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CAPITULO I
LA VIDA DE DON BOSCO EN EL
ORATORIO DURANTE LOS DOS PRIMEROS
MESES Y MEDIO DEL 1886
DURANTE los dos primeros meses y medio del año 1886 nuestro Santo no se movió del Oratorio. Cuando los muchachos le veían, a las
horas de recreo, pasar por la galería del segundo piso, porque salía de su habitación o entraba en ella, interrumpían inmediatamente sus
juegos, corrían allí abajo y le aplaudían con mucha alegría. Entonces él se paraba un instante, se agarraba a la barandilla y les dirigía alguna
buena palabra, que escuchaban con reverente atención y a la que correspondían con otro clamoroso aplauso. Una noche, al dar don Juan
Bautista Francesia las "buenas noches", dijo que no hacía falta repetir los aplausos cada vez que veían a don Bosco; que ya sabían los
superiores lo mucho que le querían. Pero el aviso no sirvió para nada; siguieron aplaudiendo cada vez que tenían la fortuna de verlo.
En cuanto a sus condiciones de salud, escribía don José Lazzero a don Juan Cagliero el día diez de enero: "Don Bosco se queja de que su
cabeza no resiste; por poco que haga, siente en seguida muy fuerte dolor. Paciencia, si no puede hacer nada, con tal de que viva, de pie o
sentado, da lo mismo; eso nos basta, él lo es todo para nosotros". Y don Miguel Rúa, en una de las circulares que mensualmente
acostumbraba enviar, daba el día veintisiete de enero esta noticia: "La salud ((16)) de nuestro Padre, gracias a Dios, no empeora, mas, por
desgracia, tampoco alcanza una mejoría considerable; las piernas se niegan a sostenerlo, la vista es siempre débil y su estómago sigue muy
cansado. Sin embargo, todavía confiesa, da audiencias cuando puede y no sabe descansar nunca".
Confesaba a los Salesianos que iban a su habitación y, allí, confesaba también a los alumnos del cuarto y quinto curso de bachillerato a lo
que reunía de vez en cuando para darles una charla familiar, especialmente sobre el tema de la vocación. Algunas de estas reuniones fueron
inolvidables, según nos refieren los supervivientes y se deduce de las memorias de aquel tiempo.
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Una fue la del día tres de enero. Ya el 13 de diciembre de 1885, cuando acabó su plática, regaló avellanas a los muchachos; pero aquel dí
querer repartir las sobrantes, se obró un prodigio igual a otros ya narrados en estas Memorias. Hizo que le llevaran el saquito, empezó a
repartir con mucha abundancia. El clérigo Festa, al ver que había muchas menos que la vez anterior, le advirtió:
-No les dé tantas, que no van a llegar para todos.
-Déjame hacer a mí, replicó don Bosco.
También el que sostenía el saquito le dijo que, si continuaba así, la mayor parte se quedaría sin nada.
-Tú calla, le dijo. "Tienes miedo de quedarte sin ninguna?
Era éste José Grossani, al que ya hemos nombrado 1, el cual estaba durante ciertas horas del día en la antecámara para atender a los que i
a visitar a don Bosco y recuerda que las avellanas las había regalado la señora Nicolini; él nos informa además de otros detalles.
Según él, eran sesenta y cuatro los presentes; como daba a cada uno un buen puñado y después con las dos manos a propósito, las avellan
se debieron haber acabado en seguida. Pero, he aquí que llamó la atención de los muchachos una novedad del todo singular. Al observar la
cantidad de avellanas que había sacado y las que ((17)) aún quedaban, advirtieron maravillados que el nivel del saquito no disminuía y que
por más que seguía sacando, la cantidad de dentro no disminuía; parecía que una mano misteriosa metía dentro tantas cuantas él sacaba.
La maravilla subió al colmo cuando, al término del reparto, se pudo comprobar que el saquito pesaba lo mismo que al principio. Entonce
los muchachos no se pudieron contener y manifestaron a don Bosco su gran extrañeza, preguntándole cómo se las había arreglado.
-íOh! Yo no lo sé, respondió sonriendo con toda sencillez. Pero puedo haceros a vosotros, que sois amigos míos, algunas confidencias. O
contaré lo que sucedió una vez en el Oratorio hace muchos años.
Y les contó la prodigiosa multiplicación de las castañas y la de las hostias consagradas.
Antes de que se fueran, apareció don Juan Bautista Francesia y, al oír la desacostumbrada bulla, se acercó diciendo:
-íHola! "Qué sucede, qué pasa?
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Y los muchachos a coro respondieron:
-Don Bosco nos ha dado avellanas.
1 Véase Vol. XVII, pág. 447.
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Y dijo don Juan Bautista Francesia a don Bosco:
-Entonces déme también a mí un puñado.
Y don Bosco le replicó:
-Tú no puedes comerlas porque no tienes dientes.
En esto se oyó un gran rumor procedente del patio. Eran los cantores que volvían de Valsálice, a donde habían ido para actuar en una fies
Don Juan Bautista Francesia dijo a don Bosco que aquéllos eran los mayores y no convenía dejarlos sin avellanas.
-Hazlos subir, respondió don Bosco, mientras despedía a los presentes.
Dijo después a Grossani que mirara en el cajón, a ver si quedaban todavía algunas. El joven, que antes había recogido todas las del cajón
quedóse admirado al encontrar todavía una buena cantidad. Las recogió, las metió en el saquito y se las llevó a don Bosco, el cual, siempre
manos llenas, fue dando a unos cuarenta muchachos y aún sobró un puñado para el que sostenía el saquito.
Uno de los profesores del bachillerato superior era don Lorenzo Saluzzo. El Santo quería que estuviera siempre presente en las conferenc
que daba a los alumnos; pero aquella vez faltó. Poco después ((18)) se lo encontró en la biblioteca y le dijo:
-Has hecho mal, faltando esta tarde a la conferencia.
-"Por qué, don Bosco?
-Que te cuente Festa lo que ha ocurrido.
-No, cuéntemelo usted; déme ese gusto.
Y, atraídos por la curiosidad, se acercaron los reverendos Finco, Luchelli y algún otro más, y don Bosco contó la cosa con toda sencillez,
como si no hubiese sido más que un espectador.
Se esparció la noticia por la casa, y por todas partes se iba a la caza de aquellas avellanas. "Yo, cuenta Lemoyne, pregunté a los muchach
y observé que todos afirmaban haberlo visto con sus propios ojos y estaban persuadidos de que se trataba de un milagro".
Once días después, llamó de nuevo don Bosco en torno a sí a los mismos alumnos. En sus mentes perduraba vivo el recuerdo de algunas
palabras que les dijo, al darles el aguinaldo para 1886, y, con filial confianza, le rogaron que les explicara más claramente ciertas
predicciones.
El día catorce de enero, pues, teniéndolos en su habitación, les habló así y, mientras hablaba, el clérigo Festa tomaba apuntes de su charla
Nuevamente nos encontramos aquí para hablar un poquito entre nosotros. Diréis: "y por qué don Bosco sólo nos llama a nosotros y no lla
también a los sacerdotes, a
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los clérigos, a los aprendices o, al menos, a todos los estudiantes? Naturalmente que esto incita un poco a la envidia de vuestros compañero
de los demás que ven esta preferencia. Pero debéis saber que, antes, don Bosco estaba siempre en medio de los muchachos y siempre rodea
por ellos. Iba a dar misiones a Chieri, a Castelnuovo, a Ivrea, a Biella y los muchachos de la ciudad de Turín, no los internos del Oratorio,
reunían en grupos de a diez, veinte, treinta, en una ocasión se juntaron hasta ciento treinta, y se iban a pie a donde se encontraba don Bosco
para confesarse con él. Y don Bosco disfrutaba, estando siempre en medio de los muchachos. Pero ahora ya no puedo moverme, no tengo
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fuerzas para hablar a toda la casa. Con todo, ya que no puedo hablar a todo el Oratorio, ni a todos los estudiantes reunidos, al menos deseo
dirigirme a un sector: al menos, a los del cuarto y quinto curso.
Pero vosotros me habéis pedido algo en particular: que os explicase las recomendaciones del aguinaldo y que os dijera algo sobre esos se
compañeros vuestros.
((19)) Mirad: no conviene decir que uno de los aquí presentes va a morir, pero sí os diré que de los seis, casi todos están bien preparados
si debieran presentarse ahora mismo ante el tribunal de Dios, esperamos que estarían tranquilos y harían las cosas bien. Los otros también s
irán preparando poquito a poco. Porque debéis saber que, sin que ellos lo adviertan, hay uno que les sigue siempre con mucho cuidado para
preparándolos. Así que, cuando les toque su turno, se puede esperar que también a ellos les irán las cosas bien. Vosotros, pues, estad
tranquilos, pero procurad estar bien preparados y no confiéis en vuestra salud, aunque fuereis los más robustos del Oratorio.
Un día, ya hace años, había avisado don Bosco que, dentro de un tiempo determinado, moriría uno de los jóvenes del Oratorio. Don Bosc
seguía sus pasos, sin decirle nada, le ayudó a hacer una buena confesión general, a poner en orden los asuntos de su alma y, además,
encomendó a un superior de la casa que estuviese atento. Por otra parte, debo decir que era un buen muchacho, que estaba bien preparado y
por tanto, supo hacer bien las cosas.
Con todo, si había uno robusto en el Oratorio, ése era Milane. Por añadidura, llegó el último día del tiempo señalado y ya decían los
compañeros: -íBah! Esta vez estamos libres... Cuando hete aquí que el último día, a las nueve de la mañana, sintió él una pequeña
indisposición; estaba sentado en la cama, rodeado de varios compañeros con su panecillo en la mano, y de repente, Milane se vuelve a un l
y se apoya sobre la almohada. Los compañeros lo llaman y no responde. Lo sacuden y no da señales de enterarse de nada. Era cadáver.
Os he nombrado ahora sólo a Milane, pero podría citaros varios más, tan fuertes y sanos como él y que, sin embargo, tuvieron suerte
parecida. Por consiguiente, estad preparados y no confiéis en vuestra salud. Sed muy devotos de María Santísima, rezad y estad alegres, mu
alegres.
También me habéis pedido que os explique lo que dije sobre los desastres públicos que asolarán este año a nuestra patria. Os lo digo con
gusto; y casi, casi lo diría en público, desde el púlpito. El Señor nos mandará calamidades, a saber, pestes, sequías e inundaciones. Y vosot
preguntaréis: -"Por qué manda el Señor estos castigos?
El porqué debe haberlo y, sin duda, lo hay. El vicio de la deshonestidad atrae sobre el mundo las calamidades y castigos del Señor.
Comprended que es una cosa delicada y, por eso, no me ha parecido oportuno decirlo en público. Los limpios de corazón verán la gloria de
Dios. Y, por limpios de corazón, se entiende los que no tuvieron la desgracia de caer en el pecado feo y que si cayeron, se levantaron en
seguida.
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Oiréis decir que, en tal lugar, hay cólera; más allá, inundaciones, etc. Responded que son calamidades que el Señor envía a los hombres p
castigar sus pecados. Pero vosotros no temáis, estad alegres, muy alegres. Si lleváis al cuello la medalla de María Auxiliadora y sois muy
((20)) devotos de Ella, quiero esperar que lo mismo que otras veces en la ciudad de Turín y precisamente alrededor del Oratorio hubo el có
y nuestros jóvenes se vieron libres de él, así también os veréis libres vosotros.
Os digo esto a vosotros, en particular, pero que sea para vosotros; y no penséis en escribir a casa a vuestros parientes o amigos: -Don Bos
nos ha dicho que va a suceder esto o aquello-. No, quédese en vosotros y sacad de mi aviso el mayor fruto que podáis, pero no digáis nada
los otros.
Aún quiero deciros otra cosa. He visto que esta mañana han venido muchos aquí para confesarse, comulgar y hacer el ejercicio de la buen
muerte. Estoy muy contento: pero naturalmente esto suscita en los demás un poco de envidia. Los pequeñitos pueden decir:
-"Acaso no tenemos también nosotros pecados que confesar con don Bosco?
Pues sí, es verdad; pero como ya os dije, don Bosco no puede atender a todos. Por eso, se limita a los del cuarto y quinto curso, porque es
en el último año en el que deben deliberar sobre su vocación, de la que casi siempre depende la salvación eterna de un joven. El es el confe
ordinario de los del cuarto y quinto curso, aunque esto no quiere decir que hagan mal los que vayan a otro confesor. íLo que importa es que
joven frecuente y haga bien su confesión y comunión!
Os repito que sólo me interesa saber vuestro pensamiento sobre la vocación, sea eclesiástica o no, porque deseo vuestra felicidad tempora
eterna. En cuanto a los que vienen a comulgar aquí en la misa de don Bosco, estoy contento, mas deseo que lo hagan libremente. El que qu
comulgar en la iglesia hace muy bien y el que quiera hacerlo en la misa de don Bosco que lo haga; pero quede bien entendido que nadie lo
haga como si fuera un mandato. íNo!
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Nos volveremos a ver; cuando vosotros no tengáis nada que hacer y don Bosco tampoco; y siempre os diré lo que me parezca que puede
haceros más bien.
Los detallados registros del Oratorio, señalan, al lado de los nombres, la fecha de seis muertos, desde marzo a septiembre del 1886 1.
Por la tarde del día treinta y uno del mismo mes, se reunieron los jóvenes por tercera vez.
-Cuéntenos algún sueño que se relacione con nosotros, dijéronle a don Bosco.
Y él respondió:
-Sí que os lo contaré.
((21)) Hace algunos años soñé que después de la misa de la comunidad
1 Son los siguientes: 1.°, Carlos Brunet, de Bardonecchia, del primer curso superior (9 de marzo). 2.°, Carlos Ranzani, de Borgo Castano
Primo, del segundo curso (13 de abril). 3.°, Antonio Enría, de Turín, calcógrafo (4 de mayo). 4.°, Antonio Trogu, de Carloforte,
encuadernador (28 de mayo). 5.°, Juan Ferrari, de Vigevano, encuadernador (5 de julio). 6.°, Santiago Alladio, de Busca, cerrajero (21 de
septiembre). En enero murió en su casa Carlos Gonino, de Druent, sastre; pero se había ido por enfermo el día veintisiete de diciembre, así
que no se encontraba presente cuando dieron el aguinaldo.
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estaba paseando entre los jóvenes. Todos me rodeaban y me miraban escuchando mis palabras. Pero había uno que estaba delante de mí
volviéndome las espaldas. (Cuando don Bosco paseaba en el patio con los alumnos, los que iban andando delante de él haciéndole corona,
hacían de espaldas dándole siempre la cara.) El tal llevaba en la mano un hermoso ramillete de flores de variados colores, blancas, rojas,
amarillas, verdes, violetas... Yo le dije que se diese la vuelta y me mirase; se volvió durante un momento pero seguidamente me tornó a dar
espaldas. Yo le afeé esta manera de proceder y él me contestó:
-Dux aliorum hic similis campanae, quae vocat alios ad templum Domini, ipsa autem non intrat in ecclesiam Dei. (El que hace de guía de
los demás es como la campana, que llama a los otros a la casa del Señor, pero ella no entra en la iglesia).
Al oír estas palabras todo desapareció y yo me olvidé pronto de lo que había soñado.
Pero, hace unos días, vi entre vosotros al joven con el que había soñado; es bastante mayor, pero es el mismo.
Los jóvenes preguntaron inmediatamente:
-"Está aquí entre nosotros? "Quién es?
-Sí, replicó don Bosco; está aquí entre vosotros, pero no es conveniente decir quién es; tanto más, que yo mismo no sabría qué
interpretación dar al sueño.
Dicho esto, se hizo traer el saquito de avellanas de la otra vez. Las avellanas habían disminuido bastante en aquellos días porque más de u
mano, piadosamente furtiva, debía haber sustraído algunas. Como era natural, durante la distribución, los jóvenes permanecían con los ojos
muy abiertos para observar bien lo que sucedía; pero en aquella ocasión el saquito se vaciaba, se vaciaba... Con todo, hubo para todos, a
excepción de uno de los dos que sostenían el saco; uno sostenía el saquito y el otro mantenía la boca del mismo abierta 1. Don Bosco,
metiendo la mano bien adentro y rebuscando, exclamó:
((22)) -íAh!, todavía hay una aquí.
Después siguió buscando y con aire sonriente sacó un puñado que dio al muchacho, diciendo:
-Tómalas, son riquísimas.
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1 Eran Tito Tomassetti, que murió sacerdote salesiano, y el otro Juan Franchini que todavía vive, y es también sacerdote salesiano. El dia
de Carlos Viglietti nombra también a Garassino, que se había quedado en el salón de estudio; pero tampoco el cronista estuvo presente en e
suceso.
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Después llamó al catequista, don Esteban Trione, que estaba detrás de los muchachos y también le dio a él; seguidamente a don Celestino
Durando, Prefecto general que tenía su despacho allí cerca y también para él encontró.
-También quiero darles a Mazzola y a Bassignana, dijo.
Y entrambos recibieron un puñado cada uno. Los jóvenes, más que admirados, contemplaban la escena llenos de sagrado terror.
Al fin, introduciendo nuevamente la mano en el saquito, sacó de él otras cinco avellanas y, enseñándoselas a todos, manifestó su
contrariedad porque faltaban allí algunos jóvenes. En efecto, no estaban precisamente cinco, tres de los cuales habían ido a Valsálice y dos
habían quedado en el salón de estudio. Es cierto que en aquella semioscuridad y dada la mala vista del Siervo de Dios, él no había podido
advertir con sus propios ojos aquellas ausencias.
Mientras salían, el alumno Barassi, acercóse a don Bosco y le preguntó:
-Aquel del ramo de flores hará un cisma, "verdad?
-Sí, sí, dará mucho que pensar, respondió el Santo.
Pero no sabemos más de él.
Antes de pasar de la antesala a su habitación, se detuvo y tomó de la mano a Calzinari, jovencito piadoso, pero que no se dejaba ver nunc
de don Bosco, y le habló al oído. El muchacho palideció y le dijo:
-Esta bien.
Al quedarse solo con sus secretarios, el Santo les dijo:
-Al joven del ramo de flores lo he invitado y lo he llamado y me prometió que vendría, pero aún no lo ha hecho. Y con todo es necesario
que yo hable con él.
íCuánto provecho para sus almas recavaban todos aquellos que se acercaban con toda confianza a don Bosco, especialmente en el
sacramento de la Confesión!
El año 1888, después de la muerte del Santo, recibió don Miguel Rúa una carta de carácter muy íntimo cuyo autor le autorizaba para que
hiciera de ella el uso que quisiera; por eso se conservó ((23)) y trasladaremos aquí el párrafo que habla de don Bosco como confesor.
Aquel pobrecito, arrastrado al mal desde muy pronto, había contraído pésimas costumbres, que lo llevaban a la perdición; mas, por la div
misericordia, fue aceptado como estudiante en el Oratorio, donde se echó en brazos de don Bosco, manifestándole con sinceridad sus faltas
todas las semanas. La constancia en la práctica de la confesión semanal es un gran medio para enderezarse y conseguir la libertad
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de hijos de Dios; sin embargo, en el caso del que hablamos, no hubiera sido suficiente sin la caridad paciente, dulce y benigna de don Bosc
Escuchémoslo del mismo penitente:
"Sólo la calma, siempre serena y tranquila de don Bosco, y estoy por decir, una como indiferencia a cualquier cosa que se le dijere; sólo
aquel modo parco de hablar, pero condimentado con las finezas de un amor santo, de una compasión viva y, al mismo tiempo, suave como
bálsamo; y finalmente aquel oír, sin descomponerse jamás, las mismas faltas, siempre repetidas, fueron los medios saludables, los lazos
amorosos, con que el hombre de Dios logró infundir en mi alma muy pronto no sólo odio al pecado, sino la resolución, la confianza firmísi
de que lograría, de una vez para siempre, romper las duras cadenas de la esclavitud (...) íOh, cuántas veces, al recordar la caridad de don
Bosco, el inmenso bien que me ha hecho, pienso en la deplorable condición de muchas almas que, aunque esclavizadas por el vicio, se
reharían y tornarían al camino de la salvación, si encontraran siempre en el confesor aquella amabilidad, aquella alegre y consoladora acogi
tan característica del buen Padre!".
Dos días antes de la reunión que hemos referido, se había introducido en el apartamiento de don Bosco una novedad. Hasta entonces,
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cuando don Bosco no podía bajar a la iglesia, celebraba misa en la antesala, en un altarcito disimulado con unas maderas, a modo de armar
El clérigo Viglietti había logrado obtener, aunque con dificultad, que la sala contigua a la de espera se transformara en capilla, ((24)) con u
bonito altar. El día de San Francisco, por la tarde, fue el cardenal Alimonda a visitar al Siervo de Dios y el secretario expuso a Su Eminenc
lo mucho que gustaría a toda la casa que se dignase bendecir el altar y la capilla. El Cardenal se prestó a ello de muy buen grado.Llegados d
improviso el Obispo de Ivrea, algunos canónigos y otros insignes personajes, asistieron todos con don Bosco a la ceremonia.
El Cardenal se puso la estola, recitó con el ritual en la mano las preces litúrgicas y bendijo el altar, iluminado como en día de fiesta, y la
estancia. Los presentes recitaron a coro el Miserere y otros salmos.Fue una agradable función familiar, cuya oportunidad se aprecia hoy;
porque, habiendo llegado a ser las habitaciones de don Bosco un verdadero pequeño santuario, la capillita donde celebró sus últimas misas
viene a ser como el sancta sanctorum.
Hemos aludido a la fiesta de San Francisco y es preciso que digamos algo de ella. La precedió una conferencia a los Cooperadores, que p
mayor comodidad, como se decía en la carta de invitación, tuvo lugar en la iglesia de San Juan Evangelista. La presidió don Bosco. El
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público esperaba oír su palabra y él deseaba hablar; pero los médicos no se lo permitieron. Encargó de ello a don Juan Bonetti y hasta le
señaló los puntos que debería tratar. Fueron estos tres: 1.°, algunos efectos consoladores de la Obra Salesiana, gracias a la caridad de los
cooperadores; 2.°, necesidad de continuar y aumentar estos resultados, mediante otras obras importantes; 3.°, medios para realizar tales
proyectos 1.
Monseñor Bertagna debería haber dado la bendición, mas, por tener que presidir otro acto, no pudo acudir y la dio el mismo don Bosco, d
cual escribía don José Lazzero a monseñor Cagliero el día tres de febrero: "Ciertamente que el ver a don Bosco en el altar es algo que por u
parte, alegra a todos; pero, después por otra, causa pena a todos verlo subir y bajar los escalones con tanta dificultad; mas él lo hace con
gusto".
((25)) Para completar la alegría de don Bosco, aquella misma tarde llegaron, sanos y salvos del Uruguay, don Luis Calcagno y don Pedro
Rota y don Miguel Borghino del Brasil. Desembarcaron en Burdeos y fueron recibidos y tratados exquisitamente por el señor Obispo, en
cuanto supo que eran hijos de don Bosco.
Nunca se había celebrado con tanta pompa la fiesta de San Francisco. Monseñor Valfré, que era Obispo de Cúneo hacía poco tiempo,
celebró la misa de comunión; el Cardenal asistió pontificalmente a la misa cantada; el elocuente obispo de Ivrea, monseñor Riccardi, predic
el panegírico, por la tarde, resumiendo la vida del Santo en el programa de amar a Dios y hacerlo amar; el maestro Dogliani interpretó la m
imperial de Haydn; impartió la bendición el Cardenal y fue mayordomo de la fiesta el doctor Fissore. A la comida honraron la mesa de don
Bosco cuarenta invitados, entre los cuales estaban Su Eminencia, cuatro Obispos y los condes de Franqueville, de París. Al atardecer,
representaron los alumnos un nuevo drama de Lemoyne, titulado Vibio Sereno, de argumento romano y cristiano del primer siglo. Su
Eminencia quiso asistir. "Don Bosco, escribe don José Lazzero en la carta del día tres de febrero, pasó muy bien la jornada y participó en
todos los actos".
La noche anterior había dormido mal; despertó con sus gritos a Viglietti, quien le preguntó la razón de los mismos por la mañana.
-Veía, respondió él, a un muchacho gordo, con la cabeza grande, que se iba encogiendo hacia la frente, pequeño, fornido y que daba
1 La conferencia fue publicada en los artículos aparecidos en el Boletín Salesiano de marzo y de abril.
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vueltas alrededor de mi cama. Yo procuraba alejarlo de mil formas;
pero cuando lo echaba de un lado, escapaba al otro y continuaba su molesta maniobra. Yo le reprendía, quería darle un golpe; pero no
conseguía quitármelo de encima. Por fin le dije: -Mira, que si no me dejas, me vas a obligar a que te diga una palabra que nunca he dicho.
Y
como el muchacho seguía dando vueltas, le grité con todas mis ganas: íAsqueroso! 1. Y me desperté.
Concluyó su descripción, ruborizándose y añadiendo:
-Jamás he dicho esta palabra en mi vida "y ahora he de decirla soñando:
Y sonrió.
((26)) Dos sueños que, por su carácter, se pueden clasificar con el precedente, fueron éstos, que se entretuvo en contar a sus secretarios el
día veinticinco de febrero. El primero fue éste:
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Entraba él en la catedral de San Juan, en Turín, cuando vio a dos sacerdotes, uno de los cuales estaba apoyado en la pila del agua bendita
el otro en una columna; los dos llevaban puesto el sombrero con indiferencia. Hubiera querido reprenderles, pero quedó indeciso al ver la
expresión de cínico desprecio que ambos tenían. No obstante hizo un esfuerzo y dijo al primero:
-Perdone, "de qué pueblo es usted?
-"A usted qué le importa?, le respondió bruscamente.
-Es que quería decirle una cosa.
-Yo no tengo nada que ver con usted.
-Pues entonces, escuche: no quiero reprocharle; pero si no tiene respeto al lugar santo, ni le importa la gente que se escandaliza y se ríe d
usted, tenga al menos atención a sí mismo. íQuítese el sombrero!
-Es verdad, lleva usted razón, contestó el sacerdote; y se quitó el sombrero.
Entonces don Bosco, riéndose con gusto, se despertó.
Y he aquí el segundo sueño.
Le pareció encontrarse con un individuo que le instaba a que se presentase al público y predicase sobre el Via Crucis.
-"Predicar sobre el Via Crucis?, replicó el siervo de Dios. Querrá decir sobre la Pasión del Señor.
-No, no, repetía el otro, sobre el Via Crucis.
1 íAsqueroso! Así traducimos libremente el típico insulto italiano de Carogna! que dedican despreciativamente a una persona vil y pérfid
(N. del T.).
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Y así diciendo lo condujo por una larga calle, que llevaba a una plaza inmensa, y lo hizo subir sobre un pedestal. La plaza estaba desierta
por lo que don Bosco objetó:
-Pero "a quién voy a predicar, si aquí no hay nadie?
Mas he aquí que, de pronto, la plaza se vio abarrotada de gente. El entonces habló del Via Crucis, explicó el significado de la palabra,
enumeró ((27)) las ventajas de esta práctica piadosa y, cuando hubo terminado de hablar, todos le suplicaban que continuase explicando ca
una de las estaciones. Don Bosco se excusaba afirmando que no sabía qué más decir, pero ante las insistencias de la multitud hubo de toma
nuevamente la palabra y siguió hablando sin interrupción, diciendo que el Via Crucis es la vía del Calvario, el camino de los padecimientos
que Jesucristo fue el primero en recorrer y que nos propone a nosotros imitarle con estas palabras: Qui vult post me venire, abneget
semetipsum, tollat crucem suam quotidie et sequatur me. Finalmente, en el ardor de la plática, se despertó.
Sobre el Via Crucis había contado otro sueño el dieciséis de noviembre del año anterior. Le pareció estar rodeado de una muchedumbre d
gente que le decía:
-íHaga un Via Crucis con ejemplos! íHágalo, hágalo!
-Pero "qué ejemplos queréis que os cuente?, respondió él. El Via Crucis es en sí mismo un continuo ejemplo de los padecimientos de
Nuestro Señor.
-No, no; queremos un nuevo trabajo.
Don Bosco se encontró inmediatamente con la obra compuesta; incluso tenía ya las pruebas de la imprenta en la mano y buscaba a don Ju
Bonetti y a don Juan B.ta Lemoyne o don Juan B.ª Francesia, para que las corrigiesen, pues él se encontraba muy cansado.
Mientras los buscaba afanosamente, se despertó.
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El Santo debía, en realidad, reproducir en sí el ejemplo de la pasión de Jesucristo, soportando en unión del Señor las dolorosas
enfermedades que le acompañarían hasta la muerte y ofreciéndose a sí como modelo de paciencia a sus hijos.
Hagamos ahora un hueco para un sueño que parece contener algún elemento profético. El siervo de Dios se lo contó a Lemoyne y al cléri
Festa el día 1.° de marzo de 1886.
Le pareció estar en I Becchi. Su madre, con una vasija en la mano, estaba junto a la fuente y sacaba el agua sucia echándola en un barreñ
Aquella fuente había dado siempre agua purísima; por tanto, se sentía llena de admiración, no sabiendo explicar aquel fenómeno.
((28)) -Aquam nostram pretio bibimus, dijo entonces Margarita.
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-íSiempre con vuestro latín!, le replicó don Bosco. Ese no es un texto de la Escritura.
-No importa; di tú otras palabras si te sientes capaz de hacerlo. En éstas está comprendido todo; basta estudiarlas bien. Iniquitates eorum
porta... Ahora puedes añadir lo que quieras.
-Portavimus? portamus?
-Lo que quieras: portavimus, portamus, portabimus. Piensa bien en estas palabras, estúdialas y hazlas estudiar a tus sacerdotes y te darás
cuenta de todo lo que tiene que suceder.
Después lo condujo detrás de la fuente a un lugar elevado, desde donde se distinguía Capriglio con sus caseríos, los caseríos de Buttiglier
también Buttigliera y otros diseminados acá y allá, y señalándolos le dijo:
-"Qué diferencia hay entre estos pueblos y los de Patagonia?
-Pero es que, le respondí, yo querría hacer el bien aquí y allá.
-Si es así, conforme, replicó mamá Margarita.
Entonces le pareció que su madre se iba a marchar y, como su fantasía estuviese muy cansada, se despertó.
Después del relato hizo esta observación:
-El lugar al cual me condujo mi madre es muy a propósito para levantar alguna obra, pues es como el centro de muchos caseríos que no
tienen iglesia.
Don Miguel Rúa, en la circular que hemos citado más arriba, aludía a las audiencias, que le ocupaban, además de las confesiones. La
fatigosa atención de las audiencias duraba siempre varias horas al día; pero sólo se conserva memoria de dos visitas muy diferentes entre sí
El día tres de enero fue a visitarlo un abogado francés; lo enviaban, como él decía, los Borbones. Hizo a don Bosco una larga exposición
para decirle que se trataba de restaurar en toda Europa las antiguas dinastías borbónicas, empezando por España, y que, en nombre de los
príncipes de dichas Casas, le pedía su consejo y su bendición.
((29)) Don Bosco le dejó hablar cuanto quiso. Por último, para arrancarle una palabra, le preguntó el forastero:
-"Cuál sería el parecer de don Bosco en este asunto?
-No soy juez competente en estas cuestiones, respondió. Apenas si conozco el nombre de algunos pretendientes. Por otra parte, yo me sie
muy deudor de Francia; allí hemos levantado varios hospicios, sostenidos por la caridad de los franceses. Y no debo abusar de la hospitalid
que me han dispensado. Por tanto, no sabría dar ningún consejo. Con todo observaré que no sería prudente determinarse por una empresa, s
no se cuenta con medios seguros para una probable victoria.
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-Si se uniesen todos los Borbones, contestó el abogado, los medios existen.
-Pero tengan presente que, si no hay probabilidad, o mejor, certeza de triunfo, los males que sobrevendrían a Francia serían inmensos.
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-"Y cuál sería su juicio sobre la suerte de la empresa?
-Que se haga en todo la voluntad de Dios.
-"Daría usted su bendición a los príncipes borbónicos?
-"Y por qué no? Pero sólo en el sentido de que se haga la voluntad de Dios en todo; y nada más.
-"Me autoriza a referir sus palabras?
-No tengo ninguna dificultad.
Después de este diálogo, el abogado dijo que le habían mandado a Venecia para recibir órdenes de don Carlos. Alguien sospechó que fue
un agente investigador de la policía francesa, enviado para averiguar cuáles eran las ideas políticas de don Bosco. De todos modos, las
respuestas del Santo no podían despertar sospechas ni dar pie a acusaciones de ningún tipo. Su sistema había sido siempre el de no entrar
jamás en política.
La otra visita a que nos referíamos, tenía por objeto obtener una curación.
Un señor, que se había hecho nombrar caballero por medio de don Bosco, le había prometido una cantidad para sus obras, pero, aunque
tenía posibilidades, no había cumplido su promesa. ((30)) Y ocurrió que un hijo suyo, afortunado factótum de los asuntos de la casa, cayó
gravemente enfermo.
Al darse cuenta del peligro, corrió su padre para rogar a don Bosco con fervor que pidiera e hiciese pedir al Señor su curación. Era el día
diecinueve de enero.
-Yo he prometido de buen grado que pediría, dijo después don Bosco a uno que estaba a su lado, pero su hijo ha sido llamado por Dios.
Hubiera sido menester que el caballero hubiese dicho a don Bosco: -Mire, don Bosco, aquí tengo quince mil liras para dárselas a usted y de
obtenerme esta gracia de María Auxiliadora. Entonces, sí; pero ahora no puedo hacer más que rezar al Señor para que lleve a su hijo en
seguida al cielo, cuando muera.
De acuerdo con la doctrina del Santo, el que no es generoso con Dios tiene pocas esperanzas de recibir de El gracias extraordinarias.
Muy distinta fue la experiencia que hizo una insigne bienhechora de don Bosco, la condesa Vanda Grocholska, princesa de Radziwill. En
mes de marzo de 1886, un día antes de que don Bosco saliera
36
para España, sufrió en Cracovia un ataque de pleuropulmonía con diversas complicaciones que la redujo al último extremo. Su hermana
telegrafió al Santo, rogándole que pidiera por la enferma. Un médico, llamado expresamente a París, hacía cuanto podía para salvarla; mas
poco, la enferma entró en agonía. Pero de pronto, mientras le tomaba el pulso, dio un grito exclamando:
-íSe ha salvado!
Transcurrieron unas semanas y don Miguel Rúa escribió a una amiga de la Condesa para saber noticias, pero ésta no pudo responder y,
p
tanto, se dio por muerta a la señora. Don Bosco estaba ya en Barcelona, cuando un día le dijo don Miguel Rúa que le acompañaba:
-Seguramente que la señora Grocholska ha muerto.
-No, no, respondió él sonriendo. Está curada y, en este momento, está desayunando.
-"Quién le ha dado la noticia?
-Me ha llegado un telegrama del cielo.
Las cosas eran efectivamente, como él decía 1.
((31)) Pertenece a estas mismas fechas un caso sobre el conocimiento de cosas lejanas.
La Superiora de un convento le había escrito, desde Munich, para recomendarle una señorita epiléptica, que se había convertido del
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protestantismo. El respondió: "Que sea fiel a las promesas hechas. Mientras lo sea, gozará de la protección de la Santísima Virgen". La
señorita gozó de buena salud mientras se mantuvo fiel; pero después, cuando falló, le volvió a asaltar el mal. Ahora bien, cuando le dieron
respuesta, don Bosco escribió:
-""No tiene en casa a una tal así y asá? Diga a esa hija pródiga que vuelva a su casa para cuidar a su madre ciega y a sus hijos".
La Superiora, sorprendida, se preguntaba cómo don Bosco podría saber una cosa que nadie le podía haber dicho; tanto más que ella ya te
alguna sospecha.
Una pobre desgraciada había fingido que era mulata y pagana, pero que tenía vivos deseos de conocer y abrazar la religión de Jesucristo.
padre jesuita, informado por una confidente suya, habló de ella al Obispo y rogó a la Superiora que la admitiese en la comunidad para
prepararla al bautismo. La infeliz criatura se mostraba impaciente por recibirlo; pero todo era comedia, como se descubrió en seguida;
1 Ap., Doc. núm. 1.
37
nuestro Santo les había puesto en alerta a tiempo, porque sólo faltaban dos días para la sagrada ceremonia 1.
Le llegaba a don Bosco de Francia, por aquellos días, una simpática condecoración. Recordaran los lectores la conferencia que dio en la
Sociedad Geografica de Lyon el año 1883 sobre la Patagonia. A continuación les envió una memoria sobre el mismo tema, que fue juzgada
como trabajo de mérito. El Consejo Directivo de la Sociedad no tuvo en verdad demasiada prisa en calificarla, ya que, hasta enero de 1886
le comunicó que se le había otorgado una medalla de plata por sus méritos en el campo de la ciencia geográfica "tal como se entiende en
nuestros días", esto es "como contribución al estudio y al ((32)) progreso de los hombres y de las cosas en los países extranjeros".
La entrega de esta condecoración sólo podía efectuarse en una sesión solemne, que no se podría celebrar, sino mucho tiempo después. Un
cara de la medalla debía llevar esta inscripción: Don Bosco-Sacerdote Salesiano-Civilización de la Patagonia; y se le pidió qué fecha debía
ponerse. Se respondió que se pusiera el 24 de mayo de 1879, día en que entraron los Salesianos en la Patagonia y que al nombre de don Bo
se hiciera seguir "fundador de los Salesianos" 2.
La entrega no podía hacerse hasta una sesión general solemne que se celebraría a fin del año. Llegó el mes de diciembre y la Presidencia
avisó para el domingo diecinueve. "Sería para nosotros un honor y una fortuna, le escribieron entonces 3, que usted pudiera asistir; los
habitantes de Lyon se sentirían también felices de poderle ver y aclamarlo". Fueron elegidos para representar a don Bosco, don Julio Barbe
y don Pablo Albera. El Presidente Desgrands los introdujo en el aula magna de la Universidad, donde la Sociedad solía celebrar sus sesione
les hizo ocupar un lugar distinguido al lado del sillón presidencial. Después de hacer la relación de los progresos y trabajos de la Sociedad,
tomó la palabra el Presidente. Recordó en términos elogiosos el discurso de don Bosco sobre la punta extrema de América Meridional; dijo
que el orador había dado noticias precisas e interesantes sobre aquellas inhóspitas regiones, noticias recabadas de autores acreditados y de l
relaciones de sus Misioneros, a los que acompañaba con su mente y con su amor, y concluyó diciendo que don
1 Ap., Doc. núm. 2.
2 Ap., noc. núm. 3.
3 Ap., noc. núm. 4.
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Bosco había merecido una medalla de plata. Don Pablo Albera se adelantó entonces a recibir la medalla entre los más vivos aplausos de la
numerosa asamblea.
Los periódicos del extranjero publicaron también grandes elogios a don Bosco. La Palavra de Oporto presentó los ((33)) días quince y
dieciséis de enero un largo y entusiasta artículo, que encomiaba a nuestro Santo como al hombre más benemérito de la humanidad en los
últimos tiempos. Otro periódico lo elogiaba desde las orillas del Támesis. Era el Merry England, el cual, después de presentar su espléndid
biografía, expresaba así su juicio sobre los sacerdotes de don Bosco: "Los Salesianos de don Bosco son hombres de ciencia; pero lo que m
importa es que, además, están dotados de celo apostólico y verdadera piedad; son, en fin, buenos y celosos pastores, que darían gustosos su
vida por la salvación de sus ovejas". El nuevo y popularísimo Eco d'Italia, órgano de los católicos genoveses, en su número del día veintici
de enero, justificaba el artículo manifestando a su vez el gran aprecio y veneración que sentía por la Congregación Salesiana y por su
Fundador y terminaba con esta entusiasta evocación: "Sí, ayudemos, propaguemos, favorezcamos, por cuando esté a nuestro alcance, esta o
santa del nuevo Apóstol de la juventud abandonada; con ello prestaremos uno de los más grandes servicios a la santa causa de Dios y de su
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Iglesia".
Una voz fuera de tono se oyó en Faenza. El radical Lamone volvía a gritar contra los hijos de don Bosco y, en su número del día diecisiet
de enero, denunciaba a las autoridades la "Educación Salesiana", porque los Salesianos, enemigos de la patria, infundían sus sentimientos
el alma de los muchachos. Pero qué clase de educación era realmente la salesiana, que ellos querían calumniar, lo proclamaba por aquellos
días el nuevo Consejero Escolástico general, don Francisco Cerruti, que se estrenó en el cargo publicando, con ocasión de la apertura del
curso un opúsculo titulado: Las ideas de don Bosco sobre la educación y sobre la enseñanza y la misión actual de la escuela. La educación
salesiana estaba informada precisamente de tales ideas, "las mismas, escribía Cerruti, que han guiado a los más grandes pedagogos y
educadores modernos", indignados a la vista de la irreligión y la inmoralidad que amenazaba destruir pueblos y naciones.
((34)) Quien veía a don Bosco tan decaído, no podía imaginar qué estaba planeando en su corazón durante los meses de febrero y marzo:
estaba proyectando un viaje a España. Como se daba cuenta de que debía actuar rápidamente, pues, de otro modo, no tendría tiempo para
efectuar su gran deseo, estudiaba la manera de vencer la oposición
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de sus queridos hijos, preocupados por su preciosa salud. A decir verdad, ya había estado en España, pero a la manera de los santos, y no p
caminos ordinarios. Narraremos aquí un acontecimiento del que tenemos varias relaciones y cuya narración escuchamos muchas veces de
boca del mismo que recibió una visita tan inesperada. Puede parecer extraño que éste, cuando más tarde hablaba del suceso, no recordase e
sus narraciones si la noche de la primera aparición fue la anterior o la siguiente a la fiesta de san Francisco de Sales; pero es un defecto de
memoria, que no afecta a la veracidad del hecho, sobre el que hizo su deposición en los Procesos apostólicos.
Don Juan Branda, director de la casa de Sarriá, dormía tranquilo en su alcoba, cuando sintió que le llamaban. Despertóse y distinguió
claramente la voz de don Bosco, que decía:
-Don Branda, levántate y ven conmigo.
Don Juan Branda pensó: -íNo estoy yo para sueños! íNecesito dormir!...
Y, para liberarse de lo que creía una ilusión, dio media vuelta y se echó de la otra parte. En seguida se quedó profundamente dormido y
durmió hasta la hora de la llamada para levantarse. Por la mañana recordaba la voz oída durante la noche, pero no hizo caso y se quedó
tranquilo hasta la octava de san Francisco, El día seis de febrero por la noche, durante el sueño, volvió a oír otra llamada:
-íDon Branda! íDon Branda!
Era de nuevo la voz de don Bosco. Se estremeció, abrió los ojos y vio con estupor la alcoba iluminada como en pleno día; más aún, como
cama estaba tras unas cortinas, vio en ellas delineada la figura de un sacerdote, que era precisamente don Bosco. La voz continuó:
-íYa no estás dormido! Levántate, pues.
-Voy en seguida, respondió.
Se levanto, se vistió y, al descorrer ((35)) la cortina, vio en medio de la habitación a don Bosco que lo esperaba.
De su rostro y su mirada emanaba un afecto paternal y confiado.
Don Juan Branda se acercó a él, tomó su mano para besársela y en aquel instante don Bosco le dijo:
-Ven conmigo y acompáñame a visitar la casa. Te haré ver cosas de las que no tienes la menor idea. Y son cosas tremendas.
Tomó don Juan Branda las llaves de los dormitorios, salió con don Bosco de su habitación, subió la escalera y entró con él en los
dormitorios. Todos los muchachos dormían en sus camas. Don Bosco
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le señaló tres muy reconocibles, aunque tenían sus caras muy desfiguradas.
-"Ves estos tres desgraciados? Los ha corrompido uno que tú no creerías, si no hubiera venido yo a decírtelo. Y he venido porque era
necesario que te descubriese este misterio de iniquidad. Tú te fias de él, crees que es bueno y así lo parece exteriormente. Es el coadjutor...
(y dijo nombre y apellido). Ese es el asesino del alma de estos jóvenes.
Mira en qué estado se encuentran.
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Al oír don Juan Branda aquel nombre se quedó frío. Jamás hubiera sospechado tanta iniquidad en él. Pasaba efectivamente por bueno y te
exteriormente una conducta intachable. Don Bosco continuó:
-Mándalo en seguida fuera de casa. No toleres que permanezca en medio de los jóvenes. Sería capaz de corromper a otros.
Entre tanto seguían andando, pasando de un dormitorio al otro y contemplando uno a uno a todos los que dormían. Don Bosco le señaló a
varios que tenían la cara descompuesta y deforme. Salieron de los dormitorios, recorrieron toda la casa. Escaleras, habitaciones, patios esta
inundados de luz, como si fuera de día. Don Bosco andaba expeditamente, como si apenas hubiera cumplido cuarenta años. Volvieron a la
habitación de don Juan Branda. Allí, en un rincón, junto a una estantería, aparecieron los tres pobres muchachos en actitud de quererse
esconder para escapar a la mirada de don Bosco; tenían ((36)) la cara repugnante. Junto a ellos estaba también el coadjutor, inmóvil, con la
cabeza baja, temblando y dispuesto como un condenado a muerte camino del patíbulo. La fisonomía de don Bosco tomó un semblante
terriblemente severo y, señalándolo, dijo a don Juan Branda:
-íEste es el que pervierte a los jóvenes!
Y, volviéndose después al reo, le gritó con un tono de voz aplastante:
-íPerverso! Tú eres el que roba las almas al Señor! íTú el que traiciona de este modo a sus superiores! íEres indigno del nombre que lleva
Y, con este acento amenazador, continuó apostrofándolo, haciéndole ver la enormidad de su culpa, mantenida y callada meses y meses en
confesión. Aparecía también un clérigo junto a aquellas figuras; estaba en actitud de humillado, pero no descompuesto como el coadjutor.
Don Bosco miróle también a él, aunque no tan severamente, y dijo a don Juan Branda:
-Aleja también a éste de casa; porque, si se queda, causará graves caídas.
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-Pero yo no sé cómo cumplir esas órdenes, observó don Juan Branda. No sé qué motivo aducir para llegar a estas conclusiones; no tengo
pruebas y el asunto es espinoso. No podría usted encargar a otro para cumplirlo?
Mientras así hablaba le pareció entrever a don Miguel Rúa, de pie junto a don Bosco, que, con el dedo índice sobre los labios, le indicaba
que callara. Don Juan Branda se calló y don Bosco se movió para salir de la habitación.
En aquel punto desapareció la luz. Don Juan Branda, totalmente a oscuras, buscó a tientas la palmatoria sobre la mesita de noche, la
encendió y se encontró solo. Faltaban aún dos horas para levantarse la comunidad. Tomó entonces el breviario y comenzó a rezar el oficio
divino. Cuando sonó la campana, bajó a celebrar la misa víctima de una viva conmoción.
Le turbaba el pensamiento de expulsar de la Congregación a aquellos dos. "Cómo llamarlos y entrar en conversación? "Qué argumentos
presentar para hacerles confesar su culpa? Los vigilaba continuamente, mas no descubría en ellos nada que mereciera un reproche. Pero sen
una voz interior que le repetía sin cesar:
-íDecídete! íActúa!
((37)) Llamó al prefecto y a los asistentes y les recomendó que abrieran bien los ojos para descubrir a los muchachos menos buenos;
esperaba vislumbrar así algún indicio menos encubierto. Resuelto a no hablar, creyó que podría tener tranquila la conciencia con estas
diligencias. Le pareció que así acallaba aquella voz interior que, en efecto, lo dejó en paz algunos días. Con todo, siempre que se disponía a
celebrar la misa se sentía invadido por un horror que le hacía temblar.
Se encontraba en tal estado de ánimo cuando recibió una carta de don Miguel Rúa desde Turín, que conservó durante mucho tiempo e hiz
leer a muchos 1; en ella decía: "Paseaba yo esta noche con don Bosco y me dijo que te había hecho una visita. Pero, a aquella hora, quizás
estabas durmiendo".
1 Se la enseñó a don Antonio Aime, el prefecto; la leyó en una conferencia a los clérigos, como lo recordaba don Celestino Pirola; la dio
leer a los misioneros que pasaron por allí, poco antes de la llegada de don Bosco y, pasado algún tiempo, se le perdió. Don Miguel Rúa
depuso en los Procesos: "Yo estaba en Turín por aquel tiempo y el día después de aquella aparición, hablando don Bosco conmigo, me dijo
que durante la noche había hecho una visita a don Juan Branda y me pareció que me ordenaba le preguntara por carta si había cumplido sus
órdenes.
En aquel momento no di demasiada importancia a sus palabras, cumplí el encargo recibido y no pensé más en ello. Cuando, unos meses
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después, acompañé a don Bosco a España, don Juan Branda, que acudió a la frontera para recibirnos, me contó claramente lo ocurrido y
entonces comprendí qué visita le había hecho don Bosco".
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Cuatro o cinco días después de la aparición fue a celebrar misa en casa de Doña Dorotea Chopitea y oyó decir a la mamá de los Salesiano
-He soñado con don Bosco, "sabe? Esta noche he soñado con él.
-Perdóneme, la interrumpió don Juan Branda; esta mañana tengo que celebrar en seguida, en seguida.
Las palabras de la santa mujer le habían sobresaltado y no quiso escuchar más. Fuese derecho a la capilla, se revistió y comenzó la misa.
Pero, después de recitar el Introibo y subir los escalones, al inclinarse para besar el altar, le invadió un gran terror y temblor y oyó en su
interior una voz que le decía:
-Cumple en seguida lo que te ordenó don Bosco; si no, ésta es la última misa que celebras.
((38)) Volvió a casa resuelto a actuar. Hubiera querido pedir consejo, pero no sabía a quién; no dijo nada al confesor, temiendo que no
interpretase la cuestión en buen sentido. Sin embargo, se decidió. Llamó a don Antonio Aime y, pidiéndole que guardara riguroso secreto d
cuanto iba a decir, le contó, sólo en parte, lo que había visto la noche de la octava de san Francisco, le descubrió el nombre de los tres
muchachos y le dio las oportunas instrucciones. Que los llamase por separado, sin que nada supiera el uno del otro; que les hiciera saber
claramente que lo conocía todo, que les impusiera la obligación de decirle el nombre del escandaloso. Que si se negaran o rehusaran hablar
les levantara la mano. Que, después de preguntar a uno, lo encerrase en determinada habitación donde nadie pudiera hablarle. Que llamara
luego al segundo y lo tratara como al primero y lo llevara a continuación a tal clase y lo encerrara allí. Que interrogara, finalmente, al terce
lo dejara en su oficina y volviera a él, para referirle el resultado de sus indagaciones.
-Aquí en esta hoja, terminó don Juan Branda, escribo el nombre del que yo he visto como autor del escandalo y, cuando tú vuelvas del
interrogatorio, confrontaremos este nombre con el que te hayan dicho los muchachos.
Y dicho esto, tomó la pluma, escribió un nombre y dobló el pliego.
El prefecto cumplió al pie de la letra lo que le habían ordenado. El primer muchacho, desconcertado, empezó negando, mas al ver que el
superior estaba seguro y resuelto, lo declaró. El segundo y el tercero, al verse en el aprieto, dieron la misma respuesta.
Don Antonio Aime volvió al Director y le comunicó el resultado de sus indagaciones. Entonces don Juan Branda desdobló el papel y se l
mostró. Era el nombre del coadjutor denunciado por los muchachos.
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No existía, pues, ningún motivo de prudencia que obligara al superior a disimular; por tanto, hizo llamar inmediatamente al culpable.
Vivía éste desde hacía algunos días con una agitación interior espantosa. Cuando lo tuvo delante don Juan Branda lo increpó diciéndole:
-"Eres tú el que envenena el alma de los jóvenes?
-"Yo?... "Y cómo?, balbuceó desconcertado.
((39)) -Sí, tú; así y así.
El desgraciado cayó de rodillas implorando piedad y exclamó:
-"Se lo ha escrito don Bosco?
Ha venido en persona a decírmelo.
Y, al oír que saliera inmediatamente de la casa, lloró, pidió que lo quitaran de aquella ocupación que era la ocasión del peligro: que lo
pusieran aunque fuera a barrer, pero que le concedieran siquiera dos meses de tiempo para buscarse un porvenir. Fue escuchado.
Cuando llegó después don Bosco a la frontera de España, don Juan Branda que había salido a su encuentro, lo llevó aparte a una sala de
espera y le dijo:
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-Quizás no encuentre las cosas en Sarriá como usted desea.
-"Qué has hecho?
-Mandé a los tres muchachos a su casa con algunos días de intervalo de su partida; pero el coadjutor está todavía en el Colegio. He cedid
sus lágrimas y a su petición y le he dado unos meses de espera.
-Está bien. Cuando llegue, ya veré qué debemos hacer.
Unas semanas después, también se mandó definitivamente a su casa al coadjutor.
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((40))
CAPITULO II
CAMINO DE ESPAÑA
A
TRAVES DE LIGURIA Y FRANCIA
LOS Cooperadores Salesianos no eran todavía numerosos en España, pero sí muy influyentes; altas personalidades del clero y del laicado
tenían la gloria de serlo, ya que periódicos y revistas reclamaban la atención del público sobre la persona de don Bosco y sus obras en Utre
en Sarriá. Los bienhechores más insignes, y sobre todo doña Dorotea, se hubieran considerado muy felices de poderle ver; por eso, le rogab
de vez en cuando, que llegara hasta su patria. Don Bosco hacía tiempo que quería ir, y hasta prometió formalmente una visita. A fines de
febrero, tomó la resolución en firme y empezaron los preparativos.
Cuando, dentro y fuera del Oratorio, se corrió la voz de que iba a aventurarse a un viaje tan largo, Salesianos y amigos quedaron
asombrados, temiendo, y con razón, que pudiera morir por el camino. El tranquilizaba a todos recordándoles la experiencia de viajes
anteriores que, lejos de malograr su salud, le habían mejorado. Agregaba, además, que haría la prueba de su resistencia, recorriendo poco a
poco la costa de Liguria y la de Francia: si le iba bien proseguiría; y si no, daría vuelta atrás.
((41)) La noticia de que don Bosco se disponía a visitar España, se difundió muy pronto por allá, suscitando una inmensa expectación;
pero el ansia de ver a don Bosco, oír su palabra, gozar de su compañía, no podía ser mayor en nadie que en doña Dorotea, porque ninguno
tenía tanta afinidad de espíritu con don Bosco como ella y, por tanto, tanta capacidad para comprender la grandeza de su misión.
El viernes día doce de marzo, a las dos y media de la tarde, salió don Bosco del Oratorio de Valdocco, llevándose como compañeros de
viaje para la primera etapa, a más del clérigo Viglietti, su secretario, a don Francisco Cerruti y a don Antonio Sala. Tenía bastante buen
aspecto, pero se movía con dificultad y necesitaba apoyo. En la estación de Puerta Nueva, le saludó el corresponsal de un periódico de
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Toscana 1, y mostró su compasión, al verlo partir para un viaje tan largo. Le respondió que lo hacía empujado por la necesidad de proveer
pan a sus muchachos.
-íBusque la protección de Depretis!, se apresuró a decir el periodista.
-íSí, sí, de él! íSi supiese cuánto pago de impuestos solamente por las casas que tengo en Italia!
Sin mostrar incomodidad, más aún, en alegre conversación llegó a Sampierdarena. Allí se encontró con dos buenos trabajadores de
Arenzano que lo estaban esperando para hacerle un donativo en reconocimiento a las gracias obtenidas por intercesión de María Auxiliador
y le dijeron que toda la gente de su pueblo tenía una fe ilimitada en María Auxiliadora.
Pasó mal la noche, por lo que, al día siguiente, se vio obligado a celebrar la santa misa en su habitación. Asistieron a ella los alumnos del
cuarto y quinto curso de bachillerato. Una vez terminada la acción de gracias, desayunó y comenzó a recibir visitar sin interrupción hasta e
mediodía. Casi todos, como él decía, iban a dar gracias a María Auxiliadora por favores recibidos después de su bendición.
Los Cooperadores genoveses habían dispuesto todo ((42)) para celebrar una conferencia en la ciudad en la iglesia de San Siro; y allá se
encaminó en las primeras horas de la tarde. El arzobispo monseñor Magnasco quiso asistir. Habló don Francisco Cerruti, durante media ho
al desbordante auditorio que había acudido a ver a don Bosco. A su paso se agolpaba la gente alrededor para besarle la mano: en algún
momento se temió que lo aplastaran. Antes y después de la conferencia, oyó en la sacristía a los que querían consultarle. El Arzobispo iba
diciendo a los que se le acercaban a besarle el anillo:
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-Id a don Bosco.
El coadjutor Pedro Enría oyó a muchos que se consideraban felices por haber recibido la bendición de un santo. Don José Lazzero escrib
monseñor Cagliero el día veintiocho de marzo: "La persona de nuestro padre don Bosco, a medida que envejece se hace cada vez más
preciosa. En Génova, a donde fue para la conferencia de los Cooperadores, no se vio nunca tanto entusiasmo por don Bosco como en esta
ocasión, y tampoco se habían mostrado nunca tan generosos, como lo prueba la abundantísima colecta".
1 L'Amico del popolo, de Prato, 20 de marzo de 1886.
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Y, sobre el mismo argumento, escribía también a don Miguel Rúa un cooperador de Voltri 1:
"He pasado casi una hora de verdadero paraíso. Parecía que cooperadores y cooperadoras, perdóneme la frase, quisieran comerse al amad
Padre. Todos querían verle, hablarle, besarle la mano; y él, amable y sonriente, escuchaba a todos y les decía una buena palabra, una de esa
palabras que ejercen una incomprensible influencia en el corazon".
Al atardecer, fue acompañado al palacio de la señora Ghiglini, donde cenó. Volvio a Sampierdarena tarde y cansado. Se le oyó decir a un
señor:
-Yo vivo con una sopa de maíz; pero tengo muchos hijitos a quienes dar de comer... y como la caridad de los buenos no tiene término, yo
necesito de todos 2.
Viglietti cerraba así la jornada de su diario: "Hoy estaba alegre don Bosco, contaba ocurrencias y tenía la mente clarísima".
((43)) Don Domingo Belmonte, director de la casa de Sampierdarena, atestiguó que en San Siro ocurrió un hecho maravilloso. Don Bosc
distribuía medallas de María Auxiliadora en la sacristía pero, cuando se le acabaron se dirigió a él y le preguntó si había llevado más. El
director le dio unas cuarenta o quizá menos. Entonces el santo siguió repartiendo. El lugar estaba atestado de gente y daba sin cesar a cuent
alargaban la mano. Don Domingo Belmonte y el señor Dufour, que estaba al lado, no podían creer a sus propios ojos; se repartieron
ciertamente varios centenares de medallas, quizás mil. Sin una multiplicación milagrosa aquello no hubiera sido posible.
Al día siguiente se sucedieron las audiencias durante largas horas sin descanso. Hacia el mediodía llegó acompañada por su padre y por s
madre, una joven, que no quería saber nada de iglesia y parecía enteramente loca. Ante don Bosco, dejó de lado su loco orgullo, se puso de
rodillas también ella para recibir la bendición y, rompiendo a llorar, dijo:
-Reconozco mi error. El demonio me ha tenido hasta ahora engañada. Mañana iré a confesarme y a comulgar.
Los padres conmovidos no se levantaban del suelo y hubieran deseado quedarse. La escena duró un rato; finalmente entregaron una
cuantiosa limosna y se marcharon.
Aquella tarde se bendijeron solemnemente las campanas destinadas
1 El señor Primo Arona, Voltri, 21 de marzo de 1886.
2 L'Eco d'Italia, 15 de marzo de 1886.
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al nuevo campanario de San Cayetano; el coadjutor Quirino, venido expresamente del Oratorio, las inauguró con su incomparable maestría
Acabada la ceremonia, don Bosco reanudó las audiencias que prolongó hasta las ocho. "Está cansado, volvemos a leer en el diario, pero
parece que está bien; se muestra tranquilo y alegre".
Pese a las molestias de toda clase que no le dejaban sosegar, no perdía de vista el Oratorio; en efecto, terminó la jornada encargando al
secretario que escribiese a don Miguel Rúa y sugiriéndole lo que debía decirle. Viglietti escribió en seguida: "Don Bosco me encarga decir
que salude de su parte a los muchachos, ((44)) y les diga que en Sampierdarena ha encontrado muchachos de muy buena voluntad; que, lo
mismo que en el Oratorio, ayer por la mañana, los alumnos de cuarto y quinto curso asistieron en la habitación de don Bosco a misa y todo
recibieron con mucha devoción la comunión de sus manos. Me encarga que salude efusivamente a don Juan Bautista Lemoyne, don Angel
Lago, Suttil, Festa y Gastaldi". Después agregaba el secretario por su cuenta: "Por favor, querido Padre, encomiende a don Bosco a las
oraciones de todos, pues su salud deja mucho que desear".
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Se presentó en la casa un escultor que, sin haber visto nunca a don Bosco, valiéndose de una fotografía, había esbozado la cabeza y el bu
esperando una ocasión oportuna para verle de cerca y dar los últimos retoques. Lleváronle a él, le expresó su deseo y tanto le importunó qu
Siervo de Dios se resignó a posar ante él. Subió a la tarima preparada por el escultor y reía y decía:
-Ea, subo al suplicio.
Y al ver cómo el artista iba poniendo tierra amasada sobre la figura para quitar defectos, susurró al secretario:
-íMira, Viglietti, qué bien me empasta!
Pero, al cuartito de hora, le acometió el sueño y se durmió. Al despertar se dio cuenta de que había posado una hora; y bajó en seguida
porque le esperaba mucha gente que quería hablarle.
Así pasó la mañana del día quince. Por la tarde, le cansaron bastante las audiencias; pero aún contó algunas anécdotas graciosas. Y habie
recaído la conversación sobre la sensibilidad de corazón, dijo que no podía encomendar en la santa misa a los misioneros por la gran emoci
que le venía y temía quedar sofocado.
-Entonces, añadió don Bosco, me veo obligado a pensar en Gianduia y distraerme totalmente.
El día dieciséis por la mañana, día de la partida, hubo un gran vaivén de visitantes. En el último momento se presentó el marqués de Spín
para fotografiarle. El Santo quiso complacerlo y condescendió,
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pero esto le hizo perder tiempo y tuvo que apresurarse para tomar el tren de Varazze. ((45)) Ya se había avisado a la estación y el jefe tuvo
amabilidad de aguardar.
La parada en la estación de Arenzano debería haber sido de varias horas, en vez de unos minutos, para poder contentar a la enorme cantid
de gente que había invadido la estación. La multitud irrumpió en ella llevando o acompañando enfermos. Rodearon el tren, se agarraban a l
vagones y subían a ellos. Se hacía tarde, el Jefe dio repetidas veces la señal de salida; pero el maquinista no se atrevía a iniciar la marcha po
miedo a causar desgracias.
Una mujer enferma, llevada hasta el vagón donde estaba don Bosco, bendecida por él, sanó instantáneamente y tornó a casa caminando p
su propio pie.
"Qué decir, después, de lo que pasó en Varazze? Los empleados ni siquiera pudieron recoger los billetes de los viajeros, porque los que
bajaron del tren se confundieron con la multitud que, desbordada, había invadido hasta las vías. El párroco de la iglesia principal, muy ami
de los Salesianos, había anunciado desde el púlpito la llegada de don Bosco y, además, había distribuido por la ciudad y los pueblos cercan
una circular con el aviso de una conferencia para los Cooperadores. El resultado fue que acudió gente de Savona, de Sestri, de Voltri y de
Arenzano; decían los viejos que nunca se había visto en Varazze tal afluencia de forasteros, tal entusiasmo y tal espectáculo de fe.
La subida de la cuesta que lleva al Colegio requiere sólo unos minutos; pero don Bosco empleó tres cuartos de hora, por la multitud que s
agolpaba para besarle la mano. Los alumnos que lo esperaban en formación, a uno y otro lado del camino, quedaron desordenados y
dispersados por la gente.
Después de la comida, las calles que rodeaban el Colegio estaban ocupadas por una gran muchedumbre. En vano se la quiso contener fue
de la puerta. Sin saber cómo, abrióse el portón de par en par y la multitud invadió el patio, las clases, los pasillos y las escaleras. "Quién po
detener aquella invasión? Se temió por la vida de don Bosco, si hubiera salido. Don Carlos Viglietti, firme delante de la habitación, hablab
en vano; algunos se arrodillaron a sus pies, ((46)) pidiéndole por favor que les dejara ver a don Bosco. La conferencia estaba anunciada par
las cuatro, pero eran ya las cinco y don Bosco seguía en su habitación, sentado y asediado por todas partes.
Y, sin embargo, había que buscar una solución. A grandes males, grandes remedios: se acudió a los pescadores que, con sus robustos
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brazos, rodearon a don Bosco y a su secretario y lo escoltaron hasta la casa parroquial. Para acortar el camino lo hicieron pasar por una pue
que no se abría casi nunca, en la parte posterior del edificio. y después lo condujeron por un camino privado que daba a la plaza. Trabajo
costó abrirle paso entre la multitud que se agolpaba a la puerta de la iglesia. El pobre don Bosco no caminaba, sino que era llevado en
volandas por la multitud. Viglietti, para no separarse de él, se agarró a su sotana. Grupos de curiosos abarrotaban ventanas, puertas y azotea
Hasta las seis, no pudo alcanzar la puerta de la iglesia y, siempre respaldado por aquellos hombres forzudos, logró llegar con el secretario a
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presbiterio, donde por fin pudo sentarse.
Los cantores del colegio ejecutaron el Quasi arcus y don Francisco Cerruti habló de la caridad, la caridad de la oración y la caridad de las
obras. Después subió al púlpito el párroco que, emocionado y conmovido como estaba, arrancó las lágrimas. Naturalmente, en aquella
aglomeración, se desmayaron varias personas, que fueron sacadas fuera. Dióse después la bendición, pero la iglesia no se vaciaba. La plaza
seguía abarrotada. Mientras se estudiaba la manera de salir, se acercó a don Bosco un campesino, con un brazo en cabestrillo, y le dijo:
-Rece por mí. Me he hecho mal, no puedo trabajar y la familia pasa apuros.
-"Cuál es el brazo enfermo?, preguntó don Bosco.
-íAy... no sé... estoy curado!
Don Bosco le recomendó que guardara el pañuelo y que callara; pero eran muchos los que lo habían presenciado; corrióse la voz y creció
entusiasmo.
Cerca de la verja se acercó un campesino, abriéndose paso a fuerza de codazos, como si tuviera que decirle un gran secreto. Hablaba en
dialecto y don Bosco ((47)) no le entendía, por lo que inclinó la cabeza para escucharlo más de cerca; pero aquél, confuso, no sabiendo qué
hacer estampó sobre las mejillas de don Bosco un sonoro beso y se fue.
Don Bosco se dirigía hacia la puerta a paso de tortuga. Oíanse de vez en cuando los gritos de personas que corrían riesgo de ser aplastada
El, siempre sonriente y tranquilo, tenía una palabra, un saludo para todos, especialmente para los niños. Como Dios quiso, a fuerza de
empujones, llegaron a la cancela de la casa parroquial. Desde allí, ascendiendo unos escalones, se estaba en el rellano de la entrada. Los su
el Santo y se volvió hacia la muchedumbre. Aquello bastó para que se hiciera en la plaza un silencio sepulcral. Emocionado, dijo que
agradecía a todos la demostración de afecto; agradeció al párroco su
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benevolencia y, después, se puso en actitud de dar la bendición. íMagnífico espectáculo! Ya anochecía. Don Bosco seguía allí... de pie, y m
recogido; levantó la diestra para trazar la cruz sobre la muchedumbre postrada a sus pies. Al amén estalló un grito inmenso de Viva don
Bosco, cuyos ecos se iban repitiendo a lo lejos. Las campanas repicaban a fiesta y las olas del mar, que se agitaban delante, parecía que
mugían ante el claror de las estrellas. Los ancianos no han olvidado todavía aquel momento de emoción.
En la casa del párroco, dio audiencia hasta las nueve.
-Toda esa gente, dijo después al secretario, ni siquiera sabe qué es lo que quiere de mí. Viene uno y me dice que tiene a su mujer enferma
otro a su hermano, aquélla a su marido y todos quisieran su curación. Y añaden: -Dígame cúanto vale. -Miren, les digo yo: las gracias no se
venden; digan tres avemarías a María Auxiliadora durante tres días -"Y todo queda arreglado con las avemarías?, replica alguno; dígame si
rodeos cuánto vale todo esto. Y don Bosco necesita explicar que es preciso tener fe, rezar y dar limosnas para obtener las gracias del Señor
Y fe verdaderamente la había. Llovieron los donativos, no sólo en dinero, sino, además, en anillos, zarcillos y otras alhajas.
((48)) Entre los muchos que se presentaron a don Bosco, hubo una mujer muy afligida que llevaba a su hijita con las piernas tan endebles
que peligraban de quedársele encorvadas.
La raquitis la iba deformando cada día más. Don Bosco la bendijo y dijo después a su madre.
-Vaya usted con Dios, señora; no se apene, su hija se pondrá bien.
En efecto, la niña empezó a mejorar, creció robusta y todavía vive:
se llama Carmela Gracchi.
Poseemos también la relación detallada de una gracia de carácter espiritual. La señora María Bruzzone, natural de Rossiglione y residente
Varazze, tenía un hijo llamado José, el cual perdió su docilidad y afectuosidad y comenzó a alternar con compañías sospechosas e ir a los
bailes. La pobre madre no podía vivir en paz. Si le amonestaba, el muchacho callaba, sonreía y seguía igual. Se había asociado, además, a u
pandilla de gente juerguista que no pensaba más que en divertirse. La angustiada señora lloraba y rezaba. La llegada de don Bosco consoló
corazón. Fue al colegio a desahogarse con él; pero "cómo arreglárselas en medio de aquel maremágnum? Pensó irse a la estación y hablarle
allí cuando llegara; pero se encontró con que la plaza, la entrada y la sala de espera eran un hormiguero de gente.
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Perdida toda esperanza, se acurrucó en un rincón, transida de pena.
Mientras esta allí, profundamente afligida, se le acercó uno de los sacerdotes que acompañaban a don Bosco y le dijo:
-Señora, venga conmigo.
La señora Bruzzone le siguió maquinalmente y se encontró ante el Santo, que la había mandado llamar. Estupefacta y confundida por una
llamada tan misteriosa, cayó de rodillas a sus pies y comenzó a llorar. Después de un instante, le preguntó don Bosco:
-"Que desea, buena señora?
-Padre, tendría tantas cosas que decirle... Pero estoy aturdida y no me vienen las palabras. Tengo una familia numerosa, pero un hijo...
-Pobre madre, le interrumpió don Bosco, posándole la mano sobre la cabeza. En lo que usted piensa ((49)) no hay nada nuevo. Pediré por
usted en el santo sacrificio de la misa y todo se arreglará pronto. Serénese.
La bendijo y se retiró. La mujer vivía en un continuo martirio, pensando que su hijo se hubiera enviciado en relaciones deshonestas;
pero don Bosco le había dado seguridad sobre este punto y las cosas eran así en realidad. Vino después lo mejor, como él había anunciado.
último domingo de carnaval, cuando la madre tenía más razón para temer, díjole el joven la noche anterior:
-Madre, vamos a dormir.
-Tú me quieres engañar para quedar más libre, respondió ella. Haz lo que quieras, pero yo iré a dormir cuando me plazca.
-No, madre, no te engaño; me voy a dormir.
Y se fue. No se sabe qué cambio se había efectuado en él, porque, además, el joven era de pocas palabras; pero es lo cierto que, a partir d
aquel día, dejó de ir con las compañías de antes, aunque había abonado su cuota de socio. Se hizo más serio, atendió a su negocios, comerc
algunos años en América; volvió a la familia y ya no se le vio cometer ninguna clase de ligerezas.
El día diecisiete de marzo, a las once de la noche, llegó don Bosco a Alassio. Durante una buena media hora de camino, no había hablado
con don Francisco Cerruti más que de los misioneros y de las misiones, detallando los lugares de América, de Africa y de Asia, a donde irí
sus hijos en el transcurso del tiempo.
-Dirás, observaba, que ya hay allí religiosos de otras Congregaciones. Es verdad; pero nosotros vamos a ayudarles y no a suplantarlos,
írecuérdalo bien! Generalmente ellos se dedican a los adultos; nosotros debemos dedicarnos especialmente a la juventud, sobre todo a la m
pobre y abandonada.
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No nos han llegado noticias sobre su estancia en Alassio. De la carta que don Carlos Viglietti escribió a don Miguel Rúa la tarde del día
dieciocho, solamente se desprende que nada podía quitar de su mente el recuerdo del Oratorio. ((50)) Decía, en efecto, el secretario: "Me
encarga don Bosco que dé muchos saludos a usted y al Capítulo y me encarga también que dé noticias suyas a los del cuarto y quinto curso
bachillerato y les diga que don Bosco los recuerda continuamente y que todas las mañanas, después de su comunión, siempre le parece que
distribuye a ellos el pan de los ángeles".
El día veinte estaba en Niza, donde pensaba permanecer hasta fin de mes. Pronto empezaron las visitas. A la conferencia del día veinticua
asistió la flor y nata de la ciudad, a la que se añadieron muchos nobles señores que se encontraban en Cannes.
El conferenciante, que fue el abate Bonetti, hijo de Niza, pronunció un discurso genial. Dijo: "Hubo un día en el Paraíso un ángel que
disfrutaba de la presencia de Dios y de sus cosas; al contemplar tantas miserias en la tierra y ver a la sociedad en ruina y a la infancia
abandonada, se sintió profundamente conmovido, y, dirigiéndose a Dios, le dijo:
"-Yo disfruto aquí de todo bien, pero he visto que vuestras criaturas en la tierra gimen e imploran vuestra ayuda. Dios mío, yo sacrifico c
gusto todo el bien del cielo para acudir en su auxilio.
"-Conforme, respondió el Señor.
"Y entonces aquel ángel del cielo, bajó con sus alas doradas a Italia; voló a Francia, a España; derramó por toda Europa sus eficaces
bendiciones; voló hasta las partes más lejanas de América y las colmó de sus dones y, sin cansarse de hacer el bien, este ángel de paz
quebrantado ya por los años y por la fatiga, pasa todavía por todas partes bendiciendo y consolando a los hombres. Señores oyentes, conocé
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a este ángel, está entre vosotros: es don Bosco".
También habló don Bosco; habló conmovido, atribuyendo a los Cooperadores todo el bien que hacen los Salesianos. "Estuvo lucidísimo
mente", comenta el cronista.
A la comida asistieron numerosos invitados, entre los que se encontraban los imprescindibles y apreciadísimos señores Levrot, D'Espiney
Michel. Don Bosco había aguardado aquella festiva ocasión para honrar especialmente al doctor D'Espiney. Por su mediación, el Papa ((51
lo había nombrado caballero de la Orden de San Gregorio Magno, y encargó al ingeniero Levrot, que ya había sido condecorado con la mis
distinción, que dijera unas palabras para anunciar a todos el nombramiento.
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A los postres, el ingeniero pronunció un bellísimo discurso en el que se fundían la dignidad de conceptos y la exquisitez de forma 1.
Queremos recordar aquí una sola afirmación que sobrepasa los términos de una simple cortesía de sobremesa. Levrot conocía muy bien a
nuestro Santo por su trato habitual con él, y podía medir mejor que nadie el alcance de sus palabras, cuando dijo: "Don Bosco hace bien to
lo que hace y termina por llevar siempre la razón".
Era así realmente. No pocas veces, en efecto, se enjuiciaba primeramente a don Bosco de un modo desfavorable y hasta malintencionado
pero, al fin de cuentas, se salía con la suya, ganándose la aprobación y la alabanza. Por citar un caso, que propiamente fue un conjunto de
casos, la incomprensión perduró largo tiempo y hasta después de su muerte; pero, en el momento predispuesto por la Providencia, la
justificación del Siervo de Dios brilló con luz refulgente ante la faz de toda la Iglesia.
Entre los aplausos de los comensales, don Bosco prendió la cruz en el pecho del nuevo Caballero; habló después el abate Bonetti, habló
también don Bosco y el abogado Michel. "Fue una hermosa fiesta de familia", anota don Carlos Viglietti.
Más tarde y acompañado por el director don José Ronchail y Viglietti, fue don Bosco a visitar a la condesa Braniska, en cuya casa encon
al Duque de Rívoli y otros nobles señores. Desde allí se dirigió a casa de la Señora de Montorme. Al volver a casa, tenía el gabán hecho
jirones, producidos por las tijeras de las personas devotas.
Al día siguiente se multiplicaron las visitas, de modo que no le quedó a don Bosco un momento de respiro. Pero, con las visitas, se
multiplicaba también la caridad. Por la tarde se presentó una condesa inglesa, ((52)) dispuesta a hacer donación de una vasta propiedad suy
en Inglaterra, para que fundase allí una casa salesiana. Movíale a tanta generosidad el deber del reconocimiento. Hacía pocos días,
encontrándose muy enferma, sin poder moverse de la cama, había escrito a don Bosco implorando su bendición y, apenas recibió la respues
se había sentido bien y, sin ninguna incomodidad, había ido por su pie a visitarle.
Fue notable el caso de la señora Mercier, oriunda de Inglaterra, pero domiciliada en Francia desde hacía mucho tiempo. Aunque era
protestante, había escrito a don Bosco desde Niza el día 7 de diciembre de 1885. Estaba enferma desde hacía diez años e imploraba el
1 Ap., Doc. núm. 5.
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socorro de sus oraciones para su alma y para su cuerpo 1. Don Bosco había hecho responder a don José Ronchail, que hacia el día veinte de
febrero, estaría él en Niza, donde podría hablar con él en persona. El día veintiséis por la tarde se dirigió don Bosco a su casa, acompañado
por don Pablo Albera y su secretario. Le habló con fervor y entusiasmo de religión; también ella discurría sobre el tema de tal modo que se
hubiera dicho al oírla que era católica. Quiso que don Bosco la bendijera, y hasta recibió con gusto el regalo de El Católico en el siglo,
diciendo que esperaba abrazar el catolicismo. Don Bosco le aconsejaba diciendo:
-Somos viejos, señora: "qué vamos a contestar al Señor? íNo tarde!
Pero no se convirtió.
De allí pasó a visitar a dos señoras enfermas. Al volver a casa se encontró una doble y agradable sorpresa preparada por los muchachos. L
presentaron una corona de comuniones que harían para él y una lista de doscientos nombres de alumnos que, habiéndose esmerado en porta
bien para agradarle a él, habían obtenido la calificación de sobresaliente en el semestre.
Moraba en Niza la Reina del Würtemberg, esposa del rey Carlos I y hermana del zar Alejandro II, asesinado por los nihilistas el año 1881
Se llamaba Olga Nicolaiewna. Aunque pertenecía a la iglesia cismática rusa, ((53)) tenía muchos deseos de ver a don Bosco, porque oía de
que era un santo. Mandó, pues, una dama de su corte a rogarle que se dignara condescender a sus instancias; que sólo podría recibirle de la
tres y media a las cuatro de aquel día veintisiete.
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Don Bosco respondió afirmativamente. Pero, al acercarse a la puerta de la habitación, donde daba audiencia vio algunas personas que
esperaban ser recibidas y, entre ellas, a la condesa Michel y al barón Héraud; con toda tranquilidad volvió a entrar. Don José Ronchail y
Viglietti que habían subido para acompañarlo se pusieron a pasear por la sala de espera, impacientes por la tardanza. Cuando finalmente le
vieron salir, urgiéronle a que se diera prisa; pero él, que vio allí a don Francisco Cerruti y sabía que quería confesarse, metióle dentro y le d
-La reina del Würtemberg puede esperar todavía un poco más y, entre tanto, nosotros podemos arreglar nuestras cosas.
Y, después de confesarle, le dijo:
-Ahora ten la bondad de confesarme a mí.
1 Ap., Doc. núm. 6.
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Los otros dos estaban afuera sobre ascuas. Apenas llegó a ellos se lamentaron de que había pasado la hora y le dijeron:
-Vamos de prisa, que no llegamos a tiempo. Quizá ya es demasiado tarde.
-Entonces, ciau! les respondió en piamontés sonriendo; turnuma a ca (Paciencia, volvámonos a casa).
Entre tanto iba saludando y acariciando a los jóvenes del colegio que encontraba y a alguno le daba además un buen recuerdo. Ya en la ca
subió al coche que le había enviado la marquesa de Constantin. El barón Héraud con su buen humor, se empeñó en hacerle de lacayo y salt
coche. A las cuatro debía celebrarse en palacio una recepción de gala; por ello damas y caballeros rondaban por las salas, curiosos por ver a
don Bosco, a quien contemplaban con veneración.
Al llegar a la antecámara un paje anunció a la Reina la presencia de don Bosco. Fue introducido inmediatamente. La Reina salió a su
encuentro con demostraciones de cortesía y hablándole con la ((54)) mayor afabilidad. Le hizo sentar, le pidió noticias de sus casas, de sus
muchachos, de su método de educación y de cómo hacía frente a los gastos; le rogó, además, que se quisiera ocupar de Würtemberg. Mient
le hablaba y escuchaba, lo contemplaba reverentemente, hasta que, por último, le preguntó si en aquel momento necesitaba ayuda. Don Bos
le respondió que, por ser la primera vez que tenía el honor de ver a su Majestad, no quería hablar de aquel tema. Pero como la Reina
insistiese, deseosa de hacer cualquier cosa por él, le explicó qué eran los Cooperadores Salesianos.
-Precisamente, respondió la Reina, esto es lo que quería de usted: hágame Cooperadora Salesiana.
La conversación duró tres cuartos de hora. Cuando don Bosco le dijo que se disponía a partir para España, la Reina respondió que no que
entretenerle, pero le rogaba que volviera por Niza y, en el momento de despedirse, le dijo conmovida:
-Le agradezco la bendición que ha traído a mi familia; daré noticias de este encuentro a mis parientes y les referiré cuanto me ha dicho.
Tomo nota en seguida del día y de la hora de una visita tan preciosa.
Para retirarse de la presencia de un soberano hay que esperar a que él haga la señal de despedida; pero la Reina daba la impresión de que
se determinaba a dejar irse a don Bosco. Por fin, sin llamar a ningún servidor, como hubiera pedido la etiqueta, le acompañó personalmente
hasta la puerta. Al ver a don José Ronchail y a Viglietti, preguntó quiénes eran, qué cargo desempeñaban y les presentó sus
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respetos. Recomendó encarecidamente al secretario la persona de don Bosco y, después de saludarlos, se retiró. Al atravesar las salas, don
Bosco era objeto de compasión de las distintas damas, que lo veían caminar con esfuerzo y evidentes muestras de sufrimiento.
Debía partir para Cannes; mas, como aún tenía tiempo, fue a hacer una visita a las Agustinas, casa de retiro para señoras ricas y allí dio
audiencia particular a algunas de ellas. Después ((55)) se dirigió a la estación, donde le esperaban muchos señores y señoras para despedirl
Tomó el tren acompañado solamente por Viglietti. A la llegada a Cannes, les ofreció su coche el marqués de Gaudemaris y los llevó a cen
a su finca. Despidióse de aquella buena familia y fue a dormir en el pensionado de Montplaisir, que las damas Auxiliadoras tenían en una
lujosa villa al lado de la estación; pero las religiosas habitaban en una casa cercana.
En su capilla celebró la misa el día siguiente y después dio audiencia hasta mediodía. Comió con la Condesa de Villeroi, en su villa llama
El Gran Pino, y también allí concedió audiencias. Cuando volvió a las Auxiliadoras, se encontró el patio lleno a rebosar de gente que se
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arrodillaba en tierra al paso de don Bosco e imploraba su bendición. Repartió medallas y recibió hasta la noche. Don Carlos Viglietti
informaba a don Miguel Rúa a la mañana siguiente: "Necesito darle noticias de don Bosco; duerme en una habitación contigua a la mía en
gran villa de las Auxiliadoras (...). Está cansado pero, gracias a Dios y a las oraciones de los muchachos del Oratorio, se encuentra bastante
bien de salud. Dice que venga pronto a Marsella, el primero o segundo día de abril, porque urge la partida para Barcelona".
El día veintinueve celebró la misa en la capilla del hospital, donde se reunieron muchas personas, después se retiró a casa del capellán
monseñor Guigou. El celoso Cooperador se encontro en verdaderos apuros, porque vio frustrado el placer de hospedar a don Bosco, ya que
muchos de los que seguían al Santo por todas partes invadieron su casa sin ningún miramiento. También fue allí la Princesa de Caserta,
hermana de Francisco V, último Rey de Nápoles. Allí le llevaron a una joven en camilla y atada a ella, porque sufría ataques de epilepsia c
mucha facilidad. Los padres, llenos de aflicción, le rogaban que la bendijera. Don Bosco la bendijo y después preguntó.
-"Desde cuándo guarda cama esta muchacha?
-Hace cinco años, contestó el padre.
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((56)) -"Tenéis fe en María Auxiladora?
-Sí señor, respondió el padre.
-Si tenéis fe, desatad a la muchacha, que se vista en esa habitación y veréis cómo se levantará y andará por sí sola.
-Eso es imposible, prorrumpió al instante la madre. Los médicos no quieren que se la toque. Es imposible, y, además, no puede moverse
nada.
-Hagan lo que les digo, repitió don Bosco.
Y entonces, la misma enferma dijo:
-Tenga fe, papá; crea a don Bosco; haga la prueba de obedecerle;
quíteme las ataduras y yo curaré.
Después de algún titubeo, el padre la desató. Tomó ella entonces los vestidos que estaban sobre la camilla, se los puso ella sola, se levant
empezó a caminar diciendo:
-Mire, papá, mire, mamá, qué bien ando; íestoy curada!
La madre casi se desmayó por la emoción y el padre lloraba. La muchacha, en cambio, les rogaba que le ayudasen a llevar a casa la camil
porque quería ir por su propio pie. El padre intentaba disuadirla y le decía que se acostara para llevarla ellos.
-Don Bosco, "qué debemos hacer?, preguntó la joven.
-Pues mira, respondió el Santo; vete a casa con tu padre y con tu madre y dad gracias a María Auxiliadora.
Es fácil imaginar lo que sucedió afuera, al ver salir de la habitación la camilla vacía y a la muchacha caminando detrás a paso firme. En
seguida le llevaron otros enfermos, pero don Bosco dijo:
-íYa basta por hoy!
Y empezó a prescribir determinadas oraciones que debían recitarse por largo espacio de tiempo para obtener la gracia.
Una señora, que había presenciado la escena anterior, mandó a buscar a su hijo, que yacía en cama, para que lo llevaran a la presencia de
don Bosco; pero él lo bendijo deprisa, le prescribió unas oraciones a recitar durante un determinado número de días y, dando buenas
esperanzas de que curaría, se alejó.
((57)) Al mediodía aceptó la invitación para ir a comer en casa del señor Potron, desde donde hubo de volver a casa de monseñor Guigou
para atender los deseos de infinidad de personas. Entraban por grupos en su habitación, recibían la bendición y una medalla y salían en
seguida. Finalmente fue a visitar a su Alteza Real la princesa de Hohenzollern Antonia de Braganza, esposa del Príncipe Leopoldo y fervie
católica, que aceptó encantada el nombramiento de Cooperadora Salesiana. Desde allí se dirigió a la estación, donde le
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esperaban muchos señores, entre los que se destacaban el Príncipe y la Princesa de Caserta, que besaron con veneración su mano. La carida
de Cannes fue aún más abundante en limosnas que la de Niza.
Desde Niza había escrito el viernes veintiséis a los Condes Colle: "El lunes por la tarde, si Dios quiere, estaré con ustedes y podremos
hablar cómodamente de nuestras cosas. Si pueden prepararme un altar en su casa, celebraré ahí la santa misa, con mucho gusto; si no, me
pondré a sus órdenes". El día señalado por la tarde llegó a Tolón. Cenó con aquellos buenos señores, los cuales entretenidos, como de
costumbre, con su amena conversación, no se separaron de él hasta medianoche.
En la carta citada había escrito además: "El martes irán de Hyères a Tolón el Conde Du Boys y su hija. Son católicos generosos y buenos
no ocasionan molestias". Llegaron, en efecto, y el Conde los invitó a comer, junto con el Párroco de San Luis y otros amigos. El señor Du
Boys pidió a don Bosco que le diera algunas medallas de María Auxiliadora y, cuando las tuvo, contó cómo él debía la vida a una medalla
María Auxiliadora. Tres años antes, se había caído desde una altura de varios metros y debiera haberse estrellado, con el peso de sus setent
nueve años a las espaldas; pero, al llegar al suelo, no sintió más que el aturdimiento causado por la caída. El atribuía el portentoso caso a q
llevaba puesta la medalla de María Auxiliadora.
En la conversación con los Colle se había hablado mucho ((58)) de la biografía de mamá Margarita, que estaba escribiendo don Juan
Bautista Lemoyne. El Conde tenía tal impaciencia por leerla, que deseaba verla publicada cuanto antes; y estaba dispuesto a cubrir los gast
de la impresión, pero quería que se imprimiera rápidamente. Por eso, don Carlos Viglietti escribió en seguida al autor: "Don Bosco me man
que le comunique lo que le pongo en carta aparte y obedezco". Y, después de manifestar la voluntad del Conde, continuaba: "Don Bosco d
que: esté como se desea, corregida o no, lo mismo si se habla mucho o poco de él, no importa; que lo que quiere es tener cuanto antes esa
satisfacción. Si no basta un mandato, dice que lo suplica como un favor; que deje toda otra ocupación y cumpla la voluntad del padre, que
quiere más que a todos los salesianos. Esto es lo que don Bosco desea que le diga".
Un deseo de don Bosco valía más que diez mandatos. En efecto, en una carta del día veintitrés de abril, decía Lemoyne a monseñor
Cagliero: "Estoy acabando a toda prisa una biografía de mamá Margarita
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que pienso presentar a don Bosco el día de San Juan". Y aquel día se la presentó 1.
El escritor presenta a la madre de don Bosco de esta forma: "No era rica, pero poseía un corazón de reina; no estaba instruida en las cienc
humanas, pero sí educada en el santo temor de Dios; quedó privada muy pronto del que debía ser su sostén, pero como contaba con la ener
de su voluntad, que se apoyaba en el auxilio del cielo, supo llevar a término la misión que el Señor le había confiado". El libro fue muy bie
recibido, satisfizo, en efecto, la legítima curiosidad de cuantos deseaban saber quién y cómo había formado de niño a don Bosco.
La biografía agradó mucho a don Bosco que, de vez en cuando, leía algunas de sus páginas con lágrimas en los ojos, como ((59)) un día d
él mismo al autor. Y habiéndole éste respondido que le complacía mucho haber causado aquellas lágrimas de consuelo y de cariñoso recue
el buen Padre estrechóle la mano y le dijo:
-íGracias!
Y no añadió más.
Desde Tolón partió don Bosco aquella tarde hacia Marsella. En su departamento viajaba un pobre hombre que gemía por el dolor y daba
lástima. Cuando reconoció a don Bosco se echó a sus pies implorando su bendición. Después de recibirla se sintió mejor, entregó a don Bo
cien francos y luego se puso a rezar el rosario entero, cosa que, decía él, no había podido hacer desde hacía mucho tiempo. El Siervo de Di
le aseguró que continuaría la mejoría.
En la estación de Marsella le esperaban la familia Olive y el párroco Guiol. Fue indescriptible el entusiasmo que despertó su recibimiento
el oratorio de San León. Al caer de la tarde toda la casa se reunió en torno a él para celebrar su llegada con una alegre velada 2.
Un bonito detalle de la misma fue la entrega de mil francos, reunidos con los ahorrillos que se impusieron los alumnos de Marsella, París
Lille y La Navarre, para ayudarle a levantar la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Roma. La iniciativa de la colecta había nacido de lo
alumnos de San León.
Los periódicos de la ciudad anunciaron la llegada de don Bosco, por lo que la afluencia de la gente al Oratorio de San León fue
extraordinaria:
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1 Escenas morales de familia en la vida de Margarita Bosco, Turín, 1886. Tipografía Salesiana. El día 19 de abril escribía Viglietti, desde
Sarriá, a don Juan Bautista Lemoyne: "Dice don Bosco respecto a los detalles de la muerte de mamá Margarita, que será mejor se los pregu
a don Juan Francisco Giacomelli".
2 Ap., Doc. núm. 7.
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parecía que tomaban la casa por asalto. El Siervo de Dios, aunque se sentía cansado, no quería disgustar a nadie; más aún, para no alarmar
los de casa, disimulaba su cansancio, contando escenas agradables de su vida durante la comida 1.
Para reanudar el viaje, esperaba a don Miguel Rúa, el cual llegó bastante entrada la noche del día dos de abril. De acuerdo con él decidió
salir ((60)) para Barcelona el día siete, con billete en un vagón de literas.Durante aquellos días de espera, don Miguel Rúa estudiaba el espa
y usaba como libro de lectura el opúsculo del Obispo de Milo, que hemos citado en el prefacio del volumen precedente 2.
Digamos también algo sobre esta obrita. "Quién es don Bosco? "En qué se apoya su fama de hombre extraordinario? "Qué se debe pensa
de la Obra Salesiana y de su autor? Estas eran las preguntas que se hacían los españoles, desde que dos casas de don Bosco hacían hablar d
en su patria; a estas preguntas se propuso responder el autor en tres largos capítulos que tienen la forma y la traza de tres verdaderas
conferencias. El denso opúsculo se cierra con la reproducción de tres artículos, publicados por Monseñor en la Revista Popular de Barcelon
en el 1880, con el título de Don Bosco y los Talleres Salesianos. Dice él que ha hecho un atento estudio sobre la Institución salesiana y está
persuadido de que, con su trabajo, presta un señalado servicio a la Iglesia "a quien pertenece la gloria de un sacerdote tan ilustre", y un
servicio no inferior a la sociedad, "en cuyo favor redunda todo lo que contribuye a divulgar y favorecer las santas empresas de un hombre t
insigne, auténtico representante de la caridad cristiana". La amenidad de estas páginas hace que se lean todavía hoy con agrado 3.
Don Bosco no alardeaba de conocer estas y otras publicaciones, sino que las miraba desde mucha altura. Don Evasio Rabagliati, una de l
veces que volvía de América, dijo al Siervo de Dios que había leído este libro y que le había gustado mucho.
-Bien, le contestó don Bosco, tradúcelo. ((61)) Ahora, sólo tú y
1 Fue entonces cuando contó el episodio de los cubiertos de plata en Aix, en casa del barón Martini, como se refiere en el Vol. XIV, pág.
35, de las Memorias Biográficas.
2 Monseñor Spínola, primeramente obispo titular de Milo y auxiliar de Sevilla, fue después obispo de Coria, de Málaga, luego arzobispo
Sevilla y, finalmente, cardenal. Era un prelado de vida tan santa que está en curso el proceso de su beatificación y canonización. Con la
intuición de los santos, calibró plenamente la santidad de don Bosco y la grandeza de su misión, como puede apreciarse en su libro Don Bo
y su Obra. (Mons. Marcelo Spínola fue beatificado el día 29 de marzo de 1987).
3 Presentamos una nuestra en el Ap., Doc. núm. 8.
61
don Luis Lasagna sois los únicos Misioneros, capaces de escribir con corrección en italiano. Así lo haremos imprimir.
-Pero "cómo, don Bosco? observó con toda confianza don Evasio Rabagliati, "publicar nuestra alabanza nosotros mismos? "No le parece
que eso no está bien?
-íEh! no; mira: si no lo imprimimos nosotros, lo imprimirán otros y el resultado es el mismo. No se trata de una persona; se trata de
glorificar la obra de Dios y no la del hombre, porque obra suya es lo que se ha hecho y lo que se está haciendo.
La señora Elisa Blanch, aquejada de enajenación mental, fue presentada el día tres de abril a don Bosco y, tan pronto como la bendijo,
recuperó el uso de la razón.
Tampoco en Marsella faltó en esta ocasión algún caso de curación. Presentóse un día a don Bosco una buena mujer que hacía varios años
padecía fuertes dolores de cabeza y le suplicaba que la bendijese y se los quitase.
Antes de darle la bendición, le sugirió que recitara tres avemarías durante un tiempo determinado. Y, al momento, le desapareció el dolor
por lo que la mujer, feliz y contenta, prometió llevarle aquel mismo día una limosna de cien francos como prenda de agradecimiento. Pero,
llegar a casa, con la alegría, se olvidó del rezo y de la promesa. Mas tuvo que acordarse muy pronto; porque se le reprodujo el mal y vióse l
mano de Dios por no haber cumplido su palabra. Por eso, algún día después volvió a don Bosco, para cumplir su promesa y de nuevo salió
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curada.
La señorita de Gabriac se hallaba gravemente enferma por agotamiento. Cuando supo que don Bosco estaba en Marsella, como había oíd
hablar de las muchas curaciones que él hacía, mandóle a decir que tendría mucho gusto en verle. Vivía en la calle Santa Filomena, hoy del
doctor Escat, en la casa ocupada hoy por la clínica Blanchard. Por darle gusto, fue el santo a visitarla. Ella le ((62)) pidió a boca jarro que l
sanara.
-No soy ningún curandero, respondió él. Y añadió:
-Con todo, invocaremos a María Auxiliadora y, en su nombre, le daré la bendición.
Hizo que se rezaran tres avemarías, la bendijo y se retiró. Cuatro días más tarde, mientras decía la santa misa por la enferma, tal y como s
lo había prometido, la enfermedad cesó y la señorita quedó tan curada que se casó y tuvo dos hijos sanísimos.
Los santos poseen el maravilloso secreto de apaciguar los corazones divididos. La señora Broquier, devota cooperadora, tenía una hija
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que, por causa de su esposo, se había enemistado con ella y con su padre y hacía mucho tiempo que no existían relaciones cordiales entre la
dos familias. Cuando vio don Bosco la pena de los padres por aquella discordia, se ofreció a servir de intermediario. Los esposos Broquier,
contentísimos, dieron una comida en su honor y, por indicación suya, invitaron solamente a su hija y al yerno. Estos, con el deseo de sentar
a la mesa con don Bosco, aceptaron de buen grado la invitación. Era ya un buen paso. Durante la comida don Bosco no dijo nada que aludi
a los asuntos familiares, sino que, siempre alegre, entretenía a todos con sus joviales ocurrencias.
Pero, al llegar a los postres, alzó su vaso y brindó por la paz, la concordia y el cariño en la familia; pero lo hizo de un modo tan delicado
insinuante que todos se emocionaron y arrebatados, se abrazaron y se hizo la paz.
El lunes, día cinco de abril, el señor Obispo administró el sacramento de la Confimación a unos treinta muchachos en la capilla del Orato
y, después de la función, se entretuvo un rato con don Bosco. Aquel día se celebraba en casa la fiesta de san José, ocasión propicia para inv
a comer con don Bosco a los principales bienhechores y celebrar una conferencia con los Cooperadores. Un selecto grupo de señores y
señoras escuchó al conferenciante, y quedó vivamente emocionado con las palabras finales que quiso dirigirles el Santo, el cual, al recordar
caridad de los marselleses, se emocionó tanto que los sollozos le impedían hablar.
Dedicó el día seis a las señoras de la Junta. Celebró ((63)) la misa por ellas y, por vez primera, no las reunió en la casa rectoral de San Jo
sino en el salón del Oratorio, "más accesible, dicen las actas, que la casa rectoral, para las doloridas piernas del santo fundador". En la Junt
tratóse, en primer término, de la compra de un terreno cercano, por la imperiosa necesidad de ampliar la construcción y no tener que negar
tantas solicitudes de entrada en el Oratorio.
-Por el momento no es posible, dijo don Bosco. Hay que pensar primero en pagar las deudas. Yo conozco también las dificultades de los
tiempos; hay muchos que quisieran hacer caridad, pero no pueden. Agradezcamos a la divina Providencia la ayuda que hasta ahora nos ha
proporcionado. He hablado con don Pablo Albera y he visto que la casa debe todavía setenta mil francos por las construcciones ya hechas.
Una vez saldada esta deuda, se podrá, con los auxilios de la caridad, hacer frente a los gastos ordinarios. Yo voy a Barcelona y espero
encontrar dinero allí.
Entonces el abate Guiol le interrumpió y, recordando que don
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Bosco había dicho en la conferencia que desearía tender no las dos manos sino tres, para pedir limosna, le preguntó si una de aquellas tres
manos la reservaría para el oratorio de San León.
-Las tres, respondió rápidamente don Bosco, mostrando su confianza en el buen resultado de su viaje.
En efecto, desde Barcelona, mandó de una vez diez mil francos a don Pablo Albera.
Para justificar su confianza narró un hecho providencial.
-Este invierno, dijo, me insistía don Pablo Albera en que le mandara dinero. Recogí cuanto pude y no encontré más que mil quinientos
francos, la mitad de los tres mil que me pedía. En esto que llegó el correo con cartas de Rusia, de Austria y hasta del Africa Central. Las ab
aparecieron unos garabatos de imposible lectura que se hubieran dicho escrituras diabólicas. Ninguno de nosotros sabía descifrarlas. Por
fortuna se pudo hallar un intérprete. Una señora pagana escribía diciendo que había oído hablar de cierta señora que concedía gracias muy
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grandes y se llamaba la Santísima Virgen; ((64)) que ella sabía que se necesitaba dinero y que don Bosco no podía ir a su tierra; pero que
mandara a uno de sus compañeros, para bautizarla a ella y a otras personas más; que se le pagaría el viaje; y que, entre tanto, le enviaba un
donativo. Fue difícil lograr el cambio, porque se ignoraba el valor de aquella moneda; pero, cuando se hizo y se efectuó la suma de los
distintos donativos de procedencias tan distintas, nos encontramos con los mil quinientos francos que se necesitaban; y lo más consolador e
que todos los mandaban en agradecimiento a gracias obtenidas por mediación de María Auxiliadora. Ella es la que protege nuestra Obra.
Y, dicho esto, pasó a dar noticias sobre el progreso de las misiones salesianas en Patagonia y la marcha del oratorio de San León, para
concluir con su habitual amabilidad:
-Desde ahora os invito a todas para ir a Turín a mis bodas de oro sacerdotales en el 1891. Se prevén para aquella fecha cosas extraordinar
Habrá dos mil cantores, vendrá monseñor Cagliero, el primer Obispo salesiano, al frente de un coro de patagones.
Sin embargo, se añade en las actas, que don Bosco dejó entrever que él no podría asistir a la fiesta. Antes de levantarse la sesión, el abate
Guiol le entregó un donativo de mil francos.
Aquel día don Bosco fue a comer en casa del señor Olive. Al abrirse la puerta del salón, donde se había preparado la mesa, brotó
espontáneamente de todos los que acompañaban al Santo un "íOh!" de maravilla: aparecieron allí, silenciosos y sonrientes, los novicios de
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La Providencia. El señor Olive, el mismo del medio pollo para cada uno de los muchachos del Oratorio, había preparado la sorpresa. Los h
del dueño sirvieron a los convidados 1.
((65)) Al correrse por la ciudad la noticia de que don Bosco partiría el día siete, aumentó la afluencia de gente al oratorio; en el momento
la partida, se acumuló una masa compacta en el patio del colegio. Le abrieron calle, para pasar, los alumnos internos visiblemente
entristecidos. Aumentaron su pena las palabras que don Bosco les dijo:
-Hasta volver a vernos en el cielo.
Don Carlos Viglietti escribe que aquellos buenos muchachos lloraron al oírle y tenían por qué, pues ya no verían más en la tierra al amad
Padre. Había dejado a los Salesianos un recuerdo inolvidable, diciéndoles al partir en italiano:
-Rammentatevi che siete fratelli (Acordaos de que sois hermanos).
En la estación se habían reunido los amigos más íntimos con sus familias. El jefe de estación, que había reservado un hermoso departame
para él y sus dos acompañantes, salió a su encuentro con los principales empleados del ferrocarril para saludarlo y augurarle un buen viaje;
su señora le ofreció un hermoso ramo de flores. Al silbar la locomotora, se oyeron aplausos y vivas a don Bosco.
El bueno de don Pablo Albera, que estaba allí absorto con la preocupación de los achaques del Padre y con el temor de que el viaje le hic
mal, sintió el corazón oprimido y rodaron por sus mejillas gruesas lágrimas.
1 El abate Guiol había celebrado la fiesta de san Francisco de Sales en La Providencia (noviciado de Sta. Margarita-Marsella), y refirió
después a las señoras de la Junta sus impresiones en la sesión del día cinco de febrero. Lo que dijo es muy interesante: "Aquellos jóvenes s
verdaderamente admirables, porque están penetrados del espíritu de don Bosco, que es un espíritu especial. Don Bosco ha querido servirse
la juventud para formar a la juventud, y una juventud piadosa; o de sacerdotes formados por él y criados según su espíritu; los jóvenes
crecidos en esta atmósfera, penetrados de esas ideas, están admirablemente dispuestos para el apostolado. Están formados para la penitenci
la oración, el renunciamiento, virtudes eminentemente requeridas para ser un buen sacerdote y preparar a la juventud al cumplimiento del
deber y a una vida cristiana. Esta es la obra que nuestra Junta tiene la misión y la satisfacción de sostener y a la cual ha ofrecido entregarse"
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((66))
CAPITULO III
DIARIO BARCELONES
EN el Oratorio seguíase dudando que la salud permitiese a don Bosco llegar más allá de los Pirineos. "Si llega a ser cierto, escribía don Jos
Lazzero a monseñor Cagliero el día veintiocho de marzo, se podría decir con razón que ha sido un verdadero milagro, ya que, humanament
hablando, dado su estado físico, era algo que ni soñado". Sin embargo, expresando el pensamiento común, concluía: "Es el hombre de la
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Providencia y eso basta".
Pero, a pesar de todos los temores, no se quedó en el camino.
Port-Bou es la primera estación española que el viajero encuentra al cruzar la frontera francesa por la parte que mira al golfo de León. El
tren de don Bosco empleó once horas para hacer el trayecto desde Marsella; salió a las cinco de la tarde del día siete de abril y llegó a las
cuatro de la mañana del día siguiente. Allí le esperaban para darle la bienvenida afectuosamente, don Juan Branda y el señor Sunyer. Este
señor era el administrador de una familia riquísima de Barcelona que esperaba de don Bosco una gracia señaladísima, como a su tiempo
diremos. Había éste reservado un vagón-salón entero para don Bosco y sus dos acompañantes, donde encontraron toda suerte de comodidad
para descansar y restaurar las fuerzas. Don Bosco sentía una gran debilidad y se vio obligado a romper el ayuno; don Miguel Rúa, por el
contrario, no probó bocado ni bebida alguna, porque deseaba celebrar Misa aunque fuera muy tarde.
((67)) La línea férrea costea un poco el Mediterráneo, se interna después por un buen espacio de tiempo y vuelve de nuevo a la costa. En
estación secundaria 1, subió don Narciso Pascual, yerno de doña Dorotea, con un hijo suyo. Tanto el padre como el hijo conocían a don
Bosco, porque habían estado en Turín el año 1884.
Al cambiar de tren en Port-Bou, habíase unido a don Bosco un pasajero, que también procedía de Marsella. Faltaba poco para la salida de
tren en Marsella y estaba ya ocupando su plaza cuando le
1 Fue la de Mataró. El tren de la frontera seguía entonces la línea del litoral. (N. del T.).
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llamó la atención un gran alboroto; se asomó a la ventanilla y supo que viajaba allí don Bosco. Ya había oído contar muchas cosas de él, y
estaba deseoso de acercársele.
En Port-Bou lo logró. El señor Sunyer, que lo conocía, se ofreció a presentárselo y lo hizo en francés; pero el presentado completó la
presentación hablando italiano. Entonces don Bosco le dijo:
-No se separe usted de mí; iremos juntos el resto del viaje.
Y aquél, más contento que unas pascuas, ya no se separó de su lado. Después de un tiempo de amena conversación, don Bosco se adorme
hasta despuntar el alba. Aquel atento señor vio que llevaba suelto el cordón de un zapato y se inclinó para acordonárselo, con gran
satisfacción, a pesar de la oposición del Santo. En Barcelona descendió don Bosco del tren, apoyándose en su brazo y le dijo al despedirse:
-Mañana por la mañana le espero en Sarriá. Deseo darle la comunión.
No es preciso que yo diga, escribe él, que antes de la hora señalada fui a la casa salesiana de Sarriá 1.
Con aquel pequeño estado mayor, anteriormente descrito, hizo don Bosco su entrada en la capital de Cataluña. Ya hacía algunas semanas
que los periódicos habían anunciado su llegada y habían dado informaciones sobre su persona y sus obras; cuando por fin se supo el día de
((68)) su llegada, acudieron hasta de Madrid, de Sevilla y de otras capitales, nobles personajes e importantes representaciones del clero y d
laicado para presentarle los saludos de bienvenida. Los barceloneses, ufanos de tener el honor de recibirlo en su ciudad, le dispensaron una
recepción como se la hubieran tributado a un rey. Millares de personas del señorío y del pueblo se reunieron en la estación mezclados sin
distinción. En lugar reservado y ordenadamente colocados, esperaban los presidentes de las asociaciones católicas y personalidades
representantes del mundo científico, civil, político y religioso. Estaba el Gobernador en representación de la reina María Cristina, regente d
Alfonso XIII que aún no había nacido. El señor Obispo, ausente de la diócesis, había encargado de hacer sus veces al Vicario General, que
presentó acompañado de un imponente cortejo de eclesiásticos. Al adelantarse don Bosco, quedó sorprendido ante aquel espectáculo de tan
extraordinaria grandiosidad. La grandiosidad
1 Relación del señor Juan Bautista Montobbio Villavecchia al Inspector don José Calasanz, Barcelona, 6 de junio de 1934. El señor
Montobbio vive aún, es oriundo de Génova, y es el viajero a quien nos referimos.
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adquiría un carácter totalmente nuevo por el singular contraste entre la solemnidad de la recepción y la humildad del recibido que, con talan
modesto, decrépito en su persona y casi asustado ante tan enorme multitud, avanzaba con rostro sereno, revelando, con todo, en el centelleo
sus ojos el alma grande que se escondía en aquel cuerpo frágil.
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Olvidado del cansancio que oprimía sus miembros, se adelantaba con calma y cortesía a cuantos se esforzaban por acercársele para salud
o dirigirle una súplica. Según los casos, respondía a cada uno con una inclinación de cabeza, con una amable mirada, o una palabra cortés,
mientras florecía en sus labios una agradable sonrisa. Pero, a aquel paso, no hubiera llegado nunca hasta una de las más de cincuenta carroz
que se disputaban el honor de llevarlo a la ciudad, a través de aquel mar de gente. Con la intervención de algunos voluntarios se logró, al ca
de casi una hora, llegar a la carroza elegida con pleno derecho, por ser de la mamá de los Salesianos, que se quedó muy satisfecha ((69)) y
complacida desde las primeras palabras que don Bosco le dirigió, apenas verla:
-íOh, señora Dorotea! Cada día he estado pidiendo a Dios que me concediera la gracia de poderla conocer antes de morir.
Al llegar al palacio de la noble dama, se retiró a la habitación que le habían preparado, pues sentía extrema necesidad de descansar. Mien
tanto, don Miguel Rúa celebró la misa en el oratorio privado, con asistencia de los que habían hecho hasta allí escolta de honor a don Bosc
El Siervo de Dios se presentó después en el salón, donde muchas ilustres familias querían ofrecerle sus respetos. Comió con aquella familia
patriarcal y, después de atender algunas visitas, tomó el coche para ir al colegio de Sarriá.
Su nombre era bendecido en Sarriá, junto con el de María Auxiliadora, por un hecho que se tenía como prodigioso, y no solamente por la
gente del pueblo. El año anterior, Barcelona se vio azotada por el cólera, mientras Sarriá, distante sólo pocos kilómetros y frecuentada cada
día por miles de personas procedentes del lugar infectado, se había salvado.
Don Bosco llegaba al colegio como el Mesías esperado. El año anterior habíanle enviado los alumnos, para el día de san Juan, un dibujo
realizado por ellos con la figura de una locomotora en marcha y con la inscripción: "De Turín a Barcelona". Su sueño se había convertido e
realidad. íCuántas novenas, cuántas mortificaciones habían hecho, para obtener del Señor la gracia de que don Bosco llegara sano y salvo
hasta ellos! Así que, apenas oyeron que estaba a
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punto de concedérseles la gracia, se entregaron a porfía a prepararle un digno recibimiento.
El patio estaba magníficamente adornado. Pero más que las flores y los adornos, ((70)) lo que llamó más la atención de don Bosco fueron
las caras abiertas y serenas de aquellos muchachos, cuyos ojos, clavados en él, no dejaban de mirarlo. Tenían delante al padre, al santo, al q
hacía milagros, a aquél de quien habían oído y leído tantas cosas. Un himno vibrante, acompañado por la banda de música, enardeció los
ánimos llenos de alegría y gratitud. Un gentío inmenso llenaba la casa y los alrededores.
Los primeros pasos del Santo se dirigieron a la capilla para dar gracias a Dios por el feliz viaje alcanzado con tantas súplicas. Se ejecutó
motete expresamente preparado sobre las palabras Ego sum pastor bonus; y, después, don Bosco impartió la bendición de María Auxiliado
los jóvenes y a todos los presentes. A continuación, don Miguel Rúa dio la bendición con el Santísimo Sacramento, asistido por el Vicario
General de la diócesis y un profesor del seminario mayor.
La emoción de aquel día y el ajetreo del viaje hubieran acabado por extenuarlo, si Viglietti, siempre lleno de atenciones y delicadezas, no
hubiese sacado de allí, después de algunas breves audiencias, y llevado a su habitación. Los aposentos destinados a don Bosco y a sus
acompañantes habían sido barridos, fregados, amueblados y arreglados por la misma doña Dorotea, ayudada de sus propias hijas.
El Correo Catalán de aquella tarde, después de describir la llegada, decía: "Barcelona entera, representada por todas las clases sociales, h
recibido con alegría la visita de un sacerdote cargado de méritos, al que damos nuestra cordial bienvenida y, si fuese posible, deseamos que
permanencia entre nosotros se prolongue por mucho tiempo".
El mal tiempo, que duró toda la mañana del día siguiente, contrarió a los barceloneses, pero favoreció a don Bosco, porque, al no haber
afluencia de visitantes, pudo descansar un poco. No sucedió lo mismo por la tarde. La antesala se llenó de señores y señoras, de la más ranc
nobleza. La diversidad de la lengua no era ninguna dificultad; en efecto, escribe Viglietti en su diario: "Don Bosco habla en ((71)) italiano
todos le comprenden a las mil maravillas; él, a su vez, entiende bastante bien el español". Don Miguel Rúa, por el contrario, desde que pus
pie en España no habló más que en español y manejaba la lengua, con tal soltura, que dejaba maravillados a los que
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sabían que la había aprendido en pocos días y con una gramatiquilla de quince céntimos, editaba por Sonzogno en Milán 1.
El pensamiento de don Bosco seguía viviendo las cosas del Oratorio: no se lo impedían la lejanía, ni el sucederse de los acontecimientos.
aquí lo que, de su parte, escribió Viglietti al anochecer a don Juan Bautista Lemoyne: "Gracias a Dios, don Bosco está bien y me encarga le
diga que, aunque está en otras tierras y entre otras gentes, su mente y su corazón están siempre en el amado nido del Oratorio".
De aquí en adelante, procederemos en nuestra descripción narrando los hechos al compás de las fechas. Será el diario barcelonés del viaje
don Bosco a España. Es cierto que él se alojó en Sarriá; pero, aunque esta población no estaba todavía absorbida por la capital, como hoy,
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todo ya se la consideraba como un verdadero suburbio de ella.
SABADO, 10 DE ABRIL
Durante la noche del día nueve al diez de abril, tuvo don Bosco otro sueño sobre las misiones, que después contó a don Miguel Rúa, a do
Juan Branda y a Carlos Viglietti, con voz ahogada a veces por los sollozos. Viglietti lo escribió inmediatamente después y, por orden suya,
envió una copia a don Juan Bautista Lemoyne, ((72)) para que la leyese a todos los Superiores del Oratorio y sirviese de aliento general.
"La copia adjunta, advertía el secretario, no es más que el esbozo de una magnífica y amplísima visión".
El texto que damos a la publicidad es el de Viglietti, un poco retocado por Lemoyne, en cuanto a la forma y estilo.
1 Aquel día nueve de abril escribía a don Juan Bonetti y comenzaba su carta (Copiamos al pie de la letra del original, sin alterar
absolutamente nada):
"Muy querido don Bonetti:
En el viaje yo pude leer al amado Padre nuestro la historia del Oratorio. El ha sido mucho severo, y me sugirió varias modificaciones com
tú encontrarás en las estampas; entre otras la de suprimir el nombre y hasta la inicial del Profesor, que vino a visitarnos, y la historia de la
muerte de Farini y de Cavour". Eran pruebas de imprenta de la Storia del'Oratorio di San Francesco di Sales, parte II, cap. XVI, que se
publicó después en el Boletín de agosto. Como se ve, la publicación de don Juan Bonetti era vigilada por don Bosco y por don Miguel Rúa
nombre del profesor se puede leer en LEMOYNE M.B. Vol. VII, pág. 381. Del final de los dos hombres políticos se habla en el Vol. VI, p
517 y pág. 728.
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Don Bosco se encontraba en las proximidades de Castelnuovo, sobre el cerro denominado Bricco del Pino, cerca del valle Sbarnau. Dirig
todas partes su mirada, pero lo único que distinguía era una densa espesura de bosque, que lo cubría todo, recubierta, al mismo tiempo, de u
cantidad innumerable de hongos.
-Este, decía don Bosco, debe ser el Condado de José Rossi, o al menos merecería serlo.
(Don Bosco, para despertar la hilaridad entre los alumnos, había nombrado conde de aquellas tierras al coadjutor José Rossi.)
Y en efecto, después de algún tiempo descubrió a Rossi que, muy serio, contemplaba desde un cerro los valles que se extendían a sus pie
El siervo de Dios lo llamó, pero él no respondió más que con una mirada, como quien está preocupado.
Don Bosco, volviéndose hacia otra parte, vio a don Miguel Rúa, el cual de la misma manera que Rossi, permanecía con toda seriedad
sentado, descansando.
Don Bosco llamó a entrambos, pero ellos continuaron silenciosos y no respondieron ni con un ademán.
Entonces descendió de aquel montículo y, después de caminar un rato, llegó a otro desde cuya altura descubrió una selva, pero cultivada
atravesada por caminos y senderos. Desde allí dirigió su mirada alrededor, proyectándola hasta el horizonte, pero, antes que la retina, quedó
impresionado su oído por el alboroto que hacía una turba incontable de niños.
A pesar de cuanto hacía por descubrir de dónde procedía aquel ruido, no veía nada; después, a aquel rumor sucedió un griterío como el q
estalla al producirse una catástrofe. Finalmente vio una inmensa cantidad de jovencitos, los cuales, corriendo a su alrededor, le decían:
-íTe hemos esperado, te hemos esperado mucho tiempo, pero finalmente estás aquí; ahora estás entre nosotros y no te dejaremos escapar!
Don Bosco no comprendía nada y pensaba qué querrían de él aquellos niños; pero mientras permanecía como atónito en medio de ellos, v
un inmenso rebaño de corderos conducidos por una pastorcilla, la cual, una vez que hubo separado los jóvenes y las ovejas y colocado a los
unos en una parte y a las ovejas en otra, se detuvo junto a él y le dijo:
-"Ves todo lo que tienes delante?
-Sí que lo veo, replicó el siervo de Dios.
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((73)) -Pues bien, "te acuerdas del sueño que tuviste a la edad de diez años?
-íOh, es muy difícil recordarlo! Tengo la mente cansada, no lo recuerdo bien ahora.
-Bien, bien; reflexiona y lo recordarás.
Después, haciendo que los muchachos se acercasen a Don Bosco, le dijo:
-Mira ahora hacia esa parte, dirige allá tu mirada; haced vosotros lo mismo y leed lo que veáis escrito... Y bien, "qué veis?
-Veo, contestó el siervo de Dios, montañas, colinas, y más allá más montañas y mares.
Un niño dijo:
-Yo leo: Valparaíso.
-Yo, Santiago, dijo otro.
-Yo, añadió un tercero, leo las dos cosas.
-Pues bien, continuó la pastorcilla, parte ahora desde aquel punto y sabrás la norma que han de seguir los Salesianos en el porvenir.
Vuélvete ahora hacia esta parte, tira una línea visual y mira.
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-Veo montañas, colinas, mares...
Y los jóvenes afinaban la vista exclamando a coro:
-Leemos Pekín.
Don Bosco vio entonces una gran ciudad. Estaba atravesada por un río muy ancho sobre el cual había construidos algunos puentes muy
grandes.
-Bien, dijo la doncella que parecía su Maestra, ahora tira una línea desde una extremidad a la otra, desde Pekín a Santiago, haz centro en
corazón de Africa y tendrás una idea exacta de cuanto deben hacer los Salesianos.
-Pero "cómo hacer todo esto?, exclamó don Bosco. Las distancias son inmensas, los lugares difíciles y los Salesianos pocos.
-No te preocupes. "No ves allá cincuenta misioneros preparados? "Y más allá no ves más y muchos más aún? Traza una línea desde
Santiago al Africa Central. "Qué ves?
-Diez centros de misión.
-Bien; estos centros que ves serán casas de estudio y de noviciado que se dedicarán a la formación de los misioneros que han de trabajar e
estas regiones. Y ahora vuélvete hacia esta parte. Aquí verás otros diez centros desde el corazón del Africa a Pekín. También estas casas
proporcionarán misioneros a todas estas otras regiones. Allá está Hong-Kong, allí Calcuta, más allá Madagascar. En todas estas ciudades y
otras más habrá numerosas casas, colegios y noviciados.
Don Bosco escuchaba mientras observaba detenidamente todo aquello, después dijo:
-"Y dónde encontrar tanta gente y cómo enviar misioneros a esos lugares? En esos países existen salvajes que se alimentan de carne
humana; hay herejes y perseguidores de la Iglesia: "cómo hacer?
((74)) -Mira, replicó la pastorcilla, es menester que emplees toda tu buena voluntad. Sólo tienes que hacer una cosa: recomendar que mis
hijos cultiven constantemente la virtud de María.
-Bien, sí; me parece haber entendido. Repetiré a todos tus palabras.
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-Y guárdate del error actual, o sea el de mezclar a los que estudian las artes humanas con los que se dedican al estudio de las artes divinas
pues la ciencia del cielo no quiere estar unida a las cosas de la tierra.
Don Bosco quería continuar hablando, pero la visión desapareció; el sueño había terminado.
Mientras don Bosco contaba este sueño, sus tres oyentes exclamaron repetidas veces:
-íOh, María, María!
Cuando el Santo hubo terminado, dijo:
-íCuánto nos ama María!
Hablando después de este mismo sueño en Turín con Lemoyne, comenzó a decir con acento sereno y persuasivo:
-Cuando los Salesianos estén en China y se encuentren en las dos orillas del río que pasa por la cercanías de Pekín.. Unos se establecerán
la orilla izquierda correspondiente al Celeste Imperio y los otros en la derecha, perteneciente a la Tartaria. íOh, cuando los unos
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vayan al encuentro de los otros para estrecharse las manos!... íQué gloria para nuestra Congregación!... íPero el tiempo está en las manos d
Dios!
El mismo Lemoyne, al enviar una copia del sueño a monseñor Cagliero, escribía el veintitrés de abril a propósito de la parte en él
representada por don Miguel Rúa, Vicario de don Bossco y por José Rossi, proveedor general: "Yo, como intérprete, haré notar: don Migu
Rúa es la parte espiritual, la más importante; José Rossi es la parte material un tanto embrollada. El porvenir ha de poner de acuerdo la una
con la otra". Y así fue en realidad.
Un buen comentario sobre aquel pasaje del sueño en el que se habla de Chile, se destaca de cuanto se refiere en el Boletín de septiembre
1887. En la crónica de un viaje realizado por monseñor Cagliero, en compañía de monseñor Fagnano a la república trasandina, se cuenta qu
en Santiago, el senador Valledor rogaba a los Salesianos que aceptasen la dirección del orfanato del gobierno, constituyéndose en padres de
tantos niños de los seis a los diez años, y que, habiendo ido dichos señores a visitar el ((75)) instituto, oyeron leer a un huerfanito estas
palabras en una veladita:
-Hace dos años que lloramos y rezamos para que don Bosco nos dé un padre.
No sólo esto. Monseñor Fagnano, entreteniéndose con los niños, les oyó decir a algunos más sencillos:
-Las niñas tienen madre (aludiendo a las Hermanas), pero nosotros no podemos tener un padre. Nuestro padre es don Bosco, pero hasta
ahora no ha llegado.
Además, en Valparaíso, en el día de su llegada, más de doscientos niños corrieron detrás de ellos gritando:
-íFinalmente han llegado nuestros padres! Mañana podremos ir al colegio. íOh, qué placer!
Al ver y al oír estas cosas, los dos pensaban en cuanto habían leído en el sueño, pues de tal forma correspondían los hechos a la predicció
1.
Durante los primeros días los alumnos de Sarriá hicieron gran fiesta 2.
La primera vez que la banda de música interpretó unas piezas después de la comida, don Bosco entregó personalmente a cada uno de los
músicos un dulce. "Estos muchachos, escribía Viglietti, están
1 Carta de don Evasio Rabagliati a don Bosco, Concepción de Chile, 14 de mayo de 1887.
2 Carta a don Juan Bautista Lemoyne, Barcelona, 10 de mayo de 1887.
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73
fuera de sí por la alegría de la presencia de don Bosco, el cual se encuentra bien y está muy contento".
Dado que el ir y venir de visitantes era continuo, no repetiremos siempre lo mismo. A veces pasaban en fila sin interrupción y, con
frecuencia, en tropel. La religiosidad enraizada en el alma española se exaltaba ante un sacerdote que gozaba tanta fama de santidad.
También en Barcelona, lo mismo que en Marsella, las Cooperadoras Salesianas habían organizado una Junta de casi treinta señoras; toda
eran muy caritativas y de noble alcurnia y ayudaban con celo a la casa de Sarriá. Presidía la Junta doña Dorotea. Regularmente se reunían c
quince días para examinar las necesidades y remediarlas; ellas mismas se ocupaban de coser y preparar la ropa blanca con sus propias mano
Don Bosco las reunió y les habló en italiano, agradeciéndoles la caridad que prodigaban ((76)) a su obra; y les predijo que dentro de poco
tiempo la casa de Sarriá, ampliada de acuerdo con la necesidad, albergaría quinientos muchachos, a los que ellas extenderían su benévola y
benéfica protección.
Doña Dorotea, como una verdadera madre, pensaba en todo lo que pudieran necesitar don Bosco y don Miguel Rúa y el secretario Viglie
Ella misma les preparaba la ropa blanca personal; visitaba sus habitaciones y procuraba que todo estuviera limpio y ordenado, y había
destinado para estos servicios a una de sus criadas; enviaba, además, una de sus cocineras para hacer la comida y ella misma preparaba algú
plato.
Acudió a visitar a don Bosco el marqués Brusi, director del Diario de Barcelona, periódico muy difundido, y salió emocionado de la
habitación. En el número de aquel día, publicó un artículo con la narración exacta y detallada de la llegada de don Bosco a Sarriá.
DOMINGO, 11 DE ARRIL
Por aquel entonces, como ya hemos dicho, Sarriá era municipio independiente, con una población fluctuante que, en determinadas
estaciones, llegaba a los veinticinco mil habitantes. El alcalde, con los concejales y las primeras autoridades, se presentó oficialmente a
saludar a don Bosco, por quien todos manifestaron la veneración más grande. El alcalde declaró especialmente que daba gracias al Cielo po
haber deparado a Sarriá una casa salesiana y prometió que el municipio la protejería siempre con todas sus fuerzas. El Santo entregó a
74
aquellos señores una medalla de María Auxiliadora y dioles después su bendición.
Poco más tarde, resultó interesante contemplar el interés con que escucharon sus palabras el Director de El Correo Catalán y un numeros
grupo de estudiantes universitarios y representantes de las escuelas nocturnas de Barcelona. Y, cuando éstos salieron, entró el Provincial de
los Jesuitas con algunos padres.
((77)) Al anochecer, dio la banda un concierto en el patio, todo él iluminado, y se clausuró la jornada con fuegos artificiales. Ante la
avalancha de gente que acudió, hubo que dejar las puertas abiertas para contentar a todos. También don Bosco quiso gozar del espectáculo;
pero, en atención a sus ojos, casi no los abrió más que para mirar un hermoso globo que se elevó a los aires, llevando escrito con grandes
caracteres su venerado nombre y que voló después majestuosamente sobre la ciudad de Barcelona.
LUNES, 12 DE ABRIL
En el Diario de Barcelona, citado, apareció un segundo artículo, tejiendo un magnífico elogio a don Bosco, a su obra mundial y a los
Talleres de Sarriá. El Director del diario había admirado, en su visita del día anterior, la fisonomía de don Bosco con destellos de santidad,
inteligencia superior y una voluntad indómita.
íCómo gozaba siempre don Bosco con los encuentros de antiguos alumnos del Oratorio! Uno de ellos, un tal Santiago Gherna, domiciliad
en Barcelona, se apresuró a ir a verle y besar efusivamente su mano. Hacía años que padecía dolores en las piernas y sufría tanto que le cos
mucho llegar hasta Sarriá. Cuando estuvo ante su bienhechor, le contó la historia de sus padecimientos y le dijo don Bosco:
-No le des importancia, estáte tranquilo.
Al decir esto le tocó las rodillas y después empezaron a evocar escenas de los primeros tiempos del Oratorio, recordando personas y
episodios. Gherna se acordaba muy bien de que le había dicho a don Bosco el año 1860, cuando se despidió de él:
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VOLUMEN XVIII Página: 75
-íVenga un día a Barcelona!
A lo que don Bosco le había contestado con un tono, que él siempre consideró como la afirmación de algo seguro:
-"Y quién lo sabe?
-Y ahora, exclamaba, se ha cumplido aquel quién sabe.
75
De una a otra cosa pasaron por la mente del antiguo discípulo tantos recuerdos agradables, que después se volvió expeditamente a Barcel
sin ni siquiera darse cuenta de que estaba curado; tan absorto iba con los dulces recuerdos ((78)) de los tiempos pasados bajo la dirección
paternal de don Bosco. Advirtió que estaba libre de sus dolores cuando ya estaba en la ciudad; desde el momento en que don Bosco había
colocado la mano en sus rodillas, no había experimentado ningún dolor, ni tampoco sufrió después ninguna de aquellas molestias. Otras
enfermedades le sobrevinieron en el transcurso de su vida, pero de aquélla estuvo siempre inmune. Así lo aseguraba don Felipe Rinaldi.
MARTES, 13 DE ABRIL
Una circular, redactada por don Juan Bautista Lemoyne y firmada por el prefecto general don Celestino Durando, comunicaba a todas las
casas de la Congregación las noticias más importantes del viaje de don Bosco hasta su llegada al colegio de Sarriá. El día cinco de mayo se
enviaría otra circular del mismo género.
El día trece visitó a don Bosco el doctor Sardá y Salvany, director de la Revista Popular, y el Santo lo invitó a comer. Desde las tres de la
tarde hasta las seis, pasaron, según cálculos hechos, unas dos mil personas. Una jovencita de unos quince años, que tenía el brazo y la piern
derecha baldados, presentóse con su madre pidiendo la bendición a don Bosco. El la bendijo y después le preguntó:
-"Dónde siente el mal?
-Aquí, en la mano, respondió la joven; no la puedo abrir.
Y, mientras lo estaba diciendo, no se daba cuenta de que enseñaba su mano abierta a unos treinta visitantes que la contemplaban. Don Bo
se sonreía y ella, desconcertada, creía que aún no la tenía flexible; pero el Santo le dijo que juntara ambas manos y dijera con él:
-íOh María, curadme!
Después le prescribió que rezara cada día, hasta el Corpus Christi, tres padrenuestros, avemarías y glorias; mas, no para obtener la curaci
sino en agradecimiento de la curación obtenida. En efecto, también debía tener curada la pierna, puesto que la jovencita salió andando sin
cojear.
Aquel administrador, el señor Sunyer, que había ido con don Juan Branda para recibir ((79)) a don Bosco en la frontera, llevóle una carta
76
de don Joaquín Jovert, marqués de Gelida, su señor, en la que muy humildemente se encomendaba a sus oraciones 1.
El Santo le respondió, de su puño y letra, asegurándole que rezaría y sugiriéndole que eligiese un día para recibir la comunión y se lo
indicase, porque, de ese modo, él aplicaría la misa de ese día por su intención.
Cuando los de la familia conocieron la carta del Marqués, recibieron una viva impresión por los sentimientos religiosos que manifestaba
ella, ya que hacía mucho tiempo que no se confesaba. Pero había algo más. Aquel señor, totalmente dedicado al comercio marítimo, poseía
una inmensa fortuna; pero le obsesionaba una manía, causa de su desdicha. Se la podía llamar "coprofobia", puesto que fácilmente se
imaginaba que las cosas estaban contaminadas de estiércol. No comía con la familia. Habiendo sabido que la madre de su esposa había esta
una vez en Sarriá, lugar que, según él, estaba lleno de inmundicias, no quería ni verla, y íay de ella si se atrevía a tocar a su hija! De tanto e
tanto, reconocía abiertamente su extraña obsesión, al extremo de que había prometido un millón para la construcción de un hospital, si obte
la gracia de verse libre de tan morbosa locura. El mal había empezado con motivo de una caída. Años atrás, yendo con su esposa a Lourdes
de repente se encabritó el caballo, se lanzó a toda carrera, y se precipitó por fin en un barranco. El animal es estrelló, pero el Marqués apen
si sintió una ligera contusión en el costado. Y, como la sima de la caída no medía menos de doscientos cincuenta metros de profundidad, la
gente supersticiosa lo creyó endemoniado. En esta ocasión, sus familiares habían puesto toda su confianza en don Bosco; él, sin embargo, s
negaba a recibirlo porque había leído en los periódicos que el Santo moraba en la abominable Sarriá. Su esposa, en cambio, en compañía d
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administrador, ya había ((80)) ido a escondidas a visitar a don Bosco y volvió a casa muy consolada, después de un largo coloquio tenido c
él. Le parecía, pues, haber obtenido la mitad de la gracia por el hecho de que su marido hubiera escrito espontánea y piadosamente al Sierv
de Dios.
Un veterano coronel, en el ímpetu de su piedad, se empeñó en besar los pies a don Bosco. Después entró una familia compuesta de veinti
personas. Y, cuando todos ellos se arrodillaban para recibir su bendición, él, dirigiéndose a una señora que estaba en medio del grupo, le di
1 Ap., Doc. núm. 9.
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-Usted no se arrodille.
Una molestia en las piernas no le hubiera permitido arrodillarse, sino con esfuerzo extraordinario; pero "quién se lo había dicho? El hech
no dejó de producir sorpresa y emoción.
MIERCOLES, 15 DE ABRIL
En la mañana de hoy, hubo muchísima gente en la misa de don Bosco, que distribuyó la comunión a unas doscientas personas. Al mediod
doña Dorotea le proporcionó una tranquilizadora distracción en su magnífica villa, rodeada de un extenso parque, y con un jardín hermosea
con variadas especies de animales exóticos. Al subir la escalera que llevaba a las dependencias de la casa, pasó ante un gran espejo en el
primer rellano. Don Bosco, dirigiéndose a los que habían salido a su encuentro, dijo:
-Habrá que acordarse después de invitar también a la comida a estos otros señores.
Y señalaba a los que se reflejaban en el espejo.
Riose la ocurrencia, que le dio ocasión de referir amenamente la anécdota que le ocurrió en Marsella, unos años antes, en una tienda de
ropas. Había él llevado consigo al abate Martín, cura de la parroquia de la que dependía la casa de La Navarre. Era un hombre de la más
sincera sencillez; al encontrarse frente a un gran espejo, confundido y distraído, quitóse el sombrero para saludar al sacerdote que creía
haberse encontrado enfrente, cuando no era más que su propia figura. A su vez, el imaginado forastero le había correspondido al saludo. El
buen sacerdote volvíase ((81)) hacia la puerta y seguía el ceremonial:
-Pase usted, decíale gesticulando.
Y el otro repetía los mismos gestos sin hablar.
-No, no, insistía el sacerdote; por favor, pase usted primero.
La escena duró un ratito, mientras don Bosco se había colocado, de modo que el espejo no pudiera reflejar su persona, y reía con gusto.
Rieron también aquellos señores, oyéndole el gracioso relato.
Cerca de la villa había un colegio de niñas de la aristocracia, dirigido por las Religiosas del Sagrado Corazón. Y, como se lo pidieran, fue
visitarlas. Toda la comunidad bajó a recibirlo en la portería, mientras las alumnas esperaban en la terraza delante del salón de estudio. Se
habían reunido, además, bastantes eclesiásticos y otras personas para verlo de cerca y recibir su bendición. Avanzaba él a paso lento,
78
mientras don Miguel Rúa y Carlos Viglietti le sostenían por el brazo, y conversando afablemente con la Superiora, Madre de Bofarull. La
sección de las alumnas externas, que le esperaba en el jardín, le obsequió con una bonita improvisación, cantando con mucho gusto la canc
popular turinesa a Nuestra Señora de la Consolación.
Al entrar en el colegio, tomó asiento para descansar un poco.
Estaba allí, entre los presentes, la madre de una alumna que, en el breve espacio de dos semanas, había perdido dos hijos. Aprovechando
aquel momento, postróse a los pies del Santo, contóle sus desventuras y le suplicó que curase a su hija mayor, retrasada mental que, a pesa
sus catorce años cumplidos, no podía ser admitida a la primera comunión. Don Bosco, enternecido ante el dolor de la pobre señora, llamó a
niña, diole una medalla y, después, extendiendo la mano sobre su cabeza, pronunció en alta voz la fórmula de la bendición y prometió que
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VOLUMEN XVIII Página: 79
pediría al Señor la gracia deseada, si hubiera de ser para la mayor gloria de Dios. Volviéndose después a la madre, que se deshacía en
lágrimas, le dijo:
-Tenga confianza; su hija hará la comunión.
Y no añadió más. La predicción se verificó; en efecto, la niña pudo acercarse por fin a la sagrada mesa y, pocos meses después, Dios la
llamba a sí.
((82)) En medio de la emoción de todos los presentes prosiguió don Bosco su camino hacia la terraza. En el momento de pasar el umbral
oyeron los acordes de la banda salesiana que alegraba la escena desde el jardín. Acabada la pieza musical, se adelantaron dos alumnas. Una
en nombre de sus compañeras, presentó a don Bosco un generoso donativo en una elegante cartera; la otra le leyó un saludo 1.
A continuación, habló don Bosco a todas recomendando la frecuencia de los sacramentos. Después desfilaron, una por una, para recibir l
medalla de María Auxiliadora de manos de don Bosco.
Entre las internas se encontraba la niña Mercedes S., de ocho años, una linda chiquita, pero coja de nacimiento. Era hija única y íqué no
habría dado su padre para que le desapareciera aquel defecto físico! El esperaba este milagro y ella se había preparado con una novena de
oraciones. Presentáronsela al Santo para que la bendijera y, cuando supo de qué se trataba, respondió:
-No, esto no sería para su bien 2.
1 Viglietti pidió el original y se lo llevó a Turín; pero sólo hemos visto la traducción italiana. (Ap., Doc. núm. 10).
2 Para un caso semejante, ver Vol. XVI, pág. 176.
79
En el salón de estudio, le esperaban casi ochenta hermanas, que le hicieron entrega de una artística custodia. También ellas recibieron la
medalla y la bendición. Una de las presentes, que llevaba mucho tiempo enferma y sin esperanzas de curar, había dejado la enfermería con
esfuerzo sobrehumano y se había arrastrado hasta don Bosco para que la bendijera. Pensaba para sí:
-"Quién sabe? A veces la hora que menos se piensa es la hora de Dios.
El Santo, como si leyera su pensamiento, le dijo:
-Hija, debemos amar la cruz que Jesús pone sobre nuestros hombros.
La enferma comprendió, cobró ánimos y se abandonó completamente en las manos de Dios.
La Superiora no cesaba de agradecerle su preciosa visita. El año anterior le había escrito cuatro veces a Turín para obtener gracias especia
de María Auxiliadora y siempre había sido escuchada.
Después, al marchar, cuando se disponía a atravesar ((83)) el jardín, hubo que permitir a las internas que salieran del estudio y se situaran
filas por donde debía pasar y cuando ya estuvo lejos, corrieron todas a las azoteas y a las barandillas, desde donde agitaban sus pañuelos y
velos, gritando:
-íViva, viva don Bosco!
Apareció un tercer artículo en el Diario de Barcelona enalteciendo a don Bosco y sus obras, especialmente las escuelas de artes y oficios.
"Una aureola de santidad, decía y resplandece en su figura, como expresión de sus cristianas virtudes y de su acendrada fe, con las cuales h
llevado a feliz término y sigue dirigiendo con próspera fortuna su religiosa y civilizadora empresa" 1.
JUEVES, 15 DE ABRIL
Además de la Junta de señoras, pertenecientes a la nobleza, existía otra de Cooperadoras, cuya misión era la de hacer cuestaciones para la
obra salesiana de Sarriá. El Santo quiso darles también a ellas una conferencia, en la que les explicó en qué consistía el cooperar con don
Bosco.
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En las horas de la tarde se celebró una asamblea de diverso carácter. Florecía en Barcelona una Sociedad Católica, cuyos miembros
1 Ap., Doc. núm. 11.
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pertenecían a la alta sociedad. Su Presidente había estado en la estación en el momento de la llegada de don Bosco; después, el día diez por
tarde, había ido a verle con un grupo de los socios más eminentes, que sostuvieron con el Santo una audiencia larga y cordial, y finalmente
acordó celebrar una reunión solemne en su honor. Se envió una tarjeta personal de invitación a cada uno de los socios para la reunión del d
quince 2. El día catorce por la mañana, asistieron en corporación a la misa de don Bosco, a la que ayudaron el presidente y el secretario; y
volvieron por la tarde al salón de teatro para una reunión ((84)) privada o conferencia religiosa, con la asistencia de don Bosco. Pero la
asamblea general del día quince fue muy distinta.
El Presidente fue a Sarriá con la junta directiva, para recoger a don Bosco y acompañarlo a la sede social. Todos vestían traje de etiqueta
lucían al pecho las insignias de la Sociedad. Tres coches esperaban a la puerta. Subieron al primero don Bosco, don Miguel Rúa, el Vicario
la Diócesis y el Provicario; al segundo, el Presidente y el clérigo Viglietti; al tercero, los demás. Las reuniones de la Sociedad se habían ten
hasta entonces en un local viejo que ya resultaba estrecho para el creciente número de socios, y por eso, se inauguraba otro nuevo, suntuoso
que quiso inaugurarse precisamente aquel día con la visita de don Bosco. Apenas si cabían los muchos que acudieron, algunos con sus
esposas, en tres grandes salas.
Al aparecer don Bosco, todos se pusieron en pie, mientras la orquesta interpretaba una marcha triunfal. Cuando subió al estrado preparad
para él, se escuchó el canto de la Salve Regina, magistralmente interpretada por unos veinte jovencitos, dirigidos por el autor de la misma e
maestro Frigola, cuyo nombre gozaba entonces de prestigio, aun fuera de España. A continuación, el Presidente, profesor universitario,
pronunció un discurso excelente y elevado. Después de un número de música por la orquesta, leyó el secretario el acta en la que se declarab
que la Asociación reunida en consejo había deliberado condecorar a don Bosco con las insignias sociales. Adelantáronse entonces dos
distinguidos caballeros que le pusieron al cuello una gran medalla de oro con las figuras de San Jorge y de San José. Cuando brilló sobre su
pecho la reluciente insignia, una entusiasta ovación saludó al nuevo socio. También allí contrastaba más que nunca la pompa del ambiente
humildad de don Bosco en su porte.
Sintió éste la obligación de decir unas palabras. Habló con voz
2 Ap., Doc. núm. 12.
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robusta y palabra vibrante; aunque se expresó en italiano su pensamiento fue captado con facilidad. Dijo así:
((85)) Señores:
Quisiera poseer vuestra lengua patria para expresar con ella mis ideas. No sé deciros lo que en estos momentos siente mi corazón; estoy m
conmovido, al considerar lo que esta reunión significa y, especialmente, por la condecoración con que me habéis honrado.
Prometo conservar esta medalla como distintivo honorífico y glorioso; al verla, recordaré a la noble Asociación de Católicos y a los
católicos de Barcelona; cuando llegue a Turín, la enseñaré con orgullo a mis queridos hijos y les recomendaré que imiten las virtudes de lo
católicos barceloneses; y, cuando vaya a Roma y vea al Padre Santo le diré lo mucho que le quiere en Barcelona la Asociación de Católicos
todo lo que ella hace en favor de la buena doctrina.
Doy las más expresivas gracias al señor Presidente por las frases de inmerecido elogio que me ha dirigido en su discurso, cuyo tema
principal ha sido el gran fruto que reporta a la sociedad moderna la institución de los Talleres Salesianos.
Tengo un concepto muy elevado del entusiasmo católico que aquí reina y me congratulo con la ciudad de Barcelona, que fue en todo tiem
una ciudad eminentemente piadosa, y gozo al creer que será siempre así en lo porvenir, mereciendo por ello días gloriosos.
Como población industrial, Barcelona ha de tener más empeño que otra alguna en proteger los Talleres Salesianos. De estas casas salen c
año cincuenta mil jóvenes útiles a la sociedad, que entran en talleres y oficinas para difundir buenas doctrinas; de esta forma, están lejos de
cárceles y de las galeras y se convierten en ejemplos vivientes de saludables principios.
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El joven que crece en vuestras calles, os pedirá, primero, una limosna; después, la exigirá; y, por último os obligará a dársela con el revól
en la mano.
Como resultado de la misión civilizadora de los Talleres, puedo citar el fruto que obtienen las Misiones Salesianas en Patagonia, donde l
religión de Jesucristo ya es conocida y practicada por más de catorce mil indígenas.
Termino suplicando a esta honorable asamblea la ayuda de sus oraciones, a fin de que Dios bendiga los Talleres establecidos en la villa d
Sarriá, destinados, sin duda, a mejorar la condición de los huérfanos pobres y abandonados.
Tres veces le interrumpieron los aplausos; y fueron muy frecuentes las señales de viva emoción. Se hizo una colecta en favor de la obra
salesiana, bendijo a los presentes y se disolvió la asamblea. Entonces empezó para él la más dura tarea, porque la asamblea entera se dirigió
él y lo tomó por asalto.
((86)) No se trataba de una aglomeración de personas del pueblo, sino de la aristocracia que sabía respetar las formas; pero eran tantos qu
se cansó mucho, porque, para contentar a todos, daba a besar la mano a uno, a otro le daba una bendición especial, a otro le decía una palab
de consuelo.
Volvió a Sarriá con las mismas personas que le acompañaron a la
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ida. No podía más, pero se mostraba de buen humor. Le dijo a Viglietti que, mientras lo colmaban de honores, él rumiaba para sus adentros
célebre frase: Quam parva sapientia regitur mundus! 1.
La memoria del acontecimiento se conserva en un opúsculo elegante, que contiene, además del informe de la sesión extraordinaria, el
discurso del presidente y la breve charla de don Bosco traducida al español 2. Los periódicos se encargaron de dar a conocer el hecho.
VIERNES, 16 DE ABRIL
Presentaron a don Bosco un chiquillo con el brazo en cabestrillo que no podía levantarlo ni moverlo; así lo tenía desde la infancia. Los
padres suplicaban a don Bosco que bendijera a su hijo. Don Bosco lo bendijo; después le mandó que moviera el brazo y juntara las manos
diciendo:
-íMaría, ayúdame!
El chiquillo obedeció. Era el principio de su completa curación.
Por tercera vez volvía el capellán de las Hermanas de Loreto a pedir a don Bosco que fuera a consolar a la Superiora del monasterio,
aquejada de un cáncer, y que no deseaba más ((87)) que verlo antes de morir. Ya le había hecho responder que pasaría a verla, si podía, y q
mientras tanto, le enviaba una medalla de María Auxiliadora.
El muchacho Medina, barcelonés y pobre, tenía un dedo gangrenoso y los médicos se disponían a amputárselo. Le presentaron a don Bos
y éste lo bendijo. De momento no experimentó ningún cambio; pero, durante la noche, se le secó la llaga y el dedo curó del todo. Poco tiem
después, lo aceptó don Juan Branda en el colegio, donde permaneció sólo unos meses, porque pasó luego a los Maristas y, en el 1890, cuan
el Director contó el hecho a Lemoyne, estudiaba teología.
1 El canciller sueco Oxenstiern dijo a su hijo que no quería aceptar por timidez el cargo de primer plenipotenciario de Suecia en el Congr
de Münster (1648) (Capital de Renania del Norte-Westfalia): Videbis, fili mi, quam parva sapientia regitur mundus (verás, hijo mío con qu
poca sabiduría se rige el mundo).
2 Acta de la Sesión solemne celebrada el 15 de abril de 1886 por la Asociación de Católicos de Barcelona para imponer la insignia de la
Corporación al ilustre y venerable presbítero, señor don Juan Bosco, Fundador de los Talleres Salesianos, Barcelona. Tipografía Católica,
1886.
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SABADO, 17 DE ABRIL
Gran banquete en honor de don Bosco en casa de don Narciso Pascual. Todos los convidados eran parientes. Un tío del señor de la casa l
leyó un soneto que había compuesto en su honor 1.
A su vuelta a Sarriá se encontró con una gran multitud de gente que le esperaba.
DOMINGO, 18 DE ABRIL
Miles de personas abarrotaban la calle, el patio, la sala de espera y las habitaciones contiguas. Hubo que colocar en la puerta de la iglesia
cartel diciendo las horas en que don Bosco daría simplemente la bendición. "Don Bosco está agotado y no muy bien de salud", escribe
Viglietti en su diario.
LUNES, 19 DE ABRIL
Don Bosco pensaba en la casa de San Benigno, vivero de la Congregación, y quiso que se escribiera a sus clérigos, diciéndoles que rezab
por ellos y esperaba verlos pronto.
Audiencias desde la mañana hasta la noche. Telegrafió a Rossi para que le enviara medallas en abundancia y a gran velocidad.
((88)) MARTES, 20 DE ABRIL
"Don Bosco está agotado y sin fuerzas, escribe el cronista, de tanto dar bendiciones y de decir: Dios os bendiga" 2. Se vio precisado a
impartir bendiciones al pueblo en conjunto. Cada mañana, después de celebrar la misa, bendecía a la gente que llenaba la iglesia y, cuando
unos salían, entraban otros tantos en busca de lo mismo. A continuación, en cuanto llegaba con trabajo a su habitación, en seguida se ponía
recibir audiencias. La administración del ferrocarril Barcelona-Sarriá hubo de multiplicar enormemente el número de trenes desde Barcelon
viceversa.
1 Ap., Doc. núm. 13.
2 Así, en castellano, se lee en la crónica original de C. Viglietti (N. del T.).
84
Por la mañana llegó el Obispo de Vich, monseñor Morgades y Gili, que acudía expresamente para hablar con don Bosco. Fue recibido al
de la marcha real española y se quedó a comer con los dos canónigos que le acompañaban.
Desfilaron muchas familias ilustres de Barcelona, entre las cuales la del Gobernador de la provincia. También llegó el Obispo de la dióce
monseñor Catalá y Albosa. Dada la mentalidad del tiempo, esto se consideró como un acto de gran dignación, el haberse adelantado a visit
don Bosco, que no se había anticipado por saber que se encontraba fuera de su residencia. Monseñor le demostró grandísimo afecto y estuv
hablando con él más de una hora. En su presencia se leyó la carta de la que era portador el secretario del ministro Silvela, por el asunto de u
centro en Madrid, como ya se narró en el volumen anterior. Las atenciones que tantos personajes tributaban a don Bosco aumentaban la
veneración del pueblo que lo contemplaba.
Cuando describíamos el viaje de don Bosco a París, tuvimos ocasión de mencionar a la señora de Cessac, ensusiasta admiradora y genero
bienhechora de don Bosco. Pues bien, el día veinte de abril recibía éste un telegrama desde París, que decía: Vizcondesa de Cessac muy
enferma. Vizconde de Cessac. Afligido por la noticia encargó a don Miguel Rúa que respondiera prometiendo oraciones. Pero, antes de que
saliera la carta, llegaba un segundo telegrama que decía: ((89)) Ayer, al atardecer, quedé curada instantáneamente; como y bebo; gracias po
sus oraciones. Vizcondesa de Cessac. En una carta confidencial del día treinta de abril, describe el marido a don Miguel Rúa la enfermedad
su esposa y su curación, que se realizó, al parecer, durante el tiempo en que don Bosco rezaba por la enferma. Pero no fue cosa duradera. E
cuadernito donde don Bosco redactó en 1884 las cartas que se debían escribir y enviar a los principales bienhechores, después de su muerte
aparece también una para la señora Cessac; pero el mismo Santo escribió al pie esta nota precedida de una cruz: "Requiescat in pace, 1886
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VOLUMEN XVIII Página: 85
En efecto, la señora murió en otoño de aquel año.
MIERCOLES, 21 DE ABRIL
Salía don Bosco a celebrar la misa en casa de la marquesa de Comillas cuando, al bajar la escalera, le presentaron una endemoniada, la cu
apenas lo vio, se echó por tierra, y se desmayó, echando
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espumarajos por la boca y retorciéndose como una serpiente. El le decía que invocara a María y ella, en cambio, gritaba:
-íNo, no!
Y después proseguía el espíritu maligno por su boca:
-íNo, no quiero salir, no me quiero ir!
Y como la pobre joven se llamaba María, don Bosco la repetía:
-María, toma esta medalla.
Pero ella no daba señales de entender. Por fin, don Bosco la bendijo. Entonces se levantó la joven, tomó la medalla, la besó, entró en la
iglesia y oyó misa. Parecía que estaba curada: en efecto, desayunó tranquilamente en presencia de muchas personas que le acompañaban y
decían que no la habían visto tan tranquila hacía mucho tiempo y estaban admirados. Por entonces se volvió a casa consolada.
A la puerta le esperaban dos coches dispuestos para llevar al Santo a casa de la Marquesa, que le honró como si fuera un Cardenal. Cedem
la pluma a Viglietti, que escribe: ((90)) "Llegamos al palacio de la Marquesa, que de veras puede llamarse un palacio real. Contiene grande
riquezas especialmente en obras maestras de arte y salones inmensos. Así se explica que, siempre que un príncipe o un rey viene a Barcelon
es huésped de la Marquesa. El servicio del altar privado era espléndido; el misal estaba todo él recubierto de oro y plata con incrustaciones
perlas preciosas; el cáliz y el copón eran de oro macizo, adornados con diamantes y esmeraldas".
Durante el oficio divino hubo cantos, acompañados por el armonio y el piano; toda la música fue italiana. Asistieron cerca de doscientos
invitados entre parientes y amigos de la Marquesa. Don Bosco estuvo hasta las once en esta casa y fue presentado a cada uno de los reunido
en particular o en pequeños grupos.
Desde allí, fue a visitar al Obispo, que le recibió con gran afecto.
Don Bosco proyectaba fundar en Barcelona lo mismo que en Marsella un noviciado o, mejor, un colegio misionero nacional y habló de ello
Monseñor, el cual prometió protección y ayuda, mostrándose de acuerdo con él en que se diera principio en Sarriá con un bachillerato que
sirviera para cultivar las vocaciones eclesiásticas. Parecía que no quisiera dejarle retirarse. Lo acompañó, cosa nunca vista, hasta la escalina
del palacio. Don Bosco fue a comer en casa de la marquesa de Moragas, suegra del señor Jover.
Al salir de allí se detuvo en el convento de las, así llamadas, Monjas de Loreto, para visitar, como lo había prometido, a la superiora que
estaba enferma de muerte. Dirigióle unas palabras de consuelo y la
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bendijo. Después las hermanas y el mismo capellán le presentaron una religiosa, que desde hacía mucho tiempo se veía obligada a permane
con las piernas cruzadas una sobre otra, sin poder caminar ni moverse. Al enterarse, el día anterior, que don Bosco pasaría ante la puerta de
convento que da al camino que lleva de Barcelona a Sarriá se había hecho llevar afuera sobre unas parihuelas, para que la pudiera bendecir
con aquella bendición tan de pasada, se había sentido curada, de forma que se levantó y empezó a andar por sí misma, con ((91)) gran
admiración de todas las hermanas. Ahora, en presencia de don Bosco empezó a correr y a dar saltos con asombro de todas, acostumbradas
durante tanto tiempo a verla inmóvil. Sor Cándida, tal es el nombre de la agraciada, vive todavía (1935) en un pueblecito cerca de San
Sebastián, enclavada en el lecho a causa de los achaques de la vejez.
Al volver al colegio, se encontraron la calle y el patio invadidos por la gente y los coches. Dentro le esperaban doscientos cincuenta seño
de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Don Bosco se presentó en seguida a ellos y los saludó afectuosamente, congratulándose de su fe y s
piedad. Habló de la Obra Salesiana y de la de ellos, poniendo de relieve lo bien que se armonizaban una y otra. En la sesión se hizo una
colecta, como es costumbre en cada una de las sesiones de los socios que forman las distintas Conferencias. Por fin, don Bosco los bendijo
dio a cada uno la medalla de María Auxiliadora y se retiró a sus habitaciones para recibir a cuantos pudiera de los muchos que estaban
impacientes por poder hablar con él.
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"Son muchísimas las gracias, escribe Viglietti, que cada día se reciben con la bendición de María Auxiliadora impartida por don Bosco y
cada día vienen a contarnos sus benéficos efectos; pero, a causa de la multitud y de la confusión de cosas resulta imposible anotarlo todo".
JUEVES SANTO, 22 DE ABRIL
Los tres últimos días de Semana Santa estaban en España íntegramente consagrados a obras de piedad y, sobre todo, a la conmemoración
los misterios de la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Se suspendía cualquier otra ocupación: no se hacían visitas, a no ser por un
grave necesidad; la circulación de trenes y tranvías quedaba reducida a lo mínimo, cerraban comercios y oficinas; y las iglesias estaban
concurridísimas. Fueron, pues, tres días de tranquilidad
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para el cansancio de don Bosco, que pudo gozar un poco de paz y entretenerse con sus hijos de Sarriá.
Pero toda regla tiene su excepción. En efecto, a pesar de la ((92)) suspensión de las visitas, recibió la del señor Mas con su esposa y su hi
Dirigía este señor una fábrica de tejidos, la más importante de Barcelona, en el lugar donde hoy tiene su sede la Escuela Industrial.
Era un hombre muy apreciado, católico practicante y quería una bendición especial de don Bosco para sí y para los suyos. Aunque obtuvo l
audiencia con alguna dificultad, permaneció con él más de una hora y, al despedirse, don Bosco le abrazó con fuerza unos segundos y le di
al oído unas palabras que nunca reveló del todo a nadie. Solamente dos años después, encontrándose a punto de muerte, llamó a su esposa
dijo que se preparara también ella porque, dentro de poco, los dos se encontrarían en la eternidad, como se lo había dicho don Bosco. La
mujer, en efecto, murió un mes más tarde.
El difunto había dejado a su hijo José un gran crucifijo, regalo del siervo de Dios. Este hijo, que ahora (1935) tiene setenta y tres años,
cuando en el 1934 le asaltó una pulmonía fulminante, de la que no sabían los médicos cómo librarlo, se puso al cuello aquel crucifijo y en
pocos días, con gran asombro de los médicos, quedó perfectamente curado.
El jueves santo por la tarde acompañó don Narciso Pascual a don Miguel Rúa y a Viglietti a visitar las siete iglesias. Como testimonio de
piedad española, tan viva entonces, reproducimos una página de la carta de Viglietti a don Juan Bautista Lemoyne. "Cuando volvimos a
Sarriá, escribía él, teníamos un cúmulo de cosas que contar a don Bosco, porque verdaderamente nosotros no creíamos que en España hubi
tanta religiosidad. Habíamos visto a toda la tropa de soldados, con uniforme de gala, ir ordenadamente, con los oficiales al frente, a visitar
monumentos: habíamos visto las banderas de la ciudad en los edificios a media asta; ni un coche, ni un ruido; en cambio las iglesias y las
calles abarrotadas de gente que, con edificante piedad, con el rosario y los libros de devoción en la mano, se dirigían a las iglesias. Durante
estos tres días no circulan en Barcelona coches ((93)) ni trenes; en el día de hoy, no se reparte el correo y todas las fábricas y tiendas están
cerradas. Hasta el mediodía del sábado, no se rompe este silencioso encanto. El soldado español tiene obligación de oír la santa misa todos
domingos".
Reapareció la obsesa del día veintiuno. Se agitaba como un demonio;
pero, apenas recibió la bendición de don Bosco, se recuperó, abrazó y besó repetidas veces la medalla de la Virgen, dando gracias a don
Bosco.
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VIERNES SANTO, 23 DE ABRIL
Don Bosco pasó el día en la intimidad con sus hijos. Los muchachos estuvieron fuera toda la mañana; mas, por la tarde, acompañaron
durante mucho tiempo a don Bosco, que bromeaba y paseaba con ellos por el patio. Fue después a los dos huertos contiguos y los recorrió
largo y a lo ancho. Visitó, además, todo el colegio, siempre rodeado de los alumnos, Se informó así de todo e hizo varios proyectos de
construcciones, proponiendo la adquisición de un nuevo terreno adyacente.
SABADO SANTO, 24 DE ABRIL
Don Bosco celebró en el oratorio privado de don Narciso. Estando en su casa, oyó los cañonazos que anunciaban el aleluya pascual. Fue
casi la señal de la reanudación del agolpamiento de la muchedumbre. Centenares de personas le esperaban a su vuelta y ya no dejó de recib
gente hasta la una y media.
Vino después a hablar con él una junta de señores, que se ocupaban de los preparativos para una conferencia salesiana. Habló largo rato c
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ellos sobre su Obra y el modo de sostenerla. También deseaba verlo la junta de señoras, reunidas en otra sala: el Santo fue a hablarlas y les
animó a que perseveraran en su caritativa actividad. Entre tanto, la riada de gente había invadido ((94)) el recinto y los alrededores del
colegio: habría allí varios millares de personas aglomeradas. El reposo de los días anteriores permitió prolongar las audiencias hasta bastan
tarde.
PASCUA, 25 DE ABRIL
Una fiestecita simpática aumentó la alegría de la misa pascual de don Bosco: hacía la primera Comunión una nietecita de don Narciso, hi
de don Manuel Pascual. Este otro, rico señor y fervoroso cristiano, apreciaba mucho a los Salesianos y gozaba dedicándoles su gran influen
y ayudándoles generosamente. Contento de que hubiese sido don Bosco quien diera a su hija la primera Comunión, quiso que los muchach
participaran también de la alegría, regalándoles los dulces del día.
Entre los convidados que asistieron a la ceremonia estaba el señor
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Montobbio, aquel señor que había viajado con don Bosco. Después de la misa también él tomó parte en el desayuno. Don Bosco ocupaba e
puesto de honor. En cierto momento sacó el pañuelo del bolsillo. El señor Montobbio, aprovechando la confianza que el Santo le daba, pid
que se lo regalara. Y respondió:
-Sí, pero a condición de que me dé un papel.
El otro comprendió de qué papel se trataba; pero como no llevaba en el bolsillo la cantidad que deseaba entregarle, prometió que otro día
volvería con el papel; pero que, en tanto, le dejara el pañuelo. Don Bosco satisfizo su gusto. El pañuelo se conserva hoy como una reliquia.
Don Bosco vivía en el Oratorio de Turín hasta en sueños.
En la noche del veinticinco de abril le pareció estar presente a una conferencia dada por Lemoyne a los alumnos de cuarto y quinto curso
notando cómo faltaban muchos a ella; habiendo bajado después a la iglesia de María Auxiliadora durante la Misa de comunidad, observó q
habían disminuido notablemente las comuniones; seguidamente, al recibir a dichos jóvenes, también se percató de que muchos de ellos no
habían presentado.
((95)) Inmediatamente dio orden de que se comunicasen estas cosas a Turín, haciendo saber, al mismo tiempo, que, a su regreso,
manifestaría a cada uno la posición que ocupaba en el sueño.
LUNES, 26 DE ABRIL
Durante la misa, don Bosco distribuyó gran número de comuniones, hasta que, no pudiendo aguantar más el cansancio, entregó el copón
otro sacerdote, que hubo de salir del comulgatorio y adentrarse en la iglesia entre la multitud de fieles, ya que resultaba imposible hacerles
circular para acercarse al comulgatorio. Después hubo una verdadera invasión. Baste decir que, en menos de una hora, vació siete gruesos
paquetes de medallas, dando nada más que una a cada uno.
Hasta que llegó el crítico momento de subir a su habitación: una barrera humana cerraba el paso. Los de casa se miraban asombrados sin
saber cómo auxiliarle. Sin embargo, él parecía la tranquilidad en persona. El único remedio que encontraron fue cerrar el portón, para que,
menos, no entrara nadie más; después, entre varios lograron con trabajo abrirle paso. Fue preciso batallar desde las diez hasta las once.
Metiéronle luego en la habitación y entraban por grupos de
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cuarenta y cincuenta personas cada vez. El bendecía a todos, daba a cada uno una medalla y se retiraban para dar paso a otro grupo igual.
Doce veces se repitió esta operación hasta poder pasar los que se encontraban en el colegio; pero fuera se oía el rumor de una multitud toda
mayor, cuyo ingreso se reguló después por grupos hasta que llegó la noche. En la capilla daba don Miguel Rúa a los muchachos su primera
plática en castellano.
MARTES, 27 DE ABRIL
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Un fuerte resfriado interrumpió bruscamente el bienestar relativo de don Bosco; pero la indisposición no le impidió recibir a los
seminaristas de Barcelona. ((96)) No tenemos ninguna otra cosa especial que anotar en este día, si no es la firma que puso a la circular,
invitando a una conferencia a los Cooperadores y amigos para el día treinta en la parroquia de Belén 1.
MIERCOLES, 28 DE ABRIL
A donde quiera que fuere, no le faltaba a don Bosco la ocasión para convertirse en consuelo de los afligidos. El señor Ramón de Ponsich
anciano venerando, de inmensas riquezas y sin hijos, había perdido en los primeros días del mes a su esposa, a la que lloraba sin consuelo.
quería comer ni dormir y se temía mucho que sucumbiera ante tan gran dolor. Esperaba él, más que sus parientes, que la visita de don Bosc
le devolviera la paz. Y fue don Bosco a visitarlo en su magnífico palacio, no muy distante del colegio de Sarriá, a las siete y media de la
mañana. Cuando llegó, confesó al buen hombre, dijo por él la santa misa y le dio la comunión. Después estuvo charlando con él, durante ca
tres horas, y comió allí en compañía de sus familiares. No volvió el señor Ponsich a llorar durante el día y, en adelante, su aflicción era
tranquila y resignada. Don Bosco le escribió después, desde San Benigno, el día treinta y uno de agosto, felicitándole por su santo y
recordándole su propósito de ayudar a los misioneros de Patagonia. Se conserva todavía el autógrafo muy gastado y casi ilegible, por haber
usado como reliquia muchos enfermos.
Hemos de recordar también un encuentro algo sui géneris. Unos
1 Ap., Doc. núm. 14.
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días antes había estado con don Bosco un sacerdote para decirle de manera muy confidencial que, durante la noche siguiente, quizás morirí
párroco de Santa María del Pino; que ya había recibido el viático y se encontraba in extremis. Que su parroquia era la más rica de todas y la
mejor, bajo todos los aspectos. Venía a pedirle la bendición para que recayera sobre él el nombramiento en las oposiciones. Don Bosco le
respondió:
-Y sin embargo, este párroco ((97)) me ha enviado varias personas para decirme que, si yo le hiciera una visita, curaría. He oído decir que
un excelente sacerdote, uno de los que al presente necesita grandemente la Iglesia. Yo he rezado por él y, hace un momento, le he enviado
medalla de María Auxiliadora. De modo que lo que usted puede hacer es unir sus oraciones a las mías, para que Dios haga de usted y del
párroco lo que sea mejor para su gloria.
Para el concurso a la parroquia se habían inscrito muchos sacerdotes y párrocos: pero todos quedaron desilusionados, porque el día
veintiocho de abril se supo que, apenas tocó la medalla las úlceras del enfermo, a pesar de que estaba desahuciado por los médicos y tenía l
minutos contados, había salido de peligro y mejoraba sensiblemente.
Por las indagaciones hechas en el archivo parroquial de la iglesia del Pino, resulta que aquel párroco se llamaba Francisco de Paula Estev
Nadal. Además, en los periódicos de abril del 1886 se lee que al párroco del Pino, don Francisco Esteve, se le había llevado el viático; y en
registro de defunciones de la misma parroquia aparece su nombre el día 11 de abril del 1889. Vivió por tanto, todavía tres años más, despu
de la milagrosa curación.
Aquella tarde ocurrió un sorprendente golpe de escena. Hallábanse en la habitación de don Bosco cuarenta personas, que habían recibido
bendición y desfilaban para ir recibiendo la medalla de su mano, cuando todos dieron un grito. Una mujer entraba dando risotadas, como si
estuviera loca, y decía:
-Que digan éstas lo que me ha ocurrido, porque la emoción no me deja hablar.
Las dos señoras a las que señalaba, la habían llevado desde Barcelona a Sarriá para que don Bosco la bendijera. Se había caído por la
escalera de su casa y se había roto un pie y los médicos habían perdido la esperanza de poderla sanar. Y ahora, por el contrario, después de
bendecirla el Santo, mientras subía él a su habitación, ella se había puesto en pie pocos minutos después, derecha, sin que nadie le ayudase
Pasado el primer estupor, loca de alegría entraba gesticulando y gritando de aquella manera, entre las voces de sorpresa y admiración,
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de cuantos la habían compadecido poco antes. ((98)) Corrió Viglietti a llamar a don Miguel Rúa y a otros para que fueran testigos del hech
Se llamaba Rosa Tarragona y Doret, era hija de José y Serafina, natural de Pons, del obispado de Urgel. Se fue a pie, y volvió a la mañana
siguiente para oír la misa de don Bosco, manteniéndose perfectamente, como si no hubiera tenido anteriormente ningún mal 1.
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JUEVES, 29 DE ABRIL
Don Bosco fue con don Miguel Rúa y Viglietti a visitar al presidente del Banco de Barcelona, señor Oscar Pascual. Mientras estaba en
aquella casa, fue introducida una señora para recibir su bendición.Hacía mucho tiempo que se le habían quedado rígidas las piernas, al
extremo de no poder dar un paso. Don Bosco le señaló una oración que debía rezar hasta enero. Ella obedeció y, al comenzar el nuevo año,
empezó a caminar y a salir de casa. Así se lo escribió a don Carlos Viglietti la señora Consuelo Pascual de Martí 2.
Ya de vuelta, decía:
-Si yo quisiera abrir, no sólo los corazones sino también los bolsillos y tener todo el dinero que quiero, bastaría que pronunciara ni más n
menos estas palabras: Si queréis gracias de María Auxiliadora, dad y ciertamente recibiréis; y quien más da, más recibe. Pero no lo digo pa
no asustar y no enfrentarme con las autoridades civiles y eclesiásticas.
Los alrededores del colegio parecían un gran campo de feria. "Llegan a Sarriá, escribía Viglietti a don Juan Bautista Lemoyne, vienen al
colegio y, no encontrando sitio en él, se sientan a lo largo de la carretera; desayunan y comen allí y esperan días enteros para ver a don Bos
Y digo ver, porque, introducidos en grupos de cincuenta o ((99)) sesenta a la vez en la habitación de don Bosco para ser bendecidos y recib
la medalla, después no quieren salir. Yo trabajo y me desgañito para hacerles comprender que se vayan y dejen el sitio a otros.
1 Presenta el original un pequeño lío al dar la filiación de la tal Rosa: dice, que es hija de José y Serafina; y añade "de Pons de Orbyod, y
nacida ésta en Urgel". Creemos haberlo arreglado escribiendo, "natural de Pons del obispado de Urgel", pues el "Orbyod" del texto a
continuación de Pons, y la siguiente añadidura complican nuestros conocimientos sobre la villa leridana de Pons (diócesis de la Seo de Urg
y el apellido Obiols relativamente abundante por aquella región (N. del T.).
2 Decía en la carta: "Mas de pronto, diga eso a don Bosco, esa señora hacía muchísimos años que no podía dar un paso y ahora sale ya de
casa". (Sic, en el original).
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"-"Qué hacen aquí?, les pregunto.
"-íOh!, me responden, queremos verlo, íes un santo!
"Lo contemplan, y, mientras tanto, sólo al besarle los hábitos o recibir su bendición obtienen muchas gracias de curaciones. Ya no puedo
llevar cuenta de todo".
"Ayer vino una señora que se quejaba de un cáncer que los médicos le aconsejaban intentara una operación. Recibió la bendición de don
Bosco, y, sometida al día siguiente a una nueva observación, declararon los médicos que estaba fuera de peligro, porque se cicatrizaba la
úlcera. Casos como éste se divulgan como un relámpago". "Los diarios lo comentan en sus columnas, continuaba Viglietti; el Obispo con l
que le visitan, el clero con los fieles, las familias con sus parientes; hablan de él los empleados, los militares, los obreros. De cualquier asun
que se trate, la conversación acaba por recaer en lo mismo". Muchos le sacan fotografías, sentado en su habitación, al bajar sostenido por l
escaleras o, en el altar, en el momento de distribuir la comunión. No causó extrañeza que el obispo, nada fácil a entusiasmos en demasía,
demostrase una admiración extraordinaria por la Obra de don Bosco. En una conferencia a su clero, se declaró incondicional de don Bosco
Este estado de ánimos era el mejor preparativo que se pudiera desear para la conferencia que estaban organizando los señores de la Junta.
Divididos en comisiones, visitaban las familias, recogían donativos, inscribían nuevos cooperadores e invitaban a todos a la reunión. Don
Manuel Pascual había dado a todos una consigna con la que se saludaban entre sí al encontrase por la calle. Uno decía: A solis ortu usque a
occasum. Y el otro respondía: Salesiani sumus (Desde la aurora al ocaso, somos salesianos).
((100)) VIERNES, 30 DE ABRIL
Los quince días de tan intensa preparación surtieron su efecto; fue, además, una espléndida manifestación de fe precisamente al comenza
mes mariano.
Aunque la conferencia estaba anunciada para las cuatro de la tarde, el párroco de Belén hubo de abrir las puertas a la una, para que no se
echaran abajo, y, a las dos y media se tuvieron que cerrar para evitar desgracias. Millares de personas alborotaban en la plaza y calles
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adyacentes. En la iglesia, bastante amplia y dotada, además, de treinta amplias tribunas, la gente estaba apiñada hasta lo imposible de
imaginar.
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Don Bosco, que había comido en casa de doña Dorotea, fue a la iglesia en su carroza. Como no era posible entrar por el centro de la igles
se le abrió paso por la parte de la sacristía. Sentóse en el presbiterio al lado del evangelio, a la derecha del Obispo, que tenía a su izquierda
don Cándido, abad de la Trapa de Santa María del Desierto, en Toulouse 1.
A su alrededor se sentaban las dignidades eclesiásticas. En el lado de la epístola, estaban las autoridades civiles y militares, con varios
Directores de Sociedades y de periódicos. Las juntas de señoras y de señores ocupaban en la iglesia los primeros asientos. La guardia civil
caballo no pudo resistir el empuje exterior y una avalancha de público rompió una cancela, mas no la puerta que era de bronce.
La ceremonia se desarrolló según costumbre, comprendida la previa lectura de un capítulo de la vida de San Francisco de Sales. El
conferenciante, doctor José Julia, al pedir la bendición del Obispo, le preguntó:
-"Qué pensamiento deberé exponer con preferencia?
((101)) Hable, respondió el Obispo, de la gran Obra de este hombre de Dios, y haga que todos comprendan su misión.
-"Qué le parece, don Bosco?, preguntó después al Santo.
-Yo, respondió él, no puedo decir más que: íDeo gratias!
El orador presentó a don Bosco como al hombre de la Providencia, enviado a la Iglesia para cubrir las necesidades especiales del tiempo,
exaltó la institución de los Talleres Salesianos e ilustró el bien que hacían los Talleres de Sarriá.
Se cantó seguidamente la Caridad de Rossini; después quiso don Bosco dejar oír su voz. Se acercó a la balaustrada y dijo que hubiera
deseado tener la voz de las trompetas, de las que se habla en la sagrada Escritura, para agradecer a los barceloneses las demostraciones de f
de religiosidad, de caridad y de simpatía; anunció que la mañana siguiente celebraría la misa en aquella misma iglesia por todos los present
comunicó que había recibido aquel día telegráficamente de Roma una bendición especial del Padre Santo para todos lo bienhechores de su
Obra y para los asistentes a la conferencia. Por último, descendió el Obispo de su cátedra, y colocándose al lado de don Bosco, repitió con
poderosa voz y en castellano lo que don Bosco había dicho en su propia lengua. Doña Dorotea, presidenta de la junta de
1 Había venido a España para hacer la visita canónica a su casa filial; lo acompañaba como secretario don Andrés Malet, recientemente
ordenado sacerdote y hoy abad de santa María del Desierto.
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señoras y doña Antoñita de Oscar Pascual, tesorera, estaban ante una mesa recogiendo todas las limosnas que los jóvenes de la Sociedad
Católica y las Cooperadoras, con orden admirable, habían reunido en los varios sectores de la iglesia que les habían sido asignados.
Cuando todo hubo terminado, se abrieron las puertas. Viglietti cuenta que la gente, en vez de salir, se volcó casi furiosamente sobre don
Bosco. Todos querían verlo, tocarlo, recibir una mirada, oír una palabra suya; hubo quien se echó por tierra alargando el brazo, con peligro
que lo pisotearan; pero, con ayuda de robustos brazos, se logró arrancar a don Bosco de la casi indiscreta piedad de los presentes, que, de o
modo, quién sabe lo que hubieran hecho. Subió al coche con los suyos y, para satisfacer ((102)) el deseo de la gente, pasó por delante de la
iglesia, donde una inmensa multitud, con la cabeza descubierta esperaba su paso. íY pensar que llovía a cántaros! 1.
SABADO, 1.° DE MAYO
La afluencia de público a la misa de don Bosco en Belén no fue menor que la de la Conferencia. A la puerta de la iglesia, doña Dorotea y
otras señoras vendían libros y objetos de devoción en favor de don Bosco y recogían limosnas. Después de la misa, se efectuó una colecta y
luego bendijo don Bosco a los presentes agradeciendo, emocionado, a los barceloneses cuanto habían hecho por él y alabando su edificante
piedad.
El Párroco intentó decir unas palabras, pero, cuando profirió las primeras frases, se dejó vencer por la emoción y, haciendo un gran esfue
se limitó a exclamar:
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-íTenemos aquí entre nosotros a un santo, a un enviado del Cielo!
La gente se entusiasmó hasta el delirio y empujando el cancel de la balaustrada, invadió el presbiterio entre gritos y suspiros que parecían
rumor de las olas del mar en tempestad. Se puso a salvo a don Bosco con gran trabajo y se le retiró a la sacristía.
Para el mediodía, aceptó la invitación de don Manuel Pascual. Durante el banquete, que no podía ser más suntuoso, le hizo el ofrecimien
de dedicar una campana de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Roma al recuerdo de la primera comunión que, el día de
1 El Diario de Barcelona del día 1.° de mayo, después de la reseña de la ceremonia, hablaba de los buenos efectos que había producido en
Sarriá la presencia de don Bosco.
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Pascua, recibió su hijita. Con este objeto, ya tenía él preparada la inscripción que él mismo había compuesto 1.
Allí, como en otras casas de la nobleza, todo lo que don Bosco ((103)) usaba o tocaba era considerado como una preciosa reliquia; por es
se ponían aparte y se guardaban religiosamente vasos, cubiertos, servilletas y cosas semejantes.
DOMINGO, 2 DE MAYO
Era incalculable la multitud que se agolpaba ante los Talleres Salesianos. Empezó a llegar la gente a las tres de la mañana y continuó has
las ocho de la tarde; muchos permanecieron en ayunas todo el día. Los patios y la casa estaban llenos. Fue imposible dar audiencias
particulares en seguida; por consiguiente, don Bosco se asomaba a los balcones de las habitaciones contiguas a la suya y bendecía a los
millares de fieles allí presentes. Era un espectáculo que resulta imposible describirlo; había que verlo. íAcudían, aun sin quererlo, las lágrim
a los ojos al ver tanta fe, tanta caridad y tanta religión! A donde quiera que iba don Bosco, ya había preparado una lápida o una lámina de
bronce, donde esculpir la fecha de su estancia para perpetua memoria del hecho.
Para andar el breve espacio de su habitación a la iglesia, al ir a celebrar la misa, hubo de emplear su buena media hora. Y, cuando bajó de
altar, no podía ni quitarse la casulla porque la gente que atestaba el presbiterio, se abalanzó sobre él, empujándole en todas direcciones para
besar su mano o los santos ornamentos. "Lo malo es, escribe Viglietti en su diario, que, con la confusión y el entusiasmo, don Bosco queda
veces mal parado: tiran de él, lo arañan, se lo llevan en vilo; es algo indescriptible. Don Bosco, con todo, conserva la calma; es más, sonríe
ver este entusiasmo y dice a veces:
1 Hac die magna Paschatis nobilis puella María de la Soledad Pascual y de Slanza, scientia et virtute precoci, aetatis annorum novem, pri
vice ad coenam angelorum in ecclesia asceterii Salesiani Barcelonensis accessit. Parentes D. Manuel M. Pascual de Boffarull y María de la
Soledad de Slanza de Pascual gaudentes et benedicentes Dominum ad perennem rei memoriam gratulanti animo posuerunt, 1886.
(En este gran día de la Pascua, la ilustre niña María de la Soledad Pascual y de Slanza, por su precoz inteligencia y comportamiento, se
acercó por vez primera a la mesa de los ángeles a los nueve años de edad, en la iglesia del Seminario Salesiano de Barcelona. Sus padres,
Manuel M.
Pascual de Boffarull y María de la Soledad de Slanza de Pascual, con gozo y bendiciendo al Señor (costearon esta campana) con sumo agra
y para perpetuo recuerdo del acontecimiento. 1886).
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"-Me hacen daño, pero no importa; el trozo más grande siempre queda pegado" 1.
No suspendió las audiencias hasta el mediodía, cuando el Obispo y unos cuarenta invitados ilustres le aguardaban para un ágape familiar.
Las mesas estaban preparadas en el salón del teatro. Durante la tarde, tuvo que asomarse repetidas veces a la galería del nuevo pabellón par
bendecir a la multitud que se agolpaba a su alrededor. ((104)) Al caer de la noche, asistió a los fuegos artificiales. Entre otras geniales
sorpresas, apareció la silueta de don Bosco revestido a la española.
LUNES, 3 DE MAYO
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El día 3 de mayo por la mañana don Bosco aceptó, con aquella su inagotable bondad que siempre lo llevaba a dar gusto a cualquiera, una
invitación que debió costarle alguna incomodidad. El señor Sunyer, el administrador de la marquesa de Moragas, en otro tiempo músico de
cámara en la corte de Napoleón III, era autor de varias composiciones musicales religiosas y profanas y las hacía interpretar por una schola
cantorum que él mismo había formado y dirigía. Quería que don Bosco honrase con su presencia el ensayo de una misa que había compues
El Santo no supo negarse, bajó a la capilla y estuvo presente durante toda la ejecución. Escribe Viglietti en su diario que el éxito fue
grandísimo; pero se puede afirmar que don Bosco tenía su pensamiento en algo muy distinto de las melodías del canto.
Aquel día don Luis Martí-Codolar dio un banquete en su finca para celebrar y honrar a don Bosco. Fue personalmente a buscarlo a eso de
las once, en un coche tirado por seis espléndidos caballos y con cocheros vestidos de librea. Durante el trayecto hubo una incesante ovación
La finca era algo magnífico. La visitaban los forasteros para admirar su belleza y había en ella diversas inscripciones que recordaban el p
de príncipes y reyes. Los muchachos del colegio habían sido invitados. Sobre las torres, pues el edificio tenía el aire de un gran castillo,
ondeaban banderas con las insignias de la familia.
A su llegada salieron al encuentro la numerosa familia y los parientes. Los muchachos estaban agrupados en torno a la banda de
1 Parece que con esta frase quería decir: "así se consigue lo principal" (N. del T.).
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música, que tocaba la marcha real italiana. Sobre la puerta de entrada había un gran letrero, hecho con flores, que decía: Viva don Bosco.
Pero el Santo iba con la cabeza baja y no veía la aparatosidad del conjunto.
-Mire, mire, don Bosco, lo que han preparado ((105)) para usted, le dijeron.
Levantó los ojos, miró, se sonrió y volvió a reconcentrarse en sí mismo.
Entraron en el salón de música, en el cual las hijas de don Luis, y una prima suya dieron a don Bosco un concierto de violín, violoncelo y
piano. Los muchachos, presididos por los hijos de don Luis y sus primos, se sentaron en las mesas preparadas en el jardín. Los demás toma
asiento en el salón-comedor, en una mesa con cincuenta cubiertos. Reinó tal cordialidad que don Bosco y los suyos tenían la impresión de
encontrarse en familia.
Uno de los comensales dijo a don Bosco:
-Don Bosco, es preciso que rece para que nos encontremos todos reunidos en el cielo, como nos encontramos aquí.
El Santo tomó una actitud seria y pronunció estas palabras, en medio del silencio general:
-Es lo que yo quisiera, mas no será así.
Estas palabras causaron en todos una visible contrariedad. Pero don Bosco, para serenar los ánimos, volvió a su habitual sonrisa y dijo:
-Bueno, rezaremos a la Virgen, que es tan buena, y Ella lo arreglará todo 1.
Después de la comida, se retiró don Bosco a una habitación para descansar. Más tarde, fueron recibidos en audiencia los parientes de don
Luis. Por último, entraron don Luis y su esposa. Lo que allí pasó nadie lo supo; pero cuando los dos esposos salieron de la habitación, pare
que no sabían explicarse lo que les había pasado y tenían los ojos hinchados de lágrimas. Viglietti les oyó que decían:
-íEs un Santo! íEs un Santo!
A las cuatro don Bosco bajó al jardín, en el cual don Joaquín Pascual, sobrino de don Luis, dispuso un bello grupo de todos juntos, para u
fotografía, recuerdo de aquel felicísimo día. En pocos minutos se hicieron diez fotografías diferentes.
((106)) Los retratos de don Bosco forman hoy una rica y variada
1 Carta de don Roberto Vidal, monje de la Abadía del Desierto, a la dirección del Boletín Salesiano francés, Bellegarde (Haute-Garonne)
20 de noviembre de 1936.
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colección. Los hay de todas las edades de su sacerdocio y en diversas posturas.
Pero se ha hecho observar, y con justicia, que en ninguno de ellos se adivina el menor indicio de orgullo y ni siquiera un aire de suficienc
o de simple vanidad 1.
Su rostro "cuadrado, enérgico, rudo, franco y profundo", aparece en los últimos años "purificado por el sufrimiento"; pero, aun en su ple
vigor, transparenta siempre "una bondad sencilla y suave". Y además, "íqué autoridad, qué inteligencia, qué fascinación secreta la suya!".
Cuando se acabó la operación de la fotografía, se desarrolló una escenita interesante. El abad mitrado de los Trapenses, que habíamos
encontrado en la conferencia de la iglesia de Belén, era por aquellos días huésped de la familia de don Narciso Pascual y estuvo entre los
invitados; en el grupo fotográfico, aparece sentado a la derecha del Santo. Se levantó, pues, y habló con tal entusiasmo de don Bosco y de s
misión que arrancó lágrimas a todos los presentes. Quitóse después el anillo del dedo y la cruz abacial del cuello y exclamó:
-Ante este hombre de Dios, no hay autoridad que valga.
Y, arrodillándose a sus pies, imploró para sí y para los presentes su bendición. Todos se arrodillaron y recibieron la bendición.
Finalmente el abad, como atestigua don Miguel Rúa en los procesos, hizo tantas y tales instancias para conseguir el solideo que llevaba e
Siervo de Dios, que, vencida toda resistencia, logró arrancárselo. Se había él quedado tres días en Barcelona para gozar expresamente de la
presencia de don Bosco. El que había sido su secretario, don Andrés Malet, huésped también de aquella noble familia, escribía al canónigo
Tournier de Toulouse, el año de la beatificación 2: "Fueron días preciosos en los que pude ver al Santo, hablar con él, comer en su mesa.
Paseando por el jardín, tuve la satisfacción de ((107)) ofrecerle mi brazo, lo que me trajo muchas bendiciones, sin contar la bendición que m
dio don Bosco mientras estuve de rodillas a sus pies".
Don Bosco quiso también ver y visitar la tan celebrada finca. Y, acompañado por aquellos señores, seguido por los muchachos de Sarriá
sostenido por don Luis, recorrió gran parte del jardín, parándose a contemplar la magnífica colección de pájaros terrestres y acuáticos y los
camellos, ciervos, osos, elefantes, cocodrilos y otros animales exóticos...
1 HENRI GHEON, Saint Jean Bosco. Colección "Les grands coeurs". París, Flammarion, página 186.
2 CLEMENT TOURNIER. Le bienheureux Don Bosco à Toulouse. Toulouse, Imp. Berthumieu, 1929, pág. 87.
100
Hacia el atardecer se despidió. "Parecerá cosa singular, escribe Viglietti en su diario, y, sin embargo, creo no exagerar si digo que en ning
lugar hemos encontrado tanto afecto y tanta veneración por don Bosco, como en esta familia. El mismo don Bosco me lo decía". Antes de
partir tuvo que asistir al descubrimiento de una lápida, destinada a recordar el honor de esta visita 1.
Era muy previsible que, durante el día, habría ido mucha gente a ver a don Bosco en el colegio; por lo que se acordó por la mañana que s
entregase a los que fueran un papel donde estampar su firma y se les dijera que don Bosco, al volver, bendeciría aquellas firmas entendiend
bendecir a los firmantes, a sus parientes y a sus intenciones particulares.
Cuando volvió a casa, le presentaron un voluminoso fajo de pliegos con siete mil firmas por lo menos 2.
Pero ello no le eximió de salir al balcón para bendecir a la multitud que había permanecido esperando.
Para transportar a Sarriá a tantos barceloneses como allí acudían, ciertamente no eran suficientes los trenes del horario. En los últimos día
se triplicaron las salidas y hubo necesidad de poner en ocasiones dos máquinas, ante la mucha gente que acudía.
((108)) SIN FECHA
Hay algunos hechos extraordinarios que no sabemos dónde colocarlos, porque se conocieron en fecha muy posterior: los presentaremos a
todos seguidos.
Primero, tres curaciones. Una pobre madre llevó a don Bosco a su hijita, que padecía de corea, enfermedad vulgarmente llamada baile de
San Vito, y le suplicó que la curara.
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-Yo no curo, respondió el Santo.
Miró después a la enferma y le dijo:
-Sé muy devota de la Santísima Virgen, reza cada día una avemaría y no sufrirás más este mal.
Una señora, que estaba presente, dijo a la madre al salir que, si la niña curaba, se lo dijera. Pasado algún tiempo, fue la madre en persona
decir a aquella señora que, desde aquel momento, la niña estaba muy bien.
1 Ap., Doc. núm. 16.
2 Viglietti escribe que aquel fajo y otros de días sucesivos se los llevó a Turín; pero ignoramos dónde pudieron ir a parar.
101
La misma señora, al volver aquel día a su domicilio visitó a la familia Figueras, en cuya casa sabía que una de las hijas se encontraba
gravemente enferma con frecuentísimas hemorragias. Contó lo que había visto y oído de don Bosco y entregó a la madre de la enferma una
medalla que le había regalado el Siervo de Dios, recomendando que tuviera fe y se la colocara al cuello de la enferma. Pues bien, desde aqu
momento, cesaron para siempre las hemorragias.
Una prima de dicha señora sufría también, desde hacía varios años, abundantes perdidas de sangre. Al oír la maravillas de don Bosco, dij
un día llena de fe, a quien le hablaba:
-Yo no necesito presentarme a él, me bastaría oír su misa.
Y, en efecto, en cuanto pudo oírla, quedó completamante curada 1.
Otros dos hechos se los refirió a Lemoyne don Felipe Rinaldi, que los había oído a personas dignas de crédito, ((109)) cuando él era
Inspector en España.
Una señora, muy afligida por continuos abortos, confió su pena a don Bosco. El Santo la consoló y le dijo:
-Esté tranquila. De hoy en adelante, no será así.
Cosa singular: tuvo aún siete hijos, todos ellos llenos de vigor y vida.
El profesor Dalmau se presentó a don Bosco acompañado de su esposa y sus hijos. La señora llevaba en brazos un niño de uno o dos año
Padre y madre le pidieron la bendición y encomendaron a sus oraciones a los hijos para que fueran buenos cristianos. Don Bosco alzó sus o
al cielo, estuvo un minuto en recogimiento y, después, señalando a los más grandecitos, dijo sonriendo:
-A todos estos los haremos religiosos.
Y después, volviéndose al pequeñito, continuó:
-Y éste para don Bosco..
Los esposos no contaron a nadie aquellas palabras, pero seguían atentamente el desenvolvimiento de los acontecimientos: uno tras otro lo
hijos mayores se fueron haciendo religiosos en distintos Institutos, uno de ellos entró en la Compañía de Jesús, y el más pequeño se hizo
salesiano.
También se cumplió exactamente otra predicción de don Bosco. Se experimentaba en Sarriá la necesidad de que fueran las Hijas de Marí
Auxiliadora; él mismo reconoció, sobre el lugar, todas las conveniencias y un día vio que, cerca de la casa, había una quinta bien cercada y
dijo a don Juan Branda:
1 Relación de la testigo Josefa Ferrea, viuda de Pons, Barcelona, 18 de julio de 1909.
102
-Este es el sitio que deberá servir para nuestras Hermanas.
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Pero todo parecía conjurarse en sentido contrario. Las pretensiones de los dueños eran tan exorbitantes que, después de varios intentos pa
ver de reducirlas, se renunció a la idea y se pensaba buscar otra solución. Don Bosco seguía insistiendo al Director para que las Hermanas
fueran pronto a Sarriá. Parecía desvanecida toda esperanza, cuando murió el propietario de repente, y su hijo, único heredero, decidido a
abandonar aquel lugar cuya vista renovaba continuamente su acerbo dolor, ofreció por su propia voluntad la casa a un precio muy reducido
encontró, además, en seguida la persona que tomó a su cargo costear los gastos de la adquisición, y las Hermanas no tardaron mucho en tom
posesión.
((110)) Un día recibió a un grupo de señores desconocidos, a los cuales distribuyó una medalla al terminar la audiencia. Había tomado un
puñado al azar y no le llegaron para el último. Rogóle éste que no lo privara de ella, y don Bosco le dijo:
-Usted ha abandonado la vida religiosa.
Y, efectivamente, había salido de la Compañía de Jesús.
MARTES, 4 DE MAYO
Se acercaba el día de la partida y los amigos de don Bosco ya empezaban a sentir la pena de la separación. Una simpática demostración
conmovió a cuantos se encontraron presentes. Los nietos de doña Dorotea y los hijos de don Luis Martí-Codolar, unos cuarenta entre todos
llevaron sus ahorrillos y los depositaron en manos de don Bosco: unos cien pesetas, otros doscientas y algunos más. El las iba recibiendo
sonriente y diciendo a cada uno una palabrita; y, por fin, invocó sobre ellos la bendición del Señor.
Celebró la misa en casa de los señores Pons, donde también comió al mediodía; después visitó a las religiosas Auxiliadoras y el Colegio
los Jesuitas. Se entretuvo con los Padres más de media hora "edificando a todos con su santa conversación, su dulzura y su humildad", nos
escribía el padre Antonio Viladevall desde San Miguel (Argentina), el día 25 de junio de 1933. Y, cuando se disponía a retirarse, todos
aquellos religiosos le besaron la mano.
El venerando padre Viladevall tiene un motivo especial para no olvidarse nunca de aquella visita. Enseñaba en el Colegio matemáticas;
pero una obstinada laringitis le había dejado disfónico desde hacía unos meses de modo que, en vez de dar clase, se veía obligado a hacer
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repasar las cosas ya explicadas o a valerse de un alumno inteligente que, estando junto a él en la cátedra, repetía en alta voz a sus
condiscípulos cuanto el profesor le susurraba al oído. Todos los remedios habían resultado inútiles; pero el referido alumno fue el instrume
de la Providencia. Se llamaba José de Salas y era hijo de una noble familia. Habló del ((111)) maestro a su madre y ésta expuso el caso a do
Bosco, implorando ayuda. Don Bosco le dio una medalla de María Auxiliadora, para que se la llevara y le dijese que la introdujera en un p
de agua y después se la bebiera rogando a la Virgen que lo curase:
-Espero que se pondrá bien, concluyó.
El Padre siguió el consejo, aunque sin gran fe, confiesa hoy. Y con todo le volvió de repente la voz y no volvió a tener residuo alguno o
síntoma del mal. Por eso, conserva todavía la medalla como oro en paño.
Al salir del colegio de los Jesuitas, fue a consolar a una condesa enferma y, después, visitó el hospital fundado por doña Dorotea. En Sarr
estaba esperando mucha gente desde muy temprano. Al llegar en el coche, vio a muchos encaramados a los tejados, a las tapias y a los árbo
de la calle. Como de costumbre, se asomó al balcón y dirigió unas palabras a la muchedumbre que aplaudía, gritaba Viva don Bosco y se
arrodillaba en el suelo para recibir la bendición. La puerta de casa se mantenía fuertemente cerrada, porque hubiera sido imposible regular
concurrencia y evitar piadosos vandalismos. No se pudo evitar, sin embargo, alguna sustracción por parte de ciertos privilegiados, a quiene
concedió pasar por debidas consideraciones a visitar a don Bosco. íCuántas veces le tocó al secretario, en aquellos últimos días, renovar la
pluma en el tintero o reponer en la cama nuevas prendas!
MIERCOLES, 5 DE MAYO
Hoy don Bosco celebró la misa en casa de doña Dorotea, donde se quedó hasta el mediodía con la familia; visitó después a la marquesa d
Comillas. Allí fue don Luis Martí para acompañarlo a la iglesia de Nuestra Señora de la Merced. Este es un célebre santuario de la Virgen,
muy querido por los barceloneses y meta de frecuentes peregrinaciones. Cualquier forastero, que sea creyente y pase por Barcelona, no se v
sin pasar a saludar a Nuestra Señora de la Merced. ((112)) Por esto también don Bosco, la víspera de su despedida de Barcelona, quiso ir
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allí a rezar y a dar gracias a la Santísima Virgen. Conocida su intención, fueron muchos los que se agolparon en los balcones, en las aceras
en la iglesia. Le recibió a la puerta un nutrido grupo de nobles señores, que le acompañaron hasta el presbiterio, donde fue invitado a sentar
en un puesto especial. Frente a él había un coro de muchachos, que cantó, con acompañamiento de orquesta, la Salve Regina; después se
realizó un acto, que bien podemos calificar de histórico. Pero, antes, hay que exponer los antecedentes.
Barcelona, la metrópoli catalana, está coronada por amenas y fertilísimas (sic, en el original) colinas; entre ellas hay una, la más alta de
todas, que domina la ciudad, los valles y llanuras colindantes y las ciudades vecinas. No sería fácil imaginar un paisaje más encantador que
que se divisa desde allí; por eso, fue siempre lugar de reuniones para los ciudadanos y para los forasteros. La colina tiene un nombre muy
original, porque se llama monte Tibidabo. Por su altura y por la amenidad del entorno, la imaginación popular ha localizado allí la tercera
tentación de Jesús, dando curso a la leyenda de que el demonio trasladó allí al Salvador y, mostrándole todos los reinos del mundo, le dijo,
precisamente desde aquella cima: Haec omnia TIBI DABO, si cadens adoraveris me (Todo esto te daré, si me adoras) (Mt. 4, 9).
Hacía pocos años que la cumbre de aquella colina había caído en manos de hombres desaprensivos, que querían convertir aquel lugar en
sitio de diversiones malsanas moralmente o también favorecer la erección de un templo protestante. Ante tal amenaza, siete buenos señores
pusieron de acuerdo y, en el 1885, la compraron, para impedir que un sitio tan hermoso cayera en manos del demonio; una vez adquirido, y
se pensaría cuál podría ser el mejor destino que se le podría dar. Mientras tanto, provisionalmente, habían levantado allí una capilla dedicad
al Sagrado Corazón de Jesús.
((113)) Y henos ahora aquí con don Bosco. Su presencia en Barcelona había hecho nacer en aquellos señores el pensamiento de entregárs
a don Bosco a fin de que pudiera responder a cualquier mal intencionado con las palabras del Señor: Vade retro, Satana (Apártate, Satanás)
(Mc. 8, 35). Uno de los copropietarios se había opuesto, diciendo que ni siquiera sabía quién era el tal don Bosco; pero don Manuel Pascua
habló de él con tanta fuerza de persuasión que el pobrecillo, presa de un temor arcano, se puso a llorar a lágrima viva y hubo que consolarlo
confortarlo.
Y mientras don Bosco estaba allí en oración, se adelantaron hacia él los señores propietarios del monte Tibidabo y se leyó una acta
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notarial por la cual le concedían la propiedad de la montaña y ponían en sus manos los documentos concernientes. El documento de cesión
había sido escrito y adornado por un calígrafo de fama 1. Se lo presentó, en nombre de la comisión, el Presidente de la Sociedad de San
Vicente de Paúl con estas palabras:
-Para perpetuar el recuerdo de vuestra venida a esta ciudad, se han reunido los señores aquí presentes y, de común acuerdo, han determin
cederos la propiedad del monte Tibidabo, a fin de que en su cima, que amenazaba convertirse en un semillero de irreligión, se levante un
santuario al Sagrado Corazón de Jesús, para mantener firme e indestructible la religión que, con tanto celo y ejemplo, nos habéis predicado
que es noble herencia de nuestros padres.
Entonces don Bosco, profundamente conmovido, respondió:
-Estoy confundido ante la nueva e inesperada prueba que me dais de vuestra religiosidad y piedad. Os lo agradezco; pero sabed que en es
instante, sois instrumentos de la divina Providencia. Al salir de Turín para venir a España, iba pensando en mi interior: Ahora que está casi
terminada la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Roma, hay que estudiar la manera de promover cada vez más la devoción al Sagrado
Corazón de Jesús. Y una voz interior me tranquilizaba asegurándome que encontraría los medios ((114)) para cumplir mi deseo. Esta voz m
repetía: Tibi dabo, tibi dabo! (Te daré, te daré). Sí, señores; vosotros sois los instrumentos de la divina Providencia. Con vuestra ayuda,
surgirá pronto sobre este monte un santuario dedicado al Sagrado Corazón de Jesús; en él tendrán todos comodidad para acercarse a los san
sacramentos y se recordará por siempre vuestra caridad y la fe, de la que me habéis dado tantas y tan hermosas pruebas.
Aquellas palabras estaban llenas de emoción y conmovieron a todos los que las oyeron. Después de bendecir a la multitud, acompañáronl
la sacristía, donde firmó en el registro destinado a recoger las firmas de los renombrados visitantes del Santuario 2.
Salió del sagrado lugar, consciente de haberse comprometido a una empresa cuya ejecución no podría ver ni siquiera en sus principios; p
en la primera reunión capitular, que se convocó a la vuelta de su viaje el día veintiséis de mayo, dio a entender cuánto empeño tenía en ella
1 Ap., Doc. núm. 17.
2 En la iglesia de la Merced, a la izquierda del altar dedicado a Santa ría de Cervelló, erigido en la nave derecha del crucero, hay una lápi
de mármol con una inscripción latina que recuerda el hecho de la donación allí ocurrido.
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Despues de recordar varios compromisos aceptados en España, prosiguió:
-Sobre el monte Tibidabo se podría instalar el noviciado de los jóvenes españoles destinados a las misiones. Los Obispos lo aprueban y
están entusiasmados con el proyecto. Y mientras las cosas se van sucediendo, nos ha sido dado el monte.
Sus sucesores recogieron religiosamente el voto del Fundador. Entre tanto, antes de que acabase el mes de mayo, en la cumbre del Tibida
bajo la dirección de los Salesianos y con la ayuda de personas devotas, se levantaba una capilla gótica, con la cual empezaba el Corazón de
Jesús a tomar posesión del lugar 1.
Desde Barcelona, don Luis lo acompañó a Sarriá en su coche. Y, como siempre, mucha gente al partir, mucha gente por el camino, much
gente a la llegada, escenas conmovedoras por doquier, gritos y aplausos ((115)) por todas partes. La calma imperturbable del Siervo de Dio
animaba el entusiasmo de la multitud, que sometía a dura prueba la buena voluntad y los bríos de los que le acompañaban.
Después de la cena, llegaron al colegio los diversos matrimonios de la familia Pascual. Eran cuatro y parecía que iban a porfía para
manifestar su entusiasmo por don Bosco. Les había llevado allí el pensamiento de su inminente partida. "Toda la familia se deshacía en
lágrimas", escribe Viglietti en su diario.
JUEVES, 6 DE MAYO
Era el último día. Don Bosco celebró la misa en el nuevo altar erigido en la capilla del colegio. Después de la misa, volvió a su habitació
salió al balcón para bendecir a la multitud que lo requería a voces. Hizo señal de querer hablar, y se produjo un movimiento general de
empujones y apretujones para llegar a oír lo que diría. Y dijo:
-Espero volver a veros a todos en el Paraíso... donde tendréis audiencia, no de un pobre sacerdote, sino de la Santísima Virgen en persona
de su divino Hijo Jesús..., y no por pocos minutos, sino por toda la eternidad.
La última audiencia fue para las familias Pascual, que, no obstante la despedida de la tarde anterior, no pudieron resistir el deseo de goza
todavía una vez más de su amable conversación. "Conmovía de veras, dice el cronista, ver a aquellos pobres señores y señoras dar vueltas
1 Diario de Barcelona, 30 de mayo de 1886 (Ap., Doc. núm. 18).
107
por las habitaciones..., saludarnos sollozando y no saber cómo marcharse... Llegaban hasta la puerta, y después se volvían atrás...;
volvían a entrar para besar la cama de don Bosco; nos volvíamos a saludar; los pobres no conseguían darse cuenta de lo que les pasaba".
Don Bosco no había podido nunca hablar a todos los alumnos juntos; por eso, después de la comida, en el último momento, fue a la igles
donde estaban reunidos para recibir sus recuerdos y les dijo unas palabras, los bendijo y se despidió. Los muchachos se enjugaban las
lágrimas.
((116)) Los empleados del ferrocarril de Sarriá a Barcelona quisieron tener el honor de llevarlo en su tren, ya que siempre había hecho el
viaje en coche; por ello, le prepararon un vagón especial, y, junto con sus señoras, le colmaron de atenciones al llegar, subieron con él las
principales autoridades de la población y, además, varios Cooperadores y amigos. No estaban allí don Luis y don Oscar Pascual. Como sab
que en la estación de Barcelona se había aglomerado mucha gente, salieron a su encuentro con sus coches en la penúltima estación, recibie
a don Bosco y a sus compañeros y los acompañaron al tren de Francia por otro camino más solitario, ahorrándole así molestias y emocione
Junto al tren de Francia, se encontró don Bosco con doña Dorotea a quien acompañaba un grupo de señoras y señores, que iban a darle el
último y conmovido adiós. Algunos subieron con él al tren para descender en otra estación, después de dos horas de recorrido.
Doña Dorotea, al volver a su casa, iba recordando las santas palabras oídas y las cosas santas vistas en aquellas semanas, durante las cual
había hecho verdaderamente de María y de Marta. Siempre que le había sido posible, había oído con seráfica piedad la misa del Siervo de
Dios y había prestado, con sus propias manos, los servicios referentes a su persona. Hasta había llamado a pintores para adornar la sala de s
palacio donde pensaba hospedar a tan venerando personaje; y, cuando don Bosco se marchó de allí, la conservó como una reliquia,
convirtiéndola después en capilla y recogiendo en grandes armarios los muebles y objetos que él había usado. Había sido algo edificantísim
ver cómo la buena señora, a quien toda Barcelona admiraba y veneraba por el heroísmo de su caridad, permaneciese ante don Bosco humild
como una niña que no supiese hablar.
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Dos veces durante el mes de mayo, don Celestino Durando, como Prefecto General, envió a las casas salesianas sencillas relaciones del
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viaje de don Bosco a España. Escribía sobre la primera ((117)) monseñor Cagliero 1:
"La carta de don Celestino Durando fue leída y devorada con atención por todos y, aunque hacía un viento helado, en todos se encendió u
santo entusiasmo de noble orgullo por ser hijos de un padre tan grande".
Don Bosco, por su parte, "qué pensamientos llevaría en su mente, cuando se vio solo, al recordar aquellas veintinueve jornadas tan densa
de tanto triunfo? Es lícito deducirlo de dos palabras que se escaparon de sus labios 2.
Cierto día comentaba uno de los comensales ante él aquel continuo repetirse de aglomeraciones públicas y él, con toda calma y sencillez,
susurró por toda respuesta:
-Yo no sé por qué viene a verme toda esa multitud de personas.
Cuando, después en el curso de la conversación se vino a hablar de la obra salesiana en Sarriá, afirmó sin dar ninguna importancia:
-Los Talleres Salesianos darán instrucción y educación a quinientos alumnos.
Olvidarse de sí mismo y preocuparse con gran fe de las obras queridas por Dios, son los pensamientos habituales de los Santos.
1 Carta a don José Lazzero, Patagones, 26 de mayo de 1886.
2 Diario de Barcelona, día 1.° de mayo de 1886.
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((118))
CAPITULO IV
SALIDA DE ESPAÑA
Y VUELTA A TURIN
MAS de un lector salesiano se habrá preguntado al terminar la lectura del capítulo precedente: "cómo se entiende que en la narración de lo
acaecido durante la permanencia de don Bosco en Barcelona, lo mismo que durante su estancia en París, casi no se ha mencionado a don
Miguel Rúa, que ciertamente no permanecería ocioso al lado del Siervo de Dios?
Ello obedece en gran parte a nuestras fuentes, que apenas hacen referencia a él. Hay que advertir, además, que era su costumbre eclipsars
desaparecer junto a don Bosco, para no distraer la atención de nadie sobre la persona del santo fundador. Nosotros, con toda razón, podemo
dar por descontado que era él quien atendía al despacho de su extraordinariamente abundante correspondencia; que lo representaba en todo
los actos de cortesía y en las cuestiones importantes, pero siempre como el más humilde secretario; que, en su condición de Vicario en el
gobierno de la Pía Sociedad, mantenía diaria relación de los asuntos con los miembros del Capítulo Superior, actividad que realizaba
naturalmente en la sombra, sin que nada se trasluciera al exterior; que ejercía el sagrado ministerio en favor de los hermanos y de los
muchachos de la casa de Sarriá, especialmente confesando; pero es la verdad que no poseemos datos concretos de ningún género y tampoco
sabremos nada respecto al viaje de vuelta.
Sin embargo, ocurrió en los últimos días en Sarriá un hecho, cuyo recuerdo, cuando don Miguel Rúa asumió la sucesión de don Bosco,
((119)) sirvió para ganarse la veneración de los Cooperadores españoles.
Un niño, desahuciado por los médicos, estaba próximo a dar el último suspiro. En un arranque de amor y de fe, lleváronle sus padres a do
Bosco. El Santo que, en aquel momento, no podía absolutamente atenderlos, les mandó a decir que se lo presentaran a don Miguel Rúa. Es
lo bendijo, y el moribundo curó al instante. En aquel momento, se opinó que la bendición de don Miguel Rúa había sido dada en nombre d
don Bosco, al cual se atribuía, por consiguiente, la
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eficacia de la intercesión; pero después, al difundirse la noticia y comentar el caso, se creyó justo reconocer también en don Miguel Rúa su
parte de mérito.
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VOLUMEN XVIII Página: 111
Nuestros viajeros no pasaron de Gerona la tarde del día seis de mayo. Don Bosco necesitaba absolutamente quietud y reposo antes de
exponerse a nuevos ajetreos y encontró un nido de paz en casa del magnífico señor don Joaquín de Carles, que salió a recibirlo a la estación
en compañía de sus hijos. Una inmensa multitud rodeaba el edificio de la estación ferroviaria; pero el Santo, después de saludar a las
autoridades religiosas y civiles que le presentaron apenas bajó del tren, se vio obligado a subir rápidamente a un coche para librarlo del asa
de la multitud. En el palacio donde le recibieron se habían hospedado catorce reyes, entre los cuales Amadeo de Saboya, durante su breve
reinado en España. La familia, admiradora de don Bosco, estimó como un gran don del cielo tenerlo en su casa, aunque fuera por poco
tiempo. La habitación que le destinaron es tenida, todavía hoy, en gran veneración, aunque el palacio haya cambiado de dueño. Fue regalad
al Obispo de Gerona y quedó convertido en suntuosa sede de la Acción Católica. "Cómo pudo don Bosco gozar de tan aristocrática
hospitalidad lejos de Barcelona? Responde a esta pregunta un testimonio viviente (1936), el veterano párroco de Lloret de Mar, reverendo
Juan Ferrés y Puntones, que moraba entonces con aquella noble familia 1.
((120)) Don Joaquín Carles, primogénito de la familia, cuando supo que había llegado a Barcelona un religioso en concepto de santo, se
propropuso ir a visitarlo. El día veinticuatro de abril tomó consigo al joven Ferrés y se dirigió a la casa salesiana de Sarriá, donde obtuvo
enseguida audiencia con don Bosco. Su conversación fue muy larga. No se sabe qué se dijeron; pero se vio salir al señor Carles la mar de
contento. A la mañana siguiente, oyó la misa de don Bosco en la capilla del colegio y recibió la comunión de sus manos. Tuvo después una
segunda audiencia y partió radiante de alegría, porque don Bosco le había dado esperanzas de que haría una parada en su casa, durante el v
de vuelta. La esperanza se convirtió en realidad. Cuando los señores Carles recibieron una cartita en la que les anunciaban que el Santo
llegaría a Gerona el día seis de mayo por la tarde, toda la familia se
1 Relación de don Eugenio Magni, director de la Casa de Gerona, del día 5 de mayo de 1936. Véase también El mensajerito de María
Auxiliadora, de Gerona, 1.° de mayo de 1936. Las fechas que aparecen aquí y en otro lugar indican que ciertas noticias se han añadido cuan
ya estaba este volumen en la imprenta.
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alegró más que si se hubiera tratado de un rey de España. En consecuencia, engalanaron el palacio, prepararon un gran banquete en el salón
principal y la mejor habitación para el huésped. Don Juan Ferrés describe así su impresión de entonces:
"Don Bosco tenía estatura media, ojos vivísimos, mirada penetrante, la sonrisa siempre en los labios y un extraordinario atractivo. Poseía
don de gentes. Bastaba verlo para decir que era un santo. El efecto que experimenté ante él fue que, al mirarlo, me sentí obligado a encerrar
en mí mismo y a examinar el estado de mi alma".
A su salida, quisieron acompañarle hasta Cerbère los señores Joaquín de Carles padre e hijo con los dos hijos menores Emilio y Eduardo
visita fue breve, pero muy duradera la correspondencia epistolar.
Dada la brevedad de la demora, no pudo hacer ni recibir muchas visitas. Recibió, entre otros, al Obispo, monseñor Tomás Sivilla, que fue
día siguiente muy de mañana porque tenía gran deseo de verle. Al observar el suntuoso alojamiento que le habían preparado, dijo al señor
Carles, que le acompañaba:
-"Cómo, esta habitación para don Bosco?
A lo que él respondió:
-Excelencia, si hubiera tenido otra mejor, se la habría preparado.
Se marchó a las ocho y media de la mañana. Toda la ((121)) familia del señor Carles quiso acompañarle hasta Port-Bou, despidiéndose d
con las más exquisitas demostraciones de reverencia y afecto. Cuando se quedó solo con don Miguel Rúa y Viglietti (don Juan Branda que
había acompañado hasta allí también debió volverse), aceptó de buena gana la comida que allí le había preparado una buena señora, y tomó
después en las horas de la tarde el tren para Montpellier, desde donde tenía intención de dirigirse a Italia, por la línea más corta. Le urgía
llegar pronto a Turín, pues se aproximaba la novena de María Auxiliadora; pero se había decidido que hiciera el viaje por etapas, como lo
aconsejaban sus condiciones físicas.
Después de una hora de espera en Cette, que aprovechó para saludar a una rica familia, siguió a las seis y media el itinerario de la jornada
cuya meta era Montpellier. Allí le esperaban, con los brazos abiertos, el Rector del Seminario Mayor y los demás superiores, que lo
acompañaron a cenar con los seminaristas.
La mañana siguiente, ocho de mayo, celebró la misa de la comunidad; después dio audiencia a numerosas personas que esperaban desde
muy de mañana a la puerta del Seminario.
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VOLUMEN XVIII Página: 112
Hacia las once, invitado por la Superiora, fue a visitar a las religiosas
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del Sagrado Corazón, que le esperaban impacientes. "Reinaba allí aquel día la alegría: iban a ver a un Santo", nos escribía el día 25 de febr
de 1934 una de las supervivientes, la cual continuaba: "Habíamos rezado mucho para conseguir aquella visita, considerada como una graci
muy grande. Y tal era en verdad el ver y oír a aquel venerando anciano, cuya fisonomía y cuya palabra daban la impresión de una alma
íntimamente unida a Dios". Estuvo allí un cuarto de hora, sentado en un sillón y rodeado de la comunidad, de las educandas y de un grupo
señoras. Habló unos minutos; después empezaron a acercársele varias personas que le confiaban una a una sus penas o le pedían oraciones.
escuchaba a todas con ((122)) bondad. Se le acercó una chiquita que, con las manos juntas y las lágrimas en los ojos, le suplicó diciendo:
-íPadre, haga que vuelva mi mamá!
-"Y dónde está?, le preguntó el Santo.
-Se ha muerto, respondió el angelito.
-Deja que esté con el Señor, le dijo don Bosco. Allí está muy bien.
Como se hacía tarde, dijo en alta voz de modo que todos se enteraran:
-No puedo escuchar a todos. Les daré la bendición y pediré al Señor que les conceda las gracias que desean.
La religiosa que nos dio estas noticias, era todavía seglar. Sentía algo de vocación, pero de una manera abstracta y llevada por la fe más q
por sentir inclinación. Se encontraba pasando unos días en el convento, pero no estaba decidida a quedarse allí; la Superiora, por el contrar
para tenerla más al seguro, hubiera querido que aquella misma tarde marchara al noviciado. Pero alejarse así de repente de la familia, sin
habérselo hecho saber antes a sus padres y sin despedirse siquiera y sin poder disfrutar un día más de la vida de soltera que tanto le halagab
era algo que le desconcertaba. En tal estado de ánimo, cuando don Bosco pasó a su lado y la contempló, ella permaneció indiferente. La
Superiora le hizo señas de que la siguiera. Obedeció, bajó las escaleras lentamente detrás del Santo y cuando llegaron al jardín, la madre qu
que pasara delante de don Bosco y le indicó que se arrodillara para recibir una bendición que ella no había pedido ni deseaba. Sin embargo
obedeció. El puso paternalmente su mano sobre aquella cabeza hirviente y, apretándole fuertemente, le dijo:
-Pobre hija mía, tenga confianza; tendrá que luchar mucho, sí;
mucho... pero...
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La turbación que le asaltó en aquel instante no le permitió oír las palabras que siguieron al pero... Y, efectivamente, todo se cumplió al pi
de la letra: luchas, contrariedades, dificultades personales y ajenas se conjuraron para arrancarle la vocación; pero, a la distancia de cuarent
siete años de aquel encuentro, considerándose feliz en su vida religiosa, atribuía ((123)) esta felicidad a la eficacia de la bendición y de las
oraciones de don Bosco.
L'Eclair, periódico católico de la ciudad, en el número del día ocho, recordaba las impresiones que suscitaron en Montpellier las cosas qu
en 1883 se narraban cuando don Bosco visitó París, y daba a sus lectores la noticia de que "Le célèbre prÛtre italien" se encontraba en su
ciudad y que, a la mañana del día siguiente celebraría la misa de las ocho en la catedral. Este anuncio puso en movimiento a la ciudad y una
multitud jamás vista llenó el amplio templo mucho antes de la celebración. A su llegada, salió a recibirle el Cabildo en pleno y el clero. Al
evangelio habló el Vicario General desde el púlpito, recomendando la limosna en favor de las obras salesianas. Don Miguel Rúa y Viglietti
recorrieron la iglesia con la bandeja y daban las gracias a los donantes con la frase ritual de don Bosco: Que Dieu vous le rende (Que Dios
lo pague). Terminada la misa, el Siervo de Dios dirigió unas palabras a la multitud. "Su voz pausada y débil, escribe el citado periódico en
número del día diez, no domina al auditorio; su acento extranjero lo predispone ante nosotros, parece titubeante en su expresión; pero, bast
verlo para sentir como una emanación sobrenatural que irradia de toda su persona".
Después de un ligero desayuno en la casa rectoral, fue al monasterio de la Visitación, donde se entretuvo un rato con las hermanas, reunid
en una sala. Estaba gravemente enferma una hermana muy querida de toda la comunidad por sus muchas virtudes. Rogáronle las religiosas
que la visitara, esperando un milagro. El Santo fue a verla; pero, recogiéndose unos instantes, como quien consulta la voluntad de Dios,
levantó el dedo y señalando el cielo a la enferma exclamó:
-íAl cielo, al cielo!
Y, en efecto, poco después entregó su alma a Dios 1.
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Antes de retirarse concedió el Santo allí mismo muchas audiencias. Al mediodía volvió al Seminario. Lo dirigían los hijos de San Vicent
de Paúl y habían elegido aquel día ((124)) para celebrar la fiesta de su santo Patrono, considerando la presencia de don Bosco como el núm
mejor del programa.
1 Ap., Doc. núm. 19.
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Después del mediodía, empezó la procesión de los visitantes; eran tantos que no fue posible contentar a todos y, además, no se podía
estorbar el horario de la comunidad. Sucedió un prodigio del que hubo muchos testigos. Una señora enferma, llevada casi en peso ante don
Bosco, recibió la bendición y curó al instante, de forma que ella misma recorrió el camino de vuelta sin recibir ayuda de nadie. Pasó de la s
de audiencias a su habitación; lo primero que hizo fue sacar las monedas de oro y plata que rompían sus bolsillos, y dijo bromeando:
-En Montpellier, si no aceptábamos el dinero, nos lo echaban por detrás y consideraban como un favor que nosotros lo aceptáramos.
Volvió a encontrarse en Montpellier con un antiguo y querido amigo, el doctor Combal, que tenía allí su residencia 1.
Apenas supo éste la llegada de don Bosco, se apresuró para ir a saludarlo aquella misma tarde y repitió, además, su visita en las dos tarde
sucesivas. La última vez llevó consigo a su familia y no quiso separarse de él, sin antes hacer un examen detenido del estado de su salud. A
salir de la habitación, se encontró con don Miguel Rúa y Viglietti y les confirmó el diagnóstico de dos años antes.
-Don Bosco, repitió él, no tiene más enfermedad que una extrema postración de fuerzas. Si don Bosco no hubiese hecho nunca ningún
milagro, yo creería que el mayor de todos es su propia existencia. Es un organismo deshecho. Es un hombre muerto de fatiga y sigue
trabajando todos los días, come poco y vive. Este es para mí el mayor de los milagros.
Los seminaristas manifestaban una afectuosa admiración por don Bosco; para poderle escuchar, habrían dejado vacío el seminario por co
tras él. Después de la cena, se presentó ante ellos en un salón. No se podía mantener en pie. Tenía deseos de hablar; pero era tal su cansanc
que debió renunciar a ello ((125)) y se limitó a darles la bendición a todos juntos. Sin embargo, su simple presencia fue más elocuente y efi
que cualquier discurso.
Vivía en Montpellier una pariente suya, pero quizás ni él mismo lo sabía, o tal vez no lo recordaba. Francisco Bosco, hijo de Juan, tío
paterno del Santo, había emigrado de Italia, no sabemos por qué motivo, con su mujer, una tal Zagna; terminó su vida prematuramente en
Marsella el año 1870, y dejó dos hijas muy niñas todavía. Estas se educaron en Montpellier, en el orfanato de las Hermanas de Nazaret,
1 Véase Vol. XVII, pág. 58.
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donde precisamente se encontraban, cuando llegó su ilustre tío. La mayor, nacida en 1867, estaba en edad de decidir su porvenir. Visitó a d
Bosco en el seminario. No era la primera vez que lo veía; porque cuando tenía ella ocho años fue con su madre a Castelnuovo y ésta la llev
Turín 1. Recibióla él con conmovedora bondad y preguntóle qué pensaba, a lo que respondió que quería ser religiosa.
-Muy bien, le dijo mirándola con sus ojos penetrantes; me interesaré por ti.
Luego añadió a la religiosa que la acompañaba:
-Yo asistí en sus últimos instantes a su abuelo, hermano de mi padre. Si todos vivieran como él, la muerte sería siempre hermosa como lo
fue la suya.
La joven entró en las Benedictinas de Sembel, junto a Miols, departamento de Hérault, en donde profesó en el 1893 y cambió su nombre
Paula por el de María Leonor 2. Llegó a ser superiora del convento y actualmente se encuentra en la abadía de Pradines, departamento de L
Loire 3.
((126)) La multitud de gente aumentaba de hora en hora, perturbando seriamente la tranquilidad del piadoso lugar, por lo que el Santo
decidió no prolongar más en él su estancia. Por eso, el día diez por la mañana, después de desayunar en las Hijas de la Caridad, atención qu
le dispensaron por mediación de sus Hermanos, partió para Valence.
La hospitalidad que tan cordialmente le brindaron en el Seminario de Montpellier, hizo que se mantuviera una relación que no podemos
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olvidar.
Don Bosco envió desde Turín al señor Dupuy, superior del Seminario, junto con su agradecimiento, algunas de sus publicaciones y entre
ellas la Vida de San Vicente de Paúl. Y aquél le respondió el dos de julio y tras darle las gracias, le decía:
"El Seminario de Montpellier conserva todavía la más grata impresión de su visita; los buenos habitantes de la ciudad, que le tributaron
1 En una carta a su pariente, la madre Eulalia Bosco, hija de María Auxiliadora, escribía desde Pradines el día 21 de noviembre de 1929
refiriéndose a aquel viaje y a su propio padre: "Debía ser muy apreciado; pues yo noté que las personas mayores que le habían conocido en
Castelnuovo, cuando se les decía: -Esta es hija de Francisco Bosco, juntaban las manos y decían: -íOh, oh!; mirándome con respetuosa
ternura.
2 Se interesó para ingresarla en el convento el abate Gervais, Vicario General de Montpellier, que profesaba gran afecto a don Bosco.
3 Debemos estos informes, en parte a sor María José de la Trapa de La spire de L'Agly, en los Pirineos Orientales, que los envió a Lemoy
el día 5 de abril de 1899, y en parte a la misma madre María Leonor a través de una relación, enviada a la madre Eulalia con la citada carta
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tan festiva acogida, estarían dispuestos a renovarla y yo me ofrecería nuevamente a sostenerle y librarle del asalto de las gentes. Porque tuv
que sudar un poco para contener el ímpetu del pueblo, que quería besar la mano de un sacerdote pobre entre los pobres y lleno de achaques
Pero se había quedado con una gran pena: la de haberle dejado a disposición de los demás, sin haber tenido la oportunidad de hablar con
solas cuando habría deseado mucho interrogarle sobre el método que empleaba para llevar las almas a Dios. Sí que le había preguntado cóm
se las arreglaba para gobernar a tantos jóvenes con tan escaso personal, y don Bosco le había respondido que el secreto consistía en infundi
el santo temor de Dios; pero el Superior no había quedado satisfecho con esta respuesta. "El temor de Dios, observaba en la misma carta, e
solamente el principio de la sabiduría; yo, en cambio, querría saber cuál es su método para llevar las almas a la cumbre de la sabiduría que
el amor de Dios".
Cuando se le leyó la carta 1, don Bosco exclamó:
((127)) -Quieren que exponga mi método. íPero... si yo mismo no lo sé! Siempre he ido adelante según me lo inspiraba el Señor y las
circunstancias lo exigían 2.
No se sabe qué fue lo que le respondió o le hizo responder; pero ciertamente estas palabras quieren decir mucho en su sencillez. No
significan, como nota don Bartolomé Fascie 3, que iba sin saber a dónde, sino que no se había enquistado dentro de un método estereotipad
que "le quitase la libertad de movimientos frente a nuevas iniciativas o nuevas exigencias". Efectivamente, su eminente espíritu práctico hu
de las abstracciones. En realidad don Bosco hizo suyo un método preventivo, estudio hecho sobre el ánimo de los jóvenes, lejos, por
consiguiente, del campo de la Pedagogía teórica.
En la línea férrea de Montpellier a Valence, se encuentra Tarascón, donde es preciso cambiar de tren. Durante la espera de casi media hor
se esparció la voz por el ambiente que el sacerdote vestido a la italiana era don Bosco, y la sala de espera se llenó de gente. Se veía que uno
iban atraídos por la pura curiosidad y otros, por el contrario, acudían a pedirle devotamente su bendición.
Llegó a Valence hacia las cuatro de la tarde. El párroco de la catedral, que quería mucho a don Bosco y a los Salesianos, le esperaba
1 Ap., Doc. núm. 20.
2 LEMOYNE, Vida del Venerable don Bosco, Vol. II, pág. 311.
3 B. FASCIE, El método educativo de don Bosco, S.E.I., págs. 20-22.
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en la estación y lo llevó a su casa. Estuvo también presente a la cena el Ecónomo de la gran Cartuja de Grenoble, que habló extensamente c
el Siervo de Dios. Aquel buen monje sabía muy poco de don Bosco y menos aún de sus obras; pero Viglietti logró catequizarlo tan bien en
poco rato que, al despedirse, prometió que se recordaría y abrazó a todos con la más sincera cordialidad. Con su recuerdo quería decir que,
la considerable beneficencia que cada año hacía aquel hacendado monasterio, habría algún margen ((128)) para don Bosco, y no fueron
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palabras al aire, pues, el día treinta y uno de mayo, se presentó en el Oratorio un monje de aquella abadía, el cual llevaba a don Bosco, en
nombre de su Prior, cincuenta mil francos, con una carta impregnada de benevolencia para con él, en la que el Superior se ofrecía para
prestarle cualquier servicio y suministrarle todo socorro.
Al día siguiente, dio al Párroco un banquete en su honor, convidando a muchos señores de la ciudad, entre los cuales citaremos a Du Boy
biógrafo de don Bosco, a quien ya hemos encontrado en Tolón 1.
A continuación visitó a las religiosas de la Visitación, a las Trinitarias y a las señoras que trabajaban para los misioneros, repartiendo por
doquier consejos, consuelos y bendiciones. A las ocho de la tarde, se celebró una conferencia en la Catedral, que se abarrotó de público, pe
a sus amplias proporciones. Don Bosco cedió la palabra a don Miguel Rúa, quien expuso la historia del Oratorio y pasó después con Viglie
por toda la iglesia recogiendo limosnas.
El día doce, lo mismo que el anterior, celebró en la Catedral. Después del Evangelio, se sentó y habló a un público muy numeroso, sobre
iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Roma; y después se repitió la cuestación, mientras don Miguel Rúa distribuía, desde la balaustrada
una gran cantidad de medallas de María Auxiliadora. Concedió las audiencias que fueron posibles, y don Bosco se retiró porque era inmine
la hora de partir. Daban las doce cuando salía de Valence, camino de Grenoble, última etapa de don Bosco por tierras de Francia; no
solamente última en el largo viaje descrito hasta aquí, sino también para el resto de su vida.
La fama le había precedido en Grenoble. Los sacerdotes y señores que salieron a recibirlo, en vista de la expectación del público, habían
determinado llevarle desde la estación a la iglesia de San Luis. Las calles y plazas cercanas estaban rebosando de gente y el templo ((129))
1 Vol XVII, pág. 197.
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estaba repleto hasta los rincones. El párroco, revestido de sobrepelliz, salió a recibirlo con todo su clero hasta la puerta, donde le invitó en a
voz a que bendijera a sus parroquianos y dijera una oración por ellos.
Don Bosco condescendió. Y ya no hubo dique de contención posible: la multitud, llevada por una especie de frenesí, se acercó de tal form
a él que fue preciso rodearlo para que no lo aplastaran y pudiera llegar hasta el presbiterio. Y como no podían tocarle las manos o la sotana
golpeaban desde lejos con el rosario, en las espaldas, en el cuello, en la cabeza, en los brazos: de tal modo que, lo mismo al entrar que al sa
lo sometieron a una "piadosa flagelación", como se expresa en los procesos don Miguel Rúa, que estaba junto a él 1.
Y efectivamente, por la noche, tenía las manos teñidas de sangre, le dolía la cara y sentía dolor en el brazo derecho.
Con calma y paciencia se logró subirlo al coche y llevarlo al Seminario Mayor, con un séquito de eclesiásticos y seglares. Los vehículos
entraron por la puerta cochera, mientras todos los seminaristas estaban asomados a las ventanas, ansiosos de ver al Santo. El Superior,
rodeado de su personal, lo recibió al pie de la escalera y, al verlo fatigado y jadeante, le dijo:
-Reverendo Padre, parece que sufre mucho... Pero nadie mejor que usted sabe cuánto santifica el sufrimiento.
-No, no, señor Rector, respondió rápidamente don Bosco; lo que santifica no es el sufrimiento, sino la paciencia.
Tocaron poco después para cenar y entró con todos los superiores en el refectorio de los seminaristas, que se pusieron en pie y aplaudiero
con entusiasmo. Al llegar él a su puesto, dijo en italiano y en alta voz:
-íBuen provecho!
E hizo lo mismo las otras veces.
Servían a la mesa por turno cuatro seminaristas. Los cuatro ((130)) de aquella noche se confabularon para hacer desaparecer, y repartirse
después entre ellos, la servilleta y los cubiertos que usara don Bosco;
mas, para cohonestar el pequeño hurto, aportó cada uno su cuota para comprar un servicio nuevo igual al que habían escamoteado. Así, en
momento oportuno, se echaron sobre la presa y se repartieron lo hurtado.
La primera jornada en Grenoble, la del día trece de mayo, fue muy laboriosa. En la misa, que celebró en la catedral con asistencia del
1 Summ. de los Procesos diocesanos, núm. XVIII, & 185.
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Capítulo, que lo recibió en corporación con la solemnidad del ceremonial episcopal, don Bosco habló, y fue más bien largo, al numeroso
auditorio, mostrando cómo su obra respondía a la necesidad de los tiempos. A continuación, se hizo la colecta de costumbre.
Después de la misa, cuando cruzaba a pie la plaza llena de gente y se dirigía a la casa rectoral, he aquí que un anciano encanecido se abri
paso entre la multitud, se acercó a él, cayó de rodillas y le suplicó que lo bendijera. Toda la ciudad le conocía y veneraba: era el señor Pabl
Lamache, uno de los siete que instituyeron con Ozanam, en París el año 1833, la sociedad de San Vicente de Paúl, más conocida con el
nombre de Conferencias. Se había establecido en su vejez en Grenoble y tenía a su mujer gravemente enferma; la pobre ya no podía ingerir
ninguna clase de alimento y los médicos no daban ninguna esperanza. El marido, hombre de fe, al saber que don Bosco estaba allí, iba a
intentar la última prueba. Don Bosco, después de oír su descorazonada súplica, se recogió un instante en sí mismo, como si consultase con
Dios, y le dijo:
-Haga por los pobres algo que le cueste sacrificio. "No tienen sus hijas alhajas de familia de las que estén enamoradas?
-Sí que las tienen, respondió.
-Pues que las ofrezcan, siguió diciendo don Bosco, a María Auxiliadora en favor de las obras salesianas.
La privación era muy dura; sin embargo, pocos días después aquellos tesoros familiares emprendían el camino de Turín. Cuando don Bos
los recibió, le hizo telegrafiar: "Obtendrá curación, ((131)) si es útil a la salvación eterna". El resultado fue que la señora Lamache curó y
vivió todavía veinte años más.
Acudieron a la casa del párroco los miembros de la Sociedad de San Vicente para saludarle y recibir su bendición. Fue después a visitar a
una bienhechora y se quedó allí para dar audiencia a muchas personas. Fue a comer con los seminaristas, a la casa de campo del seminario,
fuera de la ciudad. A la vuelta, pasó por las religiosas del Sagrado Corazón de Jesús; después, retiróse a su residencia y siguió recibiendo,
hasta muy tarde, a los que quisieron hablar con él. A la hora de la lectura espiritual que precedía a la cena, como ya no se permitía la entrad
de personas extrañas, unióse a los seminaristas para participar en el piadoso ejercicio; pero aquel día quedó suplida la lectura por una
exhortación de don Miguel Rúa. Este habló sobre el amor que Dios nos tiene. Escribe uno de los presentes: "Sus ardorosas palabras revelab
en él una alma abrasada de amor divino. Más que una meditación aquello resultó una contemplación y para el Santo un
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éxtasis. Corrían gruesas lágrimas por sus mejillas, y como se diera cuenta de ello el Superior, dijo fuerte con su voz dulce y simpática:
"-Don Bosco está llorando.
"Es imposible describir la emoción que produjo en nuestras almas aquella simple expresión. Las lágrimas del Santo fueron todavía más
elocuentes que los inflamados suspiros de don Miguel Rúa. Nos sentimos profundamente emocionados y reconocimos la santidad ante la
señal del amor y ya no necesitábamos milagros para manifestar al Santo nuestra veneración, mientras íbamos desde allí al comedor".
Y he aquí lo que hicieron. Los seminaristas, que eran ciento veinte, quisieron besar la mano a don Bosco. En un abrir y cerrar de ojos se
pusieron de acuerdo. Dos se colocaron a su lado, le tomaron los brazos para sostenerle y así, mientras recorrían el pórtico hasta el refectorio
pasaron todos de dos en dos besándole las manos. Y téngase en cuenta que, en Francia, no es costumbre besar la mano a los sacerdotes com
hacemos en Italia; allí es un acto que supone una alta veneración personal.
Empezó entonces una porfía por hablarle en privado.
((132)) He aquí un episodio. A la mañana siguiente, temprano, el seminarista Eduardo Jourdan se escurrió, no se sabe cómo, de la fila,
corrió a la habitación de don Bosco y llamó a su puerta. Nadie respondió, pero salió Viglietti, el cual le dijo que don Bosco se encontraba e
la sala de lectura. Sin decir palabra, el seminarista se dirigió allí, seguido de un compañero que se le había añadido no se sabe cómo. En aq
momento, se abrió la puerta de la sala y apareció don Bosco. Dieron los dos un salto y se arrodillaron ante él. Habló primero Jourdan y dijo
-Padre, estoy indeciso sobre mi vocación, dígame qué debo hacer.
-Usted, amigo mío, necesita venirse conmigo, le dijo don Bosco. Usted será salesiano.
También el otro le preguntó sobre el camino a seguir y, por toda respuesta, recibió un gesto negativo con la mano derecha, que quería
significar:
-A usted no le quiero.
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Lo mismo al decir que sí, al primero, que al decir que no al segundo, lo hizo en tono categórico.
Otra ocurrencia tuvieron aquellos buenos seminaristas; fue la de cortarle pedacitos de la sotana o mechoncitos del cabello. Realizaron su
intento, mientras el Superior enseñaba a don Bosco las distintas dependencias de la casa. Algunos iban provistos de tijeras y se disponían
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a efectuar su proyecto, pero, al llegar el momento, no se atrevían.
Alguno, sin embargo, se arriesgó; pero una mirada fulmínea del Santo infundía temor. Hubo uno, más afortunado que los otros, el cual lo
su intento; pero don Bosco se dio cuenta y dijo sonriendo al Superior:
-Señor Rector, usted tiene ladrones en casa.
El Rector enarcó las cejas con sorpresa; pero fue cosa de un instante. Resulta atinada la observación de aquel que hemos citado poco ante
propósito de las lágrimas de don Bosco: él concebia ingeniosamente dos cosas tan diferentes como la severidad de aquella mirada y la
amabilidad de esta sonrisa. "La mirada severa, escribe, ante factum y la sonrisa post factum. En los Santos, como en Dios, la justicia y la
misericordia se dan un beso inefable".
((133)) El autor de este comentario es el seminarista que recibió el no de don Bosco, después del sí que dio a su compañero. A este últim
repitió la invitación en la audiencia privada y no fue en balde; en efecto fue a Marsella para hacer el noviciado, llegó al sacerdocio y vivió
como un salesiano ejemplar hasta su muerte en el año 1923. El otro, después de haber ejercido el ministerio pastoral en la diócesis, entró en
gran Cartuja de Grenoble, donde permaneció hasta la expulsión de los religiosos de Francia. Es el padre Pedro Mouton, hoy vicario de la
Cartuja de Motta Grossa, en Pinerolo; su relación sobre la estancia de don Bosco en el seminario de Grenoble, cuenta muchas cositas que
pueden leerse en el apéndice de este volumen 1.
Pero se calla un detalle que contó en nuestro noviciado de Monte Oliveto 2.
Cuando estaba en el Seminario, corría peligro de perder la vista o, al menos, no tener la suficiente para seguir los estudios. Y la primera v
que pudo tener entre sus manos la del Santo, se la llevó a sus ojos con gran confianza y, en el instante, se le curaron y desapareció para
siempre aquella preocupación.
La tercera jornada de don Bosco en Grenoble transcurrió poco más o menos como la primera, con la diferencia de que llovió; pero, aunqu
caía el agua a cántaros, no detuvo a la muchedumbre en
1 Ap. Doc. núm. 21. En el reparto del botín de la mesa de don Bosco tocóle a él el vaso, que entregó a su familia, al hacerse monje, y ella
conserva religiosamente. En las fiestas de la beatificación y canonización, lo llevaron al banquete y todos tomaron en él un sorbito de vino.
2 La Voce di Monte Oliveto, marzo-abril de 1932.
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marcha, que invadió la iglesia de San Luis a donde fue a celebrar la misa y después la plaza y las calles adyacentes. Fue recibido, como de
costumbre, por el párroco y el clero en la puerta; y, al evangelio, explicó un poco la historia de la iglesia del Sagrado Corazón en Roma.
Después de la misa, dio audiencias en la casa rectoral, en la iglesia de San Lorenzo que visitó y en el Seminario. A las ocho de la tarde fue
San Andrés para participar en el piadoso ejercicio del mes de María. Ya había oscurecido y una multitud de gente esperaba en la plaza, por
en la iglesia no se podía entrar. Temiendo ((134)) una desgracia, ante tanta confusión, don Bosco bajó del coche y algunos señores en
compañía del hercúleo Graziano, un coadjutor que había venido a su encuentro desde Italia, le rodearon y lo mejor que pudieron le abrieron
paso. El Siervo de Dios estaba tan cansado que no podía más; con todo, quiso decir unas palabras al pueblo, se acercó a la balaustrada y dio
bendición.
Si la entrada en la iglesia fue peligrosa, la salida fue una empresa de miedo: con aquella multitud de gente impaciente, podía suceder
cualquier cosa. "Tanto don Bosco como nosotros, que estábamos a su lado, cuenta Viglietti, no olvidaremos nunca aquella noche. Yo lleva
los pies machacados y hasta me sangraban; para que no me separaran de él, tuve que agarrarme a su sotana. Nuestro pobre padre, a más de
estar cansado, magullado y maltrecho por la indiscreta piedad de los fieles tiene la manos lívidas. Le han tocado y restregado sobre la cara
las manos rosarios, crucifijos y medallas". Y con todo, para el que se encontrara lejos del alboroto aquel, debióle parecer un conmovedor
espectáculo de fe.
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El último día, quince de mayo, no salió del seminario hasta el momento de la partida. Celebró la misa de la comunidad y se despidió de l
seminaristas. No vio al Obispo de la diócesis, monseñor Fava, por encontrarse ausente de la ciudad; don Bosco, sin embargo, había ido a su
palacio, apenas llegó, por considerar que era un deber suyo visitarlo, en señal de respeto. Finalmente, a las nueve, dejó Grenoble y salió pa
Italia en el tren directo, dando el adiós definitivo a Francia, cuya benevolencia y generosidad había experimentado de tantas formas.
Lemoyne recogió la noticia de un hecho prodigioso que sucedió en Grenoble, antes de que llegase don Bosco. Un tal Darberio tenía un h
enfermo de mal incurable y, lo que más afligía a aquella piadosa familia, se oponía a recibir los sacramentos; por ello el padre se había
dirigido a don Bosco por carta, suplicándole que rezara a Dios para que al menos tocara el corazón de aquel desgraciado.
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Don Bosco le contestó que su hijo curaría y que, ((135)) cuando él pasara por Grenoble, le ayudaría a misa. Y así sucedió.
Se refieren también a este paso por Grenoble, dos cartas escritas a don Bosco en enero de 1888 por quien debía ignorar el estado en que
entonces se encontraba el Siervo de Dios. En la primera, que es del día dieciséis, la señora Susana de la Brosse pide un favor espiritual; per
antes de empezar su petición, le recuerda un favor temporal que ya había conseguido de él. "Cuando usted, escribe la señora peticionaria, p
por Grenoble hace dos años, mi padre estaba gravemente enfermo de los ojos. Usted se dignó rezar por él a María Auxiliadora y aquel mism
día quedaron sanos los ojos de mi padre".
La segunda carta está fechada el día veinticinco y es de un joven muy pobre que se llama Mario Faure: le envía como oferta el óbolo de u
franco y veinticinco céntimos y le dice que, habiendo salido de una enfermedad, se encomienda a sus oraciones para que pueda encontrar
trabajo. Y, para que caiga en la cuenta de quién es él, le recuerda algunas circunstancias de la audiencia que le concedió en Grenoble, a sab
que él es aquel pobre muchacho jorobado al que recibió en su habitación en el Seminario, antes de ir a celebrar la misa en la iglesia de San
Luis, y que tenía a su madre enferma y que el Siervo de Dios le regaló una medalla para ella, recomendándole que dijera todos los días has
el final del año esta oración al Sagrado Corazón de Jesús: "Gloria al Sagrado Corazón de Jesús, ahora y siempre, por todos los siglos de los
siglos. Amén". Jaculatoria muy fácil de recordar, recomendada quizá al ver los pocos alcances de la persona. El asegura que hizo siempre l
oración, pero no dice nada sobre su madre. Nosotros entendemos que su deseo era poner de manifiesto el rasgo de bondad, con que don Bo
lo recibió en un momento tan intempestivo, lo escuchó y lo consoló, siendo tan pobrecito, como si se tratara de un gran personaje.
Y ahora vengamos al epílogo. El día once de mayo, Viglietti había escrito a don Juan Bautista Lemoyne desde Valence: "Don Bosco, a c
lado me encuentro en este momento, me encarga que le salude cordialmente ((136)) y que salude a los demás superiores del Oratorio y a to
los muchachos y que les diga que el sábado, a las seis de la tarde, espera verlos a todos gozando de buena salud".
Esta noticia, después de tan prolongada ausencia y de haber pasado tanta inquietud por su preciosa salud, durante un viaje tan ajetreado,
llenó de gran alegría a todos en el Oratorio. Llegó cuando faltaba poco para las siete. Imposible describir el entusiasmo general cuando lo
vieron aparecer en la portería. Pero aquel primer entusiasmo se
124
cambió en seguida en cariñosa compasión, al ver que, cada vez, se iba encorvando más 1.
Mientras iba atravesando a paso lento el patio entre dos grupos compactos de muchachos que se agolpaban para besarle la mano, uno de
secretarios, viéndolo tan fatigado, quiso acabar con aquella aglomeración, apartando a los muchachos; pero don Bosco, que advirtió la pena
con que reaccionaron los más cercanos, le dio una cariñosa palmada en la mejilla diciéndole:
-"Por qué no quieres que vengan a besarme la mano? Déjales que vengan.
Así todos tuvieron aquella satisfacción, acompañándolo después con gritos de júbilo y aplausos, mientras recorría la galería que llevaba a
habitación. Después de la cena, hubo regocijo general con una espléndida iluminación y las oportunas inscripciones que adornaban el patio
La fiesta del Patrocinio de san José que, en el Oratorio la celebraban especialmente los aprendices, caía en el día dieciséis de mayo. Don
Bosco, para dar gracias a María Santísima por los favores recibidos durante el viaje, quiso celebrar la misa, aunque con mucho trabajo, en l
iglesia de María Auxiliadora y, según su costumbre, en el altar de San Pedro, durante la misa de la comunidad, así que todos tuvieron la
satisfacción de verlo a sus anchas. Al mediodía, bajó a comer con los Hermanos y, tanto los alumnos como los superiores, le leyeron algun
composiciones en prosa y en verso, dándole la bienvenida. Y como don Bosco hablaba muy bien el piamontés y le gustaba mucho, don Jua
Bautista Francesia director de los estudiantes, lo saludó alegremente en dicho dialecto 2.
Al final don José Lazzero, director de los aprendices, anunció que, después de las funciones de la tarde, los de su sección harían ((137)) u
veladita que podría titularse: San José y don Bosco, e invitaba a todos los presentes a que la honraran con su presencia; pero que no se atrev
a invitar a don Bosco porque la velada se celebraría en el patio; aunque sería un regalo precioso para sus aprendices que pudiera estar en
medio de ellos al menos unos instantes. Don Bosco respondió:
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-Si hace buen tiempo y el aire no es frío, iré.
Y en efecto fue. Viglietti tuvo la idea de colocarle al cuello la medalla que le había dado en Barcelona la Sociedad Católica, la cual
1 Carta de don José Lazzero a monseñor Cagliero, Turín 17 de mayo de 1886.
2 Ap., Doc núm. 22.
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llamó la atención de todos e hizo que la celebraran con demostraciones de gran alegría. Con las alabanzas a san José se fueron intercalando
alusiones a los viajes de don Bosco, al bien que él había conseguido realizar, a la condecoración de Barcelona y a tantas otras cosas que le
conmovieron hasta las lágrimas. Los obreros católicos del Borgo Dora, de los que don Bosco era presidente honorario, habían enviado una
representación con un afectuoso saludo para leerlo en público 1.
El Santo quedó tan contento que mandó sacar copia de las cosas leídas, escribirlas con letra caligráfica, formar un elegante folleto y envia
a España a la noble familia Martí Codolar. "Así terminaba, escribió en la carta citada don José Lazzero al día siguiente, la hermosa jornada
ayer; día feliz por la llegada de don Bosco, feliz por ser el Patrocinio de San José, feliz porque estábamos en la novena de nuestra fiesta de
María Auxiliadora, feliz también por el cielo limpio y claro, que teníamos después de tanto tiempo en que no se había visto un día apacible
Quien más que nadie gozaba de la llegada de don Bosco a Turín era el cardenal Alimonda. Después de unos días, cuando creyó que don
Bosco se habría repuesto del ajetreo de aquel viaje, que algunos calificaron de "piadosa y sorprendente temeridad" 2, el dieciocho de mayo
por la mañana, fue de improviso al Oratorio para verlo. No fue una visita de mero cumplimiento, sino de cordial ((138)) amistad, como lo
prueba que la prolongase por más de una hora. Por desdicha encontró al Siervo de Dios en el estado lastimoso con que lo describe el día
veinte de mayo don José Lazzero al Vicario Apostólico de la Patagonia: "Me preguntarás que cómo se encuentra don Bosco: no está mal; p
cada día está más cansado; se le debilitan las piernas cada vez más y parece que su cuerpo pese el triple, al no poderle sostener sus piernas;
apenas si se arrastra a paso de hormiga. De cabeza sigue bien; el estómago pasable; sólo que le va disminuyendo cada día el deseo de habla
disfruta cuando alguien le está hablando, sobre todo cuando trata de las misiones; entonces presta mucha atención y, generalmente en este
tema, toma también la palabra. Por lo demás, hacemos votos para que pueda seguir así ad multos annos".
Por consiguiente también esta vez, aunque parecía que, en aquel estado, don Bosco no podría llegar a la meta prefijada, sin embargo,
secundando una idea que duraba hacía tiempo en él, sin consultar sus propias fuerzas, sin tener en cuenta la ordinaria prudencia humana,
1 Ap., Doc. núm. 23.
2 Actas de la junta de señoras de Marsella, sesión del 13 de mayo de 1886.
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se había arriesgado a viajar tan lejos y la Providencia le había asistido visiblemente, haciéndole vencer obstáculos considerados por todos
como insuperables. íCuánto bien espiritual obró en las almas con la eficacia de su palabra! Pero prescindiendo de esto, lo mismo que de la
ayuda material que tanto necesitaba y de la grandiosa oferta del Tibidabo, destinado a ser el voto nacional de España al Sagrado Corazón d
Jesús, su presencia en la caballerosa nación, contribuyó eficazmente, como en Francia, a que su obra fuera universalmente conocida, aclam
y deseada y a que tomara, en breve tiempo, tan amplio y sólido desarrollo, que hasta pudo salir incólume de los truculentos furores de la
revolución comunista que en el 1934 desconcertó y regó con sangre todo el país 1.
1 Mientras estamos corrigiendo las pruebas de imprenta (4 de diciembre de 1936) Satanás, encarnado en el bolchevismo ruso, después de
haber destruido centenares de iglesias y de haber asesinado a siete mil sacerdotes y religiosos, amenaza reconcentrar en España sus fuerzas
infernales para aniquilar a la Europa cristiana y civilizada... si el Arcángel San Miguel no lo encierra antes en los abismos de donde ha salid
(Muchas casas salesianas fueron incendiadas; otras las convirtieron en hospitales, cárceles o les dieron usos profanos; se salvaron
milagrosamente algunas iglesias. Noventa y cuatro salesianos, entre sacerdotes, coadjutores y clérigos, fueron sacrificados por odio a la fe (
del T.).
127
((139))
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CAPITULO V
DESDE MARIA AUXILIADORA HASTA
LA ASUNCION:
DON BOSCO EN EL ORATORIO
Y EN PINEROLO
LA fiesta de María Auxiliadora adquiría cada año mayor popularidad y se extendía más. El año 1886 hubo gran concurso de fieles durante
novena, muy grande, en la vigilia y, extraordinario, en el día de la solemnidad. Y, con el número, crecía también la verdadera devoción.
Predicó el mes de María y la novena el salernitano reverendo D'Antuono, y dijo que había predicado en iglesias mayores y ante mayor
aglomeración de fieles, pero que no había visto nunca tanto recogimiento y tanta piedad.
La presencia en Turín de varios Obispos, recientemente consagrados, favoreció el esplendor de las distintas funciones religiosas, que se
desarrollaron durante todo el día veintitrés con tanta solemnidad que daba la impresión de que era el día de la fiesta; los pontificales de la
mañana y de la tarde contribuyeron a dar aquella impresión, dado que, además, era domingo. Don Bosco celebró en el altar de san Pedro.
Asistió a su misa una compacta multitud de personas y le ayudaron el Presidente general de la Unión Católica Obrera y el Presidente de la
sección de San Joaquín. Los socios de esta última habían acudido en corporación para dar gracias a María Auxiliadora por el viaje feliz de
Presidente honorario. Por la tarde se celebró, dos horas antes de las vísperas, la conferencia salesiana. Don Bosco había dejado correr la ide
de que hablaría él; ((140)) pero a última hora le faltaron las fuerzas y encargó de ello a don Juan Bonetti. El se quedó en el presbiterio,
contemplado sin parar con emoción por los asistentes, en aquella su postura de recogimiento y postración. Al hacer la colecta, ocurrió un
episodio verdaderamente singular. Un obrero que, a fuerza de codazos, había logrado acercarse a él, depositó en sus manos diez escudos,
diciéndole:
-Hace seis meses que estoy juntando estos ahorrillos; recíbalos para sus muchachos pobres.
128
Cuando el Siervo de Dios salió al patio del Oratorio, los Cooperadores le rodearon en gran número con un afecto indecible. "Quien no ha
visto a don Bosco entre los suyos, no puede formarse idea de lo que es entusiasmo" escribía el Boletín Salesiano de julio del 1886. Con to
decían unos y otros, al verle moverse con tanta lentitud y tan encorvado:
-íCómo ha envejecido!
Viglietti escribe en su diario: "Don Bosco empleó unos tres cuartos de hora para subir a su habitación. íCuánta gente! Casi todos son
forasteros que vienen a dar gracias a María Auxiliadora por favores obtenidos. Dos veces dio don Bosco la bendición con lágrimas en sus o
a la multitud. Pobrecito, está cansado y sin aliento, se cae de puro agotamiento; y, sin embargo, quiere contentar a todos, hablar con todos,
preguntar noticias a todos. Es un mártir".
En la fiesta, aunque era día laborable, hubo tanto concurso de gente como jamás se había visto en el oratorio. El Cardenal Alimonda asist
pontificalmente a la misa cantada por un Obispo y volvió por la tarde para la bendición eucarística. En el Oratorio se reunieron sucesivame
centenares de sacerdotes y de seglares, amigos de don Bosco, para alegrarse con él y hacerle agradable compañía. Le acompañaron a la mes
por un lado, el Cardenal y varios Obispos; y, por el otro, los condes Colle y varios Cooperadores italianos. Desde por la mañana estaban en
Oratorio y tomaron parte en las funciones todos los novicios de San Benigno, que acudieron para visitar a don Bosco en un día tan hermoso
El quiso verlos a todos juntos y, al despedirse ((141)) de ellos, les dijo:
-Ya sois muchos; pero el noviciado será aún más numeroso. Os regalo dos medallas, una para vosotros y otra para quien queráis. Os la do
pequeña para que, si la mandáis por correo no sobrepase el peso. También os doy la bendición para que, como clérigos y como sacerdotes,
podáis hacer mucho bien; y os la doy, además, para todos los de vuestra familia. Yo me acordaré siempre de vosotros.
Muy avanzada ya la tarde, el Santo se emocionó mucho al oír desde su habitación el grito atronador de íViva María Auxiliadora! que mil
de voces repitieron, desde la plaza del Santuario, ante el espectáculo de la cúpula iluminada. Dos días después de la fiesta de María
Auxiliadora, presidió el Santo una reunión capitular importante, a la que también asistió el Procurador General, don Francisco Dalmazzo.
Este, en nombre del Ministro de Asuntos Exteriores, el conde de Robilant, que había tratado con él confidencialmente por medio del
comendador Malvano, propuso a don Bosco la fundación
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de una casa salesiana en El Cairo. El Vicario Apostólico, monseñor Sogaro, y el Delegado Apostólico, monseñor Chicaro, habían escrito al
Ministro, pidiéndole que fueran los Salesianos; el Gobierno italiano ya había pensado anteriormente en don Bosco para este objeto, por
conocer muy bien lo que él hacía y saber por experiencia que, cualquier empresa que él asumiera, la llevaba a cabo hasta el final; el Gobier
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daría, en mano, una cantidad importante a título personal, conservando el más riguroso silencio sobre todo ello y dejando a los Salesianos
plena libertad de acción, sin que tuviesen que depender de nadie; el Ministro solicitaba la apertura de una escuela lo antes posible; esto es,
principio del próximo curso o, a más tardar, en febrero del 1887.
Pero don Bosco, tras hacer constar que el Gobierno, cuando se hicieron las gestiones para Patagonia, no había cumplido sus promesas,
concluyó:
-Ahora se dice que es cosa segura; pero "no hay peligro de que Di Robilant cese en el Ministerio? Si esto sucediere, todo se iría a tierra.
Don Francisco Dalmazzo respondió que no había probabilidad de cambio respecto a aquel proyecto; que había la seguridad de que Malva
((142)) continuaría como Director General de Asuntos Exteriores, aunque cambiara el Ministro; que, además, se trataba de algo conforme a
las miras del Gobierno, y no de un solo Ministro.
Don Bosco dijo:
-Me inclino a aceptar y enviaré a El Cairo algunos Salesianos, en cuanto pueda. Por consiguiente, hay que buscar un "trapisondista" 1, qu
vaya a El Cairo, vea y haga las gestiones pertinentes. Dígase que procuraremos abreviar el tiempo de nuestra ida; pero que no debemos cho
con Propaganda Fide, de la que no podemos desentendernos. Mientras tanto, no hablemos de la ayuda que el Gobierno nos prestaría. Os di
sinceramente que esta misión es uno de mis planes, es uno de mis sueños. Si yo fuera joven, tomaría a don Miguel Rúa y le diría: "Ea, ven,
vamos a El Cabo de Buena Esperanza, a Nigeria, a Jartum, al Congo; o mejor a Suakin, como sugiere monseñor Sogaro, porque allí hay bu
aire". Con tal motivo se podría poner un noviciado en la parte del Mar Rojo. Pero es necesario que Propaganda no se oponga a los Salesian
Don Francisco Dalmazzo tiene que hacer saber al comendador Malvano, hablando como por pasatiempo con él, cuántos italianos,
abandonados a la ventura, hay en América del
1 Quería decir, en forma alegre, un hombre hábil que supiera actuar con acierto.
130
Sur, en Patagonia, en las Pampas, en Argentina, en Chile, en las islas de Ancud 1, y esto para demostrar lo que allí hacemos y, por tanto, la
necesidad de ayuda.
El Capítulo aceptó la propuesta de Di Robilant, mas no sin discutirla, y a condición de que todo se hiciera poquito a poco y cuando se
pudiera.
El cardenal Simeoni, nuevo Prefecto de Propaganda, parecía haber heredado de su predecesor, el cardenal Franchi, la desconfianza sobre
capacidad misionera de los Salesianos. Besaba la mano a don Bosco y hasta le tuteaba familiarmente; pero el haberse opuesto al deseo de
monseñor Sogaro de hacerse salesiano, le parecía a don Bosco un ((143)) indicio de aquella su escasa confianza. Sin embargo, estaba
monseñor Domingo Jacobini, secretario de dicha Congregación, que era "un verdadero amigo totalmente nuestro", como se expresó entonc
don Bosco, y a él se debe que el Cardenal Prefecto escribiese el día 26 de febrero de 1887 a don Bosco: "Con mucho gusto he oído decir qu
V. S. está dispuesto a enviar a Egipto sacerdotes de su Instituto para abrir una escuela que atienda a la instrucción y educación católica de l
juventud de la colonia italiana. Y deseando que el proyecto se realice lo más pronto posible, intereso a V. S. que se ponga directamente en
relación con monseñor Anacleto Chicaro, el cual ha tenido siempre gran interés por esta escuela para apartar a la juventud italiana del ocio
del peligro de corrupción, que allí encuentra a cada paso".
Resultó así que las dos Autoridades, una por extender la influencia italiana en el extranjero y, la otra, por dilatar el reino de Dios, se
encontraron favoreciendo la misma obra buena; pero, dada la división existente entre los dos poderes, todo se había desarrollado sin un
entendimiento recíproco y, por la parte italiana, no por iniciativa del Gobierno, hostil a la Iglesia, sino por el iluminado deseo del buen
Ministro piamontés. Este guardaba, de los fondos secretos, un millón de liras para ayuda misionera; pero como se supo más tarde por fuent
segura de la familia Di Robilant, Crispi hizo caer al Ministro y dispuso de aquella cantidad.
Don Miguel Rúa envió a Egipto a los Salesianos diez años más tarde, y fundaron el colegio de Alejandría: para El Cairo hubo que espera
hasta 1925.
Otra circunstancia nos lleva a Roma a fines de mayo. Mientras
1 Se refiere a la isla de Chiloé (región de Los Lagos-Chile) donde está Ancud, que es el puerto de más movimiento del sur de Chile.
131
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estuvo don Bosco ausente de Turín, recibieron los Salesianos una agradable noticia. Con la muerte del cardenal Nina, acaecida el día 25 de
julio de 1885, la Congregación se había quedado sin Cardenal Protector. Don Bosco presentó una instancia al Padre Santo para que se dign
confiar este cargo al cardenal Laurenzi, a quien dio a conocer su deseo y su petición. Pero el Cardenal, después de manifestar al Papa su
decisión de no aceptar, envió al ((144)) Santo una carta llena de humildad por su persona y de aprecio a él y a su Congregación 1.
Finalmente,después de ocho meses, el Padre Santo con un despacho sellado de la Secretaría de Estado, fechado el día diecisiete de abril,
nombraba para aquel cargo al cardenal Parocchi, su Vicario en Roma. Ante la fausta noticia, el prefecto general, don Celestino Durando,
telegrafió en nombre de don Bosco a Su Eminencia con palabras de ofrecimiento y gratitud. El Cardenal le respondió telegráficamente que
"correspondería con solicitud digna de don Bosco a los sentimientos nobilísimos que le había expresado". El Santo, a su vez, apenas recibi
noticia, escribió desde Barcelona a Su Eminencia, manifestándole su gratitud personal y su complacencia, y recibió esta respuesta:
Revmo. P. Superior General:
A la caridad de V. R. y de sus hijos atribuyo su satisfacción por mi nombramiento de Protector de la Congregación Salesiana y se lo
agradezco.
En realidad el suceder a un Cardenal, adornado de tantas prendas como el llorado cardenal Nina, y sucederle estando, como estoy, abrum
con tantos otros cargos, es algo muy serio que acobardaría como a mí a muchos otros.
Pero las oraciones del Venerando don Bosco y las de los ejemplarísimos sacerdotes reunidos por él, en torno al estandarte de san Francis
de Sales, me ayudan a confiar en que la debilidad del Protector no entorpecerá la causa, ni comprometerá la utilidad de los protegidos.
Y con esta confianza, repito que me someto alegremente al cargo, encomendándome a las oraciones del Superior y de sus súbditos, y me
profeso.
Roma, 29 de abril de 1886.
Su humilde servidor,
L. M. PAROCCHI, Card. Protector 2
Al Rvdo. Sup. Gral. de los Salesianos don Juan Bosco, Barcelona, Sarriá (España)
1 Véase Ap., Doc. núm. 24.
2 Lucio María Parocchi nació en Mantua el día 13 de agosto de 1833, cursó los primeros estudios en el seminario diocesano y la teología
la Universidad Gregoriana de Roma. Volvió a Mantua y fue profesor de teología moral, derecho canónico e historia en el seminario. Fue
132
((145)) Cuando don Bosco volvió a Turín, el cardenal Alimonda tuvo ocasión de escribir una carta al cardenal Parocchi sobre esta cuestió
éste le contestó muy amablemente el día veintinueve de mayo: "Estoy muy contento de este protectorado, porque me hace en cierto modo
partícipe del precioso apostolado de ese hombre, verdaderamente apostólico, de ese portento de caridad, que es don Bosco, el Superior de l
Salesianos". Aquel mismo mes demostró públicamente el nuevo protector cuáles eran sus sentimientos para con don Bosco y los Salesiano
en la conferencia que dio a los Cooperadores de Roma, en las nobles Oblatas de Tor de'Specchi por la fiesta de María Auxiliadora. Despué
de lamentar la ausencia en la asamblea de la más brillante joya, que solía refulgir en otras ocasiones y dar esplendor a la Conferencia
Salesiana; que no estuviera presente la "persona veneranda del apóstol de la caridad moderna", "el óptimo e infatigable don Bosco", que
habría respondido a muchas preguntas "con su amable sonrisa de hermano y apóstol, con su voz de amigo y de padre, siempre a disposició
de todos", estudió a fondo la Obra salesiana, demostrando cómo había que atribuir su nacimiento y desarrollo a la fe y a la caridad del
Hombre de Dios. Una vez tratados estos dos puntos, dirigióse a las madres de familia, para que con su caridad, inspirada por la fe, coopera
a un bien tan grande, contribuyendo especialmente a la construcción del hospicio del Sagrado Corazón en Roma y al sostenimiento de los
muchachos que iban creciendo en él y constituían la esperanza de la religión y del Cielo 1.
La delicada salud de don Bosco no le hacía desistir de uno de sus objetivos preferidos, como era el aumento de la cooperación salesiana.
Uno ((146)) de los pensamientos dominantes, durante el último decenio de su vida, fue el de multiplicar los Cooperadores y afianzar la pía
Unión, llevando a ella a autorizados personajes. Así, en el mes de marzo, hizo llegar a manos de todos los Obispos de Italia, que aún no lo
tuvieran, el diploma de Cooperador Salesiano, acompañándolo con la colección del Boletín Salesiano. Pareció aquello como su postrer salu
al Episcopado Italiano, por el que tanto se había preocupado
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párroco de San Gervasio y Protasio. El año 1871 fue nombrado Obispo de Pavía por Pío IX y el año 1877, Arzobispo de Bolonia; pero en u
y otra sede el Gobierno le negó el exequátur, por lo que debió vivir en el Seminario, recibiendo de la Santa Sede la asistencia económica qu
le debía el Estado. Pío IX lo nombró Cardenal en el Consistorio del 22 de julio de 1877 y León XIII lo llamó a Roma en el 1882; en el 188
lo eligió su Vicario General para Roma. En el 1889 pasó del Orden de los Presbíteros al de los Obispos y ocupó la sede suburbicaria de
Albano.
Obligado por la enfermedad, dejó en el 1896 el Vicariato y pasó a ocupar el rgo más tranquiio de Vicecanciller de la Santa Iglesia Romana
Murió en diciembre del año 1902.
1 Véase Ap., Doc. núm. 25.
133
en momentos críticos y al que quería mantener siempre indisolublemente unida su Congregación. Del catorce de mayo al diecinueve de jul
se recibieron cincuenta respuestas, tres de las cuales procedían de los cardenales Melchers, Ludovico Jacobini y Capecelatro. El piadoso
Obispo de Capua y docto Bibliotecario de la Santa Iglesia Romana, consideraba "no sólo como un honor, sino como un verdadero favor
espiritual" el haber sido inscrito entre los Cooperadores Salesianos. Los venerables Pastores dábanle gracias, encomendábanse a sus oracio
y muchos manifestaban su deseo de que fueran a trabajar en su diócesis los hijos de don Bosco y describían la lamentable situación religios
en que se encontraban 1.
El dos de julio tratóse en el Capítulo Superior cómo mejorar el envío del Boletín y cómo organizar los Cooperadores y nuestro Santo hab
así:
-El Boletín no sólo es el medio principal para la Congregación. Los Cooperadores son para nosotros un puntal inquebrantable. Por tanto,
hay que pensar en organizarlos. Pero despacio, en estas cosas hay que tener paciencia. No es lo mismo nombrar decuriones que poner en
marcha toda la organización. Hay que ir despacio. Si se promueven ordenadamente y con regularidad el Boletín y la Asociación de los
Cooperadores, nuestra Congregación no carecerá de bienes materiales. El Boletín tenía entonces una tirada de cuarenta mil ejemplares, los
gastos anuales de imprenta y correo y sin contar el mantenimiento del personal, llegaban a veinticinco mil liras. En aquel decenio, ((147))
habían entrado, a través del Boletín, novecientas mil liras. El primer paso para la organización de los Cooperadores debía consistir en
constituir las Decurias en cada parroquia, rogando a los párrocos que indicaran la persona que podía ser nombrada decurión y, en las grand
ciudades, donde hubiera varias decurias, elegir un Director, que fuera un canónigo delegado por el Obispo. Y, al hacer todo esto, había que
evitar dos escollos: aparecer como avasalladores y distorsionar la caridad local; por eso, recomendaba don Bosco actuar con calma y
prudencia.
Los Prelados a que hemos hecho referencia, pertenecían casi todos a diócesis muy distantes de Turín y escribían a don Bosco convencido
de que gozaba todavía de buena salud y que, por consiguiente, continuaba actuando con toda la eficiencia de su actividad personal; pero
nosotros sabemos cómo se iban debilitando sus fuerzas. En ciertos momentos, sentía tal opresión, que no podía articular palabra. Sin
1 Publicamos algunas respuestas en el Apéndice, (Doc. núm. 26 A-B-C-D).
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embargo, no perdía nunca su presencia de espíritu. Una vez que respiraba muy afanosamente, dijo sonriendo:
-"No se podría encontrar en Turín un buen fabricante de fuelles? Los necesitaría para respirar.
El día de María Auxiliadora, en un momento en que estaba oprimido por la multitud, casi sin aliento y con mucha dificultad para tenerse
pie, volvióse al secretario y le susurró al oído, con afectado aire de misterio:
-"Quién sabe si se podrían dar dos buenos puñetazos con devoción?
Una noche le acompañaba Viglietti a su habitación para el descanso y le manifestó su miedo de haber aligerado demasiado la ropa de la
cama y que pudiera pasar frío durante la noche.
-Bueno, le respondió; puedes ponerme los zapatos como cubrepies.
Son naderías, si se quiere, pero que revelan aquella su habitual tranquilidad interior, que no perdió jamás con los sufrimientos físicos o
molestias exteriores.
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El día siete de junio por la tarde, dijo a Viglietti que hiciera preparar el coche, porque quería reanudar los paseos diarios, que le habían
prescrito los médicos.
Se dirigieron aquella tarde a la avenida de Rívoli y, una vez pasado el fielato, se apeó ((148)) para caminar un poco. Habló de varias cosa
entre otras, de aquellos que tienen en las Congregaciones el cargo de tesoreros, que hacen, como él dijo, el papel de Judas en el colegio
apostólico, y advirtió cómo éstos muy a menudo acaban prevaricando. Por aquellos días se comentaba el escándalo dado por el Ecónomo d
los Hermanos de las Escuelas Cristianas.
-Y, por esto, siguió diciendo, es por lo que desde el principio de mi carrera hice voto de no llevar jamás dinero en el bolsillo; apenas va
llegando, ya sé en qué emplearlo. Siempre estoy cargado de deudas y, sin embargo, tiramos adelante.
Otra tarde, volviendo a hablar de administración material, hizo esta observación:
-Cuando entran en nuestras casas señores que antes fueron ricos, que proceden de alta estirpe, que han desempeñado algún cargo o emple
en la sociedad, pero que han decaído de su anterior situación, no hay que dedicarlos nunca a administradores de lo nuestro sino a sirvientes
simples secretarios.
También se dan en la vida de don Bosco casos de criaturas irracionales que se amansaban con el Santo. En uno de aquellos paseos,
135
caminando con don Juan Bautista Lemoyne, se acercó un pajarillo y empezó a volar delante de él y a dar saltitos en el suelo. Después dio u
vuelo y se posó sobre su hombro derecho. Dio luego otro vuelo, giró por el aire y descendió para colocarse sobre su hombro izquierdo. Por
fin, se elevó a lo alto y desapareció.
También él, como se lee de otros santos, miraba con ojos bondadosos las criaturas de Dios. En el mes de noviembre de 1887, un día, dura
la comida, se sintió el zumbido de un moscardón. Don Bosco preguntó qué era aquello. Algunos se acercaron a la ventana para enterarse y
dijeron que una araña había atrapado una mosca y la envolvía entre sus hilos.
-íLibrad a esa pobrecita!, exclamó con viva ansiedad.
-Espere que veamós cómo termina, repuso uno.
((149)) -No, no; no me gusta eso, si no la libráis vosotros, voy yo, me causa mucha pena.
Y aunque estaba sin fuerzas y necesitaba de alguien para ponerse en pie, hizo ademán de quererse levantar. Mas, para darle gusto, se libe
en seguida a la mosca.
Padecía molestias también durante el sueño. Algunas noches soñaba con monstruos que lo atacaban: veía gatos que se convertían en leon
y serpientes que se cambiaban en demonios. Una noche empezó a gritar y llamar constantemente a Viglietti. Este, que dormía pared por
medio, no se atrevía en principio a despertarlo; pero después, temiendo que aquellos gritos y agitación pudieran perjudicarle, entró en su
habitación y lo despertó.
-Gracias, querido Viglietti, le dijo entonces; me has hecho un gran favor. íTengo unos sueños que me espantan y me cansan mucho!
El día veintiuno de junio le hicieron una agradable visita los doscientos treinta alumnos del colegio de Borgo San Martino, acompañados
por sus superiores, como premio a la buena conducta que habían observado durante el curso escolar. Atravesaron las calles de la ciudad,
formados en fila de a cuatro en fondo, y admiraron a todos por su orden y buen porte. En el Oratorio llamó la atención su docilidad y buena
educación. Don Bosco los vio a todos reunidos en el salón de estudio, donde escuchó la lectura de algunos saludos. Y respondió a sus
demostraciones de cariño con mucha ternura, diciendo que él quería mucho a aquella casa, su segunda hija. Don José Lazzero escribía,
aludiendo a esta visita 1: "El Colegio de Borgo San Martino sigue siempre floreciente".
1 Carta a monseñor Cagliero, Turín ("5 de julio?), 1886.
136
De no haberse celebrado el Corpus Christi el jueves siguiente, veinticuatro, el Colegio de Borgo hubiese elegido aquel día para su paseo;
por otra parte, aquella fiesta no impidió que el Oratorio celebrara el día onomástico de don Bosco. Les había parecido a los Superiores que
don Bosco deseaba que aquel año se hiciera la fiesta de san Juan más lucida que de costumbre. Alguno de los motivos lo intuyeron ellos;
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((150)) otros los comprendieron después. El Oratorio, desde que se había puesto en vigor el nuevo sistema de la doble dirección, no marcha
tan bien como se hubiera deseado, sobre todo en la sección de estudiantes; para levantar de nuevo debidamente la vida de familia habría
contribuido ciertamente una bonita fiesta. que acercara más aún los muchachos a don Bosco y a sus superiores. Otro motivo era la presenci
de personajes extranjeros que habían asegurado a don Bosco que estarían presentes para participar en ella; convenía, por tanto, dar a la fies
una solemnidad que satisficiera a los huéspedes, llamara su atención y les diese una demostración práctica de una característica de la vida
salesiana, que es una alegre vida de familia. Conociendo, pues, la intención del Santo, no se ahorró nada para secundarla debidamente y,
según dijeron los presentes, todo resultó a las mil maravillas y satisfizo plenamente a todos.
De improviso presentóse en el Oratorio, hacia las dos de la tarde de la víspera, un personaje que nadie esperaba, cuando la casa presentab
ya el alegre aspecto de las circunstancias: era el Presidente de la república peruana con su hijo. Iba de viaje a París y quiso aprovechar el br
tiempo de una parada en Turín para visitar a don Bosco y el Oratorio. El clérigo Viglietti que hablaba con desparpajo el español, les hizo d
cicerone. Padre e hijo se entusiasmaron y mostraron su deseo de volver para poder observarlo todo con más calma; entre tanto, rogaron
piadosamente a don Bosco que pensase en una fundación en su país. Nuestro Santo era conocido en Perú por la biografía de D'Espiney,
traducida en el 1884 por el padre Luis Torra. La expectación general del Perú, lo mismo que la de todas las repúblicas americanas, se debía
especialmente a las escuelas profesionales para los hijos del pueblo. Los Salesianos fueron a Lima tres años después de la muerte del Santo
Se marcharon los peruanos y llegaban otros dos huéspedes, a quienes se esperaba con verdadero deseo; eran don Joaquín de Font, secreta
de la Asociación de los Católicos de Barcelona, y ((151)) el conde de Villeneuve Flayosc, presidente de las Asociaciones agrícolas del sur
Francia. Los dos señores se sentaron a ambos lados de don Bosco en la acostumbrada velada de la víspera, como representantes
137
de sus naciones. El número más notable del programa fue la presentación de una biografía de Mamá Margarita, escrita por Lemoyne. El au
acompañó la entrega con un soneto en el que definía el libro como el más hermoso ramo de flores formado con las siempre fragantes virtud
de su santa madre 1.
El día veinticuatro celebró la misa en el altar de san Pedro. Por la mañana recibió una representación de los antiguos alumnos, que le
ofrecieron un terno eclesiástico rojo brocado en plata. Fue intérprete de los sentimientos de todos el topógrafo Santiago Belmonte. En su
discursito, que se imprimió 2, evocó el grato recuerdo de tiempos lejanos, con estos párrafos:
"Cada uno de los antiguos alumnos conserva muy grata memoria de los días transcurridos bajo la paternal dirección de nuestro amadísim
don Bosco. Y ya adultos, cuando en sus múltiples ocupaciones se encuentran a veces agobiados por las dificultades, contrariados por las
circunstancias, viene en su ayuda el bendito recuerdo de don Bosco que supo enseñarles con la palabra y el ejemplo la constancia en el
trabajo, en los propósitos y en la magnanimidad cristiana. íCuántos, por no decir todos, consideran los días pasados en aquella atmósfera d
paz y de religiosidad, de estudio y de trabajo, como los más hermosos de su vida! El recuerdo de su juventud va siempre unido a la figura d
Superior afectuoso que marcó en ellos una huella imborrable para toda su vida. Y el número de los que, ya adultos, sentirán la nostalgia de
días felices pasados bajo la custodia de tan buen Padre, va siempre en aumento. Son muchos los alumnos que cada año, terminan sus estud
o el aprendizaje de su arte y se extienden por el mundo; de tal modo que ((152)) no hay pueblo donde no se oiga hablar de don Bosco".
Don Bosco respondió con mucho cariño y con lágrimas de paternal correspondencia.
Acompañado de los huéspedes y de los miembros del Capítulo Superior, bajó a comer al refectorio de la comunidad. La última
demostración, la segunda velada ante un público numeroso, resultó muy amena, con sus cantos, músicas y discursos. La Unión Católica
Obrera de Turín proclamó socios de honor a los señores de Villeneuve y de Font 3.
1 Véase Ap., Doc. núm. 27, y más arriba la pág. 59.
2 En el día onomástico del reverendísimo don Juan Bosco los alumnos del Oratorio de San Francisco de Sales: Turín, 1886, Tip. Sal., pá
6-7.
3 El Consejo de la Asociación de Barcelona dirigió a don Bosco una carta afectuosa y agradecida por las finas atenciones dispensadas a s
secretario (Ap., Doc. núm. 28).
138
Causó admiración el trabajo en papel transparente de una enorme corona de laurel, fantásticamente iluminada, en la que aparecían
entrelazados en sus ramas los nombres de todas las casas de don Bosco. Al final don Bosco hubo de limitarse a demostrar su agradecimient
con un amplio gesto de brazos y una sonrisa de inefable ternura.
El Cardenal no pudo asistir en esta ocasión porque tenía que presidir las ceremonias del Corpus Christi; pero, a las cinco de la tarde, quis
visitar a don Bosco y estuvo dos horas con él.
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Los Hermanos de América calcularon bien su tiempo y pudieron llegar en el momento oportuno con sus cartas. Resulta conmovedor leer
aquellas expresiones verdaderamente filiales; como testimonio de ello deberemos repetir lo ya dicho en otro lugar. íSe ve claramente que el
recuerdo de don Bosco vivía perenne en sus corazones y ello bastaba para mantenerlos unidos, animarlos en las dificultades y suscitar en el
una santa porfía de apostolado! A ciertos hombres providenciales Dios los hizo poderosos, no sólo en obras y en palabras, sino que, ademá
les dotó de atractivos para ganarse el amor de sus ayudantes y subordinados.
Parece que hasta María Auxiliadora se complaciera desde el cielo en alegrar todavía más tan fausto día. Don Faustino Confortóla, que ha
sido Director de la Casa de Florencia y se encontraba destinado en Roma, estaba a la muerte, víctima de oclusión intestinal. Llegó el día
veintitrés un telegrama pidiendo una bendición y oraciones para el enfermo. ((153)) Don Bosco respondió telegráficamente que rezaba y ha
rezar. El día veinticuatro por la mañana llegaba otro telegrama de don Francisco Dalmazzo que decía: "Viva san Juan, don Faustino
Confortóla como resucitado con su bendición. Felicidades". El médico que ya lo creía muerto, cuando lo vio de pie junto a su lecho, exclam
-He aquí un fenómeno que la ciencia no sabe explicar.
Por aquellos mismos días se informó a don Bosco de otro hecho en el que se vio la intervención de María Auxiliadora. Una espantosa
erupción del Etna había sembrado el terror en las muchas poblaciones que vivían tranquilamente asentadas en las laderas del famoso volcán
El pueblo más amenazado fue Nicolosi, municipio con casi cuatro mil habitantes. Se calculaba que la lava corría por aquella vertiente entre
cincuenta y sesenta metros por hora. Invadía pinares, castañares y terrenos cultivados y los dejaba abrasados y destruidos. Los habitantes
habían abandonado sus casas.
En tan terrible situación, las Hijas de María Auxiliadora de Catania y Agira escribieron a don Bosco, rogándole les sugiriera algún
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medio para conjurar el peligro. Don Bosco respondió que, sin pérdida de tiempo, esparcieran por el lugar medallas de María Auxiliadora y,
tanto, que él las bendecía y rezaba por ellas.
Cuando el párroco recibió las medallas de las Hermanas fue a esparcirlas acá y allá lo más arriba que pudo. íFue algo admirable! Se hubi
dicho que las medallas pusieron límites a la ardiente lava que detuvo su avance. Cuando las Hermanas comunicaron algo más tarde el suces
don Bosco, ya se había leído en los periódicos un telegrama de la agencia Stefani que decía: "La lava ha llegado a trescientos metros del
pueblo y allí ha quedado detenida en la pendiente que domina el pueblo". Y es de advertir que la corriente de fuego "detenida en la pendien
seguía, por así decirlo, en su estado líquido y la erupción continuaba aumentándola. Los hombres de ciencia decían que la población de
Nicolosi estaba irremisiblemente perdida. Hasta la anticlericalísima Gazzetta di Catania publicó la noticia, precisando el punto donde se ha
detenido la lava y, designando el fenómeno por su verdadero nombre, ((154)) se expresaba así: "En Altarelli se bifurcó la lava dejándolo
incólume. Milagro". Todavía hoy se ve aquella masa acumulada sobre sí misma y petrificada como para atestiguar la perenne memoria del
prodigio 1.
Los amigos de Barcelona no olvidaban a don Bosco: buena prueba de ello se tuvo unos días después de la fiesta onomástica. Entre las
familias, que se habían encariñado con don Bosco, estaban las de los hermanos Pascual. Policarpo, el más joven de ellos, había contraído
matrimonio después de la partida del Santo y había emprendido su viaje de bodas. Al regreso pasó por Turín y, el día veintiséis de junio, di
don Bosco la grata sorpresa de una visita en compañía de su esposa.
Y, como al día siguiente se celebraba en el Oratorio la fiesta de san Luis, participó en la comida junto con otros señores. Se le hizo oír un
poco la banda de música del Oratorio, que repitió el himno compuesto para el día onomástico por Lemoyne y puesto en música por el maes
Dogliani. Salió de Turín el día veintinueve y fueron a despedirle en la estación Viglietti y don Miguel Rúa, en nombre de don Bosco. Por
aquellos días recibía don Bosco de ocho a quince cartas diarias de España.
Para no dejar descontentos a ciento cincuenta honrados trabajadores, se sometió el día veintinueve a una gran incomodidad, dados
1 Los dos telegramas fueron también publicados por la Unità Cattolica del día 18 de junio.
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los trastornos que sufría. La sección de San Segundo de la Unión Católica Obrera de Turín celebraba el décimo aniversario de su fundación
obtuvo que el convite fraterno se hiciera en el Oratorio. Naturalmente invitaron a don Bosco a presidir la mesa. Y, aunque el calor aumenta
sus achaques, no supo decir que no; más aún, disimulando su malestar dejó en los comensales la impresión de que se encontraba muy bien.
fin llegaron los brindis; don Bosco escuchó sereno, pero no tuvo fuerzas para responder en público; con todo, terminado el banquete, los
socios se le acercaron y pudieron recibir individualmente alguna buena palabra.
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En el año de la canonización se discutió por algunos si don Bosco había sido Terciario franciscano o no. ((155)) Ciertamente su nombre
aparecía en una lista antigua, pero no en los registros oficiales, omitido quizás por inadvertencia; por eso, el año 1886, los Franciscanos de
San Antonio, en Turín, creyeron oportuno remediar la omisión, mandándole el diploma de inscripción con fecha del día primero de julio y
calificándole de Patriarca de los Salesianos. El documento iba acompañado de una carta, fechada el día veintiocho de junio, en la que el pa
Cándido, director de la Sagrada Tercera Orden, le decía: "Aquí tiene el documento que le declara formalmente hermano Terciario Francisc
de la Congregación de Santo Tomás. Me imagino que usted recordará que realmente tomó el hábito e hizo la profesión normal, aunque no
recuerde exactamente la fecha; pero, en el caso de que no estuviere seguro, convendría hacerla ahora, ya que la toma de hábito y la profesió
son indispensables para gozar de todos los favores espirituales. En este caso, basta una indicación de V. S. Rvma. y pasaría yo por su
habitación para este fin".
El Padre hubo de tener anteriormente algún coloquio con don Bosco sobre el asunto, porque añadía: "Entre tanto le agradezco de corazón
paternal acogida que me ha dispensado y su adhesión a nuestra seráfica hermandad". Está claro que él había afirmado su pertenencia a la
Orden ab immemorabili (desde tiempo inmemorable) 1.
El día cinco de julio por la tarde, recibió una visita muy importante. Anunciaron aquel mismo día su llegada a Turín los príncipes
Czartoryski, padre e hijo, que se presentaron a don Bosco y aceptaron la invitación para la comida del día siguiente. Para honrar a los
huéspedes
1 También se sabe de Pío X que se hizo terciario franciscano, cuando era párroco en Salzano, pero no se saben más detalles, porque falta
documentos. (FACCHINETTI, L'Anima de Pío decimo, Milán, Soc. Ed. "Vita e Pensiero", 1935, pág. 371.)
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invitó don Bosco también a algunos señores de la aristocracia turinesa, entre ellos al conde Próspero Balbo. Rehusaba éste su asistencia,
alegando su dureza de oído, que le impedía tomar parte en la conversación. Insistió don Bosco diciendo:
-Le necesito para que haga compañía a los príncipes Czartoryski.
((156)) Al oír este nombre, despertóse en el viejo Conde el recuerdo del antiguo compañero de armas. El año 1848, en el asedio de
Peschiera (Verona -Italia), combatía junto a los piamonteses una legión de voluntarios polacos a cuyo mando iba el príncipe Ladislao
Czartoryski, padre de Augusto. Allí se habían encontrado los dos con el grado de tenientes de artillería. El deseo de volver a encontrarse co
un tan distinguido camarada, hizo olvidar al Conde su sordera. Y el encuentro no pudo ser más cordial y expansivo. Los recuerdos y la
evocación de hechos gloriosos animaron durante mucho rato la conversación general de la mesa. Don Bosco estuvo escuchando hasta que,
llegado el momento oportuno, tomó pie para hablar él también de las luchas sostenidas contra los adversarios de sus obras, esto es, contra e
enemigo de las almas y con los acredores. Augusto, que le escuchaba con interés, preguntóle si pensaba enviar Salesianos a Polonia.
-Hay que hacer algo, observó el Príncipe Ladislao, para impedir la corrupción de la juventud. Con la moralidad se va también el espíritu
nacional.
-Cierto, repuso el hijo; don Bosco quedará muy contento de Polonia y encontrará allí muchas vocaciones.
-Iremos, iremos también hasta vosotros, afirmó don Bosco con acento de seguridad, después de haberse quedado un momento pensativo.
-"Pero cuándo?, le preguntaron.
-Cuando tengamos personal preparado, respondió. La dificultad de la lengua no será pequeña; pero también esto se arreglará.
Después de un momento de silencio, dijo don Juan Bautista Francesia al Príncipe Augusto con su típica sencillez y fino gracejo:
-Mire, señor Príncipe, hágase usted salesiano y don Bosco abrirá en seguida una casa en Polonia.
Hubo sonrisas, intercambiáronse todavía algunas palabras sobre el tema y se pasó a otra cosa. Pero tres comensales continuaron pensando
ello: don Bosco, el Príncipe Ladislao y su hijo. El padre había conocido a don Bosco en París, en el palacio ((157)) Lambert, como ya hem
dicho; pero no había visto nunca una casa salesiana y tenía la idea de que la Congregación Salesiana era una institución muy modesta.
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Firme en su decisión de negar al hijo el consentimiento que le había pedido para hacerse salesiano, había accedido a su deseo de ir con él a
Turín para conferenciar con don Bosco y observar de cerca sus obras, mas no ciertamente para tratar sobre la vocación.
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Después de la comida, se retiraron los tres y se reunieron en íntimo coloquio.
Expuso el padre los planes de la familia sobre el porvenir de Augusto y rogó al Santo que le diera su iluminado parecer. Don Bosco, aunq
no tenía dudas sobre la vocación del joven señor, no hizo más que repetir lo que en otras ocasiones le había manifestado por escrito: que se
preparara para el porvenir de manera que respondiera a las legítimas esperanzas de su familia y de Polonia. Pero añadió:
-Sin embargo, creo que, si la voluntad de Dios se manifestara, de modo evidente, contraria a los proyectos de Su Excelencia, usted no
debería oponerse.
-Sin duda, dijo el padre; más aún, sería una dicha para mí tener un hijo en el estado eclesiástico.
-Sería algo excelente, concluyó don Bosco. Un miembro de familia tan influyente podría hacer mucho bien a la Iglesia y a la patria. De
todos modos, hágase siempre en todo la santa voluntad de Dios.
Padre e hijo se separaron de don Bosco muy contentos. El padre se había formado un alto concepto de él y estaba seguro de que finalmen
Augusto se acomodaría a los designios paternos; el hijo estaba satisfecho de que su padre hubiese cambiado de opinión respecto a don Bos
y se marchó dispuesto a seguir los consejos del Santo. En efecto, ya en Sienjawa y dedicado a los negocios, realizó operaciones financieras
gran valor, representando maravillosamente al padre y manteniendo dignamente las tradiciones de su Casa. El príncipe Ladislao estaba en e
colmo de la alegría. Pero ícuántas veces en este mundo, respecto al porvenir de sus hijos, el padre propone y Dios dispone!
((158)) Los calores del estío debilitaban cada día más a don Bosco: un principio de disentería le molestaba bastante. Aceptó, pues, el
consejo de ir a Valsálice, donde, salvo a las horas del mediodía, la temperatura se mantiene fresca, hasta en el rigor del verano. Fue allí con
Viglietti el siete de julio. En realidad se hubiera deseado que volviese a Pinerolo, como dos años antes, y el Obispo se consideraba feliz de
cederle su finca; pero, primero dudaba un poco y, después, cuando se decidió a salir 1 determinó ir a Valsálice hasta el día quince, porque
1 Véase Ap., Doc. núm. 29.
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sentía estar ausente durante las dos asambleas anuales de los exalumnos.
En Valsálice recibió dos cartas muy interesantes de dos Prelados franceses. Aquel año había publicado la tipografía salesiana de Niza su
Cattolico nel secolo, traducido al francés 1.
Una carta era de monseñor Dabert, obispo de Périgueux y de Sarlat, que había recibido el obsequio de un ejemplar y respondía diciendo q
lo había encontrado excelente bajo todos los aspectos: lo mismo por la solidez de su doctrina y la seguridad histórica que por la sencillez y
familiaridad de estilo con que reforzaba el valor de las pruebas y la solidez de la doctrina. La otra carta procedía de Rennes. Su arzobispo,
monseñor Place, obispo de Marsella cuando llegaron allí los Salesianos, había escrito una carta de felicitación. Su Eminencia respondía,
llamando amigo a nuestro Santo, excusándose por haber tardado en responder y decía: "Usted conoce bastante mis antiguos sentimientos, q
son siempre los mismos respecto a su persona y a la familia salesiana y, por tanto, no olvide que, entre todas las demostraciones de simpatí
que he tenido la satisfacción de recibir, la suya me ha resultado singularmente agradable". Se encomendaba, por último, a sus oraciones co
términos de mucho aprecio 2.
((159)) Durante su breve estancia en Valsálice, tuvo lugar un suceso prodigioso, cuya auténtica relación se conserva en nuestros archivos
Un acaudalado agricultor de Rosignano Monferrato, Jorge Caprioglio, tenía una hija que estaba internada en el manicomio de Alessandria
hacía unos meses. El día diez de julio se presentó a don Bosco en el colegio de Valsálice, le expuso el caso y pidióle su ayuda. Don Bosco
prescribió unas oraciones para que las recitaran en familia todos los días hasta la fiesta de Todos Los Santos. El buen hombre lo hizo así y
repetía a todos:
-Don Bosco ha prometido que se obtendrá la gracia.
A pesar de su gran confianza, impaciente por saber el éxito de tantas oraciones, el día veintidós de octubre fue a Alessandria para tener
noticias seguras de su hija; pero volvió muy apenado porque no pudo conseguir del médico una palabra de seguridad. Sin embargo,
convencido de que don Bosco decía siempre la verdad, siguió rezando como antes. Y he aquí que, el día veintinueve de octubre, recibía una
carta en la que se le comunicaba la completa curación de la enferma y
1 Le Catholique dans le Monde. Niza, Patronato de San Pedro, 1886.
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2 Véase Ap., Doc. núms. 30 y 31.
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le invitaban a que se presentara en seguida para acompañarla de nuevo a casa.
El padre acudió y la encontró en perfecto estado de salud, tanto que la víspera de Todos los Santos quiso ella recibir los Sacramentos en
Alessandria para dar gracias al Señor por su salud recuperada.
El cambio de ambiente produjo en seguida sus benéficos efectos; tanto que el Siervo de Dios bajó al Oratorio el día once y el quince de j
para encontrarse con los exalumnos y pudo hablarles una y otra vez al término de la comida. Por fortuna se han conservado sus breves
alocuciones, que constituyen el único recuerdo de las dos fiestas. A la comida de los exalumnos seglares asistieron también algunos señore
franceses. Don Bosco habló así:
Deseo dirigiros unas palabras, porque no estoy seguro de si podré estar todavía otro año con vosotros. Mucho me gustaría poder pasar un
más veces este día en vuestra compañía; pero los achaques de la vejez me advierten que no me haga ilusiones. Os agradezco, pues, que hay
venido a almorzar conmigo; y, con vosotros, a estos señores, cuya amistad les ha traído aquí desde ((160)) Francia. No han venido hoy todo
mis buenos amigos y queridos hijos, ya que no les ha sido posible, por la mucha distancia y sus quehaceres. Pero decidles, cuando los
encontréis, que en vosotros los vi también a ellos; y que, en vosotros, les agradecí el afecto que me siguen teniendo: decidles que don Bosc
siempre está dispuesto a partir con ellos su pan, porque no es el pan de don Bosco, sino el pan de la divina Providencia. Don Bosco os quie
a todos en Jesucristo, porque vosotros le queréis y espero que Nuestro Señor nos dé la gracia de ver tiempos mejores.
Don Bosco rezará siempre por vosotros y vosotros ayudadme con vuestras oraciones para que podamos realizar nuevas obras y continuar
ya empezadas. íMirad qué buena ha sido la Providencia con nosotros! Hoy son miles y miles los que moran en nuestras casas, y ciertament
no viven papando vientos y flores; y, sin embargo, desde los principios del Oratorio hasta nuestros días, no nos faltó el pan ni un solo día; a
contrario, crecieron las necesidades y aumentaron también los medios. Y yo os aseguro que nuestras cosas seguirán creciendo bajo las alas
la divina y amable Providencia. Vosotros y vuestros hijos y los hijos de vuestros hijos lo veréis y gozaréis tomando parte en nuestra suerte,
nuestra fortuna. Seamos fieles a nuestra santa religión y todos se verán obligados a apreciarnos y amarnos; nadie podra aborrecernos, porqu
la caridad es el vínculo que une los corazones. Os prometo que seguiré queriéndoos como hermano, como padre, hasta que nuestro amor se
encuentre coronado el día en que oigamos estas suaves palabras: -Entrad en el gozo del Señor, porque habéis observado mi santa Ley.
A los antiguos alumnos sacerdotes, se unieron también unos veinte seglares que no habían podido asistir el domingo anterior. Por las
palabras de don Bosco es fácil deducir los temas que se tocaron en los brindis que precedieron al suyo. Las ideas que expresó son muy
notables.
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He escuchado con gozo las palabras que se han dicho. He entendido y saboreado vuestras expresiones y vuestras promesas.
Ha dicho el señor Cura de la Gran Madre de Dios que nadie aventaja a los muchachos de los primeros tiempos del Oratorio en su amor a
don Bosco. El Señor ingeniero Buffa asegura que los amigos cooperadores no van en zaga a nadie en el afecto que me tienen y que, este afe
de miles y miles, no tiene límites. Me toca ahora a mí decir a quiénes quiero más. Mirad, he aquí mi mano: "a cuál de estos cinco dedos
quiero más? "De cuál de ellos prescindiría? Ciertamente que de ninguno, porque los quiero a todos y los necesito a todos igualmente. Pues
bien, os digo que os quiero a todos y a todos igualmente y sin medida. Quisiera deciros en estos momentos muchas cosas referentes a mis
hijos y a los Cooperadores Salesianos.
La propuesta del señor Cura de la Gran Madre de Dios de animar a cada uno de los presentes a incrementar la Obra de los Cooperadores
Salesianos es una ((161)) propuesta de las más bonitas, porque los Cooperadores son el puntal de las obras de Dios por medio de los
Salesianos... El Sumo Pontífice León XIII no sólo es el primer Cooperador, sino el primer operador. Os basta observar la fachada de la igle
del Sagrado Corazón. Ella os dice que la obra de los Cooperadores, la obra del Papa, se ha instituido para sacudir a muchos cristianos del
letargo en que yacen y difundir la energía de la caridad. Esta es la obra que, en estos momentos, parece de excepcional oportunidad, según
dicho el mismo Sumo Pontífice. "Podría un hombre hacer lo que hemos hecho nosotros? "Podría un hombre llevar la luz del Evangelio a
tantos lugares y a tanta distancia? De ninguna manera hubiera podido hacerlo un hombre. No es don Bosco, íes la mano de Dios que se sirv
de los Cooperadores! Escuchad:
habéis dicho, en este momento, que la Obra de los Cooperadores es querida por muchos. Y yo añado que esta Obra se extenderá por todos
países y se difundirá por toda la cristiandad. íVendrá un tiempo en que el nombre de Cooperador querrá decir verdadero cristiano! íLa man
de Dios la sostiene! Los Cooperadores serán los que ayudarán a promover el espíritu católico. Será una utopía mía, pero la sostengo. Cuant
más combatida sea la Santa Sede, más exaltada será por los Cooperadores; cuanto más vaya creciendo la incredulidad por todas partes, más
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levantarán los Cooperadores la antorcha luminosa de su fe activa.
Después de despedirse de sus queridos amigos, salió aquella tarde para Pinerolo con Lemoyne y Viglietti. Había llegado de Pinerolo, par
recogerlo, el Rector del Seminario. A su llegada, lo estaba esperando el Obispo con un coche propiedad de un señor de la ciudad, que se lo
había cedido. Monseñor lleno de alegría, por tener de nuevo consigo al Siervo de Dios, había hecho preparar en su villa episcopal de San
Mauricio, alojamiento para él y para sus dos secretarios.
Con el repentino traslado a aquella altura, don Bosco se encontró un poco agitado la primera noche. Tuvo un largo sueño del cual, sin
embargo, sólo recordaba al día siguiente que lo habían llamado con mucha prisa para ir a la estación y que apenas si había llegado a tiempo
para tomar el tren; que pasó, luego, por un lugar donde se libraba una gran batalla y que, de improviso, se encontró en medio de la refriega.
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Un sueño de otro género, no tenido por él, pero en el que él figuraba, produjo saludables efectos en una alma buena, según nos contaba su
digno párroco. La señora Jerónima Verdona, de Gavi, antigua bienhechora, había albergado en su casa durante muchos años con maternal
solicitud a Salesianos e ((162)) Hijas de María Auxiliadora, cuando pasaban por allí camino de Mornese. Como presintiera que se acercaba
fin de sus días, rogó a don Bosco que le enviase un Salesiano para darle a conocer su última voluntad. Y fue designado don Francisco Cerr
Pero, de allí a poco, cayó ella enferma del cuerpo y del espíritu. Los médicos declararon que estaba maniática. Ni siquiera quería comulgar
Tornóse taciturna y, las pocas palabras que profería, eran de dolor y abatimiento. Además, no permanecía cinco minutos quieta o sentada e
un sitio. Hacía ya dos meses que se encontraba en tan triste situación, cuando personas amigas la encomendaron a las oraciones de don Bos
Y he aquí que el día diecinueve de julio se acostó plácidamente, se durmió, como no ocurría desde hacía mucho tiempo, y soñó que veía
acercársele a María Auxiliadora y a don Bosco para consolarla. Apenas se despertó, mandó a su sirvienta que llamara al sacerdote, porque
quería recibir la comunión. Pasó unos días mejorada en su estado físico y moral, atendiendo devotamente a sus prácticas religiosas, hasta q
expiró serenamente y fue a recibir el premio de sus buenas obras.
Las cartas, a veces larguitas, que escribió en la casa de campo del Obispo, demuestran claramente lo bien que le iba para su salud el clim
Pinerolo. Hay una dirigida a los bienhechores de San Nicolás de los Arroyos, cuyo original se conserva religiosamente allí, en casa de los
bonísimos señores Montaldo.
A mis beneméritos y caritativos cooperadores y cooperadoras, a todos sus parientes y amigos que viven en la ciudad y en los pueblos de
alrededor de San Nicolás de los Arroyos, en América.
Vuestra religiosidad y vuestra caridad, benévolos amigos, cooperadores y cooperadoras, es muy conocida en América y especialmente en
Europa por la continua protección que dispensáis a nuestros queridos hijos, que viven ahí con vosotros.
Ellos dejaron estas nuestras tierras con gusto para trasladarse ahí y dedicarse al sagrado ministerio para gloria de Dios y bien espiritual de
vuestras almas, y particularmente de la juventud. ((163)) Esto es lo que les fue muy recomendado antes de partir por el que tanto los amaba
N. S. J. C.
Sé que les habéis ayudado y que lo poco que ya han conseguido se debe a vuestra caridad. Continuad vuestra obra y yo continuaré rezand
por vosotros al Señor, a fin de que multiplique sus gracias sobre todos vuestros trabajos y vuestras familias. Las buenas obras que hacéis ya
han sido referidas al Padre Santo León XIII, el cual experimentó una gran satisfacción cuando se enteró. "Usted, me dijo, comuníqueles
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mi especial benevolencia, dígales que bendigo a todos de corazón y que les concedo una indulgencia plenaria especial, que pueden lucrarla
todos los cooperadores, sus familias y sus parientes difuntos que necesiten sufragios en las penas del Purgatorio".
Vosotros sabéis que mis Salesianos no poseen bienes materiales; todo su capital es vuestra piedad y vuestra caridad. Vuestro veneradísim
Arzobispo monseñor Aneyros y monseñor Pedro Ceccarelli, párroco y vicario de San Nicolás, son los que nos animaron a ir hasta vosotros
nuestra confianza está puesta por entero en ellos y en vosotros.
Si Dios me conserva la vida, espero escribiros otra carta, pero no os lo aseguro porque estoy muy envejecido; apenas puedo escribir y con
dificultad se entiende lo que escribo. Tengo, sin embargo, mucha esperanza en vuestras oraciones y en las buenas noticias que espero recib
de vosotros a quienes amo en J. C. y por quienes todos los días tengo un recuerdo especial en el altar del Señor. Que Dios nos bendiga y la
Santísima Virgen Auxilidadora nos guíe a todos seguros por el camino del Cielo.
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Turín, 25 de julio de 1886.
Afmo. amigo,
JUAN BOSCO, Pbro.
El día de san Vicente recordó al arquitecto Levrot, el generoso bienhechor de Niza, y le envió sus augurios de un feliz día onomástico.
Muy querido señor caballero Vicente Levrot:
Que la Santísima Virgen Auxiliadora le otorgue, en este su día onomástico, una bendición especial para usted, para toda su familia y todo
sus trabajos. Que Ella recompense con largueza la caridad que usted ya ha hecho y sigue haciendo a los Salesianos.
Sea María Santísima guía segura para todos hasta el cielo.
Recen también por este pobre, siempre suyo.
Turín (Pinerolo), 19 de julio de 1886.
Afmo. in J. C., JUAN BOSCO, Pbro.
((164)) El señor Levrot, al responderle, le comunicó que tenía a su disposición mil francos, ofrecidos por la viuda de Montbrun 1 para su
obras.
Don Bosco le escribió, esta vez en francés, rogándole diera las gracias a la señora y le autorizó para que enviara aquella cantidad a don
Nicolás Cibrario, porque la casa de Vallecrosia, en pequeña escala, necesitaba de todo, al igual que las demás casas salesianas, que,
1 Véase Vol. XVII, pág. 587.
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según él decía, no abundaban más que en deudas y acredores. Dábale, después, noticias de sí mismo y añadía: "Mi salud va un poco mejor,
gracias a Dios, pero acompañada de muchos achaques" 1.
Desde Pinerolo escribió al cardenal Parocchi, dándole noticias de su salud y rogándole le alcanzase una bendición especial del Padre San
al mismo tiempo le consultaba, dado el respeto que le merecía el Eminentísimo Protector, si para otras cartas podía todavía escribirle con s
difícil caligrafía o si debería recurrir al servicio del secretario. Y recibió esta contestación, que sin duda le satisfizo mucho.
Reverendísimo don Bosco:
He comunicado al Padre Santo las buenas noticias de V. R. y Su Santidad se alegró mucho de ellas y me encargó le enviara una bendició
especialísima.
Al cumplir el encargo Apostólico, me complazco en añadir la expresión de mis sentimientos, ya conocidos hace mucho tiempo por V.
Rvma. P. y que, repetirlos ahora, sería como llevar leña al monte.
Ruégole, Rvmo. P., si no le sirve de mucha molestia, me escriba usted mismo, pues entiendo perfectamente su letra, lo mismo que usted
comprende al corazón del que se profesa con reverente afecto, implorando la gracia de sus mementos.
Roma, 27 de julio de 1886.
Muy atto. y afmo. s. s. en J. C., L. M. Cardenal Vicario.
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Todavía más afectuosa fue la carta de su Cardenal Arzobispo. Don Bosco había encargado a Lemoyne que ((165)) escribiera una bonita
carta a Su Eminencia, con ocasión de su día onomástico y recibió de él esta afable respuesta:
Reverendísimo y carísimo don Juan:
íQué gratos me han sido los augurios que usted, bonísimo don Juan, me ha hecho llegar con ocasión de mi día onomástico! El reverendo
excelente sacerdote don Juan Bautista Lemoyne, que tan bien supo interpretar el afecto que los Salesianos sienten por mi pobre persona, añ
una cosa que me ha llenado de satisfacción: dice que, en todas las casas de los Salesianos, se reza siempre por el anciano Arzobispo de Tur
Esto da fuerzas y es prenda de un sonriente porvenir.
Con la ayuda de las oraciones de los buenos confío que, a pesar de mi poquedad, puedo esperar que no será totalmente infructuosa mi lab
También yo pido por usted, venerando don Bosco, todos los días, para que su preciosísima existencia se conserve largo tiempo y la
Congregación Salesiana pueda experimentar todavía por mucho tiempo el influjo de la caridad, laboriosidad y sacrificio que inflaman el
corazón de su benemérito y providencial fundador.
1 Véase Ap., Doc. núm. 32.
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Le deseo que sean muy provechosos para su salud los balsámicos aires de los Alpes que corren por San Mauricio, mientras bendigo con
todo el corazón a usted y a los sacerdotes que están a su lado y me profeso,
De V. S. Ilma. y Rvma.,
Turín 7 de agosto de 1886.
Afmo. en J. C., CAYETANO Card. Arz.
A primeros de junio se cernía por toda Italia una nueva nube de tristeza. Mientras la erupción del Etna angustiaba a la provincia de Catan
iba el cólera arrebatando sus víctimas por las regiones del Piamonte, Véneto, Apulia, Emilia y Toscana. Era menos fuerte que en las
invasiones precedentes, pero duró más tiempo. Ahora se sabía que, dos años antes, don Bosco había recomendado como antídoto llevar al
cuello la medalla de María Auxiliadora y hacer determinadas prácticas de piedad; por ello llovían sobre el Oratorio las demandas de medal
y fueron innumerables los testimonios de gracias recibidas. La siguiente carta, escrita desde Pinerolo a la señora Maggi Fannio, de Santa
María Iconia, ((166)) provincia de Padua, es un testimonio de los consejos que don Bosco daba a los Cooperadores durante el peligro.
Ilma. Señora:
Recibí su apreciada carta del día veinticinco del corriente mes con su donativo, que agradezco muy de veras y me apresuro a manifestarle
que rezo fervorosamente con todos mis muchachos por usted, por sus seres queridos y por toda esa buena ciudad. Sí, que María Auxiliador
extienda su manto sobre todos, les bendiga y guarde de todo mal en el tiempo y en la eternidad.
He dado órdenes para que le envíen en seguida las medallas; si no las recibe dentro de unos días, haga el favor de manifestármelo.
Reciba mis saludos, mientras la bendigo con todos los suyos, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
De V. S. Ilma.,
Pinerolo, a 27 de julio de 1886.
Atto. y s. s., JUAN BOSCO, Pbro.
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P.D. Para estar libres del cólera es necesario:
1) Llevar siempre la medalla al cuello o bien consigo.
2) Invocar frecuentemente a María Auxiliadora (María Auxiliadora, ruega por nosotros).
3) Recibir con frecuencia los Santos Sacramentos de la confesión y de la comunión.
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Como en las otras ocasiones la medalla de María Auxiliadora obraba prodigios. Un día en Rímini, en el mes de septiembre, llegó a casa d
una Cooperadora su hijo atacado por el terrible mal. La madre recurrió en seguida con su pensamiento a María Auxiliadora y, antes de
acostarle, sin decir nada, colocó bajo la almohada una medalla bendecida por don Bosco. Pues bien, apenas el pobre atacado por el cólera
posó la cabeza sobre la almohada, exclamó lleno de alegría:
-íQué bien, me encuentro! Me parece volver de la muerte a la vida.
En efecto, se levantó de la cama y, así como momentos antes no se tenía en pie, empezó a andar tranquilamente por la estancia, sin
experimentar ningún síntoma del mal 1.
((167)) Las Hijas de María Auxiliadora debían celebrar, en el mes de agosto de 1886, el Capítulo General para la elección de las Superio
Como estaba él impedido para presidirlo, delegó en don Miguel Rúa, el cual, después de la elección de don Juan Bonetti como Catequista
general, había asumido nuevamente la dirección general de las Hermanas. Don Bosco le transmitió todas las facultades necesarias con esta
bonita carta:
Carísimo Rúa:
Solamente por motivo de mi quebrantada salud, no puedo ir a Nizza para la elección de la Superiora General y las demás Superioras; por
tanto, te concedo todas las facultades necesarias para esta y cualquiera otra deliberación que se debe tomar con este fin por el Instituto de la
Hijas de María Auxiliadora. Ya he rezado y seguiré rezando para que todo resulte a mayor gloria de Dios.
Animo: Dios está con nosotros. Os espero a todos en el Paraíso, con el auxilio de Dios y su infinita misericordia.
Animo, repito; el Señor nos ha preparado muchas cosas; industriémonos para realizarlas.
Estoy medio ciego y achacoso; rezad también por mí, que seré siempre para todos y para todas en J. C.
Pinerolo, Villa episcopal, 8 de agosto de 1886.
Afmo. amigo y padre, JUAN BOSCO, Pbro.
Don Juan Bonetti escribía el día veintiséis del mismo mes a monseñor Cagliero sobre las Hermanas: "Don Bosco desea que se propaguen
mucho, porque tuvo aviso de ello ex alto (del cielo)". Su Capítulo
1 Boletín Salesiano, febrero de 1887.
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General reeligió a todas las Superioras que terminaban su mandato 1.
El día ocho de agosto celebraba el Círculo Católico Obrero de Bérgamo su décimo aniversario de existencia. La Presidencia comunicó a
Bosco la noticia y le pidió una bendición especial: él escribió al Presidente esta bonita carta que junto con otras de insignes personajes fue
publicada en un número único titulado CARITA.
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((168)) Doy gracias y bendigo de todo corazón la bondad del Señor que en estos tan difíciles tiempos haya hecho nacer esa pía Sociedad
Católica Obrera.
Los consoladores frutos que ha reportado a la ciudad de Bérgamo son un luminoso ejemplo y nos animan a promoverla.
Rezaré de corazón a Dios N. S. para que bendiga y proteja a todos los que de alguna manera toman parte en esa sociedad y la promueven
En esta preciosa ocasión, me animo a rogar a usted y a todos los asociados que, con su gran caridad, quieran rezar también por mí y por m
huérfanos, que en este momento pasan de los doscientos diez mil.
María nos proteja a todos y sea en todos los peligros nuestra guía segura por el camino del Paraíso. Así sea.
Turín (Pinerolo) 22 de julio de 1886.
JUAN BOSCO, Pbro.
P. D. Soy viejo y estoy medio ciego; tenga por tanto paciencia para leer estas mis pobres líneas.
Ya hemos narrado varias veces en este y en otros volúmenes cómo algunas Asociaciones Obreras Católicas dirigían sus ojos a don Bosco
considerándole un gran apóstol de la actividad en favor de la clase obrera. Por eso sucedía que, donde había una casa salesiana, las mismas
asociaciones la consideraban como lugar a propósito para celebrar sus reuniones. Así, el día tres de junio, la Sociedad Católica Obrera de L
Spezia acudió a celebrar la fiesta de la bendición de su bandera en el Instituto de San Pablo con asistencia del conocido cooperador genové
Mauricio Dufour. Durante el banquete social, preparado en el patio, después de los vítores al Papa, al Rey, a la Reina, al Obispo, se vitoreó
también a don Bosco. Su nombre entusiasmó de tal modo a los presentes que lo repitieron varias veces con frenesí. Ante aquellos vivas, los
muchachos, que estaban en el salón de estudio, salieron fuera corriendo y gritando también sin cesar: íViva don Bosco! 2.
1 Las noticias referentes a las Hijas de María Auxiliadora se leen en una carta de don Juan Bonetti a monseñor Cagliero, que publicamos
el Apéndice, Doc. núm. 33.
2 L'Eco d'Italia, 6 de junio de 1886.
152
Al mes siguiente, se honraba a don Bosco en La Spezia, no por el pueblo de dicha ciudad, sino por el mismo Rey de Italia. Se dirigía el R
Humberto a Génova para asistir el día diecisiete de julio a la ((169)) inauguración del monumento a Víctor Manuel II, su augusto padre, y s
detuvo un par de horas en la ciudad marinera. La autoridad municipal invitó también al Colegio para el recibimiento y el Rey agradeció la
presencia de una representación del Instituto rindiéndole honores. Al llegar, ya había reparado en aquel grupo de muchachos dispuestos en
filas delante del hotel y había preguntado quiénes eran. Don Angel Caimo, consejero escolástico, estaba encargado de leerle un saludo, per
brevedad del tiempo no se lo permimitió. Su Majestad le pidió algunas informaciones; después, dirigiéndose al Gobernador de la provincia
los oficiales que le rodeaban, dijo:
-Verdaderamente es algo sorprendente. Este don Bosco tiene una actividad extraordinaria; sus obras ya están extendidas por muchas part
del mundo. íY cuánto bien hace! En Turín ha levantado un Instituto modelo, que puede compararse con los mejores.
Manifestó a continuación deseos de volver a ver a todos los muchachos a la hora de partir. Entonces el general Pasi, su primer ayudante d
campo, ordenó que se formaran, a la salida, delante de la tropa y que, en aquel momento, solamente sonara su banda. El Rey pasó ante ello
mirándolos constantemente y saludando con una inclinación a los superiores.
Al día siguiente, enviaba el Alcalde al Director del Colegio el caritativo donativo del Rey de cuatrocientas liras.
De ahora en adelante no tendremos sueños importantes que narrar. El sueño de Barcelona fue el último de los grandes sueños de don Bos
Posteriormente contó otros, pero de orden meramente natural y como por pasatiempo. He aquí uno que expuso a sus oyentes el día nueve d
agosto.
Vio a numerosos labradores que subían a un henar, mirando por una y otra parte si había heno, pero sin hallarlo. Bajaron a la cuadra,
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registraron los pesebres y encontraron algunos residuos.
-Pero "cómo arreglárnoslas? se decían entre sí. La primavera toca a su fin y estamos sin heno.
-No nos queda más solución, murmuraba uno de ellos, que matar las vacas y comernos la carne.
((170)) -"Y después?, replicó otro. Haremos como las vacas de Faraón, que se comieron entre sí.
Vio después muchas maletas muy bonitas, cerradas, que nadie
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podía abrir. Abriólas él y vio que estaban llenas de monedas de cobre.
-"Qué quiere decir esto?, preguntó el siervo de Dios a su guía.
-Los ricos, le contestó éste, tendrán estas monedas, y los diamantes, el oro, la plata, las piedras preciosas, todo pasará a manos de los pob
Los ricos perderán su poder y serán expoliados.
De cuando en cuando, don Bosco salía del chalet del Obispo para ir al Santuario de San Mauricio, en compañía del secretario episcopal.
Una mañana, desde lo alto del collado denominado también de San Mauricio, se detuvo a contemplar el espléndido panorama y viendo en
frente, sobre un otero aislado, un gran edificio, dijo:
-íQué bonito y encantador resulta ese montículo con ese magnífico edificio! íQué a propósito sería para un colegio salesiano!
Era Monte Oliveto, donde se levantaba un edificio que había pertenecido a los jesuitas y, más tarde, a los cartujos y, entonces, al patrimo
nacional. Don Pablo Albera abrió allí el año 1915 un asilo para huérfanos de la guerra europea y su sucesor, una vez cumplida ya su primer
finalidad, instaló allí un noviciado salesiano 1.
Como se encontraba discretamente recuperado, quiso volver a Valdocco para asistir al reparto de premios del final de curso. Partió, pues,
día trece de agosto por la mañana. Quiso dar una propina al personal de servicio, que con tanta delicadeza le había atendido; pero ellos no
quisieron recibir nada y le rogaron, en cambio, que aceptara una pequeña cantidad recogida entre ellos para sus niños pobres. Enternecido,
aseguró que los tendría siempre presentes en sus oraciones.
-No podría hacernos mejor regalo, le respondieron. Es un honor para nosotros poderle servir. íOjalá pudiéramos darle un poco más de sal
El Obispo lo acompañó hasta la estación. "Quién hubiera ((171)) dicho que no se verían más en este mundo? La Santa Sede había
transferido a monseñor Chiesa a Casale, en donde había fallecido monseñor Ferré: a un amigo de don Bosco le sucedía otro amigo. Pero D
lo llamó a sí repentinamente el día cuatro de noviembre.
Aunque la ausencia no había sido muy larga ni había ido lejos, sin embargo, sus hijos, pequeños y grandes, celebraron su vuelta, a la hora
la comida. Y sabiendo lo mucho que le agradaban las noticias
1 El piadoso deseo de don Bosco lo cuenta monseñor Cesano, que era precisamente secretario del Obispo, en un Número único que se
publicó con motivo de la inauguración del agua y de la luz en Monte Oliveto. (Turín, Soc. Ed. Intern. 1923, pág. 6.)
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de las misiones, le leyeron en la mesa algunas cartas de monseñor Cagliero. Decía el Vicario Apostólico que muy pronto se adentraría hast
centro de Patagonia, en donde había sabido se encontraba un número considerable de salvajes. Don Bosco escuchaba llorando. Años atrás,
cuando había propuesto abrir Misiones en Patagonia, había habido alguien en Roma que hasta se rió, puesto que las estadísticas de la
población daban por desiertas aquellas regiones.
-íDon Bosco quiere ir a evangelizar las hierbas! decían algunos.
Y he aquí que Monseñor confirmaba ahora lo que don Bosco había visto en sueños. Ese era el motivo de su emoción.
Diríase que hasta la Providencia quiso darle de algún modo la bienvenida. A la mañana siguiente, había entregado al prefecto general, do
Celestino Durando, todo el dinero que había recibido en aquellos días para que pudiera satisfacer las necesidades urgentes. Apenas salió do
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Celestino, cuando entró en su habitación un señor que esperaba hacía rato en la antesala. Don Bosco, como implorando su caridad, le dijo:
-Disculpe si le he hecho esperar. El Prefecto de la Congregación ha venido a llevarse todo el dinero que tenía y aquí tiene a don Bosco
pobre, sin un céntimo:
-Pero, don Bosco, le respondió el otro; si en este momento necesitara urgentemente dinero "cómo se las arreglaría?
-íOh, la Providencia... la Providencia!, exclamó don Bosco.
((172)) -Sí, Providencia... Providencia... eso está muy bien; pero ahora mismo usted no tiene dinero y, si de pronto lo necesitara, no sabrí
cómo arreglárselas.
-En tal caso le diría a usted, amigo mío, que saliera a la antesala donde encontraría una persona que trae una limosna a don Bosco.
-"Cómo? "Lo dice de veras? Allí no había nadie cuando yo entré. "Quién se lo ha dicho?
-Nadie me lo ha dicho. Lo sé yo y lo sabe María Auxiliadora.
Aquel señor salió a la antesala, donde efectivamente había un señor y le dijo:
-Señor, "viene usted a ver a don Bosco?
-Sí, le respondió aquél, vengo a traerle una limosna.
E, invitado a entrar, entregó a don Bosco trescientas liras.
El día de la Asunción, presidió la distribución de premios de aprendices y estudiantes que, al día siguiente, salían de vacaciones. En lo m
entretenido de la velada, hubo un golpe teatral que alborotó a los presentes: apareció de improviso don Luis Lasagna, que venía del Urugua
Dirigióse al amado Padre y lo abrazó con todo el cariño de
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un hijo y, después, se sentó a su lado. Terminada la velada tomó la palabra y, a pesar de la impaciencia que, en tales momentos suele
apoderarse de los muchachos, su manera de hablar, llena de entusiasmo, atrajo la atención de todos. Una cosa agradó especialmente a don
Bosco. Un día del mes de mayo don Luis Lasagna había recibido una llamada telefónica desde Montevideo. El Superior de los padres Jesui
le comunicaba que una gran señora de Santiago de Chile quería que los Salesianos fueran a su capital, y se ofrecía a pagarles el viaje desde
Europa y proveerles de todo lo necesario. De momento, don Luis Lasagna no había hecho mucho caso de aquella comunicación, pues eran
muy frecuentes ofertas semejantes; pero, cinco minutos después, recibió de Turín una copia del sueño de Barcelona, en el que precisamente
hablaba de una casa en Santiago de Chile.
((173)) El día quince de agosto se había celebrado, según costumbre, el cumpleaños de don Bosco. El Cardenal Alimonda quiso ir
personalmente a felicitarle y pasó de nuevo un par de horas de charla con él.
La condesa Balbo, que le había felicitado por carta, pudo alegrarse al recibir su respuesta.
Ilustrísima señora Condesa:
Recibí su muy apreciable carta del día catorce de los corrientes y me es grato contestarle.
Le agradezco los augurios que me hace con ocasión de mi cumpleaños y se los retorno centuplicados. Celebré la misa ese día en el altar
d
San Pedro y puede imaginar con cuanto esfuerzo y fatiga; y recé, recé mucho por todos los que me dieron su mano y me la siguen dando pa
cumplir la misión que, en su bondad, me confió el Cielo: recordé singularmente en mis oraciones a V. S. y a todos sus seres queridos,
deseando para todos abundancia de gracias y favores espirituales y temporales.
Ilustrísima señora Condesa, reciba mis más sinceros saludos y créame siempre, como me complazco en profesarme en N. S. J. C.
De V. S. Ilma.,
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Turín, 18 de agosto de 1886.
Su muy atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.
Hoy sabemos todos que don Bosco nació el día dieciséis de agosto y no el quince del mismo; pero, entonces, hasta él mismo lo ignoraba.
Resulta bonita la observación que a este propósito hace un reciente biógrafo del Santo 1.
1 HENRI GHEON, Saint Jean Bosco. Flammarion, París, pág. 22.
156
Después de imaginar que mamá Margarita pasara la fiesta de la Asunción en beatífica unión con la Madre de Dios, a la que ofrecía el hijo
que iba a nacer, escribe: "Don Bosco tiene razón cuando escribe: Nací el día quince de agosto. Sí, espiritualmente, porque tuvo dos madres
una en el cielo y otra en la tierra, y honró a las dos".
157
((174))
CAPITULO VI
CUARTO CAPITULO GENERAL
LA vida de don Bosco, obligado ya por el peso de los años y los achaques, a pasar la jornada sentado en su habitación sin más recreo que
algún paseíto vespertino en coche, tenía que resultar, humanamente hablando, monótona, máxime para él, acostumbrado a una incesante
actividad. Cuatro sucesos vinieron a romper aquella pesada uniformidad en los últimos meses del 1886 los cuales, aunque le ocasionaron
inevitables molestias, sin embargo, le proporcionaron verdadera satisfacción. Nos referimos al cuarto Capítulo General, a un viaje a Milán,
una expedición misionera y a la inauguración de la nueva sede para el noviciado en Foglizzo.
El cuarto Capítulo General era el último que se desenvolvería bajo la presidencia del santo Fundador. La circular que lo convocó está
fechada el día treinta y uno de mayo. En ella se notificaba que, al cumplirse un sexenio desde la última elección del Capítulo Superior, se
renovaría en esa circunstancia la elección. El lugar para la asamblea sería el Colegio de Valsálice; el tiempo, desde el día primero de
septiembre. Según las Constituciones 1 tenían derecho a tomar parte en él, además de los miembros del Capítulo Superior, de los Inspector
y del Procurador general, todos los Directores de las Casas; según las mismas Constituciones 2, puesto que había elecciones, ((175)) cada
Director debía ir acompañado por un socio profeso perpetuo, elegido para tal fin por los socios de la propia casa.
Contemporáneamente se envió a cada Director el esquema de los asuntos a tratar, para que lo pusieran en conocimiento de sus subordinad
los cuales eran invitados a estudiarlos seriamente y a comunicar por escrito las observaciones y propuestas que creyeran oportunas,
enviándolas con tiempo al Consejero escolástico, don Francisco Cerruti, nombrado Regulador del Capítulo General. El referido esquema
estaba concebido en estos breves términos.
1 Nota al art. 3, cap. VI.
2 Cap. IX art. 10.
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ASUNTOS A TRATAR EN EL CAPITULO GENERAL
EN EL MES DE SEPTIEMBRE DE 1886
Se repasarán brevemente los asuntos tratados en el último Capítulo General, y especialmente:
I. El número III del esquema propuesto entonces, a saber, el Reglamento para las parroquias, dirigidas o que se deberán dirigir por los
Salesianos.
II. El número V: dirección que se debería dar a la parte profesional de las casas salesianas y medios para fomentar las vocaciones entre lo
alumnos aprendices.
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Se proponen además al estudio de los hermanos estos nuevos asuntos:
III. Cómo llevar a la práctica el decreto de la F. M. de S.S. Pío IX Regulari disciplinae.
IV. Qué sistema debe seguirse para la promoción a las sagradas órdenes.
V. Modo y medios para elegir casas de estudios para los clérigos en las distintas inspectorías.
VI. Cómo conseguir la exención del servicio militar.
VII. Modificaciones a introducir en el Catálogo de nuestra Sociedad. Propuestas que hacen los Hermanos.
Se encargaba finalmente, a los Directores y a los Hermanos delegados para las elecciones, que se reunieran el día veinticinco de agosto en
San Benigno Canavese, para hacer allí los ejercicios espirituales de preparación. Estuvo también presente a estos ejercicios don Bosco; se
encontraba allí desde el día veintiuno, durante los ejercicios de los aspirantes 1.
((176)) Nunca se había visto una reunión de Salesianos tan imponente. Hacían corona a don Bosco el Capítulo Superior, tres Inspectores,
veintinueve Directores 2 y el mismo número de elegidos en las distintas casas, más algunos otros sacerdotes ajenos al Capítulo General. Lo
predicadores fueron don José Bertello, de quien escribía don José Lazzero "predica unas meditaciones verdaderamente clásicas", y don Lui
Lasagna "que da unas instrucciones con verdadero celo misionero y espíritu salesiano", añade el mismo 3.
Por motivos económicos, de América sólo asistió don Luis Lasagna,
1 Antes de salir de Turín había escrito al Papa, enviándole su afectuosa felicitación por san Joaquín, día onomástico de León XIII. El día
veinticuatro recibió de Roma el siguiente telegrama: "Sacerdote Bosco. S. Benigno, Agradeciéndole felicitaciones e invocando plenitud de
dones celestiales sobre huérfanos dirigidos por beneméritos Salesianos. Santo Padre imparte a todos Apostólica bendición. L. Cardenal
JACOBINI".
2 Ap., Doc. 34. Los Inspectores eran cinco; pero el de Liguria, don Francisco Cerruti, era a la vez Consejero del Capítulo Superior desde
1885; y el de Argentina, don Santiago Costamagna, no pudo estar presente.
3 Carta a monseñor Cagliero. San Benigno, 28 de agosto de 1886.
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lo cual desagradó; porque, a pesar de todo, se hubiera deseado una representación mayor de aquellas apartadas regiones 1.
Monseñor Cagliero quiso hacerse presente con algunas propuestas, a desarrollar en una conferencia especial a los Directores; las enviaba
además, en nombre de aquellos Hermanos 2.
((177)) Durante los ejercicios de don Bosco se sentía cada día peor, a causa del calor, por lo que se limitaba a conceder alguna audiencia
los Directores y no podía hacer otra cosa. Pero decía en general:
-Si queréis hablarme del alma, venid, y siempre encontraréis a don Bosco dispuesto a escucharos. Me queda poco tiempo y lo dedico con
gusto al bien de mis hijos.
Al ver después que, en las horas de recreo, todos los ejercitantes se agolpaban a su alrededor para escucharlo, mezclados superiores e
inferiores, decía con alegría:
1 L. c. "Desagrada, y lo digo de parte de don Miguel Rúa, que no haya venido de América más que don Luis Lasagna. Se esperaba con
ilusión, además, a don Santiago Costamagna, a don José Fagnano y a alguno más". El mismo don Miguel Rúa había escrito el día once de
agosto a don Antonio Riccardi, secretario de monseñor Cagliero: "Estamos muy contrariados porque ha venido solamente don Luis Lasagn
de los superiores de América, al Capítulo General. Esperábamos al menos a dos. Paciencia". Y don Luis Lasagna decía a monseñor Caglier
(San Benigno, veintiséis de agosto): "Don Bosco ha sentido mucho que no hayan venido don José Fagnano y don Santiago Costamagna".
2 Propuestas para una conferencia a los Directores.
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1.° Insistir en la observancia del voto de pobreza, especialmente en el vestir, en los viajes y en las reparaciones y construcciones material
2.° Recomendar ejemplaridad en la vida común, especialmente en las comidas, bebidas tomadas aparte, etc.
3.° Respondan con prontitud e integridad a las circulares del Inspector.
4.° Hágase bien y regularmente el ejercicio de la Buena Muerte, pero precisamente por los Hermanos y no sólo por los muchachos.
5.° Dígase lo mismo del coloquio mensual o cuenta de conciencia.
6.° Recuerden que, ante todo, deben asistir, amar y ayudar a los propios hermanos y después, a los muchachos.
7.° Y, sobre todo, a los clérigos jóvenes procedentes de san Benigno, los cuales necesitan que se continúe con ellos la asistencia paternal
la gran caridad que se tiene con ellos allí en las prácticas de piedad y de la Congregación; instrúyaseles para que sean buenos maestros y
asistentes con el Sistema preventivo de educación, leyéndolo y explicándolo; y aliénteseles en las dificultades que encuentren en el
desempeño de sus incumbencias, que son, a veces, la causa primera de su abandono.
8.° Las deliberaciones Capitulares léanse en su totalidad al principio del año; después un poco cada día. Las reglas, un capítulo cada mes
el ejercicio de la Buena muerte.
Don Francisco Cerruti (Turín, 12 de octubre de 1886) les escribirá: "Vuestras propuestas llegaron aquí dos días después de la clausura de
Capítulo General, es decir, el día nueve de septiembre por la tarde. Pero veo al leerlas que, en sus dos terceras partes, son las mismas que la
de la mayoría de los hermanos y que han sido adoptadas por el Capítulo General. La otra tercera parte, la tendré muy en cuenta en la revisió
e impresión de las deliberaciones hechas, por su valor intrínseco y porque vienen de los que, como son los misioneros, constituyen la gloria
el apoyo principal de la Congregación".
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-En esto os considero a todos como hijos míos. Estad siempre así, sin porfía de preferencias. Veo aquí a directores, predicadores de
ejercicios, miembros del Capítulo Superior, todos reunidos como en una sola familia. Quisiera deciros muchas cosas; pero mis pulmones y
no quieren soplar. Se las diré a don Miguel Rúa y él os las repetirá.
Mientras tanto, rezad por don Bosco.
Y, así diciendo, se alejaba, en tanto que los presentes conmovidos le rodeaban para besarle la mano 1.
Por fin, muy debilitado y lleno de dolores, dejó aquella casa el día treinta y uno por la mañana. Quedóse en el Oratorio el resto del día y
salió para Valsálice el día siguiente a las diez. Al pasar por delante de las Hijas de María Auxiliadora, donde se habían reunido muchas
Hermanas para sus ejercicios espirituales, quiso pararse. Entró, dio a todas reunidas en la capilla unos recuerdos, las bendijo y tomando de
nuevo el coche, prosiguó su camino.
Le esperaban en Valsálice todos los miembros del Capítulo General. Por la tarde hubo una reunión en la iglesia. Don Bosco ((178)) se se
en el presbiterio, con los miembros del Capítulo Superior que concluían su mandato. Después del canto del Veni Creator, don Miguel Rúa
declaró abierto el Capítulo General, en nombre de don Bosco y leyó los artículos del Reglamento que se refieren a tal objeto. Después,
invocada la protección de la Santísima Virgen con el canto del Ave Maris Stella y recibida la bendición de Jesús Sacramentado, se pasó a l
sala de reuniones para celebrar la sesión preparatoria.
Hízose una sucinta relación de las incumbencias que se confiaban a los que iban a ser elegidos, se estableció que se hiciera la elección al
siguiente, por la mañana, y que se tuviese, por la tarde, la primera sesión para tratar del quinto y séptimo tema, referentes a los centros de
estudios para los clérigos en las distintas inspectorías y la redacción del Catálogo de nuestra Sociedad: eran dos asuntos poco importantes p
que, según pensaba el regulador, servirían para mayor armonía de los capitulares y para facilitar las discusiones.
Era la primera vez que el Capítulo Superior se presentaba ante el Capítulo General con su secretario en la persona de don Juan Bautista
Lemoyne. El secretario no es propiamente uno de los Superiores del Capítulo, a cuyas órdenes simplemente está; no podía, pues, ser
comprendido entre los electores, ni en fuerza de la Regla que atribuía el derecho de elección al Capítulo Superior, ni en fuerza del derecho
común; por tanto, la asamblea, valiéndose de sus poderes, antes de
1 J. B. FRANCESIA, Vida popular del Beato don Juan Bosco. Turín, S. E. I., pág. 216.
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disolver la reunión preliminar, deliberó, por unanimidad, que el secretario general del Capítulo Superior fuese elector.
Distribuyóse, después, una lista de los socios elegibles, incluidos los que terminaban su cargo. Sumaban setenta y uno, sin contar al Rect
Mayor, que lo era de por vida, su Vicario que estaba ad nutum Rectoris (a la voluntad del Rector) y los monseñores Cagliero y Fagnano, qu
tenían un destino especial de la Santa Sede. En aquel tiempo, era preciso también hacer la elección del Maestro de Novicios, dado que la
Regla decía ((179)) taxativamente: Novitiorum Magister eligatur in Capitulo Generali (El maestro de Novicios sea elegido en el Capítulo
General) 1. La elección, que se desarrolló sin incidentes 2 el día dos por la mañana, dio los siguientes resultados.
Prefecto: Don DOMINGO BELMONTE.
Director espiritual: Don JUAN BONETTI.
Ecónomo: Don ANTONIO SALA.
Consejero escolástico: Don FRANCISCO CERRUTI.
Consejero profesional: Don JOSE LAZZERO.
Consejero: Don CELESTINO DURANDO.
Maestro de novicios: Don JULIO BARBERIS.
Monseñor Cagliero fue proclamado Catequista honorario.
Y, todo concluido, se leyó una comunicación a don Bosco en la que todos los presentes declaraban que, respecto a la elección, podía él
hacer como mejor lo creyere ante el Señor, confirmándola o cambiándola. Don Bosco agradeció a los congregados aquella demostración de
confianza, expresó su satisfacción e invitó a dar gracias al Señor. Como conclusión anunció, con palabras llenas de caridad y de dolor, la
pérdida sufrida aquella misma mañana del carísimo hermano don Juan Nespoli, augurando a la Congregación Salesiana muchos buenos
salesianos como lo había sido el recientemente fallecido.
Don Juan Nespoli merecía efectivamente aquella honrosa conmemoración.
1 Cap. X, art. 9. En el décimo Capítulo General del 1904, se deliberó que "Los Maestros de Novicios serán elegidos por el Rector Mayor
con el consentimiento de su Capítulo, oído el parecer del Consejo Inspectorial". Véase: Deliberaciones del IV Capítulo General. San Benig
Canavese, 1905.
2 Escribía don José Lazzero a monseñor Cagliero (3 de septiembre de 1886): "Antes de cada votación, se leía en alta voz el cargo que de
ocupar el elegido: al llegar a los Consejeros, se expuso que uno sería encargado de los estudios, otro de la enseñanza profesional y el tercer
de las relaciones con las misiones". Don Francisco Cerruti escribía también al mismo (12 de octubre de 1886): "Una cosa que satisface es e
buen orden con que se hizo la elección del Capítulo Superior y se celebró el Capítulo General".
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Su prematura desaparición hacía lamentar más dolorosamente la pérdida de un hermano de ingenio tan perspicaz y tan gran virtud, lograda
costa de heroicos sacrificios, ((180)) dado su carácter naturalmente irritable y esquivo. Huérfano de padre a los nueve años, vivió todavía d
años con sus parientes hasta que una piadosa señora, a quien el padre moribundo había confiado su familia, se interesó para que fuera
admitido en el Oratorio. Allí cursó los cinco cursos del gimnasio (bachillerato); pero, en el gimnasio superior, engolfado en la lectura de lo
clásicos y no encontrando en la escuela alguien que comprendiese las ansias de su espíritu y lo iluminase suficientemente en las cuestiones
la fe, se enfrió mucho en la piedad. Para su suerte, la evidente santidad de don Bosco y de don Miguel Rúa, que claramente pudo apreciar,
actuó en él como un doble imán que lo atrajo y lo retuvo. El año 1876 pasó al noviciado, que entonces constituía una sección independiente
el Oratorio. Aquel año, bajo la dirección de don Julio Barberis, comenzó la labor de su formación espiritual, que descuidó un poco durante
tres años que siguieron a la profesión temporal, hasta que fue destinado a Alassio, donde encontró en don Francisco Cerruti al Director que
necesitaba. Desde aquel momento, ya no tuvo ningún retroceso su ascensión espiritual. El estudio y la piedad, las clases y la asistencia eran
vida cotidiana.
Era profesor del curso preuniversitario y quería que se le reservase la clase semanal de religión, a la que se preparaba con todo empeño y
la que obtenía excelentes resultados. Desde Alassio se matriculó en la universidad de Génova; pero, poco después de haber conseguido la
licenciatura en letras, cayó enfermo de muerte. Tenía veintiséis años de edad.
Su nombre perdura con una obra suya póstuma, fruto de su entrega al estudio de los Santos Padres 1.
Don Bartolomé Fascie, su amigo y compañero en la enseñanza, seglar entonces y hoy Consejero escolástico general, hizo un prólogo
interesante sobre la biografía del traductor. Escribe sobre su carácter: "Daba la impresión de un perfecto equilibrio, de un ademán
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intensamente constante, que yo, ante cualquier actitud con que él se me presentase o ((181)) yo me cruzara con él, siempre podía reconocer
y decirme: es él. Pero había un sitio, donde esta característica por la cual se le reconocía, destacaba inconfundible, y era en la clase. Allí
1 SAN AURELIO AGUSTIN, XXXIII Cartas. Traducción y comentarios del sacerdote Juan Nespoli. Turín, Tip. Sal., 1887
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aparecía don Juan Nespoli como él era, con toda su única personalidad".
Y observaba lo siguiente sobre su actividad intelectual: "El saber era sólo un medio para él; su finalidad no era ser docto, sino bueno para
ayudar a los demás a serlo".
Don Juan Nespoli prestaba esta ayuda, empeñándose por ser buen maestro; y su panegirista hace notar cómo quería ser maestro cuando
celebraba la misa o recitaba el breviario, en los recreos, al acompañar a los muchachos de paseo y, naturalmente, al dar clase. "Aquel temp
tan fuerte, dice don Bartolomé Fascie, era manso como un cordero con los muchachos, se hacía todo para todos, sabía compadecerlos, toma
en serio todas sus dificultades y objeciones, las resolvía y hasta se amoldaba a su carácter, Pero era siempre serio: y, además, había para él
categoría con la que se mostraba inexorable y a la que nunca concedió tregua alguna; aquella su enérgica voluntad no pudo jamás inclinarse
compadecer, ni aguantar a los holgazanes en clase". La energía de la voluntad le acompañó y le sostuvo toda su vida. Era tan decidido para
todo, recuerda don B. Fascie, que no podía comprender cómo el Director, le preguntara si había tenido alguna vez dudas sobre su vocación
No podía entender ni cabía en su cabeza que hubiese gente que, después de tomar una decisión de tal envergadura, pudiese pensar en tener
dudas; y necesité Dios y ayuda para convencerle".
Quería a la familia, a los amigos, a los alumnos; pero, es siempre don Bartolomé Fascie quien habla, "más que a nadie, a don Bosco que
había ocupado en su corazón el lugar de su padre y que, al manifestarle su amor, demostraba lo mucho que estimaba este puesto" 1.
Volvemos a tomar el hilo de la narración del Capítulo General. La sesión de la tarde del día dos de septiembre, en la que, como ya hemos
((182)) dicho, se trató del catálogo y de los centros de estudio para los clérigos, no presenta nada notable, salvo alguna observación de don
Bosco. Aprobó la proposición de enviar, a las escuelas superiores pontificias de Roma, los clérigos más aventajados para completar allí sus
estudios; sólo hizo observar que todavía le parecía demasiado pronto, dada la necesidad de personal para las obras en marcha. Los dos
primeros clérigos salesianos que fueron enviados a la Universidad
1 Entre los papeles de don Juan Nespoli se encontró un cuaderno, con sus recuerdos autobiográficos y que la muerte le impidió completa
Lo conserva don Bartolomé Fascie. Una parte, especialmente, es tan instructiva, que la publicamos en el Apéndice, porque además hay en
algunos datos útiles para nuestra historia (Doc. 35).
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Gregoriana, para estudiar teología fueron Angel Festa y Santiago Giuganino. El Santo recomendó, además, que se mantuvieran algunas
denominaciones de costumbres, como adscritos y año de prueba, en vez de novicios y noviciado.
-Esto, dijo él, no es necesario, ni útil.
Más adelante haremos notar una tercera observación, cuando hablemos de Foglizzo. La sesión no dio lugar a deliberaciones formales.
El día tres, por la mañana, se discutió, en primer lugar, la manera de conseguir la exención del servicio militar para los clérigos. Existían
todavía por aquellos años algunas puertas de escape que, en años sucesivos, se fueron cerrando.
-En todo esto, notó don Bosco, es muy importante que haya un conocedor de las leyes y de las personas, que sea buen amigo y quiera
ayudarnos. Y, si no se tiene ninguno, conviene recurrir con confianza a quien pueda ocuparse de ello, invitándole y rogándole que nos ayud
hacer valer los derechos que puedan corresponder al recluta a la hora de alistarse y en la del reconocimiento médico. Generalmente aceptan
se consideran como obligados en favor de los demás.
Es muy notable lo que pronosticó después de haberse referido a las leyes de Francia y España sobre la cuestión del servicio militar.
Dijo:
-En cuanto a Italia, me han dicho que se está estudiando la manera de eximir a los que quieren ir a las Misiones en el extranjero. Y ello
favorecerá mucho la exención de los nuestros. No tardará mucho en llegar el día en que todo el clero quedará exento en Italia con alguna
restricción. Pero, entre tanto, mientras esto no sea una realidad, procúrese la exención por todos los medios razonables y legales 1.
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((183)) No había entonces ningún indicio que hiciera esperar la exención general del clero; más bien el espíritu del Gobierno hacía temer
contrario. En cambio hoy, después del Pacto Lateranense, es una realidad. La restricción tiene en cuenta el caso de una movilización genera
en la cual, los que hubieren recibido las órdenes sagradas, deberán ser destinados a funciones sacerdotales o sanitarias.
Concluido este tema, se examinaron los trámites a seguir para promover a los clérigos a las sagradas órdenes. Nada dicen las actas sobre
marcha de la discusión, que se continuó por la tarde; pero el estudio debió hacerse muy a fondo, y dan fe de ello los quince artículos
deliberados 2.
1 Las deliberaciones en el Ap., Doc. núm. 36.
2 Ap., Doc. núm. 37.
165
En la sesión de la tarde, se elaboró un reglamento para las parroquias. El relator, don Luis Lasagna se sirvió de los trabajos del tercer
Capítulo General relativos a este asunto. Expuso antes algunas consideraciones que parecían desaconsejar la fácil aceptación del cuidado d
las parroquias. Se presentaron muchas dificultades sobre el modo de conciliar entre sí las dos autoridades, allí donde se agregara a la parroq
un colegio. Después de una fuerte discusión, se cortó la cuestión remitiendo al Rector Mayor la determinación, vez por vez, de si el Directo
del colegio debía serlo también de toda la casa o si el Párroco debía llevar la dirección. Pero quedó decidido en firme que las dos
administraciones fueran totalmente distintas. Hacía todavía muy poco tiempo que los Salesianos regían parroquias para poder apelar a la
experiencia y regular esta materia; sin embargo, el segundo ensayo ya señaló un progreso sobre el primero, dando lugar a la formulación de
conjunto de normas, dignas de nuestra consideración, aunque no fueran más que como punto de partida para las definitivas deliberaciones
posteriores y, además, porque fueron discutidas en vida de don Bosco 1.
Don Bosco entró en el aula y asumió la presidencia, que hasta entonces había llevado don Miguel Rua, cuando se estaba estudiando la
manera de que el nombramiento ((184)) del párroco fuera amovible ad nutum Superioris, y, después de informarse sumariamente de los
asuntos tratados, empezó a hablar así:
-Es mi parecer que, encontrándonos en tiempos calamitosos, por la división entre los poderes civil y eclesiástico, conviene seguir adelant
como mejor se pueda, regulándose según las circunstancias en cuanto a las parroquias ya existentes. En cuanto a las que se pudieren acepta
ya el Capítulo Superior estudiará la mejor manera para conseguir la inamovilidad.
Otro asunto interesante fue el de conseguir una mayor disciplina en las escuelas profesionales. El párrafo segundo del esquema repartido
los Hermanos, presentaba un doble objeto, a saber: la dirección que se debía dar a los aprendices y los medios para desarrollar entre ellos la
vocación religiosa. Participó también en la discusión el coadjutor José Rossi. Las deliberaciones que se tomaron no pueden quedar sepultad
en los archivos, porque reflejan el pensamiento de don Bosco, quien ciertamente las hizo suyas, y porque señalan el primer paso de un perí
basado en la tradición a otro regulado por leyes
1 Ap., Doc. núm. 38.
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escritas sobre la dirección intelectual, técnica y religiosa de nuestras Escuelas profesionales.
Era el fruto de una experiencia de treinta años 1.
El día cinco de septiembre, que era domingo, solamente se celebró la sesión de la tarde, en la que el Capítulo determinó la manera de
cumplir los decretos sobre la aceptación de los adscritos y el método que debería seguirse para admitir a los votos.
-Con estos decretos, dijo don Bosco, Pío IX quiso sobre todo dar a las órdenes religiosas una arma para rechazar a los que piden entrar en
religión y no son dignos de ello. Esa es también la razón por la que esta disposición quedó restringida solamente a Italia. Tal es el espíritu d
los decretos.
Digamos algo sobre el origen y la naturaleza de estos decretos.
Pío IX, un año después de su subida a la cátedra de Pedro, el diecisiete de junio de 1847, envió a los Superiores generales, Abades,
Provinciales y otros Superiores regulares la Encíclica Ubi primum arcano, ((185)) en la cual declaraba que, apenas elegido para el pontifica
había concebido el proyecto de defender, robustecer y embellecer las ordenes religiosas. Después les prometía que quería interesarse
especialmente para que "la santidad de costumbres, la formación espiritural y la disciplina regular, conforme a los estatutos de cada una,
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revivieran y florecieran cada vez más en ellas". Añadía, por fin, que, para promover y sostener tal reforma, había constituido la Congregaci
de statu regularium (sobre el estado de los regulares) y estimulaba a los Superiores religiosos a que vigilaran atentamente a sus súbditos y a
que se mantuvieran siempre de acuerdo entre ellos y con los Obispos y el clero secular, para contribuir todos, viribus unitis (unidas las
fuerzas), a la edificación del cuerpo de Cristo, esto es, de la santa Iglesia. Para completar la obra de la reforma publicó después, el día 25 d
enero de 1848, por medio de dicha Congregación, el decreto Regulari disciplinae instaurandae, en el que se impartían saludables
prescripciones sobre la admisión de los novicios a la toma de hábito y a la profesión religiosa.
De acuerdo con la ordenanza pontificia, se debía elegir una Comisión ejecutora general y siete examinadores provinciales. Procedióse a l
elección y resultaron elegidos para la primera los miembros y el secretario del Capítulo Superior y para examinadores provinciales don Jua
Bautista Francesia, don Juan Marenco, don Eugenio Bianchi,
1 Ap., Doc. núm. 39.
167
don Luis Nai, don Felipe Rinaldi 1, don Juan Bautista Tamietti y don Pedro Guidazio 2.
Las diversas proposiciones de los Hermanos se presentaron a la asamblea en las dos sesiones del día seis. La discusión de mayor
importancia para nosotros es la que versó sobre el Boletín Salesiano. Se afirmó en estos términos el concepto general: "El Boletín Salesian
tiene la finalidad de mantener vivo el espíritu de caridad entre los Cooperadores, de darles a conocer las obras ya realizadas o proyectadas p
nuestra pía ((186)) Sociedad y animarlos a prestar oportuna ayuda. Por tanto, debe ser tenido como el órgano de la misma Sociedad" 1.
Y, para que la revista se mantuviese fiel a la finalidad para la que don Bosco había comenzado su publicación, el Capítulo General
determinó cuanto sigue:
1. El Boletín sea redactado e impreso bajo la inmediata vigilancia del Capítulo Superior, el cual hará que sea traducido a las diversas
lenguas, y pondrá al frente un Director-Redactor, que se encargue de revisar y ordenar artículos y las noticias procedentes de los diversos
países y de procurar su solícita publicación y envío.
2. Para que el Boletín esté de acuerdo con las necesidades locales, dejando siempre intacto el texto de las distintas traducciones, se reserv
las últimas páginas para publicar las noticias particulares de las casas, que se encuentran en distintas naciones.
Si en América se debiera publicar algún artículo con urgencia, podrán los Inspectores hacer imprimir su suplemento extraordinario, del c
se dará un resumen en el número siguiente.
3. Cada Inspector encargará a uno de su Inspectoría, apto para ello y con comodida para hacer un resumen mensual de las noticias más
importantes de la Inspectoría, y las enviará al Director del Boletín antes del día quince del mes, para que pueda incluirlas en el próximo
número.
4. Los donativos hechos por los Cooperadores para ayudar a las obras salesianas, correspondientes al Boletín, sean contabilizados aparte
enviados por cada casa, al Rector Mayor.
Se pueden retener en las Casas las limosnas que se hagan determinadamente para ellas, con tal de que se dé noticia de las mismas al Rect
Mayor. En todos los casos, cúmplanse las intenciones de los donantes.
Don Bosco tomó varias veces la palabra en las dos sesiones. En una aprovechó la ocasión para recomendar a todos que conocieran
1 Don Felipe Rinaldi había participado solamente en la sesión de las elecciones, como delegado de la casa de san Juan Evangelista, y hab
asistido con don Juan Marenco, vicedirector de la misma.
2 Los nombres se citan por el orden del número de votos obtenidos.
1 Así dicen las Deliberaciones, en el Cap. V.
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bien la Obra de los Hijos de María Auxiliadora y que favorecieran las vocaciones de los adultos; después añadió:
-Cuando el Cardenal Berardi habló al Padre Santo sobre esta Obra dijo el Papa: "Si los frailes quieren encontrar frailes, deberán recurrir
este medio; y también los Obispos, si quieren tener sacerdotes". La razón es que, a veces, los muchachos naufragan en la adolescencia, per
después se rehacen a los dieciséis o dieciocho años y también a los veinte.
((187)) Al tratar de las recomendaciones dadas por León XIII para proteger a los jóvenes de la influencia de la masonería, observó don
Bosco:
-Bastará recomendar a los muchachos mayores que no se inscriban en ninguna sociedad sin consentimiento de sus padres y del párroco; p
no se les hable de propósito en casa ni por la prensa. Sería avivar la ira de los enemigos sin ningún provecho.
Sobre las visitas de los Inspectores y de los Superiores mayores a las casas, don Bosco recomendó que se fuera siempre en nombre del
Superior y que se recomendase a los Hermanos la observancia de las Constituciones, no en fuerza de la autoridad, de quien manda (Yo
quiero), sino en fuerza de la obligación impuesta por las reglas.
-Ese yo quiero lo echa todo a perder, concluyó.
Para reforzar esta recomendación vienen aquí a propósito unas palabras que él pronunció, el día catorce de febrero de 1887, en el Capítul
Superior. Al proponer que se diera mayor amplitud a ciertos artículos del Reglamento, dijo:
-No se busque hacer demasiado prolijos y detallados nuestros Reglamentos, cuando parezcan algo concisos. Donde no sea necesaria una
regla, procédase con bondad paternal y ayuden los súbditos a los Superiores a la buena marcha de la casa.
Y he aquí un rasgo de aquella bondad de la que él era ejemplo viviente. Ordenó repentinamente don Francisco Cerruti a don Herminio Bo
trasladarse desde Lanzo a Randazzo. Al buen piamontés le pareció que ir a Sicilia era confinarle al fin del mundo, lo que le supo mal; y así
lo manifestó por carta a don Bosco, el cual le respondió paternalmente:
Querido Borio:
Vete tranquilo. Mi afecto y mi bendición te acompañarán a donde quiera que vayas. Armate de prudencia y de paciencia. Sé luz para tus
compañeros. Dios hará que nos podamos ver quizá dentro de muy poco tiempo.
169
Que María nos guíe en los peligros y sea para todos los Salesianos guía verdadera hasta el cielo.
Sigue pidiendo por este amigo tuyo, que siempre te sera en J. C.
Turín, 6 de febrero de 1886,
Afmo.
,
JUAN BOSCO, Pbro.
((188)) Cuando se habló sobre el Sistema Preventivo, comunicó que había empezado a escribir un opúsculo sobre tal tema y que esperaba
acabarlo por sí mismo o por medio de otros. Desgraciadamente ese trabajo no lo terminó, más aún, ni siquiera ha quedado traza entre los
papeles del Santo, de haberlo comenzado 1.
El día siete por la mañana se reunió el Capítulo por última vez. Don Juan Bonetti leyó una relación sobre cinco cosas que debían tenerse
cuenta al tratar con las Hijas de María Auxiliadora, a saber: 1.° No acompañar al médico cuando visita a las enfermas. 2.° Conformarse con
servicio en la cocina y en el refectorio. 3.° No oponerse al traslado de ninguna hermana. 4.° No tutearlas nunca y evitar toda muestra de
confianza. 5.° A la pregunta de si había que permitir a las hermanas escribir libremente al Director local, a los antiguos directores y al
confesor, lo mismo que al Papa, al Rector Mayor y a la Madre General, el relator manifestó su parecer contrario; solamente a las que estaba
en América se les podría conceder que, en razón de la distancia, escribieran al Inspector.
Finalmente, don Miguel Rúa recordó algunas partes de la Regla, cuya importancia era conveniente inculcar. 1.° Responder con prontitud
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diligencia las cartas mensuales de los Inspectores; y que también los Inspectores hicieran lo mismo con las consultas a ellos dirigidas por e
Capítulo Superior. 2.° Ponerse de acuerdo Inspectores y Directores sobre la observancia de la pobreza. 3. ° Que los Directores no tuvieran
su habitación bebidas o licores, ni para sí, ni para convidar a otros. 4.° Que los Directores se atuvieran a lo que prescribe el Reglamento ace
de la calidad y cantidad de la comida. 5.° Que la ropa se mantuviese limpia, pero que no se tuviese prisa por cambiarla
1 En el volumen XVI (págs. 367-373), hemos publicado un verdadero tratadito sobre los castigos. Con toda seguridad el manuscrito es de
don Miguel Rúa, como también lo es su estilo; pero quien habla es don Bosco. Creemos que don Miguel Rúa dio forma de circular a un
esbozo de don Bosco sobre este tema, que sólo estaba destinado a preparar el anunciado opúsculo. La circular, que no se publicó, la
encontramos por pura fortuna el año 1934. Sin duda que don Miguel Rúa no se hubiera atrevido a hacer hablar así a don Bosco, si él no
hubiese realmente hablado de ese modo.
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más de lo prescrito por las Reglas; igualmente el calzado. 6.° No ((189)) viajar por placer, ni hacerlo en segunda clase sin necesidad. 7.° Ha
el ejercicio de la buena muerte, conforme a lo establecido y separadamente de los alumnos. 8.° Que se tuviera regularmente el coloquio
espiritual: porque el hacerlo con diligencia influye en la buena marcha de las casas. 9.° Que el director se ocupe, primero, de los hermanos
después, de los alumnos. Que se diera la clase de teología y la de ceremonias, ya que ambas sirven para conservar el espíritu religioso. 10.°
Ayudar a los jóvenes clérigos procedentes del noviciado. Fomentar en ellos el espíritu de piedad y formarlos en el trabajo práctico. Que se
avisara especialmente de que no gritaran cuando empezaban a dar clase, informarse de su comportamiento en la escuela. Avisarles con
sinceridad y caridad. 11.° Leer, al principio del curso, el sistema preventivo y explicarlo, como ya se había determinado. 12.° Tener cuidad
los principios y, cuando alguno tuviese dificultad, ayudarle oportunamente.
Después de esto, el Regulador leyó el acta de clausura del Capítulo General, que fue firmada en seguida por todos. El documento termina
con la siguiente declaración: "Como nuestras Reglas dan al Rector Mayor la más amplia facultad en todo lo que mira al bienestar y
prosperidad de la Pía Sociedad Salesiana, los miembros del Capítulo General, antes de separarse, a la par que agradecen a su amadísimo do
Bosco la paternal bondad, que ha demostrado asistiendo a las sesiones, y hacen ardientes votos por la conservación de su preciosa salud,
declaran unánimemente que le dejan plenos poderes para ampliar todo lo que fuese conveniente añadir o modificar para el bien y el progres
de la Pía Sociedad Salesiana y en conformidad con nuestras Constituciones".
Hemos referido acá y allá cosas dichas por don Bosco en distintas sesiones, pero, a juzgar por lo que escribió don Pablo Albera, no se
recogieron todas sus palabras por los secretarios del Capítulo don Juan Bautista Lemoyne y don Juan Marenco. Dice, en efecto, el segundo
((190)) sucesor del Santo 1:
"Cada uno exponía con calma y delicadeza su propia manera de ver y, terminada la discusión, se esperaba a que don Bosco resolviese las
dificultades, decidiera las cuestiones e indicara con precisión y seguridad el camino a seguir. Aquellas asambleas eran otras tantas clases en
las que el venerado Maestro, sintiendo próximo el día en que
1 Sac. PABLO ALBERA, Mons. Luis Lasagna. Memorias biográficas. San Benigno Canavese, Esc. Tip. Sal 1900, pág. 214.
171
debería dejar a sus amados discípulos parecía querer condensar en pocas palabras sus enseñanzas y toda su larga experiencia".
Al comienzo del curso escolar, cuando el personal de las distintas casas se encontraba ya en su respectivo puesto y todo había empezado
marcha regular, don Bosco comunicó a los Salesianos de una manera oficial el resultado de las elecciones con una circular del veintiuno de
noviembre que redactó don Juan Bautista Lemoyne, y a la que añadió las siguientes recomendaciones:
Ya no queda más que prestar por vuestra parte plena obediencia al nuevo Capítulo, que el Señor estableció por vuestro medio. Que esta
obediencia sea pronta, humilde y alegre, como prescriben las Reglas. Consideremos a nuestros Superiores como hermanos; más aún, como
padres amorosos que no desean más que la gloria de Dios, la salvación de las almas, nuestro bien y la buena marcha de nuestra Sociedad.
Reconozcamos en ellos a los representantes del mismo Dios, acostumbrándonos a considerar sus disposiciones como manifestaciones de la
voluntad divina. Y, si alguna vez sucediere que dan órdenes no conformes a nuestros deseos, no les neguemos la obediencia, pensemos que
también a ellos les resulta penoso mandar cosas graves y desagradables; y lo hacen sólo porque consideran tales órdenes como necesarias p
la buena marcha de las cosas, la gloria de Dios y el bien del prójimo. Por tanto, hágase de buena gana el sacrificio de los propios gustos y d
las propias comodidades, pensando en tan noble fin; y considérese que tanto mayor mérito tendrá nuestra obediencia ante Dios, cuanto may
es el sacrificio que hacemos al cumplirla.
Procuremos, además, queridos hijos míos, no caer en el grave defecto de la murmuración que es tan contraria a la caridad, tan aborrecible
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por Dios y tan perjudicial para la comunidad. Huyamos de la murmuración contra cualquiera que sea, especialmente contra nuestros
hermanos, sobre todo si son superiores. El murmurador, como dice el Espíritu Santo, siembra la discordia y lleva el mal humor y la tristeza
donde antes reinaba la alegría junto con la paz. Procuremos por tanto, con la obediencia, ((191)) respeto y amor, portarnos de tal modo que
como dice san Pablo I, los Superiores cum gaudio hoc faciant et non gementes, cumplan eso con alegría y no gimiendo.
Pero no es únicamente la obediencia y la caridad lo que os quiero recomendar en esta ocasión; me apremia deciros, además, otra cosa y e
observancia perseverante del voto de pobreza. Recordémonos, carísimos hijos, que, de esta observancia, depende en gran parte el bienestar
nuestra Sociedad y el provecho de nuestra alma. La divina Providencia, es verdad, nos ha ayudado hasta ahora y, digámoslo también, de mo
extraordinario en todas nuestras necesidades. Estamos seguros de que querrá continuar ayudándonos en el porvenir, por intercesión de Mar
Santísima Auxiliadora, que siempre nos ha hecho de Madre. Pero esto no quita que nosotros, por nuestra parte, debamos emplear toda nues
diligencia, disminuyendo los gastos, siempre que se pueda y ahorrando en el abastecimiento, en los viajes, en las construcciones y, en gene
en todo lo que no es necesario. Creo que nosotros tenemos un deber especial de ello ante la divina Providencia y ante nuestros mismos
bienhechores.
1 Heb. XVII, 17.
172
Por tanto, queridos hijos, os recomiendo encarecidamente la observancia de cuando se ha establecido en nuestras deliberaciones (Dist. V
respecto a la economía, sobre todo en los trabajos, en las construcciones, en los viajes y en el abastecimiento.
El Señor, estad persuadidos, no dejará de bendecir con larqueza nuestra fidelidad y exactitud en la observancia de estos tres puntos de tan
importancia, como son la obediencia, la caridad y la pobreza.
Las Deliberaciones aparecieron impresas el año 1887. No se había publicado nada del tercer Capítulo General; por tanto, revisadas que
fueron las cosas deliberadas anteriormente, se fundieron con las deliberadas últimamente 1.
Totalmente nuevo, es decir, no tratado en el 1886, es el capítulo cuarto sobre los oratorios festivos 2.
Don Bosco hubiera deseado presentar en un solo volumen todas las Deliberaciones de los cuatro Capítulos Generales; pero, como se
requería cierto espacio de tiempo para ello, prefirió presentar sin demora las Deliberaciones de los dos últimos solamente. La publicación,
él deseada, vio la luz el año 1902 con un pequeño volumen, en el que las Deliberaciones de los primeros seis Capítulos Generales acompañ
a las Reglas.
1 Deliberaciones del tercero y cuarto Capítulo General de la Pía Sociedad Salesiana, tenidos en Valsálice en septiembre de 1883-1886. S
Benigno Canavese, Tip. Sal., 1887.
2 Véase Ap., Doc. núm. 40.
173
((192))
CAPITULO VII
SAN JUAN BOSCO EN MILAN.
ULTIMA IMPOSICION DE SOTANAS
A LOS CLERIGOS DE SAN BENIGNO
MIENTRAS se celebraba el Capítulo General en Valsálice, los cantores del Oratorio, dirigidos por el maestro Dogliani, salían hacia Bresci
Era allí la víspera de las solemnes fiestas para la coronación de la venerada Virgen María en el santuario de las Gracias, donde ellos debían
interpretar una parte considerable del grandioso programa musical. Por mediación del Rvdo. Elena, elocuente predicador, hijo de Brescia y
celoso cooperador, don Bosco había concedido con gusto que fueran sus jóvenes a ayudar a aquellos fervorosos católicos. Uniéronse a los
habitantes de la Ciudad, millares de fieles de todas las diócesis lombardas; acudieron también varios obispos, entre ellos monseñor Sarto,
obispo de Mantua y el cardenal Canossa, obispo de Verona. El autorizado maestro Remondi emitía este juicio sobre las actuaciones musica
1.
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"Una alabanza especial merece el coro de los alumnos del instituto salesiano de don Bosco y su ilustre maestro Dogliani que, con intelige
paciencia, supo amaestrar a aquel grupo de simpáticos muchachos, hasta alcanzar una armonía admirable". Otro personaje de consideración
tomaba pie de las alabanzas por "su admirable interpretación" en la actuación final para ensalzar el método y los efectos de la ((193))
educación impartida en los institutos de don Bosco. "Uno de los méritos, escribía 2, y aun diré de los secretos de las casas de educación de
este hombre prodigioso y providencial, es educar a los jóvenes para el bien sin imponérselo, sino de modo que los mismos niños lo quieran
busquen, lo sigan espontáneamente. Como resultado de este dificilísimo sistema, ayer por la mañana todos los jóvenes cantores sin la más
simple insinuación de nadie, con naturalidad se acercaron a los santos sacramentos. Sí, don Bosco sabe dar buenos
1 Il Cittadino di Brescia, 7-8 de septiembre de 1886.
2 L. c., 9-10 septiembre.
174
cristianos a la Iglesia, lo mismo que óptimos ciudadanos y expertos cultivadores de las artes y de las ciencias a la patria".
La presencia de los cantores en Brescia produjo tal satisfacción en la ciudad que la Comisión de Fiestas escribió a don Bosco: "Hemos vi
y admirado desde los primeros días no sólo la maestría de sus simpáticos muchachos en el arte del canto, sino también su comportamiento
edificante y laudable sobre toda ponderación: y plenamente convencidos del más vivo agradecimiento por el generoso regalo que ha hecho
nuestra ciudad y a nuestra Virgen al enviárnoslos, nos vemos obligados a rendirle, con la mayor prontitud, las más expresivas gracias, en
nombre también de nuestro veneradísimo Obispo 1. Don Bosco es efectivamente una bendición de Dios en todo y para todos" 2. Y, como
aquellos señores creían que don Bosco se encontraba ya en Milán, añadían: "Con todo, en esta ocasión, podría serlo aún más si,
encontrándose en Milán, como nos dicen, honrase también con una breve visita a nuestra querida Madre de las Gracias y rematase así nues
fiesta. Dénos, reverendísimo don Bosco, esta agradable sorpresa y se verá rodeado de un pueblo ((194)) lleno de fe y de devoción, que
satisfará suavemente su piadosísimo corazón".
Don Bosco debía llegar a Milán dentro de poco. La metrópoli de Lombardía contaba con un grupo de Cooperadores numeroso, selecto y
diligente. Era el alma de la asociación don Pascual Morganti, antiguo alumno del Oratorio, elevado después a la sede arzobispal de Rávena
Aquellos buenos amigos instaban constantemente de palabra y por escrito, para que se celebrara en su ciudad una conferencia pública, que
sirviese para divulgar más y más el conocimiento de las obras salesianas; pero se quería la presencia de don Bosco. Constituía un eficaz
sostenedor de la propuesta, don Angel Rígoli, exalumno también de los más antiguos, que esperaba después la visita de don Bosco a su
parroquia de Casale Litta. Don Bosco se decidió a aceptar la invitación y encargó de la conferencia a don Luis Lasagna.
Se prorrogó por mucho tiempo la posibilidad y la conveniencia de aquella visita, ya que don Miguel Rúa y los demás superiores temían p
la vida de don Bosco. "Podría aguantar las incomodidades del viaje? "No serían fatales para su precaria salud las previsibles molestias? "Y
dada su extrema debilidad, le sobreviniera un repentino
1 Era monseñor Santiago Corna Pellegrini.
2 Estas impresiones quedaron confirmadas en una carta de don José Lazzero que les acompañaba. Escribía, en efecto, a monseñor Caglie
el día 16 de septiembre de 1886 desde Casale Litta: "Nuestros muchachos se ganaron la simpatía de los maestros y de toda suerte de person
en una palabra de toda Brescia; eran la alegría de aquellas solemnes fiestas".
175
malestar fuera del Oratorio? Finalmente, después de tantas vueltas y revueltas, fue el mismo don Bosco quien en un suplemento del Boletín
del mes de septiembre, anunciando a los Cooperadores lombardos la conferencia de Milán para el domingo doce del mes, decía 1: "Pese a
incomodidades de la vida, abrigo la más viva confianza de poder intervenir todavía en la conferencia, porque deseo iniciar o renovar el
conocimiento de un buen número de personas del clero y del mundo seglar lombardo, que, en distintas ocasiones, dieron prueba de su
generosa caridad en favor de las obras que la divina Providencia ha puesto en mis pobres manos" 2.
((195)) En esta determinación tuvo mucha influencia un motivo personal. Sabía la gran deuda de gratitud que tenía con el arzobispo
Calabiana por los beneficios recibidos del mismo durante su epíscopado en Casale y se alegraba de tener una ocasión para darle testimonio
público de su agradecimiento antes de dejar esta tierra.
El día once de septiembre por la mañana, salió en compañía de Viglietti y de don Luis Rocca, director del Colegio de Alassio, que era
milanés. Fue a buscarlo al Oratorio y le llevó a la estación, en un coche magnífico, un señor de Barcelona, don Leandro Sunyer, administra
del marqués de Jover 3. Había llegado el día antes de Alemania, con la marquesa Jover y su dama de compañía y fueron en seguida a
Valsálice para visitar a don Bosco; oyeron su misa y aceptaron amablemente tomar el café con él. Al despedirse, la Marquesa le dio una
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limosna de mil liras.
Llegó a Milán una hora después del mediodía. Fue un viaje feliz.
Le aguardaba el coche del Arzobispo para acompañarle al palacio, donde quería su Excelencia que se hospedara. Muchos señores y señor
y numerosos sacerdotes diéronle en la estación la bienvenida con cordialidad milanesa. Don Luis Lasagna que lo había precedido el día ant
estaba allí con don Moisés Veronesi, director del Colegio de Mogliano Véneto. En la plaza se había reunido una gran muchedumbre, que, a
verlo caminar con dificultad y algo encorvado, mas sin perder su sonrisa, se conmovió y empezó a exclamar:
-íEs un santo! íUn gran santo! íEl santo de Turín!
Muchos se ponían de rodillas a su paso, para recibir la bendición.
En el atrio del palacio arzobispal encontró a los sacerdotes de la
1 Don Juan Bonetti redactó la carta en nombre de don Bosco.
2 Don Luis Lasagna había escrito a monseñor Cagliero (San Benigno, 26 de agosto): "Don Bosco está de salud como siempre: débil, floj
casi acabado. A pesar de todo eso, irá a Milán".
3 Véase más atrás, la pág. 66.
176
Curia arzobispal, que le escoltaron honoríficamente hasta el Arzobispo. Subió la escalinata con mucho trabajo, sostenido y llevado ((196))
casi en volandas por brazos vigorosos; pero todos comentaban la vivacidad de sus ojos y la lucidez de su mente. El Venerando Prelado, ya
casi octogenario, salió a su encuentro, le abrazó con cariño y le recibió con las mayores demostraciones de aprecio y cordial amistad.
-Excelencia, se apresuró a decirle don Bosco: antes de morir, quería recibir una vez más su bendición.
Monseñor se mostró también afabilísimo con los Salesianos que acompañaban a don Bosco y en seguida empezó a hablar en su dialecto,
recordando su tierra piamontesa de nacimiento y las relaciones personales que había tenido con don Bosco y con sus hijos.
El Siervo de Dios parecía cansado, por lo cual, tras un breve refrigerio, lleváronle a descansar a la habitación que le habían preparado. A
cinco y media, hora de la comida, ya se había repuesto un tanto, así que sostuvo una animada conversación con los invitados. Después recib
algunas visitas. Cuando, ya cerca de las diez, se dispusieron a ir a descansar, el Arzobispo quiso que don Bosco le diera su bendición; y,
previendo su resistencia, hincóse de rodillas ante él en actitud muy devota y después lo abrazó con mucho afecto y lo acompañó hasta su
habitación.
El pensamiento de don Bosco volaba hasta Valsálice, donde se estaban haciendo unos ejercicios espirituales; y así, aquel día por la tarde,
Viglietti había escrito a don Miguel Rúa por orden suya: "Me encarga don Bosco ruegue a usted que diga a todos los que están ahí haciend
ejercicios lo mucho que siente estar lejos de ellos y que es ésta la pena mayor que experimenta; pero que tiene a todos muy presentes en su
oraciones. Manda muchos saludos y abundantes bendiciones para todos".
La conferencia salesiana había sido muy bien preparada. Se celebró, el día doce por la mañana, en la iglesia de Nuestra Señora de las
Gracias. Sentía el Arzobispo que no fuera aquella la mejor época, pues se hallaban ausentes las familias pudientes, que ordinariamente no
volvían de sus vacaciones hasta Todos los Santos; sin embargo, la concurrencia fue grandiosa. Los muchachos del Oratorio, que habían ido
allí desde Brescia, cantaron magistralmente algunas ((197)) partes de la misa; el Sancta Maria, succurre miseris de Cagliero emocionó a los
mismos periodistas profanos, como se ve por sus artículos. Terminada la Misa, entró el Arzobispo en la iglesia, adelantándose algunos
minutos a don Bosco, el cual llegó acompañado de don Luis Lasagna y don Carlos Viglietti. Por el camino lo saludó la gente con gran
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reverencia y apenas pisó los umbrales del templo se agolparon los asistentes a su alrededor, de forma que se necesitó tiempo y trabajo para
transportarlo (ésta es la palabra) hasta el presbiterio, al lado del Arzobispo. La multitud, que llenaba el amplio santuario, le contemplaba co
devoción y en silencio. Hasta el mismo César Cantú se acercó a él y le acompañó un rato 1.
Cantaron los muchachos un motete, recibió don Luis Lasagna la bendición del Arzobispo y subió al púlpito. Su aparición causó una grav
desilusión en todos, que esperaban oír hablar a don Bosco; pero el conferenciante se captó, desde el exordio, la atención y la simpatía del
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público, que casi alcanzaba las ocho mil personas y que estuvo pendiente de sus labios durante más de una hora. Quienes le escucharon
predicar alguna vez, no encontraron exagerado el juicio que, sobre su elocuencia, dejó escrito su biógrafo. "Poseía, escribe don Pablo Albe
el finísimo arte de insinuarse en el ánimo de sus oyentes 2 y poseía además tal abundancia de ejemplos y razonamientos que, junto con su
eficaz palabra comunicaba a todos sus ideas y su entusiasmo".
Empezó entonando un himno de agradecimiento al Arzobispo que, veinte años atrás, le había impuesto la sotana en Casale aquel mismo
Hizo después una reseña de toda la Obra de don Bosco en ambos mundos, extendiéndose un poco en describir pintorescamente la vida de l
misioneros salesianos y, en particular, su actuación en favor de los emigrantes italianos. El corresponsal de un periódico ((198)) de Turín 3
escribía que, si aquella conferencia se hubiera dado en un lugar privado y no en una iglesia, los aplausos del público hubieran interrumpido
muchas veces al orador, especialmente cuando demostró que la labor de los misioneros no es solamente una obra de religión, sino también
patriotismo; y que, por tanto, los gobiernos deberían favorecer a los clérigos destinados a las misiones, eximiéndolos del servicio militar. H
vibrar de entusiasmo al auditorio cuando, con el ardor de su elocuencia, presentó al Papado como la gloria más pura y refulgente que Italia
tenía. Esta digresión, buscada sin duda con buen fin, resultó muy oportuna por varios motivos 4.
1 Véase: Vol XIII, pág. 525.
2 L. c. pág. 216.
3 Il Corriere di Torino, 13 de septiembre de 1886.
4 Albera, L. c., pág. 217 (Ap., Doc. núm. 41). Dio después en San Marcos una segunda conferencia. En efecto, don Pascual Morganti
escribió a don Miguel Rúa el día 16 de noviembre de 1895: "Puede decirse que ha sido monseñor Lasagna el primero que avivó en esta ciu
el fuego del movimiento salesiano con sus dos conferencias, una en las Gracias y otra en San Marcos" (L. c. pág. 219).
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Cuando todo acabó, don Bosco condescendió a los ruegos de personas de autoridad y atravesó la larga nave de la iglesia. Los milaneses,
como lo habían hecho los habitantes de París y Barcelona, se apretujaban ante él y uno besaba su mano, otro tocaba sus hábitos
reverentemente, éste hacía la señal de la cruz, aquél pedía su bendición. Los que no se podían acercar, le miraban desde lejos con ternura, a
contemplarlo paciente y sonriente, y crecía la emoción al ver que el venerando Arzobispo iba sosteniéndole. Fuera de la iglesia, la multitud
que llenaba la plaza y calles adyacentes, prorrumpió en vítores a don Bosco y a Monseñor. Al pasar la carroza, que conducía a los dos
personajes, se repetían de vez en cuando las aclamaciones con todo el fervor del entusiasmo popular.
Don Bosco se apeó en el seminario de San Carlos, donde se hospedaban los cantores del Oratorio. Allí se había congregado mucha gente
para ver a don Bosco y hablarle. Los muchachos manifestaron su alegría de mil modos. El Santo pasó por entre ellos repartiendo sonrisas,
((199)) palabritas y ocurrencias. Los espectadores comentaban la escena y admiraban aquella paternal y filial manifestación de cariño.
Después de saludar a los muchachos, don Bosco se retiró a una habitación para dar audiencias. Pero "cómo escuchar personalmente a tan
visitantes? Además, en un instante se llenó la sala de personas y era imposible conversar. Un hecho providencial reclamó la atención de tod
y fue la solución del conflicto.
En medio de la confusión se encontraba una señora, que acompañaba a una hija suya sorda. Con gran trabajo logró la señora acercarse al
Santo, el cual bendijo a la muchacha y le propuso que rezara una oración. Ella, como quien oye y entiende, se retiró a un rincón, rezó como
le había indicado y, volviendo a él, le dijo:
-"Lo ve usted, don Bosco? Estoy curada del todo. Ya oigo.
La admiración de los presentes llegó al colmo y, en un abrir y cerrar de ojos, corrió la noticia de la curación por toda la ciudad 1.
Durante aquella batahola sacaron a don Bosco de allí; cuando salió después del seminario para dirigirse al palacio arzobispal, la gente qu
veía se paraba, saludaba y a veces se agrupaba para aplaudir.
1 La Palavra, de Lisboa, publicó el hecho en un articulito, del día veintidós, titulado "Cura milagrosa" escribiendo: "La fuente de donde
hemos sacado esta noticia es una carta particular del reverendo Juan Marqués Simôes, que reside en Italia desde hace un año".
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Una vez más se vio la generosidad de los milaneses lo mismo en la conferencia que después de ella.
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Los párrocos de la ciudad abrieron una suscripción en favor de los misioneros, para dar ocasión de satisfacer la caridad de los que no hab
podido asistir a la Virgen de las Gracias o que, habiendo asistido, no habían podido depositar su óbolo a causa del gentío.
Aquel día quiso el señor Arzobispo honrar a don Bosco invitando a comer a algunos párrocos y a varios distinguidos señores. Apenas se
levantó de la mesa, empezó el Santo a recibir visitas y siguió así hasta la noche. Después organizó el Arzobispo, a manera de distracción, u
tertulia antes de la cena, proporcionándole una amena y alegre conversación. Y, llegaba la hora del reposo, el Siervo de Dios encargó a ((20
don Carlos Viglietti que organizara todo, para poder marcharse al día siguiente por la tarde. Durante los dos últimos años de su vida
sumáronse, a los antiguos achaques del pobre don Bosco, nuevos desarreglos funcionales, que le hacían muy molestos los viajes y, aun más
permanecer fuera de casa por largo tiempo.
El día trece por la mañana celebró la misa en la capilla arzobispal, repleta de asistentes. Le ayudaron a misa el presidente del Círculo de l
Santos Ambrosio y Carlos y un miembro del Consejo Superior de la juventud católica. Dio la comunión a los muchachos del Oratorio y a
muchos de los presentes. El resto del tiempo lo invirtió en las audiencias, que comenzaron después del desayuno y duraron hasta las cuatro
acercarse la hora de la partida, Monseñor se arrodilló de nuevo ante él para recibir su bendición y, al despedirse, le abrazó llorando, besand
con cariño su mano y agradeciéndole cordialmente una visita tan querida e inolvidable. Muchos señores, que se enteraron por los periódico
de que don Bosco estaba en Milán, habían acudido apresuradamente desde sus fincas; pero él debía partir y no los pudo recibir. El mismo
duque Scotti, gran amigo y bienhechor suyo, llegó demasiado tarde para entretenerse con él a su gusto y hubo de contentarse con saludarlo
la estación junto con otros señores 1.
Partió de Milán sin más compañía que la de don Carlos Viglietti.
Estaba agotado. A su llegada, el borriquillo del Oratorio lo llevó en su humilde tartana desde Porta Susa a Valsálice, donde el Santo dio un
simpática sorpresa a los ejercitantes, ya que, sin esperarlo nadie, entró sin más en el comedor cuando estaba a punto de terminar la cena. En
1 Las pobres muchachas del instituto de los ciegos le habían escrito una carta conmovedora, pidiéndole que les diera o les mandara su
bendición (Ap., Doc. núm. 42).
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la tranquilidad de aquel ambiente se rehizo discretamente poquito a poco.
Don Luis Lasagna no hizo con don Bosco su viaje de vuelta, porque tenía que ir a hablar a los Cooperadores ((201)) de Busto Arsizio y
Casale Litta. Le acompañaron los treinta cantores del Oratorio. El arcipreste, reverendo Tettamanti, y el párroco reverendo Rigoli, dos
nombres muy queridos por los Salesianos, no hubieran podido hacer más, de haber tenido que recibir a don Bosco en persona 1; les
secundaron ampliamente sus respectivos feligreses y también el clero y los fieles de los pueblos vecinos 2.
Los periódicos de todos los colores se ocuparon de don Bosco antes de su llegada a Milán, durante su permanencia y después de su partid
El máximo órgano del liberalismo italiano se limitó con anticipación a anunciar su visita, lo cual era algo extraordinario para aquellos
tiempos. Después publicó un extenso artículo "con la relación imparcial de aquel acontecimiento ciudadano", burlándose de la comisaría
general de policía que, demasiado crédula ante los rumores de una imaginaria manifestación anticlerical, había sobrepasado la línea de las
medidas preventivas. Hablando de la música, escribía: "Verdaderamente no creíamos fuera posible conseguir de unos muchachos mayor
entonación, mejor acoplamiento y matices más delicados que los que ayer disfrutamos". Después se extendía hablando de la conferencia y
conferenciante, con su pizquita de discutible humorismo, de acuerdo con el estilo del periódico y del tiempo, siempre que los liberales
hablaban de la Iglesia o del Papa. Por fin, después de dar felizmente en pocas líneas una idea sobre don Bosco y sus méritos, terminaba así
"Un amigo nuestro, el profesor Rayneri de Montevideo, nos decía un día que el mejor colegio femenino de allí es el fundado por don Bosc
que en él se educan hasta las hijas del Presidente de la República" 3.
La moderada revista Perseveranza describió con simpatía toda la ceremonia del día doce. El liberalísimo Caffé anunció en un primer núm
la llegada de don Bosco, "uno de los más ilustrados de los jefes influyentes del partido clerical", y volvió ((202)) a hablar de la conferencia
el número siguiente. Y he aquí la impresión que produjo al redactor la visión del Siervo de Dios: "Don Bosco es un viejo simpático, de
facciones marcadas y sonriente. Su aspecto no acusaría
1 Boletín Salesiano, noviembre de 1886.
2 Ap., Doc. núm. 43.
3 Corriere della sera, 12-13 y 13-14 de septiembre.
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su mucha edad que, por desgracia, queda manifiesta con sus fuerzas casi reducidas a la nada". Y enjuiciaba así después sus obras y su vida
"La obra benéfica de don Bosco adquiere cada día mayor extensión y, aunque su palabra en demanda de ayuda encuentra correspondencia
siempre y por doquier, él, no obstante su avanzada edad, lleva una vida de privaciones, preocupado por el único pensamiento de ''humanida
religión'' y mostrándose enemigo acérrimo de la prepotencia de los clericales empedernidos. Es un verdadero ministro de la religión de Cris
desgraciadamente muy poco imitado".
La revista Italia, muy liberal también, mostraba su alegría porque don Luis Lasagna había hablado bien "sin insultar a las personas ni a la
instituciones de siempre", hacía un resumen de la conferencia y ponía de relieve la muchedumbre que había asistido y la multitud que
asediaba a don Bosco a la salida. El Pungolo, también liberalote, alabó la música y refirió por extenso la conferencia. La católica y
conciliadora Lega Lombarda comentó en dos artículos la vida y las instituciones del Santo 1.
La Settimana religiosa de Milán salió el día dieciséis de septiembre con un extenso y ecomiástico artículo. También el Eco d'Italia en
Génova y el Corriere di Torino publicaron, con la misma fecha, noticias de Milán sobre el acontecimiento.
Hubo tres periódicos que no quisieron desmentir de ningún modo su programa anticlerical a ultranza. El Secolo, después de anunciar por
vez primera la presencia en Milán de "uno de los jefes influyentes del partido clerical de Italia, don Juan Bosco", añadía: "Este es uno de lo
más activos propagandistas de las doctrinas clericales y de los más inteligentes, porque no se limita a predicar, sino que trabaja sin descans
fundando institutos de toda suerte, talleres, misiones, recogiendo a los pobres y haciendo todo lo que deberían hacer los liberales. Nosotros
consideramos como un ejemplo para todos los partidos, porque nuestros tiempos no quieren ((203)) palabrería sino hechos, y don Bosco
presenta hechos".
Pero la segunda vez comentaba la conferencia, se mantenía dentro de límites corteses, se mostraba objetivo con el conferenciante y elogia
a los jóvenes cantores. La Lombardia, bajo el título batallador de "La conferencia clerical de ayer", no salió de tono hasta que, incitando al
Gobierno a dirigir y proteger liberalmente la emigración, ponía ante sus ojos, a modo de fantasma, "el extremado poderío de
1 Perseveranza, 13; Caffé, 13-14; Italia, 13-14; Pungolo, 13-14; Lega Lombarda, 12-13 y 13.
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los misioneros católicos, cuya actuación, aunque puede ser beneficiosa para la civilización en sus principios, después resulta enemiga de la
instituciones liberales de la madre patria". Por otro lado, al tocar el punto más caliente entonces, constituido por las relaciones entre Iglesia
Estado, afirmó: "Con toda verdad debemos decir que el orador fue muy prudente y comedido en las alusiones políticas".
No fue tan mesurada en Roma la Riforma de Crispi, que dio cabida a una reseña milanesa llena de veneno contra la "caridad clerical" de
don Bosco, contra sus "escuelas clericales", contra la competencia en los trabajos de sus hospicios clericales y el de aquellos "que se cansa
en balde en medio de una vida real". Mas, a pesar de todo, aun rindiendo homenaje a las altas dotes personales del hombre, deploraba que
atrevieran a llamarle, en una ciudad moderna, el ángel de la caridad", como se leía en la carta de invitación para la conferencia 1.
El informe cabal apareció naturalmente en las columnas del batallador Osservatore Cattolico de Milán, que se leía entonces por toda la
península. En el segundo de sus dos artículos, decía 2: "La venida de don Bosco a Milán ha tomado las proporciones de un verdadero
acontecimiento, debido a la veneración en que se tiene aquí a este Apóstol de la caridad, y gracias también un poquito a la intemperancia d
ciertos periódicos liberales que, manifestando en estos días sus antiguos odios anticlericales, quieren presentar la venida de don Bosco com
una provocación clerical y procuraron, por todos los medios a su alcance, inferir algún desdén.
"Nosotros hemos ((204)) visto algo de esos intentos en las citas precedentes, tomadas de diarios más o menos hostiles a la Iglesia; pero
afortunadamente los milaneses no hicieron caso de estos cantos de sirena, convirtiendo el poco piadoso deseo de los politicastros en un a
solemne derrota".
El articulista que presenció la entrada de don Bosco en el arzobispado, manifestaba así su impresión: "El venerando don Bosco movía a
compasión, al verle subir la escalinata del palacio, con las piernas tan achacosas que casi no podían sostenerlo. Y con todo conserva todaví
su despejada mente, su límpida mirada y su tenaz memoria". Narra a continuación la escena del encuentro con Monseñor:
"Cuando se encontró ante el Arzobispo, éste con un acto de humildad y con el exquisito espíritu que le caracteriza, valiéndose de
1 Secolo, 13-14; Lombardia, 13; Riforma, 17.
2 Números del 12 y el 15 de septiembre de 1886.
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una piadosa estratagema, se arrodilló a los pies de don Bosco y quiso ser bendecido por él". Después de hacer un comentario sobre la
conferencia, describe así su salida del templo:
"Se produjo una escena piadosa y conmovedora. Don Bosco debía atravesar nuestro templo atestado de gente y era para preocupar que
hubiera de trasladarse hasta la puerta por medio de tanta gente, que quería ver de cerca su cara. Entonces el venerando Arzobispo tomó del
brazo a don Bosco y, ayudado por otras personas, se dispuso a la empresa de cruzar la nave, que me parece duró una hora, en medio de las
más piadosas demostraciones y de la veneración a los dos ancianos, unidos en aquel abrazo fraterno". Entre las personas que se consideraro
afortunadas por ayudar al Arzobispo a abrir paso a don Bosco, estaba el célebre historiador César Cantú que, en 1878, había recibido el
diploma de cooperador salesiano que le había enviado el Santo 1.
Aunque los tiempos que corrían no permitían a las autoridades civiles y políticas secundar el sentimiento popular, asistiendo a tan solemn
manifestación, sin embargo, se sabe que miraban con buenos ojos aquel movimiento ((205)) de la muchedumbre, tan desacostumbrado
entonces en torno a un sacerdote. La corrección habitual de don Bosco con las autoridades del Estado fue siempre debidamente apreciada,
tanto que, alguna vez, dio lugar a sospechas y malignas interpretaciones por parte de los que no conocían bien su espíritu sacerdotal
irreprensible. Ya se ha visto en muchas ocasiones el carácter que tenían aquellas demostraciones y no sería menester volver a insistir en ell
si no fuera por narrar un hecho más entre tantos otros. Se celebraba en el mes de septiembre en el Nichelino 1, cerca de Turín, la distribució
de premios en las escuelas de las Hijas de María Auxiliadora y asistía al acto el conde de Robilant, Ministro del Exterior. Acercóse a salud
don Juan Bautista Tamietti, en nombre de don Bosco y exclamó, con vivo sentimiento, el Ministro:
-íAh, don Bosco! Déle las gracias de mi parte y dígale que quiero servirle y estoy a su entera disposición. Pero, dígaselo "sabe? Dígaselo
veras.
Al final del acto le volvió a repetir:
-No se olvide, diga a don Bosco que quiero ayudarle.
1 Véase Vol. XIII, pág. 525.
1 Nichelino: Se pronuncia "niquelino" y tal se llamaba la moneda de níquel que valía veinte céntimos. Ignoro el porqué del nombre de la
escuelas a que se refiere el texto y pienso en el "Colegio del Recuerdo", el "Colegio de los mondas" y tantos otros, así designados por el
lugar, la advocación, el apodo con que se conocen (N. del T.).
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El Santo no tardó en agradecer al Arzobispo de Milán la extraordinaria bondad con que se había dignado tratarlo. Monseñor le respondió
día veintinco de septiembre con una tarjeta de visita en la que escribió estas palabras: "Con mucho y sincero agradecimiento al venerado y
amado don Juan Bosco por su carta autógrafa y el libro que la acompañaba. Todos recuerdan su visita a Milán con agradecido reconocimie
y particularmente el que escribe, que se augura poder ofrecerle hospitalidad más veces. Ruege, ruegue por el arzobispo de Milán.
Se encontraba todavía en Valsálice, cuando el día veintiuno de septiembre, llegó al Oratorio un telegrama de La Croix de París, dirigido a
"Superior de la Congregación Salesiana", en el que decía el Director del diario: "Participo desgracia sufrida. Rogamos telegrafíe rápidamen
noticias de don Bosco". Fue muy grande la sorpresa en todos, pero pronto se comprendió que se podía haber publicado en Francia la muert
de ((206)) don Bosco. El mismo don Bosco contesto:
"Estoy bien. No me explico su ansiedad. Con todo, agradezco atención".
En efecto, se encontraba tan bien que recibió inmediatamente después al conde y a la condesa Donato y se entretuvo largo rato con ellos,
que iban a despedirse antes de partir para Constantinopla a hacerse cargo de la embajada del Rey de Italia ante el soberano de Turquía.
A pesar de todo, también algunos periódicos italianos publicaron, al día siguiente, la noticia de una grave enfermedad del Santo. El teólo
Margotti, alarmado por tales noticias, voló a Valsálice para cerciorarse y se lo encontró sentado ante su escritorio, con óptimo aspecto y su
habitual hilaridad. Al preguntarle por su salud, contestó que, aparte el peso de los años y los achaques de sus piernas, no sentía dolor algun
por lo que bendecía a la divina Providencia. Sostuvo después una larga conversación sobre la Patagonia. Y, al preguntarle Margotti acerca
las minas de oro que se decía habían descubierto allí, don Bosco cortó por lo sano diciendo que él había mandado a los Salesianos para gan
almas a Jesucristo y no para buscar minas de oro o de plata. La Unità Cattolica, en el número del día veinticuatro, desmentía las falsas voce
sobre la salud de don Bosco.
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Volvió al Oratorio el día veintisiete por la tarde; y permaneció allí poco tiempo, porque, el día veintinueve, salió para San Benigno, dond
hacían ejercicios espirituales los novicios que se preparaban para la emisión de los votos. El día tres de octubre, fiesta del Rosario, celebró
misa de comunidad, y, como se sentía muy cansado, sólo pudo distribuir
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la comunión a los que ayudaban a misa. Más tarde recibió la profesión de cincuenta y tres novicios. Después del sagrado rito, quiso dirigir
palabra a todos y para que no se cansara demasiado, le colocaron en un sillón en medio de la capilla y los clérigos se situaron a su alrededo
La crónica de la casa conserva un resumen fiel de su discurso, que nosotros también escuchamos. El Santo manifestó, ante todo, la alegría
experimentaba en aquel instante; una alegría, dijo, tan grande como no se puede tener en esta tierra. Después pasó a recomendar la caridad.
Caridad con ((207)) los Superiores, obedeciéndoles siempre, de modo que no tengan que gemir ni suspirar.
-Es un sacrilegio, exclamó, hacer el voto de obediencia y, después, conducirse como algunos, que obedecen sólo cuando les agrada.
Caridad con los hermanos, no criticándose jamás los unos a los otros en nada, ni tampoco en lo referente a nuestras publicaciones. Expre
su desaprobación para los criticones, profiriendo esta palabra con enérgico ardor. E insistió mucho en ello repitiendo varias veces la senten
de que "del prójimo se debe hablar bien o callar". Manifestaba un deseo tan grande de ser entendido y obedecido y acompañaba sus palabr
con tal expresión de dolor que se echó a llorar y su voz, temblorosa y enronquecida, adquirió un tono tan fuerte y severo que parecía querer
maldecir las lenguas infernales, que sólo se mueven para criticar. En cierto momento, habló en estos términos:
-Y si don Bosco tuvo disgustos... fue por falta de caridad entre los hermanos.
Al pasar de la primera a la segunda frase, asaltóle una repentina emoción, llenáronse sus ojos de lágrimas y continuó con un sollozo
reprimido.
En seguida cambió de tema. Aseguró, para común aliento, que la Sociedad Salesiana se encontraba entonces en óptimas condiciones
respecto a las finanzas y que la Congregación se iría extendiendo de modo maravilloso y que no les faltaría nunca nada a los Salesianos,
mientras se limitaran a la educación de la juventud pobre, que era la misión que la Virgen les ha confiado.
-Si todos vosotros, dijo, estuvieseis ya capacitados para actuar como Directores, yo sabría dónde colocaros inmediatamente del primero a
último.
Por fin, se encomendó a nuestras oraciones, protestando repetidamente que él, mientras le quedara un hilo de vida, rezaría y se sacrificarí
por sus queridísimos hijos.
Mientras don Bosco acogía así las nuevas esperanzas de su familia religiosa y procuraba formar en ellos el espíritu de apostolado, otros
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"apóstoles" se reunían a su vez en asamblea el mismo día en Turín "para combatir y conjurar los peligros que, en el vigoroso despertar del
clericalismo intransigente ((208)) y del jesuitismo, se preparaban para mal de la patria", como proclamaba un diputado liberal 1.
Don Bosco, a quien se le comunicó aquella noticia, contestó que aquella asamblea era un ensayo de la Masonería, para dar publicidad a s
impía institución y acostumbrar a la gente a considerarla como una asociación respetable y benemérita.
Lo que más exacerbaba a la secta era el florecimiento de las escuelas privadas. En un opúsculo que se distribuía al salir de la Asamblea,
Turín estaba señalada como la ciudad que presentaba una más hábil estrategia en el nuevo movimiento clerical, máxime por medio de la
instrucción. Y se señalaba a don Bosco como el máximo animador de esta obra conducida con tanto éxito. "Alma de esta gran conjuración,
leía en él 2, es el iluminado Santo de Valdocco, don Bosco, hombre singular por su inteligencia y audacia, jesuita como san Ignacio de
Loyola, fino diplomático, humilde en la propia grandeza, omnipotente por su propio valor y la debilidad de los demás, dispuesto a todo,
activísmo, capaz de todo, de fundar en un instante colegios por todas las partes del mundo, de crear talleres industriales, de fabricar iglesias
de escribir librejos hipócritas. Don Bosco es una potencia que actúa, quizás, con la ayuda de otros, con el apoyo de una sociedad que esper
de él más que del Papa negro 3, es una potencia que reina y gobierna sin apariencias y sin fastuosidad, con aspecto de sórdida humildad, co
astuta compunción, con una alma en la que ruge ímpetu de odio implacable contra todo lo que signifique luz, verdad y progreso. Don Bosc
es la encarnación del nuevo clericalismo turinés, porque es el alma, la mente y la fuerza".
He ahí una caricatura de don Bosco, a través de la lente anticlerical de la época. Mas para nosotros, hoy, esta deformación ((209)) volunta
encierra un testimonio indirecto de cuán providencial y eficaz fue su obra preservadora en Italia. Los enemigos de la Iglesia lo sentían y se
enfurecían; pero, como él se movía dentro del ámbito de la ley, no podían hacer mucho en su contra. Esta su deferencia a las instituciones d
Estado fue mal interpretada, en algunas ocasiones, hasta por hombres bien intencionados; pero él sabía muy bien el límite
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1 Unità Cattolica, 2 de octubre de 1886.
2 El opúsculo de diez paginitas sin pie de imprenta, llevaba por título: Quid agendum? (Advertencias al partido liberal).
3 Los liberales llamaban Papa negro al General de los Jesuitas.
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a donde le permitía llegar su conciencia de católico y nunca se apartó ni una pulgada del camino recto. "No le pareció a alguno que se
mostraba demasiado adicto a la Casa de Saboya casi olvidando los agravios hechos a la Iglesia por la monarquía saboyana? Había quien lo
pensaba así en Milán; pero don Bosco miraba más alto y más lejos. El día 29 de noviembre de 1881 había pronunciado Bismarck en el
Reichstag las siguientes palabras: ""Qué garantías podéis presentar para el porvenir de Italia, especialmente si Dios no conservase la dinast
que se levanta con pocos vástagos?". Pues bien, oyendo leer don Bosco estas palabras, que citaba la Unità Cattolica en su número del día 1
de octubre de 1886, dijo:
-Hace ya años que estoy repitiendo la misma idea, hablando de las cosas de Italia.
En medio de tanta división de partidos él percibía en la histórica Monarquía el punto de apoyo del orden y la garantía de un porvenir mej
La historia confirma la exactitud de sus cálculos 1.
1 El diputado de entonces Alejandro Guiccioli escribía el 22 de agosto en su Diario del 1880, editado en 1936 por la Nueva Antología: "
dinastía de Saboya es lo único bueno que todavía nos queda; y ellos (los subversivos) a ella dirigen sus tiros" (N. A. 16 de junio del 1936,
pág.
427).
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((210))
CAPITULO VIII
EXPEDICION MISIONERA DEL 1886.
UNA MIRADA A LAS CASAS
Y A LAS MISIONES DE AMERICA
LAS casas y las Misiones Salesianas de América pasaban grandes apuros económicos y no se encontraban en el lugar medios para
remediarlos; por eso, monseñor Cagliero recurría insistentemente a Turín, exponiendo sus necesidades y pidiendo recursos. Don Bosco hab
dicho el día 18 de septiembre de 1885 en el Capítulo:
-Estoy pensando en una circular para socorrer a los misioneros, pero aún no está bien concebida. Necesito rezar y después hablaré.
La circular, redactada según un esbozo del Santo y revisada por él, estaba ya preparada en octubre de 1886. En ella se daba a conocer el
estado de las misiones, los planes y las necesidades más perentorias del momento; después se anunciaba una próxima expedición misionera
finalmente, ya fuera para sostener las obras comenzadas y comenzar otras nuevas, ya fuera también para reunir los muchos medios
indispensables para la proyectada expedición de otros obreros evangélicos, se imploraba la caridad de los Cooperadores y Cooperadoras.
Pero la circular no se dirigía solamente a los miembros de la Pía Unión. Se tradujo al francés, al español, al inglés y al alemán y se envió
todas partes de Europa, a Príncipes y a Ministros y a la Dirección de periódicos de cualquier color. Hasta se envió una copia al Emperador
China y al Sha de Persia. Hubo que escribir más de cien mil ((211)) direcciones; trabajaron en ello muchos alumnos del Oratorio, un grupo
clérigos a los que se hizo ir desde San Benigno y una docena de Hermanas, llamadas a Nizza Monferrato. La intención de don Bosco no só
era recoger limosnas, sino, además, dar a conocer su obra universalmente en el mundo. Lo decía él mismo:
-No espero solamente el fruto presente, sino que miro el fruto del porvenir. El que no hace nada por nosotros ahora, más adelante se
acordará de nuestra petición y hará algo. Por tanto, aun pasados años
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y años, nos vendrán legados, herencias y limosnas, debidos a estas circulares 1.
La prensa dio amplia publicidad a la circular, reproduciéndola por entero, resumiéndola o comentándola. También en esta ocasión se
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manifestó la mentalidad de ciertos liberales italianos, cerrados, como siempre, en su mezquino y rencoroso anticlericalismo. Aquellos
hombres eran tan refractarios a cuanto supiese a cristiano que, cuando trataban de ello, perdían el buen sentido y hasta el sentido común; el
odio contra la Iglesia que anidaba en su alma ni siquiera les dejaba comprender la sólida utilidad, apreciada sin reserva por otros gobiernos
laicos, que los misioneros procuraban a la madre patria. A pesar de las publicaciones inspiradas en este odio, puede repetirse lo mismo que
decía un diario católico de Génova, a propósito del venenoso charlatanismo desencadenado en Roma, por la Reforma de Crispi, a saber; qu
"el mejor medio para incitar a los buenos a ayudar cada vez más al venerando fundador de la Congregación Salesiana" era la lectura de
aquella nefasta prosa 2.
Y las limosnas llegaban abundantemente y algunas muy generosas. ((212)) Una prueba evidente de ello nos la presenta el mismo don Bos
En efecto, estudiándose en una reunión capitular, tenida el día dos de noviembre, cuál sería la manera más eficaz para mandar dinero a las
casas de América que imploraban ayuda, dijo él:
-Ahora tenemos que pagar cantidades enormes. Hemos enviado la circular para las Misiones. La Providencia no falta; caminemos, pues, c
pie seguro. Para regular las deudas de nuestras casas al otro lado del Océano, lleve allí don Luis Lasagna la orden de reunir un Consejo
Americano, compuesto por los Directores y los Inspectores; estudie este Consejo la manera de arreglar el pasado y su déficit, recuerde ciert
formalidades, sin las cuales ningún Director pueda contraer nuevas deudas. Antes de partir don Luis Lasagna estudie un sistema de econom
En estos momentos, la Providencia nos da para nosotros y para América. Don José Fagnano sea solamente encargado de la parte espiritual
un ecónomo administre temporalmente la
1 Ap., Doc. núm. 44.
2 L'Eco d'Italia, 31 de octubre de 1886. Hemos creído oportuno exhumar ese escrito como documento de los tiempos de don Bosco. (Ap.
Doc. 45). Lo reprodujo también La Gazzetta di Catania, que se valió entonces de él en su guerra contra los Salesianos. En cambio en Sicili
las Letture Domenicali de Palermo (28 de noviembre) no sólo publicaron "la estupenda circular", sino que abrieron una suscripción para la
Misiones salesianas. También en Francia la Semaine anticléricale de Nevers (11 de noviembre) publicó un suelto desvergonzado con el títu
de "A caza de dinero".
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misión. En América no tengan miedo a las deudas; sean éstas transferidas al Capítulo Superior, pero esfuércense por regularizar las cosas.
A los donantes ordinarios se les respondía con una cartita de agradecimiento litografiada sobre un original de don Bosco; pero en ciertos
casos respondía personalmente el Siervo de Dios, lo mismo para agradecer las grandes limosnas que las pequeñas, como se ve por las dos
cartas, cuya copia tenemos. La primera es para el canónigo Blas Rumiano de Susa, que había sido su compañero en la Residencia Sacerdot
Muy querido Canónigo:
Quiero escribirte yo mismo para asegurarte que agradecí mucho tu carta y tu limosna. Si no tienes el mérito de los perturbadores, tienes e
de los donantes, como tú haces. "Por qué no vienes nunca a ver a este tu pobre amigo?
Presenta mis saludos a nuestro común amigo el canónigo Bermond. Saluda in Domino a tu hermana, si Dios no la ha colocado todavía en
sitio que María la había preparado ya en el paraíso.
Que Dios nos bendiga y, tú, créeme siempre en J. C.
Turín, 30 de noviembre de 1886.
Afmo. amigo,
JUAN BOSCO, Pbro.
((213)) Un Cooperador que nunca se hacía el sordo a las llamadas de don Bosco era el muy caritativo conde Eugenio De Maistre, el cual,
también esta vez, echó su mano generosa a la bolsa, y obtuvo la siguiente respuesta:
Carísimo señor conde Eugenio De Maistre:
Estaba escribiéndole una carta en la que le aseguraba que, en estos días, haríamos en el Oratorio oraciones especiales por usted y por toda
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familia, cuando oportunamente llegó el señor Vergan, trayéndome la generosa limosna de dos mil liras de su parte.
Bendito sea siempre el Señor y mi agradecimiento eterno para usted. Tengo firme esperanza de que María Santísima Auxiliadora
recompensará generosamente su caridad. Pido al Cielo que sean muy abundantes las cosechas de sus campos, buena la salud de toda su
familia y grande la satisfacción de verlos a todos avanzar de virtud en virtud, hasta que pueda verlos a todos reunidos a su alrededor en el
Paraíso. Nosotros demostraremos nuestro agradecimiento de la mejor manera que podamos. Por esto, nuestros huérfanos, en estos tres últim
días del año, harán comuniones y oraciones especiales por estas tres intenciones: el día veintinueve de diciembre por el papá, conde De
Maistre; el día treinta por la señora Condesa, su madre; y el día treinta y uno en sufragio de la señora Condesa, su difunta esposa.
Ruégole presente mis saludos a toda su familia y se digne rezar también por mí y por esta mi familia de doscientos cuarenta mil huérfano
que le profesan, todos, la
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más sincera gratitud, mientras, en nombre de todos los Salesianos, tengo el alto honor de poderme profesar ahora y siempre de usted.
(falta la fecha)
Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.
En el 1886 se efectuó una pequeña expedición misionera y otra grande. Ya hemos contado en el volumen anterior cómo en el 1885 vinier
a Italia don Miguel Gorghino, procedente del Brasil, y don Luis Calcagno y don Pedro Rota del Uruguay. Estos tres se embarcaron para
América sin aguardar al grupo más numeroso, en el mes de abril, llevándose consigo a los tres clérigos Fia, Giudici y Zanchetta, apellidos q
adquirieron mucho renombre con los años. No eran más que unos sencillos clérigos; pero habían adquirido el vigor de las fuerzas y de la ed
pues procedían de los Hijos de María. Tocaron Barcelona, con la esperanza de ver todavía otra ((214)) vez a don Bosco, pero sólo
contemplaron los preparativos de los Salesianos y de los Cooperadores para recibirle, dos días después. De los tres sacerdotes, cuyo grato
recuerdo pervive entre nosotros, renovaba don José Lazzero, al salir ellos de Italia, el testimonio que ya había dado a su llegada de América
escribir 1: "Tanto don Miguel Borghino como los otros dos merecen un certificado de óptima conducta del tiempo que permanecieron entre
nosotros; y, como ya dije en otra ocasión, demostraron manifiestamente buen espíritu y adhesión a don Bosco y a nuestra Sociedad.
Esperamos que el Señor los conserve siempre así y, como están en la flor de la edad, tendrán tiempo para hacer mucho bien".
Cuando se acercaba el tiempo de la gran expedición, don Bosco distribuyó, como suplemento del Boletín de noviembre, una circular de
cuatro mil ejemplares, a los cooperadores de Turín y sus alrededores, invitándolos a la ceremonia del adiós. Una circular parecida en francé
había sido repartida, junto con la llamada de octubre, pero solamente para enviarla a las personas notoriamente amigas 2.
Veintiséis Salesianos y seis Hijas de María Auxiliadora debían
1 Carta a monseñor Cagliero, 28 de marzo de 1886.
2 Ap., Doc. núm. 46 A-B. La circular de octubre y las noticias de la expedición misionera inspiraron a ciertos estafadores la idea de
aprovechar la buena fe del prójimo. Sirvió de instrumento la Staffetta, noticiero semanal de Nápoles. Cayó en la trampa la Sicilia Cattolica
Palermo. Don Bosco y don Miguel Rúa actuaron con una prudencia que parecería excesiva, si la conducta de los santos no estuviera siemp
guiada por sobrehumana caridad. Quien desee conocer este audaz intento de estafa, lea los documentos que hablan por sí mismos (Ap., Doc
núm. 47 A-B-C-D-E-F).
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atravesar el Atlántico, con don Luis Lasagna a la cabeza. En la primera mitad de noviembre fue éste a Roma. Allí obtuvo del conde de
Robilant, ministro de Asuntos Exteriores, una promesa de protección y una ayuda de mil quinientas liras. Ganóse tanto su confianza que lle
a asegurarle que no era masón, como se decía por todas partes. Fue recibido en audiencia privada por el Padre Santo, que quiso le informas
en seguida sobre la salud de don Bosco y le preguntó muchas cosas sobre las misiones. Cuando oyó las necesidades de Brasil y supo que d
Bosco, ((215)) movido únicamente por la caridad de Jesucristo, había preparado una verdadera falange de misioneros, el Papa prorrumpió e
estas palabras:
-Publicadlo para honra de Turín y gloria de la Congregación Salesiana. Esto me llena el corazón de alegría y de esperanza. Yo espero
grandes cosas de la Congregación Salesiana para la Iglesia y para la sociedad.
Fue después don Luis Lasagna a Casale, para saludar a un hermano suyo que estaba en el Seminario y a otros parientes y amigos. Y estuv
en un tris de tener que renunciar para siempre a sus empresas misioneras, porque algunos distinguidos eclesiásticos y seglares, admirados d
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sus excelentes dotes, tuvieron la idea de pedirlo a la Santa Sede para Obispo, ya que la diócesis se encontraba sin Pastor por la reciente mu
de monseñor Ferré. De la idea se pasó a los hechos y hubo dos canónigos que llevaron a don Bosco una súplica en tal sentido, rogándole qu
él mismo la presentara al Padre Santo con unas palabras suyas de recomendación. "Así nuestro queridísimo don Bosco, le escribían dos de
promotores 1, añadirá un nuevo título a los muchos que ya tiene, para la benevolencia y reconocimiento de la Diócesis de Casale". Don Bo
remitió la súplica al cardenal Alimonda, a fin de que él hiciera lo que mejor creyere en el Señor. El Cardenal le preguntó cuál era su
pensamiento. Don Bosco respondió que no quería intervenir de ningún modo en semejante asunto, sino que deseaba estar completamente a
margen. La súplica se puso en marcha; pero era demasiado tarde, porque León XIII ya había designado a otro. La Providencia había dispue
que don Luis Lasagna llegara a obispo sin dejar de ser misionero.
Cuando se realizó este designio de la Providencia, y fue en el 1893, tuvo cumplimiento una tácita predicción que don Bosco hizo a don L
Lasagna el día del adiós. Aquel día, dos de diciembre, en la hora que precedió a la sagrada ceremonia, don Luis, al terminar su último
1 El canónigo Romagnoli y don Luis Calcagno, Casale 26 de noviembre de 1886.
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coloquio con el amado padre, pidióle medallas bendecidas por él para regalarlas a los amigos; y ((216)) cuando las consiguió, se despidió.
Bajaba las escaleras para ir a la iglesia a dar la conferencia, cuando lo alcanzó el clérigo Festa, que le seguía corriendo y le entregó una caji
diciéndole:
-Don Bosco le manda esta caja y dice que las otras cosas son para los demás, pero que esta caja es para usted, precisamente para usted.
Por el sonido le parecieron medallas. Se la metió en el bolso, corrió a la iglesia y no pensó más en ella. Estaba ya en alta mar cuando se
acordó de la caja; la abrió y se encontró con una cadena de oro afiligranada, acolchada sobre un poco de algodón. Quedóse sorprendido al
verla y, no comprendiendo nada, volvió a tapar la cajita y la guardó. Al llegar a su destino, la puso sin más en un cajón de su mesa de
escritorio y no la sacó hasta el día en que el telégrafo llevó la triste noticia de la muerte de don Bosco. Entonces, en medio de la desolación
general, todos los de casa empezaron a buscar objetos que recordaran a su padre extinto: escritos, medallas, regalos y cosas semejantes. En
esta búsqueda, el secretario de don Luis Lasagna encontró la cajita. Sacó la cadena, levantó el algodón y apareció debajo un papelito en el q
un cooperador de Chiávari decía que enviaba aquella cadena a don Bosco para que sirviese al segundo Obispo salesiano misionero en
América.
-Quiere decir, pensó don Luis Lasagna, que la entregue al segundo Obispo salesiano, de parte de don Bosco.
No se imaginaba entonces que cinco años después, aquel obispo sería él mismo 1.
El día dos de diciembre por la mañana en su capilla privada recibió por última vez profesiones religiosas. Eramos un grupo de clérigos
jóvenes que, por falta de edad o por no tener completo el año del noviciado, no habíamos podido hacer la profesión con los demás
compañeros por octubre en San Benigno. La exhortación del Santo, después de la profesión, versó sobre la obediencia.
Durante la función de despedida de la tarde en la iglesia de María Auxiliadora, ni la elocuencia fascinadora de don Luis Lasagna, ni la
sugestión propia del rito, ni la alada palabra del cardenal Alimonda pudieron apartar la atención de los fieles que tenían los ojos fijos en do
Bosco. ((217)) Estaba el Santo anciano, humilde y recogido in cornu
1 L'Italia Reale de Turín, el 3 de abril de 1893 dio la noticia del hecho con las palabras de monseñor Lasagna, quien había hecho público
caso.
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evangelii, entre monseñor Manacorda, obispo de Fossano, y monseñor Leto, obispo titular de Samaría. Todos tenían el presentimiento de q
aquella gran vida estaba en su ocaso. Después de abrazar al último de los que partían y que desfilaban hacia la salida por la nave central de
iglesia, él, sostenido por los brazos de dos Prelados, se arrastraba hacia la sacristía, donde el Cardenal se había dignado esperarle y, yendo
encuentro, le expresó sus sentimientos de sincero afecto.
Una de las ventajas que se derivaban de revestir aquellas despedidas con tanta solemnidad era que la prensa las aprovechaba para exaltar,
difundir y hacer cada vez más popular en Italia la idea misionera. En aquel entonces la idea misionera no gozaba, ni siquiera en ciudades
como Turín, donde se hacían durante el año varias llamadas de atención en favor de las misiones, de la notoriedad y simpatía que hoy tiene
todas partes. En aquella ocasión los periódicos y revistas de muchos centros de la península, publicaron informes detallados del
acontecimiento de Turín. En el Osservatore Cattolico de Milán apareció un comunicado del día dos que decía: "El Instituto Salesiano ha
escrito hoy la página más hermosa de su historia". Y confesaba después el corresponsal: "Hoy, al ver a aquel venerando sacerdote, de rostr
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bondadoso y modesto, circundado por la veneración filial de las más conspicuas autoridades eclesiásticas, he sentido que mi corazón se
conmovía y mi alma se prendaba de él". En la Unità Cattolica del día cuatro de diciembre, un señor anónimo a quien el periódico calificaba
"alma hermosa y devota" y el Boletín de enero de 1887 llamaba "altísimo personaje", terminaba su amplia relación, tejiendo a don Bosco y
su congregación un himno, lleno de amor y de fe. "A ti, escribía, venerando don Bosco, gracias. Sí, gracias sinceras por haberme invitado a
una reunión tan emocionante y amable. En la vasta iglesia de Valdocco, he apreciado toda la belleza de la religión cristiana que hermana lo
pueblos. Tu Oratorio me dio la impresión de una Propaganda Fide. Nunca como el jueves pasado me parecieron tus ochocientos muchacho
((218)) tan simpáticos y piadosos: yo los vi de rodillas, rezando por sus hermanos misioneros, que quizás no volverán a ver más. Nunca com
la tarde del jueves se me presentaron tan venerables tus Hermanas Auxiliadoras, que rezaban y asistían desde varias tribunas a la piadosa
ceremonia. Y nunca, me atrevo a decirlo, nunca me hizo gustar el numeroso coro de tus cantores armonías tan poéticas y solemnes. íQué
espíritu más exquisitamente musical el de monseñor Cagliero! Ojalá puedas levantar con tus armonías religiosas la mente y el corazón de lo
pobres salvajes de las
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Pampas hasta la luz de lo sobrenatural como elevas los de tus compatriotas: que puedan los alumnos de los colegios americanos, bautizado
la fe de Jesucristo, multiplicarse rápidamente y formar un coro inmenso para dar alabanza y gloria al Señor".
Los misioneros fueron a embarcarse en Marsella. Los acompañaban don José Lazzero y don Julio Barberis. Desde allí uno de los veintisé
el reverendo Gastaldi, daba noticias del viaje a don Bosco y le manifestaba sus sentimientos y los de los demás, con estas palabras 1:
"Experimento gran consuelo y una verdadera satisfacción al dirigirle estas palabras, supliendo de algún modo con ellas la distancia que ya
separa de usted, amadísimo Padre. No puede imaginarse cuánto nos costó y qué doloroso fue el adiós y la separación. Lo único que nos hac
menos duro este adiós es el pensamiento de que usted reza por nosotros, nos bendice, y el motivo por el que hemos partido, amado Padre.
Todos sabíamos lo mucho que le queríamos, pero ahora nos damos más cuenta de ello, sobre todo cuando pienso en aquellos días felices en
que podía, por su bondad verle y oír su voz paternal. íQuiera el Señor que podamos disfrutar otras veces de esa fortuna!".
Subieron en peregrinación al santuario de Nuestra Señora de la Guardia y, después de haber celebrado y cumplido allí sus devociones, se
acercó un peregrino que les preguntó si eran los Misioneros de don Bosco. Y cuando oyó que sí, el desconocido puso en manos de uno de
ellos una ((219)) bonita limosna y dio después al guardián del santuario una cantidad razonable por las molestias. Sólo supieron de él que e
miembro de la Sociedad de San Vicente de Paúl.
Celebraron la fiesta de la Inmaculada en el noviciado de santa Margarita. Don José Lazzero se lo refirió a don Bosco en estos términos, q
resulta agradable recordar 2:
"Resultó una agradable fiesta de familia, una verdadera reunión, fusión o, como dicen los franceses, un acto de fraternidad de espíritus
franceses e italianos, que intentaban manifestar un solo espíritu, una sola familia, la de su padre don Bosco. Se leyeron composiciones
alusivas a la partida de los misioneros, con la que se enlazaba el nombre de don Bosco para dar a entender los bonísimos principios con los
que son educados aquellos buenos jóvenes novicios".
Don Luis Lasagna tuvo tiempo para visitar a los condes Colle. Desde la habitación que aquellos señores llamaban de don Bosco, escribió
buen Padre el día doce: "Qué felices se consideran los dos
1 Marsella, 7 de diciembre de 1886.
2 Carta a don Bosco, Marsella, día 12 de diciembre de 1886.
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por conocer a don Bosco, ser apreciados y queridos por él; cómo disfrutan poniendo en sus manos toda su fortuna, para que la emplee a ma
gloria de Dios y bien de las almas. Ellos mismos confiesan que son instrumentos bendecidos por la divina Providencia en manos de don
Bosco". Y, más adelante, continuaba: "Y ahora, "qué le diré a usted, veneradísimo Padre, la víspera de la partida? Mañana por la tarde o, a
más tardar, pasado mañana, martes, estaremos todos nosotros a bordo del Tibet, que nos llevará lejos, lejos de usted. íCuánto lo siente nues
corazón y cuánto se entristece en ciertos momentos! Pero nos consuela el pensamiento de que usted nos acompaña con sus oraciones y sus
bendiciones; que nos acompaña con todo su afecto paternal. Nosotros no tenemos más deseo ni ambición que la de mostrarnos dignos hijos
un padre tan bueno y tan santo. Si el Señor nos ayuda a mantener nuestros propósitos, ya verá, veneradísimo Padre, que, aun a costa de
cualquier esfuerzo y sacrificio, le daremos consuelos, muchos consuelos".
((220)) Zarparon el día catorce por la tarde. La travesía fue trágicamente borrascosa. "íPobres compañeros míos de Misión!", exclamaba
Luis Lasagna en una carta a don Bosco 1. Seguramente no olvidarán jamás lo mucho que sufrieron en los dos terribles días, del día diecinu
al veinte de diciembre de este año" 2. Y decía de las Hermanas: "Verdaderamente nunca me hubiera creído poder encontrar en estas jóvene
en estas pobres Hermanas, tanta serenidad e intrepidez. Bendito sea Dios y dense las gracias a usted, amado Padre, que ha sabido transfund
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tan excelente espíritu entre sus hijos".
Llegaron sanos y salvos al puerto de Montevideo el día seis de enero;
pero aún no habían terminado las dolorosas peripecias. La ciudad estaba invadida por el cólera, que también hacía estragos en Buenos Aire
El cólera había visitado Italia: todo esto ya había creado dificultades e impedimentos a la hora del embarque. Lo peor fue a la llegada.
Aunque no se había dado el más mínimo caso a bordo, sin embargo, no hubo forma de que se concediera el permiso de desembarque: no hu
más remedio que virar hacia la isla de Flores para hacer allí
1 A bordo del Tibet, 23 de diciembre de 1886.
2 La realista descripción de la infernal borrasca puede leerse en el Boletín de marzo de 1887.
3 Cuatro salesianos, dos de la Boca, don Esteban Bourlot, director y párroco y el coadjutor Fabrizi, y dos de San Nicolás, don Luis
Galbusera y don Fabricio O'Grady, se contagiaron; pero, don Santiago Costamagna escribía a don Bosco el día veinticuatro de noviembre:
"provistos de la medalla de don Bosco, vencieron la fuerza del mal".
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cuarentena. Por fortuna, la cuarentena apenas duró cinco días, aunque con no pocos gastos; finalmente el día catorce estaban todos en Villa
Colón, atendidísimos por aquellos Hermanos.
Aunque parecía en Turín un buen número el de los que partían, en el lugar del destino se vio que eran muy poca cosa frente a la necesida
se hubiera querido al menos el doble, sólo para reforzar de forma eficiente las tres casas del Uruguay: Villa Colón, Las Piedras y Paysandú
pesar de todo, hubo que ceder unos cuantos a la Inspectoría Argentina, cuyas obras se multiplicaban y obligaban a mayor intensidad de
acción.
((221)) Al ir don Luis Lasagna a Italia había llevado a don Bosco una carta del Obispo de Montevideo recomendando a sus oraciones su
atribulada diócesis y pidiéndole una escuela de artes y oficios para Las Piedras. Don Bosco encargó a don Luis Lasagna que le respondiera
1.°, agradeciendo su benevolencia con los Salesianos y las Hermanas de Uruguay; 2.°, prometiéndole oraciones por su hostigada diócesis y
por todas sus tribulaciones; 3.°, diciéndole que era imposible abrir una escuela para aprendices en Las Piedras; 4.°, prometiéndoselo para
Montevideo, con la esperanza de su licencia y la del señor Jackson a quien ya había escrito sobre el asunto; 5.°, que don Luis Lasagna volv
con buenos compañeros para la ejecución de este plan de don Bosco, que además estaba muy en conformidad, con los deseos del Corazón
Jesús y de María; 6.°, que él preveía que debía nacer de aquella obra mucho bien para las almas y para la religión en toda la republica del
Uruguay y, quizás, en toda América del Sur; y que interesaba para esta obra el celo de Monseñor y de las personas adictas. Con estos punto
más lacónicamente expresados en el original, redactó don Luis Lasagna su respuesta, de la que conservamos copia 1.
La Inspectoría de don Luis Lasagna comprendía también las dos casas del Brasil. Aquí se presentaba un porvenir alegre y esperanzador,
pero el presente era muy duro. La casa de Niterói luchaba con los protestantes y las deudas; con todo ensanchaba su campo de acción.La
incipiente de Sao Paulo estaba muy falta de operarios. Los obispos de todas partes suplicaban que fueran Salesianos a sus diócesis 2.
Don Bosco, previendo los progresos que la Congregación haría entre la población civil y entre las tribus salvajes de aquel inmenso
1 Ap., Doc. núm. 48 A-B. La carta al señor Jackson, de la que también conservamos copia, debe haber sido igualmente firmada por don
Bosco (Ap., Doc. núm. 49).
2 Carta de don Antonio Riccardi a don Bosco, Almagro (Buenos Aires), febrero 1886.
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Estado, había escrito a don Miguel Borghino y sus tres acompañantes:
"Quiero que seáis luz. Cuando vayáis a Brasil y encontréis a vuestros ((222)) hermanos, decidles que habéis ido a llevar luz, no porque hay
allí tinieblas, sino para añadir luz a la luz, de manera que los rayos resplandezcan hasta en los salvajes y en los negritos".
Al mismo don Miguel Borghino le entregó una carta para que llegase a manos de la princesa Isabel de Orleans-Braganza, hija del último
emperador don Pedro II y casada con el conde de Eu 1.
Alteza Imperial:
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La divina Providencia quiso que se establecieran dos casas salesianas en Brasil; una en Niterói y otra en Sao-Paulo, ambas destinadas a la
atención de los muchachos más pobres y abandonados.
Algunos de estos mis religiosos que volvieron temporalmente a Italia, me han hablado mucho de la bondad y caridad de V. A. Imperial y
por eso recomiendo, a V. A. y a su Majestad el Emperador, a todos mis Salesianos de ahí, que no desean más que conquistar almas para el
cielo y disminuir el número de los rebeldes. Ellos, además, rezan y hacen rezar a sus alumnos por la salud y prosperidad de toda su familia
de su Majestad Imperial, su augusto Padre.
Que María Santísima proteja a esa memorable dinastía por la que nuestros huérfanos, cuyo número pasa de doscientos mil, hacen oracion
especiales a Dios.
Por mi parte, me impongo como un deber invocar en la santa misa bendiciones especiales sobre todos los súbditos brasileños, mientras, c
el máximo agradecimiento, me cabe el alto honor de poderme profesar humildemente,
Turín, marzo de 1886.
Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.
La recomendación de don Bosco no fue letra muerta. El día quince de noviembre, el Emperador y la Emperatriz, acompañados del Minis
de Agricultura y de otros personajes visitaron detenidamente la casa de Sao-Paulo y pidieron al Director informes sobre los muchachos y e
método de enseñanza.
El Emperador dijo que apreciaba mucho la obra y que conocía a don Bosco y a su Congregación. Un alumno recitó con mucha gracia un
saludo, presentando a sus Majestades un volumen con los datos meteorológicos de Villa Colón, preparado expresamente para la ocasión, co
la fotografía de los alumnos de ((223)) aquel colegio y se cantó un himno sencillo, pero de agradable efecto.
1 El autógrafo está en París en poder del príncipe Pedro de Orleans Braganza, hijo de la destinataria.
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El Director ofreció después a los Soberanos el diploma de Cooperadores, que ellos recibieron agradecidos. Se retiraron dejando indudabl
prueba de su simpatía con una gran limosna.
En noviembre del año siguiente se hallaba el Emperador de paso por Cannes. Don Luis Cartier, director de la casa de Niza, fue allí a
presentarle los saludos de don Bosco. Fue recibido con mucha afabilidad. El Emperador estrechó su mano y le preguntó inmediatamente po
don Bosco.
-"Cómo está don Bosco? "Está en Niza? Es un gran hombre... un santo... Hace mucho bien. Me gustan mucho sus obras, especialmente l
casa de Sao-Paulo, donde se hace muchísimo bien.
Don Luis Cartier se hizo intérprete de la contrariedad de don Bosco, al no poder recomendar personalmente a Su Majestad sus hijos del
Brasil y de Niza. El manifestó su pesar, ya que no podía visitar la casa de Niza, pues debía partir en seguida de Cannes. La Emperatriz le tr
también con amabilidad, manifestándole su gran veneración por don Bosco y su alta admiración por sus Obras; y le recomendó de un modo
particular que dijera a don Bosco que rezara por el Emperador y por ella.
Al día siguiente, envió don Luis Cartier a Cannes al prefecto, don César Fasani, con una carta de agradecimiento y unos regalos para
presentar al Soberano. Eran dos ejemplares de Don Bosco de D'Espiney, tres grandes fotografías del Santo y un ejemplar del opúsculo de d
Francisco Cerruti, Le idee di don Bosco sull'insegnamento. El Emperador del Brasil cultivaba mucho la literatura italiana y tenía preferenci
por las obras de Manzoni, con quien había tenido mucha amistad. Mostró su agradecimiento por todo y contemplando el retrato de don Bos
dijo:
-No me conformo con verlo en fotografía; quiero verle en persona... Sí, iré a verlo.
Así decía el día veintiséis de noviembre; dos meses más tarde don Bosco estaba a las puertas de la eternidad 1.
((224)) Hablando del desarrollo que, a pesar de todo, tenía la obra salesiana en Brasil, Uruguay, Argentina y las misiones patagónicas, do
Luis Lasagna había escrito ya el día ocho de enero a don Miguel Rúa: ""Qué quiere? Son los acontecimientos los que nos llevan; o, por me
decir, es la divina Providencia la que nos conduce y hay que seguirla". Era la misma Providencia la que había hecho crecer en torno a don
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Bosco un monseñor Cagliero, un monseñor Fagnano, un
1 Ap., Doc. núm. 50.
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monseñor Lasagna y una pléyade de espíritus activos y abiertos a las grandes iniciativas. Así debían ser los hombres que iban a la vanguard
y no cobardes ni mezquinos, sino atrevidos y de amplia visión.
Tenemos una carta de monseñor Cagliero sobre Argentina con todo un cúmulo de informaciones, que ponen al vivo el estado de las cosas
locales durante el período de los meses de verano, es decir, desde diciembre hasta marzo. Monseñor se ausentó de Patagonia el día cinco de
enero y estuvo fuera de su residencia hasta el día ocho de mayo. El día veintidós de febrero se encontraba en San Nicolás, desde donde
escribió a don Bosco.
Rvmo. y querido Padre en J. C.
Es hora de que le escriba personalmente para darle cuenta exacta de todo lo que pasa en nuestras casas en las que estuve para predicar los
santos ejercicios espirituales.
Se celebraron en Patagones, en Buenos Aires, en Colón y en San Nicolás. Contemporáneamente a los de los Salesianos, se hicieron los
ejercicios de las Hermanas, en tres sitios, y tuve tres compañeros. Cambiaba el centinela, pero era siempre el mismo cabo quien conducía,
guiaba y mandaba la patrulla.
Constituyeron para mí un trabajo notable, pero pensando en el, todavía más fuertes soportado por don Bosco en estas ocasiones y en la
necesidad de estar al corriente de todo y de todos, lo consideré de poca importancia y lo sobrellevé con facilidad.
En todas las casas he encontrado una volundad firme, resuelta y decidida de ser buenos y santos Salesianos. Se estimuló a los demasiado
lentos, se frenó a los demasiado rápidos y se sacudió a los somnolientos. Don Bosco, el Oratorio y sus primeros tiempos entraban en todas
pláticas; y lo digo francamente, aquellos afortunados recuerdos, producían mucho bien a todos, al predicador y a los oyentes, dándonos una
idea clara y una guía segura del espíritu salesiano.
En los coloquios íntimos (cuentas de conciencia) y en las conferencias particulares pude hablar, con mucho provecho, no sólo del espíritu
pobreza, sino también de la economía, tan necesaria para pagar las deudas, de las que no está libre ninguna ((225)) de nuestras casas. Del
mismo modo se ha impuesto del todo, donde era necesarios el Sistema Preventivo y el gran resorte de la dulzura y de la caridad en la
educación de nuestros alumnos.
Y la confianza, el amor fraterno, paternal y filial entre superiores e inferiores reinan en toda la línea, de modo que tuve que hacer pocos
cambios de personal o ninguno.
Se ha trabajado y se trabajará aún más en adelante por las vocaciones; pero éstas son escasas porque el terreno es estéril. Hemos impuesto
sotana a seis clérigos novicios, entre los cuales se encuentra Caprioglio, que es un veterano y bravo salesiano. Profesaron diez, unos los vot
perpetuos y otros los trienales y casi todos americanos.
Las Hermanas han tenido diez imposiciones de hábito y otras tantas profesiones, casi todas de italianas o hijas de italianos; esto es, de
familias con las que estamos más relacionados.
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En San Nicolás me ilusiona pensar que nos espera un porvenir consolador. Los numerosos cooperadores que allí tenemos tratan de
confiarnos la numerosa cantidad de muchachos y muchachas para educarlos y para, si tal fuera su vocación, consagrarlos al Señor. En estas
familias reina el primitivo espíritu cristiano y están muy encariñadas con los Salesianos. He visitado a casi todos en sus ricas chacras (granj
y he invitado a los más relevantes a una modesta comida ayer, día en el que celebrábamos la fiesta de san Francisco de Sales y la Conferenc
de los Cooperadores. Estaba entre ellos monseñor Ceccarelli, que siempre se ha mostrado muy adicto a los Salesianos y es buen amigo mío
Recibieron las sagradas órdenes del presbiterado José Solari y Giovannini en Villa Colón; Rinaldi, Patrizio O'Gradi y Guido Zaninetti en
San Nicolás, más tres minoristas; y, entre tanto, se preparan muchos otros con el estudio y la virtud para recibir la misma gracia en los años
venideros.
Estas son, veneradísimo Padre, las noticias u operaciones ad intra (de orden interior): paso ahora a comunicarle las que son ad extra (haci
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fuera). Se disiparon los siniestros nubarrones que oscurecían el horizonte patagónico. El señor Gobernador, general Winter, quiso que, con
motivo del bautizo de una hijita suya, tomaran parte en una comida familiar cuatro de nuestros sacerdotes salesianos, entre ellos don José
Fagnano contra quien especialmente se dirigía su colérica adversidad. Y la reconciliación se ha efectuado por obra y gracia de María
Auxiliadora, a quien encomendé de especial manera la Patagonia y sus intereses, apenas desembarqué en Río Negro.
Las Misiones, que estaban paralizadas desde hacía un año, reemprendieron su marcha y don Domingo Milanesio, que antes se encontraba
frenado por los soldados, ahora son ellos los que le guían y ayudan, en caso de necesidad, en sus excursiones a las Cordilleras. Y espero qu
Gobierno nos ayude, concediendo el sueldo de capellanes a varios de nosotros. Don Angel Savio percibe en Santa Cruz el sueldo de
agrimensor de cincuenta y cuatro escudos al mes. Don José María Beauvoir, el de capellán militar de sesenta y cuatro escudos mensuales. Y
yo necesito que también consigan esos recursos algunos de nosotros en Patagonia, donde tenemos grandes deudas, por las dos iglesias que
hemos construido.
((226)) En Buenos Aires hemos conseguido un intermediario para llegar hasta el Presidente; pero preveo que la política lo derribe dentro
pocos meses y que suba un presidente nuevo y mejor, mejor para nosotros. Esperamos, pues, los acontecimientos.
En cambio, en Montevideo, se desencadenó una terrible tempestad. Que Dios nos depare mejores tiempos. El Gobierno, con su President
la cabeza, se ha ganado el desprecio universal. Y todos los mejores ciudadanos se han unido a los mejores generales y capitanes del ejército
para echarlo fuera con la pólvora del cañón.
Nuestro Colegio de Paysandú está en peligro de ser convertido en cuartel general de las tropas del Gobierno, por su posición y sólida
construcción. Pero esperemos: la reclamación del Embajador italiano y los barcos acorazados que tiene a su disposición en aguas de
Montevideo lo harán desistir de tales propósitos; entre tanto, los muchachos no van a clase hasta que todo termine 1.
Ruegue, pues, carísimo don Bosco, por estos desventurados países, siempre en revolución y unos contra otros, con las armas en la mano.
Nuestra condición de extranjeros nos alivia, en estos terribles enfrentamientos; pero más aún el ser extranjeros
1 La revolución estalló el día veintiocho de marzo; duró unos días y fue ahogada en sangre.
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en esta tierra de tribulaciones y espinas. Confiamos en sus oraciones y en las de nuestros queridos hermanos y cooperadores.
Sí, rece porque lo necesitamos en estos momentos.
Desde el Brasil hasta la Tierra del Fuego le saludan sus hijos y piden por su preciosa salud. Desde los Alpes al Lilibeo sabemos que hay
hermanos nuestros que le quieren; pero no son menos que ellos los que le quieren muchísimo desde los dos grandes Océanos del Pacífico y
Atlántico, con los que no pueden compararse el Mediterráneo y el Adriático.
Reciba los saludos de todos y bendíganos en el Señor.
Al venerando Capítulo y a sus no menos venerandos sujetos (miembros), el testimonio de nuestra humilde sumisión y mi pastoral bendic
Amén.
San Nicolás, 22 de febrero de 1886.
Afectísimo hijo en J. C., JUAN, Obispo de Mágida
P.D. He recibido de Roma, junto con la facultad para autorizar los Matrimonii misti cum cautelis (matrimonios mixtos, con cautela), una
carta laudatoria del Cardenal Simeoni, respondiendo a la primera relación que envié a Propaganda. Ahora estoy preparando la segunda, que
mandaré a don Francisco Dalmazzo con un duplicado para Turín.
Preparo también una relación semejante para la Propagación de la Fe y la Santa Infancia 1.
((227)) Monseñor Cagliero, a causa de las deudas que pesaban sobre la Inspectoría Argentina, había decidido no abrir más casas, al meno
por un año; pero circunstancias providenciales le hicieron desistir de su propósito. En 1885 el Gobierno de La Plata había prometido a los
Salesianos un precioso terreno, a condición, sin embargo, de que no tendría efecto el contrato estipulado, si no se erigía allí un colegio. Los
Salesianos tenían muchos deseos de establecerse en La Plata, en razón de que la mayor parte de la población era italiana. Pero, teniendo tan
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deudas, "cómo arriesgarse a construir? Se abandonó, pues, la idea. Acudieron en seguida los protestantes, que estaban al acecho y obtuvier
las mismas facilidades gubernativas. Pero, después de edificar allí su templo y construir dos casas tuvieron que marcharse, sin que nunca se
supiera por qué. Enconces el canónigo Carranza, párroco en la ciudad, adquirió los edificios y el terreno y después, con apremiantes
recomendaciones del Arzobispo y de otras personalidades influyentes, se presentó a los Salesianos y se los ofreció. Después de lo acaecido
consideró que no se podía rechazar. Así comenzó
1 Pueden servir, de complemento a estas noticias, las que su secretario don Antonio Riccardi, envió a don Bosco el doce de marzo (Ap.,
Doc. núm. 51).
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una obra, que floreció muy en breve y está todavía floreciente 1.
Hay una segunda relación de monseñor Cagliero con tanta abundancia de detalles, que, aunque un poco larga, viene muy a propósito en e
sitio:
Muy querido Padre don Bosco:
Estoy en vísperas de volver a mi querida Patagonia. He debido emplear dos meses predicando los santos ejercicios espirituales en nuestra
diversas casas, y he disfrutado un mes aquí en Buenos Aires. Era necesario este pequeño descanso para visitar y recibir visitas, entablar
nuevas relaciones y buscar dinero.
A través del Capellán mayor del Ejército, he podido relacionarme con el Ministro de la Guerra, que se mostró muy a favor de nuestras
Misiones, en lo tocante al bien de los soldados que están de guarnición a lo largo del Río Negro. He podido obtener de él ocho pasajes grat
de Buenos Aires a Patagones. Esto me ahorró ((228)) quinientos escudos; y, como solemos decir nosotros, lo que mucho vale mucho cuesta
a caballo regalado no le mires el diente.
Mientras tanto, los trescientos escudos mensuales que el Gobierno nos entregaba para nuestras Misiones, hace dos años que nos los
suspendieron y nosotros tiramos adelante como Dios nos da a entender. Entre limosnas para misas y otros donativos he podido juntar mil
escudos. Poca cosa, teniendo en cuenta el poco valor del dinero en estas regiones.
En las visitas a los colegios he preparado el ambiente para una especie de pequeños cooperadores salesianos (para que no se confunda est
obra con la de la Santa Infancia) y espero que produzca algunos miles de escudos al año, mas sin hacer mucha publicidad.
He entregado al Arzobispo una relación de nuestras misiones durante el año 1885 para que la transmita, como era costumbre años pasado
al Gobierno, el cual nos dará o no nos dará alguna subvención.
También he pedido ayuda a algunas sociedades de beneficencia y me han prometido hacer algo.
Se dice que lobo hambriento no tiene asiento; y eso me ha pasado a mí; me han obligado a ello las deudas contraídas con el Banco para
levantar las dos iglesias que sabe.
Paso ahora a darle noticias sobre los créditos que tenemos con el Padre Eterno, si quiere dedicarnos parte de su bondad y de su infinita
misericordia.
Don Angel Savio y don José María Beauvoir, junto con un coadjutor (Fossati) se han establecido a orillas del río Santa Cruz, a cinco días
navegación de nosotros. Están en muy buenas relaciones con el Gobernador, con quien he hablado antes de que saliera para aquellas tierras
es probable que se trasladen más allá, hasta el Cabo de las Vírgenes, donde, como habrá sabido por los periódicos, se dice que hay un
riachuelo que, en vez de arena, lleva al mar ípepitas de oro! Y mientras nosotros bromeamos con esta nueva California, los ingleses trabaja
en serio a más no poder, para dar con su Dios que no es el nuestro.
Don Domingo Milanesio y don Bartolomé Panaro, con un catequista y un mozo
1 En julio don Santiago Costamagna envió a don Miguel Rúa una interesante relación sobre esta casa (Ap., Doc. núm. 52).
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de mulas, están de misión desde el mes de diciembre y, por una carta suya que he recibido, deduzco que, a finales de abril, dejarán la
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Cordillera cubierta de nieve y se vendrán a Patagones, donde haremos una relación de sus excursiones. Estos esforzados Salesianos han
recorrido la friolera de trescientas leguas en la ida y superando, con ayuda de la divina Providencia, un gran peligro, porque el pobre don
Domingo Milanesio, víctima del solazo, cayó enfermo con diarrea, en medio del desierto. A más de cuarenta leguas de todo ser viviente y s
provisiones, quedáronse sin alimento. Entonces el arriero de los caballos se echó a correr por aquellos alrededores en busca de caza y encon
una vaca perdida por el desierto; diole alcance y tuvieron con qué comer durante los ocho días, que fueron necesarios para que el pobre don
Domingo Milanesio pudiese proseguir el viaje a caballo.
((229)) En las faldas de la Cordillera sucedió que un caballo, como a menudo acontece, se encabritó, dejó caer la carga y se rompió la pie
del ara del altar. De acuerdo con las facultades concedidas por la Santa Sede, habría podido continuar celebrando con el ara rota, y hasta sin
ella; pero prefirió atravesar a caballo toda la cadena de montañas y pasar a Chile él solo. Empleó dos días, a través de los desfiladeros de
aquellas rocas y llegó a la primera población con vistas al Pacífico, llamada Los Angeles.
Fue bien recibido por los Padres Franciscanos que hasta le prestaron ayuda económica.
Ellos conocen por la fama a don Bosco y a los Salesianos y están deseosos de vernos por aquellas tierras. En un segundo viaje, o mejor, e
un segundo atravesar los Andes a caballo y descabalgado, llegó a Chillán y a Concepción junto a la playa del mar. Allí fue recibido con
indecible júbilo por el Vicario Capitular, don Domingo Cruz, y por su secretario, y le enseñaron la casa que están edificando para nosotros.
Desde allí se enviaría a los Salesianos por la inmensa región de los Araucanos, faltos todavía de sacerdotes y en extrema necesidad de auxi
espirituales.
Querido don Bosco, tenemos las casas con muy poco personal y si, como desea su paternidad y lo deseo yo y lo deseamos todos, nos vam
a establecer en Chile, prepare una buena caravana de Misioneros y mándemela a Patagonia. Desde aquí hemos encontrado el paso que, en u
"paseo" a caballo de mil quinientos kilómetros, nos lleva a la Cordillera y, con otros doscientos kilómetros por caminos de cabras, nos deja
terreno chileno.
La mies recogida en esta Misión por nuestros esforzados Misioneros fue de doscientas comuniones, veinticinco o treinta matrimonios y
cerca de ochocientos bautizos; seiscientos de los cuales son de indios. Los misioneros están bien de salud, a pesar de las incomodidades, la
fatigas y la vida arrastrada que les toca llevar por las inmensas soledades, transitadas por indios araucanos que han pasado al territorio
argentino.
Cuando yo llegue a Patagones, sabré si emprenderán el camino de regreso, o si piensan quedarse a mitad de camino, donde se han puesto
acuerdo con el Cacique Namuncurá y con Sayuheque para instruir a sus dos tribus (unos dos mil quinientos) en nuestra Santa Religión y
bautizarlos. Veremos si llegan a tiempo, porque el Ministro de la Guerra me dijo que quisiera hacerlos ir a Buenos Aires. La razón está en
como no han sido preparados con tiempo para los trabajos agrícolas y ellos prefieren el ocio al trabajo, teme que se subleven. Por tanto, va
ser de ellos lo que disponga la divina Providencia.
Como ya le habrán escrito, son nueve los sacerdotes Salesianos que se ordenaron extra tempora. Y como si fueran guindas o miel se los
repartieron las diversas casas,
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que aún siguen lamentándose de que son muy pocos. Pero no será siempre así, porque, teniendo en casa la fábrica y los fabricantes, se hará
con más frecuencia.
Pero usted, amadísimo don Bosco, debe mandarme desde San Benigno la tela, tela buena y de larga duración. San José nos ha regalado u
nueva casa unos días antes de su fiesta, ((230)) en la moderna y hermosa ciudad de La Plata.
No queríamos, no podíamos aceptarla y con todo nos cayó sobre las espaldas, porque así lo quisieron el Arzobispo, el Vicario Foráneo y
multitud de italianos, que viven allí sin ningún socorro espiritual ni instrucción religiosa. El terreno, la casa de madera y la acogedora igles
(de este mismo mármol suave) que ha llegado de Suiza, nos la da el Gobierno de la Provincia. Y, aunque nosotros habíamos hecho el
propósito de no abrir más casas en Argentina y dirigíamos nuestra mirada a Chile, aquí nos tiene asentados ahora víctimas de la educación
recibida de no decir jamás que no, cuando otros quieren que digamos sí. Pero, si don Celestino Durando se mantiene firme, ciertamente no
abriremos ninguna más por estas tierras, no; íde veras, de veras! íSerá verdad! Así lo espero y es mi deseo.
En todas las otras casas se goza de buena salud y hay gran voluntad de trabajo y de hacerse santos 1.
Ayúdenos su Paternidad con sus santas oraciones y reciba toda la felicidad y la bendición de su afectísimo hijo.
Buenos Aires, 10 de abril de 1886.
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JUAN, Obispo de Mágida
Precisamente mientras llevaban esta carta al correo, anunciaron por teléfono a Monseñor que el presidente de la República, Roca, a quien
había pedido audiencia, lo recibiría con mucho gusto. Sin pérdida de tiempo, fue el Vicario Apostólico aquella misma tarde a casa del
General. Le acompañaba don Santiago Costamagna. Era su finalidad agradecerle la recomendación del año anterior para el Gobernador de
Negro. Después del saludo y las palabras de agradecimiento, el General Roca, con aspereza militar, puso ex abrupto sobre el tapete la cuest
jurisdiccional.
-Usted es Obispo, le dijo, y no es argentino. No puede ejercer en
1 Como comentario de estas palabras sirva la siguiente estadística enviada por don Santiago Costamagna a don Miguel Rúa (12 de abril):
"Hay sesenta alumnas internas y cien externas en el Colegio de las Hijas de María Auxiliadora, frente al nuestro. Hay trescientos treinta y
cinco muchachos en San Carlos, doscientos cincuenta de los cuales son internos y los otros mediopensionistas y externos. Hay doscientas
cincuenta muchachas en La Boca; ciento en San Isidro, ciento en Morón; hay ciento cincuenta muchachos en La Boca y cien en Santa
Catalina. Todos asisten a clase. Además, están los de los oratorios... íQué felicidad! íY nosotros chupados y secos... y cargados de deudas!
otra parte, hay que pensar en la casa de La Plata (aceptada por Monseñor, obligado por San José). Pero no hay personal; Ubi non ce n'é, qu
conturbas me? (donde no hay con qué; "por qué me inquietas?). Encomiéndenos al Señor para que mantengamos derecho el timón y...
ítrabajar sólo por Dios o a morir todos hoy mismo! Bese la mano a nuestro Papá".
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la República. El Papa no tiene aquí derecho a arbitrar sin permiso del Gobierno.
((231)) Monseñor esquivó con habilidad el golpe, respondiendo que no tenía jurisdicción ordinaria y que sólo era obispo misionero,
visitador de las casas salesianas, especialmente las de Patagonia; y que, en las cuestiones que pudieran interesar al Gobierno, él se dirigíria
autoridad del Arzobispo de Buenos Aires.
La evasiva respuesta valió por toda una explicación y el Presidente quedó satisfecho. Siguió después exponiendo los progresos hechos en
Misión, las escuelas creadas y las dos iglesias construidas, las últimas expediciones realizadas por Monseñor y por los misioneros Salesian
las muchas conversiones, los millares de bautismos administrados desde su llegada a indios adultos y a niños. Se habló sobre todo de las
muchas deudas contraídas para construir las dos iglesias, las casas y escuelas en Patagonia. Diole el Obispo las gracias por los ochocientos
escudos que le había enviado por medio del Arzobispo, rogóle que no olvidara las misiones y que ayudara siembre a los misioneros. Prome
él que así lo haría. Quiso después que le informara sobre la Congregación Salesiana y su organización frente a las leyes y alabó la sabiduría
don Bosco.
Monseñor encontró la manera de lamentar la ruptura que se había producido entre la República y la Santa Sede.
-No existe ruptura alguna, rebatió el Presidente; es solamente una cuestión personal con monseñor Matera. Es mi intención reanudar cuan
antes las relaciones. Más aún, haga uso de cuanto le digo; puede dar a conocer estas mis disposiciones, oficiosamente se entiende, al
Secretario de Estado y al Papa.
Monseñor Matera, arzobispo de Irenópolis, Delegado Apostólico y enviado extraordinario para Argentina, Uruguay y Paraguay, con quie
monseñor Cagliero, como ya vimos, se encontró el año 1885 en Montevideo, como no gozaba de la confianza del Gobierno argentino, se
había visto obligado a salir del territorio de la República, sin previo acuerdo con la Santa Sede; por eso la ruptura con Roma. Puesta ahora
cuestión en los términos expresados por el Presidente, se simplificaba mucho; así que no fue difícil llegar a una solución. ((232)) Aquella
conversación señaló el punto de partida para reanudar las relaciones diplomáticas, puesto que Monseñor envió una relación del asunto al
Procurador general don Francisco Dalmazzo, para que informara del mismo al cardenal Ludovico Jacobini, secretario de Estado.
Monseñor Cagliero supo ganar para su causa a las más altas autoridades
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gubernativas, lo que le valió para consolidar la propia autoridad en su sede de Patagones, como se vio a su regreso, después de la larga
ausencia. A su llegada, no solamente acudieron a recibirle los Salesianos y las Hermanas con los alumnos de ambas partes del Río Negro; s
que llenaba la playa un pueblo variado y numeroso: señores y señoras, marineros y militares, indios y gauchos lo aguardaban con verdadero
entusiasmo. Las principales autoridades subieron a bordo para saludarle. El Gobernador, enfermo desde hacía algunos días, aunque era
anticlerical y personalmente hostil, no pudo excusarse de enviar en seguida un oficial superior para que lo representase, manifestando su
satisfacción por la llegada de Monseñor.
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Todo esto colmó de alegría al Vicario Apostólico, persuadido de que aquel gran cambio de ánimos, en el centro del Vicariato, le allanaría
camino para un ejercicio más fructuoso en su ministerio. Es cierto que su manera de obrar contribuía a conquistarse la estima y confianza. "
persona, escribía don Angel Piccono 1, difunde a su alrededor serenidad y alegría; en su actuación van unidas la sencillez y la prudencia, la
dulzura y la energía de un verdadero primogénito de don Bosco". Apenas desembarcó, se dirigió a la iglesia, donde, hecha una breve oració
agradeció a todos el espléndido recibimiento que le habían tributado. Pero aquel agradecimiento colectivo no era suficiente; la cortesía ped
que fuera visitando a las personas de mayor relieve, lo cual le dio ocasión para conocer de cerca a las familias principales, tan necesitadas d
instrucción religiosa.
Por aquellas remotas latitudes, no se enfriaba en los corazones el cariñoso recuerdo de don Bosco con la inmensa distancia, ni con las fat
agotadoras. ((233)) Hablaban de él entre ellos; hablaban de él a los niños; no había fecha memorable que pasara inadvertida. Así, el día
diecinueve de mayo, los alumnos del colegio de Patagones le escribieron cada uno su cartita, para el próximo día onomástico.
"Simpatiquísima, dice don Carlos Viglietti en su diario, resultó la del amable muchacho Luis Villanueva, aprendiz indio de pura raza, que
llevaba ya dos años en el colegio". Cuánto gozó don Bosco al leer aquellas cartas, pueden todos imaginarlo 2.
Se conservan, sin embargo, muchas cartas escritas en idéntica circunstancia por los mismos Salesianos. Pedimos perdón a los lectores, si
nuevo buscamos en ellas los sentimientos que los antiguos Salesianos
1 Carta a don Juan Bautista Lemoyne, Carmen de Patagones, 14 de mayo de 1886.
2 No hemos podido encontrar la carta de aquel indio; solamente otras dos (Ap., Doc. núm. 53 A-B).
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nutrían por don Bosco. Nos parece que la figura de nuestro Santo recibe un relieve especial, al ver el vivo afecto que suscitaba en los suyos
cuánto les confortaba en sus trabajos y cómo estimulaba a todos a bien obrar aquella disposición de ánimo. Sin duda, don Bosco poseyó en
grado sobrehumano el don de hacerse amar, con aquel amor sincero, constante y operativo que es el amor filial.
Comencemos nuestra revisión por Uruguay. El clérigo Grando le abría así su corazón, desde Paysandú: "Le aseguro, amado Padre de mi
alma, que sólo con mi vida cesará en mí la oración inspirada en el agradecimiento hacia aquel que, para darme la vida, me apartó del peligr
de perderla. Le aseguro, además, que nuestras santas Reglas y sus santos avisos, que conservo escritos en una estampa de María Auxiliador
que usted me dio con su firma, serán la norma de mi conducta. Veo que hasta ahora, solamente obrando así, encuentro la tranquilidad, sin
experimentar melancolía o mal humor nada más que cuando me aparto de esa norma". El clérigo Soldano desahogaba así sus sentimientos,
desde el mismo colegio: "Es ésta una ocasión más que se me presenta para manifestarle mis sentimientos ((234)) de gratitud, de fidelidad, d
amor; es ésta una nueva ocasión que nos concede el Señor para honrar, por cuanto sea posible en esta mísera tierra, su mérito, sus heroicas
virtudes; es ésta una nueva ocasión que se nos presenta para honrar a quien lo merece por encima de todo (...). Os doy gracias, gracias
infinitas, Dios mío, porque me disteis tal Padre. Sí, muy amado don Bosco, usted es mi Padre, porque me dio la vida, no la material, sino la
moral y espiritual. Usted es el más insigne bienhechor, que pueda haber en la tierra (...). Usted es, después de Jesús, mi Salvador (...). Usted
mi Maestro, que me predica con la palabra y me mueve con el ejemplo".
Desde el colegio Pío de Villa Colón escribe humilde y sencillamente don Pedro Rota: "El último, entre tantos hijos, me presento también
y quiero unir mi Viva don Bosco a los millares de vítores que se oirán estos días dentro de los muros del Oratorio. Quizás no llegue el mío
hasta allá, pero su delicado corazón lo oirá igualmente, porque brota precisamente de un corazón que le ama con amor filial".
Desde Villa Colón don Luis Calcagno, que siente cómo va perdiendo la vida con su mala salud, se consuela con el pensamiento de una v
mejor siempre con don Bosco. "Temo, dice, que no le llegue mi carta en su día onomástico. Pero procuraré acompañar, con todos los afect
de mi corazón, las expresiones de amor y de reverencia que, en ese día, le dedicarán mis queridos hermanos del Oratorio (... ).
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Querido padre, acuérdese de este su pobre hijito de América, que no volverá a verle más en esta tierra. Ruegue mucho por mí, a fin de que
día, después de haber practicado con todas mis fuerzas las Reglas salesianas, pueda arrojarme a sus pies allá arriba en el paraíso".
Desde allí también dos hijos americanos, los clérigos Echeverry y Canessa, empleando ambos su propia lengua, se lamentan de no haberl
visto nunca y dicen que le conocen a través de las narraciones de los Superiores y se encomiendan a sus oraciones.
Y, bajando después a Buenos Aires, he aquí a don Víctor Durando, director de la reciente casa de Santa Catalina, que une a los filiales
augurios ((235)) para su "querido Padre don Bosco" una bonita relación sobre la marcha del nuevo colegio; he aquí a don Santiago
Costamagna que, en una carta firmada por todos los Hermanos, dice enfáticamente en nombre de todos: "íOh, don Bosco, nuestro queridísi
don Bosco! Todos los hermanos de las casas de San Carlos, de la Misericordia, de La Boca, de Santa Catalina y de La Plata, que conocemo
cada día mejor el gran favor que Dios nos hizo cuando nos dio a don Bosco por Padre, locos de alegría, porque también este año vemos lleg
el espléndido día onomástico del queridísimo Papá, enviamos un Viva don Bosco, al unísono, que traspase el Océano y llegue al patio de e
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feliz Oratorio para alegrar el más hermoso día del Padre de la juventud de dos mundos; deseamos que nuestro bendito Patriarca se convenz
cada día más de lo muchísimo que le quieren todos sus hijos de la Inspectoría Argentina y que pretenden sin excepción ser todos hijos dign
de un Padre tan grande".
Dos hijos enamorados manifiestan desde San Nicolás su afecto en largas cartas, narrando entusiasmados los episodios de bien en que han
participado. Don Evasio Rabagliati, que será el primer Inspector Salesiano en Colombia, confiesa: "Ya sea que la obediencia me mantenga
aquí o me envíe a otra parte, llevaré conmigo la imagen del queridísimo Padre don Bosco y ella me servirá de estímulo para trabajar sin
descanso en el campo que la obediencia me señale, a fin de mostrarme digno hijo de un Padre tan grande y asegurarme un puesto a su lado
el paraíso. íQue hermoso día será aquel, mi carísimo Padre!".
El colegio de San Nicolás tenía muchos alumnos irlandeses, procedentes de una poblada colonia de aquella nación, que se encontraba mu
cerca. Eran atendidos, lo mismo dentro que fuera, por don Evasio Rabagliati, que hablaba un poco de inglés y, especialmente, por don Patr
O'Grady, que fue al Oratorio desde Irlanda. Escribía éste a don Bosco en francés: "Su fiesta, queridísimo Padre, tan hermosa y
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tan querida, aunque yo no haya tenido la fortuna de asistir a ella más que una sola vez, dejó en mi corazón una deliciosa y verdadera
impresión y todavía ((236)) ahora, sólo al pensar en ella, me hace saltar de alegría (...). Si usted, querido Padre, aprecia a estos buenos
irlandeses, también ellos le aprecian a usted. Muchos de ellos conocen ya el amor que tiene a las almas y sus muchas obras santas; le admir
le bendicen y los que supieron que yo le iba a escribir para enviarle mis felicitaciones con motivo de su fiesta, se unen de todo corazón a m
para hacer otro tanto".
Y ahora volvamos a Patagonia, de donde habíamos partido. El Secretario de Monseñor, pensando en la fiesta de san Juan, quería enviar u
regalo a don Bosco, si no para el día onomástico, al menos para el día del cumpleaños. Manifestó su idea a don José Lazzero. Había, entre
muchachos aprendices de Patagones, un indio, zapatero, de quince años, capaz de hacer un buen trabajo. Pedía, por consiguiente, don Anto
Riccardi las medidas para hacer un par de zapatos y enviarlos a don Bosco, el cual recibiría con mucho gusto un regalo semejante del prime
indio aceptado en Patagonia por sus hijos. Pero él también escribió directamente una larga carta a don Bosco, el día cinco de junio, diciénd
con todo cariño: "Sepa que todos nosotros le queremos muchísimo en el Señor y, en todas nuestras acciones, lo mismo religiosas que
profanas, siempre y en todas partes, tenemos presente en la mente, y más en el corazón, la amada persona de nuestro queridísimo Padre. íQ
gran fiesta haremos también nosotros el próximo día veinticuatro! Ese día nuestro espíritu estará ahí en el Oratorio, rondando en torno a es
habitación que guarda a nuestro tesoro, a nuestro padre. íTodavía seremos más atrevidos! Nos acercaremos a usted espiritualmente,
queridísimo Padre, y le diremos: -íPadre, don Bosco! íCuánto te quieren tus hijos de Patagonia! Bendícelos. Y usted nos bendecirá de cora
y nosotros volveremos con nuevo aliento y más vivo ardor a nuestros trabajos en favor de estos queridos muchachos que son también sus
hijos, queridísimo don Bosco".
Finalmente, también Monseñor manifestó sus propios sentimientos, a don José Lazzero, primero, y, después, a don Bosco. A don José
Lazzero le decía el día veintiséis de mayo: "Con la presente te envío todo un mundo de augurios para ((237)) nuestro querido don Bosco, a
quien saludamos muy cariñosamente, muy cordialmente y del modo más inexplicable que se pueda imagina. Dominus custodiat eum et
vivificet eum et beatum faciat eum in terra. Amen, amen, amen". A don Bosco le había presentado con los augurios un bonito regalo, al
ofrecerle el
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resumen de todo lo hecho durante un año por sus hijos en el nuevo campo evangélico de Patagonia, que era: mil trescientos bautismos de
indios y de indígenas en el Río Negro, mil comuniones de neófitos, tres mil comuniones de personas devotas, doscientas comuniones
mensuales de los muchachos y de las muchachas, alumnos de las escuelas. "Son, explicaba él, los frutos recogidos, desde mi llegada, hasta
ahora en este aridísimo desierto. Formando con ellos una corona de preciosísimos lirios, entrelazada con olorosas flores y adornada con
riquísimos brillantes, la coloco sobre su cabeza diciendo: "Gloria de los hijos son sus padres. Gloria filiorum pater eorum 1 ".
No podemos dejar de recoger la voz que parte de Santa Cruz. Dada la lejanía y las pocas comunicaciones marítimas con otras partes del
continente sudamericano, don José María Beauvoir, había pensado ya escribirle el veintiocho de abril. Escogemos unas pocas frases que
vienen al caso de su extensa exposición. "Este último, inútil, por no decir molesto entre sus hijos, no se olvida jamás de su Padre, por muy
lejos de él que transcurran los días de su vida y por lejanas que se encuentren las regiones que le separan del objeto de su más vivo afecto.
para mí una gran satisfacción pensar que don Bosco se acuerda de mí, pero no lo es todo. Al meditar a veces en los años de mi juventud,
pasados a su lado, una lágrima resbala por mis mejillas. "Y por qué no poder verle otra vez, hablarle, besar la mano que tantas veces me
bendijo? Ojalá pueda gozar todavía de su amable presencia un breve momento, ver una sola vez su rostro sonriente, alegrarme con su mirad
expresiva y amable, y después morir contento en el voluntario, lejano ((238)) y desierto destierro. Sí, lo espero, el Señor me concederá toda
esta deseada fortuna". Don Bosco le respondió. En efecto el día siete de septiembre don José María Beauvoir escribió a don Miguel Rúa:
"Tuve una alegría inefable al recibir la carta de nuestro venerando y queridísimo padre don Bosco. Al leerla, regresé con el espíritu a aquel
tiempos y a aquellos felices lugares en los que pasé los hermosos días de mi niñez y de mi juventud".
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"Quién no ve la potencia de aquella poderosa palanca en las manos expertas de don Bosco en un cariño tan profundo y tenaz como el de
aquellos primeros salesianos a su persona?
En la carta de don José María Beauvoir había, además, una noticia menos grata. Un pobre coadjutor daba indicios de perdición. Don Bos
ordenó que se escribiera inmediatamente para que aquel coadjutor
1 Prov., XVII, 6.
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fuese enviado a Europa. Se le hizo notar la esperanza que se tenía de su enmienda y la cuantía de los gastos del viaje.
-No importa, exclamó muy dolorido el Santo. Cueste lo que cueste, que lo manden en seguida. Es una alma que se pierde y hay que salva
Por desgracia ya era tarde. El pobre desgraciado tuvo, poco después, en Santa Cruz una muerte muy infeliz.
Monseñor Cagliero había compilado una relación general sobre el estado de la Misión en Patagonia, enviando tres copias, una para el Pad
Santo a presentar por medio del Cardenal Protector 1, otra para Propaganda ((239)) Fide 2 y la tercera para la Obra de Propagación de la Fe
su secretario hizo un resumen, que fue enviado a don Bosco 3.
Para tener una idea completa en torno a este primer período de la actividad misionera salesiana bajo la iluminada guía de monseñor
Cagliero, nos parece bien presentar todavía una carta suya, rica en importantes noticias y llena de vida.
Rvmo. y amadísimo Padre:
He tardado algo en escribirle porque esperaba la llegada de nuestros misioneros que, desde hace siete meses, se encontraban en la faldas d
las Cordilleras.
Ya han llegado felizmente, asistidos providencialmente por el Señor y bendecidos por El en sus excursiones apostólicas.
Nuestro don Domingo Milanesio es una verdadera suerte para todos los habitantes del Rio Negro: acompañado de nuestro valiente don
Bartolome Panaro, del coadjutor
1 El cardenal Parocchi le respondió así:
Ilustrísimo y Reverendísimo Monseñor:
Haciéndome cargo de los muchos deseos de V. S. Rvma., cumplí solícitamente el agradable encargo de presentar al Padre Santo los felic
progresos de esas misiones de los buenos Salesianos. El corazón del Sumo Pontífice se conmovió visiblemente y tuvo palabras de elogio pa
V. S. Rvma. y todos los que con celo verdaderamente apostólico le ayudan a propagar el reino de Jesucristo, mientras les impartía la
implorada bendición.
Yo, por mi parte, al comunicarle los sentimientos del Soberano Pontífice, me congratulo con V. S. por todo lo realizado y, dispuesto a
cuanto se pueda esperar de mi cargo de Protector, auguro a esas misiones un siempre mayor incremento, mientras, con profunda y afectuos
estima, beso reverentemente las manos de V. S. Rvma.
Roma 23 de agosto de 1886.
Muy atento y s. s. en J. C., L. M. Card. Vic.
Protector de los Salesianos
2 Por vez primera rellenó el módulo que había recibido de Propaganda (Ap., Doc. núm. 54).
3 Ap., Doc. núm. 55.
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catequista Forcina y de dos hombres para los caballos, han recorrido la inmensa distancia de quinientas cincuenta y cinco leguas, o sea, dos
mil quinientos kilómetros. Ha cruzado los Andes dos veces, a lomo de los mulos; llegó a las llanuras de Chile y tocó Antuco, Angeles,
Concepción y Chillán donde recogió limosnas y otras ayudas para la misión de Malbarco, que se encuentra en la vertiente oriental de los
montes en donde nace el Río Neuquén, afluente del Río Negro.
Dieron la misión en treinta estaciones o centros de población más o menos numerosa. Bautizaron a mil ciento diecisiete entre indígenas e
hijos de familias cristianas, bendijeron sesenta matrimonios y prepararon para la primera comunión a mil ochocientos treinta y seis neófitos
Con esta misión queda explorado todo el valle del Río Negro hasta los afluentes Limay y Neuquén y toda la parte derecha e izquierda del
Neuquén con sus diez o doce afluentes, hasta los confines de Chile y de la provincia de Mendoza. Por tanto, la parte de Patagonia
septentrional más importante y más poblada queda ya conocida, visitada y se puede decir que catequizada, si se exceptúan cuatro o cinco
tribus, cuyos Caciques se han declarado dispuestos a su conversión 1.
Estamos preparando un mapa etnográfico de la zona comprendida entre el Río Negro y el Río Colorado, señalando las estaciones y centro
de ((240)) población, colonias y tribus, anotando la distancia de una estación a otra, señalando los ríos principales y los lugares por donde s
puede pasar a nado con caballos e indicando los valles y montes más importantes 2. Desde aquí se enviará un borrador, lo más completo qu
se pueda y ya ahí nuestro geógrafo turinés hará correr las aguas por los ríos, brotar las plantas en los montes, crecer la hierba en los prados
poblados de caballos, ovejas, vacas, guanacos, avestruces e infinitos seres carnívoros y herbívoros.
También envío a Su Paternidad un plano detallado de los lugares por donde pasaron nuestros misioneros, con su nombre y una detalladís
estadística de los bautismos, comuniones y matrimonios celebrados.
Aquí, en Patagones y en Viedma, seguimos cultivando con fruto las tiernas plantitas que crecen vigorosas y cargadas de flores y frutos.
Hemos hecho una predicación extraordinaria para el santo Jubileo 3, aprovechando la novena de la Virgen del Carmen, patrona del Puebl
y predicando tres veces al día. Hubo muchas comuniones de las señoras y de todos los muchachos y muchachas de nuestros colegios... pero
los hombres... ícero!
Mucho espero de la Asociación del Apostolado de la oración, inaugurada con éxito y formada por quince celadoras de las principales
señoras del país, las cuales han hecho prodigios para atraer a todas las madres de familia, y lo han conseguido.
Así, mediante la devoción, el amor y el apoyo del Sagrado Corazón de Jesús, he podido obtener que muchas familias cumpliesen con el
precepto pascual y se uniformase
1 Toda esta misión narrada y descrita por don Domingo Milanesio puede leerse en el Boletín de diciembre de 1886. La visita que hizo a
Monseñor el hijo de Sayuhueque y que narra don Angel Piccono es un documento sobre las buenas disposiciones de los Caciques. (Ap., Do
núm. 56).
2 En este trabajo actuó principalmente don Alejandro Stefenelli, con la colaboración de don Domingo Milanesio y don Angel Savio y baj
la supervisión de Monseñor. Fue enviado a don Bosco el día veinte de agosto. No se trató de hacer un trabajo científico, sino una guía para
uso y utilidad de los misioneros y para dar una idea de las Misiones a los que se encontraban lejos. No hemos podido encontrarlo.
3 León XIII había promulgado un Jubileo extraordinario para el año 1886.
al espíritu cristiano. Naturalmente este movimiento de piedad y devoción suscitó indignación en los malos, los cuales ya chillan con rabia
satánica. Pero nosotros callados, tranquilos y prudentes, vamos adelante, esperando que algún santo nos ayude a conquistar también a los
hombres, esclavos unos del respeto humano, otros de los intereses y los demás de las pasiones.
Hace un mes que está con nosotros don Angel Savio, el cual nos da muchas y buenas noticias de su misión por la Patagonia central y
meridional. Se ha enterado por los indios tehuelches que existen muchas tolderías, diseminadas por la inmensa llanura de desierto central y
lo largo de las orillas de los ríos. En cuanto pase el invierno, volverá a Santa Cruz e intentará realizar una importante excursión por aquello
contornos. En esta excursión lo acompañarán algunos indios tehuelches, que él ha catequizado y bautizado, uno de los cuales es el que apar
en la fotografía de aquí, de Patagones, y que su paternidad puede ver a la izquierda del barbudo misionero.
((241)) Don José María Beauvoir atiende a la misión con Fossati, hasta que llegue don Angel Savio.
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Don José Fagnano hace algún tiempo que está en Buenos Aires buscando dinero del gobierno y de los particulares, pero, según me escrib
con poca fortuna: y es una cuestión capital porque no puede partir para su prefectura hasta que no haya satisfecho al banco los préstamos
hechos para levantar la iglesia.
Las casas de San Carlos, Colón y Paysandú están también muy cargadas de deudas por las construcciones efectuadas y no pueden, a pesa
de sus buenos deseos, ayudarnos los pobres habitantes del desierto. Y lo que más me apena es que nuestros sudores apenas llegan para pag
los intereses de las deudas.
Estoy acosado por las cartas que me llegan de Chile: de Santiago, de Valparaíso, de Talca y de Concepción y respondo con buenas prome
y diciéndoles que tengan paciencia. Pero, con el personal que tengo, no puedo apenas dar un paso más y sólo don Evasio Rabagliati, que aú
me lo disputa el colegio de San Nicolás, me podrá ser útil para empezar alguna cosa en Chile.
Muy pronto deberé pensar en establecer al menos dos centros a lo largo del Río Negro; pero, sin personal y sin medios, no puedo lanzarm
tal empresa y espero una oportunidad. Mientras tanto, preparo una extensa relación para enviarla a Propaganda y una carta para Lyon y Par
íAy, si nos llovieran luises de oro!
Nos hemos enterado de su viaje a Barcelona y de que commota fuit tota civitas (se conmovió toda la ciudad). Y más aún, que le fueron
ofrecidos omnia regna mundi (todos los reinos del mundo) y que su Paternidad los aceptó todos juntos con el mismo monte Tibi dabo, para
ofrecerlos a su verdadero dueño, el Señor.
Con este viaje, habrá contentado a los catalanes, pero no a los andaluces, que quedaron desilusionados y menos a los americanos los cual
hubieran querido inventar un ferrocarril aéreo para tener el honor de una visita suya.
Con las autoridades civiles y militares vamos siempre bien, porque siempre llevo puestos los guantes en las manos. Pero no me fío de ello
ni confío en ellos. El pobre don Domingo Milanesio no hizo más que llegar de su penosísima misión y el General le hizo secuestrar todos l
caballos, so pretexto de que eran del Gobierno. El probó, con documentos claros y escritos, que eran suyos, esto es, de la misión. No valió
para nada. Acudí yo inmediatamente, fui a visitarle y en seguida echó la culpa a los vigilantes, que habían corrido demasiado. Aparenté
creerle, aunque en Viedma no se mueve una hoja sin que él lo quiera, y añadió que ya había dado orden de que fueran
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restituidos nuestros caballos. Estaba conmigo don Angel Piccono, y, mientras nos hizo servir el té, le recordaba yo la protección que Inglat
prestó a los misioneros y otras cositas del caso que él ha comprendido bien. Pero son militares y eso basta. Ya hace seis años que los
Salesianos tomaron posesión de Patagonia y fueron seis años de lucha, de calumnias y de victorias conseguidas, mas a costa de disgustos y
sacrificios. ((242)) Pero, de no haber sido así, tampoco nuestra vida sería la de los misioneros. En cuanto a mí, estoy, después de la visita a
Presidente, lleno de temores y de esperanzas y Aquel, que me ha mandado aquí, ya pensará en sostenerme. Con la llegada del nuevo
Presidente vendrán desdichas sobre desdichas para la Iglesia, en este desgraciado país.
Yo, sin embargo, tengo la palabra del presidente Roca. Pero como le falta una c para ser rocca (es la forma italiana para indicar roca o pie
dura) nada espero de él. Y vamos adelante a merced de Dios. Y si no me estorban, continúa el milagro, como dicen los buenos argentinos.
Pero íay! si hablo de Vicariato o de Vicario: me "premiarían" inmediatamente con el destierro. Por esto, soy siempre el obispo Salesiano y
Misionero apostólico, es decir, un misterio que ellos no comprenden y que no conviene explicar a ninguno. Vamos así adelante y, mientras
tanto, se hace el bien en las barbas de gualicho, como dicen los indios.
Necesito, por tanto, oraciones y, como es su Paternidad quien me metió en el baile, enséñeme a bailar porque yo ísólo sé tocar la música!
Entre los hermanos sacerdotes, clérigos y coadjutores hay mucho esmero por observar las santas Reglas y progresar en las virtudes propias
un salesiano. Cada jueves nos reunimos las dos casas para una Conferencia en la que se trata un punto de casuística moral, de ascética o de
disciplina para la buena marcha de nuestra misión.
Se atienden mucho los oratorios festivos de los muchachos y de las niñas, y, de algún tiempo a esta parte, son muy frecuentados. Estamos
también recogiendo las espigas perdidas, esto es, a los jóvenes y adultos indios e indias repartidos entre las familias cristianas. Y, a fuerza d
insistir con solicitud y recomendaciones, logramos que nos los manden para instruirlos y bautizarlos: y, una vez bautizados, prepararlos par
la primera Comunión.
Sin embargo, a una buena parte de ellos, que viven mal con los cristianos, no se les puede conducir al bien; son espigas pisoteadas por las
caballos y por los mulos quibus non est intellectus (que no pueden comprenderlo).
Nuestro misionero de la Patagonia central, don José María Beauvoir, ha hecho una excursión hasta el Cabo Vírgenes, donde se va reunien
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gente de todas partes, atraída por el resplandor del oro 1.
Y verdaderamente aquella arena es riquísima por la cantidad de oro que arrastra; y dicen los exploradores que en ciertos lugares resulta m
rico y abundante que en California. íOh, si fuera cierto que nos encontrásemos en la edad de oro! Y, sin embargo, ni las gallinas lo miran,
prefieren un insecto a las pepitas de oro.
Reciba, amadísimo Padre, los saludos, los corazones y el afecto de todos sus ((243)) hijos de la Patagonia. Rece por nosotros y pida para
nuestra misión, la protección y las bendiciones de María Santísima Auxiliadora.
1 El Cabo de las Virgenes se encuentra en la embocadura del estrecho de Magallanes. Don José María Beauvoir había partido para esta
excursión desde Santa Cruz, donde estaba con don Angel Savio desde el mes de marzo. Este, como ya dijimos, había podido ir allí debido
calificación de agrimensor; don José María Beauvoir había ido como capellán del Gobierno.
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Las hermanas, celosísimas también ellas, piden conmigo su paternal bendición.
Patagones, 28 de julio de 1886.
Afmo. hijo en J. C., JUAN, Obispo.
No debe escapar a la atención del lector la diligencia con que Monseñor quiso trasplantar hasta allí la Asociación del Apostolado de la
oración y la confianza que él ponía en la eficacia de esta institución para el éxito de su ardiente e incansable celo. Es de creer que le diera
buen resultado, mas no sin dificultad; el hecho de haberlo intentado, sería un indicio seguro de que su celo era de buena ley. Los discípulos
don Bosco habían aprendido de su incomparable Maestro no sólo a trabajar, sino también a rezar.
Quiso el Padre enviar a su querido y lejano primogénito un aguinaldo para el nuevo año, que debió agradarle mucho. Sí, mucho por la ay
financiera paternalmente generosa; por el afecto que se manifestaba en la carta o con que se lo comunicaba, y por la misma carta que ocupa
dos buenas páginas y descubría en cada línea el esfuerzo de quien escribía. Pero in eo quod amatur, aut non laboratur aut et labor amatur (e
aquello que se ama, o no cuesta trabajar o si cuesta, se hace con gusto) 1.
Muy querido monseñor Cagliero:
Don Luis Lasagna parte de aquí y te dará noticias nuestras. Tu letra de cambio se recibió y será pagada por quince mil francos el día
diecinueve del corriente diciembre. Don Luis Lasagna no va con las manos vacías. Los pasajes y todas las deudas existentes del pasado, de
casi doscientos mil francos, quedan pagados por don Bosco. íViva la abundancia! Espero que serás eficazmente ayudado por los nuevos
hermanos. Haz de modo que lleguen relaciones precisas a Propaganda, al Capítulo, a la propagación de la Fe y la santa infancia: 1.° Sobre
desarrollo de nuestras Misiones. 2.° La concesión de Chile. 3.° Si el paso de Río Negro a Ancud está ya abierto al público.
((244)) En este momento he tenido un notable aumento de sacerdotes, aspirantes, clérigos, y novicios.
No ahorres nada en la difusión del Evangelio al occidente de la Patagonia, en la Tierra del Fuego y de San Diego.
Presenta mis humildes saludos a nuestro querido Arzobispo Aneyros y un millón de respetos. Tú, además, "preparas el coro de paganos p
venir a cantar la misa de mi quincuagésimo aniversario?
Está atento esta noche porque, desde el sitio de la antigua montañita, haré un discursito Deo dante (Si Dios quiere) a nuestros Salesianos.
No olvides al señor conde Colle y a la condesa Sofía su esposa.
1 SAN AGUSTIN, De bono viduitatis, 26.
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Una cordialísima bendición para todos mis hijos. Recomienda a todos: mucho cuidado de la salud, trabajo, templanza y todo resultará bie
Amén.
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Que María nos guíe al cielo.
Afmo. amigo,
JUAN BOSCO, Pbro.
1.° Domine, retribue nobis bona facientibus in vitam aeternam (Señor, restitúyenos el bien que hacemos en la vida eterna).
2.° Cuando lo precises, recurre al provisor del Buen Pastor de Valparaíso o de Santiaqo. Me prometieron suministrar el dinero que se
necesitara.
Ultimo día del año 1886.
La alusión a las letras de cambio requiere una explicación. Por las cartas de los misioneros vemos que ellos, en momentos críticos, se hac
librar, por los Bancos Americanos, letras de cambio a nombre de don Bosco y que los Bancos se las entregaban sin pedir nunca el
consentimiento de Turín. Más aún, estas letras vencidas y no protestadas por descuido, eran aceptadas por los banqueros, con gran extrañez
de los que las poseían, oyéndoles decir que valían mucho oro. Don Antonio Sala asegura en los procesos que se hacía así en toda Europa; y
lo depone para demostrar cuán grande era el crédito que generalmente gozaba don Bosco.
Hay una circular de don Miguel Rúa, con fecha del treinta y uno de diciembre y dirigida a todos los Directores de las casas de América, c
un punto que ilustra la actuación paternal de don Bosco. Escribía: "A partir del día primero de enero, esto es, desde mañana, se abrirá en el
Oratorio una cuenta nueva para todas las Casas de América, dando por saldadas todas las deudas pasadas. Aunque ((245)) los donativos
recibidos, después de la circular de don Bosco en el mes de octubre, no hayan alcanzado el total de vuestras deudas, don Bosco desea que s
haga cuenta nueva y así se hará. Sirva esto para aumentar en todos el reconocimiento a nuestro amado Padre y de estímulo para ser cada ve
más cuidadosos en la economía, según el vivo deseo tantas veces manifestado por él mismo".
Por cuanto hemos narrado sucintamente hasta aquí, habrá podido convencerse el lector de que la misión de Patagonia, suspiro del corazó
apostólico de don Bosco, podía considerarse ya organizada y capacitada para concebir las más lisonjeras. esperanzas sobre su porvenir.
218
((246))
CAPITULO IX
TRASLADO DEL NOVICIADO A FOGLIZZO
EL creciente número de clérigos ya aconsejaba la separación. En el Capítulo General, en la sesión de la tarde del dos de septiembre, había
recordado don Bosco que, cuando Pío IX y el Secretario de los Obispos y Regulares trataban de la aprobación de las Reglas, se había habla
de la necesidad de separar a los novicios de los estudiantes y a los estudiantes de los socios. Y que, en aquella circunstancia, él se había
limitado a observar que necesitaba todavía casas, personas, novicios y todo; a lo que le contestó el Papa:
-Id y haced lo que podáis.
Y el Santo acabó diciendo:
-Ahora, conforme se vaya pudiendo, procédase a estas divisiones que se consideran útiles y necesarias.
Hubiera él querido añadir algo más, a saber: que, en vista de tal separación, se estaba preparando un edificio a propósito. Efectivamente
había comprado a los condes Ceresa di Bonvillaret, en Foglizzo, importante municipio rural, a seis kilómetros de San Benigno, una quinta
sus dependencias, donde, con algunas adaptaciones se podía colocar, aunque con pocas comodidades y muchas molestias, un centenar de
personas; pero no le pareció conveniente en aquel momento hablar de ello; probablemente porque aún no había decidido si mandar allí a lo
clérigos profesos o a los novicios. Lo deducimos de lo que había ((247)) dicho en agosto a quien, por la urgencia de conocer el destino de l
nueva casa, para tener comodidad de ahorrar lo posible en los materiales que hacían falta para las modificaciones que se proyectaban, le ha
respondido:
-Dejémoslo por ahora; esperemos hasta la fiesta de la Presentación de María Santísima en el templo. El Señor y la Virgen nos inspirarán
entonces lo que debemos hacer.
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Esta fiesta es el día veintiuno de noviembre. Quizás tenía por costumbre esperar luces especiales del cielo en las fiestas de la Virgen. Con
todo, no aguardó hasta aquella fecha para decidirse, puesto que don Julio Barberis acompañó a los novicios a la nueva sede el día catorce d
219
octubre. Para casa de estudios filosóficos de los clérigos, la Providencia destinaba, como veremos, el colegio de Valsálice.
Cuando los novicios tomaron posesión, la casa no había recibido todavía su denominación ni su santo protector. Sólo el día veinte de
octubre acordó el Capítulo Superior, a propuesta de don Julio Barberis, dedicarla a San Miguel Arcángel. Las actas no añaden nada más; pe
aquel acuerdo debió ser inspirado por el deseo de honrar así al Vicario de don Bosco, dedicando a su Santo la primera casa, y de tanta
importancia, abierta en Italia después de su designación para el alto cargo.
La ceremonia de la inauguración, fijada para el día cuatro de noviembre, se celebró con asistencia de don Bosco. Salió del Oratorio en
compañía de don Miguel Rúa y de don Carlos Viglietti. Viajó en tren hasta Montanaro, cuya estación dista casi cinco kilómetros de Fogliz
Le esperaba allí toda la población en masa, precedida del clero local y de los alrededores. Un enjambre de muchachos se agolpó a su alrede
y él bromeaba con ellos, invitándoles a ir al oratorio. Cuando subió al coche y empezó a trotar el caballo, los muchachos, con los zapatos e
mano o bajo el brazo, echaron a correr detrás y siguieron corriendo hasta que aguantaron sus fuerzas.
A mitad del camino aparecieron los muchachos de Foglizzo, que lo esperaban agrupados en los ribazos del camino; ellos también ((248))
siguieron, a pies descalzos, tras el coche hasta la entrada del pueblo, sin preocuparse de los guijarros que formaban el suelo y pisaban sus
delicados pies. Los habitantes del pueblo estaban agrupados acá y allá desde donde comenzaban las casas hasta la iglesia parroquial.
El coche se paró al llegar a las primeras casas. Acercóse en seguida el Alcalde con la Junta municipal y leyó, con la cabeza descubierta, s
discursito en el que se complacía por la fortuna de poder recibir a un personaje tan grande en su pueblo tan pequeño. Cuando acabó la lectu
don Bosco le invitó a ponerse a su lado; y se continuó la marcha a paso lento por la calle mayor, precedidos por la banda de música y entre
aplausos de toda la población. El alegre repicar de las campanas y el estampido fragoroso de los cohetes proporcionaban al ambiente ese
entusiasmo que, en las grandes ocasiones, enardece a los buenos campesinos.
"Resulta imposible describir, decía el Eporediese del día diez, la alegría que la presencia de don Bosco despertó en los ochenta jóvenes q
ya habitaban en esta casa y en sus dignos superiores. Quien escribe estas líneas vio con sus propios ojos a personajes respetables, apresurar
a besar la mano del Hombre de Dios. Movía a piedad en
220
efecto, ver a don Bosco sostenido y casi llevado en vilo por sus Salesianos, mientras se dirigía desde su establecimiento a la casa parroquia
respondiendo en todo momento a quien quería hablarle, ya fuera un niño o una persona mayor, un pobre o un señor, al menos con una mira
y una sonrisa. El buen sacerdote no se sostiene sobre sus piernas; y, por tanto, naturalmente parece algo cansado; pero en todo lo demás se
mantiene joven: su semblante sonriente, su frente serena, sus ojos brillantes y vivaces, su mente clara, su memoria tenaz, y su conversación
amena; es amabilísimo. Apenas si empiezan a platearse un poco sus cabellos".
El reverendo párroco Ottino ofreció la comida en la casa parroquial, invitando a las autoridades municipales y a los párrocos de los puebl
vecinos. Don Bosco respondió a los brindis de los comensales, ((249)) y declaró, entre otras cosas, que iba a fundar una casa en Foglizzo,
animado por las más sinceras intenciones de hacer a los muchachos del lugar el mayor bien posible. Y dijo esto, respondiendo a las palabra
de un sacerdote que había recordado cómo le había visto, muchos años antes, rodeado de unas docenas de muchachos y sin más ayudante q
su propia madre, que hacía de cocinera, de camarera, de portera, un poco de todo, mientras ahora aquellos muchachos se habían convertido
legión y sus colaboradores se multiplicaban cada año más en el antiguo y en el nuevo continente.
Por la tarde pasó don Bosco un par de horas con sus novicios. Bendijo primero su capilla; una capilla decente, pero pobre; baste decir qu
era la antigua cochera. Después impuso la sotana a un centenar de jóvenes, entre los que destacaba, con su habitual y humilde porte, el Sier
de Dios Andrés Beltrami.
Al terminar la función, se produjo una escena curiosa. Todos los nuevos clérigos, al salir de la capilla, atravesaban el patio llevando cada
uno su silla. Don Bosco quedó sorprendido y preguntó al Director, don Eugenio Bianchi, qué significaba aquello. Este le respondió que no
había en la casa más que una silla para cada uno y, por eso, los clérigos tenían que llevarla consigo de un sitio para otro, a la capilla, al
estudio, al comedor y al dormitorio. Y dijo el Santo sonriendo:
-íAsí me gusta! Esta casa empieza bien.
El Siervo de Dios, como ya hemos referido, había dicho un día:
-Don Julio Barberis ha comprendido bien a don Bosco.
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Por este motivo, puso él mismo a don Julio Barberis al frente de los novicios en el Oratorio y en San Benigno, de modo que se convirtió
el Maestro ideal de los novicios salesianos. Y, por tanto, para que el nuevo noviciado continuase con una formación religiosa en
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regla, quiso don Bosco que don Julio Barberis llevara la alta direción.
La casa fue confiada a don Eugenio Bianchi, que había sido durante algunos años en San Benigno un fiel ayudante del Maestro y merecía
t
la confianza; mas, para mantener íntegro el espíritu del Fundador, ((250)) íba allí don Julio Barberis lo más frecuentemente posible y, sobre
todo, no faltaba en los ejercicios mensuales de la buena muerte.
El Santo se volvió al Oratorio el día cinco por la tarde, en medio de las demostraciones más cordiales de aprecio de la gente de Foglizzo y
de Montanaro y dio la bendición a estos últimos, que se habían reunido en la plaza. Apenas llegó al Oratorio, notificó a la señora Teodolind
Pilati, de Bolonia, la imposición de sotanas hecha aquel día, cumpliendo la promesa que le había hecho antes de partir 1.
Ilma Señora:
Estoy de vuelta de la función de Foglizzo. He bendecido la sotana de ciento diez levitas, que se unen al escuadrón de casi otros quiniento
que se preparan para ir a trabajar en medio de los salvajes. Encomiendo a todos a su caridad y a la de su señora hermana, a fin de que crezc
en ciencia y santidad y puedan llevar muchas almas al cielo.
No sólo hago la novena que piadosamente me pide, sino que es mi deseo y firme intención tener cada mañana un recuerdo especial en la
santa misa según su intención y por todo lo que forma el objeto de su caridad, que va dirigido a las diversas necesidades de la Santa Iglesia
Dios les bendiga, a ustedes, a sus parientes y amistades y compadezca a este pobre viejo y casi ciego, que siempre será en Jesús y María.
(Falta la fecha)
Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.
1 En efecto, le había escrito:
Muy apreciada Señora:
Me ha llegado normalmente su giro de quinientas liras y es la ayuda más eficaz para nuestros misioneros en su partida para Patagonia. En
este momento, tengo que ir a Foglizzo para imponer la sotana a un centenar de clérigos, futuros misioneros.
Dentro de dos días estaré de vuelta y le escribiré de nuevo.
Bendiga el señor a usted, a su hermana, a sus parientes y amistades.
Que María nos guíe a todos por el camino del Cielo. Amén
Turín, 4 de noviembre de 1886.
Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.
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((251)) Pareció que el Cielo quiso demostrar con los hechos que la casa de Foglizzo era objeto de una especial providencia. El día seis de
diciembre, el mismo don Bosco, hablando con don Juan Marenco y don Carlos Viglietti que lo acompañaban durante el acostumbrado pase
de la tarde, les contó un hecho singular de la divina Bondad con aquel noviciado.
Como necesitara absolutamente el Director una cantidad de dinero, fue a llamar a la puerta de don Celestino Durando.
Abramos aquí un paréntesis. "Por qué fue a don Celestino Durando y no a don Domingo Belmonte? Fracasado el experimento de la dobl
dirección, no tanto por defecto del sistema, cuanto porque don Juan Bautista Francesia mostró su incapacidad para el caso 1, urgía reorgani
los asuntos del Oratorio de otro modo 2.
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Volvióse, pues, a la dirección única, que se confió a la autoridad de don Domingo Belmonte. Pero esto suponía tal peso de responsabilida
que el nuevo Prefecto General hubiera necesitado poderse bilocar para atender contemporáneamente los dos cargos; por eso, quiso don Bos
que don Celestino Durando siguiese de hecho rigiendo la prefectura general; lo cual permitió a don Domingo Belmonte dedicar durante dos
años la mayor parte de su actividad al Oratorio 3.
Por eso don Eugenio Bianchi, se presentó a don Celestino Durando y le dijo que necesitaba mil novecientas sesenta liras para poder paga
una deuda muy urgente.
-"Qué quieres?, le respondió. Vengo ahora mismo de hablar con don Bosco, el cual me ha dado todo el dinero que había en casa. No que
más.
Entonces don Eugenio Bianchi, entre la espada y la pared, acudió a don Bosco quien, después de oírle el caso, respondió:
-No sé qué hacer para contentarte. Mira, acabo de dar todo lo que había a don Celestino Durando. Pero debe haber llegado ((252)) algo
después que él se marchó, mas no creo que sea suficiente.
Se acercó a la mesa, tiró del cajoncito y sacó el dinero. Lo contaron y íhabía mil novecientas sesenta liras exactamente!
1 Esto queda documentado en la correspondencia entre don José Lazzero y monseñor Cagliero durante el curso de 1885 a 1886.
2 Don Francisco Cerruti escribía a monseñor Cagliero el día 12 de octubre de 1886: "Ciertamente la dirección del Oratorio es algo
importantísimo en la Congregación y, tal como estamos ahora, no se puede seguir adelante de ningún modo".
3 En los anuarios de 1887 y 1888, junto al nombre del Prefecto general, don Domingo Belmonte, se lee: "Director del Oratorio de San
Francisco de Sales"; y, junto al del Consejero general, don Celestino Durando, "Encargado de la Prefectura".
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Muy diferente, sí, pero más sorprendente todavía es un segundo hecho sucedido un mes después. En la imposición de sotanas que hizo do
Bosco, también la recibió el joven marsellés Ludovico Olive, a quien ya conocen los lectores 1.
Pues bien, en diciembre enfermó gravemente de tifus. Como el mal despertaba seria inquietud, fue advertido don Pablo Albera que acudi
en seguida desde Marsella y, para mayor seguridad, hizo trasladar al enfermo al Oratorio. La víspera de Navidad don Bosco fue a visitar al
paciente y, en presencia del padre salesiano Roussin, le dijo:
-Te aseguro que la Virgen te sanará.
Los médicos, por su parte, daban pocas esperanzas de curación.
El día veintiocho llegó el padre de Olive, que edificó a todos con su ejemplo de resignación a la voluntad de Dios y con su plena confianz
en la bondad divina. De la bondad divina había tenido una prueba reciente en su familia. Una hijita parecía encontrarse al borde del sepulcr
El nueve de diciembre, la muchachita, sintiendo que las fuerzas le abandonaban, pidió que se le pusiese un bonete de don Bosco que se
conservaba en casa. Colocáronselo sobre la cabeza. Pocos minutos después, la niña decía a la madre, que se encontraba mejor, que ya se lo
podía quitar. En efecto: se quedó dormida, descansando algunas horas, cosa que no había logrado desde que guardaba cama. El día diecioch
el padre telegrafiaba a don Bosco para darle las gracias por las oraciones hechas, añadiendo: "Clara, desde hace algunos días, se encuentra
mucho mejor. Pedimos oraciones para que tenga una buena convalecencia". Cuando el padre de la enferma salía para Turín, la niña hacía c
su vida normal. ((253)) Ya en el Oratorio, almorzando con don Bosco, al fin le repitió unas palabras de agradecimiento a las que el Santo
contestó con estas otras:
-Brindaremos en Marsella, cuando tengamos con nosotros sentado a la mesa sano y fuerte a Ludovico.
No es para decir el consuelo que estas palabras proporcionaron al corazón del padre del enfermo. Con todo, los doctores Vignolo, Gallen
Fissore, Albertotti y otros declararon a su hijo desahuciado. Pero lo que no podían los médicos, lo pudo Aquella que es salus infirmorum. E
la noche del tres al cuatro de enero don Bosco tuvo un sueño que fue contado por él mismo de la forma siguiente:
1 Véase más atrás pág. 64. Hubiera podido hacer ei noviciado en su patria; pero no quiso, porque allí le conocían todos y le hubieran teni
más miramientos; y a él, decía, le gustaba más ajustarse del todo a la vida común.
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224
No sé si fue soñando o despierto, ni tampoco pude darme cuenta en qué habitación me encontraba, cuando una luz ordinaria comenzó a
iluminar aquel lugar.
Después se dejó oír una especie de ruido prolongado y apareció una persona rodeada de muchas otras que se iban acercando. Aquellas
personas llevaban adornos tan luminosos que toda la luz anterior quedó como convertida en tinieblas, siendo imposible mantener la vista fi
en los presentes.
Entonces la persona, que parecía servir a las demás de guía, se adelantó un poco y comenzó a hablar en latín de esta manera:
-Ego sum humilis ancilla quam Dominus misit ad sanandum Ludovicum, tuum infirmum. Ad requiem ille iam erat vocatus; nunc vero, ut
gloria Dei manifestetur in eo, ipse animae suae et suorum curam adhuc habebit. Ego sum ancilla cui fecit magna qui potens est et sanctum
nomen eius. Hoc diligenter perpende et, quod futurum est, intelliges. Amen.
(Yo soy la humilde esclava mandada por el Señor para curar a tu enfermo Ludovico. Estaba ya llamado al descanso; pero ahora, en camb
a fin de que se manifieste en él la gloria de Dios, tendrá que pensar aún en su alma y en las de los suyos. Yo soy la esclava, con la cual ha
hecho cosas grandes Aquel que es poderoso y su nombre es santo. Reflexiona atentamente sobre esto y comprenderás lo que debe suceder.
Amén.)
Dichas esta palabras volvió a quedar la habitación oscura como antes y yo pasé la noche medio despierto y medio dormido, pero sin fuerz
y como privado de conocimiento. Por la mañana, me apresuré a pedir noticias de la salud de Ludovico Olive y me aseguraron que había
entrado en franca mejoría. Amén.
Turín, 4-1887.
La noche siguiente vio la misma aparición que le dio en latín algunos avisos para bien de los jóvenes y de la Congregación.
Helos aquí:
((254)) -Continuatio verborum illius, quae se dixerat ancillam Domini: -Ego in altissimis habito ut ditem filios diligentes me et thesauros
eorum repleam. Thesauri adolescentiae sunt castimoniae sermonum et actionum. Ideo, vos ministri Dei, clamate nec unquam cessate clama
Fugite partes adversas, sive malas conversationes. Corrumpunt bonos mores colloquia prava. Stulta et lubrica dicentes difficillime corrigun
Si vultis mihi rem pergratam facere, custodite bonos sermones inter vos et praebete ad invicem exemplum bonorum operum. Multi ex vobi
promittunt flores et porrigunt spinas mihi et Filio meo.
Cur saepissime confitemini peccata vestra et cor vestrum semper longe est a me? Dicite et operamini iustitiam et non iniquitatem. Ego su
mater quae diligo filios meos et eorum iniquitates detestor. Iterum veniam ad vos ut nonnullos ad veran requiem mecum deducam. Curam
eorum geram uti gallina custodit pullos suos.
Vos autem, opifices, estote operarii bonorum operum et non iniquitatis. Colloquia prava sunt pestis quae serpit inter vos. Vos qui in sorte
Domini vocati estis, clamate, ne cessetis clamare, donec veniat qui vocabit vos ad reddendam rationem villicationis vestrae. Deliciae meae
esse cum filiis hominum, sed omne tempus breve est: agite ergo viriliter dum tempus habetis, etc. 1.
Día 5 de enero de 1887.
1 Continuación de las palabras de Aquella que se llamó a sí misma esclava del Señor: Yo
225
En la mañana del día cinco, hizo llamar a don Juan Bautista Lemoyne y se lo manifestó todo, dando lugar a un diálogo del cual nos dejó
memoria su interlocutor.
Cuando el Siervo de Dios hubo expuesto cuanto había visto y oído, prosiguió:
((255)) -Y ahora te he llamado para que me aconsejes. "Debo decir a la familia Olive lo que he soñado?
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-Usted sabe mejor que yo, replicó Lemoyne, que la Virgen se ha mostrado siempre muy buena con don Bosco.
-íOh, sí, es cierto!
-Y que muchos de estos sueños se han cumplido a la letra.
-Así es.
-Y por tanto, si me lo permite y para dar gloria a Dios, los llamaré visiones, porque son tales.
-Tienes razón.
-Por consiguiente, tenemos toda la razón para creer que también este sueño es una cosa sobrenatural que se realizará y que Olive, aunque
esté desahuciado por los médicos, curará.
-"Cuál sería, pues, tu consejo?
-Para emplear un poco de prudencia humana, si a usted le parece bien, yo comenzaría haciendo correr la voz de que don Bosco ha soñado
con Olive y que, en el sueño, le pareció haber concebido algunas ligeras esperanzas.
-Pues bien, vamos a hacerlo así.
-Pero usted, don Bosco, por favor, escriba este sueño. Sé que se cansa mucho, pero se trata de la Virgen. Si el hecho se realiza, tendremo
un documento de la maternal bondad de María.
tengo mi morada en lo más alto de los cielos para hacer ricos a los que me aman y llenar sus tesoros. Tesoros de los jóvenes son las palabra
castas y las acciones puras. Por eso, vosotros, ministros de Dios, levantad la voz y no os canséis jamás de gritar: Huid de las cosas contraria
o sea de las malas conversaciones. Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres. Los que hablan insensatamente y de maner
obscena, difícilmente se corregirán. Si queréis hacer algo muy agradable para mí, procurad tener buenas conversaciones entre vosotros y da
mutuamente ejemplo de bien obrar. Muchos de vosotros prometen flores y sólo nos dan espinas a mí y a mi Hijo.
"Por qué haciendo confesiones tan frecuentes vuestro corazón está tan distante de mí? Decid y haced el bien y no el mal. Yo soy una mad
que amo a mis hijos y detesto sus culpas. Volveré entre vosotros para llevar a algunos al verdadero reposo. Me cuidaré de ellos como la
gallina cuida a sus polluelos.
Y vosotros, aprendices, sed artífices de obras buenas y no de iniquidad. Las malas conversaciones son como una peste que se infiltra entr
vosotros. Vosotros, los llamados a administrar la heredad del Señor, levantad la voz, no os canséis de gritar hasta que venga Aquel que os
llamará a dar cuenta de vuestra administración. Mi delicia estriba en estar con los hijos de los hombres. Pero el tiempo es breve; por tanto,
mientras tenéis tiempo, trabajad con ánimo esforzado.
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-Pues bien, lo escribiré.
Y en efecto, escribió cuanto más arriba hemos referido.
Creemos que no hemos de callar otra circunstancia. Una de aquellas noches, el clérigo Olive, estando malísimo, soñó que don Bosco hab
entrado en su habitación a visitarlo, diciéndole:
-Quédate tranquilo, dentro de diez días vendrás a verme a mi habitación.
La viveza del sueño dejó en el enfermo la persuasión de que don Bosco en persona había estado con él, negándose a prestar fe a quien
aseguraba lo contrario.
El diez de enero las cosas iban tan bien que el padre regresó a Francia. El doce se levantó Ludovico; el veinticuatro compareció en el
comedor del Capítulo ((256)) durante el almuerzo, siendo recibido por los Superiores con grandes muestras de alegría. Restablecido
completamente en su salud, no volvió más a Foglizzo, sino que, por voluntad de don Bosco, regresó a su patria para continuar su noviciado
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Su salud se mantuvo en tal estado que le permitió en 1906 tomar parte en la primera expedición de Misioneros Salesianos que salía para la
China, donde hasta el 1921, año de su muerte, ejerció un fecundo apostolado.
1 La Semaine religieuse de Niza publicó en el primer número de noviembre un artículo sobre el noviciado salesiano de Santa Margarita e
Marselia, que la señora Quisard mostró a don Juan Baustista Lemoyne, diciéndole que era don Bosco quien lo había escrito (Ap., Doc. núm
57).
227
((257))
CAPITULO X
ULTIMOS SUCESOS DEL AÑO 1886
ADELANTADO el otoño, cuando ha terminado la vendimia, resulta agradable ir a a la rebusca de los racimillos que escaparon al ojo de lo
vendimiadores y, al encontrarlos, comerse las uvas una a una con singular deleite. Así vamos a hacer nosotros rebuscando y espigando por
últimos meses del año 1886 los hechos y dichos de don Bosco, que no encontraron lugar en las páginas precedentes, pero que tienen cierta
importancia.
En octubre se reanudaron los paseos de la tarde en coche. Al llegar a campo abierto, don Bosco descendía y, sostenido por don Carlos
Viglietti o sin apoyo alguno, paseaba poco a poco, hablando de muchas cosas. Era esto para él un verdadero reposo. Una tarde, al volver, se
encontró con el coche del Cardenal, quien, al reconocerlo, hizo parar, saltó a tierra y se acercó a don Bosco, preguntándole en seguida por s
salud y dirigiéndole palabras afectuosas. Cuando él se alejó, siguió don Bosco la vuelta a casa, ponderando la bondad del eminente Prelado
Otra vez, también de vuelta, visitó a las Hermanas del Buen Pastor, en cuya casa había ejercido durante los primeros años de su estancia
Turín, el sagrado ministerio. Tuvo la satisfacción de conversar familiarmente una horita con las religiosas, recordando aquellos tiempos
lejanos y las vicisitudes para la fundación del Oratorio. Por fin bendijo a las Hermanas y a las alumnas, dejando de esta su última visita un
cariñoso e imperecedero recuerdo.
((258)) Reanudó también sus conferencias semanales a los alumnos de los cursos superiores, teniéndolos a veces a su alrededor hasta una
hora entera. Primero les dirigía una buena palabra y después confesaba al que quería. En ciertas ocasiones le costaba mucho oír aquellas
confesiones, debido a la postración de sus fuerzas. Un día, por consejo del médico, le sugirió don Carlos Viglietti que desistiera de aquel
trabajo.
-íYa, ya! Entiendo. Has hecho alguna gorda y no quieres venir a confesarte, "verdad?
228
Después tomándolo de la mano, continuó diciendo:
-Querido Viglietti, si no confieso, al menos a los jóvenes, "qué otra cosa puedo hacer aún por ellos? He prometido al Señor que hasta mi
último aliento, estaré al servicio de mis pobres muchachos.
En estas reuniones buscaba expresamente iluminarlos en la elección de estado. Para ellos y para todos los muchachos que se encontraban
las mismas condiciones, había hecho imprimir un opusculito traducido del francés que se titulaba: Pensamientos de Santo Tomás de Aquin
San Alfonso María de Ligorio sobre la entrada en religión 1.
Se enviaron millares de ejemplares a los párrocos de las diócesis piamontesas y a los Cooperadores salesianos, con el fin de que, cuantos
ignoraban la importancia del estado religioso, aprendieran en él a no poner obstáculos a las vocaciones 2.
Para consultar a don Bosco sobre su vocación, llegó una joven francesa, que sería con el tiempo una columna del Instituto fundado en Af
por el cardenal Lavigerie.
Estaba ella dudosa en si hacerse religiosa en las Misiones del Cardenal, ingresar en un convento en Francia o en las Hijas de María
Auxiliadora. Sabiendo que era riquísima, el Santo empleó con ella mucha cautela en el lenguaje; no convenía dar motivo para que le acusas
de que él pretendiera captar ((259)) herencias o dotes. De todas formas eran ciertas dos cosas: que la joven se hubiera hecho religiosa de M
Auxiliadora, si don Bosco se lo hubiese aconsejado, y que don Bosco se lo hubiera aconsejado, si le hubiese parecido que era aquélla la
voluntad de Dios. Hablóle, pues, así:
-Si le agrada conservar algo del género de vida que ha llevado hasta ahora con sus padres, entre en una Comunidad de Francia donde hay
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muchas y muy buenas. En cambio, si busca únicamente a Jesús y su cruz, si verdaderamente quiere sufrir con Jesús, vaya a las misiones.
Con estas últimas palabras comprendió ella en dónde estaba su vocación. En la plática de la imposición de hábito, el cardenal Lavigerie
aludió al hecho que, en otra ocasión, recordó de nuevo, en una conferencia sobre la trata de esclavos, que dio en la iglesia de San José, en
Marsella; porque, en aquella conferencia, habló también de
1 San Benigno Canavese, 1886. La traducción era del conde Próspero Balbo.
2 Para que el envío surtiera más efecto se incluía, por expreso deseo de don Bosco, una cartita impresa en la que se decía que "con la
confianza de hacer algo útil, el traductor se tomaba la libertad de enviar un ejemplar del librito, con el ruego de que rezaran una avemaría
según su intención".
229
la necesidad de contar con religiosas y anunció su fundación. La primera vez aludió de una manera general a un "gran hombre de Dios
consultado en Turín" 1; pero la segunda vez, tal y como lo oyeron nuestros Hermanos, pronunció el nombre de don Bosco y añadió nuevos
detalles.
La señorita se había dirigido primero al Cardenal en demanda de consejo. El había encontrado en ella la tela para hacer una religiosa, com
él soñaba encontrar para la buena marcha de su reciente fundación africana.
Pero la madre se oponía resueltamente a la vocación de la hija; y la oposición se fundaba en razones no despreciables. El Cardenal, no
sabiendo qué decir, creyó oportuno no fiarse de su propio juicio, antes de decir la última palabra, y determinó someter la decisión de la
vocación al juicio de un tercero. "Me remití, dijo él, a uno que no está en Francia, sino fuera; a un sacerdote, cuya vida está totalmente
consagrada al bien de las almas, que arde en devoción a María Santísima, por la que está continuamente protegido de un modo evidente,
fundador de una Congregación religiosa, que ya se extiende por todas las partes de la tierra, ((260)) docto, humilde y cuya larga experiencia
el conocimiento de los corazones garantiza la rectitud de sus consejos, y cuyos milagros no se cuentan porque son continuos". Aconsejó, p
tanto, a la madre y a la hija que se presentaran a él para que decidiese. Ellas, obedientes, se presentaron a don Bosco; quien las escuchó por
separado y después les dijo.
-"No se podría encontrar un arreglo?
-"Y cuál sería?, respondieron ellas.
-íQue la madre se haga también religiosa con la hija!
A la madre le pareció que aquella voz bajaba del cielo. Volvió al Cardenal y se ofreció por entero para que la consagrara al Señor. Entonc
se encontraba en Africa con su hija 2.
También acudió a don Bosco en busca de consejo un párroco de Turín, el teólogo Domingo Muriana, párroco de Santa Teresa y exalumn
del Oratorio. Pasaba grandes apuros por las muchas deudas dejadas por su predecesor. Apenas recibió el nombramiento, había ido al Santo
para que le orientara sobre el modo de desempeñar su cometido y le había dado los tres consejos que acostumbraba dar en casos semejantes
atender a los niños, a los ancianos y a los enfermos. Preguntóle entonces el Santo si los había practicado. Don Domingo
1 Monseñor BAUNARD, Le Cardinal Lavigerie. Vol. II, pág. 398.
2 Fue don José Ronchail quien comunicó a Lemoyne la relación del discurso de Marsella.
230
Muriana le respondió que sí y que estaba muy contento de ello, pues se veía rodeado del cariño de sus feligreses.
-Pues bien, replicó don Bosco, hay un remedio sencillísimo para las deudas.
-"Y cuál es ese remedio?
-Juega a la lotería.
-Pero "me tocará?
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-Seguramente te tocará.
-Si es así, acabe la cuestión y dígame los números.
-Helos aquí. Son tres; pero escucha y entiende. Fe, Esperanza, Caridad. Mas no hagas lo que hizo uno que, después de sonsacarme las tre
palabras, fue a un adivino para que le diera los números correspondientes.
((261))-"Y salieron después aquellos números?
-íNi uno siquiera! Pero tú juega bien estas tres virtudes y pagarás todas tus deudas.
El joven párroco contaba el año 1891 la conversación en la comida del día de la Inmaculada en el Oratorio y dijo que, en un tiempo
relativamente corto, había pagado todas sus deudas. Sólo don Bosco había podido dar semejante consejo, puesto que durante su larga vida
tenía una feliz experiencia de ello.
"Acaso no alcanzaba milagros su fe? Añadimos aquí, a las muchas gracias extraordinarias referidas hasta ahora, estas dos atribuidas a sus
oraciones. La comunidad de Ursulinas, que tenía a su cargo el colegio de Piacenza, se encontró en una grave angustia, e invocó las oracion
la bendición del Santo. El les respondió: "El Señor concederá la gracia, pero de la manera que resulte más provechosa para las almas" 1.
La otra gracia la obtuvo el francés Jerónimo Suttil, que vivía hacía tiempo en el Oratorio, dedicado a los trabajos de la librería. Hacía var
meses que sufría mucho de una pierna, por lo que hubo que llevarle al hospital; padecía una infección producida por el cambio de una
medicina por otra y parecía que se debería proceder a la amputación. Una mañana, con sorpresa suya y de los médicos, la pierna estaba en
perfecto estado. Cuando calculaba el enfermo cómo se había podido presentar aquella mudanza, se presentó el clérigo Festa para anunciarle
curación, de parte de don Bosco. La mejoría se había realizado entre las siete y media y las ocho, hora en que el Santo celebraba la misa. L
curación fue completa 2.
1 Ap., Doc. núm. 58.
2 Ap., Doc. núm. 59.
231
A propósito de milagros, es digno de recuerdo lo que le sucedió a don Esteban Trione. Era, entonces, este celosísimo salesiano catequista
los estudiantes en el Oratorio; al volver de una breve misión, refirió a don Bosco los frutos admirables de su predicación. ((262)) El Santo l
respondió sonriendo:
-Quiero obtenerte de Dios el don de los milagros.
Y él, espontáneo como siempre, dentro de su sencillez, respondió:
-íNada mejor! Así podré convertir más fácilmente a los pecadores.
Entonces don Bosco, con el rostro muy serio, continuó diciendo con gravedad:
-Si tuvieses este don, muy pronto pedirías llorando al Señor que te lo quitase.
Seguramente que el Siervo de Dios pensaba en aquel momento en la tremenda responsabilidad que tiene ante el Señor quien recibe de él
dones tan extraordinarios.
Entre los milagros de don Bosco será preciso contar también la heroica fortaleza, con que sostuvo largas y feroces contradicciones, y su
invencible paciencia en aguantar penosas y persistentes enfermedades.
íCuántas y qué grandes vicisitudes para obtener la comunicación de los privilegios!
Concluidos los trámites, encargó a don Joaquín Berto que reuniera y ordenara todos los privilegios obtenidos, trabajo largo y difícil, que
guardan nuestros archivos en una carpeta muy voluminosa. Cuando la compilación tocaba a su fin, el compilador se lo notificó a don Bosco
agregando que había motivo para estar contentos por la comunicación de los mismos, pues se evitarían muchas dificultades en lo porvenir.
Santo le respondió con profundo sentimiento:
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-Mas, para llegar a este punto, hemos debido cruzar el mar Rojo.
Don Francisco Cerruti depuso en el proceso informativo sobre su estado de salud en los dos últimos años 1:
"Cuando el dolor de cabeza, la fatiga del pecho y los ojos medio apagados no le permitían ocuparse en nada, era doloroso y edificante ve
pasar largas horas sentado en su pobre sofá, en un sitio a veces casi obscuro, porque sus ojos no resistían la fuerza de la luz, y, a pesar de to
siempre tranquilo y sonriente, con el rosario en la mano, los labios musitando jaculatorias y elevando las manos de vez en cuando
1 Summarium núm. X & 39.
232
para manifestar, en su mudo. lenguaje, la unión y entera conformidad con la ((263)) voluntad de Dios que, por su extrema debilidad, no po
ya manifestar con palabras. Por mi parte, estoy íntimamente persuadido de que su vida, particularmente en estos últimos años, fue una pleg
continua a Dios. Así opinan también los demás. Tanto es así que, cuando entrábamos en su habitación para verle y hablarle, lo encontrábam
siempre como uno que está ensimismado en profunda meditación, mas sin dar ninguna señal exterior, pues su rostro estaba constantemente
risueño y las palabras que proferían sus labios eran expresión de paz, de caridad y de fe".
Así se expresó don Francisco Cerruti.
Una tarde de aquel otoño, fue don Joaquín Berto a ver a don Bosco, a eso de las cinco, y lo encontró paseando por su galería, pero
arrastrando los pies con gran trabajo. Al verlo, díjole el Santo varias veces: Iam delibor, iam delibor 1.
Después, mirándole fijamente a la cara, añadió triste y conmovido: Tempus resolutionis meae instat. Cursum consummavi 2.
Entonces el secretario insistió:
-Pero san Pablo dice también: Bonum certamen certavi, fidem servavi. In reliquo reposita est mihi corona justitiae, quam reddet mihi
Dominus in illa die justus judex 3.
El Siervo de Dios cambió de conversación.
Hemos mencionado a don Francisco Cerruti. Como Consejero escolástico que era de la Congregación, confióle don Bosco un encargo
importante y urgente, diciendo en el Capítulo del día diecinueve de noviembre:
-Hay que pensar, para el año que viene, en conseguir maestros titulados y matricular en la Universidad una decena de nuestros clérigos. E
verdad que está establecido que no se mande a la Universidad más que a los sacerdotes, por el daño que esos centros producen en almas
inexpertas y por las bajas que ocasionan; pero, si entre estos clérigos hubiese algún sacerdote ((264)) respetable, es de esperar que les servi
de antídoto y de defensa. Estúdiese el modo, pero es necesario
1 SAN PABLO, 2 Tim. IV, 6. El apóstol quiere decir que siente minente su fin. Mirando su muerte como inmolación y, aludiendo a la
libación con vino antes del sacrificio, dice: Mi sangre será derramada pronto como libación. Literalmente: Yo estoy ya ofrecido en libación
2 Ibid. 5 y 6. Es inminente la hora de mi descomposición. He terminado la carrera. Esto es, mi carrera ha terminado. Alusión a las carrera
en el estadio.
3 Ibid. 7 y 8. He combatido el buen combate (aludiendo a los juegos griegos). He mantenido la fe (la fidelidad en las pruebas del torneo).
Por lo demás, me está reservada la corona merecida, que, aquel día, me otorgará el Señor, justo juez.
233
que nos ingeniemos y nos proveamos de profesorado conforme a la ley. Actualmente hay que acometer al enemigo con el escudo más que c
las armas.
Ante esta apremiante instigación de don Bosco, la palabra estimulante de don Francisco Cerruti consiguió que numerosos hermanos, aun
cuando ya había pasado el tiempo más adecuado para ellos, se entregaran a laboriosos estudios para ponerse en condiciones de conseguir lo
títulos legales indispensables para poder dar clase en los centros privados.
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Se le debe una merecida alabanza por haber organizado los estudios y las clases de nuestra Sociedad. No porque hasta entonces no se
hubiera hecho nada en este sentido. "Se había hecho mucho, muchísimo, escribe don Alejandro Luchelli, testigo fidedigno de los tiempos
anteriores" 1, y el nombre de don Celestino Durando quedará impreso con caracteres de oro en nuestros anales. Pero todavía era aquél el
período heroico de nuestra historia. Nuestra Pía Sociedad contaba pocos años de vida. El campo que se abría a nuestra actividad era vasto y
sin confín; el número de los operarios era exiguo, reducidísimo y desproporcionado para las necesidades que se debían atender.Apenas si
llegaba el tiempo para el trabajo del día, puesto que cada uno se veía obligado a multiplicarse, cubriendo las ocupaciones de varios. Y, en
tanto, Dios miraba complacido y bendecía los trabajos de aquellos hombres denodados que, llenos de buena voluntad e inflamados por el c
que adquirían al contacto con don Bosco, afrontaban los trabajos del apostolado con el santo ardimiento con que el pastorcillo David, arma
con una honda salió al encuentro del gigante Goliat; y quizás nunca hubo un trabajo más abundante en frutos".
Pero no se podía continuar siempre así; todos deseaban que se organizara una formación normal de los maestros y educadores salesianos.
Don Francisco Cerruti dedicó a tan noble empresa todas sus energías 2.
((265)) Don Francisco Cerruti fue uno de aquellos hombres providenciales,
1 Sac. A. LUCHELLI: Don Francesco Cerruti. Elogio fúnebre, Turín, Tip. SAID "Buona Stampa" 1917.
2 Ya antes de que una unánime votación le confirmara en el cargo que don Bosco le había confiado pocos meses antes, era muy reconoci
la importancia de su actuación. El año 1886 se cumplía el décimo quinto centenario de la conversión de san Agustín. Y él ideó conmemora
tal acontecimiento con una velada que se celebró en san Juan Evangelista el día diez de junio. El programa revela la mentalidad de aquel
hombre. La carta de invitación, con la firma de don bosco, debió ser escrita por él (Ap., Doc. núm. 60).
234
que don Bosco fue formando, desde pequeños, en el Oratorio, y se los encontró a su lado en la hora oportuna cuando, en el ocaso de su vid
necesitaba poderosos auxiliares para dirigir con firmeza su obra, organizarla sólidamente y facilitar su expansión. Dotado como estaba de
espíritu metódico, fuerte voluntad y sentido práctico, demostró en el desempeño de su cargo, durante treinta años, su prudencia, calma y
constancia. Su cargo se extendía también al Instituto de las Hijas de María Auxiliadora y a la dirección de la prensa salesiana. En todos los
campos de su actividad, fue siempre un suscitador de energías, puesto que poseía en alto grado el arte de animar a la acción. En todas sus
actividades tuvo siempre por mira mantener vivo entre sus hermanos el espíritu del Fundador. Al celebrarse el vigésimo quinto aniversario
su elección como Director general de los estudios, dio públicamente las gracias a todos los Socios, escribiendo: "Cada día que pasa, más m
convenzo de la necesidad, que resulta un deber para nosotros, de estar aferrados a las enseñanzas de don Bosco, aun en el campo de la
instrucción y de la educación; y no apartarnos jamás de estas normas, ni siquiera un punto. íLejos de nosotros los innovadores!".
Fue una hermosa jornada la que transcurrió en torno a don Bosco el día treinta de noviembre en el colegio de Valsálice. Se celebraba en é
distribución de premios a sus alumnos distinguidos. El cardenal Alimonda y el teólogo Margotti pasaron algunas horas de la mañana y de l
tarde con el Santo. En la velada el cardenal Alimonda hizo una de sus fascinadoras improvisaciones sobre el valor y la eficacia de la
disciplina. Hacia las seis de la tarde, don osco volvió al Oratorio 1.
Aquella tarde escribió el Cardenal a monseñor Cagliero: "He pasado casi toda la jornada en el Colegio de Valsálice, donde se celebraba l
distribución de premios. ((266)) Resultó una fiesta hermosa e interesante como todas las salesianas. Pero nada más interesante que el
amadísimo don Bosco que nos acompañaba, siempre jovial, siempre tranquilo y contento, sin desmejoramiento de la salud, aunque sujeto a
los achaques de siempre. Quiera el Señor guardarlo todavía para muchas santas empresas, entre las cuales no hay que perder de vista la sali
de un buen grupo de misioneros que se prepara para pasado mañana. No quiero privarme de la satisfacción de asistir al adiós e implorar tod
las bendiciones del cielo sobre el selecto escuadrón" 1.
Con cuánta razón había escrito don Francisco Cerruti a Monseñor 1:
1 Véase Unità Cattolica, 2 de diciembre de 1886.
1 Ap., Doc. núm. 61.
235
"El cardenal Alimonda sigue siendo nuestro afectísimo protector y ciertamente uno de los mayores consuelos y apoyos para el queridísimo
don Bosco".
A principios de año, don Bosco había hecho litografíar los recuerdos confidenciales que él había escrito y enviado a los directores de las
casas el año 1871, poniendo con su firma la fecha: "Turín, 1886, fiesta de la Inmaculada Concepción de María Santísima, cuadragésimo
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quinto aniversario de la fundación del Oratorio". Envió un ejemplar a todos los Directores, anteponiendo por título: "Aguinaldo navideño"
Dos salesianos que él había mandado a predicar unas misiones a la parroquia de San Antonio, en Bra, donde era Vicario su antiguo alum
don Luis Pautasso, volvieron contando maravillas de aquellos buenos cristianos. Cuando el Santo les oyó, escribió al Vicario esta cartita:
Carísimo señor Vicario:
He recibido con gran satisfacción la noticia del éxito obtenido con los Ejercicios que han predicado nuestros sacerdotes en esa tu parroqu
Que Dios sea siempre bendito en todo y María Auxiliadora nos ayude y nos proteja siempre para conservar el fruto. Con todo el ((267))
corazón os bendigo a ti y a todos tus feligreses y que la divina misericordia nos ayude siempre a todos a vivir y morir en su santa gracia.
Rezad también por mí, que siempre seré en J. C.
Turín, 19 de diciembre de 1886.
Afmo. amigo,
JUAN BOSCO, Pbro.
El día 20 de diciembre acabó sus días en Turín el venerando barón Manuel, de edad muy avanzada. Era un noble caballero, muy dadivoso
hubiera querido, en la ancianidad, retirarse de la Sociedad de San Vicente de Paúl y de otras obras benéficas. Pero antes de hacerlo, quiso
consultar a don Bosco.
-Continúe, le respondió el Santo. Trabajemos hasta el final de la vida, haciendo todo el bien posible.
1 Turín, 12 de octubre de 1886.
2 Eran los recuerdos que se leen en LEMOYNE, M. B. VII, pág. 447 y siguientes. Don Miguel Rúa dice en su carta del día veintinueve d
noviembre a monseñor Cagliero: "Don Luis Lasagna lleva a los Directores un aguinaldo que consiste en una serie de consejos confidencial
que don Bosco recogió para ellos, valiéndose de su larga experiencia. Que todos sepan sacar de ellos el mayor fruto".
236
"Y así he decidido hacer", dejó escrito él en sus memorias.
Hubo aquel día una sesión capitular, en la que don Bosco tomó la palabra varias veces y dijo cosas útiles e interesantes, que entresacamo
de las actas de la reunión. Asistía también don Pablo Albera, porque se debía tratar de varios cambios del personal en las casas de Francia;
entre otros, el de don Luis Cartier, director en Santa Margarita, que debería pasar a Niza como vicedirector, para sustituir, después, al direc
don José Ronchail, destinado a París para el año siguiente. Pero surgió una dificultad.
-Niza, observó alguno, es un centro de Cooperadores no sólo de Francia, sino de toda Europa y América, porque, a esta ciudad, acuden
forasteros de todo el mundo y, precisamente allí, se inscriben, se mantiene relación con ellos y se procura que hagan prosélitos en sus
respectivos países. Ahora bien, no parece que el carácter de don Luis Cartier y su poca aptitud para limosnear sean lo que más pueda ayuda
nuestra Pía Sociedad.
Don Bosco respondió:
-Para que el carácter reservado de don Luis Cartier no obstaculice las relaciones con los Cooperadores, acompáñele don José Ronchail,
preséntelo en todas las casas de los bienhechores. Es verdad que el saber pedir no es ((268)) un don que todos tengan. Se requiere franquez
humildad, prontitud para acomodarse a los sacrificios, saber hablar ganándose las simpatías. Para dar a conocer al nuevo director, valerse d
Boletín dando en él la noticia 1. Publicar una circular, en la que se diga: "Se ha creído conveniente que don José Ronchail sea trasladado
como director a la Casa de París. Los Superiores han juzgado que yo, Luis Cartier, viniera a hacer sus veces. Mientras tengo el honor de
comunicarle mi nombramiento, me encomiendo a su caridad y a sus buenos consejos etc. etc.". El mismo don José Ronchail, cuando llegue
París, escriba otra circular por el estilo a los Cooperadores de aquella metrópoli.
Al cabo del tiempo, cuantos conocieron a don Luis Cartier, saben que se convirtió en Niza en un limosnero insuperable; por eso, en los
últimos años de crisis económica general, logró levantar en poco tiempo una iglesia a María Auxiliadora, en la que se gastaron varios
millones.
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1 El Boletín francés de junio de 1887, aprovechó la ocasión de anunciar la muerte de la señora Levrot para dar a conocer el nombre de do
Luis Cartier, como director de la casa de Niza; y, en el número siguiente, publicó los datos biográficos de la piadosa Cooperadora.
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A propósito de París, dijo don Miguel Rúa que don Carlos Bellamy, después de pasar todo un día recorriendo la ciudad, no había recogid
más que siete francos. Don Bosco replicó:
-En estos casos de necesidad, el Director haga litografiar un centenar de cartas que digan: "La casa de Ménilmontant se encuentra en grav
necesidad; necesita tal cosa y tal otra. Tal día pasaré para recibir el óbolo de su caridad etc. etc.". De este modo, se recogerá algún dinero; d
otra forma, si se va a hacer una visita inesperada, de improviso, sin ser conocido, sin presentar el propio título y autorización, no se consigu
nada. Podríase, además, imprimir una tarjeta de visita, en la que, debajo del propio nombre, se pusiera: Recomiendo al Señor...
(dejando espacio en blanco, para escribir después el nombre a mano) a los pobres muchachos de la casa tal, de la que soy Director, rogándo
me tenga presente en su caridad. Estas tarjetas de visita ((269)) se podrían imprimir para todos los directores de las casas que viven de
beneficencia. Hasta se podría poner en ella la frase: El que da a los pobres será recompensado con largueza por el Señor.
Don Pablo Albera pidió que se le autorizara para comprar un terreno que encuadraba el patio de la casa de San León; se deberían pagar
veinte mil francos ante notario. El Capítulo lo aprobó y dijo don Bosco:
-También, en este caso, se podría repartir una circular, después de firmado el compromiso con el propietario, en la que se dijera: "Tenem
en casa tantos muchachos; se necesitaría hacer nuevas construcciones para poder aumentar el número de muchachos en cincuenta, ochenta,
cien, etc. Se necesitaría tal cantidad. Se ruega a Su Señoría que firme la cantidad que crea conveniente, para que podamos saber con cuánto
capital podemos contar". Y se visita hoy a un Cooperador, mañana a otro, llevando un cuaderno en el que se van recogiendo las firmas.
Rióse el Capítulo al ver con qué facilidad encontraba don Bosco soluciones prácticas para obtener limosnas y siguió diciendo:
-Antes, yo podía trabajar, yendo de acá para allá en busca de dinero; pero ahora me limito a trabajar continuamente con la imaginación.
Trazo un proyecto, examino el pro y el contra, lo determino, lo establezco... Ahora se trata de la compra de ese terreno. Pues bien, que me
mande don Pablo Albera una lista de los señores más influyentes de Marsella; yo les escribiré y alguna gracia de María Auxiliadora hará lo
demás.
En otra ocasión ya se había tratado de la compra de una tipografía, que el señor Mingardón, marsellés, quería ceder en condiciones
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muy favorables; pero no se había acordado nada. Don Pablo Albera renovó la propuesta. Don Bosco dijo:
-Se requerirá un administrador, para que nosotros podamos aprovechar ese contrato; pero todo lo que tiene la sombra de negocio, fue
siempre fatal para las Ordenes religiosas.
Por Navidad se inauguró el nuevo comedor del Capítulo Superior, en la segunda planta, junto a la biblioteca, y muy cerca de las
habitaciones de don Bosco, que así se ((270)) podría trasladar sin dificultad 1. En esta misma ocasión, se celebró la primera misa de don
Carlos Viglietti.
Después de Navidad hubo una novedad en el Oratorio. El día de San Juan Evangelista se pusieron de acuerdo todos los aprendices para
celebrar por vez primera el verdadero día onomástico de don Bosco. Cada taller le mandó su felicitación, firmada por todos los aprendices
sus respectivos maestros y asistentes. Cada uno prometía comuniones, visitas a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora y otras oracione
Rezaban, además, por don Bosco muchos obispos de Italia, como lo aseguraban al responder a su circular de octubre. Uno de ellos que,
desde cuando era canónigo en Vercelli, había venerado con ternura y ayudado al Santo durante muchos años, monseñor Degaudenzi, obisp
de Vigévano, escribía a don Miguel Rúa el día 4 de enero de 1887: "Incluyo en la mía una pequeña oferta para las misiones de los Salesian
de don Bosco 3.
"íCuánto siento no poder mandar más! Hago también esta pequeñísima limosna para obtener del Señor que nos conserve al Hombre de
Dios, que es don Bosco. Anímele de mi parte. Hágale saber que aquí se reza por su salud, en el seminario y en las casas religiosas. Y en el
triduo que se hizo durante los dos últimos días del año y el primero del presente, en todas las iglesias de la diócesis, por el Padre Santo y en
honor del Sagrado Corazón de Jesús. Yo mismo, en la Bendición con S. D. M. que impartí en la Catedral, hice rezar públicamente por el
querido y venerado don Bosco. Bendigo al hombre admirable que pasa su vida haciendo el bien".
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La mención que acabamos de hacer de los aprendices nos lleva a recordar un hecho que se relaciona con ellos. El año 1886 don Bosco ha
hecho construir tres grandes salas de veinticinco metros de largo
1 No mucho después de la muerte de don Bosco, su sucesor volvió al comedor común.
2 Ap., Doc. núm. 62 A-B-C-D-E-F.
3 Mandaba cuarenta liras.
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por siete de ancho, ((271)) en el ángulo del primer patio, ocupado hoy por la casa capitular, para poder atender mayor número de peticiones
El nuevo local no estaba aún bien seco, cuando los Superiores del Oratorio colocaron allí unos cincuenta alumnos. El catequista, don Anac
Ghione, que los visitaba por la mañana y por la noche, a la hora de levantarse y acostarse, veía sus camas humedecidas con las gotas que ca
de las vigas del techo; y temiendo, por esto, que todos cayeran enfermos, expuso el caso a don Bosco. El buen Padre le preguntó si era posi
trasladar las camas a otra parte; don Anacleto Ghione contestó que se había pensado en ello, pero que no había otro sitio en la casa. Entonc
se recogió un instante en silencio y dijo:
-íEa!... Déjalos donde están.
-Pero este invierno van a caer enfermos todos, replicó el catequista; más aún, el asistente ya está enfermo hace tres días.
-Pierde cuidado, replicó el Santo; ni un solo muchacho caerá enfermo.
Y así fue: en todo el invierno no cayó enfermo ninguno y el asistente se puso bien a los pocos días 1. Mientras tanto, se había llegado al f
del año. Nadie se atrevía a pensar que don Bosco bajara a la iglesia de María Auxiliadora, después de las oraciones de la noche. "Qué se hi
entonces? Todos, estudiantes, aprendices y Salesianos se reunieron, poco antes del anochecer, bajo sus ventanas y allí cantaron, con afecto
arrebatador la conocida canción:
Andiamo, compagni, Marchemos, compañeros,
don Bosco ci aspetta: don Bosco nos espera:
La gioia perfetta la dicha verdadera
si desta nel cuor salta en el corazón.
El venerando anciano, sostenido por dos sacerdotes, se asomó conmovido, se apoyó en la barandilla y, adelantándose cuanto podía, dio la
gracias y auguró a todos un buen fin y buen principio de año, con la bendición del Señor y de María Auxiliadora.
1 Relación de don Anacleto Ghione, Boletín Salesiano, octubre 1925.
240
((272))
CAPITULO XI
VIDA RETIRADA
EL invierno, y más el invierno piamontés, pesado por sí mismo para todos los ancianos, acarreaba a don Bosco un sinfín de molestias, que
obligaban a una vida totalmente retirada en su modesto apartamiento; de modo que los muchachos ya no le veían, salvo los afortunados
alumnos del cuarto curso, a quienes, de vez en cuando, se les permitía ir a visitarle y confesarse con él. Recuérdese que, apartir del 1886, se
había suprimido el quinto curso. El día veintidós de enero, les estuvo confesando durante más de dos horas. Se confesaron todos menos uno
que no se dejó ver; pero no se notó su ausencia, porque hacía algún tiempo que muchos de ellos, ya fuera que habían elegido otro confesor,
fuera que se veían impedidos de asistir a aquella hora, a causa de sus estudios o por otros motivos, no iban nunca o sólo de tarde en tarde a
confesarse con don Bosco.
Pero, aquella vez, el Santo se dio cuenta de ello; y, por la tarde, lo mandó llamar. Hizo que se sentara junto a él y, después de haber
discurrido sobre varias cosas, le preguntó:
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-"Por qué hace varios meses que no te acercas a los sacramentos?
El muchacho bajó la cabeza y no se atrevió a responder. Entonces don Bosco, rompiendo el silencio, le interrogó:
-"Quieres que te diga yo por qué?
-Sí, dígamelo, respondió.
-Mira, es por esto y por aquello.
Y, como quien no quiere, le descubrió paternalmente los pecados que, por darle vergüenza, no se atrevía a confesar. El muchacho,
asombrado, ((273)) lo miraba sin saber cómo coordinar sus ideas, hasta que cayó de rodillas y se confesó. Al salir de la habitación, se
encontró con don Carlos Viglietti y le dijo con la confianza que todos los muchachos tenían con él:
-Don Bosco me lo ha dicho todo y ha adivinado todos mis pecados.
En otra ocasión, se hablaba de las gracias que la Virgen dispensaba al Oratorio y dijo don Bosco al mismo secretario:
241
-María nos quiere mucho. Es inútil que los muchachos intenten ocultar lo que tienen en sus corazones; yo lo veo y se lo comunico.
Las audiencias con la gente continuaban, pero mucho menos que antes, porque los secretarios tenían orden de los médicos y de los
superiores de limitar el número y su duración. El dos de enero fue a visitarle el cardenal Alimonda y se entretuvo con él por espacio de una
hora. El día cinco fue monseñor Ordóñez, obispo de Quito, para pedirle, en nombre del Presidente de la República ecuatoriana, cuatro
salesianos al menos; de allí se dirigió a Roma, volvió a visitarle al regreso y obtuvo promesa formal. Pero, ya el primero de enero, había dic
don Bosco a don Carlos Viglietti, el cual lo refiere en su crónica:
-Me rueda ahora por la cabeza la obsesión de preparar cuanto antes una expedición de misioneros para Quito y la República del Ecuador.
aquello un centro de Misión, donde también se pueden encontrar vocaciones.
Fue también a verle, entre otros, don Luis Guanella. Después de haber salido del Oratorio el año 1878, no se había atrevido a presentarse
nuevo; hasta que, el día 22 de enero de 1887, se animó y fue a visitar a don Bosco. Después de la muerte del Santo, escribiendo sobre esta
visita, contaba así la impresión que le produjo don Bosco:
"Me pareció transformado. En la transparencia de aquel rostro me parecía descubrir un rayo de la divina gracia. De rodillas a sus pies, me
bendijo cordialmente a mí y mis más pequeñas obras".
Llegó, desde Niza, el joven sacerdote don Ramón Jara, más tarde obispo de Ancud, en Chile. Estaba de viaje por Francia en busca de
medios para fundar una Universidad católica ((274)) en Santiago. Presentó a don Bosco, para que las bendijera, medallas y estampas, y ent
éstas el retrato de mamá Margarita. Cuando la vio el Santo, se estremeció, quedóse contemplándola unos instantes y después, mostrándola
visitante, le dijo:
-íQueredla!
Atravesaba con don Bosco el pasillo de delante de las oficinas, y al verlo tan estrecho, le dijo respetuosamente:
-Si no fuera atrevimiento el mío, quisiera pedirle una explicación.
-Diga, diga.
-Si hubiera en su Congregación un padre algo corpulento, "cómo se las arreglaría para pasar por este corredor? "Por qué lo ha hecho tan
estrecho?
-Para... para... ípara combatir las tentaciones!
242
Don Ramón Jara comprendió. Regresó a Chile y construyó un gran edificio con muchos apartamientos para acoger en él a ciento ochenta
estudiantes universitarios de la provincia; recordando durante la construcción las palabras de don Bosco, quiso que los corredores fueran m
estrechos y las puertas muy bajas. Pues bien, durante la guerra civil, provocada por el presidente José Manuel Balmaceda, fue secuestrada l
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casa y puesta a subasta. Como estaba situada en el centro de la ciudad, varios tuvieron el deseo de adquirirla; pero aquellos corredores y
aquellas puertas desencantaban a cuantos la visitaban y "combatían la tentación", de modo que finalmente volvió al uso primitivo, con
satisfacción de los profesores que vieron el cielo abierto.
En la quietud de su cuartito, dedicaba mucho tiempo al despacho de la correspondencia. Llegaba al Oratorio cada día una cantidad increíb
de cartas, por asuntos, por gracias de María Auxiliadora, por las Lecturas Católicas, por el Boletín, como respuesta a las circulares; y
procedían de Italia, de Francia, de Suiza, de Bélgica, de Polonia, de Rusia, del Asia Menor, de la India, de las Américas. Muchas de estas
cartas iban dirigidas a don Bosco. Hecha la distribución, el Santo se hacía leer por persona de su confianza las cartas dirigidas a él
personalmente. Y como, entonces, no podía responder siempre por sí mismo, ((275)) frecuentemente encargaba a otros la contestación.
Veamos algún intercambio epistolar, del que nos ha quedado copia.
Llegáronle de Francia dos cartas sui generis que pueden sumarse a las muchas pruebas de la extraordinaria opinión de santidad en que era
tenido universalmente don Bosco.
Cierto sujeto, que ya le había consultado varias veces sobre cosas de conciencia y, especialmente, acerca de un determinado partido
matrimonial, la víspera de la boda, suplicaba que le dijera si, como buen cristiano, hacía bien al casarse con cierta señorita. El Santo le
respondió: "Puede usted casarse tranquilamente con esa persona, que le hará feliz, si los dos frecuentan la santa Comunión. Recomiendo m
huérfanos a su caridad. Ruegue por mí; que Dios le bendiga y la Santísima Virgen sea siempre su guía".
El otro no conocía en nada a don Bosco; pero, habiendo oído a uno que lo vio en París que era un hombre de mucha fe, se determinó a
exponerle su propio caso. Hacía años que pensaba casarse con cierta joven; pero había llegado a romper las relaciones por cuestión de
intereses. A pesar de todo, deseaba reanudar las relaciones; y, por eso, le rogaba que examinara el caso ante Dios y le comunicara después
resultado de su piadosa y caritativa meditación. ""Y encontraré, le
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decía, en esta proyectada unión, los elementos de una felicidad terrena y celestial? "El rompimiento de mis esperanzas, no será indicio de q
el Señor me llama por otro camino?". Y he aquí la respuesta de don Bosco: "Oiga el parecer de su director espiritual. Si es afirmativo, proc
solamente que la joven de la que me escribe, frecuente la santa comunión. Por lo demás, esté tranquilo. Yo rezo por usted y le recomiendo
mis huérfanos. Que Dios le recompense con largueza su caridad". Aquel señor había incluido en su carta un caritativo donativo 1.
Las cartitas o tarjetas de agradecimiento por limosnas recibidas debían ser muy frecuentes.
((276)) El príncipe Augusto Czartoryski le había enviado un donativo por año nuevo, manifestándole además lo mucho que los
Cooperadores polacos apreciaban al fundador de los Salesianos. Al agradecer su caridad y la buena noticia, no mentó el asunto de la vocac
en atención al padre; y se contentó con escribir: "De todos modos, tenga por seguro que nosotros no dejaremos de pedir al Señor por usted
por todos sus intereses" 2.
Escribía a la Condesa Alejandra de Camburzano:
Benemérita señora Condesa:
Siento mucho que usted esté padeciendo. Rezaré y haré rezar por su salud. Comprendo muy bien que tiene sus cruces, porque todos tenem
alguna, salvo don Bosco, que no tiene ninguna.
Las cosas de este mundo parece que se acercan a su crisis; pero Dios es Padre infinitamente bueno y, además, infinitamente poderoso; po
tanto, dejémosle hacer.
Le agradezco el aguinaldo que manda para nuestros huérfanos. Mañana comulgarán por usted; y yo, por la gracia de Dios, celebraré la sa
misa.
Que María Santísima sea nuestra guía para el cielo.
Turín, 9-1887.
Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.
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El día de san Francisco de Sales mandó una estampa a la baronesa Acelia Ricci, hija de los De Maistre, a la que conocía desde pequeñita
una estampa en la que había escrito: "Señora baronesa Ricci. Dios la bendiga y recompense abundantemente su caridad. Nuestros sacerdote
1 Ap., Doc. núm. 63.
2 Ap., Doc. núm. 64.
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misioneros y huérfanos se unen a mí para pedir a Dios cada día por usted" 1.
No dejaba pasar por alto los aniversarios, nombramientos y acontecimientos agradables de aquellas personas a las que ((277)) estaba unid
con vínculos de dependencia o de gratitud.
El año 1887 celebraba el mundo católico el jubileo sacerdotal de León XIII. Preparábase en su honor una publicación, en Bassano
Vicentino, titulada Exultemus, y los compiladores pedían a los personajes más destacados del campo católico algún escrito que aludiera a l
ocasión. No podían olvidar a don Bosco. El día dieciocho de enero, después de manifestar la imposibilidad en que se encontraba de escribi
artículo, formulaba la siguiente declaración:
"Sin embargo, lo que aún puedo hacer es manifestar con toda mi alma, que hago míos todos los sentimientos de fe, de aprecio, de respeto
de veneración y de amor inconmovible de san Francisco de Sales al Sumo Pontífice. Hago míos todos los gloriosos títulos que él recoge de
Santos Padres y de los Concilios, con los cuales forma como una corona de preciosísimas joyas para adornar las sienes del Papa; y son entr
otros, el de Abel por el Primado, el de Abrahám por el Patriarcado, el de Melquisedec por el orden, el de Aarón por la dignidad, el de Mois
por la autoridad, el de Samuel por la magistratura, el de Pedro por la potestad, el de Cristo por la unción, el de Pastor de todos los pastores
cuarenta más o menos espléndidos y apropiados. Creo que los socios de la humilde Congregación de San Francisco de Sales no se apartará
jamás de los sentimientos de este gran Santo, nuestro Patrono, para con la Sede Apostólica; que acogerán pronta y respetuosamente y con
sencillez de mente y de corazón, no sólo las decisiones del Papa respecto al dogma y la disciplina, sino que, hasta en las mismas materias
discutibles, abrazarán siempre la opinión por él sostenida, aun como doctor privado, mejor que la de cualquier otro doctor o teólogo del
mundo. Considero, además, que esta actitud debiera tomarse no sólo por los Salesianos y sus Cooperadores, sino por todos los fieles,
especialmente por el clero; porque, además del deber que tienen los cristianos de venerar al Vicario de Jesucristo, el Papa merece toda clas
atenciones, ((278)) porque ha sido elegido entre los hombres más eminentes por sabiduría, más
1 Ya le había escrito el Santo a principios de año, en una tarjeta de visita, en francés: "El reverendo JUAN BOSCO le presenta sus
respetuosos saludos, reza y hace rezar a sus huérfanos por usted y por todas sus intenciones; pide para usted y los suyos las mejores
bendiciones del cielo. 1-1887".
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notables por prudencia, más insignes por virtud, y porque está asistido de modo particular por el Espíritu Santo para el gobierno de la Igles
El cardenal Di Canossa, obispo de Verona, le escribía el día veintiséis de diciembre recomendándole a su hermano Octavio y le decía:
"Bendígale a él, a mí y a toda mi familia. Me encomiendo de nuevo a sus fervorosas oraciones, especialmente por un asunto que hace tiemp
estoy pidiendo al Señor. Mándeme en lo que pueda servirle". Por fin, le declaraba su "ilimitada estima y devoción". Don Bosco le contesta
tres semanas después.
Eminencia Reverendísima:
He recibido con grandísima satisfacción los saludos y la bendición de V. E. Rvma. y he tenido el gusto de saludar a su señor hermano, el
conde de Canossa. Al presente todas nuestras oraciones se dirigen a la Santísima Virgen Auxiliadora, a fin de que conserve todavía ad mul
iubilares dies a V. E, para gloria de la Iglesia y amparo de los necesitados, especialmente de los pobres Salesianos que humilde, pero
encarecidamente, se encomiendan a la caridad de las plegarias de V. E.
Bendíganos a todos y dígnese considerarnos como sus pobres, pero afectísimos hijos y servidores.
Turín, 14, 1887.
Por todos,
JUAN BOSCO, Pbro.
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Tenga compasión de esta mi mala letra.
A vuelta de correo, le manifestó el Cardenal con estas líneas su inmensa alegría. Es esta carta un precioso documento que manifiesta el
elevado concepto que tenía de don Bosco y de su Obra una lumbrera tan alta de la Iglesia. Verona se preparaba precisamente por aquellos d
para celebrar las bodas de plata episcopales de su Obispo. León XIII se había adelantado a los diocesanos con una carta de felicitación, a la
que aquí se alude.
((279)) Venerabilísimo y carísimo don Bosco:
Después de la admirable carta de nuestro Santo Padre León XIII, ninguna otra de las recibidas en estos días me ha proporcionado más
alegría y satisfacción que la suya, tan afectuosa, que he recibido esta mañana. íMil y mil gracias! Porque, en medio de tantas y tan santas
ocupaciones como las suyas, no sólo se ha acordado de mi pobre persona, sino que hasta se ha tomado la molestia de escribirme por su pro
mano... Le estoy reconocido de corazón, y ya que no puedo hacer otra cosa, pediré al Señor, más que de costumbre, que bendiga a usted y a
sus provechosas empresas. Dije más que de costumbre, porque aprecio y quiero a sus Salesianos y, aunque indignamente,
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todas las mañanas tengo un memento en la santa misa por las misiones, y especialmente por las de Africa, las de Patagonia y las de China,
donde las Canosianas 1 hacen mucho bien.
íPobre Africa! Tenga la caridad de rogar primero por mí, que lo necesito mucho, bien lo sé yo, y después por esa desventurada misión. Se
que un día dije a los Superiores de este Seminario menor para el Africa central: -Si nos lo permiten, pasemos todos con armas y bagajes a
depender de don Bosco y vayámonos a América, que es otro País.
Pero a ellos les pareció que debía respetarse la memoria y la obra del llorado monseñor Comboni y que se debía esperar a que quiera el
Señor abrir el camino entre los negros. Y no quise insistir.
Entre tanto, le doy gracias de corazón por todo y por su medio se las doy también a sus bonísimos Salesianos, cuyas oraciones me prome
son el mejor regalo para mí.
Ruégole me bendiga y me considere siempre de todo corazón.
15 de 1887.
Su afmo. y seguro servidor, L. Card. Di Canossa, Obispo
El Siervo de Dios, conmovido, acusó recibo con la cordialidad y sencillez de los Santos, enviándole una estampa de María Auxiliadora e
cuyo dorso había escrito una tierna invocación: "Eminentísimo cardenal Canossa. Oh, María, conducid a este vuestro querido y celoso hijo
todas sus empresas, constantemente, por el camino del cielo. 23 de enero de 1887. Juan Bosco, Pbro.".
Si la ciudad de Verona tenía por Obispo un Purpurado, debía agradecérselo a don Bosco. Trasladado por León XIII a Bolonia, el piadoso
humilde Prelado fue a suplicar al Pontífice que lo dejase en Verona. Quiso la casualidad que se encontrase en Roma ((280)) con don Bosco
quien pidió, con lágrimas en los ojos, que dijese una palabra en su favor. El Santo, durante la audiencia, llevó la conversación al asunto y,
cuando comprendió que el Pontífice estaba dispuesto a complacer el deseo del Obispo, halló el modo de sugerirle una idea. Puesto que
Bolonia era sede cardenalicia, "no se podría aceptar la renuncia al Arzobispado, y reservar el cardenalato para el que renunciaba? Aceptó e
Papa la sugerencia, por lo que, cuando don Bosco volvió a ver a Monseñor, le dijo:
-íArzobispo no, pero Cardenal sí!
También le llegaron benévolas manifestaciones de otro alto Prelado. En los primeros días de febrero había sido preconizado para la
1 Canosianas. Son las monjas de la orden fundada por Magdalena de Canosa (Verona 1818) (N. del T.)
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púrpura cardenalicia monseñor Camilo Siciliano de Rende, arzobispo de Benevento y Nuncio Apostólico en París. Don Bosco lo había
encontrado cuatro años atrás en la capital francesa y había recibido de él y de su madre manifestaciones de profunda reverencia. Consideró
pues, como un deber congratularse en seguida con él por la nueva dignidad, al tiempo que le recomendaba la reciente fundación de
Ménilmontant. El Cardenal esperó, según costumbre, a la celebración del Consistorio y, después, le respondió desde París, el día veinticuat
de marzo: "Le estoy muy agradecido por las afectuosas felicitaciones que, con tanta gentileza, ha querido V.S. darme por mi elevación a la
púrpura romana. Se lo agradezco de todo corazón y espero que, con sus oraciones, quiera obtenerme del Cielo los auxilios necesarios para
cumplir los deberes que la nueva dignidad me impone. No conozco la casa Salesiana de aquí, pero, puedo asegurarle que me sentiré muy
afortunado de poder prestar algún servicio a su Congregación".
Otro nuevo cardenal era el Nuncio Apostólico de Madrid, que había mantenido relaciones epistolares con don Bosco, cuando se trataba d
fundación del Colegio de Santa Rita en Madrid 1.
También a éste envió don Bosco sus felicitaciones, a las que monseñor Rampolla ((281)) respondió con verdaderas muestras de
agradecimiento y con estas expresiones especiales 2:
"Me es grato confirmar en esta ocasión mi especial afecto a la Congregación Salesiana, congratulándome con usted por el mucho bien qu
hacen sus hijos en las diócesis de España donde se han establecido; no es extraño que hagan grandes elogios de ella varios insignes prelado
Quiera Dios que puedan multiplicarse en esta nación, tan necesitada hoy de tener alguien que la preserve de los engaños de los malvados".
En el mes de marzo fue elegido alcalde de Turín el abogado Melchor Voli, y don Bosco le envió una carta de felicitación. Diole éste las
gracias más expresivas y, a la par que le rogaba admitiera su reverente saludo, decía el primer magistrado de la ciudad que recordaba con
alegría los días de su juventud primera, cuando había tenido "la fortuna de conocer al reverendo y muy benemérito don Bosco en casa de lo
Roasenda". En casa de esta noble familia el señor Voli había ayudado a don Bosco a transcribir su Historia de Italia.
Don Bosco no estaba en condiciones de sostener conversaciones
1 Véase Vol. XVII, pág. 515 y siguientes.
2 Madrid, 11 de abril de 1887.
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propiamente dichas; pero le gustaba mucho oír hablar de las misiones y gozaba inmensamente cuando le leían cartas de sus misioneros. Su
hablar consistía de ordinario en frases breves, salpicadas casi siempre de gracia. Observando un día una moneda con la efigie de Napoleón
exclamó: -Sic transit gloria mundi. Ya nadie habla de él..., si no es para hablar mal.
Preguntóle una vez el señor Olive si podía decir a su esposa, cuando le escribiera, que don Bosco estaba bien, y él respondió:
-Dígale que don Bosco se ha dado a la vida regalada.
Riose Olive, protestando que era todo lo contrario. Pero don Bosco añadió:
-Sólo la bondad del señor Olive pone en duda la verdad dicha por don Bosco.
Un día recibió de la señora Quisard, de Lyon, una estampa que tenía escrita esta frase en francés: "Pórtate con Dios como el pájaro que
advierte cómo se mece la rama donde se posa y sigue cantando, porque sabe que tiene alas".
((282)) Leyó él atentamente y dijo después que se la llevaran a don Joaquín Berto, observando:
-"Qué pensará don Joaquín Berto al recibir esta estampa?
Don Joaquín Berto pensó en la realidad. Comprendió que era un aviso paternal, para cuando, dentro de poco, le llegara a faltar don Bosco
su único sostén en el mundo. En la mesa rompía el silencio raras veces, parecía que estaba en continua meditación. Un día, echando agua a
vino, dijo:
-También Jesús en la cruz quiso que su sangre se mezclara con agua.
Una vez le hizo una profecía a su gran confidente don Juan Bautista Lemoyne, que le hacía compañía en las horas del atardecer, para
aliviarle en su forzosa e inactiva soledad, puesto que la luz artificial le molestaba la vista. De pronto, sin que se hubiera hablado de nada qu
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hiciera referencia a ello, prorrumpió en estas palabras:
-Tú llegarás a una edad muy avanzada.
Otra tarde, mientras Lemoyne le seguía en silencio escaleras arriba, se paró de repente don Bosco y, como quien revela un secreto, le mus
en voz baja:
-Te espera un porvenir muy glorioso.
Y, tras breve silencio, prosiguió:
-Lo que has sufrido hasta ahora es nada en comparación con lo que te queda por sufrir. Pero no tengas miedo, todo pasa en este mundo...
después... después el Paraíso.
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Don Juan Bautista Lemoyne llegó a cumplir los setenta y siete años. Su recuerdo pervive y vivirá bendecido en la Congregación; y su
nombre se repite, aun fuera de nuestra Congregación, especialmente por lo que escribió sobre don Bosco. Durante el último período de su v
sufrió, en efecto, muchas incomodidades físicas, y, más aún, pesares de espíritu, que procedían de distintas causas, dado su sensibilísimo
corazón y su viva imaginación. Es probable que sufriera bajo el peso de aflicciones espirituales, puesto que una vez, encontrándose ante un
joven sacerdote salesiano, profirió estas palabras:
-En otro tiempo, en el Oratorio se comía polenta, pero íteníamos a don Bosco!
Algunas veces contaba los sueños que había tenido durante la noche a los secretarios más jóvenes, que habitualmente le rodeaban; sueños
((283)) que, a excepción de dos, uno de los cuales se refería al clérigo Olive, que ya hemos narrado, y que nada tenían de extraordinario.
El trece de febrero por la tarde, dijo a don Carlos Viglietti, el cual tomó nota en su crónica:
-Quiero escribir muchas cosas importantes, que me fueron reveladas en sueños al principio del año; me propongo siempre hacerlo y desp
me olvido. Haz tú por recordarlo y dímelo, que yo te las daré luego para tu croniquilla:
Pero quizás, por ahorrarle la molesta tarea de escribir, Viglietti no se preocupó de recordárselo.
Frecuentemente soñaba en voz alta y emitía gritos, que despertaban y espantaban a don Carlos Viglietti, el cual iba corriendo desde su
habitación contigua. Así ocurrió la noche del dos al tres de marzo. Preguntóle al secretario, a la mañana siguiente, qué había soñado.
Respondió que era un lío al que no daba ninguna importancia y del que no recordaba más que un detalle. Le pareció que paseaba por un
terreno sin cultivar y que una persona le decía:
-Tú te preocupas por cultivar terrenos a orillas del Río Negro, cuando tienes aquí campos abandonados.
-íOh!, respondió don Bosco, dejaré crecer aquí la hierba, convirtiendo en prados estas tierras para dar de comer al ganado.
Y, entre tanto, veía un hermoso cerezo, cargado de fruta, y pedía al agricultor que la recogiera. Aquel obedeció, pero, al arrancar las cerez
aparecían secas y estropeadas.
Otra noche, la del día veinticuatro de marzo, soñó que se encontraba en medio de una viña en la cual se vendimiaba.
-"Cómo es esto?, decía don Bosco. "Estamos en primavera y ya
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están vendimiando? íY cuántos racimos! íQué buena uva! íEste año tendremos una buena cosecha!
-Sí, sí, le respondían su hermano José y Buzzetti, que se encontraban entre los vendimiadores. Es necesario recoger mucho ahora que lo h
porque, a este año de abundancia, sucederán años de carestía.
((284)) -"Y por qué habrá carestía?, preguntó don Bosco.
-Porque el Señor quiere castigar a los hombres, por el abuso que hacen del vino.
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-Es necesario, continuó don Bosco, hacer abundante provisión para nuestros muchachos.
Tampoco dio importancia al contar este sueño y concluyó diciendo:
-Es un sueño.
En la mañana del día tres de abril, dijo don Bosco, a Viglietti que la noche precedente no había podido descansar, pensando en un sueño
espantoso que había tenido durante la noche del día dos. Todo ello produjo en su organismo un verdadero agotamiento de fuerzas.
-Si los jóvenes, le decía, oyesen el relato de lo que vi, se darían a una vida santa o huirían espantados para no escucharlo hasta el fin. Por
demás, no me es posible describirlo todo, pues sería muy difícil representar en su realidad los castigos reservados a los pecadores en la otra
vida.
El Siervo de Dios vio las penas del infierno. Oyó primero un gran ruido, como de un terremoto. Por el momento no hizo caso, pero el rum
fue creciendo gradualmente, hasta que oyó un estruendo horroroso y prolongadísimo, mezclado con gritos de horror y espanto, con voces
humanas inarticuladas que, confundidas con el fragor general, producían un estrépito espantoso.
Desconcertado, observó alrededor para averiguar cuál pudiera ser la causa de aquella catástrofe, pero no vio nada de particular. El rumor,
cada vez más ensordecedor, se iba acercando y, ni con los ojos ni con los oídos, se podía precisar qué sucedía.
Don Bosco continuó así su relato:
-Vi primeramente una masa informe que poco a poco fue tomando la figura de una cuba de fabulosas dimensiones: de ella salían los grito
de dolor. Pregunté, espantado, qué era aquello y qué significaba lo que estaba viendo. Entonces los gritos, hasta allí inarticulados, se
intensificaron más, haciéndose más precisos, de forma que pude oír estas palabras:
-Multi gloriantur in terris et cremantur in igne (Muchos alardean en la tierra, pero arderán en el fuego).
251
((285)) Después vi dentro de aquella inmensa cuba personas indescriptiblemente deformes. Los ojos se les salían de las órbitas; las orejas
casi separadas de la cabeza, colgaban hacia abajo; los brazos y las piernas estaban dislocados de un modo fantástico. A los gemidos human
se unían angustiosos maullidos de gatos, rugidos de leones, aullidos de lobos y alaridos de tigres, osos y otros animales. Observé mejor y e
aquellos desventurados reconocí a algunos. Entonces, cada vez más aterrado, pregunté nuevamente qué significaba tan extraordinario
espectáculo. Se me respondió:
-Gemitibus inenarrabilibus famem patientur ut canes (Con gemidos horripilantes sufrirán hambre canina).
Entretanto, con el aumento del ruido, se hacía ante él más viva y más precisa la vista de las cosas; conocía mejor a aquellos infelices, le
llegaban más claramente sus gritos, y su terror era cada vez más opresor. Entonces preguntó en alta voz:
-Pero "no será posible poner remedio o aliviar tanta desventura? "Todos estos horrores y estos castigos están preparados para nosotros?
"Qué debo hacer yo?
-Sí, replico una voz, hay un remedio; sólo un remedio. Apresurarse a pagar las propias deudas con oro o con plata.
-Pero éstas son cosas materiales.
-No, aurum et thus (oro e incienso). Con la oración incesante y con la frecuente comunión se podrá remediar tanto mal.
Durante este diálogo los gritos se hicieron más estridentes y el aspecto de los que los emitían era más monstruoso, de forma que, presa de
mortal terror, se despertó.
Eran las tres de la mañana y no le fue posible volver a cerrar los ojos.
En el curso del relato, un temblor agitaba todos sus miembros, su respiración era afanosa y sus ojos derramaban abundantes lágrimas
.
Don Bosco no dejaba de presidir las reuniones capitulares, que se celebraban ordinariamente en su habitación. Durante el tiempo de que
tratamos sólo hubo cuatro. Espigaremos en las actas para sacar de ellas cuanto pueda referirse al Siervo de Dios.
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En la primera reunión, que fue el día catorce de febrero, se trató del importante tema de cómo debían regularse ((286)) las relaciones entr
Instituto de las Hijas de María Auxiliadora y la Pía Sociedad Salesiana. Ya se había tratado la cuestión en una antigua sesión, mas sin llega
una conclusión por estar ausentes algunos capitulares. Urgía, entretanto, tomar una decisión, a fin de que las Hermanas supiesen a
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quién dirigirse en las diversas circunstancias y no tuvieran que sufrir ningún perjuicio el Instituto y la regular observancia. Por eso, ya habí
encargado don Bosco a don Juan Bautista Lemoyne que estudiara la cuestión a fondo, para dar cuenta después.
Lemoyne estudió, preguntó y, el catorce de febrero, leyó su informe.
Exponía en él separadamente las distintas opiniones que al respecto habían expuesto, en distintas ocasiones, los miembros del Capítulo
Superior. Bastará recordar tres cosas para nuestra historia: el fundamento de la cuestión, una opinión radical sobre la manera de resolverla y
deliberación tomada por don Bosco, con asentimiento del Capítulo.
El Superior del Instituto era entonces el Rector Mayor y, por consiguiente, su Vicario. En efecto, las Reglas escritas por don Bosco e
impresas decían en el título II, artículo I: "El Instituto está bajo la inmediata y alta dependencia del Superior General de la Sociedad de San
Francisco de Sales, al que dan el nombre de Superior Mayor. En cada una de las Casas, podrá él hacerse representar por un sacerdote con e
título de Director de las Hermanas. Director General será un miembro del Capítulo Superior de la Congregación Salesiana". Por tanto, no
versaba la cuestión sobre la Superioridad autónoma del Instituto, sino sobre la Dirección general dependiente del Rector Mayor y de su
Vicario. Esta dirección fue ejercida, en un principio, por don Domingo Pestarino y, después, por don Santiago Costamagna, director en
Mornese. Cuando el Instituto tomó mayor desarrollo, pareció bien dejar la dirección al Director local de la primera casa madre, en Mornese
después, en Nizza Monferrato; pero, contemporáneamente, empezó a ejercer el cuidado y vigilancia general don Juan Cagliero, catequista
general de los Salesianos, el cual lo realizó hasta 1884, cuando fue nombrado Vicario Apostólico en Patagonia. Después de su partida, ((28
la dirección general de las Hermanas pasó a don Juan Bonetti, consejero del Capítulo Superior. Y, al ser éste elegido Catequista en el Capít
General del 1886, nació la cuestión de quién debía en adelante ejercer la dirección de las Hermanas. Por eso ya se había tratado de esto, co
decíamos, en un capítulo habido en Valsálice; mas sin llegar a ninguna solución. Ahora le urgía a don Bosco que se resolviese.
"No hubiera sido el mejor partido hacer de modo que las Hermanas se acostumbrasen a valérselas por sí mismas, sin obligar al Superior a
intervenir en las deliberaciones ordinarias, en la dirección y en la administración? Esto habría simplificado muchísimo las ocupaciones del
que estuviera encargado de dirigirlas. Y tal fue la quinta opinión
253
recogida, presentada y discutida por el relator 1, que la rebatió a la par de las demás. Reproducimos su razonamiento:
"La mujer, dijo, necesita continua ayuda, aun en muchas cosas que parecen de poca importancia y ha de experimentar de hecho la necesi
de este apoyo. Si se la deja independiente, buscará esta ayuda en personas extrañas, y el confesor local, interesado en corresponder a sus
confidencias, irá infundiendo en ellas su espíritu particular. Además, la mujer dentro de la Congregación, tiende a eximirse de una
dependencia que le impone la voluntad del Superior, cuando esta voluntad fuese contraria al parecer de una superiora influyente. La histori
eclesiástica nos ofrece mil ejemplos de ello. A nuestras Hermanas no les faltan medios materiales y es natural que prefieran sus superioras
los superiores salesianos, y de ahí, la necesidad de llegar a ellas con visitas, conferencias, cartas y para cada una de las casas.
((288)) "La mujer olvidada, o que cree serlo, siempre sabe hallar la manera de recuperar su puesto o se abandona a un desaliento fatal.
Quien estuvo con ellas durante seis años, sabe por experiencia que no es la Regla, sino el afecto y la confianza lo que liga a las Hermanas a
nuestra Congregación. No carece de sentido aquel dicho: ''no cantan bien dos gallos en un gallinero''. Ya don Esteban Chicco antes de dejar
dirección de Nizza, don Juan Cagliero antes de partir para América, sor María Mazzarello, antes de morir, insistieron sobre este punto de
estrechar cada vez más las relaciones y la dirección. Basta haber recordado esta quinta opinión, para que se rechace como totalmente erróne
Descartadas, pues, las cinco opiniones, el relator expuso su opinión en los siguientes términos: "Encomiéndese la dirección general del
Instituto de las Hermanas al Vicario y al Catequista, de modo que, al primero, se transfiera preferentemente la parte material y financiera y
segundo, la parte moral y espiritual". Esta opinión se apoyaba en los siguientes puntos: 1.° Más facilidad de entendimiento para conservar
unidad de dirección. 2.° Posibilidad de mutua ayuda, al depender de dos, en la actuación de la dirección, sin perjuicio del propio cargo con
Salesianos. 3.° Al ser superiores los dos tendrían más peso las propias disposiciones, mayor autoridad y respeto y, al mismo
1 Las otras cuatro eran: 1.ª Confiar la dirección de las Hermanas a uno de los tres Consejeros del Capítulo Superior de los Salesianos. 2.ª
Confiarla al Director local de la casa de Nizza. 3.ª Siempre bajo la dependencia del Rector Mayor y de su Vicario, que fuese ejercida la
dirección general por el Capítulo Superior Salesiano, esto es, por cada miembro del Capítulo en lo referente a la parte que correspondía a c
uno para con los Salesianos. 4.ª Que fuera el Catequista general quien llevara esta dirección.
254
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tiempo, permitiría al uno y al otro valerse en muchos casos de los otros miembros del Capítulo y del Director local de Nizza. 4.° Se cumpli
la regla que prescribe que dependa del Vicario la decisión, siendo prerrogativa del Superior el decidir en un caso dado. Entonces don Migu
Rúa nombró a don Juan Bonetti, catequista de la Congregación, Director general juntamente con él. Y así quedó establecido.
En todo el mes, hasta el día catorce de marzo, no hubo ninguna otra reunión. En ella se trató del destino a dar a la casa de Valsálice, tema
sobre el que se volvió a tratar en la cuarta reunión del día diecinueve de abril. Hablaremos de ello más adelante. Don Bosco asistió a la terc
del día veintiocho de marzo, escuchó, intercaló algún parecer suyo, pero sin decir ((289)) nada relevante, salvo sus deseos de que se
presentase una oportunidad para la apertura de una casa salesiana en la ciudad de Cúneo.
A pesar de las incomodidades que desaconsejaban las salidas de casa, quiso hacerlo varias veces durante el mes de febrero.
El día tres fue a la iglesia de San Juan Evangelista, donde se dio a los Cooperadores la conferencia de San Francisco. En una comunicació
a un periódico de Venecia 1, se leía: "Se esperaba que hablase el santo varón, como sucedía en otro tiempo, pero los años, las fatigas y las
pruebas durísimas han agotado aquella fibra vigorosa. Don Bosco ya no se sostiene sobre sus piernas; padece una opresión al pecho que le
impide hablar en público y siente el peso de una vida extraordinariamente activa. Conserva, sin embargo, la mente lúcida como a sus treint
años. Mantiene siempre en su corazón los entusiasmos juveniles por las obras de Dios y profesa a los muchachos un amor que parece una
especie de culto, porque ve y busca en ellos las esperanzas religiosas del porvenir". Habló en su lugar el Rector de la iglesia, don Juan
Marenco. Después de la función, los Cooperadores rodearon a don Bosco, ávidos, como siempre, de verlo de cerca, saludarlo y oír una bue
palabra de sus labios.
Pocos días después se ocupó también de don Bosco un semanario de Milán dirigido por don Albertario 2. En primera página, con un retra
que tenía mucho parecido, se leía un extenso artículo que rebosaba admiración. "El nombre de don Bosco, decía, resume una verdadera
epopeya cristiana. No hay nadie en Italia que no le conozca y millones de bocas lo repiten con acento de emoción, veneración, confianza y
agradecimiento. Trazaba, a continuación, una galante
1 La Difesa, lunes-martes, 7-8 de febrero de 1887.
2 Leonardo da Vinci, 13 de febrero de 1887.
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semblanza del ''hombre milagro'', del ''verdadero héroe del sacerdocio'' y terminaba así: ''Es una verdadera potencia, aunque se muestra
siempre humildísimo y afabilísimo; es un gigante de la caridad y del apostolado, y todo encomio resulta inferior a su mérito''".
((290)) Se encontraba gravemente enferma la piadosa señora María Pelissero, gran bienhechora de las obras salesianas. Empujado por su
agradecimiento, quiso don Bosco hacerle una visita. Le acompañó don Carlos Viglietti, el día doce de febrero. Su numerosa familia salió a
recibirlo llorando y suplicando que les conservara a la querida enferma. Una sobrina de la señora, que le iba presentando los parientes, díjo
-Mire, esta joven era como un cuerpo muerto de la cintura a los pies, la bendijo usted hace ya unos años y vea ahora qué bien está. Esta o
pequeñita estaba totalmente ciega y ya ve perfectamente. íCure también a nuestra tía!
Don Bosco estuvo un rato con ellos, les habló del cielo y de la resignación a la voluntad divina, los bendijo después y les entregó una
medalla de María Auxiliadora. Entró, por fin, en la habitación de la enferma. Aquella mujer debía ser verdaderamente una santa, porque
hablaba muy bien del cielo y de la resignación cristiana. Recibió con verdadera emoción la bendición de don Bosco, quien le dijo que, si se
iba al paraíso, presentara sus saludos a la Virgen Santísima y que, entre tanto, él y sus muchachos pedirían al Señor le concediera lo que fu
mejor para su alma. No pasaron muchos días y la señora acabó con una santa muerte su prolongada y virtuosa existencia.
El día ocho de abril murió una de aquellas bienhechoras que se consideraban felices cuando oían a don Bosco que les llamaba su mamá y
mamá de sus muchachos, la condesa Gabriela Corsi. La había visitado el Santo en los primeros días de su enfermedad y le había dicho:
-íAy, señora Condesa, usted falta a su palabra! Me había prometido que regalaría dos becerros a los muchachos del Oratorio, para que
pudieran celebrar con alegría el día de mi jubileo sacerdotal, pero usted falta a su palabra y yo también faltaré.
Más tarde, por san Gabriel, día de su santo, le había mandado una estampa con esta invocación a la Virgen, escrita de su puño y letra:
"Condesa Gabriela Corsi. Oh María, conceded un feliz día onomástico a vuestra hija, guardadla de todos los peligros. Guiadla a ella y a t
su familia por el camino ((291)) de cielo y haced que todos, después de una santa vida, vayan a hacernos compañía eternamente en el cielo.
Amén".
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Otra de las mamás, a quien él hubiera deseado mucho visitar y
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bendecir, había muerto en Génova el día trece de febrero: era la noble señora Ghiglini, a la que hemos nombrado varias veces. Su multiform
caridad la experimentaron, sobre todo, en la casa de Sampierdarena.
La desaparición de estas almas buenas, que habían tenido tanta importancia en las obras del Santo, parecía preludiar su próximo fin.
257
((292))
CAPITULO XII
EN EL TERREMOTO DEL MES
DE FEBRERO DE 1887
EL día veintidós de febrero, último del carnaval, quiso don Bosco presenciar, desde su mirador, los juegos que, según costumbre, hacían lo
muchachos en el patio; y, todavía más; antes de retirarse a su habitación, empezó a lanzar puñados de avellanas, que los muchachos corrían
recoger con avidez, olvidándose de sus juegos, porque eran avellanas de don Bosco. Más tarde, reunió a los alumnos del cuarto curso y
entregó a cada uno una medalla, de una manera algo misteriosa, recomendándoles que la tuvieran en aprecio, porque los protegería en
cualquier calamidad.
Y, al día siguiente, sobrevino la primera; un espantoso terremoto sacudió furiosamente la zona de Liguria y repercutió también en el
Piamonte. "Había hablado así don Bosco por casualidad o presagiaba algo? Don Carlos Viglietti escribe que don Bosco le había dicho el
cuatro de marzo que había repartido aquellas medallas por el desastre del terremoto, pues sabía que sobrevendría al día siguiente. Creyóse q
estas palabras suyas pudieran relacionarse con otras que dijo el día cinco de enero. Al preguntarle por qué, al comienzo del año nuevo, hab
callado los futuros acontecimientos para el 1887, respondió:
-Es mejor que me calle, porque sería alarmar demasiado a la gente. Se espantarían todos y vivirían con inquietud.
En Turín hubo una violenta sacudida. Los muchachos del Oratorio, ((293)) que se habían levantado hacía escasamente un cuarto de hora,
bajaron atropelladamente de los dormitorios al patio. Los que estaban en la iglesia corrieron fuera. Llenos de pánico, levantaban los brazos
hacia la estatua de María Auxiliadora que corona la cúpula. En aquel momento entraba Viglietti en la habitación de don Bosco. Se lo encon
riendo y decía:
-Es un baile a la fuerza. Estaba levantándome; pero, esperando que teminase el vaivén, sentí frío en la espalda y me he acostado de nuevo
Hubo escenas de terror en los colegios de la costa ligurina, donde
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se repetían las sacudidas a intervalos más o menos largos. Durante algunas noches los muchachos durmieron en tiendas de campaña al sere
El Director del colegio de Varazze, después de algunos días, preguntó a don Bosco qué se debía hacer, si era el caso de entrar en casa o no.
Santo encargó que le contestaran:
-Entrad en casa. El terremoto no os causará ningún daño.
Y así fue.
El centro de la máxima actividad había sido en el golfo de Génova, a lo largo de la línea que va desde Savona hasta Mentón. Huvo varios
millares de víctimas. Por todas partes se veían casas en ruinas o a punto de derrumbarse; algunas iglesias hundidas; inmensos desastres por
toda la región. Aquella desgracia conmovió los corazones italianos. Las subscripciones abiertas por los periódicos demuestran que aquella
catástrofe se consideró como una desgracia nacional. Don Bosco, al darse cuenta de la importancia del mal, mandó escribir a los Directores
las casas salesianas de Liguria que se ofrecieran para prestar socorro con todos los medios posibles, materiales, personales y morales.
Después, por encargo suyo, don Francisco Cerruti escribió a los Obispos de Savona, Albenga y Ventimiglia 1: "Mi querido superior, don
Bosco, profundamente conmovido por el desastre que asoló gran parte de esa Diócesis, desearía acudir también en su ayuda para aliviar de
algún modo las terribles consecuencias del terremoto. Por eso, aunque ya ha recomendado al Director de la Casa Salesiana de Varazze que
preste, con ((294)) todos los medios posibles, para auxiliar a los afectados por la desgracia, me encarga comunique a Vuestra Excelencia qu
él recibirá con mucho gusto y gratuitamente, aquí en Turín, y, si se precisa en Sampierdarena, a cuatro muchachos de los más necesitados q
hayan quedado abandonados por causa del terremoto". Eran, pues, doce los muchachos que don Bosco se proponía educar y mantener.
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Pareció una gracia singular de la Virgen que los Salesianos y sus alumnos quedaran libres de desgracias personales, pues no hubo muerto
ni heridos, ni lesionados; pero los daños materiales fueron importantes. Los edificios del Piamonte sufrieron desperfectos fácilmente
reparables; pero no así los de Liguria, donde hubo alguna de nuestras casas que quedó en mal estado, sobre todo la de Vallecrosia, que fue
preciso desalojar del todo; por consiguiente, se cerraron las clases externas, se envió a las alumnas internas a sus casas y se llevó a
1 Turín, 28 de febrero de 1887.
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Nizza Monferrato a las que quedaron huérfanas o sin posible alojamiento.
Cuando don Bosco recibió los informes de los Directores de las distintas casas, envió en seguida dos circulares. Una, ordenando a los
Salesianos que destinasen un día en cada casa para elevar plegarias al Señor en sufragio de las víctimas y que se celebrara una función
religiosa de agradecimiento por la protección dispensada a todos los moradores de las casas salesianas; además, para poder atender a las
necesidades imprevistas, recomendaba que durante un año no se emprendiera ninguna obra de albañilería, ni se hicieran adquisiciones que
fueran dictadas por una verdadera necesidad y que se soportaran con gusto los sacrificios y privaciones impuestas por las circunstancias. La
otra informaba a los Cooperadores de los daños sufridos y de los gastos consiguientes y les pedía humildemente la caridad 1.
De todas las casas damnificadas la que más preocupaba a don Bosco era la de Vallecrosia, no sólo porque era la más perjudicada, sino
también porque la forzosa suspensión de la actividad salesiana favorecía a los protestantes. En consecuencia, envió inmediatamente allí al
empresario ((295)) Josué Buzzetti, para que estudiase qué se debía hacer y calculase el importe de los gastos. Este, después de un diligente
examen, escribió a don Bosco diciendo que, para dejar el edificio provisionalmente habitable, bastaban unas seis mil liras; mas, para realiz
otros trabajos indispensables, se requerían bastantes más. Leyéronle la carta a don Bosco durante la comida, y él dijo:
-El Señor proveerá, estemos tranquilos.
Tomó la carta y la puso junto al plato. Al terminar la comida entró el conde Eugenio de Maistre quien, después de saludar a todos, pregun
a don Bosco:
-Querido don Bosco, "necesita dinero?
-A don Bosco no se le puede hacer esa pregunta, respondió. Piense un poco: tengo que acabar la iglesia del Sagrado Corazón en Roma;
tengo muchos jóvenes a quienes mantener y muchos otros gastos a los que debo atender.
-Pues bien, replicó el Conde; sepa que una tía mía, ya anciana, quería dejarle en testamento una cantidad; pero después, pensando que má
vale pájaro en mano que ciento volando, me ha encargado que le entregue sin más este sobre.
Y así diciendo, se lo entregó a don Bosco, rogándole que examinara el contenido. Don Bosco se lo pasó a don Miguel Rúa, invitándole
1 Ap., Doc. núm. 65 A-B.
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a mirarlo. Sacó don Miguel Rúa el contenido y contó seis billetes de a mil.
El mismo don Miguel Rúa contó el hecho a don Juan Bautista Lemoyne, quien tomó nota en seguida y su apunte se conserva todavía en
nuestros archivos. Del contenido no se desprende que don Bosco dijera al Conde qué destino iba a dar a aquel dinero; más aún, es algo a
descartar, como lo pone de manifiesto la siguiente carta, destinada a servir de recibo, en atención a la donante.
Muy querido señor Conde Eugenio:
A su paso por Turín, tuvo a bien venir a hacernos una visita, visita de verdadera caridad.
Nos encontrábamos frente a una letra vencida, de seis mil liras, que nos habían entregado pocos minutos antes, y era precisamente una de
deudas que los Misioneros habían dejado antes de partir para Patagonia; ayer, a las diez de la mañana, se pagó la deuda, con admiración de
acreedor y con maravilla de mí mismo, que no creía podérsela pagar tan pronto.
((296)) Que Dios le bendiga, querido señor Eugenio, a usted, que fue el benemérito portador; y bendiga también a su caritativa tía, que fu
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la generosa donante.
Todos nuestros misioneros y nuestros doscientos cincuenta mil huérfanos pedirán al Señor que se digne recompensarle en el tiempo y en
eternidad.
Aprovecho esta misma ocasión y cumplo mi deber de agradecerle el mucho bien que ha hecho a toda la Congregación Salesiana y a sus
alumnos, en repetidas circunstancias. Valoramos ahora la importancia de sus favores, por los apuros que estamos pasando y por la multitud
huérfanos de todas partes que piden incesantemente ayuda.
Que Dios le bendiga, señor conde Eugenio, y la Santísima Virgen les proteja a usted y a toda su familia y conduzca siempre a todos por e
camino de la virtud hasta el Paraíso; pero con usted y también con este pobre que escribe.
Hace ya bastante tiempo que no he escrito ni una carta; le ruego, por tanto, que disculpe la mala letra y el poco orden de mis pensamiento
Esto me sirvió de grato entretenimiento con aquél a quien tanto aprecio en el Señor y por quien todos los días tengo un recuerdo especial en
santa misa.
Contentos siempre de poderle ver y servir en todo, tengo el honor y la satisfacción de profesarme,
De V. S. carísima.
Turín, 6 de marzo de 1887.
Su seguro servidor,
.
JUAN BOSCO, Pbro.
El donativo resultó, pues, doblemente providencial, porque sirvió para saldar una deuda urgente, que era precisamente de seis mil liras y
posibilitó el disponer de una cantidad igual para los primeros trabajos de Vallecrosia. En un apuro de tal importancia, no podía don Bosco
dejar de solicitar la caridad de las personas más capaces de comprenderlo
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y más dispuestas a ayudarle. He aquí, en efecto , algunas de las cartas que entonces dirigió a bienhechores y bienhechoras.
Escribió a la marquesa Enriqueta Nerli, de Florencia, que era también una de las mamás.
Ilma. señora Marquesa y querida como Madre:
He recibido en buen estado la grande y valiosa caja de botellas del singularísimo y excelente vino. Estoy un poco acobardado porque, com
hijo afectuoso suyo que quiero ser, debería ofrecérselo yo a mi caritativa mamá. Es del mejor gusto y de óptima calidad. ((297)) La vida, qu
este precioso licor me prolonga, es sin duda, un regalo más que me hace. Bendito sea Dios en todo y bendita su caridad, especialmente en
estos tristes momentos en los que no me hubiera atrevido a hacer ningún gasto. Las casas de Liguria y algunos huerfanitos y huerfanitas
dispersos con nuestras Hermanas, me obligan a rigores que nunca he tenido. Pero el Señor nos ha sostenido siempre, María nos ha protegid
por tanto nuestra confianza no disminuirá jamás. Dígnese ayudarnos con sus santas oraciones; y así le profesamos en todas las cosas la más
sincera gratitud y, con la esperanza de poderle saludar personalmente, considero preciosa la ocasión de profesarme ahora y siempre.
Turín, 3 de marzo de 1887.
Su obediente hijo, JUAN BOSCO, Pbro.
La Marquesa le envió como respuesta quinientas liras. El Santo, al acusar recibo, le avisó que procurase hacer pronto su testamento: que
tardase un solo día, porque de otro modo quedaría como Job y moriría abandonada de todos, sin poder disponer de nada. La señora no tomó
consejo a la letra; y sucedió que, habiendo caído enferma a finales de marzo, los criados y el médico la aislaron totalmente de toda suerte d
personas. Hasta al Director de la casa de Florencia, que quiso visitarla, se le negó la entrada. Cuando murió, la abandonaron totalmente, de
modo que don Esteban Febbraro tuvo que hacer el velatorio del cadáver. No se encontraron valores o mejor no se supo nada de ellos; la
abundante herencia con la que ella quería beneficiar a las obras de caridad, fue a parar a manos de parientes remotísimos.
Un bienhechor constante y generoso era siempre el genovés Antonio Oneto Dufour. También a él le escribió con su acostumbrada sencill
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Muy apreciado señor Oneto Dufour:
No se extrañe de que este pobre cura recurra todavía a su caridad, que me es tan conocida. Me encuentro en grave necesidad. Todas nuest
casas de Liguria han sido, más o menos, damnificadas, por el desastre del terremoto; pero las escuelas, la
262
casa y la iglesia del Instituto para huerfanitas de Vallecrosia, junto a Ventimiglia, han quedado ((298)) en ruinas y exigen que se reparen y
vuelvan a levantarse prontamente. En estos momentos estoy falto de medios económicos; y, si usted puede ayudarme, le pido que lo haga p
amor de Dios. Ciertamente María le recompensará con gracias especiales, que derramará abundantemente sobre todos sus hijos y demás
familiares.
Que el Señor le bendiga y conserve con buena salud, mientras tengo el honor de profesarme con agradecimiento.
DeV. S.
(Sin fecha)
Atto. y s. s., JUAN BOSCO, Pbro.
P.D. Soy viejo y estoy casi ciego; compadezca mi mala escritura.
Estaba también en Génova el señor Rafael Cataldi, rico banquero y caritativo cristiano. Habiendo sido Liguria teatro del desastre, vio el
Santo en esta circunstancia un motivo más para implorar su socorro 1.
Queridísimo señor Rafael Cataldi, banquero:
Ha pasado ya bastante tiempo desde que tuve el honor de poderle saludar personalmente; pero no me he olvidado de rogar a Dios por uste
y su familia todos los días. Un motivo muy grave hace que hoy me acuerde de usted y de su caridad. El reciente desastre sufrido con el
terremoto ha afectado, más o menos, a todas nuestras casas de Liguria; pero, sobre todo, al hospicio, iglesia y escuelas de Valle Crosia, jun
Ventimiglia, que han quedado destruidas. Reclaman inmediata reparación y nuevas construcciones. Y yo no puedo proveer a estas necesida
en un momento de tanta escasez. "Podría usted ayudarme? Se lo suplico, por amor de Dios, que ciertamente se lo pagará con creces.
Ya estoy viejo y medio ciego; tenga compasión por tanto de mi mala letra.
Me acuerdo de su familia y de su santo padre. Rogaré de corazón a la Santísima Virgen para que proteja a todos y los guíe siempre por el
camino del cielo. Amén.
Con suma gratitud, siempre suyo en J. C.
(Sin fecha)
Atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.
((299)) El reverendo Varettoni, párroco de Río San Martino, en el vecindario de Mirano, provincia de Venecia, le había enviado
espontáneamente una buena limosna; y don Bosco se lo agradecía así:
1 Vol. XVII, pág. 765.
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Carísimo señor Párroco:
No tengo palabras como se merecen su caridad y el desprendimiento con que lo hace.
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En las graves y urgentes necesidades en que me encuentro, su donativo será especialmente recompensado. Su nombre queda registrado co
el de los insignes bienhechores de nuestros huérfanos. Bendigo a usted y su caridad; pero alabo, sobre todo, su valor, porque usted hace las
obras por sí mismo, sin aguardar a que las hagan otros después, como algunos, que generalmente quedan engañados.
Rezaremos mucho por usted, y quiérame por Jesús y por María.
"No tendremos el gusto de verle al menos una vez entre nosotros?
María nos guíe a todos hasta el Cielo.
(Sin fecha)
Su atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.
Hizo también una humilde petición de socorro a la marquesa Taliacarne, Hija de la Caridad, en el Hospital turinés de San Juan. Por el
contexto se ve que ella tenía posibilidad y buena voluntad de hacer beneficencia.
(Falta el encabezamiento)
Permitirá, señora Marquesa, que también este pobre cura recurra a su caridad en favor de mis huérfanos. El desastre, recientemente sufrid
con el terremoto, ha afectado, más o menos, a nuestras casas; pero las de Valle Crosia, cerca de Ventimiglia, quedaron destruidas. Está cerr
la iglesia, suspendidas las escuelas, dispersas las huerfanitas del hospicio y nuestras Hermanas enviadas a otros pueblos. Se necesita una
rápida reparación o una construcción nueva. En este momento, estoy carente de todo recurso pecuniario. "Podría con su gran bondad acudi
mi ayuda, por amor de Dios? Rogaré de todo corazón por usted y haré que también estos mis huérfanos recen para que el Señor le recompe
con largueza y María Santísima la guíe segura por el camino del cielo.
Con suma gratitud, me cabe el honor de poderme profesar,
De V. S. Ilma.
Turín, 30 de marzo de 1887.
Su atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.
((300)) La religiosa le envió, algunos días después, una limosna de cien liras. Don Bosco le respondió con esta carta de agradecimiento:
Ilma. y benemérita señora Marquesa:
He recibido con verdadera gratitud el generoso donativo de cien liras que V. S., en su gran caridad, se dignó hacer para nuestros huérfano
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Le quedo muy agradecido y rogaré siempre al Señor por V. S. y según todas sus piadosas intenciones. Mientras tanto, estos nuestros
huérfanos, socorridos por V. S. en estos críticos momentos, han empezado a hacer plegarias especiales y fervorosas comuniones en el
Santuario de María Auxiliadora según sus deseos. Tengo plena confianza de que seremos escuchados. Dios le bendiga, benemérita señora
Marquesa, y recompense con largueza cuanto hace por nuestros huérfanos.
Me encomiendo también a la caridad de sus santas oraciones, mientras, con el más vivo reconocimiento, me profeso,
DeV. S.
A 4 de abril de 1887.
Atento y s. s., JUAN BOSCO, Pbro.
Tras un cataclismo tan reciente, naturalmente disminuyeron mucho las limosnas en el Oratorio. Ya no llegaba ninguna de Liguria; y de o
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partes en la Península llegaban pocas, pues la caridad pública estaba orientada a mitigar las necesidades de los damnificados. Meditando do
Bosco cómo encontrar medios para sostener sus obras, dio a conocer a todos los superiores de la casa su deseo de que cada uno se ingenias
para obtener algún socorro de sus amigos, bienhechores y conocidos, dándoles a conocer los apuros en que se encontraba don Bosco.
Con todo, esto no le había impedido, como ya hemos dicho, abrir sus casas para una docena de muchachos pobres y abandonados. Tambi
entonces hubo que admirar rasgos especiales de la Providencia. El día cuatro de marzo dijo don Bosco a don Carlos Viglietti:
-Esta mañana necesitábamos dos mil liras. y he aquí que me llega un cheque de mil, de una persona desconocida; las otras mil llegarán an
de que sea de noche.
Y, efectivamente, llegaron hacia el atardecer.
Aquel día el señor Martinengo, natural de Savona, sacerdote paúl, se presentó a él para consultarle si podría ir, ((301)) sin peligro, a visit
su familia. Don Bosco le respondió que fuera tranquilamente, con tal de que llevara consigo medallas de María Auxiliadora para distribuirl
entre los parientes, con la recomendación de que frecuentasen los santos sacramentos; con esta condición, no sufrirían ningún daño por el
terremoto. Lo mismo hizo recomendar a los colegios de Liguria.
Con tantas preocupaciones, no nos debe extrañar que, al mejorar el clima con la nueva estación, en vez de sentirse aliviado de sus dolenc
parecía que se le habían agudizado. Pasó muy mal la tarde del día cinco de abril. Quedóse sin palabra, respiraba afanosamente, no
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podía moverse. Hubo que desnudarlo y ponerle en cama, como a un niño. Al día siguiente, no pudo celebrar la santa misa. Se levantó tarde
desayunó un poquito, pero no lo retuvo. Hacía el mediodía recuperó algo las fuerzas, de modo que, cobrando ánimos y diciendo que se sen
mejor, fue a comer con los demás; pero se vio obligado a acostarse muy temprano. El día siete, jueves santo, celebró la misa en su capilla
privada, donde, después de dar la comunión a los secretarios, reservó las sagradas especies, porque quería comulgar al día siguiente.
A mediados de abril, se encontraba en Turín el príncipe Augusto Czartoryski. Enterado de que la salud de don Bosco declinaba cada vez
más, había decidido hacer un retiro espiritual bajo su dirección, para poder decidir definitivamente su porvenir. En los numerosos coloquio
que con él tuvo, multiplicó las insistencias para ser aceptado en seguida entre los Salesianos. Don Bosco, alabando siempre su propósito de
abandonar el mundo para abrazar la vida religiosa, lo invitaba a que recapacitase si no le convenía más entrar en la Compañía de Jesús o en
Orden Carmelitana; pero el noble señor, que había visitado muchas comunidades religiosas, decía que en ninguna parte, fuera de la
Congregación Salesiana, le parecía que podría encontrar la paz por tanto tiempo suspirada.
-La Congregación Salesiana no está hecha para usted, le repetía el Santo.
Era la última prueba ((302)) a la que Dios sometía a aquella alma elegida. Fiel a la gracia y sostenido por una confianza inquebrantable e
auxilio divino, volvía siempre en todos los coloquios al mismo punto.
Finalmente, imploró su bendición y partió para Roma, precediendo en algunos días a la llegada del Siervo de Dios, junto al cual lo
encontramos de nuevo; porque don Bosco estaba absolutamente resuelto a afrontar aquel viaje para asistir a la consagración de la iglesia de
Sagrado Corazón.
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((303))
CAPITULO XIII
ULTIMO VIAJE DEL SANTO
A ROMA
NO es del todo inverosímil que don Bosco, ya tan enfermizo, contase con un auxilio especial de la Divina Providencia, al exponerse a las
molestias de un viaje tan largo; nos confirma en esta hipótesis el ver que no pretendía realizar el trayecto en el más breve tiempo, sino que
proyectaba multiplicar las paradas para aprovecharlas, de acuerdo con las necesidades de su Obra. En efecto, aún antes de salir de Turín,
convocó a los Cooperadores de Liguria para una conferencia en Sampierdarena, invitándoles a reunirse allí con una circular que les envió
desde el Oratorio el día dieciocho de abril 1.
La partida de Turín fue el día veinte por la mañana. "Salió de casa, escribía don José Lazzero 2, en tal estado que parecía no iba a poder
resistir el viaje, ni siquiera hasta Moncalieri". Iba acompañado por don Miguel Rúa y don Carlos Viglietti y se dejó acomodar en un vagón
primera clase. Y aún hizo más el Jefe de estación, que lo llevó a un departamento reservado y encargó al personal de servicio que le prestar
toda clase de atenciones. Toda aquella cortesía se debía al comendador Stanzani, director general de ferrocarriles, que lo había recomendad
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encarecidamente.
Llegó felizmente a Sampierdarena. Los muchachos de la casa, que lo esperaban ansiosos, le recibieron con filiales demostracíones de afe
El buen Padre no sólo no aparentaba ((304)) estar cansado de las tres horas y media de viaje, sino que hasta parecía fortalecido, de tal form
que atravesó alegre y sonriente por medio de los alumnos, fue al comedor, comió con apetito y manifestó muy buen humor. Fue una verdad
alegría para todos.
Pero, al día siguiente, cambiaron algo las cosas, como se vio durante la celebración de la santa misa, que le costó mucho; sin embargo, di
audiencia, hasta que pudo, a las personas que llenaban la casa.
1 Ap., Doc. núm. 66.
2 Carta a don Antonio Riccardi, Turín, 30 de abril de 1887.
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Por la tarde fue a Génova, en un lujoso coche de dos caballos, que le envió el señor De Amicis, cooperador salesiano. Una gran multitud se
había agolpado a lo largo de la calle que baja a la iglesia de San Siro, elegida también esta vez para la reunión. El amplio templo resultó
pequeño para contener a tanta gente como anduvo a porfía para conseguir un puesto.
Cuando el Siervo de Dios apareció en el presbiterio, entre gran número de distinguidos personajes, un ligero murmullo corrió por las nav
del templo y todas las miradas se clavaron donde él se sentó para escuchar la conferencia. Pasaron unos minutos y apareció el Arzobispo co
las primeras dignidades del clero diocesano. El encuentro de los dos hombres venerandos despertó en los asistentes una honda emoción.
En seguida empezó la ceremonia. Un alumno de las escuelas de Sampierdarena leyó un trozo de la vida de San Francisco de Sales; despu
subió al púlpito monseñor Homodei Zorini, uno de los más elocuentes oradores sagrados de entonces. Profesaba éste mucho cariño a don
Bosco y desplegó toda su facundia para describir y enaltecer su obra. No podía dejar de referirse a la reciente catástrofe sufrida en Liguria,
que tanto daño había ocasionado a las escuelas salesianas de la costa.
La colecta efectuada por los jóvenes católicos del Círculo Beato Carlos Spínola alcanzó mil trescientas liras, además de las recogidas a la
puerta de la iglesia antes de la conferencia o entregadas después al mismo don Bosco por personas piadosas. Terminada la conferencia, tard
((305)) casi una hora para llegar a la sacristía, por la enorme cantidad de devotos que se agolpaba en torno a él. ""Quién no fue ayer a ver a
caro don Bosco, escribía el Eco d'Italia el día veintidós de abril, con aquel su bondadoso rostro y su sonrisa de santo? Está envejecido, llen
de achaques y no puede caminar si no le sostienen; pero cuánta juventud hay en su mente, que parece preocupada por tener que pensar en
muchas cosas y que debe remontarse a lo alto para divisar en lontananza lo más que le sea posible (...). Todos querían oír una palabra suya,
besar su mano o al menos su sotana y él se esforzaba por contentar a todos sonriendo tranquilamente. -íEs un santo!, repetía todo el mundo
Prorrogó todavía su permanencia en Sampierdarena un día y medio y concedió audiencia durante horas y horas. "El pobrecito, exclama
Viglietti en su diario el día veintidós, está cansado. Hubo momentos en que se quedó casi sin respiración". Dos veces sucedió que la multit
impaciente abrió la puerta de su habitación e irrumpió sobre él,
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cayendo después de rodillas. Las personas de casa se situaban en uno y otro sitio por las escaleras y por los corredores para conseguir verle
El entusiasmo popular aumentaba por las voces que referían gracias extraordinarias, temporales y espirituales.
Una enferma recibió su bendición y se recobró de golpe proclamando su curación. Un tal Pittaluga, hijo del difunto José, de Sampierdare
llevaba treinta años sin acercarse a los sacramentos. Aunque se encontraba entonces en trance de muerte, no daba señales de arrepentimient
Sus familiares lo encomendaron a don Bosco, el cual prometió que rezaría por su intención. Y resultó que el enfermo depuso su obstinació
se confesó y recibió la santa comunión. Don Carrlos Viglietti había visto el año anterior cómo presentaron a don Bosco un niño en muy ma
condiciones de salud; y volvió a verlo entonces, que iba por sí mismo, rebosando salud, a agradecérselo. Una señora le presentó a su hijo,
diciendo que era muy revoltoso, que constituía la desesperación de la familia y no quería que le hablaran de religión ni de prácticas religios
Don Bosco lo bendijo ((306)) y -ícosa admirable!-el joven salió de allí como un corderito y volvió al día siguiente con el rostro sereno y
alegre, después de haberse confesado y recibido la comunión. La madre pidió para él una segunda bendición, que le obtuviese el don de la
perseverancia.
Narramos, a continuación, una curiosa profecía, cuya fecha no hemos podido encontrar, pero que se refiere a Sampierdarena. Una cuñada
del salesiano don Herminio Borio se encontró una vez con don Bosco y éste le dijo:
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-Cuando usted sea vieja, irá a vivir en nuestra casa de Sampierdarena, donde tendrá por compañera una Capra (cabra)... Pero, no de las qu
comen hierba, sino una Capra con dos piernas... Se harán compañía hasta en la muerte.
La señora, que fue siempre bienhechora de los Salesianos, cuando llegó a la vejez, quedóse sola en el mundo y obtuvo fácilmente retirars
vivir allí en compañía de las Hijas de María Auxiliadora, con las cuales pasó los últimos diez años de su vida. Su compañera predilecta era
Olimpia, cuyo apellido nunca sintió necesidad de saber ya que siempre la llamaba por su nombre, hasta su muerte. Pues bien, sucedió que l
monjita y la señora cayeron enfermas a primeros de enero del corriente año de 1936; agraváronse las dos en un abrir y cerrar de ojos y amb
fallecieron el día de la Epifanía, con sólo cuatro horas de diferencia. Sor Olimpia se llamaba Capra de apellido.
El día veintidós, por la tarde, fue en coche, acompañado por don
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Domingo Belmonte y don Carlos Viglietti, a Sestri Ponente para visitar a la bienhechora Luisa Cataldi. En el momento de despedirse,
preguntóle la señora:
-Dígame, don Bosco, "qué tengo que hacer para asegurar mi salvación eterna?
Es muy probable que ella se esperase un consejo espiritual de vida ascética o quizás también una palabra aseguradora; pero don Bosco, c
cara seria, le respondió:
-Usted, para salvarse, tendrá que llegar a ser pobre como Job.
En forma hiperbólica repetía su ya conocido concepto sobre la medida de la limosna que los ricos están obligados a hacer, si no quieren
faltar ((307)) a la misión social que la divina Providencia les ha confiado.
La buena señora quedó desconcertada ante aquella respuesta, tanto que, de momento, quedóse sin saber qué hacer ni qué decir. Cuando
estuvieron fuera de casa, don Domingo Belmonte, que había estado en la antesala y había percibido las últimas palabras de don Bosco al
abrirse la puerta, preguntóle cómo había tenido valor para emplear aquel lenguaje con una persona que daba tantas limosnas.
-Mira, le respondió don Bosco; nadie se atreve a decir la verdad a los pudientes.
Para remachar y aclarar más el pensamiento de don Bosco sobre la cuestión de la limosna no estará fuera de propósito tomar nota aquí de
una manifestación suya, recordada recientemente en Marsella. En el discurso que allí pronunció en la distribución de premios a los alumno
del Oratorio de San León, el señor Abeille, Presidente de la Sociedad Marsellesa para la defensa del comercio, contó un episodio, del que
había sido testigo de niño. Una de las veces que don Bosco visitaba la casa de La Navarre, se trasladó a la vecina ciudad de Hyères, donde
aceptó la hospitalidad que le ofreció el señor Abeille, su padre. El buen señor se maravillaba de la "pesca milagrosa", hecha por el Santo en
iglesia parroquial, después de su sermoncito a los fieles; pues, al pasar él mismo entre el auditorio con el cepillo en mano, los señores
vaciaban su cartera y muchas señoras, no teniendo otra cosa que dar, metían alhajas preciosas. Don Bosco, en vez de participar de su
admiración, encontraba la cosa naturalísima, puesto que lo sobrante debía darse íntegramente para caridad. Y hasta llegó a decir:
-Mire, señor Abeille, cuando usted haya ahorrado cien francos al mes, y cien francos al mes son mucho, lo restante debe dárselo a Dios.
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-Con mil doscientos francos al año de ahorro, respondió aquél, no se puede tirar adelante cuando hay ocho hijos que criar.
-Yo tengo millares, añadió don Bosco.
-íOh!, de ese modo, replicó el otro, el Papa tiene muchos más que usted; no los cuenta por miles, sino por millones.
((308)) -Es verdad, confirmó don Bosco; pero el Papa no los mantiene 1.
A alguien podrá parecerle rigurosa la doctrina del Santo sobre las riquezas 2; pero hay sobre ello una doctrina evangélica, que no da pábu
a fáciles acomodaciones. Dice el Señor 3: En verdad os digo, que un rico difícilmente entrará en el reino de los cielos. De nuevo os digo: m
fácilmente entrará un camello por el ojo de una aguja que entrar un rico en el reino de los cielos. Y comenta Curci, siguiendo a San Juan
Crisóstomo: "Aquí Jesús ha querido revelar a los suyos el tremendo, el insuperable obstáculo, que interponen ante la salvación, las riqueza
en sí mismas, por su naturaleza, sin tener en cuenta las peculiares disposiciones de los que las poseen". Don Bosco, que miraba, en todo y
sobre todo, la salvación de las almas, intercambiaba santamente los beneficios, ayudando a sus bienhechores ricos a vencer el tremendo
obstáculo.
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Hacia la una de la tarde dejaba Sampierdarena, sin haber podido comer nada por su excesivo cansancio. Atravesó el patio lleno de
forasteros, que se arrodillaron con los muchachos para recibir su bendición. Muchos otros lo esperaban en la estación. También aquí, gracia
las atenciones de los empleados del ferrocarril, pudo disfrutar con sus dos compañeros de un departamento reservado en la primera clase.
Era un tren directo a La Spezia. Una vez allí, aunque estaba todavía en ayunas, accedió con su inalterable amabilidad a las afables
manifestaciones de la gente que había acudido a recibirle y, después, a los alegres agasajos de los muchachos. Aquella misma tarde le visitó
Comandante del arsenal marítimo. Al día siguiente, le visitó el Obispo de Sarzana, monseñor Rossi, de la Orden de Predicadores. Después
pasaron sin interrupción a presentarle sus saludos sacerdotes y ((309)) seglares, entre los cuales se vio a muchos oficiales de la marina. El
Director dio un espléndido almuerzo, en el que participaron autoridades de todas las categorías, eclesiásticas, civiles y militares. "Fue un d
1 Le petit Nouvelliste de l'Oratoire Saint-Léon. Boletín trimestral, noviembre de 1935.
2 Véase Vol. XV, págs. 455-56.
3 MAT. 19 23-4.
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verdaderamente hermoso, escribe Viglietti. Todas las autoridades de La Spezia acudieron a presentarle sus respetos y comieron con él. Eran
verdaderamente entusiastas de don Bosco, hablaban de él con veneración y (...) se marcharon más tarde con pena, profesándose humildes
servidores en todo lo que estuviera a su alcance, y la mayor parte de ellos regresó a hacerle una visita". Durante la comida, estuvo hablando
estupendamente, dejando admirados a los comensales, que lo proclamaron hombre verdaderamente grande.
La mañana del día veinticinco la dedicó a los Cooperadores, que no acudieron solos a escuchar la palabra de don Miguel Rúa, sino
acompañados de distinguidos señores y de graduados de la marina militar. Terminada la conferencia, don Bosco impartió la bendición de
María Auxiliadora; después tomó asiento para dar gusto a la gente que deseaba acercarse a él, besarle la mano y decirle una palabra. Se le
acercaron, entre otros, el comandante Polino, comandante general del arsenal, y los coroneles Castellaro y Scapparo; era un acontecimiento
del todo inaudito, en aquellos tiempos en Italia, que oficiales de alta graduación y funcionarios del Gobierno honrasen públicamente a un
sacerdote.
Hacia las cuatro de la tarde, fue la partida hacia Pisa. El arzobispo, monseñor Capponi, envió a la estación a su secretario para que lo
acompañara directamente al palacio episcopal, donde quería que se hospedase; pero don Bosco se excusó en razón de la prisa que tenía por
llegar aquel día a Florencia. También estuvieron allí los Salesianos de Lucca, que apenas si pudieron saludarle. En el nuevo tren encontró a
obispo de Arezzo, monseñor José Giusti, que le acompañó hasta Florencia, donde, al despedirse, le arrancó la promesa de que se detendría
su ciudad, cuando prosiguiera el viaje a Roma.
En Florencia pensaban los Salesianos llevarlo directamente a su casa; pero no tuvieron más remedio que tomar en cuenta a la mamá
florentina, la condesa Uguccioni, la cual, impedida de todo movimiento, ((310)) había enviado a la estación a unos parientes con orden de
acompañarlo a su palacio, en la calle de los Avelli. Tenía paralizadas las piernas y no podía dar un paso; estaba, además, atormentada con
angustias de espíritu y recibía siempre un alivio muy grande con las cartas de don Bosco; pero mucho más con su palabra.
Los tres días que pasó allí, celebró la misa en su capilla privada.
Iban cada día a ayudarle la misa dos muchachos del Colegio, acompañados por don Juan Filippa quien, por tanto, se encontraba presente
cuando las dos venerandas personas se veían por la mañana y se daban los buenos días a la puerta del pequeño santuario de la casa, el
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uno sostenido por don Carlos Viglietti y la otra llevada en un carrito.
La primera vez la Condesa parecia una alma en pena; se leía en su rostro la melancolía.
-Buenos días tenga usted, señora Condesa, le dijo alegremente don Bosco. "Se siente con ánimos para echar un bailecito?
-íAh, don Bosco! respondió ella. Como está usted viendo... ípobrecita de mí...!
-Bien, bien, siguió diciendo el Santo, no pierda su ánimo, señora Condesa. Todo se arreglará en el paraíso.
Por fortuna, durante los días que don Bosco estuvo en Florencia, no sufrió extraordinarias molestias, lo que le permitió recibir muchas
audiencias. El Director había combinado muy bien las cosas, escribiendo cartas de anuncio a las principales familias de la ciudad; por lo qu
lo mismo en la casa donde se hospedaba que en el colegio de la calle Fray Angélico, se veían llegar de continuo coches que conducían a
señores y señoras de la aristocracia y a prelados ilustres. El Arzobispo, monseñor Cecconi, tuvo la gran bondad de anticiparse, acudiendo
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presurosamente a verle en el colegio. Monseñor Velluti-Zati, duque de San Clemente y obispo titular de Orope, puso a su disposición el
propio coche, para todo el tiempo que estuviera en Florencia.
El último día, veintiocho de abril, don Bosco no almorzó, como de costumbre, en el colegio de la Inmaculada, sino en casa de la Condesa
por estar más cerca de la estación. En la mesa recordó ella, con todos ((311)) los pormenores, a los comensales el hecho de su ahijado,
devuelto a la vida por don Bosco hacía veinte años. Mientras ella hablaba, don Bosco se mantuvo con la frente baja, en silencio y ruborizad
La caritativa señora, persuadida de que no lo volvería a ver, hizo todo lo posible por retenerlo en Florencia, llegando a ofrecerle mil liras po
cada día que retrasara su partida.
-Usted conoce mi pobreza, le contestó él, y las muchas necesidades de mis muchachos. Le agradezco las buenas disposiciones de su
caritativo corazón. Pero el pobre don Bosco no puede obrar, en este momento, como él quisiera. Tiene una cita que no admite dilación, la
consagración de nuestra iglesia en Roma; debo encontrarme necesariamente allí unos días antes.
Generosa como siempre, la Condesa hizo un gran acto de resignación, convirtiéndolo en más meritorio aún con un buen donativo 1.
La invitación del Obispo de Arezzo le resultaba a don Bosco doblemente
1 Véase: LUIS MORI, Don Bosco a Firenze. Florencia, Librería editorial Salesiana, 1930, págs. 138-40.
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provechosa. Primero, le daba oportunidad para no hacer el resto del viaje de un tirón, lo que le habría cansado demasiado; y, después, al no
apenas conocido en aquella ciudad, esperaba tomarse algún descanso antes de llegar a Roma, donde preveía que no tendría un día de liberta
Por esas razones hizo aquella parada con mucho gusto.
En la estación de Arezzo tuvo un conmovedor encuentro. El Jefe de estación, apenas lo vio y lo reconoció, corrió a él, lo abrazó y despué
llorando de alegría, dijo a los que le rodeaban:
-Era yo un jovencito y andaba por las calles de Turín sin padre ni madre. Este santo sacerdote me recogió, me educó y me instruyó de mo
que he podido alcanzar el puesto que actualmente ocupo y, después de Dios, sólo a él debo el poder comer el pan honradamente.
Todos los que oyeron sus palabras quedaron tan impresionados, que quisieron besar la mano del Santo 1.
((312)) El Obispo, un hombre totalmente de Dios, que murió pobre, aunque poseía una mesa abundantemente provista, colmó a don Bosc
de honores y atenciones. Mandó a recibirle con un espléndido coche, prestado por una noble familia de la ciudad. Reunió en el obispado a
todo el Seminario para darle la bienvenida. Cenó con él y sus acompañantes y, hacia la media noche, lo acompañó él mismo a la habitación
llamada de Pío VII y siempre cerrada desde que el gran Pontífice, a su vuelta triunfal a la Ciudad eterna, pasó allí la noche. Un sacerdote
joven, sorprendido por tal agasajo, dijo a Monseñor:
-"Por qué tantos honores? Si fuese obispo o cardenal, transeat; pero un simple sacerdote...
-Es más que un obispo, más que un cardenal, le respondió; es un santo.
Aquel sacerdote, que se llamaba Angel Zipoli, no podía imaginar entonces que, quince años después, movido por el recuerdo del antiguo
Santo, huésped de su Obispo, renunciaría a puestos honoríficos para formar parte de su familia religiosa.
Don Bosco pasó en Arezzo en perfecta tranquilidad todo el día veintinueve de abril, dio al atardecer un paseíto con el Obispo por la risue
campiña cercana, andando un poco a pie y otro poco en coche, y le produjo notable alivio. Cuando volvió a casa, su pensamiento voló al
Oratorio. Como estaba encima el mes de mayo, quiso que Viglietti escribiera a don Juan Bautista Lemoyne, manifestándole su deseo de qu
reuniese en conferencia a los alumnos del cuarto curso y les dijera
1 Rassegna Nazionale, día primero de febrero de 1915, pág. 366.
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que don Bosco pensaba en ellos, que los saludaba y los animaba a hacer bien el mes de María y que añadiese todo lo bueno que supiese hal
aquel tan fiel intérprete del corazón de don Bosco.
Fueron a saludarlo cuatro representantes del clero diocesano. Terminados los saludos, don Bosco los invitó a inscribirse como
Cooperadores, de cuya existencia ellos no tenían noticia. Les explicó qué eran, llamó ((313)) a don Miguel Rúa y le dio los nombres de los
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presentes 1.
Uno de ellos, cuando tomó alguna confianza, preguntóle por qué, estando tan delicado como parecía, se había atrevido a hacer un viaje ta
largo. Y respondió:
-"Qué quiere? Es una orden del Papa y al Papa no se le puede decir que no. Dentro de pocos días, tendremos la consagración de la iglesia
del Sagrado Corazón en el Castro Pretorio. Cuando el Papa lo supo, dijo a nuestro Superior local:
-""Viene don Bosco a la consagración?". Y al responderle que las condiciones de mi salud no me lo permitirían, añadió el Papa:
"-Eso no; quiero que venga. Escribidle que, si no viene, no le firmo el pasaporte para el Paraíso". Ya ve usted que es algo que me interes
a recibir un documento tan precioso, que ciertamente necesitaré y a no tardar.
El Arcipreste de Capannole, que nos describe esta visita, afirma que las palabras de don Bosco que él refiere son las "textuales". Así que
cosa que no hubiéramos sabido por otra fuente, el penoso viaje fue en sustancia un acto de obediencia de don Bosco al Papa.
Salió para Roma el día treinta por la mañana y llegó a la estación de Términi poco después de las tres de la tarde. Mientras iba caminando
sostenido con mucho trabajo, hacia la salida, dirigía atentas y a veces ocurrentes palabras a los que habían acudido a recibirlo.
Se le presentaron también dos religiosas a las que don Bosco reconoció y le dijeron que, si lo permitía, irían a hacerle una visita. Don Bo
les respondió sonriendo:
-Para hacer una visita a don Bosco en Roma, se requieren de diez a doce mil liras.
Pero en seguida añadió:
-Sin embargo, a ustedes les daré audiencia gratuitamente.
1 Eran don Angel Zipoli, rector del seminario, profesor de ciencias y más tarde canónigo; don José Clacchi, preboste de Bibbiena; don
Domingo Pallotti, profesor en el seminario; el diácono Angel Rossi, maestro en el colegio Piano. A este último, hoy arcipreste de Capanno
debemos algunas de estas noticias.
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Entró en la casa por vía Magenta. La puerta estaba adornada con guirnaldas y las columnas del atrio cubiertas de flores; y, en la parte
exterior del ábside, colgaba un letrero que decía: Roma se alegra y se entusiasma al acoger entre sus muros al nuevo Felipe 1, ((314)) don J
Bosco. Bajo los soportales, le esperaban los alumnos y los superiores. El, sentado en un humilde sillón, permitió que todos le besaran la
mano; después, escuchó amablemente cánticos y declamaciones. Al final del entretenimiento, mientras subía los primeros escalones para ir
la planta superior, dijo en tono festivo a los que le acompañaban:
-Me habéis leído composiciones, hablándome de muchas cosas, pero de la comida, todavía no me habéis dicho nada.
Riéronse todos y se le respondió que el almuerzo estaba preparado. Sentáronse a la mesa con él algunos señores, entre los cuales destacab
la esbelta figura del príncipe Augusto Czartoryski.
Don Francisco Dalmazzo le presentó también un antiguo alumno del Oratorio festivo de Turín que se llamaba D'Archino, el cual se hizo
más tarde coadjutor y murió a los noventa años en el hospicio del Sagrado Corazón. El presentado le dijo:
-Hace dieciocho años que no tenía la suerte de verlo. La última vez fue el día 28 de diciembre de 1869, fiesta de San Juan Evangelista:
entonces me confesé con usted en la iglesia de María Auxiliadora.
-Y, desde entonces, le preguntó súbitamente don Bosco "no te has vuelto a confesar?
-Sí, señor, y muchas veces; pero no con usted, porque estaba muy lejos.
Entonces, a propósito de confesión, narró don Bosco un suceso que ya conocemos 2, pero que fue puesto en duda por algunos y rechazad
por otros como inverosímil. Conviene, pues, que refiramos sus propias palabras en la forma en que las oíamos repetir a D'Archino y tal com
las recogió de sus labios y las escribió don Juan Bautista Lemoyne. Don Bosco dijo así:
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-Mira, la misma pregunta le hice a Su Excelencia el Ministro Crispi. Un día en que, por algunos asuntos, tuve que visitarlo, apenas llegué
la antesala, los conserjes me preguntaron el nombre y le pasaron recado. Y el Ministro, apenas oyó mi nombre, salió a la puerta del despach
((315)) diciendo:
1 Se refiere a san Felipe Neri (1515-95), fundador de la Congregación del Oratorio. Conocido por el Apóstol de Roma, es el Santo Patrón
la Ciudad Eterna (N. del T.).
2 Véase: Vol. IV, pág. 325, y XIII, pág. 415.
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-Pase, querido don Bosco, pase adelante; para usted no hay antesala.
Y apenas estuve en el despacho, continuó:
-"No se acuerda de cuando yo, en Turín, iba a visitarlo en aquel cuchitril para confesarme? Entonces, usted no me hacía esperar nunca".
Y yo le contesté:
-Disculpe, Excelencia, "y desde entonces no se ha vuelto a confesar más?
Don Bosco naturalmente no refirió la respuesta que le dio el Ministro en aquel momento. Se creyó inverosímil que Crispi hubiera proferi
la palabra "confesarme"; y se quiso interpretar que su frase fuera la de "confiarse" (confidarmi), no pudiéndose creer que el célebre desterr
político pensara entonces en confesarse; pero el testimonio que hemos referido no se puede refutar razonablemente.
Humanamente hablando, era de esperar que, esta vez, don Bosco hubiera de permanecer en Roma entre cuatro paredes, sin hacer ni recib
visitas, limitándose a animar a los suyos con su presencia; pero la Providencia dispuso las cosas muy de otro modo. Pareció que los achaqu
de don Bosco hubieran pasado a don Miguel Rúa, cuyo estado empezaba a inquietar, porque le acometió un lumbago atroz y se veía
atormentado por otros males.
"El que mejor está de todos nosotros, escribía Viglietti 1, es don Bosco, que anda siempre atareado con cosas para bien de sus hijos. Escr
cartas, concede audiencias y está lleno de vida". Admitamos, sin embargo, que, en este optimismo del secretario, haya un tanto de
exageración, pero es cierto que, en seguida, desde los primeros días, pudo recibir a ilustres visitantes, como su gran amigo el arzobispo Kir
el arzobispo Dusmet de Catania, la marquesa Vitelleschi, el conde Antonelli, el sobrino del Papa conde Pecci, los cardenales Ricci,
Parracciani, Mazzella, Aloisi-Masella, Rampolla, Bartolini, Laurenzi y Verga. El futuro Cardenal monseñor Cagiano de Azevedo le entreg
tres mil liras para el altar de María Auxiliadora que debía levantarse en la iglesia del Sagrado Corazón. Todos estos personajes no se limita
a rápidas visitas de cumplimiento; sino que, al ser recibidos con tanta cordialidad, disfrutaban entreteniéndose con él, a veces hasta más de
((316)) una hora. Después llegaron grupos de seminaristas y de religiosos.
1 Carta a don Juan Bautista Lemoyne, día primero de mayo de 1887.
277
Junto a don Bosco estaba asiduamente el Príncipe Czartoryski que esperaba encontrar en Roma el camino para llegar a conseguir su ideal
vida religiosa.
Como salió de Turín, sin haber obtenido una palabra decisiva y firme en su propósito de no dejar Italia sin resolver su asunto, pensaba po
su suerte en manos del Papa. Con esta idea no le pareció demasiado prolongada la espera de un mes para conseguir la oportunidad y el hon
de una audiencia pontificia.
No fue recibido hasta después de la consagración de la iglesia, cuando don Bosco ya estaba en Valdocco.
También León XIII, teniendo en cuenta su alta alcurnia, le insinuó que eligiera la Compañía de Jesús, como más adaptada; pero, cuando
escuchó que ninguna orden colmaba tanto sus deseos como la Sociedad Salesiana, no sólo no insistió, sino que aprobó sus designios. Y, al
oírle decir que don Bosco dudaba en admitirlo, reflexionó un momento y le dijo:
-Volved a Turín, presentaos a don Bosco, llevadle la bendición del Papa y decidle que es deseo del Papa que os acepte entre los Salesiano
Sed perseverante y rezad.
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Como el Príncipe hiciera referencia a las dificultades procedentes de su familia, el Papa le interrumpió y dijo:
-Ante todo, hágase la voluntad de Dios.
Confortado con las palabras del Vicario de Cristo, voló a Turín, volvió a entrevistarse con don Bosco quien, más que otra cosa, había
querido poner a prueba su vocación y en seguida partió para París, donde le esperaba una prueba bastante más difícil por parte del padre.
Antes de poner fin a la narración del viaje de don Bosco y de su llegada a Roma, nos llama momentáneamente a Turín la dolorosa noticia
la muerte de una persona muy querida. Faltaban pocos días para este viaje, cuando, presintiendo que la ausencia de don Bosco no sería de
corta duración, había ido a visitarle y desearle un buen viaje el teólogo Margotti el cual, después de una larga y cordial entrevista, le entreg
un buen donativo, para la iglesia del Sagrado Corazón. "Quién hubiera imaginado ((317)) que no volverían a verse en esta tierra? Una
enfermedad fulminante llevó a la tumba a Margotti el día seis de mayo, entre el dolor de muchos amigos y el respeto y consideración de no
pocos adversarios. Es justo dejar en estas Memorias una breve noticia de un amigo tan sincero y de un constante bienhechor, que mantenga
recuerdo entre los Salesianos de las generaciones futuras; y más aún, porque un olvido general ha rodeado el recuerdo
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de su nombre, de forma que los jóvenes de hoy lo desconocen o lo conocen mal.
Margotti había nacido en San Remo (Liguria). Periodista por naturaleza, fundó en Turín en el año 1848, juntamente con otros eclesiástico
seglares, la revista Armonia, de la que más tarde se separó para fundar, en 1863, L'Unità Cattolica que, bajo su dirección, se mantuvo por
mucho tiempo en el campo de la lucha para defensa de la Iglesia y del Papa, contra los liberales de distintos matices, hostiles todos ellos, u
más y otros menos, a la una y al otro. Poseía una biblioteca bien provista y ordenada, con ficheros, índices y anotaciones; pero lo que mayo
servicio le prestaba era una formidable memoria, con un arsenal de anécdotas e historias, que se clavaban como dardos, y, gracias a la cual,
polémica no admitía titubeos o términos medios, sino que descargaba golpes sin piedad allí donde anidara la insidia o contra cualquiera que
atreviera a atacar la fe y la moral cristiana o la jerarquía católica. Hoy puede mover a risa aquella forma impetuosa de escribir; mas, para
juzgar acertadamente, hay que trasladarse a sus tiempos. En un período histórico, en el que las aspiraciones más generosas quedaban furios
engañosamente frenadas o mal interpretadas y el anticlericalismo sectario parecía la etiqueta indispensable del patriotismo, la desbandada d
los católicos hubiera sido todavía más desastrosa sin la enérgica actuación de una prensa diaria que, sin miedo y sin miramientos, levantara
alto la idea papal, agrupando en torno a ella grupos de hombres valientes, dispuestos a todo para defender la libertad religiosa. Es natural, p
tanto, que fuera muy apreciado por los Pontífices Pío IX y León XIII y que el Episcopado italiano lo considerase como su mejor paladín.
((318)) Sus antagonistas solían presentarlo como el enemigo más acérrimo del resurgimiento italiano, y sus imitadores u otros mal
informados repiten aún, de vez en cuando, una condena tan sumaria; pero sus genuinos sentimientos quedan expresados en tres párrafos de
una carta, escrita por él a un amigo banquero, el día 12 de abril de 1876 y que está en poder del senador Alfredo Baccelli 1:
"Hace siete siglos enarbolaban nuestros Padres la Cruz sobre el carroccio (carro militar) de las repúblicas italianas y con eso eran grandes
victoriosos. Hoy se combate, en nombre de Italia y de la libertad, al mismo Jesucristo y a su Vicario. Nosotros, verdaderos
1 El Senador publicó una parte de la misma en la Stampa della Sera (11 de diciembre de 1935) y nos comunicó que el destinatario era el
"caballero Resapieri, banquero y administrador, muy relacionado con elementos del Vaticano y otros eclesiásticos de aquel tiempo".
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italianos, nos levantamos en defensa del uno y del otro, continuando las antiguas tradiciones". Indudablemente si hubiere vivido hasta 1929
hubiera visto reconocida por la Italia oficial la soberanía del Pontífice de la manera más apropiada a los tiempos nuevos, habría bendecido
luchas mantenidas para conservar viva en la conciencia de los católicos la idea de esta soberanía, en cuyo resurgir habría saludado los
auspicios del verdadero resurgimiento italiano. Su último artículo precisamente se titulaba: La conversión de San Agustín y la Conciliación
El robusto atleta, cuando sintió que se acercaba su fin, hizo a Dios el ofrecimiento de su vida con una fe y piedad que conmovieron a
cuantos lo presenciaron y con la misma serena sencillez con que había consagrado a Dios su talento, sus fuerzas y su trabajo, desde los año
de su juventud. Don Celestino Durando telegrafió a don Bosco la triste noticia, con estas palabras: "Teólogo Margotti falleció a las cuatro
cuarto. Estuve presente, íUna muerte santa! íQué gran pérdida!".
Aquella pérdida fue grande también para don Bosco. Ordenó en seguida que en Roma y en Turín se hicieran oraciones especiales. Despu
manifestó públicamente, por dos veces, con voz conmovida su pesar, como veremos en el capítulo siguiente. Por fin, el dieciocho de junio,
hizo ((319)) celebrar en María Auxiliadora un solemne funeral en sufragio de su alma, pontificando monseñor Leto y con asistencia de
monseñor Manacorda, que pronunció la oración fúnebre 1. En la esquela de invitación decía: "El periodismo católico ha perdido, con la
muerte del teólogo S. Margotti, su más denodado campeón y el clero un sacerdote ejemplar; pero nuestro Oratorio ha perdido, además, un
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consejero, un amigo y un bienhechor".
En sus cuarenta años de vida periodística, Margotti miró siempre a don Bosco con creciente aprecio y veneración, ayudándole cuanto pod
con su periódico y su dinero; también se acordó de él en las disposiciones testamentarias, asignándole un legado de doce mil liras. Era una
satisfacción para aquel bravo luchador gozar de su amable compañía; por eso, cuando creía que podía proporcionarle un agradable
esparcimiento, iba a hacerle una visita. Le agradaba mucho que le invitara a su mesa y se consideraba a su vez dichoso, cuando podía tener
en su compañía participando de alegrías familiares. En el mes de febrero del 1886, participando el Santo en una fiesta íntima del amigo,
ocupaba el puesto de honor entre los invitados, y, durante el
1 Boletín de julio de 1887.
banquete, introdujo varias veces la conversación sobre el paraíso. A cierto punto le dijo:
-íAh, señor teólogo, cuándo estaremos allí?
Uno de los comensales era el padre Reffo, más tarde superior General de los Josefinos, y, al recordar esta circunstancia, solía referir que,
ante la insistencia de don Bosco en volver al mismo tema, él había pensado para sí mismo que el Santo preveía que era la última vez que se
celebraba aquella fiesta de familia; es más, había quedado en el alma la impresión de que los días de Margotti estuvieran contados 1.
1 Véase Unità Cattolica del 1.° de febrero de 1888. Cuando se celebró el funeral de don Santiago Margotti en la iglesia de San Segundo,
Turín, se leía en la puerta principal esta inscripción escultórica, original del célebre literato, padre Mauro Ricci:
A SANTIAGO MARGOTTI,
CONTRA OCULTAS INSIDIAS Y BATALLAS ABIERTAS,
CON ELOCUENTE PALABRA Y ESCOGIDA DOCTRINA,
DEFENSOR MAGNANIMO
DE LA IGLESIA Y DEL ROMANO PONTIFICE
AL SACERDOTE INTEGERRIMO,
BLANCO, DURANTE CUARENTA AÑOS,
DE LA IRRISION DE LOS DISIDENTES,
DE LOS REPROCHES DE LOS ENGAÑOSAMENTE PRUDENTES,
AUGURAD QUE SEA PERPETUA EN EL CIELO
LA PAZ TAN BREVE QUE GOZO AQUI EN LA TIERRA
PARA EL QUE NUNCA SE DOBLEGO
ANTE NINGUN TRIUNFO DE ENGAÑOSA MENTIRA
Después del año 1870, su famosa frase Ni elegidos ni electores, suscitó, durante muchos años, miles de polémicas en Italia. Hablando co
Director del Cittadino de Génova (Cittadino, 10 de mayo de 1887), le dijo: "Soy un soldado de la Iglesia y nunca he obrado por propia
iniciativa. Cuando el que podía jerárquicamente ordenarme me dijo que hablara de aquel modo, lo hice; cuando se me dijo que retirara mis
palabras, las retiré; cuando se me ordenó de nuevo que no debía cambiarse nada y que había que volver al antiguo programa, volví a él. "Q
me importa a mí, que soy un soldado, si después cae sobre mi cabeza el odio o el aplauso? Sé que cumplo mi deber ante Dios y esto le bast
mi conciencia".
Entre los autógrafos de don Bosco (n.° 664) hay un borrador para un Album de honor, en el que se lee: "Dados los vínculos de amistad, q
hace varios lustros me unen con el T. Margotti; en homenaje a los sólidos principios católicos por él defendidos con intrepidez; uniéndome
tantos doctos y píos personajes como le aplauden; en prenda de humilde, pero profunda e imborrable gratitud por los beneficios que me ha
hecho a mí y a las casas que la divina Providencia me confió y a los muchachos atendidos en las mismas; deseo al teólogo Margotti largos
años de vida feliz en el presente y el premio de los fuertes en la eterna bienaventuranza. Amén".
Entre las cartas preparadas por don Bosco para que fueran enviadas después de su muerte, estaba la siguiente: "Carísimo señor teólogo
Margotti: Le agradezco la caridad que ha tenido con nuestros huérfanos, y la protección y apoyo dispensados a nuestras obras. Que Dios se
pague generosamente. Le recomiendo que continúe dispensándonos su ayuda después de mi muerte. íOh, María!, proteged a vuestro siervo
guiadlo hasta el cielo.
Afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro."
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Esta carta fue publicada en la Unità Cattolica el día 2 de febrero de 1888 (2.ª edición).
281
También don Bosco sentía, en el 1887, que sus días estaban contados. El había determinado que la consagración de la iglesia se hiciera e
abril; pero quedaba todavía tanto ((320)) por hacer que, ni con otros seis meses, se podrían concluir los trabajos. Por eso intentaban
persuadirlo de que convenía dejara la inauguración para diciembre; pero él no quería darse a razones: era absolutamente necesario no pasar
más allá de la mitad de mayo.
-Vete a Roma, dijo un día al ecónomo, don Antonio Sala, y procura que esté todo arreglado para el día catorce de mayo. Contrata obreros
págales lo que pidan, dóblales, si es preciso, su ((321)) paga ordinaria, con tal de que la iglesia se pueda abrir al culto para esa fecha.
-"Pero dónde encontrar los medios?, objetó don Antonio Sala.
-No te preocupes de eso, gasta cuando sea necesario.
-"Y si no están terminadas las pinturas?
-No importa; quédense como estén.
-"Y si no está concluido el altar mayor?
-Hágase uno provisional de madera.
Don Antono Sala obedeció. En Roma pareció a todos que se quería un imposible. A la llegada de don Bosco, se trabajó todavía más
febrilmente. En los doce días que siguieron, aquello era un continuo ir y venir de obreros de toda clase. Unos desarmaban los andamios, otr
ultimaban los pavimentos de marmol, quién preparaba los altares, quién remataba los zócalos, quién ornamentaba con colgaduras el
presbiterio, donde sólo se había conseguido colocar la mesa y sus escalones; como no bastaba el día, se trabajaba también durante la noche
para los últimos preparativos. De haber esperado a diciembre, don Bosco ciertamente no hubiera podido ir a Roma, como ya lo había dicho
claramente.
282
((322))
CAPITULO XIV
CONSAGRACION DE LA IGLESIA DEL
SAGRADO CORAZON
UNA publicación de Roma anunciaba la próxima consagración de la iglesia del Sagrado Corazón y concluía así su artículo 1:
"Ese día estarán satisfechos estos curas de haber levantado un monumento como éste; ese día será más que una fiesta religiosa, una
verdadera fiesta del arte". Es una manera de expresarse que da a entender lo bastante que el cariz de aquella publicación no era muy católic
Nosotros, post factum, podemos rectificar y decir con todo derecho que el día catorce de mayo fue a la vez una fiesta de la religión y una
fiesta del arte.
Y empezando primero por la fiesta del arte, hay que decir que se vio el gran empeño de los organizadores en que la música tuviese un pue
de honor.
Se había pensado en Turín enviar a Roma la schola cantorum del Oratorio. Aquel grupo de cantores, bajo la dirección del maestro Doglia
interpretaba de modo irreprochable las partituras más difíciles por lo que no eran de temer las comparaciones; parecía además algo muy
hermoso que se inaugurase la iglesia con el canto de los muchachos tan queridos por don Bosco. A las consideraciones idealistas se sumab
cuestión económica, puesto que se hubiera requerido una gran cantidad para pagar durante los cinco días de fiesta, a un conjunto respetable
buenos cantores romanos. Pero don Bosco se hallaba perplejo ((323)) frente al pensamiento de los gastos del viaje de ida y vuelta para más
ochenta personas. Mas la divina Providencia acudio en su ayuda de modo inesperado, y con medida más que suficiente.
Los genoveses se preparaban para celebrar a primeros de mayo con magnificencia el tercer cincuentenario de la canonización de Santa
Catalina Fieschi Adorno. La comisión de festejos, deseando dar a las funciones de la catedral el mayor lustre posible, quería que las
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1 El Cicerone, 8 de mayo de 1887. Se publicaba los jueves y domingos.
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acompañase música muy selecta; reclamó su atención el coro de los muchachos de Valdocco y se dirigió a don Bosco, comprometiéndose
naturalmente a pagar todos los gastos y entregar la debida recompensa. Era lo más oportuno que se podía desear, y no surgieron dificultade
que entorpecieran el proyecto.
El numeroso grupo convenientemente dispuesto salió de Turín el día cinco de mayo, acompañado por varios superiores y dirigido por
Dogliani. La escolanía se componía de treinta sopranos, veintidós contraltos, nueve tenores y siete bajos; y los acompañaban tres maestros
insignes: Petrali de Bérgamo, Galli de Milán y Bersano de Turín. Los ensayos despertaron en Génova extraordinaria expectación. El Cittad
del día ocho escribía: "Los que asistieron ayer a los ensayos de la misa, que se interpretará hoy, quedaron totalmente encantados". Las fies
duraron tres días, durante los cuales los cantores del Oratorio admiraron a la población y a los forasteros, no sólo por su maestría en el cant
sino también por su edificante comportamiento en la iglesia y fuera de ella 1.
((324)) Había el inconveniente de tener que ir después de la misa a Sampierdarena para la comida y volver en seguida a la ciudad para las
vísperas. Un rico fabricante de pianos, el señor Juan Ferrari, que
1 El Cittadino del día nueve decía: "Suscitó verdadera admiración oír aquellas voces infantiles, entonadas, aterciopeladas, cristalinas y
agudas, tales como no se podía creer en Génova que pudieran encontrarse.
"Muchos sostenían que, en aquella ocasión, se habían permitido voces femeninas, cuando no eran más que las de los alumnos salesianos
que resonaban por las amplias bóvedas de San Lorenzo. El maestro Dogliani, también él del Colegio de don Bosco, era quien dirigía los co
y los había ensayado; a él se debe, por tanto, la máxima parte del mérito. Quien pudo asistir de cerca a la ejecución, quedó maravillado del
orden, el comportamiento y la atención que reinaba entre tantos cantores, que también influían en los profesores de la orquesta. y cómo cad
uno cumplía su parte a conciencia, sin esfuerzo, sin visajes y sin aquella actitud teatral que, en otras circunstancias, pudo considerarse com
un mérito, pero que está fuera de lugar en la casa de oración. Aquellas vocecitas ingenuas, finas, delicadas, sin esa articulación nasal o gutu
que estamos acostumbrados a oír en los cantores jóvenes, que alguien llamó voces sin carácter, porque no eran de mujer ni de niño. Son vo
de ángeles, le respondió otro, y nosotros con menos poesía decimos: son voces de muchachos buenos, bien instruidos y educados en la
ejecución del canto sagrado, como saben instruirlos y educarlos los Salesianos". Y en el número del día once: "Nos satisface que Génova h
podido, por fin, apreciar qué pretendemos al decir: eduquemos para la música sagrada a los muchachos, y estamos contentísimos de que no
haya presentado el ejemplo ese dechado de toda obra buena, enviado por la divina Providencia para hacer florecer de nuevo en todos sus
aspectos el espíritu de la Iglesia de Dios, que es el venerando don Bosco". Y, volviendo al asunto el día veintitrés, enjuiciaba así la ejecuci
de las misas: "Las tres misas agradaron a todos; la que quizás gustó más al pueblo fue la de Haydn. Gustaron sobre todo los sopranos y los
contraltos, que sorprendieron con la extensión de su voz, su entonación, su dulzura, la precisión en las entradas, la unión y el equilibrio de
voces, en una palabra, su método de canto. Por fin se ha logrado oír una ejecución artística en la iglesia, en la que apareció la pirámide
musical en toda su plenitud, desde la base a la cúspide".
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había llevado años atrás a Valsálice a un hijo suyo para educarlo, quiso que corriera a su cargo durante los tres días la preparación de la me
para todos, en su propio jardín y con espléndida abundancia;
más aún, su misma señora entregó a don José Lazzero un sobre, rogándole se lo diera a don Bosco: al abrirlo, vieron que contenía el dinero
necesario para pagar el viaje de ida y vuelta de todo el grupo.
El triunfo de Génova fue un magnífico preludio de las fiestas romanas. Partieron el día 11 por la mañana para la gran ciudad hacia donde
dejaremos ir, para volver a encontrar a don Bosco en la iglesia del Sagrado Corazón.
El domingo, día ocho de mayo, se le tributó una recepción invitando a comer a señores y monseñores romanos y extranjeros, que se senta
a la mesa con don Bosco en una verdadera fiesta de familia. Preocupaba a don Bosco dar a las fiestas, ya inminentes, un carácter, digámosl
así, internacional, para dar a entender que su Congregación debería abrazar a todo el mundo y porque todo el mundo había contribuido a la
construcción de la nueva iglesia. Hacia el final del banquete tomó la palabra ((325)) casi solamente para recordar a Margotti. Tras él hablar
otros varios en italiano, español, francés, alemán e inglés.
Junto a él, hubo uno que tuvo la curiosidad de saber qué lengua le gustaba más. El, sonriendo, respondió:
-La lengua que más me gusta es la que me enseñó mi madre, porque me costó poco trabajo aprenderla y porque encuentro en ella más
facilidad para expresar mis ideas; además, no la olvido tan fácilmente, como las otras lenguas...
Su respuesta se acogió con hilaridad general y un aplauso 1.
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Nótese, además, la delicadeza del Santo. El ocho de mayo era la fiesta de la Aparición de San Miguel Arcángel, día onomástico de don
Miguel Rúa. Había querido el Santo que aquella ocasión sirviese para presentar en el ambiente romano a su Vicario, el cual recibió
felicitaciones y elogios en los diversos brindis. Y no fue eso todo. En un momento dado, se abrieron las puertas de la sala, entraron los
muchachos cantores de la casa y cantaron un himno a don Miguel Rúa, compuesto expresamente para aquella ocasión. Don Miguel Rúa dio
las gracias con una afectuosa sencillez de lenguaje, que gustó a todos los comensales, y terminó pidiendo permiso para poder distribuir un
dulce a cada uno de los cantores.
Seguía sin parar la concurrencia de visitas. El día once por la mañana
1 Conviene recordar aquí un detalle narrado en el volumen XIV, pág. 491, nota 2.
285
recibió don Bosco a la Junta de señoras cooperadoras entre las que figuraban los nombres más famosos de la aristocracia romana. Oyeron
primero su misa, lo acompañaron después al comedor, donde se sirvió el desayuno. Tras una breve conversación, las bendijo y les entregó
unas medallas de plata. Don Carlos Viglietti hace mención en su diario de esta recepción, pone los nombres de muchas de las que asistieron
escribe: "Don Bosco está cansadísimo, postrado de fuerzas y dice que no hace más que esperar el feliz momento de volver a estar en Turín,
medio de sus jóvenes, y confía ir allá el día diecisiete haciendo una sola parada en Pisa". Pero aún le quedaba mucho por hacer.
((326)) A las ceremonias de la consagración precedió la prueba del órgano.
El órgano del Sagrado Corazón había sido fabricado, después de otros ciento veinte, por el organero Bernasconi de Varese, cuya fama en
este genero de trabajo había traspasado ya las fronteras de Italia y de Europa. Los encargados de probarlo fueron Petrali, antiguo director de
liceo musical de Pesaro; Renzi, primer organista de la Basílica Vaticana, y Bersano, antiguo alumno de don Bosco y organista de la Catedr
de Turín. Aceptaron también la invitación a participar Capocci, organista en San Juan de Letrán, Moriconi, director de orquesta en Santa
María la Mayor, y otros renombrados maestros. Las pruebas se repitieron mañana y tarde durante los días doce y trece, con la ejecución de
más variadas y difíciles melodías sinfónicas. El público accedía mediante invitación personal, en cuyo pie se leía: "Se ruega una limosna al
entrar, para costear los gastos de este órgano".
La concurrencia fue muy numerosa desde el principio al fin.
Y, cuando todo terminó, los tres organistas concertantes dieron sus propias impresiones: "Es un órgano que honra totalmente al famoso
fabricante (...). El lleno es grandioso y majestuoso; su bien calculada potencia, guarda proporción con el hermosísimo templo; el acoplamie
a una batería de veintisiete pedales cromáticos, produce ese efecto misterioso e imponente que constituye el verdadero carácter del rey de lo
instrumentos. Es estupenda la imitación de los registros de concierto, extendidos a todo el teclado y que corresponden perfectamente a los
instrumentos del nombre que llevan. El mecanismo es sencillo, sólido y exacto; la armonía y la afinación de los sonidos, perfectas, y
rapidísima la ejecución. La obra, en fin, ha resultado un éxito en cada una de sus partes, hasta las más insignificantes, y es una prueba más
los progresos alcanzados en estos últimos años por el insigne fabricante, quien, mirando más al perfecto acabado de sus
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trabajos que a la ganancia, no ahorra fatigas ni sacrificios, con tal de conseguir su intento y lograr nuevos pasos en el camino del progreso;
con lo que da prueba, además, de un verdadero y bien entendido patriotismo, ((327)) manteniéndose fiel a la tradición y a la escuela italian
aceptando a la par las innovaciones modernas, vengan de donde vinieren".
Asistió varias veces a las pruebas don Bosco, acompañado por don Miguel Rúa y una ilustre dama francesa, pero desde un lugar apartado
esto es, desde el coro simulado que hace simetría con el verdadero a los lados del presbiterio.
Por último felicitó al constructor y le invitó para sus bodas de oro sacerdotales el año 1891 y añadió:
-Y después, terminadas las fiestas, nos encontraremos juntos en el paraíso para el 1892.
El señor Bernasconi volvió a Varese y contó a los operarios las alabanzas que se habían ganado con el órgano; pero también les habló de
doble invitación, mostrando su contrariedad por la segunda, que sospechó era la fecha exacta de su defunción. Murió, en efecto, en el mes d
enero de 1892. No es una fantástica hipótesis suponer que la primera invitación, puramente imaginaria, sirviera a don Bosco para tomar pie
la predicción de la dura realidad, cuyo oportuno anuncio es para el cristiano voz amiga del cielo. El artista se había mostrado espléndido co
don Bosco en la factura de los gastos; y se lo recompensaba a su modo espiritualmente haciéndole bien a su alma, reavivando en su corazón
saludable repercusión del estote parati (estad preparados).
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VOLUMEN XVIII Página: 287
Se atribuyeron dos gracias extraordinarias a la bendición de don Bosco. A las tres de la tarde del día doce, mientras se hacía la segunda
prueba del órgano, dos personas distinguidas, marido y mujer, presentáronse a su puerta pidiendo entrar. Díjoles el secretario que, en aquel
momento, estaba descansando. Pero ellos, con lágrimas en los ojos, le suplicaban que les anunciase porque venían de muy lejos y necesitab
hablar con él en seguida. Entonces don Carlos Viglietti se decidió a pasar el recado. El Siervo de Dios condescendió a recibirlos. Apenas
estuvieron ante él, cayeron de rodillas y la señora le pidió que la curase un brazo que tenía paralizado hacía mucho tiempo. Don Bosco le
respondió que se las entendiera con el Sagrado Corazón, haciendo una limosna para su iglesia.
-Marido mío, preguntó la señora: "cuánto dinero tenemos aquí todavía?
((328)) -Un billete de quinientas liras, respondió. "Bastará esto, don Bosco?
287
-Yo no regateo con las limosnas, dijo el Santo; sólo digo que hagan un donativo proporcionado a sus alcances.
El señor colocó entonces sobre la mesa un billete de quinientas liras. Don Bosco hizo una breve oración y bendijo a la enferma, la cual se
sintió inmediatamente curada; movía el brazo en todas direcciones y no cabía en sí de gozo 1.
No habían hecho más que salir los esposos, cuando se presentó un grupo de seminaristas del seminario Pío, que iban a dar gracias a don
Bosco por un gran favor. El día diez le habían llevado un compañero sordo desde hacía dos años, para que lo bendijera. Don Bosco, confor
su costumbre, se había recogido un poquito en oración, lo había bendecido y le había susurrado una jaculatoria al oído. Por el momento no
advirtió ninguna novedad; tanto es así que en seguida se despidieron los seminaristas. Pero, cuando se encontraron fuera, se dieron cuenta d
que el sordo oía perfectamente todo lo que ellos decían; y él, por su parte repitió la jaculatoria que don Bosco le había susurrado al oído
minutos antes.
Su primer pensamiento fue correr a casa para comunicar a todos la sorprendente noticia; y los superiores los mandaron después a darle la
gracias.
Un jueves fueron a visitarle los alumnos de un curso del Seminario Lombardo, entre los cuales se encontraba el que hoy es arzobispo de
Perugia, monseñor Juan Bautista Rosa. "Nos postramos de rodillas, escribe monseñor Rosa, ante él, que estaba sentado, encorvado y agota
en un modesto diván de un saloncito más modesto aún".
-"Qué deseáis?, les preguntó
-Don Bosco, queríamos verle.
-Ya, añadió, íverme! Seguramente por lo que dicen de mí las gentes. Pero "qué dirá de mí el Señor?
((329)) Y, al decir estas palabras, alzó los ojos al cielo, dirigiéndolos después a los seminaristas con ternura y arrasados de lágrimas.
-Don Bosco, insistieron ellos; díganos una palabra de recuerdo que nos guíe en nuestra futura vida sacerdotal; y bendíganos, don Bosco.
El Santo alzó su mano temblorosa y los bendijo. Después, con el pensamiento siempre fijo en el juicio de Dios, les dio este aviso:
1 Otro señor parece que no pensaba de la misma suerte. Visitó allí a don Bosco y le prometió una limosna de cien mil liras si le obtenía u
gracia de la Virgen.
-Me contentaría con una taza de café, le respondió el santo.
-Y "cómo es posible?
-Porque es mejor una taza de café hoy que cien mil liras mañana.
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-Tened siempre cuidado de lo que podrá decir de vosotros el Señor, no de lo que digan los hombres, en bien o en mal.
Y observaba Monseñor 1: "Desde aquel momento no me ha llamado la atención ninguna de las muchas obras prodigiosas del gran Santo.
Pero todas se quedaban explicadas claramente con aquel su granítico origen: el juicio que Dios haría de ellas".
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VOLUMEN XVIII Página: 289
El deseo y la necesidad de abreviar lo más posible su permanencia en Roma aconsejaban a don Bosco que solicitara la audiencia pontific
cuando he aquí que, el día once por la tarde, el mismo maestro de cámara, monseñor Della Volpe, acompañado por monseñor Volpini,
secretario de la correspondencia en latín, le llevaba la invitación. Fue para don Bosco una gran satisfacción conocer al primero y ver de nue
al segundo, porque quería recomendarles que obtuvieran del Padre Santo una audiencia para los muchachos cantores del Oratorio.
Su audiencia estaba fijada para la víspera de la consagración, a las seis de la tarde.
-Por la tarde recibo yo a mis amigos, dijo una vez Pío XI a un prelado francés, queriendo darle evidentemente una prueba de benevolenci
Pero también sus últimos antecesores tenían la misma costumbre de recibir al atardecer a las personas de su confianza.
El día y la hora establecida, esperaba don Bosco en la antecámara del Papa. Mientras estaba silencioso y recogido, oyóse un leve rumor d
pasos sobre el pavimento de la sala contigua; era la llegada de León XIII ((330)) que, acompañado de su séquito, volvía del paseo por los
jardines de Vaticano y entraba en su biblioteca particular. Pocos minutos después era introducido don Bosco.
El Papa lo recibió con alegría y no permitió que se arrodillara para el beso del pie, sino que indicó a monseñor Della Volpe que le acerca
un silloncito. Y, habiéndolo colocado a cierta distancia, el Papa lo acercó más hacia sí, hizo que don Bosco se sentara, tomó su mano derec
y estrechándola cariñosamente entre las suyas, repetía:
-Querido don Bosco, "cómo está? "Cómo se encuentra?...
Después se levantó y añadió:
-Don Bosco, quizás siente un poco de frío, "no es verdad?
Y, así diciendo, fue a tomar una gran capa de piel y, volviendo a él, le dijo con mucha confianza:
-"Ve usted esta preciosa capa de piel de armiño que me han regalado hoy por mi jubileo sacerdotal? Quiero que sea usted quien la estren
1 Sagre Cuneesi a don Bosco Santo. Gros Monti. Turín, 1935, pág. 2.
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Y se la colocó sobre las rodillas. Volvió a sentarse, tomóle de nuevo la mano y le preguntó con interés sus noticias.
Don Bosco, que había permanecido mudo hasta entonces y estaba muy conmovido, ante aquellos detalles de paternal dignación por parte
Vicario de Jesucristo, le respondió:
-Ya soy viejo, Santidad, tengo setenta y dos años; éste es mi último viaje y la conclusión de todas mis cosas. Quería ver todavía una vez a
Vuestra Santidad antes de morir y recibir vuestra bendición. He sido escuchado. Ya sólo me resta entonar el Nunc dimittis servum tuum
Domine, secundum verbum tuum, in pace, quia viderunt oculi mei salutare tuum: LUMEN ad revelationem gentium et GLORIAM plebis t
Israel (Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, luz para alumbrar a la
naciones y gloria de tu pueblo Israel).
Dio especial intensidad a las palabras lumen y gloriam, aplicándolas a León XIII a quien se acostumbraba a saludar con el lumen in coelo
la seudoprofecía de San Malaquías.
El Padre Santo le hizo observar que su edad de setenta y dos años era menor que la suya de setenta y ocho; y albergaba esperanzas de vol
a ver a su querido don Bosco.
-Hágase cuenta de vivir todavía. Hasta que no oiga que León XIII ha muerto, esté tranquilo.
((331)) -Padre Santo, replicó don Bosco; vuestra palabra es infalible en ciertos casos y yo quisiera aceptar su augurio; pero créalo, me
encuentro al final de mis días.
El Padre Santo le pidió noticias de sus hijos, de sus muchachos, de sus casas, interesándose mucho por las misiones; preguntóle también
necesitaba algo. Don Bosco le habló de todo, especialmente de la iglesia del Sagrado Corazón, que se debía consagrar a la mañana siguient
Finalmente, le recomendó a los muchachos cantores llegados de Turín, que tenían muchos deseos de verlo y de que los bendijera.
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El Papa manifestó su satisfacción por cuanto había oído; dijo que sí, que deseaba ver a los muchachos de don Bosco y hablar con ellos, e
insistió vivamente en que se procurase conservar su espíritu en toda la Congregación.
-Recomiende especialmente a los Salesianos la obediencia y dígales que conserven sus máximas y las tradiciones que les dejará. Sé que h
obtenido maravillosos resultados con la frecuente confesión y comunión entre sus muchachos. Continúe y haga que los Salesianos, a su vez
sigan y recomienden a los jóvenes, que se les confíen, esta saludable práctica. A usted y a su Vicario me urge recomendarles que
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atiendan con esmero, tanto al número de Salesianos, como a la santidad de los que ya tienen. No es el número lo que aumenta la gloria de
Dios, sino la virtud, la santidad de los socios. Por tanto, sean cautos y rigurosos en la aceptación de nuevos socios en la Congregación; mir
sobre todo, que sean de una moralidad a toda prueba.
Después, tomando a don Bosco nuevamente de la mano, díjole que en confianza le manifestara qué pensaba acerca de los futuros
acontecimientos de la Iglesia. Don Bosco se excusaba diciendo que el Padre Santo conocía mejor que él la marcha de todos los sucesos. Pe
el Papa insistió:
-No le pregunto por el presente, que también yo lo sé; le pregunto por el porvenir.
-Pero yo no soy profeta, repuso don Bosco sonriendo.
((332)) Con todo, como él dijo después a don Juan Bautista Lemoyne refiriéndole el coloquio, tuvo que ceder y manifestarle sus opinione
cuanto conocía. Pero no dijo a nadie qué entendía con aquello de cuanto conocía.
El Padre Santo hubiera querido entretenerlo más tiempo, de no haber advertido su estado de sufrimiento. Al notar don Bosco que se
disponía a despedirse, le dijo que llevaba consigo a su Vicario y a su secretario y que, si Su Santidad se dignaba concedérselo, deseaban
recibir su bendición. El Papa accedió, sonó la campanilla e introdujeron a los dos. Don Bosco presentó a don Miguel Rúa.
-Ah, usted es don Miguel Rúa, dijo el Papa, es el Vicario de la Congregación. Muy bien, he oído que desde niño ha estado con don Bosco
Continúe, continúe la obra comenzada y mantenga el espíritu de su fundador.
-íAh, sí! Padre Santo, respondió don Miguel Rúa; con vuestra bendición esperamos poder emplear hasta el último aliento por la Obra a la
que nos hemos consagrado desde niños.
Don Bosco presentó también a don Carlos Viglietti, como secretario suyo.
-"Qué ha hecho usted, preguntó el Papa, del secretario que le acompañó la última vez?
-Padre Santo, respondió don Bosco, se ha quedado en Turín para despachar los asuntos que le he encargado. Hay mucho que hacer, pero
necesito insinuar a mis hijos que trabajen. Más bien les debo recomendar la moderación. Hay muchos que desgastan su salud por tanto
trabajo. No contentos con trabajar sin descanso durante el día, siguen su tarea durante la noche.
-íAh, sí!, respondió el Papa, en todo se requiere moderación: el
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cuerpo exige su debido reposo para poderlo emplear en obras que son de la mayor gloria de Dios.
-Santo Padre, dijo entonces don Miguel Rúa; nosotros estamos dispuestos a obedecerle; pero es don Bosco quien nos da mal ejemplo en
esto.
Sonriéronse un poco; después don Miguel Rúa pidió y obtuvo que le permitiera solicitar una gracia. Explicó al Padre Santo ((333)) el gra
entorpecimiento que resultaba para el desarrollo de nuestra Pía Sociedad el decreto de la Sagrada Congregación de Ritos que prescribía el
examen de dos o tres comisiones para los aspirantes de la Sociedad Salesiana, mientras que resultaría mucho más fácil, de acuerdo con las
concesiones de Pío IX, confiar este examen al Capítulo local de cada casa, que, a continuación, enviaría su votación al Capítulo Superior p
el juicio definitivo. El Papa le respondió que estimaba en mucho las razones expuestas; que se presentara por escrito la súplica y por el
camino más seguro, esto es, por medio de monseñor Della Volpe, para que se la hiciera llegar a él mismo, que con gusto haría lo demás. La
dispensa de la observancia de los decretos para la admisión y aceptación a los votos se concedió después para cinco años 1.
Diole, por fin, una amplia bendición y se despidió de don Bosco con mucho cariño haciendo que le acompañasen hasta la escalinata. A su
paso, los guardias suizos se cuadraron en su honor. Don Bosco, sonriendo, les dijo:
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-íNo soy ningún rey! Soy un pobre cura jorobado y no valgo nada. Estad tranquilos.
Y aquellos guardias se acercaron a él y besaron reverentemente su mano. Algún día antes de la audiencia, habiéndose presentado al Santo
Padre su propio sobrino, el conde Pecci, para que lo bendijera junto con su familia, el Papa le había dicho que fuera a don Bosco a pedir la
bendición; y así lo hizo el día trece por la mañana 2.
Poco tiempo después, encontrándose la Madre Daghero, Superiora General de las Hijas de María Auxiliadora, en presencia de Su Santida
dijo el Pontífice:
-íOh! Aquí tenemos una religiosa de don Bosco.
Y volviéndose después a los prelados y Cardenales que le rodeaban, añadió:
-Esta es una de las hijas afortunadas del Santo don Bosco 3.
1 Actas del Cap. Sup., 12 de septiembre de 1887.
2 Summ. sup. virt. De fama sanctitatis, núm. XIX, & 6 (testigo don Francisco Dalmazzo).
2 Esto lo supo monseñor Cagliero por el cardenal Guarino, arzobispo de Mesina, y por la misma Madre Superiora, y lo atestiguó en los
procesos (Ib., & 10).
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Mientras don Bosco estaba en el Vaticano, habían llegado desde el ((334)) Vicariato a la iglesia del Sagrado Corazón las reliquias que se
debían colocar en el ara del altar mayor. El relicario, herméticamente cerrado y sellado, contenía un trocito de la cuna del Niño Jesús y
reliquias de los santos apóstoles Pedro y Pablo, del apóstol Santiago, del mártir san Lorenzo y del patrono san Francisco de Sales. Se
colocaron en una urna dorada y se expusieron a la veneración en la capilla antigua; a las nueve de la noche, se cantó el himno de los Mártir
y prosiguieron después los oficios del rito en el silencio de la noche.
Don Bosco había indicado que se pidieran a la Sagrada Congregación de Ritos algunos favores espirituales, como el de poder celebrar la
misa del Sagrado Corazón en los tres primeros días después de la consagración y la indulgencia plenaria desde el día catorce al diecinueve,
la forma acostumbrada, a más de la indulgencia de siete años y siete cuarentenas cada vez que, al menos con el corazón contrito, se hiciese
solamente una visita a la iglesia 1.
Un Oficio Sacro del Cardenal Vicario, con fecha del día dos de mayo, comunicaba a los fieles la próxima consagración y el horario de las
funciones sagradas en los días sucesivos. En él se decía que era un "Santuario universal", a cuya construcción había concurrido "el orbe
católico con sus donativos". De donde se deducía: "Debe ser, por tanto, motivo de santa alegría para todos los católicos, y en particular par
los romanos, el ver que, después de diez años de trabajo, de penas y grandes dificultades, se haya logrado finalmente acabar este gran edific
deseo de muchas almas piadosas y muy devotas de este Corazón adorable. Es cierto que aún quedan por terminar algunos altares y varias
pinturas, pero la población siempre en aumento de las nuevas barriadas en esta zona exigía que, sin más retraso, se suspendiera cualquier o
trabajo que pueda dar al sagrado templo ornato y esplendor, pero que no sea absolutamente necesario, para dar comodidad a los fieles de
cumplir sus deberes religiosos en una iglesia más amplia. Y, aunque continuarán algunos trabajos, los buenos romanos y ((335)) cuantos
sienten celo por la gloria de Dios, encontrarán en su fervor un nuevo incentivo para concurrir, con sus limosnas, a que el sagrado templo es
pronto dotado de todo lo necesario para el culto, y sea menos indigno del Dios que está para venir y habitar en él con su amorosa presencia
Al hablar de penas y trabajos, el documento del Vicariato decía una gran verdad. Fueron efectivamente siete años de penas y trabajos
1 Ap., Doc. núm. 67.
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inauditos, heroicos, si se entiende, como es debido, referirlos a don Bosco; ya que los trabajos eventualmente realizados por otros antes de
él se hiciera cargo de la empresa, no fueron en comparación más que un "quítame allí esas pajas". Lo saben los lectores. Y ni la suspirada
aurora del día catorce de mayo puso fin a sus afanes, ya que las preocupaciones por el templo pusieron a prueba su paciencia, hasta en el le
de muerte, y las legó en herencia a su sucesor 1.
Todo estaba previsto para la ceremonia de la consagración y para las solemnes funciones de los días siguientes. A eso de las siete llegó el
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consagrante, cardenal Lúcido María Parocchi, Vicario de Su Santidad y protector de la Congregación Salesiana, acompañado de todo su
séquito, como en las más grandiosas ocasiones, y fue recibido por los Superiores, numeroso clero, muchos Salesianos de otras casas, los
muchachos de Valdocco y sus compañeros del hospicio. El rito, siguiendo el ceremonial, se hizo a puertas cerradas. Cuando se abrieron las
puertas al público, habían pasado cinco horas. Don Bosco asistió en santo recogimiento; asistieron también con él varios ilustres personaje
Al final, monseñor Domingo Jacobini, arzobispo de Tiro y secretario de Propaganda, acercóse al Siervo de Dios, lo tomó del brazo y lo
acompañó poquito a poco, hasta su habitación, satisfecho después de haberle prestado aquel servicio.
Al mediodía celebró el primero don Francisco Dalmazzo, mientras el nuevo órgano llenaba el templo con sus armonías. Había centenares
devotos y curiosos. La voz común consideró ((336)) la iglesia digna de Roma y de las buenas tradiciones del arte cristiano.
Debemos, con todo, dejar constancia de que, tanto la consagración, como la iglesia no tuvieron en general en Roma lo que se dice una bu
prensa. El entonces periódico masónico Tribuna anunciaba la ceremonia el día diez de mayo, hacía historia del origen del templo, y hablab
de su estilo arquitectónico y de la ornamentación en un artículejo bastante atento. El ya citado Cicerone, aunque de mal espíritu, había hech
en su número del día ocho una descripción algo más detallada del templo, presentando a don Bosco "como un cura incansable, inquieto y
trabajador". Y seguía el articulista: "He ido a visitar esta iglesia que, en fin de cuentas, importará la friolera de tres millones. Se puede
perdonar a don Bosco este despilfarro, porque ha hecho verdaderamente un monumento digno de Roma". Y el liberalote Fanfulla, del día
quince, tras señalar rápidamente las dificultades y contrariedades y los enormes gastos, proseguía: "Pero ha entrado por allí
1 Véase Vol. XVII, pág. 452.
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dentro el soplo vivificador de don Bosco, el Victorino de Feltre del siglo XIX, y ya se levanta junto a la iglesia un hospicio con capacidad
para cincuenta huérfanos, funcionan unas escuelas populares para trescientos muchachos que son educados en la moral, el trabajo, la honra
y reciben la instrucción elemental. El grande e iluminado espíritu de San Francisco de Sales, debe haber gozado con esta obra que ha brotad
en el terreno roturado por su espíritu y la inagotable caridad de una alma piadosísima" 1.
L'Osservatore Romano, del día quince salió con un artículo de pocas líneas y muy frío, equivocando hasta la fecha de la consagración y e
fue todo.
No podemos callar que la Civiltà Cattolica, que apareció necesariamente tarde 2; y, en la crónica de Asuntos Romanos, dedicó en el mes
junio media página, señalando ((337)) la gran importancia del hecho. "Esta consagración, decía, es un acontecimiento. Era conveniente, en
efecto, que, en medio del fango de la nueva Roma, donde la herejía ha ido a plantar sus tiendas, se levantara para purificar el ambiente el
Sagrado Corazón de Aquel que murió en la cruz para purificar al mundo con su adorable y preciosísima Sangre (...). El celo incansable de d
Bosco y de sus beneméritos cooperadores, estamos seguros que convertirán el templo del Castro Pretorio en un hogar de fe y de amor al
amantísimo Corazón de Jesús".
Fue un buen principio para estos deseos de actuación apostólica el programa de los festejos que, como diremos, coronaron la solemne
consagración.
Más tarde aún se publicó en Brescia un artículo escrito por la célebre condesa Lara, seudónimo de la poetisa Evelina Cattermole Mancini
Se inspiró para el artículo en el armonioso sonido de las campanas de la nueva iglesia, que ella escuchaba desde su casa, porque vivía muy
cerca. Después de un poético exordio y una breve descripción del templo, habla de don Bosco, diciendo entre otras cosas: "Esta iglesia resu
en este momento demasiado brillante, con sus colores y dorados, ya que, con su claridad, su novedad y su alegría causa en quien entra allí a
rezar una profunda emoción, al pensar que
1 Don Francisco Dalmazzo publicó en aquella ocasión un folleto titulado El Santuario del Sagrado Corazón de Jesús en el Castro Pretorio
de Roma, monumento de reconocimiento a la memoria del Pontífice Pío IX. Roma, Tip. Sal., 1887.
2 Número del día primero de junio, pág. 620.
3 Il Cittadino di Brescia, jueves y viernes 11-12 de agosto de 1887. El artículo se titulaba: Las obras de don Bosco.
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es un nuevo milagro de un hombre que representa al Francisco de Sales de nuestro tiempo. Todo le sale bien a este humilde y, sin embargo
tan poderoso siervo de Dios: porque las obras por él emprendidas son bendecidas por el Cielo (...). Don Bosco es uno de esos seres
privilegiados que hacen surgir todo de la nada; se allanan las mayores dificultades y se disipan como niebla, ante su férrea voluntad, hecha
fe y de oración; es tal que ya hoy puede preverse que un día, Dios sabe cuándo, esa hermosa cabeza de clásica regularidad que trae al recue
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el perfil de Napoleón, tendrá en las ((338)) efigies del recuerdo una luminosa franja de oro en torno a su frente: la aureola de los Santos".
El Cardenal Vicario, después de descansar un poco de la fatigosa ceremonia, subió a ver a don Bosco, le abrazó con todo afecto y se qued
con él para almorzar, entre los numerosos e ilustres visitantes.
Al final de la comida se levantó don Bosco para agradecer públicamente al Cardenal todo lo que había hecho como Protector de los
Salesianos, hablando de su persona con veneración y reconocimiento. Por lo pronto, "hemos comenzado bien, Excelencia", prosiguió
diciendo y narró con la máxima sencillez la curación instantánea del día anterior. Dijo después que, en cualquier circunstancia que se le
presentaran personas deseosas de alguna gracia, él emplearía el mismo método de siempre, esto es, inducir a los peticionarios a hacer una
limosna en honor de Jesús, de la Virgen o de cualquier Santo, como medio para obtener favores de Dios y afirmó que, en la iglesia de Marí
Auxiliadora y en la de San Juan Evangelista, no había un solo ladrillo que no estuviese señalado con una gracia.
También el Cardenal se levantó a hablar. Se congratuló con don Bosco de que, aunque no estuviesen acabados los trabajos, hubiese abier
la iglesia, demostrando así que antes quería entregarla al Sagrado Corazón que a los adornos y filigranas de los artistas. Habló muy bien de
Congregación Salesiana, que no le había proporcionado hasta entonces ninguna clase de disgustos, penas y trabajos y sí toda suerte de
satisfacciones; que estaba, por tanto, dispuesto a aceptar protectorados semejantes uno cada día. Don Bosco sonriendo le respondió:
-Espere, espere, Eminencia; también le llegará el tiempo de los disgustos, por culpa nuestra.
-Bien, siguió diciendo el Cardenal, aquí en vuestra iglesia del Sagrado Corazón de Jesús habéis reservado una capilla para dedicarla a San
Francisco de Sales, "no es cierto?
-Precisamente es así, Eminencia.
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-Pues bien; yo quiero pagar los gastos de ese altar y espero del Protector de la Congregación que tenéis en el cielo, la ayuda necesaria par
momento de las penas y disgustos reservados al protector terreno de esta pía Sociedad.
((339)) La simpática y generosa ocurrencia fue ovacionada con aplausos y aclamaciones.
Los muchachos del Oratorio dieron aquella tarde las primeras pruebas de su competencia, interpretando las vísperas, expresamente
compuestas para la ocasión por el maestro Galli. Pontificó monseñor Julio Lenti, arzobispo de Side y vicegerente de Roma.
En los intervalos, don Bosco recibía muchas visitas ilustres de Obispos y Cardenales.
Las fiestas propiamente dichas duraron cinco días, con un incremento continuo de público y de verdadera piedad por parte de los fieles.
Todas las mañanas había una misa rezada celebrada por un Cardenal y misa solemne pontifical; todas las tardes, conferencia salesiana, en
distinta lengua, y vísperas con música y plática.
El primer día, que era domingo, fue solemnísimo. A las siete celebró el cardenal alemán Melchers; a las diez pontificó monseñor Jacobin
con asistencia de un obispo norteamericano. Los muchachos de Turín ejecutaron impecablemente la partitura de la misa llamada de la
Coronación, original de Cherubini. Entre tanto, don Bosco concedía continuas audiencias, y le visitaron además tres obispos y el cardenal D
Canossa.
Durante la comida tuvo a su derecha a monseñor Kirby y a su izquierda al príncipe Czartoryski, que pasaba la mayor parte del tiempo en
casa; muchos otros personajes tomaron parte en el ágape familiar. En el momento oportuno, rogóle don Miguel Rúa que dijera unas palabra
Levantóse trabajosamente y, apoyando las manos sobre la mesa, dijo con voz apagada:
-Brindo a la memoria de nuestro gran amigo el teólogo Margotti que acaba de morir; el defensor de los sagrados derechos de la Iglesia, el
que tanto nos quiso siempre y que, antes de partir nosotros para Roma, vino a visitarnos con tanto cariño que puso a nuestra disposición su
acreditado periódico para narrar las fiestas que estamos celebrando nosotros. Brindo con la firme esperanza de que mis celosos Cooperador
y Cooperadoras se dignarán ayudarnos a acabar este hospicio del Sagrado Corazón, para que podamos albergar, instruir y educar a quinient
muchachos del pueblo, en el santo temor de Dios a fin de que después den frutos de buenas obras ((340)) para sí mismos
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y para la sociedad. Brindo en honor de monseñor Kirby, con quien me une imperecedera amistad.
Monseñor Kirby respondió, en nombre de todos los Cooperadores y Cooperadoras, diciendo que él y sus amigos tendrían en cuenta sus
palabras, como si fueran un testamento, y le aseguraba que harían cuanto estuviera a su alcance para realizar fielmente su inspirada volunta
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que el hospicio se llevara a cabo como era su deseo.
A las tres y media, dio su conferencia en francés monseñor Carlos Murrey de Lyon, auditor de la Rota en Francia. Manifestó la oportunid
de la obra de don Bosco, en favor de la juventud pobre y abandonada y los consoladores frutos ya obtenidos 1.
A las cinco, predicó sobre el Sagrado Corazón de Jesús el elocuente orador sagrado monseñor Homodei Zorini, misionero apostólico.
Después, los cantores de Valdocco interpretaron las vísperas de Aldega. Y, al anochecer, se iluminaron profusamente la fachada, el
campanario, la iglesia y el hospicio, según el plano diseñado con buen gusto por un clérigo salesiano: ello atrajo durante varias horas la
atención de mucha gente que acudía hasta de barriadas apartadas de la ciudad.
El cardenal Plácido Schiaffino, de los olivetanos, celebró el segundo día la misa de comunión general. Aquella mañana quiso don Bosco
bajar a la iglesia para celebrar la misa en el altar de María Auxiliadora. Durante el divino sacrificio se paró por lo menos quince veces, víct
de una gran emoción y llorando. Don Carlos Viglietti, que le acompañaba, tuvo que ayudarlo de vez en cuando para que pudiera continuar.
acabar, cuando se alejaba del altar para dirigirse a la sacristía, la gente conmovida se agolpó a su alrededor, besándole los ornamentos y la
mano que llevaba libre del cáliz, y siguiéndole hasta la sacristía. Allí le pidieron todos a una voz que les diera la bendición.
-Sí, sí, respondió.
Y subió los tres escalones de la puerta que comunica la primera con la segunda sacristía, se volvió hacia atrás, levantó la mano derecha, p
((341)) rompió a llorar de repente y, cubriéndose el rostro con ambas manos, repetía con voz ahogada sin poder terminar la frase:
-Bendigo... bendigo...
Hubo que tomarlo suavemente por el brazo y llevarlo adelante.
1 La conferencia aparece, ampliamente resumida, en el Boletín francés de julio de 1887. Las noticias relativas a la permanencia de don
Bosco en el Sagrado Corazón, fueron proporcionadas por el coadjutor D'Archino que fue testigo ocular.
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Los fieles impresionados se disponían a seguir tras él; pero se cerró la puerta.
"Quién no habría deseado saber cuál había sido la causa de tanta emoción? Cuando don Carlos Viglietti vio que había recobrado su calm
habitual, se lo preguntó y él respondió:
-Tenía viva ante mis ojos la escena de cuando soñé a los diez años con la Congregación. Veía y oía realmente a la mamá y a los hermano
opinar sobre el sueño...
Entonces le había dicho la Virgen:
-A su tiempo lo comprenderás todo.
Pasaron ya desde aquel día sesenta y dos años de trabajos, sacrificios y luchas, cuando una especie de relámpago repentino le había revel
en la erección de la iglesia del Sagrado Corazón en Roma, la conclusión de la misión que misteriosamente se le había trazado en los albore
de su vida. íQué largo y arduo había sido el camino desde I Becchi de Castelnuovo, hasta la Sede del Vicario de Jesucristo. Sintió en aquel
momento que su obra personal tocaba a su fin, bendijo con lágrimas en los ojos a la divina Providencia y remontó su mirada confiada a la
mansión de la paz eterna en el seno de Dios.
A la hora señalada se celebró la misa pontifical por monseñor Cassetta, obispo de Amiata y presidente de las escuelas nocturnas de religi
1.
El coro del Oratorio interpretó la misa de Haydn. Por la tarde dio la conferencia el obispo chileno monseñor Jara, en lengua española, y
predicó monseñor Gottardo Scotton sobre la devoción al Sagrado Corazón. Monseñor Kirby pontificó en las Vísperas en las que se cantaro
orquestalmente salmos de varios autores. El Cardenal Vicario, sabiendo que don Bosco se disponía a dejar Roma, le renovó por escrito ((34
"los augurios de un feliz viaje, la enhorabuena por su obra llevada a cabo hasta el fin fauste et feliciter (felizmente)".
Durante los tres días siguientes actuaron, para la misa rezada, los cardenales Mazzella, de la Compañía de Jesús, Aloisi-Masella y Zigliar
de la Orden de Predicadores; y para los pontificales de los días diecisiete y dieciocho los monseñores Sallua, dominico, arzobispo de
Calcedonia, y Grasselli, arzobispo de Colosas; para la conferencia de los Cooperadores monseñor Meurin, jesuita, obispo de Ascalón, que
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1 Cuando don Bosco murió, tenía el cargo de Limosnero Apostólico. Escribió entonces en su diario: "Con don Bosco ha pasado a la
eternidad un verdadero hombre de Dios, un apóstol como el que se precisaba para las necesidades de las almas de estos nuestros tiempos"
(Monseñor VESTALLI, Il Cardinale Francesco di Paola Cassetta, pág. 467, Bérgamo, Soc. Ed. San Alejandro, 1933).
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había sido vicario apostólico de Bombay, en alemán; monseñor Fortina, delegado apostólico de Australia, en inglés; monseñor Homodei
Zorini, en italiano; los sermones corrieron a cargo de los monseñores Andrés y Santiago Scotton, los días diecisiete y dieciocho. Las vísper
fueron solemnes cada día.
El quinto día, Ascensión del Señor, hubo algunas novedades por ser el de la clausura de las fiestas. A las diez pontificó, nomine Pontifici
el Cardenal Vicario con imponente asistencia de clero. Después del Evangelio, el Eminentísimo Cardenal pronunció la homilía final, en la
encomió "el espíritu laborioso del humilde sacerdote", al cual liberalmente sonrió la grandeza de dos Pontífices", y pronosticó que, "como
reflejo del magnífico aspecto del templo", brillaría "el triunfo del divino Corazón" 1.
El cardenal Aloisi-Masella volvió para las vísperas y entonó después el solemne Te Deum de acción de gracias, que fue cantado a toda
orquesta, y dio la bendición con el Santísimo Sacramento.
Una vez más dejaron oír sus voces los cantores del Oratorio en el solemne funeral que se celebró el día veinte en favor de los bienhechor
del templo. Por la tarde, los fotografiaron en grupo para que, cuando fueran mayores, pudieran reconocerse y recordar los días de su estanc
en Roma.
Terminadas las grandes fiestas, los tres hermanos Scotton empezaron a predicar a los feligreses de la parroquia una misión, que duró hast
Pentecostés.
Los muchachos del Oratorio no podían decir, al volver a Turín, que habían estado en Roma y no habían visto al Papa. Lo vieron, en efect
((343)) el día veinte por la tarde. Estuvieron esperando en la sala de los tapices: íqué ansiedad, qué palpitación del corazón de aquellos
muchachos, que no se atrevían a respirar! Entró el Padre Santo, majestuosamente rodeado de un cortejo imponente. Los muchachos de rodi
estaban tímidamente al principio con la cabeza inclinada.
-"Estos son los hijos de don Bosco? preguntó afablemente el Papa al Procurador de los Salesianos, que hacía la presentación.
-Sí, Santidad, respondió. Son los cantores que han venido desde Turín para las fiestas de la consagración de la nueva iglesia, dedicada al
Sagrado Corazón de Jesús, fiestas que han resultado a satisfacción de todos.
-"A satisfacción de todos?
-Sí, Beatísimo Padre, y con mucha concurrencia.
1 Ap., Doc. núm. 68.
300
-Bien. íBendito sea el Señor! Don Bosco ya ha salido para Turín. Nos ha llenado de consuelo su visita. Pero lo hemos encontrado muy
quebrantado de salud. Necesitamos que Dios nos lo conserve todavía para bien de la sociedad y de la Iglesia; y, sobre todo, en los difíciles
tiempos que corremos. Nos habló, además, de estos buenos muchachos. "Están todos bajo su inmediata dirección en el Instituto de Turín?
-Sí, Padre Santo. Ahora han venido aquí para recibir vuestra bendición y besar vuestro sagrado pie.
-Con gusto daremos a todos la bendición; a ellos y a todos los objetos devotos, que vemos llevan en abundancia.
Y, situándose en medio de la sala, pronunció el Sit nomen Domini benedictum, invocó sobre todos el auxilio del Señor y los bendijo. Fue
momento emocionante. Después comenzó a hablar, pidiendo noticias de don Bosco, mientras sus ojos observaban a aquellos muchachos,
cuyos rostros alegres y vivarachos, le hicieron exclamar:
-íQué guapos están! íY qué alegres! "Son todos cantores?
-Sí, Santidad, respondió don Francisco Dalmazzo. Son los que, por su mejor comportamiento y esmero en el canto, se han hecho
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merecedores de este viaje a Roma.
((344)) -Una de las cosas que más nos satisficieron, siguió diciendo el Papa, fue oír a don Bosco que él pide a menudo a sus muchachos q
recen por las necesidades del Padre Santo.
Para que todos pudieran besarle el pie, se dignó dar una vuelta comenzando por algunos señores que se habían unido a los muchachos. El
Procurador le acompañaba y le decía los méritos y condición de cada uno y respondía solícitamente a sus preguntas; así le presentó a los
maestros Galli y Bersano y al caballero Bernasconi.
-El órgano, dijo el Papa a este último, es un gran adorno de la iglesia. Las iglesias, sin las armonías del órgano, son como cuerpos sin alm
Encontró muy joven a Dogliani y, al enterarse de su gran maestría, lo felicitó efusivamente. Y, al ver a varios sacerdotes, preguntó por su
condición y tuvo palabras de ánimo para don Juan Bautista Grosso y para los demás.
Y, volviendo a encontrarse de nuevo entre los muchachos, los acariciaba con bondad paternal y dirigía palabras amables y graciosas, ya a
uno ya a otro. El más bajo de estatura, por estar detrás de los otros, en vano había intentado besar el pie del Papa. El Padre Santo, que ya ha
pasado y lo advirtió, se acercó a él.
-Qué alegres están estos muchachos, volvió a decir; "han visitado
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ya Roma? Conviene que la visiten. Que vean las iglesias, los monumentos sagrados, las catacumbas, para que conozcan esta ciudad y cuen
después sus bellezas.
Terminada la vuelta, los bendijo con el simple gesto de la mano y diciendo las palabras: -"El Señor esté siempre con vosotros", se separó
ellos, que inmóviles contemplaban su figura, hasta que desapareció. Después de un momento de silencio, empezaron a comunicarse
mutuamente la alegría que llenaba sus corazones y se formó un bullicio insólito en aquellos salones silenciosos. Salieron del Vaticano para
dirigirse a toda prisa al Sagrado Corazón, a donde llegaron a tiempo para cantar las vísperas y el himno de acción de gracias.
Salieron de Roma el sábado veintiuno por la mañana. Habían amistado con los alumnos del Hospicio, durante la semana, y naturalmente,
separarse hubo por ambas partes ((345)) sencillas demostraciones de afecto. Unos y otros se intercambiaron sus direcciones para escribirse
manifestarse su alegría por haberse conocido, la pena por tenerse que separar tan pronto, y los augurios de un buen viaje, una buena
permanencia y la esperanza de volverse a ver. Por fin, saludándose fraternalmente, se separaron al grito de íViva don Bosco!
Los viajeros tenían en Pisa una parada de dos horas. En la estación les esperaban algunas personas del Seminario, que los condujeron a
almorzar, conforme había dispuesto el Arzobispo. El Rector, los sacerdotes y maestros con los seminaristas y colegiales tributaron a los
muchachos de don Bosco el más cordial recibimiento. Todos se prestaban para servirles, y manifestaban su satisfacción por haber tenido,
pocos días antes, la visita de don Bosco. De improviso apareció el mismo Arzobispo.
-El otro día, dijo, tuve la satisfacción de hospedar al Padre y hoy la de ver a los hijos.
Se congratuló con ellos por las funciones de Génova y de Roma, se encomendó a sus oraciones ante el altar de María Auxiliadora, les
exhortó a ser cada día más dóciles a las enseñanzas de su querido padre don Bosco a quien llamó hombre santo y les impartió su bendición
Después de estos entusiastas saludos, fueron casi a la carrera a visitar la Catedral y monumentos más cercanos y volaron al tren. Tras una
segunda parada en La Spezia y una tercera en Sampierdarena, el día veintidós por la noche entraron triunfalmente en el Oratorio.
302
((346))
CAPITULO XV
DESCRIPCION DE LA IGLESIA Y PARTIDA
DE DON BOSCO DE ROMA
AHORA debemos volver de nuevo a Roma, donde quedan todavía algunas cosas que dar a conocer a nuestros lectores.
El que más espléndido se había mostrado a la hora de dar dinero para la construcción de la iglesia del Sagrado Corazón, era, como ya se d
a su tiempo, el conde Colle. Se dijo también 1 que el mismo don Bosco había redactado tres inscripciones en latín para las tres campanas
mayores, dedicadas, una al Conde, otra a la señora Condesa y la tercera a la memoria del hijo. Cuando llegó el momento de la fundición, el
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Santo entregó sus inscripciones a don Juan Bautista Francesia para que les diera forma definitiva, encargándole que compusiera otras dos,
para la cuarta y la quinta campana, en recuerdo de las dos primeras comuniones que él administró en dos de las principales familias
barcelonesas, las cuales habían querido reservarse el honor de sufragar los gastos de dichas campanas 2.
La torre del campanario, desde donde estas campanas dejan oír sus notas graves y profundas o agudas y argentinas, es de mármol traverti
3 y supera en hermosura a todas las demás de Roma.
Después de estar más de cincuenta años sin el chapitel, que debía rematarla, fue por fin coronada ((347)) como mejor no podía soñarse, c
una estatua dorada del Sagrado Corazón, de proporciones gigantescas, que se ve hasta desde la plaza de San Pedro.
El templo del Sagrado Corazón le costó demasiado a don Bosco, en todos los sentidos, para que pasemos de largo sin describirlo. Desde
principio se vio al hombre de la amplia mirada cuando, tan falto de medios como se encontraba y llevando entre manos tantas otras obras q
ultimar o sostener, se embarcó en esta empresa por obedecer al querer de León XIII.
1 Vol. XV, pág. 116.
2 Eran las familias de don Manuel Pascual y de doña Dorotea. Ap., Doc. núm. 69.
3 Travertino: así se llama a una toba calcárea, de color blanco lechoso y amarillo pálido Veteado, muy estimada como piedra de
construcción (N. del T.).
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Según el primitivo proyecto, la iglesia debería haber medido cuarenta metros de larga; él añadió veintiocho, imponiéndose al arquitecto, e
cual protestaba 1. Mide treinta metros de ancha. Tiene planta de cruz latina. La clásica majestad y elegancia del estilo de Bramante, que la
caracteriza, hacen de ella un edificio digno de figurar allí donde la arquitectura sagrada ha creado milagros de arte a través de los siglos.
La fachada es de travertino puro de Tívoli. La adornan cuatro estatuas de mármol muy bien esculpidas: san Francisco de Sales, san Agust
y dos ángeles adorando la Cruz, que extiende soberanamente sus brazos a lo alto. En la parte baja se abren tres puertas, meritoria labor de l
aprendices del Oratorio. En el centro hay tres espléndidos mosaicos, que representan al Sagrado Corazón de Jesús, a san José y a san
Francisco de Sales. Completan la decoración unas columnas de granito negro de Balma y otras finísimas labores de cincel.
El interior tiene tres naves, divididas por columnas de granito pulido y sólidas pilastras. Todo el espacio presenta un conjunto tan armóni
que embelesa inmediatamente la mirada del visitante y arrebata el espíritu elevando la mente a Dios.
Omitimos hablar del decorado de segundo orden, grabados, ménsulas y molduras acoplados a la arquitectura con perfección y gracia; sólo
nos detendremos en la decoración pictórica. Se trata de ciento cincuenta cuadros entre grandes y pequeños, ((348)) a más de las pinturas de
cúpula. Esta es obra del delicado pincel de Virginio Monti, que también pintó los majestuosos cuadros de la bóveda, los cuatro Evangelista
en los arcos de la nave transversal y los noventa cuadros más pequeños que adornan las dos naves laterales.
Pero su obra maestra es la cúpula, donde representó la glorificación del Sagrado Corazón. El Salvador, preciosa figura por su delicadeza,
su aspecto y por la realidad de su movimiento, muestra su corazón inflamado a las dos santas Vírgenes Margarita Alacoque y Catalina de
Racconigi, que le contemplan estáticas. Rodean el grupo numerosos ángeles, que llevan los emblemas de la Pasión, las azucenas de la pure
o se inclinan en actitud de adoración, y serafines que entonan himnos al Sagrado Corazón con instrumentos musicales. Alrededor, absortos
contemplación, se ve a san Francisco de Sales, a quien unos ángeles presentan las obras que él escribió; a santa Teresa,
1 A esta prolongación se debe el amplio coro, querido por don Bosco, para que, si con el andar de los tiempos y en fuerza de los
acontecimientos, se hubiera privado a los Salesianos de la parroquia, se habría podido aislar esta parte y convertirla en una capilla de orden
interior. Esto sería siempre posible porque es un cuerpo de edificación levantado sobre terreno perteneciente a la Congregación.
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con el rostro envuelto en llamas; a san Bernardo, que muestra el oficio del Sagrado Corazón, compuesto por él; a san Bernardino de Siena q
sostiene la plancha con el nombre de Jesús; a san Agustín, a san Francisco de Asís, a san Luis Gonzaga. Todo el conjunto respira una aura
celestial, que mueve a devoción.
Dada la amplitud del trabajo y la premura del tiempo, el maestro Monti tuvo que asociar a otros dos expertos artistas, a los que confió va
partes. El pintor Caroselli pintó las cuatro pechinas de la cúpula y algunos cuadros de las dos naves principales, en los que pintó al fresco l
cuatro Profetas mayores, los doce menores, los doce Apóstoles y las sibilas Eritrea y Cumana. Zuffoli, discípulo del maestro Seitz, pintó a
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Jesús con los niños, a Jesús buen Pastor y a Jesús instituyendo la Eucaristía; es también el autor de los dibujos para los tres mosaicos de la
fachada.
La bóveda de las dos naves mayores es de tipo basilical, esto es, un techo formado con artesones enriquecidos con dorados y sirviendo de
fondo a hermosos dibujos. El pavimento, muy decorativo, está formado por distintos mármoles entrelazados, de acuerdo con un dibujo de
aspecto muy digno.
Hay seis altares laterales. Son más pequeños que los otros y están colocados: dos, en la nave de la izquierda del que entra, ((349)) dedica
uno a Cristo crucificado y otro a santa Ana; y, en la de la derecha, los de san Miguel Arcángel y san Francisco de Sales. Otros dos más
grandes se hacen frente desde los extremos de la nave transversal, uno in cornu evangelii, dedicado a María Auxiliadora 1, con el cuadro de
Rollini, y el otro in cornu epistolae dedicado a san José, también con un cuadro de Rollini 2. Las paredes y las bóvedas de estas seis capilla
están adornadas con pinturas alusivas a sus respectivos titulares. En los cuatro intercolumnios que separan los altares han sido colocados ot
tantos confesonarios, rodeados de cuadros murales que simbolizan el sacramento de la penitencia. En el fondo de la iglesia, en los dos huec
entre las últimas pilastras y la pared de la fachada, están colocados, a la izquierda del que entra, el baptisterio con catorce cuadritos que
ilustran el misterio de la regeneración, costeado en su totalidad por la ciudad de Trento, y, a la derecha, una estatua majestuosa de Pío IX, a
quien está dedicada la iglesia, como monumento perenne. Fue esculpida por el artista lombardo Confalonieri. El Papa
1 Donativo del príncipe Torlonia, que lo hizo llevar desde una iglesia que había en su quinta de la vía Nomentana.
2 Sustituyó a otro que era del marqués Vitelleschi.
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está revestido pontificalmente, levanta una mano en actitud de bendecir, mientras presenta con la otra el decreto de aprobación de la Socied
Salesiana.
La mirada del que pone el pie en el templo se dirige inmediatamente al gran cuadro del altar mayor, donde aparece el Sagrado Corazón
rodeado de un coro de querubines y serafines; lo pintó el maestro Francisco de Rodhen. Tiene por marco una construcción monumental de
dieciséis metros de alta, con seis columnas de alabastro de seis metros. Ricos adornos y piedras escogidas embellecen por todas partes la m
del divino sacrificio y la morada de Jesús Sacramentado.
Este bosquejo descriptivo da una idea de la iglesia, como pudo admirarse acabados los trabajos, ya que, en mayo de 1887, todavía quedab
muchas cosas por concluir. Lo podemos deducir también de la carta de despedida que don Bosco escribió a León XIII la víspera de su salid
de Roma.
((350)) Beatísimo Padre:
Me voy de Roma muy satisfecho de la caritativa y verdaderamente paternal acogida de Vuestra Santidad. La iglesia y las escuelas del
Sagrado Corazón están abiertas al público y los habitantes de esta populosa barriada pueden cumplir cómodamente sus deberes religiosos.
Queda todavía por terminar el hospicio para los pobres huérfanos y, si Dios me da vida, esperamos acabarlo. Aún nos queda por pagar la
fachada de la iglesia. Si Vuestra Santidad pudiera ayudarnos, en todo o en parte, a pagar el resto de cincuenta y una mil liras, quedarían
liquidadas nuestras cuentas 1.
Todos nuestros doscientos cincuenta mil huérfanos rezan cada día por la conservación en buena salud de Vuestra Santidad, por quien tod
trabajamos de corazón.
Perdone esta mala escritura; humildemente postrado a sus pies, pido a Su Santidad la bendición para todos los Salesianos.
Roma, 17 de mayo de 1887.
Su muy agradecido hijo, JUAN BOSCO, Pbro. Rector
1 El Papa había aprobado la siguiente inscripción que había de grabarse en la fachada:
TEMPLUM SACROSANTI CORDIS IESU Templo del Sagrado Corazón de Jesús
A PIO IX PONT. MAX. empezado por el Papa Pío IX,
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SOLO EMPTO INCHOATUM como único aportante.
SODALES SALESIANI Los socios salesianos,
CULTORUM EIUSDEM SS. CORDIS contando con la generosidad de León XIII.
STUDIO ET CONLATIONE y con renovados donativos de personas piadosas,
ERIGENDUM lo han levantado
MUNIFICENTIA LEONIS XIII para la meditación y la promoción
ET NOVIS PIORUM SUBSIDIIS de los cultos del mismo Sagrado Corazón
FRONTE ADSTRUCTA CULTUQUE ADDITO y se preocuparon de culminar,
PERFICIENDUM CURARUNT una vez construidos los muros y asegurado dicho culto,
ANNO CHRISTI MDCCCLXXXVII el año del Señor 1887.
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Los gastos de la iglesia del Sagrado Corazón continuaron pesando sobre la Congregación Salesiana por mucho tiempo. El Prefecto Gener
apremiado con la demanda de socorros de los misioneros, en el mes de junio escribía 1:
"Lo que ahora nos agobia es la enorme deuda de la iglesia del Sagrado Corazón en Roma. Cuando hayamos saldado todas estas deudas,
podremos respirar".
Don Antonio Sala, que fue enviado a Roma para examinar de cerca la situación, refirió el día veintiocho de abril al Capítulo, estando
presente don Bosco, que había suspendido todos los trabajos de la iglesia, excepto los del altar mayor y el altar del Cardenal ((351)) Vicari
que había encontrado un montón de deudas de casi trescientas cincuenta mil liras; propuso que para seguir adelante se gestionase un présta
No se quiso hacerlo y se resolvió vender algunas propiedades heredadas por la Congregación. En noviembre el mismo don Bosco se decidi
escribir a monseñor Della Volpe, secretario particular de León XIII:
Excelencia Reverendísima y Carísima:
La última vez que tuve el gran honor de saludar en Roma al Padre Santo, tuvo V. E. la dignación de decirme que en los momentos graves
acudiese a V. E. para resolver más expeditamente mis asuntos.
Me encuentro en semejante ocasión, ya que debo atender al pago de los gastos hechos en la construcción de la fachada del Sagrado Coraz
de Jesús. Contaba entonces con la cantidad de cincuenta y una mil liras que la caridad del Santo Padre me hizo confiar que pagaría él mism
Me encuentro en grandes apuros; por ello si, en su inagotable caridad, puede acudir en mi ayuda, el momento no puede ser más oportuno.
Nuestro Ecónomo va a Roma precisamente a organizar los gastos de esa construcción y se presentará a V. E. para recoger la mejor respue
que pueda ofrecerle.
Nuestros huérfanos, que pasan de trescientos mil, rezan todos los días por Su Santidad y no se olvidan de Vuestra E. Rvma.
Disculpe esta mi pobre y mala letra. No puedo escribir más. Déme su bendición y créame en J. C.
Turín, 6 de noviembre de 1887.
Su muy atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.
1 Carta de don Celestino Durando a don Antonio Riccardi, Turín, 30 de junio de 1887.
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Hemos hablado en otra ocasión de una carta enviada por el Santo, dos semanas antes de morir, al Duque de Norfolk sobre el mismo tema
Una carta autógrafa de don Bosco a don Francisco Dalmazzo, poco antes de salir de Roma, deja entender claramente las muchas y graves
dificultades que había que sortear para seguir adelante 2. Decía así: ((352)) "Hay que vigilar los materiales que entran y no se reciben. -Vig
los precios. -"Quién se cuida de los materiales que salen fuera? -Se trabaja poco. Se roba en casa y fuera de ella. Se desperdician materiales
especialmente madera. -Se puede remediar poniendo a León 3 para vigilar, colocando a otro en su lugar en la cocina o llamando a un exper
para que lo haga".
En la misma carta desciende también a las necesidades del personal, recomendando al Director que haga "las provisiones necesarias de
hábitos y ropa interior para los Salesianos". Impresiona aún más esta solicitud paternal para sus hijos, cuando se sabe que él tenía para sí ta
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delicadeza que temía molestar en casa al recibir las atenciones que se le debían tener en la mesa y en el servicio del aposento. En efecto, un
día dijo a don Francisco Dalmazzo:
-Pobre Dalmazzo, que tiene que gastar para don Bosco. Pero espero que venga alguien y me dé una lismosna con la que pagar todo 4.
Y efectivamente encontró quien le dio una limosna.
Un día, por ejemplo, se presentó un buen hombre humildemente vestido, que no quiso identificarse. Quería ver a don Bosco. Don Migue
Rúa le insinuó que le dijera de qué se trataba; pero contestó que sólo se lo diría a don Bosco. Y él, con su perpetua caridad, fue a rogar a do
Bosco que recibiera a aquel pobrecito. Después de la audiencia, dijo don Bosco:
-Este buen hombre me ha entregado una limosna como ningún príncipe romano me la ha dado hasta ahora.
El día diecisiete por la tarde, después de atender a algunas personas que habían ido a visitarlo, manifestó con su gracejo acostumbrado
1 Vol. XVII, pág. 451.
2 En las actas de la Junta femenina de Marsella del día veinte de mayo de 1887, se lee: "La iglesia ya terminada ha sido consagrada hace
unos días y esta maravilla del poder de don Bosco llena de confianza en sus obras, cuando se piensa en las dificultades que se le han
presentado en Roma, adonde llegan donativos pero él no los recibe: con razón dice don Bosco que esta iglesia la ha construido con dinero
francés".
3 El coadjutor León Lidovani.
4 Summ. super virtut. núm. XI, De fortitudine, & 119 (testigo don Francisco Dalmazzo).
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las necesidades en que se encontraba, mostrando su confianza en que la Providencia le ayudaría. A la mañana siguiente, dos señores, que n
sabían el uno del otro y sin ponerse previamente de acuerdo, le entregaron la cantidad que necesitaba para el viaje. Después, cuando se diri
a la estación, he aquí que se le acercó otro señor y le entregó un sobre diciéndole:
((353)) -Es el dinero para el viaje.
Eran cien liras más, que se sumaban a las otras ciento que le habían dado cada uno de los otros dos. Cayó del cielo a sus manos lo que él
sus dos acompañantes necesitaban.
"Qué pensaría al oír el silbido de la locomotora y ver que el tren lo alejaba de Roma y, sobre todo, cuando el ritmo de la marcha se
aceleraba y entendió que ya estaba fuera de los muros aurelianos y que avanzaba por la inmensa soledad del campo, más solitario entonces
que en la actualidad?
Había ido a Roma veinte veces. Es casi imposible salir de Roma sin prometerse o al menos desear que se repita la vuelta; pero esta vez no
pasaba por su mente el deseo de volver. Al despedirse de las personas de su confianza, les había dado el adiós definitivo, citándolas para un
encuentro en el paraíso. Le respondían que abrigaban todavía la esperanza de volverlo a ver, pero él insistía:
-Sí, espero que nos volveremos a ver en el Paraíso 1.
Su primer viaje en 1858 fue memorable. Italia estaba todavía en cierne y ni siquiera existía el tren de Génova a Roma. Necesitó pasaporte
hizo testamento ante notario y testigos y tuvo que embarcarse hasta Civitavecchia. íQué tortura el mareo! Al saltar de la diligencia, puso su
pies sobre el suelo romano con la emoción de los antiguos peregrinos. Fue aquélla la única vez que visitó la ciudad.
Bajó a las Catacumbas de San Calixto, que se empezaban a explorar, y subió hasta lo alto de la cúpula de San Pedro. El conde De Maistr
en cuya casa se hospedó, lo presentó a cuantos personajes pudo y lo acompañó a los palacios cardenalicios. Pío IX lo recibió dos veces en e
Quirinal y otra en el Vaticano; en aquellas audiencias le dio algunas sugerencias para poner buenas bases a la Pía Sociedad, firmó con su
propia mano el borrador de las Reglas y le dijo que escribiera sus sueños. El joven clérigo, que entonces seguía como la sombra al Siervo d
Dios, lo tenía ahora sentado a su lado, como Vicario suyo.
Desde el primer viaje hasta el segundo, pasaron cerca de nueve
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1 Loc. cit. núm. XIX. De pretioso obitu, & 161 (testigo don Miguel Rúa).
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años. ((354)) Salió de Turín en enero del 1867 con don Juan Bautista Francesia, el cual narró después aquel viaje en un grueso volumen.
Durante dos meses ejerció un verdadero apostolado, desde el púlpito, en el confesonario, junto al lecho de los enfermos, en visitas hechas
y
recibidas; pero estaba allí para arreglar graves divergencias sobre el nombramiento de los Obispos. Casi toda Italia había quedado unificada
bajo el cetro de Víctor Manuel II; el Gobierno residía en Florencia.
No se encontraba un camino de entendimiento para proveer a tantas sedes episcopales vacantes en los territorios anexionados al Piamonte:
don Bosco lo consiguió con su política del Pater Noster. Encarriló las diligencias necesarias para la aprobación de la Sociedad Salesiana.
Los nobles romanos se lo disputaban para celebrar la misa en sus oratorios privados, ante lo mucho que se iba difundiendo su santidad.
Con la libertad de los Santos, dijo duras verdades al ex-rey de Napoles.
Volvió a Roma el año 1869. Tuvo que ingeniarse para lograr que se mirara con buenos ojos a su nueva Sociedad. Pero necesitó los milag
de María Auxiliadora: un moribundo sanado, un enfermo gotoso curado, una pulmonía detenida. El Papa no se le podía mostrar más padre.
Cuando marchó, llevaba consigo la suspirada aprobación.
El Concilio Vaticano lo reclamó a Roma el 1870. En la vigilia de la Epifanía "la voz del cielo" se hizo oír por su medio "al pastor de los
pastores".
Influyó mucho en el ánimo de muy autorizados Padres en favor de la definición dogmática de la infalibilidad pontificia. El Papa lo llamó
su presencia y le dijo:
-Sus opositores son también los míos.
Después de la ocupación de Roma, sus cuatro primeros viajes, requeridos por el Papa y por el Gobierno, tuvieron por móvil allanar las
dificultades para proveer de obispos a las numerosas diócesis que no lo tenían. Al mismo tiempo, proseguía sin descanso las laboriosas
diligencias para conseguir la aprobación de las Reglas. En el cuarto de estos últimos viajes parecía ya logrado el intento, pero faltó un voto
la comisión cardenalicia. Por la tarde del día 3 de abril de 1874, que era viernes santo, dijo el Papa al relator:
-El voto que falta lo pongo yo.
Y así quedó extendido el decreto.
((355)) Desde 1875 a 1882 volvió a Roma diez veces, principalmente para asuntos de la Congregación, que quería dejar completamente
asegurada antes de su partida de este mundo. El año 1876 accedió a
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dar lectura al discurso acostumbrado del viernes santo en la academia de la Arcadia; el año 1877 acompañó en su visita ad límina, a monse
Aneyros, arzobispo de Buenos Aires; el 1878 hizo delicados e importantes servicios a la Iglesia durante el Cónclave y predijo la tiara al
cardenal Pecci; el 1880 León XIII le confió la construcción de la iglesia del Sagrado Corazón en el Castro Pretorio. La persuasión de que d
Bosco era un santo se había abierto camino en todos los ambientes romanos.
La penúltima vez que se volvió a poner en camino hacia Roma, el año 1884, fue para deshacer el cúmulo de resistencias que se oponían a
concesión de los privilegios. Hacía ya diez años que los imploraba. Finalmente la intervención directa de León XIII venció todas las
dificultades.
-Vuestra vida pertenece a la Iglesia, le dijo el Papa en aquella ocasión.
Todo este conjunto de recuerdos debió pasar y repasar por la mente de don Bosco, a medida que se iba alejando de Roma aquel día
dieciocho de mayo de 1887, con la convicción de no poder volver más a verla.
Con el cuerpo quebrantado, pero con el espíritu lleno de vida, repetiría para sus adentros: cursum consummavi, disponiendo su alma para
supremo viaje hacia la cumbre Di quella Roma onde Cristo è Romano 1.
1 DANTE, La Divina Comedia, Purg., XXXII, 102. Dante quiere significar la Roma celestial, en donde Cristo es ciudadano, y por tanto
paraíso.
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((356))
CAPITULO XVI
LA ULTIMA FIESTA DE MARIA AUXILIADORA
CELEBRADA CON DON BOSCO.
DOS SEMANAS EN VALSALICE.
EL ULTIMO DIA ONOMASTICO
DON Bosco tenía prisa por llegar al Oratorio porque se aproximaba la fiesta de María Auxiliadora. Pero se temía que le hubieran faltado la
fuerzas para hacer de un tirón los seiscientos setenta y siete kilómetros que separan a Roma de Turín. Se había, por tanto, dispuesto una
discreta parada en Pisa, con el amabilísimo monseñor Capponi. No perdonó nada el Arzobispo para demostrar lo honrado y feliz que se sen
teniendo a tal huésped. Le asignó la habitación donde había dormido Pío VII.
En aquella pacífica morada pasó un día entero y dos noches, que le sirvieron de verdadero alivio. El día veinte por la mañana, quiso
Monseñor, contrariado por verse privado de él tan pronto, que le bendijera; tomóle después las manos y se las besó enternecido. Don Bosco
humillado y confuso, le manifestó, como él sabía hacerlo, su reconocimiento por las bondades que con él había tenido.
Era ya el sexto día de la novena. Nuestros viajeros llegaron a Turín, cuando toda la comunidad estaba reunida a los pies de María
Auxiliadora, para la función de la tarde. Don Miguel Rúa llegó a tiempo para dar la bendición, que don Bosco recibió desde el coro. Pero
después se retiró en seguida a sus habitaciones para evitar el asalto que ((357)) le hubieran dado los de casa a su salida. Saludó desde la
galería a todos, agrupados y aplaudiendo en el patio. Sus ventanas, iluminadas por la noche, atraían las miradas y alegraban los corazones q
sentían de nuevo la presencia del Padre.
Faltaba todavía por designar los mayordomos de la fiesta, cuando apareció el barcelonés don Manuel Pascual Bofarull con su esposa y su
tres hijos. Don Bosco rogó sin más a los dos esposos que aceptaran el cargo, que ellos recibieron como un insigne favor, a la vez que rogar
a don Bosco que fuera él quien administrara a su hija la primera comunión.
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El último día de la novena, dio don Miguel Rúa la acostumbrada conferencia a los Cooperadores. Don Bosco le escuchó desde el
presbiterio, junto a monseñor Leto. La muchedumbre, que no había cesado de contemplarlo, se volcó después en las sacristías y lo cercó de
forma, que empleó más de media hora para atravesarlas y no menos de una hora para llegar desde allí a las escaleras. Estaba de buen humo
hablaba, sonreía, saludaba con su habitual amabilidad; sin embargo, no podía disimular un agotamiento general que se advertía en su paso
lento y su rostro demacrado; su vista producía en los que le rodeaban el sentimiento de pena que se experimenta ante una persona muy
querida, cuya existencia tiene los días contados.
Nunca en años anteriores se había quedado tan pequeña la iglesia de María Auxiliadora; fue verdaderamente extraordinaria la afluencia d
ciudadanos y forasteros, llegados de lugares muy lejanos.
El fervor religioso de la multitud fue creciendo a medida que se oían o se contemplaban las gracias extraordinarias concedidas por la Virg
La víspera, estando don Bosco en la sacristía rodeado de fieles, le presentaron una niña, que llevaba el signo de la muerte en su rostro. A
instancia de sus padres, la bendijo, exhortándoles a que confiaran en María Auxiliadora. Y cuando llegaron al umbral de la segunda sacrist
volviéronse los afortunados padres, empujados por la multitud, radiantes de alegría hacia él, porque su ((358)) niña había abierto los ojos y
volvía a la vida. El día de la fiesta por la mañana entró un joven en la iglesia, andando con muletas y salió de ella, llevándolas al hombro.
Otra bendición de don Bosco fue acompañada de un verdadero prodigio. En el mes de enero una joven de quince años había sufrido un su
muy grande en Turín, porque su padre había sido insultado y maltratado en una reunión pública por asuntos de comercio. Ante los graves
insultos, quedó la muchacha tan desconcertada, que corrió peligro de perder la vida. De nada valieron cinco meses de cuidados médicos;
guardaba cama siempre y no reconocía, a veces, a su padre ni a su madre. Después de muchas oraciones, hicieron sus padres una promesa a
María Auxiliadora y, tras la novena, llevaron a su hija hasta don Bosco para que le diera su bendición. Don Bosco la bendijo y la enferma
recuperó en breve su salud. Todos los que la habían visto antes, tenían que reconocer el milagro 1.
También tuvo lugar otro hecho singular en la habitación de don
1 Relación del padre, señor Mayorino Giorcelli, fabricante. Turín, veintiuno de agosto de 1887.
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Bosco. Entraron en el Oratorio tres señoras, acompañando a una pobre jovencita enferma, que a duras penas se sostenía con las muletas.
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Con el deseo de que don Bosco la bendijera, le ayudaron a subir a la galería del segundo piso, hasta llegar a la antecámara de don Bosco. E
secretario don Carlos Viglietti, que cuenta el hecho en su diario, pasó varias veces ante ellas, sin poder hacer caso a sus súplicas de que las
dejara entrar a ver a don Bosco; el Santo estaba entretenido con muchos ilustres forasteros y no era posible verle aquel día. Cansado por fin
tantas súplicas y compadecido, las introdujo, y él se quedó fuera, esperando que salieran para dar paso a otros señores que esperaban. Pasar
unos minutos y apareció de nuevo la muchacha, apoyada todavía en las muletas. Don Carlos Viglietti no supo jamás explicarse cómo le cru
por la mente la idea de ir a su encuentro ((359)) y con cierto aire familiar muy suyo, que más bien parecía de reprensión, le dijo:
-"Pero cómo? "Qué fe es ésta? íVenís a recibir la bendición de don Bosco precisamente en el día de María Auxiliadora y os marcháis lo
mismo que habéis venido! Fuera en seguida esas muletas, caminad sin ellas e id a dejarlas en la sacristía. Don Bosco no da sus bendiciones
inútilmente.
La joven se quedó como aturdida, entregó las muletas a su madre y bajó, aunque con trabajo, a la sacristía, donde se encontró perfectame
curada.
Dieciséis días después, tuvo este episodio una segunda parte. Cierto canónigo de Torrione Canavese, pueblo natal de la joven, fue el día
nueve de junio al Oratorio, acompañado del canónigo Forcheri, secretario arzobispal, y ambos narraron a don Bosco que el pueblo entero
estaba desconcertado. "Qué había sucedido? La joven había sido destinada por los médicos a una amputación por gangrena; pero, al
presentarse éstos en el día establecido para proceder a la operación, se la habían encontrado, con indecible maravilla de todos, sin ningún
indicio de mal. Los dos sacerdotes, además, deseaban conocer a toda costa al curita que, en la antesala de don Bosco, había echado a la
enferma un sermón tan eficaz, que ella lo iba repitiendo a todos los vecinos.
Se lo preguntaron a don Bosco, quien respondió que no podía ser otro más que don Carlos Viglietti. Este, que no sabía nada, entró despu
de la cena en el refectorio del Capítulo, para acompañar a don Bosco a descansar y vio que le recibían con alegría general. Don Bosco, que
había contado el caso a los Superiores, le dijo entonces sonriendo:
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-He adivinado en seguida que habías sido tú, porque no conozco a ningún otro mas que a ti que tenga la cara d'tola 1 que tú tienes y que
fuese un craqueur (un embustero) de tu calaña. Poquito a poco te tomas la sartén por el mango, y don Bosco... ía freír esparragos!
((360)) De estos hechos celestiales, y otros que no hemos expuesto con tanta precisión, los peregrinos se hacían lenguas por todas partes,
propagaban de este modo la devoción a la Virgen de don Bosco, como empezó a llamarse a María Auxiliadora. El culto a la Virgen con est
título ya se había promocionado universalmente hacia el santuario de Valdocco, de modo que, aun cuando desapareció el apóstol, no
disminuyó la piedad de los fieles ni el número y la intensidad de las manifestaciones públicas y privadas.
Desde la fiesta de María Auxiliadora hasta la de san Juan pasó don Bosco sus días sin mas notable variación que la de su traslado a
Valsalice durante casi dos semanas. Lo que mas preocupaba en cuanto a su salud era la hinchazón de sus piernas, que le hacía cada vez ma
difícil y penoso el caminar. Se le sugirió, como un buen remedio, dejárselas frotar con cierto ungüento, extracto de hierbas. En principio no
quiso.
-Mi condición, decía, es la que quiere el Señor.
Pero como vio que sus hijos estaban esperanzados de verlo caminar de nuevo con este medio, mas facilmente y sin dificultad se rindió a s
deseos y aún mas por complacerlos que con la esperanza de obtener sensibles resultados.
-Así nosotros dos, dijo a Viglietti, ejercitaremos la paciencia; tú frotando y yo dejandome frotar. Desde este momento, te nombro mi
médico.
Pero el medicamento no daba el resultado apetecido y realmente sólo servía para hacerle padecer más. Cuando lo supieron los médicos, l
aconsejaron que dejara aquellas dolorosas curas. Por fortuna, aunque estaba mal de las piernas, estaba muy bien de la cabeza; se ajustaba a
realidad el corresponsal de Parma de un periódico liberal de Turín al escribir un artículo titulado Don Bosco cammina 2: "Ya hace muchos
años oí decir que don Bosco esta aquejado de gruesas varices en las piernas y que camina con dificultad. Si Dios no le favoreció con las
piernas, en cambio le dotó ((361)) de una voluntad férrea, que no se arredra ante ningún obstaculo sino que camina impertérrita hasta
1 Propiamente, di latta (de hojalata). Frase piamontesa equivalente al "descarado", que se dice de quien no tiene vergüenza de nada.
2 Gazzetta di Torino, catorce de julio de 1887.
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alcanzar las metas". Con este exordio se abría camino para hablar de los nuevos pasos con que abrir un colegio en Parma.
A principios de junio, contó un sueño.
Hacía varios años que insistía sobre la necesidad de escribir un opusculito sobre el empleo que los ricos deben hacer de sus riquezas. Ya
hemos manifestado varias veces su rigor en esta materia. Incluso algunos Salesianos tachaban de atrevido su lenguaje en ciertos casos en qu
hablaba sobre esta materia con personas dotadas de medios; se expresaba de manera que parecía descartar las opiniones más benignas de lo
teólogos sobre el uso de los bienes superfluos. Al comprobar que no secundaban sus ideas, cesó de insistir sobre la publicación de dicho
librito, pero el pensamiento permanecía fijo en su mente sin querer abandonarle.
Y así el día cuatro de junio contó lo siguiente:
-Hace unas noches, soñé que veía a la Virgen y que reprochaba mi silencio sobre la obligación de la limosna. Me dijo que muchos
sacerdotes se condenaban, porque faltaban a los deberes impuestos por el sexto y el séptimo mandamiento, pero insistió de una manera
especial sobre el mal uso de las riquezas.
-Si superfluum daretur orphanis, decía, maior esset numerus electorum; sed multi venenose conservant, etc. (Si se diera lo superfluo a los
huérfanos, sería mayor el número de los elegidos; pero muchos lo conservan como un veneno.)
Y se lamentaba de que el sacerdote tuviese miedo de hablar desde el púlpito sobre la necesidad de dar lo superfluo a los pobres y de que
ricos acumulen el oro en sus arcas.
Un testigo tan autorizado como don Juan Bautista Lemoyne nos presenta a don Bosco de este modo en su habitación durante las horas de
tarde: "Al atardecer cuando don Bosco se encontraba a solas en su cuarto, se abandonaba a sus pensamientos y proyectos y se pasaba inmó
largas horas con ellos. Si preveía dificultades en sus distintas empresas, buscaba la manera de resolverlas. Recordaba una a una todas las ca
y pensaba en su consolidación y mejoramiento. Se imaginaba a sus Salesianos, en cualquier parte del mundo que se encontrasen, y se
entretenía con ellos, porque el amor era el móvil de todo lo suyo". Como confirmación de esto, ((362)) presenta Lemoyne una carta que el
mismo Santo le dictó el día treinta de junio y firmó a continuación, para enviarla al clérigo Jorge Tomatis, que se encontraba en el colegio
Randazzo y que seguramente le había escrito el día de su santo, manifestándole el temor de que le hubiera olvidado.
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Muy querido Tomatis:
Tú piensas en mí, te imaginas que me hablas y que recibes mi bendición. Mi querido hijo, "cómo te diré que también yo pienso en ti? Mi
cuando me encuentro solo, en la quietud y el silencio del atardecer, os veo a todos mis queridos hijos y os paso revista uno a uno; pienso en
todas vuestras necesidades y en el modo de atenderos de la mejor manera posible, conforme al temperamento y al carácter de cada uno de
vosotros y, después, os bendigo.
Si pudieseis conocer el cariño que os tengo a cada uno de vosotros, mis queridos hijos, creo que hasta sufriríais. Piensa por tanto, querido
Tomatis, si no rezaré por ti. Ten por seguro que don Bosco, mientras tenga vida, no dejará pasar un solo día, sin haber rezado fervorosamen
por vosotros y sin haberos bendecido.
Me gusta saber que estás contento; continúa con santa energía, lucha con denuedo las batallas del Señor contra su eterno enemigo y nuest
Encomiéndate a María Auxiliadora, sé muy devoto del Sagrado Corazón de Jesús y no temas por nada. Adelante, pues, siempre adelante en
perfección, haz de manera que cada día subas un peldaño en la alta escalera de la santidad.
Que Dios te bendiga en unión de todos esos mis queridos hijos de Randazzo, sigue rezando por mí y créeme siempre tuyo en J. y M.
Turín, 30 de junio de 1887.
Afectisimo, JUAN BOSCO, Pbro.
A continuación prosigue don Juan Bautista Lemoyne: "Estamos en los últimos días de la vida de don Bosco. Todo se acabó, dejará de se
teatro de sus santas actuaciones aquel humilde aposento, adonde muchos centenares de miles de personas fueron a recibir gracias, consuelo
consejos; aquella salita a la que llegaron millones de cartas procedentes de todas las partes del mundo, de todas las ciudades y, diría, de cas
todas las aldeas de Europa, exponiendo toda clase de miserias, dolores, angustias, nobles propósitos, palabras de aflicción, de esperanza, de
alegría, de caridad, a las cuales respondía don Bosco sin cansarse o dejaba el encargo de responder a sus hijos de mayor confianza; aquel
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cuartito donde ((363)) pasaban por sus manos enormes cantidades de dinero, enviadas por la divina Providencia para sostenimiento de sus
obras, y que arrancaban de su corazón un himno incesante de agradecimiento; aquella estancia donde se idearon tantas empresas para la glo
de Dios; donde quedaron cubiertas tantas virtudes naturales y sobrenaturales con el velo de la humildad y donde las oraciones del Santo se
elevaban hasta Dios y María Auxiliadora e impetraban infinitas gracias".
Entre los meses de junio y julio, sucedió en Calliano, cerca de Penango, que un perro mordió a un muchacho. Temiendo los padres que e
perro estuviera rabioso, enviaron al muchacho a Turín a casa
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de un tío para la cura antirrábica. Cuando el doctor examinó al muchacho, opinó que primero se debía proceder al examen del perro, para
cerciorarse si era hidrófobo; pero no fue posible encontrarlo. Entonces llevaron el muchacho a don Bosco. Y cuando se informó del asunto
dijo el Santo:
-Que se comience una novena; y, entre tanto, que el muchacho se confiese y comulgue en la iglesia de María Auxiliadora. No lo pongan
nuevo en manos de los médicos; el perro volverá.
En efecto, en el momento preciso en que él estaba profiriendo estas palabras, volvió el perro y se comprobó que no era rabioso. El médic
de Calliano, maravillado, publicó el hecho de tal manera que, muchos años después todavía, se hablaba de él.
Algunos días, tempranamente calurosos, lo postraban de tal modo, que el cuatro de julio se dejó trasladar a Valsálice. Mientras bajaba al
patio para tomar el coche que lo esperaba, se paró ante la puerta de la enfermería. Estaba en ella gravemente enfermo de los pulmones el
coadjutor Carlos Fontana.
-Iré a hacerle una visita, había dicho él cuando supo que estaba en las últimas, y después no fue.
Pero no se había olvidado de la promesa. Con todo, todavía no entró, sino que encargó le dijeran estas palabras:
-Don Bosco no ha venido para no cerrarte los ojos. Te espero en Valsálice, ven allí a verme.
En efecto, Fontana se curó tan deprisa que aún pudo visitarlo en Valsálice y se restableció tan bien que vivió hasta 1912.
En Valsálice don Bosco experimentó una sensible mejoría inmediatamente, como lo daba a entender la alegría que manifestaba ((364)) en
las conversaciones, en las que participaba escuchando más que hablando. Gozaba especialmente oyendo referir las vicisitudes antiguas del
Oratorio. Y, al notar que con ello experimentaba don Bosco tanto gusto, los más antiguos de sus hijos iban a porfía en recordar una tras otr
las peripecias de los principios. Una noche durante la cena, don Juan Garino le divirtió mucho contando cómo, en el tiempo de los registros
la policía en el Oratorio, se vendía por las calles una hoja, al grito de: "íDon Bosco en la cárcel! íA cinco céntimos la hoja!", y que don
Bosco, yendo aquel día con él por las calles de la ciudad, le entregó una moneda para que comprase la hoja. Era aquél un año de vulgares
dicterios contra los curas. Otro día pasaba don Bosco, con el mismo don Juan Garino, por la plaza de Saboya y se cruzó con dos mujerzuel
que dijeron:
-A todos estos curas había que colgarlos.
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Y don Bosco respondió en seguida:
-Cuando tengamos vuestros méritos.
En otra ocasión el mismo don Bosco empezó a referir su facilidad, cuando era joven, para retener el contenido de un libro, después de un
sola lectura, enriqueciendo así su memoria con obras de distinto género, lo que después le proporcionó un precioso caudal de conocimiento
muy apreciables. Pero se interrumpió de pronto exclamando:
-íCuánto mejor hubiera hecho don Bosco leyendo y aprendiendo un solo capítulo de la Imitación de Cristo, para ponerlo después en
práctica!
Estaban oyéndole varios sacerdotes, entre ellos don Ludovico Tallandini, de Faenza, que había ido a Turín para su día onomástico.
En Valsálice recibió una carta del príncipe Czartoryski informándole de la marcha de sus cosas 1. El padre, aunque más accesible, despué
de la vuelta de Augusto de Roma no quería dejarlo marchar hasta que él no concluyese las diligencias para la constitución del mayorazgo, q
había comenzado tres años antes. Hasta entonces había hecho testamento, en favor del hijo, de las fincas e inmuebles paternos; se trataba
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ahora de añadir nuevos capitales y obtener finalmente la autorización del Emperador de Austria. Naturalmente se habría reservado el joven
señor ((365)) un patrimonio personal que se pudiera reivindicar cuando, al hacerse religioso, renunciase al mayorazgo en favor de su herma
El escribía desde París, pero se preparaba para ir con su padre a Viena y desde allí a Cracovia, donde, a fines del mes, los Czartoryski debía
recibir la visita del príncipe imperial. "Estaré quizás expuesto a muchas distracciones, escribía el Príncipe a don Bosco. Le comunico todas
estas molestias como a mi director espiritual que es. Estoy siempre resuelto a hacer la voluntad de Dios, siguiendo mi vocación. Quiero vol
a Turín apenas me sea posible. Me encomiendo, Padre, a sus oraciones". Don Bosco le respondió inmediatamente:
Mi querido príncipe Augusto:
Su vocación se encuentra ahora sometida a una prueba; pero yo considero que también esto es bueno y bendigo al Señor que continúa
concediéndole esta buena voluntad que está de acuerdo con el parecer del Padre Santo.
Yo sigo siempre con la misma opinión y, por tanto, con el mismo modo de ver.
La Congregación Salesiana siempre está abierta para que pueda venir, como me dice, a pasar con nosotros todo el tiempo que quiera.
1 Ap., Doc. núm. 70.
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Mientras tanto, rezo y rece usted conmigo, para que el Señor nos mantenga firmes en el camino que mejor nos conduzca al Paraíso.
Reciba los más cordiales saludos de sus amigos Salesianos y que la Santísima Virgen nos guíe hasta el cielo. Así sea.
Mis respetos para su señor Padre y toda su familia.
Turín, a 15 de junio de 1887.
Su afmo. amigo, JUAN BOSCO, Pbro.
Salió de Valsálice el día veintitrés de junio por la tarde para asistir a las dos veladitas de su día onomástico. Los números de ambas, cánti
y músicas, poesías y discursos y diversos regalos evidenciaron al numeroso público que asistía el cariño de los hijos a su buen Padre 1.
El teólogo Piano, exalumno de la primera hora y párroco de la Gran Madre de Dios, aseguraba ((366)) en su discursito 2:
"íCuántas veces nos sirve de estímulo, en las dificultades de nuestro ministerio, el recuerdo de vuestras palabras! íCuántas veces, al verno
rodeados de un grupo numeroso de niños, acude a nuestra mente la memoria de vuestro amable rostro, vuestra mirada penetrante, vuestros
paternales consejos y hacemos cuanto está a nuestro alcance para reproducirlos! íCuántas veces he oído decir, con infinita satisfacción de m
parte, a vuestros hijos: cómo se conoce que éstos han sido educados por don Bosco (...)! Aunque lejos de este querido Oratorio, lo
consideramos siempre como nuestra propia casa. Aquí viene frecuentemente el pensamiento y en seguida se nos presenta vuestra persona,
Padre. Y, cuando nos es posible volver por aquí y hablaros, nos parece más amable la vida, más fácil la práctica del bien y más segura la
protección divina".
Recordando, a continuación el recíproco amor que entonces unía al padre con sus hijos y a los hijos con el padre, concluía con estas
palabras.
"El amor, que entonces os profesábamos, lo conservamos todavía. Y este amor es el que nos hace considerar, como nuestras, vuestras
glorias y aumentar el número de vuestros hijos y cooperadores. Es el recuerdo de los beneficios recibidos quien nos impone el amor. "Acas
no fue aquí en el Oratorio donde la mayor parte de nosotros encontramos
1 Don César Fasani, prefecto de la Casa de Niza, llevó de Francia un hermoso regalo con una artística dedicatoria, de parte de los amigos
de los muchachos de allí (Ap., Doc. 71).
2 En la fausta ocasión del día onomástico del mejor de los padres, don Juan Bosco, sus antiguos hijos, en testimonio de su agradecimient
Turín, Tipografía Salesiana, 1887.
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el pan y los vestidos de que carecíamos? La mayor parte de nosotros debe al Oratorio la posición social que hoy disfruta. En el Oratorio
aprendimos los buenos principios, las santas máximas y la sana educación que ahora nos mantienen constantes en la práctica del bien. Todo
esto os lo debemos a vos, y "queréis que os olvidemos?
"Cesará de moverse nuestra lengua, antes que dejemos de publicar vuestras alabanzas; dejará de latir nuestro corazón antes que dejemos
amaros. Quereros a vos es para nosotros una prenda del amor de Dios".
Estaba en la mente de todos el triste presentimiento de que fuera aquélla la última fiesta de don Bosco. El himno original de Lemoyne y c
música de Dogliani, que unía un canto primitivo ((367)) con el que debía ser el último, suscitó en los más antiguos una nostálgica emoción
que el mismo don Bosco compartió; porque, después de cada cuatro estrofas que cantaba el primer coro, otro repetía, a modo de estribillo,
dos estrofas que los muchachos del Oratorio cantaron la primera vez que celebraban el día onomástico de don Bosco:
Andiamo, compagni, Vamos, compañeros,
don Bosco ci aspetta; don Bosco os espera;
la gioia perfetta de gozo se llena
si desta nel cuor. vuestro corazón.
Il tempo è gradito, El tiempo agradable,
c'invita a goder; invita a gozar;
corriamo all'invito corramos amables,
di festa e piacer reíd y cantad 1.
Y así concluía todo un ciclo de suaves manifestaciones, en las que especialmente los muchachos participaban con verdadero júbilo y cuy
recuerdo perduraba de un modo saludable en sus almas por toda la vida, como es todavía posible ver aún en muchos antiguos superviviente
"La fiesta de aquel año fue espléndida, simpática y cordial", escribe el cronista.
1 Véase: Memorias Biográficas, III Vol., pág. 413.
321
((368))
CAPITULO XVII
UN MES EN LANZO.
EL ULTIMO CUMPLEAÑOS.
LA ULTIMA ESTANCIA EN VALSALICE
DESPUES de las fiestas, don Bosco invitó por medio de Gastini, según costumbre, a los antiguos alumnos sacerdotes para el once de agost
a los seglares para el catorce; pero él no pudo estar con ellos por encontrarse en Lanzo, y sus condiciones de salud no le permitían bajar a
Turín. Telegrafió desde allí a los primeros: "Sintiendo ausencia, auguro cordialísima convivencia y alegría". Y a los segundos: "Amados
hijos, me alegro, auguro buen apetito, felicidad, santidad, temor de Dios". En las dos ocasiones fue sustituido por don Miguel Rúa. Por otra
parte se trasladó a Lanzo una comisión de eclesiásticos y seglares para presentarle los saludos de todos. Don Bosco no los recibió dentro de
casa, sino en el jardín junto al Colegio. El jefe de la comitiva, reverendo Griva, párroco de Cunico d'Asti 1, escribe en su relación: "Don
Bosco se conmovió tanto que, de momento no podía articular palabra. Se quedó contemplándonos con aquella su mirada bondadosa y saga
con la que tantas veces nos miró. Sus ojos eran los de siempre, pero su aspecto íay, qué debilucho nos pareció!
El les recordó que, así como los recibía en aquel prado, así había recibido a sus muchachos en los prados de Valdocco. Se habló de la
Patagonia y de sus bodas de oro sacerdotales, para las que quería que viniera a Turín un coro de dos mil patagones. Y, después de pasar un
hora ((369)) de verdadera alegría, los bendijo y les dijo:
-Rezad por mí, para que pueda salvar mi alma.
Por fin les encargó dijeran en el Oratorio que no se preocuparan por su salud.
Don Bosco se encontraba en Lanzo desde el día cuatro de julio. Los médicos y los Superiores le habían convencido para que fuera allí a
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respirar aquel aire fresco y oxigenado y librarle así de los calores de Turín. No había estado allí desde la fiesta de san Luis del 1884, aunqu
siempre había querido mucho a aquel colegio.
1 Boletín Salesiano de octubre de 1887.
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El colegio se levanta en parte sobre una ladera y en parte sobre la cima de una colina, totalmente limpia de otros edificios, a orillas de un
ancha y amplia pradera cubierta de hierba a levante, cruzada en su parte superior por una cómoda carretera que termina bajo una pérgola. P
el fondo del valle pasa murmurando el río Stura, en cuya ribera opuesta empiezan las primeras laderas de los Alpes, y, a la izquierda del qu
mira, se extiende una inmensa llanura: en el fondo del horizonte aparece Turín. Todas las tardes daba don Bosco su paseo hasta allí, y se
detenía un rato en aquel punto tan pintoresco. Raras veces y poco tiempo hacía el camino a pie. Le llevaban sentado en una silla de ruedas
modo de cochecito; casi siempre la empujaba Viglietti u otro de la casa; a veces, algún forastero de confianza.
Mientras se sentaba, dijo a la comitiva de los exalumnos:
-Yo, que desafiaba a saltar a los más ágiles, ahora tengo que andar en coche con los pies de otro.
Bajo la pérgola conversaba a menudo con algunos amigos íntimos. Una vez, estando a solas con el coadjutor Enría, miraba pensativo hac
Turín; después exclamó suspirando:
-Allí están mis muchachos.
Un día le preguntó si se acordaba de un antiguo Tantum ergo, que él había esto y se puso a cantarlo con voz débil y vivo sentimiento.
Algunas tardes don Carlos Viglietti bajaba hasta el río, cruzaba el clásico puente romano, de un solo y atrevido ojo, trepaba por la pendient
opuesta hasta llegar a una de las cumbres y, desde allí, lo saludaba con el pañuelo, y él, la mar de contento, le respondía del mismo modo. E
fin, ((370)) se hacía lo posible por distraerle y proporcionarle un poco de bienestar.
Todas las autoridades de Lanzo se apresuraron para ir a saludarlo.
Acudió también el diputado Palberti. Muchos señores y señoras veraneantes, movidos por el deseo de verlo, asistieron al reparto de premio
Hay cuatro cartas suyas correspondientes al mes de julio, cuya copia se conserva en nuestros archivos.
La primera está dirigida a la muy benemérita señora Magliano.
Benemérita señora Magliano:
Pensaba haber tenido tiempo, el domingo pasado, para hablar de nosotros y de la mayor gloria de Dios; pero no pudo ser. Si no le sirviera
mucha molestia darse una vuelta por aquí, sería algo muy oportuno. Damos varios paseos al día y podríamos hablar cómodamente; usted
podría pasar el tiempo libre con nuestras Hermanas,
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donde comería y tendría cuanto fuere necesario. "Qué me dice? Es un clima estupendo; yo pienso pasar aquí todo el mes. Que Dios nos
bendiga y María nos guíe al Cielo.
Lanzo, a 6 de julio de 1887.
Su atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.
Con la segunda carta responde don Bosco a la petición de un adulto, que deseaba ser coadjutor salesiano. Este profesó después de muerto
Santo y partió de esta vida el año 1893.
Muy querido señor Juan Jacobo Dalmasso:
Con gran satisfacción de mi corazón, he recibido su carta llena de afecto filial hacia mí. Bendito sea Dios. Tendré un Salesiano más para
trabajar conmigo, para llevar almas al cielo y asegurar más la suya y la mía.
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En cuanto a sus ocupaciones, lo trataremos personalmente; nuestros esfuerzos económicos se dirigen actualmente a ayudar a nuestros
misioneros de América.
Ellos dan la vida por las almas y nosotros daremos gustosos la bolsa para ayudarlos.
((371)) No Puedo escribir más. María nos guíe a todos por el camino del cielo. Amén.
Lanzo, 18 de julio de 1887.
Afmo. amigo en J. C., JUAN BOSCO, Pbro.
P.D. Venga, cuando guste, con nosotros. Le esperamos con los brazos abiertos.
La tercera carta iba dirigida a la baronesa Acelia Fassati, de Ricci des Ferres.
Benemérita señora Acelia:
Dios nos quiere en el Cielo, pero a través de las tribulaciones. Estábamos contentísimos con la mejoría del hijo del señor conde Francisco
De Maistre y he aquí una nueva desgracia, o mejor, nuevos méritos a ganar ante el Señor. Esperemos y recemos. Las espinas punzarán, per
se cambiarán en rosas para la eternidad. Yo rezaré y nuestros huérfanos ofrecerán comuniones para esta nueva necesidad; acompáñenos ust
con el fervor de siempre.
"Y cómo está su mamá, la señora Marquesa? Nosotros la recordamos todos los días ante el Señor, por un motivo o por otro. Ella debe ir
usted al Paraíso, bien entendido que también con el señor Carlos en nuestra compañía.
Yo me encuentro aquí en Lanzo medio ciego, medio o casi totalmente cojo y casi mudo. Pero esto me viene bien, en penitencia de lo muc
que he hablado fuera de tiempo.
La mano no me responde para seguir escribiendo. María nos guíe a Dios y nos bendiga en todo. Amén.
Lanzo, 24 de julio de 1887.
Su atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.
P.D. En este momento recibo la noticia de que el conde Colle de Tolón, nuestro insigne bienhechor, está gravemente enfemo. Lo
encomiendo encarecidamente a la caridad de sus santas oraciones.
El hijo del conde Francisco De Maistre continuó empeorando hasta otoño, cuando el padre, perdida toda esperanza de salvarlo, telegrafió
don Bosco desde Saboya: "Mi primogénito Andrés, gravemente enfermo; pido bendición". Se le había declarado una pulmonía. La fiebre e
muy alta, la tos obstinada, la repetida auscultación acusaba que sobre todo un pulmón estaba obstruido ((372)) y corría peligro la vida del
pobre niño. Cuando el médico declaró que él sólo no podía hacerse responsable de la enfermedad, el padre preparó un telegrama para envia
a un especialista de París; pero, antes de mandarlo, quiso implorar las oraciones de don Bosco. El Santo respondió telegráficamente
bendiciéndolo, prometiendo rezar con sus muchachos a María Auxiliadora y recomendando que estuvieran tranquilos. Se envió la respuesta
anochecer. Se supo en seguida que el niño había pasado bien la noche y que, a la mañana siguiente, le habían encontrado totalmente curado
sin fiebre, sin tos, y, sin poder distinguir, a la auscultación, qué pulmón había sido el afectado. El médico de París solamente comprobó con
mayor seguridad la perfecta e instantánea curación. Pasado el invierno, el padre llevó a Andrés a visitar la tumba de su bienhechor y, para q
no se le borrase el recuerdo del favor recibido y su agradecimiento al Siervo de Dios, hizo que él mismo enviara a don Miguel Rúa una cart
con dos billetes de mil liras. El muchacho continuó manteniéndose sano y robusto 1.
La cuarta carta requiere algunas explicaciones. La señora Teodolinda Pilati, viuda de Donini, de Bolonia, conocida ya por nuestros lector
como una generosa cooperadora, había comunicado a don Bosco en el mes de junio su intención de emplear en obras de beneficencia el
patrimonio que le había dejado su marido. Don Bosco le había respondido, manifestándole, ante todo, su pensamiento de que al presente no
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había necesidad más apremiante que la de ayudar a la juventud masculina pobre y abandonada, para educarla cristianamente, formar bueno
ciudadanos, obreros y padres de familia y preparar buenos sacerdotes y religiosos, cuidando las vocaciones, como precisamente se hacía en
casas salesianas de Europa y de América.
En el caso, pues, de que la señora tuviera la intención de favorecer
1 Summ. sup. vir. núm. XVII, De donis supernis et miraculis in vita, & 28 (testigo don Miguel Rúa).
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las obras salesianas, le aconsejaba vender aquellos inmuebles de los que pudiera deshacerse y entregarle a él o a sus representantes el diner
percibido. Ella le explicó los motivos que se oponían a la ejecución de aquel plan, pero diciéndole que, no obstante, pasaría a él sus crédito
Don Bosco, que desconocía tales circunstancias, encontró justas sus observaciones 1.
La bienhechora no dudó en demostrar su buena voluntad, ya que en julio le envió la cantidad de quince mil liras, que el Santo le agradeci
con esta carta.
Lanzo, 26 de julio de 1887
En este momento recibo su generoso donativo para nuestros huérfanos y nuestros misioneros que consumen su vida por ellos. Hacía cuat
días que debía empezar a preparar la expedición para Quito y Chile y esperaba como maná del Cielo un socorro especial, que fue el suyo. D
la bendiga. Sólo El sabe las almas que con su donativo se salvarán; y estas almas, que por su gran caridad irán a gozar de la gloria del Paraí
pedirán muy especialmente por usted y sus parientes vivos y difuntos.
Bendito sea Dios que le inspira hacer obras buenas durante su vida; así está cierta de haberlas asegurado.
Dispongo que todos nuestros huérfanos hagan al menos una santa Comunión según su piadosa intención. Hoy son más de trescientos mil
Me cuesta mucho trabajo escribir; mis días corren velozmente a su fin; espero una visita suya a nuestros queridos muchachos de Turín, o
los de otra casa; pero espero estar absolutamente seguro de verla, un día, gloriosa en la eterna bienaventuranza.
Que Dios nos bendiga y María sea nuestra guía hasta el cielo. Amén.
Turín, 26 de julio de 1887.
Su atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.
A mediados de enero de 1888, habiéndose enterado de que mejoraba la salud de don Bosco, escribió a don Miguel Rúa: "íBendito sea el
Señor mil y mil veces por habernos conservado, esperamos que para mucho tiempo, una tan preciosa existencia! Don Bosco es para mí com
un segundo padre y ((374)) puede fácilmente imaginarse cómo temblaba al llegar el periódico; mi corazón palpitaba con violentos latidos,
buscando noticias del querido enfermo. María Auxiliadora ha escuchado las muchas súplicas a Ella dirigidas, bendita sea por siempre".
Por san Cayetano, don Bosco había escrito al cardenal Alimonda, manifestándole su felicitación y prometiendo sus oraciones y las de
1 Ap., Doc. núm. 72. A-B. Son dos cartas que don Bosco solamente firmó.
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toda la Congregación. El Arzobispo, siempre tan bueno con él, le decía en su respuesta 1:
"Reciba, mi afectuoso agradecimiento por su gran bondad y crea a la par que mi pobre corazón mantiene siempre los mismos sentimiento
de aprecio, admiración y agradecimiento a usted y a los celosos miembros de su Congregación, cuyo progreso quisiera ver por largos años
bajo la santa dirección de su fundador". Cerraba la carta profesándose "afectísimo hermano en J. C.".
De allí a poco fue su cumpleaños, que no resultó muy placentero. Don Bosco padecía ciertos achaques que lo postraban mucho. "Da pena
verlo, leemos en el diario del día quince de agosto: no habla y respira afanosamente". Llegaron algunos Superiores de Turín y varios
muchachos en representación del Oratorio. Llovieron telegramas de las casas salesianas y de los cooperadores. La señora Pilati, anteriorme
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mencionada, le envió en tal ocasión un segundo donativo de veinte mil liras. El le respondió:
Benemérita Señora:
Bendita y agradecida sea la Santísima Virgen María que, por medio de su caritativa persona, me pagó generosamente la fiesta de su
Asunción al Cielo y de mi pobre nacimiento.
Dios le tenga preparado un puesto junto a El digno de usted, su hija, y de María su protectora.
Bendito sea Dios y disculpe la mala letra.
Turín, 15 de agosto de 1887.
Su atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.
((375)) En la comida le leyeron varias composiciones, que él escuchó con su bondad característica en tales circunstancias. También don
Pedro Guidazio ensayó su musa latina, declamando una elegante elegía. Agradó mucho la intervención de don Carlos Ghivarello, director e
Mathi, el cual le ofreció unos racimos, primicias de su huerto, y conmovió a todos con una evocación y una simbólica fantasía.
"Nosotros, dijo, al mirar estas uvas, volamos con el pensamiento a las feraces colinas de Monferrato, en aquellos días felices en que tú,
lleno de alegría, corrías de una a otra colina, especialmente en los días consagrados a María Santísima, Asunta al cielo, y, arrancando de la
los primeros racimos maduros, gustabas las primeras dulzuras de
1 Turín, diez de agosto de 1887.
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la vida. Nosotros, al ver estas uvas, nos trasladamos con el pensamiento a aquellas colinas, sobre las cuales, hace hoy setenta y dos años, la
mística viña de Francisco y Margarita Bosco, bajo la protección de la Virgen elevada al cielo, producía aquel maravilloso racimo de uvas q
debía endulzar la vida de muchos millones de almas. Ese racimo eres tú y, entre estos millones de almas que han participado de esta dulzur
en este septuagésimo segundo año de tu nacimiento, estamos nosotros, que en esta roca, que puede llamarse la mística viña salesiana o mej
diré el lagar donde Tú, en los años más hermosos de tu actuación, casi extrajiste en los santos días de ejercicios y en los primeros Capítulos
jugo y la vida de tu mística viña salesiana, gozamos hoy al poder obsequiarte, con todo el respeto y cariño, de que es capaz el corazón de
hijos, y de los hijos que ven en Ti un rayo de la benignidad de la que es su Madre, y tuya, María elevada al Cielo, rayo que apareció mil
setecientos setenta años después de su Ascensión al cielo, es decir en 1815, y que todavía hoy brilla en esta roca y, como esperamos, seguir
brillando muchos años".
El párrafo es largo, pero de un lirismo que, en un hombre como don Carlos Ghivarello, entregado por completo a las ciencias, responde
exactamente a un deseo vehemente de su corazón y da a entender más y más cuánto era el aprecio de aquellos primeros hijos a su gran Pad
Por la tarde se hizo en el Oratorio la solemne distribución de premios con la acostumbrada fiesta final. Presidía don Miguel Rúa, ((376))
pero el pensamiento dominante de todo el programa fue don Bosco y su cumpleaños.
Desdichadamente no pudo pasar la jornada sin una cruel espina. Una carta del Cardenal Vicario ordenaba, de parte del Sumo Pontífice, e
cese de don Francisco Dalmazzo, procurador general de la Congregación ante la Santa Sede y párroco del Sagrado Corazón. Don Bosco
mandó ir inmediatamente a Roma a don Francisco Cerruti con la esperanza de detener el golpe; pero éste encontró al Sumo Pontífice
inflexible en la determinación tomada y esperando que la Congregación Salesiana estuviera dispuesta a obedecer 1.
Entonces, sin la menor tardanza, se apartó a don Francisco Dalmazzo de su doble cargo; y, con la misma presteza, se procedió al
nombramiento de don César Cagliero, como procurador, y don Francisco Cagnoli, como párroco.
"Cuál fue la causa por la que se vino el cielo abajo? Una red de
1 Actas del Capítulo Superior, veintinueve de agosto de 1887.
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intrigas mujeriles, organizada alrededor del confesonario, había levantado contra don Francisco Dalmazzo acusaciones que determinaron a
Autoridad Eclesiástica a adoptar aquella grave disposición. Podríamos nosotros imaginarnos a don Bosco angustiado con una gran tristeza
ante un caso, tanto más doloroso cuanto menos esperado. En cambio, como le viera el coadjutor Enría en el paseo de la tarde, más alegre q
en días anteriores, díjole con la confianza que le inspiraba su gran bondad.
-Don Bosco, hoy está más contento que de costumbre.
A lo que él respondió:
-Y, sin embargo, hoy he recibido el mayor disgusto de toda mi vida 1.
Este testimonio del coadjutor, prestado como los precedentes en el proceso ordinario 2, fue confirmado por don Julio Barberis, quien
atestiguó ante el mismo tribunal 3:
-"Don Bosco me dijo, que aquélla era una de las aflicciones más grandes de su vida".
También él admiró su tranquila resignación ante un dolor tan grande.
((377)) Aquella calma tan serena, que nunca lo abandonaba en medio de sus penas físicas y morales, veníale de lo alto. En Lanzo se abrió
portillo que permitió descubrir el manantial sobrehumano de aquella su mística paz.
Sor Felicidad Torretta, hija de María Auxiliadora, fue nombrada directora del asilo del Lingotto en Turín; y, antes de partir para su
residencia, pasó por Lanzo para recibir la bendición del Siervo de Dios. Eran las dos de la tarde de un día de agosto, cuando entró en la
antesala, para esperar ser recibida. Como no encontró a don Carlos Viglietti, se dirigió directamente a la habitación de don Bosco. La puert
estaba abierta de par en par... íY nunca lo hubiera dicho! Vio a don Bosco en éxtasis, en la actitud de una persona que escucha. La fisonom
absorta, una sonrisa suave y tranquila, los brazos levantados hacia arriba y el repetido ademán de afirmación con la cabeza, decían clarame
que sostenía algún coloquio con un ser sobrenatural. Parecía más alto que de costumbre. Ante aquella situación, sor Felididad se adelantó y
llegar a dos pasos de él, le dijo:
-íViva Jesús! Padre, "da usted su permiso?
1 Summ. sup. virt., XI, & 36 (testigo don Luis Piscetta).
2 Summ. Véase también Summ. del proceso apostólico, pág. 790 (testigo don Luis Piscetta).
3 Núm. XIV, De heroica fortitudine, pág. 664.
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No obtuvo respuesta. Repitió las mismas palabras varias veces, alzando cada vez más la voz; pero él no se daba por enterado. Entonces e
se quedó quieta, contemplándolo durante casi diez minutos, hasta que le vio santiguarse y hacer una inclinación de cabeza tan reverente com
no puede describirse. Colocó entonces las manos sobre la mesa, con expresión de alegría, se percató de la presencia de la Hermana, hizo co
un gesto de sobresalto y dijo:
-íOh, sor Felicidad, me ha asustado!
-Padre, respondió ella, he pedido permiso varias veces, pero usted no me oía.
-Cabalmente, observa la Hermana en su relación, en aquel tiempo don Bosco no podía mantenerse en pie, si alguien no lo sostenía; pero
durante aquel coloquio celestial, se mantenía en pie sin ningún esfuerzo.
Cuando don Juan Bautista Lemoyne escuchó la relación de la Hermana, después de la muerte de don Bosco, demostró una complacencia
cada vez más viva, y al fin exclamó:
"-"Sabe usted, sor Felicidad, que también yo vi algo igual en la casa de Foglizzo? La misma postura de brazos en alto, el rostro sonriente
aspecto celestial, radiante de luz blanca, ((378)) en actitud de quien escucha, afirmando con la cabeza de vez en cuando, precisamente com
usted dice y después retirarse con una inclinación reverente de cabeza y haciendo la señal de la cruz. íHemos sido afortunados los dos!".
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En una carta que nos escribió la Hermana, el día 18 de julio de 1930, decía que don Juan Bautista Lemoyne le precisó el día y las
circunstancias, pero que ella no se recordaba. Es probable, por no decir cierto, que ello sucedió el día veinte de octubre siguiente.
Un día en que hablaba con don Felipe Rinaldi, director entonces de San Juan Evangelista, salieron de sus labios graves palabras. Cuando
entró en su habitación estaba el Santo observando un mapa. Y, señalando Australia con el dedo, dijo que también allí irían los Salesianos.
-íPero pasará tiempo!, respondió don Felipe Rinaldi.
-Irán, ciertamente irán, replicó don Bosco.
Después, señalando España, añadió:
-Este será tu campo de acción.
Ello se cumplió dos años después; pero no se verificó, hasta ahora (marzo 1936), aunque los acontecimientos parece que lo hacen temer,
que después de unos instantes de pausa agregó. Habló él de tres revoluciones pavorosas, de las que sería teatro y víctima aquella católica
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nación, especificando que en la última se derramaría mucha sangre y también salesiana 1.
Hay un testimonio de profundo aprecio y sincera veneración que le tributó un hombre que honraba a la ciencia y era muy considerado en
Italia y en el extranjero, a pesar de vestir el hábito religioso; nos referimos al Padre Denza, de quien ya hablamos con motivo de la instalaci
de observatorios meteorológicos en América. Quizás por las cartas que frecuentemente recibía entonces de los misioneros, quiso don Bosco
que fuera a Lanzo el docto barnabita. Le escribió el Director del Colegio, invitándolo, y recibió esta contestación, desde Montaldo Torinese
día diecisiete de agosto: "El afecto y la veneración que profeso al amadísimo don Bosco ((379)) es grandísimo y bien sabe Dios con cuánto
gusto iría ahí para estar unos días con él. Pero ahora me encuentro pasando una temporada en el campo, donde, gracias a Dios, va mejorand
sensiblemente mi salud; y, además, es muy posible que, a fines de mes, tenga que salir de aquí unos días para asistir a una reunión de nuest
sociedad meteorológica en Aquila. Por estos motivos me es imposible, por ahora, trasladarme a Lanzo. Más tarde, en cambio, ello sería má
fácil; pero yo no sé cuánto tiempo permanecerá don Bosco ahí. Mientras tanto, déle las gracias más sinceras de mi parte y dígale que tampo
yo me olvido jamás de él; y que espero poder verle pronto, si Dios quiere. Dígale, además, que he recibido muy buenas noticias de
Montevideo y parece que el mismo Gobierno ha tomado a pechos aquel Observatorio".
Don Bosco siguió en Lanzo hasta el día diecinueve de agosto. Como comenzaran en Valsálice los ejercicios espirituales para los aspirant
quiso asistir a ellos. Salió, pues, a las cuatro de la tarde, y fue directamente a aquel colegio.
A su llegada le esperaba una noticia desagradable: un telegrama de Alassio anunciaba que don Alejandro Vignola estaba moribundo. Don
Bosco rezó por él en compañía del Director, don Luis Rocca, y le envió su bendición. Estas oraciones se hacían a las siete y media de la tar
y he aquí que un segundo telegrama, puesto a las ocho, comunicaba que el enfermo había vencido la crisis y manifestaba sensible mejoría.
Pero ello solamente valió para retardar quince días el fin y permitir al enfermo que recuperara el conocimiento perdido y se preparara al gra
paso. Entregó su alma a Dios el día tres de septiembre.
1 Esto lo refirió don Felipe Rinaldi a una persona muy respetable y seria de Turín, a quien don Felipe solía hablar con la confianza de un
padre, ya que la dirigía espiritualmente.
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Don Alejandro Vignola había cursado el bachillerato en el Oratorio y se confesaba habitualmente con don Bosco. En el momento de deci
su porvenir, consultó al Santo, el cual le dijo:
-"Estáte tranquilo. Dios te quiere salesiano".
Al oír estas palabras, como él solía repetir, sintió en su corazón un gran consuelo, junto a un firme propósito de obedecerlo. Fue uno de
aquellos salesianos humildes y trabajadores, que pasan la vida casi ignorados, mientras son el sostén de las casas donde se ((380)) encuentr
Dado que actuó como asistente muchos años en Alassio, primero del bachillerato, después de la sección de preuniversitario, y como maestr
de griego en el bachillerato superior, sentía casi la necesidad de estar siempre con los muchachos, para tenerlos alegres y animar el recreo.
conocida su espontaneidad para ofrecerse a los superiores, cuando los veía en apuro. íCuente conmigo!, decía sin más. Por eso alguno le
llamaba Don Cuente Conmigo.
No perdía don Bosco ninguna ocasión para manifestar su adhesión a la Santa Sede. Al acercarse la fiesta de san Joaquín, que entonces se
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celebraba el día veintiuno de agosto, envió desde Valsálice a León XIII sus reverentes augurios de un feliz día onomástico.
Recibió esta contestación telegráfica del cardenal Rampolla, nuevo secretario de Estado: "Santo Padre agradeciendo Salesianos su
felicitación, bendice de corazón; pide al Señor gracias especiales propósitos formulados ejercicios espirituales".
También recordaba paternalmente don Bosco el día onomástico de sus sacerdotes, clérigos y alumnos, enviándoles una cartita o una estam
con su palabra autógrafa. El día veintiuno de agosto, por ejemplo, envió a don Joaquín Berto una estampa del cuadro de san José que se
venera en María Auxiliadora, escribiendo en el sobre: "Viva don Berto, viva san Joaquín 1887", y al dorso de la estampa:"Querido don
Joaquín Berto, sea María tu guía para el cielo. JUAN BOSCO, Pbro".
Desde el día veinticinco de mayo, no había presidido ninguna reunión del Capítulo Superior, delegando la presidencia a su Vicario. Presi
en Valsálice la sesión de la tarde del día doce de septiembre, en la que se nombraba el personal directivo para el Oratorio. Hizo en ella esta
cuatro declaraciones: "1.° Entiendo que deben abolirse los paseos en el Oratorio festivo. -2.° Sólo en las fiestas solemnísimas se dé vino a
músicos que tocan en los pórticos, de acuerdo con la antigua tradición. -3.° No se dé café con leche o caramelos a los cantores, todas las ve
que canten. -4.° El Prefecto interno de la casa no haga ninguna compra o venta, sin expresa voluntad del Director,
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el único a quien ((381)) compete este derecho". Y después mandó al secretario que dejara constancia de esta su voluntad en las actas del
Capítulo ad perpetuam observantiam et rei memoriam.
Prolongó su permanencia en Valsálice, hasta que terminaron los ejercicios espirituales. Pero, en la última década de septiembre, no estab
bien de salud. Le asaltaba con frecuencia un fuerte dolor de cabeza acompañado de fiebre; en una semana no pudo tener la satisfacción de
celebrar misa hasta tres veces. "Y, a pesar de todo, anota Viglietti en su diario, está siempre alegre, trabaja, escribe, recibe audiencias y,
mientras es él quien necesitaría consuelo, va consolando a los demás".
De estas audiencias concedidas en Valsálice, es muy poco o nada lo que Viglietti da a conocer. Sólo menciona la ida de dos obispos de
Estados Unidos, sin dar su nombre, y la llegada de la familia barcelonesa de don Luis Martí-Codolar. Si sabemos algo más, lo debemos a o
fuentes.
El Director de la casa de Faenza, para premiar a los tres mejores alumnos, los acompañó en septiembre al Oratorio, desde donde subió a
Valsálice para presentarlos a don Bosco. El Santo los saludó con benevolencia, dándoles a besar la mano; pero al más pequeño, un muchac
de doce años, que hacía el segundo curso de bachiller, se la retiró y, mirándole a la cara muy seriamente, le dijo:
-íNosotros no somos amigos!
El pobrecillo salió con el corazón deshecho. Apenas estuvo fuera, rompió a llorar. Por más que le dijo don Juan Bautista Rinaldi que se
trataba de una broma, él no se calmaba. Rezó, hizo comuniones, hasta que le pareció oír una voz interna que le sugería romper cierta prome
Precisa saber que su madre, viuda hacía varios años, no había autorizado en principio al hijo para tal viaje, porque temía que don Bosco l
conquistara para hacerse salesiano; pero, al fin, cuando el muchacho le aseguró que no se dejaría cazar por él, le dio permiso para ir.
Movido, pues, por aquella inspiración secreta, se retractó del primer propósito disponiéndose a hacer en todo la voluntad de Dios. Admit
poco después, a la presencia de don Bosco, ((382)) díjole éste sonriendo:
-Ahora sí somos amigos.
Y, poniéndole la mano sobre los hombros, añadió:
-Y tú ya no te separarás de don Bosco.
Tomó después tres medallas y, dándoselas una a una, prosiguió:
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-Esta es para tu madre, ésta para tu hermana y ésta para ti.
Cómo pudo saber don Bosco la composición de su familia fue un misterio para el muchacho. Volvió a Faenza, terminó el bachillerato,
venció algunas dificultades y en octubre del año 1891 entró en el noviciado en Foglizzo. Esta es en síntesis la historia de la vocación de do
Eneas Tozzi, hoy (1936) Inspector de las casas salesianas de Inglaterra.
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Fue singular también lo que pasó con don Juan Bautista Tamietti, director del colegio de Este. Al terminar los ejercicios espirituales, ante
de separarse del Santo, le preguntó si tenía algo que decirle. Paseaban por el corredor de la primera planta y él le iba sosteniendo.
Don Bosco le respondió:
-Sí, ven a mi habitación.
Cuando estuvieron dentro, preguntóle don Juan Bautista Tamietti qué iba a decirle.
-Muchas cosas; pero..
.
Y después de quedarse un poco pensativo, exclamó:
-íAh!
Después empezó a respirar afanosamente, se puso colorado y no podía articular palabra, pero repitió varias veces suspirando:
-íAh! íAh! íAh!
Al ver esto don Juan Bautista Tamietti, le rogó que no se preocupara, que ya se lo diría en otro momento.
Esto ocurría como a las cuatro; y más tarde, al despedirse de él, en el mismo corredor, le dijo:
-Me voy mañana, si tiene algo que decirme, estoy aquí para lo que mande.
Don Bosco lo llevó de nuevo a su habitación, se sentó como quien está oprimido por la tristeza, le miró afectuosamente a la cara; quería
hablar, pero no pudo; sólo dijo:
-íAh! íAh!... No puedo.
Y entonces don Juan Bautista Tamietti repitió:
-No se canse, don Bosco; ya me hablará en otra ocasión o me escribirá. Ahora, déme su bendición.
Es de imaginar lo preocupado que se iría. Comprendió que don Bosco tenía algo muy grave que decirle; sólo le contrariaba no saber si se
refería ((383)) a su propia persona o al colegio; si era para el presente o para el futuro. Cuando supo que había empeorado, fue a Turín por
Navidad. Apenas se acercó a su cabecera, díjole don Bosco:
-Mi querido Tamietti, te agradezco que hayas venido a verme.
Después lo tomó por la mano y lo miró fijamente largo rato, sin
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decir palabra, dejando traslucir una secreta ternura; pero tampoco entonces se pudo comprender de qué se trataba.
Era misterioso, en efecto, aquel querer hablar y no lograrlo.
No parece improbable que el secreto de aquellos silencios guardara relación con una predicción y su correspondiente confirmación. Un d
había dicho don Bosco a don Juan Bautista Tamietti:
-Trabajarás hasta los cincuenta años y llegarás hasta los setenta y dos.
Don Juan Bautista Tamietti nació el año 1848 y el 1898 fue atacado por una violenta fiebre tifoidea, de la que se libró, pero le quedó una
profunda lesión en las facultades mentales. Vivió así, incapacitado para toda ocupación, hasta 1920. Todo exactamente como don Bosco ha
predicho.
En sus coloquios, especialmente con los Superiores, eran muy frecuentes las alusiones a su próximo fin. Una tarde de septiembre, mientr
cenaba en su habitación, se entretenía de silla a silla con don Moisés Veronesi, director de la colonia agrícola de Mogliano Véneto. Y, com
competente en economía que era, le dijo:
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-A mí me queda ya poco tiempo de vida. Los Superiores de la Congregación no se convencen de ello y creen que don Bosco vivirá todav
muchos años más. Yo no siento morir; pero me preocupan las deudas del Sagrado Corazón. Don Francisco Dalmazzo es bueno, mas no es
administrador... Pensar que se ha recogido tanto dinero... "Qué dirán mis hijos al encontrarse con tantas deudas?... Ruega por mi alma; el a
que viene ya no estaré para los ejercicios 1.
Y pasando luego a otra cosa, don Moisés Veronesi le recordó que, algunos ((384)) años antes, le había pronosticado la edad a que llegaría
con tal de que fuera bueno; y esa condición le tenía preocupado.
-Pues bien, quitemos la condición, dijo don Bosco. Yo me voy pronto al paraíso para prepararte un sitio; tú vendrás también allí,
acompañado de muchos más.
Don Moisés Veronesi, nacido en el 1851, concluyó su carrera mortal a la veneranda edad de setenta y nueve años.
Don Pablo Albera, inspector de las casas de Francia, tuvo también con don Bosco un último encuentro lleno de emoción. Presentóse a él
para despedirse y quiso el Santo que se sentara a su lado. Hízole muchas preguntas sobre su casa de Marsella y sus hermanos y concluyó
1 Respecto a las deudas del Sagrado Corazón, el Ecónomo, don Antonio Sala, enviado a Roma para examinar de cerca la situación,
descubrió que la deuda llegaba a trescientas cincuenta mil liras (Actas del Cap. Sup., veintiséis de octubre de 1887).
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diciendo que hubiera deseado darle algo de dinero para el noviciado francés, pero que la Providencia no se lo había enviado.
-Pero quiero pagarte el viaje, al menos. Toma estas cincuenta liras en oro; es todo lo que tengo.
Después lo miró con mucho cariño y le dijo:
-También tú te marchas. Todos me abandonan. Sé que don Juan Bonetti se irá esta tarde. Don Miguel Rúa también se va. Me dejan solo.
Y, al decir estas palabras, llenáronse sus ojos de lágrimas. Se conmovió todavía más, diciendo:
-Don Bosco tiene aún muchas cosas que comunicar a sus hijos y no le va a llegar el tiempo para decírselas.
Y como también don Pablo Albera se pusiera a llorar, don Bosco se hizo un poco de violencia y dijo:
-No te hago ningún reproche; cumple tu deber y vete. Que Dios te acompañe; pediré por ti. Te bendigo de todo corazón.
Más interesante aún fue la conversación que tuvo con don Julio Barberis el día trece de septiembre 1. Se había determinado cambiar el
destino del colegio de Valsálice, sustituyendo sus alumnos de familias distinguidas por los clérigos estudiantes de filosofía. Acabada la ses
capitular, don Julio Barberis se quedó solo con él y le preguntó con toda confianza cómo se entendía que, habiéndose opuesto siempre a aq
cambio, hubiera cambiado de parecer. Respondió:
((385)) -De ahora en adelante estaré yo custodiando esta casa.
Y, mientras decía esto, no apartaba sus ojos de la escalinata que va del jardín superior al pórtico del gran patio inferior. Después de unos
instantes añadió:
-Haz preparar el plano.
Y, como el colegio no estaba totalmente acabado, don Julio Barberis creyó que don Bosco quería decir que se terminara el edificio, y le
respondió:
-Bueno, haré que lo preparen y se lo presentaré este invierno.
Pero él añadió:
-Este invierno no, sino en la próxima primavera y no has de presentármelo a mí, sino al Capítulo.
Y seguía mirando siempre hacia la escalinata.
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Solamente cinco meses después cayó don Julio Barberis en la cuenta del pensamiento del Santo.
Cuando lo vio sepultado en Valsálice y precisamente en la parte
1 Summ. sup. virt., núm. XVIII, De pretioso obitu (testigo don Julio Barberis).
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central de aquella escalinata; y lo comprendió finalmente del todo, cuando, preparado el proyecto del monumento que se erigiría sobre su
tumba, fue presentado para su aprobación en la primavera, sin que hubiera dicho nada a nadie sobre la conversación tenida en septiembre.
Volvió al Oratorio el día dos de octubre por la tarde. Tomó asiento también en el coche don Luis Martí Codolar. Cuando llegaron a la
cancela del parque que rodea el internado dirigido por las Damas del Sagrado Corazón, hizo parar, porque quería saludar una vez más a
aquellas religiosas. Los detalles de esta visita ya los conocemos 1. En el Oratorio lo esperaban los muchachos. Una salva de aplausos
entusiastas le saludó a su entrada; subió después las escaleras y se asomó desde la galería; un coro universal cantó el antiguo himno: Venite
compagni, don Bosco ci aspetta (Venid compañeros, don Bosco nos espera). Eran cientos de muchachos que cantaban con los ojos fijos en
Aquel espectáculo conmovió hasta las lágrimas a la familia de don Luis y dijeron, después, que nunca habían asistido a una escena tan
conmovedora.
Mientras escuchaba el canto, iba él despacito hacia su habitación, en la que, por desgracia, poco tiempo más podría todavía aconsejar y
alentar, tanto a sus hijos como a los extraños.
1 Vol. XV, pág. 572.
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((386))
CAPITULO XVIII
LA PREFECTURA APOSTOLICA
DE MONSEÑOR FAGNANO
EL hecho de mayor relieve durante este bienio, en la América Salesiana, fue la entrada de los hijos de don Bosco en la Tierra del Fuego. D
Bosco insistía al Prefecto Apostólico que se diera prisa; pero dificultades de distinta naturaleza impidieron la ida inmediata, de tal forma qu
hasta el año 1887 no pudo el intrépido monseñor Fagnano fijar su residencia en el punto central de la Misión que León XIII le había confia
El que examina en un mapa el cono sur de América meridional, recibe la impresión de que una inmensa losa de hielo flotante se hubiera
disgregado en cien pedazos y direcciones y que continúa dividida así, para darnos una idea de su forma primitiva 1.
Aquel singular archipiélago, compuesto por infinitas islas de todo tamaño, que en su origen fue un solo macizo unido al continente, es la
Tierra del Fuego. La bautizó con este nombre en 1520 el portugués Fernando de Magalhaes o más comúnmente Magallanes, porque durant
su navegación veía levantarse por muchos puntos columnas de humo, indicio de fogatas encendidas por los indígenas en sus florestas para
defenderse del frío austral. La temperatura, sin embargo, no es tan rígida como en el polo ártico, porque la latitud ((387)) de la Tierra del
Fuego corresponde, más o menos, a la de los Países Bajos y Dinamarca. Estas tierras pueden dividirse en tres zonas. Se destaca ante todo la
Isla Grande, que es la Tierra del Fuego propiamente dicha, con una superficie de cuarenta y ocho mil kilómetros cuadrados. Vienen despué
al sudoeste, las islas que bordean el mar desde el canal de Beagle hasta el cabo de Hornos: y son las principales Londonderry, Gordon, Hos
y Navarino.
Por último, se encuentra al noroeste un tercer grupo formado por
1 Para entender bien cuanto aquí describimos, nada mejor que tener delante el mapa de la Tierra del Fuego, trazado por nuestro don Albe
de Agostini para la Sociedad Editora Internacional.
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un cordón de islas que se prolonga desde el cabo Pilar hasta la península Breknock; las más notables son: Desolación, en la desembocadura
occidental del estrecho de Magallanes, Santa Inés, Clarence y Dawson. Entre estas islas mayores que forman como la osamenta del
archipiélago fueguino, se encuentran diseminadas innumerables islas menores y pequeñísimas, separadas entre sí por una red complicadísim
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de canales tortuosos que constituyen un verdadero laberinto.
Todo el territorio mide cerca de setenta y dos mil kilómetros cuadrados de superficie. Políticamente fue considerado durante mucho tiem
como res nullius, a lo que contribuyeron los fracasados intentos de poblar el estrecho de Magallanes, los terroríficos relatos de los naufragi
y la prevención de que aquellas tierras eran improductivas y el clima insoportable por su rigidez. Pero cuando el estrecho de Magallanes
empezó a tomar importancia, como vía marítima del Atlántico al Pacífico, y algunos capitalistas inteligentes empezaron a desarrollar la
industria del pastoreo, entonces los dos estados limítrofes, Chile y Argentina, empezaron a preocuparse por la posesión de aquellas tierras
lejanas. Las mutuas pretensiones terminaron en el año 1881; bajo los auspicios de la reina de Inglaterra 1, se firmó el tratado de los límites
mediante una línea divisoria desde el Norte al Sur de la Isla Grande a saber desde el cabo del Espíritu Santo a la entrada oriental del estrech
de Magallanes, hasta el canal de Beagle. Así cincuenta mil kilómetros cuadrados al oeste están bajo el dominio chileno y veintidós mil al e
bajo el argentino. Se adjudicó además a Argentina la Isla de los Estados, frente al Cabo San Diego. ((388)) Los indígenas que habitan el
archipiélago pertenecen a tres estirpes diferentes que se llaman alacalufes, yaganes y onas. Las dos primeras viven en las islas occidentales
australes; los alacalufes se extienden desde la península de Breknock hasta los canales occidentales de la Patagonia, al norte del estrecho de
Magallanes; y los yaganes ocupan el canal de Beagle y las numerosas islas diseminadas al sur del mismo. Los onas habitan todos en la Isla
Grande.
Los exploradores que, durante casi tres siglos, navegaron a través del archipiélago fueguino, están de acuerdo al presentar el miserable
estado de aquellos salvajes; pero todos quedaron sin advertir la condición de los onas, residentes en la parte oriental de la Isla Grande,
físicamente superiores a los demás y muy semejantes a los indios patagones. El célebre naturalista Darwin, que visitó gran parte de las cost
del sur de Tierra del Fuego, cayó en el error de creer que sus
1 Reinaba, a la sazón, la reina Victoria (1837-1901) (N. del T.).
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habitantes eran antropófagos y sin la menor idea de Dios ni de la inmortalidad.
Siempre ha sido difícil calcular el número de fueguinos. Los yaganes, después de un censo meticuloso hecho por el misionero protestante
inglés Bridges, llegaban a novecientos cuarenta y cinco. El mismo Bridges, el año 1880, había hecho subir a tres mil el número de los
alacalufes. El núcleo mayor lo formaban los onas, que Bridges calculaba en tres mil seiscientos.
Estas son, pues, las tierras y las gentes a las que don Bosco, movido por un impulso superior, dedicó su laborioso pensamiento cuando só
unos poquitos en el mundo dedicaban a ellos su atención y cuando rarísimamente se oía hablar en Europa a alguien que tuviera al menos un
noticia superficial de la zona.
El motivo por el que don Bosco impelía a monseñor Fagnano para que rompiera toda dilación, era el saber que, desde hacía tiempo,
trabajaban allí los ministros protestantes 1.
Desde 1863 la misión evangélica inglesa mantenía en el canal de Beagle, al sur de la Isla Grande, tres misioneros, que tenían a su
disposición un vaporcito y un barco a vela. Ellos recorrieron toda ((389)) la costa de la isla sin dejar un fondeadero, un cabo sin visitar de
norte a sur y de este a oeste, dando pruebas de su inteligencia y de su buen gusto en la elección de sus residencias. La sociedad bíblica de
Londres no regateaba dinero ni ningún otro medio que fuese útil para su finalidad. Infaliblemente todos los meses hacía su vaporcito el via
de ida y vuelta a las islas Malvinas, donde residía un obispo anglicano y desde donde se atendían las relaciones ordinarias con la madre pat
Pero, a pesar de todo, el resultado religioso de la misión era muy mezquino; baste decir que, después de casi cuatro lustros, no contaban má
de un centenar de cristianos. íY en qué estado los tenían! Nuestro don José Beauvoir, que los vio, los describe así 2:
íQué pobres chiquitas las nueve o diez que vimos en el orfanato! Con un frío de doce grados bajo cero y todos los alrededores cubiertos c
medio metro de nieve, estaban las pobrecitas niñas, de ocho a quince años, descalzas, a pesar de que dos o tres de ellas eran raquíticas y
estaban enfermizas. Y advierta que se habían puesto lo mejor que tenían, pues les habíamos avisado que, si no tenían inconveniente, iríamo
visitarlas. Casi no vimos ningún niño. A saber dónde los tienen. Vimos solamente unos pocos hombres y jóvenes, mayores de quince años,
que estaban míseramente vestidos; nuestros mendigos tendrían lástima de los andrajos con que éstos se cubrían.
1 Nuestra fuente principal de noticias es la correspondencia de los Misioneros salesianos.
2 Carta a don Miguel Rúa, veintitrés y veinticuatro de agosto de 1887.
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Y les hacen trabajar de firme, por los pocos alimentos, harapos y enseñanza que les dan, si es verdad que se lo dan.
Además del orfanato, visitamos la iglesia, que no es más que un gran salón con dos bancos a los lados, una mesita, una especie de cátedra
una estufa en medio. Colgados de las paredes había unos cartelones con unas inscripciones en grandes letras, en algunos de los cuales se le
W. the Queen! (íViva la Reina!) W. the Republic! Nos dijeron que también servía para escuela de los indios.
Visitamos, además, dos casas de familias indígenas, íAy!, se quiebra el corazón sólo al recordarlas. Unas mujeres andrajosas en derredor
una estufa, una especie de camastros con tablas y hojarasca en los rincones, unos pocos guiñapos colgando de las paredes, algún cacharro d
lata y algunas botellas formaban todo el ajuar de aquellas familias, amontonadas en aquellas insalubres chozas. Y sabe Dios cuánto les hab
costado aquel sombrajo y aquellos enseres.
Mas no crea que sea lo mismo para el reverendo misionero, su esposa y su ((390)) familia. íAh, no! Ellos viven en un cómodo y buen cha
provisto de todo cuanto puede hacer agradable la vida, no sólo en un desierto a cincuenta y cinco y más grados de latitud sur, sino hasta en
mismo Buenos Aires: es un bonito palacete ricamente amueblado y tapizado, con ventanas de doble cristal, con postigos y persianas dentro
fuera. Y no hablemos de manjares y licores, de conservas y dulces, de salsas de toda clase que los fastuosos ingleses han sabido inventar,
porque el mejor gastrónomo quedaría desconcertado.
"Y qué puedo decir yo, ignorante y profano como soy en esa ciencia? Si tuviera que describir los lunchs y los banquetes que el exmisione
Bridges, actualmente rico negociante y propietario, daba a los comandantes de los barcos argentinos, me encontraría muy apurado para
encontrar términos adecuados y suficientes. Bástele saber que, a más de lo dicho, tiene siempre huevos y pollos, y también chuletas en
abundancia; carne de caza y de pesca, no se diga; los indios que son buenos cazadores y buenos pescadores le proveen de cuanto desea; en
cuanto a la leche fresca y en conserva no tiene que envidiar a nadie. Posee en distintos puntos de la isla abundantes vacadas y vende carne,
veces, a cinco escudos, veinticinco francos la arroba 1,
Verdaderamente el capitán Bove, que guió una expedición a la Tierra del Fuego el año 1882, hizo los más lisonjeros elogios del reverend
Bridges, a quien antes mencionamos, y resulta fácil adivinar el porqué. Al principio, el señor Bridges lo miró con prevención; pero después
trató espléndidamente durante varios días, poniendo a su disposición sus dos barcos, tras el conocido naufragio; por este motivo y porque
pensaba volver por allí, el explorador italiano hizo tantas alabanzas de su huésped. Y con todo es muy extraño que, llevando ya tantos años
Argentina en tiempos de monseñor Fagnano, los misioneros ingleses no conocieran el español; y que no enseñasen a los que convertían má
que a chapurrear el inglés. Cuando don José
1 Lo de los lunchs y los banquetes, lo he sabido por algunas relaciones con los comandantes de los barcos (nota de don José María
Beauvoir).
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María Beauvoir estuvo con él y con otros ministros protestantes, necesitó siempre un intérprete, pues no conocía su lengua.
A medida que el Gobierno argentino iba dando mayor importancia a la Tierra del Fuego, la influencia de estos herejes amenazaba hacerse
cada vez más difícil.
En vista de tal peligro don Miguel Rúa, el día 29 de mayo de 1886, había enviado a monseñor Cagliero ((391)) la copia de una carta que
había escrito a don Bosco monseñor Poyet, protonotario apostólico en Jerusalén, el cual estaba muy bien informado de la situación de aque
tierras y, entre otras cosas, le decía:
"Es una verdadera desgracia que los ministros protestantes hayan penetrado allí antes que los misioneros católicos; pero esta desgracia se
mayor aún, si se les deja aprovecharse de la presencia del Gobernador General, que allí se ha puesto, para hacer ver a los indígenas lo grand
que es la protección que les dispensa el Gobierno Argentino".
El Gobierno Argentino no era tan ciego como para no advertir el interés nacional de favorecer al nuevo Prefecto Apostólico, que haría de
aquellos pobres salvajes útiles ciudadanos de la República, acostumbrándoles a una residencia estable y enseñándoles, junto con la verdade
religión, la agricultura y los oficios de la vida civilizada;
tanto más que había una ley disponiendo que se orientara hacia la Religión Católica a los indígenas que se convirtieran.
Pero desgraciadamente la suerte del Estado estaba entonces en manos de la masonería, de la que supo sacar partido el señor Bridges.
Porque, apenas oyó hablar de la Prefectura Apostólica, voló a Buenos Aires, donde, con la ayuda de sus correligionarios y de los masones,
presentó en el Congreso Argentino una solicitud para obtener ocho leguas cuadradas, como propiedad de su misión 1, en recompensa a los
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servicios por él prestados a la sociedad y a la República Argentina en aquellas remotísimas tierras.
Los diputados católicos se opusieron esgrimiendo tres argumentos: la Constitución vigente que prescribía se orientara al catolicismo y no
protestantismo, a los indios incorporados a la civilización; la intención de especulación mal disimulada en la actividad del misionero
anglicano, que solamente buscaba enriquecerse él y su familia; y el empeño del mismo para consolidar allí la influencia inglesa 2.
1 Una legua cuadrada corresponde a cinco mil ciento cincuenta y cuatro metros cuadrados.
2 Para no llamar la atención, izaba sobre su residencia la bandera argentina, cuando pasaban por allí barcos argentinos y la bandera chilen
cuando pasaban barcos chilenos; pero fuera de estos casos, mantenía enarbolada la bandera inglesa. Cuando el Gobierno Argentino estable
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Los dos diputados católicos, Estrada y Goyena ((392)) expusieron en el Congreso éstas y otras razones; pero la prensa sectaria movió tan
la opinión pública, que le fueron concedidas las ocho leguas de terreno.
íQué diferencia de trato con las misiones católicas de la Patagonia!
En sólo seis años los pobres hijos de don Bosco habían levantado allí dos bonitas iglesias, habían abierto dos colegios, para niños y dos par
niñas, habían fundado varias asociaciones piadosas, habían recorrido el territorio varias veces en busca de los indios, por los desiertos
patagónicos, hasta el Río Colorado por un lado y hasta el entonces misterioso lago Nahuel-Huapí por otro y la cumbre de los Andes, lo que
significa una superficie de mil quinientos kilómetros desde Carmen de Patagones; y, sin embargo, parecía que las autoridades locales los
ignorasen cuando no les acosaban, como hicieron frecuentemente, apresando, por ejemplo, a don Domingo Milanesio el año 1887, sin más
culpa que la de su verdadero celo apostólico.
Con todo, en los comienzos del 1886, habiendo cambiado el Presidente de la República hubo un hombre de buen sentido, el señor Dosse
que sustituyó en el Ministerio del Culto al nefasto Wilde, que habría querido acabar con todo vestigio de religiosidad; por esto escribía
monseñor Cagliero 1:
"Alborea una esperanza de mejor porvenir para nosotros y para nuestra Misión". En efecto, el nuevo Ministro parecía dispuesto a
concederle siete mil escudos para la iglesia que se estaba construyendo en Patagones.
El inspector don Santiago Costamagna, con el propósito de confirmarlo en sus buenos propósitos fue a visitarle el día veintisiete de
noviembre, para presentarle sus saludos en nombre de los Salesianos y de su padre don Bosco. Y resultó que el Ministro, sin que se le
preguntara nada, dijo espontáneamente que su primer pensamiento era ayudar a la Misión de Tierra del Fuego y que se empeñaría de veras
para ayudar a don José Fagnano y para que se establecieran allí los Salesianos ((393)) con toda libertad y suficientes subsidios. El Inspecto
verlo animado con tan buenos sentimientos, le insinuó que, de aquel modo, sería un brazo de la divina Providencia, la cual había sugerido
hasta entonces el pensamiento de las misiones al Sumo Pontífice y a don Bosco; pero, a falta de un brazo que diera un impulso
en la Tierra del Fuego un Gobernador del territorio, éste, queriendo de intento sorprender al misionero, llegó cuando izaba la bandera britán
y le intimó a que la arriara.
1 Carta a don Bosco, Patagones, doce de noviembre de 1886.
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eficaz, quería el Señor que este brazo fuera el señor Ministro Dosse 1.
Cuando se mantenía este coloquio, estaba ya monseñor Fagnano explorando la zona argentina de la Tierra del Fuego. El Gobierno, decid
a organizar allí la administración civil, no hubiera llegado a un resultado definitivo, sin un estudio previo del país. Encargó, pues, al señor
Ramón Lista que hiciera en noviembre de 1886 un viaje de exploración en la costa oriental de la Isla Grande. La expedición, guiada por dic
señor, oficial superior del Ministerio de la Guerra, se componía del doctor Polidoro Segers, cirujano del ejército, y de veinticinco soldados,
mando de un capitán. El Prefecto Apostólico, aprovechando la favorable ocasión, pidió y obtuvo ser agregado a la expedición en calidad de
capellán.
Embarcáronse en Buenos Aires el día treinta y uno de octubre en el Villarino y llegaron el día tres de noviembre a Patagones, donde se
quedaron ocho días para hacer los últimos preparativos. La partida se inició con un banquete en el campo, al que también fue invitado
monseñor Cagliero, que escribió después a don Juan Bautista Lemoyne 2: "Como ves, también las misiones se inauguran con banquetes ba
cuatro corpulentos nogales, cuya sombra no hace aquí ningún daño, y con la suave brisa de nuestra primavera". El Vicario y el Prefecto
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apostólico miraron aquella misión gubernativa como el principio de la nueva misión salesiana.
Levaron anclas el día doce de noviembre. En ruta tocaron Santa Cruz, en donde monseñor Fagnano pudo ver a los dos salesianos ((394))
don Angel Savio y don José María Beauvoir, que, como ya hemos dicho, trabajaban hacía más de un año en los confines de su jurisdicción
día veintiuno arribaron felizmente a la Bahía de San Sebastián, que se abre ancha y profunda al nordeste de la isla, meta de su viaje.
Las operaciones de desembarque costaron tiempo y trabajo: había que poner en tierra cuarenta mulas, destinadas al transporte del persona
equipajes, cincuenta ovejas y comestibles en conserva o secados al sol, suficientes para seis meses. Finalmente, hacia las diez del día
veinticuatro, todos los miembros de la expedición se encontraban reunidos en un vallecito al sudeste de la Bahía, al pie de una amena colin
la orilla de un arroyuelo cristalino que brotaba a casi cien metros de distancia y dividía la pequeña llanura regando el suelo,
1 Carta de don Santiago Costamagna a don Bosco, Buenos Aires, diecinueve de noviembre de 1886.
2 Patagones, doce de noviembre de 1886.
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cubierto de exuberante vegetación. Allí acamparon. Se había elegido el lugar con cuidado para resguardarse del viento y poderse defender a
un eventual ataque de los indígenas. Cuando vio Monseñor todo en orden, dispuso su altar portátil en el que celebró la santa misa, imploran
la bendición del Cielo, sobre su incipiente misión.
Por desgracia muy pronto ocurrió un trágico episodio. Al oscurecer apareció un gran fuego en la costa del norte que señalaba la presencia
los indios. Al alba del día veinticinco, el jefe de la expedición, escoltado por quince soldados, quiso hacer un reconocimiento. Hacia el
mediodía se encontró con una tribu de onas, los cuales, al ver el pelotón de soldados, abandonaron sus míseras cabañas y huyeron. Los
soldados les siguieron, cortáronles la retirada, los cercaron y quedaron a la espera de órdenes. El señor Lista intentó invitarles a rendirse co
amigable mímica; pero ellos, que no comprendían nada, al ver la actitud hostil de los soldados, dispararon unas flechas contra ellos, mas si
herir a ninguno. Viendo que resultaban inútiles todos los esfuerzos de entendimiento, el jefe ordenó primero hacer fuego y después atacar a
bayoneta. Y en esto el capitán, que guiaba la expedición, fue alcanzado en la sien izquierda por una ((395)) flecha leñosa y cayó por tierra s
sentido y sangrando por la herida. Entonces sus hombres se enfurecieron y se lanzaron rabiosamente contra los indios, matando a cuantos
oponían resistencia. Veintiocho quedaron muertos. Hicieron trece prisioneros, entre los cuales había dos niños de pecho con sus madres, un
niña de unos diez años herida, que murió poco después, y algunos niños y niñas más. Sólo pudieron escapar dos hombres, aunque heridos y
perseguidos a balazos 1.
Ocultóse a don Bosco la inútil barbarie de la soldadesca.
El lamentable suceso hubiera causado una inmensa pena a su corazón de apóstol; puede fácilmente deducirse por la impresión que le cau
una relación de monseñor Fagnano que le narraba sucesos posteriores, como la captura de varios indios, que les sirviesen de guía y les
ayudasen a llevar los equipajes, y cómo en la lucha había muerto un indio. Cuando don Bosco oyó la lectura del hecho, empezó a quejarse
amargamente de que los Salesianos tuvieran que ir en compañía de soldados que mataban a los indios.
-íQuiero, exclamó, que los misioneros vayan solos, sin ser escoltados por las armas! Si no es así, será infructuosa su predicación. Sería
mejor no ir que hacerlo de esta manera.
1 RAMON LISTA, Viaje al país de los Onas, pág. 74.
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Fácilmente pueden todos imaginar la actitud de monseñor Fagnano, hombre fogoso y de agallas, al enterarse de lo sucedido. Así refiere e
hecho el Padre Lino Carbajal, según se lo contó un honorable comandante, que perteneció al estado mayor del Villarino 1.
"Nos encontrábamos, dice él, en la Tierra del Fuego, en una expedición científico-militar y era jefe de la expedición el señor Lista. Este
hombre, de carácter duro y violento, había mandado abrir fuego contra un grupo de pobres indios, algunos de los cuales cayeron para no
levantarse más. El sacerdote Fagnano, que era capellán de la expedición, al oír los disparos, acudió al lugar.
"Allí ((396)) se encontró con el jefe, veinticinco soldados y algunos salvajes heridos que gritaban y se quejaban. Entonces el sacerdote
Fagnano, convertido en héroe, se acercó con valentía al jefe de la expedición y, sin ambages, le hizo comprender su delito. Temíamos noso
por su vida, porque el jefe lo mismo se encendía en cólera que palidecía de ira ante el hombre de Dios el cual, en medio de aquella soledad
levantaba como profeta para condenar la crueldad del soldado. Había allí veinticinco fusiles dispuestos a disparar a la menor señal sobre el
pecho de aquel valiente. Desde entonces comprendí que monseñor Fagnano es un verdadero héroe, digno de toda admiración".
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También el médico, mientras curaba a los heridos, manifestaba su enfado ante aquel modo de proceder con personas inermes y
semidesnudas, que huían sin haber intentado nada contra la expedición. El incidente resulta tanto más lamentable, cuanto que los indios on
se dieron a conocer después como gente de carácter dulce y manso. En los sucesivos encuentros, los nativos de la isla, lejos de molestar a l
blancos, huían en seguida atemorizados apenas los divisaban.
El día veinte por la tarde, se levantaron las tiendas y la expedición se puso en marcha hacia el sur. Tras muchas peripecias, llegaron el día
veinticuatro de diciembre a Bahía Tethys, en la extremidad meridional de la isla, en la embocadura del estrecho Lemaire. Habían recorrido
isla en toda su longitud. Acamparon en un lugar a propósito y disfrutaron de algunos días de reposo, que monseñor Fagnano aprovechó par
escribir a don Bosco una detallada relación entresacada de su diario 2.
Allí bautizó solemnemente a algunos indígenas que les acompañaban
1 L. CARBAJAL, Las Misiones Salesianas, San Benigno Canavese, 1900, pág. 111.
2 Esta relación lleva fecha del dos de enero y aparece en tres artículos en el Boletín de noviembre y diciembre del 1887 y en el de febrero
del 1888.
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y estaban destinados a ser distribuidos entre familias cristianas de Buenos Aires, donde podían completar la instrucción religiosa que él les
había dado sumariamente. Se interesó, además, por una numerosa tribu, que iba y venía cada día al campamento. Dos veces al día reunía en
tienda a los niños y a las niñas ((397)) para enseñarles a rezar. En la segunda relación que enviaba también a don Bosco 1, escribía sobre lo
Onas: "Con cuánta facilidad podría el Gobierno nacional civilizar a estas pobres gentes salvajes, proporcionándoles algunos víveres y
poniendo entre ellos una escuela para los muchachos y otra para las muchachas, como centro de la Misión.
"En dos o tres años se podría adiestrar a esta pobre gente, a mi parecer, y emplearlos en la agricultura como jornaleros y como marineros
siempre serían una esperanza y un refugio para los náufragos de la Tierra del Fuego".
Los naufragios se repetían con frecuencia por aquellos mares azotados por vientos violentísimos; don José María Beauvoir estuvo dos ve
a punto de perecer navegando en barcos envueltos por las tempestades. Este proyecto fue una realidad después de la muerte de don Bosco,
llevado a cabo en toda su intensidad por el intrépido misionero con medios audaces, conducidos a buen término.
El día dieciséis de enero debió abandonar a aquellas pobres almas porque la expedición emprendía la operación de regreso; desembarcó e
día veinticinco en Patagones, su residencia. Fue un milagro que, durante el trayecto, no se hundiera el barco en una tremenda tempestad. D
aquella expedición reportó tres ventajas principales: un discreto conocimiento del lugar, una idea aproximada de las condiciones en que viv
aquellos indios y la importante comprobación de que convenía colocar la sede en Punta Arenas, que era un punto céntrico para comunicars
con Chile, Tierra del Fuego y las islas Malvinas; porque su Prefectura se extendía también a la parte chilena del archipiélago y a dichas isla
además de la Patagonia meridional, esto es, hasta la Gobernación de Santa Cruz, donde ya trabajaban don Angel Savio y don José María
Beauvoir.
Desde Patagones volvió a Buenos Aires, a fines de febrero, con la intención de remover cielos y tierra hasta conseguir protección, subsid
y personal para comenzar seriamente la ((398)) empresa. Mientras tanto consolaba a don Bosco, escribiéndole el día primero de marzo:
"Alégrese, don Bosco, porque uno de sus hijos ha llegado hasta el
1 Patagones, veintiséis de enero de 1887. Fue publicada en el Boletín del mes de febrero de 1887.
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grado 55 de latitud sur, donde el día veinticuatro de diciembre comienza a las dos de la madrugada y termina a las diez y media y ha podido
vestir a doscientos salvajes, predicar la religión católica y bautizar ya a algunos".
En la islas Malvinas, llamadas también Falkland por los ingleses que son los dueños 1, había estado un misionero católico, el sacerdote
irlandés Santiago Foran, que solía pasar allí los meses del buen tiempo y volvía a la patria al comenzar los fríos. Cuando se confió a los
Salesianos esta Misión se retiró, pues ya se encontraba viejo y enfermo; pero les había preparado una iglesia y allanado el camino,
recomendándolos a las autoridades locales británicas. A finales del año 1886, como se desprende de una carta de don Jorge Tomatis a don
Bosco 2, pensaba el padre Foran, al repatriarse, pasar por Turín, visitar el Oratorio y defender la causa de los católicos de las Malvinas; per
parece que se encaminó directamente a esto, como se deduce de su carta en latín a don Bosco, desde Inglaterra, el día 14 de noviembre del
1887. Después de presentar allí las necesidades y el deseo de aquellos católicos, quería que los Salesianos actuasen en seguida o renunciase
ello cuanto antes 3.
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También monseñor Fagnano había escrito 4:
"Envíenme un sacerdote que sepa bien el inglés para colocarlo en las Malvinas. Los pobres católicos de estas islas, ya hace dos años que
ven un sacerdote y son objeto de burlas por parte de los protestantes". Es conmovedora también otra carta en latín de un capellán militar
inglés, que escribe a don Bosco el día trece de octubre del mismo año sobre el tema; porque una buena señora le había hecho llegar los trist
lamentos de aquellos correligionarios, faltos de toda asistencia religiosa 5.
((399)) Estas lamentaciones habían llegado también al cardenal Simeoni, prefecto de Propaganda, el cual pidió a don Bosco explicacione
por la tardanza de los Salesianos en llegar hasta allí. Don Miguel Rúa le respondió, el día tres de enero 6: que no había un sacerdote salesia
que hablara el inglés; pero que, en las témporas de diciembre,
1 El gobierno argentino presenta periódicamente protesta pública por la ocupación de un territorio que considera perteneciente a la
República.
2 San Nicolás de los Arroyos, doce de octubre de 1886.
3 Ap., Doc. núm. 73.
4 Punta Arenas, siete de agosto de 1887.
5 Ap., Doc. núm. 74.
6 Ap., Doc. núm. 75.
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había sido ordenado en Buenos Aires y enviado a las Malvinas el irlandés don Patricio Diamond 1.
Monseñor Fagnano no encontró en Viedma a monseñor Cagliero; lo vería unos meses más tarde, pero no se hubiese imaginado de ningún
modo dónde y cómo, aunque la vida del misionero esté expuesta a todas las sorpresas. El Vicario Apostólico estaba efectuando una misión
mucha trascendencia y duración. Subía por el valle del Río Negro con intención de cruzar la Cordillera y bajar a Chile, hasta Concepción, e
compañía de don Domingo Milanesio, don Bartolomé Panaro y el coadjutor Marcos Zanchetta 2; era un recorrido de casi mil quinientos
kilómetros. Constituye una página histórica de las misiones salesianas en Patagonia la relación que él envió a don Bosco desde Roca el día
diecisiete de enero. La transcribimos por entero en el Apéndice del volumen 3.
Pero, a este exordio esperanzador, siguióle un doloroso epílogo.
En medio de privaciones y fatigas todo había transcurrido sin graves incidentes, después de haber recorrido cerca de mil trescientos
kilómetros y ya en el corazón de los Andes. Había bautizado novecientos noventa y siete indios, casi todos adultos, y setenta y cinco niños,
hijos de padres cristianos; había bendecido ciento un matrimonios, y confesado centenares de pecadores; había distribuido la eucaristía a
ochocientas quince personas y administrado la confirmación a mil quinientos trece individuos en los desiertos patagónicos y a otros mil
quinientos en terreno chileno. Pero después llegó lo imprevisto. Era el día tres de marzo por la mañana. Dejaron Malbarco, a orillas del
Neuquén, subían las pendientes escarpadas ((400)) de los Andes, cuando, en un lugar denominado Aguas Calientes y sobre una sierra llama
Mala Cohuello, se encabritó de pronto el caballo del Obispo, empezó a corcovear y cocear, se le puso la silla de través y, sin obedecer al fr
del jinete, se lanzó a la carrera por un sendero en pendiente, flanqueado por grandes peñascos, al borde de un precipicio sin fondo. Fueron
momentos de angustia para los que le seguían, que no podían prestarle auxilio de ningún modo.
Monseñor, que conservó su presencia de espíritu, sacó los pies de los estribos y, como viera un espacio de menos peligro, se arrojó a él.
1 Había nacido en Kibea, diócesis de Derry. Había hecho el noviciado en San Benigno de 1882 a 1883. Fueron con él el sacerdote Del
Turco y el coadjutor Tarable.
2 Más tarde tomó el hábito clerical y fue ordenado sacerdote, estado en que murió en Viedma (18-VI-1935) (N. del T.).
3 Ap., Doc. núm. 76.
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Si no hubiera hecho aquella repentina y atrevida maniobra, se hubiera despeñado hasta el abismo, desde donde un sordo rumor indicaba,
poco después, que el caballo se había precipitado al fondo en su loca huida.
Los compañeros volaron hacia la víctima, lo levantaron del suelo, le preguntaban consternados qué le dolía; pero él no podía hablar, apen
respiraba. Cuando se rehizo un poco y les vio llorar, díjoles:
-íNo seáis niños! De tantas costillas como tengo, creo que sólo se han roto dos. Hágase la voluntad de Dios. También esto pasará.
No había agua, ni se encontraba una sombra: no pudieron reanimarlo más que con unos sorbos de vino de misa. Y, como allí no podían
permanecer, lo montaron sobre el caballo y con todo el cuidado del mundo, empezaron a bajar hacia el Neuquén. Después de unas horas de
camino, de martirio para el paciente, lo pusieron al abrigo del sol en una cabaña abandonada, para que descansase un poco. Reanudaron el
camino, difícil y sobre manera peligroso en el momento de vadear los ríos de lecho pedregoso: cada paso del animal le producía dolorosos
espasmos. Finalmente, al clarear de la luna, llegaron a casa del señor Lucas Becerra, quien, al alba de aquel día, después de haber hospedad
Monseñor durante cuatro jornadas de misión, lo había despedido con la más exquisita y cristiana cortesía. Y, al verlo llegar en tan lamentab
estado, le prodigó todos los cuidados posibles y aplicóle remedios caseros de una manera tan inteligente, que produjeron buen efecto; ((401
al mismo tiempo mandó a buscar medicamentos a los Franciscanos de Chillán, en Chile.
Un atento examen dio a conocer que se le habían dislocado dos costillas del lado izquierdo, con roturas musculares y lesiones pulmonare
Tenía contuso el fémur izquierdo, desde la cadera hasta la rodilla. La cara y el brazo presentaban cardenales causados por los muchos
guijarros que había en el lugar donde cayó. Durante cuatro días sufrió una fiebre altísima, acompañada de agudos dolores pulmonares;
después tomaron las cosas mejor cariz. Los buenos cristianos de Malbarco acudían en hilera llevándole huevos, gallinas, fruta, verdura, con
una cordialidad conmovedora; pero los que se ganaron imperecedero recuerdo fueron el señor Lucas y su esposa, los cuales le prodigaron,
durante veinticinco días, las atenciones más solícitas y delicadas.
El día doce de marzo pudo levantarse de la cama el enfermo por vez primera; pero, hasta el día veinticinco, día de la Anunciación, no pud
celebrar la santa misa. Los Franciscanos de Chillán dieron noticias
350
inmediatamente a los Salesianos de Concepción, cuyo director, don Evasio Rabagliati, acudió 1.
El día veintiocho por la mañana, en compañía de hombres fuertes que había puesto a su disposición el señor Lucas, salió Monseñor de
aquella casa y de aquella población en la que no cesaban de manifestarle su afecto. Se dirigieron a Concepción, a donde llegaron el día tres
abril, Domingo de Ramos. Allí llegó también monseñor Fagnano, que se había lanzado tras las huellas de los misioneros, apenas se enteró
fatal accidente.
Tan pronto como el Gobierno Argentino tuvo noticias de la desgracia, aunque sin conocer exactamente la localidad donde había ocurrido
había telegrafiado a todas las autoridades de los alrededores encomendando que prestaran toda posible asistencia a Monseñor y su comitiva
((402)) pero ignoramos qué efectos produjo aquella cortés intervención.
Cuando se supo en Italia la noticia de lo ocurrido, don Bosco se encontraba en Roma. Los detalles se publicaron en el Boletín que se edit
en Buenos Aires 3.
Don Santiago Costamagna envió a Turín, como anticipo, el número de abril y escribió a don Miguel Rúa el día veintinueve de marzo: "H
tres días que le envié el Boletín de abril, para que se informase de la terrible caída del caballo de nuestro queridísimo Monseñor. Supongo q
sabrán dorar la píldora a don Bosco, para que no se alarme y enferme".
Desde Roma, el día cuatro de mayo, contestó don Miguel Rúa a don Celestino Durando que le había mandado la revista: "He visto en el
Boletín de América la descripción de la desgracia de monseñor Cagliero y hemos procurado dar la noticia del suceso a don Bosco sin
alarmarlo".
Pero la noticia había llegado antes que el Boletín. En efecto, hacía dos días que don Miguel Rúa había escrito al mismo don Celestino
Durando: "Haz el favor de decir a don Juan Bautista Lemoyne que he comunicado a don Bosco la noticia de la caída de monseñor Cagliero
me parece que no se alarmó". Pero una cosa es no alarmarse y otra
1 Le acompañaba un médico cirujano; pero éste, al llegar a Chillán, en ferrocarril, no se sintió con fuerzas para emprender el peligroso vi
a través de la Cordillera.
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2 Correspondencia de Buenos Aires, ocho de julio de 1887 en el Corriere di Torino del día ocho de agosto.
3 Desde octubre de 1886 el Boletín en español se imprimía en Turín. El de Buenos Aires, reducido desde el principio a un modesto núme
de páginas, dejó de salir en septiembre de 1887.
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no sentir pena. Don Bosco no perdía su calma ante ningún infortunio, contrariedad o amenaza; pero los sufrimientos de sus hijos repercutía
en su corazón de padre. Lo demuestran estas palabras escritas por don Miguel Rúa al mismo Monseñor, el día veintiocho de mayo: "íMi
querido Monseñor! Hemos procurado dorar la píldora de tu caída a Papá; con todo, estuvo en continua ansiedad hasta que no recibió notici
de tu restablecimiento".
Monseñor se restableció bastante en Concepción; tanto que, durante un mes, recorrió toda la República, dedicándose con todas las fuerza
de su buena voluntad a las obras del sagrado ministerio, acompañado casi siempre ((403)) por monseñor Fagnano 1.
Suspiraba éste, sin embargo, por el momento de recobrar su libertad de acción para poder volver con sus Fueguinos. Entre tanto hizo una
escapada el día diecinueve de abril a Ancud, para ponerse de acuerdo con el Obispo, monseñor Juan Agustín Lucero, de quien dependía Pu
Arenas con la parte chilena de Tierra del Fuego. Le inspiró tanta confianza que, sin dificultad, le dio cartas de recomendación para las
autoridades civiles de allí.
Llegado el momento de la partida, dispuso la Providencia que el Vicario y el Prefecto hicieran juntos el viaje y con un itinerario
insospechado. Por amor a la pobreza religiosa, monseñor Cagliero tenía el proyecto de ir por tierra a Buenos Aires, atravesando la cordiller
en dirección a Mendoza. Este plan despertó fuerte oposición por parte de los amigos y bienhechores de Chile; según ellos, un Obispo no de
exponerse a un viaje tan largo y penoso, a través de montañas altísimas y cubiertas de nieve, y, sobre todo, después de lo que le había pasad
la ida.
-Si soy obispo, respondió él, también soy salesiano; debo buscar, por tanto, el camino más económico.
Pero hubo un señor que, al oír estas palabras, fue a buscarle dos pasajes de primera clase en un barco, que hacía el trayecto de Valparaíso
Montevideo; así los dos monseñores zarparon el día dieciséis de mayo de Valparaíso hacia la capital del Uruguay, pasando por el estrecho
Magallanes y, por tanto, delante de Puntarenas.
Entraban en la bahía de Puntarenas, precisamente el día veinticuatro de mayo. Por ser un día tan señalado para ellos, hubieran deseado ba
a tierra, celebrar la santa misa y visitar su futura residencia; pero el mal tiempo no permitió echar anclas y ellos tuvieron
1 Lemoyne publicó en forma de "narración amena y edificante" Las aventuras de los Misioneros Salesianos en un viaje por Chile (Turín,
Tip. Sal., 1887).
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que contentarse con tomar posesión de la misión, bendiciéndola desde lejos y poniéndola bajo la protección de María Auxiliadora. Monseñ
Cagliero fechó allí, en Punta Arenas, ((404)) una carta para don Bosco que comenzaba así: "La última carta que le envié llevaba fecha de
enero y la remitía desde el desierto patagónico 1. Desde entonces no he podido escribirle, porque me faltaban las fuerzas y el tiempo. Pero
otros le han escrito por mí; y yo ahora me duelo por lo que su corazón de padre ha tenido que sufrir por mi causa, con la desgracia sufrida e
la Cordillera. Mi salud continúa siendo buena y ya casi no siento las consecuencias de la caída, aunque el fuelle izquierdo no sopla a veces
como soplaba antes. Pero los médicos consultados me han asegurado que no hay lesión alguna en el pulmón".
Y después de referir el viaje hecho y el que tendría que hacer, proseguía:
"Y para que no se sorprenda ante la tardanza o falta de tiempo, quiero desde ahora presentarle mi felicitación para san Juan, el día de su
santo. Y lo hago, deseando a su paternidad todas las bendiciones del Cielo y todos los consuelos de la tierra: que ellos aumenten y crezcan
para usted, para nosotros y para la Congregación hasta el fin de los siglos. Quiéranos y bendíganos siempre y cada día, para que podamos
cumplir santamente nuestra misión en estos últimos confines de la tierra y para que podamos salvar nuestra pobre alma".
El día cuatro de junio llegaron a Montevideo, desde donde siguieron el viaje hasta Buenos Aires. Monseñor Cagliero presidió allí una
conferencia inspectorial, que él mismo convocó y que resultó más digna de nota por la casual y afortunada presencia de los siete salesianos
sobrevivientes de la primera expedición misionera de doce años antes 2.
Monseñor Fagnano ardía en deseos de comenzar de una vez la evangelización de sus pobres salvajes fueguinos. Se dice que el dinero es e
sostén de una guerra, pero sin dinero tampoco se fundan ni se sostienen las misiones católicas. Nuestro Prefecto Apostólico no se atrevía a
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esperar nada de los salesianos de Argentina, ((405)) cargados de deudas. Se las arregló, pues, como pudo y agudizó aquel su sagaz y hasta
temerario ingenio, que tenía para los asuntos económicos. Consiguió finalmente del Inspector de Buenos Aires un sacerdote, un clérigo y u
coadjutor 3, y se abandonó en manos de la Providencia.
1 Es la carta publicada en el Ap., Doc. núm. 76.
2 Los dos monseñores Cagliero y Fagnano; don Santiago Costamagna, los sacerdotes Valentín Cassini, Juan Allavena, Domingo Tomatis
el coadjutor Belmonte.
3 El sacerdote don Antonio Ferrero, el clérigo Fortunato Griffa y el coadjutor José Audisio.
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Los misioneros pusieron pie en Puntarenas el día veintiuno de julio. Actualmente Puntarenas es una ciudad de treinta mil habitantes. Su
origen se remonta a una colonia de deportados, establecida en aquellos parajes por el Gobierno chileno el año 1843 y debe su primer
incremento en importancia y población a los progresos de la navegación a vapor, para la que ofrecía un buen punto de arribada. Perdió muc
comercio de tránsito con la apertura del canal de Panamá; pero ganó por otra parte con el desarrollo de la industria del pastoreo. Hoy ofrece
fácil salida a casi todos los productos de la Patagonia austral y de la Tierra del Fuego y es un centro de aprovisionamiento. Los colonos
europeos han hecho de ella una pequeña ciudad cosmopolita, elegante y moderna. Las dos iglesias salesianas y sus dos colegios se destacan
entre los mejores edificios de la ciudad. En el tiempo de que hablamos era un mezquino conglomerado de casuchas sin atractivo de ningún
género; baste decir que hasta 1890 nunca pasó del millar de habitantes.
Los Salesianos se alojaron en un principio en una fonducha, pagando sesenta francos al día, cantidad que para su presupuesto era la ruina
Les llegaron auxilios de Turín. Afortunadamente monseñor Fagnano había logrado despertar en Santiago y en Valparaíso un vivo interés po
su misión; tanto que algunos amigos, al conocer su necesidad, recogieron unos miles de escudos para él. Con ellos pudo comprar una casa
nueve dependencias, unas grandes y otras más pequeñas, rodeada de jardín y terreno edificable. El día siete de agosto escribía a Lemoyne:
"Nos encontramos a cincuenta y dos grados y medio de ((406)) latitud sur; somos los hijos del amado don Bosco que más lejos están de él,
pero quizás los más próximos por el cariño con que nos mira".
No sólo había que superar las dificultades económicas y climáticas. El Gobernador, hombre hostil a la religión e instigado por los malvad
se las cantó claras a monseñor Fagnano, diciéndole sin ningún cumplimiento que, puesto que no era chileno, no podía permanecer en
Puntarenas; que la ley no permitía ejercer en el territorio de la República ninguna jurisdicción eclesiástica a quien no fuera chileno, que Ro
no tenía nada que ver en Puntarenas y quien mandaba allí, era el Obispo de Ancud.
Lo que quería ser el golpe de gracia, se convirtió en arma de defensa, porque el Prefecto Apostólico estaba en perfecta regla con el Ordin
del lugar. Presentó, además, al ardiente representante del Gobierno una autoriza