Rector Mayor

El Venerable Ignacio Stuchly, hombre “movido por la esperanza”

El Venerable Ignacio Stuchlý, hombre “movido por la esperanza”

Prot.21/0005

Carta del Rector Mayor, don Ángel Fernández Artime,
con ocasión de la Venerabilidad
del Siervo de Dios Ignacio Stuchlý,
Sacerdote Profeso de la Sociedad de San Francisco de Sales.

Mis queridos hermanos Salesianos

Mis queridos hermanos y hermanas de la Familia Salesiana

El 21 de diciembre de 2020, el Santo Padre Francisco ha autorizado a la Congregación para las Causas de los Santos la promulgación del Decreto sobre las virtudes heroicas del siervo de Dios Ignacio Stuchlý, sacerdote profeso de la Sociedad de San Francisco de Sales; nacido el 14 de diciembre de 1869 en Bolesław (actualmente Polonia) y fallecido en Lukov (República Checa) el 17 de enero de 1953.

Para la Iglesia, y en particular para nuestra Congregación Salesiana y para todos los miembros de la Familia Salesiana, este es otro don que confirma la vitalidad del carisma dado por Dios a Don Bosco y vivo en el tiempo y en la historia; además, la Venerabilidad de Ignacio Stuchlý nos manifiesta en esta hora de la historia, marcada por la pandemia del coronavirus, el testimonio de un hombre y de un consagrado que, en situaciones y tiempos muy difíciles, supo vivir con esperanza y fortaleza evangélica. Como he escrito en el Aguinaldo de este año: «La esperanza es una planta de raíces profundas, que vienen de lejos; raíces que se fortalecen en épocas difíciles y en caminos que requieren mucho sacrificio».

Nacido en Bolesław, en la antigua Silesia prusiana, el 14 de diciembre de 1869, en el seno de una familia campesina, Ignacio vive una intensa primera experiencia de fe en la escuela, donde el maestro Jan Kolibaj, un gran enamorado de la Virgen, le exhortó sobre su vocación sacerdotal. Sus condiciones de salud, bastante precarias, mejoraron cuando, de repente, un «curandero popular» cambió su dieta alimenticia: también le profetizó el sacerdocio. Este sueño solo pudo cumplirse muchos años después, no sin algunas dificultades, debidas a circunstancias externas e independientes a él.

Le hablaron de Don Bosco y, tras varias vicisitudes, en 1894 fue acogido en Turín y acompañado en su camino vocacional por don Miguel Rua. Comenzó el aspirantado en Valsalice. Allí conoció al venerable Andrea Beltrami, quien marcará su camino de fe y su misión. En 1895 comenzó el noviciado en Ivrea. En vísperas de los votos, vive un momento de crisis vocacional, que supera gracias a la ayuda paterna de Don Rua, que le urge a hacer, de inmediato, la profesión perpetua, que hizo el 29 de septiembre de 1896.

En 1901 Ignacio Stuchlý fue ordenado sacerdote por el arzobispo de Gorizia, el cardenal Giacomo Missia, y hasta 1910 se dedicó a los chicos pobres, distinguiéndose como un confesor solicitado y experto guía espiritual: fueron años de gran sacrificio, pero de gran fruto espiritual para las vocaciones. Luego estuvo en Eslovenia, entre Ljubljana y Verzej, hasta 1924, dedicando sus energías al mantenimiento de las obras salesianas y a la construcción del bellísimo santuario de María Auxiliadora en Ljubljana-Rakovnik. De 1925 a 1927 regresa a Italia, a Perosa Argentina (provincia de Turín), donde se encarga de la formación de los jóvenes provenientes de su tierra de origen, para injertar la Congregación Salesiana «en el Norte», según las palabras proféticas dichas años antes por Don Rua. En 1927 regresó a su patria natal, a Fryšták, donde ocupó cargos de gobierno, incluido el de Inspector desde 1935 (Checoslovaquia), viendo un extraordinario florecimiento de la presencia salesiana. Tuvo que afrontar tanto la Segunda Guerra Mundial como la expansión del totalitarismo comunista: en ambos casos, las obras salesianas fueron requisadas, los hermanos alistados o dispersados y ve, de repente, destruida la obra a la que había consagrado su vida.

Cuarenta días antes de la fatídica «Noche de los bárbaros», en marzo de 1950, sufrió una apoplejía: pasó los últimos tres años de su vida, primero en la residencia de ancianos de Zlín, luego en Lukov, siempre vigilado por el régimen y aislado de los hermanos. Así se cumplió su profecía de que moriría solo; pero alrededor de su lecho florecían la paz y el gozo, que él irradia en abundancia. La altísima estima que siempre había despertado en sus superiores y su gran capacidad para amar y hacerse amar, florecieron entonces más que nunca en la fama de santidad. Murió, serenamente, en la noche del 17 de enero de 1953.

El venerable don Ignacio Stuchlý vivió una época –la de 1869 a 1953– marcada por importantes convulsiones históricas, políticas y sociales. Esto le llevó a adaptarse a contextos siempre nuevos, pero también a asumir y afrontar retos prometedores, en obediencia a la Iglesia y al servicio de los jóvenes. En particular:

  • cuando siendo joven salesiano, todavía no era sacerdote, es enviado a Gorizia, donde colabora con el arzobispo cardenal Giacomo Missia y, junto con otros Salesianos, sigue con especial atención los acontecimientos del internado «San Luis», destinado a las vocaciones sacerdotales de la diócesis, acompañando un verdadero florecimiento vocacional en la archidiócesis de Gorizia;
  • cuando se traslada a Ljubljana en Eslovenia y aquí, con dedicación incansable, contribuye a la puesta en marcha de la obra salesiana local, pero, sobre todo, logra acabar la obra de la construcción del Santuario de María Auxiliadora en Rakovnik;
  • cuando, improvisamente, es llamado a Italia para acompañar vocacionalmente a los candidatos a la vida religiosa salesiana para la zona checa, con un discernimiento firme y prudente;
  • cuando trasplanta esta obra a su tierra natal, como fundador y al mismo tiempo pionero de la presencia salesiana en Bohemia y Moravia, en respuesta a la necesidad concreta de la Iglesia local.

Don Stuchlý contribuyó, por tanto, no solo a la expansión de la Congregación Salesiana en nuevas tierras, sino precisamente a la unidad de la Iglesia católica, con una intensa y capilar obra de apoyo, comenzando por los jóvenes y por las vocaciones.

Como fundador de la naciente presencia salesiana en esas tierras, siendo entonces Inspector de la Inspectoría checoslovaca (1935) y luego de la Inspectoría checa sola (1939), don Stuchlý pudo acompañar, además, entre 1925 y 1948, solo en Bohemia y Moravia, al menos doscientas nuevas vocaciones salesianas; fue fundador de casas; dirigió la obra en medio del drama de la Segunda Guerra Mundial, con la requisa de bienes materiales y la dispersión de los hermanos. A los hermanos checos don Stuchlý consiguió transmitirles, sobre todo, no solo las «estructuras», sino el espíritu vivo de la tradición salesiana, que había respirado en Piamonte, disfrutando también de una especial familiaridad con el beato Miguel Rua y con los Salesianos de la primera generación. De ellos había aprendido esa integridad de verdadero espíritu salesiano que lo hará, en la vida, un fiel y auténtico intérprete del carisma de Don Bosco, capaz de trasplantarlo a contextos muy diferentes sin traicionar su espíritu.

Bajo la amenaza del régimen nazi y luego con la llegada del totalitarismo comunista, y también en los últimos años de su vida, pasados en la soledad de un hogar de ancianos, don Ignacio Stuchlý siguió dando testimonio de esta fidelidad integral a la Iglesia y a la Congregación Salesiana. animando a los más jóvenes y testificando cómo ninguna condición de sufrimiento e injusticia histórica puede alejarnos de la plenitud de la entrega a Cristo y del servicio a la Iglesia.

Nacido y criado en un entorno bastante pobre, donde la fe era, sobre todo, una expresión de simple piedad popular llegó de Moravia a Italia y luego regresó a los territorios eslavos (Eslovenia, Bohemia y Moravia, Eslovaquia), sus condiciones de vida y la naturaleza de los problemas prácticos, que tuvo que afrontar, parecen muy alejados de la sensibilidad y las prioridades actuales. En cambio, no lo es su mensaje, y sobre todo la lectura espiritual que aprendió a dar de la historia. Su actualidad se juega, en este sentido, en algunos puntos esenciales.

En primer lugar, da testimonio de la integridad de una donación religiosa y sacerdotal que aumenta cuanto más aumentan los cargos de gobierno que se le asignan: prefecto y vicedirector, ecónomo, director, Inspector, fundador de la presencia salesiana. Entiende la autoridad como servicio, la obediencia como fermento de unidad, y logra mandar con la autoridad de la vida y la evidencia radiante de la virtud, dejándose guiar por el principio de que, si el superior es el primero en todo (por la ejemplaridad), luego puede pedir a otros que lo sigan, con la fuerza convincente del ejemplo.

Su llegada a Turín, tras una ardua búsqueda vocacional, y la perseverancia en su vocación, a pesar de algunas fatigas debidas a la edad, a la falta inicial de preparación cultural y al contexto de relativa pobreza del que procedía, le hicieron consciente de la progresiva armonización entre los dones de la naturaleza y los dones de la gracia, y siempre dócil a los superiores: la fatiga y el compromiso testimoniados por don Stuchlý en su camino de discernimiento vocacional y, luego, su actividad de discernimiento de nuevas vocaciones, incluso en tiempos difíciles, en un contexto, a veces, desalentador y, a menudo, con sujetos que necesitaban de un crecimiento humano y moral previo, puede convertirlos hoy en una preciosa referencia en el compromiso de acompañamiento vocacional y formativo.

La entrega integral a la causa salesiana, a través de un especial aprecio de las virtudes de la pobreza, de la humildad y de la obediencia a toda prueba, nos recuerda cómo el «da mihi animas» está indisolublemente asociado al «caetera tolle»: esto se convierte hoy, para los hijos de Don Bosco, en una exhortación a redescubrir la raíz más auténtica de esta vocación, volviendo a meditar sobre las actitudes y los hábitos virtuosos de fondo sobre los que se sustenta, y anclándolos a la finalidad primordial de santificarse para santificar («santos por los jóvenes», pero, sobre todo, «santos con los jóvenes»).

Primero un joven seglar apasionado por las cosas bellas y con autoridad entre sus compañeros; después un hombre en peregrinante búsqueda de su propia vocación luego destinado a las misiones y, finalmente, «misionero del Norte»; profesor de asignaturas clásicas, responsable de «in rebus materialibus»; Salesiano que trabajó en estrecho contacto con los seglares sabiendo involucrarlos, y con los hermanos coadjutores, comprometiéndose con ellos en los trabajos manuales más humildes; finalmente, un hombre de gobierno que permaneció sencillo de corazón; y, por fin, anciano que murió en el exilio debido al alejamiento forzado de sus hermanos, espiado y perseguido por el régimen comunista, don Stuchlý encarnó en su propia persona los múltiples aspectos de la vida de un hijo de Don Bosco, con tal plenitud de funciones e integridad de dedicación, que lo convierten hoy en un punto de referencia válido para quienes –seglares o consagrados dentro de la Familia Salesiana y en la Iglesia– quieran reflejarse en él.

La «alegría del Evangelio», bien impresa en la sonrisa que supo llevar a los últimos y a los pobres, hasta el punto de morir él mismo último entre los últimos, así como su vida enteramente gastada en un periodo difícil para la fe, lo convierten en un punto seguro de referencia también para el hoy de la sociedad y de la Iglesia. Por último, pero no menos importante, su acompañamiento a los ancianos cuando –él mismo anciano y enfermo, recluido en un hogar de ancianos bajo estricta vigilancia por parte del régimen– acompaña el último tramo del camino terrenal de muchos de ellos, demostrando que la vida es siempre digna de ser vivida, y puede ser entendida como testimonio gozoso incluso cuando las fuerzas declinan.

Un hombre que ha vivido en muchas y diferentes realidades geográficas, lingüísticas y culturales (como la actual República Checa, Eslovaquia, Polonia, Eslovenia, Italia), incluso en las zonas fronterizas (entre la actual República Checa y Polonia, en la Moravia del siglo XIX fuertemente influenciada por la cultura germanoparlante, o en la Gorizia austrohúngara de principios del siglo XX y luego en Ljubljana), el venerable Ignacio Stuchlý se propone, finalmente, como un hombre de paz, unidad y reconciliación entre los pueblos. Los sufrimientos padecidos bajo el nazismo y el comunismo, aun comprometiéndolo en un sabio ejercicio de la prudencia, evidencian también en él cualidades como: la veracidad frente a la hipocresía o la conveniencia; la capacidad de asumir responsabilidades y roles de gobierno, como una forma de servicio y no de autopromoción; la plena y liberadora adhesión a la verdad del Evangelio como antídoto a las ideologías totalitarias y respuesta a las necesidades más profundas del corazón humano; el arte de empoderar a los jóvenes guiándolos a dar lo mejor de sí mismos por el camino de la confianza, contra la mentalidad extendida del control y de la manipulación.

Todavía hoy la figura de don Stuchlý se revela, por tanto, valiosa para ayudar a reparar heridas históricas y psicológicas, y para promover una cultura de la reconciliación y de la paz.

En contextos difíciles y afrontando, con mucha fe y esperanza, numerosos desafíos, el nuevo venerable nos deja un mensaje de gran actualidad: «Trabajemos, mientras sea de día. Cuando llegue la noche, ya se encargará el Señor». Con esta confianza y este espíritu que animó a don Ignacio Stuchlý, repito la invitación expresada en el Aguinaldo: «Con esta confianza, como educadores, como acompañantes de familias, y clases populares y pueblo de Dios en general os pido: Nunca perdamos la esperanza, cultivemos una mirada esperanzada de la vida, no la marchitemos nunca en nuestros corazones, seamos focos de luz que invitan a la esperanza con el testimonio de nuestro vivir, transmitamos felicidad en el modo sencillo pero auténtico de vivir nuestra fe».

Roma, 17 de enero de 2021
Dies Natalis del Venerabile Ignacio Stuchlý

Ángel Fernández A.,SDB
Rector Mayor