El amor confía, no busca controlar al otro, ni seguir minuciosamente sus pasos, para evitar que «se escape de mis brazos»; deja libertad, renuncia a controlar todo, a poseer y dominar al otro. El amor abre espacios para la autonomía, para la apertura y experiencia de libertad, puesto que donde no hay amor no hay libertad.
Y el amor espera todo. Por eso es importante creer que el otro puede cambiar, mejorar y siempre esperar que será posible madurar, así como creer en sus potencialidades. (Cap. IV)