexionando despué
sobre la imposibilidad de retener en la memoria todo cuanto había visto, volví atrás y lo anoté en mi libreta de apuntes.
Después de recorrer un dormitorio muy largo, mi guía me condujo a un rincón en el cual se encontraba un numeroso grupo de muchachos
con el rostro y la frente blancos y nítidos como la nieve. Entonces manifesté mi alegría, y él, siguiendo adelante, me señaló uno que tenía
todo el rostro lleno de manchas negras, y después, prosiguiendo la marcha, vi a otros muchos y, mientras tomaba nota de cuanto veía, me
decía a mí mismo:
-Así podré avisarles.
Por fin, al llegar al extremo del pasillo, sentí, en un ángulo del mismo, un gran ruido y, después, que entonaban en voz alta el Miserere.
Me volví a mi compañero, preguntándole quién se había muerto, y él me dijo:
-Ha muerto el que viste cubierto de manchas negras.
((70)) -Pero "cómo?, si ayer por la noche estaba todavía vivo; yo lo he visto pasear, y "dices que ha muerto?
El guía tomó un almanaque, lo abrió y después dijo:
-Mira aquí la fecha.
Miré y estaba escrito: día 5 de diciembre de 1873.
Dicho esto se volvió hacia una parte y yo hacia la otra y me encontré despierto en mi lecho.
(1) Véase: L'Osservatore Romano del 20-21 de marzo de 1929.
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Es cierto que esto es un sueño, pero ya en otras ocasiones estos sueños se cumplieron fatalmente; por tanto, nosotros, sin hacer caso de lo
sueños ni de otras cosas, recordemos la sentencia del Divino Salvador, el cual nos aconseja que estemos preparados.
Cuando hubo terminado de hablar el siervo de Dios, todos, muchachos, clérigos y sacerdotes, se le acercaron deseosos de saber lo que
había visto escrito en su frente, y a muchos de ellos, entre los cuales numerosos clérigos, no fue posible enviarlos a dormir antes de haber
hablado con ellos confidencialmente.
"Al acompañarlo a su habitación, contaba don Joaquín Berto, me dijo que la lámpara que llevaba en el sueño era la misma que solía usar
por la noche.
"Y al llegar a su cuarto, mientras paseábamos juntos, me dijo:
"-Qué poco se necesita para poner a los jóvenes en movimiento; estoy seguro de que un sermón no les habría impresionado tanto. Es
necesario que les cuente estas cosas.
"Y yo añadí:
"-íOh, sí; les irá muy bien! íVerá cuántos acuden mañana a confesarse!
"Oí a uno que decía:
"-Esta noche no quiero preguntarle (qué es lo que vio sobre mi frente), pues mañana no me atrevería a ir a confesarme...
"En efecto, al día siguiente lo vi confesándose.
"Don Bosco continuó hablando de los que tenían la cara muy manchada.
"-Ya vino uno esta noche... Me pidió que le dijese lo que había visto, y yo le dije dos o tres cosas; después me interrumpió diciendo:
"-Basta, basta, sabe demasiado.
"Y por la mañana lo vi confesándose".
El joven que tenía el rostro cubierto de manchas negras, el 4 de diciembre estaba aún jugando en el patio y hacia las cinco de la tarde
sufrió un ataque de gripe. Fue conducido a la enfermería; por la noche se confesó y recibió los santos óleos; por la mañana estaba en las
últimas. Vinieron sus parientes y lo condujeron en ((71)) coche al hospital de San Juan, y aquel día -precisamente 5 de diciembre-a las onc
de la noche pasaba a la eternidad.
Don Bosco se encontraba entretanto en Lanzo; regresó al Oratorio el día 6, y la tía del enfermo, llorando, le comunicó la dolorosa noticia
que se difundió como un relámpago por toda la casa, despertando un temor general.
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-"Cómo?, decían los alumnos; "ya ha muerto? íSi antesdeayer fue de paseo!..
Y don Bosco, al dar las buenas noches, al día siguiente, les consolaba diciendo que el difunto, antes de caer enfermo, había hecho
confesión general.
Don Joaquín Berto, que anotó en sus cuadernos los nombres del que interrogó a don Bosco, inmediatamente después de las buenas noche
y después de unas palabras le interrumpió, y del que no se quiso acercar aquella noche y se confesó a la mañana siguiente, y del propio
difunto, hacía esta deposición en el Proceso Informativo:
"La noche del 7 de diciembre de 1873, acompañando al Siervo de Dios a su habitación, al llegar a ésta le pedí me manifestase, de una
manera confidencial, cómo hacía para conocer el interior de los muchachos, especialmente sus pecados. Con su acostumbrada bondad, me
dijo:
"-Mira, casi todas las noches sueño con jóvenes que vienen a confesarse, piden hacer la confesión general y me descubren todos sus
enredos de conciencia; y después, a la mañana siguiente, cuando se acercan en realidad a hacerlo, yo no tengo más que manifestarles los
embrollos que tienen en la conciencia...
"-Escriba esas cosas, son tan útiles, añadí yo.
"-íDe ninguna manera! Esto puede y debe servir solamente a quien ejerce el sagrado ministerio"..., íy cuando uno es favorecido por Dios
con estos dones singulares...!
También en la visita, que don Bosco hizo aquel mes al colegio de Lanzo, contó un sueño semejante al que había contado en el Oratorio d
una visita a los dormitorios, el canto del Miserere y una muerte inminente.
Un joven llamado Julio Cavazzoli, natural de Fabbrico (Emilia), diócesis ((72)) de Guastalla, recomendado por el Arcipreste de
Campagnola, entró en el Oratorio en 1870, pasó poco después a Lanzo, y regresó al Oratorio en 1871. Cayó allí enfermo a fines de 1873 y
fue enviado nuevamente a Lanzo, con la esperanza de que el clima le ayudase a recobrar la salud. Y allí estaba cuando llegó don Bosco y
contó el referido sueño, que quedó muy grabado en la mente de los alumnos. Carlos María Baratta, que hacía pocos días había entrado en e
Colegio de Lanzo, recordaba detalles del mismo, años después, al Director don Juan Bautista Lemoyne, que no había tomado nota alguna
del hecho, y que lo reflejó así:
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Parecióle a don Bosco que un joven misterioso le acompañaba a un dormitorio del colegio. Todos los alumnos dormían en su cama. El
guía llevaba una lámpara en la mano y proyectaba su luz sobre el rostro de los que dormían y daba a conocer al Siervo de Dios sus
fisonomías. Los primeros tenían la frente blanca, otros surcada por una raya negra, otros tenían dos rayas negras (pecados veniales); otros
tenían la cara oscurecida como la niebla o las tinieblas, otros la cara negra (pecados mortales). Don Bosco sacó un papel y con un lápiz
apuntaba los nombres y el estado en que se encontraba cada uno. Al llegar al fondo del dormitorio oyó cantar en el otro extremo, donde
estaban los del rostro blanco, el Miserere.
-"Qué es ese canto fúnebre?, preguntó al joven misterioso que le acompañaba.
Y recibió esta respuesta:
-Ha muerto fulano de tal, el día tal.
-Pero "cómo es posible, si hace poco estaba vivo?
-Ante Dios, el futuro es como el presente.
Don Bosco terminó diciendo que el hecho se verificaría de allí a un mes, pero no dio nombre alguno. Al mismo tiempo recordó a todos
que estuviesen preparados.
Los muchachos aseguraban que el siervo de Dios había dicho el nombre al director.
Pasaron quince días y Cavazzoli cayo enfermo, y murió...
Don Juan Gresino, que había entrado en el Colegio en 1872, también nos expuso escuetamente el hecho, afirmando que don Bosco había
revelado al director el nombre del que tenía que morir.
Y este joven de dieciocho años (había nacido en 1855) quince días después llegaba a su fin. Fue "confortado, como se lee en los registros
parroquiales, con la confesión, el viático y la bendición ((73)) papal", pero sentía morirse. El director le hizo observar que era una suerte
morir bien preparado; pues, "quién podía asegurar que más tarde se encontraría en las mismas disposiciones?
-Bien; respondió el moribundo, si es así, quiero morirme, pero "qué tengo que hacer para morirme?
Se le sugirieron algunas jaculatorias para obtener una buena muerte y las repitió afectuosamente:
-Jesús... José y María... os doy el corazón y el alma mía.. Jesús, José y María... asistidme en mi última agonía... (comenzaban los
estertores) Jesús... José... y María... expire... en vuestros brazos... en paz... el alma mía.
Y murió serenamente el 21 de diciembre a las diez y media.
En Lanzo, recordaba don Juan Gresino, dijo don Bosco que aquel sueño lo había tenido la noche precedente, lo cual no debe extrañarnos
puesto que él mismo había asegurado que casi todas las noches soñaba que se hallaba confesando a sus hijos. íBien se merecía, en su
inmensa caridad paterna, que el Señor le descubriese las muertes inminentes para preparar a los moribundos al gran paso!
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11. El poder de Dios -"Invoquemos la misericordia de Dios".
El 29 de noviembre de 1873, al regresar de su visita a las casas de Sampierdarena, Varazze y Alassio, después de las oraciones de la
noche, narraba don Bosco a sus oyentes otro sueño del que tomó don Joaquín Berto unos apuntes y nos legó esta detallada relación:
En los días pasados, mis queridos muchachos, en los que me encontré fuera de casa, tuve un sueño espantoso. Una noche me fui a acosta
pensando en quién sería aquel que, en el sueño que hace poco os narré, me había acompañado con la lámpara en la mano a visitar los
dormitorios, haciéndome observar sobre la frente de los alumnos las negras manchas que embadurnaban sus conciencias; esto es, si el
desconocido era un hombre como nosotros, o bien era un espíritu en forma humana. Y preocupado con esta idea me quedé dormido.
Cuando he aquí que me vi transportado al Oratorio, pero con gran sorpresa pude comprobar que no se hallaba situado en el mismo sitio.
Estaba emplazado ((74)) a la entrada de un inmenso y amplio valle, flanqueado por dos montículos en forma de dos lindas colinas.
Yo me encontraba en medio de los jóvenes allí concentrados, pero todos permanecían silenciosos y pensativos. De pronto, vi aparecer en
el cielo un sol tan luminoso y brillante que deslumbraba con su luz de tal manera la vista que, para no quedar cegados, teníamos que
permanecer con la cabeza y los ojos fijos en el suelo. Así estuvimos durante un buen rato, hasta que la luz de aquel sol tan esplendente
comenzó a disminuir poco a poco y llegó a extinguirse casi por completo, dejándonos envueltos en una profunda oscuridad, de forma que
los jóvenes, incluso los que estaban más próximos, apenas si podían verse y reconocerse uno a otro.
Aquel cambio repentino de la más viva luz a las más profundas tinieblas nos llenó a todos de gran terror. Pero, mientras pensaba en la
forma de librarnos de aquella tétrica oscuridad, vi aparecer por un rincón del valle una luz verdosa que se extendía como una amplia faja y
se colocaba sobre el mismo valle describiendo un bellísimo arco que tocaba con ambas extremidades ligeramente las dos colinas. Entonces
en medio de la gran oscuridad, apareció un poco más de luz y el referido arco iris, semejante a los que se ven después de la lluvia o de un
furioso temporal, o como suele suceder al producirse una aurora boreal, dejaba caer sobre el valle torrentes de luces de los más variados
colores.
Mientras permanecíamos todos allí, admirando y gozando aquel agradable espectáculo, descubrí en el fondo del valle un nuevo portento
que hizo desaparecer al primero. Era un globo eléctrico de extraordinaria dimensión, suspendido en el aire entre el cielo y la tierra, el cual
despedía por todas partes haces de luz tan vivos que ninguno podía tener la vista fija en él, sin peligro de caer sin sentido al suelo. Dicho
globo bajaba hacia nosotros y convertía el valle en un lugar tan esplendente, como diez de nuestros soles en pleno mediodía no lo habrían
logrado. A medida que se aproximaba, veíase a los jóvenes caer de bruces al suelo, deslumbrados por su resplandor, como si hubiesen sido
heridos por un rayo.
Al ver aquello quedé al principio aterrado y sin saber qué partido tomar; pero, después, reaccioné, hice un gran esfuerzo y posé la mirada
fija e impávidamente en el globo, siguiendo todos sus movimientos, hasta que, al llegar encima de nosotros, se detuvo como a unos 300
metros de altura.
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Entonces dije entre mí:
-íQuiero ver en qué consiste este maravilloso e inaudito fenómeno!
Lo examiné, pues, atentamente en todas sus partes, a pesar de encontrarse tan alto, y pude descubrir que, por la parte de arriba, terminaba
en forma de una gruesa bola sobre la cual estaban grabadas en grandes caracteres estas ((75)) palabras: El que todo lo puede. Tenía
alrededor varias filas de balconcillos ocupados por una inmensa multitud de personas de toda edad y condición, todas de aspecto glorioso y
feliz, adornadas con vestiduras resplandecientes de infinita variedad, de diversos colores e indescriptible belleza que con sus sonrisas y
actitud amistosa parecían invitarnos a tomar parte de su gozo y triunfo.
Desde el centro de aquel globo celeste partía una tupida lluvia de haces y dardos de luz tan viva que hería directamente a los jóvenes en
los ojos, los dejaba sin sentido, vacilaban un momento y, finalmente, no pudiendo mantenerse en pie, se veían obligados a tirarse de bruces
al suelo. Por mi parte, no pudiendo resistir tan gran esplendor, comencé a exclamar:
-íAy, Señor, os ruego detengáis este divino espectáculo o me hagáis morir porque no puedo resistir tan extraordinaria belleza!
Dije esto, sentí que me faltaban las fuerzas y yo también me arrojé al suelo gritando:
-íInvoquemos la misericordia de Dios!
Después de unos instantes, me repuse, me levanté y di una vuelta por el valle, para ver qué había sido de nuestros muchachos. Con gran
sorpresa y admiración pude comprobar que todos estaban postrados y tendidos en el suelo, inmóviles y en actitud de rezar. Para cerciorarm
de si estaban vivos o muertos, comencé a tocarles con el pie, a unos y otros, diciéndoles:
-íEa! "Qué hacéis aquí? "Estáis vivos o muertos?
Uno me dijo:
-Invoco la misericordia de Dios.
Y sucesivamente me repetían la misma respuesta todos los que yacían en el suelo.
Pero, al llegar a cierto punto del valle, vi con gran dolor a algunos que estaban en pie, derechos, en actitud de rebeldía, con la cabeza
erguida y vuelta hacia el globo, como si quisieran desafiar la majestad de Dios, y con el rostro negro como el carbón. Me acerqué a ellos,
les llamé por sus nombres, pero no daban señal alguna de vida. Estaban fríos como el hielo y como fulminados por los rayos y los dardos
que emitía el globo ante su obstinación de no quererse doblegar e invocar con sus compañeros la misericordia divina. Lo que más me
desagradó fue, como dije, comprobar que aquellos desgraciados eran muchos.
Mas he aquí que entretando vi aparecer, en el fondo del valle, un monstruo de extraordinaria corpulencia e indecible deformidad. Era más
feo y deforme que todos los monstruos de la tierra que yo haya podido ver. Se acercaba hacia nosotros a grandes pasos. Entonces hice que
se pusieran de pie todos los muchachos, los cuales, ante la horrible aparición, se sintieron también llenos de pavor. Yo, preocupado y
anhelante, me puse a buscar por allí cerca para ver si había algún superior, que me ayudase a acompañar a los muchachos al montículo más
próximo y ponerlos a salvo de las zarpas de aquella bestia feroz, si por acaso intentaba asaltarlos; pero no encontré a nadie.
Entretando, el monstruo se acercaba cada vez más, y ya estaba a poca ((76)) distancia de nosotros, cuando el globo, que hasta entonces
había permanecido inmóvil
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en el aire sobre nuestras cabezas, comenzó a moverse a toda velocidad y, saliendo al encuentro de aquel monstruo, fue a colocarse
precisamente entre nosotros y la bestia, y bajó luego casi hasta el suelo para impedirle que nos hiciera algún daño.
En aquel instante oyóse resonar por el valle como el retumbar de un trueno, y una voz que decía:
-Nulla est conventio Christi cum Belial! No puede haber acuerdo posible entre Cristo y Belial, entre los hijos de la luz y los hijos de las
tinieblas...; esto es, entre los buenos y los malos, que son llamados en la Sagrada Escritura precisamente hijos de Belial.
Al oír aquellas palabras me desperté temblando de miedo y como aterido de frío; y, aunque sólo eran las doce de la noche, ya no pude
conciliar el sueño ni entrar en calor en toda ella.
Y si por una parte me sentí consolado al comprobar que casi todos nuestros jóvenes invocaban con humildad la misericordia de Dios y
correspondían fielmente a los divinos favores, por otra parte os debo decir que me causó gran dolor el número no pequeño de los ingratos
que por su maldad y dureza de corazón en resistir a todas las invitaciones de la gracia, habían sido castigados por el divino poder y estaban
privados de la vida.
He llamado ya a algunos ayer noche y a otros hoy mismo, a fin de que se pongan en paz con el Señor y cesen de abusar de la Misericordi
Divina, y de ser piedra de escándalo para sus compañeros, pues no puede existir alianza alguna entre los hijos de Dios y los secuaces del
demonio:
-Nulla est conventio Christi cum Belial.
Este es el último aviso que se les da.
Como veis, mis queridos jóvenes, mis recomendaciones proceden de un sueño como todos los demás; con todo, hemos de dar gracias al
Señor, que se sirve de este medio para hacernos conocer el estado de nuestra alma y cómo prodiga generosamente sus luces y sus gracias a
los que invocan con humildad su auxilio y asistencia en las necesidades de alma y cuerpo, quia Deus superbis resistit, humilibus autem dat
gratiam (porque Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes).
Don Bosco, escribe don Joaquín Berto, no dio más explicaciones de los detalles del sueño; pero es fácil comprender lo que él enseña.
Dios permite, mientras estamos en este valle de lágrimas, que el día alterne con la noche, y del mismo modo permite, en la vida espiritual
el paso de la luz a las tinieblas; y quien soporta con fe y humildad las épocas de oscuridad y aparente abandono, ve muy pronto tornar más
viva la luz y brillar un espléndido arco iris en el horizonte. Y si permanece ((77)) con el pensamiento orientado hacia Dios fielmente y con
la más profunda humildad llega a comprender cada vez con mayor claridad la propia nulidad y la sublime majestad de Dios y la inefable
belleza del premio que nos tiene preparado, siente siempre la necesidad de estar continuamente postrado ante El, implorando su infinita
misericordia.
En cambio, el que, lleno de sí mismo, descuida la vida interior, y
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sólo piensa en las cosas terrenas sin preocuparse de nada más, pronto muere a la gracia y cae una y otra vez en las garras del monstruo
infernal, que da vueltas continuamente, como un león rugiente, para arrebatar las almas a Dios.
Mientras que el que vive habitualmente unido a Dios en las pruebas más graves, ése permanece en su gracia, porque Dios lo defiende con
la espada desenvainada, goza de su auxilio acá abajo y se asegura el premio en el Paraíso.
La humildad, por tanto, es el camino del cielo. Donde hay humildad, dice San Agustín, hay grandeza, porque el humilde está unido a
Dios. Y la humildad no consiste en aparecer mezquinos en el vestir, en el hablar, en el obrar; sino en estar postrados con toda la mente, con
todo el corazón, con toda el alma, en la presencia de Dios, conscientes de nuestra nulidad e implorando de continuo su misericordia.
Don Bosco, mientras blandía la espada contra todo error y contra todo pecado, tenía un concepto tan elevado de la misericordia de Dios,
que se le oyó decir que tenía la esperanza de que, incluso Voltaire, hubiese obtenido el perdón en el último instante de su vida...
íTan horrible le parecía el estado de quien muere en desgracia de Dios!
12. "Uno de nosotros... no volverá a hacer el ejercicio de la buena muerte".
La relación de este sueño es de don Joaquín Berto y lo ofrecemos tal y como se encuentra en el Proceso Informativo.
El martes, 17 de noviembre de 1874, después de las oraciones, el Siervo de Dios nos anunció que al día siguiente serían las confesiones
para el ejercicio de la buena muerte que harían los estudiantes el jueves próximo. Nos exhortó, según costumbre, a hacerlo bien, diciendo:
((78)) -No soy profeta, ni quiero serlo, pero podría deciros que uno de nosotros, aquí presente, no digo quién, no volverá a hacer este
piadoso ejercicio.
Al bajar de la cátedra, como sucedió en otras ocasiones en las que hizo idénticas predicciones, fue rodeado inmediatamente por los
muchachos, ansiosos de saber particularmente del Siervo de Dios si les tocaba en aquella ocasión a ellos la suerte de morir.
Fueron suficientes aquellas pocas palabras para que al día siguiente, mañana y noche, y el jueves por la mañana, se viese rodeado su
confesonario de una turba de jovencitos, deseosos de hacer con él la confesión general, como supe de labios de los mismos muchachos.
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Como yo estaba casi siempre presente en estas piadosas escenas, puedo asegurar que estas predicciones hacían más bien a nuestros
jovencitos que diez tandas de ejercicios espirituales. Y éste era el único fin que inducía al siervo de Dios a hacerlas, especialmente en
público. Nos recomendaba, sin embargo, que no comunicásemos por escrito estas cosas a nadie sino que todo quedase en confianza entre
nosotros.
Para asegurarme aún más de que estos vaticinios del Siervo de Dios no eran una piadosa estratagema para hacer el bien a los alumnos, la
noche del jueves 19 de noviembre de 1874, hablando con él en su habitación, le pregunté, en el seno de la confianza, cómo hacía para
anunciar con aquella espontaneidad la muerte de tantos jóvenes que aún estaban sanos y robustos, y especialmente la del que había
anunciado hacía dos días, pronosticando que no volvería a hacer más el ejercicio de la Buena Muerte, y don Bosco, aunque con cierto
reparo, me contestó:
"Me pareció ver a todos nuestros muchachos yendo de paseo hacia un prado. Allí vi que cada uno caminaba por un sendero trazado para
él solo, por el que no podía transitar ningún otro. El sendero que se abría ante algunos era muy largo, y, al margen del mismo, leíase de
trecho en trecho el número progresivo del año de nuestra Redención. El de otros era menos largo, y el de algunos más corto aún. El de uno
avanzaba un largo trecho y luego quedaba cortado. Por tanto, el joven que caminaba por él, al llegar a aquel punto caía muerto al suelo.
"Vi que los de algunos estaban sembrados de lazos y que eran sumamente cortos.
"Finalmente descubrí a uno que no tenía delante de sí ninguna traza de sendero, pues terminaba a sus mismos pies y apenas si se
distinguía en él el número 1875. Este es aquél que no volverá a hacer el ejercicio de la buena muerte, porque morirá en 1874, y tal vez vea
apenas el 1875, pero no podrá hacer más dicho ejercicio".
No hace falta decir que, según recuerdo, la predicción se ((79)) cumplió plenamente. Pero debo añadir que nosotros estábamos
acostumbrados a ver cómo se realizaban estos vaticinios, y nos habría causado asombro, como si se tratase de una excepción a la regla, el
comprobar que alguna vez no hubiera sido así.
De este sueño no tenemos más detalles.
Sobre la realización de las predicciones de don Bosco, en su día y lugar, escribió don Juan Bautista Lemoyne estas líneas:
En el año 1872, en el 1873 o en el 74, anunció que antes de terminar el año moriría un joven. Finalizó el año sin que ninguno pasara a la
eternidad. Había, sin embargo, en casa un joven gravemente enfermo, el cual se negaba obstinadamente a recibir los Santos Sacramentos.
Todos habían intentado hacerle deponer su actitud, pero en vano. En todas las instituciones de Turín se rezaba por esta intención.
Finalmente, el enfermo moría en el mes de enero, después de haberse confesado con don Bosco y de haber recibido los Sacramentos.
Los muchachos le hicieron notar cómo su predicción no se había cumplido. Ellos no conocían plenamente lo que había sucedido.
Don Bosco les respondió:
-"Queríais que lo dejase morir sin recibir los Sacramentos? "Iba a permitir semejante escándalo en esta casa?
(Hubo, pues, una predicción, gracia de muerte retardada, y una conversión.
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Era un joven de veinticuatro años, enviado al parecer al Oratorio por la masonería para que actuase en medio de los muchachos).
Así lo asegura don Evasio Rabagliati, testigo presencial del hecho.
De la lectura de estas pocas narraciones se colige la importancia que hemos de dar a los Sueños de don Bosco; pedimos al Señor que, en
su bondad, quiera concedernos todavía algún tiempo de vida para poder publicar la colección completa, la cual, ademas de constituir un
documento característico de la santidad de nuestro amadísimo Padre, sera también una fuente perenne de hechos, consejos y pensamientos
didacticos, no sólo para los salesianos, sino para todos los sacerdotes.
6. íHumilde en medio de tanga gloria!
Apenas se empezaron las excavaciones para los cimientos del santuario de María Auxiliadora, se despertó una sorprendente porfía: por
parte de don Bosco, con la difusión de escritos, estampas y medallas para animar a todos a la más ilimitada confianza en el poder y bondad
de la Virgen, y por parte de la ((80)) Virgen, con la concesión de toda suerte de gracias a su fidelísimo Siervo, ísiempre humilde en medio
de tanta gloria!
"Cuando alguien, hacía notar don Miguel Rúa en el Proceso Apostólico, alababa sus grandes empresas, no le dejaba hablar, sino que le
interrumpía diciendo:
"-A Dios, y a María Santísima Auxiliadora, se deben la gloria y el éxito.
"Si uno iba a decirle que, gracias a su bendición u oraciones, había obtenido una gracia singular, solía repetir que diera gracias a Dios, a l
Bienaventurada Virgen María o al Santo, al que se había encomendado. En cambio, contaba para su confusión alguna anécdota, en la que s
veía que no se habían obtenido las gracias, pedidas por su mediación. Se complacía especialmente en recordar cómo algunos vecinos de
Volvera (aldea próxima a Turín, entre Piossasco y None) se habían encomendado a él para obtener diversos favores de curaciones, buenas
cosechas, arreglo de asuntos, etc., y, después de algún tiempo, volvieron a verle, y uno le decía:
"-La persona que le recomendé, se murió; y otro: -No puedo dar una gran limosna, porque el granizo no me ha perdonado; y un tercero:
-El pleito que le recomendé, aún esta pendiente.
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"Quería dar a entender con estos relatos que no había que confiar en él sino en la bondad maternal de María Auxiliadora y en la
intercesión de los Santos.
"Hablaba a veces de gracias extraordinarias, obtenidas por algunos que habían acudido a él personalmente, o por carta; pero esto lo hacía
para dar gloria a Dios o a María Auxiliadora, y para infundir en los devotos una confianza cada vez mayor en la oración, exhortándoles a
tener fe viva, a la que atribuía muchas veces las gracias obtenidas".
Para honrar a María Auxiliadora publicó varios números de las Lecturas Católicas. Merece entre ellos especial mención el que salió en
mayo de 1875, titulado: María Auxiliadora en la narración de algunas gracias obtenidas durante los primeros siete años de la iglesia
dedicada a Ella en Turín. Es un opúsculo de trescientas veintidós páginas, en el que, después de algunas noticias históricas sobre la
devoción a María Auxiliadora y ((81)) la construcción del Santuario, expone el autor ciento diez relaciones de gracias recibidas por su
intercesión, entre las cuales hay unas veinte que se corresponden con los años descritos en este décimo tomo, por lo que no dejaremos de
recordar algunas por orden cronológico. Pero queremos poner de relieve cómo en ninguna hay mención directa de su persona; sólo en
algunas hace una sencilla referencia genérica a un sacerdote que da la bendición, o al director del Oratorio. De algunas nos quedan también
las redacciones originales, corregidas por el Santo, siempre dentro del mismo plan.
"Si grande es la bondad de Dios, escribe de su puño como encabezamiento de una de ellas, cuando concede un señalado favor a los
hombres, también tiene que ser grande la gratitud de éstos, reconociéndolo, manifestándolo y aún publicándolo, donde pueda servir para su
mayor gloria. En estos tiempos, es forzoso proclamarlo, Dios quiere glorificar con muchos y excelsos favores a su Augusta Madre, invocad
con el título de Auxiliadora.
"Ninguno, insistía, debe dispensarse de los deberes de gratitud hacia su celeste Bienhechora. Estos deberes pueden cumplirse de dos
maneras: contando a los demás la gracia obtenida, o promoviendo por otro medio la devoción a esta Madre nuestra. Esto servirá a otros de
acicate para recurrir a María en sus necesidades, y, al mismo tiempo, se abrirán para sí mismos el camino para conseguir nuevos favores y
gracias todavía más señaladas".
Recomendaba, además, calurosamente cumplir las promesas hechas. "Sean puntualmente cumplidas las oraciones, mortificaciones,
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confesiones, comuniones y obras de caridad prometidas. DISPLICET, dice el Espíritu Santo, DISPLICET ENIM DEO INFIDELIS ET
STULTA PROMISSIO; desagrada a Dios la promesa infiel y necia. Se ha comprobado muchas veces que la falta de fidelidad a las
promesas hechas fue impedimento para alcanzar la gracia suspirada y, a veces, fue revocado el favor ya obtenido...".
Como hemos dicho, unas veinte de las ciento diez relaciones consignadas en el número de las Lecturas Católicas se refieren a estos cuatr
años. Aflora también en ellas, junto con el ardiente deseo de divulgar por toda la tierra el poder y la bondad de María Auxiliadora, el
cuidado habitual de permanecer escondido de la mejor manera posible.
((82)) He aquí cómo narra la curación prodigiosa de una madre de familia.
Teresa Daniele, viuda de Juan de Castel-Rosso, cayó enferma con depresión, dificultad de respiración, convulsiones y agudos dolores
intestinales, por lo que quedó reducida al último extremo.
Después de pasar seis meses casi a pan y agua, recibió los sacramentos y encontrábase ante la muerte, cuando de pronto tuvo la
inspiración de encomendarse a María Auxiliadora, y a tal efecto mandó a su hija Angela a la iglesia dedicada a la augusta Reina del cielo
con este título. Encargó ésta celebrar una misa, rezó, pidió el socorro de las oraciones que cada día se hacen ante su altar, imploró la
bendición particular para su madre y, llena de confianza, volvió a casa.
El asombro de la hija fue muy grande al llegar y encontrarse a su madre fuera de peligro y tan mejorada como para poder afirmar que
había pasado prodigiosamente de las puertas de la muerte a la convalecencia.
En brevísimo plazo recuperó las fuerzas primeras y pudo volver a sus ocupaciones ordinarias. (Nótese que la enferma tiene la respetable
edad de sesenta y dos años).
Esta es la relación de la madre y de la hija, que, agradecidas a su celestial Bienhechora, vinieron hoy a satisfacer su devoción y
autorizaron se publicara el hecho con sus pormenores para mayor gloria de Dios y de su Santísima Madre.-Turín, 12 de julio de 1874.
-Teresa Daniele, Angela Daniele.
El que suscribe declara haber escrito simplemente al dictado de la señora Daniele e hija, quienes firmaron a continuación en testimonio d
haber dicho la verdad. Juan Bosco, Pbro. 1.
El día de la fiesta de María Auxiliadora del año 1871, se presentó a dar gracias a la Virgen una señora que había obtenido el año anterior
esta gracia singular:
1 Véase el número señalado en las Lecturas Católicas, mayo de 1875: María Auxiliadora, etc., pág. 294.
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Portentosa curación de un muchacho. El niño José Moreno, hijo de Enrique e Ida Andreis, de Turín, se cayó desgraciadamente de un
tercero a un segundo piso y se rompió el cuello del fémur. La cura salió mal, y quedóle la pierna tres centímetros más corta que la otra: cojo
por tanto y, además, con el pie torcido. Los padres le encomendaron a María Auxiliadora, prometiendo oraciones y limosnas si obtenían la
gracia. Los médicos ya no sabían qué hacer; un doctor ortopédico proponía duros aparatos para intentar la curación. Pero la madre se opuso
diciendo:
-Lo que no pueden los hombres, lo hará María.
En efecto, el 26 de mayo de 1870, dos días después de haberlo ((83)) encomendado fervorosamente en la iglesia de María Auxiliadora,
donde precisamente se celebraba su solemnidad, cayó de una silla el muchacho y el fémur roto se colocó en el sitio de donde unos tres
meses antes se había separado. De manera extraordinaria se ensamblaron los huesos, curó el fémur y curó la pierna, que volvió
maravillosamente a su primer estado, de modo que actualmente no presenta la menor señal de la desgracia habida. Sano, derecho y bien
conformado en todo su cuerpo, camina expeditamente: hoy dan gracias a Dios en el templo a Ella dedicado. El hijo y la madre agradecidos
-Turín, 24 de mayo de 1871. -Ida Moreno Andreis 1.
La señora Ida Moreno Andreis pertenecía a la familia del Siervo de Dios Leonardo Murialdo, el cual depuso el hecho prodigioso en el
Proceso Informativo de la siguiente forma:
Es sabido en Turín que muchas personas recurrieron y recurren al Siervo de Dios para obtener gracias extraordinarias, y que fueron
escuchadas. Entre éstas puedo citar el hecho de la curación portentosa de un sobrinito segundo mío.
Cayó este niño desde un tercero a un segundo piso y se fracturó una pierna. Fue operado para ponerle el hueso en su lugar. Más tarde se
descubrió que, por no haber sido bien colocado, la pierna se le había quedado cinco centímetros más corta. Aseguraban unánimemente los
médicos que para su curación era preciso recurrir a operaciones muy dolorosas; y que era indispensable romper de nuevo el hueso en el
mismo sitio, lo cual, por otra parte, era dificilísimo lograr con éxito. Entonces la madre llevó al niño a la iglesia de María Auxiliadora y
pidió con éxito que don Bosco lo bendijera en la sacristía y, entretanto, la madre juntamente con la abuela, que la había acompañado,
prometieron una limosna a Miaría Auxiliadora, si curaba.Aquel mismo día, mientras comía, cayó el niño de su silla al suelo y lanzó un
grito. Se llamó enseguida al médico, el doctor Gamba según creo, y éste, después de reconocerlo, exclamó:
-íMilagro!
Era, en efecto, algo verdaderamente extraordinario y antinatural que el hueso no se hubiese vuelto a romper precisamente en la unión de l
primera rotura, lo cual habían asegurado dos doctores con anterioridad, parecía imposible. Entonces pusiéronle el hueso en su sitio, y quedó
perfectamente curado, tanto que en su día pudo alistarse en el cuerpo de los bersaglieri (cazadores del ejército). La madre y la abuela
cumplieron la promesa. Después de obtener esta gracia, la madre puso singular confianza en las oraciones de don Bosco, y especialmente
después de su muerte
1 Ibídem, pág. 265.
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colocó sus intereses materiales y espirituales ((84)) en sus manos y atribuía a su intercesión el feliz éxito de sus asuntos de familia;
designaba con el nombre de su único abogado al Siervo de Dios, y se lo recomendaba a otros. Es más, quería se colocase, como testimonio
de su agradecimiento, una placa en la tapia del camino que conducía a su tumba en el colegio de Valsálice, pero no se lo concedieron.
Poco importa si la segunda fractura tuvo lugar en la misma tarde del 24 de mayo o dos días después; lo importante es que sucedió despué
de la bendición dada por don Bosco. Esta bendición, como nos lo confirmaba en 1938 el mismo agraciado, profesor José Moreno,
distinguido grabador al agua fuerte, dejó el más vivo y entusiástico recuerdo en la señora Ida Moreno Andreis para toda su vida.
íOtra curación portentosa! Un pobre lisiado, que llevaba mucho tiempo sin poder dar un paso, ni valerse de sus manos desde hacía dos
meses, recibió la bendición de un sacerdote que terminaba de confesar... y quedó curado al instante de sus males y echó a andar sin
dificultad...
En la mañana del día 4 de junio de 1874, solemnidad del Corpus Christi, al abrirse la puerta de la iglesia de María Auxiliadora de esta
ciudad de Turín, se encontró a un pobre lisiado junto a la puerta de la misma. Se le preguntó qué deseaba y respondió que era un pobre
tullido, que iba a implorar la curación a la Santísima Virgen Auxiliadora y que pedía para ello que le dieran la bendición. Fue acompañado
o mejor dicho, trasladado a la sacristía donde los sacerdotes estaban confesando o en otros ministerios. Esperó con paciencia hasta las ocho
Entonces, al darse cuenta de que un sacerdote quedaba libre, hízole señas para que se le acercase, y tuvo lugar esta conversación:
Forastero: -Soy un desgraciado, que pide compasión.
Sacerdote: -"Qué desea?
F.: -Pido, por caridad, que me dé la bendición de María Auxiliadora, que es la única que puede curar mis males.
S.: -"Qué males tiene?
F.: -Estoy baldado del todo. El reúma, una contracción de nervios, una lesión en la espina dorsal me han dejado giboso, tullido, y no
puedo servirme por mí mismo.
S.: -"Cómo ha podido venir hasta aquí:
F.: -Una persona caritativa me trajo esta noche en una carretilla hasta esta iglesia; después, con el bastón y la ayuda de un amigo, he
podido venir hasta la sacristía.
S.: -"Hace mucho tiempo que se encuentra en este estado?
((85)) F.: Sí, mucho tiempo; pero desde hace dos meses no puedo servirme de mis manos.
S.: "Qué dicen los médicos?
F.: -Los médicos han hecho todo lo que la ciencia y la caridad pueden hacer, pero todo remedio resultó inútil. Ultimamente me dijeron
que ya no saben qué hacer
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ni qué aconsejarme. Mis parientes, mis amigos y mi párroco, todos me han dicho que para mí no hay más remedio que la bendición de
María Auxiliadora, de cuyos extraordinarios beneficios hay tantos testimonios.
Entonces le ayudaron a arrodillarse, rezaron por él algunos presentes, se le dio la bendición y después le dijo el sacerdote:
S.: -Si tiene fe en María, empiece a abrir la mano.
F.: -No puedo.
S.: -Sí que puede, empiece por el dedo pulgar.
Probó y lo logró.
-Alargue el índice.
Lo alargó, e hizo lo mismo con el dedo medio, el anular, el meñique y toda la mano.
-Haga ahora la señal de la cruz.
Y se santiguó con soltura. Dijo entonces, hondamente emocionado:
-íLa Virgen me ha concedido la gracia!
-Si la Virgen le ha concedido la gracia, dé gloria a Dios y póngase en pie.
Quería él obedecer, apoyándose en las muletas.
-No, siguió diciendo el sacerdote; ha de dar esta prueba de confianza en María levantándose sin apoyarse y sin que nadie le ayude.
Obedeció enseguida. Cesaron las deformaciones de la espalda, de los hombros, de los brazos y las piernas; se puso derecho como si nunc
hubiese sufrido mal alguno; y después empezó a caminar expeditamente por la sacristía.
-Amigo mío, dijo el sacerdote; puesto que la Santísima Virgen le ha favorecido de forma tan evidente, demuéstrele ahora su gratitud,
empleando el cuerpo, haciendo una genuflexión ante el altar del Santísimo Sacramento sin apoyarse en nada ni en nadie.
Y lo hizo con desenvoltura.
Admirado él mismo, exclamó:
-íDios mío! íQué cosa! Hacía tanto tiempo que no me había arrodillado que no podía imaginar lo pudiera hacer tan pronto! íVirgen
Auxiliadora, rogad por mí!
-Querido amigo, concluyó el sacerdote, como prueba de agradecimiento a María, prométale que en adelante será verdadero devoto suyo y
que vivirá como buen cristiano.
-Sí, sí; seré un buen cristiano y el próximo domingo, antes que nada, iré a confesar y comulgar.
Y así diciendo agarró el bastón, del que se servía poco antes, se lo echó al hombro al estilo militar, como si hubiese alcanzado una gran
victoria y se fue sin saludar siquiera a ninguno de los presentes.
Todos creían que volvería atrás, y así poderle ((86)) preguntar su nombre, pero no se le vio más el pelo; tal vez vuelva otro día, al menos
para dar gracias a la que le obtuvo del cielo un favor tan señalado.
Este es uno de los muchos favores que la santísima Virgen concede cada día a los devotos que la invocan con el título de Auxilio de los
Cristianos, A uxilium Christianorum.
Entre otros estaban presentes al hecho el sacerdote Joaquín Berto y el señor Hermenegildo Musso 1.
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1 Ibídem, pág. 299.
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Un médico incrédulo e indiferente en cuanto a religión, aquejado de epilepsia, se presentó al Director del Oratorio de San Francisco de
Sales de quien había oído decir que curaba toda suerte de enfermedades. Fue invitado a rezar unas oraciones, a santiguarse, cosa que no
hacía desde cuarenta años atrás, y a confesarse: hizo la señal de la cruz, rezó, se confesó, quedó instantáneamente curado y nunca más tuvo
ataques de epilepsia.
Un médico, muy estimado como tal, pero incrédulo e indiferente en religión, se presentó un día al Director del Oratorio de San Francisco
de Sales y le dijo:
-He oído decir que usted cura toda clase de enfermedades.
-"Yo? No.
-Sin embargo, me lo han asegurado, mencionando incluso el nombre de las personas y la clase de enfermedad.
-Le han engañado. Sucede, a menudo, es verdad, que se presentan a mí personas para obtener semejantes favores para sí o para sus
conocidos por intercesión de María Auxiliadora; hacen triduos, novenas u oraciones con alguna promesa a cumplir si obtienen lo que piden
pero en tales casos las curaciones suceden gracias a María Santísima y no a mí.
-Pues bien, cúreme también a mí y creeré en esos milagros.
-"Qué enfermedad sufre su señoría?
Comenzó el doctor a contar que padecía de epilepsia, y que, especialmente desde hacía un año, eran tan frecuentes los ataques, que ni
siquiera se atrevía a salir de casa sin que alguien le acompañara. Todos los remedios habían resultado ineficaces y, como veía que iba de
mal en peor, había acudido a él con la esperanza de obtener, como tantos otros la curación.
-Pues bien, díjole el Director, haga como los demás: póngase de rodillas, rece conmigo unas oraciones, dispóngase ((87)) a limpiar su
alma con los sacramentos de la confesión y comunión y verá cómo la Virgen le consolará.
-Mándeme otra cosa, porque no puedo hacer lo que me dice.
-"Y por qué?
-Sería una hipocresía. Yo no creo en Dios y en la Virgen, ni en oraciones y milagros.
El Director quedó consternado; sin embargo, tantas y tales cosas le dijo que, ayudado por la gracia de Dios, el doctor se arrodilló y rezó
unas oraciones con el dicho sacerdote. Se santiguó, se levantó y dijo:
-Me extraña que haya sabido todavía hacer la señal de la cruz, porque hace cuarenta años que abandoné esta costumbre.
Prometió, además, que se prepararía para confesarse.
Y cumplió la promesa. Tan pronto como se confesó, se sintió internamente curado, y nunca más volvió a tener ataques epilépticos, siendo
así que, según afirmaban sus familiares, eran antes tan frecuentes y terribles que corría el peligro de tener un accidente.
Algún tiempo después vino a la iglesia de María Auxiliadora, recibió los sacramentos, entró después en la sacristía y dijo a los parientes
allí reunidos:
-Dad gloria a Dios. La Virgen me ha obtenido la salud del alma y del cuerpo;
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me ha convertido de la incredulidad a la fe cristiana, que yo había perdido casi por completo 1.
Don Bosco hacía todo lo posible por permanecer oculto, pero la Virgen animaba a sus devotos a acudir a él. Pertenece precisamente a
estos años el sueño de Josefina Razzetti, natural de Pino Torinese, que ella misma notificó el 23 de mayo de 1877. A fines de diciembre de
1870 sufrió un violento dolor de costado, que aumentaba de día en día; como quiera que el médico decía que ya no había remedio, a
mediados de enero de 1871 le administraron los santos sacramentos. Recibió la bendición papal, se durmió plácidamente, y en el sueño le
pareció ver a don Bosco en actitud de bendecirla y recomendarla a la bondad de María Auxiliadora.
Al instante, radiante de alegría, se despertó, y, ocho días después, estaba fuera de peligro y se levantaba curada.
Otro acontecimiento significativo.
Un domingo del mes de mayo de 1873, la señora María Vaschetti, víctima de sus achaques, no pudo ir a la iglesia para asistir a las
funciones religiosas ((88)) y se quedó sola en casa rezando junto al fuego. Estaba sentada, saltóle una chispa a las ropas y no se dio cuenta
de ello hasta que se propagaron las llamas. Se asustó, se echó a correr por las habitaciones y las llamas se levantaban cada vez más. La
rodeaban por todas partes y se sentía desfallecer. Volvió los ojos extraviados a la ventana, contempló a su través la estatua de María
Auxiliadora que remata la iglesia de Valdocco, cerca de la cual se encontraba su vivienda. La pobre señora levantó en medio del apuro las
manos suplicantes hacia la estatua y exclamó:
-"Permitiréis, María Auxiliadora, que vuestra devota sierva muera de este modo tan terrible?
Era una de las piadosas bienhechoras, que habían contribuido a levantar la iglesia. Dichas estas palabras, como si le hubiesen arrojado
encima agua fresca (repetía ella después), se encontró de repente libre de las llamas y del peligro. Poco después llegó el hermano y al verla
tan abatida, le preguntó el motivo. La piadosa señora le contó cómo, por un evidente milagro de María Auxiliadora, se había librado de una
muerte terrible. Acudió después a dar las gracias a la Bienaventurada Virgen María en su iglesia, e insistió para que se publicara en la
prensa el hecho en acción de gracias y exaltación de María, honrada con el título de Auxilio de los Cristianos 2.
Pero especialmente mediante los prodigiosos efectos de la bendición, que don Bosco daba en nombre de María Auxiliadora, impulsaba la
Virgen a todos a recurrir a su Siervo... íHabía que verle en aquellos instantes para reconocer en él al Hombre de Dios!
1 Ibídem, pág. 164.
2 Ibidem, pág. 162.
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"Fui un día a su iglesia, atestigua don Juan Turchi, en el Proceso Informativo, y le encontré en la sacristía bendiciendo, me parece que co
una fórmula en la mano, a un niño enfermo en brazos de la madre. (La fórmula, incluida posteriormente en el Ritual Romano, fue aprobada
en 1878, pero ya hacía años que don Bosco la empleaba). Me detuve contemplándole; él no me veía, pues yo me hallaba a sus espaldas y d
lado, y, visto todo, decía para mis adentros:
"-íQué fe la de este hombre! La escena me causó una impresión inolvidable".
Esto ocurría particularmente durante el mes de mayo, y más aún durante los días de la novena y la fiesta de María Auxiliadora, cuando
pasaba casi todo el día en la sacristía ((89)) rodeado de muchos devotos. Prometía rezar a todos los que le pedían oraciones, y solía repetir
menudo:
-íLas gracias no se obtienen con mis oraciones, sino con las de los que las piden y rezan con fe, y con las obras de caridad que hacen en
favor de los niños pobres!
Pero no podía arrancar de la mente de los devotos que era él, precisamente él, íel favorecido por Dios y por la Virgen!
Y a todos los que querían gracias de la Virgen, siempre les imponía algunas condiciones.
La primera: que la gracia les aprovechara también espiritualmente.
Angela Piccardo, hija del difunto Benedicto, domiciliada en Mele, en las cercanías de Voltri, pidióle una visita para que la bendijera, y él
le mandó esta respuesta, escrita al dorso de una estampa de María Auxiliadora:
Señora Rosa 1 Piccardo
íOh María! Haced vos misma una visita especial a vuestra hija enferma y alcanzadle de Jesús, vuestro hijo, la salud, que no va en contra
del bien de su alma.
Rezaré con mis huerfanitos por usted.
JUAN BOSCO, Pbro.
Había, a fines de 1874, un clérigo inscrito en la Pía Sociedad, que estaba enfermo de los ojos "si no grave, al menos con unas molestias
que no le dejaban seguir los estudios", pues no podía estar leyendo
1 Así lo leo en el original: Angela en la narración, y Rosa en la respuesta de don Bosco (?) (N. del T.).
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durante diez minutos sin sufrir. Después de mucho rezar, escribió a don Bosco, que, en vista de las muchas curaciones obtenidas del Señor
con una bendición suya, también él se atrevía a presentarse "si no con el cuerpo, al menos con el espíritu", reclamando una bendición para
sus ojos. Y don Bosco le contestó por medio de otra persona:
"Dios quiere de él: 1. ° Que le sirva con más fidelidad; 2. ° Desapego de la tierra; 3. ° Obediencia. Sin esto es inútil toda bendición".
No sabemos si el pobrecito curó o no, pero salió de la Sociedad al poco tiempo, quizás sin haber comprendido las amonestaciones del
Padre.
((90)) La segunda condición: que se tuviera plena confianza en el poder y en la bondad de la Virgen, atribuyendo a esta fe los socorros
extraordinarios.
Cierto buen sacerdote le recomendaba a otro sacerdote; y él le prometía oraciones y le aconsejaba que también rezara, porque "es la fe la
que lo hace todo".
Muy apreciado Sr. Cianetti:
De todo corazón rezaré con mis muchachos, muy especialmente ante el altar de María Auxiliadora por el sacerdote que me recomienda.
Rece él también en honor de la Santísima Virgen y del Santísimo sacramento, cada día, hasta la fiesta de todos los Santos.
La fe lo hace todo; si no va contra la voluntad de Dios, seguramente obtendremos la gracia.
Me encuentro metido en un mar de cosas. Ruegue por mí; Dios nos bendiga a todos y créame suyo,
Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro.
La tercera condición, cuando lo consideraba posible, era una limosna para las Obras Salesianas, y, en ciertos casos, también para otras
obras pías y centros de beneficencia.
En este punto, en el que otros tal vez se hubieran mostrado tímidos por miedo a las críticas, era maravillosamente franco, al extremo de
que muchas veces proponía la limosna como condición indispensable, con un tono absoluto. Se presentaba sin rebozo como representante
de la Omnipotencia Divina, que, siguiendo sus indicaciones, concedería los favores pedidos.
-Dad lo que podáis, decía; dad la limosna que os permita vuestra situación económica; Dios ve la sinceridad, el amor, el sacrificio de
vuestros corazones, y obtendréis lo que pedís.
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A veces fijaba él mismo la cantidad:
-íUsted debe dar diez, veinte, treinta, cuarenta mil liras!
Así hablaba en casos desesperados, en los que, como suele decirse, era preciso en absoluto arrancar la gracia; por ejemplo, cuando un ric
estaba desahuciado por los médicos, o agonizando, o pasaba de los ochenta años. Su máxima era que íDios no se deja vencer en
generosidad!.
((91)) Y mientras exigía a unos una simple promesa, pedía a otros que hicieran la limosna enseguida.
-Dios no ha dicho: Promittite et dabitur vobis (prometed y se os dará), sino Date et dabitur vobis (dad y se os dará); por consiguiente, hay
que obligar a Dios, adelantando la obra buena. Decir a Dios: Si Vos hacéis yo haré, es una provocación desconfiada, y a Dios no se le
imponen condiciones. El que se entrega completamente a Dios es imposible que no sea escuchado.
El señor Conte, dueño de una alquería en Sestri Ponente, fue a preguntarle si haría un buen negocio, si aceptaba, mediante el desembolso
de sesenta mil liras, la propuesta de poder construir los nuevos hornos Hoffmann, patentados y con la exclusiva para toda Liguria. Don
Bosco pensó, rezó un rato y, luego, le contestó:
-Haga en hora buena el contrato, que le traerá fortuna; pero ía condición de que provea de toda la cal necesaria para la construcción de un
nuevo edificio que vamos a levantar en Sampierdarena!
El señor Conte aceptó. Eso era a fines de 1874, y el día 14 de febrero de 1875. se puso la primera piedra de la nueva construcción: él
sirvió toda la cal necesaria y, con la debida autorización, envió también en los días festivos toda una ringlera de carros de arena, a veces
hasta veinte. Y cuando fue acometido por una especie de manía persecutoria, escribióle don Bosco, asegurándole en nombre del Señor, que
no sufriría ningún infortunio en toda la vida. Metió la carta de don Bosco en su cartera, llevóla siempre sobre el corazón y se hizo
millonario. Su hijo, el teólogo Luis Carmelo Conte, abogado de la Sacra Rota Romana, contó el caso singular, que confirmó don Pablo
Albera, director del Colegio de Sampierdarena.
Teresa Martinengo, de Savona, le comunicaba que un hijo suyo, salido del colegio en 1874, llevaba ya unos veinte días en casa, cuando l
acometieron dolores en una pierna. El mal llegó a ser tan grave que los mejores médicos de Turín y de Génova no daban con ningún
remedio eficaz, y que por eso, a la par que empezaba una novena a María Auxiliadora, a quien había recurrido otras veces, le rogaba se
uniera a sus oraciones porque, además, la gracia reportaría un gran
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bien ((92)) espiritual a otra persona de su familia. Don Bosco escribió ante el encabezamiento de esta carta, el resumen de la respuesta:
-Mucha oración; mucha fe y alguna obra de caridad.
Algunas veces no prometía la gracia, pues sabía que no se iba a obtener; pero cuando la prometía y el recurrente no ponía obstáculos, o
los apartaba enseguida después de haberlos puesto, se alcanzaba la gracia.
Otras, por el contrario, en las que alguien se marchaba sin someterse a sus condiciones, y después, reconociendo la conveniencia, volvía
declarando que estaba dispuesto a hacer lo que le había indicado, se le oyó responder inmediatamente:
-Hoy ya no puedo aseguraros la gracia, como podía hacerlo ayer, porque el momento ha pasado.
Era Dios mismo quien así actuaba para mover a aquéllos, que podían ayudarle generosamente a no poner impedimentos.
Otros detalles interesantes.
Debido al maravilloso desarrollo que, sin titubear, daba don Bosco a la obra que Dios le había confiado, pasaba por grandes apuros
económicos. Pero él no los ocultaba, sino que los daba a conocer abiertamente a todos e imploraba ayuda de la caridad privada y pública.
Estaba convencido de que así favorecía no sólo a los muchachos pobres, sino también a muchas familias ricas, a las que movía a cumplir lo
que dice el Evangelio: -íDad de limosna todo lo que os sobra!
Y María Auxiliadora también le ayudaba en estos casos de manera singular.
"Entre la Virgen y don Bosco, son palabras del mismo Lemoyne, debía existir un pacto: puede creerse que se le debió aparecer muchas
veces y que le indicó lo que debía hacer y cómo llevarlo a cabo.
"Notamos aquí, entre otras cosas, cómo a menudo decía, en medio de los más grandes apuros:
"-Sé que nos va a llegar una cantidad crecida, pero no sé de dónde viene, si de Oriente, de Occidente o del Norte...
"Alguna vez envió expresamente a un muchacho a Correos para ver si ya había llegado el envío de valores esperado. Y estos envíos
habían llegado, o no tardaban en llegar. "Quién le había dado la noticia?".
((93)) Y del corazón del querido Lemoyne brotaba este cántico:
-"Con qué himno de acción de gracias podremos los Salesianos entonar las misericordias de esta Madre Celestial? Fuiste tú, Santísima
Madre, la cajera, la bienhechora, la Señora, la Reina, la fundadora
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del Oratorio de San Francisco de Sales. Tú nos honraste haciéndonos tus hijos; tú nos diste abrigo, pan e instrucción; tú nos guiaste a las
diversas partes del mundo, tú nos defendiste y nos hiciste triunfar en mil pavorosos combates. Eramos jóvenes inexpertos, sin prudencia y
previsión, y tú, paso a paso, corregiste nuestros yerros. Tú fuiste maestra, consejera, centinela vigilante, hasta administradora de los mismo
subsidios terrenos, que nos habías procurado. Cuarenta años sin preocuparnos por el porvenir y tú dándonos siempre escam in tempore
opportuno (alimento en el tiempo oportuno). Con el crecimiento de las necesidades, de las empresas y de la extensión de nuestra Institución
por la faz de la tierra aumentaron los dones de tu mano. Cada semana nos enviabas lo necesario para millares y millares de tus hijos.
Llamabas en nuestro auxilio a Italia, Francia, España, Inglaterra, Alemania, Rusia, Polonia, América del Sur, América del Norte, y todas la
naciones nos proporcionaban inesperada y continua ayuda. Personas que no conocíamos habían recibido de ti gracias singulares y nos daba
pruebas de la gratitud que te profesaban, y, cuando nuestra escasa ciencia administrativa, o la malicia de los hombres había arruinado
inexorablemente la más opulenta fortuna, no faltaban subsidios extraordinarios inesperados, que volvían las cosas a su primera condición.
"Cómo podremos, pues, agradecer dignamente tu ayuda, dulcísima Madre, si no es respondiendo plenamente al fin para el que nos has
llamado y amado con predilección? 1.
1 Sigue el himno recordando, con la más devota admiración, otros muchos detalles:
"Primero Italia, después Francia entregaron enormes cantidades para ayudarnos, pero luego cesaron de dar limosnas a causa de los
grandísimos desastres económicos sufridos. Don Bosco mismo dejó de acudir a los ricos italianos para grandes cantidades; tanto, que le
escribieron algunos, quejándose incluso de haber sido olvidados por él y declarándose siempre dispuestos a ayudarle como lo habían hecho
hasta entonces. Pero en cuanto disminuyeron los socorros de estas naciones, vinieron los de Prusia, Rusia y Polonia, a pesar de que nada
hacía don Bosco ni se preocupaba en absoluto de pedir su cooperación. Comenzó en 1884 el párroco de un remoto lugar de Rusia enviando
mil liras por haber obtenido una gracia singular de María Auxiliadora, a la que había invocado. Desde aquel momento empezaron a llegar
cada semana, para el sostenimiento del Oratorio, centenares y centenares de rublos y no faltaban, al mismo tiempo, los marcos, dólares,
florines, y libras esterlinas. La Virgen misma manifestaba su poder, nuestra existencia y nuestras necesidades. La fama de María
Auxiliadora, de don Bosco y del Santuario de Turín llegaba hasta los últimos rincones de la tierra. En 1883 llegaba una carta del Asia
Menor en la que una musulmana pedía oraciones por su marido enfermo; y en 1886 un pobre idólatra enviaba desde los confines de Tartari
una limosna pidiendo, en lengua rusa, su conversión y la de su familia...".
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7. Varón justo
((94)) Don Bosco no desperdiciaba ocasión para inculcar en sus hijos la más ferviente gratitud a la Celestial Auxiliadora con la práctica
ejemplar de la pobreza.
Para estimularlos a amarla y practicarla ejemplarmente solía contar, visiblemente emocionado, que hasta los más pobres sentían el deber
de darle alguna limosna en señal de agradecimiento por gracias obtenidas, y que él, comprendiendo perfectamente el sacrificio que se
imponían, tenía con ellos una discreción conmovedora.
Un día volvía de la ciudad al Oratorio y se encontró, junto a la portería, con una pobre mujer que llevaba a su hijito de un año en brazos;
estaba tan pálido y flaco, tenía los ojos tan apagados, la carita tan cubierta de postillas, tan inmóvil y callado, que parecía un cadáver.
Detúvose y, mirando al pobrecito niño, dijo a la madre:
-"Es suyo:
-Sí, señor.
-"Cuánto tiempo hace que está enfermo?
-Desde que nació está así.
-"Le ha llevado a los médicos?
-Sí, señor; pero me han dicho que no hay nada que hacer.
-"Le gustaría a usted que curase?
-íImagínese! íPobre hijito mío!
Y lo besaba, pero el niño seguía inmóvil e insensible.
-"Lo ha recomendado ya a la virgen?
-Sí, pero no experimenta mejoría alguna.
-"Y va usted a recibir los sacramentos?
-Alguna vez.
((95)) -"Cree que la Virgen puede curar a su hijo?
-Sí, pero no merezco gracia tan grande.
-"Y si la virgen se lo curase, qué haría en su honor?
-Le entregaría lo mejor que tengo.
-"Quiere que le dé la bendición de María Auxiliadora?
-íSí, sí, don Bosco!
-Pues bien: vaya a confesarse y comulgar cuando pueda; rece durante nueve días tres padrenuestros, avemarías y glorias en honor de
María Auxiliadora. Invite también a su marido a rezarlos, y la Virgen les escuchará.
Y bendijo al niño.
Quince días más tarde, domingo, entraba en la sacristía del Santuario, en medio de un tropel de gente, que se apiñaba para hablar
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con don Bosco que terminaba de confesar, una mujer, que llevaba en brazos un niño de ojos limpios, vivarachos y que no podía estar quieto
un instante. Al llegar ante el Santo, exclamó loca de alegría:
-íMire mi niño!
-"Qué desea, buena señora?
-íYa ve usted qué bien está!
-Que Dios se lo conserve siempre así; "y qué desea?
No recordaba don Bosco la bendición que había dado a aquel niño moribundo quince días antes. La mujer le recordó el hecho y le contó
que, al tercero o cuarto día de la novena que le había mandado, íel niño se había curado instantáneamente!
-Ahora, siguió diciendo, he venido a cumplir con mi deber.
Y al decir esto, sacó un estuche donde había unos atavíos femeninos de oro: un collar, un par de pendientes y un anillo. Don Bosco los
tomó en sus manos.
-"Esta es su ofrenda?
-Sí señor; prometí que regalaría a la Virgen lo mejor que tengo y le ruego que lo acepte.
-Pero, dígame: "cuenta con algo para enfrentarse con la vida?
-No señor, vivimos al día con el jornal de mi marido, que trabaja en la fundición.
((96)) -"Y sabe su marido que ha destinado todo esto para la Virgen?
-Sí, señor; lo sabe y me autoriza para ello con mucho gusto.
-Y dígame: "guarda algún ahorro?
-"Qué ahorro quiere que hagamos con tres liras diarias?
-"Y, si se deshace de todo, cómo se las arreglará frente a una desgracia o una enfermedad?
-No me preocupa; Dios proveerá.
-Pero si guarda este oro, podrá aprovecharlo en alguna circunstancia, vendiéndolo o empeñándolo en el monte de piedad.
-El Señor ve que somos pobres, y yo debo entregar lo que he prometido.
Don Bosco, que estaba muy conmovido, continuó diciendo:
-Oigame, vamos a hacer así. La Virgen no le pide tanto sacrificio.
Pero, como es justo que por su parte haya una muestra sensible de gratitud, yo tomaré solamente este anillo. Llévese el collar y los
pendientes.
-íAh, no! Prometí todo y quiero darlo todo.
-Haga lo que le digo y basta.
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-"Pero, la Virgen quedará contenta? No quiero faltar a mi palabra, porque temo que me castigue.
-Le aseguro que la Virgen está contenta.
-"Cómo puede usted saberlo?
-Quédese tranquila, se lo repito; yo invertiré en su nombre, y para honra de María, una cantidad equivalente al valor del collar y los
pendientes.
-"Y puedo yo, en conciencia, permitir eso?
-Sí, puede hacerlo.
La buena mujer estaba todavía indecisa, mas acabó por decir:
-Bueno, haga como dice; pero si quiere todo mi oro, tómelo en hora buena.
Don Bosco repitió su propuesta resueltamente y la pobre mujer volvió satisfecha a su casa. íCuánto corazón y cuánta fe!
"Hacia el año 1870", anotaba Lemoyne al escribir la relación, sucedió otro hecho conmovedor, todavía inédito.
((97)) Cierta mañana llegó al Oratorio un pobre hombre después de haber viajado de Alba a Turín; se confesó y comulgó y se presentó a
don Bosco para cumplir un voto. Había estado enfermo, deshauciado por los médicos y, ya a punto de muerte, había prometido llevar a la
Virgen todo el dinero que poseía, y curó al instante. Contempló don Bosco a aquel hombre, con mucho desparpajo y con paupérrimo
atuendo, pensando qué dinero podía poseer. Sacó él de la faltriquera un envoltorio en papel de estraza, lo desenvolvió y apareció el dinero:
íuna lira! Con toda solemnidad la puso en manos de don Bosco y dijo:
-Esto es todo lo que tengo: ítómelo!
-"Estas son todas sus riquezas?
-Todas.
-Seguramente tiene en el pueblo su pequeña viña.
-No tengo nada.
-"En qué trabaja?
-íSoy un pobre bracero! Vivo al día.
-"Cómo hará para volver a su casa?
-No hay problema; lo mismo que he hecho para venir; iré a pie.
-"Y no está cansado?
-Algo sí, porque el viaje fue bastante largo.
-"Está en ayunas todavía?
-Desde luego, porque quería comulgar. Pero antes de media noche comí un pedazo de pan que traía.
-"Y qué tiene ahora para desayunar?
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-Nada.
-Hagamos así. Hoy se queda conmigo. Desayuna, come, cena, duerme aquí esta noche y mañana, si le place, vuelve a su casa.
-íImposible!
-"Por qué?
-íTendría gracia! Traer una lira y comerse luego tres o cuatro!..."Y mi voto?
-Escuche, usted da su óbolo a María Santísima y yo le ofrezco hospedaje a mis expensas.
-Le digo que no. "Cree usted que yo no comprendo que la bolsa de la Virgen y la de don Bosco son una sola bolsa?
((88))-Créame: la Virgen no llevará a mal que yo le atienda en mi casa.
-No me convence, y no quiero causarle ninguna molestia.
-"Y cómo va a hacer?
-Pues mire: volveré a pie; si tengo hambre, pediré limosna; si me canso, a lo largo del camino hay guardacantones; si me viene el sueño,
pediré albergue en el pajar de una alquería; pero quiero cumplir mi voto íntegramente. íAdiós y ruegue por mí!
Y, sin más explicaciones, se marchó.
Nuestro santo Fundador amaba tanto la pobreza, era tan delicado con los pobres, que experimentaba gran pesar cuando iba en busca de
medios para pagar las deudas y veía el lujo asombroso de ciertas casas.
El 19 de septiembre de 1871, cayó gravemente enferma cierta marquesa de ochenta y cuatro años, bienhechora del Oratorio, que vivía en
la plaza de Víctor Manuel, n.° 13, y mandó llamar a don Bosco para confesarse. Se confesó y después le preguntó:
-Así, que "he llegado ya al término de mis días?
Y le miraba fijamente con la mirada extraviada. Contestóle el Santo que sólo Dios conoce el término de nuestra vida, y nosotros debemos
descansar tranquilos en sus brazos, dejando que El disponga como guste.
-Entonces, exclamó ella agitada por la fiebre, "tengo que dejar este mundo, las riquezas de mi casa, todo cuanto poseo?
Díjole don Bosco unas palabras sobre los bienes, mucho mayores que los de este pobre mundo, que tiene el Señor preparados para los qu
le aman, comparados con los cuales todos los bienes de la tierra íson más despreciables que el barro!
La pobrecita no atendía a lo que le decía y volvió a desahogarse:
-"Así que, he de abandonar mi palacio, mis habitaciones, mi
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precioso salón? Me parecía que estaba bastante bien en este mundo y en cambio tengo que dejarlo...
Y, así diciendo, mandó llamar a unos criados y ordenó que la llevaran al salón. Era una locura; pero, tanto insistió que también a don
Bosco le pareció bien que la contentaran, para evitar que la contrariedad le causara ((99)) mayor excitación. Agarraron los sirvientes la
cama y la trasladaron al salón, lleno de mil objetos preciosos. Quiso que la colocaran junto a una mesa, cubierta con un riquísimo tapete
persa y, tomándolo en sus manos, lo palpó, lo acarició, lo miró atentamente y exclamó repetidas veces:
-íQué hermoso! íQué precioso!... íPero es la última vez que lo veo!... íMe costó cuarenta mil liras! "Sabe usted don Bosco? íY dejará de
ser mío!...
Miraba a un lado y a otro por la riquísima estancia, como para dar el último adiós a cada cosa... y, poco después, allí mismo, en el salón,
exhalaba el último suspiro.
-Qué difícil es para los ricos, observaba don Bosco al contar confidencialmente el caso; íqué difícil les es desapegar el corazón de los
bienes de esta tierra! íY qué doloroso les resulta este desasimiento en punto de muerte!
El santo Fundador tuvo durante toda su vida plena confianza en la Providencia. "Cuando le dejaban heredero de tierras o casas, declaraba
don Miguel Rúa en el Proceso Informativo, me apremiaba para apresurar, por cuanto se pudiera, su venta, ya fuera para poder liquidar más
pronto las deudas, ya fuera por temor a que se apegase a ellas el corazón de alguno... Y nos decía, de vez en cuando:
"-Despojémonos de los bienes temporales para trabajar con más libertad por Dios; mientras nos abandonemos de este modo en los brazos
de la Providencia, jamás permitirá Ella que nos falte lo necesario, y nuestra Sociedad y nuestras casas seguirán prosperando; mas, si
comenzamos a atesorar, la Providencia nos volverá la espalda.
"Me sucedió alguna vez que, por no encontrar ocasiones favorables para la venta de inmuebles heredados, la aplacé por algún tiempo, y
don Bosco me seguía insistiendo para que me diera prisa, aun renunciando a oportunidades más ventajosas que pudieran presentarse más
adelante, y hasta incluso me tomaba la delantera vendiendo él mismo para acabar antes...
"A imitación de san Cayetano, le gustaba mucho que se viviese estrictamente al día, sin posesiones, y empleando el dinero para pagar las
deudas con toda puntualidad, a medida que ((100)) podía. Si
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se enteraba que uno guardaba dinero, acercábasele enseguida, insistiendo para que fuera repartido según las circunstancias. Solía decir que
nuestra Congregación florecería constantemente, mientras se mantuviese en perfecta pobreza...".
Asimismo, si un alumno le decía en confesión que guardaba dinero contra la prohibición del Reglamento del Colegio, considerándolo
como una ofensa a la Providencia, le amonestaba para que fuera sin demora a entregarlo al Prefecto y, si no obedecía y seguía confesando
esta misma falta, amenazaba con negarle la absolución. "Amad la pobreza" fue su RECOMENDACION FUNDAMENTAL "para mantene
en buen estado las finanzas de la Congregación".
Por consiguiente, si "lo que debe distinguir a nuestra Sociedad es la castidad", y el amor y la práctica de la pobreza es "la recomendación
fundamental" del Santo Fundador "para todos los Salesianos", al tiempo que en nuestra vida de familia no falta nunca la obediencia,
naturalmente plena, pronta, humilde y alegre, resulta evidente que don Bosco nos quería modelos en la práctica de cada uno de los votos
religiosos.
No olvidemos nunca que nuestra Pía Sociedad brotó de la admiración y gratitud hacia el santo Fundador, espontáneamente, casi por
ensalmo, con la gracia de Dios. Las primeras vocaciones salesianas florecieron todas, o casi todas, de esta manera. Un ejemplo:
Un alumno del segundo curso de bachillerato, despabilado y formal, se hallaba un día del 1873 alrededor de don Bosco, junto con mucho
compañeros, bajo los pórticos, durante el recreo. Parecía inquieto y con ganas de hablarle. Diose cuenta el Santo y le preguntó:
-"Quieres decirme algo, verdad?
-Sí señor; lo ha adivinado.
-"Qué quieres decirme?
-Pero..., no quiero que lo oigan los demás.
Llevó a don Bosco aparte y le susurró en voz baja:
-íQuisiera hacerle un regalo que le gustará!
-"Qué regalo quieres hacerme?
((101)) -íEste!
Y poniéndose de puntillas, alargó los brazos y, muy serio, añadió:
-íQuisiera regalarle a mí mismo, para que en adelante haga de mí lo que quiera y me tenga siempre con usted!
-Verdaderamente, replicó don Bosco, no podías hacerme mejor regalo.íLo acepto: no para mí, sino para ofrecerte y consagrarte al Señor!
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Aquel jovencito era Francisco Picollo, natural de Pecetto Torinese; se hizo salesiano, llegó a sacerdote y fue maestro de novicios, directo
e inspector.
Semejante al afecto que le profesaban a don Bosco sus hijos, era, ya desde entonces, el aprecio, la veneración y la admiración que le
tributaba toda suerte de personas, aun en el extranjero, por sus extraordinarias virtudes y por su apostolado, como más adelante veremos.
Presentaron por aquellos años a la princesa María Victoria de Saboya-Carignano a un alumno del Oratorio, y se la oyó exclamar:
-íDichoso tú, que estás con un Santo!
"Este concepto de la santidad de don Bosco, deponía en el Proceso Informativo monseñor Juan Cagliero, estaba arraigado en toda clase d
personas, nobles, eclesiásticas y seglares; lejos de menguar o disminuir, crecía cada año más por la fama que corría de sus eminentes
virtudes y de los dones extraordinarios, con que Dios le había enriquecido. Por eso eran muchísimos los que recurrían a él, unos
personalmente y otros por carta, encomendándose a sus oraciones, como a las de un santo, para obtener más fácilmente gracias de Dios y d
la Santísima Virgen. Y yo mismo he visto, más de una vez, a personas que pedían la bendición de María Auxiliadora, pero querían que se l
diese él; entregaban limosnas para celebración de misas, pero exigían que las celebrase el Siervo de Dios. A su misa asistían siempre
muchas personas devotas, que, antes o después de la celebración, pedían de rodillas, su bendición, y algunos venían de pueblos lejanos,
felices, según ellos decían, por haber podido oír la misa y recibir la bendición de un Santo".
((102)) Escenas semejantes sucedían ya en todas partes. "Don Bosco, declaraba en el mismo Proceso uno de sus más antiguos alumnos,
Juan Bisio, fue siempre considerado por pueblos enteros, adonde iba, como un verdadero santo, especialmente cuando iba a las aldeas. A su
paso, se arrodillaban muchos para recibir su bendición y otros se asomaban a la ventanas y a las puertas para verle; las madres le
presentaban los niños para que los bendijera; parecía realmente el Nazareno en medio de los muchachos. Muchos iban a porfía para
acercarse a él, palpar su sotana, besar su mano y poder recibir algo tocado por él. Yo lo vi con mis ojos porque le acompañé en algún viaje"
A pesar de todo, notaba Juan Villa, "era tan humilde, que los que de lejos habían oído hablar de él, cuando por vez primera le veían y le
conocían personalmente, al observar su humildad y su familiaridad
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quedaban sorprendidos y admirados, pues se habían imaginado que iban a encontrarse con un personaje que se diera importancia con su
actitud exterior".
Hagamos nuestra la humildad, la familiaridad y demás virtudes características de don Bosco, si queremos ser dignos hijos suyos, y
procuremos practicar de la mejor manera sus más calurosas recomendaciones:
-Nuestra Congregación tiene por delante un risueño porvenir, preparado por la Providencia, y su gloria será duradera mientras se observe
nuestras Reglas.
-El fin de nuestra Sociedad es la santificación de nosotros mismos y la salvación de las almas, mediante el ejercicio de la caridad.
-Os recomiendo la educación cristiana de la juventud, las vocaciones al estado eclesiástico, las Misiones Extranjeras, y especialmente la
educación de los muchachos pobres y abandonados.
-Hijos míos, no os recomiendo penitencias y disciplinas, sino ítrabajo, trabajo, trabajo!
-El trabajo y la templaza harán florecer nuestra Sociedad.
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((103))
CAPITULO II
íSIEMPRE ADELANTE!
1871 -1. EN TURIN. -2. EN LANZO -3. EN BORGO SAN MARTINO -4. CIERRA EL COLEGIO DE CHERASCO -5. ACEPTA EL
NUEVO COLEGIO DE VARAZZE -6. TERCER CENTENARIO DE LA BATALLA DE LEPANTO -7. EN FLORENCIA Y EN ROMA
-8. FIESTA DE LA GRATITUD -9. EN SAN IGNACIO Y EN NIZZA MONFERRATO -10. EN LIGURIA Y, DE NUEVO, EN
FLORENCIA Y EN ROMA -11. DE VUELTA -12. UNA LARGA CUESTION EDIFICANTE -13. ESCRITOR Y PUBLICISTA -14.
TODO PARA TODOS -15. ALUMNOS AMADOS
AL comenzar el año 1871 nuestra Pía Sociedad tenía cinco casas: la Casa madre de Turín, el Seminario Menor de Borgo San Martino y los
Colegios de Lanzo, Cherasco y Alassio. La Casa de Trofarello seguía siendo simplemente un lugar de descanso y distracción, y la de
Mirabello estaba vacía y confiada a unos guardianes.
Los socios sumaban setenta y siete; treinta con votos perpetuos y cuarenta y siete trienales. Los adscritos eran sesenta y nueve. Entre
todos llegaban a ciento cuarenta y seis: veintisiete sacerdotes, sesenta y nueve clérigos, treinta y cuatro coadjutores y dieciséis estudiantes.
No hemos podido encontrar el aguinaldo que don Bosco dio aquel año, pero, cabalmente, de los primeros días de 1871, cuando los
prusianos estrechaban el asedio de París, que se rindió el 28 de enero, tenemos una carta, aunque sin fecha, escrita a don Juan Bonetti,
director ((104)) del Seminario Menor de Borgo San Martino, a quien había confiado algunos trabajos relacionados con la Historia
Eclesiástica. Se la llevó en mano un clérigo poco apto para la Pía Sociedad, por ser de manos largas, el cual efectivamente volvió a su casa
al poco tiempo. En la carta se menciona el aguinaldo, pero sin ningún detalle del mismo y, en cambio, aparece en ella toda la bondad del
padre, que ya entonces pensaba alegrar a los alumnos del Seminario Menor con un paseo a Turín, en las próximas fiestas de María
Auxiliadora.
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Queridísimo Bonetti:
Enviamos a Pellegrini, que espero se portará bien. Aquí daba clase al tercer curso de Bachillerato y lo hizo bien. Pertenecía a la tribu de
Manasés 1, pero parece que ya se ha corregido del todo.
El aguinaldo no te dará miedo, pero no nos hagamos ilusiones; Dios nos quiere en un mundo mejor que éste; toca a los hijos no sólo
mostrarse dignos, sino mejores aún que el padre.
Disponlo todo para venir por san Francisco y hablaremos de más cosas.
La conferencia será el lunes 30 de los corrientes.
De la Historia hablaremos aparte.
Puedes renovar las esperanzas de nuestros queridos muchachos, pues, hasta el presente, todo marcha bien para su venida a la fiesta de
María Auxiliadora. En el programa se leerá: 23 de mayo, por la tarde: música por los alumnos del Seminario Menor de Borgo San Martino
No creo que haya dificultades para la comida y el viaje. Hay que pensar en la cama, y ya se tomarán las medidas oportunas para ello.
Después de todo, si los prusianos duermen en el suelo alrededor de París, con doce grados bajo cero, "no seremos capaces nosotros de
preparar tiendas, jergones o un cobertizo ad hoc? De todos modos quiero, dante Deo, que hagamos una hermosa fiesta y que estemos muy
alegres.
Ya tenemos el tren a mitad de precio; todavía espero una rebaja mayor.
Dios nos bendiga a todos y nos conserve en el camino del cielo. Amén.
Afmo.
JUAN BOSCO, Pbro.
P. D. En las Acta Conciliorum, de Mansi, tomo I, hay diversas noticias útiles sobre los Papas de los tres primeros siglos.
En la fiesta de san Francisco de Sales, y precisamente el 30 de enero, como se había comenzado a hacer en 1865, se celebró la
Conferencia General, a la que asistieron, junto con los directores de cada casa, todos los hermanos del Oratorio. En aquella circunstancia
hubo tres que hicieron los votos trienales; después, los directores expusieron, por turno, la marcha de su casa, y don ((105)) Bosco, una vez
comprobado el desarrollo y el progreso de los diversos colegios, felicitó a todos por el asiduo trabajo y recomendó: economía, reforma del
teatro, confianza en la divina Providencia, que protegía a la Pía Sociedad en tiempos tan difíciles, obediencia y trabajo 2.
Las continuas solicitudes del Santo estimulaban a todos a actuar
1 Tribu de Manasés. -Para dar a entender que alguien es propenso a golpear a otros o que tiene manos largas. (N. del T.)
.
2 Véase el Capítulo VIII: Maestro y Padre, & 9, Informes y deliberaciones de las Conferencias generales y otoñales.
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cada vez mejor, pues le veían siempre empeñado en perfeccionar y dar incremento a cada una de las casas. He aquí, por orden cronológico,
tal y como van apareciendo estas solicitudes paternas.
1. En Turín
En 1870 había comprado detrás del Oratorio un trozo considerable de terreno y, mientras se ultimaban los trabajos de la plaza ante el
santuario de María Auxiliadora y del edificio a lo largo de la calle Cottolengo, renovaba la instancia al Ayuntamiento para poderlo unir al
Instituto mediante una tapia y hacer en él una especie de colonia agrícola.
Ilmo. señor Alcalde:
El que suscribe, considerando oportuno tener contigua una huerta lo suficiente amplia para poder ejercitar en ella, en este ramo industrial
todavía poco atendido, a algunos de los muchos jovencitos internados en el Colegio, en vez de formar tantos artesanos para diversos ramos
con excesiva competencia, compró con este fin el terreno necesario y recurrió hace meses a Su Señoría Ilustrísima pidiendo autorización
para cercar dicho terreno con una tapia y hacerlo apto para tal fin.
La instancia fue rechazada por considerar que la tapia propuesta incluye áreas destinadas a vías públicas en el plano ya aprobado del
ensanche de la Ciudad.
Previéndose todavía muy lejana la apertura de estas vías del plano de ensanche de la Ciudad, en la zona de que se trata, y como quiera
que, cuando llegue la hora de efectuar estos trabajos, será una nonada la remoción de unos trozos de tapia, existente sólo a precario, de
conformidad con lo que disponga el Ayuntamiento, mientras, por el contrario, es algo de presente y de futuro con perjuicio social, que el
colegio esté privado de un medio para poder hacer también de dichos alumnos buenos horticultores, confía, el que suscribe, que con estas
consideraciones. S. S. Ilma. tendrá a bien volver a considerar el acuerdo ((106)) tomado y conceder el permiso de la tapia propuesta,
conforme a los planos correspondientes, que se vuelven a presentar como duplicado del original.
Turín, 18 de enero de 1871.
JUAN BOSCO, Pbro.
En cuanto obtuvo el permiso, hizo levantar la tapia al contratista Carlos Buzzetti. Costó cinco mil seiscientas cincuenta y tres liras con
setenta céntimos.
La instancia de don Bosco, en la que manifestaba su deseo de preparar una parte de sus alumnos para trabajos de horticultura, sugirió al
Alcalde la idea de confiarle la dirección del instituto agrícola que iba a inaugurarse en Turín.
El 27 de febrero de 1869 moría en Lyón el caballero Carlos Alfonso
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Bonafons, que había sido jefe de una importantísima casa comercial en Piamonte y dejaba heredero de gran parte de sus bienes al
Ayuntamiento de Turín, con el fin de fundar un gran instituto agrícola para muchachos pobres, desamparados y necesitados de socorro. La
Junta nombró una Comisión para redactar el Reglamento orgánico del Instituto. Este se discutió y aprobó en 1870 y, cuando el gobierno
reconoció, en marzo de 1871, la nueva Colonia Agrícola como un ente moral, el Consejo Municipal pensó en don Bosco, a quien todos
admiraban por su habilidad para educar a los muchachos pobres. A tal efecto se presentaron en el Oratorio algunos miembros de la
Comisión, acompañados por un asesor, el comendador Ernesto Riccardi di Netro, y, después de haber hablado un rato sobre la manera de
dirigir por el buen camino a tantos menores corrigendos, le hicieron la propuesta. Don Bosco, cuando se trataba de obras de beneficencia,
no dejaba que se malograran por su culpa, así que en seguida contestó que se prestaba a aceptar tan honroso encargo, pero con esta
condición:
-Entiendo que se me deje plena libertad en la administración y dirección interna; de otro modo no puedo responder de la buena educación
y conducta de los jóvenes...
El comendador Riccardi y los otros miembros de la Comisión encontraron justa la declaración. Entonces don Bosco preguntó a cuánto
ascendería la renta asignada para los gastos del Instituto. Le contestaron:
-íSetenta mil liras al año!
((107)) -Bien, denme setenta mil liras y yo me encargaré de lo necesario para la administración interna; pero en la administración externa
no quiero ni debo mezclarme. Esto es asunto suyo.
-"Y a cuántos muchachos piensa usted atender cada año con esta cantidad?
-Cuatro veces setenta, es decir, doscientos ochenta.
-"Qué dice? "Doscientos ochenta muchachos? "Cómo se las va a arreglar para mantenerlos con setenta mil liras?
-Eso corre de mi cuenta.
-Pero "cómo los tratará?
Don Bosco expuso el trato que se daba a los alumnos del Oratorio en la comida, el trabajo, el estudio, el recreo y el método educativo. La
Comisión quedó admirada, lo calificó de hombre singular, cortado para la juventud; y concluyó que el partido, por él propuesto, era el
mejor y el más económico de cuantos pudieran imaginarse. Por fin le dijeron claramente:
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-Prepárese y dé por terminado el asunto. Presentaremos su respuesta al Ayuntamiento y será aprobada sin más en la primera sesión.
"Quién podrá oponerse a un convenio tal?
Y añadió don Bosco:
-Ustedes dan por terminada la cuestión y yo, en cambio, no la considero ni empezada.
-"Cómo se entiende? Ya verá cómo dentro de unos días todo está concertado. "Quién no aceptaría, asegurándonos usted que mantendrá
tan crecido número de muchachos? Nadie más que usted se atrevería a embarcarse en semejante empresa por setenta mil liras.
-Pues bien; ya lo verán ustedes: ni aunque don Bosco se prestase a mantener a quinientos muchachos por setenta mil liras al año, se
aceptaría su propuesta.
-"Y eso por qué?
-Porque este proyecto no favorece al que quiere sacar tajada. íCuántos habrán hecho ya sus cálculos para que les toque alguna partecita e
la enseñanza y en las oficinas de la administración...!
Hubo risas, se lanzaron mil exclamaciones, pero aquellos señores se marcharon persuadidos de que todo estaba ya arreglado. Mas ((108))
don Bosco había acertado. Los más influyentes del Consejo Municipal no le escatimaron elogios, pero al fin... determinaron que no se podí
aceptar lo que quería, porque, como estaba relacionado con los Jesuitas y con el Papa, iba en contra de sus sentimientos liberales.
Pero la verdadera razón de la negativa fue la señalada por don Bosco. Se confió la dirección a elementos laicos. En junio de 1872 se abrió
el instituto con setenta alumnos y muy pronto sobrevino una crisis económica. Inmediatamente se intentó reanudar las gestiones con nuestr
Fundador, pero éste juzgó inútil toda discusión, porque, a la postre, se llegaría a las mismas conclusiones de la primera vez, puesto que en e
reglamento, aprobado el 19 de julio de 1871, se decía que los alumnos serían educados en el ejercicio de los actos de piedad que se
consideran necesarios, pero que irían a misa sólo los domingos, y que los alumnos no católicos serían educados según las normas y
prescripciones de los ministros de su religión.
Dominaba en aquellos tiempos en el Ayuntamiento el partido liberal y, tal vez, también algún sectario. Don Bosco había ido varias veces
a la casa consistorial para recomendar que se le otorgara a una persona, notoriamente católica, una plaza vacante, con la que hacer frente
honestamente a la vida, pero nunca logró obtener audiencia.
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La última vez que subió la escalinata, insistió para hablar con el comendador Riccardi. Le respondieron que estaba en Consejo. Y él repuso
-Pues aguardaré hasta que salga...
Se comunicó al Comendador la insistencia de don Bosco y salió, y le preguntó, un poco enojado:
-"Qué desea?
Expuso don Bosco en dos palabras lo que quería, y concluyó:
-Esto es lo que deseaba, pero quería hablar de ello directamente con usted.
-Pues bien, replicó Riccardi, le diré francamente que es imposible concederle lo que pide. Piense usted en la sala y considere las personas
que componen el Consejo... Se ha determinado que ínadie obtendrá un empleo, si no es de los suyos! "Comprende?
((109)) Mientras tanto iba realizando otros trabajos en el Oratorio.
El 2 de febrero contrataba con el maestro de obras, Carlos Buzzetti, la construcción del coro en el santuario de María Auxiliadora, de las
dos sacristías laterales y del pórtico adyacente.
En el área, donde tenía que levantarse el coro, se hallaba la célebre morera, que daba sombra a la primitiva puerta del Oratorio y en la que
se había escondido el muchacho Félix Reviglio 1. Don Angel Savio esperó a que don Bosco saliera unos días de casa para mandarla cortar,
pues sabía lo que sufriría, si veía quitarla. En efecto, cuando volvió y ya no vio la vieja morera, enmudeció y se cubrieron sus ojos de
lágrimas, por un instante, como si hubiese perdido a un amigo. íCuántos recuerdos queridos debieron acudir a su mente!
Comenzaron enseguida las obras y pronto subieron las paredes de las dos salas para la sacristía que prolongaban y doblaban las
construidas en 1867 y, entre ellas, formando un solo cuerpo de forma elíptica, con el arquitrabe sostenido por columnas, se levantó el coro,
que se comunicó con el templo mediante un arco abierto en el ábside, sobre el cual estuvo colgado el cuadro de María Auxiliadora, hasta
1891, año en que se realizaron, por un voto de don Miguel Rúa, las primeras reparaciones y decoraciones.
José Freilino, canciller de la Sección del Tribunal de Pavía, a la sazón alumno del Oratorio, recordaba un hecho ocurrido, al parecer, el
año anterior, puesto que menciona la prolongación del tramo del edificio, que, a lo largo de la calle Cottolengo, iba desde la antigua porterí
hacia la casa Coriasco, y menciona también a varios
1 Véase: Memorias Biográficas, Volumen III, pág. 268.
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compañeros, entre los que figura Enrique Cirio, el cual, según los registros, resulta que se fue a casa en enero de 1871, "domum petiit".
Como quiera que sea, y puesto que se trata de un detalle interesante, todavía inédito, lo referimos gustosamente aquí, porque será del agrad
de los lectores.
He aquí la relación, redactada el 11-9-1912, que verdaderamente confirma el don que don Bosco poseía ((110)) de tener habitualmente
ante sus ojos lo que sucedía en el Oratorio, como premio a su ardiente deseo de impedir el mal.
"No debo aplazar por más tiempo el cumplimiento de un deber que siento para con el bien recordado don Bosco, pues lo que voy a narrar
es una piedra preciosa de su celestial corona, que se descubre a sus devotos y que tal vez servirá para reforzar más y más y engrandecer los
argumentos para su beatificación.
"Declaro, para empezar, que fui alumno del Oratorio en Turín desde el año 1868 al 1873, y que allí cursé el bachillerato. Era yo un
muchacho flojo, como casi todos a esa edad, que me dejaba arrastrar por los compañeros, de modo que no siempre escuchaba los paternale
consejos de don Bosco a quien, sin embargo, me acercaba con frecuencia.
"Y he aquí el hecho que confirma la tradición viva entonces, según nos contaba a mí y a otros el reverendo Racca, fallecido uno de
aquellos años. Nos decía que don Bosco tenía siempre presentes a sus hijos y, aun invisible, los apartaba de cometer el mal, a veces de
forma sensible.
"Fue en el curso escolar de 1870-71, es decir, el año en que se celebró el carnaval con la feria de vinos en Turín, a la cual asistía la banda
de música del Oratorio uniformada de amarillo; el mismo año en que se prolongaba en el Oratorio el edificio, lindante con la calle
Cottolengo, hasta dar con una casucha propiedad de Juan Bautista Coriasco, habitada por un tal Brosio (que tenía un hijo en el Oratorio), la
cual avanzaba tres o cuatro metros más hacia el costado de la iglesia, es decir, aproximadamente hasta donde está ahora la portería. El
espacio entre la pared de la casa y el de la iglesia estaba cerrado por un vallado interior y otro exterior.
"El último sábado de aquel carnaval, junto con los compañeros Boeri, tal vez camagna (o apellido parecido) de Turín y Enrique Cirio
determiné salir del Oratorio durante el tiempo de las confesiones de la tarde, par irnos a ver las fiestas del carnaval. (Era yo un muchacho y
no pensaba en las consecuencias). Fue elegido, para la escapada, el espacio mencionado entre la casita Brosio (Coriasco) y la iglesia.
Franqueamos fácilmente la primera valla por el hueco que dejaba una tabla movible. Mis dos compañeros ya habían salvado la segunda,
pero yo no podía saltarla, aunque era fácil. Al mismo tiempo, no sé cómo me encontré casi en medio del espacio, frente a una ventana que
daba a la cripta de la iglesia y oí caer junto a mí muchas piedras que, al chocar contra el empedrado, se hacían pedazos, ninguno de los
cuales me tocó. Los compañeros me llamaban y yo, despavorido, respondía que no podía pasar y que tiraban piedras. No he podido saber s
también ellos las oían caer, porque ((111)) no se trató de esto después, pero lo cierto es que ellos mismos volvieron atrás, y ya no se habló
más de la escapada.
"Pensando en este hecho con mayor sensatez, siempre tuvo y tiene para mí algo de extraordinario, y más relacionándolo con lo que
sucedió después.
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"Nadie estaba enterado de nuestro proyecto, nadie nos vio pasar la valla, ninguno de nosotros (estoy casi seguro) fue a confesarse con do
Bosco; y, sin embargo, al día siguiente, mientras íbamos a misa, al pasar junto a don Bosco, que atravesaba el patio de los externos con los
alumnos, él me habló al oído, como solía, y, con la suavidad de un padre, me preguntó si había salido después. Contesté que no, y me dejó.
"Otro hecho parecido me confirma que don Bosco vigilaba personal y continuamente a sus hijos (es absurdo pensar que sólo lo hiciera
conmigo) y que los tenía siempre visiblemente presentes. En otra ocasión había planeado con otros, sin ningún fin determinado, salir por la
iglesia durante las confesiones de la tarde. No salimos, no recuerdo por qué motivo; pero, al día siguiente, por la mañana, don Bosco me
preguntó si había salido.
"Dos veces, durante los cinco años de mi estancia en el Oratorio, tuve el capricho de escapar para divertirme, y las dos se enteró don
Bosco. "Cómo lo consiguió? No encuentro otra explicación, sopesadas todas las circunstancias, sino pensar que don Bosco me veía, aunqu
no estuviera físicamente presente, y me protegía".
El primer día de cuaresma fue don Bosco a Varazze para tratar sobre la aceptación de aquel Colegio. El lunes siguiente se comenzaba en
el Oratorio la catequesis cuaresmal, que se daba todos los días, excepto los sábados, hasta Semana Santa, y acudían a ella muchísimos niño
de los alrededores. Actuaban como catequistas los sacerdotes, clérigos y también algunos alumnos mayores. De la misma manera se
preparaba para el cumplimiento pascual a los muchachos del Oratorio de San Luis, en la avenida del Rey, y a los del de San José en Borgo
Nuovo.
El Oratorio festivo de Valdocco renacía aquel año en la iglesia de San Francisco de Sales, que había sido desalojada, excepto el espacio
del altar mayor. Desde 1870 don Bosco había confiado la dirección de la misma a don Julio Barberis, ordenado sacerdote el 17 de
diciembre: en ella celebraba la santa misa, predicaba y actuaba, ayudado por varios hermanos. Un patio de noventa metros de largo por
diecisiete de ancho, con aparatos de gimnasia, servía para el recreo. La puerta de acceso estaba en la plaza, ((112)) a la izquierda del
Santuario, en el mismo extremo del patio, que era el último trozo de la propiedad del Oratorio.
El 8 de diciembre de 1870, al ver Pío IX que la Iglesia era tan "perseguida y oprimida en todas partes por sus enemigos" como para dar a
pensar a los impíos "que ya las puertas del infierno iban a prevalecer sobre ella", aceptaba las súplicas del Episcopado de todo el mundo y
declaraba a san José patrono de la Iglesia Católica, "a fin de poner bajo su poderosísimo patrocinio a sí mismo y a todos los fieles", y
elevaba la fiesta del 19 de marzo a rito doble de primera
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clase. Don Bosco dispuso, desde 1871, que su Pía Sociedad celebrara la solemnidad de san José como fiesta de precepto.
Había decidido también empezar la construcción de la "iglesia de san Juan Evangelista, con internado y escuelas para niños pobres, en la
avenida del Rey, en Turín". Imprimió una circular de propaganda para esta grande y santa empresa el 12 de octubre de 1870, que iría
"acompañada de una recomendación de S. E. Rvma. monseñor Alejandro Riccardi, arzobispo de Turín, en favor de dicho proyecto". Esta
recomendación la escribió, en nombre del Excmo. señor Arzobispo y por su orden, el vicario general José Zappata, con fecha 13 de octubre
de 1870 1, pero se envió más tarde por haber fallecido monseñor Riccardi el 16 de octubre. Lo cierto es que don Bosco envió la primera
carta a la condesa Callori el 23 de enero de 1871.
Benemérita señora Condesa:
Hoy, fiesta de los desposorios de la Bienaventurada Virgen María, envío la primera carta para la nueva iglesia, acompañada de la última
recomendación del que fue nuestro Arzobispo, y la di rijo a usted, que fue la primera y mayor postora en la compra de los terrenos
oportunos. El próximo mes de abril comenzarán regularmente las obras. Sé que usted hará todo lo que pueda; sin embargo, si, en su caridad
quisiera decirme si en los próximos tres años puedo contar con alguna cantidad determinada, ello me serviría de norma y apoyo en estos
desdichados años. Ya ve que escribo con la libertad de un hijo. Usted diga y obre con la franqueza de una madre.
La nueva edición de la pequeña Historia Eclesiástica, de quince ((113)) mil ejemplares, se agotó en menos de un mes. Deo gratias.
Preparamos otra edición. Alégrese en el Señor.
El domingo, a las seis y media de la tarde, habrá una gran función de teatro, con entrada gratuita para usted y todos los que envíe.
Ruégole rece por mí, que cordialmente le deseo todo bien y me profeso con profunda gratitud,
De V.S.B.
Turín, 23/1871.
Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.
P. D. Acompaño también una circular para el señor conde, su esposo. Si recordara el nombre de alguien, a quien pudiera dirigirme, hará
una obra de caridad indicándomelo.
1 Vease: Memorias Biográficas, Volumen IX, pág. 821.
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Y he aquí otra carta, acompañada de la mencionada circular, dirigida al comendador Dupraz:
Carísimo señor Comendador:
Le envío una circular, que contiene la última recomendación de nuestro llorado Arzobispo, que tanto interés tenía por la empresa de que
hablamos. Es una obra atrevida para estos tiempos, pero es de absoluta necesidad, y por ello espero que la caridad de los buenos católicos y
la especial asistencia de Dios no faltarán.
Me alegro mucho de que haya recibido bondadosamente mi propuesta; esto me alienta y espero que atraerá especiales bendiciones sobre
usted y su piadosa consorte.
Que Dios bendiga a los dos y les conceda buena salud por largos años de vida feliz, acompañados del precioso don de la perseverancia en
el bien.
Con verdadera gratitud tengo el honor de poderme profesar,
De V.S.
Turín, 7-2-1871
Afmo. y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.
Para llevar a término la construcción de la iglesia de San Juan Evangelista tropezó con muchas dificultades, que hicieron brillar su heroic
fortaleza. Después de adquirir a alto precio el terreno necesario, encargó los planos al conde Eduardo Arborio Mella, el cual los trazó en
estilo románico y de forma verdaderamente artística; pero su realización exigía todavía la adquisición de una longuera, propiedad de un tal
Morglia.
Se dieron muchísimos pasos para adquirirla, hasta pagándola por encima de su verdadero valor, mas sin resultado. ((114)) Aconsejáronle
entonces a don Bosco que recurriese a la autorización soberana para obtener que, de acuerdo con la ley de 25 de junio de 1865, fuera
declarada de utilidad pública la obra que él anhelaba, a saber, la construcción de una nueva iglesia con internado y escuelas anejas: de este
modo el propietario Morglia se vería forzado a vender la franja. Expuso don Bosco sus intenciones al Gobierno Civil el cual, con fecha 9 d
agosto de 1871, rogaba al Alcalde "propusiera en su día a la deliberación del Concejo municipal la conveniencia y normalidad de la
proyectada construcción de dicha iglesia y determinara, en consecuencia, si procedía conceder la pedida expropiación forzosa, por tratarse
de un Centro de caridad pública".
Juan Bisio, natural de Capriata de Orba, admirador de don Bosco, ingresó en 1864 en el Oratorio, después de cumplir el servicio militar,
permaneció en él durante siete años, y se hubiera quedado
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para siempre allí de no habérselo impedido deberes familiares. Fue él quien depuso en el Proceso Informativo:
"Tanto se temía por el bien que don Bosco podía hacer, como en efecto se está haciendo en este lugar, que, apenas adquirió a trancas y
barrancas el terreno, se me presentó un judío y me pidió que hiciera todo lo posible para que don Bosco lo revendiera y que él aseguraba
cualquier precio. Hablé del asunto con don Bosco, sólo para informarle, pero él me dijo que estaba destinado a iglesia e internado", que
pensaba dedicar a san Juan Evangelista, como homenaje de devoción a su gran bienhechor Pío IX.
Veremos las innumerables gestiones que tuvo que realizar aquellos años para conseguir que se le concediera la parcela de terreno que
necesitaba, y las dificultades que posteriormente puso monseñor Gastaldi, el cual, "con el fin de obtener más limosnas para la iglesia de Sa
Segundo, disuadió de la idea de levantar un monumento a Pío nono, y prohibió a don Bosco hablar de la iglesia de San Juan Evangelista,
como monumento al Sumo Pontífice. La cuestión llegó a Roma, y a mí mismo, deponía el canónigo Juan Anfossi en el Proceso
Informativo, se me pidió que redactara una memoria para presentar al cardenal Antonelli, en la que ((115)) demostré que, mucho tiempo
antes, ya había pensado don Bosco en hacer de su iglesia un monumento a Pío IX, y que yo mismo le había prometido costear la puerta
principal, en la que se grabarían en bronce las gestas del pontificado de Pío IX".
Otra empresa de aquel momento.
Desde 1867 algunos propietarios, domiciliados en el barrio llamado de los Sagrín, luego de Garibaldi, y más tarde de San Segundo,
habían constituido una comisión para promover la construcción de una iglesia en los alrededores de la estación ferroviaria de Puerta Nueva
para comodidad de la población que iba muy en aumento por aquella zona.
Abrióse un concurso para los planos del nuevo templo, al que se presentaron varios arquitectos, y lo ganó el ingeniero Luis Formento. El
Ayuntamiento aprobó los planos y el lugar donde se quería levantar el templo y autorizó su construcción en la sesión del 2 de enero de
1868; concedió gratuitamente el terreno más un subsidio de treinta mil liras a entregar en tres plazos, el primero al cubrir aguas del edificio
el segundo al terminarlo, y el tercero, una vez consagrado y abierto al público.
Pero no bastaban estas concesiones para levantar la iglesia, sobre todo porque había surgido una grave dificultad; quería también el
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Ayuntamiento que la Comisión hiciera un depósito de cien mil liras como garantía de la empresa. Era necesario, por tanto, reunir dinero y,
más que nada, hallar una persona que se pusiera a la cabeza de la obra. Quedaron suspendidos los trabajos hasta que en 1871, como era cad
vez mayor la necesidad de una iglesia parroquial en el barrio de San Segundo, la Junta pensó ponerse al habla con don Bosco y confiarle la
construcción. Ilustres personajes eclesiásticos y seglares le suplicaron la tomara a su cargo, considerando que sólo él era capaz de llevarla a
término. El vicario capitular, monseñor Zappata, le llamó y, sin más razones, le dijo que le obligaba en conciencia a encargarse de aquella
construcción, pues de otro modo fracasaría el proyecto, y por su culpa se quedarían muchos cristianos sin poder cumplir los deberes
religiosos por falta de un templo.
Don Bosco inclinó la cabeza, confiando en los auxilios de la providencia. Y entonces don Antonio Nicco, administrador ((116)) de la
parroquia de San Carlos, a la que pertenecía el lugar elegido para la construcción del sacro edificio, juntamente con don Bosco y el párroco
de la Crocetta, elevó una instancia al Alcalde para que se apresurasen las gestiones y se pudiera comenzar la construcción. El Alcalde
preguntó enseguida a la Comisión interina para la construcción del nuevo templo cuál era su parecer, y el Secretario, después de oportunas
conversaciones con don Bosco, respondió:
25 de abril de 1871
Ilmo. señor Alcalde:
En respuesta al contenido de la respetable comunicación de V. S. Ilma. del 26 del pasado marzo, n.° 170, y de acuerdo con las
conversaciones sucesivamente tenidas con la Comisión para la construcción de la iglesia parroquial en la plaza de San Segundo, se creyó en
el deber de conferenciar con el reverendo sacerdote don Bosco para concertar, mediante la fusión de las respectivas ideas, la manera de
construir dicha iglesia, que ha de servir entretanto para el Oratorio proyectado por el mencionado sacerdote y para las funciones
eclesiásticas, sin perjuicio de que después se convierta, con el andar del tiempo, en Parroquia, cuando, con la intervención de la Autoridad
eclesiástica, se haga la determinación de sus límites.
Me cabe el honor de anunciar a V. S. Ilma. que el sacerdote don Bosco, con cuyas diligencias sería construida la iglesia, y gracias tambié
a las aportaciones ya recogidas y que faltan por recoger de la Comisión, adoptaría los planos trazados por el arquitecto Formento, ya
aprobados por la Junta de Ornamentación. En consecuencia, no parece haya ninguna dificultad para la construcción del edificio, sobre todo
porque la Comisión promotora celebra que el reverendo sacerdote mencionado asuma tamaña carga.
Así pues, la Comisión promotora, de acuerdo con las intenciones ya manifestadas en la mencionada comunicación por V. S. Ilma. en
nombre del Ayuntamiento:
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Suplica a V. S. Ilma. tenga a bien autorizar al mencionado sacerdote don Bosco para que comience la obra.
Por la Comisión ANGEL CHIESA, Secretario.
Una vez recibida la mencionada declaración, el Alcalde en persona, satisfecho de que don Bosco hubiera asumido el encargo, respondía a
reverendo don Antonio Nicco, administrador de la Parroquia de San Carlos, rogándole diera noticia de ello a los reverendos sacerdotes, don
Bosco y el Párroco de la Crocetta.
((117)) CIUDAD DE TURIN
Oficina-Obras Públicas
Asunto:
Nueva iglesia parroquial
de San Segundo
Turín, 30 de abril de 1871
De acuerdo con la petición contenida en el pliego suscrito por V. S., juntamente con los reverendos sacerdotes don Bosco y el Párroco de
la Crocetta, para el asunto que se señala al margen, el Alcalde, abajo firmante, se impuso el deber de realizar las oportunas gestiones del
caso con la Comisión interina de la nueva iglesia parroquial de San Segundo y, habiendo alcanzado con suma complacencia el fin deseado,
tiene ahora el honor de comunicar a Sus Señorías una copia de la carta recibida sobre el particular, en la que encontrarán claramente
expresadas las buenas disposiciones a su favor de la dicha Comisión.
Mas, para que Sus Señorías puedan disfrutar de las ventajas, que la Administración Civil acostumbra acordar en estas circunstancias,
como, por ejemplo, la cesión del terreno y la contribución con dinero, es necesario, ante todo, que Sus Señorías cumplan las condiciones
establecidas por la Administración Civil y que ya fueron comunicadas a la mencionada Comisión, a saber: exhibir un certificado, en el que
conste haber sido constituida por Real Decreto, y tener disponible un fondo de cien mil liras, como mínimo, para la construcción del nuevo
templo.
Tan pronto como el que suscribe tenga en su poder los documentos necesarios para justificar cuanto queda dicho a la Administración, se
apresurará, como es debido, a promover enseguida las correspondientes y oportunas deliberaciones del Concejo Municipal, como asunto de
su competencia.
Al mismo tiempo, debe también prevenir a Sus Señorías Rvmas., el que suscribe, que el plano de la iglesia, tras las variaciones sugeridas
por la Junta de Ornamentación, debe ser presentado de nuevo en esta oficina, antes de empezar a ejecutar las obras, debidamente
modificado en el sentido ya indicado a la Comisión primitiva, para recibir la definitiva sanción.
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Entretanto se precia el que suscribe de declararse,
De Sus Señorías Rvmas.
Seguro servidor El Alcalde
F. RIGNON
Y don Bosco, para eliminar las dificultades que podían surgir, escribió al Alcalde diciendo que estaba dispuesto a empezar ((118)) la
construcción, aun antes de señalar la superficie territorial de la nueva parroquia, con las siguientes condiciones:
Turín, 3 de junio de 1871
Ilmo. señor Alcalde:
El sacerdote Juan Bosco, y sólo con el deseo de remediar las necesidades morales cada vez más apremiantes en el barrio de esta Ciudad,
llamado de los Sagrini, de acuerdo con el Vicario General, monseñor Zappata, y con los párrocos de la Crocetta y de San Carlos, con el
consentimiento y en nombre de la Comisión instituida para promover la construcción de la iglesia parroquial de San Segundo, a fin de
abreviar el curso de las gestiones y apartar las dificultades que podrían presentarse, propone a V. S. Ilma:
1.° Aplazar, por ahora, la demarcación de los terrenos y casas, que se deberá establecer para formar la mencionada parroquia de San
Segundo, y comenzar inmediatamente la construcción de la iglesia y casa aneja.
2.° El Ayuntamiento concede el área de terreno señalada para el objeto arriba indicado.
3.° El Ayuntamiento concurrirá con la cantidad determinada a este fin con cuotas a pagar en determinadas épocas, del modo que el mism
Ayuntamiento juzgare más oportuno.
4.° Se presentarán de nuevo los planos y se ruega a los ingenieros municipales hagan las modificaciones y den las sugerencias que
consideraren oportunas para la utilidad pública y para la mayor ornamentación de nuestra ciudad.
Así las cosas, el que suscribe comenzaría inmediatamente las obras, sin obligación del concurso de otros: y tan pronto como el edificio lo
permita, se empezará a reunir en él a los muchachos de la calle, a enseñarles el catecismo y, además, a predicar a los adultos y todo lo que
concierne al culto religioso.
Y, al tiempo que quedará remediada la necesidad religiosa y moral, se allanarán las dificultades, y las autoridades competentes podrán
establecer los límites de la futura parroquia. Pero se ruega ante todo a V. S. tenga la bondad de comunicar si es aceptado este humilde
proyecto, en cuyo caso se necesita al menos una carta de autorización, concediendo al que suscribe la más amplia libertad que fuere
necesaria para actuar en esta empresa excepcional.
Tiene el honor de profesarse,
De V. S. Ilma.
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
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((119)) La instancia fue discutida en sesión municipal, y unos días después se recibió esta respuesta favorabilísima:
CIUDAD DE TURIN
X Oficina-Obras Públicas
N.° 642
Turín, 27 de julio de 1871
El Alcalde que suscribe tiene la satisfacción de comunicar a V. S. Rvma. que el Concejo Municipal, en su sesión del 7 del corriente mes,
acogió favorablemente la propuesta, hecha por la Junta Municipal, de conceder, para la iglesia parroquial que V. S. Rvma. se propone
levantar en el barrio de San Segundo, en Puerta Nueva, el terreno de propiedad municipal, y asignar para la ejecución de la obra el concurs
en metálico de treinta mil liras.
El terreno concedido constituye el solar entero comprendido entre las calles San Segundo, de la Assietta, Gioberti y de la Gimnástica, y
estará a disposición de V. S. Rvma. tan pronto como se estipule el contrato de cesión entre el Ayuntamiento y el ente moral de la Parroquia
La cantidad de treinta mil liras se entregará en tres plazos iguales: el primero después de cubrir aguas el edificio, el segundo al terminarlo
completamente y el tercero una vez abierto para las funciones religiosas.
Con todo, antes de que se haga efectiva la cesión del terreno y sea posible, en consecuencia, el comienzo de las obras, es preciso que V. S
Rvma. presente los planos de la iglesia y locales anejos, para la oportuna aprobación del Ayuntamiento, y que después, al ponerlos en
ejecución, observe las normas generales establecidas por los vigentes reglamentos de ornamentación.
El Ayuntamiento, al prestar el mencionado concurso para la ejecución de esta obra, reconocida como necesaria por el crecimiento de la
población en ese distrito parroquial, cree interpretar justamente el voto de los ciudadanos y desea, por consiguiente, que V. S. Rvma. ponga
todo el interés posible para llevar a término cuanto antes su designio.
Entretanto se precia de declararse con tal ocasión,
De V. S. Rvma.
Su atento y s.s.
El Alcalde
F. RIGNON
Don Bosco, después de haber dado a leer a don Angel Savio y a don Miguel Rúa, el borrador de su respuesta, para que añadiesen las
modificaciones que estimaran oportunas, dirigió al Alcalde la siguiente carta:
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((120)) Turín, 26 de agosto de 1871
Ilustrísimo señor Alcalde:
Cumplo mi deber de agradecer a V. S. Ilma., y por su medio a todos los señores del Ayuntamiento, el signo de benevolencia y estimación
que me han dado, al confiarme la construcción de la iglesia de San Segundo. Estoy dispuesto a favorecer el común deseo y dar principio
cuanto antes a las obras. Dentro de unos días se presentarán los planos modificados para la deseada aprobación oficial.
Ya que no es posible, por ahora, efectuar la cesión del terreno a la parroquia que no se podría erigir y constituir enseguida, creo que se
puede tomar esta medida:
El Ayuntamiento cede el terreno al sacerdote Bosco a condición de que sirva para la construcción de una iglesia, destinada a convertirse
en parroquia tan pronto como las autoridades competentes juzguen que esto pueda efectuarse.
Esta cesión también podría hacerse al Superior Eclesiástico.
Entretanto, y confiando plenamente que tendrá a bien tomar en consideración estas humildes observaciones, me declaro con el debido
aprecio,
De V. S. Ilma.
Su atento y s.s.
JUAN BOSCO, Pbro.
El Ayuntamiento concedió a don Bosco otra muestra de suma confianza, deliberando que no le exigía ninguna cantidad en depósito,
porque su nombre era sencillamente la mejor garantía.
2. En Lanzo
El día 11 de febrero comunicaba don Bosco al Director:
Queridísimo Lemoyne:
Dios mediante, el lunes por la mañana estaré en Lanzo. Lee esta carta a los muchachos; yo mismo explicaré todo después.
Hasta vernos.
11-2-1871.
Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro.
En la carta a sus amadísimos hijos, contaba cómo, sin que ellos ni los Superiores se enteraran, había visitado en sueños el colegio,
acompañado por un horrible monstruo 1.
1 Véase: Capítulo I: "Da mihi animas", &5. Un don singular, n. 1.
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((121)) La visita fue inolvidable. La explicación detallada del sueño, previamente avisado, despertó en el corazón de los alumnos los más
generosos propósitos.
Entretanto, ya urgía la reanudación de las obras del nuevo edificio. El intenso frío, que no parecía acabar aquel año, había perjudicado la
construción, especialmente la parte que debía acoplarse al antiguo edificio. Para poder reemprender los trabajos en primavera, apenas
regresó a Turín, recurrió a Blas Foeri, excelente señor, domiciliado en Lanzo.
Muy apreciado señor Blas:
Los gastos extraordinarios con que me he de enfrentar para la construcción del edificio anejo al Colegio de Lanzo, me estimulan a recurri
a fuentes extraordinarias para llevar a término la empresa comenzada. Deseaba hablarle hoy de un pensamiento o de un proyecto que me
parece muy conforme con su voluntad de hacer el bien y que no le causará mucha molestia. El reverendo Foeri podrá explicárselo mejor de
viva voz. Consiste en la esperanza de un legado de su parte, cuando Dios le llame al paraíso. Fiado en él, yo encontraría quien me facilitara
dinero, en caso de necesidad, y hallaría también bienhechores, que me pagarían los intereses por un tiempo indeterminado.
Como ve, hablo con confianza ilimitada, como sólo se hace con personas que se sabe aman a nuestra Santa Religión Católica y a la
moralidad pública, entre las que he conceptuado a V. S. carísima.
Que Dios le bendiga, señor Blas, y le conceda abundantes bendiciones del cielo y largos años de vida feliz, mientras me profeso,
agradecido,
De V.S.
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
Pocos días después aconsejaba al Director:
Querido Lemoyne:
No me fue posible escribir durante los pasados días.
Te digo ahora que en estos asuntos es mejor contemporizar. Si se quiere obtener algo, hay que ir a la raíz. Cuando los hijos se deciden a
entregarse de veras a la religión, enseguida empiezan a mejorar las cosas. Duele que padres tan buenos sean tan escasamente correspondido
por alguno de sus hijos. "Pero, qué quieres? Uno solo basta para acarrear el ((122)) mal a todos. Mas también para ellos no está lejos la
estrella de la buena suerte. Oración y paciencia. Dios hará lo demás.
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Este es el plan, o mejor, el camino a seguir.
Dios nos bendiga a todos. Créeme en Jesucristo.
27/4/1871.
Afmo. JUAN BOSCO, Pbro.
Lemoyne no nos ha dejado ningún comentario sobre esta carta, que él marcó con el número dieciocho de los escritos que don Bosco le
envió. Mas, por el contenido y el escrito número diecinueve, ya mencionado en el noveno volumen 1, se puede deducir claramente que
estaba preocupado por la conducta de un muchacho, y don Bosco le aconsejaba calma y oración, confiando en una próxima mejora.
Véase un detalle interesante de la humildad de nuestro Fundador. El 2 de octubre de 1870 había hecho que ingresara en el Colegio de
Lanzo un sobrino segundo, José, hijo de Francisco, pagando la pensión normal. Ante su escaso resultado en los estudios, lo pasó al Oratori
en 1873, y terminó por dejarlo volver a su casa. Muchos años después decía claramente a don Juan Bautista Lemoyne:
-Envié a mi sobrino al Colegio de Lanzo, porque estabas tú, seguro de que, por tu gran amistad conmigo, le prodigarías toda clase de
cuidados. Me esperaba que daría buen resultado. Estaba yo tranquilo. Cuando vi el fruto de los exámenes, tuve una gran pena y pensaba, en
mis adentros: ""Pero ese director no ha pensado que el chiquito era mi sobrino y que se lo había confiado especialmente a él? "Cómo lo ha
descuidado de este modo? "Cómo todos los del Colegio juntos no trabajaron para tratar de que, al menos, alcanzara una medianía? "Por qu
tan pocos miramientos conmigo?". Y absorto en estos pensamientos, determiné inmediatamente ponerlo a pensión con un sacerdote amigo
mío, por los alrededores de Bra, donde me parecía que tendrían con él todos los cuidados posibles, y que saldría bien. Pero al poco rato,
volviendo en mí, me dije: ((123)) íEstá visto: el afecto a tus parientes te empuja a semejante determinación! "Y eres tú quien predica a los
demás el desapego de los parientes? "Y porque no ha triunfado, crees que su director y los otros no han cumplido su deber? íNo pensemos
más en esto! Dejemos
1 Véase: Volumen IX, pág. 818.
El papelito de don Bosco, en una nota marcada por Lemoyne con el n.° 19, dice así: "Vengan inmediatamente a visitar a su hijo. Le es
imposible seguir en el Colegio. Sabrán los motivos personalmente -Lemoyne".
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que las cosas vayan como las guía la Providencia! Hubiera deseado que siguiera en la Congregación uno que llevara mi apellido y me
perteneciera también por los vínculos de la sangre. No será así, porque tal vez no le gusta al Señor que así sea. Puse en paz mi corazón y
dejé que las aguas siguieran tranquilas su cauce.
Y Dios dispuso que ingresaran en el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora tres hermanas de José, una de ellas Eulalia, que fue más
tarde Asistenta General.
3. En Borgo San Martino
El traslado del Seminario Menor a Borgo San Martino resultó tan desagradable para la población de Mirabello que algunos "hicieron de
modo que se nos obligó a pagar un recargo del impuesto sobre bienes muebles y al embargo, el último día del año 1870 1,de todo el
mobiliario de Borgo San Martino, pudiendo ser subastado, si en el plazo de diez días no se pagaban dos mil veinticinco liras". El director,
don Juan Bonetti, recibió el siguiente oficio:
REINO DE ITALIA
Provincia de Alessandria
Distrito de Casale
Municipio de Borgo San Martino
Borgo San Martino, 17 febrero, 1871
El señor Gobernador Presidente del Colegio Provincial Escolar de Alessandria, enterado de que, a primeros del corriente curso escolar,
abrióse en este Ayuntamiento un Colegio privado de enseñanza media, sin que la persona, a quien está confiada la dirección, se haya
cuidado de cumplir lo dispuesto por los artículos doscientos cuarenta y seis y doscientos cuarenta y siete de la ley del 13 de noviembre de
1859, encargó, lo que se cumple por el presente oficio, ((124)) a quien esto escribe, que invitara, en nombre de la Autoridad Escolar
Provincial, al señor Director del Colegio privado de este lugar, a cumplir, sin ulterior retraso, las condiciones impuestas, en los
mencionados artículos de la ley para abrir un colegio de enseñanza media.
El abajo firmante ruega por su parte al mencionado señor Director que se digne uniformarse a las disposiciones de la superioridad,
mientras espera de su amabilidad la noticia de haber recibido el presente oficio en descargo de su responsabilidad.
Por el Alcalde El Asesor Delegado
JOSE ROTA
1 Véase: Apéndice, Capítulo I, & 1, Carta a la condesa Callori, la buena "mamá" e insigne bienhechora, que solícitamente prestó a don
Bosco toda clase de ayudas.
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Don Juan Bonetti envió inmeditamente la comunicación al Oratorio:
Borgo San Martino, 18-2-1871
Mi querido Rúa:
1.° "Comienza la persecución, que ya hubo en el tiempo de tu directorado? Lee el adjunto oficio, habla con don Bosco y con don
Celestino Durando y escríbeme inmediatamente diciendo lo que debo hacer y contestar.
2.° Envíame, además, la ley del 13 de noviembre de 1859. Dime si he de aparecer yo en esta cuestión o si he de meter a don Bosco o al
Obispo. Yo contestaría al Presidente del Consejo Escolar que no hemos hecho más que trasladar el Seminario Menor de Mirabello a Borgo
San Martino y que por eso no nos considerábamos obligados a los mencionados artículos de la ley. "Qué os parece?
3.° Contéstame hoy mismo y no lo retardes.
JUAN BONETTI, Pbro.
La petición de auxilio fue satisfecha al punto, y de momento no hubo más dificultades.
Sin embargo, don Bosco consideró conveniente ir a Borgo San Martino y comunicó al director su visita. Fue en la primera semana de
cuaresma, al regreso de Varazze.
Don Juan Bonetti, feliz con el anuncio, aprovechó la ocasión para preparar a los alumnos a recibirlo dignamente, contándoles y
comentando varias noches el sueño que don Bosco había tenido en 1860 y que había descrito a los alumnos del Oratorio: el de las tres
clases de mesas, colocadas en anfiteatro, en las que los pobres muchachos ((125)) sentados en el tramo inferior, tristes y sucios, que se
alimentaban de inmundicias, eran los que se hallaban en pecado mortal; los del tramo medio, envueltos en cándida luz y servidos con
exquisitez en rica vajilla, eran los que habían recobrado la gracia de Dios con una buena confesión; y los que ocupaban el tramo superior,
que gozaban de un servicio indescriptiblemente bello, inmersos en el más alegre júbilo, cien veces más hermoso que los del medio, e
irradiaban fulgores más luminosos que los del sol, eran los inocentes.
"Había entonces en el Oratorio doscientos doce alumnos, recordaba Bonetti, y apenas si vio don Bosco a doce sentados a la mesa de los
inocentes". Y después de exaltar la prez de la belleza de las almas que saben mantener intacta la virtud de la inocencia, exhortaba a los
alumnos a ser puros de mente y corazón, a costa de cualquier sacrificio,
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y a aprovechar la visita de don Bosco y las buenas palabras, que saldrían de sus labios, para hacer santos propósitos y cumplirlos.
Sus exhortaciones, impregnadas de caridad y de fervor, produjeron su efecto y fueron conmovedores los agasajos con que se recibió al
Santo.
El día 2 de marzo aceptó éste los votos trienales de un hermano y, a su regreso a Turín, daba gracias al Señor por la satisfacción que habí
experimentado con aquellos jovencitos, como lo declaraba al director:
Turín, 5 de marzo de 1871
Queridísimo Bonetti:
He entregado a la imprenta la Historia Eclesiástica; podré, por tanto, pasarte El Joven Instruido 1 en esta semana. Procura añadir un
capitulito sobre la comunión frecuente y otro sobre la devoción a San José. Para el primero, si no tienes otra cosa, puede servirte el que se
hizo para el mes de María.
Demos gracias a Dios. He encontrado y he dejado las cosas muy satisfecho. Saluda a todos en el Señor. Dirás al reverendo Lupano que
cuide la mies que tiene en el clero infantil y recogerá mucho fruto.
Dios nos bendiga a todos. Amén.
Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro.
((126)) Aquel año quiso don Bosco que ingresara en el Colegio de Borgo San Martino el único hijo del marqués de Fassati: había que
darle lecciones particulares y prepararle bien para el examen de ingreso en el liceo, o curso superior, entre el bachillerato y la universidad, y
dispensarle cuidados especiales para fortalecer su salud. A fines del invierno cayó enfermo y sus padres se lo llevaron a casa, pero después
de Pascua volvió al colegio, con esta carta de don Bosco, que necesitaba dinero para librar a dos clérigos del servicio militar:
Turín, 19 de abril de 1871
Carísimo Bonetti:
El querido Manuel vuelve a su nido. Todavía no está completamente restablecido, pero dice el médico que puede seguir los estudios.
Procura tener con él todos los
1 El Joven Instruido.-Con tal título se conoció la primera traducción al castellano del Giovane Provveduto, que, a partir de 1940, se tituló
El Joven Cristiano. (N. del T.)
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miramientos posibles. Su padre desearía que se le preparara de modo que pudiera aprobar, al menos, la parte de filosofía, para la cual, segú
él dice, estará muy pronto preparado. Tú verás lo que puede hacerse.
Tenemos que librar del servicio militar a dos clérigos llamados a filas para el primero de mayo próximo. Si puedes tener dinero
disponible, envíamelo, de otro modo fracasaremos. Será mejor que lo traigas tú mismo el lunes, y así podremos hablar de otras cosas; por
ejemplo, de Scappini, de Mazzarello, etc.
A este propósito no hay que omitir la cuenta de conciencia mensual y tratar en ella los pormenores que puedan ser útiles para el individuo
y para la Sociedad.
Si me escribes, dime si las fresas están ya en flor, si salieron del cascarón los pollitos de los tordos y cosas por el estilo.
Que Dios nos bendiga a todos y nos conceda su gracia para perseverar en el bien. Créeme,
Tu afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro.
Necesitaba el Santo mucho dinero para proseguir las obras del nuevo edificio en Lanzo. Habiéndose enterado de que el Ayuntamiento de
Mirabello se veía precisado a encontrar o construir nuevos locales para escuelas, encargó a don Francisco Provera que escribiera a su
hermano Vicente, que era concejal, y al ingeniero Rogna, para que estudiaran la manera de proponer al Ayuntamiento la compra de nuestro
edificio vacío y que hicieran una valoración del mismo.
El ingeniero Rogna contestó rápidamente:
((127)) Querido Francisco:
Tan pronto como recibí tu carta, fui a visitar el Colegio con tu hermano Vicente. Comprenderás fácilmente que, para valorar un edificio
como ése, no es el caso de emplear el metro y determinar el valor intrínseco, ni tampoco hacerlo tomando como base los alquileres, y
calcular el valor extrínseco. Pese a ello, acepto gustoso el encargo y, antes de aventurar una cantidad a nadie, me habría dirigido al rendo
don Bosco, como tú me sugieres en la tuya.
No pretendo demostrarte que, dado que no tenéis intención de volver aquí con el Colegio, será muy grande la dificultad de encontrar
comprador, pues no es apto, por la posición y por la misma construcción, para instalar una fábrica, ni para uso privado. Para el
Ayuntamiento no se podría encontrar nada mejor, considerando que el Delegado Provincial de Enseñanza le está acosando continuamente
para que abra nuevos locales para escuelas; es más, dentro de pocos días se tomará la determinación definitiva para la continuación del
edificio en la plaza, tumba de los fondos municipales.
Yo, en la medida de mis fuerzas, he convencido a buena parte de los concejales y, aunque en general son personas que se asustan frente a
un número abultado y excesivo,
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al lado de una serie de números pequeños, he podido comprender que hay buena disposición para este contrato.
Pero pasemos a lo nuestro. Vistas y oídas las disposiciones de nuestro Concejo, diré una palabra que yo consideraría más como una
propuesta que como un precio de evaluación a ofrecer a estos señores. Me duele incluso formularla por temor a que parezca que yo quiero
rebajar demasiado nuestro edificio. Pero bien ponderado todo, y para iniciar con el Ayuntamiento una gestión que no fracase desde un
principio, propongo presentar una tasación de hasta treinta y cinco mil liras. Te parecerá poco, pero yo sé que difícilmente querrá el
Ayuntamiento comprometerse, pues es voz general que, si don Bosco da el Colegio por treinta mil liras, el Ayuntamiento debería
comprarlo.
Contéstame, por tanto, enseguida y háblame claro, pues de mí puedes fiarte; entonces yo redacteré mi informe, describiendo cada una de
las partes del Colegio; y demostrando, a la vez, que el Ayuntamiento no va a desequilibrar su balance poniendo a la venta los cobertizos de
su propiedad. Haré cuanto pueda por mi parte para que el asunto salga bien. Animo, pues, antes de que empiecen las obras de la plaza.
Indícame cómo debo regularme cuando tenga hecho el informe y dime si te agrada mi propuesta.
Da las gracias a don Bosco por haberse acordado de mí, comunícale mis humildes afectos y créeme,
Mirabello, 2 de junio de 1871.
tu afmo. amigo VICENTE ROGNA, ing.
P. D.-Contesta, si puedes, esta misma tarde.
((128)) Don Francisco Provera expuso el asunto a don Bosco dos días después, como se desprende de un borrador escrito en los siguiente
términos:
"El reverendo don Bosco leyó tu carta del 2 de los corrientes y me encargó te escribiera que él cree oportuno hagas un informe de
valoración, señalando, según costumbre, tres precios: el de construcción, el medio o comercial, y el mínimo, es decir, el valor material.
"El primero fue de casi ciento doce mil liras, sólo el edificio nuevo; el segundo podría calcularse en la mitad, y sería de unas cincuenta y
seis mil; el tercero, sobre las treinta y cinco mil, sin contar el terreno y la construcción antigua.
"Este informe, que podrías decir lo has hecho a petición de don Bosco, podías enviarlo a mi hermano Vicente, y él lo presentaría al
Alcalde. Así quedarían iniciadas las gestiones. Una vez que se tenga alguna respuesta, se procederá según convenga".
Y el Ingeniero redactó el siguiente informe:
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El muy reverendo señor don Juan Bosco encargó, por carta del 2 de junio al que suscribe, que procediera a la valoración del edificio, sito
en este ayuntamiento en el barrio Róvere, que se empleó para colegio.
He visitado cada una de sus partes y doy fe de cuanto sigue.
Las excepcionales condiciones en que se encuentra este edificio, con respecto a su venta en el mercado, me convencieron de que es inútil
proceder a su valoración según las normas que pide el arte del constructor. Dado que el edificio es nuevo y de óptima construcción, opino
que será bueno determinar su valor intrínseco en razón al costo de la obra que, según los informes adquiridos con mi carta del 2 de los
corrientes, resultó de ciento doce mil liras, todo incluido.
En cuanto al valor extrínseco, por los motivos apuntados y las condiciones sociales del pueblo en que se encuentra, no dudo en
considerarlo nulo, pues tal sería su renta, aun cuando se alquilara una parte, por los gastos de conservación, etc.
Atendiendo, pues, a estos dos datos, que en los casos normales sirven para la evaluación de los edificios, el precio de éste subiría a unas
cincuenta y seis mil liras, la media entre su valor intrínseco y el real.
Pero esta apreciación, como más arriba señalo, no es tal que pueda tener en cuenta todas las condiciones de las que depende el valor de la
venta del edificio, las cuales me parece superfluo mencionar; de donde resulta que, en este caso, se puede determinar el precio de venta,
((129)) tomando como cálculo aproximado sólo el precio material, y que dicho edificio, tal como se encuentra, cercado de tapia, en su
mayor parte de óptima y nueva construcción, puede valorarse entre las treinta y cinco y las cuarenta mil liras.
Esto es lo que me parece justo informar en cumplimiento del encargo recibido del muy reverendo don Juan Bosco.
Mirabello, 5 de junio de 1871.
VICENTE ROGNA, Ingeniero.
Pero, desgraciadamente, las gestiones quedaron suspendidas.
Don Bosco volvió a Borgo San Martino en agosto, avisando previamente de su viaje al Director:
Carísimo Bonetti:
El próximo martes, Dios mediante, estaré en Borgo San Martino a las once de la mañana. Prepara, pues, un saco de lamentos y un
portamonedas repleto de dinero; y yo tomaré lo uno y lo otro.
Entrega la cartita adjunta a Carones. Saluda a Caprioglio. íAnimo! Recuerda que en este mundo no reina la paz, sino la guerra continua.
Alcanzaremos una día la verdadera paz, si luchamos como valientes en la tierra.
Sumamus ergo scutum fidei, ut adversus insidias diaboli certare possimus (tomemos, pues, el escudo de la fe, para que podamos luchar
contra las asechanzas del demonio).
Que Dios nos bendiga a todos. Créeme tuyo,
Turín, 27 de julio de 1871.
Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro.
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Estuvo en el Colegio de San Carlos del día 1 al 3 de agosto, esparciendo las bendiciones del Señor.
En una de estas giras a Borgo San Martino sucedió, durante el viaje, un curioso episodio. Había en el departamento del vagón de don
Bosco dos señores que comenzaron a hablar de él. El uno, entusiasta de sus obras, le ponía por las nubes; el otro, no solamente demostraba
que no le apreciaba nada, sino que criticaba acerbamente su apostolado. La disputa se puso al rojo vivo. Para acabarla, uno de ellos, que vio
en el rincón a un sacerdote muy abstraído, dijo al otro:
-Aquí hay un sacerdote; que resuelva él la cuestión; nosotros aprobaremos lo que él diga.
((130)) -De acuerdo, repuso el segundo.
Y dirigiéndose el primero a don Bosco, siguió diciendo:
-Reverendo, perdone si le metemos en nuestra cuestión, pero un cura sería el verdadero juez. "De dónde viene usted?
-De Turín.
-"Pertenece a aquella diócesis?
-Más aún; vivo en la misma ciudad de Turín.
-"Conoce usted a don Bosco?
-Mucho y muy íntimamente.
-Diga, pues, imparcialmente: "quién de nosotros dos lleva razón?
-Mire, respondió el Santo; usted ha dicho demasiado. Don Bosco no es un ángel; los ángeles no habitan en la tierra, sino que están en el
cielo. Pero usted, prosiguió dirigiéndose al segundo, ha exagerado. Don Bosco ciertamente no es tan malo como para ser un demonio.
-"En conclusión?
-Don Bosco es un pobre sacerdote que puede equivocarse; pero lo poco que hace, lo hace con la buena intención de ser útil al prójimo.
El tren había llegado a Borgo. Se apeó don Bosco y corrieron hacia él curas y clérigos, exclamando jubilosamente:
-íDon Bosco, don Bosco!
El señor que había hablado mal de él, avergonzado, se apresuró a bajar para pedirle perdón; y don Bosco, con una amable sonrisa, le dijo
graciosamente:
-íNo hay de qué, no hay de qué! Pero, mire; cuando quiera criticar a alguien, cuídese de que no esté presente el interesado y pueda oír lo
que usted dice...
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4. Cierra el colegio de Cherasco
El Colegio abierto en Cherasco, con permiso de la Santa Sede, en la casa que había sido de los Somascos, y con convenio estipulado con
el Ayuntamiento, causó graves molestias a don Bosco desde el primer año. ((131)) Muchos internos contraían fiebres malignas y los
profesores estaban desalentados. Se achacaba la causa de aquellos males a la tala de los árboles a orillas del cercano río Estura de Demonte
y, por orden del médico, al caer de la tarde, se tenían que cerrar todas las ventanas.
Negaba el Ayuntamiento que el lugar fuera malsano, pero los hechos demostraban lo contrario. Don Bosco había advertido la necesidad
de instalar un largo dormitorio al sudoeste del Colegio y de realizar otras obras de saneamiento; se le prometió que todo se cumpliría, pero
no se hizo nada.
Por otra parte, el Ayuntamiento, quizás porque buscaba un motivo para hacer oír también su voz, comenzó a insitir en que los nuestros
debían proceder al reconocimiento oficial del bachillerato, siendo así que no tenían ninguna obligación; y considerando don Bosco que no
convenía romper de repente el convenio, se resignó a llevar la dirección del colegio durante un año más, y, aun cuando no se oponía de
ningún modo al reconocimiento, pedía que se suspendieran las gestiones de momento, pues, si no mejoraban las condiciones sanitarias para
el año siguiente, naturalmente se vería obligado a romper el contrato. Envió al Alcalde el siguiente escrito:
Ilmo. señor Alcalde:
Me ha comunicado el Prefecto del Colegio de Cherasco que, por motivos completamente ajenos al Ayuntamiento, todavía no se han
podido comenzar las obras proyectadas. Dado que ya no se pueden efectuar, por lo avanzado de la estación, antes de la apertura de curso,
preferiría dejarlo todo para otro año.
Motivo de esta mi sugerencia es el temor a que se emprendan gastos inútiles, como tal vez ocurriría sino mejorara el estado sanitario el
próximo curso. Sabe V. S. que las fiebres obligaron este año, por consejo del médico, a anticipar mes y medio la clausura de las escuelas.
Aunque los Superiores han empleado todos lo medios para restarle importancia, con todo, algunos alumnos piden ser trasladados a otra
parte y, además, muchas de las nuevas peticiones excluyen Cherasco, aduciendo las fiebres como único motivo. Por esta misma razón soy
del parecer de suspender las gestiones para el reconocimiento oficial de las escuelas. Por mi parte, sin embargo, no tengo dificultad alguna
en presentar el personal impuesto por la ley. Esto ya se habría efectuado el curso pasado, de no haberse hecho las excepciones que ((132))
las Autoridades escolares generalmente admiten en los mismos Centros del Estado;pero se quitarían también las causas de estas
excepciones.
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Por lo demás, ruégole, señor Alcalde, se convenza de que tengo la mejor voluntad para promover la buena marcha del Colegio de
Cherasco, y con esta garantía tengo el honor de profesarme con el mayor aprecio,
De V.S.
Turín, 7 de septiembre de 1870.
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
Durante el nuevo curso continuó insistiendo el Ayuntamiento para que se procediese al reconocimiento oficial del bachillerato,
apoyándose, siempre arbitrariamente, en el contrato, y envió al Director dos cartas sobre esta cuestión. Don Juan Bautista Francesia las
remitió a su vez a don Bosco, el cual contestó rápidamente al Alcalde, exponiendo claramente la situación y comunicándole que estaba
dispuesto a iniciar las gestiones para el reconocimiento, pidiéndole, asimismo, una entrevista para tratar el asunto de viva voz:
ORATORIO
DE SAN FRANCISCO DE SALES
Turín-Valdocco
Ilmo. señor Alcalde:
El señor Director del Colegio de Cherasco me informa de dos cartas a las que me creo en el deber de contestar:
Ante todo, me parece que estas cartas se salen del sentido de nuestro contrato. En él se expone que:
"El convenio con el reverendo don Bosco exige que los profesores sean titulados, para poder obtener el reconocimiento oficial". Es así
para las clases elementales, y no para el bachillerato.
Sólo en el artículo 2.° se lee: "El reverendo don Bosco proporcionará los profesores idóneos en número suficiente para los cinco cursos
del bachillerato".
Como ve, no se habla de títulos, ni tampoco de reconocimiento oficial.
En el artículo 3.° se habla de la enseñanza y de la obligación de impartirla según las leyes y los programas establecidos por el Ministerio.
Creo que esto se ha cumplido. A esto se añaden las palabras: "Creo se tenga derecho para obtener el reconocimiento oficial para el
bachillerato". Como estas palabras me parecen ambiguas, he pedido la interpretación a una persona de mucha autoridad. Esta me dice que
deben entenderse en el sentido de lo posible, y que, por tanto, puede exigirse que la enseñanza sea tal que los alumnos estén capacitados
para rendir examen en colegios reconocidos.
"Puesto que añade, sólo el personal de bachillerato de 3.ª categoría ((133)) cuesta más de diez mil liras; "cómo, pues, además de esto, se
pueden exigir todavía cinco profesores más para las elementales titulados con todos los demás gastos anejos, y todo por la sola cantidad de
diez mil liras, señaladas en el artículo 6.°?
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Dado el caso de que se quisiera dar un sentido más amplio a las palabras mencionadas y entender que compete al presbítero Bosco y al
Ayuntamiento el derecho de equiparar el Colegio a la misma forma que los estatales, entonces sería preciso poner otras bases posibles con
el uso de este derecho, a saber, aumentando el número de maestros, todos el los titulados.
Tal vez por este motivo se había invitado al Ayuntamiento a dejar para más adelante la gestión del reconocimiento. Pero, por lo que a mí
toca, no rehuso prestar para este menester cuanto fuere necesario, previos los oportunos acuerdos. Y si se me pudiere fijar un día, trataría d
ir a Cherasco y, tal vez, con una entrevista se puedan resolver más fácilmente las dificultades.
Advierto, por otra parte, que desde el principio he tomado voluntariamente a mi costa varias incumbencias para facilitar la gestión ante la
Diputación Provincial, que he hecho siempre todo lo posible para que quedara satisfecha la Ciudad, y que tienen escasa importancia las
modificaciones necesarias para que el personal actual pueda ponerlo al mismo nivel de los Colegios Estatales. Este asunto habría tenido
ciertamente buen arreglo, si se me hubiese contestado en la debida forma, cuando yo propuse la suspensión de las obras y la gestión para el
reconocimiento oficial por miedo a que la situación higiénica pudiese impedir nuestra continuación en el Colegio internado de Cherasco.
Le ruego interprete favorablemente todo esto y acepte los sentimientos de mi aprecio, con los que tengo el honor de profesarme,
De V. S. Ilma.
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
El Alcalde le fijó una entrevista para el 9 de marzo, y don Bosco asistió a la sesión municipal, en la que se discutieron detenidamente las
cuestiones del reconocimiento oficial y de la higiene. Volvió a Turín y, dos días después, envió al Alcalde esta amable declaración:
ORATORIO
DE SAN FRANCISCO DE SALES
TURIN-VALDOCCO
Ilmo. Señor:
El que suscribe, en razón de la situación higiénica, gravemente turbada durante el curso pasado, y desgraciadamente amenazada al
presente, ya hubiera tomado la desagradabilísima determinación de retirarse de la ((134)) Administración del Colegio internado que ese
respetable Ayuntamiento quiso benévolamente confiarle.
Y esto de acuerdo con el artículo 8.° del convenio. Después de las observaciones hechas en la sesión municipal del día 9 del corriente me
de marzo, condesciende de buen grado a suspender la definitiva resolución, a la espera de que en el año corriente se mejore el estado
sanitario, y con tal de que esta dilación no perjudique al tiempo útil para el requerimiento.
Por otra parte, habida buena cuenta de las cartas remitidas por el Ayuntamiento, notifica que, si se quisiera llevar adelante la gestión del
reconocimiento, tendría
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el personal legal preparado; pero eso sólo para este año, puesto que no podría continuarlo en los años sucesivos, por los motivos que ya
tuvo el honor de exponer en la honorable sesión susodicha.
Aprovecho esta dolorosa ocasión para presentar, en nombre propio y en el de todas las personas dedicadas al Colegio, las más rendidas
gracias por los rasgos de especial benevolencia, que los componentes del Ayuntamiento y los ciudadanos de Cherasco en general, nos
prodigaron en diversas ocasiones.
Se profesa por la presente,
Su atento y seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
Mas, por desgracia, las condiciones higiénicas pusiéronse peor que el año anterior, pese a todas las atenciones que se tenían con los
alumnos, a quienes se servía pan del día, vino de calidad y platos de carne casi continuos. El Ayuntamiento volvía a la carga para que se
procediese a las gestiones del reconocimiento y don Bosco, sintiendo muchísimo no poder actuar de otro modo, volvía a la idea de rescindi
el contrato y rogaba tomaran las medidas para la continuación de las escuelas y del internado de la manera más conveniente:
Ilmo. señor Alcalde:
Turín, 29 de julio de 1871
He recibido su carta comunicándome las disposiciones de ese Ayuntamiento sobre el Colegio de Cherasco.
Habría necesitado el acta para entenderlo mejor y saber si se leyó mi carta o solamente se comunicó el sentido de la misma. Puesto que, a
ver y repetir lo referente a los maestros, parece que no se haya tenido en cuenta lo que yo dije a ese propósito en el Consejo y lo que había
escrito.
De todos modos, querría eliminar de mi rescisión el motivo de la higiene, ((135)) pero desgraciadamente los hechos pueden más que mi
deseo. Sin aludir a otras cosas, advierto únicamente que, el día anterior a la fecha de su carta, se recetó el específico febrífugo a tres
alumnos víctimas de la fiebre; al día siguiente vino el prefecto a Turín con un alumno para el examen de reválida. Apenas llegaron, la fiebr
les atacó a ambos y estuvieron fuera de sí durante varias horas. Por consiguiente, no puedo volverme atrás de mi rescisión, y me confirmo
en ella muy a pesar mío. Ruégole, pues, tenga a bien tomar las medidas oportunas para la continuación de las escuelas-internado de
Cherasco, del modo que mejor parezca a su conocida prudencia.
Con verdadero pesar por todo ello, manifiesto a V. S. y a todo ese Municipio mi más cordial gratitud por la benevolencia que me
dispensaron en las diversas ocasiones, mientras me cabe el honor de profesarme,
De V. S. Ilma.
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
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El Consejo Municipal, firme en su declaración de que no tenían fundamento las razones por las que don Bosco se retiraba de la dirección
de las escuelas y del internado, deliberaba por unanimidad el 2 de septiembre, en sesión extraordinaria: "Demandar al mencionado señor
don Juan Bosco ante los Tribunales competentes, a fin de obtener el cumplimiento de las obligaciones por él contraídas con lo estipulado e
el contrato".
La citación, hecha el 5 de septiembre, fijaba la audiencia para el día 22. Como don Bosco no compareció, fue aplazada para el 28. El
abogado Jacinto Pipino, en nombre y en defensa de los intereses de don Bosco, declaró:
1.° Que el Ayuntamiento se había comprometido a adaptar el dormitorio y a hacer un pozo; mas, a pesar de las repetidas instancias, el
Ayuntamiento nunca emprendió estas obras, ni antes ni después de la inauguración del Colegio.
2.° Que el Ayuntamiento de Cherasco y las autoridades escolásticas superiores mostraron su satisfacción los dos años por la instrucción
impartida en el colegio, ya que todos los alumnos que se presentaron a exámenes en los centros del Estado o reconocidos de Alba, Cúneo y
Asti, fueron aprobados y alabados.
3.° Que don Bosco, sin estar obligado a ello, abrió en el Colegio escuelas nocturnas gratuitas para los jóvenes de Cherasco, por lo que
obtuvo del Ayuntamiento demostraciones de agradecimiento y alabanza.
4.° Que durante los años 1870 y 1871 fue pertinaz e invencible en el Colegio el influjo de las fiebres intermitentes, debidas al estado en
que se ((136)) entregó el Colegio, en el que no había más dormitorio que un largo salón al norte, hacia el río Estura, con un pozo único,
también al norte.
5.° Que los padres no querían que sus hijos durmieran en aquel dormitorio y, después del primer año, los retiraron.
6.° Que el primer año las fiebres atacaron a veinte y el segundo a más de treinta y cinco, de modo que a veces no se podía ni dar clase.
Las declaraciones presentadas por el abogado, encargado de la defensa, no podían ser más claras y contundentes; sin embargo, el 17 de
octubre pronunciaba el Tribunal esta sentencia:
"Que don Bosco no tenía derecho a rescindir dicho contrato antes del tiempo fijado, y que estaba obligado a cumplirlo durante todo el
tiempo previsto en el mismo.
"Que, en consecuencia, estaba obligado a proporcionar, para las Escuelas Elementales del próximo curso, cinco maestros distintos
titulados, y a proveer de profesores idóneos, en número suficiente, los cinco cursos del bachillerato, de modo que se tenga derecho a obtene
para las clases del bachillerato la condición de equiparadas a las estatales, so pena de reparar los daños.
"Y autoriza al Ayuntamiento a sufragar los gastos necesarios para la continuación
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del servicio de enseñanza en el Colegio-internado, aún con mayores gastos a cargo del presbítero Bosco."
"Qué hacer?
Don Bosco interpuso recurso de apelación, en el que el abogado Pipino, como resulta por las actas del proceso, presentado el 12 de
diciembre de 1871, aducía estas razones para que se reformara la sentencia:
El Ayuntamiento, en realidad, no había cumplido más que una pequeña parte de las obligaciones contraídas para adaptar los locales y
convertirlos en idóneos para el uso a que estaban destinados.
En cuanto a higiene, el Ayuntamiento había engañado no sólo a don Bosco, sino también a la autoridad pública y a muchos padres de los
pueblos de alrededor, a quienes el Ayuntamiento había enviado sus prospectos. Fue el Ayuntamiento quien mandó disponer el certificado d
salubridad del local, pedido por la autoridad escolástica, y quien lo presentó a ésta; él preparó, publicó y difundió ampliamente el prospecto
que tanto exalta la amenidad y salubridad del lugar.
En las reuniones que inclinaron a don Bosco a asumir la administración del internado, lo mismo el Alcalde que los Concejales presentes
particularmente el doctor Lissone, médico y delegado escolástico, ((137)) aseguraron con insistencia a don Bosco que no abrigase temores
acerca de la salubridad del local.
Don Bosco está dispuesto a presentar testigos que certifican cómo, durante todo el tiempo que tuvo el Colegio, proporcionó a los alumno
y profesores alimentos de primerísima calidad, pan finísimo, vino de clase, platos de carne casi todos los días, excluyendo casi del todo las
verduras y la fruta; y eso, en contra de lo que la sentencia del Tribunal Civil pretende hacer vislumbrar, a saber, que la deplorada
enfermedad tiene su origen, no en la insalubridad del local, sino en la defectuosa calidad de los alimentos y del trato que se dio a los
muchachos.
La desgracia llegó a tal extremo que los médicos, no sabiendo cómo poner remedio, amontonaban prescripciones, sugerencias y consejos
que, aunque buenos en sí, no podían tener efecto práctico inmediato, ni compaginarse con un colegio de adolescentes; como, por ejemplo,
hacer extensas plantaciones de árboles hacia el norte, tener cerradas las ventanas casi continuamente, es decir, hasta la mañana muy
avanzada y, apenas atardecía, impedir a los muchachos que jugaran en el patio, obligándoles a llevar siempre lana sobre la piel, añadiendo
en el café de la mañana una infusión de quinina, para que no se dieran cuenta de ello, y otras cosas por el estilo.
La situación llegó a tal punto que los médicos se abstenían de nombrar la quinina en sus recetas o al hablar con los muchachos para no
asustarlos, y acostumbraban a designar el remedio con las palabras "el específico de siempre", y se arreglaron para que el Colegio la
comprara al por mayor en Turín.
Y mientras el Ayuntamiento pretendía que don Bosco siguiera teniendo abierto el Colegio, aún no le había pagado la última cuota del
estipendio correspondiente al año 1871, de modo que don Bosco estaba esperando todavía tres mil y pico liras de las que el Ayuntamiento
olvidaba serle deudor.
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Con estas declaraciones, las cosas se fueron alargando. Sólo dos años después, precisamente el 13 de febrero de 1874, el Tribunal de la
Audiencia Territorial "reparando la sentencia del Tribunal Civil de Turín del 12 de octubre de 1871"; admitiendo "ante todo los
interrogatorios y capítulos aducidos por el sacerdote Bosco", y después los "aducidos por el Ayuntamiento de Cherasco en los números
seis, siete, ocho y nueve, desechados los cinco primeros, delegaba al Juez de Bra para recibir las manifestaciones de los testigos y las
respuestas del Ayuntamiento en la persona de su Alcalde o de quien hiciere sus veces".
La cuestión siguió todavía; el Ayuntamiento pretendía lo que no podía pretender, y don Bosco no podía ceder a lo que era injusto. Las
gestiones prosiguieron ((138)) largo tiempo, incluso por correspondencia, entre las partes, hasta que, en octubre de 1877, se llegó a un
intento de amistosa transacción y, por fin, a una avenencia.
5. Acepta el nuevo Colegio de Varazze
A fines de 1870 1, el caballero don Pablo Bonora, párroco de San Ambrosio y arcipreste de Varazze, de acuerdo con el Alcalde, caballero
Antonio Mombello, notario, y con aprobación de monseñor Juan Bautista Cerruti, obispo de Savona y príncipe de Lodisio, invitó a don
Bosco a que tomara a su cargo la dirección de un Colegio-internado en Varazze, donde se estaba construyendo un hermoso edificio para
escuelas, en la parte más alta de la ciudad. La satisfacción y el aplauso general por el Colegio abierto aquel año en Alassio había hecho que
los de Varazze se dirigieran a don Bosco.
Este, con el santo deseo de ampliar cada día más el campo de acción de sus hijos, agradeció la propuesta, sobre todo porque, como ya
hemos dicho, preveía que tenía que retirarse de Cherasco. Invitó al Párroco a visitar el Oratorio, y comenzó de este modo un continuo carte
para fijar las bases de un contrato. El aseguró al Párroco que lo redactaría lo antes posible; y, mientras tanto, el abogado Bartolomé Fazio,
Delegado de Enseñanza del distrito, después de haber hablado con el Párroco, trazó las bases del convenio, y le entregó el escrito. El mism
Párroco se lo comunicó confidencialmente a don Bosco.
1 Véanse: Memorias Biográficas, Volumen IX, pág. 849.
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Varazze, 26 de enero de 1871
Ilmo. y Rvmo. Señor:
Tan pronto como recibí su muy apreciada carta, anunciándome que en breve me enviaría su proyecto, tuve ocasión de hablar con el
abogado Fazio, Delegado de Enseñanza del distrito, sobre la fundación del colegio-internado. En virtud de las ideas intercambiadas, me ha
enviado un plan general, que confidencialmente le adjunto, por si ((139)) todavía llegara a tiempo y V. S. quisiera valerse de él para su
proyecto, que estoy aguardando. Cuando V. S. me lo remita, como yo tendré que dar cuenta de todo al Alcalde, ruégole no mencione para
nada este plan, para evitar cualquier susceptibilidad que pudiera surgir, sino más bien indíqueme, en hoja aparte, todo lo que considere más
útil con respecto al asunto.
Desde luego, el plan del abogado Fazio responde muy bien a las necesidades locales y generales de la Liguria, pero requiere tiempo para
realizarlo, pues incluiría la instalación del Bachillerato, que es lo que desean las pocas familias acomodadas de aquí, y el señor Obispo. Lo
que parece absolutamente indispensable para el próximo curso son las cuatro clases elementales y las correspondientes a los tres años del
curso técnico.
Le agradezco de corazón su amable ofrecimiento e invitación, aunque siento no poder aprovecharlos por ahora, pero quod differtur non
aufertur (lo que se difiere, no se deja).
Estoy siempre a la espera de sus amables noticias y, al tiempo que me encomiendo a sus santas oraciones y a las de sus alumnos, me
complazco en profesarme con todo aprecio y reconocimiento,
De V. S. Rvma.
Su atento y seguro servidor PABLO BONORA, Párroco
El plan de convenio, que le incluía en la carta, decía así:
Varazze, 26 de enero 1871
Rvmo. señor don Pablo Bonora,
Párroco de la insigne Iglesia Mayor de San Ambrosio de esta Ciudad.
Después de la conversación que amablemente sostuvo V. S. conmigo en mi casa, una de estas últimas tardes, me he convencido, una vez
más, de que V. S. es un buen amigo de la enseñanza popular, lo que me sirvió de verdadero consuelo. Pero es preciso que nos entendamos
bien sobre este particular, para evitar equivocaciones.
La instrucción popular podía ser antaño muy distinta de la de hoy, y, aún hoy, puede variar de pueblo a pueblo. A los del Valle de Aosta,
por ejemplo, poco les interesa en general saber de náutica y de construcciones navales; pero no sucede lo mismo con los de la Liguria, que
viven del mar y en el mar; por consiguiente, no interesaría un colegio agrícola o científico en una ciudad de Liguria, excepto en Génova.
"Cuáles serían las escuelas más propicias para Varazze?
Varazze, que nunca fue el Vicus Virginis de los Romanos, como gratuitamente
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((140)) le gustó afirmar a Spotorno (por otra parte eruditísimo varón), sino que fue el ad Navalia (tuviera o no delante el vocablo Hasta, de
origen griego y alterado), nunca se desmintió a sí misma y fue siempre la ciudad de los barcos, de los marineros, de los navegantes y de los
comerciantes; y usted mismo puede testificar que aquí se habla todavía de viajes a las Américas y por los mares, lo mismo que se habla en
Génova de darse un paseo por la Polcevera, o en Turín de visitar Moncalieri, Superga y Nuestra Señora del Pilone. En Varazze, por tanto,
se necesita un Colegio Comercial-Náutico.
No quiero decir con esto que el Colegio de Varazze no pueda tener también la parte clásica; sería mi más vivo deseo que pudiera tener, al
menos, el bachillerato; pero el Ayuntamiento debe pedir, ante todo, escuelas comerciales y náuticas. Y entienda que éste es el parecer de la
Comisión escolástica, a la que tengo el honor de pertenecer.
Se preguntará V. S. qué entiendo al decir Colegio Comercial-Náutico. Le respondo enseguida. En Varazze hace falta una enseñanza
organizada sobre la base de la que se imparte en el colegio-internado de Nervi, junto a Génova, y, además, si es posible, el bachillerato. Se
necesitan, por consiguiente, escuelas elementales, técnicas y del instituto técnico, al menos la sección que se refiere al comercio, como
patrono de mar y de construcciones navales.
Es natural decir que, de momento, no hace falta todo esto; faltarían alumnos de la población; pero como se trata de organizar, también ha
que organizar en este sentido.
V. S. conoce bien la Liguria y sabe mejor que yo cómo todavía carecemos de un verdadero colegio comercial. Si nuestros hijos y
hermanos quieren ejercer la profesión de nuestros padres, que es completamente nuestra, el comercio, si quieren cualificarse para alcanzar
una patente o si les place un diploma, se ven obligados a ir a Niza, a Zürich, a Londres, por no encontrar aquí escuelas convenientes.
Querido amigo, no vale hacerse ilusiones; la sociedad se transforma, ha creado nuevas necesidades y nosotros no podemos contrariarla en l
que quiere, si es justo y ventajoso. "Acaso el comercio es injusto, deshonroso o perjudicial?
Empecemos, pues, por llenar este vacío. Fundemos un colegio comercial, de suerte que podamos después ampliarlo y hacer que responda
a los justos deseos de nuestros pueblos y satisfaga las exigencias de nuestras familias; convénzase de que, haciéndolo así, nos lo
agradecerán la Religión, la Familia, la Patria y la Economía misma.
Y con esto le he manifestado mis ideas; tómelas como quiera, mas, para juzgarlas, estudie a fondo y sin engaño la sociedad
contemporánea.
Tengo finalmente el honor de profesarme,
Su atento y seguro servidor JUAN BARTOLOME FAZIO.
((141)) Don Bosco recibió la carta de don Pablo Bonora con el plan del Delegado de Enseñanza. Atendiendo de la mejor manera posible
los deseos en él expresados, no tardó en redactar el suyo y enviarlo al párroco Bonora.
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PROYECTO PARA UN COLEGIO-INTERNADO
EN LA CIUDAD DE VARAZZE
1.° El sacerdote Juan Bosco se compromete, por sí y por sus herederos, a abrir un colegio-internado en la ciudad de Varazze, e impartir e
él la za clásica, media y elemental, a los muchachos de la Ciudad y a los forasteros, que quisieren acudir al mismo.
2.° El reverendo Juan Bosco proporcionará cuatro maestros titulados para las clases elementales y también profesores idóneos y en
número suficiente para las clases del bachillerato. Además de esto, atenderá el curso técnico con la enseñanza de Lengua Italiana,
Geografía, Aritmética, Sistema Métrico Decimal y Dibujo, repartiéndolo con las clases del bachillerato que se correspondan a las que en
estas ramas se dan en el curso técnico y clásico, sin que el presbítero Bosco esté obligado a añadir otros profesores a los establecidos para
las clases del bachillerato.
3.° La instrucción de las clases elementales y del bachillerato se dará de acuerdo con las leyes y la disciplina fijada por los programas del
Ministerio de Instrucción Pública.
4.° Todos los gastos del mobiliario para el internado correrán por cuenta del presbítero Juan Bosco. El Ayuntamiento, por su parte, como
propietario, y a tenor de lo prescrito en el artículo 1604 del Código Civil Italiano, se obliga:
a) A todas las reparaciones necesarias para el uso y conservación del edificio y locales anejos.
b) A proveer y mantener en las escuelas, así elementales como medias, el material escolar y demás cosas necesarias, cuya propiedad
conservará.
5.° El Ayuntamiento se obliga a pagar al sacerdote Juan Bosco, con destino al profesorado de las escuelas elementales y del bachillerato
clásico, hasta los dos cursos de retórica inclusive, doce mil liras, además de la cesión a su favor de los ingresos por honorarios, de los que s
hace mención más adelante.
6.° El Ayuntamiento se obliga, además, a entregar al mismo don Juan Bosco la remuneración de doce mil liras para gastos de instalación
y mantenimiento del internado.
7.° El presente contrato durará cinco años, y se entenderá renovado, si por una de las partes no fuere retractado cinco años antes.
((142)) Si, por fuerza mayor, hubiese de rescindirse el contrato dentro del primer quinquenio, el presbítero Bosco reembolsará al
Ayuntamiento la prorrata correspondiente a la cantidad de doce mil liras, dividida en cinco partes, de las que reembolsará tantas cuantos
fueren los años que faltan para cumplirse el quinquenio.
8.° Si llegare el caso en que el Ayuntamiento de Varazze quisiera completar las ramas de la enseñanza técnica, añadiendo el curso técnico
y el liceo, el reverendo don Bosco aumentará el número de profesores, de acuerdo con la necesidad y lo prescrito por la ley, previos los
acuerdos necesarios con el Ayuntamiento sobre el sueldo de los profesores a añadir.
9.° El Ayuntamiento concede a don Juan Bosco el uso del local del colegio para escuela e internado, con el patio y jardín anejos.
10.° Para las clases del bachillerato queda establecido, de acuerdo con las partes, la imposición de unos honorarios a los alumnos,
designados por el sacerdote Bosco, según las leyes de enseñanza; pero el máximo para los dos cursos de retórica no podrá pasar de las
treinta liras, y de las veinticuatro para los otros.
Los alumnos naturales de Varazze gozarán de una rebaja, es decir, que la cuota
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máxima de los dos cursos superiores será de veinte liras para ellos, y de dieciséis para los otros. No pagarán nada los alumnos pobres,
reconocidos como tales por la Junta Municipal.
El Ayuntamiento efectuará el cobro por medio del Recaudador, según Registro a propósito.
Los internos, alumnos de las clases elementales, y los del curso técnico, quedarán libres de la cuota.
11.° Todos los alumnos externos podrán asistir a las diversas ramas de enseñanza que se impartirá a los internos, con tal de que se
uniformen a la disciplina y horarios establecidos para cada clase.
12.° En todo cuanto se refiere a moralidad e instrucción religiosa, el Ayuntamiento se remite a la prudencia del reverendo don Bosco, y
del Párroco del distrito, donde se encuentra el Colegio.
13.° La Dirección y Administración del colegio-internado y de las escuelas está totalmente confiada al presbítero Juan Bosco, pero con la
dependencia de las Autoridades Escolásticas estatales y especialmente del Delegado del distrito, según lo prescrito por las vigentes leyes de
instrucción pública. Pero, aceptará con la mayor gratitud cualquier advertencia o consejo que el Alcalde, o los señores Concejales del
Ayuntamiento, juzgaren necesario para provecho científico, moral y sanitario de las escuelas y de los alumnos que a ellas acuden; todo ello
previamente tratado con el reverendo don Juan Bosco o con su representante en el colegio-internado de Varazze.
14.° Las escuelas se abrirán al comienzo del curso 1871-72.
((143)) El Párroco entregó el proyecto al Alcalde y éste lo comunicó el 8 de febrero a la Junta Municipal, la cual, en principio, lo admitió
favorablemente. Aquel mismo día escribió el canónigo Bonora a don Bosco:
Varazze, 8 de febrero de 1871
Ilmo. y Rvmo. Señor:
Acaba de venir el señor Alcalde para anunciarme que hoy mismo ha presentado a la Junta Municipal el Proyecto que V. S. muy apreciada
me envió. Me ha dicho que, en principio, ha sido muy bien aceptado, que el programa de estudios comprende, además del grado elemental,
el de bachillerato y el de un curso técnico, dado junto con el bachillerato en todas las asignaturas prescritas. Añadió el señor Alcalde que
quedan algunos detalles a tratar y resolver de palabra.
Señaladamente me dijo que impresionó a la Junta el pago de doce mil liras para los gastos de instalación del internado en las condiciones
expuestas en el plan. Pero pienso que, con las explicaciones que V. S. dará, y alguna facilidad, si fuere menester, se podrán superar ésta y
otras dificultades. Considere, pues, que urge su venida a ésta; yo le ruego encarecidamente la haga cuanto antes, puesto que ya están las
obras a punto de cubrir, y yo recomendaría añadir un piso más, lo cual ciertamente se haría si V. S. se entendiese definitivamente con el
Ayuntamiento.
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Esperando, pues, saludarle pronto personalmente, le ofrezco de nuevo mis pobres servicios, al tiempo que tengo la suerte de repetirme
atentamente.
De V. S. Ilma. y Rvma.
Su atento y seguro servidor PABLO BONORA, Párroco.
P. D.-Mucho le agradecería tuviese la bondad de indicarme el día y hora de su llegada. Debido a la interrupción del ferrocarril entre Voltr
y Prà, de momento sólo tenemos dos trenes diarios desde Sampierdarena, uno hacia el mediodía y otro hacia las seis de la tarde.
Desgraciadamente no tenemos a la vista ningún otro escrito de don Bosco sobre estas gestiones; mas, por la correspondencia que él
guardó, podemos comprender exactamente cómo actuó en esta fundación, y nos parece justo y conveniente ((144)) entretenernos un poco
más todavía en ella, para conocer cada vez mejor la actividad y prudencia del amadísimo Padre.
El Cura Párroco volvía a escribirle:
Varazze, 18 de febrero de 1871
Rvmo. Señor:
Fue de gran satisfacción para mí su agradabilísima carta, en la que me anuncia su llegada y la de sus compañeros para el primer día de la
próxima cuaresma. Como no es probable, por ahora, que se pongan en marcha todos los trenes consignados en el Horario de Ferrocarriles,
creo, por lo que me dice, que llegarán aquí después de las seis de la tarde, y yo estaré aguardándoles en la estación.
Esperando que, con la bendición de Dios, todo resulte coronado con el éxito, me repito de corazón,
De V. S. Rvma.
Su atto. y seguro servidor PABLO BONORA, Párroco
P. D.-Dado que las condiciones de Alassio son idénticas a las nuestras me parece muy bien que traiga consigo una copia del convenio
concertado con aquel Ayuntamiento.
Don Bosco no tardó en ir a Varazze en compañía del ecónomo don Angel Savio. Llegaron el primer día de cuaresma, 22 de febrero, y el
Párroco, que les esperaba en la estación, quiso que ambos se hospedaran en su casa.
Después de repetidas conversaciones sobre los detalles del convenio con el Alcalde, éste le aseguró que el acuerdo no iba a ser difícil.
Don Angel Savio visitó la nueva construcción y observó que no se
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había pensado en la capilla; el Alcalde le dijo que se instalaría en una amplia sala de la planta baja.
Se había pedido y obtenido la debida licencia para levantar el edificio en un terreno que perteneció al cercano Convento de los Padres
Capuchinos. El Alcalde pensaba servirse de la iglesia pública de aquellos religiosos para reunir en ella a los alumnos externos y formar así
una especie de Oratorio festivo. Don Bosco hizo una escapada a Génova para saludar al Padre Provincial y oír su parecer sobre el particula
El Padre Provincial estaba fuera de la Ciudad, por lo que, de regreso a Varazze, habló de ello directamente con el Padre Guardián; ((145)) y
como éste le diera a entender que no les agradaba mucho, dijo claramente al Alcalde que jamás haría nada a disgusto de aquellos religiosos
No nos consta si en su desplazamiento a Génova se hospedó en casa del canónigo Casale o en la del reverendo Caprile, párroco de San
Lucas, en las que solía hospedarse siempre; pero sí sabemos que, entre otras visitas que hizo, fue a agradecer a la marquesa Julia
Centurione, hija del marqués Diario Sforza, la invitación que le había hecho el 28 de diciembre de 1870; y la buena señora llegó a ser una
de sus constantes bienhechoras.
Entre las visitas que recibió hay que recordar la de los señores de la Conferencia de San Vicente de Paúl de la Parroquia de los Diez mil
Crucificados, el presidente José Prefumo y Domingo Varetti, los cuales, admirados del bien que el Santo realizaba en Turín, en favor de la
juventud pobre, le invitaban a abrir una casa en Génova con el mismo fin.
Les hizo observar que, para llevar a cabo semejante obra, era preciso encontrar los medios y un lugar a propósito, y aquellos buenos
señores le prometieron ocuparse con gusto de ello, por lo que, después de alabarles, les animó asegurándoles que les secundaría
cordialmente.
Un mes después, el 23 de marzo, el Consejo Municipal de Varazze deliberaba, por unanimidad, abrir el Colegio bajo la dirección de don
Bosco. El canónigo Domingo Mombello, hermano del Alcalde, le comunicaba la primera noticia.
Varazze, 23 de marzo de 1871
Muy Rvdo. Señor:
Me apresuro a darle la buena noticia de que, finalmente, en este momento ha quedado resuelta, por unanimidad del Consejo Municipal, la
implantación y dirección
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del Colegio de V. S. Rvma. No puedo expresarle la satisfacción que to en estos momentos. El demonio había intentado el soborno por
medio de sus ministros, pero yo había puesto todo el asunto en manos de la divina Providencia. El Señor sabía mis intenciones y me ha
escuchado. Más aún, rogué encarecidamente a san José en su novena y especialmente el día de su fiesta, durante el santo sacrificio de la
misa, en el altar donde se venera su devota imagen, le recomendé con todo fervor ((146)) esta sesión, que sabía era de mucha importancia,
que, a decir verdad, temía mucho.
Doy gracias de todo corazón al Señor y ruego al mismo tiempo a V. S. muy Rvda. haga lo posible para que, por cuanto depende de su
persona, llegue todo a feliz término. Por el momento no puedo darle más detalles sobre el asunto que el del perfecto asentimiento de la
Junta municipal con todo lo que V. S. había convenido verbalmente con mi hermano en la última tarde de su estancia en ésta.
Sentí mucho no haber tenido el gusto de verle, como deseaba, antes de su partida, pero espero llegará pronto el momento de volver a
vernos. No me alargo más porque es la hora de la salida del correo; ruégole salude en mi nombre a su dignísimo Ecónomo General y, al
participarle la buena noticia, le suplico tenga a bien unirse a nosotros para agradecer al Señor que, por intercesión de san José, se haya
dignado otorgarnos tan señalado favor.
Así pues, con la esperanza de volver a verle pronto, con todo mi aprecio y consideración, me declaro, De V. S. Rvma.
Su atto. y seguro servidor DOMINGO MOMBELLO, Canónigo
Las gestiones siguieron adelante a las mil maravillas.
El Subgobernador del distrito de Savona, puso en marcha el 6 de abril la deliberación de la Junta municipal de Varazze, e inmediatament
el Alcalde se lo comunicaba por vía oficiosa a don Bosco, junto con los detalles más interesantes, que se incluirían en el contrato oficial, y
cuya redacción se confiaba al comendador Juan Maurizio, abogado.
DISTRITO DE SAVONA
CIUDAD DE VARAZZE
N.° 357 del Copiador de cartas
Asunto
Aceptación del colegio-internado
Varazze, 7 de abril de 1871
Esta Junta Municipal, en sesión del 23 de marzo próximo pasado, ha deliberado, en líneas generales, cuanto sigue:
1.° Confiar la dirección y administración del colegio-internado al reverendo don Juan Bosco, con la obligación de implantar en el mismo
las clases elementales masculinas,
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las del curso ((147)) técnico 1 completo, y las del bachillerato también completo, todo de acuerdo con los reglamentos y programas estatale
existentes y que se prescribieren en adelante, y observando, además, las ciones que se determinen en el convenio a propósito, a deliberar po
la Junta.
2.° Entregar al reverendo don Bosco la cantidad de doce mil liras al año, en concepto de estipendio para el profesorado de dichas escuela
3.° Entregar también al dicho don Bosco la cantidad de doce mil liras para la provisión del mobiliario para el mencionado Colegio; esta
cantidad se pagará en dos mitades, la primera con motivo de la apertura del curso, la segunda durante el año; pero quedando obligado dicho
don Bosco a restituir al Ayuntamiento, sin compensación alguna, muebles para uso de dicho Colegio por valor de seis mil liras, calculadas
mediante informe pericial en el caso de que por cualquier circunstancia, prevista o imprevista, cesare, después del primer decenio o antes, e
contrato que con él se estipulare; y en el caso de que el cese del contrato tuviese lugar después del primer decenio, la restitución sería sólo
por valor de cuatro mil liras.
4.° Establecer que la duración del contrato a estipular con el dicho don Bosco será de cinco años y que, de no haber cesación del contrato
cuatro años antes del vencimiento, se supondrá tácitamente renovado por otro quinquenio.
5.° La Junta Municipal se encargará de redactar el convenio con las condiciones del contrato a estipular con el citado don Bosco,
añadiendo a las mencionadas todas las que creyere oportuno; y se autorizará a la misma para servirse de la intervención del comendador
Juan Maurizio, abogado, para la redacción del convenio, que después pasará al Consejo Municipal para sus deliberaciones.
Y como quiera que el señor Subgobernador de este distrito ya declaró ejecutoria, el día 6 del corriente abril, la deliberación del Consejo
Municipal, el suscrito se apresura a comunicársela al mencionado don Bosco para su norma; y le indica, al mismo tiempo, que este
Ayuntamiento ya ha encargado al abogado Juan Maurizio que prepare, lo antes posible, un esquema de dicho convenio, encargo que él ha
aceptado con mucho gusto.
Es de esperar que el esquema esté preparado dentro de pocos días y, tan pronto como esté en poder de este Ayuntamiento, se reserva, el
que esto escribe, invitar al antedicho don Bosco a una reunión con esta Junta Municipal para discutirlo y ponerse de acuerdo sobre el
mismo, antes de entregarlo al Consejo Municipal para sus deliberaciones.
((148)) Préciase, entretanto, el que esto escribe en confirmar al mencionado don Bosco los sentimientos de su más distinguida
consideración y estima,
El Alcalde A. MOMBELLO
Muy reverendo señor don Juan Bosco, Turín.
1 Curso técnico.-No se trata de estudios, lecciones o actividades específicas sobre una ciencia, profesión u oficio. Constaba, como puede
deducirse del programa, de varios cursos superiores al grado elemental (algo parecido, según yo pienso, a lo que en España se llamó
"Comercio" en muchos colegios) en los que se ampliaban los conocimientos elementales y, en cierto modo, preparaban un poco más a los
alumnos para entrar en bancos, oficinas, secretarías y profesiones comerciales o similares. (N. del T.)
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Tan pronto como quedó preparado el convenio, se envió una copia a don Bosco, con el ruego de que asistiera a la reunión de la Junta
Municipal para ponerse de acuerdo sobre el mismo, antes de entregarlo al Consejo Municipal para su deliberación.
No sabemos si don Bosco volvió a Varazze, pero tenemos copia del convenio (con algunas correcciones añadidas por el Santo) y
presentamos a continuación el texto original:
Convenio entre la ciudad de Varazze y el presbítero don Juan Bosco, propuesto por la Ciudad al dicho don Bosco, de acuerdo con la
deliberación del Consejo Municipal del 23 de marzo de 1871.
1.° El sacerdote don Juan Bosco se compromete a abrir un colegio -internado en la ciudad de Varazze e implantar en el mismo la
enseñanza clásica media, técnica y elemental, para los muchachos de la Ciudad y los forasteros que quisieren aprovecharse de ello.
En el caso de muerte del presbítero Bosco, los herederos estarán obligados a cumplir la obligación asumida por su autor; pero el Director
que suceda a dicho presbítero Bosco tendrá que ser del agrado del Consejo Municipal de Varazze.
2.° El sacerdote don Juan Bosco proporcionará maestros en número suficiente para las enseñanzas arriba indicadas; éstos tendrán que ser
aprobados por las Autoridades Escolásticas, de acuerdo con los Reglamentos en vigor.
3.° La enseñanza se impartirá según las leyes y disciplinas en vigor y conforme a los programas oficiales.
4.° El Ayuntamiento de Varazze estará autorizado para promover la equiparación de los cursos de bachillerato y técnico, y don Bosco se
compromete a organizar dichos cursos en tales condiciones que puedan obtener dicha equiparación.
Eso no quita que don Bosco pueda servirse de los mismos maestros para ambas enseñanzas, con tal de que no haya inconvenientes con
perjuicio de la instrucción y de la disciplina.
5.° Todos los gastos de mobiliario y enseres para el internado correrán a cargo del presbítero Bosco; el Ayuntamiento, por su parte, como
propietario que es y conforme a lo prescrito por el artículo 1604 del Código Civil Italiano, se compromete:
((149)) a) A todas las reparaciones necesarias para el uso y conservación del edificio y locales anejos, excepto la parte destinada a internad
y residencia de maestros y empleados. Por lo que se refiere a esta parte del edificio, las reparaciones de conservación de escasa monta
correrán por cuenta de don Bosco, el cual tendrá derecho a indemnización por parte de los causantes de las mismas.
b) A proveer y mantener en las escuelas, lo mismo primarias que medias, el mobiliario y demás elementos necesarios, cuya propiedad
conservará.
6.° El Ayuntamiento se compromete a pagar al reverendo don Juan Bosco:
a) La cantidad de dos mil quinientas liras por el personal de las escuelas elementales.
b) La cantidad de nueve mil quinientas liras por el personal de las escuelas técnicas y de bachillerato.
Además de esto, queda a su favor el producto de las cuotas de los alumnos, de las que más abajo se habla.
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El Ayuntamiento se reserva para sí las subvenciones que pudiera obtener de la Provincia, del Gobierno y de cualquier otra pía institución
en atención a que, si se compromete a pagar la cantidad de doce mil liras, es con vistas a los reembolsos que podría obtener por medio de
las mencionadas subvenciones.
Pero queda convenido que, si por el reconocimiento de las escuelas antes mencionado, consiguiere el Ayuntamiento mayores
subvenciones, entonces la mitad de éstas serán entregadas a don Bosco.
7.° El Ayuntamiento se compromete, además, a entregar al reverendo don Juan Bosco la cantidad de doce mil liras para los primeros
gastos de instalación y mantenimiento del internado.
La mitad de esta cantidad se entregará a la apertura del internado y la otra mitad a lo largo del año.
8.° El presente contrato tendrá la duración de cinco años y se considerará renovado por otros cinco, siempre que el Ayuntamiento no
rescinda el contrato antes del vencimiento del primer año.
Si se deshiciere el contrato después del decenio, don Bosco deberá restituir la cantidad de seis mil liras en dinero o en mobiliario para uso
del internado, calculado mediante informe pericial.
Si el contrato se rompiere antes de cumplir el primer decenio, don Bosco deberá restituir, en dinero o en mobiliario, la cantidad que arrib
se indica de doce mil liras, dividida en diez partes iguales, a reembolsar en tantas cuotas cuantos fueren los años que falten para cumplir el
decenio; y eso se hará, tanto que suceda por fuerza mayor, como por cualquier otra causa.
9.° El Ayuntamiento concede al reverendo don Bosco, en el sentido de lo que ya se ha convenido anteriormente, el uso del local, llamado
Colegio, ((150)) construido recientemente para escuelas y para internado, junto con el patio y jardín anejos.
10.° Las cuotas de los alumnos no podrán sobrepasar las treinta liras, para los dos cursos superiores, y las veinticuatro, para los otros tres
Los alumnos de los cursos técnicos se someterán a los respectivos Reglamentos. Pero los naturales de Varazze disfrutarán de un tercio de
descuento sobre la cuota.
La Junta Municipal se reserva el derecho a dispensar de pago a los alumnos verdaderamente pobres y que sean de óptima conducta.
No se podrá cargar ninguna cuota escolar a los internos, ni a los alumnos de las clases elementales.
11.° Todos los alumnos externos tendrán derecho a asistir a cada una de las ramas de enseñanza que se impartan a los internos.
12.° En cuanto a las medidas que se refieren a moralidad, las partes se remiten a los reglamentos en vigor; tocante a la instrucción
religiosa, el Ayuntamiento se remite a la prudencia del presbítero don Juan Bosco.
13.° La dirección y administración del colegio-internado, a más de la dirección de las Escuelas de bachillerato, técnicas y elementales,
están confiadas al reverendo don Bosco, bajo la dependencia de las Autoridades Escolásticas, según lo prescrito por las leyes en vigor.
Por lo que se refiere a las escuelas elementales, se entiende que nada se deroga de cuanto dispone la ley en orden a las atribuciones del
Ayuntamiento.
14.° Las escuelas se abrirán a principio del curso 1871-72, de acuerdo con el calendario escolar.
15.° El Ayuntamiento se reserva el derecho de aprobar el horario de las clases, que deberá ser propuesto por don Bosco.
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Asimismo, el de enviar un Delegado para inspeccionar las escuelas y asistir a los exámenes de fin de curso y otros, cuando lo creyere
conveniente.
Las correcciones del Santo fueron las siguientes:
En el primer artículo, donde se decía "En el caso de muerte del presbítero Bosco", borró el período "el Director que suceda a dicho
presbítero Bosco, tendrá que ser del agrado del Consejo Municipal de Varazze".
En el tercer artículo, donde se decía que la enseñanza se dará según las leyes y disciplinas en vigor y conforme a los programas oficiales,
añadió "establecidos por el Gobierno para las escuelas públicas".
Después añadió esta explicación: "El curso técnico se dará, poco más o menos, según el proyecto Estatal de fusión de los dos cursos
técnico y de bachillerato, es decir: aritmética, sistema métrico, geografía, lengua italiana, historia, sean los mismos que en el curso del
bachillerato, de modo que se concluirán contemporáneamente ((151)) los programas del curso técnico y los del bachillerato. Para completa
lo que es más específico del curso técnico, habrá, además, lecciones de francés y de dibujo, de modo que pasen también en los cursos de
bachillerato las materias que pertenecen a estas ramas del curso técnico".
Suprimió la declaración de que le era permitido servirse de los mismos maestros para uno y otro tipo de enseñanza, sin mengua de la
instrucción y de la disciplina, como se leía en el artículo 4.°.
En el artículo 5.° a) tachó la exclusión de los gastos necesarios para el uso y conservación de los edificios, de la parte destinada a
internado y a residencia de maestros y empleados, declarando, sin embargo, que se sometía a los gastos necesarios para las pequeñas
reparaciones de la parte destinada a internado.
En el artículo 6.° b), donde se especifican las cantidades que el Ayuntamiento dará a don Bosco, añadía: "Sin embargo, si se quisiese
promover y se obtuviese el reconocimiento oficial, el Ayuntamiento elevaría el sueldo del personal de los tres cursos a la cantidad
establecida por el arancel anejo a las leyes de instrucción pública, para la tercera categoría de las escuelas urbanas".
Después borraba y ponía un signo de interrogación en el párrafo del artículo 8, donde se habla de la restitución de seis mil liras, si se
deshiciera el contrato después del decenio.
En el artículo 10, acerca de la reserva concedida a la Junta Municipal de dispensar de pagos a los alumnos verdaderamente pobres
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y que sean de óptima conducta, especificaba: "Los alumnos, que conste verdaderamente que son pobres y recomendables por su talento y
buena conducta".
Por respeto a la Autoridad eclesiástica local, modificaba también el artículo 12 así: "En cuanto a las medidas que se refieren a moralidad
a instrucción religiosa, el Ayuntamiento se remite a la prudencia del presbítero Juan Bosco y del señor Vicario de la Parroquia, en la que se
encuentra el Colegio".
También en el artículo siguiente, relativo a la dependencia del colegio-internado de las Autoridades escolásticas, añadía: "y ((152))
especialmente el Delegado de Enseñanza del distrito", suprimiendo el último período.
En el último artículo modificó el último período introduciendo en él que el Ayuntamiento podía "también enviar un delegado suyo para
asistir a los exámenes mensuales, así como también a los exámenes finales, cuando lo creyera conveniente".
Casi todas las observaciones y correcciones de don Bosco fueron admitidas en el ejemplar definitivo, que fue aprobado el 5 de junio por
el Consejo Municipal y el 12 de julio por el Consejo Provincial Escolástico.
El Alcalde se lo comunicó a don Bosco, asegurándole que, tan pronto como tuviese noticia oficial de la aprobación, le enviaría dos copia
del acta, para que las firmara.
DISTRITO DE SAVONA
CIUDAD DE VARAZZE
Asunto
Colegio-internado
Varazze, 14 de julio de 1871
El señor Comendador, abogado Juan Maurizio, me hizo saber que el Consejo Municipal Provincial Escolástico, en sesión del 12 del
corriente julio, aprobó el contrato votado por este Consejo Municipal el 5 de junio próximo pasado, según el cual debe estipularse entre est
Ayuntamiento y V. S. Rvma., el contrato relativo a la dirección y administración del colegio-internado a abrir en esta Ciudad.
Me apresuro, pues, con la más viva satisfacción a participárselo a fin de que pueda, entretanto, tomar sus medidas para la apertura del
colegio-internado a primeros del próximo curso escolar.
Tan pronto como reciba noticia oficial de dicha aprobación, espero enviar a V. S., para su firma, dos ejemplares del contrato, uno de los
cuales quedará en sus manos, y el otro para devolverlo a este Ayuntamiento.
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Tengo, entretanto, la satisfacción de profesarme una vez más, con los sentimientos del más profundo aprecio y consideración,
De V. S. Rvma.
Su atto. y seguro servidor El Alcalde
A. MOMBELLO
((153)) También el Párroco, contentísimo por el éxito del asunto, se lo comunicaba al Santo y le invitaba a ir a Varazze para la firma del
acta. Al parecer, don Bosco no fue, ya que el Alcalde avisó que le enviaría el Acta a Turín.
Varazze, 15 de julio de 1871
Muy apreciado Señor mío:
Me dice el señor Alcalde que ha informado a V. S. de que, según deliberación del 13 de los corrientes, el Consejo Provincial Escolástico
ha aprobado totalmente la ordenanza Municipal de confiar el nuevo Colegio-internado a la sabia dirección de V.S.
Por tanto, sólo. falta que venga por aquí para la estipulación o firma del Acta, que yo le ruego tenga a bien efectuar lo antes posible.
Ruégole también que mande anunciar la apertura del Colegio-internado del modo que mejor le parezca y que envíe algunos prospectos con
las condiciones de admisión en el internado, porque ya se han recibido varias peticiones.
"Y qué es de don Angel Savio? Me había dado fundadas esperanzas de que, a la vuelta de Alassio, tendría la satisfacción de gozar algún
otro rato más de su compañía, por lo que había avisado preventivamente a la señora marquesa Centurione de la visita que en su nombre le
haría; seguramente que la premura del tiempo no le habrá permitido pararse aquí; de todos modos deseo saber de él.
En espera de recibir sus esperadas nuevas, y más aún a su apreciada persona, créame siempre, como tengo la suerte de profesarme con
todo aprecio y profundo respeto,
De V.S.
Afmo. y seguro servidor PABLO, Párroco.
Una vez que el Alcalde recibió noticia oficial de la aprobación del Acta de la convención estipulada entre la ciudad de Varazze y el
Caballero muy reverendo don Juan Bosco para la dirección y administración de un Colegio-internado en esta Ciudad, tal y como había
prometido, envió al Santo dos copias en papel sellado y firmadas por él, rogándole que firmara una y se la enviara, y guardara la otra. En
efecto, se encuentra en nuestro archivo.
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((154)) DISTRITO DE SAVONA
CIUDAD DE VARAZZE
N.° 542 del Copiador de Cartas
N.° 1171 del Protocolo General
Asunto
Contrato para la dirección
del Colegio-internado
Varazze, a 22 de julio de 1871
Cumpliendo la salvedad contenida en mi atenta del 14 del corriente julio, envío a V. S. dos ejemplares del Contrato a estipular con este
Municipio, referente a la dirección y administración del Colegio-internado a abrirse en esta Ciudad.
Las dos copias ya están firmadas por mí; ruego a V. S. se sirva devolverme una, debidamente firmada, mientras se queda la otra en su
poder.
Aprovecho la ocasión para repetirme, con el sentimiento del más distinguido aprecio y respeto,
De V. S. Rvma.
Seguro servidor El Alcalde
A.MOMBELLO
Muy Rvdo. Señor
Caballero sacerdote Juan Bosco
Turín
Y he aquí el texto del acta:
ACTA de la convención estipulada entre la ciudad de Varazze y el Caballero, muy reverendo señor don Juan BOSCO, para la dirección y
administración de un Colegio-internado en esta Ciudad.
El año mil ochocientos setenta y uno, a veintidós del mes de julio en Varazze.
Se hace saber:
Que el Consejo Municipal de la ciudad de Varazze, según deliberación del cinco de julio de mil ochocientos setenta y uno, determinó se
confiara al caballero, reverendo señor don Juan Bosco, la dirección y administración del Colegio-internado que se va a abrir en esta Ciudad
de acuerdo con el convenio contenido en dicha deliberación, que el mencionado don Bosco se declaró dispuesto a aceptar; y, al mismo
tiempo, el Consejo Municipal ha encargado al señor Alcalde de esta Ciudad estipular con el susodicho don Bosco el contrato
correspondiente.
Que habiendo sido aprobada dicha deliberación por el Consejo Provincial Escolástico de Génova el doce del corriente julio, ya se puede
estipular dicho contrato.
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((155)) En relación con todo ello, la ciudad de Varazze, representada por su Alcalde, el caballero Antonio Mombello, hijo de Antonio, y
el mencionado don Juan Bosco, convienen por la presente escritura privada cuanto sigue:
1.° El sacerdote Juan Bosco se compromete a abrir un Colegio-internado en la udad de Varazze e impartir en él la enseñanza clásica
media, técnica y elemental, tanto para los muchachos de la Ciudad como para los forasteros que quisiesen aprovecharse de ella.
En el caso de muerte del sacerdote Bosco, quedarán obligados los herederos a cumplir el compromiso contraído por su autor.
2.° El sacerdote Bosco proporcionará el número suficiente de maestros para las enseñanzas arriba indicadas, los cuales deberán estar
aprobados por las Autoridades escolásticas con arreglo a los Reglamentos vigentes.
3.° La enseñanza se acomodará a las disciplinas de los programas establecidos por el Gobierno para las escuelas públicas.
El curso técnico seguirá el proyecto gubernativo de fusión del curso técnico y el bachillerato, es decir: Aritmética, Sistema Métrico,
Geografía, Lengua italiana, Historia, serán lo mismo que en el bachillerato, de modo que completen el curso técnico con el bachillerato.
Para completar lo que es más esencial en el curso técnico, habrá, además, lecciones de francés y de dibujo, de modo que en el quinquenio
clásico se completen también las materias que pertenecen a estas ramas del curso técnico, de modo que los alumnos, del bachillerato o del
curso técnico, estén preparados para rendir examen y pasar a los cursos superiores.
Esto no quita que el sacerdote Bosco pueda servirse de los mismos maestros para una y otra enseñanza con tal de que no haya
inconvenientes en detrimento de la enseñanza y de la disciplina.
4.° Todos los gastos de mobiliario para el internado correrán a cargo del reverendo don Bosco; el Ayuntamiento, por su parte, como
propietario y en conformidad de lo prescrito por el artículo 1604 del Código Civil italiano, se compromete:
1.° A todas las reparaciones necesarias para el uso y conservación del edificio y locales anejos. Pero las reparaciones de escasa importancia
estarán a cargo del reverendo don Bosco en toda la parte destinada a internado.
2.° A proporcionar y mantener en las escuelas, lo mismo elementales que medias y técnicas, el mobiliario y demás enseres necesarios, cuya
propiedad conservará.
5.° El Ayuntamiento se compromete a pagar al sacerdote Juan Bosco:
a) La cantidad de tres mil doscientas liras para el personal de las escuelas elementales.
b) La cantidad de ocho mil ochocientas liras para el personal de las escuelas de bachillerato y técnicas, además de la cesión a su favor dé la
cuotas que se mencionan más adelante.
((156)) Esta cantidad de doce mil liras no estará sujeta, por parte del presbítero Bosco, a ningún impuesto o descuento municipal,
provincial o estatal.
El Ayuntamiento se reserva para sí las subvenciones que pudiera percibir de la Provincia, del Estado o de cualquier otra Pía institución,
dado que su compromiso de pagar la cantidad de doce mil liras es en razón de lo que podría obtener de cualquier parte, a través de las
mencionadas subvenciones.
6.° El Ayuntamiento se compromete, además, a entregar al sacerdote Juan Bosco doce mil liras para los gastos de la primera instalación y
del mantenimiento del internado.
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Esta cantidad se pagará en dos mitades: la primera en el momento de la apertura del internado y la segunda a lo largo del año.
7.° El presente contrato tendrá una duración de cinco años, y se entenderá renovado por otros cinco, siempre que una de las partes no se
haya desentendido del mismo, antes de expirar el mismo año.
Si el contrato se hubiese deshecho antes de cumplirse el primer decenio, el sacerdote Juan Bosco deberá restituir, en dinero o en muebles
la dicha cantidad de doce mil liras, dividida en diez partes iguales, y desembolsará tantas cuotas como sean los años que resten para cumpli
el decenio; y esto, ya fuere por fuerza mayor o por otra cualquier causa.
8.° El Ayuntamiento concede al sacerdote Juan Bosco, en el sentido de cuanto anteriormente se ha convenido, el uso del local del llamad
Colegio, recientemente construido para escuelas e internado, junto con el patio y jardín anejos 9.° Los estipendios no podrán superar las
treinta liras para los dos cursos de retórica y las veinticuatro para los de gramática.
Por lo que respecta a las escuelas técnicas, los contrayentes se remiten a los Reglamentos correspondientes.
Pero los alumnos de Varazze disfrutarán de una reducción de la tercera parte.
La Junta Municipal se reserva el derecho de exención para los alumnos reconocidos como verdaderamente pobres y recomendables por s
talento y buena conducta.
Los internos del Colegio, y todos los demás alumnos de las clases elementales, no serán sometidos a ninguna otra cuota.
10.° Todos los alumnos externos podrán matricularse en las diversas ramas de enseñanza que se den a los internos.
11.° En todo lo que se refiere a moralidad e instrucción religiosa, el Ayuntamiento se remite a la prudencia del reverendo don Juan Bosco
12.° La dirección, la administración del internado, lo mismo que la dirección de las escuelas de bachillerato, técnicas y elementales corre
a cargo del sacerdote Juan Bosco, aunque con la dependencia de las Autoridades escolásticas, de acuerdo con la Ley.
((157)) 13.° Las escuelas se abrirán al comienzo del curso 1871-72, de acuerdo con el calendario escolar.
14.° El Ayuntamiento se reserva el derecho de aprobar el horario de las escuelas, que será propuesto por don Bosco, y de enviar un
encargado suyo para asistir a los exámenes mensuales y a los exámenes finales, cuando lo creyere conveniente.
El presente convenio, previa lectura hecha por los contrayentes, es firmado por los mismos,
A. MOMBELLO, Alcalde JUAN BOSCO, Pbro.
Don Bosco firmó y devolvió al Alcalde un ejemplar del Acta de convenio; y, dado que había aceptado abrir el nuevo Colegio-internado d
Varazze para el próximo curso escolar, el 29 de julio, como ya queda indicado, declaraba formalmente al Alcalde de
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Cherasco que abandonaba aquel Colegio por razones de higiene, y determinaba sin más que el personal dedicado al mismo pasaría a
Varazze, y, precisamente por esto, se dijo entre nosotros que el Colegio de Cherasco fue trasladado a Varazze.
Las normales gestiones para la apertura del nuevo Colegio de Varazze eran ya conocidas en Génova, en donde, como ya hemos indicado,
se deseaba vivamente que don Bosco abriese un asilo para muchachos pobres. íY la divina Providencia iba disponiendo las cosas de tal
modo que, precisamente aquel mismo año, se abriese también esta Casa!
6. Tercer centenario de la batalla de Lepanto
El año 1871 se conmemoraba el tercer centenario de la batalla de Lepanto y fue celebrado solemnemente en el santuario de María
Auxiliadora.
"Esta fiesta -escribía valientemente el teólogo Santiago Margotti en la Unidad Católica del 14 de mayo-fue instituida por el Sumo
Pontífice Pío VII en acción de gracias a María por su prodigiosa liberación del cautiverio de Fontainebleau, del mismo modo que san Pío V
ya había introducido en la Iglesia la devoción a María Auxiliadora de los Cristianos, en reconocimiento de la célebre victoria obtenida en
Lepanto ((158)) contra los turcos, cuyo tercer centenario se celebra precisamente este año.
"Por esto, todos los católicos, que gimen por las actuales calamidades que afligen a la Iglesia y ven a Roma destrozada por
revolucionarios y ateos, tan enemigos del catolicismo como lo fueron los secuaces de la Media luna, y al mismo tiempo contemplan al
Vicario de Jesucristo prisionero en el Vaticano, deben sentir más que nunca la necesidad de recurrir a María Auxiliadora, tan poderosa para
defender y glorificar a la Iglesia, a fin de que se digne concederle otra vez la suspirada paz con el triunfo de los buenos y la conversión de
los malvados. María Santísima nos escuchará sin falta y pronto; porque las oraciones a Ella dirigidas por tantos devotos, desde todos los
ángulos de la tierra, no dejarán de hacer dulce presión en su corazón. Tenemos ante nuestros ojos un triste espectáculo de indiferencia y de
impiedad; pero, al mismo tiempo, otro espectáculo muy consolador de oraciones, limosnas, penitencias y peregrinaciones; quizá nunca fue
tan viva y generalizada la lucha; no puede dudarse de la victoria, salvo que María no fuese ya la tesorera de las gracias, y Dios faltara a sus
promesas.
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"Por estas razones, en la iglesia de María Auxiliadora de Turín se celebrará la fiesta del 24 con más solemnidad que en los años
pasados...".
El programa, pleno de interesantes detalles, fue colocado en las puertas de las iglesias y apareció publicado también en la portada del
número de mayo de las Lecturas Católicas, y ampliamente difundido en hojas volantes por toda la ciudad.
Oratorio de San Francisco de Sales
de Turín
Centenario de la batalla de Lepanto ganada por los cristianos a los turcos, el año 1571 por intercesión de María Auxiliadora.
NOVENA Y FIESTA
Indulgencia plenaria para quien, confesado y comulgado, visite la iglesia a Ella dedicada, durante la novena y la Fiesta.
((159)) Horario de los actos religiosos
La novena comenzará el 15 de mayo.
Todos los días, por la mañana hasta el mediodía: celebración de misas rezadas y facilidad para poder recibir los sacramentos de la
confesión y comunión.
A las siete, comunión general con especiales ejercicios piadosos,
ENTRE SEMANA
Todas las tardes, a las siete: Canción sagrada.-Sermón.-Bendición con el Santísimo Sacramento.
DIAS FESTIVOS
Domingo 21. Por la mañana, a las ocho y media: Administración del sacramento de la confirmación.
A las diez y media: Misa solemne.
Por la tarde, a las tres y media: Vísperas.-Sermón. -Bendición.
Día 24
FIESTA DE MARIA AUXILIADORA DE LOS
CRISTIANOS
Por la mañana.-A las diez, Misa pontifical. Los alumnos del Oratorio de San Francisco de Sales interpretarán, con selecta orquesta y
doscientas voces, una partitura nueva y grandiosa, de Juan Cagliero, Pbro.
Por la tarde.-A las seis: Vísperas solemnes.-Panegírico.-Tantum ergo a trescientas voces.-Bendición.
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N. B. El himno de las vísperas solemnes, obra del mencionado sacerdote Cagliero, ejecutado por trescientas voces con orquesta. El autor
ha querido representar con música la famosa batalla y el triunfo de los cristianos en Lepanto, gracias a
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María Auxiliadora. Este himno será interpretado por los alumnos de Turín, Lanzo, Cherasco, Alassio, Borgo San Martino y muchos
profesores, maestros y distinguidos músicos de la Ciudad.
Los que desearen inscribirse en la Asociación de María Auxiliadora pasen por la sacristía, donde encontrarán quien les atienda.
La limosna que los socios y otros tuvieren a bien entregar este año, servirá para pagar los gastos habidos con la construcción del coro y d
la sacristía que aún faltaban en la iglesia de la Asociación.
AVISOS ESPECIALES
La música de día 21 correrá a cargo de los alumnos del Colegio -internado de Lanzo.
((160)) La del día 22 será interpretada por los alumnos de los colegios de Cherasco y Alassio.
Y la del día 23, por los del Colegio San Carlos de Borgo San Martino, cerca de Casale.
AVISOS GENERALES
Durante los dos últimos días de la novena y el de la Fiesta se celebrará, en el interior del Instituto, una pequeña feria en favor de la iglesia
y del mismo Instituto. Se pondrán a la venta en distintas tiendecillas:
1.° Medallas, litografías, fotografías religiosas, libros amenos, piezas musicales para cantar y para piano, obras editadas por el Oratorio.
2.° Juguetes y objetos diversos para diversión de los muchachos.
3.° Habrá un gran pabellón con La Rueda de la Fortuna, consistente en una urna llena de papeletas, en blanco unas y otras escritas. Todas
se entregarán dobladas y, a quien le salga una escrita, se le entregará el regalo que su papeleta describa. Cada papeleta vale diez céntimos.
El que compre diez, recibirá una más de regalo.
4.° Fuera del tiempo de las funciones religiosas, habrá conciertos musicales y entretenimientos variados.
5.° La dirección de los festejos internos está confiada al Director del Oratorio y a una Comisión de Señores de la nobleza que prestan con
gusto su colaboración para este fin benéfico.
Se invita a su señoría a asistir y a comunicar este programa a sus conocidos.
Don Bosco, que solía invitar a esta fiesta a algún insigne bienhechor, escribía amablemente a la señora Uguccioni, de Florencia:
Muy querida Mamá:
Cuando celebro por la mañana la santa misa tengo un recuerdo especial para mi buena mamá, mi querido papá y toda la familia; pero
siempre me queda el remordimiento de no escribirles con más frecuencia. Ruégole que me perdone; le prometo continuar las oraciones y
enmendar la negligencia. No; ya no quiero ahorrar sellos, sino usarlos para su finalidad.
Usted se aflige por miedo a que los dos hermanos Montauto no puedan seguir
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viviendo en una sola familia. No sea así. Aflíjase sólo ante la ofensa de Dios y no por otros motivos. Sea mediadora de paz, lo mismo
cuando forman una sola familia, que si se dividen; y para las dos familias, si la división se realizara. Abraham y Lot eran dos santos y se
separaron para atender cada uno a su propia familia, sus campos y sus ganados.
Me alegro mucho de que el querido señor Tomás goce de buena salud. ((161)) "No podrían venir este año a visitarnos para la fiesta de
María Auxiliadora? Si así fuese, querría que nuestro campanero hiciese un repiqueteo extraordinario. Mire un tantico si puede dar tal
satisfacción a este su hijito. Sigue él siendo todavía travieso, pero, si le hace esta visita, le promete ser muy bueno. Si por acaso se viera co
la señora Enriqueta Nerli, la condesa Digny, la señora María Gondi, hágame el favor de saludarlas de mi parte. "Quién sabe si también
podrá convencerlas para hacernos una visita? Les escribiré más adelante para invitarlas...
Pida usted a Dios por esta nuestra casa. Todo marcha bien en cuanto a moral, salud, etc.; pero, en brevísimo lapso de tiempo, hemos
tenido que librar del servicio militar a diez clérigos por la enorme cantidad de treinta y dos mil liras. íVea usted qué golpe! Pero éste ya
pasó y nos preparamos para otros, si a Dios pluguiere enviárnoslos.
Que Dios les bendiga, a usted, al señor Tomás y a toda su familia. Rece por mi pobre alma y créame,
De V.S.B.
30-4-1871.
Su reconocido y travieso hijo
JUAN BOSCO, Pbro.
Al atardecer del día 21 se reunieron en la iglesita de san Francisco de Sales muchos músicos de la ciudad para ensayar el himno Saepe
dum Christi, espléndida composición de don Juan Cagliero, el cual había enviado esta invitación:
Muy distinguido Señor:
El día 24 del corriente mayo se celebrará con gran solemnidad, en la iglesia de María Auxiliadora, la fiesta titular. A las 6 de la tarde se
cantarán vísperas pontificales. Se interpretará, a gran orquesta, y con trescientas voces, el himno Saepe dum Christi (descripción de la
batalla de Lepanto). Toman parte muchos profesores, maestros y distinguidos músicos de la ciudad. Este es el motivo por el que ruego
también a Vuestra Señoría tenga a bien colaborar para mayor esplendor y decoro de la función.
Confiado ser atendido, le anticipa las gracias y se profesa.
De V.S.
Su seguro servidor JUAN CAGLIERO, Pbro.
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N. B.-El día 21 de los corrientes (domingo), a las tres y media de la tarde, en la capilla interna del Oratorio, habrá ensayo general. Se
invita a V. S. a tomar parte en él.
((162)) La ejecución del himno resultó grandiosa.
Al atardecer del día 21, al son de las alegres armonías de la banda, se inauguraron también la pequeña feria y la Rueda de la fortuna en
favor del Oratorio, y precisamente para sufragar los gastos realizados con ocasión de la construcción del coro y de la nueva sacristía, cuyos
trabajos de albañilería se habían terminado.
Fue indescriptible la encantadora admiración que despertó el selecto grupo de jóvenes, hijos de las más distinguidas familias de la ciudad
que presidían las tiendecillas de venta, y la extracción de las papeletas de la rueda, con simpática e insuperable jovialidad.
El programa de la fiesta se desarrolló tal y como deseaba don Bosco, con muchísima devoción en la iglesia y con la más franca y
desbordante alegría en los patios.
El esplendor de los sagrados ritos fue conmovedor. Y fuera del Santuario procedió todo con el más perfecto orden. Los Superiores habían
celebrado varias reuniones, presididas por don Miguel Rúa, y habían tomado las medidas oportunas para que todos los forasteros tuvieran
entrada libre a los patios, sin perjuicio para la disciplina de la casa, asignando a diversos socios una vigilancia continua en todas partes.
No hace falta hablar del gran concurso que hubo de toda clase de personas, especialmente el día 24. Millares de devotos se acercaron a la
mesa eucarística, y, desde las primeras horas de la mañana, todos los altares estuvieron ocupados por sacerdotes que celebraban el Santo
Sacrificio.
Al mediodía, entre sacerdotes, bienhechores y amigos, profesores y alumnos, que acudieron también de las varias casas, hubo mil
quinientos comensales, repartidos en nueve comedores, todos abundantemente servidos por la Divina Providencia.
La Santísima Virgen demostró claramente cuánto amaba a su devotísimo Siervo. Lo cuenta el mismo don Juan Bautista Lemoyne, que se
encontraba aquel día en el Oratorio.
Entró en la habitación del Santo la señora María Rogattino, llevando de la mano a un hijo suyo ciego. Había muchas personas presentes y
ella, sumida en su dolor, se adelantó resuelta y postróse de rodillas, exclamando:
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-íSoy una madre desdichada! Después de mucho pedirlo, ((163)) me dio Dios este hijo y ahora me lo deja ciego. Ya hace dos años que le
veo sufrir operación tras operación, y, de pronto, me dicen los doctores que no tiene remedio, que hay que resignarse a la voluntad de Dios
Señor, he intentado resignarme, pero no logro conseguirlo; me parece un sacrificio demasiado grande. No puedo convencerme de que Dios
quiera permitir tamaña desgracia con perjuicio para un niño inocente... íSoy la mujer más desdichada de la tierra!
El llanto le cortó la palabra y no pudo seguir. Dejó don Bosco que desahogara su inmenso dolor y después, con exquisita caridad, le dijo
unas palabras de consuelo y de resignación cristiana. Concluyó así:
-"Ha rezado ya a la Virgen para que cure a este angelito? "No sabe que Dios puede haber permitido su enfermedad para probarla a usted
hacer a su hijo objeto de las misericordias de María, su madre, y glorificar su nombre? Gánese, pues, a María Auxiliadora en su favor; y
convénzase de que lo que no pueden hacer los cirujanos, lo sabe hacer Ella. Y no es que yo quiera aconsejarle que deje de prodigar a su hij
todos los cuidados que crea oportunos, sino que deseo persuadirla de que para nada servirán los esfuerzos de los hombres, si no inclina a
Dios en su favor, con su poderosísima intercesión. íTodas las gracias, al decir de san
Bernardo, pasan por las manos de María! No le sea, pues, desagradable dirigirse a Ella con alguna novena de oraciones y algún sacrificio.
Puedo asegurarle que, si es para bien del niño y de la suya, Dios se lo curará.
Dicho esto, intentaba don Bosco despedirla, mas la pobre madre insistió diciendo:
-No me iré hasta que usted no haya bendecido a mi hijo. Una amiga mía me aseguró que, estando ella enferma, se esforzó para venir a
recibir su bendición; y que, en cuanto fue bendecida, comenzó a curar. "Por qué no voy a creer que le suceda otro tanto a mi hijo? Si la
sombra de san Pedro bastaba para curar a los enfermos desahuciados, enderezar a los lisiados, devolver la vista a los ciegos, ((164)) "por
qué no he de esperar lo mismo de la bendición de otro ministro de Dios?
Miróla el Santo un instante, maravillado ante tan confiada insistencia, y exclamó:
-íUsted se equivoca! No tiene que esperar mi bendición, sino la de Dios, mediante el poderosísimo patrocinio de María Auxiliadora. íYo
no soy más que un débil instrumento en manos del Señor!
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Pero la buena mujer insistió tanto que don Bosco mandó arrodillar al niño, le bendiijo, le regaló una medalla de María Auxiliadora y lo
despidió, exhortando a la madre a tener confianza. Salió ésta casi segura de haber obtenido la anhelada gracia, y no se equivocaba. En
efecto, volvió al Oratorio para presentar el hijo curado al Santo, el cual le dijo:
-Procure dar una buena y santa educación a su hijito tan singularmente favorecido con las gracias del cielo; íésta es la más hermosa prueb
de agradecimiento que espera de usted María Auxiliadora! Haga que crezca en el temor de Dios y que respete a la Iglesia y a sus ministros
y, si Dios lo llamare para servirle más de cerca, íno tuerza su vocación, conságrelo a El!
Aquel año concedía la Santísima Virgen a don Bosco otra gracia señaladísima en favor de toda la Iglesia, a saber, la resolución de iniciar
su segunda familia religiosa en pro de la juventud femenina. Ya había preparado para ella la piedra fundamental con una humilde hija del
campo, la beata María Dominga Mazzarello, natural de Mornese, encaminada por los senderos de la santidad bajo la dirección del sacerdot
salesiano don Domingo Pestarino, recordado con veneración.
En el sexto capítulo del presente volumen hablaremos del apostolado llevado a cabo por este digno ministro del Señor, especialmente con
las jovencitas de la Compañía de las Hijas de María Inmaculada, de la que salieron, llenas de filial y generosa devoción a don Bosco, las
primeras aspirantes para el nuevo Instituto; hablaremos también del pacientísimo trabajo realizado por el Santo para su formación religiosa
y de las virtudes heroicas de María Mazzarello, elegida por unanimidad primera Superiora y después Superiora General.
((165)) El gran concurso de devotos se renovó al domingo siguiente, 28 de mayo, solemnidad de Pentecostés. Y el primero de junio se
reunían en el Oratorio los jóvenes de la nobleza, que habían estado al frente de las tiendecillas de la feria, para dar cuenta a don Bosco de la
labor realizada. No fue extraordinaria la cantidad de dinero recogida, pero sí considerable, pues, deducidos los gastos hechos para la
adquisición de objetos, libros y demás accesorios, casi llegó a las cuatro mil liras. El presidente, Carlos Diego Carrassi, Marqués del Villar
leyó estas palabras, al ponerlas en sus manos:
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Reverendo don Bosco:
Si al empezar a subir una escarpada cuesta, alzo los ojos y perplejo me pongo a observar la altura, me parece que se trata de una inaudita
fatiga y aun se agrandan más las dificultades y peligros.
Mas si un consejo paternal me viene a prestar ayuda, si una voz bondadosa me dice: "íánimo, que yo estoy contigo!", entonces, con
insólito vigor me lanzo a la obra y alcanzo la meta, que poco antes era un puro deseo. Contemplo desde allí las cumbres que están a mis
pies; descubro a lo lejos el mar, que, agitado por indómita tempestad, parece arrollarlo todo y rebelarse contra el Cielo; en medio de las ola
una ligera navecilla, guiada por un antiguo y experto piloto, surca las aguas traidoras, sin miedo a los trallazos de las olas porque una buena
estrella de guía; ella surca los mares y lleva la luz allí donde no brilla el sol, es mensajera de paz, de alegría, de amor; resplandece con luz
propia que vigoriza el corazón.
Pues bien, esto mismo nos pasó a nosotros. Esa voz amable, reverendo Padre, es la suya que infunde vigor y fuerza, nos llama a su lado,
nos mantiene unidos bajo una sola bandera, nos da consejo y vida, nos guía por el recto camino y nos marca la senda para llegar a la cumbr
desde donde se contempla el mundo.
La senda indicada es la virtud; en la cumbre está la gloria, premio para quien trabaja y se afana por el bien; su bondad se dignó volver la
mirada hacia nosotros y nos quiso llamar a su lado en medio de las dudas y peligros de un mundo agitado.
-íAh, sí! Bendito sea el cielo, bendito el feliz momento en que su palabra, prenda segura de paz, alegría y felicidad para nosotros, vino, n
sólo para servirnos de acicate y estímulo, sino que cobró el vigor y la fuerza de una ley.
Usted, al confiarnos la alta misión de buscar con la diversión la utilidad para el Oratorio, quiso darnos la ocasión de abrir nuestros
corazones, prestar nuestra labor y ofrecer cuanto estaba en nosotros.
Pues bien, yo ahora me ufano diciéndole que cumplimos nuestro cometido con toda la buena voluntad que jamás se pudo imaginar. Nos
dominaban el brío ((166)) juvenil, el ardor, el entusiasmo; aprovechamos todos los recursos para el feliz éxito y he aquí estas casi cuatro m
liras que representan el resultado de la operación.
Ciertamente habrá que deducir algunos gastos a pagar fuera del Oratorio; se trata de unas setecientas liras, que ya fueron abonadas con la
aportación de nobles y generosas ofertas, que en estos días hemos recibido de ilustres y bondadosas personas.
Reverendo Padre, no nos queda más que presentarle unánimemente nuestro sentido agradecimiento. Nace de lo más íntimo del corazón y
es una palabra de sincero reconocimiento y afecto. Desde la cumbre a la que hemos llegado, queremos enviar un saludo al Venerando
Septuagenario Piloto, que ya alcanza el vigésimo quinto año de viaje sobre su navecilla.
Los mares, hoy azotados por las más terribles borrascas, le hacen blanco de sus tremendas iras. Desencadénense en hora buena los
indomables vientos; él no teme; confía en su estrella, y las palabras: Portae inferi non praevalebunt (las puertas del infierno no prevalecerán
le devuelven con razón toda la calma.
Pero, en tanto, entre los abrojos y espinas que un mundo perverso le va deparando día a día, no le será desagradable recibir de nuestra
Comisión, compuesta
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exclusivamente por jóvenes, un saludo filial de nuestras voces que unánimemente resuenan al grito de:
íViva María, Viva Pío IX, Viva don Bosco!
Turín, 1º de junio de 1871.
Por la Comisión
El Presidente Marqués C.D. CARRASSI DEL VILLAR
7. En Florencia y en Roma
Don Bosco deseaba ardientemente abrir también una Casa filial en Roma. Hemos hablado ya del ofrecimiento de la iglesia de San Juan d
la Pigna, que luego fracasó, y de las gestiones en curso para la iglesia del Santo Sudario; y por aquellos meses se le había comunicado que
se confiarían a los Salesianos las escuelas de Palombara, en la diócesis suburbicaria de Sabina.
Monseñor Manacorda, que solícitamente se esmeraba por llevar adelante ante las Sagradas Congregaciones todas las gestiones que don
Bosco le confiaba, comunicaba a don Miguel Rúa, el 30 de abril, que había conseguido un favor que se esperaba, y añadía estas noticias:
"La próxima semana iré a Palombara para ((167)) elegir el aposento destinado a los sacerdotes de don Bosco. Los párrocos están muy
contentos, y lo mismo escribía el Alcalde. Tan pronto como vuelva a Roma, escribiré detalladamente a don Bosco. Es cosa acordada que se
comenzarán las clases el próximo octubre, pero bueno será ir allá unos meses antes...
"Lea a don Bosco lo referente a la casa de Palombara, encomiéndeme a sus oraciones y a las de toda la Casa.
"El Santo Padre bendice a don Bosco y a todos sus hijos; usted bendígame a mí, y considéreme totalmente suyo en Jesucristo.
Afmo. y seguro servidor
EMILIANO MANACORDA.
"
Pero las cosas tomaron otros derroteros, y el 10 de mayo escribía a don Bosco:
"En el mismo momento de cerrar, con acta oficial y definitiva, las gestiones para la casa de Palombara, el diablo (sólo él) vino a echarlo
todo a perder. El Inspector de Enseñanza Primaria fue a Palombara y mandó suspender toda gestión con los curas, presentó
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a otros maestros y fueron aceptados por el Ayuntamiento. Las cosas de Roma se cambian: pero todo volverá a su lugar, según lo acordado;
y si no fuere así, habrá que aguardar..."
Y añadía Monseñor en su carta esta declaración, que nos descubre la enorme y generosa caridad de su corazón:
"Ruegue por mí, y hágame la caridad de ordenar oraciones especiales en favor de una señora atormentada horriblemente. No me
pertenece, pero son ya varias las veces que he ofrecido mi vida a Jesucristo al pie del altar, para que saque a esta alma de tan triste estado; y
repito de corazón que moriría con gusto por salvarla. Don Bosco, comprometa en este asunto a la Virgen, ahora que se acerca su fiesta, y
obtendremos la gracia".
El día 1º de junio volvía a expresar a don Bosco la confianza de ver arregladas las gestiones sobre Palombara y la inoportunidad de
ocupar, por el momento, la iglesia del Santo Sudario; le rogaba que hiciera componer algunas poesías para el Santo Padre, pues no le cabía
duda alguna de que también el Oratorio haría algo para la solemne celebración del Jubileo Pontifical de Pío IX:
"Se trata de ofrecer al Santo Padre, con motivo de su vigésimo quinto año ((168)) de pontificado, un volumen con sonetos procedentes de
las principales ciudades de Italia, indicando previamente el tema de cada uno. Para Turín se encarga a uno de los profesores de don Bosco,
el tema sería: Pío IX salvado extramuros en Santa Inés. Ruégole, pues, encargue esta composición a alguno de sus poetas: que lo haga
pronto y bien y lo firme con su nombre.
"Si hay en su casa alguno de Lombardía, con capacidad para ello, encárguele que haga para Milán un soneto u otra poesía, pero corta y
enseguida. El tema para Milán es: Pío IX y los mártires japoneses con muchos obispos en Roma. Estoy seguro de que V. S. no me dejará e
la incertidumbre y que pronto recibiré las deseadas poesías para el Padre Santo.
"Sería también oportuno que el Oratorio de San Francisco de Sales hiciera algo para el mencionado aniversario. Por ejemplo, una breve
salutación al Padre Santo...
"Aquí se teme que se eternice el estado actual o que estemos abocados a una serie de desdichas como las de París.
"El Papa disfruta de óptima salud...
"Lo de Palombara está todo combinado para cuando las cosas vuelvan a su sitio y torne a ocupar el cargo el antiguo Alcalde.
"Tocante a la iglesia del Santo Sudario, pienso que ya le habrá escrito al Rector; el momento presente es muy desfavorable. Sólo
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el tratar de este asunto, sería un fallo. No se hable de ello por ahora de ningún modo..."
"Cuál era la razón de esta declaración?
íHela aquí! El que una Sociedad Religiosa, cuya Casa matriz estaba en Turín, tomara a su cargo una iglesia, perteneciente desde hace
tiempo al Estado Sardo en Roma, hubiera parecido un acto de servil obsequio al Gobierno Italiano...
Eran muchos los eclesiásticos que pensaban de este modo.
Había otro detalle de importancia. El día 2 de abril de aquel año la Unidad Católica anunciaba, en estos términos, un librito impreso en e
Oratorio.
Un Párroco de Como ha publicado en Turín (tipografía del Oratorio de San Francisco de Sales) un libro titulado: Las dos rosas del
Paraíso; narración dedicada a S.A.R. la Princesa de Piamonte. ((169)) No hemos leído más que el título y nos pareció poco oportuno. Es
más conveniente escribir, imprimir y llorar sobre la corona de espinas que atormentar a nuestro Santo Padre Pío IX. Melius est ire ad
domum luctus quam ad domum convivii. Mejor es ir al Vaticano que al Quirinal.
Así las cosas, don Bosco había determinado ir a Roma inmediatamente después de la fiesta de san Juan Bautista, para obsequiar al Padre
Santo en su Jubileo Pontifical, pasando por Florencia, decidido -como más adelante veremos 1-a alcanzar alguna mejora en las dolorosas
condiciones en que se encontraba la Iglesia.
Había pedido una entrevista con el ministro Lanza y, como fue citado para una fecha anterior a la que había pedido, anticipó la salida,
según escribía al caballero Uguccioni:
21/VI/1871
Queridísimo señor Tomás:
Mañana por la mañana saldré para Roma. Me detendré en Florencia solamente las dos horas de espera que van de las ocho menos
veinticinco a las diez de la noche. A mi vuelta me pararé, Dios mediante, un par de días en esa ciudad para poder saludarle junto con su
respetabilísima familia. No dejaré de pedir al Padre Santo una bendición especial en favor de todos sus allegados.
Que Dios nos bendiga a todos. Con mi más profunda gratitud créame de V. S.
Afmo. servidor y amigo
JUAN BOSCO, Pbro.
1 Véase: Capítulo V: Cumple un alto mandato: 2. Para los nombramientos episcopales.
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Celebró en Florencia el deseado coloquio y prosiguió viaje a Roma, en donde, después de nuevas conversaciones con Lanza y audiencias
particulares con el Padre Santo, llegaba a la meta que se había propuesto, a saber, la provisión de prelados en las muchas diócesis vacantes,
especialmente en Italia, puesto que, después de la toma de Roma, no había habido ningún Consistorio para tales nombramientos. Este era e
gran asunto que interesaba a todo el mundo, como escribía don Miguel Rúa y como él mismo declaraba ((170)) en la fiesta de san Juan
Bautista de 1872; el gran asunto en que, por voluntad del Papa, cooperó celosamente hasta con la elección de muchos candidatos al
episcopado.
1/VII/1871
Queridísimo Rúa:
He tenido dos audiencias con el Padre Santo y he tratado todo de la manera más satisfactoria. Esta tarde salgo para Florencia, donde me
detendré dos días para recoger algún dinero, si me es posible.
Di a don Angel Savio que adelante las obras de la iglesia de San Juan Evangelista. Creo que podremos fijar la fiesta de san Luis para el
día 16 de los corrientes.
Saluda a nuestros queridos muchachos: diles que estoy impaciente, por verlos. El martes [4 de julio] espero estar con ellos y les contaré
muchas cosas; les agradezco las oraciones que han hecho por mí; yo los he encomendado a Dios todos los días en la santa misa. Ahora se
trata de un asunto que interesa a todo el mundo, cuyo buen resultado depende de las oraciones y de la guerra contra el pecado. Animo, pues
Desde Florencia te notificaré la hora de mi llegada, pero recomienda a todos que no hagan ninguna fiesta a mi regreso: Non est
conveniens luctibus ille color (no conviene ese color en los pesares).
Salúdame a Goffi y a don Joaquín Berto. Que Dios bendiga a todos. Siempre tuyo.
Afmo. en Jesucristo
JUAN BOSCO, Pbro.
P.D.-Háganse las diligencias necesarias para el rescate de Ambrosio Sala del primer Regimiento, tercera Compañía.
Vete a la Sagrada Familia de San Donato para ver si fue recibida una chica llamada Avalle, por la que me obligué a pagar cuatrocientas
liras, si era aceptada. Necesitaría me escribieras a Florencia, para mi norma. Está protegida por el comendador Bona.
8. Fiesta de la gratitud
No quiso a su vuelta ninguna demostración de regocijo, pero, en compensación, quizás al domingo siguiente, se celebró con gran
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entusiasmo su día onomástico. Se imprimió la letra del himno compuesto por don Juan Bautista Lemoyne. En él se habla de su viaje a
Roma y de la profecía hecha a Pío IX, según la cual alcanzaría y superaría los años de pontificado de San Pedro. No lleva la fecha de los
festejos, pero sí esta dedicatoria: "A don Juan Bosco, ((171)) en la celebración de su día onomástico, por los alumnos del Oratorio de San
Francisco de Sales, con ocasión de su regreso de Roma". Se le ofreció también una poesía, impresa por los alumnos tipógrafos, como un
pequeño ensayo de juegos florales, en la que se declaraba: "Es poco para tu mérito, y nada para nuestro afecto".
A lo que parece, también esta poesía estaba compuesta por don Juan Bautista Lemoyne 1.
Como siempre, fue una demostración cordial y conmovedora como la que más. Fueron muchas las composiciones, en prosa y en verso,
leídas o declamadas o entregadas en su mano, por los alumnos, todos rebosantes de santos propósitos de marchar resueltamente por el
camino de la virtud. Uno le decía:
A don Bosco, al queridísimo Padre de la juventud, en su día onomástico.-1871.
Don Bosco amable, -Pastor querido, -ante ti vengo, -de amor rendido.
Es muy pequeño, -mi corazón, -mas quiere darte -todo su amor.
Viene a mostrarte, -cuánto te quiere; -viene a decirte, -que por ti muere...
"Qué más deseas?, -Dilo sin miedo, -íquiero andar siempre -contigo al cielo!...
Otro, dándole las gracias por haberlo sacado del fango y recibido en el Oratorio, ensalzaba su sublime caridad.
De mi frente borraste el dolor,
el llanto enjugaste y me hiciste
junto a ti, nuevo hijo de Dios.
.............................
.
íDía feliz aquél, que en este hogar,
de paz sincera y de divino amor,
tú me recogiste e hiciste entrar!
También los antiguos alumnos, que desde el año anterior habían comenzado a reunirse a su alrededor para manifestarle su
1 Véase: Apéndice, al capítulo II, & II.
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gratitud, le entregaron un saludo, firmado por una lista de cuarenta y cinco, encabezada por don Santiago Bellia.
((172)) A DON JUAN BOSCO, en su día onomástico, como prueba de agradecimiento y aprecio, los antiguos alumnos educados en esta
Casa. -1871.
Muy reverendo señor don Bosco:
Mientras tus hijos saludan llenos de júbilo este día consagrado a las glorias del gran santo Juan Bautista, la voz de la gratitud nos llama a
nosotros, que también somos tus hijos, para ofrecerte una flor, puesto que recibiste el nombre y el espíritu de aquel Santo Precursor, y,
plenamente dedicado a comunicar la ciencia de la salvación, sembraste tanto bien en la senda de nuestros primeros años.
Si nuestra condición nos puso en un mundo depravado y corrompido, no logrará jamás hacernos olvidar los muchos beneficios que de ti
hemos recibido y las sabias advertencias que, como joyas preciosas, hemos recogido de tu venerado labio.
El Señor y la Santísima Virgen tomen a su cargo la gran deuda que contigo tenemos, pues sólo ellos pueden pagarte dignamente.
Nosotros nos recomendamos encarecidamente a tus fervientes oraciones, para poder caminar sobre tus huellas con pie firme y constante
por la estrecha senda del Cielo, gloriándonos siempre de ser tus
Hijos humildes y agradecidos...
Al darles las gracias, don Bosco mencionó las grandiosas y cordialísimas fiestas celebradas en Roma con motivo del Jubileo Pontifical, y
añadía que, para el año siguiente, les daría noticias más consoladoras.
La devoción a Jesús Sacramentado, con la frecuente comunión y las visitas al Sagrario, espontáneamente hechas durante las horas de
recreo, era uno de los medios que don Bosco no cesaba de inculcar, de la forma más sencilla y persuasiva, para la buena educación de los
alumnos. Y era tan grande la eficacia de su palabra que, cuando le veían ir a la iglesia para visitar al Santísimo Sacramento, un nutrido
grupo de jóvenes interrumpía los juegos y le seguía inmediatamente. Estas escenas de fervor sucedían particularmente durante las Cuarenta
Horas, que aquel año se celebraron del 13 al 15 de julio 1.
1 En las puertas de las iglesias se fijó el siguiente programa:
Cuarenta Horas en la iglesia de María Auxiliadora:
POR LA MAÑANA.-Comodidad para oír la santa misa y acercarse a los santos sacramentos de la confesión y comunión.
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((173)) Se acercaba ya el fin del curso escolar. Don Miguel Rúa, fiel ejecutor de todo consejo y deseo de don Bosco, pedía a los directore
el siguiente informe sobre el propio colegio:
-Cuántos alumnos ingresaron en el Centro desde el principio del curso; y cuántos siguieron hasta el fin; -cuánto pagaron mensualmente;
-cuántos y quiénes fueron los socios pertenecientes a la Casas y ocupaciones confiadas a cada uno; -importe total de los gastos de la
comunidad y de cada Hermano en particular; -importe total de las entradas y salidas ordinarias; -importe total de las entradas y salidas
extraordinarias; -si hay necesidad de hacer cambios de personal.
Y rogaba que le remitiesen los datos pedidos al finalizar el curso, para tomar las deliberaciones necesarias o simplemente oportunas
durante los ejercicios espirituales.
Aquellos años, como constaba en el Catálogo de los socios, don Miguel Rúa era prefecto de la Pía Sociedad y de la Casa Madre, y bajo s
dirección se celebraban mensualmente conferencias particulares para el personal de la sección de estudiantes y para el de la de los
aprendices, a fin de examinar si había inconvenientes que corregir o prevenir o si había que tomar algunas deliberaciones. Se conservan
todavía los apuntes, tomados por don José Lazzero, de algunas conferencias celebradas en 1871 por don Miguel Rúa con el personal de la
sección de aprendices, y nos place presentarlos aquí, con toda su sencillez, pues son verdaderas lecciones de experiencia.
JUNIO. -Conferencia presidida por el muy Rvdo. señor don Miguel Rúa, Prefecto.-Se acordó lo siguiente:
1.° Para evitar los inconvenientes del extravío de prendas de ropa blanca, Audisio deberá notificar siempre los cambios de dormitorio de
los muchachos.
Los asistentes, por su parte, procuren, por cuanto les sea posible, que no se destroce la ropa.
2.° No se echen nunca los muchachos sobre la cama durante el tiempo de aseo; si les sobra tiempo, pueden dormir sentándose sobre el
baúl o sobre una silla junto a la cama y apoyando en ella la ((174)) cabeza; o, si les place, aprovechar aquel rato leyendo un libro ameno,
etc.
A las 7 1/2.-Misa de comunión, seguida de la exposición del Santísimo Sacramento.
A las 10 1/2.-Misa solemne.
POR LA TARDE:
A las 6 1/2. -Víspetas-Sermón-Bendición.
Todo el que durante las Cuarenta Horas, confesado y comulgado, visite esta iglesia y rece según la intención del sumo Pontífice, ganará
indulgencia plenaria.
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3.° Se habló de dar un toque de campana para que todos los aprendices se levantaran al mismo tiempo; se solventó la dificultad
encargando a uno que despertara puntualmente a los asistentes y, por consiguiente, no se habló de ello con don Bosco.
4.° Se encargó al clérigo Bourlot que vigilara en el patio los domingos por la mañana durante el tiempo de levantarse.
JULIO.-Preside la conferencia don Miguel Rúa.
1.° Dado que había cierta negligencia para retirarse al dormitorio por la noche, y pareciendo que una visita imprevista sería provechosa
para ello, se encargó a don Antonio Sala para hacer esta visita por la noche y por la mañana; y se determinó, además, que hubiese un
vigilante por la noche en el patio, cargo que se confió a don José Lazzero.
2.° El paseo del verano, a las once de la mañana, ya no puede reportar a los muchachos el provecho que se desea, para su salud; se habló
de anticiparlo al espacio que hay entre las dos misas; pero don Bosco prefirió que se hiciera más temprano, es decir, antes de la primera
misa de la comunidad: tal disposición se ejecutó sin inconvenientes. Uno de los asistentes reunía en una aula, durante el tiempo del paseo,
los que por algún motivo no podían salir.
3.° Para que el catecismo del domingo por la tarde fuera más útil, se determinó que ninguno fuera excluido del mismo, ni siquiera los
músicos. Apenas se dé la señal para la lección, el asistente debe encontrarse el primero en el aula para impedir desórdenes. No se abra el
aula antes del toque de campana. No dejar los libros de catecismo en manos de los chicos; los tendrá cada asistente consigo, o se pondrán e
el armario que está en el aula (llamada de Filosofía), y el asistente que tenga a sus muchachos en aquella aula guardará la llave y repartirá a
su tiempo los catecismos a los demás asistentes.
Estas normas sobre el catecismo no se cumplieron enseguida; como estaba para acabarse el curso, se determinó que empezarían a
cumplirse al volver los muchachos de las vacaciones.
AGOSTO.-Preside el M. R. S. don Miguel Rúa, Prefecto.
1.° Se exhortó a los asistentes a que estuvieran unidos entre sí, queriendo todos lo mismo, amándose y aconsejándose unos a otros sobre
el modo de granjearse la obediencia, el afecto y aprecio de los muchachos.
2.° Se determinó que se estuviera siempre con ellos durante el recreo y, en lo posible, con los más necesitados de asistencia.
3.° Para que el asistente pueda mantener su autoridad y ser respetado y obedecido por los muchachos es necesario que no se rebaje nunca
con acciones demasiado vulgares; al jugar con ellos debe portarse siempre como superior, sobre todo cuando se trate de impedir ((175)) las
discusiones y riñas acaloradas que nacen en el juego.
4.° Cinco minutos antes de que suene la campana para ir a la iglesia, hágase salir a los muchachos del dormitorio para que el asistente
pueda hallarse a tiempo en el patio y ordenarlos. Este deber, es decir, el de hallarse en el patio, siempre que los muchachos deban reunirse
en la iglesia, se recomienda con ahínco que se cumpla rigurosamente, ya que esto contribuirá mucho al buen orden.
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9. En San Ignacio y en Nizza Monferrato
El 6 de agosto, en compañía del teólogo Félix Golzio, rector de la Residencia Sacerdotal y su confesor, subió don Bosco al santuario de
San Ignacio, en Lanzo, donde comenzaba la primera tanda de ejercicios espirituales para seglares.
Antes de salir, escribió el borrador de una instancia para enviarla al Real Delegado de Enseñanza, con objeto de obtener la facultad de
abrir el Colegio de Varazze; y fue enviada, junto con el programa del nuevo Instituto, el 8 de agosto, como consta por la fecha puesta por
don Miguel Rúa.
Ilmo. señor Delegado:
De acuerdo con el convenio estipulado entre el Ayuntamiento de Varazze y el que suscribe, ya aprobado por el Consejo escolástico, el
abajo firmante suplica respetuosamente a V. S. Ilma., se le conceda la oportuna licencia para abrir el Colegio-internado, de acuerdo con el
programa, cuya copia se adjunta.
Como es probable que este curso no haya alumnos suficientes más que para el primero de bachillerato, se presenta únicamente el persona
para las cuatro clases elementales y el primer curso de bachillerato. Si fuera preciso aumentar el número de clases, o modificar el personal,
se avisará previamente, como se hizo en Alassio.
El personal es el mismo que trabaja hace dos años en el Colegio-internado de Cherasco, cuyos profesores serán trasladados ahora a
Varazze.
Si hiciesen falta aclaraciones u otras formalidades a cumplir, se ruega a la amabilidad del señor Delegado tenga a bien dar aviso para
satisfacerlo enseguida.
Plantilla del Personal directivo y docente
Director: Reverendo Juan Bautista Francesia, doctor en Letras.
Ecónomo: Reverendo Francisco Cuffia.
Profesor de Religión: Reverendo José Cagliero.
((176)) 1.° de Bachillerato: Tamietti, Profesor de Bachillerato elemental, estudiante de tercer año de Letras.
Dibujo y aritmética: Juan Turchi, topógrafo diplomado.
4.ª Elemental: José Martín.
3.ª Elemental: José Sinistrero.
2.ª Elemental: Juan Bautista Cavagnero.
1.ª Elemental: Francisco Borgatello.
Todos estos maestros poseen el correspondiente diploma y han ejercido, con éxito públicamente reconocido, la enseñanza elemental en
las mismas clases para las que se proponen.
En San Ignacio permaneció durante dos semanas. Le tocó oír en confesión a la mayor parte de los ejercitantes, que admiraban en él las
cualidades de un excelente director espiritual y algo más que no
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veían en los más piadosos y doctos sacerdotes. Al dar, por ejemplo, orientaciones y normas de vida cristiana, especialmente a los que
aspiraban a mayor perfección, parecía otro San Felipe Neri.
César Chiala, inspector de Correos y miembro de las conferencias de San Vicente de Paúl, que le apreciaba muchísimo, tomaba aquel año
estas resoluciones:
No gastar ni un céntimo sin necesidad.
Evitar las ocasiones de hacer gastos inútiles.
Estudiar el catecismo y las rúbricas de la misa y la oración en honor a los Santos protectores.
Estudiar la vida de la Virgen.
No omitir, mientras pueda, la comunión diaria.
Santiguarme antes de comer.
Procurar acostarme a las diez para levantarme a las cuatro y media.
No quejarme nunca de la comida.
No perder el tiempo en la oficina.
Vencer las antipatías.
Deponer la altanería en el trato con cualquiera.
Media hora de meditación por la mañana.
Descubrirme al pasar delante de una iglesia.
Hacer bien las visitas a los pobres.
No omitir, el viernes, la visita al Santisimo Sacramento.
Celebrar bien las fiestas.
Esforzarme para no estar nunca ocioso.
Desear siempre crecer en gracia et amorem Tui solum (íy amarte sólo a Ti!)
.
Nuestro buen Padre dedicaba las horas libres en San Ignacio a escribir y responder infinidad de cartas y despachar sus asuntos.
((177)) Habiéndose enterado de que los señores Prefumo y Varetti habían encontrado una casa para el ansiado Hospicio de Génova, donde
recoger a los muchachos pobres, redactó el programa e hizo sacar una copia al señor José Bartolomé Guanti, que más tarde se ordenó de
sacerdote y que, siendo capellán en Buttigliera, diez años después de la muerte del Santo, recordaba lo que le había sucedido entonces:
El año 1871 (del 9 al 20 de agosto) estuve en San Ignacio, de Lanzo, haciendo ejercicios espirituales. Tuve la suerte de que me asignaran
una habitación contigua a la del queridísimo don Bosco, que se encargaba de repetir con la campanilla los toques de campana para las
diversas funciones.
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Recuerdo perfectamente que era el sacerdote más ocupado en las confesiones y que nunca tuve ocasión de ver deshecha su cama, pues
descansaba sólo algunas horas por la noche en una butaca ordinaria de anea.
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Desde el segundo día, si no recuerdo mal, me rogó que le copiara un reglamento que tenía que imprimir y que estaba corrigiendo para el
proyectado Colegio de Marassi. Acepté con gusto el encargo, pero me sucedía a menudo que, al copiar, no podía descifrar y comprender su
correcciones, por lo que tenía que acudir frecuentemente a pedirle explicación. El santo varón me atendió muchas veces; pero después,
viendo que mis frecuentes llamadas a su puerta le distraían de las confesiones, me dijo:
-Mira, como el tener que venir aquí a menudo nos hace perder tiempo a los dos, de ahora en adelante, cuando te tropieces con una frase
obscura, que necesite explicación, di solamente "María Auxilium Christianorum, ora pro nobis" y ya veras.
"Qué vi? Vi, con gran sorpresa, que, al pronunciar la jaculatoria que me sugirió, ya no necesitaba acudir a su habitación, con lo que segu
y acabé el encargo felizmente. Esto es lo que puedo en conciencia deponer, según me lo permite la memoria. Lo cierto es que, de entonces
acá, creció muchísimo la estima y el afecto que yo profesaba al hombre de las maravillas y a su maravilloso instituto.
Las obras del coro y de la nueva sacristía en el Santuario de Valdoco aún no se habían terminado, y como don Bosco recibió una limosna
de la señora Eugenia Radice Vittadini por la curación de una hija suya, la destinó a este fin, según se desprende de la carta de acción de
gracias, ((178)) fechada en Turín, pero escrita en San Ignacio, como solía hacer con personas con las que no mantenía correspondencia
continua:
Apreciadísima Señora:
A su debido tiempo he recibido su valiosa carta, acompañada de cincuenta liras. Se lo agradezco muy de veras, ya que llevamos entre
manos algunas obras para acabar el coro y la sacristía de la nueva iglesia de María Auxiliadora y carecemos verdaderamente de medios par
ello. Ruego a la Santísima Virgen que tenga y guarde bajo su eficaz protección a su agraciada hija y la conserve muchos años para consuelo
de sus padres.
No dejaré de elevar mis particulares oraciones según su piadosa intención. Que Dios les bendiga a usted y a su señor marido y a toda su
familia y les conceda a todos muchos años de vida feliz con el precioso don de la perseverancia en el bien. Me encomiendo, junto con mis
pobres muchachos, a la caridad de sus santas oraciones y me profeso con profunda gratitud,
DeV. S.
Turín, 12-8-1871.
Su atto. y seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
Se acercaba la fiesta de la Asunción. Su pensamiento volaba a la insigne bienhechora María, Marquesa de Fassati, y como no podía ir
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a visitarla, ni enviarle un regalo para su día onomástico, le prometía celebrar aquel día la santa misa según su intención, agradecidísimo
como estaba a la ayuda que le había prestado para librar a varios clérigos del servicio militar.
San Ignacio, 12-8-1871
Benemérita señora Marquesa:
El próximo martes, día dedicado a la Asunción de María al Cielo, creo que se celebra también su día onomástico. No puedo ir a visitarla,
ni tampoco enviarle un ramo de flores para demostrarle mi gratitud y la de toda la Congregación de San Francisco de Sales por los
beneficios que este año nos ha hecho. Procuraré, por lo menos, celebrar ese día la santa misa en el altar de San Ignacio, según su piadosa
intención.
Usted sabe, señora Marquesa, que nuestra Congregación acaba de nacer y necesita obreros; cuando usted nos ha ayudado a librar clérigos
del servicio militar, nos ayudó en cierto modo a edificar mucho mejor y sobre cimientos más estables este instituto y, al mismo tiempo,
colocó obreros para trabajar en la viña del Señor.
((179)) Espero que el Señor recompensará su caridad, en esta vida, con la salud de la familia, la prosperidad en los negocios y, lo que es
más, concediendo a todos el don de la perseverancia en el bien.
Dios le bendiga, señora Marquesa, y la Santísima Virgen les conceda todo bien a usted, al señor Marqués y a toda su familia, mientras m
encomiendo a la caridad de sus santas oraciones y me profeso con viva gratitud,
De V.S.
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
Hay otras cartas de aquellos días, en las que, junto a su continuo trabajo, aparece su gran cuidado por cumplir bien todos los deberes.
Carísimo Lemoyne:
Envuelve un ejemplar de mi pequeña Historia Eclesiástica en una hoja de papel y envíamelo por el recadero de costumbre o por éste que
ti se presenta.
Dios nos bendiga a todos. Créeme tuyo
Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro.
Carísimo Lemoyne:
Es posible que el día de la Asunción, por la tarde, llegue a Lanzo el teólogo Golzio, al atardecer, y con ánimo de pasar la noche en el
colegio. Tratadle bien, como a quien todo se lo merece de nosotros.
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Cuando tengas ocasión, envía este cuaderno a la tipografía.
Que Dios os bendiga a todos. Ruega por mí, que soy en Jesucristo.
San Ignacio 11-8-1871.
Afectísimo JUAN BOSCO, Pbro.
Carísimo Rúa:
Piensa, junto con don Francisco Provera, don Juan Cagliero, etc., en fijar la fecha para nuestros ejercicios. "Predicarás tú las
meditaciones? Si te ha de resultar demasiado pesado, descárgate sobre don Juan Bonetti, o sobre don Juan Cagliero.
Todo marcha bien. Bendíganos Dios a todos, y créeme,
12-8-1871.
Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro.
El 20 de agosto regresó al Oratorio, adonde acudieron a saludarle dos obispos extranjeros, que iban camino de Roma. Estaba todavía
comiendo, y fueron acompañados hasta el comedor. Apenas los vio, se levantó, salió a su encuentro y, después de saludarlos, ((180)) les
invitó a comer, rogando a uno de ellos que se sentara en su sitio. No quisieron de ningún modo y se sentaron uno a su derecha y otro a su
izquierda. Al acabar, y antes de salir, se arrodillaron pidiéndole la bendición. Negábase don Bosco, pero al fin tuvo que condescender. Así
lo contaba don Domingo Milanesio, que presenció el hecho junto con otros Hermanos.
Aquel día, Esteban Aly, uno de los argelinos alumnos del Oratorio, reclamado por monseñor Lavigerie, partía para Argel. Era una
preciosa primicia africana, convertida por el bautismo en un excelente cristiano. Fue una despedida conmovedora. El buen jovencito
prometió que jamás olvidaría los consejos de quien le había hecho de padre y que, en sus lejanas tierras, siempre recordaría y bendeciría el
hogar donde se había convertido en hijo de Dios.
Al día siguiente fue don Bosco a Nizza Monferrato para atender el gran asunto que le había confiado el Padre Santo.
La condesa Gabriela Corsi de Bosnasco, hija de la familia Pelletta de Cossombrato, habíale invitado en varias ocasiones a su Casa
solariega, lugar en el que podría atender a sus trabajos y disfrutar, al mismo tiempo, de algún descanso; y aceptó, por vez primera, la cortés
invitación, manifestando que se quedaría allí durante cuatro días. Apenas llegó, la Condesa, feliz de verle en su casa, díjole inmediatamente
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que no quería se quedara cuatro días, sino al menos una semana. Don Bosco observó:
-"Y si yo me estoy aquí, quién irá a buscar pan para mis muchachos?
-Ya se cuidará la Providencia, respondió la Condesa.
-Sí, ya lo hace. Pero ella misma dice: íayúdate y yo te ayudaré!;
por consiguiente, es menester que yo cumpla mi parte y vaya en busca de personas caritativas...
-"Y cuánto se necesita para abastecer de pan a sus muchachos durante estos tres días?
-Tres mil liras.
-Si es así, yo se las daré, si consiente en quedarse.
-íEn esas condiciones, me quedo sin más!
Rebosando de alegría, le entregó la Condesa la cantidad y don Bosco la envió enseguida a Turín.
((181)) Muy querido Rúa:
Branda te entregará dieciocho títulos, correspondientes, en parte, a la deuda de la ciudad de Turín; y en parte, a obligaciones del
Ferrocarril de Cúneo.
Puedes ir al señor Musso, o bien al caballero Dupré, o hacer que Rossi las venda.
Con el producto pagarás lo necesario para el rescate de Sala; lo sobrante servirá para la casa, o para Lanzo.
Mis pies han faltado hoy a su deber; por lo que mañana les impondré el castigo merecido.
Si tienes algo que enviarme, entrégaselo a Branda.
Que Dios nos bendiga a todos. Amén
Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro.
Al ir a Nizza había extraviado la bolsa de viaje, que contenía diversos escritos, entre ellos el borrador de una carta de presentación de los
programas de varios colegios. Volvió, pues, a escribir a don Miguel Rúa:
Queridísimo Rúa:
Si ya apareció la bolsa perdida, mira dentro y encontrarás una carta que ha de imprimirse y unirse a los programas. Procura que esté de
acuerdo con la que arregló don Juan Bonetti. Si todavía no está impresa, envíame las pruebas; me gustaría verlas.
En la misma bolsa hay otros escritos: envíamelos por medio de don Juan Bautista Francesia, que vendrá el lunes; y si no es posible, por
cualquier otro medio.
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Mis pies se muestran desobedientes a su servicio y el doctor Fissore me aconsejó quedarme aquí unos días más. Dios mediante, estaré en
Turín el miércoles, o, a más tardar, el jueves; te haré saber la hora. Llevaré también algún dinero para nuestros asuntos más urgentes. Este
es el principal motivo de mi retraso.
He escrito a Lanzo pidiendo que os envíen a alguien para la misa del domingo. Don Juan Bautista Francesia podrá ayudarte a confesar. E
fin, arréglate como puedas, yo pensaré en el dinero.
He escrito a Génova invitando al señor Varetti a que venga aquí y no vaya a Turín. Si tienes cartas de importancia, envíamelas.
Que Dios nos bendiga a todos y créeme
Nizza, 24-8-1871.
Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro.
((182)) Y volvía a escribir al día siguiente:
25-8-1871
Muy querido Rúa:
Durante la mañana del domingo, se presentará en el Oratorio el Inspector Vigna. Avisa a la portería para que le acompañen a tu despacho
y entrégale la carta cerrada y sellada que te acompaño, dirigida al caballero Blanchetti; y trátale lo mejor que puedas.
Llegó don Juan Cagliero y casi inmediatamente subió al púlpito. Parece que mis pies "asientan la cabeza". Voy contestando a las cartas
que me enviaste. Que Dios nos bendiga a todos.
Afmo. en Jesucristo.
JUAN BOSCO, Pbro.
En cuanto Varetti recibió la invitación, fue a Nizza. Comunicóle que la casa elegida para el hospicio era la quinta del senador Cataldi,
situada al este de Génova, en Marassi, suburbio en el valle del Bisagno, a unos kilómetros de las puertas de la Ciudad, en un lugar ameno,
sano y tranquilo; que el propietario se había conformado con quinientas liras de arriendo y que se habían pagado enseguida. Observó don
Bosco que una casa de campo, particular y alejada del centro, no era muy apta para una escuela de artes y oficios; con todo, quedaba
satisfecho de hacer la fundación, pues estaba seguro de que se encontraría después un local más apropiado, con la protección de la
Conferencia de San Vicente de Paúl.
Se encontró la bolsa de viaje perdida y se le envió a don Bosco, el
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cual remitió enseguida a don Miguel Rúa la circular que debía acompañar los programas, para que la mandara imprimir.
Muy querido Rúa:
En lugar de la carta de don Juan Bonetti me parece más oportuno la que adjunto. Tanto más cuanto que en ella aparece el "devotíssimo
servitore" 1 (su seguro servidor). Corrígela, si te parece bien, envíala enseguida a la imprenta y, por ahora, imprímanse tres mil ejemplares
guárdese el ajuste o premontaje.
Recibí las otras cartas, a las que voy dando curso, según mis posibles.
Ten paciencia; yo me doy un poco a la buena vida; pero, después, quiero enviaros a ti y a don Joaquín Berto a descansar un poco, mas no
en el paraíso todavía.
Quedó arreglado lo de Génova, así que don Pablo Albera prepare el hatillo. Hablaremos de todo ello.
Que Dios nos bendiga a todos. Tuyo en Jesucristo
Nizza, 27-8-1871.
Afectísimo JUAN BOSCO, Pbro.
((183)) El día 28 fue don Juan B. Francesia a Nizza y recibió las normas oportunas para la apertura del Colegio de Varazze.
También fue don Francisco Cerruti para exponerle los vivos deseos de muchas familias de que se abriese en Alassio el curso
correspondiente al liceo 2.
El Ayuntamiento prometía toda suerte de apoyo moral, pero no material.
Don Bosco vacilaba en encargarse enseguida con una sección tan costosa, por el número y la calificación del profesorado, el laboratorio
de física y otros gastos necesarios; pero, ponderada bien la cuestión, se decidió a proponer a los padres de los alumnos, que habían
terminado el bachillerato, que abonasen temporalmente un tanto por ciento de la cantidad que hubieran debido pagar colocando a sus hijos
en una pensión de Savona o de Génova para cursar el liceo.
Y por fin, ante su bienhechora, dijo sonriendo a don Francisco Cerruti:
-íNo te olvides de que el liceo de Alassio se resolvió en Nizza, en la Casa solariega de la condesa Gabriela Corsi!
Los padres de familia aceptaron la propuesta. Hubo tres familias
1 Nos resulta difícil comprender la razón de la del "devotíssimo servitore" (N. del T.)
2 Liceo. -Curso de enseñanza media, entre el bachillerato y la universidad, similar al actual C.O.U. (curso de orientación universitaria) de
España (N. del T.)
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que prometieron pagar mil quinientas liras cada una; otra dos, trescientas liras; y una, doscientas liras, durante un trienio.
Hay que reconocer que don Bosco desarrolló durante aquellos días, que él calificaba de buena vida y de asueto, un trabajo grande y
agobiador, especialmente en los primeros, por el alto encargo, como diremos, de la selección de los que habían de ser obispos destinados a
las diócesis vacantes; y aunque, mientras tanto, sufrió algunos dolores de pies y piernas, emprendió el viaje de vuelta bendiciendo a Dios.
En Turín fue contestando a las cartas que allí le habían llegado. Una procedía de Nizza. Era del Párroco de la Cartuja de Rivarolo Lígure,
el reverendo Oggero, verdadero pástor bonus. Este, había oído hablar de la próxima fundación de un Hospicio Salesiano en Marassi, y
deseaba conferenciar con él precisamente para hablarle de los muchos jovencitos pobres abandonados en el próximo barrio de San Pier
d'Arena. Le invitaba a ir a la Cartuja a pasar unos días y así tener comodidad para hablarle del asunto. Don Bosco tomó la cosa a pechos y l
prometió rezar y hacerle una visita.
((184)) Turín, 30-8-1871
Muy apreciado en el Señor:
Bendito sea Dios en todo. Sólo El puede aliviarnos en las terribles angustias, que al presente oprimen el estado moral de la pobre
humanidad. Recemos, y yo haré también rezar ante el altar de María Auxiliadora en su honor y por el fin que me señala.
Entretanto, y puesto que en el próximo otoño debo hacer un viaje a Génova, no dejaré de aprovechar su cortés invitación y detenerme en
la Cartuja de Rivarolo, cuya parroquia tan dignamente dirige.
Que Dios le bendiga y le ayude a cumplir sus buenos propósitos. Ruegue por mí y por mis pobres muchachos, y créame en Jesucristo,
DeV. S.
Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro.
10. En Liguria y de nuevo en Florencia y en Roma
Anticipó el viaje a Génova a los primeros días de septiembre, para visitar el local alquilado en Marassi y buscar bienhechores para aquell
fundación. No hay constancia de que se acercara a la Cartuja, pero fueron muchas las visitas que hizo, y sostuvo muchas entrevistas con
distintos seglares y eclesiásticos.
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Se encontró por la calle con el padre José Capecci, agustino, párroco de Nuestra Señora de la Consolación, en el barrio de San Vicente.
Hablóle don Bosco de la obra que iba a inaugurar en Marassi, y se la recomendó encarecidamente, dado que su parroquia, junto a Porta
Pila, estaba cerca del Bisagno. El buen religioso le presentó la conveniencia, por no decir la necesidad, de abrir un colegio, o al menos un
Oratorio festivo, también en Alessandria, adonde él iba a menudo y donde se encontraba con una multitud de chiquillos por las calles; y
sólo había algunos Institutos religiosos femeninos que cuidaban de la educación religiosa de las chicas. Diole don Bosco esperanzas de que
con el tiempo, también se haría aquello y ícuál no fue la sorpresa y la alegría del celoso religioso, cuando, nombrado obispo de Alessandria
vio inaugurarse aquel mismo año el Oratorio Salesiano, y dos años después, el 30 de abril de 1899, al celebrar la inauguración del colegio
anejo, contempló unos cuatrocientos muchachos acercarse a la mesa ((185)) eucarística! íEl mismo recordaba conmovido el encuentro con
don Bosco veintiocho años antes!...
También trató el Santo de hablar con el marqués Ignacio Pallavicini; mas, por hallarse ausente, le anunció por escrito la próxima
fundación de Marassi, recomendándola encarecidamente a su generosidad. El noble patricio le contestó:
Génova, 9 septiembre, 1871
Muy Rvdo. y respetabilísimo Padre:
(Personal y reservada).
Todavía debo contestación a la atentísima carta que V. S. M. R. tuvo la delicadeza de dirigirme para comunicarme su propósito de fundar
en esta Ciudad una de sus casas; pídole ante todo bondadoso perdón por haber tardado tanto en cumplir esta mi deuda.
En segundo lugar debo agradecerle el recuerdo que de mí guarda y la bonita estampa de san José, con la que me obsequió, y cuyo valor e
precioso por contener el escrito de su propia mano y la firma del Padre Santo.
Me honra usted al pedirme mi parecer sobre la proyectada fundación. "Qué puedo yo decirle? "Discutir su utilidad? Sería lo mismo que
discutir, a pleno mediodía, si brilla el sol en un día sereno. Así las cosas, "qué más queda? Encontrar los medios. Esto sería para mí algo
difícil en nuestros tiempos, pero le resulta fácil a usted;
y prueba de ello son las muchas casas e iglesias fundadas y llevadas a término. Por lo que a mí toca, le ofrezco mil liras fijas al año, con las
que puede contar, mientras exista la casa.
Mi salud no es muy buena, por lo que me encomiendo a sus oraciones y a las de los suyos para mi alma y para mi cuerpo y para los
finados.
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Aprovecho la ocasión para profesarme una vez más, con el mayor respeto,
De V.S.M.R.
Su atento y seguro servidor I. A. PALLAVICINI
El 6 de septiembre fue a Sestri Ponente, para visitar a la baronesa Luisa Cataldi, que llegó a ser su gran bienhechora, y desde allí escribió
al Oratorio.
Muy querido Rúa:
Dios mediante, estaré en Turín mañana a las once y veinte. Creo oportuno que vayamos a comer en casa de Felicidad Magna para
anticipar un tanto la fiesta en honor de la Virgen y, al mismo tiempo, podremos hablar un poco.
((186)) Si están preparados los programas de Varazze, envía enseguida trescientos ejemplares al Alcalde o bien al Párroco. Después, haz
las diligencias para enviar uno, con carta, a toda la diócesis de Savona, Génova y Sarzana.
Que Dios os bendiga a todos. Tuyo
Sestri Ponente, Villa Cataldi, 6-9-1871.
Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro.
Mientras se ultimaban las obras para la apertura del Colegio de Varazze, insistía el Alcalde a don Bosco que no tardase en publicar el
programa, y le comunicaba que, el 4 de septiembre, había hablado sobre ello con el Real Delegado de Enseñanza, el cual le había autorizad
para comunicarle que lo daba por aprobado, tal y como el propio don Bosco lo redactase.
La carta que don Bosco quería se enviara a los párrocos, junto con los programas de Marassi y Varazze 1, estaba redactada con vistas a
favorecer las vocaciones al estado eclesiástico:
Muy Rvdo. Señor:
Ruego a V. S. M. R. tenga a bien aceptar los programas que le envío y darlos a conocer a las familias, que juzgue oportuno.
Si, por acaso, conociese muchachos, cuya índole y aptitud para los estudios ofreciera alguna probabilidad de vocación al estado
eclesiástico y nos los quisiese enviar, le aseguro que se tendrá el mayor cuidado para que sean cultivados en el estudio y en la piedad y
queden así cumplidas nuestras comunes esperanzas.
1 Véase el Programa de Varazze en el Apéndice a este capítulo,& III. No hemos encontrado el de Marassi.
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En todo caso, le profeso la mayor gratitud por el favor que espero y, deseándole toda suerte de bienes, tengo el honor de profesarme,
De V.M.R.S.
Turín, a... septiembre de 1871.
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
El día 7 estaba en Turín y almorzaba con don Miguel Rúa en casa de Felicidad Magna, es decir, la piadosa señorita Felicidad Orselli, que
convivía con las dos piadosas señoras Teresa Magna y Paquita Fusero, con quienes le unían intereses comunes. Gracias a una tiendecita,
había logrado formar un pequeño capital, ((187)) merced al cual había concertado un vitalicio con don Bosco. Se sentía dichosa, si podía
prepararle algo de comer cuando iba a su casa, únicamente para despachar en un ambiente sosegado algún trabajo urgente, que difícilmente
podía resolver en el Oratorio.
El 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de María Santísima, se celebró la distribución de premios a la sección de estudiantes. A partir d
aquel año se comenzó a premiar también a los aprendices, a los alumnos del curso de francés y de las clases elementales.
Inmediatamente después, en compañía de los directores, partió para Lanzo, donde el día once debía comenzar la primera tanda de
ejercicios espirituales de los Hermanos.
Pero fue llamado urgentemente a Florencia por el ministro Lanza; y desde Florencia prosiguió a Roma para el gran asunto que interesaba
a todo el mundo.
Apenas si permaneció en Roma tres días. Pero le bastaron para terminar lo que quería. El día 15 estaba de nuevo en Florencia 1.
Y desde Florencia escribió una carta, que se conserva en el archivo de los Padres Capuchinos de Varazze. Estos le habían enterado de qu
se esparcía por la ciudad un vivo malhumor debido a las voces que corrían de que él había tomado la iglesia del Convento para reunir en
ella a los alumnos externos del Colegio.
Muy Rvdo. Padre:
Esté seguro de que don Bosco jamás ocasionará molestias a los Capuchinos. Siempre hice, y hago todavía, lo que puedo por ellos, ya sea
enviándoles postulantes, ya sea albergándolos en mi casa. Desde la época de los alborotos hasta ahora, siempre he tenido a algunos en casa
como personas queridas y excelentes. Nunca
1 Véase: Capítulo V: Cumple un alto mandato, & 4.
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encargué a nadie para tratar asuntos relativos a la iglesia de los Capuchinos de Varazze; lo entendió mal quien lo refirió o alguien se ha
constituido en delegado mío en cosas que ciertamente no pasaron por mi mente ni por sueño. Cuando hubo que responder al Ayuntamiento
el cual proponía dicha iglesia para la reunión festiva de los alumnos estudiantes, fui yo mismo a Génova para hablar con el Padre Provincia
y oír su parecer, pero no estaba en la ciudad; entonces fui a Varazze, hablé largo y tendido con el padre Cristóbal, definidor, y con el padre
Guardián del convento y, al ver que eran de parecer contrario, fui yo mismo a decir al Alcalde ((188)) personalmente, que no pretendía
servirme de la iglesia en cuestión; que para los internos se emplearía una sala y que, entretanto, pensara el Ayuntamiento en un local para
los externos. Pero todo lo hice yo en persona, sin tomar consejo ni opinión ajena, y sin delegar a nadie.
Estamos en tiempos difíciles; procuremos ayudarnos a hacer el bien, y no a estorbarnos. Hizo usted bien en escribirme; así puedo saber
cómo andan las cosas para su norma y la de otros; pero le ruego vaya con mucho tiento en admitir cosas que se hacen correr a mi cargo y,
cuando así fuera, tenga la caridad de comunicármelo, pues ciertamente me servirá de norma para evitar ciertas afirmaciones y ciertas
decisiones que, por un lado enfrían la caridad, y, por otro, a menudo embarazan las mismas cosas que tienden a la gloria de Dios, que es lo
que se busca por ambas partes. Dios nos bendiga a todos.
Ruegue por mí que, con todo aprecio, me profeso
Florencia, 15-9-1871.
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
P. D. -De momento estoy en Florencia, pero mañana estaré de vuelta en Turín.
En efecto, mientras la capilla para los internos se instaló en una sala, para los externos se destinó el Oratorio de la Asunción, muy
próximo al Colegio.
11. De vuelta
Fue enseguida a Lanzo, donde se predicaron los ejercicios espirituales: del 18 al 23 la primera tanda y del 25 al 30 la segunda.
Volvió a Turín y, de nuevo, partió para Castelnuovo. Iba a celebrar la fiesta del Santo Rosario en I Becchi y, al mismo tiempo, a ordenar
un poco las mil cosas que llevaba entre manos y descansar unos días, pues estaba muy postrado. Así se lo escribía al caballero Tomás
Uguccioni, con quien no había podido encontrarse en Florencia.
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Castelnuovo de Asti, 2-10-1871
Queridísimo señor Tomás:
Perdone, señor Tomás, al jefe de lo pilluelos la tardanza en contestar a su atentísima carta, que recibía en el mismo momento que salía de
Roma y a la que no me fue posible responder hasta ahora.
El niño de ocho años es demasiado pequeño para Turín, en donde se admiten por una pensión módica y aún gratuitamente. La edad
establecida allí es la de doce años cumplidos. ((189)) Se le podría colocar en otros colegios, hasta esa edad, pero en ellos hay una pensión
de veinticuatro liras mensuales. Por tanto, hay que tener paciencia y resolver la necesidad de este muchacho en Florencia o en uno de estos
nuestros Colegios; y cuando llegue a la edad mencionada, lo recibiré con mucho gusto en Turín bajo cualquier situación.
Me detuve en Florencia solamente las horas del día, y pasé por su casa para ver si, por casualidad, había alguien; pero, como lo temía,
todos estaban en el campo.
Mi viaje a Roma resultó mejor de lo que podía esperar; cuando podamos hablarnos, tendremos tela para un buen rato.
Estaba yo muy rendido y sobrecargado de cosas. Para ponerlas un poco en orden y descansar algo, me retiré unos días a la casa paterna en
Castelnuovo de Asti. El próximo domingo, Dios mediante, estaré de nuevo en Turín.
Espero que su familia y sobre todo la Abuelita, mi Mamá, gocen todos de buena salud. Esta es la petición que en mi poquedad hago cada
mañana en la santa misa por usted, querido señor Tomás, y por todos los de su familia. Me encomiendo, junto con nuestros innumerables
asuntos, a la caridad de sus santas oraciones al tiempo que, con gratitud y filial afecto, me profeso,
DeV. S.
Afmo. amigo y servidor JUAN BOSCO, Pbro.
Y otra graciosísima carta dirigida a la buena "Mamá" e insigne bienhechora, la condesa Callori de Vignale, que nos dice lo mucho que
necesitaba descansar su pobre cabeza:
3-10-1871
"Excelencia? "Ilustrísima? "Benemérita? "Queridísima mamá?
Dígame qué prefiere.
Sabía que estuvo usted enferma, pero ignoraba que las cosas hubieran alcanzado la gravedad a la que llegaron. Bendito sea Dios que
parece haberla devuelto, si no al primero, sí por lo menos a mejor estado de salud. Deseo, aunque algo tarde, ir a hacerle una visita la
próxima semana. A tal fin, ruégole me escriban unas letras: "la casa Fassati está en Montemagno o no? En el primer caso pasaría por Asti;
en el segundo por Casale o por Felizzano.
Me ha acometido una pereza tal que he quedado incapacitado para cualquier trabajo. Ahora me he retirado a Castelnuovo de Asti, a la
casa paterna, en medio de
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bosques, con un grupo de pilluelos. Aquí ha descansado algo mi pobre cabeza, que si no volvió a ser poética, pudo siquiera juntar algunos
pensamientos en prosa, que expongo en esta carta.
((190)) Dios la bendiga, señora Condesa, y le conceda la salud, que pueda acerla feliz en el tiempo y en la eternidad.
Mis afectuosos saludos para el señor Conde, su marido, y para toda la familia. Con el más profundo agradecimiento, créame,
De V. S. Ilma., Exma., Queridísima, Benemérita, etc.
Su Afmo. y s.s. hijo, (el manirroto) JUAN BOSCO, Pbro.
Su descanso consistía en trabajar tranquilamente, en medio de la quietud y el silencio, lejos de tantísimas personas, como cada día solían
acercarse a él.
A mediados de octubre don Juan Bautista Francesia asumía la dirección del nuevo colegio de Varazze, por cierto, en medio de la frialdad
de la población.
El día 26 de octubre se reunían en el Oratorio varios ilustres profesores y literatos para tratar sobre los autores a publicar en la revista
mensual de clásicos italianos, la Biblioteca de la Juventud. Era una simpática reunión, que se celebraba desde 1869, es decir, desde que se
inauguró la colección.
Y aquel mismo día salía don Pablo Albera, acompañado por dos clérigos, para la apertura de la casa de Marassi.
Fueron a despedirse del Santo para oír, una vez más, una buena palabra de sus labios y recibir su bendición. Oyéronle decir:
-íVais, pues, a Génova a abrir un hospicio para los muchachos más pobres y desamparados...
!
-Pero "con qué medios?, observó uno de ellos.
-No os preocupéis de nada; el Padre Santo os envía su bendición; confiad totalmente en Dios; El proveerá. A vuestra llegada os
encontraréis con quien os ha buscado alojamiento y allí comenzaréis vuestra misión.
Don Pablo Albera, que era el prefecto externo del Oratorio, había reunido algunos dineros para los primeros gastos. Preguntóle don Bosc
si necesitaba algo.
-No, don Bosco, muchas gracias; ya tengo quinientas liras.
-Amigo mío, no hace falta tanto dinero. "Es que no hay Providencia en Génova? íVe tranquilo, la Providencia pensará también en ti, no
temas!
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((191)) Y sacando del cajón unas liras, las estrictamente necesarias para el viaje, se las dio y le quitó las quinientas.
Aquel mismo día don Bosco retocaba de cabo a cabo la carta circular para la apertura del colegio de Alassio 1.
Partió don Pablo Albera con sus dos compañeros. En un bolso de viaje llevaban el equipaje de los tres. En Génova los esperaban, en el
andén de la estación, algunos señores de la Conferencia de San Vicente de Paúl, de la parroquia de los Diez mil Crucificados, con su
presidente José Perfumo y Domingo Varetti. Quisieron éstos que tomaran enseguida un refrigerio, y luego los acompañaron hasta la quinta
del senador José Cataldi, alquilada para su vivienda, en Marassi.
Superfluo es decir que resultaron muy duros los primeros días para aquellos hijos de don Bosco, que carecían de todo. Más de una noche
la pasaron sobre una silla de madera por no tener todavía una cama donde descansar. Era una prueba que Dios les ponía para colmarlos
después de sus beneficios.
En efecto, al divulgarse la noticia de la apertura de aquel centro de beneficencia, donde los muchachos pobres podrían hallar albergue,
recibir una buena educación y, al mismo tiempo, aprender un arte u oficio para enfrentarse honradamente con la vida, no pasó mucho
tiempo sin que acudieran a socorrerlos algunos generosos bienhechores. También los buenos campesinos de los aledaños anduvieron a
porfía para proveerles de lo necesario. El señor Prefumo particularmente se portó siempre como el buen padre de aquellos pobrecitos, yend
a visitarlos a menudo, especialmente en vísperas de fiestas solemnes, y llevándoles algún regalo.
12. Una larga cuestión edificante
Desde 1870 hasta más allá de 1871 hubo una cuestión entre el Oratorio y el Obispo de Mondoví, monseñor Juan Tomás Ghilardi, de la
orden de Santo Domingo, con motivo de la adquisición de una imprenta. La cuestión se sostuvo con tanta caridad, por ambas partes, que
resulta edificante exponerla exactamente.
Quiso monseñor Ghilardi adquirir una imprenta. Habló de ello con el caballero Federico Oreglia di S. Stefano, salesiano, que ((192)) se
encargaba de la administración de la imprenta del Oratorio, adonde el Obispo solía encomendar la impresión de algunas obritas. Las
gestiones
1 Véase: Apéndice a este capítulo, & 4.
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tuvieron lugar el año 1868, precisamente durante el octavario de la consagración del santuario de María Auxiliadora, cuyas funciones
sagradas quiso solemnizar monseñor Ghilardi el 12 y 13 de junio.
Pocos días antes (el 3 del mismo mes) había comprado el Caballero al abogado Domingo Fissore una tipografía para el Oratorio por ocho
mil quinientas liras solamente, pagadas al contado. Algunos que se enteraron de la operación, propusiéronle inmediatamente comprársela a
precio más elevado; ofreciéronle hasta dieciocho mil liras, pero a pagar en varios plazos. El la cedió al Obispo por quince mil liras, el preci
más bajo de la oferta.
Dos años más tarde, en 1870, enterado el Obispo de la diferencia entre la cantidad pagada por él y la que pagó el Caballero, fue a Turín
para hablar con don Bosco sobre el asunto. Estaba éste ausente y el Caballero no se encontraba ya en nuestra Sociedad, pues había
ingresado en la Compañía de Jesús. Entonces el Obispo habló de la cuestión con don Miguel Rúa.
Don Miguel le escribía el 24 de agosto de 1870:
Nuestro querido don Bosco sintió mucho no haber podido entrevistarse con V. E. el día en que tan bondadosamente nos honró con su
visita. Pero yo le hablé del asunto por el que V. E. había venido; y él, después de considerar atentamente la cuestión, me encargó le
escribiera que no le parecía conveniente y justo que el Oratorio tuviese que salir perdiendo en el contrato de la imprenta, lo mismo que en l
impresión de las obras de V. E.
El caballero Oreglia sabía que estaba a la venta la antedicha tipografía y la adquirió por su cuenta y riesgo; después, sin divulgar la
noticia, habló de ello con diversas personas, exponiéndoles el caso. Como resultado, obtuvo tres ofertas: una de quince mil liras, otra de
dieciséis mil y una tercera de dieciocho mil. Se atuvo a la primera, a la que V. E. se avino, y ya no pensó en las otras por tratarse de hacer
un servicio a un Obispo tan benemérito de la Iglesia y tan benévolo con este Oratorio.
Así lo dijo todavía este año el caballero Oreglia a don Bosco cuando fue a verle a Roma. Don Bosco expone respetuosamente estas
observaciones a la reconocida prudencia de V. E., dispuesto a recibir las observaciones que tuviese a bien hacerle.
((193)) Y Monseñor respondía el día primero de septiembre:
Los sentimientos del bonísimo y providencial don Bosco sobre la consabida cuestión son los míos, ya que ambos no queremos más que l
que es justo. Por eso, yo creo que se puede alcanzar nuestro común propósito, exponiendo el caso moral que nos atañe. Envíese mi
exposición al caballero Oreglia para la aprobación de la misma. Una vez puestos de acuerdo sobre la verdadera exposición del hecho,
someteremos
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el caso al dictamen de dos o tres teólogos, a elegir de común acuerdo, y nos atendremos ciegamente a sus decisiones.
No dudo que mi proyecto será del agrado del propio don Bosco; yo lo considero como el más equitativo para acabar el asunto pendiente,
con paz de conciencia para ambas partes. He empezado a escribir la exposición del hecho y haré lo posible para remitirla a Roma cuanto
antes, porque confieso que me apremia arrancarme del corazón esta espina.
Deseo, además, que el mismo don Bosco se cerciore de que, habida cuenta de la equivocación reconocida en Roma por el caballero
Oreglia, de mil liras en mi contra, pues yo desembolsé dieciséis mil y no quince mil, como resulta de las cuentas, mi deuda no alcanzaría a
cinco mil liras en total mientras que la fe de erratas sobre el precio de la imprenta sería de seis mil quinientas contra mí, salvo error.
Monseñor tenía cuenta abierta con el Oratorio para los trabajos que encargaba a la tipografía y hacía varios años que no pagaba; en
consecuencia no debe extrañar que no se le hubiese hecho mención explícita de que las mil liras serían asignadas en favor de los mismos,
siendo así que el caballero Oreglia escribía, el 14 de enero de 1869 en la declaración del tercer recibo, en estos términos:
Recibo del canónigo Ramorino tres mil liras, que me llegan muy oportunamente, y le agradezco su bondad por favorecerme.
Pondré todo mi cuidado para hallar tiempo y saldar su cuenta, que también yo deseo ver aclarada.
Para su norma, he cargado la venta de la tipografía y los gastos de la misma en su cuenta, y por eso anoto también los cobros sobre su
crédito; y así lo que queda sobre la cantidad percibida será en descargo de los gastos de impresión...
Antes de que acabara el mes volvía el Obispo a escribir:
Muy querido don Bosco:
Deus misereatur nostri!
En mi última carta al querido don Miguel Rúa le decía que yo expondría el factum de la adquisición que hice de la imprenta por medio de
((194)) caballero Oreglia y que después lo enviaría al mismo Caballero para sus observaciones. Pero después de haber escrito la exposición
del hecho ya no tuve valor para hacerlo directamente, puesto que no dudo que le causaría gran disgusto el ver cómo haya podido creer que
podía en conciencia observar conmigo la conducta que resulta de la exposición misma. Creo, pues, que es mejor el partido a que me atengo
de enviárselo a usted, para que, examinado y ponderado el caso, decida como mejor juzgue en su probidad y delicadeza, que bien se merec
el mencionado Caballero.
Si yo no tuviese que pensar en pagar las deudas que he contraído con la fundación del Colegio de Misiones y la Tipografía, ahora
principalmente cuando debo arreglar todo, como si hubiera de ser procesado, encarcelado, desterrado y aún peor,
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de un día para otro, haría una ofrenda más generosa al Oratorio para concluir toda cuestión. Pero no puedo en absoluto y, puesto que el
Oratorio no tendría que desembolsar cantidad alguna para la restitución de que se trata, me parece que usted podría liquidarlo todo sin
acarrear siquiera al buen Caballero el disgusto que seguramente sufriría si leyese mi concienzuda exposición del hecho en cuestión; sea
como fuere lo que usted decida, yo me ocuparé ahora de la cuenta tipográfica y librera, según la cual resulta que, si se acepta la oferta que
yo hago de mil quinientas liras al Oratorio, quedaría saldada toda mi deuda con la misma y, sin que el Oratorio tuviera que entregar nada,
me serían descontadas las seis mil quinientas liras entregadas de más por la compra de la tipografía. Pero esta cuenta la enviaré a don
Miguel Rúa.
No me meto en las cosas de Roma para no renovare, a usted y a mí, infandum dolorem (monstruoso dolor), pero no podré callar las más
amargas verdades, y por eso arreglo mis cosas para poderlas declarar con toda franqueza.
Me profeso entre tanto, en Jesús, María y José, y al pie de la cruz,
30-9-1870.
Su afmo. amigo
" Fr. JUAN Obispo de Mondoví
La exposición, firmada por el Obispo, fue redactada por el administrador episcopal don Andrés Tonelli. Este, por no conocer exactament
cómo se habían desarrollado las gestiones y defender los intereses del Obispo, llegaba a una conclusión exagerada y errónea.
Hela aquí, a la letra, casi íntegramente:
Exposición de las diligencias hechas entre S. E. el Obispo de Mondoví y el Ilmo. señor caballero Federico Oreglia, director de la
tipografía ((195)) del Oratorio de San Francisco de Sales, con relación a la adquisición de una imprenta.
1.° El Obispo de Mondoví deseaba adquirir una imprenta para su colegio de las Misiones Extranjeras y lo puso al cuidado del caballero
Oreglia, para que, en su condición de experto y amigo, le ayudara en su propósito.
Ahora bien, con ocasión de hallarse dicho Obispo, en junio de 1867 (léase 1868), con don Bosco, díjole el caballero Oreglia que había
una tipografía en venta por un total de quince mil liras. Como replicara el Obispo que sólo estaba dispuesto a gastar doce mil liras, el
Caballero resolvió la dificultad proponiéndole que la tipografía de don Bosco podía cooperar con las tres mil liras restantes, reservándose,
como era de razón, quedarse para su tipografía parte de los materiales, por ejemplo, caracteres de imprenta y otros objetos por el valor
correspondiente a la cantidad con que cooperaba. El Obispo aceptó la oferta, autorizó al Caballero a cerrar el contrato y fijó ya desde
entonces los plazos de pago.
2.° Volvió el Obispo a su sede y, después de algún tiempo, recibió aviso del caballero Oreglia de la conclusión definitiva del contrato.
Envió a uno de sus sacerdotes, el reverendo Fissore, a Turín con el encargo de proceder a la separación de los caracteres de imprenta y otro
objetos, por valor de tres mil liras, que, según lo acordado, debían quedarse en la tipografía del Oratorio, y hacer después las gestiones
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para trasladar la tipografía a Mondoví y, al mismo tiempo, arreglar todo lo concerniente al contrato. Como manifestara después el reverend
Fissore al Obispo que la separación, antes mencionada, requería mucho tiempo y que, por otra parte, era evidente la ventaja de tener la
imprenta tal y como había llegado a manos del caballero Oreglia, accedió a la proposición de quedársela entera, y desembolsó, aún antes de
plazo convenido, quince mil liras.
3.° Apenas se había trasladado y montado la tipografía en Mondoví, rápidamente advirtió el Obispo que su valor no era tanto como se le
había hecho creer, pues tuvo que gastar enseguida elevadas sumas para adquirir caracteres, sin los cuales no podía servir para el fin con que
había sido adquirida.
4.° Quiso entretanto la Providencia que, por entonces, llegara a la tipografía una persona muy entendida; examinó ésta minuciosamente
todas sus partes, y dijo que el Obispo había hecho un contrato muy mezquino, ya que, al tratarse de una imprenta vieja, se podía haber
adquirido por un precio mucho más bajo. Este juicio de persona versada, desinteresada y amiga, aumentó en el Obispo el disgusto por habe
procedido, como suele decirse, demasiado a la buena...
5.° Un nuevo rasgo providencial hizo que otra persona, excepcionalmente notable, participara al señor Obispo que había oído decir al
caballero Oreglia que se alegraba de haber sacado ((196)) al Obispo de Mondoví unos miles de liras en el contrato de la Tipografía, que
había vendido al Obispo por quince mil liras, cuando a él solamente le había costado ocho mil quinientas, y quizás menos.
6.° Aunque el Obispo oyera esto con gran sorpresa, sin embargo no deja de reconocer la honradez inquebrantable del óptimo Caballero, y
manifiesta que de ningún modo pasa por su mente que haya actuado de esta manera por maldad, sino guiado solamente por una conciencia
equivocada.
Y llegaba a esta conclusión:
7.° Dado que la presente exposición no es más que la verdad pura y desnuda, se sigue, en consecuencia, que el caballero Oreglia, o en su
lugar el Oratorio de don Bosco, están obligados a restituir al señor Obispo seis mil quinientas liras, por él pagadas por encima del precio
que realmente desembolsó el caballero Oreglia para la Tipografía; restitución que dicho Obispo reclama a título de justicia, por las razones
aducidas... que para mayor claridad se compendian.
A) Dado que el caballero Oreglia nunca había sido conocido como corredor de imprentas, como en realidad no lo era, tampoco podía el
Obispo dirigirse a él y tratarle cual si lo fuera. Ciertamente se confió a él, en calidad de amigo y mediador, apoyado en su probidad y
honradez, y en los conocimientos técnicos que poseía sobre el particular; y, bajo este aspecto, aceptó a ojos cerrados la Tipografía que le
proponía el Caballero, sin ni siquiera preguntar por su procedencia, sin investigación alguna, sin inventario, sin evaluación; en conclusión,
sin ninguna de las formalidades y cautelas que suelen comúnmente observarse en todos los contratos de algún valor, fiado simplemente en
su palabra y en la seguridad de su conveniencia. Esta manera de hacer demuestra hasta la evidencia que el Prelado no consideraba al
caballero Oreglia como propietario de la Tipografía, o vendedor por cuenta propia, sino simplemente como mediador o mandatario, que
hacía las veces del Obispo...
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B) Además, es tan cierto que el caballero Oreglia asumió el encargo de comprar una tipografía, no en nombre propio, sino en el del
Obispo que se lo encargaba, o sea, sólo en calidad de mediador, y no de comerciante, que exigió, antes de cerrar el contrato, exigió digo, se
le comunicara claramente la cantidad a gastar... Ahora bien, la petición del caballero Oreglia y la respuesta del Obispo de una palabra clara
prueban que el Caballero actuaba por cuenta del Obispo... como mandatario y mediador, encargado por el Obispo. Por consiguiente, si el
Caballero no era propietario de la Tipografía, si la adquirió como mandatario, en conciencia solamente puede exigir al Obispo la cantidad
que ha empleado y nada más. Y no puede aprovecharse, para pretender un precio mayor, diciendo, que, después de la adquisición, otros le
hicieron un ofrecimiento superior a las ocho mil quinientas liras. En efecto, "cuál fue el motivo del contrato? "No es cierto que lo fue la
palabra ((197)) dada por el Obispo al Caballero de que atendería el contrato que hiciese, en cualquier condición y precio, hasta la cantidad
de quince mil liras: Por tanto, lo mismo que el Obispo se obligaba a aguantar todo perjuicio, si la Tipografía no hubiese tenido el valor del
precio pactado, igualmente corresponde al Obispo cualquier ventaja, si su valor es mayor.
8.° Así las cosas, y puestas las conclusiones anteriores, que parecen totalmente naturales y que son favorables al Obispo, no quedaría ya
nada más que discutir; pero, como el benemérito e insigne director del Oratorio, el muy reverendo don Bosco, a quien el Obispo habló ya
del asunto, parece no estar de acuerdo con este modo de pensar, y, por otra parte, ni uno ni otro quieren ofender en lo más mínimo la
justicia y la caridad, y a fin de llegar más fácilmente a una amigable transacción, propone el Obispo:
-Que se envíe al caballero Oreglia la presente exposición para que añada sus observaciones y razones, obtenidas las cuales, o bien
condesciende el Oratorio a restituir las seis mil quinientas liras, y el Obispo -ajustadas y concluidas todas las cuentas existentes entre él y e
Oratorio-ofrece y promete a este último la donación de mil quinientas liras, como gratificación por el trabajo realizado por el caballero
Oreglia en la compra de la Tipografía, o bien encuentra dificultades para la restitución reclamada. En tal caso elíjanse dos o tres jueces, sea
teólogos o canonistas, con la promesa recíproca de atenerse a su juicio. De este modo podrán quedar tranquilos por haber seguido el consej
de san Agustín: Lites aut nullas habeatis, aut quam celerrime finiatis (no tengáis pleitos, o terminadlos muy deprisa).
Recibió don Bosco la exposición y la leyó. A pesar del temor del señor Obispo, no sólo le pareció conveniente sino obligatorio
comunicársela al caballero Oreglia. Este, que había sido trasladado de Roma a Brixen 1, hacía las siguientes, claras y explícitas
declaraciones, el 30 de noviembre, después de disculparse por el prolongado retraso:
1 Brixen (o Bressanone), es una ciudad del Tirol en Austria, sede episcopal, sufragánea de la de Salzburgo. Célebre por la benignidad de
su clima (temperatura anual de 12°) es un lugar residencial de verano y otoño. (N. del T.).
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Pasando a la exposición del reverendísimo señor Obispo de Mondoví, he de confesar que no estoy de acuerdo con varios puntos, ya que
no todas las circunstancias, por él mencionadas, coinciden con las que yo recuerdo. Puedo decir con sinceridad y certeza que compré una
tipografía al abogado Fissore para don Bosco, y que, si sólo pagué por ella ocho mil quinientas liras, fue porque quería el dinero al contado
ya que, de no ser así, hubiera percibido más, y me enseñó las cartas de impresores que, después de haber visitado la Tipografía, le ofrecían
quince mil, dieciséis mil, y aún más, pero a largo plazo. Yo, apoyado en estos motivos, me decidí, y creo haber obrado en conciencia, a
pedir quince mil liras al señor Obispo; y, si me mantuve firme en ese precio, ((198)) fue porque ya tenía yo algunas ofertas...
El motivo que me indujo a pedir a Monseñor que me diera palabra firme de contrato era porque si él no se decidía, yo la habría vendido a
aquéllos y a otros que se presentaban, que, de otro modo, si los perdía y Monseñor me devolvía la Tipografía, hubiera sufrido el perjuicio
de no vender y el de buscar un lugar para tanto materia 1, puesto que me pedían constantemente la maquinaria. No creo de modo alguno, al
menos no tuve esa intención, haber faltado a la sinceridad con el señor Obispo manifestándole que la Tipografía ya era de don Bosco,
puesto que, en fin de cuentas, yo, que trataba el negocio, era totalmente ajeno al mismo, por cuanto no actuaba en el asunto más que de
intermediario, sin tener, ni querer, ni esperar de él utilidad alguna para mí de ninguna de las partes.
Y aquí me viene como anillo al dedo una palabra de respuesta para la persona por cuyo trámite dice Monseñor que yo me alegraba de
haber sacado al Obispo de Mondoví unos miles de liras. En verdad, por muy excepcionalmente notable que sea esta persona, me encuentro
muy tranquilo de conciencia diciéndole que, o él ha entendido mal, o ha dado verdaderamente una interpretación muy diversa a mis
palabras, pues sé muy bien que, por óptima que sea una persona, no por eso es infalible en captar y mucho menos en referir una expresión
ajena.
Como quiera que ello fuere, paréceme que es una prueba en contra el ver que yo no hacia, como nunca lo hice con nadie, ningún misterio
de lo que yo gané con esta Tipografía; y tampoco lo hubiera hecho con Monseñor, si él hubiese creído manifestárseme tan claramente como
lo hizo en la exposición que a usted envió.
Y, ahora, pasando a la persona muy entendida que opinó que el contrato, hecho por el Obispo, era muy mezquino, me gustaría saber si
esta persona se sentiría capaz de montar una tipografía completa como aquélla por quince mil liras; si se lo cree, me parece evidente que el
tal señor no ha puesto jamás los pies en una imprenta; será un estupendo jefe de tipógrafos, cajista, o cualquier otra cosa, pero, a buen
seguro, que nunca gastó dinero alguno para montar una tipografía, donde todos los demás gastos de equipo corren parejas con la adquisició
de los caracteres.
El haber aceptado Monseñor la Tipografía sin inventario no puede achacarse a nadie, puesto que yo le rogué varias veces que enviase a
alguno para este fin y él envió al teólogo Fissore, que ciertamente dio un vistazo al conjunto, pero no tuvo oportunidad de quedarse, como
yo le propuse, para hacer cumplidamente el inventario.
Después de responder tan sumariamente a la exposición de Monseñor, no me meto en las razones que, de una y otra parte, pueden
aducirse para rectificaciones. Mi parecer es que el contrato se hizo en términos suficientemente precisos, para no tener que oponer
objeciones. Eso no quita que, si entre ustedes se las arreglan de otro modo, yo no vaya a estar conforme, pues si ustedes, que son los
contrayentes, se consideran más favorecidos cambiando las condiciones, yo quedaré muy contento con su satisfacción...
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((199)) Las declaraciones del caballero Oreglia no podían ser más claras y contundentes, ni más delicada la conclusión: -Si los
contrayentes se consideran más favorecidos cambiando las condiciones, yo quedaré muy contento con su satisfacción.
Sin embargo, terminaba con estas palabras:
Quisiera poder satisfacer con mayor precisión a las exigencias de este asunto: pero, año y medio después de haberlo realizado, y tras otro
año y medio de noviciado, ya puede comprender, querido don Bosco, que resulta difícil tener ideas claras y seguras. Me parece, sin
embargo, haber dicho lo suficiente para aclarar las cosas y justificar no tanto mi actuación, cuanto las razones de ambas partes.
P. D. -Sírvase de esta carta como mejor le parezca, enviándosela o simplemente repitiendo lo que he escrito.
Por cierto que, como veremos, le asaltó la duda de haber exagerado el precio, aun cuando hubiera elegido el más bajo de los que le había
ofrecido... con el deseo vivísimo de ver terminada la controversia, sin perjuicio para ninguna de las partes.
El Obispo y don Bosco siguieron estudiando la manera de llegar a una conclusión. Decía abiertamente don Bosco, en confirmación de qu
el Caballero había actuado por cuenta del Oratorio, y no por la suya, que le había entregado las seis mil quinientas liras, ganadas al revende
la Tipografía, y añadía que las tenía muy presentes para llegar a un arreglo. Y el señor Obispo escribía a don Miguel Rúa sobre esta cuestió
y le rogaba se la repitiera claramente para que los teólogos consultores la tuvieran presente antes de pronunciar el juicio definitivo.
Muy querido don Miguel Rúa:
J.M.J.
Le escribía ayer noche con tanta prisa que olvidé decirle que el óptimo don Bosco me refirió ahí en persona, cómo el caballero Oreglia
había puesto en sus manos una cantidad (o beneficio) de alrededor de seis mil liras, ganancia obtenida con la venta de la Tipografía al
Obispo de Mondoví. Me parece también haber dicho que, si se determinaba que no estaba el Obispo obligado a desembolsar una cantidad
superior a la que había desembolsado el mencionado Caballero en la compra de la Tipografía, el instituto tendría siempre ((200)) dicha
cantidad depositada en manos de don Bosco por el Caballero, para resarcirse de los trabajos hechos para el Obispo.
Le escribo esto para que pida a don Bosco que le explique mejor la cuestión y para que los Teólogos consultores estén bien informados,
para su gobierno, antes de pronunciarse en la controversia.
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Dispuesto siempre a acatar el mejor juicio de árbitros a elegir por ambas partes, me profeso en Jesús, María y José,
28 del 1871.
Afmo. hermano
" Fray JUAN TOMAS, Obispo de Mondoví
El señor Obispo había elegido ya como árbitro al teólogo Estanislao Eula, cuya declaración fue ésta:
El que suscribe, después de haber leído la cuestión concerniente a la Tipografía adquirida por el señor Obispo de Mondoví y la carta del
caballero Oreglia, con fecha 30 de octubre de 1870, no puede por menos de hallar muy razonable la proposición hecha por el mismo señor
Obispo, que aparece al fin de la mencionada cuestión. Es, pues, el abajo firmante del parecer de que ésta se debe adoptar.
Mondoví, 27 de enero de 1871.
ESTANISLAO EULA, Teólogo
También don Bosco hizo estudiar la controversia. Y escribía sobre ella al teólogo Golzio:
6/2/1871
Muy querido en el Señor:
Necesito que, a su comodidad, lea los adjuntos papeles, que se refieren a una pequeña y amistosa controversia con el Obispo de Mondoví
Tenga la bondad de pasarlos después al teólogo Bertagna, que también espero se sirva darles una ojeada. Si, después, pueden señalarme un
hora a lo largo de la jornada, acudiré para oír su parecer y ver qué respuesta debo dar.
Para su norma les diré que el canónigo Eula no ha visto mi relación, ni las de don Celestino Durando y don Juan Cagliero.
Dios nos bendiga a todos y nos ayude a perseverar en el bien. Amén.
Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro.
Pocos días después tuvo lugar el coloquio y díjole el teólogo Bertagna que comunicaría su parecer al teólogo Eula. Don Bosco escribía al
Obispo:
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((201)) 12-2-1871
Muy reverendo y querido señor Obispo:
Ayer llevé los papeles, relativos al asunto de la Tipografía, a los doctores Golzio y Bertagna. Pusieron alguna dificultad, porque juzgaban
una presunción el constituirse en jueces de cosas que atañen a V. E. Rvma.
Pero yo les hice presente que sólo se trataba de exponer su parecer y comunicarlo después sencillamente, de manera completamente
privada, a una de las partes. Díjome entonces el teólogo Bertagna que leería los papeles y estudiaría la cuestión, y que, a continuación,
participaría su manera de ver al canónigo Eula, su buen amigo.
Yo no deseo ni siquiera verla; cuando V. E. la haya recibido y quiera darle curso, yo pongo desde ahora mi nombre en blanco.
Deme su santa bendición y créame, con la más profunda gratitud,
De V. E. Rvma.
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
Pero se interpusieron nuevas dificultades con el arreglo de las deudas contraídas por el Obispo con el Oratorio con motivo de la impresió
de varios opúsculos. Hacía cinco años, desde 1865, que no se arreglaban las cuentas, que estaban algo complicadas por no haberse
registrado todas las facturas. Don Bosco encargó a don Miguel Rúa que arreglara esta cuestión y éste envió al Obispo la nota de las deudas
que subían a cinco mil quinientas cincuenta y tres liras con noventa y cinco céntimos, junto con una copia del contrato "estipulado entre
don Bosco y el abogado Domingo Fissore el 3 de junio de 1868", como testimonio de que el caballero Oreglia había actuado como
representante de don Bosco y no por cuenta propia.
El Obispo le contestó el 8 de agosto, con una carta firmada por él, pero escrita por otra mano, evidentemente redactada por el Ecónomo
Episcopal, en la que, en primer lugar, se volvía a declarar que nunca había existido "ningún acuerdo con don Bosco para la aquisición de la
consabida tipografía", mientras que "del contrato verbal, hecho con el caballero sobre este asunto y ratificado después con su carta, resulta
que él actuaba conmigo únicamente como mandatario".
Después, pasando a poner el acento sobre la factura de las deudas de cinco mil quinientas cincuenta y tres liras y noventa y seis céntimos
recordaba que ya había entregado mil, y seguía diciendo:
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((202)) Así las cosas, hay que rebajar en mil la cantidad de cinco mil quinientas cincuenta y tres liras con noventa y seis céntimos.
También deberá hacerse otra reducción, y no muy pequeña, sobre el precio desproporcionado establecido para la edición de aquellos
opúsculos, de los que se hicieron cuatro o cinco ediciones empleando, según creo, la misma composición.
Esta cantidad deberá sufrir también un descuento por los libros adquiridos de mi tipografía, ya que por error se añadió al beneficio del
treinta por ciento, el de uno gratis por docena, con lo que ya no queda ni siquiera lo necesario para pagar los gastos de la edición realizada
por el mismo Oratorio...
Esto es lo que de momento puedo responder a su dicha carta, advirtiéndole: que si se definiese la cuestión con estricto arreglo a los sanos
principios de la teología, omnibus inspectis (tenido todo en cuenta) resultaría que yo habría desembolsado seis mil quinientas liras más de
lo que costó la tipografía. Y siendo deudor del Oratorio solamente de cuatro mil liras, resulta evidente que se le quitaría todo motivo de
preocupación por la demora en el ajuste de estas cuentas...
Pero aquella no era la factura completa de las deudas. En un papel, que llegó hasta nosotros, enviado o escrito el 5 de agosto, se lee: "El
señor Obispo de Mondoví debe, por trabajos realizados durante los años pasados, cinco mil setecientas cincuenta y ocho liras. Por los de
este año, dos mil ciento treinta y siete. Total: siete mil ochocientas noventa y cinco. Recibidas a cuenta, el 20 de junio, quinientas liras.
Queda una deuda de siete mil trescientas noventa y cinco liras".
Quedaban, pues, por pagar siete mil trescientas noventa y cinco liras. En consecuencia, no había obstáculo alguno para llegar al juicio de
los dos árbitros. Y don Miguel Rúa, según se lee en una nota, que él mismo escribió en la cabecera de la última carta de Monseñor,
comunicaba al canónigo Eula.
"Preguntado Monseñor para tramitar la cuestión, respondió que todo había sido confiado a V. S. y al teólogo Bertagna. Como éste se
encuentra actualmente en Turín y urge el asunto, le rogamos humilde y encarecidamente llevar la cosa a término. Monseñor habrá ya
manifestado que el contrato Fissore es del 3 de junio, y el encargo se le dio al Caballero en la octava, es decir, después del 9 de junio".
Y finalmente se alcanzó la meta, gracias también a un acto de exquisita bondad del caballero Oreglia. Habiéndose enterado de todo y
preocupado, por si en su día había exagerado tal vez un poco el precio, no queriendo que ahora quedara perjudicado por ello el Oratorio,
hizo llegar a manos de monseñor Ghilardi tres mil liras para que le ayudaran a saldar las deudas y arreglar amigablemente toda cuestión.
En efecto, el 27 de noviembre se llegó a la transacción.
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((203)) El Ilmo. y Rvmo. señor Obispo de Mondoví, Fray Juan Tomás Ghilardi, adquirió del Rvmo. señor don Juan Bosco, Fundador del
Oratorio de San Francisco de Sales, una imprenta, con fecha 9 de junio. Surgieron después algunas discrepancias sobre los acuerdos entre
las partes con ocasión de dicho contrato, que perduran hasta el presente.
Pero, queriendo ambas partes zanjar amistosamente, como es lógico, toda diferencia, oído el parecer de dos árbitros elegidos de común
acuerdo, convienen definitivamente, transigen sobre la discrepancia y aceptan la siguiente condición:
El señor Obispo de Mondoví pagará a don Bosco, como precio de dicha imprenta, la cantidad total de once mil setecientas cincuenta liras
(11.750), deducido lo ya pagado a cuenta, dentro de los tres meses a partir de la fecha. Se añaden trescientas liras para gastos accesorios.
Turín, 27 de noviembre de 1871.
" Fray JUAN TOMAS, Obispo.
JUAN BOSCO, Pbro.
Monseñor debía siete mil trescientas noventa y cinco liras. Ahora, con el descuento de tres mil doscientas cincuenta en el precio de la
imprenta, más las mil ya entregadas y las tres mil recibidas del caballero Oreglia, no le quedaban más que ciento cuarenta y cinco liras de
deuda, y así, aun cuando, por parte del Ecónomo Episcopal, se intentara después volver a examinar las cuentas, terminóse la larga
controversia.
13. Escritor y Publicista
Antes de concluir esta parte de las Memorias Biográficas del Santo Fundador, del año 1871, debemos llamar la atención sobre su labor de
escritor y publicista, sobre la exquisita caridad con que atendía a cuantos acudían a él, sobre la singular gratitud que manifestaba a los
bienhechores y, por último, sobre las muertes edificantes que hubo aquel año en el Oratorio.
Durante los días que pasó en I Becchi, preparó una colección de Hechos amenos y edificantes de la vida de Pío IX, que publicó en las
Lecturas Católicas, con esta introducción:
Al lector.-Creemos será del agrado de nuestros lectores la publicación de una colección de hechos amenos de la vida del inmortal ((204))
Pío IX. Al tiempo que harán brillar extraordinariamente la bondad y caridad incomparable de su corazón, darán a conocer hasta la evidenci
cómo nuestra santa Religión guía al hombre a la suprema felicidad del cielo y es, al mismo tiempo, social y útil materialmente. No hay
desgracia humana en la que no intervenga para socorrer al infeliz, consolar al
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afligido, iluminarle en las dudas de la vida y sostenerle en la desdicha. Así lo veremos en los hechos que iremos exponiendo. Han sido
entresacados particularmente de las obras: Espíritu y corazón de Pío IX, del padre Hughet 1; Roma y Pío IX, de Balehidier; La palabra de
Pío IX, Roma en 1848-49, y de las de otros autores acreditados o de renombradas revistas.
Si, a pesar de la diligencia tenida para exponer las cosas con la mayor exactitud, se hubiese deslizado alguna palabra menos conforme a l
verdad y contraria a los principios de nuestra santa y católica Religión, o no del todo decorosa para el supremo Jerarca de la Iglesia,
rogamos al lector la tenga por no dicha ni escrita, pues estamos dispuestos a rectificar cualquier cosa que se nos sugiera y que pueda servir
para mayor gloria de Dios y honra del Padre común de los creyentes.
Dios nos mantenga constantes en esta nuestra santa Religión y nos conceda la abundancia de sus gracias para poderla practicar con
fidelidad hasta el último aliento de la vida, para entrar después en posesión de la inmensa felicidad que nos promete en el cielo. Así sea.
Por la Redacción JUAN BOSCO, Pbro.
La Unidad Católica del 12 de enero de 1872 hacía esta recensión.
El verdadero carácter de los hombres grandes se trasluce a menudo más claramente por ciertos hechos de su vida privada, que no por los
de la vida pública. Por esto nos parece muy acertado que el venerando don Bosco haya reunido, en el opúsculo que anunciamos, un notable
número de narraciones, que ponen ante nuestros ojos algunos casos de la vida privada del actual Sumo Pontífice. Para que el lector pudiera
prestar plena fe a estos relatos, se ha preocupado él de citar en la introducción las tres obras de donde sacó los Hechos amenos y edificantes
de la vida de Pío IX. Los buenos católicos aprenderán con este libro, por ciertos hechos poco conocidos hasta ahora, cuán grande es la
bondad y la caridad de un Pontífice, que la historia señalará en el porvenir como un modelo perfecto de apostólica firmeza y de prudencia
evangélica.
((205)) Fue un trabajo continuo del Santo, escribir y difundir buenos libros para la instrucción de la juventud y del pueblo.
A fines del año 1870 ya había ofrecido a los abonados a las Lecturas Católicas una nueva edición de su Historia Eclesiástica. El conde
Francisco de Viancino, a quien había confiado la compilación de datos para un libro popular, con la vida de los santos, le envió algunas
1 La obra titulada: Espíritu y corazón de Pío IX es del célebre padre Hughet. Su original está escrito en francés, pero fue traducida al
italiano e impresa en dos volúmenes en Módena, por la tipografía de la Inmaculada Concepción. Una parte notable de estos hechos fue
sacada de este autor.
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observaciones sobre el diccionario de vocablos geográficos colocado al final del opúsculo de cuatrocientas sesenta y cuatro páginas, y él le
contestó:
ORATORIO
DE
SAN FRANCISCO DE SALES
TURIN-VALDOCCO
Querido señor Conde:
Deseaba llevarle personalmente la nota de la imprenta y la librería; como no tiene ningún valor, ruego a V. S. la emplee para encender un
cigarro y nada más. Viene a continuación la otra de la suma recibida para la nueva iglesia.
He recibido sus reflexiones sobre el vocabulario y las tendré en cuenta para la nueva edición, que tal vez hagamos antes del fin de año. Si
pudiera hacer lo mismo con el resto de la historia, me haría un gran favor. Imborrable gratitud por todo ello.
El médico Gribaudo estaría dispuesto a tomar a su cargo el trabajo del proyectado libro con la vida de los santos. Por tanto, si usted no
puede continuarlo, como sería mi vivo deseo, ruégole junte el trabajo ya hecho con los libros del tema y yo pasaré a recogerlos algún día
por la tarde durante la semana, a las cinco y media.
Dios bendiga a usted y a su señora; me encomiendo a las oraciones de los dos y me honro al profesarme, con el más profundo aprecio,
16-1871.
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
Y la nueva edición de la Historia Eclesiástica, la definitiva, que fue confiada a la diligente revisión de don Juan Bonetti, salió a la luz
durante el año 1872.
Mientras tanto seguía pensando en publicar, con la ayuda de personas competentes, una Historia Eclesiástica más amplia, en la que
brillara a todas luces el apostolado realizado por los Sumos Pontífices. Así se deduce de esta carta autógrafa, cuyo destinatario no
conocemos.
((206)) 20 de octubre de 1871
Muy amado señor Teólogo:
He aquí el plan y división de la Historia Eclesiástica, que tengo in votis (prometida hacer), con la ayuda de personas cultas.
1.ª Historia Antigua, que abraza los seis primeros siglos hasta la hégira musulmana (622), subdividida en dos períodos: 1.° Desde la
venida del Espíritu Santo hasta el año 312; 2.° Desde esa fecha hasta el 622.
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2.ª Historia Media, desde el año 622 al 1517, dividida también en dos períodos, separados uno de otro por el IV Concilio Lateranense,
celebrado en 1215.
3.ª Historia Moderna, desde 1517 hasta nuestros tiempos, abarcando también dos períodos: 1.° Desde 1517 hasta la muerte de Pío VI; 2.°
Desde la muerte de Pío VI hasta nuestros tiempos.
Esta es mi primera idea, que puede modificarse ante las justas reflexiones que se me hagan.
Desearía que V. S. preparara un capítulo para después de cada período que se podía titular: Acontecimientos religiosos en Piamonte.
Viriliter age in Domino (Varonilmente actúa en el Señor).
Desde el Oratorio, 20 de octubre de 1871.
Su seguro servidor y amigo JUAN BOSCO, Pbro.
Los números de las Lecturas Católicas, publicados en 1871, fueron los siguientes:
ENERO.-Las vicisitudes de san José, Esposo de María Virgen. Drama sacro, original del padre Luciano Secco.
FEBRERO.-Columba y Jacoba o la Cruz aligerada. Cuento original de Cayetano Blandini, presbítero.
MARZO.-Antonio o la vuelta de un soldado al hogar paterno. Por el sacerdote Celestino Faggiani.
ABRlL.-La infalibilidad pontificia expuesta a los fieles. Instrucción del padre Segundo Franco d. C. d. J.
MAYO.-Aparición de la Bienaventurada Virgen María en el monte de la Salette, con otros hechos prodigiosos entresacados de
documentos públicos, por el sacerdote Juan Bosco.
JUNIO.-Livia Ortalli, o la amante del Sagrado Corazón de Jesús. Memoria del padre A. M. Pagnone, Barnabita.
JULIO.-Vida de san Jerónimo Miani. Original de Pedro Bazetti, presbítero.
AGOSTO.-La corona de la virginidad.-Por qué la Biblia traducida por Diodati no está permitida. Original de Luis Bruno, párroco.
SEPTIEMBRE.-La jovencita cristiana. Consideraciones y lecturas para la juventud, por S. D. N. Z.
OCTUBRE.-Un gran amigo. Devoción al Angel Custodio. Reflexiones y ejemplos, por el doctor Vicente G. Berchialla, presbítero.
NOVIEMBRE-DICIEMBRE.-Hechos amenos de la vida de Pío IX, entresacados de documentos públicos.
((207)) La Unidad Católica del día 10 de mayo advertía, respecto al número del mismo mes: "Ya se han publicado muchas obritas sobre
este hecho prodigioso y hablaron de él algunos diarios franceses e italianos. Lo que dice el reverendo don Bosco en este librito basta para
probar la verdad del milagroso acontecimiento".
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Y añadía: "La narración de otros hechos prodigiosos, muy aptos para reanimar la fe en el pueblo y promover la devoción a la Gran Madre
de Dios", como la aparición de la Santa Virgen en Pontmain en Francia, la curación instantánea en el santuario de Oropa de una joven,
después de veinte años de terrible enfermedad y otras señaladas gracias, obtenidas de Jesús Sacramentado, María Auxiliadora y san José,
precedidas de estas palabras:
Un hecho cierto y maravilloso, atestiguado por miles de personas y que todos pueden comprobar hoy día, es la aparición de la
Bienaventurada Virgen María el 19 de septiembre de 1846...
Nuestra piadosa Madre se apareció, en forma y figura de una gran Señora, a dos pastorcillos; un niño de once años y una zagala de quinc
en un monte de los Alpes situado en la parroquia de La Salette en Francia. Se apareció no sólo para bien de Francia, sino, como dice el
Obispo de Grenoble, de todo el mundo: para recordarnos la cólera de su Hijo Divino, encendida especialmente por tres pecados: la
blasfemia, la profanación de las fiestas y el comer carne en los días prohibidos.
Siguen a éste otros hechos prodigiosos entresacados también de documentos públicos o atestiguados por personas cuya fe excluye toda
duda sobre lo que refieren.
Valgan estos hechos para confirmar a los buenos en la religión y para impugnar a los que, tal vez por ignorancia, querrían limitar el pode
y la misericordia de Dios diciendo: -Ha pasado el tiempo de los milagros.
Jesús afirmó que en su Iglesia se obrarían milagros mayores que los que El hizo, y no fijó tiempo ni número; por consiguiente, mientras
exista la Iglesia, veremos siempre la mano del Señor manifestando su poder con prodigiosos acontecimientos, porque ayer, hoy y siempre
será Jesucristo quien gobierne y asista a su Iglesia hasta la consumación de los siglos.
Pero estos signos sensibles de la Omnipotencia Divina son siempre presagio de graves acontecimientos, que manifiestan la misericordia y
la bondad del Señor o bien su justicia y su indignación, pero de manera ((208)) que sirvan para su mayor gloria y provecho de las almas.
Hagamos que sean para nosotros fuente de gracias y bendiciones; que sirvan de aliento para una fe viva, rica en obras, que nos mueva a
hacer el bien y huir del mal, que nos haga dignos de su infinita misericordia en la tierra y en la eternidad.
íLos santos son siempre guiados por la fe! "Quién no ve en las palabras de don Bosco casi un acto de ocultamiento del continuo suceders
de gracias señaladas cuando daba la bendición y todo lo atribuía únicamente al poder y a la continua bondad del Señor?
Otro escrito, muy interesante, fue el que publicó en la primera parte del número de agosto: La corona de la virginidad, compuesta por
cinco flores o virtudes, a las que se suman las otras: la azucena, de la virginidad; la violeta, de la humildad; la rosa, de la caridad; el noble
girasol, de la paciencia; el lindo muguete o lirio de los valles, de la verdadera fe.
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Es una traducción del francés de un gracioso librito escrito en el siglo XV por autor desconocido, que merecería ser difundido entre las
comunidades femeninas.
Cuando don Bosco lo publicó debió pensar en el nuevo Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, porque precisamente en aquel mes
rezaba y hacía rezar para saber si Dios quería la nueva institución. "Nos consta, afirmaba don Juan Bautista Lemoyne, que, más de una vez
habló de esta hermosa corona cuando predicaba en los conventos".
Nos sugiere este mismo pensamiento el número de septiembre, que también es sencillo y práctico, además de ser muy útil par las niñas y
doncellas.
14. Todo para todos
Era tan grande el aprecio en que se le tenía y era tal la fama de su caridad universal, que todos acudían a él como a un amigo y a un padre
Pedíale el joven barón Rodolfo Ricci que celebrase la santa misa según su intención para ser aprobado en los exámenes, y don Bosco le
animaba así:
((209)) Muy apreciado en el Señor:
María Auxiliadora, que ya le favoreció tantas veces en el pasado, espero que también lo haga en los actuales exámenes. Recemos. Yo
celebraré la misa según la intención para la que me envía la limosna de las doce liras.
Que Dios bendiga a usted y sus trabajos y créame, con profunda gratitud,
De V.S.
Turín, 10-7-1871.
Afmo. servidor JUAN BOSCO, Pbro.
P. D.-Ruégole entregue la adjunta cartita a papá y transmita mis respetuosos saludos a mamá y al señor Carlos.
Un gran amigo suyo, el abogado caballero Carlos Cantón, Jefe de Sección en el Ministerio de Hacienda, que le favorecía en toda ocasión
lo mejor que podía, pidióle que le diese a conocer alguna buena familia residente en Roma, adonde tenía que trasladarse pronto; y don
Bosco le respondió atentamente:
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Muy apreciado Señor:
Esté seguro, amigo, de que, al ir a Roma, no dejaré de ponerle en relación con personas como las que nosotros deseamos. Con tal fin
empiezo por encargarle un asunto que se refiere precisamente a esa ciudad, como podrá ver por la adjunta solicitud. Lo principal está en
saber a quién dirigirnos para luego encomendarnos. Usted verá y hará después lo que pueda o me dirá al menos qué he de hacer.
La petición de ropa al Ministerio de la Guerra resultó favorable, pero aquí, en el almacén, sólo pudieron entregarme la mitad de lo
concedido.
Tengo la idea de darme un paseo hasta Florencia, mas si no pudiere ir, le escribiré dentro de poco.
Que Dios bendiga a usted y a su familia y créame, con profunda gratitud,
De V.S.
Turín, 30-3-1871.
Su seguro servidor y amigo JUAN BOSCO, Pbro.
A fines de septiembre volvía a pedirle el Caballero que le pusiera en relación directa con alguien que pudiera darle o encontrarle
hospedaje, y don Bosco le escribía:
((210)) 3-10-1871
Muy apreciado Señor:
Cuando usted vaya a Roma preséntese en mi nombre al señor Canori Focardi, que tiene dos tiendas, una en la calle Condotti, 94, y otra e
su propia casa, plaza Torre Sanguigua, 4. Creo que él le hospedará en su casa o en la de otra honrada familia.
Si hubiere alguna dificultad, preséntese, también en mi nombre, a la señora Jacinta, calle de la Sapienza, 37, 1.°. Allí encontrará lo que
precisa. Es cristiana fervorosa y bienhechora nuestra. Si necesitare algo más, escríbame y todo lo arreglaremos.
Que Dios le bendiga, a usted y a su familia. Ruegue por mí, que agradecido me profeso de V. S.
Seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
El 28 de abril recibía la visita del abogado Comaschi, de Milán, de quien más de una vez se hizo mención en los anteriores volúmenes.
Antes de trabar amistad con don Bosco, tenía ideas algo torcidas, pero, después de los repetidos coloquios con el Santo, había rectificado
todo prejuicio. El abogado había ido a Turín para entrevistarse con el caballero Luis Giacosa y pidió a don Bosco una tarjeta de
presentación. Don Bosco accedió al momento:
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28 de abril de 1871
Muy apreciado Caballero:
El portador de la tarjeta es el abogado Comaschi, de Milán, que desea hablar unos instantes con usted.
Es muy caritativo y por muchos títulos benemérito de nuestra casa; por ello me permito recomendarlo a su atención. Como se trata de
persona religiosa y prudente, se le puede hablar con libertad, si es menester.
Que Dios le conceda toda suerte de bienes; perdone la molestia y ruegue por mí que, agradecido, me profeso,
De V.S.
Seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
Mientras seguían dominando los revolucionarios en París y fusilaban al Arzobispo e incendiaban parte de la ciudad, don Bosco pedía a la
comunidad que hiciera oraciones especiales para que el Señor, con su poder e infinita misericordia, ((211)) devolviese la calma a la capital
escribía en estos términos a la madre Eudoxia, de las Fieles Compañeras de Jesús, que le había comunicado su preocupación por la suerte
de la Casa madre:
Turín, 2-6-1871
Reverenda Madre:
No puede imaginarse, reverenda Madre, mi preocupación por los peligros que amenazan a sus hermanas religiosas de París. Desde el
primer momento he dispuesto que todas las tardes rezaran nuestros alumnos un padrenuestro antes de recibir la bendición con el Santísimo
Sacramento. Yo he tenido cada mañana un recuerdo especial en la santa misa. Usted podrá conocer enseguida cuál ha sido el fruto; en todo
caso, adoremos la misericordia del Señor, que envía sus azotes para que sepa el mundo que El es el Dueño Supremo.
Que Dios la bendiga, reverenda madre Eudoxia, y con usted a la Madre Superiora General, a sus religiosas y a sus alumnas, y conceda a
todas la gracia de soportar las espinas de la tierra para después, así lo esperamos con fe, ser todos coronados de gloria en la eterna
bienaventuranza.
Ruegue por mí y mis pobrecitos, y créame con toda gratitud,
De V. Rvda. S.
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
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Las buenas religiosas fueron visiblemente protegidas por Dios; cuando don Bosco recibió la agradable noticia, junto con una limosna
como muestra de gratitud, escribía pidiendo un informe detallado de los hechos.
Reverenda Madre:
He recibido su carta anterior, y ahora la presente, con los seiscientos francos más la ganancia que sacaremos por el precio del oro. Deo
gratias! Llegaron en un momento de grandísima necesidad.
Y ahora el ruego de un favor que me interesa muchísimo. De sus líneas deduzco que la mano del Señor ha intervenido sensiblemente en l
salvación de sus casas en París. Me gustaría que se conservase el recuerdo de todo ello y fuera como la prenda de otras gracias que la
Santísima Virgen concederá ciertamente a ese benemérito Instituto. Ruégole, pues, que, para mayor gloria de Dios y de su Augusta Madre,
me escriba una relación lo más extensa y pormenorizada que le sea posible. Yo la guardaré como monumento de las glorias de María y, si
llegara el caso de que se quisiera publicar, no lo haré sin ((212)) hablar antes de ello con usted. Creo que conviene notar cómo apenas se
desataron las calamidades sobre Francia y amenazaban los males a París, comenzaron las oraciones especiales de nuestros muchachos ante
el altar de María Auxiliadora y las continuaron hasta cesar todo peligro, en cuyo momento se cantó un solemne Te Deum en acción de
gracias.
Demos gracias por todo ello a Dios y a su Santísima Madre, y desciendan siempre las bendiciones del cielo sobre usted, sobre la Madre
General y sobre todo el Instituto. Con toda gratitud créame de V. S. M. Rvda.
Turín, 16-6-1871.
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
P. D.-Si necesita algo para Roma, puede pedírmelo.
El 25 de agosto volvía a escribirle la madre Eudoxia:
"He pedido a nuestra Madre General la relación que usted desea sobre nuestras Casas de París. Me ha contestado que, como se encontrab
en Bretaña, no le fue posible encargar a nadie dicha relación, pero que se ocupará de ello cuando vuelva a la gran Capital. Y ahora, tras una
nueva y grande gracia, ella misma me encarga le envíe doscientos francos para la iglesia de María Auxiliadora".
A la veneración universal de que era objeto, hay que añadir la confianza con que las autoridades acudían a él en todo momento. He aquí
unas pruebas, espigadas en documentos auténticos de 1871.
El alcalde, conde Rignon, rogábale el 25 de enero que aceptara tres hijos de la pobre viuda de un calderero en la fábrica de armas;
dos de ellos, Antonio y Santiago Fornara, entraban en el Oratorio el
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30 de enero; Antonio, el más pequeño, era enviado a Lanzo, y don Bosco mismo pagaba su pensión.
En marzo, el comisario de la Jefatura de Policía de Borgo Nuovo se presentó para recomendarle otros tres pobres muchahos; uno de ellos
fue aceptado enseguida y los otros dos, como eran todavía pequeños, aconsejó que fueran presentados al Padre de la Pequeña Casa de la
Divina Providencia, donde también fueron aceptados inmediatamente. Al día siguiente le escribió el comisario agradecido a su caridad y a
su consejo, pues encontró ((213)) "en el reverendo canónigo Anglesio una persona tan afable, simpática y caritativa como V. S. Rvma.".
El doctor Carenzi, Inspector de Sanidad, le envió un pobre muchacho. En cuanto supo que había sido admitido dábale gracias atentament
"por la caritativa y generosa admisión de su recomendado", y manifestaba el deseo de "que se le presentase una ocasión para poderle
demostrar su sincera gratitud, con hechos y no con palabras".
El Director General de los Ferrocarriles del Norte de Italia le exponía la triste condición de dos huérfanos, menores de edad, Egisto y Jos
Franceschini; don Bosco le respondió que, de haber tenido la edad prescrita por el reglamento, los habría aceptado inmediatamente, y
añadió, al mismo tiempo, que "estaba dispuesto a recibir otros más en lo porvenir".
Poco más tarde le comunicaba el mismo Director General la mísera situación de otros dos muchachos, Francisco y José Ellena, que
habían perdido a su padre, ferroviario en la estación de Busalla, en abril de aquel año, y tenían a su madre en cama, hacía diez meses. Don
Bosco les abría caritativamente las puertas del Oratorio.
Otro empleado de los Ferrocarriles del Norte de Italia, Jefe de tráfico en Milán, le comunicaba la muerte de Jacinto Salvagno, que había
trabajado veintidós años en los ferrocarriles, y había dejado en precarias condiciones a su mujer y sus muchos hijos, uno de los cuales era
alumno del Oratorio. Don Bosco condonaba inmediatamente la pensión al pobre huérfano.
Todos acudían a él en cualquier caso, y todos eran atendidos. El caballero Carlos Baccalario, secretario jefe del Gobierno Civil de Turín,
a ruegos de un sacerdote, amigo del conde Radicati, le remitía la carta de una pobre mujer, esposa de un ex-oficial del ejército, encarcelado
y sometido a la cual no tenía con qué dar de comer a sus hijos...
Resulta imposible contar las peticiones que le llegaban de todas
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partes en favor de muchachos pobres... Y él, al verlos tan necesitados de amparo, acogía a todos con los brazos abiertos.
El 19 de septiembre de 1871 se declaraba en Turín, en el barrio de San Salvario, un terrible incendio. Ardía un amplio taller; ((214)) se
quemaban maderas y vagones de ferrocarril; el fuego corría rápidamente e invadió y destruyó también cuatro grandes hileras de casas de la
vecindad, con daño incalculable para muchas familias, que, a duras penas, lograron salvar unos pocos enseres. Conmovido ante tamaña
desgracia pensó don Bosco recoger a los pobres muchachos que habían quedado en la miseria o desamparados, y se lo comunicó al Alcalde
Este, le contestaba el 25 del mismo mes:
"Doy las más expresivas gracias a V. S. por el generoso ofrecimiento que me hace, en su estimada carta de ayer, de albergar gratuitament
a los muchachos que hayan quedado desamparados con motivo del desastre acaecido en esta ciudad, en el barrio del Salvador (sic).
Inmediatamente hemos dado a conocer su ofrecimiento a la Comisión encargada de la distribución de socorros a los más necesitados entr
los damnificados por el grave incendio, para que, si hiciese falta, pudiera aprovecharlo".
Y lo mismo que cualquier desgracia conmovía su corazón, también cualquier limosna, recibida de las almas generosas, encendía en él un
inmensa gratitud, que no dejaba de manifestar a las más insignes de todas las maneras.
Tenemos ante nosotros algunas palabras, escritas por él mismo, bajo las impresas en unas tarjetas de visita, que son de lo más sencillo y
expresivo a la par, para acompañar algún pequeño regalo.
Dice así lo impreso: "El sacerdote Juan Bosco ofrece sus humildes y cordiales deseos a V. S. y pide a Dios le colme de sus celestes
bendiciones durante largos años de vida feliz".
Y en una, escrito por él, se lee:
"Al Ilmo. señor Conde de Pamparato -en su casa bajo los pórticos de la plaza de San Carlos-Turín... A usted y a la señora Condesa, su
esposa, rogándoles acepten las primeras coles de la huerta de Alassio".
Y en otra:
"A S. E. la señora Marquesa Natta -en su casa-Plaza de San Carlos-Turín... le ruega acepte unos guisantes y dátiles del desierto de Sahara
en Arabia".
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Y a la Condesa Callori:
"A su caritativa y buena Mamá, con los mejores deseos de unas felices fiestas para Ella y toda su respetable familia, las primicias de
Alassio, invitándose a comer el pobre mendigo J. BOSCO, Pbro.".
((215)) El mejor y más apetecido regalo que solía hacer a los principales bienhechores, era la misa, que celebraba según su intención, con
las santas comuniones y oraciones particulares, que recomendaba a los suyos, en las principales solemnidades y aniversarios señalados.
Escribía desde Marassi a la señora Uguccioni:
Mi querida y buena Mamá:
Verdaderamente hay que dar una buena reprimenda a este golfillo derrochador para que cumpla su deber con la mejor de las madres.
Trataré de enmendarme y no dejaré pasar ya tanto tiempo sin escribirle.
Mas, si el pensar y rezar por usted y por toda su familia equivaliese a una visita, ésta se vería quizá repetida a cada hora.
Puede, pues, estar segura de que cada mañana en la santa misa no dejo nunca de tener un recuerdo especial por todas las personas que
menciona.
He dispuesto que la víspera de la fiesta de la Inmaculada Concepción se celebre la santa misa en el altar de María, con la comunión y las
oraciones de los muchachos, según su intención. "Le gusta así? Añadiremos también el Rosario. Todo lo nuestro, mi buena mamá, marcha
bastante bien. Este año hemos abierto dos casas nuevas: una en la ciudad de Varazze y otra en Génova, desde donde escribo esta carta.
Tenemos al presente cincuenta peticiones de nuevas casas para diversas partes del mundo, incluso Australia. Son todas ellas empresas
gigantescas, para las que resultan insuficientes las fuerzas humanas; rece por nosotros a fin de que, mientras hacemos estos esfuerzos por
salvar almas, no suceda que pierda la mía. Conceda Dios toda suerte de bienes a usted, al señor Tomás, mi bueno y querido papá, y a todos
los familiares. Que María Inmaculada nos asista a todos desde el cielo. Créame en Jesucristo,
Génova, 2-12-1871.
Su agradecido hijo-golfillo JUAN BOSCO, Pbro.
15. Alumnos amados
El año 1871, en sólo cuatro meses, pasaron a la eternidad siete alumnos, un novicio en noviembre, y otro alumno en diciembre, según lo
había anunciado don Bosco. Todos ellos, por la gracia de
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Dios, después de una vida ejemplar, murieron santamente. Así lo atestiguaba don Miguel Rúa en su necrologio, con respecto a los alumnos
((216)) y en el catálogo de la Pía Sociedad del año 1872, con respecto al novicio.
Son semblanzas verdaderamente edificantes.
José Baggini, natural de Torre de' Conti, " el 15 de marzo de 1871 a los doce años de edad.
Muchacho muy despabilado, que, de haber vivido, podía haber hecho mucho bien, dada su diligente entrega a la virtud. Tal vez, para
librarle de los peligros que le acechaban en el camino, llevóle consigo el Señor, después de breve enfermedad, confortado con los santos
sacramentos y los auxilios de la Religión.
Juan Broggi, natural de Treviglio, " el 22 de marzo a los dieciocho años.
Era un joven que progresaba día a día en el estudio y en la piedad. Recibía con frecuencia los santos sacramentos, a los que se acercaba
cada vez con más fervor. En sus últimos meses pidió y obtuvo ser inscrito como aspirante en la Sociedad de San Francisco de Sales. Era
amable con todos, pero tenía familiaridad con pocos; y tan sufrido, que nunca se le oía la menor queja. Estaba bien y predijo su muerte tres
días antes. Murió de asma, casi repentinamente, y pudo recibir los óleos de los enfermos.
Para su suerte había comulgado el día anterior.
Sebastián Astigiani, natural de Monticelli, " el 2 de abril a los veintitrés años.
Joven dotado de firme voluntad para progresar en la virtud y en el estudio. A pesar de ser escasas sus dotes intelectuales, suplía con su
diligencia y seguía adelante al compás de los demás. Durante la breve enfermedad dio pruebas de plena resignación a la voluntad de Dios.
Después de recibir todos los auxilios de la religión, murió en la paz del Señor.
Luis Trono, natural de Mortara, " el 12 de mayo a los trece años.
Muchacho de purísimas costumbres, verdadero imitador de la inocencia de san Luis. Su amor a Jesús Sacramentado le arrastraba a
recibirlo con frecuencia; era tal su porte, antes y después de la comunión, que parecía un angelito. Obediente, afectuoso y sencillo se ganab
el corazón de cuantos le conocían. El Señor lo arrebató para agregarlo al coro de los bienaventurados que acompañan al Cordero
Inmaculado, cantando un himno que ningún otro coro se atreve a cantar.
Augusto Said, natural de Argel, " el 30 de mayo; era uno de los argelinos enviados al Oratorio por monseñor Lavigerie.
Muchacho tranquilo y sereno. Nunca molestaba a nadie. Le gustaban las prácticas de piedad y, aunque neófito, estaba penetrado de amor
a Jesús Sacramentado. Durante su larga enfermedad manifestó ardientes deseos de recibirlo varias veces y se le concedió. Obediente,
piadoso y aplicado deseaba llegar a ser buen misionero en ((217)) su nación. Llamado por Dios al cielo, no dejará de pedir por la conversió
de los pobres africanos.
José Penati, natural de Treviglio, " el 18 de junio a los diecisiete años de edad.
Joven sencillo y bueno. Sus escasas dotes intelectuales y su precaria salud no le permitieron hacer grandes progresos en los estudios. Pero
no dejó de adelantar en la virtud. En efecto, era piadoso, obediente a los superiores y servicial con los compañeros. Tenía plena confianza
con su director espiritual y vivos deseos de consagrarse
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a Dios. Su delicada salud fue el único obstáculo para su ansiada admisión en la Sociedad.
Miguel Franzero, natural de Turín, " el 18 de junio a los once años.
La Dirección del Real Hospicio de Caridad de Turín le colocó en el Oratorio. Se distinguió, entre sus compañeros llegados de dicho
hospicio, por su buena conducta, aunque no había en él nada extraordinario. Pero su muerte fue singular y preciosa; a pesar de haber
recibido ya los sacramentos, pidió confesarse la última mañana de su vida. Y lo hizo llorando a lágrima viva de dolor. Murió una hora
después, rebosando alegría, viendo, según él decía, salir a su encuentro a los ángeles y a la Virgen María.
Don Miguel Rúa escribió estos detalles sobre la santa muerte de este muchacho:
Miguel Franzero se portó siempre como un buen muchacho, aun cuando su conducta exterior no tenía nada de particular. Pero siempre
obtuvo muy buenas calificaciones.
El 7 de junio de 1871 un Superior le encontró un tanto descolorido y le preguntó si se encontraba bien. Respondió que se sentía algo
indispuesto, pero que no creía estar enfermo. Le tomó el pulso y, al comprobar que tenía algo de fiebre, le acompañó él mismo a la
enfermería y lo puso bajo los cuidados del enfermero y del médico. Siguió en la enfermería unos diez días, sin dar la más pequeña muestra
de impaciencia; más aún, a quien le preguntaba por su salud, siempre le contestaba que se encontraba mejor; y exteriorizaba su alegría
cuando se le hablaba del alma, o se le decía algo para animarle.
El 16 del mismo mes pidió y recibió los santos sacramentos con las mejores disposiciones, aun cuando no creía estar enfermo de cuidado
Pero el mal se agravó en la noche del 17 al 18; él, paciente como de costumbre, repetía las jaculatorias que se le sugerían y, de ((218)) vez
en cuando, se dirigía a la persona que le asistía y le decía:
-Hágame el favor de llamar al sacerdote.
Y nombraba al que lo había llevado hasta la enfermería.
Al advertirle que era ya muy tarde y que aquel sacerdote necesitaba descansar, se calmaba; pero, al poco rato, repetía lo mismo, hasta que
de mañana muy temprano, se le contentó y fueron a llamar a dicho sacerdote. Muy serio, le dijo al verle aparecer:
-Quiero confesarme.
-Te confesaste hace pocos días, no lo necesitas, contestóle el sacerdote.
-íSí!, replicó el enfermo. íQuiero confesarme!
Cedió el sacerdote a su deseo y le confesó. Durante la confesión rompió a llorar y exclamó en alta voz:
-Pero, "me perdonará todavía el Señor? "Me perdonará?
-Sí, tranquilo, le decía el sacerdote; confía en el Señor, que te quiere mucho.
Y, a duras penas, consiguió calmarle. El mismo sacerdote, al ver las santas disposiciones de aquel buen muchacho, estaba profundamente
conmovido. Se emocionaban también, hasta derramar lágrimas, todos los que se hallaban presentes en la sala, al contemplar su llanto y oír
sus palabras llenas de aflicción. Como había recibido
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el viático dos días antes, no se creyó necesario administrárselo de nuevo porque, además, tampoco parecía haberse agravado.
Retiróse el sacerdote para atender a algunas ocupaciones urgentes, prometiéndole que le recomendaría a las oraciones de sus compañeros
y diciéndole que él, entretanto, procurara rezar un poco al Señor, aunque sólo fuera con el corazón.
A eso de las siete y media de la mañana, mientras los compañeros reunidos en la iglesia ofrecían a la Virgen Auxiliadora sus oraciones
por él, comenzó el enfermo a dirigir la mirada hacia el techo de la enfermería; luego se echó a reír con gran alegría.
-"Qué te pasa? preguntóle uno de los que estaban junto a él.
-"No ves?, respondió; "no ves quién viene aquí junto a mí? íMira, mira cuántos ángeles! íQué hermosos son!
Y riendo, miraba a derecha y a izquierda, como para saludar a los recién llegados, a los que, sin embargo, sólo él veía. Por fin, alzó de
nuevo la mirada hacia el techo diciendo:
-íTambién la Virgen viene a verme, viene a por mí! íQué alegría!
Se calló y, con los ojos fijos en el cielo y el rostro siempre sonriente, entregó su cándida alma, entre los coros de los ángeles, en manos d
la Virgen María, como esperamos, el día 18, tercer domingo de junio, a la edad de once años.
El sacerdote, al que hace alusión don Miguel Rúa, es él mismo, que, por humildad, calló también otro detalle. El salesiano don Bartolom
Molinari, que presenció la muerte de Franzero, nos decía que también estuvo presente ((219)) don Miguel Rúa y que, apenas el piadoso
muchacho hubo exhalado su último aliento, alzó los ojos al cielo y, volviéndose a los circunstantes, exclamó conmovido:
-íMe parece haber visto su alma volando al cielo como una paloma!
José Abrami, natural de Brescia, " el 19 de noviembre a los dieciséis años.
Nació el 19 de agosto de 1855. Después de haber dado claras señales de virtud; para consagrar al Señor la flor de su edad y entregarse
enteramente al divino servicio, se inscribió en nuestra Sociedad. Pero Dios no esperó las obras y quiso satisfacer sus ardientes deseos
llamándole a gozar el premio por el sacrificio hecho de dejar su tierra, sus parientes y amigos. Confortado con los auxilios de la religión,
llorado por sus compañeros y superiores, expiraba el 19 de noviembre de 1871, a los dieciséis años y seis meses. Pidamos por el descanso
de su alma, si todavía no hubiera sido recibida en las mansiones eternas.
Eugenio Lecchi, natural de Felizzano, " el 18 de diciembre a los quince años.
Buen muchacho, respetuoso con los superiores, afable con los compañeros, aunque poco hablador. Asiduo a las prácticas de piedad,
guardaba en la iglesia un continente grave y devoto. Estudioso, diligente y muy despejado, se distinguía por su éxito en los estudios;
después del segundo curso de gimnasio, saltó el tercero y pasó al segundo de retórica, en el que ocupaba uno de los primeros puestos.
Un derrame cerebral le acarreó la muerte, al cabo de dos días de enfermedad.
"Quién no descubre y admira, en estas brevísimas notas, la vida ejemplar que vivían junto a don Bosco los muchachos del Oratorio?
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((220))
APENDICE, AL CAPITULO SEGUNDO
CARTA A LA CONDESA CALLORI
Benemérita Señora, y también Excelencia:
Siento que le hayan enviado la factura de los libros pedidos a esta librería. Es como pedir un granito de arena a quien nos da la casa. Pero
me contestaron que éste es su deseo y yo, aceptando la ganancia, me callé. Por otra parte, me alegro porque así tuvo usted ocasión de
escribirme una carta llena de deseos verdaderamente cristianos. Lo necesito en este momento lleno de cruces. Entre otras, recibí la de los d
Mirabello. Se las arreglaron para obligarnos a pagar un recargo del impuesto sobre bienes muebles y para que (el sábado pasado) se nos
embargara el mobiliario de Borgo San Martino y se subastara, si dentro de diez días no se pagan dos mil veinticinco liras. Este es el
aguinaldo del año nuevo que me ofrecen aquéllos a quienes se hizo y se quería hacer todo el bien posible. Dios pagará mejor, "no es
verdad?
Le envío los primeros trabajos hechos para el Católico Instruido. Usted hará lo que falta. Si tiene ocasión, envíe la adjunta Historia
Eclesiástica, con el librito a traducir, a la señorita Gloria. Esta historia es un éxito por ahora. Acaba de salir a la venta y está casi agotada la
edición de quince mil ejemplares. Se ha comenzado otra enseguida.
Alguna de las tardes de esta semana espero pasar a saludarla a las cinco y media.
Para felicitarle el año nuevo, tendré cada día un recuerdo especial en la santa misa por usted y su familia, para que Dios les conceda buen
salud, santo temor de Dios y la perseverancia en el bien; y que Dios, después de una terrible lucha entre Cristo y Satanás, nos conceda ver a
la Iglesia y al Padre Santo en paz.
Me recomiendo de todo corazón a sus santas oraciones y me profeso,
De V. S. (íay, no!) de V. Excelencia,
Turín, 2-1871.
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
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((221)
)
PARA LA FIESTA DE SAN JUAN DEL AÑO 1871
N.° 1
Los alumnos del Oratorio de San Francisco de Sales a DON JUAN BOSCO al celebrar su día onomástico, con ocasión de su regreso de
Roma.
ODAS
Cantad, muchachos, cánticos Este milagro espléndido
de dicha y de alborozo; la tierra aplaudirá
sus notas más frenéticas y con diadema fúlgida
expresen nuestro gozo. tu frente ceñirá".
Y por encima elévese
un "viva" al Director, Sonrióse el gran Pontífice al padre queridísimo, ante esta profecía,
al rey de nuestro amor. mas en su pecho sólida
la fe a nacer volvía.
Volvió con él el júbilo, De su doliente exilio,
la paz y la alegría; de su ímprobo dolor,
y el sol mucho más fúlgido tu augurio alegre y mágico
nos pareció ese día; dulcificó el rigor.
y el aire cual el céfiro
tan suave al respirar Roma te vio. Acordándose
cuando su rostro plácido de tu veraz locuela
pudimos contemplar. rindió gracias al Unico
que aflige y que consuela;
Te vio Roma, la ínclita que abaja al polvo al déspota
y eterna gran ciudad, y al pobre alza al altar;
y de alegría insólita que fija inmóvil término
llenó su austera faz. al borrascoso mar.
Pues de tu hablar profético
entonces se acordó, De Roma el eco haciéndonos,
y de estupor un cántico escucha nuestras voces,
festivo al cielo alzó. oh padre dilectísimo,
que en ellas reconoces
A Pío nono angélico nuestro sentir más férvido,
profetizó tu voz: nuestro sincero don,
"La vida longevísima que anida en lo más íntimo
de Pedro te da Dios. de nuestro corazón.
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((222)
)
N.° 2
A DON JUAN BOSCO, a su vuelta de Roma y para celebrar su día onomástico, como a dulcísimo Padre, ofrecían sus ternísimos hijos,
los aprendices de la imprenta del Oratorio, este modesto ensayo de juegos florales. íPara tu mérito es poco; para nuestro afecto, nada!
Que los pechos se llenen de gozo Que te adoran lo afirman sus vítores,
y los aires de cantos fervientes; te lo expresan sus tensas pupilas
y a la fiesta se lancen las mentes que al trocarse en ardientes favilas,
porque no tienen ya que temer. su elocuencia es mayor que el hablar.
Al que tierras extrañas querían, Ante Dios de rodillas postrados y al que Roma su honor tributaba imploramos te guíe el divino
y al amor de sus hijos hurtaba, resplandor que alumbraba el camino
al buen padre hoy volvemos a ver. que seguía el errante Israel.
Como el sol que entre nubes esconde Pues feliz a tus lares volviste,
el radiante esplendor de su frente, hoy nos mueve tan sólo un anhelo:
mas retorna otra vez refulgente elevar nuestras preces al cielo
su mirada más bella a mostrar, como sello de amor y de fe.
así rasgan su pena las nubes ((223))Torne alegre tu vida serena;
y del sol la alegría destella: ni una nube plomiza y oscura
es, Don Bosco, la dicha más bella ensombrezca tu dicha que, pura,
de tus hijos volverte a mirar. hasta el cielo nos ha de guiar.
Con ardientes deseos soñaban Hacia allí van tus hijos valientes
que llegara veloz este día superando trabajos y penas,
en que todos con noble porfía que la sangre de Dios va en sus venas
su entusiasmo pudieran mostrar. y El es cifra de nuestro ideal.
Turín, 1871.
III
PRIMER REGLAMENTO DEL COLEGIO DE VARAZZE
Colegio-internado municipal de Varazze
En el litoral entre Génova y Savona, en la ciudad de Varazze, con aprobación de la Autoridad Escolástica, se ha abierto un Colegio
-internado para la juventud estudiosa. El edificio está situado cerca de la estación de ferrocarril, en el lugar más saludable, más alto y
aireado de la ciudad, desde donde se contempla una amena vista del mar.
La enseñanza está aprobada, es decir, que todos los profesores serán titulados y que las materias y disciplinas escolásticas de todas las
ramas de instrucción se ajustarán a los programas y reglamentos estatales.
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Se atenderá con la más cuidadosa solicitud a los alumnos para que nada les falte de cuanto pueda contribuir a su provecho moral, sanitari
y científico.
CONDICIONES DE ACEPTACION
1.° Todo alumno deberá presentar a su ingreso los certificados de nacimiento y de bautismo, el de vacunación o de haber padecido
viruelas, el de estudios y el de buena conducta extendido por el Párroco.
2.° Deberá tener cerca de ocho años de edad y no haber sido expulsado de otros centros de educacíón.
3.° La enseñanza abarca los cuatro cursos elementales, el técnico y los cinco del bachillerato.
La enseñanza del curso técnico está organizada como sigue: aritmética, sistema métrico, geografía, lengua italiana e historia, lo mismo
que en el bachillerato, de modo que estas asignaturas se enseñarán simultáneamente para el curso técnico y para el bachillerato.
((224)) Asimismo, en el quinquenio clásico se seguirán los programas de francés y de dibujo, correspondientes al curso técnico, de modo
que los alumnos quedarán capacitados para presentarse a los exámenes de los cursos superiores.
4.° Hay dos clases de pensión. La primera es de treinta y cinco liras al mes, y se sirve por ella: pan a discreción, vino, sopa y dos platos e
la comida; pan a discreción, sopa, vino y un plato en la cena; pan, café con leche o fruta en el desayuno y pan en la merienda. La segunda
clase de pensión es de veinticuatro liras al mes. Con ella se sirve: pan al desayuno y a la merienda; pan a discreción, sopa, un plato y vino
en la comida; pan a discreción, sopa, vino o fruta en la cena. Al que desea café con leche para el desayuno, el Colegio se lo sirve por tres
liras con cincuenta céntimos al mes.
5.° La pensión se paga por trimestres anticipados. Se hace, además, un depósito en dinero para los gastos pequeños. Al que pasa
solamente unos días en el Colegio se le cobra la mitad del mes; al que pasa de la mitad, se le cobra la pensión entera. No hay reducción par
quien está fuera del colegio menos de catorce días.
6.° Se exige puntualidad en el pago para evitar inconvenientes. Los alumnos no pueden guardar dinero consigo. Los padres que quieren
dejar a sus hijos dinero, para gastarlo a discreción, pueden entregarlo al Prefecto, el cual, con el debido miramiento, lo entregará y emplear
según su deseo.
7.° Se pagan veinte liras al año por la cama, colchón, peluquería, tinta y luz. No se devuelven, aun cuando el alumno esté en el Colegio
una sola parte del año.
8.° Medicinas, lavado, planchado, remiendo de ropas y calzado, compra de prendas de vestir y de material escolar corren a cargo de los
padres. Los que desean descargarse de estos trabajos, pueden confiarlos al Colegio, que los mandará efectuar a su cuenta. Por el lavado y
planchado de la ropa blanca, se pagarán dos liras con veinticinco céntimos al mes.
9.° Con el pago regular de la pensión, los alumnos tendrán, además de la instrucción correspondiente a cada curso, clase de canto
gregoriano y de música vocal, a la que deberán asistir a las horas establecidas. También tendrán facilidad para tomar parte en los primeros
ejercicios de declamación y para asistir a las lecciones de repaso, que suelen darse a los que, a juicio del respectivo profesor, lo necesiten.
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-No tengo más que una habitación baja y estrecha, que me han dejado ((216)) por caridad. Mi ropero es una sencilla cuerda de una a otra
pared, en la que cuelgo mi ropa y todo mi ajuar.
-"Cómo queréis, pues, sin un nombre, sin ciencia, sin bienes y sin asiento, acometer una empresa tan gigantesca?
-Es verdad; precisamente la falta de medios y de méritos me preocupa. Pero Dios me da ánimos. Dios que suscita de las piedras hijos de
Abrahán, es el mismo Dios que...
Este pobre joven, señores, es Felipe Neri, que está meditando la reforma de las costumbres de Roma. Es él quien mira aquella ciudad;
pero íay! cómo la ve. La ve esclava de los extranjeros desde hace tantos años; la ve horriblemente atormentada por pestes y miseria; la ve
después de haber estado por tres meses asediada, combatida, vencida, saqueada y, puede decirse, destruida.
Esta ciudad debe ser el campo donde el joven Felipe recoja copiosos frutos. Veamos cómo se dispone a la obra. Sin más ayuda que la de
la divina Providencia, reanuda el curso de sus estudios: estudia filosofía, teología y, siguiendo el consejo de su director, se consagra a Dios
en el estado sacerdotal. Con la sagrada ordenación se redobla su celo por la gloria de Dios. Una vez ordenado sacerdote se persuade con sa
Ambrosio de que: con el celo se adquiere la fe, y con el celo es conducido el hombre a la posesión de la justicia. Zelo fides acquiritur, zelo
justitia possidetur (san Ambrosio, salmo 118).
Felipe está persuadido de que ningún sacrificio es tan grato a Dios como el celo por la salvación de las almas. Nullum Deo gratius
sacrificium offerri potest quam zelus animarum (Greg. M. in Ez.) Movido por estos pensamientos, parecíale que multitud de cristianos,
especialmente de muchachos pobres gritaban continuamente con el profeta en contra suya: Parvulí petierunt panem et non erat qui frangere
eis (Los niños pidieron pan, y no había quien se lo partiese). Mas, cuando pudo entrar en las oficinas públicas, en los hospitales y en las
cárceles, y ver gente de toda edad y condición dada a reyertas, blasfemias, robos y esclava del pecado, entonces comenzó a reflexionar
cómo muchos ultrajaban a Dios casi sin conocerlo, no observaban la ley divina porque la ignoraban; entonces vinieron a su mente los
suspiros de Oseas cuando dice: (IV-1-2) Porque el pueblo desconoce las cosas de la eterna salvación, han inundado la tierra los más
grandes, los más abominables delitos. Pero, ícómo se afligió su inocente corazón, cuando advirtió que gran parte de aquellas pobres almas
andaban perdidas miserablemente porque no estaban instruidas en las verdades de la fe! Este pueblo, exclamaba con Isaías, no ha conocido
las cosas de la salvación, por ello el infierno ha dilatado su seno, ha abierto sus descomunales abismos y allí caerán los campeones, el
pueblo, los grandes y los poderosos: Populus meus quia non habuit scientiam, propterea... infernus aperuit os suum, absque ullo termino
((217)) et descendent fortes ejus, et populis ejus, et sublimes, gloriosique ejus ad eum (Is. V, 13-14) (Por eso fue deportado mi pueblo sin
sentirlo..., por eso el infierno dilató su boca sin medida, y a él baja su nobleza y su plebe).
A la vista de aquellos males, siempre crecientes, Felipe, a ejemplo del Divino Redentor que, cuando comenzó su predicación, no poseía
en el mundo más que el gran fuego de la divina caridad que le impulsó a bajar del cielo a la tierra; a ejemplo de los apóstoles, que estaban
faltos de todo medio humano cuando fueron invitados a predicar el evangelio a las naciones de la tierra, engolfadas todas en la idolatría, en
todos los vicios o, según la frase de la Biblia, sepultadas en tinieblas de muerte, Felipe se hace todo para todos por calles, plazas y oficinas
públicas; se insinúa en los
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establecimientos públicos y privados y, con los modales agradables, dulces, amenos, que sugiere la verdadera caridad hacia el prójimo,
empieza a hablar de virtud y religión a quien nada quiere saber de lo uno ni de lo otro. íFácil es imaginar las habladurías que correrían a su
cuenta! Unos dicen que es un tonto, otros que es un ignorante, hay algunos que le llaman borracho y no faltan quienes le tildan de loco.
El animoso Felipe deja que cada cual opine a su gusto; más aún, por las críticas del mundo él se convence de que sus obras dan gloria a
Dios, porque lo que llama el mundo sabiduría, es necedad ante Dios; por eso caminaba intrépido en la santa empresa. Pero, "quién puede
jamás resistir la terrible espada de dos filos de la Palabra de Dios, a un sacerdote que corresponde a la santidad de su ministerio?
En breve tiempo las personas de toda edad y condición, ricos y pobres, doctos e ignorantes, eclesiásticos y seglares, de la más alta clase
social hasta los aprendices, los barrenderos, los criados, el peón y el maestro de obras comienzan a admirar el celo del Siervo de Dios; van
oírle; la ciencia de la fe se abre camino en sus corazones: convierten el desprecio en admiración, la admiración en respeto; y después ya no
se ve en Felipe más que al amigo verdadero del pueblo, al ministro celoso de Jesucristo, que todo lo logra, todo lo vence como señal de que
todos son víctimas afortunadas de la caridad del novel apóstol. Roma cambia de aspecto, todos se profesan amigos de Felipe, alaban a
Felipe, hablan de Felipe, quieren ver a Felipe. Así empiezan las conversaciones maravillosas, las conquistas clamorosas de tantos pecadore
obstinados, según cuenta el biógrafo del Santo (V. Bacci).
Pero Dios había enviado a Felipe especialmente para la juventud, y por eso hacia ella dirigió sus esfuerzos.
El género humano era para él como un gran campo de cultivo. Si en su día se echa buena simiente, se alcanza abundante cosecha; mas si
se hace la siembra fuera de la estación, no se recogerá más que paja y cascabillo. Sabía también que en este campo místico hay un gran
tesoro escondido, o lo que es lo mismo, las almas de muchos jovencitos generalmente inocentes y a menudo malos sin saberlo. Este tesoro,
decía Felipe ((218)) en su corazón, está totalmente confiado a los sacerdotes y, de ordinario, de ellos depende su salvación o su perdición.
No ignoraba Felipe que corresponde a los padres el cuidado de sus hijos y toca a los amos atender a sus criados; pero cuando éstos no
pueden, o no son capaces de ello, o bien no quieren, "habrá que dejar que estas almas se pierdan? Sobre todo teniendo en cuenta que los
labios del sacerdote deben ser guardianes de la ciencia y los pueblos tienen derecho a buscarla en su boca y no en la de otros.
Hubo algo al principio que pareció desalentar a Felipe en el cuidado de los muchachos pobres y era su inconstancia, sus recaídas en el
mismo mal o en otro todavía peor. Pero se rehízo de este temor excesivo, al considerar que muchos preservaban en el bien, que no era
extraordinario el número de los reincidentes y que éstos mismos terminaban generalmente por ponerse en el buen camino, con paciencia,
caridad y gracia del Señor, y que por esto la palabra de Dios era como una simiente que, más pronto o más tarde, producía el fruto
suspirado. Así, pues, él, siguiendo el ejemplo del Salvador, que continuamente enseñaba al pueblo: erat quotidie docens in templo llamaba
con premura a los muchachos más díscolos, exclamando por doquiera: Hijitos, venid a mí, yo os indicaré el medio para haceros ricos, pero
con riquezas verdaderas, que jamás se malograrán; yo os enseñaré el santo temor de Dios: Venite, filii, audite me, timorem Domini docebo
vos.
Estas palabras, acompañadas de su gran caridad y de una vida que era el complejo de todas las virtudes, lograban que grupos de
muchachos de todas partes
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corriesen hacia nuestro Santo. El dirigía la palabra ora a uno, ora a otro; era estudiante con el letrado, herrero con el herrero, maestro
carpintero con el carpintero, barbero con el barbero, maestro de obras con el albañil, maestro zapatero con el remendón. Así, haciéndose
todo para todos, ganaba a todos para Jesucristo. Porque aquellos jovencitos, seducidos por sus caritativas maneras, sus edificantes palabras
sentíanse arrastrados a donde Felipe quería. De modo que se daba el inaudito espectáculo de que por las calles, por las plazas, en las
iglesias, las sacristías, en su misma habitación, durante la misa y hasta en el tiempo de oración, iba precedido, seguido, rodeado de niños
pendientes de sus labios, escuchando los ejemplos que contaba, los principios del catecismo que les iba explicando. "Y después? Escuchad
Aquella turba de muchachos indisciplinados e ignorantes, a medida que se instruían en el catecismo, pedían acercarse al sacramento de la
confesión y de la comunión, querían asistir a la santa misa, oír sermones, y poco a poco dejaban la blasfemia, la insubordinación y
finalmente abandonaban los vicios, mejoraban las costumbres de tal manera que millares de muchachos desventurados que, caminando por
la vía del deshonor, habrían tal vez acabado su vida en las cárceles o en el cadalso, con su eterna perdición, gracias al celo de Felipe
volvieron a sus padres ((219)) dóciles, obedientes, buenos cristianos, encaminados por la senda del cielo. íQué maravillas obra siempre la
Santa Religión Católica! íQué portentos obtiene la Palabra de Dios por medio del ministro que conoce y cumple los deberes de su vocación
Alguno dirá: Felipe obtuvo estas maravillas porque era un santo, y yo digo: Felipe obró estas maravillas porque era un sacerdote que
correspondía al espíritu de su vocación. Estoy persuadido de que, si animados por un espíritu de celo, de confianza en Dios nos
entregásemos también nosotros de veras a imitar a este Santo, obtendríamos ciertamente un gran resultado en la conquista de las almas.
"Quién de nosotros no puede reunir unos muchachos, darles un poco de catecismo en una casa o en una iglesia y, si fuera menester, hasta e
la esquina de una plaza o de una calle e instruirlos en la fe, animarlos a confesarse y, cuando es necesario, oírlos en confesión? "No
podemos nosotros repetir con san Felipe: -Muchachos, venid a confesaros cada ocho días y comulgad según el consejo del confesor?
Que "cómo poder someter a las cosas de la Iglesia y de la piedad a muchachos disipados, amigos de comer, beber y divertirse? Felipe
encontró este secreto.
Vedlo: imitando la dulzura y la mansedumbre del Salvador.
Felipe los recibía amablemente, los acariciaba, a unos les regalaba un caramelo, a otros una medalla, una estampa, un libro y cosas
parecidas. A los más díscolos y a los más ignorantes, que no estaban en disposición de apreciar aquellos sublimes tratos de paternal
benevolencia, les preparaba algo más adaptado a ellos. Apenas lograba tenerlos a su alrededor, se disponía enseguida a contarles amenas
historietas, les invitaba a cantar, a tocar, a representar obras teatrales, a saltar, a pasatiempos de todo género. Finalmente los más reacios, lo
más presumidos eran, por decirlo así, arrastrados a parques de recreo con los instrumentos musicales, las bochas, los zancos, los tejos, el
regalo de frutas y pequeñas comidas, desayunos, meriendas. Todo gasto, decía Felipe, toda fatiga, toda molestia, todo sacrificio es poco,
cuando contribuye a ganar almas para Dios.
Así la habitación de Felipe parecía el almacén de un comerciante, un lugar de espectáculo público, pero al mismo tiempo se convertía en
casa de oración y de lugar de santificación. Así Roma vio a un hombre solo, sin títulos, sin medios y sin autoridad, sin más armas que la
coraza de la caridad, combatir el fraude, el engaño,
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la desvergüenza y toda clase de vicios y superarlo todo hasta lograr que muchos, a quienes la voz pública apodaba lobos rapaces, se
convirtieron en mansos corderillos. Esas pesadas fatigas, ese griterío y alboroto, que a nosotros nos parecen casi insoportables un momento
fueron la delicia y el trabajo de san Felipe por espacio de más de sesenta años, es decir, durante toda su vida sacerdotal, hasta la más
avanzada vejez, hasta tanto que Dios le llamó a gozar el fruto de tantas y tan prolongadas fatigas.
Respetables señores: "hay algo en este siervo fiel ((220)) que no pueda ser imitado por nosotros? Claro que no. Cada uno de nosotros,
dentro de su condición, está lo bastante instruido, es lo bastante rico para imitarlo, si no en todo, al menos en parte. No nos dejemos
engañar por el vano pretexto, que a veces nos toca escuchar: Yo no estoy obligado; piense en ello quien tiene ese deber. Cuando decían a
Felipe que, dado que no tenía cura de almas, no estaba obligado a trabajar tanto, respondía:
-"Y tenía Jesús, tal vez, obligación de derramar toda su sangre por mí? El muere en la cruz para salvar almas y yo, su ministro, "me
negaré a sufrir alguna molestia, alguna fatiga para corresponderle?
Sacerdotes, manos a la obra. Hay almas en peligro y nosotros debemos
salvarlas. Estamos obligados a ello como simples cristianos a quienes Dios mandó cuidar del prójimo. Et mandavit illis unicuique de
proximo suo. Estamos obligados porque se trata de las almas de nuestros hermanos, puesto que todos nosotros somos hijos del mismo Padr
Celeste. Debemos también sentirnos estimulados a trabajar por la salvación de las almas de modo excepcional, porque ésta es la obra más
santa de las santas. Divinorum divinissimum est cooperari Deo in salutem animarum (Areopagita) (Lo más divino de lo divino es cooperar
con Dios a la salvación de las almas).
Pero lo que nos debe absolutamente empujar a cumplir con celo este oficio, es la cuenta estrechísima que nosotros, como ministros de
Jesucristo, debemos rendir en su tribunal divino de las almas confiadas a nosotros.
íOh, qué gran cuenta, qué cuenta más terrible deberán rendir los padres, los patronos, los directores y en general todos los sacerdotes ante
el tribunal de Cristo, de las almas que les fueron confiadas! Ese momento supremo llegará para todos los cristianos, mas no nos hagamos
ilusiones, llegará también para nosotros sacerdotes. Apenas seamos liberados de los lazos del cuerpo y comparezcamos ante el Juez Divino
veremos claramente cuáles eran las obligaciones de nuestro estado y cuál ha sido nuestra negligencia. Ante nuestros ojos aparecerá la
inmensa gloria de Dios, preparada para sus fieles y veremos las almas... sí, muchas almas que debían ir a gozarla y que, por nuestro
descuido en instruírlas en la fe, se han perdido.
íQué terrible situación para un sacerdote cuando comparezca ante el Juez Divino, que le dirá: -Mira abajo al mundo; cuántas almas van
por el camino de la iniquidad y surcan la vía de la perdición! Se hallan en ese mal camino por tu culpa; tú no te dedicaste a hacer oír la voz
del deber, no las has buscado, no las has salvado. Otros por ignorancia, caminando de pecado en pecado, son ahora precipitados al infierno
íOh, mira cuán grande es su número! Esas almas claman venganza contra ti. Ahora, siervo infiel, serve nequam, dame cuenta. Dame cuenta
del tesoro precioso que te confié, tesoro que costó mi pasión, mi sangre, mi muerte. Sea tu alma a cambio de la de aquél que, por tu culpa,
se ha perdido: Erit anima tua pro anima illius.
Pero no, mi buen Jesús, nosotros confiamos que por vuestra gracia y ((221)) vuestra infinita misericordia, este reproche no será para
nosotros. Nosotros estamos íntimamente persuadidos del gran deber que nos apremia de instruir a las almas
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Es sólo un pensamiento mío del que V. E. puede hacer o no caso alguno.
Pido su santa bendición y créame, con profunda gratitud,
De V. S. Rvma.
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
P. D.-Por amor de Dios, cuide su salud; messis multa (la mies es mucha), pero tendrá operarios.
De todos modos, monseñor Gastaldi determinó tomar posesión solemnemente el domingo 26 de noviembre. Fue desde la estación de
Puerta Nueva hasta la iglesia de San Felipe, en forma privada. Allí se habían reunido, junto al Clero, las Cofradías y Asociaciones
religiosas, todos los que le acompañarían procesionalmente hasta la iglesia catedral.
De pronto se esparció la voz de que iba a estallar un tumulto popular. Don Bosco estaba en aquel instante al lado del Arzobispo:
-"Qué hacemos?, le preguntó.
-Hay alguna dificultad, contestó el Arzobispo.
En efecto, el apóstata don José Ambrogio 1 estaba armando bulla con tal fin entre la gente. Se le acercó el caballero Bignami, Comisario
de Policía y, agarrándolo por los hombros, le dijo:
-O se calla o lo enchirono.
((230)) Viendo el mal cariz que tomaba la situación, volvió Monseñor al coche y se dirigió directamente a la catedral.
-"Dónde está el Arzobispo? "Dónde está?, empezaron a preguntar los acompañantes.
La muchedumbre se desparramó poco a poco y el Clero y las Cofradías se dirigieron procesionalmente a la catedral, en donde ya había
entrado Monseñor privadamente...
Don Bosco siguió a duras penas la procesión: sentía fuerte dolor en las espaldas y unas violentas y afanosas palpitaciones del corazón qu
no le dejaban caminar; eran los amagos de la enfermedad que le iba a acometer.
Una vez que la procesión entró en la catedral, subió el Arzobispo al púlpito y predicó una homilía. Repitió, casi al pie de la letra, lo
1 Ya se habló de don José Ambrogio en el volumen VII, pag. 451 de estas Memorias Biograficas. Para aminorar el mal que este apóstata
iba haciendo, don Bosco publico en 1866, en la tipografía del Oratorio, un opusculito que se difundió ampliamente, titulado: ""Quién es
don José Ambrogio?, diálogo entre un teólogo y un barbero".
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mismo que había publicado la Unidad Católica el 4 de octubre; calificó su elección de rasgo inesperado de la Divina Providencia, al que no
había contribuido ningún favor humano, y que era el Espíritu Santo quien le había colocado al frente de la diócesis de Turín. Lo repitió con
tal insistencia, que todos los que sabían cómo habían ido las cosas, no pudieron menos de decirse unos a otros, tal y como lo aseguraba ant
nosotros el canónigo Sorasio:
-íEsto va mal para don Bosco...! íMalo...!
Pocos días después, el 2 de diciembre, salió don Bosco hacia Génova. Pasó el día 3, primer domingo de Adviento, en Marassi, donde
habló con algunos miembros de la Conferencia de San Vicente de Paúl y con el director, don Pablo Albera, sobre las necesidades de la
incipiente casa.
El día 4 fue a Varazze. Había escrito a la señora Susana Prato viuda de Saettone, natural de Celle Lígure, y domiciliada en Albisola
Marina, anunciándole que iría a verla, pero rogándole que no comunicara a nadie la noticia de su visita. Esta señora era suscriptora de las
Lecturas Católicas desde el año 1853, y recibía más de cuarenta ejemplares, que repartía entre la gente del pueblo. Fue tan grande la alegría
que experimentó al recibir la carta de don Bosco, a quien no conocía personalmente, que no veía la hora de poder besar su mano.
La piadosa Susana merecía una visita del Santo; su vida era una continua serie de obras buenas; no había ningún desdichado que hubiera
encontrado en otra parte mejor ayuda que en su corazón y en su generosidad.
((231)) Se casó en segundas nupcias con el señor Saettone, acomodado comerciante de Albisola Marina; mientras vivió, le consideraba,
más que compañero, como un verdadero bienhechor. Y, una vez muerto, le recordaba siempre con veneración y gratitud. Cuando rezaba el
Angelus, ante cualquiera con quien se encontrase, no dejaba nunca de añadir:
-Y ahora un De profundis por el amo de casa.
En efecto, gracias a su segundo esposo, pudo multiplicar los generosos impulsos de su corazón. Tenía la casa abierta a todos los
pobrecitos, que encontraban en ella lo que necesitaban. Muchas chicas huérfanas fueron puestas por ella a buen seguro, colocándolas con
alguna buena familia, o en algún centro religioso. Mucho le ayudaba para ello la beata María Josefa Rossello, Fundadora de las Hijas de
Nuestra Señora de la Misericordia 1. Algunos muchachos
1 La beata María Josefa Rossello, en el siglo doña Jerónima Benedicta Rossello, fundó el
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Trinidad -Fuente inagotable de fe, de esperanza y de caridad -Abogada de los abandonados -Sostén y defensa de los débiles -Ancora de
confianza -Madre de misericordia -Refugio de los pecadores -Consuelo de los afligidos -Salud de los enfermos -Fortaleza de los
moribundos -Esperanza en ((223)) los males que oprimen al mundo -Excelsa bienhechora del género humano -A Vos, que en este día -L
Iglesia Católica proclama -Auxilio de los Cristianos -Un indigno siervo vuestro, no pudiendo hacer otra cosa -Dedica humildemente este
libro -24 de mayo de 1868.
El Prólogo decía:
Al Lector
En este libro, católico lector, encontrarás una abundante colección de prácticas de piedad, sacadas de los más acreditados autores. Dos
cosas se tuvieron muy en cuenta: guiar al cristiano a las fuentes del origen de tales prácticas, observando cómo éstas se apoyan en la Biblia
y en instituciones eclesiásticas, totalmente conformes con cuanto está revelado en los libros santos.
En segundo lugar se prefieren las oraciones y ejercicios devotos que llevan anejas santas indulgencias, porque, a la par que ellas llevan la
aprobación eclesiástica, sirven, además, para dar a conocer los tesoros inagotables que la divina misericordia ha confiado al magisterio
infalible de la Iglesia para bien de los fieles.
Además, se eligieron preferentemente las oraciones compuestas, empleadas o aprobadas por los santos, o bien usadas en la liturgia de la
Iglesia.
Espero que tú, lector, si no quedas totalmente satisfecho, te dignes, al menos, compadecer benignamente la buena voluntad del pobre
recopilador que te desea todas las bendiciones del cielo y se encomienda a la caridad de tus valiosas oraciones.
JUAN BOSCO, Pbro.
La Unidad Católica del 30 de diciembre de 1868 presentaba así este libro:
Entre las muchas obritas que el sacerdote Juan Bosco va publicando para provecho de la piedad y de la religión, anunciamos con mucho
gusto El Católico instruido en las prácticas de piedad con instrucciones apropiadas.
Lo hemos leído atentamente del principio al fin y, sin hablar del mérito literario, de la claridad de los pensamientos y de la unción moral,
méritos del autor ya muy conocido por muchas otras publicaciones, nos limitamos hoy a asegurar al lector, que encontrará en él, no una
simple colección de oraciones, sino el relato bíblico y eclesiástico en que está basada cada práctica. Así que, mientras el corazón encuentra
alimento para la piedad, se ilumina y consolida la inteligencia en los cimientos de la religión.
Es un volumen en dieciseisavo, con setecientas sesenta y seis páginas. Se vende a dos liras y media, encuadernado en rústica en la
tipografía del establecimiento de San Francisco de Sales.
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don Juan Bautista Francesia 1, de que se trataba de un caso bastante grave; "pero supo disimularlo. Se daba cuenta de que un derrame de
sangre amenazaba el corazón y que había que detenerlo a toda costa. Mientras los presentes queríamos adivinar en sus ojos la gravedad de
la enfermedad, él le tomaba el pulso, le auscultaba, se sentaba, llamaba... Parecía no atreverse a hablar. Hasta que, con aire desenvuelto, dij
a don Bosco:
"-Mi buen señor, "no le gustaría una sangría? Apenas si ya se practica, y estoy de acuerdo: en su caso...
"-Estoy en sus manos, dijo sonriendo don Bosco; haga conmigo lo que crea oportuno.
"Sin embargo, no se atrevía a decidirse... íTan grave le parecía aquel recurso...!
"A eso de la media noche se decidió a hacerle la sangría. El buen paciente experimentó enseguida algún alivio; parecía que disminuía la
opresión del corazón. A pesar de ello, el doctor, que veía ((233)) la gravedad del mal, no se movía de allí y seguía al minuto el proceso de l
enfermedad. Dos horas más tarde creyó conveniente hacerle otra sangría, y don Bosco le dijo:
"-Gracias doctor, ya está bien.
"Hacia las cuatro se fue el doctor a descansar y volvió muy pronto, al rayar el alba".
Aquel mismo día esperaban a don Bosco en Turín. En su lugar llegó al Oratorio un telegrama que anunciaba la enfermedad: "7-12-1871
-Rúa, Oratorio Francisco Sales, Turín.-Papá suspende regreso; reúma agravado; hecha sangría; nada alarmante-Bosso" 2.
En seguida corrió la noticia por la ciudad, con dolor para cuantos le conocían. El Ayuntamiento, en la sesión del 27 de noviembre, había
determinado celebrar públicamente la inauguración del colegio con un banquete que, al parecer, debería haberse dado durante la visita de
don Bosco, pero que naturalmente no se dio, ante el doloroso contratiempo.
Al día siguiente se agravó el mal. Fueron a visitarle el Alcalde y el Párroco de San Ambrosio; y él les pidió que rezasen por él, para que
pudiera salvar su alma.
Sufría mucho y todos se daban cuenta de ello al verle, pero él no se quejaba con nadie. A quienes le decían:
-íCuánto debe sufrir usted!
1 Véase el Boletín Salesiano italiano, de septiembre de 1899, pág. 244.
2 No nos consta quién fue el firmante; pero en el original del telegrama, que se conserva, se lee precisamente Bosso.
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El contestaba:
-íYo soy un perezoso, y me doy la gran vida en la cama! íQuienes sufren son los que tienen que asistirme!
-El Señor sufrió mucho por nosotros; ísi nosotros sufrimos algo por El, recibiremos después la recompensa en el paraíso!
-Si Jesús sufrió hasta morir en una cruz, "no tendré que padecer algo yo, que soy un miserable pecador?
En aquellos días aparecieron claramente juntas su santidad y el amor de sus hijos.
El clérigo Pedro Guidazio estuvo siempre a su lado desde la primera noche. Daba durante el día más de siete horas de clase y una más, de
las ocho a las nueve de la noche, a ((234)) un centenar de hombres, de los veinticinco a los treinta y cinco años, y, a pesar de todo, era feliz
asistiendo a don Bosco. Escribía más tarde desde Randazzo:
"Sólo Dios sabe lo dolorosa que fue para mí aquella noche. Don Bosco sufría muchísimo y no podía moverse. Me pedía auxilio para
cambiar de posición, para recostarse y para otras necesidades. Allí estaba yo solo, tímido, sin saber qué hacer y aterido de frío.
"Pasó por fin la primera noche, y siempre recuerdo que don Bosco me mandó imperiosamente que fuera a acostarme y que no diera clase
aquel día.
"Pero yo, sabiendo que aquello ocasionaría un trastorno en casa, después de oír misa, empecé mi trabajo ordinario y lo continué hasta
acabar la clase nocturna. A las nueve volví al lado de don Bosco, y seguí velándole durante ocho noches, sin dejar de trabajar
incansablemente todo el día. Por la mañana me mandaba don Bosco a acostarme, y por la noche, cuando entraba en su habitación para
asistirle, me preguntaba si había dormido de día y yo respondía que sí para no disgustarle; pero seguramente dormitaba entre clase y clase.
Me sentía desfallecer de cansancio por el trabajo y la falta de sueño, sobre todo la tercera o cuarta noche. Llegué a temer una muerte
repentina, pero estaba dispuesto a ello, si así podía aliviar a don Bosco".
Durante el día turnábanse otros para asistir al querido enfermo. Uno de ellos, el clérigo Juan Turco, natural de Montafía de Asti, que
debió ingresar en el Oratorio el 1852, con deseos de abrazar el estado eclesiástico, mas por dificultades de familia tuvo que abandonarlo. S
mantuvo firme en su vocación y, en 1871, volvió a ingresar en él; vistió el hábito eclesiástico y fue enviado a Varazze como profesor de
matemáticas y ciencias naturales. Fue Turco tan bueno y
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atento con don Bosco, que éste solía llamarlo su valiente ortopédico.
La enfermedad era grave, y durante los primeros días se temía seriamente por su vida. Por eso, primero en Varazze y después también en
Turín, los que le querían comenzaron a temer que no se hallara en buenas manos, ya que el bueno del doctor Carattini sólo llevaba en
Varazze unas semanas. ((235)) Con tal motivo don Juan Bautista Francesia llamó a consulta al doctor José Fissore, de la Real Universidad
de Turín. Don Miguel Rúa obtuvo enseguida que éste, que conocía y admiraba grandemente a don Bosco, fuera a visitarlo.
Y fue, le visitó, habló extensamente con el médico de cabecera. Y los nuestros, que tanto miedo tenían, respiraron cuando el doctor
afirmó claramente:
-íQue siga don Bosco tranquilo en manos del doctor Carattini! íMerece toda confianza!
El doctor Carattini cobró grandísimo afecto a don Bosco y continuó manifestándolo durante un cuarto de siglo, cuidando con solicitud
conmovedora y caridad paternal a cuantos necesitaron su asistencia en aquel colegio.
Tan pronto como supo la señora Susana Saettone, que don Bosco había caído enfermo, fue a visitarlo, pese al frío del crudo invierno,
volvió varias veces más para decirle siempre que rezaba y hacía rezar por su preciosa salud.
Las visitas de la buena señora en aquellos días angustiosos fueron muy consoladoras para los Salesianos, que empezaron a considerarla
como a una madre, y ella, a su vez, tuvo la bondad de llamarlos sus hijos. Fue realmente una fortuna ser tan apreciados y honrados por ella
porque los vecinos de Varazze, cuando la veían subir una y otra vez al Colegio para visitar a don Bosco, comprendían que se trataba de un
hombre poco común y singular, más aún, de un santo; desapareció al punto la frialdad y desconfianza que tenían desde el principio por los
nuestros, amistaron con nosotros y no desmintieron nunca su cordial adhesión.
Tampoco olvidaba don Bosco en aquellos días a las almas generosas, que le daban continuas limosnas para el bien de sus pilluelos y que
sabía se interesaban mucho por tener directamente noticias de él.
El cuarto día de la enfermedad se las daba a su "buena mamá", la condesa Callori por medio de don Juan Bautista Francesia, el cual
firmaba: "como digno del gran parentesco, con el mayor respeto y gratitud, de su señoría ilustrísima, seguro servidor y nieto... ".
Entre los que más insitieron por tener noticias a diario se distinguió
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la condesa Gabriela Corsi, la cual se ofreció a pagar ((236)) todos los gastos que hubiere. En consecuencia se le enviaban directamente
muchos telegramas, que ella se apresuraba a llevar al Oratorio. El primero, decía así:
"11-12-1871. Varazze-Condesa Corsi-Turín.
"Fissore consuela mucho, noche tranquila. Reuma decrece. Enfermedad sigue curso. Comunique. FRANCESIA".
Aquella misma mañana, el Prefecto del Colegio, Padre Cuffía, enviaba a los directores de todas las casas esta primera relación:
"Nuestro veneradísimo don Bosco desea que se comunique exactamente el curso de su enfermedad a todos los Directores de las casas
para implorar a Dios, por intercesión de María Auxiliadora, la salud que le es necesaria para poder continuar sus trabajos en favor de la
Congregación y de la juventud, que le ha confiado la Providencia.
"Como ya se comunicó, le sorprendió aquí en Varazze (el día. 6-12) un fuerte ataque reumático, cuyo curso cambió felizmente, y al que
siguió una erupción cutánea. El profesor Fissore, que vino expresamente de Turín, le encontró en estado de mejoría; dijo que estaba fuera
de peligro, aunque no nos ocultó que la cosa sería algo larga.
"Nuestro querido don Bosco, a la par que desea se comuniquen estas noticias a los Directores, se recomienda a la prudencia de los
mismos para que no se difunda el susto entre los queridos Hermanos de la Congregación y entre los alumnos; y se limiten a comunicar sólo
lo necesario para moverlos a prácticas particulares de devoción, a fin de obtener de Dios una pronta recuperación de su preciosa salud.
"Con esta esperanza, y para quitar toda justa inquietud, desea que se envíe, a los Directores, varias veces a la semana y aún todos los días
sí se juzga oportuno, una relación exacta de la marcha de la enfermedad".
Y a don Miguel Rúa le envió además estos detalles: "Don Bosco no pasó la noche muy bien. No hay nada de particular... La enfermedad
se ha resuelto en una erupción cutánea, que, al parecer, está bien cuidada. Algún acceso de fiebre cada cinco horas aproximadamente".
En otra carta del mismo día le decía:
((237)) "Son las cuatro de la tarde y don Bosco se encuentra algo más aliviado de la postración de fuerzas en que estaba sumido desde la
una de la mañana. No hay nada que temer; pero, si he de decirle lo que siento, me angustia verle tan abatido. Esto guárdelo para usted,
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pues don Bosco no quiere que se hable de ello. Le escribiré a usted siempre lo que siento, veo y pienso. Mande rezar por el que, más que
padre, es ángel de la Congregación y de tantos jóvenes".
Al día siguiente se confirmaba a los Directores que el estado del enfermo no era alarmante.
"Nuestro querido padre don Bosco sigue mejor. El reuma está casi vencido, y la fiebre ha bajado sensiblemente. La erupción cutánea
continúa su curso regular. Nos convencemos cada vez más de que no es enfermedad peligrosa, pero sí un poco larga. Me encarga le salude,
juntamente con todos sus alumnos, y se encomienda encarecidamente a las oraciones de todos. Si hay alguna novedad, se le comunicara".
2. Serias preocupaciones
El coadjutor Pedro Enría, llamado por don Bosco, llegaba a Varazze el día 12. Con él llegaron el ecónomo, don Angel Savio, y don Pablo
Albera, director de Marassi.
Este buen hermano no olvidó nunca la suerte de haber asistido a don Bosco durante su larga y grave enfermedad. En la deposición que
hizo en el Proceso Informativo para la Causa de Beatificación y Canonización del dulcísimo Padre, la recordaba, arrebatado de afecto y de
ternura:
"Viendo que el mal se alargaba y que don Juan Bautista Francesia y don Pedro Guidazio no podían atender a sus deberes en el colegio,
por tener que asistirlo, don Bosco mandó telegrafiar a don Miguel Rúa para que me enviase a asistirlo. Fui enseguida, dando gracias a Dios
por haber escuchado mi deseo manifestado muchos años antes, de poder asistir a don Bosco en sus enfermedades, dispuesto a dar mi vida
para que él recobrara la salud".
Nada más llegar, voló al lecho del enfermo, que le recibió ((238)) transportado de alegría. Pero íqué pena experimentó el buen hermano a
verle tendido en el lecho, víctima del reumatismo que no le dejaba mover un brazo! Creía él que se trataba de una enfermedad ligera y le
encontraba agravado por tercera vez de una erupción miliar, es decir, de vejiguitas rojas y perlinas del tamaño de granos de mijo.
Y enseguida, al día siguiente, el clérigo Guidazio y Enría se repartieron la asistencia: éste tomó para sí todo el día hasta las dos de la
noche y el clérigo continuó el servicio de las dos a las seis de la madrugada. Así pasaron casi un mes. Algún otro sustituía a Enría durante
unas horas al día.
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El cariz de la enfermedad no parecía alarmante.
El día 13, muy de mañana, telegrafiaba Cuffía a la condesa Corsi. "Sigue mejorando en todo. De seguir así, suspendemos telegramas".
La noticia, comunicada al Oratorio, despertó en todos un gran alivio; pero aquel mismo día escribía Enría a José Buzzetti: "El miércoles,
día siguiente de mi llegada, don Bosco pasó un día muy triste; tuvo fiebre durante más de veinte horas".
Y don Juan Bautista Francesia, por vía confidencial, comunicaba estos detalles a don Miguel Rúa.
"Envié esta mañana un telegrama color de rosa, pero me duele no poderlo continuar. Poco después sorprendióle al querido enfermo de
nuevo la fiebre, que lo mantuvo en mal estado todo el día y aún no ha salido de él. A la fiebre se sumaron los vómitos, que lo dejaron muy
postrado. Hemos pasado un día de pena, cuando parecía que iba a ser todo lo contrario. Espero que esta noche pueda descansar. Se
encomienda a vuestras oraciones. Ya le hemos obtenido alguna mejoría, pues el dolor del brazo ha disminuido mucho y hoy mismo quiso
usarlo y sacarlo del ocio, como él decía bromeando.
"Esta noche hemos permanecido en silencio largo rato en la habitación, junto a su lecho, mientras él sufría, sin atrevernos a abrir los
labios.
"Esperamos que nuestro dolor, ofrecido a Dios por la pronta curación de nuestro pobre Padre, tendrá ((239)) también su efecto. Aquí
rezan mucho nuestros muchachos, que ya le querían, aun sin conocerlo. Celebraron con gran alegría que viniera a visitarnos y ahora están
muy tristes por haber caído enfermo en Varazze. Todos quisieron pasar a verle, pero es prudente frenar su deseo. Todavía no nos hemos
atrevido a quitar de las paredes los bonitos letreros de: íViva don Bosco!, que se pusieron por una y otra parte para su llegada. Y ahora está
él sufriendo tanto. También hay un: íViva don Bosco! escrito sobre la puerta de su habitación. "Era presagio o temor de lo que nos iba a
suceder?...
"Fue conmovedora ayer la llegada de don Angel Savio, don Pablo Albera, Ricchini y Enría. Nos miramos conmovidos sin decir palabra,
también don Bosco quedó conturbado. Nos dijo don Angel que ahí se duda sobre la enfermedad de don Bosco: íojalá no fuera más que una
duda!
"Yo esperaba poder ir esta mañana a Nizza para ayudar a don Juan Cagliero, ya que don Bosco parecía estar en muy buenas condiciones,
pero esta tarde me dijo que no pensara en ello. íPobre Cagliero!
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"Escribo mis impresiones, escribo lo que yo temo vaya a suceder y lo que veo, pero sin querer despertar temores acerca del porvenir. De
que la enfermedad va para largo no hay duda, pero dijo el doctor Fissore que no es peligrosa, y lo mismo debemos decir también nosotros.
Pero,entretanto, hemos de buscar cómo apresurar el día en que pueda volver a su tierra y consolar a todos sus hijos.
"Pide encarecidamente que se le envíe, por el primero que venga, o con la primera expedición de objetos, la cajita de mirra, que tú mismo
has comprado.
"Las noticias que te doy son sólo para ti. Me lo ha encarecido don Bosco".
El día 14 escribía Enría a Buzzetti 1: "Hoy, jueves, estuvo más tranquilo, y la fiebre le concedió algo de tregua. Esta noche, mientras
escribo, a las once y media, está más fatigado y no puede conciliar el sueño. Le prueban bien las bebidas y las sopitas de caldo, y no ha
delirado en los accesos de fiebre.
((240)) "Está tan resignado que sufre el mal con una calma envidiable. Ni una queja, ni un gemido. Nosotros estamos tristes y él está
siempre de buen humor y nos hace reír. No piensa más que en sus hijos queridos, y a menudo nombra a don Miguel Rúa y a todos
indistintamente. Desea que se hagan oraciones. Quiere noticias de la señora Rúa; por lo que te ruego me des noticias de ella...".
La madre de don Miguel Rúa que, desde 1856, ocupaba el puesto de Mamá Margarita en el Oratorio, estaba enferma de alguna gravedad.
Seguían llegando desde Varazze telegramas bastante alentadores. Decía, el día 14, el de la condesa Corsi: "Ayer un poco agitado. Noche
bastante tranquila. Todo marcha normalmente.-FRANCESIA". Y el de Cuffía a don Miguel Rúa: "Enfermo mejor; Cagliero llama
Francesia Nizza; imposible; "enviar Lazzero?". Don Juan Bautista Francesia se había comprometido para predicar con don Juan Cagliero
una Santa Misión en Nizza Monferrato, en la parroquia de San Juan Evangelista, como preparación para Navidad. Ya había comenzado la
misión y acudía a ella una muchedumbre enorme; era, pues, necesario enviar a alguien que supliera a don Juan Bautista Francesia, y don
Miguel Rúa envió a don José Lazzero.
Entretanto, las noticias que seguían llegando eran bastante buenas, pues así lo quería don Bosco. Además, el buen Padre, como
1 Nos parece bien declarar que en varios escritos, particularmente en los del querido Enría, se corrigieron algunos errores lirerarios y
ortográficos, mas sin alterar en lo mas mínimo el sentido de la frase.
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atestiguaba Enría, guardó siempre la calma y la serenidad durante el transcurso de su enfermedad y se mantenía siempre lo mismo.
"Agradecía el más insignificante servicio que yo le prestaba y lo hacía de todo corazón. Cuando, a veces, tenía que prestarle servicios alg
repugnantes, decía:
"-íYa ves, Enría, en qué estado me encuentro! íHazlo por amor a Dios!
"Y yo le contestaba:
"-"Qué dice usted, don Bosco? Eso no es nada en comparación de lo que usted ha hecho por mí y por mis compañeros; ha remendado
nuestra ropa, ha hecho lo que podían hacer nuestras madres y aún más que ellas, "y no quiere que le preste este servicio? íCuántos
compañeros míos se tendrían por afortunados si pudiesen estar en mi lugar! Por tanto, ya que soy yo el afortunado, íhe de asistirle y servirl
en nombre de mis hermanos de Turín y de todas las casas!
((241)) "íAy de mí, si no hubiese prestado todos los cuidados posibles a don Bosco, mi padre! Todos mis hermanos y los muchachos me
habrían apedreado; tan grande era el amor que tenían a don Bosco!".
Pero el día 16 de diciembre, primer día de la novena de Navidad, don Juan Bautista Francesia telegrafiaba: "Cuarta erupción. Recemos.
Consulta Fissore con otro". Y a la mañana siguiente le llegaba a don Miguel Rúa esta carta, remitida por don Juan Bautista Francesia antes
del telegrama:
"Ayer, se volvieron a poner de nuevo las cosas bastante feas. Don Bosco tuvo fiebre casi todo el día y no se le fue hasta eso de las ocho.
Parece que el médico no cree haya peligro alguno, ni próximo ni remoto, pero dice que bien podría la enfermedad gastarnos una broma. Me
asusta lo que me van contando de muchos que murieron por la misma enfermedad hace dos o tres años en Savona. El Alcalde, por la parte
de responsabilidad que dice tener, quiso que enviara aquel telegrama que, sin saberlo don Bosco, envié para una consulta. También el
Párroco era del mismo parecer.
"Hoy parece disipado todo peligro y, de seguir las cosas a este paso, podemos estar seguros de que don Bosco pasará en pie la fiesta de
Navidad, pero mañana..., mientras estés leyendo mi carta, no sería extraño que recibieras un telegrama anunciando noche agitada y nuevas
erupciones miliares. Entretanto, don Bosco pide encarecidamente que don Joaquín Berto mire si quedó ahí el cuaderno del pequeño
diccionario de la Historia Eclesiástica. Teme haberlo dejado en el Oratorio:
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"He escrito a Roma y a Florencia sobre don Bosco y cuesta poder contentar a todos. Quisiéramos tener cien manos para despachar la
correspondencia y evitar así la tacha de descuidados. Además, don Bosco requiere sus cuidados y hemos de pasar mucho tiempo en torno a
su lecho.
"Dile a Pelazza que don Bosco no tiene más publicaciones. Que envíe también al Arzobispo el pequeño diccionario.
"Don Bosco se conmovió con la bondad del teólogo Golzio, y, si no estuviera lejos, le rogaría que viniese a visitarle".
No sabemos qué parte tomó el teólogo Golzio en los sufrimientos ((242)) del buen Padre, cuyo confesor era a la sazón; lo cierto es que la
noticia de la enfermedad se había difundido por todas partes, despertando serias preocupaciones y estimulando a recurrir a la bondad del
Señor con fervientes plegarias.
Tambien Enría confirmaba que el mal no era tan ligero, como se creía: "Se ha explicado la enfermedad de don Bosco y no se trata de un
ligero sarpullido, sino de una verdadera fiebre miliar. Es ya la cuarta erupción, y la continua fiebre y el copiosísimo sudor le dejan postrado
"Hoy, 16, pasó el día bastante tranquilo. La fiebre le dejó libre sólo por la tarde y después lo atormentó desde las siete a las dos de la
madrugada, hora en que concilió el sueño. El reuma del brazo casi ha desaparecido y puede moverlo, lo que le permite ayudarse a
incorporarse un poco en la cama, mientras que antes no podía hacerlo...".
Al mismo tiempo, rogaba a don José Lazzero, en hoja aparte, que invitase a los socios de la Compañía de San José a rezar particulares
oraciones. "Comulguen devotamente el domingo, 17, por la curación del más afectuoso de los padres. Te ruego se lo digas muy
especialmente a mis queridos músicos, que comulguen todos, los músicos efectivos y los aprendices, en fin, todos indistintamente; y recen
con todo el afecto de su corazón, porque, si no fuera por don Bosco, nosotros no seríamos músicos... ".
Buzzetti le contestó: "Querido Pedro, te agradezco de corazón el favor que me has hecho, poniéndome al corriente sobre la salud de
nuestro querido don Bosco. Uno a la presente algunos sellos de correo para poder tener todos los días noticias verdaderas y no alteradas,
como hacen algunos. Don José Lazzero está en Nizza Monferrato con don Juan Cagliero, por lo que entregué su carta a don Miguel Rúa y
surtió buen efecto: esta mañana todos recibieron los santos sacramentos; espero, pues, que entre las oraciones de casa y
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las que se hacen en los retiros y las de los bienhechores, el Señor tendrá compasión de nosotros y, si es para nuestro bien, nos lo conservará
todavía por muchos años. Tengo la firme esperanza de que el Señor nos castigue teniéndonos enfermo por algún tiempo a nuestro querido
don Bosco, porque ((243)) no le amamos como se merece; por eso recemos y prometamos con todas nuestras veras amarlo más, pues Dios
nos escuchará devolviéndole pronto la salud.
"La señora Rúa va mejor; esta mañana fue a misa".
3. Oraciones y holocaustos
Don Miguel Rúa envió enseguida a Nizza la carta dirigida a don José Lazzero con estas palabras: "Como ves, parece que las cosas se
ponen serias. El doctor Fissore saldrá el próximo martes. Quiera Dios que nos traiga mejores noticias. Esta noche haré que lean una carta d
Enría a los aprendices y especialmente a los músicos y a los de la Compañía de San José. Se empezó la novena y marcha muy bien. Rezad
también vosotros y haced que otros recen por el querido Padre".
Al mismo tiempo, comunicó el telegrama de la cuarta erupción a todos los Directores, implorando oraciones comunitarias y privadas. La
triste noticia suscitaba generosos holocaustos.
Por aquellos días (no sabemos el día exacto, pues no se dio noticia de ello a Turín, ni a las otras casas, para no alarmar excesivamente),
don Bosco mismo se vio también en peligro próximo de muerte y quiso confesarse con el párroco de San Ambrosio, don Pablo Mombello,
que iba con frecuencia a visitarle; y "don Juan Bautista Francesia, -depuso Enría-le llevó el Viático al día siguiente. No soy capaz de
describir la jornada. Tan pronto como amaneció llamóme don Bosco y me dijo:
"-Hazme el favor de pedir unos manteles y prepara un bonito altarcito, donde colocar el Santísimo.
"Mientras yo preparaba lo necesario, él rezaba y ícon qué fe! Parecía un santo preparando su corazón para recibir dignamente a su Jesús.
Cuando oyó la campanilla sufrió una sacudida y, al ver que entraba Jesús en su habitación, hizo un gran esfuerzo y se incorporó cuanto
pudo. El rostro de don Bosco se había encendido con el gran deseo de recibir pronto a Jesús; ya no parecía de este mundo; su fisonomía se
volvió serena, radiante. Yo estaba de rodillas junto a la cama y ((244)) advertí todo. Yo pensaba en aquel momento que aquella comunión
de don Bosco podía ser la última, y era tal el dolor que
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sentía que renové al Señor el sacrificio de mi vida por la de mi Padre. Pasó aquel día en acción de gracias".
El mal era realmente grave. El mismo don Bosco creía llegado su fin y decía una de aquellas tardes a don Juan Bautista Francesia que
llamara a un notario, pues deseaba dejar arreglados los intereses de la Pía Sociedad. Decía esto sereno y tranquilo, dispuesto a cualquier
eventualidad. Francesia rompió a llorar, no dijo palabra y salió de la habitación. Allí acabó todo; no llamó al notario.
La fiebre, las erupciones cutáneas, el abundantísimo sudor, le atormentaban; "pero -declaraba Enría-no se quejaba nunca; su inquietud
éramos nosotros, que temíamos perderlo, por lo que siempre nos decía:
-"íDios, que provee a las aves del aire, pensará también en los pobres hijos del Oratorio!
"Siempre tenía una palabra de consuelo para todos los que acudían a visitarle".
Iban a verle algunos eclesiásticos, hasta de Turín y de Génova, y todos quedaban edificados de su piedad y resignación, porque nunca
hablaba de sus males, sino de los de la Iglesia y de la sociedad, y de la necesidad de trabajar por la juventud para que no se maleara.
-La enfermedad, decía, que echa a perder al mundo es la inmoralidad, la incredulidad y el materialismo, que intenta adueñarse del corazó
de los jóvenes. Para poner un dique a tantos males es necesario acercarse a ellos, atenderlos y darles una educación verdaderamente
religiosa. Hay que cuidar las vocaciones y formar buenos y santos sacerdotes y religiosos que se dediquen, de un modo particular, a instruir
a la juventud. Yo aseguro que en pocos años las generaciones mejorarán y la Religión triunfará... Mas, para alcanzar esta meta, se requiere
estar unidos al Papa, que es el Vicario de Jesucristo; entonces la juventud volverá a amar el bien, la fe y la verdad.
El fiel enfermero se dio cuenta muy pronto de que le servía ((245)) de alivio oír hablar de los primeros tiempos del Oratorio; y yo, depuso
Enría, le hablaba a menudo de ellos durante la enfermedad...
"-"Se acuerda, don Bosco, de cuando su madre le reñía porque no cesaba de admitir nuevos muchachos? Decíale ella: -No te cansas de
admitir chicos y más chicos, pero "cómo mantenerlos y vestirlos? íNo hay nada en casa y empieza a hacer frío!
"Me tocó a mí varias noches dormir sobre unas hojas secas sin más arrimo que una manta pequeña.
"Y, al llegar la noche, cuando estábamos en cama, usted, don
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Bosco, y su madre nos remendaban los pantalones y la chaqueta rota, pues sólo teníamos una...
"Don Bosco sonreía al oír esto y decía:
"-íCuánto sudó mi buena madre!... íSanta mujer!... íPero la Providencia no nos faltó nunca! 1".
El domingo, 17 de diciembre, pasó don Bosco un día malo con fiebre. Pero tuvo una noche bastante tranquila y durmió hasta la mañana.
A las diez y media volvióle la fiebre, pero muy ligera. Escribía Enría a Buzzetti, que insistía: "Envíame noticias cada día, porque a las tuya
se les presta fe y muy poca a las de los otros".
Sucedía esto porque parecía que los telegramas disimulaban la gravedad del mal y, como ya hemos señalado, era don Bosco quien así lo
quería para que no circularan noticias alarmantes en el Oratorio ni en las otras casas; por eso no permitía que se enviaran sin su aprobación
El mismo don Miguel Rúa, seriamente preocupado, quería noticias frecuentes, y el padre Cuffía le contestaba:
"Usted desea, y con razón, que le escribamos a menudo sobre nuestro venerado enfermo. Pasó la noche (escribo el día 17, a las quince
horas) algo agitado, aunque esta mañana el médico no lo encontró mal. Todo nos induce a tener buenas esperanzas. En el momento que le
escribo parece que se manifiesta una nueva erupción miliar.
"He recibido su vino y alguna botella del 1825, regalo de la señora Susana de Albisola, ((246)) más otras del Alcalde de Varazze. Todos
van a porfía para que no le falte nada a don Bosco y aconsejan el buen vino para mantenerle con fuerzas contra estas erupciones, que
verdaderamente resultan algo fuertes. Mamá Corsi se ha preocupado y se preocupa mucho. El régimen de don Bosco es éste: caldo
sustancioso y alguna gota de vino añejo.
"En el tren de las siete de la mañana del martes viene a Varazze el doctor Fissore, no porque haya peligro, sino para asegurarnos cada vez
más de lo que hacemos y para que no se nos reproche de no haber hecho bastante por un padre, que tanto ha hecho por nosotros.
"Querido Padre, haga usted que recen a María Auxiliadora para
1 Don Bosco guardó siempre la mayor veneración a su madre y repetía a todos que era una santa. Cuando murió y vio a los muchachos
del Oratorio llorar amargamente, les dijo: -Hemos perdido la madre, pero estoy seguro de que ella nos ayudará desde el Paraíso. íEra una
santa!...
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que aleje de nosotros la mayor desgracia que nos puede suceder. íEs tan buena la Virgen!".
El doctor Fissore había prometido volver a visitarlo.
La condesa Callori enviaba al Santo una generosa limosna para que se le pudieran aplicar toda suerte de cuidados; y él encargaba a don
Juan Bautista Francesia que se le agradeciera. Este escribió el 17 de diciembre:
"Distinguida señora Condesa: Don Bosco le agradece las oraciones que usted hace por su salud y, aunque no puede rezar mucho tiempo,
hizo el día 16 una oración especial por V. S., para que tuviese un buen viaje. Respecto a la caritativa limosna que hizo, me encarga don
Bosco le diga que aquí, hasta el presente, no le falta nada; y sólo teme que en Turín se enreden los asuntos un poquito por su inacción. Mas
por ahora, no deben preocuparse de esto ni el hijo ni la mamá.
"La salud de don Bosco va mejorando, pero hubo momentos verdaderamente alarmantes. No los hemos escrito, pero los sentíamos
terriblemente en el corazón. Sufría el pobrecito algunas veces violentos ataques de fiebre con vómitos y grandes convulsiones, por espacio
de diez y aun doce horas, y cuando la fiebre remitía, estallaba la erupción miliar. Tuvo cuatro ataques. No le hablo de nuestra consternación
nos mirábamos mudos y llorosos, aunque teníamos la esperanza de un porvenir mejor, que parecía no iba a llegar nunca.
"Apenas se supo en Turín, en Génova y en muchas otras partes ((247)) que don Bosco estaba aquí, nos acosaban a preguntas. Nosotros n
podíamos contentar más que a unos pocos, puesto que teníamos que dar clase, asistir a los internos y estar junto al lecho del enfermo. Ahor
que, gracias a Dios, podemos dar mejores noticias, pondremos las manos en la masa para hacer correr la voz y dar a bienhechores y amigos
la grata noticia de que don Bosco está bastante bien. Ha desaparecido el reuma que le paralizaba un brazo. Hoy, por vez primera, pudo
emplearlo para el uso normal y el brazo respondió sin causarle dolor.
"Aquí tiene usted, bonísima señora Condesa, la situación que atraviesa nuestro querido enfermo, que esperamos no cambie si no es para
mejorar. Aquí en Varazze se ha rezado mucho y la población entera dio pruebas de su gran veneración y amor a nuestro buen papá y su
respetuoso hijo; hubo incluso quien se ofreció como víctima por don Bosco. Hay una continua procesión muy honrosa de personas que
vienen al Colegio a pedir noticias del pobre enfermo. El Obispo quiere que se le tenga informado constantemente; y
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uno envía vino, otro naranjas, éste huevos y aquél otras cosas, con una manifestación de amor y de respeto que conmueve".
Pero las preocupaciones y las esperanzas se iban alternando de continuo. El 18 telegrafiaba don Juan Bautista Francesia: "NOCHE
ESTUPENDA. Cesó reuma, disminuyó fiebre. Tiende desaparecer erupción", y a continuación escribía:
"Querido Rúa: Las noticias de don Bosco son siempre inciertas.
Porque, si hoy está bien, mañana tiene una fiebre que le atormenta más o menos intensamente. Yo os comuniqué por telegrama Noche
estupenda, al dictado de don Bosco, el cual siempre, menos una sola vez, ha sido el redactor; pero luego, en el mismo día, tuve que ver que
resultaba un doloroso mentís. Porque tuvo fiebre continua, ligera es cierto, hasta casi las tres de la mañana, de suerte que hoy, cuando
escribo, se encuentra muy débil. Se teme una séptima u octava acometida de la enfermedad, que es lo que tal vez produce la fiebre. En
adelante escribiremos directamente a Alassio, Génova y San Martino para evitar la demasiada alarma en esos colegios.
"Es superior a toda ponderación el interés que todos tienen por la ((248)) salud del querido don Bosco, los vecinos de Varazze y todas las
casas religiosas próximas y lejanas. Nuestro colegio se está haciendo famoso con el doloroso acontecimiento.
"Esperamos a la condesa Corsi, que, en atención al doctor Fissore, prorrogó su venida, y creemos será de gran consuelo para don Bosco,
como quiso manifestar ayer en un telegrama. Entretanto, el pobre enfermo va enflaqueciendo de un modo lamentable y sufre espasmos en l
espalda, cansada y desolada por el roce y la prolongada posición. Pero, aún en este estado, tiene siempre la broma a flor de labios, que
contiene nuestras lágrimas, que quisieran salir libremente.
"Don Bosco agradece a todos las oraciones que hacen por su salud y dice que sólo confía en ellas. No hay peligro alguno, pero antes de
que el pobrecito pueda tomar el tren para volver a Turín, tememos que habrán de pasar muchos días.
"Don Bosco te encarga que comuniques estas noticias, que no son buenas, pero tampoco malas, a las personas buenas que se interesan po
él.
"Dirás a don Angel Savio que el Arzobispo de Florencia le contestó con una hermosa carta, respondiendo a la comunicación sobre la
enfermedad de don Bosco".
El mismo día envió don Juan Bautista Francesia, poco más o menos, estas mismas noticias a la condesa Corsi:
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"Ayer volvió a tener algo de fiebre, pero menos fuerte y sin vómitos. La erupción miliar cedió algo, pero le dejó muy postrado al pobre
don Bosco. Ha pasado una buena noche; descansó algún rato y sin molestias. Ya no le duele el brazo izquierdo, y obedece como el derecho
sin hacer sufrir a su dueño los agudos dolores de antes. Hoy pasó casi todo el día con una fiebre ligera, que hace temer, tal vez, la séptima u
octava erupción miliar. Se conmovió al saber su vivo deseo de tener sus noticias y le duele causar, aunque sin culpa, tanta preocupación a l
más tierna de las madres, que el Señor le dio. No me lo invento yo, entiéndalo bien, sino que es don Bosco mismo quien lo sugiere. Así que
aunque las noticias no son del todo buenas, tampoco son malas. Esperemos levantarle pronto del doloroso lecho. Emplearé los sellos de
correo para darle ((249)) noticias cada dos días y, si fuere menester, aún más a menudo".
El interés por conocer la marcha de la enfermedad crecía en todas partes. Hasta monseñor Angel Vitelleschi, Secretario de la Sagrada
Congregación de Obispos y Regulares, telegrafiaba el día 18 desde Roma a don Miguel Rúa "Se desean noticias de don Bosco".
Entretanto, la comunicación hecha a las casas con el telegrama de la "cuarta erupción" había despertado porfías de amor y de fe.
Don Juan Bonetti, director del colegio de Borgo San Martino, escribía el día 18: "Querido Rúa: El telegrama que me comunicaste, nos ha
asustado. Envíame, por favor, un confesor para estos días, y déjame volar junto a don Bosco. íAy! íVa a faltarnos y no podremos verle! He
vuelto a leer la carta que me escribió el año pasado 1, el 26 de diciembre, en la que me habla de enviarme pronto el aguinaldo y decía: "Est
será mi testamento". Recordarás que te consulté sobre este particular, y tú, al contestarme, dejabas traslucir un gran temor y aprobaste la
propuesta de establecer entre los muchachos unos grupos que comulgaran y rezaran diariamente por su salud. Don Bosco mismo, que se
enteró de nuestro temor, escribió a mediados de enero del corriente año: -No nos hagamos ilusiones. Dios nos quiere en un mundo mejor
que éste. Corresponde a los hijos mostrarse dignos, más aún, mejores que el padre.
"-Ya ves que él nos anunció su partida, hace ahora un año. Mi querido Rúa, tú estás afligido y yo no encuentro palabras para consolarte,
íah, que nos consuele el Niño Jesús, que nos consuele nuestra buena madre María, nuestra esperanza, en tan grave angustia! Envíame, pues
un confesor".
1 No poseemos el original, ni tampoco copia de esta carta.
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Don Domingo Pestarino se apresuraba también a participar el dolor experimentado al enterarse de que "el amadísimo Padre común" se
hallaba "más grave de su mal" y añadía: "Ayer por la tarde celebré la asamblea de todas las Hijas de la Inmaculada; las mandé llamar y
acudieron todas las del pueblo, les notifiqué la dolorosa noticia y me contestaron todas que rezarían ((250)) cuanto pudieran para obtener la
curación. Se acordó comenzar un triduo en la parroquia en honor de María Auxiliadora, cuyos gastos sufragarían entre todas, y comulgar
con este fin. Prometieron, además, hacer cada día una visita especial al Santísimo Sacramento todas las que se encuentren libres de
compromisos; y tuve el consuelo, dentro de la tristeza del momento, de que una de ellas me pidiera que le permitiese ofrecer al Señor su
vida para obtener la salud y la vida de don Bosco. Lo mismo repitieron otras, dispuestas a morir para que el Señor salvase la vida de don
Bosco, y harán este ofrecimiento al comulgar. Yo asentí de buena gana a su petición y ofrecimiento; ya no pude hablar más y clausuré la
asamblea. Ese ejemplo, he de confesarlo, me movió a hacer yo otro tanto en el Santo Sacrificio".
"Quién no descubre a María Mazzarello -la primera entre todas-declarándose dispuesta a la inmolación para prolongar la vida del Santo
"Esperemos, proseguía don Domingo Pestarino, que el Señor escuche las oraciones y el ofrecimiento de estas almas, que, por su propia
voluntad, sin sugerencias de nadie, se determinaron a ello. Esta mañana, día 18, reuní a los hombres y a los jóvenes, y les recomendé
rezaran y comulgaran, y también a todas las jóvenes y señoras de las reuniones de santa Teresa; después canté la misa en el altar de la
Virgen y terminé con la Bendición, recomendando a toda la población que rezara por don Bosco e hiciera rezar a los de su familia".
Terminaba la carta diciendo que también había escrito a Acqui, al arcipreste Olivieri, para que comunicara a los párrocos y sacerdotes
conocidos suyos, y a las compañías de la Inmaculada de las parroquias vecinas la desgracia de la grave enfermedad, y rezaran e hicieran
rezar.
También en otros lugares, particularmente del Piamonte, se hicieron oraciones públicas y privadas por la salud de don Bosco, y entre los
que se distinguieron, en esta demostración de veneración y afecto, estuvo el Obispo de Alba, monseñor Eugenio Galletti. Tan pronto como
recibió la triste noticia de la grave enfermedad, quedó tan impresionado que, "no pudiendo resignarse al pensamiento de
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que pudiera fallecer, se hincó de rodillas y, con los ojos arrasados en lágrimas y las manos levantadas hacia el cielo, prorrumpió en estas
palabras:
((251)) "-Señor, si queréis una víctima, aquí estoy yo, mas, por piedad, ícurad a don Bosco!".
Y le escribió una carta conmovedora sobremanera, en la que, después de mencionar su grande y providencial apostolado, decía: "He
rezado y mandado rezar por usted; he ofrecido al Señor el sacrificio de mi vida para que guardara a don Bosco por el bien de tantos jóvenes
y el beneficio de toda la Iglesia". Y esto mismo se lo repetía a don Juan Cagliero, diciendo 1: "íMi vida vale muy poco o nada; pero la de
don Bosco es preciosa, es utilísima para el bien de la Iglesia! La mía, comparada con la de don Bosco, no tiene ningún valor; pero la suya e
la vida de un Santo; y ya se sabe que los santos no están en este mundo para no hacer nada".
En el Oratorio hubo una porfía inigualable de devoción filial. Algunos alumnos rodearon el altar de María Auxiliadora suplicándola que
tuviera a bien llevárselos enseguida a todos al paraíso, con tal de que don Bosco volviera a sus hijos sano y salvo. Estaba, entre aquellos
generosos muchachos, Luis Gamarra, natural de Lombriasco, quien comunicó a Enría la ofrenda que habían hecho para alcanzar la curació
del amadísimo Padre. Enría leyó la carta a don Bosco, y el Santo, emocionado, exclamó llorando:
-íQué muchachos más buenos! íCuánto quieren a este pobre don Bosco!
Y encargó a Enría que les diera las gracias y les animara a seguir rezando, porque sus oraciones eran agradables a Dios.
A propósito de este Luis Gamarra, ponía de relieve Enría lo siguiente, en el Proceso Informativo: "Parece que Dios le escuchó, porque
murió pocos años después (el 10 de noviembre de 1878) en mis propios brazos, después de casi un año de sacerdocio".
También don Domingo Pestarino voló al cielo dos años después del generoso holocausto, el 15 de mayo de 1874; y monseñor Galletti
"empezó a partir de entonces a sufrir molestias, le acometió después la parálisis y bajó a la tumba el 5 de octubre de 1879, a la edad, todaví
no muy avanzada, de sesenta y tres años". Mientras que don Bosco, "a pesar de sus sesenta y cuatro años, sus graves ocupaciones
1 Véase en el Sumario del Proceso Informativo, la deposición de monseñor Cagliero, pág. 859.
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y sus muchas molestias" seguía adelante "con buena salud"1.
((252)) 4. Interés universal
Toda esta generosidad no era más que el fruto de la insuperable bondad del Santo. Durante la misma enfermedad no pensaba más que en
sus hijos. El día 19, a la una de la mañana, escribía Enría a don José Lazzero:
"Pese a todos sus dolores, está constantemente alegre y contento, y, si nos ve a nosotros tristes, siempre encuentra algún chascarrillo con
que hacernos reír.
"De todas partes llegan cartas de arzobispos, obispos, prelados y párrocos, manifestándole su profundo dolor, enviándole la bendición y
asegurándole que piden al Señor le conserve su vida, tan preciosa para el bien de la Iglesia y de las almas, particularmente las de la
juventud.
"Don Bosco ha sabido que en el Oratorio se ha rezado y se sigue rezando y que se han hecho muchas comuniones por él: está emocionad
con ello. Dice que, si empieza a encontrarse un poco mejor, lo debe a las oraciones que por él se hacen.
"Don Bosco está siempre en el Oratorio con el corazón, con el espíritu, y hasta en sueños. El otro día soñó que arrojaba al demonio de la
puerta del Oratorio, y, mientras exigía al feo bicho que respondiera qué hacía en aquel instante, se despertó y me contó a mí el sueno.
"Son ya casi las cuatro de la mañana y nuestro querido padre está algo agitado, y no logra conciliar el sueño. En este momento, sin
embargo, empieza a adormecerse; y, por alguna palabra entrecortada, deduzco que alude a los grandes proyectos de su Congregación y al
porvenir de la misma...".
Su incansable asistente atestiguaba también en el Proceso Informativo: "Estaba yo sentado a la mesa, escribiendo a los amigos de Turín
para darles noticias de él, cuando de repente le oí dar un fuerte grito. Me levanté, corrí hacia su cama, le miré y oí que decía angustiado:
"-"Qué haces? "Quién te ha dado permiso... para entrar en el Oratorio?
"Seguí observándole, mientras él continuaba gritando palabras similares. Veíase que todas sus facultades estaban en acción, y se
1 Véase el Boletín Salesiano italiano, de noviembre de 1879.
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movían ((253)) los nervios de su boca. De momento tuve miedo; miré debajo de la cama, alumbrándome con el candil, pero no vi nada.
Pensé sacudirle. Apenas abrió los ojos, exclamó:
"-íAh! "Eres tú?
"Le pregunté:
"-íSe encuentra mal? íPor qué grita tanto?
"-íMi razón tenía para gritar! íImagínate! Estaba el demonio queriendo entrar a toda costa en el Oratorio; y yo le decía: -Vete de aquí, te
lo mando en nombre de Dios; vete de aquí, bestia infernal, no tienes nada que hacer aquí dentro..:
"Este sueño le fatigó tanto que, después de haber dicho estas pocas palabras, quedó sumido en un profundo sopor, con respiración tan
afanosa y fatigada que me causó lástima, y me quedé en pie junto a su lecho, hasta que, poquito a poco, se calmó".
En Varazze se esperaba con ansias la nueva visita, que había prometido el doctor Fissore. Llegó el día 20, miércoles, junto con la condes
Corsi, que iba acompañada de su hija. "Hubo enseguida una especie de consulta", y "las conclusiones fueron que don Bosco está a punto d
entrar en convalecencia. Dice el doctor Fissore que aún tendremos que esperar unos días para que se recobre; que de todas formas va bien,
asegura que no sólo es el principio del fin, sino que estamos realmente en el final. Además, don Bosco está francamente bien, tiene algo de
fiebre, pero sin gravedad alguna.
"La visita de los buenos turineses le ha aliviado mucho y va camino de reponerse. Esto parece haberse convertido en la capital provisiona
de nuestro pequeño estado. Donde está el rey, está la capital, y espero que el lunes (día de Navidad) o el martes, tendremos también aquí a
uno de los primeros ministros o a su presidente...".
Así escribía don Juan Francesia a don Miguel Rúa, y terminaba con estas palabras: "Así marchan las cosas, y tenemos la esperanza de qu
no cambiarán sino para ir de bien a mejor".
También la condesa Corsi telegrafiaba a don Miguel Rúa: "Estado bueno, mutua gran alegría, consolador porvenir...". Y Enría escribía a
Buzzetti:
"La salud de don Bosco va mejorando. El doctor Fissore, llegado hoy, encontró que las cosas iban muy bien. La fiebre es muy ligera, ha
cesado la erupción miliar, ((254)) han disminuido los grandes sudores. Siente una gran picazón por todo el cuerpo, que no le permite estar
quieto; pero los médicos están de acuerdo y afirman que esto es una buena señal. El doctor Fissore ha dicho que por Navidad se le
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podrá dar algún trocito de pollo o de palomino. Don Bosco quedó tan satisfecho con la visita de este doctor, de la condesa Corsi y de su
hija, que parecía no tener ya mal alguno.
"íGoza lo indecible cuando ve a alguien del Oratorio! Estuvo aquí todo el día don Domingo Vota, que vino a visitarle desde Alassio, y m
dijo don Bosco:
"-Disfruto tanto, cuando veo a uno de Casa, que me parece estar en Turín.
"Con el espíritu y el corazón siempre está en el Oratorio entre sus hijos y no deja un instante, como muchas veces me dice, de rezar por
ellos. Hasta cuando sueña está siempre en el Oratorio...
"Son las tres de la mañana. Su sueño es agitado e interrumpido.
"Experimentó una gran alegría cuando le conté que en el Oratorio se reza mucho por él, que el domingo hubo muchas comuniones,
particularmente de los aprendices y de los socios de la Compañía de San José.
"Me ha dicho que se les den las gracias de su parte.
"Falco tiene gran habilidad para prepararle el pan rayado con caldo de carne.
"El Párroco de Varazze anunció desde el púlpito nuestra desgracia; toda la población lo sintió mucho, y se hacen triduos y novenas por é
"Siguen llegando cartas y telegramas de todas partes. Los obispos le envían su bendición, diciendo que ruegan al Señor para que se digne
conservar su preciosa vida... Son muchísimas las personas de toda suerte las que comparten nuestro dolor".
El Santo, lo mismo que se preocupaba de sus hijos durante la enfermedad, seguía ocupándose también de los trabajos que llevaba entre
manos. Estaba por aquellos días en la imprenta una nueva edición del Joven Instruido, y rogaba a don Juan Bautista Francesia que corrigier
las pruebas de algunas páginas, añadidas como apéndice, y que las enviara después al nuevo Arzobispo de Turín para obtener su ((255))
aprobación; y pensaba también en una nueva edición de la Historia Eclesiástica.
El doctor Fissore, la condesa Corsi y su hija salieron de Varazze el 21 por la tarde, satisfechos de su mejoría, y convencidos de que por e
momento no había que temer ningún peligro.
La Condesa, antes de salir, le preguntó si deseaba que le proveyese de algo para que su habitación de Turín fuera más cómoda, por
ejemplo, una alfombra, que sirviese para defenderle del frío en los pies, que, a fin de cuentas, podía ser la causa de los dolores de cabeza;
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y el Santo, que no podía tolerar el uso de alfombra en el suelo, ni junto a la cama, le respondió (como recordaba don Miguel Rúa):
-Sí, buena señora, le quedaré muy agradecido si me proporciona una hermosa alfombra de billetes de dos liras; servirá admirablemente
para librarme del dolor de cabeza, que probablemente me encontraré al llegar al Oratorio...
Don Juan Bautista Francesia escribía poco después a don Miguel Rúa y mencionaba en su carta otro acto benéfico de la Condesa,
diciendo:
"Cuando trates con la condesa Corsi el asunto de la renta de mil liras, piensa sólo en trescientas, porque el resto correrá a cuenta de la
buena Mamá. Me faltan palabras para contar la impresión experimentada con la venida de la buena Condesa. Pero la dicha se esfumó con s
casi imprevista partida. íCuánto lo sintió don Bosco! Dirás a la buena Condesa, que Victorino (así llamaba la Condesa al nietecito... don
Juan Bautista Francesia) a quien ella dejó en Varazze, la acompañó durante todo el viaje con sus oraciones, pensamientos y dolores. íHoy
he tenido muchos! Y ahora, mientras escribo, cuando ellas ya deberán encontrarse en Turín, las encomiendo al Angel de la Guarda para qu
las conserve...
"No se envíen aquí por algún tiempo más pruebas de imprenta: es totalmente inútil: don Bosco, para nuestra común desgracia, no puede
mirarlas; y yo no puedo parar un instante, especialmente ahora con la nueva desgracia de que también el reverendo Cuffía ha caído
enfermo".
Pero, quizás, el esfuerzo hecho por el Santo para recibir cortésmente al doctor Fissore y a la condesa Corsi y, más aún el mismo curso de la
enfermedad, le causaron un nuevo colapso. El día 22 escribía don Juan Bautista Francesia a la condesa Callori: "Don Bosco está un poquit
mejor, ((256)) pero no lo suficiente todavía para que estemos tranquilos; sin embargo, ya es mucho que podamos hablar así. Espero que ho
la condesa Corsi le habrá dado noticias del pobre enfermo. Me acordé de su deseo y la rogué lo hiciera. Hoy, o mejor, apenas partieron los
atentos personajes que usted sabrá, experimentó el pobre don Bosco una gran postración y una agitación que le molestó durante toda la
noche.
"... Pero esta tarde, cuando le hablé de su carta y de sus oraciones, me aseguró que en aquel momento se encontraba mejor. Comparte don
Bosco sus penas y le agradece sus constantes preocupaciones maternales. Pero se reserva agradecerle las especiales para cuando esté
convaleciente del todo; porque entonces serán más apremiantes
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las necesidades y estará muy contento de no haber abusado de su piadosa caridad maternal.
"No me agradezca lo que hago, porque si usted necesita tener noticias de don Bosco, yo necesito darlas de día y de noche para aliviar mi
mente, tan oprimida con el cúmulo de tantas cuestiones. Quiera o no quiera, tengo la imperiosa necesidad de desahogar mi gran dolor con
quien sé que ama al pobre don Bosco.
"Aquí se hizo un nuevo triduo por él. Le aseguro que lo necesita.
Mientras hoy, quizás, se rogaba a la Unidad Católica que avisase a los lectores amigos de don Bosco, que temían su pérdida, que ya se
encontraba totalmente mejorado, él sufría una nueva erupción miliar que nos tuvo a todos apenados en derredor de su lecho. íAy, Mamá, si
usted viniese, cuánto tendría que sufrir!
"Siento no poder continuar, pues sale el correo...
"Don Bosco la saluda con respeto y con el nombre que tanto agradece usted, y del que demuestra ser muy digna por la vivísima parte que
toma en la enfermedad, que Dios le envía para prueba de todos los suyos y aumento de gracia para él...".
Don Bosco se encontraba bastante mal, y el día 22, a escondidas ívolvía a escribir su testamento en un papelito!
El mismo día escribía Enría a Buzzetti y, a la par que le confirmaba la nueva erupción, dábale también buenas esperanzas:
((257)) "Ayer pasó don Bosco un bonito día, pero hoy no va tan bien. Ha tenido fiebre durante toda la jornada y otra erupción miliar.
Estuvo taciturno todo el tiempo y parecía muy triste, cosa extraña en él.
"Pero esta noche está mucho más aliviado. De todas partes le envían regalos, especialmente botellas de vino añejo y de las del 1830, del
40, del 55 y del 61.
"Ayer por la mañana vino a visitarle una señora anciana (la señora Susana) que salió de su casa medio enferma, sólo por ver a don Bosco
Si hubiera usted visto qué escena más conmovedora, qué manifestaciones de afecto. Yo, que estaba presente, no pude contener las lágrimas
"No hay día que no lleguen cartas de condolencia de todas partes y visitas de toda suerte de personas de muy lejos.
"Don Bosco le saluda afectuosamente y se encomienda a sus oraciones. Parece que va a pasar bien la noche. En este momento duerme..."
íPero no fue así!
El buen Enría escribía apesadumbrado, a media noche del 23,
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"junto al lecho del augusto enfermo" a los queridísimos amigos del Oratorio:
"Con gran dolor debo daros noticias no muy buenas sobre la salud de nuestro pobre Padre. Hoy no le ha abandonado la fiebre ni un solo
instante. Ha sufrido una nueva erupción, y ya es la sexta o séptima. Ha estado sudando toda la jornada. Desde que empezó la noche hasta
ahora aún no ha podido conciliar el sueño. Si queda adormecido un instante, tiene inmediatamente unos sueños tan agitados y da unos grito
tan fuertes que me espantan, porque creo que se encuentra mal, cuando le oigo gemir tan fuerte. Me acerco yo a la cama y me dice que no l
pasa nada.
"Ah, querido Buzzetti, no me siento con fuerzas para escribir, porque siento un dolor muy grande. No se puede resistir. Necesito
desahogarme llorando, con un llanto que me parte el alma de dolor. Pero "quién no se sentiría con el corazón desgarrado al ver a un padre,
tan querido, gimiendo en el lecho durante tanto tiempo sin ((258)) poder obtener un resultado seguro de su enfermedad? Un día bien, otro
mal, y siempre nuevas erupciones. Apenas cesan éstas, que le tienen crucificado, vienen el sudor y la fiebre y le dejan tan postrado que, al
verle, se ablandarían las piedras. "Estamos seguros de verle pronto convaleciente y finalmente curado del todo? Por favor, diga que recen,
pero de todo corazón, y el Niño Jesús tendrá compasión de nosotros y nos devolverá a nuestro querido padre don Bosco sano y salvo, como
todos deseamos.
"Diga a don Francisco Dalmazzo que don Bosco ha tenido una gran alegría con la carta de los socios de la Compañía del Santísimo
Sacramento. Yo me conmoví hasta las lágrimas, al oír tan bonitas expresiones de amor filial; no hay nada como la religión católica para
infundir en los corazones tan bellos sentimientos. Dígale que sigan rezando; pronto seremos oídos.
"Son las dos de la mañana; ahora parece que está adormecido... Deseo unas felices fiestas a todos... Yo las pasaré con el corazón oprimid
junto al lecho de nuestro Padre. íEsperemos! íEsperemos! Dios nos ayudará".
5. Alguna mejoría
Don Miguel Rúa, aunque continuaba gravemente enferma su madre, había decidido ir a Varazze durante las fiestas de Navidad, a más
tardar el día de san Juan Evangelista. Se le comunicaban todas las cartas de Enría, y él cada noche, después de las oraciones, daba
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noticias, o las hacía dar a los alumnos "animándoles a rezar y a portarse bien", "mientras -decía Buzzetti-quiera Dios azotar al pastor por
los pecados de su grey".
El día de Navidad fue un día triste, pero lleno de devoción para todo el Oratorio. Salesianos y alumnos, aunque sintiendo todos no ver
entre ellos a don Bosco en la misa de medianoche, fueron a porfía para dirigir las más fervientes oraciones por su curación. Hubo aquel día
un intercambio de noticias muy conmovedor.
"No he podido acabar de leer la tuya del día 23 -escribía Buzzetti a Enría-por la gran pena, el disgusto ((259)) y las lágrimas, que no
pude contener, al enterarme de que nuestro querido don Bosco sufre cada día más.
"He rezado y he recomendado a todos que recen; he llegado a pedir al Niño Jesús que me haga sufrir a mí todos los males que sufre don
Bosco, y aun la muerte, con tal de que él se restablezca pronto y viva muchos años.
"Aunque tengas que seguir escribiendo a don Miguel Rúa, no temas disgustarme, es más, me disgustarías si dejases pasar un solo día sin
ponerme al corriente del estado de salud de nuestro querido Padre. Don Angel Savio ha dado órdenes para que le envíen desde Chieri una
gran jaula llena de palominos vivos; cuando lleguen procura mantenerlos vivos y matarlos solamente a medida de la necesidad.
"La función de la noche y del día de Navidad resultó muy bien. De-Vecchi saluda a don Bosco y reza para que se cure pronto.
"Bésale su santa mano de mi parte y dile que me bendiga...".
Ya antes, y precisamente inmediatamente después de la función de media noche, escribía Enría, junto al lecho del enfermo, a su
queridísimo Buzzetti y a todos sus "amigos y hermanos e hijos de don Bosco" del Oratorio, esta carta ternísima, que presentamos
íntegramente para que se comprenda plenamente la conmoción que embargaba el alma del que la escribía:
"Oh, noche dichosa, en la que el Niño Jesús desciende del cielo para venir hasta nosotros y hacer de nuestro pobre corazón un sagrario de
gracias y de amor.
"íAh! "Por qué no me es dado el poder yo también, en compañía de nuestro queridísimo padre don Bosco, tomar parte en esta noche
dichosa para todos, pero especialmente para nosotros, los hijos del Oratorio?
"Os aseguro que para nosotros constituye un gran dolor; nuestros pensamientos están con vosotros, queridos hermanos; a nuestro querido
Padre le parece estar en su confesonario preparando en esta
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bendita noche a tantas cándidas almas para el Niño Jesús, porque, durante todo el día de ayer, no hizo más que hablar de esta noche feliz.
Yo también me imagino estar ahí entre vosotros presenciando ese ((260)) espectáculo conmovedor, viendo a tantos hermanos míos en Jesú
y a tantos bienhechores y amigos en la mesa celestial, y recibiendo al Niño Jesús en el corazón.
"Esta noche no hubo misa aquí en el colegio; los cantores fueron a la parroquia, donde se cantó la misa de don Juan Cagliero.
"Esta mañana también esperamos volver a gozar la misma alegría; nuestro amado Padre recibirá la santa comunión en la cama. Mas no o
asustéis, que no es por viático, sino por su gran devoción al Niño Jesús, y para unir sus oraciones a las de sus amados hijos; y así, unidos en
un solo corazón y en una sola alma, obtengamos de Dios la gracia de poder ver pronto a nuestro querido don Bosco entre nosotros; estoy
seguro de que nos concederá esta gracia, porque ayer pasó todo el día bien y sin fiebre.
"A las once ha tomado pan rallado y no volverá a tomar ya ningún alimento ni bebida hasta después de la Comunión.
"Después de tomar el pan rallado estuvo durmiendo profundamente, y cuando volví de la parroquia, aún no se había despertado y eran la
dos. íQué satisfacción verle dormir tan tranquilo; parece el sueño de san Juan Evangelista sobre el pecho de Jesús; tan tranquilo está. No
nos cansemos de rezar, pero recemos con un solo corazón y el Niño Jesús tendrá compasión de nosotros.
"Ayer por la mañana me dijo don Bosco que si no fuera por las muchas oraciones que hacen todos sus hijos y también los bienhechores
de todas partes, no hubiera podido aguantar a estas horas el gran mal que padecía. Figuraos, queridos hermanos: ha tenido ya seis o siete
erupciones miliares, y un reuma tan agudo en el brazo izquierdo que no podía moverlo; y que en esto de las erupciones miliares, cuando se
llega a la tercera, se considera como una gracia. Y nosotros hasta ahora podemos decir que es una verdadera gracia concedida por el Señor
como premio a nuestras oraciones.
"íRecemos! Y recemos de corazón, pues el Señor nos hará felices devolviéndonos a nuestro buen Padre con perfecta salud.
"íSi supierais, hermanos, con qué alegría recibió las felicitaciones de todos sus amados hijos! Se conmovió hasta derramar lágrimas,
((261)) y me dijo:
"-La primera vez que escribas a Turín, dirás que les agradezco de todo corazón el amor que me tienen y las pruebas de ternura que me da
rezando por mi pronta curación, si Dios así lo quiere.
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"Ha dicho que se reserva para después, cuando esté de vuelta en Turín, el dar las gracias a cada uno en particular; él reza por todos,
hagamos nosotros lo mismo".
Don Miguel Rúa salió para Varazze después de disponer que todos comenzaran otra novena a María Auxiliadora con el mayor fervor. Su
visita colmó de alegría a don Bosco:
-íEstoy contento, estoy muy contento, repetía a Enría, de que haya venido don Miguel Rúa a verme!
Este sostuvo con él largos coloquios confidenciales, y enseguida escribió a Buzzetti:
"Don Bosco está hoy mejor; tiene poca fiebre, la cabeza más despejada y la erupción le ocasiona pocas molestias, pero "cómo estará
mañana? Quiera Dios que siga mejorando como hoy. Llegaron muy bien tus dos enviados (dos pollos). Con qué gusto vería a don Bosco
comiéndoselos, pero mucho me temo que tendré que comérmelos yo; de modo que podrás pensar en enviar otros para él. Dejando de lado l
broma, lo que apena no es el estado presente, sino las variaciones de mejor a peor, que acaban por cansarlo y agotarlo".
La visita de don Miguel Rúa le produjo gran alivio.
Declaraba Enría a Buzzetti:
"La noche pasada, de las dos en adelante, fue muy buena, lo mismo que el día de hoy. Comenzó por tomar un poco de sopa, un bizcochit
y unas gotas de vino de Barolo, embotellado hace veinte años, regalo de la condesa Corsi.
"Si mañana, 27, no tiene fiebre, podremos decir que ha entrado en convalecencia. Diga a todos que no dejen de rezar. El Señor nos
encuchará, no me cabe duda de ello.
"Don Bosco volvió a encargarme le agradeciera de su parte las felicitaciones que le ha enviado y las pruebas de amor y adhesión sincera,
que le ha dado en el pasado y que le da especialmente ahora que está enfermo. Habla siempre de usted con el afecto de un padre al hijo má
querido; y además, de todos indistintamente.
"Es medianoche, y duerme tan tranquilo que da gusto...
((262)) "Son las tres de la madrugada y don Bosco sigue durmiendo tranquilamente. Esperemos que hoy pase bien la fiesta de san Juan
Evangelista, su verdadero día onomástico...".
Don José Lazzero, al regresar de Nizza, envió a Enría un informe precioso del fervor con que los aprendices habían hecho la novena de
Navidad, pidiendo la curación del queridísimo Padre, y del singular y conmovedor interés de los socios de la Compañía de San José.
"Di a don Bosco que los aprendices están muy apesadumbrados
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por la enfermedad de su queridísimo Padre y hacen cuanto pueden para aliviar sus dolores, observando buena conducta y haciendo
oraciones especiales. Salvo poquísimas excepciones, y don Bosco sabe quiénes pueden ser éstos, los demás comulgaron durante la novena
de Navidad, unos dos veces, otros tres y algunos todos los días, pidiendo la curación del Padre don Bosco; y siguen haciéndolo también
ahora después de Navidad.
"Demostraron su especial afecto a don Bosco los de la Compañía de San José. Sí, esperamos de san José que pronto nos conceda tener
con nosotros a nuestro amadísimo Padre sano y salvo. Hubo algunos que encargaron se celebraran misas con el dinero de sus propinas. Los
aprendices no dan muestras en estos días de disipación y de espíritu inquieto, sino que todos, sosegados y con afligido semblante, parecen
decir: íTenemos enfermo a nuestro Padre! Cuando estoy con ellos, piden continuamente noticias de don Bosco; puedes figurarte cómo me
gusta poder decirles todo lo que sé de nuestro nunca bastante querido Padre. Más de una vez, contándoles su enfermedad derramé alguna
lágrima y procuré que los jóvenes no se dieran cuenta de ello, desviando la conversación a cosas indiferentes, pero animándolos siempre a
rezar con fe.
"Los músicos comulgaron también por don Bosco, excepto algunos... Y, entre éstos, los dos que don Bosco recomendó desde ahí, a los
cuales ya les he hablado.
"No te doy noticias de la hermosa fiesta de Navidad porque, cuando don Miguel Rúa llegue, podrá informarte de todo. Los artesanitos,
adonde yo voy a confesar, y en el Refugio, adonde voy a celebrar la misa, piden ((263)) siempre noticias de don Bosco y rezan con mucho
interés por él. No hace falta que yo exprese mis deseos de que don Bosco se vea pronto libre de su mal. íOh, cuántas promesas he hecho y
sigo haciendo todavía! íTodo lo espero de Dios, de María y de san José!".
Enría enviaba buenas noticias al Oratorio; don José Lazzero copiaba la carta y la leía por la noche a los aprendices:
"Nuestro buen padre don Bosco va mejorando de día en día.
"Hoy se ha encontrado bien; tenía, es verdad, algo de fiebre, pero tan ligera, que el médico no le dio importancia. Si mañana no vuelve
esa dichosa fiebre, pronto entrará en convalecencia. Nuestra única esperanza es verle pronto curado; todos nuestros ruegos al Señor son con
este fin. Sé que se ha rezado mucho y que se sigue rezando aún. El mismo don Bosco dice que, si no fuera por las oraciones que hacen sus
hijos y muchas otras piadosas personas, no
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habría podido resistir la enfermedad. Por eso recomienda que se siga rezando, que se hagan visitas al Santísimo Sacramento para obtener d
Dios esta gracia tan grande.
"Nuestro buen padre don Bosco ha recibido con alegría la noticia de las oraciones y comuniones hechas por todos los aprendices y
especialmente por los de la Compañía de San José y los músicos, para obtener su curación. Cierto, cuando nuestro buen Padre oía todo esto
experimentaba una ternura que le llegaba al alma, y se conmovía hasta llorar.
"Me decía: -Es una gran satisfacción para mí el saber lo mucho que mis queridos hijos rezan por mí; en este momento me parece que ya
no me duele nada. íCómo me quieren mis amados hijos! Estoy seguro de que todos cargarían con mi mal con tal de que volviera pronto a
estar con ellos; pero el Señor ha dispuesto que me toque a mí el sufrir. Hijos míos, vosotros me queréis, pero yo también os amo mucho y
estoy siempre con vosotros, si no materialmente, sí con la mente y el corazón; mis pensamientos están siempre con vosotros, queridos hijos
"Me ha dicho que os agradezca mucho el amor que le ((264)) tenéis y que sigáis comulgando según su intención; es el mejor regalo que
podéis hacerle. Da las gracias de un modo particular a los de la Compañía de San José y a los músicos, y les anima a que sigan observando
buena conducta y siendo de buen ejemplo a los demás. Quisiera, me decía, dar las gracias a cada uno en particular, pero esto lo haré cuando
esté de vuelta en Turín.
"También yo os doy las gracias, queridos hermanos; no tengo palabras suficientes para expresar mi satisfacción por el gran interés que os
tomáis por nuestro amado Padre don Bosco con vuestra conducta y vuestras oraciones. Me ha dicho que, si el Señor le concede la gracia de
curar pronto, quiere que se celebre una gran fiesta en acción de gracias a Dios por el señalado favor obtenido...
"Son las dos y media de la madrugada. Don Bosco sigue durmiendo plácidamente. Esperamos que hoy lo pase bien":
Tan pronto como don Juan Cagliero estuvo de vuelta en el Oratorio, donde se había comenzado la novena por don Bosco, se apresuró a
encomendar oraciones en el Buen Pastor, en el Refugio, en las Magdalenas, en San Pedro, en Santa Ana y en todos los demás centros
adonde iba a menudo a predicar, confesar y dar clase. El día 27 escribía a Varazze:
"Querido Enría: Muchos saludos para nuestro querido Padre y dile que mantengo vivo el fuego de la caridad y de la oración en todas
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las casas religiosas de la ciudad. íQué bien rezan estas buenas y queridas almas!
"He ido a ver al Arzobispo, que está muy preocupado por su estado, y él también reza mucho por su salud. Recemos y esperemos. Si
vieras algún peligro, comunícamelo privadamente, pues yo partiría enseguida.
"A menudo voy a ver a la condesa Corsi, nuestra Abuela, para consolarla; y tengo que reprimir mi pena para atenuar la suya...".
Monseñor Gastaldi, al ver el bien que hacía la obra de don Bosco, pareció acariciar aquellos días el plan de hacerla diocesana. Hablando
con don Juan Cagliero, le había preguntado:
((265)) -"Cuántos sois los miembros de la Sociedad que estáis firmes y resueltos en la vocación?
-Todos los directores, contestó Cagliero.
-"Y los demás?
-Hay más de ciento cincuenta que son fieles a sus promesas y quedarán.
-"Y si muriera don Bosco?
-Buscaremos un tío que le suceda.
-Bien, bien; pero esperemos que Dios lo conserve.
Le pareció a don Juan Cagliero que, en el caso de que don Bosco hubiese muerto, entonces creía Monseñor que los Salesianos se habrían
dirigido a él para su dirección, y cortó el diálogo. Al salir del palacio arzobispal, se encontró con el canónigo Marengo y le contó la
conversación tenida con el Arzobispo. El Canónigo, que conocía sus ideas, exclamó, emocionado y alegre.
-El Señor le bendiga; su respuesta ha impedido todo ofrecimiento, que hubiera sido perjudicial para la Congregación.
Por aquellos días don Bosco seguía mejorando. "Hoy -escribía Enría la noche del 27 de diciembre-vuelve a estar bien... Bendito sea
Dios. íQué tremenda enfermedad la suya! Se le escama toda la piel y cae a trozos de cinco o seis centímetros. Son las once de la noche.
íQué alegría verlo sentado en la cama, después de haber tomado un poco de pan rallado, hablando satisfecho con don Miguel Rúa de las
cosas del Oratorio. Hace seis o siete días que llegó aquí su sobrino Luis Bosco".
Uno de aquellos días decía el Santo al enfermero, sonriendo:
-Mira qué malo es don Bosco: ícambia hasta la piel! íMala piel la mía! "Ves la nueva? Ya veremos si ésta es más fuerte y capaz de
aguantar mejor que la otra los vendavales y tempestades, que ahora se desencadenan en el mundo. Pero confío que Dios la hará resistente,
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con su valimiento, para su mayor gloria. Convéncete, querido Enría, es preciso que todas nuestras facultades y nuestro talento, todos
nuestros trabajos, nuestras penas, nuestras humillaciones, no tengan más finalidad que la gloria de Dios. Si ((266)) trabajamos para nuestra
gloria, no tienen ningún valor nuestros pensamientos, nuestros inventos, nuestras iniciativas, nuestras obras. Ay de quien trabaja esperando
el pago del mundo; el mundo es mal pagador, y paga siempre con la ingratitud.
Y tras la pausa de unos minutos, añadía:
-"Quién es don Bosco? Un pobre hijo de campesinos, a quien la misericordia de Dios elevó al sacerdocio sin ningún mérito de su parte.
Pero mira íqué grande es la bondad del Señor! Se sirvió de un simple sacerdote para realizar cosas admirables en este mundo; y todo se hiz
y se hará en lo porvenir para mayor gloria de Dios y de su Iglesia.
6. Alegres esperanzas
A los días de temor siguieron los de las alegres esperanzas. El correo llevaba al Santo los saludos y felicitaciones de los muchachos para
el año nuevo, y él les daba las gracias por medio de Enría. De un lado se pedían oraciones, del otro se prometían y se rezaba
fervorosamente. Desde el Oratorio se pedían continuamente noticias y desde Varazze se seguían enviando todavía varias veces al día. Los
bienhechores iban a porfía en enviarle cuanto creían conveniente, y el Oratorio le mandaba también diversas provisiones: pollos, pichones,
barritas de pan fino, que se suponía resultarían oportunos. Buzzetti le envió también tapioca, fécula de raíz de mandioca, aconsejada como
alimento para estómagos débiles. Y don Bosco daba a todos las más cordiales gracias, según se lee en la correspondencia.
Todos deseaban que los recordase en particular. Escribía José Dogliani a Enría: "Me resulta agradable, en medio de mis ocupaciones,
dedicar unos instantes para el fin de la presente. He recibido sus saludos en una de sus últimas cartas, y yo le correspondo cordialmente. Es
mi intención desearle por la presente buen principio y feliz año nuevo. En el momento en que nuestro querido padre don Bosco no esté mu
fatigado con sus males, ruégole aproveche el instante para desearle un feliz año nuevo de mi parte. Dígale que no se olvide del picaruelo
((267)) a quien ya ha hecho tanto bien. Dígale esto, porque en la carta que usted escribió a Buzzetti había saludos de don Bosco para todos
mis compañeros, a los que nombraba uno a
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uno, y sólo faltaba el nombre del pobre Dogliani (lo que nunca había acaecido hasta ahora). Ignoro si el fallo se debe a la pluma del que
escribió o a la lengua del que leyó; el caso es que lo estuve rumiando todo aquel día y aún pienso en ello. Otras veces, cuando don Bosco
nos escribía desde Roma, yo me sentía orgulloso al verme saludado inmediatamente después de Barale y no tenía escrúpulo alguno en
ostentar esta soberbia, porque la producía el deseo que un hijo tiene de ser querido por su padre; pero ahora me he visto totalmente
olvidado; no aparezco ni en la posdata de la carta. Paciencia. Pero yo conozco a don Bosco y él me conoce a mí; y esto me basta. Quiero
decir con ello, que, si se omitió mi nombre en la mencionada carta, fue por verdadera distracción. Pero deseo que usted me diga algo sobre
el particular.
"Aquí, en el Oratorio, ha desaparecido la antigua alegría y no volverá hasta que no aparezca de nuevo el principal objeto de la misma.
Resulta una escena conmovedora ver cómo los muchachos dejan la diversiones y los juegos, y corren al pie del altar para pedir la gracia de
volver a verlo pronto sano y salvo.
"Todos los que vienen a la librería piden noticias del enfermo. Hasta los niños pequeños preguntan por don Bosco. Cuando sabemos que
ha llegado un telegrama, nos falta tiempo para oírlo leer. Anteayer comenzamos todos juntos una novena a María Auxiliadora por la salud
de nuestro Padre. Y esperamos que Ella, que quiso obtener tantas curaciones por este medio y a través de nuestro Padre, no querrá
ciertamente olvidar una salud tan preciosa para todos. No acabaría nunca de hablar de don Bosco. Tan pronto como esté bueno, venga usted
aquí enseguida para poder preparar un poco de ruido que acompañe al Te Deum.
"No sé si don Miguel Rúa estará todavía ahí cuando ((268)) le llegue la presente; de ser así, haga el favor de saludarlo en mi nombre y en
el de mis colegas libreros y músicos.
"Ruégole bese por mí la mano a don Bosco y le diga que yo también me atrevo a rezar por él y que espero que no me olvide".
Don José Lazzero volvía a preguntar: ""Quién sabe si podremos felicitar el nuevo año a nuestro amadísimo don Bosco? Así lo esperamos
no es posible lo contrario, teniendo en cuenta tantas y tan fervorosas oraciones como se hacen por él".
Y Enría le contestaba:
"No puedo expresar con palabras la alegría que experimenté en mi pobre corazón al recibir tu apreciadísima carta del 26. Lloré al leer las
expresiones salidas de un corazón tan amoroso, generoso,
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agradecido y caritativo como el tuyo. La salud de nuestro amado Padre mejora cada día más; hoy estuvo durante todo el día bien y comenzó
a chupar un trocito de pichón con un gusto que daba gloria verlo. Comió también dos veces la nueva sopa, hecha con la tapioca enviada po
nuestro amigo Buzzetti, y le gustó. íPobre Padre! Estuvo riendo todo el día con el nombre de tapioca.
"Nuestro querido Padre se conmovió al oír todo lo que le escribías sobre los aprendices; sus oraciones y comuniones diarias, su conducta
y las felicitaciones que le envían. Y como tú me habías escrito que yo le pidiese una palabra para tus aprendices, me dijo: -Les agradezco d
corazón las oraciones que hacen por mí, a todos los aprendices; doy las gracias particularmente a los de la Compañía de San José, porque
quiero mucho a todos; ellos son las niñas de mis ojos. Seguid rezando con fervor y observando buena conducta; es el mejor regalo que
podéis presentarme cuando vuelva a estar con vosotros. Y de una manera particular doy las gracias a don José Lazzero.
"Ahora vuelvo al tema principal; es la una de la mañana y nuestro querido Padre duerme profundamente. Quiera Dios que siga mejorando
siempre así...".
Don Miguel Rúa salió de Varazze el día 28 y, después de una corta ((269)) parada en Génova-Marassi, llegó el día 29 al Oratorio. Don
Juan Bautista Francesia le confirmaba las buenas noticias.
"Hoy, 29, sigue bien hasta ahora, salvo un ligero dolor de cabeza, apenas sensible. La fiebre desapareció casi del todo. Pasó bien la noche
durmió bien y esta mañana bebió la tapioca de Buzzetti con mucho gusto y gran satisfacción nuestra. Mientras te escribo, está en cama
tomando una sopita que le ha preparado Falco. Veo que tiene también barritas de pan, lo que es buena señal, pues es la segunda vez que ve
comer a don Bosco durante su enfermedad. Verdad es que su mejoría resulta lenta, pero ya no hemos vuelto a tener días tan malos como el
de tu llegada. Decía el médico esta mañana con alborozo y casi con aire de triunfo:
"-Ya hace tres días que no hemos tenido fiebre ni síntomas de una nueva erupción.
"A él le parecía algo grande y debe serlo, si se considera el grave estado en que se encontró algunas veces al pobre enfermo. Esta noche
ya no tuvo el sueño tan agitado y durante el día durmió profundamente. Así, poco a poco, recupera el tiempo perdido. Espero poder seguir
dándoos buenas noticas que, si bien no son todavía terminantes, resultan, sin embargo, bastante alentadoras".
La mejoría era evidente, pero lenta; no había desaparecido del
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todo la fiebre miliar; aún marcaba el termómetro algunas décimas y veíanse, acá y acullá sobre la piel, postillas que supuraban, mientras las
demás se iban secando.
-"No puedes imaginarte, escribía don José Lazzero a Enría, con qué alegría han oído leer los aprendices la penúltima carta que me has
enviado, con mejores noticias sobre la salud de nuestro querido Padre don Bosco. Cuando oían que don Bosco les agradecía lo que habían
hecho por él, que atribuía a sus oraciones su curación y que, aunque aquejado por la enfermedad, estaba siempre en medio de ellos con el
corazón, créeme, querido Enría, estaban tan conmovidos que apenas pude contener las lágrimas. Al terminar de leer la carta, les deseé
buenas noches, sin añadir una palabra más.
((270)) "El martes pasado se comenzó una novena por la pronta curación de don Bosco. Consiste esta novena en aplicar a tal fin la misa
comunitaria y las comuniones de los jóvenes en la misma. No exagero si afirmo que cada mañana hay tantas comuniones como en un día
festivo. Con gran satisfacción veo siempre un buen número de aprendices que se acercan a los santos sacramentos. íDurante estos días no
hay entre ellos ningún respeto humano! Y llevan razón para ello los pobres muchahos; piden a Dios que tenga a bien devolverle cuanto
antes al mejor de los padres.
"Ayer, 29, algunos me entregaron dinero, sacado de sus propinas, para que se celebre una misa en el altar mayor, a la que ellos quieren
asistir y comulgar. Hoy me presentan una carta que te envío con la mía; en conclusión, es una porfía continua para implorar de Dios la
pronta curación del amadísimo don Bosco.
""Y yo qué hago? íMuy poco! Pero voy animando a los demás a que continúen, y les hago ver que nunca es demasiado cualquier favor
que alcancen de Dios para don Bosco".
La novena que se hacía en el Oratorio iba alcanzando su efecto. Don Bosco mejoraba continuamente, con alegría de todos los presentes y
lejanos.
El penúltimo día del año enviaba Enría estas noticias:
"íQué alegría ver a nuestro querido Padre cada día mejor! Oírle hablar con gusto y describir, como si lo estuviese viendo, el día en que
volvamos al Oratorio.
"El mismo día en que comenzó la novena a María Auxiliadora, don Bosco empezó a mejorar un poco; la mejoría fue en aumento y hoy
pasó un día precioso. Confiamos plenamente que al fin de la novena podrá dejar la cama. Hagan, pues, muy bien esta novena y recen de
corazón".
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El último día del año escribía a don Miguel Rúa:
"Su venida a Varazze me llenó el corazón de alegría y su partida me ha entristecido por haber sido tan breve su estancia. Habría deseado
se quedara aquí hasta ((271)) la completa curación de nuestro Padre. íPero, pobre don Miguel! Comparto su pena: si aquí tiene un Padre
amado y muy enfermo, tiene en Turín una madre amorosa casi moribunda. "Cómo puede su buen corazón no sentirse desgarrado por el
dolor ante este golpe inesperado? íPobre madre! Pido al Señor en mis pobres oraciones tenga a bien suavizar los dolores de la madre y del
hijo...
"Falta un cuarto de hora para medianoche: de todo corazón les deseo buen fin de año a usted, a su buena mamá y a todos. Dejo de escribi
para pedir al Señor que haga eficaces mis deseos.
"Son las doce y cuarto. En este momento se ha despertado nuestro Padre y le he felicitado enseguida el año nuevo. Tuve la satisfacción d
ser el primero en hacerlo. El agradece a todos los desvelos que por él se toman, y las oraciones que se hacen por su curación. Desea que se
siga rezando con fe y que se felicite a todos de su parte. Don Bosco está constantemente en medio de sus muchachos con el espíritu y el
corazón, hasta en el sueño. Soñó que ardía el Oratorio, soñó con algunos jóvenes y, a veces, gritaba tan fuerte que daba miedo... Noche y
día tiene a sus hijos en la mente".
Durante la misma noche, precisamente en las primeras horas del año nuevo, volvía a escribir a don José Lazzero:
"Don Bosco se conmovió al oír lo que hacen por él los aprendices y me ha dicho varias veces que los quiere como a las niñas de sus ojos
Repite a menudo:
"-Quiero a mis hijos, no pienso más que en su bien y me alegra el saber que corresponden a mi amor.
"Está con sus queridos hijos hasta en los sueños.
"Le he oído gritar muchas veces mientras dormía. Tan fuerte gritaba que, al principio, como no sabía qué era y creyendo que se ponía
mal, le preguntaba cómo se encontraba y si necesitaba algo. El me contestaba:
"-No necesito nada, soñaba que ardía el Oratorio.
"Y otras cosas por el estilo".
((272)) "En este momento, mientras estoy escribiendo, oigo que me llama:
"-íEnría! íEnría!
"Voy corriendo. Duerme y sueña. Y durmiendo, pregunta: -"Cómo se encuentra aquel joven?
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"Yo le contesto:
"-"De qué joven me habla?
"-Aquel enfermo, "cómo está?
"Y así diciendo se despertó.
""Puede haber un muchacho que no se sienta querido por un Padre como éste?
"Hoy dijo: -Tan pronto como me ponga mejor, lo primero que haré será escribir, de mi puño y letra, una carta a todos mis queridos hijos
del Oratorio, estudiantes y aprendices, porque todos son hijos de mi afecto.
"Le he leído el saludo de los de la imprenta y se impresionó con su cariñosa demostración. Me dijo: -Respóndeles que les doy las gracias
de todo corazón y que me reservo para agradecérselo a cada uno en particular en Turín.
"Le presenté también la felicitación de año nuevo de todos los aprendices y la aceptó dando las gracias. Su salud sigue mejorando;
de noche duerme muy tranquilo, comienza a comer con ganas.
"La última noche del año dio la Conferencia de la Congregación...
"íRecemos! La Virgen tiene que concedernos esta gracia. Yo disfruto de una salud de hierro, a pesar de estar levantado todas las noches
hasta las cinco o las seis de la mañana para asistirle, y aunque duermo poco de día. Atribuyo esto a una gracia particular".
La última noche del año quiso el Santo dar el "aguinaldo" a los hermanos del Colegio, reunidos en torno a su lecho; el reverendo Cuffía
enviaba a don Miguel Rúa un primer informe del mismo:
"Don Bosco sigue mejor y ha progresado mucho en su convalecencia. El último día del año nos dio una conferencia. Nos explicó e
inculcó estos dos versículos de la Sagrada Escritura: Praebe te ipsum exemplum bonorum operum. La clave del buen ejemplo es la
obediencia; por consiguiente: Oboedite praepositis vestris et subiacete eis, ipsi enim pervigilant quasi rationem pro animabus vestris
reddituri 1."
((273)) La correspondencia de Turín seguía llegando regularmente, y Enría se la leía a don Bosco. La noche del 1.° de enero al 2 de enero
escribía a Buzzetti:
"He leído su carta a nuestro querido Padre y le he expuesto el contenido de las demás. Escuchaba con alegría los arranques de amor filial
y sincera adhesión, propios de los corazones grandes...
1 Véase una exposición más detallada en el capítulo VIII, & 6: Los "aguinaldos".
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Experimentaba un gran alivio al sentirse tan querido y ver que tiene hijos capaces de dar la propia vida por la suya. Estos actos de heroica
entrega le conmueven hasta derramar lágrimas.
"Sigue reponiéndose bien, duerme y come con bastante apetito. Cuando viene el médico le encuentra cada vez mejor y dice que no hay
ningún peligro; pero, como este género de enfermedad es tan malo que podría volver atrás, es necesario seguir rezando; él es muy obedient
a las prescripciones del médico. A veces, cuando se le presenta una medicina, me dice sonriendo:
"-"Es buena?
"Y yo le respondo:
"-No me parece muy apetitosa.
"-íTomémosla, pues, con buena intención y sentará bien!"
7. La bendición del Papa
El 3 de enero parecía que las condiciones del enfermo de nuevo despertaban aprensión:
"Las noticias de don Bosco, escribía don Juan Bautista Francesia a don Miguel Rúa, siguen siendo buenas; pero tuvo una verdadera
invasión de diviesos, que le molestan y le ocasionan algo de fiebre proporcionándole una noche un tanto inquieta. Dice el médico que eso e
buena señal. En efecto, tiene apetito, saborea y digiere el alimento que toma. Pero veo que se aleja de nuevo el día del regreso a Turín.
Esperaba se pudiera levantar en esta semana, y ahora me temo que no podrá, con motivo de esta erupción. Llegó don Domingo Pestarino,
ayer día 2, y su visita fue muy agradable para don Bosco. Hoy, o mejor esta mañana, se presentó de improviso el señor Obispo de Savona.
Se le tributó una recepción sumamente afable. El buen Prelado demostró lo mucho que aprecia a don Bosco. Ello impresionó tanto a la
población, que todos hablan del acontecimiento. ((274)) Y él va repitiendo que don Bosco vale más de lo que la gente cree, y que es feliz d
poderle tributar su afecto y caridad. Se despidió prometiendo otra visita muy pronto.
"En vista de la pertinaz lentitud de curación, debéis redoblar los esfuerzos ante María Auxiliadora. No hay una parroquia de la vecindad
que no haga o haya hecho un triduo por él..."
También Enría escribía a Buzzetti: "Mejora la salud de nuestro querido Padre, pero despacio. Siguen saliéndole pequeños diviesos, que l
atormentan bastante y le ocasionan un poco de fiebre.
"Esta mañana, día 3, vino el Obispo de Savona a visitarle, y experimentó
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tanta alegría a su imprevista aparición que se emocionó profundamente.
"Apenas entró el Obispo en la habitación, la alegría tiñó de rubor su rostro. Monseñor le abrazó, le besó, le estrechó unos instantes a su
pecho y le dijo:
"-Hijo mío, he venido a saludaros y os doy la santa bendición.
"Le bendijo y volvió a besarle; no sabía separarse de él. Se quedaron solos conversando durante casi una hora. Después salió Monseñor,
visitó la casa y tomó un ligero refrigerio. Volvió a la habitación de don Bosco, habló con él amablemente de diversas cosas, le bendijo de
nuevo y le besó. Don Bosco besóle la mano con afecto y alegría filial.
"El señor Obispo bendijo a todos y se despidió conmovido y satisfecho de haber encontrado al querido enfermo algo mejor, e insistió par
que se le enviaran continuas noticias.
"Haga el favor de decir a don Francisco Dalmazzo que don Bosco demostró lo mucho que le quiere y ha encargado al padre Francesia qu
le escriba diciéndole: -Le doy las gracias con todo el afecto de mi corazón; le quiero mucho, muy de veras; nunca olvidaré lo que hace y
cuida que hagan otros por mí y por mi curación. Ruegue por mí, pues yo siempre le recuerdo."
Todos esperaban noticias cada vez más consoladoras, confiados en la bondad de María Auxiliadora. "Querido Pedro -le decía Buzzetti a
Enría, el día 4 de enero-estamos esperando ((275)) buenas noticias. Ayer terminó la novena, así que hoy, si María Auxiliadora nos
encuentra dignos de su amor, nos devolverá sano a nuestro querido don Bosco; de no ser así, seguiremos importunándola hasta alcanzarlo.
"Tienes que saber que hace un frío que corta la piel. Todos los días aparecen muchos jarros reventados por el hielo, y el que tenías en tu
camaranchón corrió la misma suerte.
"Te pido encarecidamente que, cuando cortes la barba a mi querido Padre, la guardes para entregármela cuando vuelvas..."
Por fin llegó una carta de don Juan Bautista Francesia a don Miguel Rúa, escrita el día 5 por la mañana, enviada con una posdata y otra
añadidura en la tarde del mismo día, con las más alegres esperanzas: "Hemos tenido la décima o undécima erupción. Esperábamos... y
hemos quedado completamente desilusionados.
"Ayer tuvo más fiebre, después de una noche afanosa con sueños pavorosos que le hacían gritar, y por la tarde se manifestó una
abundante erupción. Tiene la mano izquierda cubierta casi por completo
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de granos y despellejada; dice que experimenta la sensación de haberla metido en una olla hirviendo. Don Bosco se resiente con estas
alternativas.
"Ayer telegrafiamos a Roma pidiendo la bendición del Papa, que ya se había enterado por nuestro Obispo de la enfermedad de don Bosco
Pasó por aquí el ingeniero Bianco, antiguo alumno del Oratorio, y don Bosco se alegró mucho al verle. Estas visitas le producen una suave
emoción y, si fuera posible repetirlas de vez en cuando, le harían un gran bien. íPero visitas de nuestros jóvenes, no de señores!
"Le ha alegrado muchísimo la carta que recibió de Mondoví; se la enviaban cuatro jóvenes, uno de ellos Bautista Rosselli y otro Alasia, e
tipógrafo. También recibió varias cartas de adhesión y oración del Colegio de aquella ciudad. Le resultaron muy agradables las muchas
tarjetas de visita de personas amigas que le llegaron, de Turín especialmente, de Génova y de Florencia. Pero aún no podemos decir: ítodo
está pasado! "Quién sabe cuándo se podrá dar la consoladora noticia de que, por fin don Bosco ha dejado su lecho de dolor? Y don
Francisco Cerruti le escribía ayer con arrebatos de su alegría propia y ((276)) la de otros diciendo que vendría el lunes a buscarle para
llevarlo a Alassio. íPobrecito! íLlegaba su carta oportunamente! Como una música alegre en un funeral. El enfermo está, entretanto, sin
fuerzas, cubierto el cuerpo de granos para siempre, que ojalá fueran de veras su salvación".
Pero, a continuación, venía esta añadidura:
"P.D.-EI cardenal Antonelli respondió ayer tarde que el Padre Santo enviaba al enfermo don Bosco la implorada Bendición Apostólica.
Don Bosco la agradeció con toda su alma y asegura que no pasó noche tan feliz y tan buena como ésta, en la que el Padre Santo le había
bendecido. Guardaré el telegrama, tal y como nos llegó, ornamentado con una orla. En su día hay que ponerlo en un bonito cuadro.
"Son las 3 de la tarde del día 5.
"Don Bosco está muy tranquilo: la erupción ha cesado; la piel se seca y cae; los granos no le hacen sufrir tanto. Ha comido con gusto la
sopa y alguna otra cosita. Si continuara así, quince días por lo menos, creo que podría ir a Turín. A propósito, don Bosco desea saber si
tenéis calor o frío. Aquí reina una perpetua primavera".
La noticia corrió enseguida por todas partes, mientras la Unidad Católica, del 5 de enero, ya había dado esta información:
"Curación de don Bosco.-Nos comunican desde Varazze que el reverendo don Bosco, después de una última erupción miliar, ha entrado
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en plena convalecencia, lo que permite esperar que muy pronto podrá gozar de perfecta salud. Agradecido a las oraciones, que por él se
hicieron en diversas partes de Italia, asegura que se verá obligado a encomendar a todos al Señor, rico en gracias y misericordia, para que
les premie la caridad que tuvieron con él durante esta enfermedad... El atribuye su curación a las muchas oraciones que, casi sin descanso,
hicieron muchas piadosas personas y sus muchos hijos, que temían perder a su Padre y bienhechor".
Evidentemente la bendición de Pío IX obtuvo el más consolador efecto.
"La salud de nuestro amadísimo Padre, decía Enría a ((277)) Buzzetti, sigue mejorando. Ya lleva tres días verdaderamente buenos. La
noche del día 4, en que recibió, por conducto del cardenal Antonelli la Bendición Apostólica del Papa, se quedó tan tranquilo que durmió
hasta el alba".
Cuando don Juan Bautista Francesia le leyó el telegrama experimentó una alegría indescriptible:
-íEl Papa, exclamó, se ha dignado pensar en el último de sus hijos! íOh, gracias! Que Dios le premie el consuelo que me ha
proporcionado. íLa bendición del Vicario de Jesucristo da gran gozo al corazón y paz al alma!
Y para perpetuar el fausto acontecimiento ordenó a don Juan Baustista Francesia que mandara colocar el telegrama en un bonito cuadro
con su cristal, para poderlo conservar. El mismo "dice que debe su mejoría a las oraciones que por él se hacen y a la bendición del Papa. Y
(decía Enría el 7 de enero) le indiqué que en el Oratorio se había terminado la novena a María Auxiliadora, pero que seguirían rezando hast
que él estuviese de vuelta en Turín. Don Bosco añadió que diera las gracias a todos de su parte y que María había escuchado las oraciones
de sus hijos. Pide encarecidamente se diga a todos que sigan rezando, pero de corazón y con fe, a fin de que la enfermedad no vuelva ya
atrás.
"Querido amigo, íojalá hubiese usted visto la conmovedora escena que yo presencié! Llegaron de Mornese doce padres de familia que, a
pesar del mal tiempo, venían a ver a don Bosco en nombre de todo el pueblo.Llegaron el sábado por la tarde, día 6, en el último tren y se
hospedaron en el colegio. Don Domingo Pestarino hacía algunos días que estaba aquí. El domingo por la mañana, día 7, después de misa,
entraron en la habitación de nuestro querido Padre y se colocaron en círculo para que don Bosco pudiera verlos a todos. Colocaron a sus
pies el regalo que cada uno había traído: una cesta
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de uvas exquisitas, mantequilla fresca, fruta, huevos, miel, pichones, una liebre y mostaza. Uno dejó un garrafón con vino moscatel, y otros
dos barricas, de a unos doce litros, llenas del mejor vino".
Ya don Domingo Pestarino le había presentado unas botellas, con vino de más de cincuenta años, y otros, algunos regalos más. Habían
llevado lo mejor y más famoso de su pueblo.
((278)) "Verdaderamente -decía Enría-era una escena conmovedora. Nuestro buen Padre estaba también emocionado ante aquel acto de
amor y agradecimiento. Resultaba una verdadera imagen de los pastores que acudieron a ver al Niño Jesús en la cueva de Belén y le
presentaron sus dones, quién una cosa, quién otra".
También don Bosco recordó la solemnidad del día anterior, los Reyes Magos en la cabaña de Belén y, dando las gracias a los de Mornese
les decía:
-"Quedaréis conformes, si ofrecemos todos estos regalos al Niño Jesús para que nos ayude a santificarnos?
Y siguió diciendo sonriente:
-Os ruego me perdonéis, si no puedo acompañaros, como lo hice en Mornese más de una vez. Dios os bendiga. Rezad por mí y yo rezaré
por vosotros y por vuestras familias y para que un día podamos formar una sola familia en el Paraíso... Ahora estoy cansado, pero, antes de
marcharos, espero deciros una palabra a cada uno en particular.
Así se despidió, y aquellos hombres salieron conmovidos, diciéndose unos a otros:
-íQué bueno es, qué afable! íCon qué cariño nos ha recibido! íCómo se interesa por nuestras familias! íEs un santo! No habla de sus
sufrimientos, antes al contrario, toma a broma su enfermedad. íQué paciencia debe tener y qué resignación!...
Estaban entusiasmados, pese a que su viaje había sido largo, a pie hasta Serravalle, y luego, costoso en tren...
"Después de la bendición del Padre Santo -escribía don Juan Bautista Francesia a don Miguel Rúa aquel mismo día-las cosas van cada
vez mejor. No ha tenido hasta ahora la más mínima fiebre, ni los tristísimos signos anunciadores de nuevas erupciones. Don Bosco espera
que podrá levantarse pronto de la cama, tal vez en esta misma semana. íAh, cómo adelantamos con nuestra mente los días alegres! Este es e
tercer día en el que don Bosco parece estar en verdadera convalecencia. Recemos y esperemos. Mientras tanto te encomiendo que le hagan
un buen gabán; pero es necesario que esté bien acolchado.
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"íSi vieras cómo se le desprende la piel! Da lástima. Las últimas postillas se van secando y, al desprenderse, dejan el pobre cuerpo casi e
carne viva.
"Vinieron doce hombres de Mornese y llenaron la habitación ((279)) de don Bosco con mil regalos. íQué expansivos son siempre estos
mornesinos! Esta mañana comulgaron y daban la impresión de que no se cansaban de estar en la iglesia. Ha sido una visita muy agradable
para don Bosco.
"Don Domingo Pestarino sigue aquí y vendrá don Francisco Bodrato de Alassio, mientras esperamos a don Juan Bonetti de Borgo San
Martino. Varazze es ahora nuestra verdadera capital.
"Como don Bosco tiene todas las facultades del altar privilegiado, podéis tomar las medidas para que pueda servirse de ellas a su
regreso".
El día 6 de enero volvía a escribir Buzzetti: "Me ha desconcertado mucho el saber que nuestro querido Padre sufre muchos dolores. Pero
abrigo la firme esperanza de que pronto se verá libre y restablecido, con una salud de hierro que le permitirá enviarnos por delante al paraís
a todos nosotros a prepararle una buena música para su entrada.
"A propósito de música, podrías decir a don Juan Bautista Francesia que prepare un bonito himno y se lo envíe directamente a De-Vecch
que lo pondrá en música para cuando llegue nuestro querido don Bosco con su fiel servidor Pedro Enría".
El 7 de enero empezó el Santo a dar las gracias a sus bienhechores:
"Los días pasados hemos tenido -escribía Francesia a la condesa Callori-un ligero recrudecimiento; pero ahora, después de la bendición
del Padre Santo, las cosas marchan francamente bien. El médico ya le permite sentarse en la cama y hasta podría levantarse; pero se teme
que los granos, que posee todavía en abundancia, se le enconen. Así, sentado, sufrirá menos; y no tendrá el dolor de estar apoyado con el
dorso en las almohadas, que se lo han despellejado astrosamente.
"Gracias a Dios, ya podemos, al menos así lo espero, creer que don Bosco va entrando en verdadera y franca convalecencia. Mas no me
atrevo a decir que esté en ella; lo afirmé otras veces, incluso al dictado del enfermo, y después tuvimos que desengañarnos con gran pena.
Ahora esperemos y pongamos nuestra confianza en quien dice que no seremos confundidos.
"Don Bosco le agradece la eme (un billete de mil liras) ((280)) enviada
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al Oratorio, donde se nada en un mar de deudas. Sin embargo, éste no es el menor de sus fastidios. Cuando se aproxime el día del regreso a
Turín, me tomaré el dulce encargo de hacérselo saber. Y para que esta carta tenga gran valor, don Bosco añadirá abajo algunas palabras y y
no me atreveré ni a firmar. La saludo respetuosamente y créame su agradecido nieto... ".
Al llegar aquí pasó Francesia la pluma al Santo, el cual "desde la cama" añadió a la carta estos renglones:
"Varazze, 7-1872 -Mi buena Mamá; dos palabras. Y son las primeras: Deo gratias. Dios premie su bondad y su solicitud por mí, y la
caridad que en estos últimos días tuvo con la casa de Valdocco.
"Que Dios la bendiga, mi buena mamá, y conceda toda suerte de bienes a usted, al señor Conde y a toda su familia. Siga rezando por este
travieso para que se haga bueno y sea siempre su afmo. y seguro servidor e hijo Juan Bosco, Pbro.".
La noticia de la última erupción había despertado, mientras tanto, en el Oratorio un nuevo fervor de oraciones para obtener lo antes
posible la curación completa del amadísimo Padre.
Don Juan Cagliero fue a verle el 8 de enero, llevando consigo algunas cartas. En una de ellas decíale Buzzetti a Enría: "Esta mañana se h
comenzado otra novena a María Santísima y al Sagrado Corazón de Jesús y esperamos recibir pronto buenas noticias. Encomiendo a tus
cuidados que no le cansen con excesivas visitas, que no dejes pasar a personas latosas, que, en lugar de alegrarle, le ponen peor".
Y don José Lazzero, que no sabía que don Juan Cagliero hubiera salido para Varazze, escribía aquel mismo día: "A toda prisa te hago
saber lo siguiente. Hemos empezado esta mañana otra novena por don Bosco, y don Juan Cagliero te lo explicará todo. Si estuvieses aquí
verías en el recreo a los asistentes de los aprendices, uno tras otro, cercados de muchachos mayores y pequeños, que van a visitar al
Santísimo Sacramento; lo cual nunca se vio en el pasado. Di a don Bosco que los asistentes de los aprendices están todos unidos a mí y, de
común acuerdo, hacen cuanto pueden con ellos para que todo marche bien. Si por un lado me ((281)) apena lo que le toca sufrir a mi amado
padre don Bosco, por otro me alienta no poco la solicitud de estos asistentes que me ayudan a guiar hacia el bien a estos muchachos que
tanto lo necesitan.
"Todos los días recibo colectas para encargar misas por don Bosco, con dinero que los aprendices sacan de sus propinas. La misa de
comunidad se aplicó por él con una abundante limosna ofrecida por
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los aprendices. Da las gracias a don Bosco de su parte por el afecto que les tiene, aunque esté distante y enfermo. Don José Lazzero, Rocca
Borio, Milanesio, Remotti y José Farina envían saludos y animan a don Bosco. Sí, querido Enría, dile muchas cosas a don Bosco de mi
parte.
"Mil saludos para don Juan Bautista Francesia y para todos los demás, etc.
"Da las gracias de una manera especial a don Juan Cagliero, que ha ido a ver a don Bosco y no me ha dicho ni pío... y basta; no me da
tiempo más que para decirte adiós".
Enría enviaba a Buzzetti estos detalles: "La salud de nuestro querido Padre va mejorando día a día. Come poco, pero con ganas, a pesar
de que encuentra mucha dificultad para digerir. Todos los días, de la una a las cinco de la tarde, tiene un poco de fiebre, lo que basta para
hacerle sudar copiosamente y debilitarlo de tal manera que le impide, por ahora, dejar la cama... Sin embargo, en todo el tiempo de la
enfermedad, no ha soltado un lamento, y siempre dice que está en las manos de Dios, dispuesto a hacer su voluntad.
"Le ha causado gran alegría el saber que se ha comenzado otra novena. Dice que confía en nuestras oraciones.
"Está muy contento con la visita de don Juan Cagliero. Si no fuera por la distancia, tendría mucho gusto en poder veros a todos..."
8. Hacia la curación
Por fin daba don Juan Bautista Francesia estas consoladoras noticias a don Miguel Rúa, el cual las comunicaba a todos los hermanos y a
los alumnos del Oratorio:
((282)) Varazze, 9-1972 -Las dos de la tarde
Mi querido Rúa:
Ya no quiero fiarme de los otros (y después de volver a leer la carta, para darle la debrda importancia, añadía las palabras) "aun cuando
fuera don Miguel Rúa", para comunicar noticias de don Bosco a vosotros, que estáis ávidos de ellas.
Don Bosco estuvo ayer francamente bien; sólo al atardecer se quejaba de ciertas molestias de estómago y de un ligero dolor de cabeza.
Pero el pobrecito sabía muy bien la causa. Todavía estaban aquí los de Mornese y, aunque muy prudentes, sentían necesidad de decirle mil
cosas antes de marchar. También don Bosco lo quería, se sentía con fuerzas y desafió el peligro.
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Hizo anotaciones en un cuaderno, dio clase a Campi y a Turchi, escribió dos cartitas y trató varios asuntos. Le rogábamos que tuviera
precaución, pero la alegría de verle mejorado y poder oírle hablar, tal vez nos hizo ser crueles con él. Por eso, al atardecer, el médico le
encontró el pulso más agitado y un dolorcillo de cabeza. Pero pudo dormir por la noche sin molestias, y esta mañana vuelve a encontrarse
bien, aunque algo cansado.
Oyó de labios de don Juan Cagliero, que llegó ayer aquí a las ocho y media, y se enteró antes, por carta de don Celestino Durando, lo
mucho que ahí se reza, y tuvo con ello gran satisfacción. Esperamos, por ahora, que todo pueda seguir bien y que, si toda la semana discurr
como hoy, con días serenos y hermosos de verdadera primavera, el sábado o el domingo podrá levantarse. íQuiera Dios que pronto os pued
dar la alegre noticia, prometida y esperada hace ya tiempo!
Aunque don Bosco coma ya bien y vaya devorando las barritas de pan que el barón Enría recibe, se ruega, sin embargo, que no envíen
más, porque luego hay que recomendar a sus ayudantes de boca que no le dejen pasarse demasiado. Tal vez, dentro de quince días o antes,
si viene alguno a visitarle, puede traerlas; pero dice don Bosco que ya no son menester otros caminos.
Ayer intentó, sin pensarlo, emplear el brazo izquierdo, que tanto usaba en otros tiempos; pero, después no podía hacer con él más que
ajustarse el gorro a la cabeza, porque, para llegar a la espalda, se resintió tanto, que tuvo que bajarlo a toda prisa. Contaba el hecho
jocosamente, hasta para convencerse de que las cosas no han llegado todavía a su término, sino que nos acercamos "rápidamente sí; pero
con rapidez ajustada a la ley" hacia la ansiada curación.
Los granitos siguen su curso regular; muchos ya han madurado y otros van asomando la cabeza, entre la piel nueva y la antigua; y alguno
son como volcanes apagados en una escuálida llanura. Me detengo y complazco en estos pormenores, porque hoy el cielo del pobre enferm
está totalmente sereno, y no amenaza, por ahora, con ningún cambio. íOjalá pasáramos mucho tiempo todavía así! ((283)) Mientras vosotro
rezáis como Moisés en el monte, las cosas siguen cada vez mejor; pero, en cuanto suspendéis o termináis la novena, he aquí que el pobre
enfermo recae gravemente. Y marcha atrás. íHaced, pues, una centena!
Don Bosco está realmente conmovido con las noticias de la gran piedad que tienen los de ahí en esta triste circunstancia. En sus
momentos de calma casi agradece al Señor el haberlo visitado de este modo. Y haber logrado que su enfermedad haya servido de provecho
para tantos. Quisiera dar las gracias a los muchachos que sabe rezan por él, a los que hace tanto tiempo comulgan por él con tanta
constancia, y íquién sabe si esta misma semana no lo hará!
Nosotros nos ponemos ahora muchas veces alrededor de su lecho, ya tan doloroso, y, al oírle hablar, nos parece que así debía ser la
corona que los discípulos de San Juan hacían al santo, ya avanzado en edad; y otras veces, sólo al verle en aquella santa posición nos sirve
de verdadero sermón. Pero íhay que ser muy fuertes para poder contener las lágrimas! Mientras te escribo estas casi alegres y perseverantes
noticias me tiembla el corazón por miedo a tener que cambiarlas por décima y duodécima vez. Esperemos más seguridad con la bendición
del Padre Santo.
Don Bosco, por su parte, bendice a los señores Fassati, a quienes ya escribió por mi mano, y a todos los que ruegan por él.
Quien debe estar en el colmo de la alegría es la condesa Callori, a la que, ayer, envió una carta de su puño y letra; ha sido verdaderament
afortunada. Es la segunda vez que escribe en la cama.
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Hoy no acabaría, si no fuera porque se acaba el papel. Ojalá pueda repetir en otra todo lo bueno que hoy os he escrito tan profusamente.
Amame en el Señor y créeme,
Afmo.
JUAN BAUTISTA FRANCESIA, Pbro.
Y escribía Enría a Buzzetti:
"... Yo rezo de corazón, también por usted, durante la noche;
cuando me canso de escribir y de leer me pongo a rezar. No necesito explicarle el afecto que siente mi pobre corazón al rezar junto al lecho
de nuestro amadísimo padre.
"íAh, querido José! Cuando se ama a un padre tan cariñoso como nuestro don Bosco, no se pueden contener las lágrimas al verle enfermo
hace ya tanto tiempo. Es verdad que empieza a mejorar, pero va tan despacio. Mas él no se inquieta; me ha dicho muchas veces:
"-Querido Enría, aunque yo sé que nuestra Congregación todavía necesita ((284)) muchas cosas para dejarla ultimada, y aunque en todas
las casas hay deficiencias que deben repararse, estoy resignadísimo. Lo pongo todo en manos de Dios y de María Auxiliadora y, si el Señor
ha determinado que yo muera, siempre diré: íHágase en todo su santa voluntad!
"Presenté sus saludos a don Bosco y quedó muy contento de ellos. Le dije que usted envidia mi suerte, que querría estar en mi lugar para
atenderle y demostrarle su adhesión y su amor. Tanto le gustaron estas expresiones, que me contestó:
"-"Qué quieres?... Si no fuera porque tiene tanto trabajo, diría que me viniese a visitar.
"Se conoce que nuestro buen padre le tiene un afecto muy particular. Me encargó le enviara muchos saludos y que le agradeciera las
oraciones que hace por él, que siga rezando y que pronto nos volveremos a ver".
Poco después enviaba otra carta a los aprendices del Oratorio, a través de don José Lazzero: "Leí a don Bosco la carta que me ha enviado
vuestro Director. Nuestro querido padre se conmovió al enterarse de los muchos sacrificios que habéis hecho empleando el dinero de las
propinas en depósito para mandar celebrar misas por su curacion.
"Da las gracias muy en particular a los que tomaron la bonita resolución de visitar cada día al Santísimo Sacramento: y pide
encarecidamente que hagan todos esta visita, porque es fuente de toda
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esperanza. Manifiesta un gozo inmenso siempre que habla de esta devoción, por el ardiente amor que tiene al Divino Sacramento".
El día 11 volvía don José Lazzero a comunicar a Enría el creciente fervor de los alumnos para alcanzar de Dios la completa y rápida
curación de don Bosco:
"Te agradezco la carta que me escribiste el día 10, y que yo acabo de recibir hace unos instantes. Demos gracias a Dios por la continua
mejoría de nuestro padre. Nosotros seguiremos con el mismo fervor; es más, el fervor de los jóvenes aumenta cada vez más.
"Hace ya varios días que los aprendices van casi todos a hacer la visita a la iglesia para pedir al Sagrado Corazón ((285)) de Jesús y a
María la pronta curación del amadísimo padre don Bosco. Dicen con cariño que a toda costa no permitirán que don Bosco caiga enfermo.
Encima de todas las demás ofertas se recibieron todavía esta mañana nueve liras para una novena de misas de la Compañía de San José y
siete más de los otros aprendices para celebración de misas, y todas para la pronta curación de don Bosco.
"Esta noche alegraré un poco a los aprendices con tu carta; te doy las gracias anticipadas de su parte. Agradece a don Bosco, de mi parte
de la de los asistentes de los aprendices, los cordiales y afectuosos saludos que se dignó enviarnos por tu mediación. íCuánto alegran al
corazón estos saludos! La carta adjunta me la han entregado los alumnos del curso de francés, para entregarla en mano a don Bosco; haz
como te parezca mejor. Si pregunta quién es su profesor, dile que el clérigo Martín.
"Aquí todos seguimos bien y esperamos a don Bosco con ansiedad. Muchos saludos de parte de todos y míos especialmente...".
Las noticias eran cada vez más satisfactorias. Aquel mismo día escribía don Juan Cagliero desde Varazze a don Miguel Rúa: "Don Bosco
mejora continuamente; ya no tiene las intermitencias del otro día. La erupción miliar se le transparenta en el cutis apenas termina de comer
Pero el médico no da mucha importancia a esto y el domingo le permitirá levantarse y pasearse por la habitación. Si verdaderamente sigue
esta mejoría, digo sigue verdaderamente, entonces estamos seguros de que cantaremos pronto el tedéum".
La santa alegría que despertó en todos la mejoría del amadísimo Padre, y más aún un saludo suyo personal, fue indescriptible.
"Por dos veces, escribían dos asistentes de los aprendices, los clérigos Luis Rocca y José Farina, hemos tenido el honor de recibir los
saludos de nuestro querido padre don Bosco; experimentamos un consuelo inmenso cuando supimos lo mucho que le agradaron nuestros
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humildes saludos. Hemos de agradecer a nuestro buen Enría la atención que nos prestó.
"Nuestro corazón se inflamó de nueva alegría al oír cómo ((286)) Dios, movido por las incansables oraciones de muchos fieles, unidos en
un solo corazón, y por las valiosas súplicas de su vicario en la tierra, se ha complacido en devolver a nuestro amor un padre tan querido.
"Es conmovedor ver a nuestros aprendices cómo dejan las diversiones y los juegos para correr a los pies del altar e implorar con
fervientes súplicas la gracia de volver a ver pronto, sano y salvo, a nuestro amadísimo padre.
"Querido Enría, le rogamos tenga a bien ofrecer nuestros agradecidos corazones al querido Padre, pues no deseamos más que disfrutar de
su agradable presencia y oír sus consoladoras palabras".
Don Juan Cagliero volvió a Turín el día 12, y le llevaba a Buzzetti estos renglones, escritos por Enría a las dos de la madrugada:
"Aunque don Juan Cagliero ya os lleva noticias de don Bosco, no quiero se me escape esta ocasión sin enviaros un saludo de parte de
nuestro amado padre. Hoy está algo mejor. Quiso que le cortara la barba a tijera y se lavó las manos y la cara con agua caliente. Pasó bien e
día y ahora duerme tranquilo. Tenemos la firme esperanza de verle levantado el domingo y dejar un poco la cama. Una visita suya sería un
gran regalo para don Bosco...".
Y aquella misma noche volvía Enría a escribirle: "Querido José, nuestro amado padre estuvo hoy algo más agitado a causa de los restos
de la última erupción, que aún se ven esparcidos por su cuerpo. Los granos que estaban entre la carne y la piel van saliendo todavía mientra
los otros se secan. Su estado no es peor, pero ha mejorado muy poco. Hoy está agitado por un sueño que tuvo anoche...".
Pero, al día siguiente, don Juan Francesia enviaba a don Miguel Rúa buenas noticias: "Don Bosco sigue todavía bien, pasó una noche má
tranquila que nunca; ni siquiera le molestaron los acostumbrados sueños que agitaban y asustaban a los demás. Ayer, por ejemplo, estuvo
todo el día con el miedo de un sueño: había soñado que don Angel Savio estaba en Chieri y sacaba agua del pozo, teniendo a don Francisco
Giacomelli a su lado. Al tirar para arriba, he aquí que la cuerda topó con un obstáculo; hicieron esfuerzos, oyóse un ruido y rodó abajo
((287)) el pozal con el que lo subía. Giacomelli dejó caer la cuerda una y otra vez, pero Savio no aparecía y subió el pozal vacío. Se puso
entonces a llamarlo a gritos. Y don Bosco, que
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había sido testigo de todo, aturdido por la desgracia, gritó tan fuerte que se despertó.
"Enría, que dormitaba junto a la mesa, se levantó asustado, corrió a la cama y vio a don Bosco despierto que, riendo, le contó el sueño de
pozo. Se recordó graciosamente a la comadre 1, pensó en el buen Gastini, y trató después de reanudar el sueño interrumpido. Mas no fue
posible. Aunque sabía que todo había sido un sueño, quedó tembloroso y, durante todo el día, estuvo constantemente asustado y agitado.
Como ves, don Bosco hace siempre sus correrías de un lado para otro y siempre se encuentra en medio de los suyos.
"Comenzamos a tratar con algún fundamento de nuestro próximo regreso a Turín. íQué tedéum tendremos que cantar! Pero los granitos
están siempre allí, entre la piel, y no quieren secarse todavía...".
Por fin, el día 14 se levantó de la cama un rato, y Francesia se lo comunicaba a don Miguel Rúa: "Don Bosco salió de la cama y estuvo
levantado más de dos horas. Al principio estaba cansado; pero después iba recuperando las fuerzas. La alegría de nuestros muchachos no
tenía límites. Gritaban por todas partes: í Viva don Bosco! Después tomaron por asalto su habitación y hubo que dejarlos entrar. Don
Bosco, vestido del todo, sentado en el sillón, riendo y bromeando recibió a todos nuestros alumnos. Era un espectáculo que hacía llorar.
Hemos llegado, pues, a buen punto; demos gracias a Dios.
"La condesa Callori nos cargó hoy de regalos para don Bosco convaleciente (con tres billetes de a ciento para el caldo).
"Recibió con agrado las cartas de los de cuarto de bachillerato, junto con la de su profesor. Por todo este consolador movimiento íLaus
Deo et Deiparae! (íGracias a Dios y a su Madre!)".
Y Enría escribía más ampliamente a Buzzetti: "íQué alegría y qué satisfacción; don Bosco está mucho mejor!; pasó la noche del sábado a
domingo muy tranquilo. Por la mañana, a las seis, recibió la santa comunión de manos de don Juan Bautista Francesia, que estaba ((288))
muy emocionado. El rostro de don Bosco se transformó de tal modo en aquel instante que es imposible describirlo.
"A las once quiso vestirse y levantarse de la cama. Yo temía que no lo pudiera resistir y se pusiera malo, pues no se tenía en pie. Hacía
seis semanas que no se levantaba. Hicimos que se sentase,
1 Comadre.-Madrina o comadre. Hace referencia a la ópera, "Crispino e la comare", original de los hermanos Ricci, napolitanos, y
contemporáneos de Verdi y de don Bosco. (N. del T.).
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envuelto en las mantas bien calientes, y después le servimos la comida. Dio, luego, cuatro o cinco vueltas por la habitación, sostenido entre
tres. Estuvo levantado hasta las cinco. Durante este tiempo pasaron ordenadamente y en silencio todos los alumnos del colegio y besaron su
mano. No le habían visto nunca, durante la enfermedad. Don Bosco no hablaba para no cansarse, pero se sentía tan feliz que le parecía no
tener ya ningún mal. Pasaron, los últimos, los de la clase del clérigo Francisco Borgatello, que son unos cuarenta, entre internos y externos
y le regalaron caramelos y una pequeña cantidad de dinero recogida entre ellos. Conmovía ver el amor y alegría con que le ofrecían su
regalo. Nuestro padre lo aceptó con agrado y, después de darles las gracias, entregó un caramelo a cada uno. Ellos lo recibían
respetuosamente y besaban su mano. íEl pobre padre estaba muy contento! Y reía satisfecho.
"A las cinco volvió a acostarse y durmió tranquilo, de seis a siete, y después, de las diez hasta el alba...".
Los alumnos de Varazze comprendieron también cuánto los quería el Santo. Había encargado a menudo al Director que los saludara de su
parte; mandó llamar varias veces al maestro de música (como contaba don Juan Bautista Urbano, a la sazón alumno de aquel colegio) para
hacerle corregir algunos defectos en la ejecución de los cantos, que había oído interpretar. Cuando más grave estuvo, oyó llorar a un chico
en el patio, bajo su ventana; no lo pudo aguantar y dijo al punto a Enría:
-Por favor, corre enseguida a ver qué ha hecho ese pobre muchacho.
Acudió Enría y supo que lloraba porque su madre, que había ido a verle, se había marchado; unas buenas palabras y un caramelo le
calmaron. Era así de compasivo el corazón de don Bosco: no podía tolerar que los muchachos sufriesen. Si llegaba a saber que ((289)) un
asistente había maltratado a alguno, le reprendía severamente. Un día de fiesta colegial recomendó al prefecto que los alegrase, sirviéndole
un plato extraordinario en la comida.
El día 15 de enero escribía Enría a Buzzetti: "Carísimo amigo: He recibido la tapioca, el vino y las barritas de pan; mil gracias. Don
Bosco me preguntó:
"-"Quién ha enviado todo eso?
"-Buzzetti, le contesté; y le saluda con todo el cariño de su corazón.
"-Buzzetti, me dijo, me manda siempre tapioca y otras cosas, y no es capaz de venir a visitarme. Me gustaría tanto...
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"-Mire, le observé; a estas horas ya habría venido, pero la distancia, los gastos... y, además, son tantos los que desean venir, que teme
singularizarse o dar ocasión a muchos, con su venida, para venir ellos también.
"-"Qué importancia tienen estas razones? Una visita suya me gustaría mucho. Escríbeselo.
"-Venga, pues, y deje que los demás digan lo que quieran. Venga enseguida. Yo le espero. Don Bosco lo desea; cuando ve a uno del
Oratorio, le parece que desaparecen todos sus males."
Aquel mismo día enviaron a Buzzetti este telegrama: "Ayer fiesta; papá levantado; agradaría su visita: hoy bien". Las palabras "papá
levantado" se esparcieron como un relámpago por el Oratorio y despertaron una manifestación de alegría y entusiasmo indescriptible;
corrían unos, aplaudían otros y todos bendecían a la Virgen. La banda de música salió al patio e interpretó alegres sinfonías. Por último, do
Miguel Rúa invitó a todos a entrar en el Santuario para dar gracias al Señor por la iniciada convalecencia del veneradísimo padre.
La buena "mamá" Callori le envió enseguida un batín de lana roja, y el día 16 le daba las gracias don Juan Bautista Francesia en estos
términos: "Ayer recibimos el regalo de la buena mamá para su pobre hijo enfermo y lejano. En la misma tarde tuvo don Bosco en sus
manos el batín y esta mañana se lo ha puesto. Le está muy bien y dice que parece un cangrejo cocido. ((290)) Hoy es el segundo día que se
levanta. Ayer quiso estar levantado cinco horas enteras; cuando se acostó lo hizo con pena y hoy ha querido levantarse una hora antes.
Procuraremos tomar las precauciones que usted aconsejó a don Juan Cagliero, y que él nos deja entrever, para no volver atrás. Le daremos
también el extracto de carne, que su caridad nos proporcionó para don Bosco. Cuando él tuvo entre sus manos lo que usted le envió, repitió
riendo:
"-íCuántas finezas, cuántas atenciones para el pobre don Bosco!
"Sólo él cree no merecerlas; tal vez de usted no; "pero de nosotros:
"Dio ya unos paseítos por la habitación; esperamos que hoy dé más; y que, dentro de la semana, pueda salir de este calvario. No tema qu
sea demasiado rápida la salida, porque en este clima, de temperatura casi primaveral, hace que se desee una bocanada de aire libre, y no se
siente el frío ni por asomo. Al mediodía parece que uno se encuentra en pleno mes de mayo, así que no hay por qué temer. Esperamos, pue
que no haya necesidad del boletín sanitario.
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Ya le escribiremos a usted alguna vez, o mejor, espero que el mismo don Bosco escribirá para agradecerle todo lo que hace por su bien.
"El médico ya no teme que vuelva a empeorar y espera que la verdadera mejoría que tenemos, seguirá por largo tiempo. Y esto después d
la bendición papal..."
La mejoría seguía de una manera consoladora, y don Juan Bautista Francesia enviaba una relación detallada al Oratorio:
17-1872
Mi querido Rúa:
Ayer don Bosco se sintió con vena de poeta y escribió una graciosa poesía para la condesa Callori, que tan maternalmente le trata. La he
copiado y nos servirá de hermoso ejemplo para mostrar nuestro agradecimiento a los bienhechores.
Si hace poesías, señal de que está bueno, dirás. Esta vez casi podemos afirmarlo. Es verdad que cada dos o tres días, y precisamente al
caer de la tarde, queda todo empapado en sudor, pero sin más consecuencias. Teme el médico que se trate de un poco de fiebre, pero es alg
tan ligero que carece de importancia. Hace ya cuatro días que se levanta, lee por sí mismo las cartas y no necesita secretario. Los primeros
que han tenido esta suerte son los que escribieron el lunes, que me parece fueron dos aprendices del mismo taller.
((291)) Se pasea por la habitación, asistido siempre por alguno de nosotros. Le hemos proporcionado un bastoncito en que apoyarse, pero
como no está acostumbrado todavía, no le aprovecha todo lo que se desearía.
Recuerdo el cuadro de san Felipe que se ve en la galería superior del colegio de Lanzo. Está el santo muy avanzado en años, con luenga y
blanca barba, rodeado de sus hijos espirituales y también con un bastoncito para apoyarse. Ante el dulce recuerdo y la semejanza que me
parecía perfecta, gocé mucho y agradecí al Señor que nos hubiera reservado para tanto.
No es que haya llegado la cosa al punto de que don Bosco lo necesite ya para siempre, pero sí lo necesitará para echar al demonio, que
ahora brama y se agita por los serios golpes que recibe en el Oratorio durante su enfermedad.
íQué destrozo para entonces!
Ayer tuvo la satisfacción de ver a José Rossi, el cual, al contemplarlo sentado en el sillón con la barba más bien larga, pero no tan
demacrado como él se lo había imaginado, no sabía decir más que:
-íOh, don Bosco! íOh, don Bosco!
Lo repetiría unas quince veces, sin exagerar.
El día anterior vino a verle el caballero Lingiardi, que construye un órgano para un pueblecito próximo. El buen señor, tan grandote como
es y anciano, al entrar en la habitación miró arrobado y conmovido a don Bosco, se puso luego a sus pies y no hizo más que llorar y llorar..
Hablóle después de sus asuntos y dejó que don Bosco dijera a don Juan Cagliero que le enviase las mil quinientas liras que tiene, y luego
saldaría la cuenta. Tal vez el don Bosco sano no habría cedido, pero al don Bosco indispuesto no le fue difícil persuadirse. Demos gracias a
la divina Providencia, que de tantos modos piensa en nosotros y se sirve de cualquier circunstancia.
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El sábado quisieron los pescadores ofrecer su presente au marotto (al enfermo) y trajeron cuatro preciosos salmonetes...
Y terminaba transcribiendo la poesía enviada por don Bosco a la condesa Callori:
A mi buena mamá, que me mandó un batín encarnado y un rico caldo de carne.
Es muy benéfica rogad por ella;
la madre mía: mandadle gracias
para obras buenas del cielo bellas.
todo daría. Dadle un siglo
Acentos débiles de sanidad,
tan sólo emito y de los ángeles
porque me siento la santidad.
muy conmovido. Y cuando cumpla
Ella me envía este destino,
bonita prenda con Vos llevaos
para ponérmela a madre e hijo.
cuando convenga: Que su familia
De color rojo vaya a su lado.
me la ha mandado, Y estén conmigo
de mi martirio mis bien amados.
el signo ha dado. Juntos cantemos
((292)) Añadió un répice dulce armonía,
de consomé siglos y siglos,
bueno y valioso íviva María!
por ciento y tres.
Madre santísima, JUAN BOSCO, Pbro.
íEl Señor os bendiga y que siempre prospere la salud de nuestro pobre Papá!
FRANCESIA, Pbro.
Seguían llegándole a Buzzetti las más cordiales y, digámoslo también, las más vivas insistencias para que fuera a visitar a don Bosco;
mas no cambió de parecer y ofreció también a Dios esta mortificación por la salud del padre. Sin embargo, pareció conveniente que los
hermanos coadjutores tuviesen también un representante en aquel homenaje de devoción filial, y se decidió que fuese a verle José Rossi, ya
que debía ir a Génova para hacer compras.
Cuando el Santo veía a alguno de los suyos, experimentaba una alegría indescriptible. Le preguntaba enseguida:
-"Qué tal el viaje?... "Ya has comido?... "Necesitas algo? Dilo... Si estás cansado, diremos a Director que te prepare inmediatamente una
habitación...
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Y casi no daba tiempo a nadie ni para preguntarle por su salud.
Pedía informes de su casa; cómo estaban los hermanos, los alumnos internos, los externos, los bienhechores. Y cuando se despedían, les
agradecía la visita, y les rogaba saludaran a los compañeros y a los alumnos y que les agradecieran las oraciones que habían hecho por él.
-Los bendigo a todos, decía, y pido a Dios que les conserve la salud en este mundo, hasta que nos junte a todos en el paraíso. íLas cosas
de esta tierra son pasajeras! íEl paraíso es eterno!
((293)) La visita de Rossi resultó agradabilísima para el dulcísimo Padre. Le decía Enría a Buzzetti:
"Ha llegado José Rossi; y don Bosco ha tenido una gran alegría, porque cuando ve a uno del Oratorio experimenta una satisfacción
imposible de expresar. Su salud ha seguido mejorando constantemente desde el domingo hasta hoy.
"En los días pasados había que sostenerlo entre dos; al aumentar las fuerzas, tomó el bastón para apoyarse; pero hoy caminaba sin ayuda
alguna. Come con bastante apetito.
"A eso de las cinco de la tarde siempre le viene una fiebre ligera, que suele durarle hasta medianoche. Lo suficiente para no dejarle dorm
hasta la una o las dos. Es el efecto de los granos, que siguen apareciendo.
"Los visitantes, sobre todo de Génova, se suceden tres o cuatro veces por semana. Han venido el barón Cataldi y muchos otros señores.
Hoy estuvo el señor Canale y esta tarde el Párroco de Alassio con don Francisco Cerruti, director de aquel colegio. Don Bosco experimenta
una gran alegría, en medio de sus dolores, al volver a ver a los suyos.
"Recibí la hermosísima carta del maestro De-Vecchi y se lo dije a don Bosco. Quiso verla, alabó su caligrafía, la leyó de cabo a cabo, y s
quedó tan contento que me dijo:
"-Tiene un corazón verdaderamente bueno y cristiano; dale las gracias de mi parte por las oraciones que ha hecho para mi curación."
Y Rossi, en el colmo de una santa alegría, escribía a don Miguel Rúa: "Ayer, día 16, a las dos de la tarde, tuve el gran placer de ver a
nuestro querido y siempre amadísimo Padre, y fue el colmo de mi satisfacción verlo levantado de la cama...
"Me preguntó un sinfín de cosas del Oratorio y particularmente por usted y todos los Superiores. Estuvo levantado desde las diez de la
mañana hasta las cinco y media de la tarde.
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"Fui a su cuarto después de comer para darle las buenas noches y me entretuvo hasta las diez y media, preguntándome por todo y por
todos: nunca deja de dar las gracias a los muchachos por las oraciones que hacen para obtener su curación.
((294)) "Hoy paseaba por la habitación y marchaba sin bastón; me dijo que estaba haciendo rápidos progresos. Ha venido a visitarle el
señor Canale de Génova, en compañía de otro señor. Esta tarde vinieron don Francisco Cerruti y el Vicario de Alassio, acompañados por e
clérigo Tricerri.
"Al atardecer le viene siempre algo de fiebre, que espero no será de cuidado. Come con gana y digiere fácilmente.
"Agradece a todos las hermosas pruebas de afecto que han dado durante su enfermedad.
"Habría salido hoy para Génova, de no haberme dicho don Bosco que me quedase."
El clérigo Tricerri, que más tarde salió de la Congregación por insistencias familiares, pero que llegó al sacerdocio, pronunció el discurso
oficial en la reunión de antiguos alumnos del Oratorio en el 1899 y recordó el siguiente detalle de la visita, que había hecho al Santo en
Varazze:
"Paseaba él de un lado a otro de la habitación, apoyándose suavemente sobre mi hombro. Siempre recuerdo que me dijo:
"-Querido mío, tú das clase y enseñas historia. Bien, recuerda que es general la queja de la constante lucha contra la verdad... "Te gusta l
literatura? Te lo suplico, íabre bien los ojos!
"Tenía razón el santo varón; cuántas veces el naturalismo moja la pluma en las cloacas" 1.
Don Bosco seguía mejorando. Así que Enría pasó dos o tres días sin enviar noticias, y Buzzetti, antes de que llegase la última, que
acabamos de leer, le escribía el día 19:
"Querido Pedro: "Vives todavía? Y si estás vivo, como espero, "por qué no cumples lo prometido... de no dejar pasar un solo día sin
darme noticias de nuestro querido don Bosco? íEa, pues, no me tomes el pelo!".
Y Enría escribía en la misma fecha:
"Don Bosco sigue mejorando constantemente; ha disminuido la
1 Don Bosco no quería que el buen clérigo se alejase de él y cuando salió, le dijo: -Tú no quieres dejarte cocer en la olla de don Bosco,
pero después... irás a parar a otra, que aproximadamente se parece a la de don Bosco.
En efecto, después de haber sido unos años párroco en Villa del Bosco, fue a parar al Instituto de don Luis Orione, donde murió.
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fiebre de cada tarde y ya no le molesta tanto. Hoy quiso comer con don Francisco Cerruti, don Pablo Albera y don Juan Bautista Francesia.
Preparé la mesa en su habitación y vinieron a acompañarle. Estaba tan ((295)) feliz al verse a la mesa en compañía, después de tanto
tiempo, que comió con mucho gusto. Paseóse después por la habitación y salió de ella, por vez primera, hasta la habitación vecina, para
seguir haciendo un poco de ejercicio.
"Tenemos la firme esperanza de verle mejorar cada día y, Dios mediante, dentro de unos veinte días volveremos al Oratorio.
"Querido José, ojalá pudiera usted oír a nuestro buen padre con qué ilusión habla del día en que podrá volver a Turín, en medio de sus
amados hijos, a quienes quiere más que a sí mismo. A veces, exclama:
"-íAh, el día que entremos en el Oratorio!...
"Y después se queda emocionado y absorto pensando en lo que experimentará su corazón al volver a entrar en aquella casa bendita, y no
dice una palabra en muchas horas.
"También para nosotros será el día más hermoso el de su vuelta, porque Dios nos lo devuelve restablecido a su primera salud. Si el Señor
no hubiese tenido compasión de nosotros y escuchado nuestras muchas oraciones, don Bosco no habría podido resistir el grave mal que
padecía. Yo, que fui testigo de toda su enfermedad, puedo dar fe de ello. Tuvo hasta doce erupciones miliares, mudó de piel varias veces,
estuvo seis semanas enteras constantemente calado de sudor.
"Ahora necesita una larga convalecencia, tranquila y sin molestias de ningún género. Esta noche duerme tranquilo, sin agitación.
"Son las tres de la mañana y sigue durmiendo plácidamente.
"José Rossi salió ayer de Varazze para comprar tableros para el taller...".
Y Francesia escribía el 21 a don Miguel Rúa: "Don Bosco sigue mejor. Esperamos que esta semana bajará a celebrar la misa. Será un
acontecimiento. Lee por sí mismo todo lo que se le envía y ayer por la tarde quiso confesar a un grupo de nuestros alumnos. Parece que el
médico pone reparos a su regreso para la última semana de enero y primera de febrero. Sin embargo, si rezamos, esperamos que para el día
2 del próximo mes podremos encaminarnos hacia Turín. Lo deseo aún más que vosotros".
Las noticias iban siendo cada vez más consoladoras. La mejoría ((296)) progresaba normalmente. Don Bosco se encontraba bastante bien
y parecía sentirse mejor cuando podía entretenerse con alguno
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de sus hijos lejanos y hablar de nuestras cosas y de la marcha de las casas.
Todavía no habían ido a visitarle los directores de Borgo San Martino y Lanzo. Don Juan Bonetti difería la visita de un día para otro por
asuntos especiales, y se le esperaba continuamente. Don Bosco mandó escribir a don Juan Bautista Lemoyne diciendo que quería verle
"porque sin él no podía estar bien", y decía al reverendo Cuffía:
-Mira, don Juan Bautista Lemoyne recibirá la carta el sábado, 20 de enero. El domingo confesará a los muchachos, predicará el sermón d
la mañana y el de la tarde y saldrá enseguida para Turín, donde dormirá. Tomará el primer tren directo del lunes y llegará a Varazze a eso d
las dos y media de la tarde. Procura que vaya alguien a esperarle a la estación para traerle la maleta.
-No será así, contestó Cuffía; don Juan Bautista irá de Sampierdarena a Génova, para ver a su madre, y no llegará aquí antes del martes.
-Diciendo eso, ya se ve que no conoces a don Juan Bautista Lemoyne.
Estaba don Bosco tan seguro de esta previsión que ordenó se prepara la mesa para que comiera en su habitación hacia las tres. Pero Cuffí
se mantuvo en su opinión y no envió a nadie a la estación.
El lunes llegaba don Juan Bautista Lemoyne, con su maleta en mano, a la hora prevista. Entró en la habitación de don Bosco, después de
haber cumplido punto por punto lo que éste había dicho.
Tan pronto como lo vio, le preguntó:
-"No salió nadie a esperarte?
-íNo he visto a ninguno!
-"No has ido Génova a ver a tu madre?, añadió sonriendo.
-"Desviarme del camino sabiendo que don Bosco está enfermo y que me espera, después de haberme invitado tan cariñosamente?
Perdóneme, aún tengo un trocito de corazón y un adarme de cabeza.
-"Y qué has pensado cuando supiste que estaba tan enfermo? "Temiste que estaba para morir?
((297)) -"Yo? Nunca temí tal cosa. Sentía que don Bosco sufriese, pero estaba seguro de que no moriría.
-"Y por qué?
-"No recuerda el sueño de las diez colinas? Pues bien: usted llegó a la octava. Yo calculo diez años por colina. Por lo tanto tiene que
acercarse a los ochenta años. Además, en el sueño andaba usted encorvado y sin dientes, y ahora todavía no anda así.
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-Pero aquí en Varazze se temía mucho que yo muriese. Una tarde que estaba yo muy mal, rogué a Francesia que mandara llamar al
notario, pues es de persona prudente hacer testamento, pero él se echó a llorar y se marchó.
Y fue contándole cómo Cuffía estaba seguro de que no se dirigiría directamente a Varazze.
Y a las tres de la tarde, como había determinado, comió en la habitación junto con don Juan Bautista Lemoyne, don Juan Francesia, el
reverendo Cuffía y el jefe de estación; y pasó un día tan bueno, como nunca después de la enfermedad. Estuvo levantado de las diez de la
mañana a las nueve de la noche y decía:
-Es el primer día que como con apetito; los otros días comía para sostenerme en pie.
Se esperaba que, si la mejoría progresaba, podría estar en Turín para el último domingo de carnaval.
El día 24 comenzó a bajar las escaleras: "bajó de la segunda planta a la primera y fue a pasear al comedor de los clérigos". Enría volvió a
arreglarle la barba y el cabello. Tenía tan buen color que parecía no haber estado enfermo tanto tiempo; habían desaparecido totalmente los
diviesos y no tenía fiebre alguna.
Al atardecer, fueron al colegio el organista de la iglesia de San Ambrosio y varios señores de la compañía filarmónica para dar un
concierto en la habitación de don Bosco, pues sabían cuánto le gustaba la música. Componían un buen conjunto musical con tres violines,
violonchelo, flauta y clarinete. Asistieron también el secretario del Ayuntamiento, el jefe de estación, el médico, el alcalde, el párroco y
((298)) varios superiores del colegio. La estupenda interpretación de diversas melodías extasió a don Bosco, que no se cansaba de dar las
gracias a aquellos buenos señores y de aplaudir, diciendo:
-Si aquí en la tierra se toca tan bien, ícómo sera la música del paraíso! Les deseo a todos ustedes que un día formen parte de la gran
orquesta del cielo y a nosotros que podamos gozar de sus dulces sones, que durarán eternamente. Doy las gracias a todos desde lo mas
hondo de mi corazón, particularmente a los señores músicos (y los fue nombrando uno a uno), que han querido honrar al pobre don Bosco
proporcionarle una satisfacción tan agradable. Agradezco también a todas las piadosas personas, que con sus oraciones obtuvieron
finalmente mi ya completa curación. Y al señor cura, al señor alcalde y a todos los ciudadanos de Varazze la bondad y la caridad que han
tenido conmigo...
Al día siguiente dio una conferencia a todos los hermanos, sacerdotes,
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clérigos y coadjutores, desde las nueve hasta las diez de la noche y les habló de la gratitud que debe tenerse con los que han hecho o nos
hacen algún bien.
El día 26 bajó a visitar la capilla. Después se paseó durante casi una hora por el patio, con don Juan Bonetti, director de Borgo San
Martino, que, por fin, había ido a visitarle en nombre de todo el colegio.
Cada día recibía visitas de personas notables de Varazze y de los alrededores; y todas salían edificadas de su santidad. Se oyó exclamar a
algunos:
-íCreíamos que íbamos a ver un gran prelado y nos hemos encontrado con un humilde sacerdote! íQué sencillez la suya! íQué bondad en
sus modales!
Otros:
-íMe habría quedado todo el día a su lado!
Y como siempre, tenía para todos una buena palabra, adaptada a la necesidad y a las condiciones espirituales de cada uno.
El día 27 escribía Bonetti a don Miguel Rúa:
"Por fin pude hacer la anhelada visita a nuestro queridísimo don Bosco. Le he encontrado muy bien. He tenido la suerte de acompañarlo
hasta la capilla y por el patio, que visitó por primera vez después de la triste enfermedad. Ahora, hay que preparar una gran fiesta en acción
de gracias a Dios.
"Me encarga te diga que el lunes, día 29, irá a Alassio, ((299)) donde pasará la próxima semana y que, por lo tanto, si le necesitas para
algo, te dirijas allá.
""Cómo sigue tu madre? Salúdala también de parte de don Bosco... 1 .
"P.D.-Saluda a don Francisco Provera y dale un tirón de orejas el próximo lunes 29, porque es su santo. Don Bosco proyecta volver
1 La madre de don Miguel Rúa curó y siguió trabajando en favor de los muchachos del Oratorio durante cinco años más. Allí acabo su
vida edificante el 21 de junio de 1876. En cambio, en 1872, exactamente el 20 de enero, falleció en el Oratorio Juana María, vda. de
Magone, de quien hizo don Miguel Rúa, en su cuaderno de difuntos, este elogio:
"Dichosa de ser madre del óptimo jovencito Miguel Magone, con ocasión de su muerte entregóse de todo corazón a Dios. Obtuvo poder
venir a acabar sus días en la casa donde se había santificado su hijo y, agradecida por este favor, trabajaba sin descanso y todas las mañana
oía la primera misa que se celebraba en el Oratorio. Rezaba muy gustosa y temía el pecado como una serpiente. Después de siete días de
enfermedad, murió confortada con todos los auxilios religiosos, plenamente resignada e invocando a Jesús, María y José y a su el, al que
pedía la llevase con él al paraíso"".
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ahí el miércoles o el jueves lardero... Pero no es cosa segura. Tú podrás escribirle a Alassio...".
Y don Juan Francesia cerraba así su carta: "Termina el uno y empieza el otro... Ya tienes las noticias de don Bosco, que Bonetti te da. Irá
a Alassio contra la opinión de muchos, incluso del médico, que considera fuera de tiempo esta partida. Yo estaba y estoy por el pronto
regreso a Turín. Don Bosco dice que yo tengo mis motivos y temores para ello, pero que son muy personales, y cree que no debe aceptarlos
Esperemos que los temores sean solamente sombras, y que todo marche según nuestros deseos. Volverá a Varazze el sábado o el lunes de l
próxima semana...".
Gracias a Dios, todo iba cada vez mejor. El domingo 28, se anticipó a la fiesta de san Francisco de Sales en Varazze. Don Bosco, escribía
Enría, "ha celebrado por vez primera la misa, que fue la de comunión, pero otro sacerdote la distribuyó a los fieles.
"Hubo una gran fiesta. Asistió el Arcipreste con dos canónigos, el alcalde, el señor Prefumo, venido expresamente de Génova, otro señor
y el médico. Todos almorzaron con don Bosco. Casi todos los alumnos comulgaron. ((300)) Hubo misa cantada. Por los patios se oía repet
íViva don Bosco! Todos estallaban de alegría al poder dar gracias a Dios por su curación. Después de la comida se le festejó un poco: se
cantó el estrambote 1, y le leyeron unas bonitas composiciones...".
9. En plena convalecencia
El día 30 de enero salió para Alassio. Fue aquel un viaje felicísimo, sin la menor molestia. "Al llegar al colegio, escribía Enría, fue
recibido con entusiasmo desbordante entre los aplausos de superiores y alumnos. Esta mañana, día 31, se paseó durante casi dos horas por
el jardín".
Y añadía: "Le he dicho que sería mejor diferir su partida para Turín, pues temo que el frío le perjudique, porque aún está demasiado débi
Don Miguel Rúa podría escribirle en este sentido...".
También don Juan Bautista Francesia daba noticias de la salida para Alassio: "Espero que haya tenido un viaje tan bueno como yo se lo
auguré de todo corazón. El párroco y yo le acompañamos hasta Savona. Desde allí hasta Alassio se quedó solo con el afortunado Enría.
Todo el pueblo salió a las afueras para despedir y felicitar a don
1 Estrambote.-Sería alguna romanza, o algo semejante, de ejecución frecuente en aquel ambiente. (N. del T.).
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Bosco por su curación. Creemos que está curado, pero todavía es necesario rezar por él. Siempre aparece alguna pequeña erupción que nos
avisa estemos alerta y pidamos al Señor que tenga a bien acabar todo de una vez. Esperemos que estas molestias no tengan consecuencias
pero, entretanto, ahora no le dejan dormir y le impiden trabajar. Me encargó, pues, recomendar a todos que sigan rezando y que este vierne
se empiece la novena de san Francisco. Puse en acción todas mis baterías para que esto fuese en la Sexagésima, mas no lo pude conseguir:
quería a toda costa dar antes una vuelta por Alassio.
"Volverá a Varazze el lunes próximo (5 de febrero); estará aquí uno o dos días y después emprenderá el viaje a Turín. Te avisaré con
tiempo si nuestra salida será el miércoles o el jueves y en qué tren.
"Vosotros le estáis preparando una gran fiesta; nosotros se la hicimos ya ((301)) el domingo pasado, al que anticipamos la de san
Francisco, por tener a don Bosco con nosotros. Fue una fiestecita, alegre sobre toda ponderación, de la que don Bosco y muchos de esta
ciudad quedaron muy satisfechos. Se cantó el estrambote de De-Vecchi, con letra adaptada a la ocasión y hubo lágrimas y risas durante la
ejecución. En su habitación se puso sobre la cabecera de la cama esta inscripción:
"Desde esta cama -y en esta habitación-predicó con sus dolores -durante cincuenta días-nuestro querido padre don Bosco.
íQué largos y afanosos nos parecieron!
"Es imposible poder expresarte ahora el disgusto que conmigo experimentan nuestros alumnos al quedarnos sin él. Con su marcha
volvieron todos nuestros afanes. Cuando estaba aquí olvidábamos nuestras penas porque se las contábamos a él, y nos aconsejaba; era él
nuestro guía; ahora se fue a alegrar a otros. No somos envidiosos, pero, acostumbrados a su sonrisa de cielo, ahora sufrimos demasiado con
su ausencia. Quiera Dios que no se ponga malo en Alassio y podamos encaminarnos a Turín el día fijado. Así lo espera él y todos los demá
con él.
"No sé decirte más por ahora; sigamos rezando; haced una novena solemne, para luego celebrar una solemnísima fiesta, alborozada con l
presencia de don Bosco. El está bien, mas con muchas molestias. Celebró misa el domingo, pero no pudo más y no sabe si podrá hacerlo en
Alassio o tendrá que privarse de este gran consuelo hasta el día que esté en Turín. Si tenéis algo importante que decirle, hasta el lunes estar
en Alassio, después en Varazze. Me dicen que estáis en primavera; nosotros en verano sin sus molestias...".
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En Turín crecía la alegría ante el regreso del Santo.
"De-Vecchi, escribía Buzzetti a Enría, está preparando una bonita polca fantástica con nuevos instrumentos. Oigo decir que, a lo mejor,
llegaréis a casa sin avisarnos. Se dice que el sábado volveréis a Varazze, que el domingo estaréis en Génova, el lunes en Alessandria y... y.
en Turín. En guardia con las burlas: tenme al corriente de todo; si no, íay de ti!
((302)) "Tenemos preparado un precioso altarcito para que don Bosco pueda celebrar en su habitación, o en la biblioteca, sin bajar y pasa
frío, etc.".
Y Enría respondía a Buzzetti, el 4 de febrero: "Don Bosco sigue bien. Hoy celebrará la santa misa, que no había podido celebrar desde el
domingo. Tenemos con nosotros al Obispo de Albenga, que celebrará la misa de la comunidad, en la que habrá comunión general. Se hace
una fiestecita de acción de gracias a Dios por la curación de don Bosco.
"Ayer fue don Bosco a hablar a los muchachos después de las oraciones de la noche. íSi usted hubiera oído a estos muchachos! íQué
gritos de entusiasmo y de alegría al ver, por fin, al suspirado padre y escuchar sus dulces palabras!
"Si no hay ningún contratiempo, el martes saldremos para Varazze, en donde estaremos hasta el viernes, 9 de febrero. Ese día
probablemente emprenderemos el viaje hacia Turín, adonde llegaremos al mediodía...".
Prudentemente insistía don Miguel Rúa en que se detuviera un poco más por Liguria, ya que en Turín, a pesar del buen tiempo, de noche
y por la mañana hacía un frío endiablado, que le podía sentar mal; y don Francisco Cerruti telegrafiaba el día 5 a don Miguel Rúa:
"Vuestras reflexiones trasladan solemnidad dieciocho corriente. Papá con vosotros quince".
Al día siguiente Enría confirmaba el traslado de la fecha: "Nuestra salida para Turín ya no será el jueves lardero. Probablemente
saldremos el primer viernes de cuaresma. Así lo ha determinado don Bosco...".
Don Juan Bautista Francesia, que no estaba enterado del traslado de la fecha, se fue a Alassio en compañía del Arcipreste, el reverendo
Mombello "para acompañar, escribía Enría, al querido Padre a su colegio y desde allí llevarle a Turín, como anteriormente se había
establecido. En cambio don Bosco saldrá para Varazze el día 10, aunque con gran disgusto de don Juan Bautista Francesia, que ya no podrá
acompañarlo por tener que predicar la cuaresma en la parroquia.
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"Ha hecho bien don Miguel Rúa escribiéndole que se quedara por más tiempo en Liguria. Son muchas las cartas de amigos de Turín y
también de la condesa Callori quienes insisten en que no se mueva hasta el fin de mes, a la espera de que se calme el frío.
((303)) "Si don Bosco partiese, por lo menos después del segundo domingo de cuaresma, habría dos ventajas: primera, la salud de nuestr
amado Padre, y segunda, que la fiesta resultaría más lucida y más tranquila, porque estarían libres el maestro de música y muchos músicos
de la guardia nacional.
"Don Bosco recobra cada día sus fuerzas. Hace dos o tres días que ha comenzado a dejar el bastón y pasea cada día unas horas por el
jardín.
"El domingo bajó al teatro, en el que estuvo cerca de una hora: se sentía satisfecho y reía que daba gusto verle...".
El Santo había tenido y seguía teniendo una gran satisfacción con las cartas que le llegaban de las Casas, donde superiores y alumnos se
turnaban continuamente en oración ante el Santísimo Sacramento y la Virgen, y comulgaban por su salud. Los aprendices del Oratorio iban
a porfía con los estudiantes de la manera más conmovedora. El aprendiz Juan Bautista Camisassa escribía a Enría:
"Me han resultado muy agradables sus dos cartas, por haber podido saber noticias de nuestro amado padre don Bosco y las pruebas de
afecto que me tiene. Siento no haber podido cumplir, como deseaba, el cometido que usted me confió (ignoramos cuál sería, tal vez se
trataba de una obra de apostolado en favor de un compañero); los músicos, en general, se han portado bien y a satisfacción de los superiore
y del maestro".
Aunque todos suspiraban por el día en que pudieran volver a verle, ahora se alegraban de que pasara algún tiempo más de convalecencia
lejos del centro de las ordinarias ocupaciones, que de nuevo le agobiarían a su retorno. También la condesa Callori había insistido a don
Juan Bautista Francesia para que lo persuadiese a tener este cuidado, pero el Santo ya había partido para Alassio. Y don Juan Bautista
Francesia, dándole las gracias por la "mucha autoridad, que ella creía poder ejercer sobre don Bosco", le contestaba que "había escapado a
su tutela". Cuando el Santo se enteró de lo sucedido, se creyó en el deber de comunicar por sí mismo a la Condesa el traslado de la fecha d
su regreso.
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((304)) Mi buena Mamá:
A pesar de lo travieso que soy, aprecio y guardo como un tesoro los consejos de mi buena Mamá. Precisamente para cumplirlos, en lugar
de ir a Turín, como muchos insistían, me vine a Alassio, donde he pasado doce días con mucho provecho. Mañana iré a Varazze y espero
salir para Turín a fines de semana. Mi salud se encuentra en buen estado y, con algún cuidado, espero poder reanudar las más apremiantes
ocupaciones.
Hubiera pasado todavía unas semanas más en estos amenos lugares, pero he de renunciar a ello, pues como no hay entre nosotros más
limosnero que don Bosco, y él falta desde hace ya mucho tiempo, la hacienda está abocada a la quiebra.
Pero tenga en cuenta que he consultado a los médicos, con los que también está de acuerdo el doctor Fissore, los cuales me dijeron que,
guardando alguna precaución, puedo volver al Oratorio.
Usted tuvo la bondad de preguntar muchas veces por mí y de dispensarme muchas atenciones, pero nunca me dijo ni una palabra de su
salud. Esto me hace suponer que las cosas no marchan todavía muy bien. Anímese. Si las oraciones de este pobre hijo son escuchadas por
Dios, todos los días se elevarán al Señor por usted.
íCuántas cosas habrá que decir!
Lea como pueda esta carta. Dios les bendiga a usted, al señor Conde y a toda la familia y conceda a todos salud y perseverancia. Rece po
mí y créame con la más profunda gratitud,
De usted, mi buena Mamá,
Alassio, 9-2-1872.
Su reconocidísimo hijo JUAN BOSCO, Pbro.
Poco antes había escrito a otra insigne bienhechora, la condesa Luisa de Viancino.
Mi buena Mamá:
Esta es la primera carta que escribo fuera de la cama y la escribo ahora a mi buena Mamá, que sé ha pedido noticias de mí y ha rezado po
este hijo travieso.
Gracias a Dios me encuentro bien y espero poder volver a Turín, al Oratorio, la próxima semana.
Espero que la presente les encuentre a usted y al señor Conde, mi buen Papá, en perfecto estado de salud, como le pido cada día a Dios e
mis humildes oraciones.
Hasta ahora no sé qué es invierno; iré a probarlo en Turín, si es que hace frío todavía.
((305)) Dios les bendiga, a usted y al señor Conde su marido, y conceda a ambos largos años de vida feliz. Rueguen también por mí, que
me profeso agradecido en Jesucristo,
De V.S.
Alassio, 9-2-1872.
Su reconocidísimo hijo JUAN BOSCO, pbro.
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Aquel mismo día anunciaba oficialmente su regreso y las modalidades con que quería ser recibido, en una ternísima carta a don Miguel
Rúa:
Mi querido Rúa:
La gracia de Nuestro Señor Jesucristo esté siempre con nosotros. Es tiempo, queridísimo Rúa, de que te escriba algo en concreto para
participárselo a nuestros amados hijos de la Congregación y del Oratorio. Gracias a las muchas oraciones, mi salud se encuentra en
condiciones de poder comenzar a hacer algo, teniendo algunos cuidados. El próximo jueves, día 15, segundo día de cuaresma, Dios
mediante, estaré en Turín. Siento gran necesidad de ir ahí. Vivo aquí con el cuerpo, pero mi corazón, mis pensamientos y hasta mis palabra
están siempre en el Oratorio, en medio de vosotros. Este es mi flaco, pero no lo puedo remediar.
Llegaré a las doce y veinte del mediodía, pero deseo no se hagan recepciones, con aclamaciones, música y besamanos. Esto podría
perjudicarme en el estado en que me encuentro. Entraré por la puerta principal de la iglesia para ir enseguida a dar gracias a Aquel a quien
debo mi curación; después, si puedo, diré unas palabras a los jóvenes; de no ser así, las dejo para otro momento e iré al comedor.
Cuando des estas noticias a nuestros queridos hijos, les dirás que agradezco a todos, de corazón, las oraciones que han hecho por mí; que
doy las gracias a todos los que me han escrito y particularmente a los que ofrecieron su vida por la mía. Sé sus nombres y no los olvidaré.
Cuando esté entre ellos, espero poder decirles toda una serie de cosas, que aquí no puedo exponer.
Dios os bendiga a todos y os dé salud duradera con el precioso don de la perseverancia en el bien. Recibid los saludos de los hermanos de
Alassio y seguid rezando por mí, que, con todo afecto, me profeso en Jesucristo.
Alassio, 9-2-1872.
Vuestro afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro.
P. D.-Dime si hace mucho frío, y si se celebra el domingo 18 la fiesta de san Francisco de Sales.
((306)) Al día siguiente emprendió el viaje de vuelta.
"Don Bosco -escribió Enría-camina sin bastón y baja las escaleras sin ningún apoyo. Hoy, día 10, a las nueve y media salimos para
Albenga, donde nos pararemos unas horas en casa del Obispo y donde probablemente comeremos. Saldremos después para Varazze y, el
jueves o el viernes, estaremos en Turín...".
En efecto, salió de Alassio, despedido por el párroco Della Valle, algunos señores de la Ciudad y todos los alumnos, alineados en el patio
Se detuvo en Albenga, donde el obispo, monseñor Anacleto Siboni, le recibió con júbilo, quiso que se quedara a comer y se entretuvo
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con él durante largo rato. Al atardecer, reanudó el viaje hacia Varazze, en donde, un día después, se celebró una hermosa fiesta dentro y
fuera de la iglesia. Don Bosco escribió al Director de Borgo San Martino:
Carísimo Bonetti:
Dios mediante, el jueves 15 emprenderemos viaje a Turín. Puedes, por tanto, salir en el primer tren de la mañana o, mejor todavía, en el
que te deja en Alessandria hacia las nueve y media aproximadamente, a donde llegaremos también nosotros con el directo. Tomar un
departamento entero habría costado demasiado; saca en San Martino un billete de segunda hasta Turín; así lo haremos nosotros también.
Y si te viene mal retrasa tu vuelta hasta el lunes; tendremos nuestra conferencia para la Sociedad el viernes por la noche.
Ocúpate solamente de juntar todo el dinero que puedas; me lo piden de todas partes, y yo voy a Turín con los bolsillos vacíos.
De todos modos espero que hagamos una bonita fiesta.
Dios te bendiga, junto con los tuyos, y nos mantenga a todos por el camino del cielo. Amén
Varazze, 11-2-1872.
Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro.
10. Vuelve al Oratorio
La alegría que despertó el anuncio del regreso del Santo, junto con el que asiduamente había dado noticias de,la enfermedad, fue algo
conmovedor e indescriptible. Don José Bologna escribía, con su estilo jocoso, al "Ilmo. Señor Caballero y Barón Enría: La impaciencia po
volver a verle es extrema. Se espera a don Bosco, pero también se le espera a usted. ((307)) Villanis (el campanero) está continuamente en
el campanario con el anteojo de larga vista para ver cuándo salís y comenzar enseguida la baudetta (el repiqueteo).
"A la llegada, se matará el más hermoso cerdo que aún queda en el Oratorio, puesto que los demás vieron ya su fin a manos del verdugo.
"Cagna (el cantinero) ya bautizó más botellas para vuestra llegada. Gastini tiene preparadas todas sus rimas, todas en ís: amís, barbís,
Auxiliatrís, etc. (amigos, señores. Auxiliadora...).
"El martes (último día de carnaval) romperemos piñatas y ollas, al son de la banda de música, pero íay, sin el general!
"Buzzetti le ruega encarecidamente que traiga unos arenques y, a
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propósito, para la inocentada del primero de abril 1, con que obsequiar a Merlo, el pintor, que vendrá a pintarnos las doce panderetas para l
nueva polca, que se tocará a la llegada de Enría. El tapicero está arreglando dos magníficos sillones, uno para don Bosco, y el otro, a su
derecha, para Enría...
"Cerramos la carta con una cesta llena de saludos de toda clase... Si hubiese novedades de importancia, ruega Buzzetti que se las den
cuanto antes...".
Y el día 12 enviaba Enría, desde Varazze, las últimas noticias: "Hoy fue don Bosco a Savona para visitar al Obispo y comer con él. A las
cuatro estaba de vuelta. Nuestra partida está fijada para el jueves, 15 de febrero, a las cinco y media de la mañana, en el tren directo para
Sampierdarena. A las once y media estaremos en Turín. .. ".
Don Francisco Provera comunicaba, entretanto, a los Directores el "Programa de actos para el regreso de don Bosco:
"15 febrero, jueves: llegada de don Bosco,
" 16 viernes: conferencia general,
" 17 sábado: felicitación a don Bosco, con una veladita,
" 18 domingo: 1.º de Cuaresma, fiesta de san Francisco de Sales".
El día 14 se trasladó don Pablo Albera, de Marassi a Varazze, para acompañar a don Bosco hasta Turín. Se había obtenido del jefe de
estación un departamento reservado de segunda clase. Todos los superiores y amigos querían que don Bosco viajara ((308)) en primera
clase, pero él contestó que la segunda ya era cosa de señores, y que habría podido conformarse con la tercera.
Sin duda no han llegado a nuestras manos todas las cartas que escribió el Santo, por aquellos días, a los más queridos bienhechores
agradeciéndoles sus oraciones y el interés que habían demostrado por él durante su enfermedad. Pero tenemos una, escrita en Varazze, el
día anterior a su salida para Turín, a la piadosísima y generosa condesa Uguccioni:
Mi buena Mamá:
Antes de salir para Turín quiero escribir a mi buena Mamá, para agradecerle sus plegarias por mi curación e indicarle el lugar de mi
residencia. Mañana, Dios mediante, estaré en Turín.
Aun cuando todavía no me encuentre en perfecto estado de salud, sin embargo
1 Pesce d'aprile.-"Pez de abril": así se llama en Italia a la burla del 1.° de abril, equivalente al día de los inocentes en España (28 de
diciembre) (N. del T.).
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podré, con alguna precaución, comenzar a despachar los asuntos que de momento son más urgentes. Ya va para dos meses y medio que las
cosas marchan sin mí.
Espero que esta carta la encuentre a usted, mi buena Mamá, al señor Tomás, mi buen papá, y a toda la familia en buen estado de salud;
quiera Dios conservarlos a todos durante largos años de vida feliz con el don de la perserverancia en el bien.
Si tiene ocasión, ruégole salude a la señora marquesa Nerli, condesa Digny.
Ruegue por mí, que me profeso con agradecimiento,
Varazze, 14-2-1872.
Su afmo. s. s. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro.
El día 15 latía en los corazones de los que tenían que salir afectos encontrados: estaban contentos, porque volvían a ver pronto a sus
amigos de Turín, y estaban tristes por tener que abandonar a los de Varazze, con quienes habían experimentado tantas emociones y de los
que habían recibido tantas pruebas de afecto. Acudieron a despedirse de don Bosco el Párroco, el Alcalde, otras autoridades civiles y
diversos sacerdotes y señores; dioles él las gracias y, una vez más, se encomendó a sus oraciones, asegurándoles que rogaría por ellos muy
particularmente a María Auxiliadora. Los alumnos estaban alineados en perfecto orden; don Bosco pasó por entre ellos, sonriente y
conmovido, mientras le saludaban, emocionados y pesarosos por su marcha.
Muchas personas le esperaban en la estación y se acercaron a él para despedirse. El ((309)) repetía a todos:
-íDios os bendiga! íOs encomendaré a Dios y a María Auxiliadora!
El jefe de estación le ayudó a subir al tren y le besó la mano. Don Bosco, vivamente agradecido a sus atenciones, rogó le despidiera de su
familia y saludara a todo el personal de servicio.
Lo acompañaban, junto con don Juan Bautista Francesia, que dejó un suplente para la predicación cuaresmal, don Pablo Albera, Enría y e
clérigo Turco. En Alessandria se unió a ellos don Juan Bonetti, el cual, lo mismo que antes había hecho don Juan Bautista Francesia,
empezó a contarle graciosas anécdotas para distraerle de la profunda emoción que lo embargaba. El mismo médico había sugerido se hicier
así, por miedo a que la emoción pudiera influir en su corazón.
En la estación de Puerta Nueva lo esperaba el coche de la condesa Corsi, al que subieron él, don Juan Bautista Francesia y Enría. Los
demás subieron a otro carruaje enviado por el Oratorio.
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Llegaron a la plaza de María Auxiliadora. Tal y como él había indicado, no se le tributó ningún recibimiento solemne, ni sonó la banda.
Entró en el Santuario por la puerta principal, en compañía de los Superiores. En el templo le esperaban los alumnos, otras piadosas persona
y muchos bienhechores. Apenas puso los pies en el presbiterio, entonó Buzzetti el salmo Laudate, pueri, Dominum, y él, arrodillado ante e
altar de María Auxiliadora, cercado por los superiores, con el rostro encendido de amor santo, oró durante largo rato.
Después se levantó, se acercó a la balaustrada y, desde allí y en silencio, estuvo contemplando fijamente unos instantes a sus amados hijo
con la más viva complacencia. Una profunda emoción invadió el corazón de todos. También él, sumamente impresionado, tomó la palabra,
o mejor pronunció unas palabras, casi entrecortadas: dio las gracias por todo lo que habían hecho para que el Señor le conservara la vida,
recomendó que siguieran pidiendo por él, y, al mismo tiempo, agradecieran a María Auxiliadora los innumerables favores concedidos al
Oratorio... Y calló. Quería añadir otras palabras, mas no le fue posible, su corazón no resistía la riada de afectos que en él se agolpaban.
Hizo un ademán de saludo y se retiró.
Tan pronto como comenzó a hablar y oyeron los alumnos aquella voz tan deseada, pero apagada y algo fatigada, cerraron ((310)) sus ojos
arrasados en lágrimas, y no volvieron a levantarlos hacia don Bosco en aquel momento.
Salió al patio. Le acompañaban también en silencio los Superiores, y él, al ver tanta emoción, volvióse a don Miguel Rúa y a don Juan
Bonetti; y empezó a decir sonriendo:
-J' l'hai gia fam, e ti t'am das ancôra nen da mangé?... (Yo tengo hambre ya, y "tú no me das todavía de comer?).
Enría, como fuera de sí, se había quedado de rodillas en el presbiterio. Tomóle Buzzetti por un brazo y le acompañó hasta el comedor,
donde don Bosco, al verlo con los ojos enrojecidos, le preguntó:
-"Por qué lloras? "No estás contento?
-Demasiado, contestó Enría.
Y se echó a llorar, mientras los ojos de don Bosco se arrasaban también en lágrimas.
Pasada aquella emoción general, fueron indescriptibles y desbordantes de santa alegría las fiestas que se desarrollaron aquellos días, de
acuerdo con el programa establecido.
El día 16 se celebró la conferencia general para los Salesianos del
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Oratorio y los representantes de las otras Casas, y don Bosco repitió brevemente los sentimientos de la más viva gratitud a sus hijos.
Después, los directores informaron sobre la marcha de sus casas y también don Domingo Pestarino leyó una relación sobre el Instituto de
las Hijas de Maria Auxiliadora, que fue muy del agrado de don Bosco.
El dia 17 se dieron gracias solemnes a Maria Auxiliadora por el singular favor, concedido al amadisimo padre.
Hacia notar el canónigo Anfossi:
"Intervino también en esta función el Azobispo, monseñor Gastaldi, que impartió la bendición con el Santisimo Sacramento. A
continuación se le invitó a tomar un refresco. Mientras tanto se hicieron los preparativos para la veladita en honor del Arzobispo y de don
Bosco. Estaba yo presente y vi cómo el Arzobispo bajaba las escaleras tan aprisa que don Bosco apenas podía seguirle. Cuando el
Arzobispo atravesó el pórtico, le recibieron los alumnos entre aclamaciones y vítores, al son de la banda del Oratorio. Le invitaron a tomar
asiento en un sillón, acompañado de don Bosco y otros eclesiásticos, que habían acudido a celebrar en su compañía la recobrada salud. Per
el Arzobispo ((311)) no aceptó, ni respondió a la invitación; se marchó directamente al coche, sin despedirse de don Bosco. Me acerqué
entonces a él y le dije;
-Don Bosco, no me ha gustado esta salida; la fiesta no ha acabado bien. "Qué ha pasado?
Y don Bosco me contestó:
-íNada! El Arzobispo quisiera estar personalmente a la cabeza de la Congregación y esto no puede ser; de todos modos ya veremos...".
A la función religiosa siguió la fiesta de familia. Don Bosco se sentó en la tribuna, y empezó la velada. Se cantó el himno "Don Bosco
está a salvo", con música de Cagliero, e instrumentado para banda por De-Vecchi. Se ofreció al buen Padre un cáliz de plata, costeado con
el fruto de las pequeñas ofrendas de los alumnos. Se encargó de ello el joven Esteban Trione, que lo hizo leyendo, en tono declamatorio,
estos versos compuestos aquella misma mañana por don Juan Bautista Lemoyne:
De tus hijos la dádiva y del día en que incólume
acepta cariñosa: volviste del rigor,
un don que haga memoria y nos trocaste en júbilo
de la fiesta dichosa el áspero dolor.
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Un cáliz sencillísimo, así contigo estréchanse
tal es nuestro presente, las almas en unión
a la par rico símbolo formando en lazo sólido,
de nuestro amor ardiente. un solo corazón.
Un don mayor quisiéramos
digno de la bondad Y cuando acerques férvido
de tu espíritu próvido, por el amor divino
ascua de caridad. tus labios al Santísimo
transustanciado vino,
Que cuando los Santísimos piadoso Tú suplícale,
Misterios celebrases, al que es del mundo Rey,
y de Sión en la cúspide que resplandezca fúlgida
a Dios por nos rogases, en nuestra alma la fe.
en este cáliz trémulo
la sangre de Jesús Que en este cáliz ebrios
al Señor del Empíreo y ardientes como cirios
nos la ofrecieras Tú: crezcan tus hijos cándidos
cual perfumados lirios;
Entonces, Padre, acuérdate sean consuelo y gloria
que así como a millares l en tu avanzada edad,
las sacras gotas únense corona, honor y mérito
de Dios en los altares, toda la eternidad.
((312)) Eran muchísimos lo que habían preparado poesías, cartas y composiciones afectuosas en italiano, latín y piamontés; naturalmente
no consiguieron leerlas en la velada. Corrieron hacia él a porfía, como sucedía siempre en su fiesta onomástica, pero sólo los más listos y
atrevidos fueron desfilando con sus declamaciones. Los demás se acercaron, al fin, para besarle la mano y entregarle sus escritos. íFue un
triunfo de amor!
Del himno "Don Bosco está a salvo", original de Francesia e instrumentado por De-Vecchi, no hemos hallado copia.
Tenemos, en cambio, un soneto de don Juan Bautista Lemoyne, que quizás fue leído en la sobremesa, y que nos complace traer aquí:
Soneto
Cuántos años brilló en mí esa mirada
que me inundó de paz y de alegría;
pero la enfermedad, con mano fría,
veló en ellos la luz enamorada.
En tus ojos la dicha acostumbrada
mi corazón leer ya no podía,
y la risa que en otro tiempo ardía
tus hijos la veían apagada.
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Muchas veces lloré y recé a María
que, siempre celestial y buena Madre,
del hijo la oración amante oía.
Feliz hoy brota un canto de mis ramas,
pues que ya en tu mirada, mi buen Padre,
puedo leer muy claro cuánto me amas.
También el Padre Santo, como veremos, se complacía con don Bosco por su recuperación, mientras éste reanudaba, bendecido por Dios,
su apostolado en favor de la juventud masculina y femenina de la Iglesia y de la Patria.
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((313))
CAPITULO IV
REANUDA EL TRABAJO
1872 -1. DURANTE LA CONVALECENCIA -2. EL BANCO DE LA VIRGEN -3. EL COLEGIO DE VALSALICE -4. LAS IGLESIAS
DE SAN JUAN EVANGELISTA Y DE SAN SEGUNDO -5. DESDE MARASSI A SAN PIER D'ARENA -6. EN SAN IGNACIO Y EN
NIZZA MONFERRATO -7. EN EL OTOÑO -8. OTROS RECUERDOS
A principios del año 1872 la Pía Sociedad contaba con treinta y tres profesos perpetuos; veintiséis de ellos eran sacerdotes, tres clérigos y
cuatro coadjutores. Había setenta profesos trienales: ocho sacerdotes, cuarenta y cinco clérigos y diecisiete coadjutores; y ochenta y seis
eran novicios: uno sacerdote, tres clérigos, veintinueve coadjutores y veintitrés simples estudiantes. En total ciento ochenta y nueve: treinta
y cinco sacerdotes, ochenta y un clérigos y cincuenta coadjutores, más veintitrés estudiantes.
Al pie del catálogo, después de la mencionada nota necrológica del clérigo Abrami, añadió don Bosco estos recuerdos:
"2. º Nuestra Sociedad abrió dos casas en 1871: una en Génova, con el título de Hospicio de San Vicente, y otra en Varazze, con el de
Colegio-Internado. Se nos ofrecen otras casas para el año 1872.
"3. º Nuestra Sociedad adquiere un gran desarrollo; procuremos hacernos dignos de los favores divinos con el exacto cumplimiento de
nuestros deberes.
"4. º La obediencia a los propios superiores y la caridad recíproca son las virtudes que particularmente se recomiendan para que sean
constantemente recomendadas y practicadas por todos".
((314)) 1. Durante la convalecencia
Tan pronto como estuvo de vuelta, don Bosco reanudó sus ordinarias ocupaciones, aun cuando hermanos y amigos le rogaban que tomara
alguna precaución. En efecto, la convalecencia aún no había terminado y debió prorrogarla varios meses más, pues la enfermedad le había
dejado algunas molestias. Al dolor de cabeza, de muelas y de ojos, añadíanse ligeras erupciones miliares con pequeña fiebre,
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que le producía abundante sudor nocturno y le hacía pasar a menudo noches enteras sin pegar ojo.
Volvieron también a hinchársele tanto las piernas, que le molestaban bastante y le obligaron a recurrir a las medias elásticas, que hubo de
llevar hasta el fin de su vida.
Por la mañana bajaba siempre puntualmente a la iglesia para confesar, mas nunca se decidió a echar la siesta por la tarde. Vencido por el
sueño, dormitaba sentado en una silla, por un cuarto de hora o media hora como máximo, y volvía enseguida al trabajo.
Tampoco quiso nada de particular en la comida. "Sólo aceptó, deponía don Miguel Rúa en el Proceso Apostólico, tomar un vermut
quinado antes de comer, cuando se lo recetaron como remedio contra la fiebrecilla que sufría a menudo después de la grave enfermedad qu
tuvo en Varazze durante el curso de 1871-1872. Solía beber un poco de vino en las comidas, y siempre muy aguado... Después de aquella
enfermedad, encargóse una buena señora (la duquesa de Laval-Montmorency) de proveerle cada mes doce botellas de vino generoso, para
sostener su depauperada constitución, y nunca llegó a consumirlas todas en un mes; y, aunque las compartía con los comensales, cada mes
sobraban unas cuantas, al extremo de que, a su muerte, se halló un remanente que sirvió durante unos años para los días de comidas
extraordinarias".
Durante unos tres meses se adaptó a celebrar la misa en un altarcito privado, cerrado de día en un armario de su antesala, adonde también
acudían a oírla devotamente varias personas.
((315)) Pocos días después de su regreso, el 23 de febrero por la mañana, Amelia Josefa Crosa recibió de su mano la sagrada comunión y
después de la misa, un ejemplar de los Hechos amenos de la vida de Pío IX, en el que escribió de su puño y letra estas palabras: -El mundo
es embaucador, sólo Dios es buen pagador-.Era un dicho, familiar en sus labios, que empleaba para encender la caridad en las almas
piadosas.
Agradecido a cuantos habían implorado su curación, sintió cada día más intenso el deseo de consagrar generosamente, a la gloria de Dios
y al bien de las almas, la vida que le había sido prolongada.
Envióle al clérigo Angel Rígoli, alumno que fue del Oratorio, una medalla y una estampa de san José con el facsímil de la firma de Pío
IX: bajo las palabras Ite ad Joseph, escribió estos renglones:
Querido Rigoli: Gracias por las oraciones que has hecho por mi curación. Ahora ruega para que salve mi alma. Te envío la medalla que
me pides, junto con una estampita
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de san José. Belfanti (que también fue alumno), "está contigo? "Qué hace?
"Buscas muchos suscriptores a las Lecturas Católicas? Saluda a tus superiores de mi parte. Créeme en Jesucristo
tu afmo.
JUAN BOSCO, Pbro.
Durante su enfermedad habían llegado a la dirección del Oratorio dos cartas del Gobernador de la ciudad, el comendador y abogado
senador Víctor Zoppi. En la primera pedía a todos los presidentes de las Congregaciones de caridad y obras pías una relación anual sobre la
marcha de la obra, tras la urgente y perentoria prescripción del Ministerio de Gobernación; y don Miguel Rúa, como se lee en su borrador,
alrededor del 10 de enero de 1872, contestó:
En ausencia de don Bosco, notificamos que esto es un instituto fundado y dirigido por dicho don Bosco, todo él de su propiedad. Es una
obra benéfica para educar a la juventud pobre y prepararla con algún arte u oficio y también con los estudios, si tienen particular aptitud.
Hasta ahora no ha sido considerado nunca como una obra pía, en sentido legal; sin embargo, se presta a recibir muchachos recomendados
por las autoridades civiles, gobernación, comisaría de policía y ministerios. El Gobierno reconoció ya los servicios prestados, con la entreg
de vestidos, ropa blanca, etc. Dispuestos a dar más aclaraciones, si hubiere lugar, me profeso, etc.
((316)) En la segunda se refería a los estudios. El Gobierno, para asegurarse del progreso de éstos, había pedido a los Gobernadores del
Reino un informe indicando: 1.º el movimiento de alumnos durante el último decenio 1861-71 inclusive, o por lo menos durante el último
quinquenio; 2.º el resultado de los exámenes de cada año. Y el Gobernador, para cumplir la orden del Gobierno, rogaba se le facilitaran, co
la mayor exactitud y solicitud, las noticias pedidas, incluyendo al efecto un módulo, que había de cumplimentarse y devolver con las
indicaciones en él consignadas.
Ignoramos cuál fue la respuesta.
Como ya se ha dicho, la conducta de los alumnos del Oratorio durante la enfermedad de don Bosco fue ejemplar y devota, gracias
también a la asidua vigilancia de los Superiores. En febrero hubo una conferencia para los sacerdotes y clérigos de la sección de aprendices
de la que se conserva un interesante relato, el único de las conferencias habidas en 1872, escrito por don José Lazzero.
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Presidía el M. Rvdo. Sr. D. Miguel Rúa, prefecto.
Las cosas recomendadas fueron:
1.ª Trabajar para lograr que los recreos resulten beneficiosos a los alumnos y también a los asistentes. Para esto, es preciso entretenerse
con ellos, tomar parte en sus juegos y en sus conversaciones; aunque siempre con tiento y lo más amablemente posible. Puede suceder, a
veces, que algún muchacho descarado, se mofe, diga alguna frase desvergonzada al asistente delante de los compañeros; no conviene, en ta
caso, reprender enseguida a aquel joven o alejarse, sino llamar aparte después al culpable y amonestarle por su falta de respeto y cortesía.
Estos buenos modos repetidos ayudarán mucho a calmar el natural inquieto de los muchachos e inducirlos a tratar bien a los demás.
2.ª Lograr que los muchachos nos amen y nos teman a la par. Esto es fácil.Cuando ellos ven que un asistente se deshace en atenciones po
su bien, no pueden menos de quererle. Cuando ven que el asistente no deja pasar nada por alto, bien entendido, de cosas que no van bien,
sino que les corrige todas sus faltas, no pueden menos de temerle, es decir, tener con él cierto temor reverencial, que se debe tener a los
superiores.
De una cosa debe guardarse el asistente, a saber, de no rebajarse mucho con los muchachos en las conversaciones, en las acciones, y
especialmente en los juegos: debe tener cierto aire de gravedad, hacer ver con su porte que es superior a ellos. Se juzgó oportuno recordar
este ((317)) último punto, a pesar de haber sido tratado ya en una conferencia del año pasado.
3.ª Se preguntó si se debía decir siempre a los muchachos el motivo, el porqué de las malas calificaciones que se les dan. Se concluyó qu
les convenía saber la razón de sus malas calificaciones; pero que los jóvenes deben pedirla con respeto, y no en presencia de otros; y se ha
de ver que la piden para poderse corregir. En este caso, el asistente puede decirla a los que lo piden con respeto y que se encuentren solos,
mas no conviene hacerlo cuando la piden con arrogancia o en presencia de los demás; puede contestar entonces con tono grave: -Te lo diré
después; o también: -Ve al superior y él te lo dira todo. Mientras el asistente pueda salir del paso por sí mismo, hágalo; mas, cuando puede
suponer que resulta inútil para alguno lo que él haga, conviene que dé parte al superior y le informe; su influencia obtiene siempre más.
4.ª No desalentarse, cuando los muchachos nos dan graves disgustos. Sucede, a veces, que hay jóvenes, que ya han cometido fechorías de
toda clase; el pobre asistente no sabe qué hacer, y dice que no comprende cómo puede todavía tolerarse a aquel tal, etc. Y todo esto es justo
puede tener razón; los superiores no toman enseguida una determinación, porque ello bastaría para perder a los más generosos bienhechore
de la casa y causar perjuicio no sólo al joven expulsado, sino a muchos otros. Esto no significa que no se piense en poner remedio. Sólo se
trata de aguantar todavía algún tiempo y todo se arreglará.
Por aquellos días la condesa Callori, que deseaba guardar un grato y religioso recuerdo de su hijo Julio César y quería asegurarle, por si l
necesitara, particulares sufragios, deliberaba mandar celebrar una misa perpetua de aniversario; y el piadoso legado, de acuerdo
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con la Condesa, fue transferido a la iglesia de San Juan Evangelista 1.
El día primero de marzo se aceptó también la creación de una plaza gratuita en el Colegio de Alassio.
El sacerdote y abogado don José Leonardo Gazzani, en otro tiempo Inspector de las escuelas del Reino y miembro de la Real Comisión d
revisión de libros e impresos, y, a la sazón, Inspector retirado de las Escuelas secundarias -que, en 1833, había presidido en Chieri los
exámenes de los alumnos del tercer curso de gimnasio, uno de los cuales era Juan Bosco-, "con el vivo deseo de cooperar ((318)) a la
educación cristiana de la juventud y especialmente de aquellos muchachos cuya moral y aptitud para los estudios ofrecieran alguna
esperanza de abrazar el estado eclesiástico", fundaba, de acuerdo con don Bosco, una plaza gratuita en el Colegio de Alassio. Estaba
destinada a los muchachos de Moltedo Superior, "es decir, la parte de la parroquia que pertenece a los antiguos estados sardos", y, "a falta
de éstos, en favor de los de Moltedo Inferior, es decir la otra parte, que antaño perteneció al Ducado de Génova y, en defecto de éstos, en
favor de los muchachos de alguna parroquia de la diócesis de Albenga".
La elección del alumno quedaba confiada al Director del Colegio de Alassio y al Superior General de la Congregación de San Francisco
de Sales, en favor de un chico, "cuyos padres carezcan de recursos suficientes para pagarle los estudios y que, por su moral y aptitudes para
estudiar, dé alguna esperanza de vocación para el estado eclesiástico, o al menos para llegar a ser un buen cristiano, al terminar los
estudios". "Si el muchacho elegido, tras acabar los cursos del bachillerato, vistiese la sotana para ingresar en el estado eclesiástico, podrá
disfrutar de la misma plaza gratuita hasta la ordenación, con tal de que continúe los estudios superiores en el colegio mencionado, o en otra
casa o colegio de la misma Congregación".
Y ocho mil liras para la fundación de la beca.
Don Bosco, "en su calidad de Superior General de la Congregación de San Francisco de Sales" aceptó "por sí y por sus herederos de las
propiedades y sucesores en el mismo cargo, este donativo" para el fin susodicho, prometiendo su "fiel y concienzudo cumplimiento".
Nueve años más tarde don José Leonardo Gazzani se encontraba en Turín, en la Pequeña Casa de la Divina Providencia. Exponía
entonces su deseo de añadir a las cláusulas de fundación de la plaza
1 Véase: Apéndice n.° 1, de este capítulo IV.
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gratuita, dos artículos más para establecer: que no se permitiera al alumno que gozara de la beca gratuita, pasar las vacaciones de otoño u
otras fuera del Colegio, salvo razones de salud, y que en los exámenes de fin de curso hubiese obtenido el cien por ciento de aplicación y e
diez por diez de la conducta; en tal caso podría obtener, siempre que lo desease, permiso para ir a pasar un mes ((319)) con sus padres; y
que, finalizados los estudios de teología, pudiera gozar todavía de plaza gratuita un año más, para prepararse al examen de maestro
elemental y, después de esto, otro año para rendir examen de secretario municipal y lograr de este modo que la fundación fuera cada vez de
mayor provecho para el pueblo de Moltedo.
Don Bosco, entretanto, tenía extrema necesidad de recursos para seguir adelante.
Se reanudaban en Lanzo las obras para terminar el nuevo edificio, y escribía él a su amigo Blas Foeri:
ORATORIO
DE SAN FRANCISCO DE SALES
TURIN-VALDOCCO
13 de marzo de 1872
Queridísimo amigo señor Foeri:
En los grandes apuros hay que acudir a fuentes de excepción. Como usted sabe, señor Blas, el colegio de Lanzo ya no podía satisfacer las
comunes necesidades de los postulantes, y para tal fin se comenzó el edificio en construcción. Parecía, en un principio, cosa de poca monta
pero han subido ahora los gastos como la espuma y en cambio los medios se achican. Necesito, pues, me alargue su mano caritativa y me
ayude este año con la limosna que pueda. Aquí se trabaja por las almas, y usted bien sabe que quien salva una alma asegura la suya, como
dice san Agustín.
Hay también otro medio, y éste sería conseguir algún legado; pero de esto, si me lo permite, hablaré con usted personalmente, después de
Pascua, cuando, Dios mediante, vaya a Lanzo.
Tome, pues, en consideración a la juventud de Lanzo, al pobre don Bosco y a todo el colegio; nosotros rezaremos todos y siempre por
usted.
Ruégole presente mis saludos al reverendo señor Foeri y créame con gratitud
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
El 15 de marzo firmaba el ecónomo don Carlos Ghivarello, en nombre de don Bosco, un contrato con la empresa Hermanos Gramaglia
"para proporcionar y colocar en el campanario de la iglesia de María Auxiliadora de Turín", un reloj de torre "con la maquinaria
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en latón para su funcionamiento y en hierro colado ((320)) para el sonido "que marcaría las horas y los cuartos", y tendría cuerda para
"ocho días". Debía quedar instalado en el plazo de dos meses, de modo que empezara a funcionar y a dar las horas en la novena de María
Auxiliadora. Quedaba garantizado para cinco años, y su valor, de mil quinientas liras, debía pagarse en tres plazos: quinientas liras al ser
colocado, ochocientas al cabo de un año y doscientas al caducar el tiempo de garantía.
El trabajo tardó unos meses: don Bosco, para cubrir el gasto, acudió a la caridad del vecindario del barrio de Valdocco, al que comunicó
la obra concertada:
Reloj en el campanario de la iglesia de María Auxiliadora.
Una necesidad universalmente sentida en Valdocco es la de un reloj, que sea de utilidad pública. Este común deseo quedará cumplido
cuanto antes con un reloj en el campanario de la iglesia de María Auxiliadora. Este reloj dará con precisión las horas, las medias y los
cuartos, como el del palacio municipal. Quedará colocado en el mes de septiembre. Costará dos mil liras 1, más los gastos de instalación.
Como esta iglesia no disfruta de renta alguna para tal fin, acudo a la generosidad de los vecinos del barrio. Le envío una papeleta, con el
ruego de indicar en la misma la cantidad con que piensa contribuir. Pasará después una persona encargada de retirar las papeletas y, en su
día, se recogerá el dinero anotado. Es ésta la primera vez que acudo para un caso como el presente, y espero encontrar benévola aceptación
pues se trata de algo que servirá para satisfacción pública y privada.
Dios le conceda todo bien y créame,
DeV. S.
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
En la papeleta se leía:
Ofertas para la construcción y colocación de un reloj en el campanario de la iglesia de María Auxiliadora.
El quesuscribeofreceporunasolavez,liras . .. . .. . .. . .
Durante este año 1872, liras....., o bien para el año 1873, liras. .
N. B. Se ruega escribir: nombre, apellido y domicilio. Dentro de unos días pasara la persona expresamente encargada para retirar las
papeletas y mas tarde se avisara previamente el momento en que se pasara a cobrar las ofrendas.
"Por aquellos días recibía don Bosco una hoja de propaganda que decía:
1 Dos mil liras.-Unas líneas más arriba habla de 1.500 liras (?) (N. del T.).
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"La confiscación de los bienes eclesiásticos, la falta de respeto a la última voluntad de nuestros antepasados, la imposibilidad, ((321)) en
la época presente, de disponer con seguridad y perpetuamente en favor de la Iglesia y de los Institutos píos y, por último, el creciente
abandono en que se deja a los pobres ministros de nuestra santa Religión, crearon la necesidad y la idea de fundar un Banco General
administrado por personas benéficas y devotas de los santos principios católicos, que, además de responder a todas las exigencias materiale
aludidas, sirva también de verdadero modelo de moral en punto a hacienda y logre, con el ejemplo, poner un dique a la actual usura y al
excesivo fuero de unos pocos con perjuicio de muchos".
En estos términos aparecía un llamamiento para la fundación de un gran "Banco eclesiástico, con el nombre de Banco General de
depósitos y de beneficencia", que también fue enviado a don Bosco. Verdaderamente él necesitaba continuamente medios que buscaba sin
cesar, con solicitud y con plena confianza en Dios.
2. El banco de la Virgen
Y la Providencia divina le ayudaba de un modo singular. Eran muchas las personas, sin familia, que, habiendo logrado con el trabajo de
los años, acumular un capitalito para vivir con el fruto de sus ahorros, no se atrevían a colocarlo en los bancos que prometían altos interese
ni en agencias financieras, ni en préstamos a particulares; cada día se oían dolorosas historias de continuas quiebras engañosas que dejaban
en la miseria a un sinnúmero de familias. Por eso, muchas personas acomodadas y hasta opulentas, empezaron a preguntar a don Bosco
cómo podrían hacer rendir su capital, y él contestaba:
-Haced de los pobres vuestros depositarios, vuestros banqueros, y la Virgen saldrá fiadora de vuestra entrega. Llevad vuestros intereses a
Banco de la Virgen y obtendréis un gran fruto.
Llegó a nuestras manos un documento escrito por don Miguel Rúa, el 13 de mayo de 1872, con la firma de don Bosco y las de don
Miguel Rúa y don Juan Cagliero como testigos, que reza así:
((322)) Recibo de don Segundo Marcello, de Antignano de Asti, ex carmelita descalzo, seiscientas liras, en títulos del Estado,
obligándome, por mí y por mis herederos, a reembolsarle anualmente la misma suma, durante su vida natural con deducción de impuestos y
demás gravámenes sobre este capital.
Cuando a Dios plazca llamar a este sacerdote a la otra vida, me obligo a pagar
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anualmente doscientas liras a su sirvienta Clara Martinetto, hija de Segundo, natural de San Secondo, siempre y cuando esté prestando
todavía el mismo servicio en la fecha de su fallecimiento.
Con la obligación, además, de mandar celebrar trescientas misas en el menor plazo posible, después de su fallecimiento, en sufragio del
alma del insigne bienhechor.
Con este acto quiere cumplir sus religiosos deseos y satisfacer cualquier compromiso que pudiera tener por haber pertenecido a una orden
religiosa.
Con el cumplimiento de estas condiciones se da por extinguida toda obligación procedente del recibido título del Estado de seiscientas
liras, que arriba se menciona.
Turín, 13 de mayo de 1872.
JUAN BOSCO, Pbro.
MIGUEL RUA, Pbro.
JUAN CAGLIERO, Pbro.
Pero esta fórmula de recibo no hubo necesidad de repetirla muchas veces, porque los que iban a depositar sus haberes en el Oratorio
decían a don Bosco y a don Miguel Rúa:
-íPáguenme los intereses mientras viva y sirvan después para el descanso de mi alma!
No pocos siguieron asegurándose de este modo una vida tranquila; ofrecían a Dios y a María Auxiliadora lo que habían tenido que dejar
al morir, sin exigir ningún recibo y conformándose con que se registrara su crédito.
Y mientras se empleaba enseguida su dinero para cubrir las necesidades de los muchachos internos, la Virgen hacía honor a su banca,
como la llamaba don Bosco, porque nunca se vio en la necesidad de cerrar las ventanillas de pagos. Siempre que un acreedor se presentaba
a cobrar los intereses de su depósito, y también cuando alguno iba a retirar su capital, había otra oferta extraordinaria que permitía satisface
las obligaciones asumidas.
Con la esperanza de obtener, en virtud de una nueva ley, la exención del servicio militar al seminarista José Boido, de la diócesis de
Acqui, escribía don Bosco al Obispo monseñor Sciandra:
((323)) Excelencia Rvma.:
Entre los seminaristas que cursan aquí sus estudios, con intención de formar parte de nuestra Congregación, está el joven José Boido. Por
mi mediación recurre a S. E. para que le envíe un certificado, a presentar ante la autoridad militar, con el fin de obtener la exención del
servicio. Los pertenecientes a la diócesis de Turín ya lo recibieron de nuestro Arzobispo o de la diócesis a que pertenecen; éste lo espera de
su bondad.
No sé si ha podido ver la nueva ley; por lo que hace al presente caso es necesario
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que S. E. declare: que N. N. pertenece a la diócesis de Acqui, que es católico, que cursa sus estudios de primer curso de Filosofía en el
Oratorio de San Francisco de Sales en Turín y que empieza la carrera eclesiástica. Después, nos encargaremos nosotros de que esta
declaración sea confirmada por el alcalde de Turín y la presentaremos en la Comandancia Militar.
He ido muchas veces a visitarle con el pensamiento, pero nunca he logrado hacerlo de veras. "No vendrá S. E. a honrarnos alguna vez co
su presencia y celebrar la santa misa en la iglesia de María Auxiliadora? Le esperamos y lo deseamos ardientemente.
Mientras rogamos a Dios que le ayude en la ardua empresa del sagrado ministerio pastoral, nos encomendamos todos a la caridad de sus
santas oraciones e imploramos su bendición particularmente sobre quien, en su poquedad, tiene el honor de profesarse,
De S. E. Rvma.
Turín, 5-4-1872.
Su humilde servidor JUAN BOSCO, Pbro.
Coincidió la Pascua de aquel año con el día 31 de marzo; y él, recordando las limosnas que recibía de tantas buenas personas, por las que
rezaba siempre, enviaba aquellos días felicitaciones particulares a las más distinguidas, y les prometía oraciones especiales, como se
desprende de esta carta, escrita el jueves santo a la señora Uguccioni.
Mi buena Mamá:
Estos días hemos rezado por usted, mi buena Mamá, y por toda su familia; pero no quiero dejar pasar estos días sin enviarle mi
felicitación, asegurándole que el día de Pascua celebraremos, entre otras piadosas intenciones, según la suya en el altar de María
Auxiliadora.
Después, como nos acercamos ya a la fiesta de María Auxiliadora, la invito a que este año tenga a bien hacernos una visita con el señor
Tomás, y ser así espectadores al menos de una de nuestras fiestas.
Todo un inmenso quehacer. Seis mil muchachos a nuestras órdenes; algunos cumplieron ya con Pascua, los demás se preparan para ello.
Rece por estos zampabollos para que podamos hacer de todos ellos unos buenos cristianos y honrados ciudadanos; ruegue también por mi
salud, que va mejorando, pero muy despacio.
Me haría un gran favor si en estos días quisiera suplirme ante aquellas personas, conocidas nuestras, con las que tuviera ocasión de habla
saludándolas de mi parte, felicitándoles las fiestas y asegurándoles que especialmente en estos días las encomiendo a todas al Señor.
Dios les bendiga, a usted, al señor Tomás y a toda su familia; encomiendo mi pobre alma a todos y me profeso con profunda gratitud en
Jesucristo,
DeV. S.
Turín, 28-3-1872.
Su muy agradecido hijo JUAN BOSCO, Pbro.
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Y María Santísima seguía bendiciendo y consolando a su devotísimo Siervo de mil maneras.
La Unidad Católica del día 22 de marzo daba noticias de la solemne ceremonia celebrada en la iglesia de María Auxiliadora.
El domingo, 17, una familia húngara, compuesta por siete personas, abjuraba solemnemente del luteranismo, que había profesado hasta
ahora, y se hacía católica, en Turín, en la iglesia de María Auxiliadora. El padre, que se apellida Simoni, tomó en el bautismo el nombre de
Domingo. Dado que generalmente los protestantes prestan poca fe al bautismo y muchos lo niegan en absoluto, o lo administran
inválidamente, se administró a todos ellos este Sacramento bajo condición, salvo al más pequeño que todavía no había sido bautizado en la
herejía. Fue padrino el marqués Domingo Fassati y madrina la condesa Groppello. Celebró la función el sacerdote Miguel Rúa,
expresamente delegado por el Arzobispo.
El 14 de mayo, primer día de la novena de María Auxiliadora, bajó don Bosco, por vez primera después de su regreso de Varazze, a
celebrar la misa en el Santuario. En la sacristía se le presentó una pobre mujer, sorda y muy avanzada en años, pidiéndole la bendición. La
bendijo y al instante recobró el oído. La pobrecita, llena de alegría y con las lágrimas en los ojos, como no tenía nada para dar al que le
había concedido la gracia, se quitó los pendientes ((325)) y se los ofreció al Santo, diciendo que volvería para entregar una limosna mayor.
Pocas semanas antes se había presentado otra mujer llevando de la mano a un niño de seis o siete años, hasta entonces incapacitado para
andar por sí solo. Don Bosco le bendijo, y al día siguiente comenzó el niño a caminar libremente con toda facilidad. La madre volvió a dar
gracias a la Virgen por el singular favor.
Aquel año coincidía la fiesta de María Auxiliadora con el viernes de las témporas después de Pentecostés y don Bosco, de acuerdo con la
Curia Arzobispal, había elevado al Padre Santo esta súplica:
Beatísimo Padre:
El sacerdote Juan Bosco, con el consentimiento del Superior Eclesiástico, se postra a los pies de Vuestra Santidad y humildemente
expone que la fiesta de María Auxilio de los Cristianos, asignada al día 24 de mayo, cae este año casi en fin de semana, es decir en la feria
séptima después de Pentecostés, día de ayuno y dentro de la octava privilegiada.
Celebrándose esta fiesta en Turín en la iglesia precisamente dedicada a María Auxiliadora, con mucha afluencia de sacerdotes y fieles,
especialmente forasteros, se suplica a Vuestra Santidad conceda poder anticipar esta fiesta en un día, y celebrarla en la feria quinta de la
misma semana, dando facultad a los sacerdotes para
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celebrar, sólo aquel día, en dicha iglesia la santa misa de María Santísima bajo la advocación de Auxilium Christianorum.
Dado que este favor sería muy ventajoso para el clero, y para los numerosos fieles que a ella acuden, se espera que Vuestra Santidad, con
su grande y tantas veces probada clemencia, conceda también la gracia implorada.
El Padre Santo concedió la facultad pedida 1.
En el Santuario se habían llevado a cabo las obras y el arreglo del coro y de la nueva sacristía, amén de diversas ornamentaciones en el
cuerpo del templo.
En el noveno tomo de las Memorias Biográficas se hizo mención de todos los altares y cuadros de los santos a los que estaban dedicados
2, excepto del de la capilla situada a la izquierda, que fue ((326)) dedicada más tarde al Sagrado Corazón de Jesús, y en 1891 a san
Francisco de Sales; así como la capilla de enfrente, dedicada a santa Ana, en 1891 se dedicó a los santos mártires Solutor, Adventor y
Octavio, por ser aquel el lugar preciso donde sufrieron el martirio 3.
En 1872 quedó terminada la capilla del Sagrado Corazón, y el mismo don Bosco hizo su descripción en el fascículo: María Auxiliadora,
con la narración de algunas gracias:
Contémplanse en ella siete pinturas al fresco, originales del artista José Rollini, que fue alumno del Oratorio de San Francisco de Sales.
La ornamentación al claroscuro es obra de Constantino Felli.
Pretenden estas pinturas relevar con símbolos, hechos y parábolas del Evangelio, la bondad y misericordia del Salvador con los hombres.
Campea en la bóveda un medallón octogonal de veinte metros cuadrados de superficie, en el que está representada la adoración del
Santísimo Sacramento en una composición de dieciocho figuras.
En el centro del medallón está el mundo, sobre el que descansa una custodia de oro, resplandeciente de luz. Se quiso indicar así la
felicísima condición de los hombres, que tienen consigo al Dios del universo; condición envidiada por los mismos
1 Véase el Apéndice II, el Programa de la Novena y Solemnidad..
2 Tal y como se leía en el fascículo Maravillas de la Madre de Dios invocada con el titulo de Mariá Auxiliadora, publicado por don Bosc
en 1868.
3 Nuestro Santo Fundador declaró abiertamente que cuando María Santísima le invitó a levantar el Santuario en los prados de Valdocco o
Valle de los Occisos, le señaló el punto donde los Santos Mártires turineses sufrieron el martirio, es decir, el ángulo interior de la capilla de
santa Ana (después de los Santos Mártires y hoy día de la beata Mazzarello) in cornu Evangelii. Ahora, por haber sido levantado bastante e
nivel del Santuario, el punto preciso del glorioso martirio se encuentra en el subterráneo, en el tramo inicial de la capilla de las Reliquias,
precisamente frente a la escalera por la que se desciende a la misma, antes de la capilla levantada en memoria de la aparición, a mano
izquierda.
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ángeles, algunos de los cuales circundan reverentes a su Señor y otros llegan volando de lejos con las alas ávidas de rendir ellos también
homenaje al misterio de la Eucaristía.
En la parte superior, un grupo de cabecitas angélicas sostiene levantada una tienda purpúrea que forma un dosel por encima del rayo de
luz.
Más abajo, el ángel mensajero de Dios, lleno de juventud y fuerza, expulsa a la Herejía, constituida por un grupo de figuras, la primera d
las cuales es la Reforma en imagen de mujer, la cual, al ver cómo los ángeles adoran reverentes al Santísimo, huye despavorida llevándose
en una mano la biblia adulterada y tirando con la otra, como armas desgastadas, la máscara de la hipocresía y las monedas corruptoras con
que intenta hacer guerra al Santísimo Sacramento; la segunda es el Materialismo, representado por un hombre de formas atléticas, el cual
agita una hacha encendida para incendiar y destruir por doquiera pasa la Reforma. También él es derribado por el ángel, ((327)) y, rodando
desde lo alto, parece desprenderse de la bóveda para desplomarse de cabeza contra el pavimento.
Las pechinas situadas inmediatamente debajo de la bóveda tienen cuatro metros de diámetro cada una. En la de la derecha está pintada la
aparición del Redentor, con su corazón radiante, a la bienaventurada Margarita de Alacoque; en la de la izquierda, la última cena de Jesús,
en el momento en que El, en medio de sus discípulos admirados, instituye la Eucaristía.
En el muro lateral de la derecha se ve a Jesús rodeado de niños en actitud de prodigarles cariñosos consejos y amables caricias.
Más allá se contempla a la Samaritana, escuchando las palabras de vida que le dice el Nazareno, descubriéndole los secretos de sus culpa
pasadas. En el rostro de la Samaritana se trasluce la maravilla, la turbación, la nueva determinación de mudar de vida; y en el de Jesús, la
santa seriedad el Maestro que reprende, pero con clemencia.
A mano izquierda del altar está representada la Agonía de Jesús en el Getsemaní, en el momento en que, sostenido por el ángel, recibe el
cáliz. El artista se esforzó por grabar en aquel rostro divino el profundo dolor que debió invadirle al pensar en su próxima pasión.
En la pintura de al lado está representado el buen pastor cuando encuentra a la oveja descarriada.
Está expresada con mucho arte la infeliz situación de la pobre oveja caída entre las zarzas al borde de un precipicio, y la amorosa solicitu
del místico pastor, que, de rodillas al margen del barranco, se afana por sacarla de allí ilesa, mientras se divisa a distancia el rebaño fiel
congregado alrededor del aprisco señalado con una cruz luminosa.
La pintura principal de los Sagrados Corazones de Jesús y de María es del artista turinés Bonetti. Brillan magistralmente en ella el arte, la
naturalidad y el esplendor de los colores y de la expresión.
El cuadro de san José no estaba acabado todavía; como veremos, no se colocó hasta 1874, cuando estaban terminadas las obras del
Santuario.
La novena de preparación a la fiesta fue predicada por el Abad don Maximiliano Bardessono de los Condes de Rigras. El día 19,
solemnidad
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de Pentecostés, a las seis de la tarde, después de las funciones religiosas, se inauguró en el patio grande del Oratorio el pabellón llamado la
Rueda de la Fortuna, con un grandísimo concierto musical.
La venta de boletos y la pequeña feria, a favor del Santuario y del Oratorio, se confiaron también aquel año a jóvenes de familias nobles.
Don Bosco escribía al caballero Javier Provana de Collegno:
((328)) Desde casa, 15-4-1872
Muy querido Señor:
Esta tarde, a las siete y media, se reunirá la Comisión del año pasado para organizar la fiesta de María Auxiliadora, y desearía que
estuvieran presentes Luis y Manuel. Si ellos no tienen inconveniente y es también su querer, ruégole les invite de mi parte y les conceda el
oportuno permiso. No he podido ir personalmente a la hora que deseaba, por eso les auguro de corazón toda suerte de celestes bendiciones,
mientras me profeso,
De V. S. Ilma.
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
P.D.-Como no pudo recibir esta carta en Turín, espero la reciba Cumiana y que sirva de invitación para la futura conferencia ad hoc.
En este momento recibo noticias del Padre Santo, que disfruta de buena salud, lo que constituye toda la esperanza de Roma.
En los últimos días tomaron también parte en las funciones religiosas los alumnos de los Colegios de Lanzo, Borgo San Martino y
Alassio. El 13 pontificó monseñor Celestino Fissore, arzobispo de Vercelli. Predicó el panegírico el abad Bardessono. La ejecución de la
antífona Sancta Maria, succurre miseris, con música original de Cagliero, resultó espléndida. Hubo tal afluencia de fieles que muchos no
pudieron entrar en el templo, por lo que don Bosco determinó e hizo publicar en la Unidad Católica que se repetirían las fiestas el domingo
siguiente, 26 de mayo.
Hubo un detalle conmovedor.
El día de María Auxiliadora todo el Oratorio estaba de fiesta y rebosaba de santa alegría. Músicas y cantos aumentaban el regocijo
general. Los alumnos solían gastar en la feria, comprando juguetes y buenos libros, su pequeño capital, hecho a base de propinas por su
buena conducta y regalos de sus padres. Todos tenían dinero para gastar, puesto que algunos de los que tenían el portamonedas bien
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repleto, habían pensado compartir su dinero con los que carecían de él. Hubo uno entre estos caritativos, Segundo Amerio, de quinto de
bachillerato, el cual, después de haber hecho su reparto, se encaminaba, ((329)) alegre y satisfecho, a comprar tal vez algún recuerdo para s
madre, con lo que le quedaba. Pero he aquí que, al acercarse al puesto de libros, vio allí al lado, como escondido por vergüeza, a un
compañero de su curso, muy triste y casi a punto de romper a llorar.
-"Qué tienes? "Por qué estás tan triste, amigo Domingo?..., le preguntó Amerio.
-No tengo ni un céntimo para gastarlo con mis amigos; mi madre es pobre, mi padre ha muerto. "Cómo puedo estar alegre?..
.
Al oír estas palabras, Amerio olvidó el donativo y los libros que iba a comprar; sacó las seis liras que todavía le quedaban, puso tres en
manos del pobre Domingo y le dijo:
-Toma, estas tres las envías a tu madre; las otras vamos a gastarlas nosotros dos.
íY siguieron juntos todo el día! El buen Amerio tenía dieciséis años, estudiaba aún el bachillerato, pero ya era novicio de la Pía Sociedad
el año 1878 llegaba al sacerdocio, y cuatro años más tarde volaba su alma al cielo.
El día de María Auxiliadora, escribía don Bosco a la señora Luisa Radice Vittadini, de Milán:
Turín, 24-5-1872
Muy Señora mía:
He recibido la limosna que me ha enviado de cien liras. Se la agradezco en el alma; que Dios le dé el céntuplo. He rezado y seguiré
rezando por su perfecta salud, por su niña y por la conservación de su señor marido. Espero poderles saludar personalmente dentro de poco
Que Dios bendiga a usted y a toda su familia. Créame
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
P.D.-Tenga la seguridad de que la Virgen la escuchará.
En sus viajes a Milán, solía visitar también a esta bienhechora. Aquel mes, ignoramos por qué motivo, tuvo que ir a Milán.
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((330)) En todo momento estaba dispuesto a decir una buena palabra a todos, ya que guardaba la más exquisita cordialidad con los
bienhechores. Escribía al conde de Viancino:
Turín, 17-5-1872
Muy apreciado señor Conde:
Usted que tiene paciencia con tantos, téngala también con don Bosco; especialmente cuando tiene la bondad de venir aquí, y yo necesito
hablarle y no le traen hasta mí. Pero, si usted dice quién es, y estoy en casa, tenga la seguridad de que no sólo será recibido, sino que será
para mí una verdadera fiesta el hecho de verle.
Después del lunes iré a pasar el carnaval con usted y así estaremos verdaderamente alegres.
Dios conceda toda suerte de bienes a usted y a la señora Condesa, su esposa, y otorgue a los dos salud duradera y días felices. Amén.
Agradecido, me encomiendo a sus oraciones y me profeso,
De V.S.
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
También sus amigos, bienhechores, admiradores y antiguos alumnos eran felices siempre que les era posible verle y hablarle, sobre todo
con ocasión de su fiesta onomástica.
Aquel año les cursaba don Miguel Rúa esta invitación:
Turín, 21-6-1872
Ilmo. y benemérito Señor:
El lunes, 24 del corriente, se celebra la fiesta de san Juan Bautista, día onomástico de nuestro amado director y padre don Bosco. Desean
sus hijos manifestarle su agradecimiento con cantos, músicas y composiciones literarias, y también con el ofrecimiento de un regalo. Para
que la fiesta resulte más brillante, ruegan a V. S. tenga la bondad de honrar con su presencia los actos académicos, que tendrán lugar el
domingo y el lunes, hacia las siete de la tarde.
Con el mayor aprecio y gratitud me complazco en profesarme,
De V.S.
Su seguro servidor MIGUEL RUA, Pbro.
Como siempre, el homenaje resultó una demostración afectuosa y cordial que estimuló a los más santos propósitos y dejó en todos el más
dulce recuerdo. El profesor don José Bertello ((331)) leyó el himno 1;
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siguieron cantos y piezas de música, y brotaron de los labios de todos promesas de imperecedera gratitud, ardientes latidos de ternísimo
amor filial, francas declaraciones de seguir sus enseñanzas durante toda la vida, promesas de oraciones diarias para que el Señor le colmase
de toda suerte de bendiciones, e insistentes peticiones de paternal compensación.
Aquel año, como diremos en el capítulo V, a mediados del mes hubo un periodicucho soez que intentó, con una serie de entregas de una
repugnante novela, denigrar la veneración de que universalmente gozaba don Bosco; y el abad Bardessono de los condes de Rigras, que
había predicado la novena de María Auxiliadora, salió en defensa del Santo con un opúsculo 2. Tampoco los antiguos alumnos dejaron de
repudiar la masónica intentona con una devota declaración que le presentaron con cuarenta y cuatro firmas y una ofrenda en prenda de su
gratitud y aprecio.
Día feliz, venturoso instante, en el que podemos probar una vez más que sentimos el afecto y todos los sentimientos de los hijos que
rodean a su amado Padre.
Aquí tienes este grupo de hijos tuyos que, aunque separados y esparcidos por el mundo, no pudieron, sin embargo, por estar
estrechamente unidos de corazón a ti, dejar pasar este día de tanto regocijo sin venir a demostrarte el afecto, el amor ferviente que arde en
sus pechos por ti, su Padre común.
íQué dulce, qué consolador nos resulta volver a ver en este día tu rostro sereno y alegre, al que la gracia y la suavidad entretejen amorosa
guirnalda; volverte a ver en medio de nosotros después del tiempo que nos tocó vivir angustiados y afligidos, lejos de ti, impedido por crue
enfermedad.
íNuestro corazón, como el del navegante, que vuelve a ver las añoradas playas después de procelosa tempestad, rebosa de gozo porque,
merced a María Auxilio de los Cristianos y nuestro refugio celeste, nos fue devuelto don Bosco, se restituyó el padre a sus hijos, el amigo a
los amigos, toda la alegría y la paz a Turín!
Siempre fieles a nuestro pasado, al presentarnos a ti este año, "qué don te ofreceremos, don Bosco? Helo aquí, ante ti, aunque modesto y
de escaso relieve; es el humilde símbolo ((332)) de nuestro afecto.
...Acéptalo; sea él la prenda de nuestro filial afecto, la prenda de nuestro cariño a ti, Padre amoroso de los jóvenes, solícito Pastor de su
rebaño; a ti, iniciador y mantenedor de esta nobilísima empresa de caridad, que conduce a tantos hijos por el camino de la virtud y del
honor, que señala el camino recto a los buenos y a los descarriados.
Sean prenda de la sincera felicitación por tus obras benéficas de cristiana piedad y civilización, que resplandecen como un faro de luz en
medio de las tinieblas de este siglo; prenda de sincero aplauso para ti, instrumento visible de la Providencia, que guió a término sus altos
destinos sobre la naciente juventud; testimonio y al mismo tiempo solemne protesta contra ciertos periódicos sembradores de inmoralidad
1 Véase: Apéndice nº IV.
2 Véase el Apéndice del Capítulo V: Cumple un alto mandato, Nº IV.
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y de calumnias, contra esa sierpe homicida, entiendo decir, que sacando la cabeza del fango de la materia, intenta envenenar con la baba de
sus obscenidades todo corazón bien nacido, difamar el buen nombre del hombre de la Providencia, de la pública beneficencia, al bienhecho
de la humanidad entera.
Pero... unión, hermanos y amigos, unión, valor y constancia. "A don Bosco, como a todas las almas bien nacidas e incansables, no le
faltan detractores. Esta fue la historia del mundo entero y es el premio que toca en suerte muchas veces a los bienhechores de la humanidad
1.
Valor, sí, valor, unión y constancia. Hombres de virtud y de saber ya alzaron su voz en defensa de nuestro Padre, de nuestro amado don
Bosco y, sin duda, venceremos...
Estos son, querido don Bosco, nuestros pensamientos, nuestros deseos, nuestros votos. Da valor con tus oraciones a estos nuestros
sentimientos de afecto y obténnos la gracia de mantenernos siempre fieles a tu causa, que es la causa de Dios.
Y haga el Señor que llueva, sobre ti, oh Juan, como rocío matutino, el tesoro de sus gracias. Sí, confirma, Señor, con el don de tu gracia
sus generosos propósitos, alienta el celo de nuestro manso y benéfico Padre y derrama sobre él como lluvia benéfica tus más selectas
bendiciones.
íViva don Bosco!
No podemos presentar todas las composiciones que se leyeron o declamaron en honor del dulcísimo Padre; mas no queremos callar los
afectuosos pensamientos del clérigo Domingo Tomatis.
Qué día más espléndido Cual la paloma cándida
cuando el joven soldado resguardada en su nido,
regresa del ejército de las garras librándose
hasta su hogar amado. del gavilán temido,
Mas es dicha mayor y del cruel cazador:
poder gritar con júbilo en ti seguros hállanse
ser hijos de tu amor. los hijos de tu amor.
Deshecha la calígine, Si tantos corren rápidos
se alegra el peregrino por la senda del vicio
y bajo un sol purísimo incautos despeñándose
retorna a su camino. al hondo precipicio,
Pues más felices son cual la nívea flor
viendo tus ojos fúlgidos en tu jardín presérvanse
los hijos de tu amor. los hijos de tu amor.
((333)) Es dulce en el Océano Si en nosotros no hay méritos,
cuando restalla fiero si no guardamos oro,
de la tormenta el látigo y en ser tus hijos cífrase
ver la luz de un lucero. nuestro mayor tesoro;
Mas con gozo mayor dilecto Genitor,
celebran tu onomástico amarte es nuestro júbilo:
los hijos de tu amor. ser hijos de tu amor.
1 Tal se leía en el opúsculo del abad Bardessono.
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Tu amor agradeciéndote Un cántico magnífico
y tus sabios consejos, cante el grupo sagrado
tuyos seremos jóvenes, de hijos que a tu ejército
tuyos seremos viejos. de amor se han enrolado:
Nuestro mayor honor, ya libres del error,
nuestra corona áurea: tras tu bandera láncense
ser hijos de tu amor. los hijos de tu amor.
Y el buen Tomatis, más tarde uno de los primeros misioneros que, en 1875, partieron para la República Argentina, terminaba con este
cordial presagio:
íPresto doquiera extiéndase
tu sagrada bandera;
no haya playa en el mundo
a tu nombre extranjera!..
.
Y los socios de la Compañía de San Luis, del Oratorio festivo, ansiosos de encontrar una ocasión para poder libremente manifestarle los
sentimientos de la más alta estimación y veneración, agradecidos y reconocidos a Dios, decíanle conmovidos:
Permita que a partir de hoy dejemos de lado todo título y le llamemos con el dulce nombre de Padre. Sí, de hoy en adelante queremos
considerarle como a nuestro verdadero Padre y que usted se complazca teniéndonos por hijos queridos de su corazón. Convencidos de que
usted, que es tan bueno, no rechazará nuestra proposición, le prometemos desde este momento portarnos como verdaderos hijos y ser en
todo y por todo obedientes a cuanto usted tenga a bien mandarnos o darnos a conocer por medio de nuestro Director. Y como sabemos que
tiene tanto interés por la Compañía de San Luis, que usted mismo fundó con tanto interés en el Oratorio, le prometemos observar siempre
su reglamento durante toda nuestra vida, invitar a los demás compañeros a ingresar en ella y proponernos imitar las virtudes de este gran
Santo.
((334)) En la tarde del 24 dirigió don Bosco unas palabras conmovedoras a una asamblea de más de mil quinientos oyentes. Les recordó
cómo el año anterior, después de haber asistido a la afectuosa demostración, les había asegurado que, en 1872, oirían las más consoladoras
noticias. Les dijo, en efecto, que, gracias a la Virgen, habían sido nombrados los obispos de muchas diócesis vacantes, entre ellas las de
Italia, y todos habían tomado posesión de sus sedes. Después, como él había estado gravemente enfermo, casi desahuciado, y por gracia de
María Auxiliadora había curado. Además, cómo
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su Santidad Pío IX, después de haber alcanzado y aún superado prodigiosamente los años de pontificado de todos sus predecesores y del
mismo san Pedro, seguía gozando de perfecta salud. Y, finalmente, terminó diciendo que el próximo año 1872-73, tendría una lágrima o
bien una sonrisa.
La sonrisa, entretanto, ya la habían disfrutado aquel año los cantores y los músicos del Oratorio, inmediatamente después de la fiesta de
María Auxiliadora, con un paseo a Mondoví.
Hemos indicado que el largo litigio entre el Obispo de Mondoví y la dirección del Oratorio, aunque finalmente zanjado, lo había querido
revisar el Ecónomo Episcopal. En efecto, en el mes de marzo, volvía éste a escribir queriendo revisar las cuentas; don Bosco y don Miguel
Rúa, con los deseos de llegar a una solución definitiva, creyeron también conveniente confiar la solución de la cuestión a un subordinado
suyo y precisamente al buen coadjutor José Rossi, proveedor del Oratorio. Y para que éste pudiera exponer exactamente las cosas tal y
como eran, el mismo don Miguel Rúa le redactó, de pies a cabeza, la respuesta que debía dar, y Buzzetti copió y firmó la carta, que envió a
Monseñor:
Turín-Valdocco, 21 de marzo 1872
Excelencia Rvma.:
Aunque don Bosco se halla en mejores condiciones de salud, no puede, sin embargo, ocuparse todavía de asuntos administrativos.
Tampoco puede hacerlo como quisiera don Miguel Rúa, por tener que hacer sus veces y, por tanto, aguantar el peso de la marcha de esta
casa y de otras. En consecuencia me han confiado a mí el asunto, ((335)) por ser yo casi el único que conoce la cuestión pues, en ausencia
del caballero Oreglia, solía ocupar su puesto.
Comienzo, pues, por decirle que me extraña ver la nueva reclamación de unas cuentas, que yo tenía por arregladas: puesto que, si usted lo
recuerda, cuando se despidió el día 29 de noviembre, pronunció estas palabras: de hoy en adelante, borrón y cuenta nueva, y cerróse el
asunto con que V. E. quedaba a deber cuatrocientas cuarenta liras con cincuenta y cuatro céntimos (440,54 l.), incluidas las trescientas
añadidas al descuento hecho sobre la tipografía.
Si usted acepta la cuenta solucionada entonces, queda resuelta toda dificultad con la transferencia de las tres mil liras de las que se declar
depositario. Mas, si usted quiere volver las cosas al último ajuste de cuentas, que se remonta al 1866, tendría que decirle:
1º Que no quisiera que las dificultades surgidas sean atribuidas a esta tipografía y librería, que envió mensualmente nota exacta con el
débito y el crédito que, de haberlo ajustado enseguida, ciertamente no habrían nacido dificultades, pues hubiera sido fácil aclarar las dudas.
Eso no obstante, se podrían establecer unas bases, que facilitarían la marcha de las cosas.
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2º La remisión de las tres mil liras del padre Oreglia, que, sin más condiciones, deberían remitirse a esta casa.
3º Si hay que remontar las cuentas hasta su principio, se tendrá que tomar en consideración también la de la tipografía, puesto que, cuand
don Bosco confió la cuestión al juicio de otros, se pensaba que era ella la única dificultad para llegar a un arreglo definitivo de cuentas,
como de hecho se llegó. Pero, si se vuelven a estudiar las cosas, tendrán que volverse a examinar las razones en que se fundaba la
transacción que entonces se hizo.
4º Un medio fácil, a mi entender, para ajustar las cuentas, sería que usted tuviese a bien enviar por escrito sus observaciones a cada
artículo; yo procuraré responder a ellos lo mejor posible tomando los datos de los libros, único documento del que podamos servirnos.
A la espera de una categórica respuesta de cuanto expongo, ruégole se convenza de que esta casa tiene de usted la más profunda
veneración y yo en particular considero para mí un gran honor el poderme profesar,
DeV. E.
Seguro servidor
JOSE BUZZETTI
Este es el documento que poseemos sobre la cuestión 1.
Evidentemente el asunto acabó así. No nos consta que Monseñor efectuara la entrega del pequeño mencionado residuo de la deuda, por lo
que podemos creer que las cuatrocientas liras con cuarenta y cinco céntimos quedaron gratificadas con el envío de las tres mil liras ((336))
remitidas por el caballero Oreglia. Por consiguiente, si se pudo atribuir a éste la causa del largo litigio, también se le puede conceder el
rompimiento del nudo de la enredada madeja, nacida de su pensamiento de procurar una honesta ganancia al Oratorio, y solventada merced
a su delicadeza.
Y Monseñor, para dar una prueba de su afecto personal y de la admiración que tenía por don Bosco y su Obra, invitó a los muchachos
cantores y a la banda de música del Oratorio para solemnizar la clausura de los grandiosos festejos, organizados por él en honor de san Pío
V, el Papa de la victoria de Lepanto y gloria resplandeciente del Piamonte y de la orden Dominicana, y que había sido Obispo de Mondoví
desde el 27 de marzo de 1560 hasta el 6 de mayo de 1566.
Aquel año se celebraba el tercer centenario de su muerte, ocurrida el 1º de mayo de 1572, y el segundo centenario de su beatificación,
pues fue elevado al honor de los altares por Clemente X el 27 de abril de 1672. Las fiestas se celebraron en el mes de mayo, precedidas
1 Véase en el Apéndice nº III, la carta, inédita, de don Bosco al Obispo de Mondoví.
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de una novena en la catedral. Se concluyeron el 26 y el 27 de mayo con solemnes pontificales de monseñor Oreglia di San Stefano,
arzobispo de Damiata y Nuncio Apostólico ante la corte de Portugal, de monseñor Colli, obispo de Alessandria y de monseñor Manacorda,
obispo de Fossano, y con espléndidas luminarias, fuegos artificiales y conciertos musicales.
Un centenar de los nuestros, entre músicos y cantores, acudió a Mondoví. Llamó la atención su devoto comportamiento en la iglesia y su
recepción de la santa eucaristía. Sus interpretaciones musicales y su alegría, nota característica del Oratorio, dejaron el más grato recuerdo.
Estuvieron hospedados en el seminario. Una tarde, durante el recreo, en presencia del Rector, profesores y otros superiores, apareció de
pronto en medio de ellos Gastini, disfrazado de tal modo que ni los muchachos le reconocieron, y rompió a cantar una escena de Crispín y
la comadre 1. Reconociéronle entonces todos los nuestros y estallaron de risa; los superiores, en cambio, sobrecogidos de estupor y
tomándole por un loco, iban ya a dar orden a los camareros para que lo echasen, cuando Enría, de repente, con voz de falsete, mezclado
entre los muchachos, empezó a cantar el papel ((337)) de la comadre. Los profesores, que todavía no se habían recobrado de su primer
estupor, exclamaron:
-"Pero qué es esto? "Una mujer en el seminario? "Eso también?
La escena se resolvió con una alegría sin fin y como jamás se había visto dentro de aquellos muros. Como colofón pasó Gastini por entre
la concurrencia pidiendo la propina y suplicando:
-íPara don Bosco! íPara don Bosco!...
Y juntó casi cien liras.
A don Bosco, por el contrario, nunca le faltaban molestias.
El Delegado Provinvial de Enseñanza de Alessandria no se cansaba de incomodar al Director del Seminario Menor de Borgo San Martino
exigiendo la legalidad del profesorado, y don Bosco le aconsejaba que exhibiera los documentos justificantes de varias concesiones
especiales otorgadas al instituto, como Seminario Menor, pues, en realidad, gran parte de los alumnos, que habían rezado tanto por él
durante su enfermedad, se preparaba para la carrera sacerdotal.
Muy querido Bonetti:
Me parece oportuno que tú y como cosa tuya, intereses al señor comendador Rho ante el Delegado Provincial, exhibiéndole las cartas. Yo
actuaré desde aquí.
1 Crispín y la comadre. -Véase la nota de la pág. 266.
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Te envío tres pliegos de la Historia Sagrada; devuélvemelos enseguida, tan pronto como los hayan visto tus ojos de lince y los haya
arreglado tu mano maestra.
Comunica mi gran satisfacción a todos los sacerdotes, clérigos y alumnos por lo bien que cada uno cumple su papel, y por la bondad que
conmigo tuvieron.
Dios nos bendiga a todos y créeme tuyo,
Turín, 23-4-1872.
Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro.
Don Juan Bonetti exhortaba a los alumnos a que hicieran una santa comunión para obtener la protección del cielo; y don Bosco le enviab
otra parte de la Historia Sagrada para que la revisara antes de reimprimirla, y le aseguraba que por el momento se había disipado toda
oposición.
Muy querido Bonetti:
El primer temporal está vencido. Di a tus muchachos que la gracia, pedida en la comunión, se ha obtenido. Miles de demonios ((338))
luchaban contra el colegio de San Carlos. íLa Virgen los ha dispersado a todos! Deo gratias. Te envío tres cuadernos de la Historia Sagrada
con tus hojitas.
Dios nos bendiga a todos. Créeme
Turín, 8-5-1872.
Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro.
El Inspector de primera enseñanza de la provincia de Turín, un tal Rota, ex sacerdote, visitó las clases elementales del Colegio de Lanzo
dio un informe tan malo de las mismas ante el Consejo Escolástico, que provocó reproches y amenazas de cierre del instituto. Don Bosco s
apresuró a escribir al Gobernador, el senador Víctor Zoppi:
Ilmo. señor Gobernador:
La casa de beneficencia pública, conocida con el nombre de San Francisco de Sales, siempre encontró en la autoridad de V. S. Ilma., una
ayuda en las graves necesidades y un apoyo en las dificultades surgidas sobre la marcha de la misma. Por su parte, en los límites de sus
escasas posibilidades, jamás rehusó este establecimiento prestarse, siempre que las autoridades estatales quisieron dirigirse a él, a la
admisión de muchachos pobres y desamparados.
Con estos pensamientos acudo a la conocida y probada bondad de V. S. Ilma.
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para que con su autoridad tenga a bien remediar una dificultad surgida en el colegio-internado de Lanzo, cuya dirección y administración
fue confiada por aquel Ayuntamiento a los maestros y directores pertenecientes a este Oratorio, que es como la casa central.
He aquí el caso.
Hay entre el personal docente de las clases elementales, dos maestros que rindieron su examen reglamentario en las vacaciones del año
1871; y, como ya habían hecho varios años de prácticas, no las tornaron a hacer después de sus exámenes. Por tanto, estos dos maestros ha
rendido sus exámenes, han hecho las prácticas prescritas por las leyes de Intrucción Pública, solamente que en lugar de hacerlas después, la
hicieron antes de los exámenes.
En el pasado no se puso dificultad alguna a este propósito, ni en ésta, ni en otra provincia del Estado, donde hay casas o colegios del
mismo género. Pero el Inspector de la provincia de Turín, viendo en ello una infracción de las leyes del Estado, quiere que estos maestros
cesen en su oficio y sean substituidos por otros, que hayan cumplido las prácticas en su tiempo legal.
El Director local, juntamente con el abajo firmante, el Alcalde y el Ayuntamiento aprueban el celo de los maestros, el aprovechamiento d
los alumnos, la ((339)) disciplina, que constantemente se observa, y unánimemente manifiestan que un cambio de maestro, al encontrarnos
finalizando el curso, sería perjudicial para los alumnos.
Sentado esto, ruego a V. S. Ilma., en su calidad de Presidente del Consejo Escolar, tenga a bien permitir que estos maestros puedan
continuar su labor en sus respectivas clases durante estos dos últimos meses del curso escolar.
El Director de Centro, el Ayuntamiento de Lanzo y el que suscribe aseguran a V. S. la idoneidad de los maestros y el éxito de su
enseñanza; y, para una prueba concreta, ruégole con el mayor respeto tenga a bien invitar al Delegado Provincial de Enseñanza a que haga
una visita oficial al Colegio.
Si, a pesar de los motivos arriba expuestos, creyera él en la oportunidad del cambio de maestros o de otras modificaciones en el personal
docente, yo me atendría a ello enseguida y sin observaciones de ningún género.
Confiando plenamente en su bondad, considero un gran honor poderme profesar con profunda gratitud
De V. S. Ilma.
Turín, 5, junio, 1872.
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
Accedió rápidamente el Gobernador a la solicitud y el Consejo Escolar nombró una comisión presidida por el Delegado Provincial de
Enseñanza, Garelli, para que visitara aquellas escuelas, el cual informó que todo marchaba muy bien. El Inspector mantenía firmemente su
afirmaciones; pero el Consejo Escolar retiró toda protesta y las cosas se arreglaron con gran satisfacción de don Bosco. El diputado Pablo
Boselli, más tarde Ministro de Instrucción Pública, fue
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posteriormente a visitar aquellas escuelas y afirmó paladinamente que podían proponerse como modelo a todas las del Reino.
3. El Colegio de Valsálice
Don Bosco tuvo la intención de acometer una empresa atrevida, pero de gran utilidad, que hubiera sido precursora de los Seminarios
Regionales instituidos durante el pontificado de Pío X. Ante la creciente escasez de vocaciones y las dificultades que ponía el Gobierno a
las escuelas dirigidas por religiosos y eclesiásticos, ((340)) exigiendo que todas tuvieran maestros y profesores diplomados, pensó en el
modo de obviar tan seria dificultad proyectando la fundación, en Turín o en sus alrededores, de un colegio o seminario interdiocesano para
Piamonte, Liguria y Lombardía, con capacidad para atender a quinientos o seiscientos alumnos, que pudieran enviar los distintos Obispos y
que, al llegar al sacerdocio, volverían a sus diócesis. Naturalmente correría a cargo de los Obispos el sostenimiento de aquella obra
providencial, con sus propios medios y buscando generosos bienhechores, para que de ese modo hubieran podido ser admitidos
gratuitamente los jóvenes pobres con vocación sacerdotal.
"Qué otro medio mejor para resolver la gran dificultad de encontrar en el acto, como quería el Gobierno, tantos profesores diplomados?..
En cambio, hubiera sido fácil para el nuevo instituto, que abarcaría el bachillerato superior y los cursos de filosofía y teología, encontrar
buenos profesores entre seglares ejemplares y sacerdotes filósofos laureados y doctos teólogos y canonistas. De este modo un sólo
seminario habría resuelto la dificultad de hallar tantos profesores para cada uno de los seminarios diocesanos.
Don Bosco comunicó el proyecto a los obispos de Piamonte, Liguria y Lombardía, que lo recibieron con entusiasmo. Los arzobispos de
Génova y Vercelli, y el obispo de Novara fueron los más entusiastas. Todos lo aprobaron con tal de que don Bosco se pusiera a la Cabeza.
Y éste, al regresar de Varazze, fue a hablar de ello con monseñor Gastaldi. Pareció en la primera conversación que Monseñor aprobaba la
idea, pero no tardó en dar a entender que no le agradaba que el Seminario estuviese bajo la dirección de don Bosco sino que, en todo y por
todo, lo quería bajo su jurisdicción: estudios y piedad debían ser reglamentados por él. Cuando los obispos se enteraron de estas
declaraciones, se retiraron, y el magnífico proyecto se malogró.
Monseñor Gastaldi, en cambio, había resuelto confiar a don Bosco
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un colegio que se había abierto en la carretera de Valsálice, o, como entonces se decía, Val Sálici o Valsálici (Valle de los sauces).
En junio de 1863, anunciaba la Gaceta Oficial que, por decreto del ministro Amari, se ordenaba la clausura ((341)) del Colegio de San
Primitivo, dirigido en Turín por los beneméritos Hermanos de las Escuelas Cristianas.
Ocasionó la orden tanta pena entre los buenos que, un mes después, apareció una Sociedad de Sacerdotes Turineses, con la única
finalidad, así se lee en el artículo 3.° del Estatuto fundamental, aprobado por el Vicario Capitular monseñor Zappata, de cooperar al bien de
la Religión y del Estado, salvando a la juventud a través de una educación e instrucción verdaderamente religiosa. En el mes de octubre se
abría un colegio, en el antiguo camino de Valsálice, en un edificio que pertenecía desde mediados de siglo XIX a los Hermanos de las
Escuelas Cristianas y que se llamaba Colegio Valsálici.
Fueron siete los socios fundadores y, aunque se trabajó para aumentar su número, sólo siete, que eran el mínimo exigido por el Estatuto,
permanecieron hasta 1868. Algunos de éstos se retiraban también, y se hubiera disuelto la Sociedad de no haber sido por el abate Michelot
y el teólogo colegiado, caballero don Francisco Barone, que llevaban la alta dirección. Intentaron estos dos personajes abrir nuevos camino
para renovarla y ampliarla, acariciando el propósito de extender su radio de acción más allá del funcionamiento del Colegio Valsálici.
Pensaban en toda suerte de obras útiles para la juventud y para cuantos necesitan atenciones morales como: "escuelas de todo tipo, diurnas
nocturnas, dominicales; conferencias religiosas para personas cultas y para la juventud; catequesis, preparación para la primera comunión,
etc.; misiones, escuelas agrícolas, bolsas o becas de estudios para muchachos pobres, seminaristas o seglares, etc., etc." Pensaban, como es
lógico, aumentar el número de socios, aceptando, además de los eclesiásticos, a los mejores seglares, no sólo de Turín, sino de toda Italia, o
al menos de toda la provincia de la Metrópoli Turinesa y, aún mejor, de todo Piamonte, para impedir el triunfo de la inmoralidad y de la
impiedad con perjuicio de la sociedad y de la Iglesia.
Así lo ponían de manifiesto en un memorándum, que el teólogo Barone dirigía al Arzobispo, monseñor Riccardi di Netro, en el mes de
marzo de 1869.
El proyecto de esta calculada unión entre el sacerdocio y el laicado para provecho moral y material de las poblaciones no alcanzó la meta
pero sirvió para salvar al Colegio Valsálice, que volvió a tener
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vida normal ((342)) durante tres años más, al cabo de los cuales, ante la disminución de alumnos y el aumento de las deudas, la Sociedad se
vio en la imposibilidad de seguir haciendo frente a los gastos. Fue entonces cuando el teólogo Barone puso al corriente de la grave situació
a su condiscípulo monseñor Gastaldi, que acababa de tomar posesión de la diócesis. Entrególe, además, una relación escrita, confiando que
el nuevo Arzobispo animaría a todos los obispos del Piamonte a formar parte de la dirección de la Sociedad, y buscar nuevos socios,
dándole así forma estable y segura.
El Arzobispo, interpelado sobre el asunto aun antes de tomar posesión de la diócesis, contestó que debía pensar en su Seminario antes qu
en un colegio. Pero, movido por los insistentes ruegos, después de examinar la documentación que le había sido entregada sobre la crisis de
1869 y considerar el deplorable estado en que de nuevo se encontraba el Colegio con sus grandes deudas, tuvo la idea de arreglar su
situación confiando la dirección del mismo a don Bosco, precisamente cuando éste iba a hablarle del Seminario Interdiocesano.
Como ya hemos dicho, pareció en un principio que Monseñor aprobaba el proyecto de don Bosco, pero pasó luego de repente a exponerl
el triste estado en que se encontraba el Colegio Valsálici, la urgente necesidad de salvar el honor del Clero turinés, y le invitó a que se
encargara de la dirección del mismo.
Observó don Bosco que no era aquél el campo de la obra salesiana, fundada para los hijos del pueblo; pero el Arzobispo insistió hasta ca
declarar que se lo quería imponer. Entonces el Santo inclinó la cabeza, añadió que pediría el parecer a su Consejo, y que se lo comunicaría
después.
Apresuróse Monseñor a dar cuenta del coloquio al teólogo Barone, y le dijo que fuera a rogar a don Bosco que no se negara al Arzobispo
Obedeció el Teólogo y, con las lágrimas en los ojos, se puso incluso a sus pies repitiendo que sólo el nombre de don Bosco podría devolve
el prestigio al Colegio.
Don Bosco reunió a su Consejo. Todos sus miembros votaron en contra, repitiendo que estaba fuera de nuestro programa la educación
((343)) de la juventud de las clases elevadas. Comunicó el resultado de la votación al Arzobispo y éste volvió a insistir de forma casi
perentoria. Don Bosco reunió otra vez el Consejo y, después de decir que había recibido casi un mandato y que le parecía conveniente evita
un choque con el nuevo Superior eclesiástico, rogó volviesen a votar. Todos los miembros del Consejo, riendo, íecharon todos bola blanca!
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Esto sucedía en el mes de marzo. Al poco tiempo, fue don Bosco a Lanzo, contó al Director el ofrecimiento del Colegio Valsálici, y le
pidió que manifestase su parecer.
-íRechácelo!, contestó don Juan Bautista Lemoyne.
-"Entonces también tú te opones? íTodos, absolutamente todos rechazaban este proyecto!
-Pues eso debe agradarle a don Bosco, porque demuestra que sus hijos recuerdan sus palabras. "No nos ha dicho y repetido que la
aceptación de colegios para la nobleza señalaría la decadencia de nuestra Congregación y que nosotros debemos dedicarnos siempre a los
pobres hijos del pueblo?
-Es verdad, llevas razón; y, sin embargo, tengo que aceptar el Colegio Valsálici, porque lo manda el Arzobispo.
-Si es así, no sé qué decir. Haga don Bosco como le parezca y nosotros obedeceremos gustosos. Mas, si para aceptarlo requiriese mi voto
siempre se lo daría negativo.
Lo mismo le habían respondido otros Hermanos a los que preguntó.
El Arzobispo pidió una bendición particular al Padre Santo para facilitar las gestiones, y se la envió después a don Bosco:
Beatísimo Padre:
Hace unos diez años existe en Turín una Pía Sociedad, que ha abierto un Colegio-Internado con el fin de educar cristiana y literariamente
a los jovencitos de posición acomodada.
Esta Sociedad implora humildemente la bendición de Su Santidad para asegurar el cumplimiento de sus deseos,
Gracia, que humildemente espera
Su hijo
" LORENZO, Arzobispo de Turín
((344)) El Papa añadió, de su puño y letra, estas palabras a la súplica.
Die 4 aprilis 1872 (Día 4 de abril 1872)
Benedicat vos Deus et illuminet, ad dirigendos iuvenes in viam salutis aeternae. (Dios os bendiga e ilumine para dirigir a los jóvenes por
el camino de la salvación eterna).
PIUS PP. IX
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Y precisamente en abril se llegó a la aceptación definitiva con no pequeños sacrificios, incluso económicos. Monseñor Gastaldi escribió
oficialmente a don Bosco pidiéndole una respuesta concreta para comunicársela a los administradores del Colegio.
Seminario, Turín, 23 de abril 1872.
Muy querido don Bosco:
La actual administración del Colegio Valsálici, salvo uno solo de sus miembros, cuya oposición no puede, sin embargo, constituir un
obstáculo insuperable, está decidida a poner el Colegio Valsálici en manos de V. S. con las siguiente condiciones algo modificadas con
respecto a las anteriormente expuestas:
1.ª Eximir del actual arrendamiento de la casa a los Hermanos de la Doctrina Cristiana.
2.ª Adquirir los muebles y aparatos de física, que pertenecen a dicha administración, y pagar en el plazo de dos meses su importe, que
puede alcanzar las veintidós o veintitrés mil liras.
3.ª Comprometerse a pagar quinientas liras al año, como intereses de las diez mil liras prestadas al Colegio por persona hoy anónima, la
cual se obliga a dejarlas al Colegio después de su muerte, con la obligación perpetua de mantener en el colegio a un joven de su parroquia.
Examine V. S. estas condiciones y respóndame de palabra o por escrito.
Afmo. en Jesucristo " LORENZO, Arzobispo
Y don Bosco respondió:
Excelencia Rvma.:
He examinado atentamente los puntos del convenio para el Colegio de Valsálice y veo dificultades en cuanto a lo del interés. Si yo
contase con dinero, todo lo arreglaría; pero eso no me es posible.
Por lo tanto, no puedo cambiar las bases ya indicadas a V. E. y a los mismos señores de la Administración, con quienes tuve el gusto de
hablar. Estas bases son:
((345)) 1.ª Comprometerme a los gastos de alquiler del local, y quedarme con el mobiliario por lo que vale, a partir del día de la toma de
posesión.
2.ª No puedo asumir ningún pasivo, ni formal, ni pendiente del éxito económico venidero del Colegio.
Dos cosas son las que desaniman a mis compañeros.
1.ª Nuestra finalidad es la de atender a la clase pobre y no a la nobleza.
2.ª Si personajes tan respetables, como son los actuales administradores, no pueden tirar adelante, "saldremos de apuros nosotros pobres
pigmeos?
Esto no obstante, estoy dispuesto a tratar sobre las bases arriba expuestas.
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Pero en esto, como en todo lo demás, créame, con la más profunda gratitud y veneración,
De V. E. Rvma.
Desde casa, 22-5-1872.
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
Y en la misma carta del Arzobispo escribía, entre los renglones del n.° 2, esta nota: "-tras informe pericial -hasta fin de octubre; y al
margen del n.° 3: -no aceptado." Don Miguel Rúa archivó la carta y puso un Nota bene explicativo: -Lo escrito regularmente (esto es la
carta) es la propuesta. Lo escrito entre renglones o al margen es la respuesta.
En junio se celebró el acto oficial; y la antigua administración quiso que se pagara todo el mobiliario existente en el Colegio. Aunque se
quitaron y sacaron los objetos de más valor, hubo que pagar una importante cantidad.
Pero el paso ya estaba dado. Y mientras don Bosco presentaba al Arzobispo, para que lo aprobara, el programa ya redactado, la Unidad
Católica, del 3 de julio, anunciaba el traspaso de la dirección del Colegio a don Bosco.
Colegio de Valsálice. -Este Colegio quedará abierto el próximo curso, igual que en el pasado, para la juventud estudiantil. Sin cambiar su
fin, pasa a la dirección y administración del sacerdote don Juan Bosco. Su amena situación, junto a la ciudad de Turín, ofrece a los padres
de familia plena seguridad para la salud de sus hijos. La cuota mensual sigue siendo de noventa liras para los alumnos de grado elemental;
de cien liras para los cursos de bachillerato y de ciento diez liras para los del liceo. En dicha cantidad están incluidos todos los gastos
necesarios para la comida, vestido, libros e instrucción. El éxito obtenido por los colegios de don Bosco ((346)) en Piamonte y en Liguria,
ofrecen tal garantía, que los padres pueden confiar tranquilamente sus hijos al Colegio de Valsálice. Nosotros creemos poder decir, con tod
verdad, que en este Colegio no falta nada para la promoción de la educación física, moral y literaria de los alumnos. Y en lo tocante a la
marcha de los estudios, no queremos dejar de poner en conocimiento del público que éstos serán dirigidos por el excelente profesor don
Celestino Durando, autor del Nuevo Donato (principios de gramática latina). Hay que dirigir las peticiones al sacerdote don Juan Bosco en
Turín, o al profesor Francisco Dalmazzo, director del Colegio de Valsálice.
Y el Arzobispo escribía al pie del programa 1 estas palabras:
1 Véase el programa en el Apéndice, n.° V.
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Una de las cosas que más deben interesar a nuestro corazón es ciertamente la educación cristiana de los niños y jovencitos, confiados por
Dios a nuestro cuidado pastoral. Teniendo toda la razón para confiar que esta educación se dará perfectamente en el Colegio de Valsálice,
sito en el territorio de esta nuestra ciudad arzobispal, dirigido ahora por el muy reverendo don Juan Bosco, recomiendo muy
encarecidamente este colegio a todos los padres y tutores y a todas aquellas personas a quienes compete cuidar de la educación de niños y
jovencitos, ya que estamos convencidos de que goza de las bendiciones de Dios, merced a las cuales los alumnos allí educados crecerán
óptimamente en las letras y en las ciencias y, al mismo tiempo, progresarán en la que supera infinitamente a todas las demás ciencias, a
saber, en la Sabiduría cristiana.
Turin, 6 de julio de 1872.
" LORENZO, Arzobispo
La aceptación del Colegio Valsálice fue para don Bosco un verdadero sacrificio. No omitió nada para elevarlo a su apogeo. El día 3 de
octubre le comunicaba el Real Delegado Provincial de Enseñanza, Garelli, que el Consejo Escolástico aprobaba su reapertura. Pero
enseguida surgió una porfía de lenguas maldicientes, ya que el mismo que había suplicado a don Bosco que salvara el honor del Clero
empezó a denigrar a sus hijos, por miedo a que el éxito de la nueva dirección desluciese la fama de la anterior. Se tachaba a don Bosco de
presuntuoso al emprender la educación de los hijos de familias nobles, se tildaba de gente vulgar a los destinados ((347)) como educadores
y se apartaba con mil otras patrañas a los señores de colocar a sus hijos en Valsálice.
íPobre don Bosco! Los primeros años no alcanzó a tener más de veinte alumnos, con un gasto enorme, puesto que sólo el alquiler subía a
siete mil liras anuales. Pero el director, don Francisco Dalmazzo, supo ingeniarse de tal modo, que consiguió, por fin, llegar a los cien
alumnos. Don Bosco compró por ciento veinte mil liras el Colegio, que se destinó, en 1887, a la formación de clérigos para las misiones
extranjeras. El Señor disponía, pocos meses después, que el cuerpo del Santo pudiera ser enterrado allí, donde permanecieron sus restos
mortales hasta 1929, año en que fue elevado al honor de los altares.
4. Las iglesias de San Juan Evangelista y de San Segundo
La instancia presentada para la expropiación de la longuera de tierra del señor Morglia llevaba unos meses en el Ayuntamiento. El
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Secretario-Jefe del Gobierno Civil, caballero Carlos Baccalario, aseguraba a don Bosco, el 6 de enero de 1872, que había sido comunicada
al Alcalde en el mes de agosto y que todavía no había hecho nada. Un mes más tarde, el 4 de febrero, escribía el conde Carlos de la Veneria
al ecónomo don Angel Savio que la ciudad había rechazado la instancia de nuestro reverendo don Bosco, lavándose las manos como un
Pilato, so pretexto de que el Gobierno Civil había invitado al Ayuntamiento a expresar su voto.
Volvióse a insistir ante el Gobierno Civil, rogando se atuviera a lo dispuesto por la ley, ordenando al Ayuntamiento que se publicaran los
edictos municipales prescritos. Y el 10 de abril llegaba el Ayuntamiento a una deliberación favorable:
CIUDAD DE TURIN
Acuerdo de la Junta Municipal, en sesión del 10 de abril de 1872 n.° 66, en la que intervinieron, además del Alcalde, los concejales
Pateri, Rolle, Ricardi, Guadagnini y Noli, con asistencia del secretario que suscribe.
Refiere el Alcalde que el caballero reverendo Juan Bosco pide el apoyo del Ayuntamiento para obtener del Gobierno la ((348))
declaración de utilidad pública de la construcción de un gran edificio, con iglesia aneja, para emplearlo como hospicio en favor de la
juventud desamparada, que él piensa levantar en la avenida del Rey, en un terreno que hace ángulo con la calle de Madama Cristina, y, al
mismo tiempo, presenta los planos del proyecto de que se trata.
El solicitante observa en su petición que el fin, por el que piensa promover la declaración de utilidad pública, es para poder adquirir una
longuera de tierra propiedad del señor Morglia, señalada en el correspondiente plano, que le es indispensable para llevar a término la obra
proyectada, y acerca de cuyo precio andan muy en desacuerdo él y el propietario, mientras que, por la superficie restante, mucho mayor,
pudo ponerse de acuerdo amistosamente con los respectivos propietarios.
La Junta, examinada la instancia y visto el plano de las construcciones proyectadas, declara que vería con agrado que se levantara este
nuevo centro escolar para la juventud pobre de la barriada: pero no piensa dar un voto explícito favorable a la declaración de utilidad
pública del proyecto correspondiente, por cuanto ésta puede obtenerse también con la instancia del solicitante, especialmente si se atiende a
fin que éste se propone con la erección del mencionado centro.
Firman en el original el alcalde Rignon, el concejal más antiguo Pateri y el secretario C. Fava.
Don Bosco escribió y envió al Gobierno Civil una instancia para presentar a Su Majestad el Rey, con objeto de obtener la declaración de
obra de utilidad pública en favor de la iglesia a construir con Hospicio y Escuelas.
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Sagrada y Real Majestad:
En la ciudad de Turín se extiende, desde la plaza de armas hasta el Po, un espacio muy poblado de casi tres kilómetros de largo, sin
escuelas para los niños, ni iglesias destinadas al culto religioso de sus numerosos habitantes.
Años atrás abrió en esa zona el abajo firmante el Oratorio de San Luis, con escuela y patio de recreo para los niños, pero cuando se
efectuó la prolongación de la calle dedicada a San Pío Quinto, aquel edificio quedó dividido en dos partes e inservible para su primer fin.
El sacerdote Juan Bosco, que suscribe, se ha preocupado por la deplorable situación en que se encuentran los ciudadanos católicos que
habitan en aquella zona de la ciudad, y con el fin de poner remedio a la grave necesidad, ha adquirido, con ayuda de caritativas y piadosas
personas, un terreno comprendido entre dicha calle de San Pío Quinto y la calle Madama Cristina, ((349)) que da frente a la avenida del
Rey, con la intención de levantar una iglesia dedicada a San Juan Evangelista, que pueda servir también para los adultos, teniendo anejo un
grandioso edificio destinado a escuelas, hospicio y patio, donde puedan los muchachos entretenerse durante los recreos, particularmente en
los días festivos, y preservarlos de este modo de los peligros de la inmoralidad, y prepararlos para algún arte u oficio.
Con el apoyo de la Divina Providencia se iniciaron las obras; está ya terminada la tapia y, mientras el benemérito conde Eduardo Arborio
Mella, ingeniero, ultima los planos de la iglesia y del anejo edificio, se están recogiendo también los materiales y los fondos necesarios par
la proyectada construcción.
El anteproyecto, que se une a la presente súplica, demuestra que la obra, ue constituye el objeto de la petición, redunda indiscutiblemente
en beneficio de la población cristiana, que habita en el mencionado barrio; mas, para llevarlo a efecto, sería necesario proceder a la
expropiación de la pequeña longuera de tierra, señalada en dicho anteproyecto con una raya amarilla, propiedad del señor L. Enrique
Morglia, quien se niega a dar su consentimiento para la correspondiente cesión.
Habiendo resultado inútiles todos los intentos para inducir al señor Morglia a la cesión de dicha longuera de tierra, el que suscribe se
encuentra en la necesidad de recurrir a V. S. R. M., a fin de que, en virtud de la ley de 25 de junio de 1865 n.° 2359, tenga a bien dignarse
declarar obra de utilidad pública la proyectada construcción, y pueda, el que suscribe, promover los oportunos actos de expropiación de la
indicada longuera de tierra.
Para conseguir este objeto recurre a Vuestra Sacra Real Majestad y suplica tenga a bien dignarse declarar, en virtud de la mencionada ley
de 25 de junio de 1865, que las construcciones señaladas en el anteproyecto, suscrito por el ingeniero caballero Trocelli y el conde de la
Veneria en el plano anejo, son de utilidad pública, publicando todas las demás disposiciones legislativas sobre la expropiación del terreno
ubicado en dicho proyecto, para que pueda, el que suscribe, llevar a término la obra proyectada en favor de los habitantes de Turín.
Gracia que espera,
Turín, 16 de abril de 1872.
JUAN BOSCO, Pbro.
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A la instancia iba unida una exposición detallada de las construcciones que se querían hacer, redactada por el conde Carlos Reviglio de la
Veneria, de la forma más clara y exacta posible para hacer comprender la gran conveniencia y necesidad de la petición que se dirigía al
Soberano.
((350)) RELACION
Sobre el proyecto del Hospicio y Escuelas para niños pobres que el reverendo don Juan Bosco desea construir en Turín, en la manzana de
San Bernolfo n.° 19, de la sección de San Salvario, con iglesia pública dedicada a san Juan Evangelista.
El reverendo don Juan Bosco, fundador del grande y pobladísimo Oratorio de San Francisco de Sales en Valdocco y de otras Obras
piadosas, que este benemérito Padre de los pobres creó no sólo en Turín, sino también en diversas provincias del Estado, llevaba dos años
proponiéndose levantar un nuevo edificio de utilidad pública aquí en Turín, en la manzana de San Bernolfo, n.° 19, de la sección de San
Salvario, entre la calle de San Pío Quinto y la de Madama Cristina, con frente a la avenida del Rey.
Escogía esta zona porque desde la plaza de armas hasta el Po, en una extensión de unos tres kilómetros, no se encuentra, para los
numerosos habitantes que la pueblan, ni una escuela para niños, ni una iglesia para el culto religioso. Con este fin, hace ya muchos años,
abrió don Bosco el pequeño Oratorio de San Luis con escuelas y patio de recreo; pero, al prolongar la calle de San Pío Quinto, este centro
quedó dividido en dos partes y, en consecuencia, inutilizado para cumplir su finalidad.
Para poner remedio a la estrechez de dicho Instituto aún abierto, y aunque insuficiente, el activo don Bosco está decidido a edificar una
gran iglesia, que sirva a aquella población, y un edificio capaz para escuelas, hospicio y patio, donde entretener a los muchachos durante la
horas del recreo y particularmente en los días festivos, preservándolos de los peligros de la inmoralidad, preparándolos para un arte u oficio
y formándolos como ciudadanos obedientes a las leyes.
Después de haber trabajado siempre con este utilísimo fin y superado graves dificultades, ha llegado ya don Bosco a ser propietario de
unos tres mil quinientos metros cuadrados de terreno, que ha ido comprando, casi palmo a palmo, a diversos propietarios, pagándolo
proporcionalmente a los edificios sitos en él, todos ellos inservibles y que hay que derribar.
En estas adquisiciones ha gastado ya don Bosco la enorme cantidad de setenta mil liras y ha confiado el trazado de los planos de este su
gran proyecto a mi óptimo y queridísimo amigo el conde Eduardo Arborio Mella de Vercelli, quizá el primero y más profundo conocedor
entre nosotros de la arquitectura de la edad media, por él estudiada con amor grandísimo no sólo en Italia, sino también en Alemania,
Normandía e Inglaterra durante varios años; son muy conocidos los estudios por él publicados, los monumentos construidos y las basílicas
restauradas, para asegurarnos que nuestra Turín adquiriría de este maestro un monumento, que serviría de lustre, decoro y ornamento
grandísimo a uno de los barrios más concurridos de la Ciudad.
El monumento, que ((351)) ahora proyecta el conde Mella, cuyo anteproyecto tengo el honor de presentar aquí, suscrito por mí con fecha
de hoy, para mostrar el
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emplazamiento del mismo, sería de estilo románico. El autor se compromete a presentar en breve el plano detallado para su aprobación por
la Autoridad Municipal.
En el centro de la manzana, frente a la avenida del Rey, se levantaría la fachada de la iglesia, que tendría tres naves en su interior, con un
medida en conjunto de veintiún metros y veinte centímetros de anchura, por cincuenta y siete metros con setenta centímetros de longitud en
su nave mayor, dimensiones indispensables para servir al Hospicio y a la numerosa población, que habita en aquellos contornos, y
especialmente a la muchedumbre de chicos que afluyen a aquella zona desde diversos puntos de la Ciudad.
A mano derecha de la fachada del templo, y siempre frente a la avenida del Rey, se construiría el Hospicio que podría después extenderse
también hacia la calle Madama Cristina, rodeando el patio, que tendría suficiente superficie para los juegos de los chicos pobres.
El amplio subterráneo de la iglesia, levantado a siete peldaños sobre el suelo de la avenida del Rey, servirá para diversos usos del
Hospicio, como comedor, almacenes, etc., lo mismo que ya hizo el propio don Bosco bajo la iglesia del Oratorio de San Francisco de Sales
aquí en Turín, destinando gran parte a escuelas nocturnas.
Este emplazamiento es el único que se ha encontrado como posible para obtener las necesarias dimensiones, con comunicación a la calle
de San Pío Quinto, destinando la fachada de la iglesia y la principal del Hospicio a ornamentación de la gran avenida del Rey, y, en efecto,
para mejor disposición de las partes quedaría la fachada de la iglesia justamente en el centro de la manzana, que, con el tiempo, podría
llegar a ser casi toda hospicio, si se pusiera en venta el pequeño edificio hacia la calle Ormea.
Para realizar este grandioso proyecto, además de los tres mil quinientos metros cuadrados, ya comprados por don Bosco y con las
concesiones obtenidas del señor Fantini, propietario de la casa, que hace ángulo con la calle Pío Quinto y Madama Cristina, falta todavía,
para completar el área ahora necesaria, una pequeña longuera de tierra, a levante, que forma parte del almacén de piedras del señor L.
Enrique Morglia.
Esta parcela tiene una superficie de trescientos veintiocho metros cuadrados, que son casi nueve tablas de la antigua medida piamontesa;
está señalada en el plano adjunto con una línea amarilla.
Habiendo resultado inútiles todos los intentos realizados por quien esto escribe, para inducir al señor Morglia a la cesión de la
mencionada longuera de tierra, aun cuando tenía facultad, concedida por don Bosco, para pagarlo por encima de su valor real, para no corta
y echar a perder los planos, que el distinguidísimo Arquitecto está proyectando, se atreve el reverendo don Bosco a recurrir a S. S. R.
Majestad suplicando que, en aplicación de la ley del 25 de junio de 1865 n.° 2359, quiera dignarse considerar como obra de utilidad públic
las proyectadas construcciones, tanto más cuanto que el terreno ((352)) que se debería separar del almacén del señor Morglia serviría para
regularizar las dos propiedades con una línea perpendicular a la avenida del Rey, y de este modo se haría factible un proyecto que, de no se
así, habría que alterar y perdería su importancia y la grandiosidad que quiere darse a un Instituto de beneficiencia y de utilidad pública, par
el cual se gastarán, dentro de dos años, más de trescientas mil liras. Puede el reverendo don Bosco garantizar la petición de la pequeña
superficie de terreno que le falta para la realización de su vasto proyecto, con la hipoteca legal de todo el terreno, comprado ya por él hasta
el presente, en esta manzana, y que le cuesta setenta mil liras.
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El que esto escribe, en cumplimiento del honroso encargo que se le confió, cierra esta relación haciendo votos para que se pueda secunda
la piadosa intención del benemérito fundador, poniéndole en situación de poder, mediante las obligadas compensaciones, obtener la
pequeña porción de terreno necesaria para la realización del proyecto, que ya estaría en construcción avanzada, de no haberse tropezado co
la falta de esa pequeña cantidad de terreno tan necesaria.
Turín, 16 de abril de 1872.
El conde CARLOS REVIGLIO DE LA VENERIA
Por cuanto pueda ser exigida su firma, con relación a lo dispuesto por el artículo 3.° de la ley de 25 de junio de 1865,
Turín, 16 de abril de 1872.
TROCELLI, Ingeniero JUAN BOSCO, Pbro.
Como aclaración del anteproyecto, unido a la instancia, se consideró conveniente añadir otro folio con bocetos para dar una idea más
detallada de la fachada y secciones de la iglesia y del anejo Oratorio y declarar que los mismos bocetos serían presentados más tarde a
escala mayor, con todos los detalles correspondientes, a la autoridad competente "a tenor del artículo 16 de la ley de 25 de junio de 1865 y
del vigente reglamento de construcción y urbanismo de la ciudad de Turín".
Así se hizo a fines de junio; y, al mes siguiente, se pedía también esta explícita declaración:
Para la construcción del proyectado monumento de utilidad pública tiene ya preparados, el que suscribe, los medios necesarios, y present
una amplia garantía con los vastos edificios de su propiedad en esta ciudad, en el barrio de Valdocco, y la de otros también de su propiedad
en las ciudades de Lanzo, Chieri, Casal Monferrato, Génova y Alassio.
Turín, 31 de julio de 1872.
JUAN BOSCO, Pbro.
((353)) Al mismo tiempo en que, inútilmente, se buscaban los caminos, a través de compra o de permuta, para obtener de Morglia aquella
longuera de tierra, don Bosco no se olvidaba de la construcción de la iglesia de San Segundo. Apenas llegó la primavera, rogaba al Alcalde
pusiera a su disposición el terreno destinado para aquélla, y concediera la colocación de la valla necesaria para comenzar las obras sin
dilación:
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Ilmo. señor Alcalde:
El Consejo Municipal, en su sesión de 7 de julio de 1871, se dignó conceder al reverendo Juan Bosco un subsidio de treinta mil liras para
levantar la iglesia parroquial de San Segundo y el terreno destinado a este fin en el ensanche del barrio de San Segundo en Puerta Nueva.
Vuestra Señoría Ilma., al comunicar, en carta del día 27 del mismo mes, la graciosa concesión, añadía que el Ayuntamiento, con la
mencionada aportación, pensaba interpretar justamente el deseo de los ciudadanos, de ver levantada pronto esta iglesia parroquial, y pedía,
en consecuencia, al sacerdote Juan Bosco que pusiese toda la diligencia posible para llevar a efecto la proyectada construcción. Y
precisamente para secundar el justo deseo del Ayuntamiento y acudir a las cada vez mayores necesidades de la población, el que suscribe,
ahora que el tiempo es favorable, ha deliberado comenzar las obras y poner en ejecución el proyecto que ya ha sido aprobado. Ruega por
eso a V. S. Ilma. tenga a bien poner a su disposición el mencionado terreno y conceder la colocación de la valla a la distancia necesaria de
la línea de la construcción proyectada y aprobada, que se calcula en cinco metros.
El que suscribe anticipa las gracias por el favor que espera le sea prontamente concedido y promete poner el mayor interés posible para
que el edificio llegue a su término y resulte muy pronto útil a la numerosa y creciente población de este barrio y sirva, al mismo tiempo, de
ornamentación a aquella parte de la Ciudad.
Turín, 27 de marzo de 1872.
JUAN BOSCO, Pbro.
También la Comisión promotora, presidida por el conde San Martín de Agliè, elevaba la misma instancia.
Y el Alcalde invitaba a don Bosco a presentar a la Administración Civil una declaración, por la que se obligara a ejecutar el proyecto del
ingeniero Formento, aprobado por la Junta en la sesión del 2 de enero de 1868, con las condiciones indicadas en la misma.
((354)) Y don Bosco contestaba:
Ilmo. señor Alcalde:
El que suscribe rogaba a V. S. Ilma., en expresa instancia, tuviera a bien poner a su disposición el terreno destinado a la construcción de
iglesia parroquial de San Segundo y conceder la colocación de la valla necesaria para poder dar comienzo enseguida a las obras, según los
planos aprobados.
Ahora, al renovar la misma petición, declara el abajo firmante que el proyecto que piensa llevar a efecto es el del ingeniero Luis
Formento, que fue aprobado por la Junta Municipal el 2 de enero de 1868.
De V. S. Ilma.
Turín, 28 de abril de 1872.
Seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
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Y el 6 de mayo, el jefe de la Policía Urbana y Rural, Luis Prato, declaraba que "el sacerdote Juan Bosco está autorizado, por decreto del
3-5-1872, a realizar, bajo la dirección del Maestro de obras, las siguientes: vallar el terreno destinado a iglesia en la plaza San Segundo,
entre las calles San Segundo, Assietta, Gioberti y Gimnástica, a la distancia de cuatro metros del muro de fachada de los edificios a
construir, y edificar la iglesia misma conforme al proyecto del ingeniero Luis Formento..., siempre que en la ejecución de las obras se
observen las necesarias cautelas y las disposiciones prescritas en los actuales reglamentos".
Simultáneamente don Bosco había rogado a la Dirección de Ferrocarriles le concediera una reducción sobre la tarifa del transporte de
materiales, y, recibida la respuesta favorable, daba las gracias al Director General:
Ilmo. Señor Director General:
El día 2 del pasado abril acudía a V. S. Ilma. el que suscribe para obtener el transporte gratuito de los materiales destinados a la
edificación de las iglesias y escuelas próximas al muelle de descarga de Puerta Nueva.
El 19 del mismo mes se complacía V. S. Ilma. en contestar que, en atención a las ventajas, que especialmente la institución de las escuela
reportaría a las familias de agentes y obreros de la Sociedad de Ferrocarriles, concedería alguna rebaja sobre los precios ordinarios de
tarifas, y que ésta se señalaría después en la época en que hubiesen de comenzar los transportes.
((355)) El que suscribre se cree en el deber de manifestar a V. S. Ilma. los sentimientos de la más viva gratitud por el favor que le permite
esperar, y, al mismo tiempo, tiene el honor de participarle que las obras han comenzado efectivamente hace dos semanas, y que haría falta
empezar los transportes de material por ferrocarril. Por ello vuelvo a rogarle tenga a bien conceder que éstos puedan efectuarse con la mayo
reducción que su gran caridad tuviere a bien otorgar.
Conceda Dios toda suerte de bienes a V. S. Ilma. y a todos los miembros de la Dirección y Administración de la Sociedad de Ferrocarrile
del Norte de Italia.
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
Pero el dibujo del ingeniero Formento había situado el sagrado edificio en medio del terreno destinado al mismo, entre las cuatro calles,
con cuatro fachadas en plena correspondencia a las mismas, sin ninguna habitación para el párroco y sus coadjutores. Don Bosco, por su
parte, que había aceptado la construcción del templo con la explícita declaración de atender no sólo a las necesidades de la población de lo
alrededores, sino también a las particulares de la
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juventud, con un Oratorio festivo y escuelas diurnas y nocturnas, mandaba realizar las excavaciones de la iglesia, de acuerdo con la
Comisión promotora y la Autoridad Eclesiástica, no en medio de la manzana, sino a un lado, a poniente, en línea con la calle Gioberti, a fin
de que quedara, por levante, el espacio necesario para escuelas, patio de recreo y todo lo demás. Confiaba las obras a los hermanos Carlos y
Josué Buzzetti, y distribuía sin demora esta circular, impresa con su firma autógrafa:
A los señores propietarios y vecinos de la nueva Parroquia de San Segundo en Turín.
La construcción de una iglesia en el ensanche de Turín, situado entre el muelle de descarga de la estación de Puerta Nueva y la plaza de
Armas, es una necesidad evidentemente sentida por todos los que habitan en aquellos alrededores o conocen esa zona. En efecto, desde la
iglesia parroquial de San Carlos hasta la de Santa María de las Gracias, o sea desde la Crocetta, en cuyo distrito está ahora dicha parte de la
ciudad, hay un espacio de casi dos kilómetros, con edificación continua, superpoblada y sin que en todo el largo y ancho trecho exista un
lugar para el ejercicio de nuestra sacrosanta Religión. Si se aguardara el comenzar a construir allí un edificio sagrado a cuando se hubiesen
recogido los medios necesarios, habría que dejar la ejecución de una obra tan necesaria para tiempos demasiado remotos. Por otra parte, la
experiencia de ((356)) estos últimos años demuestra que todas las iglesias que se comenzaron a construir en Turín, sin medios previos,
llegaron a buen término, puesto que la divina Providencia socorrió de manera singular a los que emprendieron la construción. Pues bien,
apoyado en la buena voluntad y en la caridad de los propietarios y de los habitantes de la nueva parroquia, y confiando en la Providencia de
Dios, yo me he lanzado a la empresa.
Las autoridades competentes han fijado el distrito de esta parroquia entre los límites siguientes: plazoleta de San Quintín, calles
Providencia, Sacchi y carretera de Stupinigi, al este; al sur, la calle Legnano, al oeste, la plaza de Armas, y la calle San Quintín al norte. El
número de habitantes al presente es de unos diez mil, pero, antes que esté terminada la construción del edificio, pasará ciertamente de los
doce mil. Se juzgó, por tanto, oportuno dar grandes dimensiones a la iglesia y estructurar el edificio de manera que, junto a la iglesia, haya
un pequeño jardín para recreo de los niños y se tengan, debajo de la iglesia, locales para las escuelas diurnas y nocturnas, tanto en los días
laborales como en los festivos.
En vista de la grave y urgente necesidad, el Ayuntamiento nos anima, nos concede el terreno necesario y un subsidio de treinta mil liras a
pagar, parte cuando las obras lleguen a su mitad y parte cuando se terminen. Un benemérito propietario hace la generosa ofrenda de diez m
liras; pero el presupuesto total asciende a casi las trescientas mil liras, y para alcanzar esta suma me encomiendo encarecidamente a
vosotros, señores propietarios y habitantes de esta nueva parroquia. Esta será dedicada al mártir San Segundo, que es, después de san Juan
Bautista, el principal patrono de Turín. Están ya comenzadas las obras y con vuestra ayuda confío plenamente poderlas continuar y llevar a
término. El dibujo es sustancialmente el mismo del ingeniero Formento, ya aprobado.
Se espera terminar el edificio en el plazo de tres años.
Se suplica, por tanto, a cada uno tenga a bien alargar su benefiencia para este
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santo fin, en la mayor medida que le sea posible durante este lapso de tiempo. Adjunto una ficha, en la que puede anotar cada cual la
cantidad con la que piensa cooperar, ya sea con dinero, ya sea con materiales, por una sola vez o por entregas, repartida en estos tres años 1
((357)) Exponemos todo esto con pleno consentimiento de las autoridades competentes. Dios misericordioso conceda copiosas
bendiciones espirituales y temporales a cada uno de los contribuyentes.
Turín... 1872.
Su seguro servidor JUAN BOSCO.
Las obras se comenzaron en el mes de mayo. Tanto adelantaron que se esperaba acabarlas en tres años. A los dos meses, entre los
materiales para la valla, las construcciones preparativas y las excavaciones, se habían gastado ya veintisiete mil liras, que en su mayor parte
habían sido prestadas.
En el mes de julio volvía don Bosco a escribir a la Dirección de Ferrocarriles:
Ilmo. Señor Director General:
De acuerdo con la carta de V. S. Ilma. del 9 de los corrientes, tengo el honor de comunicarle la nota aproximada de materiales para cuyo
transporte se piden facilidades.
Le profeso la más cordial gratitud y le deseo salud y bendiciones celestiales, al tiempo que respetuosamente me profeso,
12 de julio de 1872.
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
La nota de los materiales, "trozos de piedra y piedras trabajadas, mármoles, ladrillos, baldosas, tejas y cal", procedentes de las estaciones
1En la ficha se leía:
Entregas para la construcción de la iglesia parroquial de San Segundo, mártir, entre la plaza de Armas y el muelle de descarga de Puerta
Nueva.
El abajo firmante ofrece por una sola vez . . . . . . . . . . liras.
O bien;
Ofreceparaelaño1872 ...................liras.
Ofreceparaelaño1873................... liras.
Ofreceparael año1874.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. liras.
N. B. Se ruega escribir nombre, apellido y domicilio. Dentro de pocos días pasará una persona, expresamente encargada, a recoger las
fichas, y se avisará más tarde la fecha en que se pasará a cobrar los donativos.
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de Pinerolo, Avigliana, Meana, Arona, Ozzano, Varese, Chivasso, Séttimo, Trofarello y Cambiano, sumaba, aproximadamente, diecinueve
mil toneladas.
Y añadía: "casi la misma cantidad de materiales se empleará para la construcción de la iglesia y escuelas de San Juan Evangelista a
levante del muelle de descarga de la estación, que en breve se empezará también a construir".
Pero el traslado de la construcción desde el centro al lado de la manzana, sugerido, como ya se dijo, por la necesidad de aprovechar todo
el espacio para construir también las escuelas y tener un patio apropiado para el recreo de los muchachos que acudirían al Oratorio, movió
la Comisaría de Policía nicipal a notificar a don Bosco y, por mediación de éste, al maestro de obras Carlos Buzzetti, que "se le multaba,
porque las excavaciones, entre las calles San Segundo, Gioberti, ((358)) Gimnástica y Assietta, para la construcción de la nueva iglesia de
San Segundo", no se habían hecho en el lugar "señalado en el plano presentado y aprobado por el Ayuntamiento", por lo cual, si se quería
evitar todo procedimiento ulterior, debíanse presentar en la Comisaría, dentro de diez días, don Bosco o Buzzetti, ya que en caso contrario
se daría curso al proceso judicial en la Alcaldía.
Don Bosco comunicó, sin demora, la deliberación al ingeniero Formento, el cual accedía a su deseo el 21 de julio y trazaba el
correspondiente proyecto. Y él, en nombre de la Comisión promotora, lo enviaba el día 30 al Alcalde, rogando se le autorizara para variar e
emplazamiento y posición de la iglesia con la añadidura de un edificio en el ángulo sureste de la manzana, según el nuevo proyecto del
ingeniero; pero la Junta Municipal, en sesión del 3 de agosto, declaraba que no podía aprobar el cambio pedido; y el Alcalde se lo
comunicaba y le invitaba a suspender inmediatamente las excavaciones empezadas para la ejecución del proyecto aprobado por la misma
Junta, en sesión del 2 de enero de 1868, acompañando a la carta una copia del acuerdo municipal.
CIUDAD DE TURIN
Acuerdo de la Junta Municipal, en sesión de 3 de agosto de 1872 n.° 70.
Asunto: Iglesia de San Segundo. Modificación del proyecto.
& 10.° Refiere el Alcalde, que el reverendo Juan Bosco, en nombre de la Comisión promotora para la construcción de la iglesia parroquia
de San Segundo, pidió se le autorizara variar el emplazamiento y posición de dicha iglesia con la añadidura
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de un edificio en el ángulo sureste de la manzana, de acuerdo con el proyecto del 21 de julio p. pdo. del arquitecto Formento, en sustitución
del que fue aprobado por la Junta Municipal en sesión del 2 de enero de 1868.
Añade el relator que se comunicó esta petición a la Comisión de urbanismo en sesión del 26 de julio p. pdo y que ésta, considerando que
el proyecto, aprobado por la Junta, presentaba una iglesia perfectamente dispuesta en el centro de la manzana sin añadidura de ninguna otra
construcción, y, en cambio, el nuevo proyecto coloca la iglesia a un lado de la manzana misma, y por tanto en posición no armónica con el
conjunto, en el cual vendría a adelantarse sobre otro lado y de manera irregular dicho edificio añadido, y ((359)) que, además, las cuatro
fachadas de la iglesia faltarían a su vez a la pretendida armonía, fue del parecer de que no se podía aprobar el cambio pedido.
El relator pasó después a la lectura de las observaciones presentadas por el mismo reverendo don Bosco en su carta del 30 de julio p. pdo
En ella, partiendo del supuesto de que la Comisión de Urbanismo determine que se cambie el emplazamiento de la iglesia y su dibujo,
colocando la fachada de la misma a levante, en lugar de dejarla al norte, como había sido proyectado, insiste en que sea aprobado el nuevo
proyecto.
El relator invita a la Junta a deliberar sobre el caso.
Y ésta: teniendo en cuenta las graves consideraciones, en las que se apoya el voto negativo de la Comisión de Urbanismo;
Teniendo en cuenta que el mismo reverendo don Bosco, en su instancia del 28 de abril p. pdo., encaminada a obtener el permiso para
empezar las excavaciones para la construcción de la iglesia, declaró que se ejecutaría el proyecto aprobado por la misma Junta el 2 de enero
de 1868;
Teniendo en cuenta que el Consejo Municipal, al confirmar en sesión de 7 de julio de 1871, en favor del peticionario, la concesión del
área y un subsidio de treinta mil liras, ya votado, para la construcción de la misma iglesia, subordinó expresamente esta deliberación a la
previa aprobación de los proyectos por parte de la Comisión de Urbanismo y de la Junta;
Teniendo en cuenta que es inexacta la interpretación, dada por dicho reverendo don Bosco, al parecer de la Comisión de Urbanismo, en l
que, por otra parte, no se le había dado hasta ahora comunicación oficial, atendiéndose a este fin que la Junta deliberase con respecto al
mismo, a tenor del correspondiente reglamento;
Confirmando las anteriores conclusiones negativas de la misma Comisión, las convierte en su propia deliberación como respuesta a la
instancia presentada por el recurrente.
"Qué hacer? Como se lee en un borrador de la respuesta, don Bosco observaba que no se había comprendido bien su proposición "de
asociar el proyecto de un Oratorio para niños con el de una iglesia parroquial para adultos", mientras creía "que la cesión del terreno,
limitada únicamente a las ordenanzas generales de las reglas municipales, no incluía más obligaciones que la seguridad y regularidad
exterior del edificio". "Ahora, al cambiarse las cosas sustancialmente y ante la deliberación de la Junta, haciendo imposible establecer un
local para los chicos pobres", quedaba frustrado también
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su fin "que siempre fue el de organizar un Oratorio y un patio de recreo para los muchachos, de modo que se consiguiera también una
iglesia parroquial para los adultos".
((360)) "Y entonces?
Seguía diciendo don Bosco en su respuesta: "Usted me dice que el Reglamento de Urbanismo establece que sobre las deliberaciones de l
Junta se puede hacer apelación al Consejo Municipal. Si la Junta hubiese resuelto iniciar ella misma nuestra instancia, yo estaría
perfectamente de acuerdo, y no comparecería haciendo oposición de la mencionada deliberación. Pero al hacer yo mismo esta apelación
manifiesta que estoy chocando y quiero prevalecer sobre esta autoridad, que no sólo he respetado siempre, sino que he acudido a ella
siempre para recibir luces y consejo, y con la que, a costa de cualquier sacrificio, quiero seguir estando sometido con el mayor respeto.
"En tal situación de las cosas, y no pudiendo conseguir mi fin principal, no me queda más que renunciar a la empresa por tanto tiempo
acariciada y cuya necesidad he sentido por desgracia gravemente".
Y rogaba al Alcalde que "tuviera a bien comunicar al Jefe de la Comisaría de Policía que no procediera ante la Alcaldía para el
allanamiento de las excavaciones y la limpieza de los materiales allí amontonados"; porque, apenas fuera posible, él mismo se cuidaría con
la mayor prontitud posible de devolver la superficie de aquella manzana a su primer estado; y, por último, poniendo de relieve los grandes
gastos, que en aquellos tiempos críticos había debido hacer, sin adelantar pretensión alguna, se encomendaba a su protección, para que, en
su calidad de Alcalde, viese si podía aliviar al menos el perjuicio que le había causado el deseo del bien público.
Se suspendieron los trabajos y se dejó para otro día el llegar a un acuerdo, considerando la equidad de la sustitución del proyecto y de la
condescendencia favorable de algunos miembros del Municipio;
pero no se logró, y, más adelante, veremos cuál fue el motivo.
5. Desde Marassi a San Pier d'Arena
Desde el día 2 de julio por la tarde hasta el 6 por la mañana, hubo en el Oratorio Ejercicios espirituales en la sección de estudiantes. Los
predicaron don Juan Bautista Lemoyne y el reverendo Corsi, misionero apostólico. ((361)) A la par se celebraron en el Santuario las
Cuarenta Horas, cuyo alumbrado fue costeado por la Virgen.
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Poco antes se había presentado a don Bosco un sacerdote, aquejado de una fuerte tos pulmonar, que le dijo:
-íIndíqueme un remedio seguro para curar!
-Helo aquí, contestó el Santo; yo le doy la bendición de la Virgen, y, si usted se cura, dará a la Virgen las velas para nuestras próximas
Cuarenta Horas.
-íDe acuerdo!
El día primero de julio volvía para entregarle lo necesario para cumplir la promesa, declarándose completamente curado.
Don Bosco, por el contrario, que no se sentía del todo restablecido, volvía el 6 de julio a la Riviera para pasar unos días en Alassio.
Durante el viaje ocurrió un curioso episodio.
El 10 de febrero de aquel año se había celebrado en Roma, en la Sala Tiberina, una discusión sobre el viaje y estancia de San Pedro en
Roma, negada por los protestantes y defendida por los católicos. Leíase en la Unidad Católica del 13 de febrero:
"Sciarelli, Ribetti y Gavazzi eran partidarios de los protestantes... Los protestantes tenían sus taquígrafos, que eran de la cámara de
diputados. También los tenían los católicos, que eran los del Concilio Ecuménico. La relación taquigráfica de la discusión se dará a conoce
a todos...".
Y seguía diciendo el diario católico: "Nosotros estaremos dispuestos a demostrar con los razonamientos de Ribetti y Sciarelli que Víctor
Manuel II no estuvo nunca en Roma. Y son menos las pruebas de la ida de Víctor Manuel II a Roma, que las del Príncipe de los Apóstoles
No lograremos jamás comprender cómo en 1872 puedan todavía los Ribetti y los Sciarelli entablar una discusión para demostrar que san
Pedro nunca estuvo en Roma, si en realidad no hubiese estado y muerto allí, según nos lo enseña la Iglesia y lo reconoce toda la historia".
La Capitale, del 11 y del 12 de febrero, publicaba un resumen completo de la discusión, pero en los primeros días de marzo apareció
((362)) impresa la "Relación auténtica de la discusión habida en Roma la tarde del 9 y 10 de febrero entre sacerdotes católicos y ministros
evangélicos sobre la venida de san Pedro a Roma, a cargo de la Sociedad Primaria Romana para los intereses católicos". Cierto conde envi
un ejemplar a don Bosco.
No sabemos quién fue, pero he aquí la respuesta del Santo, celosamente conservada por el conde Escipión Benadoluci de Tolentino:
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Turín. 25-3-1872
Ilmo. Señor Conde:
Vayan por delante mis disculpas por el retraso en contestar. Dígole que a su debido tiempo recibí su atentísima carta con los periódicos y
la relación auténtica de la famosa discusión. La leímos en público y en privado y, mientras alabamos la verdad triunfante, nos sentimos
vivamente indignados por la audacia con que los enemigos de la religión y de la sociedad osaron proponerla y defenderla con tantas
mentiras.
Le agradezco todo cordialmente. Usted añade la exquisita bondad de ofrecerse para lo que pueda sucedernos en Roma. Haré como usted
dice, que dentro de poco me encontraré en el caso de tener que aprovechar su amable ofrecimiento.
Bendígale Dios, señor Conde; bendiga sus trabajos y a toda su familia. Ruegue por mí, que con profunda gratitud me profeso,
De V. S. Ilma.
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
Pues bien, sucedió que en el tren en que viajaba don Bosco, y precisamente en el trayecto de Savona a Albenga, un joven abogado, de air
ingenuo, comenzó a hablar acaloradamente sobre la discusión, defendiendo la posición de los protestantes.
Don Bosco dejó que hablara un rato; después intervino cortésmente:
-Señor, usted afirma que conoce bien la cuestión, y yo opino en contra: "quiere usted, pues, oponerse, o prefiere que le exponga
simplemente lo que es conforme a la verdad? Diga lo que más le guste.
Púsose el abogado a hacer objeciones, y don Bosco se las fue rebatiendo, exponiendo claramente el hecho de la venida de ((363)) San
Pedro a Roma. Presentóle las pruebas de los historiadores de los primeros siglos del Cristianismo, de la constante tradición hasta nuestros
días, y de los monumentos que la recuerdan en la Ciudad eterna, de suerte que el abogado se dio francamente por vencido y, al fin, le
preguntó cortésmente cómo se llamaba. El respondió:
-Soy el sacristán de la iglesia de María Auxiliadora en Turín.
Al oír esta declaración, una señora que había seguido atentamente la conversación, comprendió al vuelo quién era, y exclamó:
-íUsted es don Bosco!
Hizo éste un ademán afirmativo, y ella siguió:
-íYo he ido a ver su iglesia!
Y el abogado, iluminado su rostro ante la satisfacción del encuentro, le dijo:
-íYo he estudiado su Historia de Italia!... íY conozco también su Historia Eclesiástica y su Historia Sagrada!
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Tenía don Bosco verdadera necesidad de descanso; y tal vez, el viaje le cansó tanto, que le tocó a Enría tenerlo que asistir continuamente
durante varias noches en Alassio. Allí se le comunicó que todo estaba preparado para la adquisición de la iglesia y el convento de San
Cayetano en San Pier d'Arena, adonde trasladaría el Oratorio que se había abierto en Marassi. El 16 de julio estaba en Génova.
Fue singular la ayuda que encontró para aquel contrato, según se leía en un artículo del Osservatore Romano, del 2 de mayo de 1876,
redactado con noticias recogidas por algunos señores genoveses.
"San Pier d'Arena era la meta de las diligencias de todos. Puede decirse que acaba de edificarse esta ciudad; desde que convergen en ellas
las líneas ferroviarias de todas partes, se ha convertido en emporio de cosas, asuntos y comercio. Muchos traficantes vinieron aquí para abr
comercios, talleres, fábricas y manufacturas de toda suerte. Los antiguos moradores tenían espíritu genovés y eran buenos y celosos
cristianos; pero muchos forasteros eran anglicanos, luteranos o calvinistas y otros incrédulos o indife