(Buenos Aires domingo 10 de noviembre)
Comienzo manifestando la alegría de estar aquí reunido con todos vosotros al final de esta peregrinación, de este Congreso, y la alegría de vivir ahora, con todos vosotros un momento de profunda oración en esta iglesia en presencia del Señor y de María.
El primer aspecto que quisiera recordar es que una vez que salgamos de aquí demos testimonio de la unión que hemos tenido con todos los Grupos de la Familia Salesiana de todo el mundo.
Este momento no es solo para nosotros o solo para Buenos Aires; desde el corazón estamos abrazando y conectando con toda nuestra Familia Salesiana en el mundo. Creo que esto es importante y relevante explicitarlo, manifestarlo, junto con otro aspecto importante que hemos vivido: la dimensión misionera de nuestra Familia Salesiana partiendo de Don Bosco mismo y que ayer hemos vivido tan bellamente a través del testimonio del padre Anderson y que conoceremos a través de otros testimonios. Es hermoso que a través de estas experiencias podamos estar en comunión con toda la realidad misionera salesiana (Filipinas, Amazonía, Países asiáticos, Cordillera...). Lo digo porque esto que parece un signo típico tiene una gran fuerza de mensaje y nos invita, como Iglesia, a mirar en profundidad las cosas y la realidad.
Nosotros, Familia Salesiana, tenemos que ser los primeros en crear comunión, ser los primeros en crear Iglesia, desde la belleza del carisma salesiano de Don Bosco, inspirados por el Espíritu Santo y desarrollando cada vez más nuestra sensibilidad para estar cerca de los más lejanos, Os digo esto para invitaros a estar en comunión con todos los hermanos y hermanas.
Añado ahora alguna idea sobre el evangelio que hemos escuchado:
Nazaret, zona montañosa, de colinas, donde han vivido María, José y Jesús durante unos 30 años de su vida. Caná de Galilea a unos 35 Km. descendiendo hacia el lago de Tiberíades. Hermosa narración, que nos cuenta que aquel día se disponían a celebrar un matrimonio, es decir, a celebrar la alegría de una familia, de la manera típica de aquel momento histórico. Y precisamente aquí da comienzo la escena maravillosa tan fecunda en enseñanzas.
Nuestra peregrinación se mueve en dos direcciones:
A los jóvenes aquí presentes: no basta decirles que son apuestos, simpáticos, lo bien que bailan, la energía que tienen. Un joven cristiano no puede pensar y soñar en su vida sin preguntarse: “¿Señor, qué quieres hoy de mi?”. Cuando un joven se presenta para iniciar su camino de noviciado, le invito a plantearse diariamente la pregunta: “¿Señor, que quieres hoy de mí?”, porque en caso contrario todas las respuestas te las da otro cualquiera: hazlo porque es rentable, hazlo porque puede ser conveniente. Abundan estas respuestas, pero lo importante es lo que se juega en mi interioridad. Y la respuesta está en la Madre, que nos conoce, que nos lleva de la mano, que dice a cada uno: “Haz lo que Él te diga”.
Celebramos así el camino de nuestra Familia y los 150 años de la Asociación de María Auxiliadora, con el deseo de que la Madre nos acompañe siempre llevándonos al encuentro con el Señor.