La Resurrección de Lázaro Jesús y la resurrección
Evangelio del domingo V de Cuaresma
Jn 11,3-7.17.20-27.33-45
La lectio: qué dice la Palabra en sí.
La importancia del relato de la resurrección de Lázaro (= YHWH ayuda) se deduce del puesto que ocupa en el evangelio de Jn: hace de bisagra entre la primera (Jn 1-10) y la segunda parte (Jn 11-20). Su significado global: prefigura la resurrección de Jesús, del que la resurrección de Lázaro anticipa el drama y revela su sentido profundo y sorprendente de esa muerte. En el camino que Jesús emprende hacia la cruz, brilla la resurrección de Lázaro como una promesa: la muerte no es el final, ni la de Jesús, ni la nuestra. En el episodio de Lázaro encontramos el tema del amor y de la amistad de Jesús por Lázaro y una visión del hombre con una respuesta: ¿a dónde lleva la muerte?
3Las hermanas le mandaron recado a Jesús diciendo: “Señor, al que tú amas está enfermo”. 4Jesús, al oírlo, dijo: “Esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”. 5Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6Cuando se enteró de que estaba enfermo se quedó todavía dos días donde estaba. 7Solo entonces dijo a sus discípulos: “Vamos otra vez a Judea”.
17Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. 20Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. 21Y dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. 22Pero aun ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá”. 23Jesús dijo: “Tu hermano resucitará”. 24Marta respondió: “Sé que resucitará en el último día”. 25Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida; quien cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; 26y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?”. 27Ella le contestó: “Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. 33Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió en su espíritu, se estremeció 34y preguntó: “¿Dónde lo habéis enterrado?”. Le contestaron: “Señor, ven a verlo”. 35Jesus se echó a llorar. 36Los judíos comentaban: “¡Cómo lo quería!”. 37Pero algunos dijeron: “Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podría haber impedido que este muriera?”.
38Jesús, conmovido de nuevo en su interior, llegó a la tumba. Era una cavidad cubierta con una losa. 39Dijo Jesús: “Quitad la losa”. Marta, la hermana del muerto, le dijo: “Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días”. 40Jesus replicó: “¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?”. 41Entonces quitaron la losa. Jesús levantando los ojos a lo alto, dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado; 42yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado”. 43Y, dicho esto, gritó con voz potente: “Lázaro, sal afuera”. 44El muerto salió, los pies y las manos atadas con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “Desatadlo y dejadlo andar”.
45Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
El pasaje de la resurrección de Lázaro, preparando directamente los eventos pascuales, explicita uno de los aspectos fundamentales de la cristología de Juan. En el relato se pasa, en un lento crescendo, de la narración de la enfermedad (vv.1-6), a la de la muerte y sepultura (vv.7-37), hasta el evento de la resurrección. Entre líneas se trasparenta la humanidad tiernísima de Jesús, que prorrumpe en lágrimas y sollozos (vv.33.35), la confianza de la amistad (vv.21-24.32.39s), pero también el misterio de la filiación divina (vv.4-6.14-15.41s.).
Alrededor del protagonista de la escena que es Jesús, se mueven varios personajes: los discípulos, Marta y María, los judíos. Los discípulos tiene un papel secundario: introducen una breve catequesis sobre el sentido cristiano de la muerte. Los judíos son una figura de contorno y opositores de Jesús, pero formulan una pregunta inquietante. “Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podría haber impedido que este muriera?”. María expresa los afectos humanos del drama: su llanto y la turbación y el llanto de Jesús. Marta es figura de primer plano. Ella pronuncia su ‘credo’ sobre Jesús: “Sí, Señor,... tú eres el Cristo, (El Mesías esperado por el judaísmo)el Hijo de Dios (título cristológico helenístico), El que tenía que venir (título escatológico). Jesús le comunica a ella el punto más revelador: “Yo soy la resurrección y la vida” (11,25).
En el texto se desarrollan dos diálogos; uno entre Jesús y sus discípulos (vv.7-16); el otro entre Jesús y las hermanas (vv. 17-37). En el primer diálogo Jesús ama a Lázaro, pero no corre a curarlo. El segundo diálogo desarrolla la fe de Marta y María, pero no es aún fe cristiana. Jesús, aun amando a Lázaro, parece abandonar a su amigo a su destino; parece que pretende que el fruto de la muerte se consume: “Esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”. (11,4). Jesús con estas palabras sitúa el acontecimiento terreno, en el plano de una intención de Dios; la dirección del evento no es hacia la muerte, sino hacia la esperanza. La enfermedad de Lázaro es el lugar de revelación: la victoria de la vida sobre la muerte. A la promesa de Jesús: “tu hermano resucitará”, Marta responde con una esperanza judía: “Sé que resucitará en el último día”. Y Jesús responde con una revelación de esperanza cristiana. Yo soy la resurrección y la vida; quien cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; (11,25-26). La persona de Jesús es la única salvación y a la fe en él se la da una gran importancia, como condición única e irrenunciable.
En el texto está sobreentendido un contexto entre la vida del hombre sin Cristo y la vida en Cristo. Punto de partida es la vida terrena (sin Cristo), cuyo destino natural es la caducidad. Pero a esta vida marcada por la caducidad se le abre, en la fe en Cristo, una nueva posibilidad; en la fe la frontera de la muerte puede ser superada: “aunque haya muerto vivirá”. En la fe, la vida presente tiene en sí una fuerza nueva: “no morirá para siempre”. El fuerte grito con que Jesús llama a Lázaro (v. 43) tiene la fuerza de la llamada a la vida del primer Adán (cf. Gen 2,7) y al mismo tiempo el dramatismo de la emisión del espíritu por parte del nuevo Adán en la cruz (cf. Lc 23,46). En Betania (= “la casa de la aflicción”) Dios interviene y ayuda. ¿Cómo? Dándose misericordiosamente a sí mismo, y su vida que es la medicina de la inmortalidad.
La meditatio: Qué me dice a mí la Palabra
Jesús llora demostrando, de este modo, que ama a Lázaro profundamente: “¡Cómo lo quería!”, exclaman algunos de los presentes. Pero otros, irónicamente“Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podría haber impedido que este muriera?”. (11,37). Es el misterio de la existencia del hombre, amado de Dios, y sin embargo, abandonado a la muerte. Un misterio que en la Cruz se refleja y se resuelve: la muerte, al igual que la Cruz, no es el signo del abandono de Dios. “Para el salesiano la muerte, iluminada por la esperanza de entrar en el gozo de su Señor” (C. art. 54).
2. El amor de Jesús por sus amigos. Jesús va a ver Lázaro impulsado por el amor por el amigo y por cada uno de los hombres. El motivo de su peregrinar es el amor generoso y fiel hacia todos. Él es aquel que camaina en la luz, es decir, en la realidad de Dios, porque ama a los hermanos. “Quien ama a su hermano, permanece en la luz y no tropieza” (1Jn 2,10). El amor es el criterio que demuestra si se pertenece a Dios. Solo quien ama está abierto a Dios y a los hermanos, y en la vida puede ver, distinguir y penetrar lo esencial sin dejarse atrapar por lo efímero.
En Jesús vence el amor, precisamente por no salvarse a sí mismo, sino por morir por nosotros. En efecto, el amor, para vencer, debe saber perder: esta es la ley fundamental del cristiano. No podemos conseguir algo bueno para nuestros jóvenes sin perdernos a nosotros mismos, en el amor. Al salesiano que ama nunca se le impedirá que continúe creyendo en el amor. Jesús es el icono del amor salesiano a los jóvenes. Pero el Jesús del evangelio nos pide una opción renovada. “una opción hecha de verdad, de humanidad, de servicio”, como la suya en favor de su amigo Lázaro, “que nos ayude a descubrir a Dios, mediante una intensa experiencia de Dios en Él y a descubrir al hombre a través de la caridad y la misericordia con los hermanos y los jóvenes” (P. Chávez).
La oratio: qué digo al Señor con la Palabra
Señor Jesús, sé nuestro amigo; sabemos que tú nos quieres porque también con nosotros te comportas con frecuencia, como con tus amigos de Betania. ¡Cuántas veces, en cuántas circunstancias de la vida salesiana nosotros te llamamos, y tú no vienes inmediatamente! Tus retrasos nos plantean dificultades. Tus retrasos nos dejan morir.
Pero tú sabes por qué. Tú sabes lo que más conviene a tus amigos. Tú sabes lo que más conviene a los que amas. Todo lo dispones para hacernos creer, para llevarnos a una fe más madura y a una esperanza inquebrantable; para que, como Don Bosco, esperemos contra toda esperanza. Es mejor tu llanto con nosotros, que nuestro vivir tranquilo. Es mejor morir para resucitar después a tu grito que nos llama. Señor Jesús, aun cuando, por nuestra miseria, estuviésemos como muertos y en descomposición, no permitas que dejemos de creer que tú todo lo puedes, porque lo quieres por tu amor y tu obediencia al Padre.
El Padre siempre te escucha porque se complace en ti. Tú eres la vida y compartes con nosotros nuestro morir cotidiano; tú siempre nos harás salir del sepulcro, de todos los sepulcros en los que también nuestros jóvenes caen por la debilidad de nuestra fe y de la suya. Amén.
Giorgio Zevini