Rector Mayor

Homilía en la Inauguración del Año Académico 2015-2016 UPS 21-10-2015

Homilía en la Inauguración del Año Académico 2015-2016 UPS 21-10-2015


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Rector Mayor
Homilía en la Inauguración del Año Académico 2015-2016
Pontificia Universidad Salesiana - UPS, Roma
21/10/2015

Queridos hermanos y hermanas miembros de la Universidad,
queridos amigos del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede,
queridos todos:

hoy, una vez más en nuestra vida institucional, académica y personal es una buena oportunidad para pedir juntos el don del Espíritu Santo. El don del Espíritu, desde el primer día de Pentecostés en adelante, es un don que viene pedido juntos, como comunidad de fe, con el corazón lleno de la presencia del Resucitado y en comunión con María, la Madre de Jesús y Madre de la Iglesia.
En la primera lectura hemos escuchado cómo Pablo busca hacer entender a la comunidad de Corinto el nuevo horizonte de comprensión cristiana acerca de los dones que Dios ofrece a los suyos, en el Espíritu. El Apóstol elenca así los opuestos que convergen, porque la diversidad se hace unidad en Dios:

  • Diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu;
  • Diversidad de ministerios, pero un solo Señor;
  • Diversidad de obras, pero es el mismo Dios que obra todo en todos. [1]

El ser humano porta en sí la diversidad ya que es reflejo de la diversidad divina, y Dios manifiesta siempre su unidad esencial, una unidad que hace converger en comunión horizontal y vertical la diversidad humana, diversidad que nos abre a la comprensión y a la experiencia de la unidad en Dios! Un solo Espíritu, un solo Señor, un solo Dios que obra todo en todos.
Hace un año, con motivo del inicio del año académico quise subrayar esta dinámica de diversidad y convergencia en Dios. Les decía: "... La presencia del Espíritu garantiza siempre que una multiculturalidad concreta, como la nuestra aquí en la UPS debe convertirse en una verdadera interculturalidad, y permitir que se viva una experiencia profunda y respetuosa de internacionalidad [...]; que la diversidad, el otro, no sea un obstáculo, sino hilo cuidado y valorizado para hacer la trama del tejido común. "Poco tiempo atrás, un hermano me envió un texto de John Henry Newman que le gustaba nombrar la universidad como la "sede del conocimiento universal". Ahora, una sede, pero una red de saberes y ciencias que muestran incluso en este caso la unidad en la diversidad. En uno de sus "discursos universitario", el quinto, dice Newman, la Universidad es "una unión de hombres cultos, celosos en los debates de sus ciencias, y rivales los unos de los otros, es llevada, por las relaciones familiares y los intereses de la paz intelectual, a adaptar los derechos y las relaciones de sus respectivos objetos de investigación. Ellos aprenden a respetarse, a consultarse, a ayudarse los unos a los otros. Así se crea un aire de pensamiento puro y claro, que también el estudiante respira".
¿Quién puede garantizar este "aire del pensamiento puro y claro?" Sólo Dios, sólo el Espíritu, el único Señor, que da unidad a los carismas, a los ministerios y a las obras. Como dice Pablo: "A cada uno le es dada la manifestación particular del Espíritu para la utilidad común..." (v.7).
Esta unidad en la diversidad no oscurece en absoluto el todo. La diversidad y la autonomía de la persona y de las diversas unidades, como pueden ser los diferentes institutos y facultades, dan sentido, cuerpo y pertenencia a todos y a todo. No se trata entonces de una autonomía como fin, sino de una autonomía como medio necesario para llegar a la construcción común y a la comunión del saber. Su misión intelectual necesita una "autonomía como medio" que pueda ser tejida, con paciencia y juntos, para dar cuerpo a nuestra universidad, e incluso como Universidad, ser disponibles al tejido común de la Congregación, de la Iglesia, de la sociedad civil y de las culturas de las cuales se hace servidora. Por tanto, se puede caminar para llegar a los objetivos de la Universidad como "sede del saber universal". Sólo de esta manera, nuestra comunidad universitaria puede compartir la misión universal de la Iglesia, que, como cuerpo místico del Señor Jesús, ayuda a la humanidad a ir hacia Él y a beber, porque es partícipe, en el Señor, de la fuente de la que surgen ríos de agua viva.
Por último, os invito, como lo hizo Don Egidio Viganó en su homilía durante la inauguración del nuevo curso académico de 1984, "a considerar y a cuidar, en su trabajo universitario, la ventaja de ser "creyentes". Les deseo que sean cotidiana y profundamente "creyentes". Así el Espíritu les hará:

  • Humildes, en el adecuarse sinceramente a las exigencias reales en el ámbito reducido de cada una de las disciplinas; un universitario soberbio, atenta, aunque inconscientemente, contra la misma objetividad y los límites de su ciencia;
  • Dialogantes en la búsqueda, en el buscar un continuo intercambio vivo con otras disciplinas [y entre los otros especialistas universitarios]; un estudioso encerrado en su propia especialidad pierde el sentido de la totalidad, y limita el diálogo universitario de los válidos aportes de la investigación;
  • Sabios, canalizando las conquistas de las ciencias hacia el tipo de conocimiento superior y abarcante que se llama sabiduría;
  • Espirituales, (...) como hijos inteligentes del (Padre) que encuentran en la ciencia un inicio de oración, un anticipo de la contemplación, una invitación a conversar con Dios.

Sí, el Espíritu Santo haga de esta Universidad una gran comunidad de estudiosos creyentes que sepan celebrar cada día vitalmente una peculiar liturgia de la inteligencia"[2].
Con mucho gusto quiero reiterar estas bellas y claras palabras de Don Viganò mientras nos encomendamos a María, Sede de la Sabiduría y Auxilio del pueblo de Dios. Ella les acompañe en su trabajo de estudio, de investigación, de intercambio intelectual y de confrontación cotidiana, buscando siempre la Verdad, la Belleza y la Bondad de este mundo, herido por la falta de fraternidad entre los pueblos y también entre individuos. Ella, Madre de la Iglesia, nos ayude a obtener los dones preciados del Espíritu para ser siempre más humildes, dialogantes, sabios y espirituales.

[1] 1Cor 12,3-7.12-13; Sal 103; Gv 7,37-39

[2] Egidio Viganò, “Omelia per l’inaugurazione del nuovo anno accademico 1984”, en Egidio Viganò all’universistà salesiana, UPS Roma 1996, pp. 119- 120.