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BuenasNoches Vicario P. Bregolin 1 mar 2014

Buenas Noches de don Adriano Bregolin
María Inmaculada Auxiliadora
Roma, 1 de marzo de 2014

 

Queridos hermanos:

Voy a dedicar estas Buenas Noches a la figura de María Inmaculada y Auxiliadora y a su importancia en nuestro camino de renovación espiritual y apostólica.

En los decenios pasados se ha vivido en la Iglesia y quizá también en nuestra Congregación, un cierto maximalismo mariano. Esta actitud no ha producido buenos frutos en cuanto que semejante consideración de la Virgen María (demasiado devocional y como lejana de la presentación sencilla y esencial que nos hace de Ella el Evangelio) ha corrido el peligro de alejarla de nuestra misma vida, en cuanto que no proponía una correcta presentación de su figura como modelo de creyente, de discípula en el amor, en la esperanza y en el realismo de la existencia.  Hoy, por el contrario, quizá estemos viviendo una especia de minimalismo mariano. Una especie de silencio respetuoso, tal vez un miedo de manifestar abiertamente nuestra atención a la Madre de Dios y Madre nuestra, que tiene el peligro de dejarnos huérfanos de una experiencia única y singular de María en el misterio de la salvación y en nuestra misma espiritualidad. Hoy quizá hablemos poco de María, pocas veces nos referimos de manera explícita a su figura; incluso en las celebraciones de las grandes fiestas marianas, no siempre en nuestras comunidades subrayamos adecuadamente el valor de esta presencia carismática.

Ante todo, un hecho fundacional

“La figura de María, para nosotros salesianos, no es solo un hecho de protección o un “objeto” entre otros muchos, de devoción, sino que es un hecho fundacional, y es parte del carisma de Don Bosco. Si todos los cristianos y religiosos miran a María con ojos de hijos a su Madre; si muchas Órdenes y Congregaciones hasta llevan su nombre, nosotros reconocemos la presencia de María en todas las atapas de nuestra existencia: en la vida de Don Bosco, en la vida de la Congregación (los primeros misioneros… no hablaban más que de las maravillas de la Madre de Dios), en la vida la Familia Salesiana (Las FMA, “monumento viviente…”.  Y se llamaban Hijas de María Inmaculada), en nuestro método educativo (religión, amabilidad), etc.

Don Bosco lo ha dicho y repetido muchísimas veces, como por ejemplo, cuando dijo: “No hemos dado un solo paso que no haya sido indicado por la Virgen”. “La Virgen quiere que demos comienzo a una Sociedad. Nos llamaremos Salesianos” (26 de enero de 1854). “La Virgen quiere nuestra Congregación” (1864). “María Santísima es la fundadora y será la sostenedora de nuestras obras” (1862 a don Cagliero).

¿Y cómo no recordar el sueño de los nueve años, fundamento de la vocación sacerdotal de Don Bosco y de su Sistema Preventivo? ¿Quién de nosotros ignora su devoción a María, Madre de sus jóvenes, Maestra de fe y de pureza, Reina del cielo, etc.?” (F. Motto).

La presencia de María en la vida de Don Bosco

Nuestras Constituciones nos dicen: “María Inmaculada y Auxiliadora nos educa para la donación plena al Señor y nos alienta en el servicio a los hermanos” (C 92).
Los dos títulos son especialmente importantes desde un punto de vista carismático y nos sitúan en el corazón de la devoción que Don Bosco tenía a María.
Pero no es solo una coincidencia histórica y dogmática la que subraya la relación entre el título de “Inmaculada” y Don Bosco. En su base encontramos un elemento fundamental del “Sistema “Preventivo” que, recordémoslo una vez más, no es tanto una genial intuición pedagógica, cuanto un “inspirarse en la caridad de Dios que precede a toda criatura con su Providencia, la acompaña con su presencia y la salva dando su propia  vida”. Por esto “Don Bosco nos lo transmite como modo de vivir y de trabajar […] que informa nuestras relaciones  con Dios, el trato personal con los demás en la práctica de una caridad que sabe hacerse amar” (C 20). En mi opinión, -dice nuestro Rector Mayor-  nunca responderemos suficientemente al reto que nos presenta este modo de entender el “Sistema Preventivo”.

Que Dios “precede a toda criatura” con su Amor providente, lo vemos  realizado plenamente en María  la “llena de gracia”. “Gracia, lo sabemos perfectamente, es ante todo Dios mismo; pero esta expresión puede también subrayar la plenitud de la gratuidad del Amor de Dios en María. El texto de la declaración dogmática del Beato Pío IX lo dice expresamente. En el fondo, se trata de lo que dice S. Juan: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó” (1Jn 4,10). Esto lo podemos aplicar, en primer lugar y de manera única, también a María. En este sentido es hermoso poder contemplarla, Inmaculada, como “el fruto más perfecto del sistema preveniente/preventivo de Dios” (Pascual Chávez – Ahí tienes a tu Madre – ACG 414 – Roma 2012).

Reflexionar, orar, invocar a María con el título de Inmaculada es entrar en la lógica educativa y en la espiritualidad misma del sistema preventivo

En cuanto al título de “Auxiliadora” (que, conviene recordar, aparece en el Concilio Vaticano II en la Lumen Gentium, unido al de “Madre de la Iglesia”), conocemos la importancia que tenía para Don Bosco… Escribía don Egidio Viganò: “Además existe otra razón deducida de un aspecto característico de la devoción misma a la Auxiliadora: se trata de una dimensión mariana que está hecha, por su naturaleza, para los tiempos difíciles. Don Bosco mismo lo manifestaba así a don Cagliero con la famosa afirmación: “La Virgen quiere que la honremos con el título de ‘Auxilium Christianorum’: los tiempos que corren son tan tristes, que necesitamos urgentemente que la Virgen Santísima nos ayude a conservar y defender la fe cristiana”[1]. (Cfr. Pascual Chávez – Ahí tienes a tu Madre – ACG 414 – Roma 2012).

Muchos son los motivos para recurrir a María en los tiempos que vivimos. Ciertamente uno de los más apremiantes, hoy, es el deseo de que Ella nos ayude a purificar nuestra vida, nuestras comunidades y nuestra Congregación, sobre todo en lo que en estos años nos ha  profundamente herido en el plano de la fidelidad a nuestra vocación de consagrados en el plano de un total respeto debido a la vida y a la inocencia de nuestros destinatarios.

Además el título de Auxiliadora está unido, de modo particular, a nuestra vocación apostólica. En nuestra misión de educadores nos damos cuenta, en particular, del papel de María en la educación de los cristianos. “La figura de María –leemos en  la Marialis cultus- ofrece a los hombres de nuestro tiempo el modelo perfecto del discípulo del Señor: artífice de la ciudad terrena y temporal, pero peregrino diligente hacia la celestial y eterna; promotor de la justicia que libera al oprimido y de la caridad que socorre al necesitado, pero sobre todo, testigo activo del amor que edifica a Cristo en los corazones”[2].

Nosotros creemos que verdaderamente María es Auxiliadora en la formación  de cristianos, así; auxiliadora en la gran lucha entre el bien y el mal, la vida y la muerte, la luz y el pecado; auxiliadora de los jóvenes en superar los pequeños temores personales y los grandes miedos cósmicos que amenazan.
Don Bosco nos repite: “Llamadla Auxiliadora. ¡Le gusta mucho a Ella prestarnos su auxilio!”[3].
“Es Auxiliadora de los padres, Auxiliadora de los hijos, Auxiliadora de los amigos”[4].

El camino de radicalidad evangélica que estamos llamados a hacer desde nuestro Capítulo nos impulsa a reencontrar esta dimensión mariana de nuestra espiritualidad. En particular las Constituciones nos proponen las actitudes que debemos “contemplar” e “imitar” en Ella.

-    Su fe (cfr. C 34), su modo de “acoger la Palabra” y de meditarla en nuestro corazón (ya señalado en el art. 87): esta verdad nos recuerda el misterio de la Anunciación y al “fiat” de la “esclava del Señor”;
-    Su “alegría por las maravillas obradas por el Padre”, que nos recuerda el “Magnificat”;
-    Su “solicitud por los necesitados”: recordamos a la Virgen en la Visitación y en su presencia materna en las bodas de Caná;
-    Su “fidelidad en la hora de la cruz”, momento decisivo de su participación en la “salvación” del mundo: “Junto a la cruz estaba su Madre” (Jn 19,25).

Como salesianos, reconocemos en María otros rasgos más explícitamente concordantes con nuestra vocación:

-    Es “maestra de sabiduría y guía de nuestra Familia”; nos remite al sueño de los nueve años de Don Bosco (“Yo te daré la Maestra bajo cuya disciplina podrás llegar a ser sabio) [5] y a los contenidos del art. 8 de nuestras Constituciones;
-    Es “modelo de oración y de caridad `pastoral” que nos invita a lograr “aquella laboriosidad incansable, santificada por la oración y la unión con Dios, que debe ser la nuestra característica, como dice el art. 95; Ella, en efecto, ha sido una madre de familia y una discípula activa e su Hijo;
-    Recordemos además lo que ha precisado el art 34: “La Virgen María es una presencia materna en este camino” en el camino de nuestros jóvenes hacia Cristo: “ayuda e infunde esperanza”

¡Pidamos al espíritu que nos haga redescubrir a María!

¡Buenas Noches!

don Adriano Bregolin - sdb


[1]              Egidio Viganò, “María renueva la Familia Salesiana de Don Bosco”, ACS n. 289 (1978), p. 11  [ cfr. Lettere Circolari di don Egidio Viganò ai Salesiani I, Direzione Generale Opere Don Bosco, Roma 1996, p. 8 ]

[2] MC, 37

[3] MBe XVI, 230

[4] MBe XVI, 183

[5] MBe I, 116