“Quiero hacer nuevas todas las cosas” (Ap. 21,5)”
Presentación:
Como cada año en estas semanas hago llegar a todas las Inspectorías de la Congregación Salesiana y a toda nuestra Familia Salesiana el LEMA o título elegido para el Aguinaldo (Strenna del nuevo año). Si bien aún faltan cinco meses para el final del año, las programaciones del nuevo curso académico y educativo piden hacerlo con esta antelación previa al inicio del año natural. Lo hago con sumo gusto.
Al mismo tiempo las líneas que ofrezco no son, naturalmente, el contenido del Aguinaldo (Strenna), sino algunas de las ideas de lo que será el hilo conductor de la misma, aspecto que considero suficiente para intuir por donde irá la reflexión y las líneas pastorales.
Al pensar en el mensaje que nos puede unificar como Familia Salesiana en este año 2021 es imposible no tener en cuenta que desde hace muchos meses, en mayor o menor medida, el mundo, las naciones todas están, si no paralizadas (aunque muchas sí), ciertamente bloqueadas. No se puede viajar, no son posibles muchas de las actividades internacionales o mundiales. Esta aldea global ha vuelto a ser, seguramente por un tiempo, una conjunción de muchas ‘aldeas’ que se miran unas a otras con desconfianza. Habían caído muros y por ‘protección’ se levantan más fuertemente las fronteras.
Ante esta realidad se pueden repetir los miles y miles de mensajes que hablan de que esto lo superaremos, que debemos creer en nosotros mismos, que somos fuertes, que el orgullo de cada nación ha superado situaciones peores etc… Muchos de estos mensajes, que son más bien una mentalidad, un modo de entender la realidad actual, tienen mucho de “Prometeico”, como en el mito griego en el cual uno por sí mismo es capaz de rehacerse, reinventarse, sacar fuerzas de la flaqueza para superar la adversidad, y tiene mucho de pagano. Muchos de los mensajes no tienen nada que ver con el sentido de la vida, de las vidas, y mucho menos de Dios en el recorrido que hacemos de nuestra historia hoy y aquí.
Pero esta no es nuestra mirada como Familia Salesiana, ni el mensaje que queremos transmitir en todas las miles de presencias del mundo en el que nos encontramos como tal Familia.
Por eso nuestro mensaje subraya y enfatiza que ante esta realidad dura, dolorosa y de pesantes consecuencias, seguimos expresando nuestra certeza de que nos mueve la esperanza porque Dios en su Espíritu sigue haciendo “nuevas todas las cosas”.
El Papa Francisco ha invitado al mundo a contagiarse con “los anticuerpos necesarios de la justicia, la caridad y la solidaridad” para la reconstrucción en el día después de la pandemia.[1]
Es innegable cuánto dolor se está viviendo en el mundo en este momento. Innegable cuántos millones de pobres son los más afectados, incluso perdiendo la vida. Se nos invita a mantener distancias de seguridad pero ¿podemos imaginarnos qué distancia de seguridad pueden tener cuantos viven en las favelas, en las villas miseria, en las cercanías a los vertederos… La pérdida de trabajo golpea a millones de familias, el luto que no se pudo hacer deja doloridos millones de corazones; la pobreza que se vislumbra (a veces el hambre) golpea, desorienta, paraliza y amenaza con sepultar toda esperanza.
Haremos referencia a nuestro Padre Don Bosco porque él mismo a lo largo de su vida, tuvo que enfrentar la dureza de tantas situaciones, tantas tragedias y dolores; y es un maestro en el mostrarnos cómo el camino de Fe y de Esperanza no sólo iluminan sino que dan la fuerza necesaria para transformar las realidades adversas, o al menos hacerlo hasta donde sea posible. Él se ha distinguido por tener una tenacidad extraordinaria y una mirada realmente especial y profunda. Sabía mirar más allá de los problemas. La situación del cólera fue una situación (a nivel local) similar a lo que se vive ahora en cada país. Y como educador y pastor acompañó la situación junto con sus muchachos. Ya en su tiempo había personas que se preocupaban solamente de que a ellos no les alcanzara. En cambio Don Bosco y sus muchachos, como otros muchos, se pusieron ‘manos a la obra’ para ayudar a superar la tragedia. Pero de esa mirada profunda y de fe y esperanza se puede hablar a lo largo de toda la historia de su vida: dejar a su madre y su casa, vivir con ‘chico de café’ para estudiar en Chieri, afrontar soledad y penurias; llorar y sentir gran dolor por no saber adonde llevar y recoger a sus muchachos en las tardes de Oratorio hasta encontrarse en Pinardi… Todo esto nos confirma cómo Don Bosco vivió movido por la virtud de la Esperanza.
La fe cristiana nos muestra permanentemente cómo Dios a través de su Espíritu sigue acompañando la historia del ser humano, hasta en las más diversas adversidades. Ese Dios que no padece pero que se compadece, según la hermosa expresión de San Bernardo de Claraval “Impassibilis est Deus, sed non incompassibilis”(Dios no puede padecer, pero puede compadecer”[2]. En la historia de la Salvación Dios jamás abandona a su pueblo, está siempre junto a él, de modo particular cuando el dolor se hace más fuerte y presente. “Mirad que realizo algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notan?”(Is 43,18b)[3].
Este tiempo y esta realidad serán propicios, sin duda para:
Son muchísimas las lecturas que se vienen haciendo de este momento histórico, un momento del que se dice que acontece uno cada cien años. Esas grandes crisis que golpean a la humanidad por uno u otro motivo. Ni las guerras más cruentas han sido tan ‘mundiales’ como lo es esta situación que vivimos pero, ¿qué respuesta se puede dar?, ¿qué contribución podemos hacer como familia salesiana?; ¿qué valores evangélicos, leído éste con mirada salesiana, sentimos que podemos ofrecer?; ¿Cómo educadores que somos, cómo podemos ofrecer como alternativa un ‘educar a la esperanza’?
4.2 Dios nos habla a través de tantas personas que han sabido ver y vivir con Esperanza.
4.3 No nos salvamos solos. Nadie se salva solo.
La intuición de lo que aquí se quiere expresar está en esta misma cita del Papa Francisco: “Si algo hemos podido aprender en todo este tiempo, es que nadie se salva solo. Las fronteras caen, los muros se derrumban y todos los discursos integristas se disuelven ante una presencia casi imperceptible que manifiesta la fragilidad de la que estamos hechos… Es el soplo del Espíritu que abre horizontes, despierta la creatividad y nos renueva en fraternidad para decir presente (o bien, aquí estoy) ante la enorme e impostergable tarea que nos espera. Urge discernir y encontrar el pulso del Espíritu para impulsar junto a otros las dinámicas que puedan testimoniar y canalizar la vida nueva que el Señor quiere generar en este momento concreto de la historia”[5].
4.4 Como Familia Salesiana hemos intentado dar respuestas en la urgencia como signo de caridad y esperanza, y hoy hemos de ser alternativa:
En muchas culturas de nuestro mundo de hoy, lo que se pretende esconder y silenciar es la muerte y el sufrimiento; sin embargo, lo que cura al ser humano no es el evitar o esconder este sufrimiento y dolor sino madurar en él y encontrar el sentido de la vida cuando éste no se ve de inmediato o de modo espontaneo. De hecho, “la grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre”[8].
Ella, la Madre, sabe bien lo que es confiar y esperar contra toda esperanza, en el nombre de Dios. Su Sí a Dios despertó todas las esperanzas para la humanidad. Ella experimentó el desvalimiento y la soledad en el nacimiento de su Hijo, guardó en su corazón el anuncio del dolor que traspasaría su corazón (cf. Lc 2,35); ella experimentó el dolor y el sufrimiento de ver a su hijo como ‘signo de contradicción’ incomprendido, repudiado. Conoció la hostilidad y el rechazo a su Hijo hasta verse a los pies de su Cruz en el Gólgota. Pero la Esperanza no había muerto. Y por eso permaneció con los discípulos como madre (“Mujer ahí tienes a tu hijo” (Jn 14,27)), Madre de la Esperanza.
“Santa María, Madre de Dios, Madre nuestra, enséñanos a creer, esperar y amar contigo. Indícanos el camino hacia su reino. Estrella del mar, brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino”. [9]Amén.
Roma 1 de agosto del 2020
Ángel Fernández Artime, sdb
Rector Mayor
[1] FRANCISCO, ‘Un plan para resucitar’ a la Humanidad tras el coronarivus (PDF), Vida Nueva Digital, 17/04/2020, pp. 7-11
[2] Bernardo de Claraval, Sermonesin Cant. Serm.26,5: PL 183,906
[3] Citado por Francisco, Un plan para resucitar a la humanidad tras el coronavirus…, p.11
[4] Idem, p.11
[5] Idem, p.11
[6] Tomo el título de este paráfrago literalmente como lo escribió el Papa Benedicto XVI en su Carta Encíclina “SPE SALVI”, n. 32
[7] Idem, 35
[8] Ibidem, 38
[9] Ibidem, 50