Beatificado el 15-5-83,
Canonizzado el 1-10-2000
Celebración litúrgica el 25 de febrero
Calixto Caravario: una vida toda limpia desde el alba al ocaso, toda dirigida hacia el ideal de un sacerdocio santo y coronado por el martirio a la edad de veintiséis años y nueve meses. Calixto Carava- rio nació en Cuorgné en el Canavese, el 8 de junio de 1903, de fa- milia obrera, que se trasladó a Turín cuando Calixto tenía apenas cinco años. Desde la más tierna edad, Calixto fue atraído por el ideal del sacerdocio, que maduró después en el ambiente Salesiano de Turín: el Oratorio de San José, la escuela elemental del colegio San Juan Evangelista y el bachillerato del Oratorio de Valdocco. El 19 de septiembre de 1919 emitió los votos religiosos en la Congregación de Don Bosco. Completó después los estudios clásicos en Valsalice, Turín, que custodiaba la tumba del fundador (1919-1923).
En 1922 conoció a monseñor Versiglia, de paso por Turín, a quien dijo: «Le seguiré a China». En octubre de 1924, en efecto, a la edad de 21 años, el clérigo Caravario partió de misionero a China. Duran- te tres años estuvo en Shangai (1924-1927) y dos en la isla de Timor (1927-1929) como asistente y catequista de los muchachos huérfanos o abandonados. Mientras tanto estudiaba teología. En el cuatrienio de estudios teológicos (1825-1829) el ideal del sacerdocio llenó toda su alma. Las 82 cartas, escritas en este período a su madre, rebosan de este anhelo: ser sacerdote, sacerdote santo para conducir almas a Dios; en ella puede descubrirse todo su amor a Dios, por el que estaba dispuesto a cualquier cosa, incluso al sacrificio supremo de la vida: «¡Ahora tu Calixto, ya no es tuyo, debe ser totalmente del Señor, completamente dedicado a su servicio! […] ¿Será breve o largo mi sacerdocio? No lo sé. Lo que importa es que yo haga el bien y que al presentarme ante el Señor, pueda decir que he hecho fruc- tificar, con su ayuda, las gracias que él me ha concedido». En el período de Timor, a la sed de santidad añade el deseo ardiente de sacrificar la vida por la salvación de las almas y el presentimiento del martirio. Se presentará al Señor con sus frutos ya al año siguiente, con 8 meses de sacerdocio.
El 18 de mayo de 1929 Calixto fue consagrado sacerdote en Shiu- Chow (Cantón) por monseñor Luis Versiglia. Inmediatamente fue destinado a la estación misionera de Lin-Chow, donde suscitó la admiración de los hermanos Salesianos y de los fieles cristianos por sus virtudes sacerdotales y su celo apostólico. A los siete meses de trabajo misionero en Lin-Chow (julio de 1929-enero de 1939), don Caravario bajó a Shiu-Chow, centro del vicariato, para acompañar a monseñor Versiglia, que debía ir en visita pastoral a Lin-Chow. El obispo Luis Versiglia y don Calixto Caravario salieron en tren el 24 de febrero junto con dos alumnos del Instituto Don Bosco, que vol- vían a su casa a pasar las vacaciones, dos hermanas suyas y una catequista profesora. La situación política y social era turbulenta por las continuas guerrillas que asolaban los territorios del Sur de China: hacía un tiempo que el obispo esperaba tiempos mejores para hacer la visita pastoral a los cristianos de Lin-Chow, pero al final, partió igualmente porque «si esperamos a que los caminos sean seguros no partiremos nunca… No, no. ¡Ay si nos dejamos dominar por el mie- do! ¡Que sea lo que Dios quiera!». El día 25 prosiguen el viaje en barca por el río Pak-kong. Una breve parada en Ling-Kong How. A mediodía navegan nuevamente por el río, en dirección a Li Thau Tzeui. Estaban rezando el Ángelus cuando de improviso en la orilla se oye un grito salvaje. Una decena de hombres, apuntando con los fusiles, intiman a la barca que atraque en la orilla. El barquero se ve obligado a obedecer.
«¿Con que protección viajáis?», les preguntan; el barquero: «Con la de nadie, nadie ha exigido nunca impuesto a los misioneros». Dos hombres suben a la barca y descubren, bajo la sombrilla de protec- ción, a las tres mujeres, que pretenden llevarse, pero monseñor Luis y don Calixto las defienden, haciendo de barrera. Los criminales, gritando, descargan con violencia la culata de sus fusiles sobre sus cuerpos, que caen por tierra. El obispo tiene aún fuerza para exhor- tar a María Thong: «Aumenta tu fe», mientras don Calixto murmura:
«¡Jesús… María!». Los misioneros son atados y arrastrados a un bos- que. Un bandido dice: «Hay que destruir a la Iglesia católica». Mon- señor Luigi y don Calixto, comprenden que ha llegado el momento de testimoniar con la vida la fe en Cristo. Se mantienen serenos. Se ponen a rezar en alta voz, de rodillas y mirando al cielo. Cinco dis- paros de fusil interrumpen su alabanza estática. Las mujeres, lloran- do, tienen que seguir a sus agresores, mientras los muchachos fueron obligados a marcharse sin mirar hacia atrás. Los despojos de los mártires fueron recogidos y sepultados en Shiu-Chow, después pro- fanados y dispersos. El papa Pablo VI en 1976 declaró mártires a monseñor Versiglia y a don Calixto Caravario. Juan Pablo II, el 15 de mayo de 1983, los beatificó, y el 1 de octubre de 2000 los proclamó santos, junto a otros 120 mártires chinos.