Inauguración de la Investigación Diocesana: 31-1-2018
Clausura de la Investigación Diocesana: 31-1-2020
Rodolfo Lunkenbein nació el 1 de abril de 1939 en Döringstadt, Alemania. La lectura de las publicaciones salesianas despertó en él el deseo de ser misionero. Fue enviado a Brasil y realizó el tirocinio en la misión Meruri, donde permaneció hasta 1965. Fue ordenado sacerdote el 29 de junio de 1969 en Alemania, eligiendo como lema: "He venido a servir y dar su vida”. Regresó a Meruri, donde fue recibido por los bororo quienes le dieron el nombre de "Koge Ekureu" (Pez dorado). Participó en 1972 en la fundación del Consejo Indígena Misionero (CIMI) y luchó por la defensa de las reservas indígenas. El 15 de julio de 1976 murió en el patio de la misión salesiana.
Simão Bororo Meruri nació el 27 de octubre 1937 y fue bautizado el 7 de noviembre. Fue miembro del grupo de Bororos que acompañó a los misioneros salesianos en la primera residencia misionera entre los Xavantes, en la misión de Santa Teresa, (1957-1958), participó en la construcción de las primeras casas de ladrillo para las familias Bororo de Meruri (1962-64), convirtiéndose en un experto albañil y dedicando su vida a esta profesión. Fue herido de muerte en un intento de defender la vida del P. Lunkenbein el 15 de julio de 1976. Antes de su muerte, perdonó a sus asesinos.
El lema sacerdotal que el P. Lunkenbein había escogido para su Ordenación Sacerdotal fue: “Vine a servir y dar vida”. En su última visita a Alemania en 1974, su madre le rogó que tuviera cuidado, porque le habían informados de los riesgos que corría su hijo. Él le dijo: “Mamá, ¿por qué estás preocupada? No hay nada más hermoso que morir por la causa de Dios. Este sería mi sueño”.
Con el sacrificio del P. Lunkenbein y de Simão Bororo, se testimonia que hay entre nosotros hombres que viven con radicalidad el Evangelio y que son más fuertes que el mal, más fuertes que aquellos que ganan dinero sobre las espaldas de la gente desesperada y pobre, que aplasta a los demás con la arrogancia y la prepotencia... Los mártires no viven para ellos mismos, no luchan para afirmar sus propios ideales. Aceptan si es el caso, morir solo por la fidelidad al Evangelio. Uno se sorprende por la fortaleza que han tenido tanto el P. Lunkenbein como Simão Bororo y el modo como han asumido la prueba. Esta fortaleza es un signo esperanza que los animaba: la esperanza segura de que nada ni nadie puede separarnos del amor de Dios que nos Jesucristo.
Dios de la vida y del amor, en unión con todos los mártires de la Iglesia,
te alabamos y te damos gracias por la fuerza que has puesto en sus corazones
para donar la vida derramando su sangre como tu Hijo Jesús, testimonio fiel.
El dijo a sus discípulos:
“No existe amor más grande que dar la vida por los amigos” (Jn 15,13).
Glorifica con la corona del martirio
a tus siervos padre Rodolfo Lunkenbein y Simón Bororo.
Ellos han dado la vida como prueba de un amor más grande
y siguiendo a Jesús radicalmente, han permanecido fieles hasta el fin!
Infunde también sobre nosotros tu Espíritu Santo,
para que bajo su ejemplo podamos recorrer la vía del bien y de la justicia. Concédenos, por su intercesión, la gracia que te pedimos. Amén!
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