“María Mujer, Madre, Maestra y Auxilio”
Homilía del Rector Mayor don Ángel Fernández Artime,
en la solemnidad de María Auxiliadora - Turín -Valdocco (24 de mayo de 2014)
Queridísimos jóvenes, queridísima Madre Yvonne, queridísimos hermanos, hermanas, miembros todos de la Familia Salesiana y amigos de Don Bosco y de la Auxiliadora: Heme aquí por primera vez como Rector Mayor en esta Basílica; ¡Y puedo afirmar que estoy en casa! Hace una semana me encontraba con la Familia salesiana de Portugal en el Santuario de la Virgen de Fátima. Aquí y allí, y en el mundo entero, María, la Madre de Jesús, es una presencia fuerte y significativa, hasta el punto de que Ella es muchas veces la Buena Pastora que lleva a sus hijos a Jesús.
Nosotros, como miembros de la Familia salesiana de Don Bosco no nos imaginamos sin Ella, porque “¡Ella lo ha hecho todo” y continúa haciéndolo! A este punto se me ocurre preguntaros: ¿Quién es la Virgen para vosotros? ¿Quién es para ti? ¿Quién es para mí? [Démonos unos segundos para respondernos…]. Os invito a contemplar a María con los ojos de la inteligencia y del corazón y contemplarla como Mujer, Madre, Maestra y Auxilio.
Ella es, ante todo, Mujer. En el cuarto Evangelio Jesús la llama así dos veces, en dos ocasiones “centrales”: en el primer milagro que Él hace, en las Bodas de Caná, (cfr. Jn 2,1-12) signo por el que “…sus discípulos creyeron en Él”, y en el momento de la cruz, cuando María y el discípulo amado de Jesús estaban allí (cfr. Jn 19 25-27).
« ¡Mujer, ¿qué quieres de mí? y «Mujer, ahí tienes a tu hijo!». “Mujer”: Un hermoso título dado a la nueva Eva, madre del nuevo Adán. En ella la humanidad entera despierta y renace por la acción del Hijo. También San Pablo para hablar de la humanidad del Hijo único de Dios lo define como «nacido de mujer » (Gál 4,4). No podemos asomarnos al misterio de la Encarnación sin contemplarla como mujer. Y contemplarla como mujer significa emprender siempre el camino de la humanización que señala la vocación salesiana a todos los miembros de nuestra Familia. Vivimos y trabajamos por una humanidad verdadera, fraterna, solidaria y en paz. Y Ella es la primera que nos acompaña para conseguirlo.
También María es para nosotros Madre, ¡más aún, Mamá! Dios se ha escogido para su Hijo una verdadera mamá. Seguramente, Jesús, mientras crecía junto a María y José, ha sabido reconocer en su interior el amor cálido y acogedor que había experimentado en toda la eternidad al lado de su Padre, el Padre de todos. María ha sido una Mamá como tantas que se encuentran hoy aquí o nos están viendo por televisión, como tantas de nuestras mamás. «Hijo, ¿por qué ha hecho esto? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados» (Lc 2,48). Este pasaje de Lucas nos muestra todo el corazón de una mamá. ¡Cuántas veces las madres se angustian por sus hijos…!
¿Y qué vieron los pastores cuando se llegaron hasta Belén? ¿Acaso no encontraron una mamá y un papá que estaban cuidando de su hijito? (cfr. Lc 2, 16) Por eso es mamá: ¡Porque cuida de nosotros! Y es entonces cuando más brilla el regalo de Jesús a su amigo: «¡Ahí tienes a tu madre!” (Jn 19,27). Ella es nuestra Madre porque al cuidar de nosotros nos enseña, desde lo profundo de nuestra alma, a cuidar de nosotros mismos y los unos de los otros, a cuidar la creación, el crecimiento de nuestros hermanos y hermanas, de la vida de los que corren más riesgo de perderla o de perderse… Queridos, como Familia Salesiana, como amigos de Don Bosco, ¡cuidemos la vida! ¡Cuidemos los unos de los otros!
No podemos olvidar lo que hizo nuestro querido Don Bosco al perder a su mamá Margarita: fue al santuario de la Consolara y con el corazón en la mano renovó su filiación y confianza en la mamá que continuaba estando siempre allí, a su lado, con él y con sus muchachos. También nosotros hoy queremos decir a María: ¡sé nuestra mamá! ¡Enséñanos a cuidar de la vida!
¡María también es Maestra! La maestra que nos repite una y otra vez: «Haced lo que Él [Jesús] os diga» (Jn 2,5); la maestra que ha sido la primera en saber guardar todas las cosas de Jesús en su corazón (cfr. Lc 2,51) y nos enseña a hacer lo mismo. Un cristiano es aquel que sabe guardar las cosas de Jesús en su corazón y bebe siempre de ese tesoro.
Ella, la mujer, la madre, le ha sido señalada a Don Bosco como aquella que le iba a hacer ver cómo cumplir la misión asignada, “la maestra bajo cuya disciplina puedes llegar a ser sabio, y sin la cual toda sabiduría se convierte en necedad” (MO). Y la “disciplina” es propia de los “discípulos”. ¿Somos buenos discípulos de María, como lo fueron Don Bosco, M. Mazzarello, las primeras y los primeros y de nuestra Familia Salesiana?
Finalmente, María es Auxilio. La primera acción de la mujer ya madre, después de la Anunciación del Ángel fue ponerse al servicio de Isabel (cfr. Lc 1, 39 y sig.). Dice el Evangelio que «¡se levantó presurosa!». Que bella expresión de servicio eclesial y en particular de servicio salesiano: presurosos tratamos de ponernos al servicio para cuidarnos de la vida que crece y que muchas veces se ve amenazada: presurosos para responder al grito de los jóvenes, sobre todo los que están en peligro; presurosos, pero si prisa, es decir, dedicando el tiempo suficiente y oportuno, como Ella que “permaneció con [Isabel] unos tres meses [antes] de volver a su casa». María es aquella que se da cuenta de que faltaba el vino en Caná… que hace actuar a Jesús haciéndose así ayuda para que no faltase la alegría en la fiesta de la vida.
Por eso, queridos hermanos y hermanas, hoy en Valdocco, desde esta casa de María, os digo una vez más: ¡no tengáis miedo de nada!Porque María es nuestro Auxilio, es nuestra Madre y Maestra que nos enseña a ser verdaderos discípulos misioneros de Jesús y a cuidar de nuestra vida para hacerla más humana, según la medida de Cristo, el Verbo eterno nacido de Mujer. ¡María Auxiliadora de los cristianos! Ruega por nosotros.