XXII
Capítulo General
de la Sociedad de san Francisco de Sales Roma, 14 de enero -
12 de mayo de 1984
DOCUMENTOS
Orientaciones operativas
Discurso del Rector Mayor
Mensajes y testimonios
Un poco de crónica
DISCURSO DEL RECTOR MAYOR en la clausura del Capítulo
General (12 de mayo de 1984)
SUMARIO
Página 1. El XXII Capítulo General 75
2. Una etapa nueva _ 76
3. Mayor profundidad espiritual _ 78
4. El nuevo texto de la regla de vida 79
5. Signados y sostenidos por la potencia del Espíritu Santo 80
5.1 El sentido teologal de misión 80
5.2 El significado conciliar de consagración religiosa 81
6. Cuatro tareas para nuestra dimensión contem plativa 85
6.1 La oración 86
6.2 La Eucaristía 86
6.3 La Penitencia 86
6.4 El discernimiento 87
7. Calificación pastoral de nuestra acción . . . . 87
7.1 Misioneros de los jóvenes 89
a. El sistema preventivo 89
h. Espiritualidad juvenil 91
e. Presencia entre los pobres 92
7.2 Comunicadores populares 93
7.3 Colaboradores en las Iglesias particulares 96
a. Aportación del carisma salesiano - - . 96
b. Orientación vocacional y trabajo por las vocaciones 98
8. Originalidad de la figura del salesiano . . . . 99
8.1 El salesiano, miembro de una comunidad de clérigos y laicos
101
8.2 El elemento laical incide en la forma de toda la comunidad 103
8.3 A todo salesiano le beneficia el servicio del guía sacerdotal
. . . . 105
9. Urgencia de la formación los 10. Renovada devoción
mariana 109
11. Conclusión: Nuestro camino evangélico - , , 111
Queridos hermanos capitulares:
También el XXII Capítulo General tiene ya un rostro definido.
Dentro de unos instantes vamos a clausurar nuestras sesiones capitulares
con una celebración eucarística que sintetice litúrgicamente
todas nuestras tareas, sea expresión de nuestro más vivo
agradecimiento al Padre y nos envíe a recorrer el mundo con gozo
y esperanza.
1. El XXII Capítulo General
58
Todos nos hemos dedicado con seriedad al cometido que se nos había
asignado. Unos lo han hecho con más sacrificio que otros; pero
todos hemos dado nuestra aportación, aunque no hayamos estado
sin defectos. Por lo que a causa de nuestros límites no haya
resultado a la altura de la obra, pediremos perdón al Señor
y a la Congregación.
Alabaremos a Dios por los abundantes dones recibidos; agradeceremos
a María Auxiliadora, a Don Bosco y a nuestros Patronos la eficacia
de su intercesión; manifestaremos nuestra gratitud a los predecesores
que nos han trasmitido el patrimonio espiritual del Fundador; recordaremos
a los miembros de los dos últimos capítulos generales
y sus cualificadas aportaciones de renovación. En particular
tendremos presentes a nuestro regulador: incansable, previsor, sabio
e impertérrito; a los stajanovistas de la comisión de
redacción del texto, a los infatigables y atentos secretarios,
moderadores, presidentes, ponentes, al silencioso y siempre puntual
encargado de las instalaciones de esta sala, a todos los colaboradores
y, de un modo especial, a las Hermanas y a sus muchachas
No somos los únicos ni los principales protagonistas del texto
renovado de las Constituciones y Reglamentos: somos los herederos de
Don Bosco y de un tesoro de experiencia vivida por generaciones de testigos.
La revisión es fruto de participación activa de toda la
Congregación, desde el Vaticano 11 hasta hoy. A nosotros, los
capitulares, nos ha correspondido la delicadísima etapa de la
cosecha final.
El esfuerzo hecho no está todavía autenticado por la competente
autoridad de la Santa Sede, cuya aprobación esperamos, pues nuestra
vocación salesiana es un don del Señor a su Iglesia, la
cual, después de adecuado discernimiento, lo reconoció
en el tiempo de Don Bosco como uno de sus carismas, y todavía
ahora lo cuida y guía en fidelidad, según las líneas
maestras de fundación. La autenticación eclesial del largo
trabajo llevado finalmente a término por el XXII Capítulo
General será como el toque final para el camino posterior.
2. Una etapa nueva
59
Podemos decir que ya tenemos un metro seguro y actual para nuestra identidad
vocacional, Es un regalo para nuestro futuro.
Todos los hermanos tendrán pronto en la mano este documento autorizado
que ayuda a medir la verdad y la actualidad de nuestra opción
evangélica de vida y de nuestra misión específica
en la historia. He ahí, renovado hoy, el carnet de identidad
de los Salesianos de Don Bosco en el Pueblo de Dios.
Con la clausura del XXII Capítulo General comienza para la Congregación
una etapa nueva. Las fuerzas más vivas y significativas se dirigirán,
de ahora en adelante, no tanto a eventuales hipótesis de búsqueda
ad intra, cuanto a una más concreta autenticidad de vida práctica
y a una mayor y más incisiva creatividad pastoral. Las energías
de creatividad serán puestas en la órbita de nuestro
espíritu y de nuestra misión.
Comenzando desde esta perspectiva, me propongo sugerir, en esta intervención
final, algunas reflexiones de orientación. No son comentario
de las Constituciones y los Reglamentos, sino indicación de algunas
prioridades para la vida. Las he meditado a partir del texto renovado
de nuestra regla de vida, del mensaje inicial del Papa, de su discurso
a nuestro Capítulo y de sus más recientes directrices
a los religiosos, de nuestros debates en esta aula y de mi informe sobre
el estado de la Congregación.
Para nosotros es una circunstancia particularmente providencial el que
tales indicaciones tengan un nexo estimulante con las conmemoraciones
de 1988, a las que nos preparamos: una llamada centenaria para toda
nuestra familia. Estamos invitados a conmemorar con fidelidad dinámica,
a volver profundamente a los orígenes para lanzarnos adelante:
Nuestro año 2000 comienza en el siglo anterior, para seguir hacia
otros siglos...
En nuestros orígenes encontramos una vitalidad permanente, brotada
del Espíritu del Señor, a fin de que sea trasmitida, vivida,
custodiada, profundizada y constantemente desarrollada en sintonía
con el Cuerpo de Cristo en perenne crecimiento (MR 11).
Nos lo recordaba también el Santo Padre en la audiencia que nos
concedió: Mirad a Don Bósco; leed sus escritos; escuchad
su enseñanza; rezadle; no os desalentéis
nunca; que nadie se deje vencer por la tentación de que
es inútil todo esfuerzo frente a la sociedad secularizada (cfr.
L'Osservatore Romano, miércoles 4 de abril de 1984).
Os indico, pues, algunas prioridades que, a mi entender, habría
que tener muy en cuenta en la nueva etapa que comenzamos.
3. Mayor profundidad espiritual
60
En mi informe sobre el estado de la Congregación se vio como
peligro principal -freno de nuestro testimonio evangélico y de
nuestras iniciativas apostólicas- la superficialidad espiritual.
Esta constituye una especie de anemia debilitante muy peligrosa que,
si no se cura, podría agravarse. No cabe duda que entre nosotros
es urgente una mayor profundidad espiritual.
El nuevo texto de las Constituciones y los Reglamentos, ante todo, debe
asegurar a la conciencia salesiana cómo tiene que seguir a Cristo.
Lo queremos seguir con generosidad radical. Nuestra opción fundamental
es ésta. En ella deben fundarse nuestras opciones posteriores.
La coincidencia del trabajo capitular con las celebraciones del año
santo extraordinario, quincuagésimo de la canonización
de Don Bosco, nos ha ayudado a destacar en Cristo el misterio de la
Redención. Ya Pío XI, en 1934, había indicado el
nexo íntimo del da mihi ánimas con la misión redentora
del Señor. El papa Juan Pablo Il, en la exhortación Redemptionis
dónum, ha recordado que la opción de la vida religiosa
es por sí misma una especial radicación en Cristo para
participar con intensidad peculiar en la economía de la Redención
(RD 6, 7, 10).
En mi breve saludo al Papa durante la cordial audiencia que nos concedió,
pude afirmar que nuestro Fundador fue uno de los más operosos
contemplativos de la Redención. He ahí el aspecto fundamental
del espíritu de Valdocco, concentrado en aquel tipo de caridad
pastoral que nos estimula a ser geniales colaboradores en la inmensa
y compleja actividad redentora. Nosotros, siguiendo a Cristo Redentor,
contemplamos todo el misterio de Dios desde este enfoque de uno y trino
Amor que salva.
4. El nuevo texto de la regla de vida
61
Las Constituciones y los Reglamentos renovados ponen particularmente
de relieve nuestro seguimiento de Cristo Salvador.
No es posible presentar ahora todos sus elementos, ni siquiera los más
significativos. Me parece oportuno• destacar sólo algún
aspecto, muy sintéticamente, con objeto de reafirmar la importancia
de algunos cambios hechos en el texto de las Constituciones.
El cambio más claro, que salta a la vista inmediatamente en una
primera lectura, es el comienzo y la conclusión de las Constituciones.
El proemio presenta a Don Fosco acompañándonos a todas
las partes mediante el tesoro de la Regla.
El último artículo afirma que nuestra regla viviente es
Jesucristo, el Salvador anunciado en el Evangelio, que hoy vive en la
Iglesia y en el mundo... (Las Constituciones) son para nosotros, discípulos
del Señor, un camino que conduce al Amor.
La primera parte ofrece con nitidez la originalidad y el significado
global de nuestra vida evangélica en el seguimiento de Cristo;
presenta la fisonomía eclesial de nuestra Sociedad, los rasgos
más característicos de nuestro espíritu y la descripción
del don total de sí que hace cada socio. Somos continuadores
del amor de Cristo Salvador a los pequeños y pobres, es decir,
nos hemos ofrecido libremente y de forma total a Dios sumamente amado
para sentirnos misioneros, sobre todo de los jóvenes. No vivimos
retirados en el desierto, sino que recorremos los caminos de los hombres,
sensibles y solidarios con la historia del mundo.
Es un proyecto sublime. ¿No resultará, de hecho, una utopía,
algo impracticable?
Es justo reconocer que el proyecto es, en sí mismo, superior
a nuestra capacidad y a nuestras inclinaciones. Si además se
lo confronta con la mentalidad, las propuestas y los halagos del ambiente
secularizado circundante, nuestro proyecto puede parecer anticuado,
herencia de una época precientífica.
Sin embargo, nosotros creemos que es realmente posible, sancionado ya
por la historia. Nació y vive acompañado de la iniciativa
y presencia del Espíritu Santo.
He ahí el punto donde centrar nuestra mayor profundidad espiritual,
puesta en mayor evidencia por el nuevo texto.
5. Signados y sostenidos
por la potencia del Espíritu Santo
62
En la nueva primera parte de las Constituciones se afirma el valor teológico
y unitario de los dos conceptos de misión y de consagración,
centrales en nuestro proyecto de vida. Lo dicen con claridad los artículos
2 y 3: Nuestro proyecto apostólico se realiza en una forma específica
de vida religiosa (Const. 2); nuestra vida religiosa es una gracia del
Padre, que nos consagra y capacita para unir plenamente la misión
apostólica, la comunidad fraterna y la práctica de los
consejos evangélicos (Const. 3).
5.1 ANTE TODO, EL SENTIDO TEOLOGAL DE LA MISION
Somos signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes. No
se tratra simplemente de una intervención o acción cualquiera
en el sector de los pequeños y pobres, sino una acción
informada de espíritu religioso, como quehacer de caridad que
nos ha confiado la Iglesia y que nosotros realizamos en su nombre (PC
8). En este sentido nuestra acción, incluso la que de por sí
pertenece al orden temporal, entra -he ahí la gran originalidad-
en la naturaleza misma de nuestra vida consagrada, porque está
revestida de la misión eclesial, de una dimensión comunitaria
y de un peculiar testimonio evangélico: tres elementos entre
sí inseparables. El Concilio afirmó que para un Instituto
dedicado a las obras de apostolado toda la vida religiosa de sus rniernbros
debe estar imbuida de espíritu apostólico, y toda la acción
apostólica, informada de espíritu religioso (PC 8).
Así se comprende por qué nos consideramos situados en
el corazón de la Iglesia (Const. 6) y por qué participamos
en su originalísima misión. La acción salesiana
nos inserta plenamente en la economía de la Redención.
La función histórica de la Iglesia es única para
todos los miembros del Pueblo de Dios, está vitalmente radicada
en las dos misiones trinitarias del Hijo y del Espíritu Santo.
Nunca puede consistir sólo en una actividad de vida exterior,
pues el trabajo apostólico no se puede reducir en absoluto a
la simple, aunque válida, promoción humana (MR 15).
La misión salesiana es, por lo tanto, una realidad totalmente
imbuida del misterio de la redención; no se puede separar de
él, y sin él pierde cota.
5.2 SIGNIFICADO CONCILIAR
DEL CONCEPTO DE CONSAGRACION
63
Nos recuerda que ésta no se identifica, de forma más bien
reductiva, con la emisión de los votos, ni con el acto de ofrecimiento,
aunque generoso, de nuestra libertad personal. La consagración
es, en primer lugar, una acción característica de Dios.
Es Él quien reviste nuestra filiación bautismal de una
fisonomía específica.
La intervención divina en el acto de la profesión hace
que nuestra vida se convierta en vida consagrada, es decir, signada
por el Espíritu del Señor y acompañada siempre
por É1, fuente permanente de gracia -como dice el artículo
25 de las Constituciones- y apoyo en el esfuerzo diario de crecer en
el amor a Dios y a los hombres.
Conviene recordar que esta doctrina del texto es conciliar, y no teoría
de una escuela. En el Vaticano II se distinguió cuidadosamente
entre el verbo consecrare y el verbo devovére (sese devovére,
se donare, se obligare, totáliter mancipara: LG 44; PC 5, 11;
AG 18).
Permitidme un recuerdo de aquellos lejanos trabajos conciliares. La
Lumen géntium fue aprobada, como sabéis, el 21 de noviembre
de 1964. En el capítulo de los religiosos, el esquema de trabajo
presentado en 1963 no hacía ninguna alusión a la novedad
de consagración propia de la vida religiosa. Ello provocó
la reacción de varios padres conciliares. Como resultado de las
observaciones hechas se preparó otra redacción, en la
que se incluía la célebre frase del actual número
44: Et divino obsequio intímius consecrátur, que algunos
-como ha sucedido después en no pocas traducciones- interpretaban
erróneamente en el sentido de un acto del mismo religioso que
se consagra. A causa de tal ambigüedad, inmediatamente llegaron
peticiones de aclaración. Como respuesta a las observaciones
recibidas, la comisión teológica del Concilio especificó
con absoluta claridad que se trataba de una acción consagrante
de Dios. Esta respuesta oficial, escrita en el volumen -entregado a
cada padre y perito que contenía la relación de los "modos",
dice exactamente: «Textus no vus est: "per éadem vincula
divino obsequio intímius consecrátur" .sub forma
passiva, subintelligendo: "a Deo"» (Schema constitutionís
dogmáticae de Ecclesia -Modi V- caput VI, De Religiosis, pág.
7, Resp. ad 24). Así pues, su traducción correcta es:
Consagrado por Dios.
El texto, después de esta aclaración, obtuvo el pleno
asenso de la asamblea.
Tal puntualización influyó posteriormente en la redacción
del Ordo professionis religiosae, hecho para cumplir la decisión
conciliar del núm. 80 de la constitución Sacrosánctum
Concílium sobre la liturgia.
Aquí nos encontramos ante un cambio importante de centro de interés,
que ha llevado la atención no sólo sobre el estado de
perfección, sino sobre la vida consagrada de los religiosos en
la Iglesia, como portadores de un aspecto específico de su sacramentalidad
global.
La Iglesia, en efecto, es toda ella de naturaleza sacramental, porque
en ella el Espíritu Santo trasfigura y eleva determinados elementos
visibles y humanos a signos portadores de la gracia de Cristo.
Todo aspecto sacramental supone el papel necesario de una intervención
del Espíritu Santo, que la liturgia suele expresar en una epíclesis.
Pues bien, la vida religiosa tiene, en la Iglesia, una dimensión
sacramental propia (MR 10), porque está fundada en una intervención
especial del Espíritu Santo. El padre Congar, en su reciente
obra de tres volúmenes Creo en el Espíritu Santo, dice
expresamente: La profesión religiosa es una consagración.
Se comprende por qué los antiguos la pusieron entre los sacramentos
en una época en que esta categoría no estaba definida
de un modo tan preciso como hoy (CONGAR. "Credo nello Spirito Santo",
vol 3, pág, 280, ed. Queriniana).
64
El Santo Padre ha hablado últimamente de novedad de consagración,
arraigada en el bautismo, que determina el puesto de los religiosos
en la amplia comunidad de la Iglesia, del Pueblo de Dios. Al mismo tiempo
tal consagración introduce en la misión universal de este
Pueblo un especial acopio de energía espiritual y sobre
natural, una forma concreta de vida, de testimonio y de apostolado con
fidelidad a la misión de (cada) Instituto, a su identidad y a
su patrimonio espiritual (RD 7).
He querido recordar todo esto para hacer resaltar la importancia de
los actuales artículos 2, 3, 25 y 195, que nos dicen que hay
una peculiar iniciativa de Dios en nuestro proyecto de vida, apoyada
en la potente y espiritual unción del Espíritu Santo.
Es Él quien hace posible nuestra opción evangélica
y nos garantiza un suplemento de fuerza para crecer cada día
en ella.
65
El mencionado cambio en el texto de las Constituciones nos ofrece, pues,
una visión de la vida religiosa centrada en la potencia santificadora
del Espíritu Santo. La novedad de misión y la novedad
de consagración, que nos ayuda a asimilar y vivir la índole
propia de nuestro Instituto, es de origen preumatológico: hace
de todo el proyecto de Don Bosco una vida en el Espíritu Santo.
El nuevo Ordo professionis religiosae, después de que los candidatos
han pronunciado la fórmula de la profesión perpetua, pone
una bendición solemne o consagración por parte de la Iglesia.
El celebrante, con los brazos extendidos delante del pecho, invoca sobre
los neoprofesos la venida del Espíritu Santo: Te lo pedimos,
Padre, humildemente: manda tu Espíritu sobre estos hijos tuyos,
que con fe se han adherido a la Palabra de Cristo; afianza su propósito
y haz que inspiren toda su vida en el Evangelio.
Es una epíclesis eficaz, que asegura la presencia de un suplemento
cotidiano de potencia del Espíritu. De su presencia activa sacamos
la energía para nuestra fidelidad y el apoyo de nuestra esperanza
(Const. 1). Es él quien nos impregna de la gracia de unidad por
la que vivimos el proyecto de las Constituciones en un único
movimiento de caridad hacia Dios y hacia el prójimo (Const. 3).
El Espíritu, don del Padre y del Hijo, nos ayuda a convertirnos
también nosotros en don total, haciendo del ofrecimiento de nosotros
mismos y de nuestras cualidades de modo salesiano de existir: es decir,
vivir una vida carismática en su sentido teologal.
6. Cuatro tareas para nuestra "dimensión contemplativa"
66
Semejante visión de nuestra vida consagrada encuentra también
en el texto de las Constituciones indicaciones prácticas para
superar la superficialidad espiritual, a la que con frecuencia se ha
aludido en el aula.
El capítulo 19 del informe sobre el estado de la Congregación,
en la parte dedicada a nuestra dimensión contemplativa (núms.
282-289), había indicado algunos temas vitales para una programación
de mayor profundidad espiritual. Los vuelvo a presentar aquí.
Son cuatro temas muy concretos, que encuentran correspondencia exacta
en el nuevo texto de la Regla y sumergen a cada hermano y a cada comunidad
en el misterio vivo de la redención, presente u operante hoy.
El cuidado atento y asiduo de estos elementos afecta a la vitalidad
interior de la Congregación, a su raíz más profunda.
Si el proceso de renovación no incide, sobre todo, en nuestra
interioridad, si la actividad apostólica y nuestro quehacer por
la promoción no son expresión de interioridad, carecemos
de futuro: el Señor no podrá bendecirnos con las vocaciones
que deberían llegar a la Congregación precisamente para
crecer radicalmente en la fe, en la esperanza y en la caridad (RRM,
pág. 217; trad. castellana, pág. 20): es decir, para vivir
el Evangelio corno Don Bosco.
Los cuatro temas que hemos de poner por encima de 67 todo son: La oración,
la Eucaristía, la Penitencia y el discernimiento. Los encontramos
sustancialmente agrupados en un capítulo de las Constituciones,
puesto como síntesis, vértice y alma de toda nuestra vida:
Constituciones, cap. VII.
6.1 LA ORACIÓN
Nos es presentada como interioridad de escucha y de respuesta (Const.
85, 87). El texto nos advierte que sólo podremos formar comunidades
que rezan, si somos personalmente hombres de oración. Cada uno
de nosotros necesita expresar en lo íntimo su modo personal de
ser hijo de Dios, demostrarle su gratitud, confiarle sus deseos y sus
preocupaciones apostólicas (Const. 93).
6.2 LA EUCARISTIA
Es el misterio vivo de la Redención, cumbre y fuente de interioridad.
El texto confirma que es el acto central de cada día para toda
comisnidad salesiana Const. 88). Es participación cotidiana en
el acto de amor más grande de la historia; es presencia del Amigo
y frecuencia de encuentros con El. Es el gran punto de referencia de
nuestra autenticidad pastoral. La capilla de la comunidad, la concelebración,
la dignidad litúrgica según la sagrada pedagogía
de los signos queridos por la Iglesia, el cuidado del decoro, la adoración,
son una llamada cotidiana a superar toda superficialidad.
6.3 LA PENITENCIA
Es un camino imprescindible en el que la contestación evangélica
se dirige, sobre todo, a nosotros mismos. Urge volver a descubrir los
grandes valores del miste
rio de la reconciliación puestos en evidencia por el último
Sínodo de los Obispos. El texto de las Constituciones nos estimula
a desandar la pendiente de cierta relajación en este punto: La
Palabra de Dios nos llama a una conversión continua. Conscientes
de nuestra fragilidad, respondemos con la vigilancia y el arrepentimiento
sincero, la corrección fraterna, el perdón recíproco
y la aceptación serena de la cruz de cada día (Consi.
90).
6.4 EL DISCERNIMIFNTO
Es capacidad de sabiduría espiritual para juzgar los acontecimientos,
los signos de los tiempos, las situaciones y los cambios, comprender
a las personas e intuir la autenticidad de los espíritus. Es
fruto de interioridad, de adhesión al magisterio de la Iglesia,
de dirección espiritual personal y comunitaria,, es decir, de
docilidad cotidiana al Espíritu Santo (Const. 86 y numerosas
alusiones a la dirección espiritual). El texto de las Constituciones
nos asegura que la Palabra escuchada con fe es luz para conocer la voluntad
de Dios en los acontecimientos (Const. 87); nos recomienda los tiempos
fuertes como ocasiones especiales de escuchar la Palabra de Dios, discernir
su voluntad y purificar el corazón (Const. 91); e insiste en
el servicio espiritualmente cualificado del guía de toda comunidad
salesiana (Const. 55, 121).
He ahí, pues, cuatro elementos concretos para reponernos de la
peligrosa anemia que nos debilita y esteriliza.
7. Calificación pastoral de nuestra acción
68
Otro aspecto evidente del nuevo texto es la consecuencia del significado
atribuido a la misión. Esta se traduce en pluriformidad del quehacer
pastoral en consonancia con las circunstancias, las culturas y las necesidades
humanas. Nosotros estamos en muchos pueblos, con sincero esfuerzo de
inculturación, aunque reconocemos que tenemos que superar no
pocos defectos. El problema de fondo a que aludo es, sin embargo, distinto:
el de lograr una calificación verdaderamente pastoral de toda
nuestra actividad. La misión del Pueblo de Dios es originalísima,
y nosotros estamos llamados en todas partes a hacer acción eclesial.
Si no sabemos entrar en la originalidad pastoral de la Iglesia, corremos
peligro de caer en el activismo. Para evitar, también aquí,
el peligro de la superficialidad espiritual es imprescindible dedicar
toda nuestra atención a la calificación pastoral de la
acción salesiana.
El nuevo texto de la Regla define con claridad los contenidos característicos
de nuestra pastoral y las áreas preferenciales de nuestro trabajo.
Nos ilumina en cuanto a los destinatarios, a los criterios directivos
y a la metodología fundamental que debemos seguir, dejando, por
lo demás, amplio espacio a la creatividad y a la adaptación,
según la pluralidad de las culturas y situaciones.
Ante todo, la renovada conciencia de participación activa en
el quehacer histórico de la Iglesia estimula en la Congregación
la dimensión propiamente misionera, en la que reconocemos un
rasgo esencial de nuestra Congregación (Const. 30). Esto nos
llevará, sin duda, a. continuar con generosidad el "proyecto
Africa" y a reforzar los otros muchos compromisos misioneros que
nos tienen entre los pueblos más necesitados.
Pero no es de esto de lo que ahora quería hablar.
Los aspectos característicos donde concentrar hoy el esfuerzo
de calificación pastoral de la acción salesiana son, también
en las misiones: la dimensión educativa,
la comunicación social y la colaboración con las Iglesias
particulares.
7.1 MISIONEROS DE LOS JOVENES
69
Me gusta la palabra misioneros, que usó el Papa en el mensaje
de inauguración.
El aspecto de misionero implica el corazón oratoriano que impulsaba
a Don Bosco a buscar por las calles de la ciudad a los jóvenes
más necesitados, a crear iniciativas para ellos, a sentirse siempre
en frontera, incluso en las obras ya establecidas. "Corazón
oratoriano" y "misioneros de los jóvenes" son
dos expresiones equivalentes que nos interpelan. Ser misioneros de los
jóvenes, en una hora de sacudidas culturas, debería resultar
particularmente fascinante.
Yo veo, como decía, tres áreas o fronteras donde concentrar
nuestras mejores fuerzas misioneras y oratorianas,
a. El sistema preventivo
70
La primera es el sistema preventivo en su dimensión educativa.
Esta exige intrínsecamente que nuestra acción apostólica
se concrete en una adecuada capacidad de promoción humana en
sus variados aspectos: nosotros evangelizamos educando y educamos evangelizando
(Const. 20, 38).
En mi informe sobre el estado de la Congregación hacía
dos observaciones críticas al respecto. Primera: se está
constatando entre nosotros una menor expansión de las presencias
específicamente educativas. Segunda: carencia de creatividad
para saber expresar la dimensión educativa fuera de la estructura
escolar (RRM núm. 176).
En un momento de expansión y de aceleración de los cambios
educativos como el actual, se ve poca capacidad para asumir la renovación
de contenidos que determina la evolución de la cultura, de la
didáctica, de la reforma de las estructuras, y para saber hacer
con competencia las opciones oportunas (RRM, pág. 146).
La aplicación de la renovada regla de vida traerá a la
Congregación una mejora en la calidad apostólica de nuestras
actuales obras educativas -donde trabaja la mayoría de los hermanos-
y una expansión decidida de nuestro genio educativo más
allá de las actuales formas institucionales, incrementando especialmente
la capacidad de crear una pastoral juvenil y popular más actual
e incisiva.
El objetivo que nos debemos fijar: Que nuestra acción educativa
tenga siempre alma apostólica, y que nuestra acción apostólica
comporte en todas partes una concreta dimensión educativa (Const.
31, 32, 33).
Las nuevas demandas culturales, la condición juvenil, los desafíos
del ambiente, la crisis de la familia, la creciente conciencia eclésial,
el enrolamiento de los seglares, la capacidad de diálogo en el
pluralismo, las exigencias sociales de la fe, la prioridad dada al ministerio
profético en el Pueblo de Dios, etc., son indicaciones que estimulan
con fuerza a una urgente y profunda "recualificación"
de la acción educativa: nuestra pastoral debería resultar,
de modo genuino y simultáneo, apostolado educativo y educación
apostólica.
La nueva y multiforme condición juvenil desafía nuestra
capacidad y nuestra competencia de educadores cristianos en todas las
partes del mundo, aunque por razones diversas: secularismo y consumismo,
marginación e injusticia social, diversidad de religiones y ateísmo.
Se trata de ver si nuestra competencia de pastores logra
formar en el joven al honrado ciudadano (educación en la vida,
en el amor, en la justicia, en la paz, en la participación activa
en la sociedad) y al buen cristiano o dimensión religiosa abierta
a Cristo, según las regiones en que trabajamos (Const. 31).
Se trata de ver asimismo si a la luz de la fe nosotros sabemos añadirle
una sabiduría pedagógica que logre crear ambientes, experiencias,
símbolos, compromisos para el descubrimiento y la asimilación
vital de los grandes valores que queremos hacer crecer. El período
juvenil de la vida se alarga. La síntesis cultural en que nos
toca vivir presenta siempre nuevas dificultades. Ser hoy misioneros
en el ámbito de la educación es un auténtico reto.
El nuevo y estimulante artículo del oratorio (Const. 40) invita
a una creatividad constante,
b. Espiritualidad juvenil
71
Nuestra acción, sin descuidar los numerosos jóvenes de
las obras ya existentes, debe saber multiplicar las iniciativas en favor
de grupos de intensidad evangélica y los compromisos de audacia
caritativa entre los más necesitados.
La segunda frontera a la que hay que dar la primacía es lanzar
y hacer vivir "las bienaventuranzas juveniles", es decir,
una verdadera espiritualidad salesiana para grupos de jóvenes,
de los que pueda surgir, de modo creciente y continuo, un verdadero
movimiento de inspiración evangélica que mire a Don Bosco
como a padre y maestro (Const. 21, 34, 35, 36, 37).
El Domingo de Ramos vimos aquí, en Roma, la impresionante concentración
de juventud definida como el "jubileo de los movimientos".
La intensidad evangélica es hoy un nuevo fermento entre la juventud.
Los jóvenes sienten gran simpatía por Cristo; intuyen
y creen en
su figura de líder de la historia. Un movimiento juvenil -concebido
no necesariamente como organización inspectorial o nacional,
sino como carga espiritual, con un núcleo de valores evangélicos
que susciten dinamismo apostólico y entusiasmo de vida- sólo
es posible si nosotros testimoniamos vitalmente y con actualidad los
ideales de nuestra opción vocacional.
Una espiritualidad que despierte entusiasmo en los jóvenes atraídos
por Cristo, que ofrezca sus valores concretos o momo dijo uno de los
animadores de aquel domingo jubilar- que les proponga una alegría
histórica, llena de responsabilidad y capacidad misionera en
el devenir de la cultura que nosotros llamamos mesiánica. La
respuesta es un hombre auténtico, con fervor nacido de Cristo:
este fervor capacita al hombre para hacer historia.
Existe hoy en la Iglesia una corriente vital de la que, en aquella circunstancia,
pudimos percibir algunas manifestaciones. Nuestros grupos juveniles,
que en el último sexenio han hecho cierto camino de reflexión,
están llamados a crecer en un movimiento juvenil de Don Bosco,
nutrido de un itinerario espiritual concreto. Es importante no detenerse
en la adolescencia, donde ya palpamos algunas promesas; hay que avanzar
hasta la juventud, en la que constatamos interesantes fenómenos
culturales y religiosos.
Debemos, pues, saber proclamar y hacer vivir las bienaventuranzas juveniles.
He ahí una tarea urgente y de mucha exigencia para nuestro espíritu
misionero, para nuestro corazón oratoriano.
c. Mayor audacia
de presencia entre los pobres
72
La tercera frontera es mayor audacia de presencia entre
los pobres. El impacto que dejó entre nosotros el testimonio
de la madre Teresa y el mensaje de su vida, nos han hecho meditar en
lo que dice la Regla sobre nuestra preferencia por los jóvenes,
especialmente los más pobres (Const. 2, 2(1, 29). La caridad
pastoral vivida por Don Bosco nos estimula a ir a los jóvenes
más necesitados, a los que se encuentran en peligros especiales,
sea en el tercer mundo, sea en la sociedad de consumo. Don Bosco nos
enseña que la fuerza educativa del sistema preventivo se muestra
también en su capacidad para recuperar a los muchachos descarriados,
que conservan recursos de bondad, y para prevenir desarrollos peores
cuando se están encaminando ya por senderos
errados.
La madre Teresa nos recomendó unir siempre Eucaristía
y pobreza. No dejéis dijo- que nadie ni nada separe vuestro amor
a Cristo del amor a los pobres. Para relanzar nuestra presencia en esta
área preferencial de la actividad educativa salesiana es necesario
que consideremos con mayor atención las situaciones concretas
de la juventud necesitada en los países en que estamos y que
se intensifique nuestra disponibilidad propiamente misionera hacia regiones
y pueblos apremiados por necesidades más urgentes.
7.2 COMUNICADORES POPULARES
Ciertamente una toma de posición de este nuestro 73 XXII Capítulo
General es la voluntad de mayor compromiso en el área de la comunicación
social, sobre todo en favor de los ambientes populares. Varios artículos
de las Constituciones y de los Reglamentos hablan de esto (Const. 6,
43; Reglam. 31-34, 41). Ilasta se ha establecido para ello un servicio
especial de dicasterio (Const. 137). En el Informe sobre el estado de
la Congregación os hablaba de nuestra labor de evangeli-
zación de la cultura popular. Estamos llamados a desarrollarla
especialmente a través de la comunicación social. Nuestra
misión popular no es únicamente un dato de hecho; debe
ser un estilo de evangelización... Se trata de llegar a los "criterios
de juicio, a los valores determinantes, a los puntos de interés,
a las líneas de pensamiento, a las fuentes inspiradoras y a los
modelos de vida"; se trata de tomar en serio la "religiosidad
popular", de saber cultivar las expresiones artísticas,
la música, el teatro, las manifestaciones del pueblo, los medios
de comunicación social, la prensa. Es verdad que nosotros no
estamos llamados a ser aristócratas de la inteligencia; pero
tampoco facilitones superficiales sin un concreto proyecto apostólico
de incidencia profética y de crecimiento cultural (RRM, pág.
210-211; trad. castellana, pág. 14).
Este XXII Capítulo General, releyendo la carta de Don Bosco de
1885, sobre la que habrá que volver, ha reafirmado que la comunicación
social debe ser uno de los rasgos vivos y esenciales de nuestra actividad
apostólica. En este punto se puede hablar de un cambio de perspectiva
y de una presencia nueva (también ACS 302), pues el Capítulo
ha puesto las bases para una recuperación vigorosa y ha confiado
el sector a un consejero que ayude a las inspectorías a realizar
gradualmente el nuevo compromiso. Habrá que tomar en serio la
invitación de Don Bosco: Os ruego y conjuro que no descuidéis
esta parte importantísima de nuestra misión... Fue una
de las principales empresas que me confió la divina Providencia.
Vosotros sabéis cómo tuve que ocuparme de ella con incansable
aliento, a pesar de mis otros mil quehaceres (Epist. IV, págs.
318-321).
74
El sector de la comunicación social está, junto con el
de la familia salesiana, bajo la animación del mismo consejero.
Me parece que no es sólo una unión ocasional; sino que
es hasta indicativa. Efectivamente, cometido
de toda nuestra familia es comunicar Evangelio, pro- " moviendo
cultura, a los jóvenes y al pueblo, estrechar fuerzas para ser
una vasta red de difusión de valores y de principios sanos. La
familia salesiana puede movilizar un alto potencial
humano de influencia en la opinión pública, programando
intervenciones, difundiendo ideas, educando a los pobres, liberando
muchas energías de bien, poniendo numerosas fuerzas al servicio
de la civilización del amor.
También nuestro compromiso por la justicia y la paz encuentra
en este sector una válida mediación de influencia. Por
ello, será imprescindible tener cada vez más claro en
la conciencia el mensaje que debemos proclamar, la intuición
valiente de su actualidad y el nexo vivo con un lenguaje adecuado a
la cultura popular. El mensaje y el lenguaje son más importantes
que los medios, y la asiduidad y capilaridad de su difusión son
condiciones imprescindibles para que los valores presentados no queden
sumergidos bajo otros mensajes lanzados con excesiva insistencia por
múltiples canales.
75
La pasión de Don Bosco por el misterio de la redención
le hacía buscar los caminos más directos y eficaces para
llegar a la gente, a los jóvenes, a las clases populares, con
un arte educativo que no terminaba en la escuela, sino usando -como
dice él mismo--- todos los medios que inspira la caridad... para
poner un dique a la impiedad y a la herejía... con la palabra
y con los escritos. Él, pobre de recursos económicos,
supo llamar i la atención de las autoridades, del clero, del
grande y pequeño público con un conjunto de iniciativas,
incluso grandiosas, que a distancia lo hacen aparecer como hábil
y clarividente propulsor de la comunicación social. Su genio
para comunicar no era sólo capacidad para divulgar personalmente,
de modo claro, fácil y atracti- ; vo, los mensajes; ni sólo
capacidad para persuadir llegando, con aguda sencillez, a la razón
y a los senti-
mientos más profundos del hombre común; tenía también
capacidad para organizar las fuerzas de que podía disponer y
para ser creador y audaz en las iniciativas de comunicación y
difusión para el pueblo.
Si hoy la ruptura entre Evangelio y cultura se agudiza por culpa de
una comunicación superficial, religiosamente desinformada y a
menudo ideologizada, es preciso que nosotros colaboremos en favor de
una comunicación diversa, que sea fuerza educativa que plasme
mentalidad y cree cultura, como una auténtica escuela alternativa
(CG21 pág. 155).
7.3 COLABORADORES
EN LAS IGLESIAS PARTICULARES
76
Con el XXII Capítulo General se ha llevado a maduración
la larga búsqueda posconciliar sobre la índole propia
de nuestra vocación en el Pueblo de Dios. No sólo sabemos
que somos un don para la Iglesia, sino que también hemos localizado
y descrito en el texto renovado los rasgos característicos de
la herencia que nos dejó Don Bosco. Los jóvenes y el pueblo
esperan de nosotros, y tienen derecho a ello, que pongamos a su disposición
las dotes y las especializaciones de servicio que constituyen precisamente
nuestra identidad vocacional.
a. Aportación del carisma salesiano
77
Las Iglesias particulares se enriquecerán con nuestro carisma
(Consi. 6. 42, 48; Reglara. 2, 25, 24) si nosostros, en vez de sumarnos
simplemente a otras fuerzas para un servicio genérico, sabemos
levar a niveles de fecundidad y de participación conjunta nuestra
competencia juvenil, popular, educativa y evangelizadora.
El encuentro de Cristo con los jóvenes es urgente; el
sentido de pertenencia de los jóvenes a la Iglesia no es fácil;
el diálogo de fe es ciertamente posible y liberador, pero necesita
mediadores actualizados e incisivos.
La Congregación en diversas naciones dispone de centros de reflexión,
de formación, de comunicación, de pastoral, de catequesis,
etc.; promueve consultas y encuentros multiplicadores; recoge diversas
experiencias y las relanza a través de diversos medios; hace
obra de preparación de agentes y animadores.
Pues bien, este tipo de obras o de iniciativas, que el nuevo texto alienta
(Const. 42) debe ser promovido con particular novedad; nos abre a la
vida real de la Iglesia, nos da la visión más amplia y
concreta de su pastoral, nos hace superar un tipo de problemática
demasiado doméstica que podría recortamos las alas. Veo
que hoy la Congregación -os decía en el Informe sobre
el estado de la Congregación- necesita un impulso en esa dirección:
Debe ser más competente y estar mas juveniles (y -añado
ahora- en la religiosidad la educación y evangelización
de la juventud, (y -añado ahora- la comunicación popular).
No es humildad la falta de peso nacional e internacional en los problemas
juveniles» (y -añado ahora- en la religiosidad popular)
(Cfr. RRM 246; trad. castellana, pág. 45).
Así pues, estos quehaceres prestan a las Iglesias particulares
un servicio muy valioso, y nos hacen aparecer como un verdadero don
para ellas. No deben, por lo tanto, quedar debilitados, puestos en segundo
término, privatizados o incluso olvidados; sino que, al contrario,
deben ser creados y reforzados con hermanos que sepan colaborar en los
sectores que tocan de un modo especial los ámbitos de nuestra
misión. Si a estas iniciativas se añade cuanto decía
antes sobre la espiritualidad juvenil y se logra suscitar un genuino
movimiento de juventud salesiana, nuestra aportación a las Iglesias
particulares será más auténticamente carismática,
con el buen sentido realista, operativo y equilibrado de Don Bosco.
En esta colaboración prestada a las Iglesias particulares se
encuentra el lugar más adecuado y fecundo para el crecimiento
de una comunidad práctica y eficiente entre los diversos grupos
de nuestra familia (Reglara. cap. IV). De la base, de las presencias
locales, de los compromisos comunes de las Iglesias particulares es
de donde surge, como lo ha demostrado la experiencia misionera y otras
iniciativas concretas, la vitalidad de nuestra comunión apostólica.
El diálogo espiritual y operativo de la familia salesiana debe
saber dar la primacía a las aportaciones hechas conjuntamente
en las Iglesias particulares. Como es natural, hay que respetar la autonomía
y las particularidades de los diferentes grupos; pero urge, sobre todo,
mirar juntos más allá del propio instituto o asociación
con la preocupación de impulsar el espíritu y la misión
comunes hacia los destinatarios, que en definitiva son la razón
histórica de la existencia salesiana de cada grupo. La Iglesia
necesita que seamos "juntos" uno de sus carismas vivos y operantes.
Más que superestructuras de alto nivel, lo que la familia salesiana
necesita es crecer en el tejido operativo de base, en la capilaridad
de las aportaciones eclesiales, en el, compromiso de una pastoral de
conjunto, en la comunión, en el testimonio y en las iniciativas
locales.
b. Orientación vocacional
y trabajo por las vocaciones
78
Una actividad específicamente válida en las Iglesias particulares
es la de nuestros servicios en favor de las vocaciones apostólicas.
Siempre ha sido uno de los cometidos de la Congregación. Hoy
lo encontramos confirmado en el artículo 6 de las Constituciones,
y reapa
rece después en otros artículos de las mismas y de los
Reglamentos. Aparece como una meta de nuestro proyecto
educativo pastoral y al mismo tiempo como una de nuestras especializaciones
pedagógicas: saber ayudar a los jóvenes que presentan
gérmenes de vocación a madurar siguiendo el ritmo de desarrollo
de su persona.
Se trata de iniciativas específicas; pero, sobre todo, queda
confirmada como una dimensión de privilegio en nuestra actividad
educativa. Cuidar a los individuos, ofrecer modelos, hacer la propuesta,
preparar ambientes favorables, promover grupos y asociaciones según
la edad y los intereses, ayudar a recorrer las etapas de maduración:
he ahí un quehacer cualificado.
Aquí pueden converger no pocas iniciativas comunes de la familia
salesiana y ofrecer a las Iglesias particulares una colaboración
urgente y de competencia especial. Estamos convencidos de que hay muchos
jóvenes ricos en recursos espirituales y can gérmenes
de vocación apostólica. Les ayudamos a descubrir, acoger
y madurar el don de la vocación seglar, consagrada o sacerdotal,
para biewn de toda la Iglesia y de la familia salesiana. (Const. 28;
b, 35, 37; Reglam. 8, 9, 16. 17).
S. Originalidad de la figura del salesiano
79
El XXII Capítulo General ha llevado a término, como hemos
dicho, varios aspectos de búsqueda de nuestra identidad, que
ahora deben ser asimilados con claridad y vitalmente por todos -las
nuevas generaciones y los hermanos ya maduros-. En el itinerario poscapitular
se trazarán programas orientados a hacer conocer y asimilar cuanto
antes los textos renovados de las Constitu
ciones y los Reglamentos. Este inderogable quehacer debe comenzar inmediatamente
en cada Inspectoría.
Especialmente la primera parte y el capítulo segundo sobre el
espíritu salesiano nos describen la figura genuina de cada socio.
Aquí me quiero referir, no tanto a las diversas facetas de nuestro
espíritu común ni a las variadas iniciativas que hay que
promover, cuando a dos elementos neurálgicos de adecuación
formativa, que me atrevería a llamar los dos polos estratégicos
de una conversión concreta que hay que lograr en la Congregación.
Me refiero al elemento laical y al guía sacerdotal de nuestra
vida comunitaria.
El XXII Capítulo General ha reafirmado la igualdad y complementariedad
del laico y del clérigo en nuestra comunidad. Las profundizaciones
hechas por los Capítulos Generales Especial y XXI sobre este
tema, ahora ya están codificados en las Constituciones, que describen
más cumplidamente al salesiano, su espíritu, su profesión,
la comunidad de la que forma parte, el estilo de su misión, el
modo de rezar, las modalidades de la formación común y
el servicio de animación y de la autoridad.
Todo esto vale para cada salesiano, sea sacerdote, diácono o
coadjutor. Así el espacio que había que dedicar a descubrir
las figuras típicas -clérigo o laico- ha sido ocupado,
en general, por una profundizada descripción de la figura del
salesiano, de las características de la comunidad salesiana bajo
el aspecto de la recíproca complementariedad de sus elementos.
La dimensión laical y el guía sacerdotal son dos aspectos
insertos constitutivamente en la conciencia salesiana de cada hermano;
se armonizan vitalmente con una dosificación que siempre, y sobre
todo hoy, ha necesitado revisión y promoción, puesto que
vivimos en una época posconciliar que ha profundizado, liberado
y relanzado los valores de la laicidad y de la pastoralidad.
La Regla nos habla claramente de la importancia de ambos polos. El esfuerzo
de adecuación formativa debe orientarse a la comprensión
de estos valores y a
su compenetración recíproca. Nuestra Sociedad -dice el
art. 4 de las Constituciones- se compone de clérigos y laicos
que viven la misma vocación en complementariadad fraterna. Y
el artículo 121 de las Constituciones afirma: De acuerdo con
nuestra tradición, las comunidades tienen corno guía a
un socio sacerdote que, por la gracia del ministerio presbiterial _v
la experiencia pastoral, sostiene y orienta el espíritu y la
acción de los hermanos.
5 .1 EL SALESIANO, MIEMBRO DE UNA COMUNIDAD DE CLERIGOS Y LAICOS
80
Todo hermano es, ante todo, miembro de una comunidad, en la que los
diversos socios viven, con un solo corazón y una sola alma, la
misma vocación. Al acoger la misión común, que
da a toda la vida salesiana su totalidad concreta, las figuras típicas
de los socios se sienten íntimamente complementarias en una diversidad
de funciones y en plena igualdad de profesión.
Este es un dato que pertenece a la forma de nuestra Sociedad, es decir,
un elemento que caracteriza nuestra índole propia en la Iglesia.
Sentirse miembro, y no simplemente individuo o representante de una
categoría, es un requisito básico en la formación
de la conciencia salesiana. Aquí se palpa inmediatamente la originalidad
que tiene nuestra Congregación en la Iglesia. con una modalidad
característica propia, sacerdotal y laical a la vez, simultáneamente
religiosa y secular -como dijo Pío IX: ACS 300, págs.
15 ss.-, entregada a una misión que une la preocupación
específicamente pastoral con tareas concretas de orden promocional
y temporal. La profesión religiosa salesiana, como ya he recordado,
incorpora estas ta-
reas humanas en nuestra misma consagración apostólica,
dando a la comunidad un rostro original.
Todo socio -clérigo o laico- si tiene verdadera conciencia de
ser miembro, se siente corresponsable del conjunto, aportando el don
de sí y de su vocación típica. El elemento sacerdotal
y el laical no comportan adición extrínseca de dos dimensiones,
confiadas cada una a categorías de hermanos en sí diferentes,
que caminan paralelamente y suman fuerzas separadas, sino a una comunidad,
que es el verdadero sujeto de la única misión salesiana
(Const. 44). Esto requiere una formación original de la personalidad
de cada socio, por la que el corazón del salesiano clérigo
se sienta íntimamente atraído y englobado en la dimensión
laical de la comunidad, y el corazón del salesiano laico se sienta,
a su vez, íntimamente atraído y englobado en la sacerdotal.
Es la comunidad salesiana (Const. 44, 45, 49, 50), en cada uno de sus
miembros, la que testimonia las sensibilidades y realiza los compromisos
que simultáneamente son sacerdotales y laicales.
Todo salesiano, sea presbítero o coadjutor, debe nutrir en su
corazón la capacidad de repetir con convicción sincera
la conmovedora aserción de los hermanos jóvenes de la
primerísima hora: Aun cuando todos nuestros compañeros
estuvieran dispersos, aun cuando no hubiera más que dos, aun
cuando no quedara más que uno solo, éste se esforzaría
por promover esta Pía Sociedad ,v observar siempre, hasta donde
fuera posible, sus Reglas (MB VI, 630-632).
En la formación de cada socio será, pues, preciso saber
hacer madurar una originalidad de conciencia salesiana que en la Congregación
deje a un lado todo tipo de mentalidad "clericalista" o "laicista",
fuente de amarguras y de desnaturalización de nuestra específica
modalidad comunitaria.
8.2 EL ELEMENTO LAICAL INCIDE
EN LA FORMA DE TODA LA COMUNIDAD
l
81
El grito de alarma que repetidas veces ha resonado en esta asamblea
por la disminución de los hermanos laicos es una invitación
a seguir adelante en la reflexión sobre la actualidad de nuestro
elemento laical, en la consideración concreta de sus funciones
y en las realizaciones prácticas de una adecuada pastoral vocacional.
Urge relanzar de un modo nuevo y atrayente la especial vocación
del salesiano laico (RRM, pág. 237), y, más aún,
profundizar el tipo de laicidad y los valores laicales específicos
que constituyen la opción del socio coadjutor y que él
asume en la consagración salesiana como dimensión realizable
en la vida religiosa (ACS 298, págs. 27-34). Recuerdo, sobre
todo, lo que escribí en tina circular: Para entender la dimensión
laical, no podemos poner en primer plano qué quiere o puede "hacer"
el coadjutor, sino cómo debe "ser en el hacer". Es
decir, cuál es la nota interior que caracteriza su "opción
de vida", su "modo de ser" en el pensar, dar testimonio,
actuar e influir en el estilo religioso de toda la comunidad salesiana
(ibídem, pág. 17).
La profundización de nuestro elemento laical está todavía
por hacerse entre los hermanos. El XXII Capítulo General indica
este tema como una constante que hay ' que perseguir. Hoy Don Bosco
está buscando colaboradores, para mandarlos a todos los ambientes,
sobre todo al mundo del trabajo, donde existen los jóvenes, para
salvarlos de la injusticia, de la violencia, de la marginación,
del desempleo.
82
A los laicos que acudían a su lado les indicaba al principio
un testimonio especial y una variedad de ocupaciones en la única
misión, que era también el camino de su santificación:
pensemos en Buzzetti, Enria, Rossi, etc.
Les pedía tareas de voluntariado apostólico, administrativo,
educativo, de animación profesional, editorial, musical; los
veía necesarios para sostener las comunidades plenamente dedicadas
a los jóvenes; les pedía servicios humildes: eran valiosos
porteros, enfermeros, cocineros, roperos; los lanzaba a las misiones,
a las escuelas, a los oratorios, indicándoles siempre un camino
común a clérigos y laicos, una vida laical salesiana,
animada por una común y ardiente caridad pastoral.
Hoy los quehaceres de este camino laical se han multiplicado. Se trata
de nuevas tareas educativas, apostólicas, en las misiones, en
el mundo del trabajo, en actividades profesionales, recreativas, administrativas,
domésticas, que se presentan como urgentes.
La importancia de estos trabajos es creciente, comporta incluso cargos
de alta responsabilidad, a veces más difícil e influyente
que la del mismo director. También en el Pueblo de Dios ciertos
quehaceres laicales tienen, en determinados contextos, una urgencia
y un valor histórico mucho más significativo que el ministerio
del presbítero o del obispo.
Por otra parte, la contribución laical en la construcción
de la comunidad es tanto más preciosa cuanto más delicado
y fatigoso es el trabajo que el hermano laico desarrolla, y cuanto más
cordial y serena es su presencia cotidiana. El salesiano coadjutor es
una persona que del mundo del trabajo aporta las ventajas de la concreción,
de la profesionalidad, de la técnica, de la adaptabilidad, de
la constancia y solidaridad, de la espiritualidad del trabajo; la atención
a aquellos valores terrestres que hacen grande al hombre, su arte, sus
técnicas; todo ello le hace amigo de los jóvenes y sencillo
y cordial para con ellos, pues cree en Dios, trabaja por El, y nutre
confianza en la Providencia, fe en sus promesas, seguridad adquirida
en los sacramentos y derivada de la profesión; además,
caridad generosa y oración de creyente. En la comunidad subraya
los valores básicos
del sacerdocio común, que es la esencia de base de toda vida
bautismal y religiosa.
8.3 A TODO SALESIANO LE BENEFICIA
EL SERVICIO DEL GUIA SACERDOTAL
83
La peculiar misión salesiana ha comportado siempre un criterio
cuidadosamente pastoral en el guía de la comunidad. Nosotros
ya hemos puesto de relieve el esfuerzo que hay que hacer para una mejor
calificación pastoral de nuestra acción.
Además, la complementariedad comunitaria de clérigos y
laicos no tiene una modalidad de intercambio cualquiera o, si se quiere,
indiferente; sino una modalidad de tipo verdaderamente orgánico
(CG 21 n." 196). Esta exige entre los dos elementos una dosificación
de fusión no estática y regulada de una vez para siempre,
sino que está en movimiento con una continua necesidad de equilibrio,
revisión, conversión y adaptación según
las obras y coyunturas. Esta dosificación la equilibra existencialmente
el papel del guía. Es una dosificación sujeta a ductilidad,
por las diferencias no sólo de situación sociocultural
o coyuntural, sino también por la diversidad operativa que se
da, por ejemplo, entre una comunidad salesiana responsable de una parroquia
y otra responsable de una escuela profesional.
La afirmación de Don Bosco: hay cosas que los sacerdotes y los
clérigos no pueden hacer, y las haréis vosotros, tiene
muchas posibilidades. Hay que juzgarla, no según una clasificación
categorial de cometidos, sino según las circunstancias y para
responsabilidades importantes. Necesito tener en cada casa -decía
Don Bosco— alguien al que se le puedan encomendar las cosas de
mayor confianza, quien represente la casa fuera; debéis ser los
dirigentes; no como criado; de-
béis acudir en ayuda de obras grandes y delicadas»; etc.
(MB XVI, 313).
En el Capítulo se ha afirmado claramente la importancia del guía
sacerdotal, que asegura la óptica pastoral en la asunción
de no pocos quehaceres que, de por sí, pertenecen al orden temporal.
84
El tema de la forma de la Sociedad, es decir, de los elementos que la
configuran concreta y societariamente según una atipología
de instituto religioso en la Iglesia, se presenta sólo inicialmente
en el artículo 4 de las Constituciones. Después, se desarrolla
en otros artículos de las Constituciones, en cada una de las
partes siguientes, sobre todo en la cuarta, que trata del servicio de
la autoridad.
El tema de la forma no es simplemente de tipo jurídico; representa
un elemento muy significativo de nuestra índole propia, vinculado
vitalmente a aspectos estructurales.
Hoy, con la profundización del aspecto sacramental de la Iglesia,
se han replanteado los valores propios de la categoría "forma"
y se ha descubierto el espesor de su grandeza teologal y espiritual.
Un carisma, en efecto, se manifiesta y se refuerza mediante servicios
específicos y mediante aspectos institucionales que lo sostienen
y que garantizan la permanencia de su patrimonio espiritual.
Así pues, con la codificación del guía sacerdotal
en la comunidad salesiana, no sólo se afirma una determinada
clasificación canónica de nuestra Sociedad, sino un elemento
vital para el proceso mismo de permanencia y crecimiento de nuestra
identidad eclesial.
85
Aquí se nos presenta todo un frente estratégico de conversión.
El XXI Capítulo General ya había visto y
afrontado esta urgencia: el papel de guía del director y del
superior salesiano que debe animar la comunidad y dar sentido evangélico
a su estilo de vida y a sus múltiples actividades. Se trata de
una función pastoral compleja, que hay que saber realizar con
estilo renovado y según una jerarquía de prioridades en
colaboración con otras importantes figuras complementarias. Su
función más característica es el de ser servidor
de la unidad que cuida la identidad salesiana, mientras pone al servicio
de la comunidad su triple ministerio presbiteral para guiar su misión
juvenil y popular, y llevarle a tomar parte viva en la pastoral concreta
de la Iglesia (CG21 50-57).
La Congregación tiene hoy necesidad urgente de direc- 86 ción
espiritual comunitaria y personal, es decir -como nos dijo el XXI Capítulo
General-, necesita un servicio de la autoridad que se dedique de verdad
a relanzar aquel conjunto de iniciativas y actitudes que promueven la
vitalidad de la vocación específica de (nuestro) Instituto,
haciendo una llamada a la participación activa y a la conciencia
madura de cada hermano, implicando a toda la comunidad con la valoración
de los cometidos y de las dotes personales. (Este) proceso de animación
se manifiesta así en el crecimiento de la corresponsabilidad
y en el reconocimiento de la complementariedad, como expresión
de una conciencia adulta y de un grado de desarrollada madurez (CG21
46).
Este es otro objetivo indicado por él nuevo texto (cfr. Const.
55, 70, 104, 121) al que hay que prestar la máxima atención
para nuestra conversión comunitaria: volver a dar frescura y
ardor sacerdotal al papel de la autoridad salesiana, con objeto de que
sepa animar con estilo nuevo a los hermanos en sintonía con el
actual momento privilegiado del Espíritu (EN 44).
9. Urgencia de la formación
87
En el vasto cambio cultural en que nos sentimos implicados, la formación
de las personas se presenta como una de las más imprescindibles
prioridades de futuro. Para hacer posible una formación adecuada,
el texto de la Regla juzga absolutamente imprescindible que cada Inspectoría
tenga un número suficiente de personas preparadas y competentes,
es decir, de formadores y animadores. Y esto, en los diversos sectores
de nuestra vocación: en los estudios teológicos, en las
disciplinas pastorales, en las ciencias de la educación, en las
exigencias del mundo del trabajo, en la convivencia social, en la visión
de la vida consagrada. en la reflexión de la índole salesiana,
en la normativa eclesiástica, en todos aspectos peculiares de
la cultura. Es verdad que (los sectores) son muchos; y también
que la escasez del personal limita las posibilidades... Pero es todavía
más verdad que, sin hermanos competentes en los diversos sectores
de la nueva condición social y eclesial, poco a poco quedaremos
al margen de la cultura que está naciendo (RRM, núm. 333;
traduc. castellana. pág. 13).
El XXII Capítulo General ha codificado de una forma exigente
y completa los criterios generales, los períodos y las etapas
del proceso formativo, Lo ha hecho después de una experiencia
madura.
88 Subrayo la indespensahilidad de una buena formación, para
robustecer, ante todo, nuestra unidad mundial: el pluralismo cultural
es más que legítimo; pero si no se supera lo particular
y no se cuida la convergencia en los valores comunes, corremos el peligro
de construir sobre arena. «El carisma del Fundador -dicen las
Constituciones- es principio de unidad de la Congregación y,
por su fecundidad, está en la raíz de los diversos modos
de vivir la única vocación salesiana. En consecuencia
la formación es al mismo tiempo unitaria en sus contenidos esenciales
y diferenciada en sus realizaciones concretas (Const. 100).
Añado todavía una indicación de las Constituciones
sobre la responsabilidad de cada Inspectoría en este ámbito
tan vital: La comunidad inspectorial acoge y acompaña la vocación
de cada hermano, cuida la preparación de los formadores y las
estructuras de formación, v anima la labor formativa de las comunidades
locales (Const. 101).
He ahí dos propósitos muy urgentes que formular en una
programación concreta, a fin de mejorar nuestros compromisos
de formación inicial y permanente.
10. Renovada devoción mariana
89
Me place asimismo subrayar el puesto reservado a la Virgen en nuestra
regla de vida. El XXII Capítulo General, iniciado con un solemne
acto de abandono en manos de María Auxiliadora, ha preparado
algunos artículos especiales -además de otras muchas alusiones-
que oportunamente ponen de relieve la peculiar dimensión mariana
de nuestra vocación.
Un artículo de las Constituciones, en la parte que presenta nuestra
identidad en la Iglesia, describe la presencia de María en la
Sociedad Salesiana. Otro, al final de la segunda parte -en que se sintetiza
la misión, la opción comunitaria y la práctica
de los consejos evangélicos- en un capítulo especial dedicado
a nuestra actitud orante de vida en el Espíritu, nos presenta
a María en la vida y.en la oración del salesiano.
Todo ello se funda en consideraciones objetivas del plano salvífico
de Dios en el vasto ámbito eclesial, y de la experiencia concreta
de Don Bosco en el restringido ámbito de la fundación
y desarrollo de nuestra familia.
María, en efecto, ocupa un puesto singular en la historia de
la salvación (Const. 92: fue Ella quien indicó a Don Bosco
su campo de acción entre los jóvenes y lo guió
y sostuvo constantemente (Const. 8). Nosotros creemos sinceramente en
esta delicada y generosa iniciativa de su continua asistencia e intercesión.
Por eso nos confiamos a Ella, le profesamos una devoción filial
y fuerte, la consideramos modelo de caridad apostólica y de unión
con Dios, le pedimos que nos eduque en la plenitud de la donación
y en la valentía pastoral, nos preocupamos de celebrar sus fiestás
con los jóvenes y las clases populares.
Hay también un artículo en los Reglamentos -el 74—
que nos estimula en nuestras expresiones de piedad mariana.
Querría destacar dos aspectos que han aparecido en el XXII Capítulo
General. Ante todo, el acoplamiento, ya hecho por Don Bosco, entre los
títulos de Madre de la Iglesia y Auxiliadora de los Cristianos
(Const. 8). En segundo lugar, el sentido de universalidad reconocido
a la función materna de auxiliadora, abierta a todos los pueblos,
más allá de las fronteras cristianas, como iniciación
e invitación a la plenitud de Cristo.
Todo esto, sin duda, influirá en la renovación y en el
relanzamiento de la devoción mariana en toda la familia salesiana.
Así María aparece como la estrella de nuestro futuro que
nos invita a la esperanza y nos acompaña en el camino. Con su
ayuda maternal podremos traducir a vida concreta el proyecto evangélico
de Don Bosco, definido de nuevo en las Constituciones y Reglamentos.
«Nos confiamos a Ella, humilde sierva en la que el Señor
hizo obras grandes, para ser, entre los jóvenes, testigos del
amor inagotable de su Hijo» (Const. 8).
Que nos acompañe, pues, la Madre de Dios en esta nueva etapa
del camino hacia el año 2000.
11. Conclusión: Nuestro camino evangélico
90
He usado más de una vez, en esta intervención, la expresión
"regla de vida". Me he querido referir fundamentalmente a
las Constituciones; pero no sólo a ellas.
Estaba pensando en lo que dice el artículo 191 de las Constituciones:
«La vida y la acción de las comunidades y de los hermanos
se r gen por el derecho universal de la Iglesia y por el derecho propio
de nuestra Sociedad. Este último está formulado en las
Constituciones -que son nuestro código fundamental-, en los Reglamentos
generales, en las decisiones del capítula general, en los directorios
generales e inspc:ctoriales y en otras determinaciones de las autoridades
competentes.
Pensaba también en el significado profundo y amplio de la profesión
religiosa, que no se identifica sólo con los votos. La fórmula
(Const. 24), revisada y puesta en la primera parte de las Constituciones,
describe un don de sí como ofrecimiento total a Dios, que compromete
en la misión salesiana y en la pertenencia leal a la Congregación
de una forma tan radical, que todo ello lo expresa en la solemne y pública
promesa de practicar los consejos evangélicos. La gran segunda
parte de las Constituciones y los correspondientes Reglamentos son como
un desarrollo orgánico y una precisión de los aspectos
indicados.
Hoy no decimos ya "profesión de los votos", sino "profesión
religiosa salesiana"; ni "renovación de los votos",
sino "renovación de la profesión", pues la misión
apostólica, la comunidad fraterna y la práctica de los
consejos evangélicos son los elementos inseparables de nuestra
consagración (Const. 3).
Quiere decir que la profundización del tema "consagra-
91 ción" nos ha llevado también a concebir la vida
religiosa en una verdadera integralidad de sus valores, y no simplemente
de un modo reductivo y genérico.
Por eso el término "regla de vida", más comprensivo,
tiene un significado propio que hay que recuperar.
Evidentemente, el documento fundamental de nuestra regla de vida son
las Constituciones, que contienen las riquezas espirituales de la tradición
de los Salesianos de Don Bosco y definen el proyecto apostólico
de nuestra Sociedad (Const. 192). Las acogemos como testamento de Don
Bosco, libro de vida para nosotros y prenda de esperanza para los pequeños
y los pobres» (Const. 196).
La Sede Apostólica garantiza la autenticidad del camino evangélico
trazado por el Fundador y reconoce en él "un bien especial
para todo el Pueblo de Dios" (Const. 192).
Hoy tenemos, finalmente, el texto renovado. Entrará en vigor
apenas lo apruebe la Santa Sede.
Es un texto orgánico, profundo, mejorado, impregnado de Evangelio,
rico de la autenticidad de los orígenes, abierto a la universalidad
y en tensión hacia el futuro. sobrio y digno, denso de equilibrado
realismo y de asimilación de los principios conciliares. Es un
texto pensado comunitariamente, con fidelidad a los desafíos
de los tiempos. Es un texto para ser meditado, vivido y rezado: para
nosotros es un punto de referencia, faro indicador, proclamación
de nuestras bienaventuranzas, criterio de acción, norma de ascesis
y escuela de santidad original.
Que resuenen en nuestro corazón algunas recomendaciones de Don
Bosco. En 1876, refiriéndose a las Constituciones, dijo a los
suyo: La Sociedad está constituida, nuestra reglas están
aprobadas. Lo que ahora tenemos que hacer es ser diligentes en practicar
perfectamente las Reglas y cumplirlas bien. Debemos atenernos a nuestro
código, estudiarlo en todos sus detalles, comprenderlo, explicarlo,
practicarlo... El único medio para difundir nuestro espíritu
es la observancia de nuestras Reglas... Es (también) el único
medio para que pueda durar una Congregación (MB 12,80-81),
92
La primera edición de las Constituciones en traducción
italiana la presentó Don Bosco en 1875. Era un opúsculo
de 91 páginas con una imagen de san Francisco de Sales en la
segunda (¡ya entonces había foto!). Constaba de una larga
presentación, quince capítulos con 128 artículos
y un apéndice con el formulario de la profesión religiosa.
Es iluminante releer algunas expresiones del diálogo que precede
a la emisión de la profesión: «----Hijo mío,
¿qué pides? -Pido, reverendo Superior, profesar las Constituciones
de la Sociedad de san Francisco de Sales. Fijaos bien: ¡No habla
simplemente de votos!
Luego sigue: -Al profesar ¡as Constituciones salesianas, quiero
prometer a Dios aspirar a la santificación de mi alma con la
renuncia a los placeres y a las vanidades del mundo, con la fuga de
cualquier pecado advertido, y vivir en perfecta castidad, en humilde
obediencia, en pobreza de espíritu. Sé asimismo que profesando
estas Constituciones debo renunciar a todas las comodidades y holguras
de la vida, y esto únicamente por amor a nuestro Señor
Jesucristo, al queme propongo consagrar todas mis palabras, todas mis
obras y todos mis pensamientos por tóda la vida.
Así pues, aquel primer librito histórico indicaba claramente
el concepto de "regia de vida salesiana", es decir, del modo
evangélico de seguir a Jesucristo estando con Don Bosco.
Tal es, queridos hermanos capitulares, el pensamiento genuino de nuestro
Padre y Fundador. Nosotros creemos que hoy lo repite para esta nuestra
regla de vida, fruto de tanto trabajo, de búsqueda y de afecto.
Don fosco, con humilde realismo, hablaba de un futuro poner en limpio.
No se refería sólo a un texto ni a la convergencia en
un proyecto, sino a todo un estilo y testimonio de vida. No nos será
fácil igualar a Don Bosco y a sus primeros hijos.
Pero el Espíritu del Señor está sobre nosotros.
El nos ha elegido para llevar a los jóvenes la noticia de su
salvación; nos ha enviado a anunciar las riquezas de la Redención;
nos ha signado con el don de su consagración. Es Dios Padre quien
nos quiere santos como Don Bosco.
Nuestra regla de vida es el pacto de esta nuestra alianza con Dios,
es luz de Evangelio, es invitación, es proyecto, es mandato de
santificación. Recorramos, pues, con confianza el camino de estos
"mandamientos"; Dios mismo nos ensancha el corazón.
Proclamad este mensaje a cada uno de los hermanos en todas las casas
de Don Bosco.
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